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lunes, 28 de noviembre de 2022

El alumnado con trastorno de apego en el limbo escolar. Voces de las familias y profesionales que los y las acompañan, artículo de las profesoras Beatriz Garai Ibáñez de Elejalde, Gema Lasarte Leonet, Alaitz Tresserras Angulo e Irune Corres-Medrano


El alumnado con trastorno de apego en el limbo escolar. 
Voces de las familias y profesionales que los y las acompañan



Revista de Investigación en Educación, 2022, 20(2), 71-90 DOI: https://doi.org/10.35869/reined.v20i2.4217 
ISSN 1697-5200 | e-  ISSN 2172-3427


Presentación

Existe una frustrante constatación: en general, la atención especializada por parte de los profesionales escolares a los alumnos y alumnas que presentan adversidad temprana y que pueden presentar Trastorno del Apego (TA) es (casi) nula. Exceptuando algunas islas que las constituyen colegios cuyos profesionales se han formado en apego, trauma y desarrollo, lo cierto es que los niños y niñas no se encuentran con Escuelas Sensibles al Trauma. No nos olvidemos que estos y estas han sufrido muchas veces el peor de los traumas que se puede padecer: que las mismas personas de las que dependen para crecer y desarrollarse y que se supone deben quererle y enseñarle con respeto (sus padres u otros significativos), son las mismas que les han maltratado activa o pasivamente (dañan). 

Son alumnos y alumnas que necesitan aprender (por parte de toda la red psicosocial de apoyo) a restaurar la confianza en el ser humano, a establecer relaciones sanas y constructivas, modular sus emociones, interiorizar cuáles son los límites de su cuerpo y respetar los del otro; y a recibir un proceso de enseñanza-aprendizaje basado en la valoración de sus déficits y de sus fortalezas y recursos, dentro de una relación segura y contenedora con su tutor y profesores.




Lejos de esto, la mayoría de las familias se han encontrado, por parte de muchos de los profesionales escolares, con desconocimiento, incomprensión, nula respuesta, empecinamiento en actuaciones que generan iatrogenia en los alumnos y alumnas, etiquetado, soledad, desamparo, frustración… Muchas familias me han confiado que han recurrido -removiendo Roma con Santiago- a profesionales psicólogos o psicoterapeutas -también especializados en apego, trauma y desarrollo- para ayudar a reparar el daño de los niños y niñas, orientarles como familia y apoyarles en su relación con los tutores, para que estos puedan entender qué les ocurre a sus hijos/as y por qué se comportan del modo en el que lo hacen. Pero otras familias no han encontrado a estos profesionales de la psicología, porque en su ciudad no existen y se han refugiado, por ejemplo, en la lectura de blogs especializados. Algunos papás y mamás me han escrito agradeciéndome la aportación que ha supuesto, entre estos, el blog Buenos tratos. Algo que les agradezco infinito, es el motor que me mueve a mantenerlo activo.




Algunos y algunas profesionales llevamos, no obstante, unos cuantos años promoviendo un cambio de mirada y una nueva manera de atender a estos chicos y chicas, conscientes de que este entorno es muy importante que genere procesos resilientes y no que amplifique y aumente el dolor que de por sí ellos y ellas ya sufren, por la multitud de secuelas que el trauma les ha generado o genera. 

Promovemos conferencias, cursos, másteres, acudimos a los colegios a dar talleres y seminarios... Y cuando recibimos a un niño o niña en nuestra consulta ofrecemos en nuestro servicio la coordinación con los profesionales escolares. También porque muchos de estos lo agradecen; y hemos de decir en su descargo que, a una gran mayoría, nunca nadie les habló de la mirada traumaterapéutica y de la adversidad temprana para explicar los problemas de los niños y niñas en el aula y en al aprendizaje.

Entre estos profesionales, hoy quiero -sobre todo a las familias- presentaros la excelente labor que está realizando este equipo de mujeres, profesoras universitarias de la Facultad de Educación y Deporte de la Universidad del País Vasco para dar a conocer la importancia de la influencia de la adversidad temprana en el alumnado. Ellas están introduciendo ese cambio de mirada y extendiendo la necesidad de que se trate en la escuela debidamente a los chicos y chicas que presentan Trastornos del Apego como consecuencia de los traumas que han sufrido en forma de abuso sexual y/o maltrato y/o negligencia. Ellas han dado voz a las familias, y son:


Beatriz Garai Ibáñez de Elejalde

Gema Lasarte Leonet

Alaitz Tresserras Angulo

Irune Corres-Medrano


En concreto, comparto con vosotros y vosotras este artículo que es “parte de un proyecto de investigación más amplio en el que se quieren conocer los procesos de escolarización del alumnado con TA. Se plantea con la intención de responder a un compromiso de la investigación con la sociedad. Se parte de una demanda social real, sin resolver actualmente (Ballestín y Fàbregues, 2018; Sandin, 2000). Se quiere conocer y dar a conocer un hecho social, la desatención al alumnado con TA en las escuelas de nuestro país, con el objetivo de incidir en un cambio y, al menos, impulsar la reflexión y toma de conciencia de las y los profesionales del ámbito escolar”

Existe todo un movimiento, nos dicen las autoras, en el mundo anglosajón, de Escuelas Sensibles al Trauma que se plantean incluir en sus programas al alumnado que ha experimentado adversidades (hoy en día se puede decir, a tenor del Estudio ACE, que es altísimo; por lo que cualquier escuela que quiera tener futuro como empresa educativa deberá de aceptar este reto, pues vamos a necesitar, ante los desafíos que se enfrenta el ser humano, promover el humanismo y la solidaridad) tempranas y atenderles adecuadamente en sus necesidades educativas. Solo las escuelas basadas en un modelo tribal tendrán más posibilidades de sobrevivir. 

El artículo de las profesoras presenta “un estudio netnográfico de análisis de los blogs que utilizan las familias con hijas e hijos que han vivido experiencias adversas tempranas (Craig, 2016), y que pueden derivar en trastornos de apego o de vinculación (Gonzalo-Marrodán, 2009). Pretende así, recoger e interpretar las voces que en su gran mayoría no llegan a la comunidad escolar y por ende no trascienden, es decir, repercuten sólo en los foros de las personas afectadas. Las llamadas de auxilio de dichas familias parten del desamparo y enfado a partes iguales y se dirigen a toda la comunidad educativa, pero especialmente al profesorado. Este trabajo busca un impacto tanto personal, como social y científico (Flecha, 2018), entendiendo el conocimiento en términos prácticos y morales, es decir, de solidaridad (Sandín, 2000). La dificultad que supone la dispersión de la población que abordamos, así como la impotencia de las familias ante la falta de respuestas y atención a esta situación, conforma la singularidad de esta investigación”.

Creo que muchas familias adoptivas y acogedoras os vais a sentir identificadas con este artículo y con lo que en él se recoge. Creo que es importante que lo deis a conocer en todos los ámbitos educativos en los que trabajéis y os desenvolvéis, con el fin de que sigamos construyendo entre todos y todas el cambio de mirada. Antes de dejaros con el enlace al artículo para que os lo descarguéis, he de dar las gracias a las profesoras por llevar a la Universidad este necesario tema, pues desde esta institución se pueden hacer muchas cosas y promover muchos cambios. Y también mi agradecimiento por incluir en su artículo, entre otras, la fuente de este blog, Buenos tratos, al que muchas familias habéis recurrido y recurrís. Un blog que se mantiene en activo desde el año 2007. 

Para acceder al artículo:


REFERENCIAS 

Nota: Son las referencias usadas por las autoras del artículo de los textos que literalmente he transcrito provenientes de este.

Ballestín,  B.  y  Fàbregues,  S.  (2018).  La  práctica  de  la  investigación  cualitativa  en  ciencias  sociales y de la educación. UOC.

Flecha, R. (2018). Evaluación del impacto social de la investigación. Revista de Fomento Social, 73, 3-4, 485-502.https://doi.org/10.32418/rfs.2019.291-292.1514

Gonzalo-Marrodán, J.L. (2009). Guía para el apoyo educativo de niños con trastornos de apego. LibrosenRed.

