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martes, 7 de abril de 2020

Música para regular nuestros estados internos. Vídeo del Canal "Quédate en casa con salud" (6)

El canal de Youtube que dirige la psicóloga Violeta Alcocer, titulado "Quédate en casa con salud", me ha pedido colaborar con vídeos que ayuden a las familias y a los/as niños/as durante el confinamiento por el coronavirus.




En este canal participan también otros colegas que trabajan con niños/as y sus familias con orientaciones que ayudan en otras áreas diferentes a las que yo abordo: dificultades de aprendizaje, claves para lograr buen clima en casa...

Además, este canal ofrece otros vídeos dirigidos a adultos sobre otros temas importantes durante el confinamiento: manejar las preocupaciones, sobre la tristeza, las relaciones sexuales, alimentación saludable...

Por mi parte, en los vídeos ofrezco las mismas orientaciones que encontráis aquí en los post escritos para las familias ante el coronavirus y la nueva situación creada con el confinamiento de las personas en los hogares. 

Todos los vídeos han sido grabados por psicólogos/as sanitarios o clínicos colegiados en su respectivo Colegio Oficial de La Psicología.

Así, los/as que no podéis acceder a la lectura de los textos, podéis verlos y/o escucharlos y acceder a la información y las orientaciones.

Felicito a Violeta por esta iniciativa solidaria.

Os dejo con el sexto vídeo:


Video nº 6: Música para regular nuestros estados internos








lunes, 15 de junio de 2015

Buenos tratos cierra la temporada con un tema sobre el primer año de vida del niño/a y con un adelanto de lo que nos espera la próxima. Novedad bibliográfica importante: “Detrás de la pared”, publicado por Desclée de Brouwer ¡Regresamos el 7 septiembre de 2015!

Los tres primeros años de vida del niño son fundamentales y entre éstos, el más fundamental, el primero.  Las modernas teorías sobre el neurodesarrollo infantil nos aportan conocimientos que nos ayudan a entender que esos tres primeros años son como los cimientos de un edificio: dan solidez a toda la estructura de la personalidad. Sientan las bases de la confianza, la seguridad y la capacidad de regular las emociones. También muchas experiencias sobrecargantes para la mente humana, traumáticas, se pueden grabar en la memoria implícita, como una película que no recordamos (no somos conscientes) el argumento, ni sabemos la narrativa de la misma, pero sentimos en la piel como bonita y buena o fea y mala.

¿Por qué el primer año el más fundamental? Y dentro de estos doce meses, ¿hay algún periodo más sensible? La respuesta es sí. En el último libro que estoy leyendo (del cual llevo ya unos cuantos post hablando: What´s going on in there?, excelente manual sobre el desarrollo infantil, estoy disfrutando muchísimo con su lectura) la autora expone que la vida emocional y social de los bebés experimenta un cambio notable en el segundo semestre de vida porque es cuando el lóbulo frontal comienza su funcionamiento de manera más seria. Actualmente esto se sabe porque los escáneres basados en tomografía por emisión de positrones revelan actividad metabólica en la zona medial frontal –situada en el giro orbitofrontal- alrededor del octavo mes de vida. Existe un crecimiento masivo de dendritas y sinapsis en las neuronas de todo el lóbulo frontal. Además, muchas rutas neuronales del sistema límbico comienzan la mielinización durante este periodo, aunque el proceso se prolonga durante unos cuantos años más. Como sabéis, la mielina es como una vaina grasosa que recubre los axones de las neuronas sirviendo de conductor de los impulsos eléctricos que favorecen la conectividad de las células del sistema nervioso. Toda esta maduración significa que durante el segundo semestre la información emocional comienza a caminar desde el sistema límbico inferior para llegar a ser parte del principio de una conciencia emergente (lóbulo prefrontal) Esto se puede comprobar en las medidas de EEG (Electroencefalografía). Mientras un recién nacido muestra sólo pequeñas trazas de actividad en el lóbulo frontal en respuesta a estímulos emocionales, un bebé de diez meses muestra patrones más maduros de respuestas eléctricas. Esta mayor presencia del lóbulo frontal significa además que los bebés pueden finalmente empezar a adquirir noción y a tener sentido de sus emociones.

No es casualidad que la naturaleza haya dotado al lóbulo frontal de mayor actividad y conectividad neuronal a partir del segundo semestre porque si os paráis a pensar un momento, os daréis cuenta de... ¿qué fenómeno de vital importancia tiene lugar durante el segundo semestre de vida? A estas alturas de blog, tras casi cuatrocientos posts, los/as que me seguís habitualmente, podéis contestar. ¿Estoy oyendo bien? Sí. En efecto. El apego. Gracias a que este lóbulo frontal es más activo, el apego centrado empieza a tomar protagonismo. No es que antes no existiera apego (que sí) Es que ahora, en esta etapa, segundo semestre, empieza la cima del apego. El bebé va a preferir a su madre o cuidador principal por encima de cualquier otra persona. Es más: a los ocho meses asistiremos a otro fenómeno que nos indica que el apego está centrado en la madre: el miedo a los extraños. Si a un bebé se le deja en manos de un desconocido, llorará y protestará desconsoladamente.

Y si nos fijamos aún más, nos daremos cuenta de que el apego empieza a ser centrado justo en el segundo semestre porque aparece otro hito en el desarrollo: el poder desplazarse gateando y el comienzo de una incipiente autonomía. Anteriormente el bebé atraía al cuidador mediante el llanto, la sonrisa, pedir brazos… Ahora se le añade la marcha, lo cual le permite acercarse al cuidador en caso de peligro para buscar la seguridad en la madre o cuidador principal. Ésta/e se convierte en una base segura para poder explorar el entorno y activar el desarrollo aprendiendo y obteniendo estimulación.

El desarrollo del lóbulo frontal además, es muy posible que añada la aparición de otro fenómeno de enorme importancia: la constancia objetal. La madre desaparece pero continúa existiendo aunque el bebé no la vea. La puede evocar en su mente, al menos durante un tiempo. Y esa evocación supone interiorizar recursos de autocalma ya que el lóbulo frontal tiene una importante función inhibitoria de la ansiedad, los impulsos y las emociones que tienen su sede principal en el límbico. Evocar a la madre o figura de apego principal puede suponer tener además, una primera noción de uno, primitiva quizá, pero que, si el cuidador permanece (esta es la palabra clave: permanecer) cuidando al bebé durante el desarrollo, se conseguirá la noción de permanencia de uno mismo: las intenciones, deseos, pensamientos, emociones… son estables. Puede tener sentido de sí sin necesidad de que esté el cuidador presente.

Así pues, todos y todas los y las grandes estudiosos de la psicología del desarrollo (Bowlby, Anna Freud, Piaget…) acertaron plenamente en sus observaciones y estudios sobre la mente y el desarrollo infantil. La neurociencia avala con descubrimientos -sobre cuándo y cómo se crean las estructuras biológicas cerebrales- que apoyan estos logros emocionales y cognitivos preconizados por los autores de la segunda mitad del siglo pasado.

Ahora entendemos por qué los niños con trastorno del apego (posiblemente lo padezcan con más probabilidad los niños tempranamente institucionalizados donde los cuidados y la presencia adulta han sido escasas) que han carecido de una permanencia (una permanencia suficiente de un adulto) suelen presentar déficits en el control de impulsos, regulación emocional, gestión del estrés… Muchas veces se comportan como barcos sin timón. Su lóbulo frontal posiblemente (con esta función planificadora, reguladora e inhibitoria favorecida por el adulto que promueve la constancia objetal a través de un apego seguro: ¡es increíble cómo apego y neurobiología se dan la mano, es una fusión entre cerebro y crianza que maravilla!) no se ha conectado ni desarrollado con la eficiencia debida. Por eso, como postula Rygaard en su magnífico libro “El niño abandonado”, en la segunda infancia (e incluso en la adolescencia), cuando el adulto desaparece, no tienen capacidad de permanencia ni por lo tanto de estabilizar ni mantener sus buenos deseos. Su discurso no está integrado. Es por ello por lo que, por ejemplo, pueden prometer que no caerán en conductas negativas como robar, mostrarse agresivos o inhibir un impulso, pero su propósito se desvanece en cuanto desaparece la referencia adulta.  

