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lunes, 23 de junio de 2025

Podcast capítulo 5: Traumaterapia sistémica®: el vínculo, cuerpo y nuevas narrativas, por María Álvarez Reyes, psicóloga y traumaterapeuta.

 

Podcast Capítulo 5



Para seguir el podcast, click en este vídeo de Youtube:





Damos comienzo a un nuevo proyecto que desde la Traumaterapia sistémica® hemos puesto en marcha. A través de varios capítulos, una serie de podcast, vamos a daros a conocer los fundamentos de este modelo, su metodología, sus modalidades de intervención... Somos más de 800 profesionales repartidos por toda España e Hispanoamérica, que trabajamos aplicándolo después de egresar del Postgrado. 

Participarán los miembros del equipo docente del diplomado, los profesionales que aplican la Traumaterapia en el ámbito de la protección a la infancia (técnicos de infancia, trabajadores sociales, psicólogos, educadores...), la enseñanza (maestros, orientadores...), la psicoterapia (psicólogos que la utilizan en sala de valientes), lo judicial (abogados, educadores, psicólogos...), así como las familias que han trabajado como coterapeutas y han participado llevando adelante una parentalidad terapéutica. 

En este quinto capítulo, nos acompaña María Álvarez, psicóloga y traumaterapeuta. En este podcast María (además de compartirnos cómo conoció a Jorge y Maryorie) nos habla de su recorrido profesional como psicóloga desde que tras finalizar el Postgrado en Traumaterapia sistémica, pasó a formar parte del equipo de Barudy y Dantagnan, tanto como miembro del equipo de traumaterapia infantil como docente de dicho Postgrado. En este interesantísimo post, María Álvarez, que es especialista además, en terapia sensorio-motriz, nos habla de cómo integra el trabajo corporal y las narrativas del trauma dentro del Modelo de Tres Bloques de Barudy y Dantagnan aplicado en sala de valientes, y nos comparte toda su experiencia como traumaterapeuta, pues es una de las más veteranas (forma parte de la segunda promoción apega en Barcelona).

María Álvarez Reyes. Es licenciada en Psicología Clínica y de la Salud por la Universidad Complutense de Madrid, terminó sus estudios en Katholieke Universiteit Leuven, Bélgica. Psicoterapeuta gestáltica formada por la EMTG. Obtiene el Diploma de Estudios Avanzados adscrito al área de conocimiento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento psicológico en la Universitat de Barcelona. Diplomada especializada en Trauma Psicoterapia Infantil Sistémica por IFIVF, Barcelona. Formada como terapeuta sensorio-motriz por el Sensorimotor Psycotherapy Institute. Ha colaborado como docente con el Centre d’Estudis Juridics i Formació Especialitzada de la Generalitat de Catalunya y con el Centro Exil, Barcelona, en el ámbito de la violencia su prevención y tratamiento. Su práctica clínica la ha desarrollado o como psicóloga y psicoterapeuta especializada, siendo miembro de los equipos de intervención en Fundació Lethe (Llar residencial terapèutica “La Cellera”, Girona), en el Consorci de Benestar Social (Servei d’atenció psicològica a dones i menors que pateixen violència masclista Pla de l’Estany. Banyoles) y actualmente en la Asociación EXIL, Barcelona.

El blog Buenos tratos, el oficial de la Traumaterapia sistémica®, contribuye encantado a la difusión de estos podcast, que serán una entrada más, esta vez hablada, dentro de toda la información que por aquí compartimos desde hace años.

Ya sabéis que podéis escuchar los podcast a ratos y que es muy cómodo oírlos mientras hacemos otras tareas con las que esta escucha es compatible.

Os dejo con el Capítulo 5.

lunes, 3 de marzo de 2025

Entrevista a Carlos Pitillas, Doctor en psicología, sobre su nuevo libro "Caminar sobre las huellas. Vínculos, trauma y desarrollo humano"



Entrevista a Carlos Pitillas, Doctor en psicología.
Con motivo de la publicación de su nuevo libro
"Caminar sobre las huellas. 
Vínculos, trauma y desarrollo humano"

Vídeo de Carlos Pitillas presentando su libro
en exclusiva para todos/as los y las seguidores/as
de Buenos tratos


Carlos Pitillas Salvá es Doctor en Psicología por la Universidad Pontificia Comillas, donde imparte clases de Psicoanálisis, Clínica Psicodinámica de la Infancia y Adolescencia o Intervención con Familias en Riesgo de Exclusión, entre otras. Coordina el proyecto Primera Alianza: mejorando los vínculos tempranos, a través del cual ha intervenido con familias en ámbitos de exclusión, ha formado y supervisado a profesionales de la protección del menor y ha desarrollado investigación sobre innovación en el trabajo con familias. Se ha especializado en la detección, prevención y tratamiento del trauma interpersonal temprano. Recientemente, ha comenzado a trabajar sobre cuestiones de crianza e intervención centrada en el vínculo en contextos no occidentales. Es co-autor de Primera Alianza: fortalecer y reparar los vínculos tempranos. Contacto:  cpitillas@comillas.edu



Presentación

En Buenos tratos sólo nos hacemos eco de los libros de calidad, como este que tengo el honor de presentaros hoy de mi colega y profesor de la Universidad de Comillas, Carlos Pitillas. 

