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lunes, 16 de diciembre de 2024

La parentalidad terapéutica dentro de la Traumaterapia sistémica en el acogimiento familiar, por Jose Luís Gonzalo


La parentalidad terapéutica 
dentro de la Traumaterapia sistémica 
en el acogimiento familiar

Por Jose Luis Gonzalo, psicólogo clínico y traumaterapeuta sistémico, miembro de la RED APEGA

Este artículo ha sido elaborado para la Fundación Márgenes y Vínculos, una organización sin ánimo de lucro de interés en la atención social, que trabaja por la promoción de los derechos, la protección, la igualdad, la cultura, la convivencia, la educación y el bienestar de las personas. Desarrollan, entre otros, proyectos y servicios sociales destinados a la infancia, las familias, la mujer, personas con discapacidad, migrantes o personas en situación de vulnerabilidad o desigualdad.


El acogimiento familiar es una medida de protección para personas menores de edad en situación de desamparo con el fin de proporcionarles un entorno familiar estable. Es un derecho recogido en la Convención de los Derechos del Niño[i] que considera el interés superior de estos en todas las medidas jurídicas que se adopten. Dicha Convención dice al respecto que “… corresponde al Estado asegurar una adecuada protección y cuidado, cuando los padres y madres, u otras personas responsables, no tienen capacidad para hacerlo”

Otra alternativa de cuidados para las personas menores de edad en situación de desamparo y que por diferentes causas no pueden convivir con su familia biológica (padres u otros) es el acogimiento residencial. En este caso, los niños y adolescentes ingresan en un hogar y son cuidados y atendidos por educadores, tratando de mantener la relación con la familia de origen, si es posible y beneficioso para ellos. Los niños y jóvenes, en general, están muy bien cuidados en estos centros. Sin embargo, en muchas ocasiones, no tienen la posibilidad de crear y establecer vínculos afectivos como los que se pueden formar con una familia. 

Por ello, una familia supone otorgar a la persona menor de edad un derecho preconizado por el abogado chileno Hernán Fernández: el de “los buenos vínculos”[ii]. Como dice la experta en el ámbito, Cristina Herce[iii]: “acoger no es recoger. Con la gran cantidad de investigación disponible actualmente sobre trauma, neurociencia y bienestar infantil, el sistema no puede ocuparse únicamente de proporcionar un alojamiento y una protección física a los niños que han sufrido maltrato. Sí, la seguridad física es fundamental para alcanzar el bienestar infantil, pero su presencia por sí sola no la garantiza, ni tampoco protege necesariamente de la repetición de los ciclos de maltrato entre generaciones”. 




Por ello, es necesario que el acogimiento familiar se organice en torno al concepto de “parentalidad terapéutica”(Dantagnan)[iv] La ciencia del cerebro postula que el mantenimiento de los vínculos de apego (Bowlby)[v] es una necesidad de primer orden. “La relación de apego, esa conexión especial y estable entre las crías humanas y los adultos de su misma especie, genera interacciones que moldean el desarrollo cerebral durante la infancia y la adolescencia. En esa relación está el fundamento de un neurodesarrollo saludable y, por tanto, de la salud física y mental durante la vida adulta; pero cuando los niños y adolescentes sufren malos tratos o abandono, el crecimiento de las redes neurales sigue una trayectoria anómala, con graves consecuencias para su salud a lo largo de toda la vida” (Benito)[vi]. Por lo tanto, disponer de al menos una figura adulta estable con quien vincularse es una necesidad y un derecho de todo ser humano, y sin esta condición no se produce un sano desarrollo de la personalidad. La Ley de Protección Jurídica del Menor, tras la retirada de la tutela de un niño o niña de sus padres, dice que la primera medida de cuidado alternativo recomendada es el acogimiento familiar. Esto no quiere decir que el acogimiento residencial no deba de existir. En determinado supuestos y franjas de edad puede ser un recurso (si los centros se organizan de acuerdo con el concepto de crianza terapéutica) que se adecúe más a las necesidades de determinados niños y adolescentes. 

La mayoría de las personas establecen el vínculo de apego con sus padres y/o familia biológica, pero cuando existen problemas que comprometen la competencia de estos para garantizar los cuidados, la estabilidad de los vínculos (seguridad, afecto y permanencia) y la debida protección, la mejor medida es proporcionar a las personas menores de edad otro entorno familiar (bien dentro de la familia extensa bien en familia ajena). Cualquier configuración familiar puede ser beneficiosa para un niño o adolescente, siempre y cuando tengan suficientes “competencias parentales” (Barudy y Dantagnan)[vii] para ejercer los cuidados responsablemente. La parentalidad terapéutica es un desafío, pues conlleva hacerse cargo de niños y adolescentes que necesitan una reparación de su vínculo de apego (a menudo alterado por las historias de malos tratos que han sufrido en sus primeros años de vida). Por ello, las familias de acogida deben de formarse y prepararse para esto. Es obligación de las administraciones públicas dotarles de los equipos técnicos que les proporcionen los profesionales especializados en la aplicación de los métodos y técnicas de la parentalidad terapéutica. 

Podríamos referirnos a múltiples aspectos relacionados con el acogimiento familiar. Basándome en mi experiencia profesional de acompañamiento psicoterapéutico a niños, jóvenes y familias que conviven en régimen de acogimiento familiar, considero que son importantes los siguientes aspectos, sobre todo cuando se acoge a niños “profundamente traumatizados”. (Hughes)[viii]

La necesidad de que los equipos profesionales trabajen coordinadamente y de acuerdo con un modelo de actuación biopsicosocial que sea especializado y capaz de dar respuesta a la afectación que estos niños y adolescentes presentan en las áreas de apego, desarrollo y mentalización, así como al impacto que el trauma del desarrollo tiene en el cerebro, el sistema nervioso y, en suma, en su personalidad.

Dicho modelo debe de ser comprensivo, ecobiográfico y capaz de explicar los síntomas, dificultades y características del niño o joven como consecuencia del impacto de los malos tratos tempranos en su neurodesarrollo. Si el niño o adolescente ha sido dañado por los primeros adultos con los que se vinculó, es mediante poderosas relaciones de calidad como se producirá la reparación (Perry y Szalavitz)[ix] afectiva. Un modelo que reformule los síntomas del niño y no le señale, con diagnósticos descriptivos mal utilizados, como el causante -por las alteraciones que puede presentar- de problemas psíquicos que él no ha generado. Dichos síntomas reflejan los esfuerzos que las personas menores de edad han hecho por sobrevivir. Son los recursos que pudieron desarrollar, aunque ahora se manifiesten mediante alteraciones conductuales, que son las que molestan al mundo adulto. (Cuando los síntomas son más internalizantes o incluso aparecen como chicos complacientes y sumisos, no son perturbadores y estos tienen menos posibilidades de recibir ayuda). En realidad, reflejan un sufrimiento y son indicadores del impacto del trauma relacional en el desarrollo de las personas menores de edad. 

El modelo más adecuado y que lleva veinticinco años implantándose con éxito es la Traumaterapia infanto-juvenil sistémica de Barudy y Dantagnan y colaboradores[x]. Este modelo trabaja juntamente con el niño o joven y su familia acogedora (y en ocasiones con la biológica), así como con el contexto psicosocial donde aquel se desenvuelve. Se aplica tanto en modalidad sala de terapia (o sala de valientes) con trabajo terapéutico individual con el niño o joven, con los acogedores y en sesiones diádicas, como en modalidad ecosistémica, esto es, actuaciones conjuntas con la red psicosocial que rodea al niño y que puede mejorar o amplificar sus dificultades.