Craig,   S.E.   (2016).   The   Trauma-Sensitive   Teacher.   Educational   Leadship,   74(1),   28-32. Recuperado de: https://eric.ed.gov/?id=EJ1112050 

Sandín Esteban, M. P. (2000). Criterios de validez en la investigación cualitativa: De la objetividad a la solidaridad. Revista de investigación educativa, 18(1), 223-242.

viernes, 22 de abril de 2022

Validación del CAI (Cuestionario de Adversidad en la Infancia), un instrumento para medir la presencia de trauma y experiencias adversas en la infancia de personas adultas. Iciar García Varona e Iñigo Ochoa López de Alda lo presentarán en las V Conversaciones.

Conociendo a los ponentes de las V Conversaciones
y los temas sobre los que nos hablarán


Programa e inscripciones

https://joseluisgonzalo.com/producto/v-conversaciones-sobre-apego-resiliencia-infantil/ 

Hoy presentamos a:

La Mesa de experiencias 3 y sus protagonistas




Iciar García Varona

Psicopedagoga y traumaterapeuta




Iñigo Ochoa López de Alda

Dr. en psicología


Ha sido una gran oportunidad y una suerte que la doctoranda en psicología Iciar García Varona se encuentre preparando su tesis doctoral en el tiempo en el que se celebran estas V Conversaciones. Esto ha traído como consecuencia positiva que haya podido invitarle a ella y a su director de tesis, el Dr. Iñigo Ochoa López de Alda, de la Universidad del País Vasco, a compartirnos en primicia los primeros resultados de una investigación pionera que tiene como objetivo la validación de un instrumento para medir la presencia de trauma y experiencias adversas en la infancia de personas adultas, que se denomina CAI (Cuestionario de Adversidad en la Infancia) y su asociación con una batería de síntomas de trauma complejo. 

Con este motivo, me he puesto en contacto con Iciar García y con Iñigo Ochoa para que nos cuenten qué nos pueden adelantar de esta investigación en la que llevan años trabajando y que ha implicado una muestra muy amplia de personas. Nos han dedicado un tiempo para que podamos conocer un adelanto de lo que nos hablarán en las V Conversaciones.

Es un auténtico gusto, un placer, poder entrevistaros, así como que hayáis aceptado la invitación a darnos un adelanto de la investigación que Iciar García está llevando bajo tu dirección, Iñigo. ¿Podéis resumirnos sobre qué trata la investigación?

Gracias a ti José Luis, por darnos espacio en este gran evento que son las V Conversaciones. Podemos decir que existe un creciente cuerpo de investigación que ha correlacionado la experiencia temprana y de adversidad con el síndrome por estrés postraumático complejo, como consecuencia de esta experiencia temprana de adversidad. El síndrome por estrés postraumático complejo ha sido recientemente incluido en la décimo primera revisión de la clasificación internacional de los trastornos mentales de la OMS, específicamente en el año 2018. Pero la entrada en vigor de esta nueva revisión se prevé para el mes de junio de 2022. Por esta razón, hemos querido realizar una investigación, con una muestra de más de 1.200 participantes para estudiar la relación entre estas dos variables, es decir, la experiencia temprana de adversidad y el síndrome por estrés postraumático complejo. Ampliando un poco más el contenido de la investigación, hemos querido relacionar la experiencia temprana de adversidad con el estilo de apego romántico en la edad adulta.

¿Qué podéis compartir del estudio y del CAI, cuáles son los primeros resultados?

En la actualidad no hay ninguna escala gratuita validada para la población española. Existe una escala previa, el CTQ. Nosotros hemos intentado construir una propia en la que se recojan los principales bloques de la adversidad temprana en la infancia y la hemos dividido en maltrato físico, síndrome de Münchhausen, maltrato emocional, negligencia física, negligencia psicológica o emocional, negligencia de supervisión, negligencia cognitiva, abandono y haber sido testigo de situaciones de experiencias de violencia; y una parte para medir el abuso sexual en tres bloques: intrafamiliar, extrafamiliar, con alguien conocido o extrafamiliar con alguien ajeno. Lo primero que puedo decir es que es una escala que va a funcionar, los análisis factoriales dan bastante consistencia a la escala, es decir, para que todo el mundo entienda, mide lo que pretende medir. Compartiré también los análisis de correlación o de fiabilidad que parece correlacionan con el CTQ.

Foto: Vecteezy


Una investigación en la que han participado personas de toda España, tanto para la muestra clínica como para el grupo control...

La parte interesante es que tenemos un grupo control de gente que ha rellenado la escala, llamada bola de nieve, al azar, de un grupo de unas 500 personas, y otro grupo de unas 200 personas que llamamos población clínica, porque sabemos que han sido buscados por profesionales de forma intencionada. No podemos comparar a los dos grupos porque sería muy clamorosa la diferencia, pero sí unos primeros datos de la distribución de la muestra por bola de nieve, aparte de lo que pueda ser la edad, el género, el estado civil, las comunidades autónomas que han participado (hay Andalucía, Aragón, Asturias, Canarias, Castilla La Mancha, Castilla León, Cataluña, Valenciana, Extremadura, Galicia, Baleares, La Rioja, Murcia, Navarra, País Vasco… hay personas de casi toda España)

Compartiremos el tipo de maltrato que han podido sufrir, de los que han revelado la experiencia de abuso sexual, para exponer, por un lado qué tipo de abuso es, si se trata del padre o de la madre biológica, abuelos, primos, sacerdotes, profesores… y ver los porcentajes que se dan si es extrafamiliar general, extrafamiliar conocido o un dato preocupante que son varias de esas situaciones. Además, conoceremos el porcentaje de personas que han podido sufrir maltrato físico, Münchhausen, emocional, etcétera. 

Finalmente, veremos los resultados en relación con el CTQ, y por ítems que ya son más concretos. Por ejemplo, “si creo que fui maltratado físicamente”, “si creo que fui maltratado psicológicamente”, “si creo que sufrí abuso sexual” o “si alguien de mi familia pensó en que yo no naciera”, analizaremos qué porcentajes de la población ha respondido a esos ítems.

También podremos ver otra escala que hemos construido, que recoge todos los síntomas de la nueva categorización que ha hecho la CIE, como dice Icíar, del trastorno de estrés postraumático complejo, de las escalas de somatización, pensamientos intrusivos, evitación, alteración de la regulación emocional, alteración del estado de ánimo, alteración del pensamiento, alteración con los otros, alteración de la percepción, sobre el perpetrador, la pérdida de las creencias o la alerta. Compartir con los asistentes al congreso qué nos dicen las personas y exponer los datos.

Podremos conocer algunas curiosidades...

En relación con el apego romántico, veremos la tendencia que puede reflejarse en el test ECR, que mide evitación de ansiedad. Hay algunas curiosidades con respecto a, por ejemplo, la gente que ha planteado experiencias adversas, hasta qué punto cree que le siguen afectando, cuantos de ellos están en tratamiento psicológico y la valoración que hacen de la relación terapéutica.

Muchísimas a los dos gracias por este adelanto, será apasionante conocer esta importantísima investigación. Contamos ya los días que quedan para que llegue el momento de asistir a las Conversaciones y en concreto conocer la experiencia de vuestra mesa.

lunes, 22 de junio de 2020

Maltrato infantil: periodos de exposición sensible e importancia del tipo y duración del abuso, por Martin Teicher.



Diploma de postgrado en 

Traumaterapia Sistémica Infanto-juvenil

 

13ª Promoción Apega 13 Barcelona 2020-2022

7ª Promoción Apega 7 Donostia 2020-2022

2ª Promoción Apega 2 Madrid 2020-2022

7ª Promoción Apega 7 Chile 2020-2022

 

Abierto el plazo de pre-inscripción:

http://www.traumaterapiayresiliencia.com


 


Texto elaborado por Rafael Benito a partir de la conferencia impartida por el profesor Martin Teicher el 5 de Octubre del 2019 en las IV Conversaciones sobre apego y resiliencia celebradas en San Sebastián.

Martin Teicher, psiquiatra, profesor de 
la Universidad de Harvard.

Fiel a su palabra, Rafael Benito ha dedicado su tiempo libre a traducir y elaborar la conferencia que el profesor Martin Teicher pronunció en San Sebastián el día 5 de octubre de 2019. Le agradezco de corazón en nombre de todos y todas el gran trabajo que ha realizado para que nos podamos beneficiar de este conocimiento especializado en neurobiología. 