Todo esto influye poderosamente el desarrollo del niño y condiciona su conducta y relaciones durante su vida posterior. Sin embargo, no debemos nunca ser deterministas. Porque  si algo tengo claro es que la resiliencia es posible. Hay capacidad de reversibilidad en unos casos y en otros, margen amplio de mejora tras este trauma temprano. Si la etapa entre los cero y los tres años es un periodo sensible y una oportunidad, más adelante, desde la adolescencia hasta los veinticinco años (que es cuando ésta termina cerebralmente, sí. El cerebro no completa su maduración hasta esa edad) se vuelve a abrir una nueva ventana de oportunidad. Los años de la adolescencia más temprana, serán más vitales. Si somos capaces de trabajar entendiendo al menor, para ayudarle y no censurándole o yendo contra él, limitándole con determinación pero sin crispación, adecuando la exigencia, salvaguardando el vínculo (no se aceptan las conductas negativas que pueda mostrar pero siempre se le acepta a él como persona) y apoyándole dándole seguridad y confianza, el tiempo que necesite para que sus funciones cerebrales se conecten y madure psicológicamente, se puede proyectar hacia el futuro adaptándose socialmente. La fórmula es límite más empatía, comentaba con un colega esta semana: limitar con respeto pero a la vez dar al niño/joven una experiencia en la que pueda sentirse sentido, obtener permanencia y adquirir la seguridad y las herramientas emocionales que no pudo desarrollar tempranamente. Con buenas dosis de paciencia y perseverancia, cuidándonos nosotros como padres/cuidadores y profesionales (es muy importante que creemos una red de apoyo para nosotros y para el niño) porque la tarea de la crianza puede agotar nuestros recursos. Hay que tratar de no tirar la toalla a pesar de que las cosas se tuerzan mucho. Me lo decía un joven esta semana: ¿Qué fue lo que evitó que te suicidaras? Que mis padres pese a todo lo que les hice, fueron incondicionales y aguantaron. En realidad yo les hacía todas esas cosas tan malas porque no sabía si me querían o no- Respondió.

Espero que todo esto os aporte un marco de comprensión de vuestros/as hijos/as o niños/as, una nueva mirada que fomente la capacidad de que éstos/as puedan crecer y rehacerse desde la adversidad.

Como ya he puesto en el título, este es el último post de esta temporada. Buenos tratos y servidor que redacta los posts y coordina el blog, cierra por vacaciones de verano para volver nuevamente en septiembre con energías renovadas. Antes de daros las gracias por seguirme y estar ahí, quiero adelantaros las novedades para la próxima temporada (2015-16) Son tres:

1/ La publicación de mi último libro titulado: Vincúlate. Relaciones reparadoras del vínculo en niños adoptados y acogidos. En septiembre de este año sale a la venta. Os avisaré oportunamente. Estoy feliz por el resultado, por cómo ha quedado. Va en la misma línea que el anterior libro “¿Todo niño viene con un pan bajo el brazo?”, esta vez centrándonos en la teoría del apego en exclusiva y en cómo las familias y profesionales podemos, desde nuestra relación con los menores, contribuir a la reparación del apego. Prologa el libro mi admirada y querida profesora de psicoterapia, Maryorie Dantagnan.

2/ La celebración de las II Conversaciones sobre Apego y Resiliencia. Teniendo en cuenta la fenomenal acogida que tuvieron las I Conversaciones, -celebradas hace dos años- en esta ocasión -y también como la anterior vez, sirviendo de marco para presentaros el libro- tendremos nuevamente el placer de juntarnos en San Sebastián (Gipuzkoa) todos/as los/as seguidores de éste nuestro blog Buenos tratos. Apuntad estas fechas: 27 y 28 de noviembre de 2015 y reservarlas en el calendario para pasaros un fin de semana en la Bella Easo y asistir y participar en las jornadas. Vamos a contar con profesionales de prestigio y hablaremos de apego y resiliencia, por supuesto. A principios de septiembre anunciaré en el blog la web desde la cual podréis tener toda la información sobre este evento y también apuntaros desde la misma, esta vez con mucha más comodidad que antes. Espero que se celebren, se harán si vosotros/as, como en la primera edición, queréis y las apoyáis decididamente. Todos/as las participantes de la primera edición expresasteis el deseo de repetir, así que... ¡aquí estamos otra vez! Hemos previsto una sala más grande para que podáis apuntaros muchas más personas, ya que en la primera edición nos quedamos un poco justos de sitio y hubo personas que -me quedé con pena- no pudieron participar.

3/ Diez meses, diez firmas. Esta es la última novedad para la temporada que viene. Además de que servidor vuestro/a o de ustedes -como prefiráis/prefieran- seguirá escribiendo mientras la salud y las obligaciones se lo permitan, contaremos cada mes con una firma invitada. Un profesional o académico del mundo de la protección a la infancia y el buen trato escribirá sobre nuestros temas favoritos: apego, trauma, desarrollo, resiliencia… Pienso que es positivo que abra el blog a otras aportaciones que, aunque dentro de una misma filosofía, están diferenciadas de la que yo habitualmente os ofrezco. Así añadimos diversidad, y con ello riqueza, variedad, nuevos puntos de vista, conceptos, metodologías… Cada mes, una firma invitada. Diez meses de blog (de septiembre de 2015 a junio de 2016), diez firmas. A muchos/as de los/as que van a participar, los/as conocéis porque los he citado varias veces a lo largo de los años. Y ellos también aman, como yo, como vosotros/as, los buenos tratos.

¿Qué nos falta antes de despedirnos? ¡La picada, claro! Hoy es un libro que no se me puede ni debe de pasar por alto y que os recomiendo a todos/as, y en especial a los/as profesionales que trabajáis en el ámbito de la violencia de género: Detrás de la pared, en el cual ejerce de coordinadora (y una de las autoras), Sofia Czalbowski. Un libro escrito por mujeres (y un hombre), entre ellas participa mi colega (a quien tuve el gusto de conocer en el diplomado en trauma terapia infantil sistémica de Barudy y Dantagnan) Beatriz Atenciano, psicóloga. Si en un libro toma parte Beatriz, excelente profesional solidaria y comprometida con la infancia maltratada, este libro seguro, merece la pena. Son autoras, además (justo es citarlas): Liliana Orjuela, Lola Aguilar, Elizabeth Alvarado, Antonio Escudero, Nuria de la Osa, Lourdes Ezpeleta, Carolina Jiménez y Miriam Lucas.

He empezado a leerlo y me está cautivando. Un libro en el que participan profesionales con años de dedicación en el ámbito de la infancia y la adolescencia expuestas a violencia de género. En el mismo se abordan las consecuencias físicas y psicológicas de la exposición a la violencia. Leyéndolo nos damos cuenta de hasta donde se puede llegar a hacer daño, mucho más de lo que todavía, algunos sectores de nuestra sociedad, lamentablemente, se empeñan en no querer admitir. Le siguen dos apartados: uno dedicado a la valoración y otro centrado en cómo intervenir terapéuticamente. Y, por supuesto, no podía faltar un capítulo centrado en la prevención. El libro es riguroso, claro, directo, completo y con investigación científica pero sobre todo con práctica clínica, donde se trasluce que las autoras y el autor saben sobradamente de lo que hablan (conocimientos y amplia experiencia en su trabajo con las víctimas), pues ofrecen ejemplos detallados de intervenciones psicológicas que pocas veces se incluyen en los libros. La recuperación pasa por ofrecer a las víctimas experiencias terapéuticas relacionales reparadoras. Un libro que está en total comunión con este blog y que os animo que adquiráis. ¿Por qué se llama Detrás de la pared? El título, nos dice la coordinadora, "...se inspira en la conocida canción Behind the wall de la cantante Tracy Chapman, que narra de forma desgarradora cómo es percibida la violencia de género por un niño, una niña o una persona adolescente. Esta obra quiere dar a conocer de forma precisa la gran capacidad destructiva de esta violencia, pero también los diferentes recursos terapéuticos que como profesionales que ayudamos a estas víctimas podemos ofrecerles para superar conjuntamente el daño producido".

Reanudaremos el blog el lunes 7 de septiembre ¡Os espero! Ahora Buenos tratos y su autor necesitan un descanso y recargar energía para volver, una temporada más -será la novena-, con el compromiso de ofreceros diez meses de entradas sobre los temas que nos apasionan y ayudan a comprender y sintonizar emocionalmente con los niños/as y adolescentes, tanto si son nuestros hijos/as como si son menores con los que tenemos una relación profesional.

Gracias a todos/as de corazón por vuestra fidelidad y por valorar las aportaciones que os traigo. Cuando redacto estas líneas, siento pena al despedirme, me encantaría seguir en verano, pero entiendo que el descanso es necesario, es autocuidado. También viene bien para reposar lo que vamos ofreciendo. Hay mucho escrito y podéis revisarlo de nuevo durante el verano.

