sábado, 30 de agosto de 2008

"El que manda no sabe, el que sabe no manda"

Daniel Innerarity, Doctor en Filosofía por la Universidad de Zaragoza y escritor, afirma en una entrevista en El Diario Vasco (29-8-2008) lo siguiente: “El poder es un lugar seguro para la ignorancia. El que manda, generalmente, no sabe, el que sabe no manda. Pero voy más allá, existe una perspectiva irreal, ya que el que tiene el poder no se entera de lo que pasa en la vida real. Ahí está esa historia de aquel Papa que cambió los hábitos, se disfrazó y paseó varios días por las calles de Roma para conocer qué era en realidad lo que pensaba la gente. Ésta sigue siendo una dinámica habitual que se da en nuestros días, en la política, en las empresas y en los puestos de trabajo de cualquier fábrica o empresa. No saben lo que ocurre”

Me he sentido completamente identificado con la frase, y por eso me han dado ganas de compartirla con todos vosotros. Cada uno la leerá desde su propia experiencia con el poder. Yo la vivo e interpreto desde mi relación con la administración en política social, concretamente en protección a la infancia.

Aunque, haciendo justicia, el que manda, en muchas ocasiones, se deja asesorar por los técnicos en la materia y decide con racionalidad, hay otras muchas veces en las que, increíblemente, adopta unas decisiones que están denotando que no conoce realmente lo que necesita, para su bienestar, el sujeto destinatario de su decisión. Con las consiguientes nefastas consecuencias para el ciudadano, que siente que no se hace justicia, ni se le atiende adecuadamente.

Dejad vuestras opiniones y vivencias sobre este asunto.

martes, 26 de agosto de 2008

Hijos adoptivos y apego desorganizado (III y final)

Tercera y última parte de esta serie para orientar a padres adoptivos cuyos hijos presentan apego desorganizado.

Una de las consecuencias de la temprana desorganización del apego, cuando se han sufrido carencias severas, es la no adquisición de la permanencia del objeto. Por permanencia se entiende "(...) que las emociones permanecen durante un tiempo más dilatado. Las emociones estables permiten que el bebé tenga intenciones estables e ideas sobre lo que es importante (objetivos internos) Y las ideas y los conceptos estables producirán un comportamiento estable, intencional. La permanencia básica del objeto se desarrolla especialmente durante los tres primeros años de vida” (Rygard) Los niños con apego desorganizado han podido desarrollar una deficiente conciencia de sí mismos como individuos, esto es, con experiencia de sí mismos a lo largo del tiempo (Siegel lo denomina conciencia autonoética) Por lo tanto, los niños con apego desorganizado suelen tener estos problemas:

- Disminución del sentido de las proporciones

- Una capacidad reducida para distinguir entre fantasía y realidad. "¿Lo he hecho yo o lo has hecho tú?" "¿He perdido el monedero o no?" Se les suele acusar de mentir pero simplemente no saben si algo ha sucedido o no, no son conscientes de su propio rol en lo que les pasa. Por lo tanto, ante las "mentiras" no debemos castigar esa conducta porque no son realmente engaños con propósito manipulador (realmente con los niños con apego desorganizado el castigo, aparte de ineficaz, debe estar contraindicado por el daño que sufrieron) Lo que tenemos que hacer es adoptar una postura pedagógica y ayudar al niño a desarrollar una mayor conciencia del impacto de sus actuaciones en el entorno.

- Un sentido reducido de los matices y de las gradaciones. O somos unos malvados o somos los mejores. No hay término medio en su vida.

- Una capacidad reducida para establecer la diferencia entre primer plano y fondo. No pueden trabajar en una tarea durante mucho tiempo. Cambian constantemente de objetivo y desplazan la atención de un tema a otro. La madre no estuvo, en sus vidas (o el cuidador) el suficiente tiempo como para darles las nociones tempranas de qué es importante y qué no es relevante. De ahí sus dificultades atencionales. Habrá que adecuarse a su escasa capacidad de sostener la atención y no pedirles imposibles (sobre todo a nivel de rendimiento escolar)

- Un grado bajo en el proceso de flexibilidad y complejidad. “¡Pero qué testarudos son!” “Cuando algo se les mete en la cabeza…” solemos afirmar. No pueden comprender un argumento o un sentimiento y se empecinan en lo suyo, que es lo que les da sentimiento de control.