Carlos, muchas gracias por atender, una vez más, la llamada de Buenos tratos, es un placer tenerte de nuevo entre nosotros. Me gustaría recordar tu participación en el blog, con un artículo titulado: "Primera alianza: fortalecer y reparar los vínculos tempranos". También fuiste ponente en San Sebastián, en las VI Conversaciones sobre Apego y Resiliencia, en el año 2022, con una conferencia en torno a la transmisión intergeneracional del trauma. Con esto has demostrado tu compromiso con este blog. Ahora amablemente te acercas por aquí porque has publicado un nuevo libro, del cual nos hacemos eco, titulado “Caminar sobre las huellas. Vínculos, trauma y desarrollo humano”. Te ha llevado años de trabajo. 

José Luis: ¿Por qué este libro, Carlos? ¿Cuál es la motivación que te ha animado a escribirlo?

Carlos: Gracias por tenerme de nuevo en este espacio que admiro tanto y tanto ayuda. Es un placer y, también, un apoyo que valoro mucho para este libro. Caminar sobre las huellas es un ensayo que viene gestándose desde que me dedico a hablar, en contextos diversos, sobre el efecto de las experiencias vinculares tempranas en el desarrollo social y emocional de las personas y, particularmente, sobre los modos en que el trauma afecta a estas trayectorias. En ese sentido, el libro emerge de todas las ocasiones en que he tenido que estudiar y organizar el conocimiento que existe sobre este tema, y hacerlo accesible para otros. Es, en definitiva, mi “modelo” acerca de cómo se construye la mente socio-afectiva partiendo de los vínculos tempranos. El modelo se ha elaborado a través de los años, en diálogo tanto con la literatura científica y con las personas a las que he tenido la suerte de dar clase, tratar o supervisar, y bebe de la teoría del apego, la teoría del trauma, y la teoría psicoanalítica contemporánea. 

La motivación por la que preguntas está muy cerca de lo que acabo de explicar. Se trataba de plasmar y compartir (en la versión más ordenada de la que soy capaz) algo que llevaba leyendo, estudiando y contando a otros durante una parte importante de mi carrera. Esta motivación era casi una necesidad, si se quiere. Y que el libro exista ahora y esté publicado es una alegría y tiene algo de liberación (¡llevaba mucho tiempo dentro de mi cabeza!), aunque esto también se acompaña, claro, de cierto vértigo.

Portada del nuevo libro de Carlos Pitillas.

Para adquirir el libro, haz click AQUÍ


José Luis: ¿Puedes contarnos cuál es el plan del libro?

Carlos: "Caminar sobre las huellas" comienza con una introducción donde se establece una de sus premisas básicas (si no la más importante): nuestro funcionamiento actual en las relaciones (nuestra identidad, la forma que tenemos de sentirnos y comportarnos en el seno de los vínculos importantes) es el resultado de nuestras trayectorias de desarrollo, las cuales comienzan con la primera puerta al mundo social que son esos vínculos que establecemos en la de niñez y la adolescencia, en el seno de la familia (aunque no solo). Y esta premisa es la que da sentido al título, que hace referencia al hecho de que nuestros patrones relacionales adultos son, hasta cierto punto, una repetición de aspectos de nuestras relaciones tempranas (interacciones que se hicieron habituales, afectos nucleares, estrategias de “supervivencia” que tuvimos que desarrollar, etc.). 

Aunque rara vez nos damos cuenta, caminamos sobre nuestras propias huellas. Repetimos, revivimos y, en los casos más graves (cuando venimos de un mal sitio), podemos llegar a reproducir formas de dolor muy destructivas, en nosotros mismos o en los demás. La persona que repetidamente se expone a situaciones de maltrato; quien cae una y otra vez en experiencias de invisibilidad social o aislamiento; el que con frecuencia gestiona su fragilidad asustando o dañando a otros; quien se aleja de las buenas oportunidades que la vida le pone por delante (una relación amable, la oportunidad de ser visto o cuidado, etc.); entre otros, están, en muchos casos, siendo víctimas de procesos emocionales y cognitivos que se instalaron tempranamente y que sesgan el comportamiento, adulto de formas que son (auto)destructivas y perpetúan el trauma. 

El plan del libro comienza, por lo tanto, estableciendo y fundamentando esta premisa, para continuar “desempaquetando” el conjunto de procesos que sostienen esta relación pasado-presente. 

Dichos procesos (en orden de aparición), incluyen:

Los esquemas cognitivo-afectivos que adquirimos de pequeños y que nos sirven para poner orden y navegar la experiencia social. Esquemas de seguridad (p.ej., sentirse querido, en contacto con alguien que quiere; sentirse seguro en contacto con un cuidador disponible), esquemas de inseguridad (p.ej., sentirse incapaz de retener a un cuidador esquivo o intermitente), o esquemas traumáticos (p.ej., verse como alguien pequeño en contacto con otros que son destructivos y de los que se depende).

Los antecedentes intergeneracionales de la seguridad y del maltrato, es decir, los mecanismos invisibles que hacen que los padres puedan dar seguridad a sus hijos o, por el contrario, exponerlos a un peligro que –de formas a veces sutiles– reproducen el peligro que ellos mismos vivieron. Los miedos de los padres, sus tendencias defensivas, su capacidad de ajustarse al temperamento del niño, o su capacidad de ver al niño como una persona separada y por derecho propio, son abordados como partes fundamentales del “juego” relacional que marca la diferencia entre vínculos tempranos seguros o inseguros/traumáticos. 

Las adaptaciones que hacen algunos niños a las condiciones inseguras en las que crecen. Estas adaptaciones han sido particularmente bien estudiadas a la luz de los estilos de apego, las defensas de apego o las estrategias de reorganización del apego en niños que sufren mucha confusión y miedo (porque tienen padres muy confusos o muy asustados ellos mismos). 