En la segunda conferencia de las IV Conversaciones sobre apego y resiliencia, celebradas en San Sebastián en Octubre del 2020, el profesor Teicher expuso la gran importancia que tiene la edad en la que se produce el abuso y el tipo de maltrato (negligencia, abuso emocional, abuso físico, abuso sexual), cuando valoramos las consecuencias que la adversidad temprana tiene para el neurodesarrollo. Al incidir en un sistema nervioso en evolución, el impacto del maltrato es más grave, extenso y duradero que el de los acontecimientos vitales que afectan al cerebro del adulto, ya desarrollado. Además, como el cerebro se desarrolla por fases, el daño traumático afectará de manera diferente a las distintas capacidades mentales según el momento en que se produzca; porque dañará más a las áreas del cerebro que estén creciendo de un modo más activo en esa época. 

Ilustración 1. La proliferación neuronal durante los primeros años
de vida se extiende hasta los dos años. Posteriormente se irá produciendo
una poda que reduce el número de conexiones
aumentando notablemente su eficiencia.
El desarrollo de los núcleos y áreas cerebrales y los circuitos que los conectan se efectúa a través de procesos de proliferación y poda (ilustración 1). Durante los primeros, las neuronas desarrollan numerosas prolongaciones que buscan contactar, lo que vuelve las redes cerebrales enormemente frondosas; en los períodos de poda, estas ramificaciones y conexiones reducen su número, pero aumentan su calidad y eficiencia. Las experiencias moldean el desarrollo cerebral promoviendo neurogénesis y proliferación; pero sobre todo, seleccionando las conexiones que van a preservarse y las que van a desaparecer. Teniendo en cuenta que los diversos núcleos y áreas del cerebro se van desarrollando de modo fásico, en distintas etapas, su sensibilidad a las influencias del ambiente va a ser máxima en los períodos de proliferación y poda más activos. Esto hace que podamos distinguir periodos sensibles, en los que esas áreas y núcleos están desarrollándose, por lo que se van a ver muy influidos por las circunstancias; y periodos críticos, en los que la influencia del ambiente no solo es importante, sino crucial para el desarrollo de esas zonas; hasta el punto de que, si no reciben la estimulación adecuada, puede haber capacidades que no lleguen a desarrollarse

Como ya vimos en la primera conferencia, el estudio ACE (Dube, Felitti, Dong, Giles, & Anda, 2003) nos ha mostrado que la cantidad de acontecimientos adversos en la infancia correlaciona con las probabilidades de padecer depresión, de hacer intentos de suicidio y de caer en la dependencia de drogas por vía intravenosa. Otros estudios demuestran asimismo que la adversidad temprana aumenta el riesgo de padecer trastornos de ansiedad, trastornos psiquiátricos infantiles (Green et al., 2010); también se sabe que aumenta las probabilidades de caer en el abuso de drogas, de tener una dependencia del alcohol y de consumir drogas por vía intravenosa. (Dube, Felitti, Dong, Chapman, et al., 2003)

El uso de psicofármacos también es mayor en quienes han vivido experiencias de maltrato en la infancia. Cuando la puntuación ACE es mayor o igual a 5, la probabilidad de consumir ansiolíticos se multiplica por 2; de antidepresivos por 3, antipsicóticos por 10 y estabilizadores del humor por 17.

La adversidad temprana va a perjudicar la salud física y psíquica desde la concepción hasta el fin de la vida, por la alteración que produce en el neurodesarrollo (Ilustración 2). El daño que esto va a producir en el sistema nervioso desencadenará alteraciones conductuales, afectivas y cognitivas que predisponen a la adopción de comportamientos de riesgo para la salud (consumo de drogas, promiscuidad sexual) que aumentarán la morbilidad y mortalidad de las personas, acortando su vida. Además, va a perjudicar al sistema inmunitario haciéndolo más propenso a respuestas inflamatorias. Esta facilidad para la inflamación se ha relacionado con enfermedades autoinmunes y con otros problemas de salud como la obesidad y la depresión. 

Ilustración 2. El maltrato produce una serie de reacciones en 
cadena que acaban afectando a la salud física y 
psicológica de la persona a lo largo de la vida.


El profesor Teicher abordó las siguientes cuestiones en su segunda conferencia:

1. ¿Qué estructuras cerebrales se ven afectadas por el maltrato?
2. ¿Importa el tipo de maltrato, o actúan todos como estresores inespecíficos?
3. ¿Importa también el momento en el que se produce el abuso?

Importancia del momento en el que se produce el maltrato

El profesor Teicher nos muestra que las consecuencias del maltrato infantil para la salud psíquica de los adultos que lo han sufrido varían en función del sexo y la edad en la que se produjo.

Para investigar estos problemas, el profesor Teicher y su equipo han desarrollado la escala MACE  (Maltreatment and Abuse Chronology of Exposure Scale) (Teicher & Parigger, 2015). Es una escala válida y fiable para estudiar las diferencias en la afectación producida por distintas formas de maltrato en diversos momentos del neurodesarrollo; con una puntuación que indica el número de adversidades sufridas (MACE multi); y otra que indica la severidad global de la exposición (MACE sum).

En su estudio de una población de jóvenes de entre 18 y 25 años descubren que entre chicos y chicas no hay grandes diferencias en el tipo de maltrato sufrido y su cronología, salvo:

Las chicas sufren más frecuentemente abuso verbal parental entre los 10 y los 15 años.
Los chicos sufren con más frecuencia acoso escolar entre los 6 y los 18 años, con una frecuencia máxima entre los 9 y los 16.
El abuso sexual es mucho más frecuente en las chicas desde los 11 años en adelante.
Los varones han visto más violencia entre los padres de los 7 a los 12 años.
Las chicas ven más violencia hacia sus hermanos de los 9 a los 16 años.

Hay determinados problemas en los que parece más importante la severidad global del maltrato, y la cantidad de formas en las que el niño/a es maltratado/a; como es el caso de los síntomas disociativos y de la irritabilidad del sistema límbico; sin embargo, en otros trastornos, el estudio realizado con este instrumento nos muestra que la predisposición a ciertos problemas psiquiátricos varía en función del tipo de maltrato y el patrón cronológico en el que se produce. En chicas, por ejemplo, la depresión mayor se asocia sobre todo a abuso emocional por los iguales y a negligencia emocional parental, máxime cuando se produce tras la pubertad y a lo largo de toda la adolescencia. En chicos, la depresión mayor se asocia a abuso y negligencia emocionales, siendo especialmente sensible el periodo que va de los 11 a los 16 años. Parece que los síntomas actuales de depresión o ansiedad se asocian a exposición a maltrato en la pubertad y los primeros años de la adolescencia. 

La ideación suicida se asocia a abuso emocional por los iguales entre los 10 y los 15 años, el abuso sexual en torno a los 15 años, el abuso verbal entre iguales alrededor de los 5 años, y el abuso emocional no verbal entre los 13 y los 15 años.

También parece que diferentes tipos de abuso en distintas edades predisponen de manera preferente a la adicción a ciertos tipos de droga.

Estructuras cerebrales afectadas por el maltrato

Las investigaciones indican que el maltrato en la infancia perjudica el neurodesarrollo, alterando el volumen y la actividad de distintas áreas y núcleos cerebrales. Como cada estructura tiene su propia fase de desarrollo, hay un periodo de la vida en el que va a ser máximamente sensible a la influencia de las circunstancias ambientales y, sobre todo, de las relaciones interpersonales.  

En su conferencia, el profesor Teicher hizo una revisión del modo como se ven afectadas alguna de estas estructuras, en función del tipo de maltrato y la edad a la que se produce.

Amígdala

Entre los núcleos más afectados por los malos tratos está la amígdala, situada en el interior del cerebro, con un tamaño y forma parecidos a los de una almendra (de ahí su nombre) (ilustración 3) 

Ilustración 3. La amígdala y el hipocampo, dos 
áreas fundamentales en el funcionamiento
del sistema límbico.