El modelo de Tres Bloques de Barudy y Dantagnan y colaboradores está basado en un principio de orden neurosecuencial (Perry, 2017)[xi] (Cómo el cerebro es afectado por el impacto traumático que los niños suelen sufrir en sus primeros años de vida, claves para la organización cerebral y para la creación de los sentimientos de seguridad y confianza). “Cuanto más replique una intervención cómo se produce el desarrollo del cerebro y más se aproxime a un principio de orden neurosecuencial, más probable que resulte exitosa”, dice Bruce Perry (2017) El modelo de Barudy y Dantagnan hace suyo este principio.

 

©Modelo de Intervención en Traumaterapia sistémica de Tres Bloques
(Barudy y Dantagnan)


En el acogimiento familiar es fundamental que los acogedores dispongan de un espacio propio de valoración, apoyo y promoción de sus “competencias parentales” (Barudy y Dantagnan)[xii], que estén dispuestos a revisar sus propios modelos de crianza, su historia de apego y conserven suficiente “función reflexiva” (Fonagy et al.)[xiii] para poder conectar y dar seguridad psicológica a los niños y adolescentes. Las familias que mayores probabilidades de éxito tienen para que una persona menor de edad pueda permanecer con ellos en su hogar son aquellas que tienen una adecuada salud mental, que han revisado su biografía, que han ganado madurez y seguridad, que no necesitan ser gratificados por el niño o joven y que verdaderamente desean vincular. Se abren a la ayuda profesional y a entender su mente y la de su niño o adolescente acogido (mindsight, mente que se ve a sí misma, Siegel)[xiv], reconocen su papel en los problemas que surgen y tienen conciencia de cómo impactan sus actos en la persona menor de edad. Necesitan formación en trauma y apego, pero es más recomendable el trabajo personal. Las capacidades de apego y empatía de las familias son imprescindibles para el ejercicio de la parentalidad terapéutica. Se necesitan familias conscientes, no perfectas.

Acoger a un niño o joven supone introducir una historia de dolor en casa. Toda la unidad familiar debe de prepararse para poder comprender las alteraciones emocionales y conductuales que el niño o joven puede presentar como reflejo de ese dolor. Sólo así podemos desarrollar la capacidad de empatía y la conexión emocional que estas personas menores de edad necesitan para sanar de sus heridas en el apego. 

No existen soluciones facilistas a los problemas de los niños y adolescentes, ni tampoco podemos erradicar sus conductas y sus emociones y sustituirlas por otras. Además, no todo depende de la persona menor de edad, ni está en sus manos por su inmadurez y sus afectaciones al neurodesarrollo poder hacer los cambios que los adultos les pedimos. Como dice el psiquiatra y experto en neurobiología Rafael Benito, "no es una cuestión de voluntad, neurológicamente no hay ningún área en el cerebro donde resida el que “si quieres, puedes”. Existe la capacidad de que estos niños y adolescentes integren más eficientemente sus redes neuronales y con la presencia, el acompañamiento, la paciencia, la seguridad, el afecto incondicional y la guía de un adulto equilibrado consigan transformar su dolor y pasar de los mecanismos de resistencia a los de resiliencia, si es que cuentan con un entorno de apoyo, afectivo y solidario. 

Los profesionales no podemos hacerlo todo para que estos niños y adolescentes sanen en sus heridas de apego, del trauma relacional y de los trastornos emocionales y conductuales que presentan. Los acogedores tienen un papel clave en este proceso de sanación; y los otros profesionales que acompañan al chico (orientador, tutor, técnicos de infancia, psiquiatra…) también. Juntos y coordinados seremos la red que sostendrá a la persona menor de edad y le ayudaremos a hacer un camino transformacional, pero no con la idea de “solución”, porque además de ser un marco referencial imposible es muy frustrante. Con el trabajo continuado, surgirán así cualidades en estos niños y jóvenes insospechadas, se abrirán a la empatía, al afecto, la mutualidad. Se sentirán dignos y merecedores de buscar su lugar en el mundo, de emprender y aportar a la sociedad sin esperar el rechazo y el abandono de los demás. 

De todos los elementos, el que más se ha comprobado que genera resiliencia a largo plazo es el de la aceptación incondicional. Con independencia de sus rasgos, temperamento, conducta, personalidad… contar con adultos que los acepten como personas y cuenten con su amor, respeto y valoración, es un poderoso factor de resiliencia. Esto es lo más difícil, pero clave. La crianza puede ser muy desafiante (por las alteraciones que estos chicos presentan), agotadora y estresante (por eso se cuenta con el apoyo de toda una red profesional). No obstante, un acogimiento también está lleno de grandes momentos de felicidad, conexión, anécdotas, ilusión, juego, goce, diversión, pertenencia… “Cuando las cosas se hacen bien: preparación, formación, apoyos…, salen bien”, como dice Cristina Herce [xv], psicóloga y traumaterapeuta sistémica y co-directora del programa técnico de acompañamiento al acogimiento familiar en la provincia de Gipuzkoa, llevado a cabo por el Centro Lauka y la Diputación Foral, con treinta años de experiencia en el ámbito. 

 


No me puedo olvidar de la familia biológica. El niño o adolescente tiene derecho al mantenimiento de este vínculo, siempre y cuando este no le dañe y le retraumatice, exponiéndole a las mismas dinámicas maltratantes que sufrió cuando convivía en su hogar de origen. La neurociencia nos dice que este tipo de experiencias relacionales retraumatizan. En estas situaciones donde el niño o adolescente es nuevamente expuesto al trauma se le vuelve a dañar emocional y cerebralmente. No puede, por ello, desprenderse de las defensas que le permiten sobrevivir. Nadie duda de que la familia biológica ama a sus hijos, pero la ciencia ha demostrado lo dañino que es para el vínculo ser amado por quien te hace sentir inseguro y te maltrata… La relación con la familia biológica debe de propiciarse si es beneficiosa para la persona menor de edad. El interés superior de esta exige protegerle. Si la relación incide en dinámicas de malos tratos, las visitas deben de suspenderse o reducirse al mínimo contacto y supervisadas. Creo que esto lo tenemos muy claro cuando se trata de violencia de género, pero no tanto cuando se trata de violencia contra la infancia. 

Por su parte, en mi experiencia, los acogedores han de hacer un trabajo de aceptación y respeto de la familia biológica y asumir que acoger es aceptar que el niño o joven tenga relación y contacto -si este es positivo- con ellos, y que es normal que antes y/o después de los encuentros la persona menor de edad le revuelvan emocionalmente. 

Es fundamental ver a los padres biológicos como los niños que sufrieron malos tratos o condiciones de vida injustas que afectaron a su capacidad parental, que no recibieron ni la ayuda ni la protección a la que tenían derecho, como dice Jorge Barudy. No fueron vistos ni protegidos por el mundo adulto. Una actitud cercana, de respeto, de valoración, bondadosa, de colaboración y tratando de “acoger” también a la familia biológica permitirá que el niño pueda integrar en su biografía a ambas familias.

Los niños y jóvenes acogidos en general viven tratando de disociar la experiencia del maltrato y del acogimiento, como si no existiera, por eso no pueden hablar de ello, o desarrollan relatos incoherentes, desconectados de la emoción, fantasiosos, o muestran gran angustia o enfado si se les pregunta por ello. Les remite a profundos sentimientos de “vergüenza crónica” (Deyoung)[xvi] que son profundamente desintegradores. Ser diferente y señalado socialmente es muy duro para ellos porque les recuerda a no ser amados, ser abandonados, maltratados y/o rechazados y padecer experiencias de desconexión emocional de sus padres o cuidadores. Por eso, para ellos es más tolerable hacer como que todo eso no existe, o manifestar otros síntomas (reacciones de rabia, fugas, obsesiones, alteración conductual, autolesiones…) que les resultan más soportables. “Exceptuándote a ti, yo no hablo con nadie del tema del acogimiento, hago como si no existe”, me comentó una vez un joven en terapia. Hago un llamamiento social para poder ver a estos niños sin estereotipos y normalizando la diversidad familiar, que es riqueza.