El libro se sumerge, entonces, en la “arquitectura” de la mente traumatizada y sus conflictos. Aquí exploramos la fragmentación interna de los niños que han crecido con padres impredecibles o amenazantes, la agresividad –muy difícil de manejar– que acumulan estos individuos, sus fantasías negativas acerca de los demás, o la necesidad de esconder ciertas necesidades o emociones como vía de supervivencia, entre otras. En definitiva: cómo una historia de peligro estimula la tendencia a defenderse.

Y las defensas siempre tienen su límite funcional, es decir, tarde o temprano, dejan de servirnos. El libro finaliza dedicando algunas secciones al efecto “irónico” de las defensas postraumáticas más rígidas. Estas, al tratar de salvarnos de un peligro, lo que hacen es exponernos con más fuerza a otros peligros que no somos capaces de predecir.

El libro finaliza con dos casos narrados con relativo detalle y analizados bajo el prisma de todos los contenidos que se estudian en las secciones previas. 

José Luis: “Algunos sesgos y patrones en nuestra forma de actuar y sentir parecen acompañarnos desde nuestros primeros años…” afirmas en la presentación. Esto es cierto para todas las personas, pero es especialmente importante para quienes han sufrido traumas tempranos y complejos. Me vienen a la mente los niños acogidos y adoptados, cuyas familias siguen este blog, cuyos patrones -por ejemplo, el temor al abandono- les influyen poderosamente a lo largo de la vida. Poder comprender esto es importante para que la crianza y la terapia sean reparadoras para estos niños, y que las familias reciban el apoyo que necesitan…

Carlos: Absolutamente. Cada vez me convenzo más de que el mejor modo de cuidar a alguien y alcanzar una verdadera reciprocidad en una relación (con los hijos, con las parejas, con los pacientes) es a través de un reconocimiento de la vulnerabilidad propia. Este reconocimiento, si se hace bajo condiciones de seguridad y uno es hasta cierto punto capaz de apropiarse de ello, nos permite establecer relaciones más profundas, y más complejas (en el buen sentido). Si están en contacto con su vulnerabilidad, los padres acogedores y adoptantes, los profesionales de la relación de ayuda, los tutores de resiliencia y educadores, los padres biológicos, etc., son más sensibles, más conscientes de sus límites, más capaces de pedir ayuda a tiempo, más capaces de recuperar su mentalización cuando la pierden, y más justos. Esta vulnerabilidad, con frecuencia, es histórica: la traemos de un tiempo anterior y de una relación pasada. Así que aquí hay un trabajo narrativo (mirar hacia atrás y contarse uno su propia historia) que, por cierto, casi siempre es imposible de hacer fuera de una relación mínimamente segura. 

José Luis: ¿Consideras que es un libro para profesionales o también pueden beneficiarse de su lectura las familias y el público en general?

Carlos: Es un libro técnico, pero he hecho un esfuerzo grande por conseguir que la exposición de los principios sea accesible para cualquiera. He intentado que los conceptos complejos tengan relevancia y sentido para personas diversas y no necesariamente formadas. En este caso, además, me he permitido incorporar al texto muchos ejemplos de la cultura: extractos de novelas, referencias a películas, anécdotas de la historia de la cultura (hay una referencia a Elvis Presley a la que tengo especial cariño), incluso cito trozos del monólogo de un cómico estadounidense. No puedo estar seguro de que estas estrategias hayan hecho que el libro sea accesible y claro. Pero, si me he acercado algo a este objetivo, pienso que el libro podría servir a personas ajenas a la profesión. Supongo que el tiempo (y el feedback) dirán. 

José Luis: Si pudieras hacer una síntesis de lo fundamental del libro, dirías…

Que es un ensayo escrito con un intento de precisión y, al mismo tiempo, mucha pasión por este problema científico y humano que es la pregunta acerca de cómo nos construimos, y por qué a veces es tan difícil, para las personas que han tenido peor suerte, dejar de sufrir. 

José Luis: ¿Quieres decirnos algo más sobre el libro?

Carlos: Que me siento afortunado de haberlo escrito y agradecido de todos los interlocutores (alumnos, pacientes, colegas, etc.) que, a lo largo de los años, han motivado su existencia.

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Buenos tratos regresará con un nuevo post 
el día 24 de marzo de 2025, como siempre, a las 9:30h de España

martes, 22 de octubre de 2024

Simientes, un relato breve escrito por Thais Gamaza

Presentación

Sabéis que de vez en cuando presentamos relatos literarios relacionados con las temáticas que tratamos en este blog, un modo diferente de acercarnos a ellas, más bello y sugestivo. 

Unas breves líneas para agradecer el relato que Thais Gamaza, compañera del taller de literatura, me regaló sobre el trabajo psicológico, que se puede aplicar al trauma, precioso, que me ha gustado tanto que he querido compartirlo con todos vosotros y vosotras. 

Como veis, Thais atesora una destacada trayectoria como escritora, con un futuro brillante, dada su juventud. 