La amígdala se activa cuando experimentamos sensaciones de miedo, de terror o de pánico; aunque no sólo, ya que se ocupa del aprendizaje condicionado en general. A través de esta forma de aprendizaje, nuestra mente va asociando situaciones de importancia emocional con datos del entorno no directamente relacionados con la emoción que provocan. Por ejemplo, si asociamos el sonido de una campana al dolor producido por una descarga eléctrica y repetimos suficientes veces la asociación, la amígdala va a acoplar el sonido de la campana a la sensación dolorosa; de modo que el mero sonido generará un estado fisiológico que anticipará esa experiencia y desencadenará un comportamiento destinado a evitarla. De ahí que la actividad de la amígdala tenga tanta importancia en la respuesta a las amenazas y en la reacción de miedo porque, si la amígdala se activa lo suficiente por estímulos que indican amenaza o peligro, puede tomar el control de todo el cerebro desencadenando una respuesta inmediata de lucha o huida.

Los estudios sobre la influencia del maltrato en el volumen de la amígdala llegan a conclusiones diversas; y parece que el tipo de maltrato sufrido contribuye a esta disparidad en los datos. El profesor Teicher expuso en su conferencia un estudio que demuestra que adultos con trastorno límite de personalidad o trastorno disociativo de la identidad (también conocido como trastorno de personalidad múltiple) que han sufrido ABUSO sexual o maltrato físico tienen una amígdala de menor volumen; mientras que es más frecuente encontrar un aumento del volumen cuando los antecedentes no son de abuso, sino de negligencia o ABANDONO, como ocurre por ejemplo en niños/as con madres crónicamente deprimidas y en niños negligidos procedentes de instituciones.

Esto ha hecho pensar que quizá las diferencias en la evolución de este núcleo cerebral tienen que ver con el tipo de maltrato y con la edad; lo que parece confirmarse a través de los estudios de Karlen Lyons-Ruth. Esta investigadora halla diferencias en el desarrollo de ambas amígdalas en función del tipo de maltrato (abuso o abandono) y la edad a la que se produce (Pechtel, Lyons-Ruth, Anderson, & Teicher, 2014).  La amígdala derecha se vería afectada sobre todo por el abuso en los años previos a la pubertad (10-12 años), como ocurre en muchos casos de acoso escolar; mientras que la amígdala izquierda parece especialmente sensible a la calidad del cuidado en la infancia, particularmente hasta los 18 meses.

Las investigaciones de Jianjun Zhu encuentran también diferencias en el volumen amigdalar en función de la edad en la que se produce el maltrato y las características de este (Zhu et al., 2019). El maltrato físico prepuberal parece asociarse a una disminución bilateral de la actividad amigdalar; mientras que el abuso emocional pospuberal por bullying se asocia a un aumento bilateral de dicha actividad.

Combinando los descubrimientos de estos investigadores se ha propuesto la hipótesis de que las modificaciones de la estructura cerebral como consecuencia del maltrato son adaptaciones destinadas a conseguir el funcionamiento cerebral óptimo en determinadas circunstancias. Las distintas trayectorias de la evolución de la amígdala estarían destinadas a conseguir la mejor respuesta posible ante la situación que se nos plantea. Por ejemplo, en la primera infancia, el abuso o el abandono producen cambios en la amígdala destinados a minimizar las respuestas de lucha o huida, ya que en esa época de la vida es vital mantener el vínculo. Los estudios de la Dra. Lyons-Ruth sugieren que, ante una amenaza de abandono, se activa de manera predominante la amígdala izquierda porque desencadena respuestas de aproximación y búsqueda; mientras que la amígdala derecha se activaría más ante el abuso, especialmente en la preadolescencia, desencadenando respuestas de lucha-huida. Los descubrimientos del Dr. Zhu refrendan las mismas conclusiones al hallar que durante la infancia, ante unos padres abusivos, la amígdala infantil reduce su tamaño y su actividad con el fin de no luchar ni huir de ellos, y así mantener el vínculo; por el contrario, cuando el maltrato se produce durante la adolescencia, es más adaptativo que la amígdala crezca y esté más activa para pelear o escapar.

Cuerpo calloso

Ilustración 4. El cuerpo calloso está constituido
por un haz de fibras que comunica
ambos hemisferios.
Varios órganos de nuestro cuerpo están duplicados: tenemos dos pulmones, dos riñones, dos ojos, dos oídos…y también tenemos en nuestro cerebro dos amígdalas, dos hipocampos y dos hemisferios cerebrales. Esas dos mitades de nuestra corteza cerebral son aparentemente iguales, pero en realidad tienen una visión completamente diferente de nosotros mismos y del mundo. El hemisferio derecho tiene un desarrollo más temprano, se ocupa habitualmente de lo novedoso y está más en contacto con nuestras sensaciones corporales y por ende, con nuestras vivencias emocionales. Su hermano, el hemisferio izquierdo, se ocupa de las situaciones conocidas, familiares; es el responsable de las emociones más formales y estereotipadas, y también se ocupa de catalogarlas y nombrarlas; algo que el hemisferio derecho no puede hacer porque no domina el lenguaje como su hermano izquierdo. Podríamos decir que el hemisferio derecho vive las emociones y el izquierdo elabora cuentos que las explican.

Como vemos, no podemos prescindir de ninguno de ellos; y necesitamos que se coordinen de un modo armónico e integrado para aprehender la realidad de un modo completo. Para servir a esa colaboración imprescindible, la naturaleza ha dispuesto un ancho puente de interconexión entre ambos: el cuerpo calloso (ilustración 4).

El cuerpo calloso está constituido por prolongaciones neuronales (axones) que conectan la cortezadeambos hemisferios cerebrales; se divide en varias áreas, cada una de las cuales comunica zonas concretas de ambos hemisferios y se desarrollan en momentos diferentes. Para mejorar la eficiencia y la velocidad en la conducción del impulso nervioso, las prolongaciones que constituyen el cuerpo calloso están recubiertas por una vaina grasa construida por las células gliales, denominada mielina (ilustración 5).  En las fases iniciales del neurodesarrollo, los axones están en su mayoría desprovistos de esta cobertura; y uno de los logros más importantes que debe conseguir el cerebro infantil para convertirse en adulto es precisamente mielinizar sus vías de conexión.

Ilustración 5. Las células de la glía envuelven los axones en una
vaina de mielina para facilitar la conducción del impulso nervioso.

Esta mielinización puede complicarse cuando hay circunstancias adversas como el maltrato, porque el estrés produce cambios hormonales que perjudican la división de células de la glía, esenciales para la mielinización. Y una de las zonas que puede acusar más estos problemas es precisamente el cuerpo calloso; no es extraño que, tal y como expuso el profesor Teicher, la reducción en el desarrollo del cuerpo calloso sea el hallazgo neurobiológico más constantemente replicado en los diversos estudios sobre las consecuencias del maltrato (ilustración 6).

Ilustración 6. El cuerpo calloso es una de las 
estructuras que más sufre como consecuencia del maltrato.

En crías de primate de 2 meses cuidadas en una enfermería hasta cumplir el año, se observa una reducción en el desarrollo del cuerpo calloso cuando se las compara con crías que vivieron en un ambiente social casi normal (Sánchez, Hearn, Do, Rilling, & Herndon, 1998). También en seres humanos, se ha comprobado que la negligencia precoz, el abuso físico y el abuso sexual producen atrofia del cuerpo calloso (Teicher et al., 2004).

Si se compara el desarrollo del cuerpo calloso en niños/as que han sufrido abuso y negligencia, con niños/as que sufren trastornos psiquiátricos y con un grupo de niños/as sanos/as, se observa en los primeros un menor volumen de las zonas centrales de esta área del cerebro  (Teicher et al., 1997)

El tipo de maltrato y la edad a la que ocurre influyen de un modo muy específico en las áreas del cuerpo calloso afectadas. El abuso verbal parental después de la pubertad (entre los 13-16 años) afecta sobre todo a las porciones anteriores y centrales del cuerpo calloso; mientras que si se produce antes de la pubertad (7-10 años), afecta a las regiones posteriores. El abuso físico en torno a los 5-6 años, daña el desarrollo de las zonas anterior y central; y el que se produce en torno a la pubertad y después, afecta sobre todo a las zonas posteriores. El abuso emocional no verbal y el abuso emocional entre iguales es especialmente dañino para todas las áreas del cuerpo calloso cuando se produce entre los 7 y los 10 años.