El “bloqueo de los cuidados” es un término acuñado por Hughes [xvii]. Aprovecho para recomendar su libro a todas las personas que quieran acoger a niños en su hogar, y a todos los profesionales: “Construir los vínculos de apego” Esto significa que algunos de estos niños no pueden aprovechar los cuidados normalizados que todas las familias ofrecen, ni aceptar la autoridad en todos los casos, ni la disciplina clásica. Bloquean los cuidados porque recelan de las personas que dicen ser sus padres o familia acogedora por el temor a ser dañados. No hay que olvidar que sufrieron graves maltratos, negligencia y/o abusos sexuales y la confianza en el mundo adulto está seriamente afectada. Por ello, no pueden ceder el control ni abrirse a la vulnerabilidad ni al amor, ni a la empatía, porque hay miedo y rabia que les pone en una posición de ataque, a la defensiva; o, al contrario, excesivamente sumisos. Además, han podido desarrollar esquemas mentales y creencias tempranas sobre el mundo adulto difíciles de desmontar, como “no puedo confiar”, “estoy en peligro”, “a la larga te abandonarán”, “solo vigila por lo tuyo” … No pretendo desanimar a nadie, al contrario, trato de motivar a los acogedores y a todos los futuros acogedores a ser conscientes de esto para poder abordarlo. Si se siguen unas pautas de parentalidad terapéutica y primero se afianza una respuesta consistente en los acogedores -estructura, rutinas, seguridad y predictibilidad-, se abrirán y responderán positivamente al afecto de la familia, a la empatía y los cuidados, y a la aceptación de los límites y las normas. Pero hay que tener paciencia y perseverancia. Es un proceso lento, aunque se van produciendo transformaciones en las personas menores de edad. Los acogedores han de mantenerse firmes y regulados emocionalmente para no dejarse arrastrar por las transferencias afectivas de estos niños y jóvenes, que inconscientemente van a tratar de confirmar que aquellos abandonan y son inherentemente malos. Si no caen en la tentación de castigarlos, criticarlos, perder el control, hacerles el vacío y manejan estas tormentas relacionales desde la empatía y el sostenimiento afectivo respetuoso (tolerando el odio), y salvan el sentido de sí mismo (bueno) del niño (que puede hacer cosas que están mal, pero que puede aprender), este irá modificando su modelo interno mental sobre los nuevos adultos que son sus acogedores que le cuidan. Estos niños sienten que son malos, no que hacen las cosas mal, pero son intrínsecamente dignos. Sienten vergüenza intensa más que culpa, que es una emoción mucho más temprana y dolorosa. Pero insisto, si se contempla esto, y las cosas se preparan adecuadamente para tratar terapéuticamente a estos niños y jóvenes más profundamente dañados, la evolución puede ser satisfactoria y beneficiosa para ellos y las familias. 

Las familias de acogida no son “familias de segunda”, no es la biología la que garantiza los cuidados de calidad sino la competencia parental basada en una historia de apego elaborada, capacidad mentalizadora (reflexiva) y empática, habilidades de crianza terapéutica, plasticidad mental y apertura a la ayuda profesional (Barudy y Dantagnan)[xviii]. Las familias deben ser seleccionadas de acuerdo con estos criterios para garantizar el mejor contexto familiar vincular para los niños y adolescentes. Con paciencia, perseverancia y permanencia, observamos que se puede recorrer y acompañarlos en el camino de la sanación de sus traumas y alteraciones. Es algo realmente gozoso compartir esta experiencia reparadora con un niño o joven. Recordemos estas frases de Maryorie Dantagnan[xix]: “La gota de agua no horada la piedra por su fuerza sino por su perseverancia” “No todo lo que hagamos por los chicos ahora lo veremos reflejado ahora” También recomiendo el libro “Vincúlate. Relaciones reparadoras del vínculo en niños adoptados y acogidos”, que escribí pensando en los niños y las familias de acogida. Y El libro de Rafael Benito titulado: “Cerebro moldeando cerebros. Cómo las relaciones interpersonales guían la evolución del cerebro infantil y adolescente desde el nacimiento”.


REFERENCIAS

[i] https://www.unicef.es/publicacion/convencion-sobre-los-derechos-del-nino

[ii] http://www.buenostratos.com/2021/04/el-derecho-los-buenos-vinculos-y-los.html

[iii] Herce, C. (2022). El acogimiento familiar como recurso para promover cambios epigenéticos. Documento no publicado.

[iv] Dantagnan, M. (Comunicación personal, 25 de octubre de 2014)

[v] Bowlby, J. (1953). Cuidado maternal y amor. México: Fondo de Cultura Económica.

[vi] Benito, R. (2024). Cerebro moldeando otros cerebros. Cómo las relaciones interpersonales guían la evolución del cerebro infantil y adolescente desde el nacimiento. Bilbao: Desclée de Brouwer.

[vii] Barudy, J. y Dantagnan, M. (2010). Los desafíos invisibles de ser padre o madre. Manual de evaluación de las competencias y la resiliencia parental. Barcelona: Gedisa.

[viii] Hughes, D. (2019). Construir los vínculos de apego. Cómo despertar el amor en niños profundamente traumatizados. Barcelona: Eleftheria.

[ix] Perry, B., & Szalavitz, M. (2017). El chico a quien criaron como perro: Y otras historias del cuaderno de un psiquiatra infantil. Capitán Swing Libros.

[x] Barudy, J. y Dantagnan, M. (2017). Prólogo. En Benito, R. y Gonzalo, J.L. La armonía relacional. Aplicaciones de la caja de arena a la traumaterapia. Bilbao: Desclée de Brouwer.

[xi] Perry, B., & Szalavitz, M. (2017). El chico a quien criaron como perro: Y otras historias del cuaderno de un psiquiatra infantil. Capitán Swing Libros.

[xii] Barudy, J. y Dantagnan, M. (2010). Los desafíos invisibles de ser padre o madre. Manual de evaluación de las competencias y la resiliencia parental. Barcelona: Gedisa.

[xiii] Fonagy, P., Gergely, G., Jurist, E. y Target, M. (2002). Affect regulation, mentalization, and the development of the self. New York: Other Press.

[xiv] Siegel, D. (2011). Mindsight, la nueva ciencia de la transformación personal. Barcelona: Paidós.

[xv] Herce, C. (2022). El acogimiento familiar como recurso para promover cambios epigenéticos. Documento no publicado.

[xvi] DeYoung, P. (2024). Comprender y tratar la vergüenza crónica. Sanar el trauma relacional del hemisferio derecho. Barcelona: Eleftheria.

[xvii] Hughes, D. (2019). Construir los vínculos de apego. Cómo despertar el amor en niños profundamente traumatizados. Barcelona: Eleftheria.

[xviii] Barudy, J. y Dantagnan, M. (2010). Los desafíos invisibles de ser padre o madre. Manual de evaluación de las competencias y la resiliencia parental. Barcelona: Gedisa.

[xix] Dantagnan. M. (Comunicación personal, 20 octubre de 2023).

lunes, 2 de diciembre de 2024

"No estoy sola", un cuento sobre las emociones y situaciones que se viven en el acogimiento familiar, por Maritxu Amenabarro.