Thais Gamaza


Thais Gamaza (Cádiz, 1986). Diplomada en Magisterio y alumna colaboradora del departamento de lengua y literatura, ha realizado estudios de Creación Literaria en el Laboratorio de Escritura de la Universidad de Cádiz, dirigido por María Alcantarilla. Además continúa su formación de la mano de varias escritoras latinoamericanas. Actualmente, realiza estudios de Psicología Clínica. Su relato “Luz de gas” aparece en la antología 'Destejiendo heridas' (2021), publicada en México y prologada por la escritora Liliana Blum. Su cuento “No va más”, publicado en la antología 'En cuentos con Rosa' (Literálika, 2020), fue uno de los ganadores del concurso internacional “Las hojas de Rosa”, publicado en la antología 'Labios rojos, chocolate y una rosa' (Ediciones de Educación y Cultura, 2020), obra prologada y amadrinada por Rosa Montero. Ha sido una de las doce escritoras seleccionadas para participar en la antología 'Mujeres Perversas', prologada por las escritoras Agustina Bazterrica y Agustina Caride, editada en México y que se publicó en 2022.


Simientes


PARTE I. 

Cuando J. adquirió el superpoder, fue consciente de que debía elegir con qué cometido utilizarlo, o tal vez, incluso el hecho de no hacerlo. Mientras se decidía, sembró, en el patio pequeño situado a la entrada de su casa, una sonrisa, para que germinara y poder tener cosecha para los años siguientes.

PARTE II. 

Cada día la misma rutina. Alguien viene a verlo:

J. la mira a los ojos, y asiente. La chica no sabe muy bien qué le está queriendo decir, pero nota como si un rayo láser le atravesara el cuerpo. Ella se siente vulnerable. Cree que su vida se proyecta como una película frente a J. e intenta esquivarle la vista para que no siga mirando en los huecos tapados. No está mal para una primera sesión, piensa J.

PARTE III. 

Vuelve a casa, y, con mucho cuidado, va retirando los conflictos que se les han quedado adheridos a la piel. Los guarda en un cesto de mimbre, forrado con una tela blanca bordada con lavandas, y se mete en la ducha para limpiarse el cuerpo de los propios que se hayan despertado en ese día. Escucha el jadeo del perro, que lo espera en la puerta del baño sentado sobre sus dos patas traseras, moviendo la cola, y piensa que ojalá pudiera atravesarlo a él. Sale a la puerta de la casa a dejar la sonrisa en la tierra, para que se refresque con la humedad nocturna y poder tenerla lista para el día siguiente. 

El espejo del baño ya se ha aclarado y J. ensaya con su reflejo.

—Eres un farsante— le dice.

PARTE IV.

Al llegar el fin de semana, J. sale con su cesto, y lleva a los dolores a jugar al parque. Les acaricia el pelo. Los coge de la mano. Les habla de lo maravillosos que llegarán a ser. De hecho, ya lo son. Les cuenta lo orgulloso que se siente de ellos por haberse atrevido a manifestarse. Hasta que, cuando al fin se sienten ligeros, ellos solos alzan el vuelo.

lunes, 7 de octubre de 2024

La vergüenza crónica, reflexiones a propósito del libro de Patricia Deyoung


Estoy leyendo el libro “Comprender y tratar la vergüenza crónica”, de Patricia Deyoung y está siendo todo un descubrimiento. Me está ayudando a entender y tratar especialmente a determinados pacientes adolescentes y adultos que presentan trauma complejo. Sin embargo, es útil no solo en estos casos sino también para entender a otras personas que, sin haber sufrido un impacto traumático tan severo, han vivido experiencias en las que no se han sentido unidos y seguros con sus figuras de apego. 

Portada del libro de Patricia Deyoung

Los pacientes con un trauma complejo crónico presentan síntomas muy variados. No encajan fácilmente en una categoría diagnóstica y, una vez recuperados, suelen recaer de una manera muy frecuente. La cronicidad en sus problemas de salud mental y en sus relaciones interpersonales son recurrentes. Por ejemplo, manifiestan tristeza profunda crónica, dolores psicosomáticos continuos, reacciones de ira descontrolada, se sienten fácilmente atacados e invalidados y reaccionan de manera hostil, síntomas obsesivos (con la limpieza, el orden, la gente que puede o no entrar en sus casas…), reacciones de bloqueo cuando se les presenta un problema cotidiano, déficit interpersonales (no pueden mantener relaciones cercanas y estrechas porque entran en conflicto al sentirse fácilmente rechazadas y hacen valoraciones y apreciaciones de la realidad distorsionadas o proyectivas), adicciones casi continuas (a las sustancias, o a las compras u otras actividades), imposibilidad de mantener una relación de pareja sana, episodios depresivos, muchos problemas para mantener un trabajo… Podría seguir… La disociación se ha hecho habitual en su repertorio, como dice Schore forma parte ya de su estructura neurobiologica. 

Otras veces no observamos experiencias o procesos relacionales aparentemente tan severos, pero la persona no se ha sentido amada, reconocida, validada, segura y conectada con las figuras parentales u otras personas significativas con las que se ha criado. 