Un abrazo inmenso, que os llegue a todos/as con la misma calidez como si estuviéramos físicamente presentes.

Durante el verano podéis seguirme en Facebook, desde donde frecuentemente publicaré miniposts sobre los temas que nos apasionan:

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¡Felices vacaciones a todos/as! / Oporrak ondo pasa!

Cuidaos / Zaindu

lunes, 3 de noviembre de 2014

Un tipo concreto de conectividad que favorece estados neurofisiológicos regulados en los niños y niñas adoptados-as / acogidos-as: la inmovilización sin miedo


Hace unas semanas una joven adoptada, una auténtica superviviente -que ha llegado al nivel de viviente (puede sentir alegría de vivir pese a todo lo sufrido) dentro de su proceso de reconstrucción como víctima de malos tratos por parte de sus figuras parentales en su país de origen-, me expresaba que (y al tiempo preguntaba mi opinión) durante muchos años, casi a diario, se levantaba de su propia cama y acudía a la de su madre adoptiva. Se abrazaba a ella y ambas inmovilizadas, en silencio, la una junto a la otra, compartían un estado de mente conectado y sintonizado de tranquilidad, paz y sosiego. Ello le otorgaba a mi joven paciente un sentimiento de seguridad que llevaba después consigo. Esta pauta relacional la estuvo manteniendo durante muchos años, incluso en la adolescencia.

Como he comentado, al tiempo que me contaba esta experiencia, me interpelaba también en cuanto a si ese comportamiento lo categorizaríamos los psicólogos de normal o anormal. Su tono de voz era un tanto dubitativo e incluso, transmitía cierta inseguridad e incertidumbre acerca de la respuesta que le podía dar. La línea que define lo normal de lo anormal no está claramente delimitada y el constructo normalidad/anormalidad puede analizarse y valorarse desde muchas vertientes. Pero analizar esta cuestión no es lo que hoy nos ocupa aquí.

Cuando la joven relataba esta experiencia, sentí que la misma tenía carácter sanador para ella, reconfortante y reparador. Su vida anterior estaba definida por una historia en la que el abandono y el maltrato físico y emocional por parte de sus figuras parentales, sus padres biológicos, constituía, desgraciadamente, la experiencia predominante. De niña no había podido vivir experiencias de calidez, afecto, sintonía emocional y conexión interhemisférica cerebral con estados de placidez y calma maternas y/o paternas. Esas experiencias de sentirse sentida, de sensibilidad y empatía maternal y paternal no habían, prácticamente, existido. Por lo tanto, podéis imaginaros sin temor a equivocaros, que su apego era inseguro. Aunque dada su gran capacidad de reflexión, el trabajo de su madre adoptiva (increíblemente competente marentalmente, una crianza totalmente terapéutica para ella) a partir del cual obtuvo los elementos necesarios de resiliencia secundaria (aquella que se desarrolla cuando la primaria, que la otorga el apego seguro con los primeros cuidadores, no pudo producirse) y la psicoterapia (donde hizo y sigue haciendo un excelente proceso) le proporcionaron la posibilidad de adquirir un apego ganado a la seguridad.  Hoy por hoy es una joven feliz, uno de los casos que con gran alegría, asistimos a una evolución positiva y una total recuperación. ¡La admiro muchísimo!

Por ello (hecho este inciso en torno a sus antecedentes biográficos que nos ayudan a comprender lo que exponemos), sólo por el carácter reparatorio y viendo el beneficio psicológico que la joven ha obtenido de abrazarse, durante años, junto a su madre y sentirse emocionalmente segura, ya es una medida que a priori, nos sale decir que es adecuada. El criterio de la edad (eso de estar en la cama de los padres a edades tardías puede ser evaluado por algunas escuelas psicológicas como evolutivamente inapropiado) no lo debemos de tener en cuenta porque con los niños y las niñas adoptados, en general, nuestra referencia debe ser la edad madurativa.

Pero aún hay más argumentos (de índole científica) que apoyan el que nos abracemos a nuestros hijos (sobre todo si éstos nos buscan) o a nuestra pareja, o amigos, o alguien con quien tengamos un vínculo afectivo seguro. Los argumentos vienen de la mano de un autor llamado Porges, psiquiatra, que está revolucionando en los últimos años las teorías sobre qué factores son cruciales en la futura socialización de los niños. Ya lo conocéis, porque os hablé de su genial teoría (la polivagal) hace unos meses (y en el último post volví a mencionarla cuando tratamos el tema del juego)

Porges estuvo como ponente en el congreso de apego y trauma que se celebró en Roma y presentó una ponencia que encandiló al público. No voy a exponer de nuevo las bases de su teoría polivagal, los que no estéis al día os leéis el mencionado post donde tenéis un resumen de la misma. Hablaré de un aspecto de la teoría que guarda relación con lo que os he empezado a contar sobre la experiencia que esta joven adoptada compartió conmigo en la consulta.

Porges sostiene que los humanos necesitamos a los otros. Desde el principio necesitamos a los cuidadores que son reguladores de la fisiología de nuestro sistema nervioso. Conectarse con los otros es un imperativo biológico, en palabras de Porges. La conducta social es un ejercicio neural que promueve estados neurofisiológicos que apoyan la salud mental y física. Los niños adoptados y acogidos que han sufrido trauma crónico en sus primeros años de vida no han experimentado la vivencia de una conducta social que regule su fisiología. Por ello, su conciencia social se distorsiona. Las conductas de vinculación social (que habrían tenido que ser estimuladas por los cuidadores a través de la conectividad y de la regulación del sistema nervioso asociado a la rama ventral del nervio vago -que es la que apoya los estados fisiológicos óptimos- que favorecen la conducta social y el equilibrio visceral) no se han desarrollado. Por el contrario, en estos niños predominan las reacciones defensivas de lucha/huida o inmovilización (disociación)

Sin embargo, Porges nos habla de otros estados de inmovilización que son satisfactorios y beneficiosos (imprescindibles, diría en mi opinión) que son los relativos a la conectividad. Una manera de promover la conectividad con el niño son los estados de inmovilización que no conllevan miedo (no se trata de la inmovilización disociativa, la que el sistema nervioso del infante desarrolla cuando no se puede escapar de la amenaza o el peligro): Porges se refiere a conductas como estar abrazados juntos (o uno al lado del otro), tumbados, con los ojos cerrados, sintiendo la respiración, la piel del otro, sus sensaciones de calma y tranquilidad… Estos estados apoyan la salud, el crecimiento y la reparación. Por ello, ahora entendemos lo que esta joven estaba haciendo cuando se acercaba a la cama de su madre para abrazarse y junto a ella, estar las dos inmovilizadas en calma, algo realmente beneficioso para su salud.

Si nos paramos a pensar un momento, la madre que tiene a su bebé en sus brazos, en su pecho, o se abraza a éste, y es una madre tranquila, calmada y regulada emocionalmente, transmitirá sensorialmente piel con piel, dichos estados al bebé, que los interiorizará sintiendo una seguridad y confort plenos (quedarán grabados en su memoria emocional) Y esto construye, moldea y regula la psicofisología del niño. Los niños que de bebés desafortunadamente fueron maltratados o abandonados no pudieron sentir suficientemente (o ni las tuvieron) estas experiencias de adecuada conexión. Os imagináis, por lo tanto, lo que fueron obligados a sentir: tensión, agresividad, rabia, miedo, terror, confusión… Y todo ello a nivel de piel, sensorialmente; con lo cual sus estados psicofisológicos predominantes son altamente desregulados desde muy temprana edad, en pleno desarrollo del sistema nervioso central y periférico.

Me imagino que no os será ajeno observar, más adelante, cómo es la socialización de algunos de estos niños: o se muestran altamente desconectados o, por el contrario, manifiestan respuestas psicofisológicas hiperactivas o de alerta constante. No pueden regularse interpersonalmente en la relación. A todos seguramente, nos están viniendo a la mente las imagenes de muchos niños con este problema. En consecuencia, nos dice Porges, la teoría polivagal puede ser un nuevo paradigma desde el cual poder entender a nuestros niños: ¿las conductas sociales no son aprendidas sino que emergerían de propiedades a partir de estados neuropsicofisiológicos específicos? Pienso que estos estados desde luego, condicionan toda la socialización de los niños.