Hipocampo

Ilustración 7. El hipocampo del cerebro humano
se asemeja mucho a la forma del caballito de mar.
El hipocampo es una estructura cerebral que debe su nombre a su parecido con un caballito de mar, cuyo nombre científico es Hippocampus hippocampus (ilustración 3 y 7). Inicia su desarrollo durante el segundo año tras el nacimiento; y una de sus tareas fundamentales, aunque no la única, es contribuir a la consolidación y recuperación de los recuerdos de datos y hechos. El hipocampo no es la sede de los datos que constituyen nuestra memoria; pero sí es el responsable de evocarlos, solicitando la activación de las áreas cerebrales en las que residen.  Con el tiempo, el hipocampo se va convirtiendo en nuestro Google, el buscador que tiene codificados los recuerdos, y localizará los lugares del cerebro que, al activarse, nos devolverán determinados hechos, imágenes o conceptos.

La enorme sensibilidad de sus neuronas a las concentraciones de cortisol (la hormona del estrés), hace que las circunstancias adversas en la infancia lo dañen de una manera muy especial. Se ha comprobado que el estrés suprime la formación de neuronas en algunas áreas del hipocampo (el giro dentado), y produce remodelación de las prolongaciones neuronales en otra zona de esta región, denominada el cuerno de Ammon. 

Aunque cualquier forma de maltrato perjudica el neurodesarrollo del hipocampo, el trabajo de Carl M. Anderson encuentra diferencias en la magnitud del daño en función del sexo y de la edad en la que se produce el daño (Teicher, Anderson, & Polcari, 2012). El hipocampo de los varones es más sensible a la negligencia sufrida en la época que va desde el nacimiento hasta los 8 años; mientras que el hipocampo de las niñas es más sensible al abuso en el periodo que va de los 9 a los 17 años.

Córtex sensorial

Ilustración 8. El tipo de maltrato
afecta de manera selectiva a distintas zonas
de la corteza cerebral.

Las investigaciones realizadas por el equipo del profesor Teicher indican que el tipo de maltrato va aafectar a áreas del córtex relacionadas con el canal sensorial a través del cual se produce el  abuso (Teicher, Samson, Anderson, & Ohashi, 2016) . Por ejemplo, el maltrato verbal afecta a zonas relacionadas con la percepción del lenguaje; el abuso sexual con las áreas somatosensoriales que se ocupan de las sensaciones genitales, etc. (Ilustración 8). 

Conclusiones

Parece claro que las situaciones de maltrato en la infancia provocan un daño en el neurodesarrollo que afectará a la salud mental y física de los niños y niñas a lo largo de su vida.

Como ocurre con todos los órganos, el daño producido durante el crecimiento tiene unas repercusiones más graves que el ocasionado cuando las estructuras han completado su desarrollo. 

El desarrollo del sistema nervioso se diferencia del de otros órganos y sistemas corporales en dos aspectos. En primer lugar, se produce por fases; lo que implica que las diferentes áreas y circuitos cerebrales (y por tanto las capacidades mentales asociadas a ellos) se desarrollan en periodos distintos. Por ejemplo, las zonas corticales encargadas de la producción del lenguaje no inician su desarrollo hasta dos años después del nacimiento; cuando ya llevan un tiempo creciendo núcleos como la amígdala y otras zonas encargadas del procesamiento perceptivo y el control motor.

En segundo lugar, el crecimiento por fases de estas estructuras se realiza a través de periodos de proliferación, en la que aumenta mucho la cantidad de conexiones; y periodos de poda, en la que estas conexiones se refinan a través del efecto que tienen las experiencias sobre la actividad cerebral.

Esto hace que hablemos de periodos sensibles y críticos; momentos en los que ciertas áreas del cerebro están atravesando por periodos de proliferación y poda que incrementan enormemente la influencia de las circunstancias ambientales. Es en esos periodos cuando el maltrato y otras circunstancias adversas pueden hacer el máximo daño; en consecuencia, el maltrato infantil va a tener diferentes repercusiones según la edad en la que se sufra.

En su conferencia, el profesor Teicher expuso el resultado de investigaciones que lo demuestran. Tanto la amígdala como el cuerpo calloso tienen periodos en los que son máximamente sensibles a los malos tratos; además, las consecuencias no son las mismas para los niños y las niñas.

En particular, las diferentes evoluciones de la amígdala según la edad y el tipo de maltrato nos hacen pensar que las desviaciones del neurodesarrollo podrían tener un valor adaptativo: en los primeros años de vida, el maltrato daría lugar a unas amígdalas hipoactivas porque conviene evitar la lucha o la huida para preservar el vínculo; mientras que en la pubertad y la adolescencia se produciría más bien un aumento de su volumen para favorecer reacciones de defensa más activas.

El progreso de estas líneas de investigación nos ayudará a entender mejor las trayectorias de desarrollo neuropsicológico de los niños y niñas que han sufrido malos tratos; y contribuirán a la creación de programas de prevención y tratamiento más específicos.

Bibliografía

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Dube, S. R., Felitti, V. J., Dong, M., Giles, W. H., & Anda, R. F. (2003). The impact of adverse childhood experiences on health problems: Evidence from four birth cohorts dating back to 1900. Preventive Medicine, 37(3), 268–277. https://doi.org/10.1016/S0091-7435(03)00123-3

Green, J. G., McLaughlin, K. A., Berglund, P. A., Gruber, M. J., Sampson, N. A., Zaslavsky, A. M., & Kessler, R. C. (2010). Childhood adversities and adult psychiatric disorders in the national comorbidity survey replication I: Associations with first onset of DSM-IV disorders. Archives of General Psychiatry, 67(2), 113–123. https://doi.org/10.1001/archgenpsychiatry.2009.186

Pechtel, P., Lyons-Ruth, K., Anderson, C. M., & Teicher, M. H. (2014). Sensitive periods of amygdala development: the role of maltreatment in preadolescence. NeuroImage, 97, 236–244. https://doi.org/10.1016/j.neuroimage.2014.04.025

Sánchez, M. M., Hearn, E. F., Do, D., Rilling, J. K., & Herndon, J. G. (1998). Differential rearing affects corpus callosum size and cognitive function of rhesus monkeys. Brain Research, 812(1–2), 38–49. https://doi.org/10.1016/S0006-8993(98)00857-9

Teicher, M. H., Anderson, C. M., & Polcari, A. (2012). Childhood maltreatment is associated with reduced volume in the hippocampal subfields CA3, dentate gyrus,and subiculum. Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America, 109(9). https://doi.org/10.1073/pnas.1115396109

Teicher, M. H., Dumont, N. L., Ito, Y., Vaituzis, C., Giedd, J. N., & Andersen, S. L. (2004). Childhood neglect is associated with reduced corpus callosum area. Biological Psychiatry, 56(2), 80–85. https://doi.org/10.1016/j.biopsych.2004.03.016

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Teicher, M. H., & Parigger, A. (2015). The “Maltreatment and Abuse Chronology of Exposure” (MACE) scale for the retrospective assessment of abuse and neglect during development. PLoS ONE, 10(2). https://doi.org/10.1371/journal.pone.0117423

Teicher, M. H., Samson, J. A., Anderson, C. M., & Ohashi, K. (2016). The effects of childhood maltreatment on brain structure, function and connectivity. Nature Reviews Neuroscience, Vol. 17, pp. 652–666. https://doi.org/10.1038/nrn.2016.111

Zhu, J., Lowen, S. B., Anderson, C. M., Ohashi, K., Khan, A., & Teicher, M. H. (2019). Association of Prepubertal and Postpubertal Exposure to Childhood Maltreatment with Adult Amygdala Function. JAMA Psychiatry, 76(8), 843–853. https://doi.org/10.1001/jamapsychiatry.2019.0931

lunes, 16 de diciembre de 2019

"Primera alianza: fortalecer y reparar los vínculos tempranos", por Carlos Pitillas Salvá, Doctor en Psicología.