Cuando uno trabaja con los modelos terapéuticos clásicos del trauma, basados en conceptualizar el caso (o evaluar) y aplicar protocolos u otras técnicas de tratamiento terapéutico eficaces para abordar los contenidos y recuerdos traumáticos asociados a los síntomas y los trastornos que presentan, lo que yo observo es que este tipo de abordajes no son suficientes. A mi juicio, este tipo de modelos no han considerado como merece la relación terapéutica. La sitúan como fundamental (en el sentido de que está en la base de todo tratamiento), pero no la valoran como la terapia en sí misma. De hecho, la herencia de todo esto es que cuando un profesional por diversos motivos (resistencia de un paciente, mecanismos de defensa que son delicados de eliminar tan rápido, falta de confianza en el profesional, no sentir seguridad con él, sentirse juzgado, traspasar límites terapéuticos…) no puede aplicar técnicas y se encuentra solo en el estar-con el paciente, siente que no está haciendo nada y que la terapia no avanza. No ve las enormes posibilidades terapéuticas de una terapia relacional. El paciente le está haciendo el regalo de seguir acudiendo y de mostrarse, pese a los riesgos, en una relación con un otro tan significativo como lo es un terapeuta… El paciente esperará a comprobar qué hacemos cuando surjan momentos críticos: “Después de la fuerte discusión que tuvimos pensé que ya no me recibirías más en la consulta". "Con el psicólogo anterior fue así, me dijo que había atentado contra su confianza y decidió suspender las sesiones” “Con el último profesional que estuve decidí no ir, dijo una frase que me molestó mucho y no volví más, nunca me llamó para preguntar por qué falté”- son frases pronunciadas por pacientes.

En este sentido, los modelos psicoanalíticos relacionales recientes, basados en los conocimientos que tenemos sobre el hemisferio derecho del cerebro, nos están aportando una nueva mirada y una nueva forma de llevar adelante los tratamientos. Autores como Schore están situando este tipo de psicoterapias en el siglo XXI y dudan de que una terapia basada solo en las técnicas y en el hemisferio izquierdo (interpretativa, cognitivo-conductual…) sea exitosa. Debemos implicar al hemisferio derecho. De este modo, Schore (2022) afirma: 

"La regulación psicobiológica interactiva [...] proporciona el contexto relacional bajo el cual el paciente puede establecer contacto, describir y finalmente regular su experiencia interna de manera segura [...] Lo que ayuda al paciente a efectuar el cambio es experimentar este empoderamiento en el contexto de seguridad proporcionado por el trasfondo de la regulación afectiva interactiva psicobiológicamente armonizada del terapeuta empático".

"La neurociencia ha legitimado la subjetividad en psicología y en terapia. Tanto la ciencia como la teoría clínica coinciden en que la psicoterapia es básicamente relacional y emocional, por lo que ahora pensamos que estar emocional e intersubjetivamente con el paciente es más importante que explicarse racionalmente el comportamiento del paciente"

"El trauma relacional no se aborda mediante estrategias, técnicas, interpretaciones, etc. dictadas por la agenda de una teoría particular. Más bien, es a través del establecimiento de un tipo específico de relación que no se impone ni se manipula artificialmente, sino que se permite que emerja en la interacción conversacional".

La relación terapéutica de transferencia y contratransferencia, desde una mirada actual (casi diríamos que todo es contratransferencia porque terapeuta y paciente constituyen un cerebro bipersonal, se interinfluencian mutuamente), es la clave del proceso terapéutico. Y, además, porque muchos de los “recuerdos” de los pacientes son implícitos, inconscientes, pertenecientes a una etapa temprana (no se olvida pero no se recuerda) y solo se pueden mostrar y manifestar en lo que escenificamos con los otros. Y, en concreto, en lo que se escenifica en el marco de la relación afectivamente íntima paciente/terapeuta. La terapia relacional es la terapia, no el medio para conseguir aplicar unas técnicas eficaces. Es más: diría que cuando aplicamos técnicas hay implicaciones relacionales, conscientes o inconscientes. Están ahí, pero las obviamos. Podemos estar comunicándonos con nuestro paciente a nivel explícito de una manera, pero en la comunicación no verbal implícita pueden estar pasando otras cosas: “No te lo he dicho hasta ahora, pero me da mucho miedo estar con un hombre a solas en una sala porque cuando tenía diez años un amigo de mi padre abusó de mí. Mi padre no me creyó y mi madre se drogaba y bebía y me dijo que a ella también le ocurrió y que lo olvidara”. Una revelación así no solo requiere de un abordaje técnico para tratar ese contenido traumático sino sobre todo y ante todo, hablar y tratar sobre los sentimientos que se experimentan por ambas partes, y sobre todo acerca de la inseguridad y el miedo que esta persona siente, para poder sostener la relación y renovarla. Como dice Deyoung: "Un momento de enactment mutuo [con este término se refiere Patricia a que terapeuta y paciente escenifican juntos una actuación en la cual las necesidades y conflictos inconscientes de ambos se solapan y se encuentran, refleja una espiral de influencia mutua: el paciente actúa en el terapeuta y este en el primero] puede ser terriblemente doloroso en terapia. A veces, los clientes no pueden soportarlo o verle el sentido, y abandonan la terapia. Pero a menudo soportan quedarse si sus terapeutas pueden soportarlo con ellos, mientras comparten una convicción de que su lucha conjunta importa profundamente de alguna manera".

Creo que en el trabajo con los pacientes debemos situar la relación terapéutica como el eje vertebrador de toda la terapia. Este modelo es mucho más exigente y comprometedor para el profesional, porque le va a poner, en cantidad de ocasiones, en situaciones interpersonales donde las decisiones -qué decir, qué hacer y sobre todo, cómo actuar- van a ser muy delicadas y criticas. Y va a requerir que nosotros, como profesionales-persona con biografía, hayamos sanado de nuestras propias heridas infantiles. Porque los terapeutas pueden conducir sin darse cuenta a su paciente hacia una experiencia retraumatizante. O, por el contrario, hacia una manera de revivir de modo diferente (por lo tanto, reconstruir) lo experimentado en el pasado, con un resultado interpersonal distinto, sanador de los patrones relacionales dañados de nuestro paciente.