 

"No estoy sola"
Autora: Maritxu Amenabarro



Presentación

Es un placer y un honor que hayas respondido a la llamada del Blog Buenos tratos para darnos a conocer tu trabajo. De todos los invitados que podemos tener, de los que más orgulloso y honrado me siento es de quienes crecéis desde la adversidad, porque vosotros dais credibilidad y sentido al trabajo que hacemos los profesionales. Para quienes no te conozcan en este blog, cuéntanos en unas líneas quién es Maritxu Amenabarro.


Maritxu Amenabarro
Soy Maritxu Amenabarro, tengo 25 años y fui una menor en Acogida. Tengo dos hermanas mayores y junto con la mediana estuve en un centro de acogida desde los 6 años hasta los 8, momento en el que nos acogió Aitor en su caserío (lugar donde a día de hoy sigo viviendo). 

Soy ilustradora y escritora de cuentos, y con estos libros me encantaría poder ayudar a dar visibilidad a temas como el Acogimiento Familiar.




Jose Luis: Gracias por atender nuestra llamada. Hoy nos presentas un cuento que has publicado recientemente, “No estoy sola”, bonitamente ilustrado, donde cuentas la vivencia de una niña en acogida. Este blog lo siguen muchas familias acogedoras y profesionales de la protección a la infancia, para ellos, explícanos cuál fue tu motivación para escribirlo. 

Maritxu: Al terminar mis estudios universitarios de Creación y Diseño, quise hacer un TFG (Trabajo de Fin de Grado) donde poder combinar el ámbito social con el diseño, y así nació mi primer cuento “No estoy sola”, donde hablo de las situaciones y emociones que se viven dentro del acogimiento familiar. 

Desde pequeña he sido una niña muy correcta, muy buena, que no expresaba nada “malo”, solo sonreía y hacía reír a los demás. Desde fuera se me veía como una niña feliz, pero no era así. Me ha tocado madurar antes de tiempo, para poder cuidar de mis familiares (aún siendo la hija menor). Mi madre tenía esquizofrenia y mi padre hacía lo que podía… pero la situación se le iba de las manos. Es por ello que yo aprendí a cuidar de mi madre y hacer que sonriera. No me cuidaron, yo cuidaba de ellos. Con esto quiero decir que todas esas sonrisas posteriores son mecanismos de defensa, porque yo veía que era la única manera para “agradar” a los demás y que me quisieran, yo no podía dar problemas. 

De ahí nació mi motivación para la creación de este cuento, para que los niños/as que están en situación de acogimiento sientan que no están solos, que hay alguien que ha pasado por situaciones similares y que siempre habrá alguien para escucharnos y sostenernos.

J.L.: En el cuento se puede ver cómo la protagonista no es vista ni sentida en su mundo emocional, por ejemplo, en el ámbito escolar, donde los niños pasan muchas horas, al contrario, las conductas que pueden indicar malestar emocional son interpretadas y juzgadas de modo negativo por los profesores… 

M.: Sí, y es un tema que creo que debe cambiar. Los profesores no están bien informados de lo que implica el Acogimiento y el impacto que tiene en el menor. Os pongo en situación: imagínate que yo ayer tuve un día horrible porque me fue la visita mal y al llegar a casa después de esa visita mi cabeza no está para ponerse a hacer deberes ni estudiar… y además al ir al colegio los profesores me echan la bronca o me llaman tonta por no seguir el ritmo. ¿Cómo voy a seguir el ritmo de mis compañeros si no tengo una vida estable? Sé que los profesores no se pueden saber la vida de cada alumno, pero sí que pueden estar mínimamente informados de lo que puede llegar a suponer tener un alumno en esa situación, que con una mirada le pueda calmar o decir “tranquil@, se que ahora mismo no estás para concentrarte”. Yo por suerte (o por desgracia) he estado muy desconectada y disociada, y nunca he t
enido problemas académicos como tal, pero siempre me he sentido sola en el ámbito escolar (obviamente no con todos los profesores).

J.L.: La integración en la mente de la familia biológica, con la que hay relación y contactos, y de la acogedora, reflejados en el cuento a través de la visita, es un factor de estrés que les resulta muy complicado de manejar y elaborar a los niños acogidos… 

M.: Es una situación complicada, sí. Para mí uno de los temas más difíciles han sido las visitas, porque yo iba con muchísimas ganas de ver a mis padres (pese a la situación) y el no poder contarles durante 10 años ni dónde vivía ni con quien me supuso un gran esfuerzo mental y emocional. El mirarles a los ojos y responderles “aita, no me preguntes eso porque no te lo puedo decir” es muy duro. Se convierte en una situación donde todo son secretos, malos rollos… Además, por no hablar de todas las secuelas posteriores que deja eso en la edad adulta; problemas para comunicarte, problemas para conectar con tus emociones, conflicto de lealtades… Me volví una niña muy reservada y callada, que cuando iba al psicólogo no decía ni media palabra.


Maritxu Amenabarro


J.L.: En mi opinión las familias acogedoras necesitan ser acompañadas para poder,  su vez, acompañar a sus niños, para darles afecto y seguridad, sostenerles a lo largo de su desarrollo. Es un proceso en el que los niños tienen que trabajar para poder aceptar su historia de vida e integrarla lo mejor posible en su biografía. En el cuento, lo que más ayuda a la protagonista no son los discursos o las explicaciones, sino que su acogedor se muestre disponible, cercano y seguro, capaz de hacerle sentir sentida, como dice Siegela la niña, para que esta pueda confiarle lo que siente y piensa sobre su vida y lo complicado que esta se le hace. En resumen, como el título, saber que no está sola ¿Estás de acuerdo? 

M.: Totalmente de acuerdo. Los niños no necesitan escuchar grandes sermones, lo único que necesitan es saber que no están solos, que vas a estar ahí para ellos, para escucharles y apoyarles en lo que haga falta. A veces ellos no te van a hablar de sus emociones, pero sí que necesitan escuchar y sentirse seguros de que vas a estar ahí para ellos pase lo que pase, porque ya han sido “abandonados” emocionalmente una vez y ya tienen miedo. Así que en resumen, para los padres/madres/profesionales: tenéis que manteneros fuertes y mostrar que sois un hogar y un lugar seguro para esos niños a los que acompañais.

J.L.: ¿Quieres añadir algunos aspectos que te parezcan relevantes y que no te haya preguntado?

M.: Ya lo he comentado antes, pero me parece muy importante el dar visibilidad a este tema para que cada vez más personas vean esta realidad y que así poco a poco las personas menores de edad puedan sentirse más integrados en esta sociedad y se deje a un lado esa mala connotación negativa que tiene el “ser de un centro/familia de acogida”, como si apestáramos o fuéramos malos por serlo. 

También me gustaría hablar de que en el cuento aparecen cinco emociones, algunas son muy típicas como el enfado, la tristeza… pero también aparece la culpa, emoción que está muy presente en la vida de los menores acogidos… así que prestad atención a esa emoción, porque se nos hace muy difícil identificarla. 

J.L.: Finalmente, ¿puedes compartirnos cuál es tu experiencia sobre cómo de preparado ves al mundo adulto (acogedores, profesores, profesionales de la salud…) para comprender a un niño/a que vive en acogimiento familiar? 

M.: Todavía queda un largo camino, pero creo que cada vez más personas saben sobre el tema. Desde el 2007 (año en que me acogieron) a ahora, sí que he visto cambios. Por ejemplo ahora se intenta dar información a la familia biológica desde el principio y me alegra muchísimo, porque es algo que yo he sufrido mucho. Pero lo dicho, creo que falta mucho trabajo y debería hablarse mucho más este tema en colegios, televisión… y que dejen de hacer series donde el menor acogido es un problemático, ¡por favor! Que eso no ayuda nada a reducir esa connotación negativa. 