Firma invitada:
Carlos Pitillas Salvá
Doctor en Psicología


Carlos Pitillas Salvá es Doctor en Psicología por la Universidad Pontificia Comillas, donde imparte clases de Psicoanálisis, Clínica Psicodinámica de la Infancia y Adolescencia o Intervención con Familias en Riesgo de Exclusión, entre otras. Coordina el proyecto Primera Alianza: mejorando los vínculos tempranos, a través del cual ha intervenido con familias en ámbitos de exclusión, ha formado y supervisado a profesionales de la protección del menor y ha desarrollado investigación sobre innovación en el trabajo con familias. Se ha especializado en la detección, prevención y tratamiento del trauma interpersonal temprano. Recientemente, ha comenzado a trabajar sobre cuestiones de crianza e intervención centrada en el vínculo en contextos no occidentales. Es co-autor de Primera Alianza: fortalecer y reparar los vínculos tempranos. Contacto: cpitillas@comillas.edu 

Presentación

Es un auténtico gusto presentar a Carlos Pitillas Salvá, quien en este artículo nos presenta el proyecto que lleva adelante bajo el patrocinio de la Universidad de Comillas, denominado Primera Alianza. Recientemente, el proyecto se ha materializado en un libro escrito junto con su colega, Ana Berástegui, y editado por Gedisa. Carlos Pitillas reúne en su persona los conocimientos que por su condición de Doctor atesora, como estudioso; pero a la vez está conectado con la realidad y la práctica clínica, lo cual que le hace situarse en una posición privilegiada para poder hablar de apego, desarrollo y bienestar infantil. Cuando he asistido a los cursos que Carlos organiza desde la Universidad de Comillas, invitando a renombrados académicos y profesionales, he disfrutado mucho de los mismos. Solo me queda, Carlos, darte las gracias por aceptar participar en este blog y regalarnos generosamente tu tiempo y tus conocimientos para acercarnos la naturaleza del proyecto Primera Alianza.

Título del artículo:
Primera Alianza: fortalecer y reparar los vínculos tempranos



Es para mí un placer participar en este blog y presentar una parte de nuestro trabajo en el proyecto Primera Alianza, que fue fundado en 2012 en el Instituto Universitario de la Familia (Universidad Pontificia Comillas, Madrid) y cuyo objetivo fundamental es proteger a niños y niñas y promover su desarrollo, a través del trabajo centrado en los vínculos. Primera Alianza es un proyecto que se materializa en tres líneas de acción:

• Promovemos vínculos seguros entre padres y sus niños pequeños (1-6 años) en familias vulnerables.

• Formamos y supervisamos profesionales en nuestro modelo de evaluación e intervención centrada en el vínculo.

• Trabajamos con equipos educativos de educación infantil y preescolar para crear culturas de apego en las escuelas (programa Aprender Seguros).

En las líneas que siguen, desarrollaré algunos de los principios fundamentales que definen nuestro modelo de intervención con familias. Estos elementos se describen y detallan en el libro Primera Alianza: fortalecer y reparar los vínculos tempranos, que escribí junto a Ana Berástegui y fue publicado por la editorial Gedisa en 2018. El texto que aquí desarrollo se organiza según el esquema de nuestro libro, y constituye una muestra del mismo. Quienes deseen tener más información sobre nuestro proyecto o nuestra oferta formativa o nuestro libro, pueden consultar nuestra web www.primeraalianza.com

Sobrevivir y desarrollarse: el apego como necesidad básica

Para el bebé y el niño pequeño, la relación de apego con sus cuidadores principales funciona como uno de los cimientos que sostienen sus funciones fisiológicas básicas, su crecimiento físico, o su desarrollo psicológico. Basándose en el estudio de la conducta animal y las observaciones sobre el desarrollo de niños y jóvenes en situación de abandono, Bowlby postuló que en el centro de las motivaciones humanas está la necesidad de establecer relaciones de apego al principio de la vida, y de mantenerlas. Según Bowlby, el cachorro humano necesita establecer apegos estables con otros miembros de su especie que puedan cuidarlo y garantizar su supervivencia. Estas relaciones tempranas no sólo incrementan las probabilidades de sobrevivir: también funcionan para el niño como un potente motor del desarrollo psicológico y social. Algunas de las facultades que nos definen como animales sociales se aprenden en el escenario de la relación de apego: la capacidad para explorar y procesar información nueva; la seguridad para moverse en espacios físicos y sociales diversos; la comprensión de las claves sociales y la capacidad de comunicarse con otros eficazmente; la empatía o el altruismo; entre otras. Por lo tanto, el nivel de seguridad, consistencia y predictibilidad que el niño vive en el seno de estas relaciones condiciona fuertemente sus futuros niveles de salud psicológica y médica, así como sus niveles de adaptación emocional y social y, tal y como desarrollo a continuación, su capacidad de cuidar a los miembros más jóvenes y vulnerables de la siguiente generación.

Repetir vs. reparar: el carácter protector de las relaciones tempranas

El trauma temprano tiende a transmitirse entre generaciones. Una proporción significativa de padres que maltratan, abusan o desatienden a sus hijos fueron, de niños, víctimas de daños semejantes. Frente a estos riesgos, las relaciones de apego al principio de la vida pueden marcar una diferencia fundamental. Para los niños nacidos en entornos vulnerables, el desarrollo de relaciones de apego seguras con sus padres tiene un efecto protector: los niños criados con sensibilidad crecen dando muestras de un funcionamiento psicosocial análogo al de niños que han vivido siempre en entornos protegidos. La investigación nos demuestra que, dentro del conjunto de padres que sufrieron traumas o pérdidas importantes durante su desarrollo, aquellos que desarrollan cierta habilidad para “leer” las necesidades de sus niños y responder a ellas, tienen hijos cuyo desarrollo será esencialmente saludable. Esto significa que el trauma no tiene la última palabra, y que las relaciones de apego son el primer recurso que tenemos para escudar al niño frente al trauma de sus padres y otras adversidades del entorno. Cuando conseguimos que los padres desarrollen una sensibilidad hacia sus hijos, las heridas de estos adultos pierden su capacidad de impacto sobre el niño.

Cadenas de seguridad: nadie puede dar lo que no tiene

La mayoría de los padres desean hacerlo bien, cuidar a sus hijos y protegerlos. Sin embargo, las situaciones de adversidad, el estrés acumulado, la falta de apoyos, el aislamiento, el trauma temprano, entre otros, pueden hacer que a los padres les resulte muy estresante o muy confuso cuidar de una criatura dependiente como es el bebé o el niño pequeño. Cuidar implica escuchar, comprender, contener las propias emociones para atender las del otro, tolerar la dependencia del niño, respetar su autonomía y su diferencia… Y todo esto es difícil cuando uno no se ha sentido cuidado cuando le tocaba. A quienes ha faltado la escucha, la comprensión, quienes no han sido bien recibidos en su dependencia o respetados en su diferencia, pueden vivir la crianza de sus hijos como un escenario de peligro y dolor. Esto se concreta en una de las máximas que guían nuestra comprensión de las familias vulnerables: nadie puede dar lo que no tiene. Nosotros hablamos de cadenas de seguridad para designar este fenómeno, que es central para nuestra forma de entender la intervención que hacemos con las familias: como condición para que los padres puedan dar seguridad a sus hijos, en la intervención tratamos de ofrecer a estos padres una experiencia de seguridad. Nuestra prioridad no es corregir lo que los padres hacen mal, instruirlos en teorías sobre psicología infantil, o entrenarles en prácticas de crianza “mágicas”, sino promover experiencias de seguridad (algo que en la literatura psicoterapéutica se denomina “experiencias emocionales correctivas”) para que ellos puedan trasladar dicha seguridad a la relación con sus hijos. Esto supone un cambio de mirada sobre la intervención con familias.

Un cambio de mirada

Creemos que nuestra intervención incorpora un cambio de mirada sobre los padres, sobre los niños y sobre la propia práctica del profesional que trata de reparar o mejorar los vínculos. Esto se concreta en tres elementos.

En primera Alianza trabajamos con los padres en grupo, y tratamos de que el grupo funcione como lo que una “figura de apego transicional” (concepto acuñado por Patricia Crittenden). Esto significa que el grupo ofrece a los padres una experiencia de conexión social y de pertenencia, un escenario donde se obtiene ayuda para regular emociones dolorosas que previamente eran muy amenazantes, un sitio donde los padres se sienten vistos, reconocidos, validados. Todas estas funciones son análogas a las que ofrece una figura de apego sensible, y contrarrestan el efecto del trauma y la exclusión social que afecta a tantos padres a los que atendemos. Asimismo, el grupo (igual que un buen padre) promueve la exploración: los participantes intercambian perspectivas alternativas sobre los niños, se aconsejan sobre formas distintas de responder, acompañan a otros participantes en la revisión de su historia, o celebran los logros. Apego y exploración son las dos dimensiones de la interacción temprana entre padres e hijos, y también las dos áreas del trabajo grupal que desarrollamos en nuestra intervención.