Muchos de los problemas de conducta agresiva suelen suceder cuando los adultos no co
nocemos los puntos anteriores y les sobre-exigimos. Cuando existe un conflicto, los niños no pueden hacer cambios internos para adaptarse y, entonces, lo que hacen es tratar de cambiar lo externo, normalmente frustrados y con reacciones de ira que pueden terminar en respuesta agresiva si insistimos en la exigencia de una respuesta que son incapaces de dar. De ahí que no nos cansemos de insistir en adaptarnos a su nivel y no a la inversa.

En otras
ocasiones, no obstante, pueden reaccionar de modo agresivo porque quizá sea la única alternativa que conozcan o porque no regulan su sistema bioconductual. En los casos en los que esto ocurra, nuestra postura siempre debe ser de aceptación fundamental (tolerar la emoción de la rabia, no aceptar la conducta agresiva si es dañina para el niño y/o para los demás) Hay que enseñarles cómo actuar, trabajar con ellos habilidades sociales básicas.

En los momentos de mayor intensidad, cuando ya hay reacciones violentas desproporcionadas, yo me suelo acordar de lo que Jorge Barudy suele recomendar: lo mejor en ese momento es dejarles que se calmen, no insistir y retomar después.

jueves, 14 de agosto de 2008

Hijos adoptivos y apego desorganizado (II)

Continuamos con la segunda parte del serial. Bien. El apego desorganizado es un patrón relacional que el niño interioriza como consecuencia de su necesidad de adaptación a una interacción en la que los malos tratos han sido repetidos y continuados en el tiempo. Como Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan sostienen, lo que caracteriza la vida psíquica de estos niños es la vivencia de un profundo terror. Han vivido una auténtica paradoja, pues sus cuidadores –de quienes esperan cuidados empáticos- son los que originan los golpes, los gritos, los insultos, la falta de cuidados físicos, el abandono durante largas horas… La paradoja reside en que estos niños no pueden escapar ni desarrollar conductas de aproximación hacia sus cuidadores, pues ambas pueden ser castigadas. Cuando se estudió la conducta de los bebés cuyo apego era desorganizado, se observó (en el paradigma de la situación del extraño, un test diseñado, simple e ingenioso, en el cual la madre y el niño de 1 año son introducidos en una sala de juego, la madre deja la habitación dos veces durante tres minutos a lo largo del test, y se observan las reacciones del niño cuando la madre sale de la habitación y cuando regresa. Estos modelos –y he aquí el dato sorprendente- persisten hasta la edad adulta en el 70% de los niños y parece que se traspasan de una generación a otra a través del comportamiento de apego de quienes cuidan del niño) el niño no reacciona ni a la separación ni a la reunión con ningún modelo coherente. Parece “congelado” en una posición rígida, aferrado a su madre pero sin mirarla, volviendo la cara. Este modelo parece estar relacionado más adelante con trastornos de la personalidad y otros problemas. Aproximadamente el 15% de los niños de 1 año muestra el modelo desorganizado

Los niños que desarrollan este patrón de apego han vivido condiciones de vida extremas (hambre, aislamiento, falta de estimulación cognitiva, sensorial, afectiva, lúdica...) y/o muchos cambios de cuidadores, malos tratos físicos... y/o no han podido desarrollar una relación positiva, continua y estable en el tiempo, con una figura adulta. No todos los niños con apego desorganizado van a desarrollar un trastorno del apego, pero sí tienen muchas probabilidades aquellos que suman a sus espaldas biografías muy traumáticas, y cuando el daño se sufre en una etapa sensible como es la que va de los 0 á los 3 años.

En la niñez, presentan alteraciones en la regulación emocional, el control de los impulsos y el control de la agresividad. La conducta agresiva se constituye casi en una estrategia relacional para defenderse del profundo terror a ser dañado que invadió su vida psíquica. Incluso aunque luego se inserten en un entorno familiar normalizado, afectivo y normativo, como son unos padres adoptivos, su cerebro emocional, por así decirlo, recuerda lo que tuvo valor de supervivencia y las conductas que mencionamos no desaparecen. A pesar de que los acontecimientos traumáticos no están ya presentes, éstos viven en la mente del niño. No hay que olvidar que van a traer a la relación con los padres todo lo que interiorizaron en su vida pasada. Por seguir una metáfora, la mochila que acarrean en su espalda la van a vaciar con nosotros. Pero recordemos que no saben relacionarse de otro modo porque es lo que aprendieron.

El tratamiento psicoterapéutico –y en ocasiones psiquiátrico- debe de ponerse en marcha cuanto antes. Los padres trabajarán en estrecha relación con el profesional.