Por último, quiero decir que no es solo cuento, es una herramienta, por tanto, usad las fichas que aparecen al final del libro, porque son muy útiles para trabajar las emociones, el vínculo adulto-niño etc.

Espero que disfrutéis del cuento y os pueda servir.

El cuento también se ha editado en euskera (lengua vasca)


J.L.: Muchas gracias, Maritxu. Enhorabuena por tu trabajo, todo nuestro cariño y admiración. Déjanos una dirección para que las familias puedan adquirir el cuento por aquí:



Enlaces a entrevistas:

Un abrazo entre páginas (Noticias de Gipuzkoa)




lunes, 9 de septiembre de 2024

Mano a mano entre Rafael Benito, psiquiatra, y Jose Luis Gonzalo, psicólogo para hablar de neurobiología relacional en la infancia y adolescencia ¡Bienvenidos a la 17ª temporada del blog Buenos tratos!

Neurobiología relacional en la infancia y la adolescencia

Conversación entre Rafael Benito y Jose Luis Gonzalo

Jose Luis Gonzalo, psicólogo y Rafael Benito, psiquiatra


Presentación

Hace unas semanas Rafael Benito y yo nos reunimos para conversar sobre los aspectos más relevantes en relación a los adolescentes, el apego, el neurodesarrollo y los malos tratos tempranos, y cómo aunar visiones desde la neurobiología y la psicoterapia, huyendo de planteamientos cartesianos que dividen cerebro-cuerpo y mente. Desde ambos lados (como la anchura y la largura de una superficie, ambas son necesarias para calcular esta), nos proponemos explicar y desengranar algunos de los elementos más importantes, de acuerdo con la ciencia del cerebro, que conducen a un buen desarrollo infantil. También hablaremos de lo que ocurre en el cerebro cuando una persona sufre malos tratos, qué es lo que favorece su reparación.

Fruto de nuestra conversación, que fue grabada en vídeo (la grabación ofrece más contenidos que el texto y la ofreceremos pronto en este blog), elaboramos este documento-resumen que he ordenado para publicarlo aquí en formato conversación. Me parece que es el mejor modo de comenzar esta 17ª temporada de nuestro querido blog Buenos tratos: proponer una visión de las relaciones interpersonales desde la neurobiología y repasar qué aspectos favorecen el bienestar de nuestros niños y adolescentes, especialmente de los que han sufrido adversidad temprana.

Por utilizar una metáfora que nos ayude a comprender cómo podemos aunar visiones que se complementan, me vino a la mente la labor de dos genios como Eduardo Chillida (escultor) y Cristobal Balenciaga (modisto). Ellos, desde dos ámbitos artísticos diferentes, consiguen interpretarse el uno al otro para llegar a producir lo mismo: belleza y armonía a través materiales y expresiones distintas que dialogan. Psicología y psiquiatría llegan también por dos vías diferentes a dialogar para estudiar y tratar lo mismo: el cerebro/mente. Chillida y Balenciaga, mediante materiales y configuraciones en principio antagónicas (los vestidos y las esculturas) encuentran nexos y confluencias. Sin que tengamos la genialidad de estos grandes, ni mucho menos, intentaremos transmitiros esta idea del diálogo y la complementariedad entre psiquiatría y psicología. 

Espero que os aporte en vuestro caminar personal y profesional.

Balenciaga y Chillida, expresiones artísticas distintas, 
pero llegan a conceptos que confluyen y están unidos.

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Neurobiología relacional en la infancia y la adolescencia
Mano a mano entre Rafael Benito, psiquiatra y 
Jose Luis Gonzalo, psicólogo


Rafael Benito: La cría de la especie humana nace con un sistema nervioso sin hacer, con un desarrollo prolongado que se extiende hasta la treintena.

La naturaleza dispuso que el moldeado de las redes neurales que componen este sistema se produzca a lo largo del neurodesarrollo utilizando la plantilla proporcionada por el cerebro ya hecho de los adultos que interaccionan con el niño y el adolescente a través de una relación interpersonal suficientemente estrecha y duradera denominada relación de apego.

Y para moldear cerebros integrados, las figuras de apego deben proporcionar interacciones sintonizadas con los estados emocionales del niño y el adolescente, capaces de oscilar en función de las variaciones del afecto infantil, y suficientemente coherentes para evitar el caos que supondrían respuestas impredecibles para el niño. 

Jose Luís: En la línea de lo que comentas, Rafa, antes de ayudar a un adulto a sintonizar con un niño o joven, es importante que aprenda primero a sintonizar con sus propios estados emocionales. ¿Puede recordar alguna persona que en su vida validara sus emociones o mundo interno? Alguien que le dijera: "siento lo que te ha ocurrido, comprendo que te sientas así, tiene que ser duro, imagino que te sentirás triste…" "Al recordar esto, ¿qué sientes?" "¿Qué notas en tu cuerpo?" ... "Nótalo, acógelo y valídalo". Está bien lo que sentimos. Ahora quizá, después de sintonizar con nosotros, estamos  más preparados para sintonizar con el niño o joven. "¿Qué sentiste en esa situación?" Si sabe expresarlo, le decimos que entendemos que se sintiera así y validamos esa emoción. Si no lo sabe, podemos tratar de aventurar a modo de hipótesis cómo pudo sentirse. Por ejemplo: "Cuando alguien no te invita a una fiesta, uno se puede sentir rechazado. ¿Puede ser?" Si el chico o joven da muestras de que sí puede ser eso, le decimos que sentimos que se sintiera así pero que es normal que lo sienta y positivo que lo pueda expresar. Nosotros lo comprendemos y estamos a su lado. Hay que tratar de estar presentes corazón con corazón, que el niño sienta que escuchamos su yo autobiográfico. 

Rafael: ¡Muy bueno, Jose Luís!. Seguimos aportando conceptos científicamente importantes. Sabemos desde la neurobiología que la evolución de las redes neurales desde la máxima flexibilidad a la máxima eficiencia, a través de procesos de proliferación y poda, hace que las relaciones interpersonales que tienen lugar durante el desarrollo sean decisivas en la conformación del sistema nervioso, y determinen en gran medida como será su funcionalidad en el adulto. El cerebro no va a perder nunca la capacidad para moldearse con arreglo a nuevas experiencias; pero esta facultad nunca va a estar tan desarrollada como en las fases de proliferación y poda. 

El desarrollo cerebral en el ser humano es prolongado y se extiende desde la sexta semana tras la concepción hasta los 25 o 30 años. A lo largo de esas tres décadas hay dos fases fundamentales de proliferación y poda: la primera se produce durante la infancia y la segunda durante la adolescencia.

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Durante los primeros tres años el sistema nervioso es especialmente sensible a interacciones presididas por el maltrato o el abandono. Desgraciadamente, también es el periodo de tiempo en el que resulta más difícil detectar ese daño y acabar con él.

Jose Luís: Es impresionante lo que cuentas, Rafa. Pienso en un ejercicio que puede ayudar a tomar conciencia de la importancia de las relaciones interpersonales de las que hablas en la formación del sistema nervioso. A ver qué te parece. 