Por ello, estimo que la psicoterapia está evolucionando (sin olvidarnos nunca de la orientación humanista y el vínculo terapéutico, que son ingredientes imprescindibles para producir un beneficio terapéutico) también hacia la incorporación de técnicas que la transforman, como dice mi gran amigo y colega Rafael Benito, psiquiatra, en una psico-neuro-fisio-terapia. Los psicólogos especialistas en psicoterapia también producimos con nuestras intervenciones cambios en las redes neurales del cerebro y del sistema nervioso. Por ejemplo, el modelo de psicoterapia de Barudy y Dantagnan sigue un orden neurosecuencial en su implementación y está basado, en una parte, en las aportaciones de la neurociencia. El neurofeedback es un tipo de neuroterapia que se está revelando muy eficaz para favorecer la regulación de estos estados internos psicofisiológicos desregulados desde muy temprana edad que padecen algunos niños adoptados y acogidos. EMDR es una técnica terapéutica que incide directamente en las redes neurales produciendo cambios hacia un procesamiento adaptativo de la información. La caja de arena, lo mismo: favorece la regulación emocional porque el hemisferio izquierdo, tras la creación de la escena en la caja, da forma y sentido, con sus palabras, a lo construido en la bandeja desde el hemisferio derecho. 

En consecuencia -junto con lo que os hablé del juego en el último post-, aconsejo hacer lo que esta joven adoptada (con cuya historia he comenzado este post) y su madre hacían (y de vez en cuando siguen haciendo): si ellos (los niños) están dispuestos y lo viven internamente bien (sin amenaza), estad juntos inmovilizados (abrazados o no), conectando. Para ello es necesario que el niño os sienta seguros y que seáis personas de autoridad calmada.

Nuestra ya entrañable picada para despedir el post de hoy: Maryorie Dantagnan, Jorge Barudy y su magnífico equipo formado por Emilia Comas y María Vergara tienen nuevo libro. Fue presentado en primicia en las III Jornadas Europeas de Resiliencia que se celebraron en Barcelona el pasado mes de octubre. Titulado: “Inteligencia maternal”, las autoras y el autor mantienen que “...la crianza de los hijos e hijas sigue siendo el resultado de acciones realizadas mayoritariamente por las mujeres, pero gracias a la existencia de un número cada vez más significativo de hombres -pertenecientes a la manada de hombres buenos- constatemos que muchos padres se implican de una forma igualitaria en la crianza de sus hijos e hijas rebelándose del dominio de la ideología patriarcal y creando la esperanza que un cambio cultural es posible. Este libro contiene un manual para compartir nuestro programa, apoyar y promover las competencias maternales de las mujeres, especialmente de aquellas afectadas por experiencias de malos tratos en sus infancias y/o de la violencia de sus parejas, así como de diferentes formas de violencia: violencia organizada, guerras, genocidios, violaciones masivas, tortura y exilio. Tanto los fundamentos de este programa como los objetivos y su metodología son aplicables para apoyar la tarea maternal de los padres. En la medida, que no tenemos una casuística significativa para testimoniar los resultados de la aplicación del programa con ellos, hemos optado por presentar la aplicación de este con las madres. Las diferentes actividades que componen los talleres de este programa tienen en común promover la participación activa de las madres a través del reconocimiento de sus experiencias y vivencias, como fuentes de conocimiento, porque las expertas de lo que les ha pasado son ellas. Esto permite no solo el reconocimiento de sus dificultades y sufrimientos, sino que también ayudarles a reconocer y aceptar sus recursos personales y sus capacidades para sobrevivir, así como el de recibir y aportar apoyo social a otras mujeres, que han pasado por lo mismo. Por esta razón en este manual se proponen actividades grupales en forma de conversaciones alrededor de temas significativos, así como actividades para ayudarles a reconocer y modular sus emociones, conductas y representaciones para ponerlas al servicio de una marentalidad bien tratante. El conjunto de talleres que componen este programa está también concebido como una forma de prevenir los malos tratos a los hijos e hijas y una forma de apoyo para introducir en los modelos de crianza de sus hijos e hijas estrategias para que estos puedan aprender modelos relacionales y de resolución de conflictos no violentos. Al mismo tiempo facilitar la búsqueda de alternativas, que ayuden a sus hijas e hijos a protegerse de eventuales agresiones”

Es un excelente libro, con el privilegio de poder aprender la manera en la que este equipo de profesionales trabaja con estas mujeres en su práctica profesional mediante los referidos talleres que vienen en el libro especificados. También presenta una introducción teórica en la cual este programa se sustenta: las competencias parentales (como el apego y la empatía) y la ecología social de los buenos tratos, en las que este equipo es referencia internacional.

El post que rescatamos hoy del baúl de los recuerdos almacenados en internet es el referido (dado que hoy hemos hablado de regulación) a los alumnos con dificultades para regular su comportamiento. Creo que el libro del que hablé en su momento es una excelente herramienta para precisamente, poder intervenir con niños y adolescentes con severas dificultades en este sentido. Cómo poder trabajar con este alumnado para que la escuela pueda hacer intervenciones que sean terapéuticas con ellos y no meramente normativas.

lunes, 6 de octubre de 2014

"Tormenta cerebral", supremo libro de Dan Siegel con una nueva mirada sobre la adolescencia

Este verano he podido leer entero el nuevo libro (de carácter divulgativo) de Dan Siegel titulado: “Tormenta cerebral”  Son varias las razones que me mueven a escribir un post sobre este libro: la primera (y la más importante) porque es excelente, de matrícula de honor. Siegel no sólo sabe mucho de psiquiatría, neurobiología y psicología sino que sabe contarlo y hacerlo accesible para el público en general. Muchos autores son eruditos en sus materias, pero tener la habilidad y el don de contarlo y hacerte entender siempre me ha parecido que es patrimonio de unos pocos. Siegel es uno de ellos. 

La segunda, porque lo recomendó mi amiga y colega Conchi Martínez (que habita en su magnífico blog Resiliencia infantil) No estaba  al tanto de que el libro había sido publicado; me enteré gracias a la reseña que sobre el libro escribió Conchi el pasado mes de mayo. Trataré de no repetir lo que ésta magistralmente dijo sobre “Tormenta cerebral” en este gran post que podéis volver a leer haciendo click aquí

Y la tercera razón es que como ya sabéis, el mes pasado se celebró (entre el 19 y el 21 de septiembre) el Congreso sobre Apego y Trauma de la Asociación EMDR Italia y el Instituto de Ciencia Cognitiva, al cual tuve el honor de asistir, en el que participó -entre otros primeros espadas- precisamente Dan Siegel. La ocasión de tenerle cerca (vive en Los Angeles), en Europa, no podía desaprovecharla. Así que allí me fui (junto con mis colegas y amigos Rafael Benito y Cristina Herce, con quienes compartí gustosamente viaje y congreso), a un evento inmejorable sobre los temas que más nos apasionan: el apego y el trauma. ¡Y, al fin, pude conocerle y saludarle en persona! Por todo ello, esta semana es única para hablar de “Tormenta cerebral” El libro está publicado en la Editorial Alba y es de este año 2014. 

Dan Siegel se mostró ante nosotros como alguien amable, correcto y educado. Le felicitamos por su trabajo y le dijimos que somos los fans número uno de sus libros y planteamiento teórico y modo de comprender al ser humano. Le pedimos que nos firmara dos de sus libros (precisamente, "Tormenta cerebral"; y también "La mente en desarrollo", su obra cumbre) Fue recibido (como todos los ilustres ponentes que tomaron parte en el congreso) con fuertes y largos aplausos, con el público puesto en pie. Tuvo cuatro participaciones: dos conferencias de dos horas de duración y dos mesas redondas con otros colegas (a una de ellas no pudo asistir por encontrarse indispuesto. La tos que ya le había fastidiado antes se le agravó) 

La primera conferencia versó sobre "El impacto del trauma en la integración neural" Y la segunda tuvo como lema: "Intervención psicoterapéutica para promover la integración neural y personal ante el trauma" Fueron dos oportunidades magníficas en las que (sin usar ningún tipo de powerpoint ni similares) fue desgranando los conceptos más importantes que él baraja: qué es la mente, los diferentes ejes de la integración cerebral, el mindsight, su famosa rueda de la conciencia... Conceptualmente brillante, todo lo que dijo resultó interesantísimo. Ha sido un privilegio poder disfrutar de las conferencias de Siegel y de los demás ponentes, de quienes os iré hablando en sucesivos post. Lo que considere más útil de lo que aprendimos, os lo iré desgranando y tratando de aplicarlo a nuestro trabajo con los niños y adolescentes.