Más pautas que consideramos útiles en la educación de los niños con apego desorganizado: (1) Estructurar su ambiente al máximo y trabajar las pautas cotidianas primero bajo la presencia directa de los padres. Ejemplo: Si se han de lavar los dientes, hay que indicárselo y hacerlo primero los padres descomponiendo la tarea en pequeños pasos. El niño repite después cada paso. Esto se ensaya varias veces. Posteriormente, el niño puede empezar a hacerlo solo, pero con los padres a su lado. Finalmente, se les puede dejar solos (dándoles incluso nuestra foto, pues los casos más graves sólo pueden tener conciencia de sí mismos si estamos presentes nosotros físicamente) El horario del día debe de ser organizado, con pocos imprevistos y anunciado con inmediatez, hablándoles en términos de futuro inmediato (2) El rendimiento escolar. Muchos niños tienen una inteligencia normal, pero presentan problemas de concentración, o excesiva inquietud, impulsividad, retraso del lenguaje, retraso en la maduración de funciones psicológicas básicas… debido al ambiente carente de estimulación. Por lo tanto, la colaboración con su profesor debe de ser constante. Lo que no se aprendió en su momento requiere mucho tiempo, paciencia y grandes dosis de cariño y firmeza para aprenderlo después. No olvidemos nunca adaptarnos a su nivel. Todo lo demás será estresar al niño y hacerle sentir emocionalmente afectado porque no puede colmar las expectativas del adulto. ¡Ocurre muchas veces que se sobreestiman las capacidades de estos niños! No es imposible pero el grado de recuperación no puede ser como si nada hubiera ocurrido. Los niños más dañados requerirán de objetivos menos ambiciosos –aprender a leer y escribir, comprender textos sencillos y manejarse con las operaciones matemáticas básicas- En todos los casos el aprendizaje debe ser muy operativo –usando técnicas multisensoriales y con una finalidad funcional, que puedan verle la aplicación-. Muchos de los contenidos que se programan, sobre todo para los que más retraso presentan, son, en mi experiencia, inútiles a todas luces. El estudio debe ser diario, a tiempos cortos y con la presencia de los padres.

En el próximo capítulo volveremos con otras estrategias de intervención, esta vez ante la conducta agresiva y las mentiras; dos de los aspectos que suelen preocupar, y con razón, a los padres.

Para una revisión sobre la teoría del apego, os recomendamos este enlace.

http://www.monografias.com/trabajos17/estilos-de-apego/estilos-de-apego.shtml

miércoles, 13 de agosto de 2008

"Dos ratones, una rata y un queso", de Claudia Rueda

Quedamos en que publicaríamos reseñas de cuentos con valor útil por su contenido educativo, según los fuéramos descubriendo. Pues aquí estamos. Recientemente, en Barcelona, me encontré con éste, en una librería, que me atrapó por sus dibujos –realmente graciosos- e historia: sencilla pero capaz de conmover, provocar emociones… Y ayudar a los niños a reflexionar. Lo bueno de este tipo de cuentos es que se pueden extraer de los mismos muchas lecturas éticas para la vida.

Una vieja y astuta rata aparece justo en el momento en el que dos ratones discuten por un viejo trozo de queso. La rata les propone una solución a su disputa, aunque nos tememos que los dos ingenuos ratones se han confiado demasiado… ¿Será verdad aquello de que el que parte mejor parte si se lleva para sí la mejor parte? ¿Es verdad que siempre gana el aprovechado u ocurrirá algo que no estaba previsto que nos hará reflexionar?

Un cuento interesante para que los niños aprendan que el comportamiento egoísta y aprovechado puede tener consecuencias imprevisiblemente negativas…

viernes, 1 de agosto de 2008

Hijos adoptivos y apego desorganizado (I)

Mi especialidad, como muchos sabéis por trato directo conmigo, es el tratamiento de los niños/adultos víctimas de abandono, maltrato, abuso, negligencia.

Tras unos años trabajando casi a dedicación exclusiva para los menores tutelados por la administración, he dedicado mi interés y mi esfuerzo en el tratamiento de los niños adoptados. Actualmente, son bastantes los casos que acuden a mi consulta.

Ello me ha permitido sensibilizarme con los padres adoptivos y sus dificultades en la educación de sus hijos; alguien ha dicho, y con razón, que son doblemente padres porque su reto es doble. A lo largo de este tiempo, he podido ir conociendo, también, la problemática, y el sufrimiento, de estos niños. No quiero decir que todos los niños adoptados y sus familias funcionan negativamente. Pero en muchos casos los padres también padecen porque su hijo presenta comportamientos anómalos y no saben realmente qué hacer y cómo actuar. Son casos en los que los niños presentan daño emocional severo consecuencia de abandono o maltrato en los primeros años de su vida. Esto deja secuelas, y así hay que asumirlo. No se puede responsabilizar de todo a los padres, aunque su actuación educativa y su preparación -pedagógica y psicológica- son claves para una convivencia más positiva.