Le podemos pedir a un adulto que, tras un rato respirando, entre en un estado de calma atenta. La confianza que ese adulto tiene en la persona que le acompaña en el ejercicio es importante. Sería bueno hacerlo con un psicoterapeuta (u adulto) en el que se confía. Le indicamos que acceda a un recuerdo de la adolescencia asociado a una emoción difícil de regular, como el rechazo, la rabia o la vergüenza. Tratamos de que no sea un recuerdo de una intensidad emocional muy alta (No más de 3 ó 4 sobre 10) Le pedimos que nos diga qué imagen le viene a la mente, qué sensación corporal y qué pensamientos. Que sea capaz de traer al presente todos los componentes de la experiencia, que conecte sentidamente con el recuerdo (...) Le decimos que piense en lo que hubiera necesitado en ese momento por parte de un adulto. Le pedimos que, si es demasiado intenso, pare cuando quiera y se dé cuenta de que está en el presente con nosotros. Fundamental que sienta que no pierde la conexión emocional con nosotros en ningún momento. Le decimos si nota nuestra presencia reguladora. Y le pedimos que vaya expresando lo que le venga a la mente. Después, le ayudamos a comprender desde el yo adulto lo que se quedó sin poder elaborar. Este ejercicio suele servir para que los adultos se den cuenta de lo duro que es experimentar experiencias de este tipo a esta edad, y eso que no elegimos recuerdos de intensidad muy elevada. Permite tener más empatía, paciencia y comprensión hacia los chicos que han sufrido maltrato. 

Rafael: ¡Me ha encantado este moldeamiento neuronal a través de este ejercicio, Jose Luís! Seguimos. Consideramos la adolescencia como un regalo de la naturaleza; una época en la que se renueva el bosque neuronal y podemos reparar de un modo profundo y eficaz las heridas del maltrato durante la primera infancia.

Durante la pubertad se produce una nueva fase de proliferación a la que seguirá, a lo largo de toda la adolescencia, una fase de poda que finalizará hacia los 25 años con la culminación del desarrollo del córtex prefrontal. Todavía quedará, a lo largo de la treintena, completar el desarrollo de las conexiones interhemisféricas que perfeccionarán la capacidad cerebral para convertir en narrativa las vivencias corporales.

Jose Luís: ¡Excelente exposición! Ahora que mencionas las narrativas, me viene a la mente la técnica de la caja de arena (tú y yo colaboramos en la escritura de un libro titulado: "La armonía relacional. Aplicaciones de la caja de arena a la traumaterapia"). La creación de una escena usando miniaturas en una caja de arena, símbolos visuales, permite en un primer momento conectar con las vivencias corporales. Habrá símbolos que produzcan sensaciones placenteras y otros que generen sensaciones más intensas, como miedo, rabia, asco… Todavía la persona no sabe por qué. En ese momento, aún no accedemos a la narrativa. Le pedimos a la persona que observe lo que note en su cuerpo como sensación física mientras respira suavemente, tratando de observarlo. Poco a poco, notará que las sensaciones corporales se hacen más reguladas, o se transforman y varían. Ahora es cuando le podemos pedir al constructor de la caja que narre, o mediante preguntas le pedimos que vaya contando lo que cree que representan o significan, y podrá ligar una narrativa más coherente, consiguiendo convertir las sensaciones en narración. 

Rafael: Preciosa manera de llevar la neurobiología de las narrativas a una técnica que lo representa muy bien. Realmente, el neurodesarrollo durante la adolescencia es una especie de reinicio. Las áreas del sistema límbico proliferan en un crecimiento acelerado que rompe provisionalmente la integración, haciendo que predominen y abran al adolescente a nuevas experiencias en una búsqueda constante de nuevas respuestas. Por el contrario, la corteza prefrontal enlentece su desarrollo dificultando la regulación emocional y el control de los impulsos.

Como se puede ver, es un periodo lleno de oportunidades, pero también de riesgos; un periodo en el que vuelve a resultar necesario contar con el cerebro ya maduro de las figuras de apego para proporcionar recursos de que les ayuden a conectar adecuadamente las áreas límbicas con las zonas frontales que deben regularlas. Al mismo tiempo, las conexiones interhemisféricas del adolescente organizarán narrativas congruentes con las experiencias vividas.

"En la adolescencia hay que contar con el cerebro maduro
de las figuras de apego"
(Rafael Benito)


Jose Luís: Por eso, Rafael, de acuerdo con lo que dices, pienso que para que los niños y los jóvenes puedan contar con el cerebro maduro de las figuras de apego es importante que estas hayan desarrollado la capacidad de mentalizar. Para poder mentalizar hay que reconocer el mundo interno de los chicos. Partir de la idea de que debo darle herramientas que le permitan usar mis competencias como figura de apego para guiar sus actuaciones. Lo primero, escuchar sin juzgar. Por supuesto, validar y tratar de no criticar, los adultos en seguida moralizamos. Lo segundo, conversar y mediante preguntas (sabias por nuestra parte), ayudarles a comprender lo que les pasa a ellos y a los demás por dentro. Las preguntas no deben ser algo policial sino formuladas en términos de apertura, curiosidad y saber más. Preguntas que ayudan a los chicos a conversar y a aprender. En un momento dado, podemos orientar y mediante nuevas preguntas animarles a que vean más puntos de vista. Algunas preguntas útiles pueden ser (ya las ofrecimos en otro post):

¿Qué ocurrió?

¿Qué te lleva a afirmar eso?

¿Qué efecto tuvo en ti?

Hablando de uno mismo:

Cuál era tu estado emocional antes

En qué estado emocional te encontrabas…

¿Qué piensas de lo ocurrido?

Tal vez sientas…

Me pregunto si…

Pareces pensar que te voy a abandonar, no estoy seguro de que te lleva a pensar tal cosa...

Ayúdame a verlo de ese modo

Hablando de los otros:

¿Qué le llevó a actuar así?

¿Qué ocurría con la sensación de que él o ella…?

Creo que me he equivocado. Lo que no puedo entender es como he podido llegar a decir eso. ¿Puedes ayudarme a volver a lo que sucedió antes de equivocarme?

¿He pasado por alto algo obvio?

Ahora lo que me intriga es que tú y yo estamos teniendo una perspectiva diferente (marcar una perspectiva alternativa)...

Quiero sacar un tema que no quiero que tomes como que te juzgo, pero me parece importante porque me preocupa y tenemos que hablarlo…

Aprecio lo que dices, pero ese es el efecto que me produce lo que haces o dices… O lo que hace o dice otro.

¿Qué te parece, Rafa?

Rafael: ¡Muy bien! Seguimos con más cuestiones importantes. Vamos a hablar ahora de un tema muy sensible para nuestras familias, pero necesario para poder comprender y ayudar eficazmente: los malos tratos.

Cuando un niño ha sufrido maltrato o abandono en la infancia, llega a la adolescencia en las peores condiciones para afrontar los cambios del neurodesarrollo propios de esta etapa. Los problemas de integración vertical originados por el maltrato hacen que se acuse más la inestabilidad generada por el crecimiento acelerado de las áreas límbicas y la incompetencia transitoria del córtex prefrontal.

La necesidad de figuras de apego con sistemas nerviosos bien integrados es máxima en esta situación. Presencia e influencia serían las palabras clave en las necesidades de apego adolescente. Como dice Daniel Siegel en su libro "La mente en desarrollo", los adultos deben convertirse para los adolescentes en la “pista de despegue” que les ayude a volar, y en el “puerto seguro” al que siempre pueden regresar para encontrar apoyo y contención.

Jose Luís: ¡Aquí neurociencia y apego se dan la mano de una manera fascinante, Rafa!. Es muy importante -según lo que acabas de contarnos- decirles (ponerlo en palabras) a los niños que se les ama siempre y, sobre todo, que se les valora, que los comentarios, críticas o valoraciones cotidianas es sobre lo que hacen o dicen, no sobre lo que son (aceptación fundamental), que en ningún momento sientan que nos avergonzamos de ellos o que les devaluamos. ¡La persona y la relación por encima de todo! No necesitan ser competentes en todo lo que hagan para ser amados y considerados por nosotros. 