A la derecha os dejo la fotografía que inmortaliza el encuentro que tuvimos con Siegel mi amiga y colega Cristina Herce, psicóloga y directora del Centro Lauka (empresa dependiente de la  Diputación Foral de Gipuzkoa para la gestión y puesta en práctica del programa de acogimiento familiar en la susodicha provincia) y servidor. 

Bueno, voy con el libro. “Tormenta cerebral” me ha cautivado y dejado placenteramente rendido a sus pies. Dan Siegel y su obra es como un restaurante Tres Estrellas Michelin: es casi imposible encontrarle un pero. Pura delicatesen hecha por un maestro. Yo estoy entregado a la causa desde casi antes de abrir la primera página. Pero cuando comienzas a leerlo, confirmas, una vez más, que merece la pena haberlo comprado.

“Tormenta cerebral” sigue la misma línea que su anterior libro “El cerebro del niño” Esta vez se centra en la etapa adolescente. “¿Un libro sobre la adolescencia te cautiva tanto?” – Podéis aducir. “¿Acaso no hay cientos, y de excelentes autores?” No diré no a esta apostilla. Lo que voy a hacer a continuación es exponeros qué tiene de diferente “Tormenta cerebral” y qué os puede aportar a padres y madres que tenéis hijos/as adolescentes o a profesionales que trabajáis con ellos.

En primer lugar, es un autor que va exponiendo los temas basándose en sus conocimientos científicos pero a la vez sabe crear complicidad con el lector. Se dirige al mismo en numerosas ocasiones, interpelándole directamente, creando una sensación de cercanía y proximidad emocional. Además, Siegel nos abre las puertas de su propia familia y cuenta cómo vivió la adolescencia de sus propios hijos/as, contándonos los problemas que tuvo y cómo los fue resolviendo. Esto me ha encantado porque (incluso habla de los errores que pudo cometer) nos ofrece la faceta más humana del autor y nos hace conscientes de que todo tiene lugar en el mundo real. El libro está escrito de una manera tan clara, sencilla y cálida que incluso pueden leerlo los adolescentes.

En segundo lugar, las herramientas que Siegel incluye después de cada capítulo. Son técnicas de mindsight para ayudar a los adolescentes (y a los adultos) a desarrollar esa capacidad del cerebro y de la mente de verse a sí misma. Mediante ejercicios de meditación y de otro tipo, Siegel nos estimula para que trabajemos (desmitifica la meditación, haciéndola digerible) con el fin de favorecer la integración cerebral. ¿Os acordáis de la metáfora del río del propio Siegel? Hablamos de ella en este post. Pues la vuelve a contar para explicarnos cómo funciona la mente. Gracias a la práctica de la meditación -si son perseverantes- el adolescente y el adulto pueden producir modificaciones en las redes neurales y potenciar la capacidad de la mente para verse a sí misma y a los demás, propiciando un aprendizaje que enseña a regular las emociones y a vivir con conciencia plena en el presente. La mejor manera de producir cambios positivos en el cerebro (incluso de las personas que han sufrido traumas y apegos inseguros) es mediante el trabajo en base a meditación. Los adolescentes que vienen a mi consulta, si me leen, sabrán lo pelma que me pongo con ellos para que practiquen meditación (aunque sólo sea un minuto)

En tercer lugar, de lo que más me ha gustado, es el cambio que Siegel hace en la concepción de la adolescencia: época negativa, las hormonas que los vuelven insoportables, etapa a pasar cuanto antes y de la mejor manera, el adolescente como el típico inmaduro que se toma todo a la ligera… Son mitos a desterrar. Lo primero, es que las hormonas poco tienen que ver con los cambios de humor o de estado de mente en la adolescencia; parece que son los neurotransmisores los responsables, y en particular, la dopamina.

Para Siegel el adolescente tiene un poder y un propósito fruto de las características de esta etapa que si son potenciadas adecuadamente y sobre todo reconducidas y reorientadas (no censuradas o sancionadas), se constituirán en un importante legado que llevaremos con nosotros a la adultez, pudiendo vivir la madurez de un modo más pleno, pues esos rasgos, si se mantienen, harán que nuestra vida adulta sea más gratificante. Por ello él resume así la cuestión: ADOL-ESCENCIA /ADULT-ESENCIA.

Es evidente que la etapa adolescente puede conllevar unos riesgos. Pero si se conoce bien qué caracteriza a esta etapa y se re-dirige al adolescente, esos riesgos se convierten en rasgos que nos beneficiarán a lo largo de la vida. Para ello, es preciso que el adolescente esté acompañado de un adulto que sea capaz de guiarle, comprenderle, re-dirigirle y re-orientarle en su potencial. Uno de los errores sobre la adolescencia es pensar que éstos no necesitan a los adultos, cuando es todo lo contrario.

En cuarto lugar, el capítulo dedicado a “tus apegos” (no podía ser de otro modo: Siegel no se va a olvidar del apego) está dedicado a que las personas puedan comprender de una manera clara y con un lenguaje sencillo cómo los modelos mentales con respecto al apego (las primeras experiencias interiorizadas en la relación con nuestros padres u otros cuidadores) influyen en nuestra identidad y configuran, por ende, nuestro cerebro/mente. Para que los adolescentes entiendan qué es eso del apego es un material excelente que pienso usar en la consulta.

En quinto lugar, y como ya hizo en su anterior libro “El cerebro del niño”, vuelve a explicar cómo es el funcionamiento del cerebro tomando para ello el puño de la mano. ¡No hay manera más sencilla y fácil de poder explicarlo! Es otra de las técnicas que podemos utilizar para poder explicar a los adolescentes el por qué de sus reacciones.

En sexto lugar, me ha atraído el punto de vista de Siegel sobre las posibilidades de cambio y aprendizaje en la vida: hayas vivido lo que hayas vivido, a pesar de los traumas y experiencias de apego inseguro, si trabajas tu propia historia, elaboras el narrativo y reconstruyes tu mente, si cultivas el mindsght (la capacidad de que la mente se vea a sí misma) mediante la conciencia plena, lograrás conocerte a ti mismo y transformarte, creando nuevas conexiones neurales. El cerebro, dice Siegel, mantiene su plasticidad a lo largo de toda la vida. Es un mensaje que debe animarnos a trabajar por ello. En el caso de los niños y adolescentes dañados por las experiencias de malos tratos y el abandono, es evidente que necesitan de nuestro acompañamiento continuado, pero si se implican en el trabajo y en el auto-conocimiento personal, pueden lograr resiliar. ¡Nunca es tarde!

En definitiva, una obra redonda, útil, práctica, que cambia el concepto y la idea clásica (y muchas veces negativa) de la adolescencia, rigurosa, amable y fundamentada en los descubrimientos de la moderna neurobiología interpersonal que postula, entre otras cosas, que la calidad de nuestro sistema nervioso depende de la calidad de nuestras relaciones.

La picada de hoy quiere recordaros la magnífica, interesante y útil formación tanto para el ámbito profesional como para el personal que organiza, on line, la Universidad de Barcelona: me estoy refiriendo al Postgrado Universitario en Promoción de la Resiliencia (al cual puede optar también alumnado que no tenga titulación universitaria) Aún quedan plazas libres y es una gran oportunidad para formarse con los mejores especialistas a nivel mundial: Vanistendael, Forés, Grané, Kotliarenko, Barudy... y muchos más. Participo con un módulo sobre la caja de arena. ¡Aún estáis a tiempo! Esta formación es especialmente interesante para las personas de Hispanoamérica que suelen demandar programas formativos a los cuales puedan acceder. Pues aquí tienen una gran oportunidad. 

Y el post que rescato hoy del cajón virtual de Buenos tratos no puede ser otro que el que dediqué al libro del mismo Siegel titulado: “El cerebro del niño” Viene que ni pintado. Es el equivalente a "Tormenta cerebral" (y predecesor del mismo) pero para la infancia.

Hasta dentro de quince días, cuidaos / zaindu.

lunes, 27 de enero de 2014

"El niño atento", un práctico y útil libro para trabajar la atención con tu hijo/a y ayudarle a ser más feliz, amable y compasivo, editado por Desclée de Brouwer.

 
Este es el post que debía haber salido hace quince días y que por problemas técnicos en el blog, no pude publicar. Así que os lo brindo hoy.