¿Por qué algunos pacientes presentan estos rasgos de ser, estos síntomas y estas conductas tan persistentes y continuadas? Es como si se comportaran como la osa que vivió años atada en una jaula y solo tenía un pequeño espacio para caminar en círculo. Ya fuera de la situación traumática, en libertad, la osa continúa durante mucho tiempo girando alrededor del perímetro que tenía en cautividad sin darse cuenta de que… ¡tiene todo el espacio del mundo! Este tipo de pacientes, con frecuencia se recuperan de un evento que les dispara las reacciones traumáticas pero de nuevo otro disparador les mete en similares reacciones… Es decir, hacen lo mismo que la osa: idénticas reacciones emocionales y conductuales que en el pasado, la misma repetición de patrones afectivos y vinculares, las mismas decisiones y actuaciones que llevan a similar resultado: hacerse daño y/o hacérselo a los demás. Y en la explicación de porqué se comportan así, pendulan entre culpar al exterior o culparse a ellos mismos y caer en conductas autolíticas y autodestructivas. Como la osa, no salen de ese círculo. Y los profesionales aplicamos las técnicas, llevamos adelante protocolos validados, interpretamos sus patrones y les ayudamos a resignificar lo vivido a la luz de nuevas reflexiones (cuando se abren a ello, porque la excesiva activación o las posturas rígidas defensivas hacen que solo vean una parte de la realidad, una única verdad y absoluta; y eso dificulta que trabajemos la mentalización) que conecten genuinamente con las emociones reguladas por la relación terapéutica. Y por supuesto que mejoran, y se logra ayudarles con resultados positivos en muchos aspectos de sus vidas y de su salud. Pero observo que vuelven una y otra vez a repetir cada cierto tiempo una "performance del yo" (Deyoung, 2024) similar. Los profesionales nos sentimos desbordados e impotentes. Y las personas que rodean a nuestro paciente se desesperan y sufren como ellos las consecuencias de una espiral destructiva. 

La osa que cree estar atrapada en una jaula

Leer el libro de Patricia Deyoung me ha abierto nuevas perspectivas. Esta autora plantea que en este tipo de pacientes (y en otros) lo que sienten realmente a un nivel inconsciente y desplazado al hemisferio derecho es vergüenza. Pero no entendida como esa emoción transitoria en la que tenemos una reacción somática y nos queremos esconder, como lo opuesto al orgullo. Patricia habla de vergüenza crónica. No es porque una persona fracase en ser admirada, reconocida, adorada o pase por una experiencia que suponga un deshonor o un bochorno, o una afrenta. Esta autora conceptualiza la vergüenza desde un punto de vista relacional y asociada siempre a otro. Dice Patricia:

“La vergüenza en todas sus formas es antes que nada relacional. Empieza como la experiencia del yo-en relación cuando el en-relación se ha roto o desconectado. Cuando la desconexión relacional es crónica, un profundo sentimiento de desolación toma el control, junto con la desesperación no remitente y la sensación de falta de mérito. […] La vergüenza ataca no porque una persona fracase en ser adorada, reconocida y admirada. Sino porque una persona no tiene una necesidad primaria satisfecha, concretamente, la necesidad de conexión y unión emocional. Por lo tanto, la vergüenza se puede sanar si una persona vuelve al vínculo donde la empatía y la unión emocional son posibles. Este es el trabajo de la psicoterapia orientada al yo-en-relación”.

Por eso no es necesario que se vivan formas muy extremas de malos tratos, sino que la pérdida de una manera continuada de la conexión con las figuras de apego puede instalar esta vergüenza. Con lo cual cualquier forma de comportamiento que se exhiba ante un niño pequeño que conlleve un déficit repetido y acusado de empatía, donde nos mantenemos distantes y haciéndole sentir al pequeño un vacío y una desconexión (un espacio donde no se puede estar) que vivirá como abrumadoras, puede instalar la vergüenza crónica.

Para que esto ocurra, debe existir un otro (u otros) desregulador, dice Patricia: “La vergüenza crónica es un fenómeno que se desarrolla cuando esta desintegración/desregulación se da de manera continuada y no reparada. Para sobrevivir, un yo se desconecta de la causa del dolor y aprende cómo vivir en aislamiento emocional. De este modo, el dolor de una relación rota se convierte en patrones de relación de desconexión del yo y de otros para toda la vida. Estos patrones son estresantes y debilitadores; sostienen identidades de desmerecimiento, expectativas de fracaso y exigencias de una performance perfecta, pero son más tolerables que la vergüenza aguda en curso. Estas estructuras de la vergüenza crónica están sujetas a una disociación tan poderosa como la vergüenza aguda que estas disocian”.