También es fundamental que sientan que estamos siempre disponibles para ayudarlos, que desarrollen esa expectativa. Primero, estamos presentes (presencia segura) cuando se sientan agobiados, frustrados, tristes, enfadados..., ante cualquier vivencia… Y, después, tratamos de ayudarlos con sus problemas: "¿Qué puedes hacer?" "¿Cómo puedes manejarlo?" "¿Qué opciones tienes?" "¿Cómo te puedo ayudar yo? Cuando son más pequeñitos, los tenemos que acompañar, cuando van creciendo, les guiamos, pero ellos mismos van afrontando las situaciones y les enseñamos a afrontar los problemas. "¿Cuál es el problema?" "¿Posibles soluciones?" "¿Consecuencias al ponerlas en práctica?" "¿Para mí?" "¿Para los otros?" Todo lo que sea potenciar su capacidad reflexiva es muy importante. Hay veces que las cosas no saldrán bien y los reconfortamos. El dolor forma parte de la vida, pero estamos ahí para escuchar, calmar, abrazar, ayudar a narrar… El asunto no es tanto que nos pasen cosas difíciles, adversas… sino no contar con nadie. Que sepan claramente: "Si me necesitas, estoy". Eso da muchísima seguridad. 

Rafael: En conclusión, la adolescencia de los chicos y chicas víctimas de maltrato en la infancia exige todavía más de sus figuras de apego; por lo que es vital que éstas sean suficientemente capaces de regular sus emociones, conozcan bien las fortalezas y debilidades de sus propios sistemas nerviosos y cuenten, si es necesario, con presencias auxiliares (educadores, terapeutas, médicos) que generen una red de cerebros moldeadores. ¿Qué te parece?

Jose Luis: Cien por cien de acuerdo. Llegamos al fin de nuestra conversación. Ha sido un placer, como siempre, departir y encontrar lugares comunes contigo, amigo y colega.

Rafael: Lo mismo digo, amigo y colega Jose Luís, un auténtico gusto poder encontrarnos y buscar nexos y confluencias que logren aportar luz a las familias en el acompañamiento de sus hijos durante la crianza. 

lunes, 27 de noviembre de 2023

El origen de los sentimientos crónicos de vacío y soledad en personas con historias de negligencia y/o abandono grave.



Quiéreme, que no entiendo qué hago aquí

Quiéreme, si no quieres que esté muerto

Porque todo es un desierto

Fuera de ti

Luis Eduardo Aute




El origen de los sentimientos crónicos de vacío y soledad en personas adoptadas y acogidas con historias de negligencia y/o abandono grave

Jose Luis Gonzalo Marrodán
Psicólogo clínico y Traumaterapeuta sistémico



"Me siento súper triste

Tengo una bola en el pecho, me ahogo literalmente, no puedo respirar

Y esa sensación de vacío, de soledad, de tristeza profunda…

Los chicos, las compras, el alcohol... solo logran que se haga más y más grande cada vez

No sé por qué me pasa esto

Me quiero morir"


Este texto podría ser escrito por muchas personas. ¿Cuál es el denominador común de un buen número de pacientes que sienten un profundo abismo interior de vacío y soledad, acompañado de sensaciones corporales que viven como aniquiladoras? Lo que observo, más allá de etiquetas diagnósticas, es que comparten recuerdos implícitos de experiencias prolongadas de negligencia afectiva y física y/o abandono durante los dos primeros años de vida. Fundamentalmente, se puede hipotetizar que no hubo una figura adulta con la permanencia suficiente como para que las funciones del apego pudieran darse: una base segura interiorizada. O si la figura de apego estuvo, no hizo estas funciones de manera suficiente; o lo hizo de manera perturbadora.

Hasta ahora yo no había considerado tanto el papel del amor en el apego (había pensado más en la seguridad), es decir, que el bebé sienta que es amado en exclusiva. Creo que juega un rol importante. Lo intuía, pero nunca había tenido la oportunidad de leer sobre amor y apego. 

Leyendo el nuevo libro de Schore (2022) titulado “Psicoterapia del hemisferio derecho” (¡qué joya!) descubro que este autor precisamente se refiere al amor. ¿Cómo entiende Alan Schore el amor? De este modo:

“El amor puede referirse a un sentimiento de ternura, pasión y calidez, pero también a la acción de amar, que implica expresiones de afecto físico, cariño y actos de bondad”. Pienso en ello y me imagino que el cariño y la expresión del amor, y que el niño lo vaya sintiendo y grabando en su cuerpo y después representarlo en su mente, es un ingrediente necesario. Dice Schore: “El amor mutuo entre una madre y un bebé está incrustado en una relación de apego óptima, cocreada, recíproca, sincronizada, basada en el cuerpo y en la transacción emocional. Los bebés responden mucho menos al discurso y más a lo que se llama señales “extraordinarias” en forma de expresiones faciales y tonos de voz exagerados, a los que los bebés reaccionan con sonrisas, arrullos… Los bebés son seres activos en este cometido. Un comienzo afectivo temprano puede moldear epigenéticamente los procesos evolutivos que se expresan en la infancia”.

Al leer estas definiciones de Schore (2022), a uno le viene a la mente las aportaciones del psicoanalista Winnicott. Este autor afirma que una de las funciones de la madre o de la persona que haga esta función es la de Handling. “Son los soportes y cuidados concretos y reales que el niño necesita, al estar sintonizados y atentos a sus necesidades de manipulaciones de alivio sobre su cuerpo real: mirarlo, tocarlo, acariciarlo, limpiarlo es decirle: “te quiero, me importas, tú vales, mereces, eres objeto de mi amor” en el lenguaje del cuerpo; dejar de hacerlo es dar el mensaje contrario. El logro psicológico que permite un buen Handling es la vivencia de personalización, de habitarse a sí mismo…”  (Stutman, 2011).

Por lo tanto, qué importante es que el bebé experimente que los ojos de la madre lo aman profundamente y que alguien está ahí viendo su mente y sintiendo que le sienten. Winnicott no podía aventurar la trascendencia de sus observaciones y sus implicaciones para el desarrollo neurobiológico. Esto nos lo ha aportado Schore (2011) tiempo después, pues es en el cerebro derecho donde quedan disociados los terribles y aniquiladores afectos desreguladores que el bebé debe de experimentar cuando llora y nadie acude; cuando busca conexión y contacto a través del cuerpo y no hay nadie allí; cuando sólo ve durante horas y horas el techo de un orfanato; cuando tiene hambre y un gran dolor interno se le forma en todo su cuerpecito… 

Foto: Pinterest



Si entendemos todo esto, podremos entender también que nuestros niños y niñas, para poder sanar de todas estas heridas traumáticas, necesitarán sentir que estamos a su lado, acompañándolos, empáticamente. El afecto del profesional será fundamental en esta labor. Se re-experimentarán estos agujeros emocionales de vacío y soledad, pero esta vez debe ser diferente: el profesional está ahí y con su conexión y empatía le ayudará a sentirse presente y sostenido. Que "la sombra del tsunami" del trauma no le devore (Bromberg, 2011). Las técnicas y las interpretaciones quedarán en un segundo plano. Se le da demasiada primacía a lo técnico y poco a lo relacional en la formación de los profesionales. Schore (2022) habla en su libro del papel del afecto en psicoterapia como un ingrediente fundamental.