Permitidme que comience con este juego de palabras: hoy prestamos atención a un libro para ayudar a los niños a trabajar ésta. ¡Atención a la atención!, un problema al parecer, muy común en los niños y adultos de hoy en día. Tanto por razones evolutivas y madurativas como por procesos psicopatológicos diversos en los que están afectadas las habilidades atencionales, la atención es uno de los síntomas (manifestación externa) que nos preocupa a profesionales de la salud mental, la enseñanza, la educación y por supuesto, a padres y familias. Dentro de la población específica a la que nos dirigimos en este blog (los niños y adolescentes con trastornos del apego y trauma), también es un aspecto relevante, cómo no. El niño traumatizado pasa por estados de hiperactivación (el sistema natural de alerta del organismo está alterado como consecuencia de eventos traumáticos que pusieron en riesgo su supervivencia física y/o psicológica. El cerebro queda fijado en posición de supervivencia) que inciden en que la atención esté pendiente del exterior. Los niños desorganizados, de perfil controlador, por ejemplo, están pendientes del exterior, de los adultos referentes. En el pasado, controlar a la figura de apego fue vital para su supervivencia, teniendo en cuenta que aquélla podía ser impredecible (ora ser cariñosa, ora tornarse violenta)

Por todo ello, no es baladí este tema, ni mucho menos. Es uno de los objetivos que trabajamos en psicoterapia con los niños y adolescentes, por supuesto. Y uno de los abordajes psicoterapéuticos más idóneos para mejorar la atención en los menores (y otros aspectos como la regulación emocional y la estabilización conductual) que conozco en la actualidad es el mindfulness o mente plena.


Para los no iniciados, y con ánimo de hacer un resumen no muy exhaustivo (para los que quieran profundizar les recomiendo este libro de Siegel: "Mindsight, la nueva ciencia de la transformación personal"), mindfulness son un conjunto de técnicas -basadas en unos principios terapéuticos concretos, influenciados por la filosofía budista- que favorecen la capacidad de la mente humana para verse a sí misma. Ser plenamente consciente de la propia mente y de las actividades de ésta (pensamientos, sentimientos, sensaciones, recuerdos…) hace que nos conozcamos mejor a nosotros mismos y, además, potencia la regulación de todo el cuerpo/mente mejorando la integración cerebral.

Para Siegel (uno de los pioneros en el estudio del mindfulness), la mente humana es como un río. Os lo conté en esta entrada, pero me parece pertinente volver a recordarlo ahora: en el centro del río, el agua fluye constantemente (al estilo filosófico del axioma de Heráclito: “todo fluye, todo está en permanente movimiento”) Las redes neurales que conforman nuestro cerebro y transportan la información lo hacen de una manera eficiente e integrando los contenidos de ambos hemisferios, así como la información proveniente del cerebro superior e inferior. Pero si el agua queda atascada en la orilla izquierda, ésta ya no fluye. Se aleja del centro del río. Se ha quedado atrapada en el lado (prominencia del hemisferio izquierdo) de la rigidez. Por el contrario, si el agua queda enmarañada en la orilla derecha (prominencia del hemisferio derecho) queda excesivamente agarrada en el lado del caos. Cuando el agua va por el centro, es un estado de mente con respecto al apego de tipo seguro: todo fluye de una manera adecuada. El cerebro es como una orquesta bien dirigida. Cuando el agua está más atascada en la orilla izquierda, es un estado de mente con respecto al apego de tipo evitativo. Y cuando el agua se queda en el lado derecho, es un estado de mente con respecto al apego de tipo ambivalente. Y cuando el agua se atasca por los dos lados, el estado de mente con respecto al apego es de tipo desorganizado.

Por ello son tan útiles y tan interesantes para nosotros las técnicas de mindfulness: porque favorecen estados de mente con respecto al apego similares al tipo seguro. Y cultivar el mindfulness ayuda a las personas de apego inseguro a mejorar su mente y cerebro (entre otras técnicas, claro), sobre todo en lo que a regulación emocional y atención consciente se refiere.

¿Y cómo? El camino para lograr una mente plena (mindfulness) y cultivar la capacidad de que la mente se vea a si misma (mindsight) es la meditación. La cultura oriental lleva cientos de años (por ejemplo, el budismo zen) practicando la meditación. Es quizá por esto por lo que nos superan en muchas cosas. Pero en la cultura occidental ha llegado en los últimos diez años y con más fuerza en los últimos cinco. Estudios con neuroimagen han puesto en evidencia que el cerebro experimenta cambios funcionales cuando se practica meditación. Ahora bien, debe de practicarse como un hábito. La práctica de la meditación como camino hacia la mente plena se está utilizando con éxito en el tratamiento de muchas patologías como la ansiedad, la depresión, el déficit de atención con hiperactividad, adicciones… y por supuesto, el trauma.

He observado en mi práctica clínica (en quienes han practicado la misma con fundamento) mejorías excelentes en personas con obsesiones (es un trastorno en el que aspirar a eliminar o no tener las mismas es casi una quimera. La meditación enseña al paciente a relacionarse con ellas de otra manera; sobre todo a verlas como hechos mentales) y con trauma. En personas traumatizadas, mediante un proceso guidado -para que lo podamos entender-, mientras el paciente tiene un ojo en la respiración, tiene otro en las sensaciones corporales fruto del impacto traumático, del evento. Ese procesamiento dual favorece que el cerebro procese el trauma.

¿Y con los niños y adolescentes que vienen a mi consulta y que presentan distintas patologías (además de estilos o trastornos en la vinculación)? Con ellos también he aplicado con éxito la meditación, pero me encontraba con un escollo: las técnicas adultas les resultan pesadas y aburridas. Permanecer sentados observando les generaba malestar, inquietud y sobre todo lo que he dicho: aburrimiento y tensión por no soportar estar parados. Esto es normal, pues contactar con la corporalidad para alguien traumatizado es muy atemorizante. Mirar al interior les asusta mucho más que a los adultos (que también nos atemoriza) Lo que solía hacer era normalizar esta sensación de aburrimiento y/o malestar y acortar los ejercicios. Los ejercicios de meditación demasiado largos es misión imposible que los pacientes los hagan. No los hacen los adultos así que menos los menores. Para éstos, seguir y trabajar los principios que favorecen la mente plena (mindfull) es harto complicado. Esos principios son los de observar lo que pase por la mente (sin juzgar); ver lo que pase por la mente como actividad en forma de pensamientos, sensaciones o emociones. Aceptar lo que pase, tanto si agrada como si no, dejando que esté en nuestro cuerpo/mente lo que ya está pasando y nos resistimos a aceptar. Y tercer y último principio: tener una actitud de cariño y compasión hacia nosotros.

Pues hete aquí que para mi regocijo (y el de muchos profesionales y padres y madres) la editorial Desclée de Brouwer ha tenido la excelente idea de publicar en el último trimestre de 2013 un interesantísimo y práctico libro titulado: “El niño atento. Mindfulness para ayudar a tu hijo” La autora es Susan Kaiser Greenland.


Es el libro que estaba esperando y que da solución al problema que os he expuesto en el párrafo anterior: hacer atractivas las técnicas de meditación a los niños y adolescentes. ¿Cómo lo consigue? Mediante juegos y canciones adaptados a su edad podemos entrenar en mindfulness a los niños, incluso a los pequeñitos. Y los beneficios que pueden obtenerse son los mismos que cuando se aplican las técnicas clásicas y más adultas.

En la reseña del libro nos cuentan que “…la atención consciente te ayuda prestar una mayor atención a lo que ocurre en tu interior –tus pensamientos, sentimientos y emociones- para poder entender mejor lo que te sucede. El niño atento amplia los grandes beneficios del entrenamiento en mindfulness a niños partir de cuatro años, con ejercicios, canciones y juegos adaptados a su edad. Estas técnicas, amables y divertidas alientan la conciencia y la atención e influyen muy positivamente en el rendimiento académico y en las habilidades sociales y emocionales, al tiempo que proporcionan herramientas para gestionar adecuadamente el estrés y superar problemas como el insomnio, la sobrealimentación, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad, la ansiedad…”

Los primeros capítulos del libro nos introducen en la ciencia de la atención consciente y nos transmiten los principios fundamentales del mindfulness. Continúa la autora entrando ya en los ejercicios y técnicas (los cuales pueden aplicar no sólo los profesionales de la salud mental sino trabajadores sociales, profesores y vosotros/as mismos/as padres y madres; no en vano el libro se subtitula “mindfulness para ayudar a tu hijo”. Mientras juegas con él/ella, estás trabajando la conciencia plena): los primeros, basados en algo tan simple como respirar. Pero la respiración es presentada de una manera divertida, con juegos, para poder enganchar a los niños/as. Prosigue entrando en técnicas que perfeccionan la conciencia y se dirigen a aprender a prestar atención. El libro se completa con una serie de capítulos que abarcan (aplicados a los menores) los tópicos principales que la meditación abarca: la conciencia amable (relacionarse de una manera atenta y compasiva), la conciencia sensorial, la sintonización con los demás (aquí es donde meditación y apego se dan la mano y coinciden) y la vida como parte de una comunidad.
 