Por lo tanto, me animo a aportaros, desde aquí, mi granito de arena para ayudaros en el manejo de muchas situaciones harto estresantes en la educación de vuestros hijos. Abrimos un serial en el que me gustaría que participarais al máximo.

Como ya sabéis, uno de los rasgos que pueden caracterizar a los niños víctimas de abandono y malos tratos es el apego desorganizado: crean un vínculo con los actuales cuidadores basado en conductas que a veces son evitativas, a veces son agresivas y controladoras; en otras ocasiones, complacientes. Lo que le invade al niño es un profundo terror de ser abandonado, lo cual le conduce a retirarse de la relación (temer el vínculo) O al contrario: necesitar dominar las relaciones para controlar al otro y el posible temor a ser dañado. Este patrón relacional fue aprendido con otro cuidador en el pasado como una forma de adaptación a una situación de maltrato. Y todo ello quedó impreso en la memoria del niño, activándose en el presente. No hay que olvidar que, por muy pequeño que sea el niño, puede memorizar las sensaciones, imágenes, sonidos... en lo que se denomina memoria implícita. Algunos piensan que todo eso "se cura" con amor, y no es así.

La desorganización se hace palpable también en otras áreas: presentan marcada impulsividad, dificultad en planificar conductas y una excesiva inestabilidad motriz. Además, su atención sostenida es deficitaria, por lo que el estudio y las tareas escolares se hacen muy cuesta arriba. Las emociones no se regulan, pudiendo sufrir bruscos cambios de humor. Para regular las emociones ha habido que experimentarlas con un cuidador sensible y empático que haya sido capaz de reflejárnoslas reflexivamente.

¿Cómo tratamos a los niños con apego desorganizado? Lo primero, crear un clima de aceptación fundamental del niño. Eso supone no pedirle lo que no es capaz de hacer, insisto, capaz de hacer, al menos por el momento. Ello no está reñido con la exigencia, pero poniéndonos a su nivel y no a la inversa. El paso inicial y básico a realizar con los niños desorganizados es el de la empatía sin invasión emocional: Comprendo que no puedas, hemos puesto un objetivo demasiado alto -debemos decirles ante el fracaso. Una vez que el niño se siente sentido, se siente comprendido, funciona doblemente mejor. Porque él es el primero que sufre con la situación porque sabe que está defraudando a sus padres adoptivos, pero no conoce otro guión para interpretar, tenemos que dárselo nosotros. Lo segundo es la paciencia: olvidémonos de los demás, no comparemos. Es injusto e incorrecto hacerlo. Nuestro hijo va a avanzar más despacio y tardará más en madurar, por lo tanto, ¿para qué agobiarlo si con eso empeoramos la situación? Para que un niño desorganizado pueda organizarse, habrá que empezar a organizarle desde fuera, si me permitís el juego de palabras. No olvidemos que muchos niños puede que no hayan desarrollado una noción de sí mismos. Muchos no se sitúan espacio-temporalmente. Quizá sólo tengan esa noción cuando estamos los adultos presentes. Por ello, para los hábitos cotidianos (higiene, orden, horarios, estudio…) tenemos que pautarles modelando el aprendizaje. Una vez que veamos que son capaces de ejecutar una conducta, nos distanciaremos un poco de ellos. Después, lo harán solos (y si es necesario podemos dejarles nuestra foto) En tercer lugar, otro ingrediente es evitar las descalificaciones, los reproches, las discusiones… Recuerde el consejo de Rygaard: si el niño no fue capaz de hacer una cosa, fue porque la tarea probablemente era demasiado para él. Baje el nivel y dígale que posiblemente se le pidió algo para lo que no estaba preparado. Anímele en todo momento –sin ser invasivo-. La consigna al niño de que puede enfadarse al hacer algo que no le gusta, pero que debe hacerla por su bien (relación de trabajo con el niño) debe de darse. En cuarto lugar, fije a una persona como responsable principal, y cuando se repartan las tareas y alguien falte, hágale saber al niño quién es la autoridad en ese momento. Es importantísimo que los padres descansen y se turnen, deben de autocuidarse de la educación de unos hijos que, como suelo decir yo en tono jocoso, es como los bancos por teléfono, pues nos necesitan 24 horas al día, 365 días al año. Del mismo modo, hable con los responsables escolares y recomiéndeles que el niño tenga la referencia de un adulto –a ser posible siempre la misma- a quien obedecer en todo y a quien recurrir en caso de conflicto.