Nuestro cambio de mirada se concreta también en un interés por detectar y potenciar los recursos de los padres. Con esto, tratamos de que los participantes, al verse mirados en sus aspectos más competenciales, cambien su imagen de sí mismos como cuidadores y crezca su motivación para cambiar. Incluso en las sesiones en las que dedicamos más atención a los conflictos de la relación padres-hijos, conservamos siempre una mirada capaz de detectar y extraer el sentido y las posibilidades de crecimiento que encierran dichos conflictos.

La última aplicación de este concepto tiene que ver con una técnica que está en el centro de nuestro programa: el videofeedback. Esta técnica se basa en el visionado, dentro del grupo de padres, de secuencias grabadas de interacción cuidador-niño. Con ayuda del profesional, los grupos procesan estas secuencias y desarrollan su capacidad de mirar y ver al niño, de leer mejor sus señales, de imaginar respuestas alternativas que podrían haberse dado. Al verse interactuando con sus hijos, además, los padres tienen la oportunidad de observar algunas de las capacidades que tienen y de las que no eran conscientes.

Nuestro libro

Carlos Pitillas y Ana Berastegi presentando el libro
"Primera Alianza"
Nuestro libro recoge y detalla los principios que he desarrollado más arriba, y algunas otras cuestiones que no he mencionado. Se trata de una obra que puede servir a profesionales interesados por comprender los vínculos tempranos, evaluar el nivel de seguridad de estos vínculos, y fortalecerlos. El libro incluye ejemplos de familias en diversas situaciones, de interacciones seguras e inseguras, o de conversaciones terapéuticas con padres. El recorrido que realiza el libro es el siguiente:

• Fundamentos teóricos (Las relaciones de apego al principio de la vida)

• Nuestra filosofía particular de intervención con familias (Principios y estrategias de intervención).

• Procedimiento (la selección de las familias, la estructura general de la intervención, etc.). (Componentes y estructura de Primera Alianza)

• Nuestro modelo de evaluación del vínculo (Dónde mirar).

• Técnicas específicas para usar el videofeedback (Ayudar con Imágenes), para hablar terapéuticamente con los padres (Ayudar con palabras) y para fomentar el funcionamiento de los grupos como figuras de apego transicionales (Ayudar con otros).

lunes, 5 de junio de 2017

La red psicosocial, clave para que los menores adoptados y acogidos desarrollen la resiliencia.

Todo bebé precisa de un ser humano adulto a quien apegarse. John Bowlby -uno de los autores pioneros de la teoría del apego-, lo expresó cuando afirmaba que vincularse es una necesidad psicobiológica de primer orden a lo largo de toda la vida. Un bebé no busca el contacto con la madre porque su motivación principal sea la alimentación proveniente del pecho o del biberón; ni siquiera primariamente por satisfacer la zona erógena de la boca, el placer oral, como sostiene el psicoanálisis freudiano. John Bowlby, médico inglés, consiguió la reinvención de la rueda como dice la profesora Inés Di Bártolo (2016), y demostró apoyándose en la investigación empírica, que la búsqueda de seguridad, la calma y el afecto que proporciona un cuidador conectado y sintonizado emocionalmente con el bebé es una motivación primordial. 

Como explica Mario Marrone (2009) en su magnífica obra "El apego, un enfoque actual" quien conoció personalmente a Bowlby [Excursus: he tenido la oportunidad de conocer en persona a Mario en Londres con ocasión del Congreso de Apego y Trauma celebrado los pasados 12, 13 y 14 de mayo de 2017; para mí y mis compañeros y amigos Rafael Benito y Cristina Herce, ha sido emocionante y entrañable. Mario nos acogió maravillosamente y pudimos compartir con él y unos colegas de habla hispana mesa y mantel. Nos contó aspectos de su relación personal con John Bowlby y nos narró cómo era el creador de la teoría del apego: alguien sencillo que compartía sus conocimientos con todas las personas interesadas, abierto y cercano. En palabras del propio Mario, "una persona excepcional" Nos hacía enorme ilusión poder acudir a la casa donde vivió con su familia y probablemente gestó muchas de sus ideas. Mario Marrone nos facilitó la dirección, pues no se puede visitar, es una propiedad privada y ya no pertenece a la familia. Nos emocionó descubrir en una placa este lema que veis en la fotografía: Boundary house, algo así como casa de los amarres, esto es, de los vínculos. ¡No podría tener mejor nombre!. Por cierto que para los que queráis saber lo más relevante expuesto por los ponentes del congreso de Londres, lo he contado en mi perfil de Facebook: https://www.facebook.com/joseluis.gonzalomarrodan] el objetivo de este al crear la teoría del apego no era atacar al psicoanálisis sino mejorarlo. Desde que realizó sus investigaciones en la década de los 50 del siglo pasado (nutriéndose de los descubrimientos de otros autores como Harlow, Lorenz, Piaget…) y en el contexto histórico de la II Guerra Mundial (con sus devastadoras consecuencias, entre otras, la contienda dejó huérfanos a miles y miles de niños y niñas. El genial médico inglés fue sensible a todo ese dolor), Bowlby también investigó las terribles secuelas que la institucionalización temprana en orfanatos de baja calidad y casi nulo contacto humano causaba a los menores. También alertó del daño que generaba la hospitalización de los niños/as privándoles del contacto y la relación con sus padres. Desde entonces, han sido y son cientos de investigaciones experimentales las que han demostrado la enorme importancia que tiene la creación de un apego seguro durante los tres primeros años de vida. Precisamente, Editorial Psimática ha publicado una biografía sobre John Bowlby titulada: Relatos de apego. Encuentros con John Bowlby, escrita por Arturo Ezquerro.



Casa de los vínculos, donde vivió John Bowlby, en Londres.

Vista general de la casa en la que vivió John Bowlby con su familia.

Biografía de John Bowlby publicada por Editorial Psimática.

Actualmente, la investigación en neurobiología da más que nunca la razón a Bowlby y a otros autores relevantes en la teoría del apego, como Mary Ainsworth, y los entroniza –en mi opinión- como los investigadores con más relevancia de todos los tiempos en psicología del desarrollo. En efecto, el apego seguro garantiza la supervivencia biológica y psicológica de las personas; al apegarnos y encontrar la seguridad, la herencia filogenética se encargó de seleccionar que los humanos naciéramos con un equipamiento básico presto para apegarnos al cuidador que tengamos delante. Además, la neurociencia demuestra que a través de este vínculo de apego se orquesta el neurodesarrollo. Las bases de la futura competencia social y emocional se aprenden en el contexto de una relación de apego seguro, y ésta da forma y moldea al mismísimo cerebro. Sin embargo, hemos de tener presente que la investigación científica en neurociencia también aporta cada vez más evidencia de que los malos tratos dañan el cerebro (Benito, 2015).

Como resume mi amigo y colega Rafael Benito (2015) magistralmente, "la relación de APEGO no es la mera satisfacción de unas necesidades biológicas del niño sino un proceso de MOLDEADO del FUNCIONAMIENTO NEUROBIOLÓGICO Y FISIOLÓGICO del infante a través de la relación con la FIGURA SIGNIFICATIVA". Esta fotografía de Alex Grey que me descubrió Rafael Benito –y que podéis ver bajo estas líneas- ilustra a la perfección que madre-hijo/a al principio son uno/a, no hay diferenciación. Son dos sistemas nerviosos interconectados como si de una red wifi se tratara formando una unidad. Por lo tanto, la capacidad de regulación psicofisiológica y emocional de la madre (o cuidador principal) será clave para que se produzca la del niño/a.


"La figura de apego moldea el funcionamiento
neurobiológico y fisiológico del bebé".
(Rafael Benito, 2015)
Esta experiencia de apego seguro es afortunadamente la realidad de la mayoría de los niños y niñas en el mundo, hasta el 70% (Shemings y Shemings, 2011) consiguen desarrollarlo gracias a la entrega de sus padres, madres o cuidadores. Pero existe ese 30% de menores que desarrollan apegos inseguros, y entre ellos hemos de mencionar a los adoptados/acogidos que han padecido maltrato, abandono o negligencia en sus lugares de origen y que han alterado este proceso de vinculación.