Los ejercicios están muy bien diseñados, son creativos y originales y se basan en la experiencia de la autora con niños, no sólo a nivel individual sino también en grupo (pues ella enseña mindfulness en los centros escolares entrando en clase, desde la etapa de infantil) Ha llevado adelante un estudio (el cual lo da a conocer en el libro) que recoge los beneficios observados en los grupos de clases que practicaron estas técnicas. Así pues, sería desde todo punto de vista necesario que este entrenamiento se incluyera en los centros escolares, dentro de la psicomotricidad, por ejemplo.

Para los niños y niñas con trastornos del apego o trauma estimo que son unas técnicas beneficiosas porque ayudan al niño a regular las emociones y la conducta. Los padres y madres o familias (adoptivos, acogida…) podéis dedicar un tiempo a desarrollar estos ejercicios como si fueran juegos. Jugar es vital para el niño, y es un aprendizaje que fomenta su desarrollo y vínculo con los adultos e iguales. Pero… ¿cuánto tiempo dedican los niños a jugar con otros niños o con adultos como sus padres? Creo que muy poco. Y estamos dejando de lado algo fundamental. ¿Cuántos profesores dicen a sus padres que jueguen con sus niños, que los "deberes" de ese día serán jugar con su hijo, por ejemplo, con los ejercicios de mindfulness? Ojalá fueran muchos. En este libro tenemos los principios y las herramientas para ello. Ahora necesitamos plantearnos buscar (ya que estamos a principios de año, época de los grandes propósitos) ese tiempo.

Para finalizar, termino con estas dos interesantísimas picadas:

Acaban de publicar, en Hilo Rojo Ediciones, el libro de Ana Francia Iturregi, del que ya os hablé en su momento en este nuestro blog: "El niño/a adoptado/a en el aula" He tenido el honor de ser invitado a prologar esta nueva edición. Para más información, haz clic aquí.

Aún quedan plazas para el grupo de profesores que organizamos en Donostia-San Sebastián, de formación y reflexión sobre los alumnos/as con problemas emocionales y de conducta, desde la óptica de la teoría del apego, orientado también a proporcionar recursos a los profesionales de la enseñanza. Para más información e inscripciones, haz clic aquí.


Hasta dentro de 15 días, que estaré, con otra entrada, con todos/as vosotros/as.

 
Cuidaos / Zaindu 

lunes, 18 de noviembre de 2013

Las dificultades para las relaciones sociales de los menores acogidos o adoptados víctimas de malos tratos: cómo una experiencia de grupo co-regulado puede contribuir a la sanación (healing) socio-emocional


Esta entrada cierra una trilogía referida a las dificultades para la socialización de los niños y niñas adoptados/as o acogidos/as. En la primera de ellas, ahondamos en los orígenes de estas dificultades, hablando sobre el apego, cómo éste prepara, en las primeras interacciones tempranas con los cuidadores/as, el camino para la posterior socialización porque les permite aprender a conocernos emocionalmente, a co-regular nuestros estados internos con los de un otro hábil, sensible y empático y a interiorizar una base segura. En la segunda entrada nos fijamos en la psicoterapia como un tratamiento que cuando se centra en la persona y tiene como eje el apego terapéutico, resulta una experiencia que incide en las redes neurales y puede modificar los esquemas representacionales interpersonales interiorizados en las primeras interacciones con los cuidadores primarios.

Cerramos, con este tercer capítulo, esta trilogía sobre la asociación entre apego seguro y relaciones sociales futuras competentes y satisfactorias hablando sobre el grupo de iguales como experiencia de reparación ¿Puede una experiencia de grupo constituirse en una herramienta que ayude a que los niños/as aprendan las herramientas interpersonales que se necesitan para una adecuada socialización?

Los niños y niñas que han vivido experiencias prolongadas de abandono y maltrato en instituciones u orfanatos de baja calidad tienen muchas probabilidades de presentar alteraciones en el vínculo de apego (no son los únicos pero sí una de las poblaciones en riesgo) Pueden ser niños/as que tiendan a evitar las relaciones sociales, desconectándose interiormente de lo que sienten en relación a otros y no sintiendo la necesidad de relacionarse; pueden ser niños que, al contrario, se hiperactiven en la relación con los demás, no sean capaces de entrar en interacciones co-reguladas, muestren dudas sobre la disponibilidad de los otros y experimenten emociones muy intensas en las relaciones sociales; y, finalmente, pueden ser menores de edad que presenten una mezcla de ambas tendencias pero sin mostrar una estrategia coherente. En cualquier caso, los tres comparten como características comunes los problemas para relacionarse socialmente, bien porque evitan o niegan necesitar estar con los demás bien porque, por exceso, no sintonizan ni se regulan con los otros en la convivencia, resultando ésta problemática.

Uno de los aspectos que más preocupan a las familias de los niños y las niñas es que sean capaces de poder integrarse en un grupo de iguales sin sufrir la dura vivencia del fracaso, que no terminen siendo rechazados, ignorados o nuevamente maltratados por cómo son y se comportan. O que no se constituyan ellos/as, en algunos casos, en posibles agresores o presenten otros rasgos o conductas que los inhabiliten para la relación (impulsividad, mentiras, robo, brusquedad, intolerancia a la frustración, manipulación, exceso de control del otro, celos excesivos…)

Es muy doloroso para un niño o niña que ha sufrido sentir que no es aceptado/a y que no puede mantener amigos/as. Se pierden así, entre otras muchas cosas, la posibilidad de hacer vínculos prosociales que pueden ser gratificantes, que fomentan la empatía y la autoestima (el sentirse miembro de un grupo en el que ser valorado) Conforme este niño o niña crezca y llegue a la adolescencia irá dándose cuenta de que están solos/as y que, por diversas razones, no están cómodos/as en los grupos. Probablemente elijan relaciones de a dos donde puedan controlar mejor, o se adscriban a grupos o bien de menores de edad más pequeños/as o que compartan aspectos universales con ellos/as (ser adoptados/as, haber sufrido abandono, proceder de un mismo país…)

La psicoterapia puede mejorar el nivel social de los niños y las niñas porque la experiencia de apego terapéutico con un profesional adecuado y competente socialmente les aporta una vivencia reparadora en este sentido. La misma psicoterapia trata, en su fase y en su momento, de que los menores de edad puedan ser conscientes de estas dificultades, conocer su estilo de apego y el modo en el que éste influye para cómo se relacionan, intentado acceder y modificar las creencias que han desarrollado y, a la vez, explorando con ellos maneras y habilidades sociales alternativas a las que vienen usando (que pueden ser evitativas o  disruptivas, ambas siempre en exceso y de maneras inadecuadas y que suponen rupturas en el curso de la relación y la comunicación sintonizada y empática con los otros. Hay en estos niños y niñas un exceso, como digo, bien hacia dentro o bien hacia fuera: o se desconectan y/o distancian o se hiperactivan, rompen, desbordan, desregulan…) Pero, no obstante, en mi experiencia, uno tiene la sensación de que la psicoterapia individual es excelente y les aporta una experiencia de sentirse sentidos, conocimiento y aceptación de sí mismos, estrategias de regulación y elaboración de su historia de vida que favorecen el sentido de uno mismo en el tiempo pero a la que le faltaría el complemento de una terapia directa a una vivencia de socialización de grupo pero más tipo taller.