Los adultos escenifican "performances del yo", dice la autora, que conllevan reacciones de rabia, enganche a sustancias, patrones rígidos de pensamiento, persistencia en generar los mismos círculos viciosos, confirmaciones repetidas de que el otro rechaza y abandona, cambios de humor, sentirse seres despreciables, autolesiones, sentimientos intensos de odio… y actuaciones o patrones afectivos similares que conllevan repeticiones con pensamientos y creencias rígidas. De ese modo, mantienen versiones del yo avergonzadas traumáticamente alejadas de su conciencia. Les resulta más soportable estas performances que arriesgarse a vivir la "sombra del tsunami" (Bromberg, 2011) en forma de vergüenza aniquiladora. Su experiencia interna es terrible, así lo describen los pacientes. Debe ser una vivencia horrible, similar a la que tienen los protagonistas de esta película cuando ven este espantoso tsunami llegar a su ciudad…

Los pacientes traumatizados viven las reexperimentaciones 
como si de un tsunami aterrador se tratara


Veamos el caso de Miguel [modificado por preservar al máximo la intimidad]:

Con cada chico que conoce se abre a una nueva ilusión. Ha tenido relaciones con tantos que ha perdido la cuenta. Al principio, cada nueva posible pareja se la representa como buena, cercana, tierna, cariñosa… El chico debe de cumplir unos requisitos en su performance a nivel físico (tener una fisonomía concreta, si no, los rechaza) Tras el primer encuentro, donde él nunca parece desear ir más allá, es decir, crear un vínculo de pareja (aunque en muchas ocasiones manifiesta a su terapeuta quererlo) el chico y él se despiden. No han hablado nada concreto sobre si se verán más veces o no. Parece que tan solo se trata de un encuentro sexual que puede repetirse, no hay nada parecido al inicio de una relación, ni mucho menos un vínculo de pareja. Nada se ha hablado. Justamente “elige” aquellos chicos que no quieren más que encuentros sexuales y consideran que de eso se trata. Y estos creen (aunque no lo hablan) que Miguel también quiere solo sexo… Pero una parte de este quiere vincular, necesita encontrar una persona que la colme de amor. Por ello, rápidamente, nada más irse por la puerta el chico, le escribe. Si este no le contesta o no le coge el teléfono y tarda en hacerlo, la rabia y el odio le invaden. Ahora ya no atribuye cualidades positivas al chico, sino que le demoniza: es malo, le rechaza, se ha aprovechado de él, le ignora… Miguel le envía mails furibundos o audios de whatsapp donde carga contra él todo su odio porque considera que le rechaza y le ignora (lo que genera vergüenza disociada), pero es más tolerable sostener un síntoma de ira y odio continuos (donde el causante es el otro) que conectar con la vergüenza que le lleva a la desconexión profunda que sintió de bebé y de niño al ser abandonado por su padre y dejado en unas condiciones extremas para la supervivencia. Esta performance se repite una y otra vez, durante años… Solamente en la relación de transferencia/contratransferencia con el terapeuta se puede reparar esta herida, cuando Miguel siente a veces que el terapeuta le rechaza, pero a pesar de todo este sostiene la relación y mantiene el vínculo. Con él puede encontrar un espacio para poder reestructurar estas experiencias, y también las más tempranas. Para Miguel es mucho más tolerable escenificar esta performance y expulsar impulsivamente la rabia y el odio que ser consciente del sentimiento profundo de rechazo que late en él, que le lleva a la desconexión profunda que sintió en su infancia temprana cuando pasaba días y días solo en una cuna. Son recuerdos que ha disociado y que viven en su hemisferio derecho en forma de sensaciones, emociones, tonos de voz, expresiones faciales… de no estar con otro y sentir esa desintegración. Bromberg (2011) habla también de esto cuando afirma que la disociación traumática es como la "sombra de un tsunami" que amenaza la integridad del self. Y estas personas, al igual que Miguel, tienen, en palabras de Bromberg, un "detector de humo" para intuir la aparición de la sombra del tsunami y la llegada de una ansiedad aniquiladora. Podéis visitar este post.

Por lo tanto, en la génesis de la vergüenza crónica está, como refiere Patricia, la vivencia prolongada de una desconexión con las figuras de apego que conlleva una experiencia intolerable de desintegración. Así, dice Deyoung: “Las relaciones son lo que mantienen al yo en una completitud integrada, y el bienestar personal depende de ese sentido integrado del yo-en-relación. […] Desde el momento del nacimiento, el impulso por la coherencia convierte los patrones de experiencia afectiva y emocional inmediata en patrones de expectativas y respuesta con los cuidadores. […] Pueden aparecer en terapia como las experiencias de ansiedad, depresión, disminución y fragmentación de un cliente, y también como la incapacidad del cliente de conectar de una manera que ayude. […] El terapeuta trata de crear una relación donde una experiencia del yo más coherente sea posible para el cliente”.

Los padres o adultos que cuidan al niño han de ser extremadamente responsables en el modo en el que vinculan con el niño. Qué le transmiten mediante mensajes verbales y no verbales sobre su ser. Hablamos de que cuando nos equivocamos con ellos la reparación es posible, pero no es menos cierto que hay experiencias tempranas relacionales tan severas y duraderas que dejan una huella en la psique tan marcada que no resulta fácil de reparar posteriormente. Es posible que nuevos patrones relacionales, nuevos esquemas mentales, nuevas experiencias vividas con personas sanas… contribuyan a crear un sentido coherente de uno mismo, así como volver a sentirse en conexión con otro. Pero, tengámoslo en cuenta, es costoso y conlleva un gran esfuerzo continuado relacional. Y no tenemos ninguna garantía de lograr dicha reparación. Por lo tanto, la toma de conciencia y el trabajo personal preventivo son totalmente necesarios. En los últimos tiempos se le está concediendo mucha importancia al sistema nervioso autónomo y a la teoría polivagal y sus conexiones con el cuerpo y las acciones que moviliza (lucha, huida, etc.) Y aunque sin duda la tienen, como bien dice Rafael Benito, es importante la integración vertical pero también la horizontal, hemisferios derecho e izquierdo, que también participan en nuestras relaciones con los niños y adultos, a través de los gestos, la prosodia, la mirada… (hemisferio derecho del cerebro, que sería algo así como la música) y de los mensajes verbales (hemisferio izquierdo del cerebro, la letra) y qué grado de coherencia hay en la comunicación entre ambos.