Cuando esto sucede, los menores se desarrollan desde una base de inseguridad personal que puede hacer que no exploren su entorno (o al contrario, sean prematuramente atrevidos e impulsivos), o que se queden aferrados ansiosamente a las figuras de apego y no puedan ser autónomos, o que desarrollen un patrón paradójico de acercamiento-alejamiento hacia los adultos, tratando ellos de tener el control de las relaciones porque temen ser dañados.

Toda esta energía se pone al servicio de esta supervivencia y tiene repercusiones porque puede afectar al desarrollo de capacidades esenciales para el aprendizaje (lenguaje, motricidad, atención, memoria, inteligencia verbal y no verbal…) El despliegue de dichas capacidades queda como "detenido" (toda la energía se destina a sobrevivir), por ello bastantes de estos niños y niñas presentan retrasos en el desarrollo. Además, en contextos de ausencia o pobreza de contacto y relación humanas donde el niño no ha podido vincularse suficientemente al menos a un adulto, no se reciben nutrientes afectivos y lúdicos, mediante el lenguaje, que estimulan las capacidades humanas. La consecuencia puede ser un cerebro infraestimulado y con escasas conexiones entre neuronas.

Además, la experiencia de inseguridad ha venido acompañada de estados prolongados de hiperexcitación del menor para escapar o huir de los malos tratos; o al contrario, de estados de hipoexcitación (para desconectarse, evadirse, imaginar desbordadamente e incluso disociarse…) si con ello consigue protegerse (Ogden, 2016) O una alternancia de ambos estados, porque el menor pudo sufrir maltrato por parte de una figura parental y abandono por parte de otra. Esto conlleva secuelas: la capacidad de regular los estados de activación internos es muy deficitaria en algunos de estos menores. El sistema nervioso del niño ha sido alterado severamente por los estados intensos y cambiantes de estrés que el abandono (hipoactivación) y el maltrato (hiperactivación) inducen. El niño no ha podido alcanzar con la ayuda de los progenitores estados suficientemente prolongados de quietud y calma, de seguridad. La alerta del niño siempre está encendida como consecuencia de lo impredecibles que pueden llegar a ser los malos tratos. El sistema nervioso de un menor que crece en un contexto prolongado de maltrato y abandono puede quedar dañado como el motor de un coche al que se le pisa a la vez -y a tope- el freno (hipoactivación) y el acelerador (hiperactivación). Moverse, inquietarse, alterarse, evadirse, imaginar desmedidamente, enfadarse, mostrarse ansioso… son reflejos de estas secuelas, modos que el niño tiene de indicarnos cómo se manifiestan sus daños psicofisiológicos. No son problemas que dependan de la voluntad del niño o niña ni buscados por él o ella. Deben de conceptualizarse como el reflejo de un daño sufrido y como recursos de supervivencia que le sirvieron al menor para bregar con dicho daño y mitigarlo en lo posible.

Los niños y las niñas que se han desarrollado con la base de un apego seguro no implica que no presenten problemas psicológicos y psiquiátricos en la vida futura, sino que tienen una menor vulnerabilidad a los mismos e incluso, una respuesta más positiva porque buscarán ayuda, consuelo y apoyo constructivo y sano en los demás para poder reestablecerse. Porque tienen los cimientos de la casa bien sólidos, por poner una metáfora comprensible. El edificio aguantará mejor cualquier contingencia en forma de terremoto o bombardeo externos. Es lo que mi maestro y profesor el Dr. Jorge Barudy ha llamado la resiliencia primaria: el apego seguro.

Cuando los niños y las niñas no desarrollan un apego suficientemente seguro (como les ocurre a un buen número de menores adoptados cuyas experiencias tempranas estuvieron caracterizadas, desgraciadamente, por el maltrato, el abandono y/o el abuso), entonces la tarea de los padres y las madres adoptivos/as es trabajar y esforzarse día a día en vincularse con sus hijos e hijas, lograr ser para ellos/as base segura. No lo tienen nada fácil. A ello se le unen muchos otros escollos contra los que han de luchar y salvar: los estereotipos sobre la adopción, el racismo existente en nuestra sociedad, la sacralización del origen biológico… y muchos más que los padres y madres deben de soportar.

Por eso no podemos ni debemos dejarles solos en esta tarea. Jorge Barudy (1998) y Boris Cyrulnik (2003), dos grandes hombres y expertos en resiliencia, nos dicen que si queremos que un menor dañado inicialmente por los malos tratos haga un proceso de reconstrucción y de sanación, debemos de proporcionarle una red de apoyo psicosocial lo suficientemente extensa en el tiempo para que pueda desarrollar lo que ellos denominan resiliencia secundaria. Dicha red psicosocial le permitirá al menor desarrollar recursos internos a partir de que se le han dispuesto recursos externos de los cuales pueda nutrirse y aprender. Tal y como cuentan mis amigos y colegas José Luis Rubio y Gemma Puig (2011), “Dame un punto de apoyo y moveré el mundo”, (Arquímedes) Y cuando aparecían sus soldados moviendo inmensos bloques de piedra con la palanca (él fue el inventor) los enemigos huían aterrorizados pensando que era un fenómeno sobrenatural. Del mismo modo, si les damos a los menores puntos de apoyo, moverán su mundo, se transformarán y conocerán la resiliencia.

La resiliencia es una construcción social donde la participación de los otros significativos es imprescindible e insustituible. Dentro de esos otros, hoy destaco a los profesores/as (que convivís muchísimas horas con los menores y sois muy significativos en sus vidas) Podéis ser esas figuras capaces de cambiar la mirada sobre los niños y niñas (cambiar la mirada es modificar el marco desde el cual nos explicamos por qué el niño/a se comporta del modo en el que lo hace. Su conducta negativa y sus dificultades para aprender están asociadas a un trauma temprano. No para justificarle sino para comprenderle y ayudarle a ir reeducándose) Los maestros y maestras, a través de una sólida relación con los chicos y chicas, una autoridad calmada y una aceptación fundamental de su persona, una exigencia acorde a sus posibilidades y muchas dosis de paciencia, perseverancia, permanencia, cariño y seguridad, podréis ayudarles a que den su mejor versión. Los profesores/as, junto con otros profesionales (médicos, educadores, psicoterapeutas, psiquiatras…) y de la mano de las familias, cada uno/a desde su rol, en colaboración estrecha, podemos y debemos ser los puntos de apoyo que los menores necesitan para transformarse y hacer un proceso de resiliencia secundaria.

Hoy tengo picada de despedida para todos/as vosotros/as: Beatriz Atenciano es psicóloga y psicoterapeuta infantil (formada en el Postgrado de traumaterapia sistémica infantil de Barudy y Dantagnan, promoción Apega 2 Barcelona), con amplios conocimientos y trayectoria profesional (y de compromiso ético con los menores y sus familias) en el ámbito de las víctimas de violencia de género. Ha participado como autora en un documento (en el que también participan otros/as profesionales), amparado por el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, titulado: “Intervención psicológica en menores expuestos/as a la violencia de género. Aportes teóricos y clínicos” Os dejo el enlace al pdf que han creado para que os bajéis esta inestimable contribución y apliquéis en vuestro trabajo lo que los/as expertos/as en la materia desarrollan en este documento. Haced click aquí.


REFERENCIAS



Benito, R. (2015) Neurobiología del trauma. Powerpoint preentado en el Postgrado en traumaterapia infantil sistémica de Barudy y Dantagnan. San Sebastián: Documento no publicado.

Cyrulnik, B. (2003) El murmullo de los fantasmas. Barcelona: Gedisa.


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Ogden, P.; Fisher, J. (2016) Psicoterapia sensoriomotriz. Intervenciones para el trauma y el apego. Bilbao: Desclée de Brouwer.

Puig, G. y Rubio, J.L. (2011) Manual de resiliencia aplicada. Barcelona: Gedisa.

Shemings, D. & Shemings, Y. (2011) Understanding Disorganized Attachment: Theory and Practice for Working with Children and Adults. London: Jessica Kingsley Publishers.