Hay otra función importante en la madre que Wnnicott investigó: el Holding, que sería algo así como el andamiaje. "Es la capacidad de sostener emocionalmente al niño, en todo momento y en todos los estados por los que pueda atravesar su afectividad y su impulsividad. Naturalmente habrá emociones placidas y otras altamente displacenteras y ahí requerirá que la madre le preste su capacidad de contención y sostén para que él logre sobrevivir a la intensidad de lo vivenciado". (Stutman, 2011)

"Si bien Bion y Winnicott, no se influyeron, ni siquiera contactaron mientras desarrollaban sus teorías, tienen mucho en común en este punto, ya que Bion propone el concepto de Reverie de la madre, como la capacidad de contención emocional. El diría que se espera que la madre en primera instancia y también el padre sean capaces de recibir las angustias, molestias y llantos del niño y transformarlos, devolviéndolos descargados de angustia, de una forma más apropiada en que sí puedan ser toleradas y recibidas por el niño". (Stutman, 2011)

Muchas personas tampoco pudieron vivir esta función de Reverie. Por ejemplo, algunos pacientes adoptados que trato fueron trasladados a un orfanato nada más nacer. No tuvieron figura de apego, los padres adoptivos recuerdan que se agarraban a un biberón y no lo soltaban durante horas. Sufrieron abandono emocional grave y desnutrición. Tras un periodo de complacencia, en la adolescencia, la desregulación emocional y los sentimientos de vacío y soledad son insoportables. La ira les produce un secuestro destructor y la angustia vital es para ellos una experiencia devastadora. No tuvieron la función de Holding, sostén, andamio, contención... Tan importante para la regulación y el desarrollo de un modelo interno de trabajo seguro. 

“Cuando la madre no cumple su función de sostén del yo, lo que surge es esta angustia impensable, portadora entonces de una amenaza de anonadamiento cuyas principales variantes se exponen a continuación: 1) Fragmentarse 2) Vivir una impresión de caída sin fin 3) Sentirse elevado a cumbres infinitas 4) Carecer de relación con el propio cuerpo y, por último, de orientación espacio temporal” (Nasio, 1996).

¿No podemos reconocer aquí a muchas personas que han sufrido abandono temprano?


"No tengo ganas de nada

Llevo horas paralizado

Nada me motiva, ni el deporte, ni el colegio, ni los amigos, ni la comida…

No disfruto con nada ni con nadie

Sólo puedo estar en la cama y que pase el día".



Esta expresiones tan tristes y duras de un adolescente que vive en un centro de acogida, que tiene doce años y sabe que (sin tener ninguna noticia de sus padres biológicos, con los que no se relaciona desde hace dos años), sin la perspectiva de ninguna familia acogedora (sabe que las familias no quieren niños mayores) su vida y necesidades dependen de los educadores del centro de acogida, que se vuelcan con él. Este niño sabe que a los dieciocho años le espera… la incertidumbre. ¿Con quién vivirá? ¿Qué será de él? Todo esto influye mucho, pero es que, además, este chico, durante los tres primeros años de vida, convivió con una madre que, por sus propios traumas y depresiones, consumía sustancias de manera muy frecuente. Eso generaba que este bebé fuera funcionalmente cuidado, pero la parte del "amor tranquilo" en el sentido de Schore (2022), no la vivió suficientemente. Y tampoco vivió lo que este autor denomina "el amor excitado", todo lo que es juego, risas, conexión… Por eso, este chico muestra esa falta de creatividad y deseo, porque no lo ha tenido, careció de ello en una etapa sensible para su neurodesarrollo; y ahora se observa en su no tener ganas de nada… Cualquiera le tomaría por un indolente, ¡qué injusto para él!. 

Foto: https://xn--elenapieiro-7db.com/neurociencia-y-terapias-basadas-en-juego/



Así pues, Schore (2022) refiere que el amor tiene tres etapas:

1ª etapa: Primeros meses después del nacimiento. 

Domina el amor tranquilo de una madre

Madre y bebé se conectan a nivel subcortical de la amígdala: se corresponde con el inconsciente profundo de Freud y el nivel más básico de seguridad y confianza.

2ª etapa: El amor mutuo materno-infantil.

Dos o tres meses. Entra en funcionamiento el sistema de apego de todos los mamíferos. Madre e hijo conectados a nivel de la corteza cingulada anterior (media en el apego y en la ansiedad de separación) Stern le llamó el SELF CENTRAL.

Se da también un amor más excitado y comienza el juego (del que hablaremos luego) Grandes habilidades en el bebé para coreografiar juegos e interacciones espontáneas.

Participan en interacciones por turnos (8 semanas)

Son importantes los movimientos del cuerpo y cabeza como las vocalizaciones, en la interacción con la madre.

3ª etapa: Protagonismo de la corteza orbitofrontal

Desde los 10-12 hasta los 18 meses

Las conductas y emociones afiliativas amorosas dejan huellas duraderas en la corteza orbitofrontal y en sus conexiones de dopamina tegmental ventral y en los centros de recompensa del cerebro, así como en la sustancia gris periacueductal implicada en el dolor emocional de la separación.

“Esto dividirá el mundo de los bebés en dos categorías: 1.- Los bebés que no han sido significativamente dejados caer en la infancia y cuya creencia en la confiabilidad los lleva hacia la adquisición de una confiabilidad personal… Estos bebés tienen continuidad existencial, conservan la capacidad para avanzar y retroceder y llegan a ser capaces de afrontar todos los riesgos porque están bien asegurados. 2.- Los bebés que han sido significativamente dejados caen dentro de una pauta de fallas ambientales; llevan consigo la experiencia de una angustia impensable o arcaica. Saben lo que es estar en un estado de confusión aguda o conocen la agonía de la desintegración. Saben qué significa que se los deje caer, qué significa la caída perpetua o escindirse en la desunión psicosomática". (Winnicott, 1991).

Perderse todo esto tiene consecuencias graves en el desarrollo que van más allá de las lecturas que habitualmente se hacen de las conductas que estos chicos y chicas nos muestran, que en realidad son la expresión de que algo grave ocurrió en sus vidas. Seamos justos con ellos y ellas. El profesional es convocado por el niño para que este sea claramente testigo de la injusticia sufrida, y aquel debe de validarla. 

El cambio de mirada, la evaluación comprensiva y el papel reparador de todos los que estamos trabajando con ellos y ellas, el valor de las relaciones amorosas y seguras, fuente de sanación, no puede ser sustituido por nada. Esto lleva mucho tiempo y se requiere que las experiencias reparadoras sean repetitivas. Así lo creemos, y para ello trabajamos día a día, los profesionales formados en el modelo de la traumaterapia infanto-juvenil sistémica. Y muchos otros y otras, "manada de mujeres y hombres buenas y buenos", como dice el gran (y maestro) Jorge Barudy. 


REFERENCIAS

Bromberg, P. (2011). La sombra del tsunami y el desarrollo de la mente relacional. Madrid: Ágora relacional.

Nasio, J. D. (1996). Grandes psicoanalistas. Gedisa.

Schore, A. (2011). Prólogo. En La sombra del tsunami y el desarrollo de la mente relacional. (pp 18-55). Madrid: Ágora relacional. 

Schore, A. (2022). Psicoterapia con el hemisferio derecho. Barcelona: Eleftheria.

Stutman Zapata, Analia (22/07/2011). Algunos aportes de Winnicott para la reflexión en torno al rol de la madre. Centro psicoanalítico de Madrid. https://www.centropsicoanaliticomadrid.com/publicaciones/revista/numero-5/algunos-aportes-de-winnicott-para-la-reflexion-en-torno-al-rol-de-la-madre/

Winnicott, D. W. (1991). La experiencia de mutualidad entre la madre y el bebé (1969). En Exploraciones psicoanalíticas I (pp. 299-311).