¿Por qué puede beneficiarles? Cozolino –a quien últimamente sigo mucho la pista, aunque tengo otros libros en cartera muy buenos que pronto daré a conocer; y también en breve tiempo volveré sobre “Vinculaciones afectivas”, de María José Lafuente y María José Cantero porque estoy terminando de leer lo que me queda, y es un manual excelente- dice lo siguiente sobre este tema hablándonos de una clásica investigación que puso de relieve la enorme trascendencia que tienen las relaciones sociales de calidad posteriores en la vida de quienes han pasado por abandono en sus primeros años de vida. Es una investigación con monos, pero la verdad no estamos tan lejos de ellos, y además, en nosotros las cosas son bastante similares aunque más complejas, eso sí:

“Para evaluar el impacto de la deprivación maternal, Harry Harlow aisló monos recién nacidos no sólo de sus madres (en una investigación que se conoce más y que demostró que el apego de las crías mamíferos hacía la madre no estaba motivada porque ésta les provee de alimento) sino de todo cuidado y satisfacción de necesidades. Con un mínimo contacto social, los monos fueron dejados solos en una jaula con unos pocos juguetes y poco más. Las imágenes de estos monos son sobrecogedoras: agachados en esquinas, mordiéndose a sí mismos y mostrándose en posturas fetales. Como si ellos estuvieran atrapados en un mundo autístico esperando a ser introducidos en el mundo social.

Cuando estos monos criados en aislamiento eran insertados en una colonia tipo de monos con seis meses de edad, ellos se mostraban incomprensiblemente aterrorizados. Ellos no parecían comprender qué es lo que estaba pasando, retirados de las interacciones y haciendo todo lo posible por evitarlas. Al principio, la tentación era pensar en este periodo de seis meses como un punto de corte para la plasticidad del apego. Quizá el circuito del apego había logrado un período crítico ancestral y, para los seis meses, era demasiado tarde para aprender cómo ser social. Pero como cualquier otra conclusión en neurociencia, era necesario ser cautos.

Harlow y su colaborador Suomi se preguntaron en los años 70 si la terapia podía ayudar a estos monos aislados a superar sus miedos y permitirles unirse al mundo social de la colonia. ¿Pero cómo hacer terapia con un mono? ¿Qué escogeríais, Gestalt, Psicoanálisis, Cognitivo-conductual? Básicamente, lo que estos investigadores eligieron fue una combinación de juego y terapia basada en el apego. Los “terapeutas” elegidos para el trabajo fueron monos normales de tres meses de edad que fueron seleccionados porque eran pequeños, tenían un contacto juguetón, eran poco agresivos y probablemente menos amenazadores que otros de la misma edad.

La terapia consistió en dos sesiones de dos horas por semana durante cuatro semanas –en total 24 horas de tratamiento- Cuando los “terapeutas” llegaron a la sesión, los monos aislados estaban aterrorizados y retraídos. Los monos aislados trataron de evitar ansiosamente el contacto mientras las conductas autoestimulatorias aumentaron. De nuevo los “terapeutas” se implicaron, tocaron, se subieron encima… Mientras las sesiones continuaron, se informó que los monos aislados gradualmente se habituaron y aceptaron a los “terapeutas” y sus intervenciones. Estas intervenciones interrumpieron las conductas autísticas y autoestimulatorias, y los clientes empezaron a iniciar contactos físicos y a interactuar con sus terapeutas más jóvenes. La terapia fue tan exitosa que los autores dijeron que para la edad de un año, los aislados eran a duras penas distinguibles de los terapeutas normales en términos de frecuencia de exploración, locomoción y juego y conducta” Prosigue Cozolino: “Después de un curso de tratamiento, cuando estos monos que fueron aislados ya estaban preparados y fueron introducidos en la colonia, ellos lo hicieron mucho mejor y fueron capaces de encontrar un rol dentro del grupo y la jerarquía social. ¿Fueron ellos dañados? Muy probablemente, la deprivación temprana tiene un impacto muy duradero, pero los investigadores observaron que era posible una recuperación funcional. Estos resultados sorprendieron a Harlow y Suomi a causa de sus asunciones respecto al concepto de periodo crítico. Ellos me ayudan a tener una mente abierta y recordar que rendirse ante un niño o cliente es algo para lo que yo nunca estaré dispuesto ni preparado”

Ni él ni nosotros. Porque aunque los humanos tenemos sensibles diferencias con los monos de Harry y colaboradores porque nuestra mente es muchísimo más compleja, en mi experiencia con los niños más dañados que he visto (los que provienen de orfanatos de bajísima calidad) la conclusión es la misma: la deprivación tiene un efecto muy duradero y cuesta un triunfo por parte de todos los agentes sociales implicados conseguir una rehabilitación (que en algunos casos será funcional); pero ésta es posible.

Por ello, y basándonos también en las aportaciones de un centro especializado en Munich para el tratamiento de los trastornos graves del apego (del cual os hablé hace unos meses, podéis leer haciendo clic aquí) y en lo que hemos aprendido en nuestra formación con Barudy y Dantagnan y durante estos años de trabajo, ideamos (basado en un guión de Barudy y Dantagnan con variaciones y aportaciones nuestras) un taller para el fomento de la resiliencia de los niños y las niñas adoptados/as que han sufrido experiencias de abandono y malos tratos. Siendo conscientes de que el propio grupo y los propios niños se pueden convertir en una experiencia de intercambio y sanación social, Naiara Zamora (psicóloga) y servidor ofrecimos un proyecto a la Asociación de Familias Adoptivas de Gipuzkoa Ume-Alaia para poder poner en marcha un grupo-taller de este tipo. El año pasado tuvimos nuestra primera experiencia (con pre-adolescentes entre 10 y 12 años) y este años vamos a comenzar (dado el éxito) la segunda con niños y niñas entre 8 y 10 años. El grupo es muy reducido (no más de 8 niños y niñas) y llevado adelante por dos psicoterapeutas. Los menores de edad no tienen todos déficits sociales, sino que algunos de ellos son competentes en este aspecto o no presentan tanta dificultad. Además de trabajar y favorecer la socialización, pretendemos que los niños vivan una experiencia vincular y trabajen una serie de habilidades que fomenten su resiliencia. El número máximo de sesiones prevista es una semanal de hora y media durante 12 semanas (3 meses) Se hace un descanso a la mitad y se les sirve una merienda.

El grupo está ideado para que desde la palabra y las interacciones sociales los/as niños/as, primero, vivan un aprendizaje co-regulatorio (es el otro quien me va indicando, pautando, marcando… la proximidad emocional…) Esta co-regulación la pueden hacer los/as niños/as monitorizados por los terapeutas y los propios terapeutas hacia los menores. La palabra está presente para que los/as niños/as puedan aprender a pasar de una co-regulación a la auto-regulación. Sólo se puede alcanzar ésta si antes se ha vivido la primera. Además, los/as niños/as no son castigados, ni apartados, ni llevados a ningún tiempo fuera… La aceptación es incondicional. Se les ayuda a darse cuenta de qué motiva su cólera, por ejemplo, y qué se puede hacer para manejarla. Se les proporciona adecuada contención, si es preciso. El clima de buen trato preside todas las sesiones y nunca nadie se hace daño.

Los/as niños/as, mediante la actividad, los juegos y técnicas propuestas, van aprendiendo a socializarse, especialmente los que más dificultad tienen. Se trabajan módulos específicos como son las emociones, la comunicación, la autoestima, la identidad y el trabajo en equipo.

Este taller –donde el niño y la niña se relacionan bajo la presencia y la actuación co-regulada de unos terapeutas y de los propios iguales- es también para construir, hacer, crear, idear, investigar, sentir y vivir límites creados por ellos mismos y los terapeutas. Fomenta la resiliencia porque fomenta vínculo (sentirte sentido), aceptación incondicional y desarrolla recursos en los niños/as obtenidos a través de relaciones interpersonales sanas y constructivas.

La experiencia del primer año nos ha animado a continuar éste con otro grupo. Los/as niños/as mejoran en muchos aspectos (incluso los más dañados adquieren por lo menos una vivencia de aceptación y unas habilidades funcionales) Aunque no es la panacea, se observan cambios en la capacidad emocional, regulación y habilidades de relación que antes no estaban presentes.

Así pues, aquí tenemos un ingrediente más que se puede sumar y que animo a los profesionales a que lo pongan en marcha: las experiencias de grupo terapéutico co-reguladas que se pueden combinar con la experiencia de psicoterapia individual co-regulada por un psicoterapeuta. Ambas inciden en las redes neurales y tienen capacidad para sanar el cerebro social (healing) Ahora bien, eso sí, como siempre os digo, con paciencia, perseverancia, tiempo y aceptación del niño/a. Esto es muy importante, sobre todo lo que no se puede cambiar.

No quiero despedirme sin antes compartir con todos/as vosotros/as que este es ¡EL POST NÚMERO 300! Estoy muy contento de haber alcanzado esta cifra. ¡Larga vida a Buenos tratos!

La semana que viene regresamos, cuidaos / zaindu