¡Qué enorme importancia tiene lo que vivimos de niños con nuestros padres o cuidadores! Así pues, dice Deyoung: “cuando somos pequeños y clásicamente nos portamos mal, el descontento del padre o de la madre causará momentáneamente una desconexión (esto es un elemento clave en el modelo de esta autora), vergüenza y sentimientos de desmoronamiento. Un progenitor competente reconectará lo más pronto posible, enderezando el sentido del yo del niño. Esta desintegración tolerable se convierte en una oportunidad para el niño de asimilar un sentido del yo a veces malo. Las pequeñas roturas, si se restauran rápidamente, ayudan al niño a integrar sentidos emocionales de bondad y maldad. […] El daño permanente de la vergüenza crónica es el resultado de un patrón de momentos de desintegración no restaurada en los que el niño tuvo que luchar solo para restablecer el equilibrio. En vez de integrarse, la separación de bueno y malo se refuerza. El niño puede intentar actuar como un niño completamente bueno o completamente malo, al tiempo que también intenta borrar la experiencia confusa y totalmente dolorosa de desintegrarse solo, especialmente cuando esto sucede a menudo. Así, la desconexión no restaurada entre el cuidador y el niño es lo que conduce a la vergüenza crónica. Cuando un niño ya no es capaz de sentirse conectado y reconocido por una persona que lo acoja en su ser emocional, su experiencia de un yo coherente se desintegra”.

Por ello, muy temprano en el desarrollo, desde los dos-tres años, es importante que el niño no viva una escisión entre bueno/malo. El adulto que es capaz de transmitir al infante que “no es malo sino alguien digno aunque haya cometido errores” y se mantiene conectado pese a todo, está sentando las bases de una buena salud mental. Y esto es difícil sobre todo al relacionarse con niños con historia de trauma temprano o del desarrollo, que son especialistas en tocar los botones del adulto y hacer que este se desregule, perdiendo el control emocional o bien poniendo una distancia (lo más duro para un niño que ha sido abandonado o ha vivido trauma) que aumenta la rabia y la hostilidad de este (porque la tiene impresa en su hemisferio derecho desde bebé). El adulto, desde la seguridad y la calma atenta que ayuda a estar presente (no confundamos calma con imperturbabilidad adulta o indiferencia, no es lo mismo), va conectando con el estado del niño y le ayuda progresivamente a modularlo.

Muchos de nuestros pacientes sienten, cuando cometen errores, que son las peores personas. Sienten desprecio por todo su ser, y en el fondo anida la vergüenza que condujo a la desconexión, que en el caso de ser continuada, lleva a la desintegración. Hemos de esforzarnos en que los niños se sientan conectados con nosotros, válidos, dignos, respetados y amados, cuando no satisfacen nuestras expectativas o se equivocan o cometen errores, algo muy frecuente porque son seres en desarrollo y lo más normal es esperar que sean falibles. “Abracemos la imperfección”, dice Ana Gómez. “Soy digno y merecedor, aunque a veces me equivoque”, conduce a la culpa sana y no a la vergüenza desreguladora. Este es el mensaje fundamental.

Debemos tener un profundo respeto por los niños y sus derechos. Hemos de medir muy bien las frases que les decimos y cómo se las decimos. Como hemos dicho, cuando nos equivocamos con ellos, se puede reparar, sí, pero no olvidemos que esto no siempre ofrece el resultado esperado con todos porque hay niños y adolescentes que no siempre se abren a ello ni les llega internamente la reparación. Podemos cometer errores, por supuesto, somos humanos, no podemos ser perfectos y serlo sería peor. Sin embargo, no podemos exhibir el descontrol emocional y/o el modelo de la cara congelada (distante) como tácticas de relación y disciplina habituales con el niño. Tengamos presente que lo que les decimos -y cómo se lo decimos- a los niños es muy importante y tiene una gran influencia en su desarrollo, un gran impacto. Si conlleva la presencia de un otro-en-relación desregulador, puede instalar la vergüenza crónica en ellos. Como padres, cuidadores y profesionales de la infancia, debemos de hacer trabajo personal y revisar nuestras heridas y sanarlas. Schore lanza en este sentido un mensaje que nos tiene que hacer pensar mucho: una persona (padre, madre o profesional) solo puede aspirar a sanar a un niño o adulto, paciente o no, sólo hasta el nivel de sanación que aquella haya logrado en sus competencias vinculares y empáticas.

Sobre la psicoterapia, si el trauma es fundamentalmente relacional, aquella será relacional. Así pues, las técnicas y los protocolos, válidos, tendrán su espacio y sentido si hacemos que toda la terapia se vertebre en torno a lo relacional. Por otro lado, abordar la vergüenza, tan desintegradora de la persona, es muy delicado. No puede aludirse a ella directamente, no es siempre recomendable hacer esto. Patricia propone un programa de trabajo que requiere ir por partes, de un modo más indirecto a otro más directo, sobre todo cuando la vergüenza está disociada. Esto será motivo para que escriba otro post.

REFERENCIAS

Bromberg, P. (2011). La sombra del tsunami y el desarrollo de la mente relacional.Madrid: Ágora relacional.

Schore, A. (2022). Psicoterapia con el hemisferio derecho. Barcelona: Eleftheria.

lunes, 9 de septiembre de 2024

Mano a mano entre Rafael Benito, psiquiatra, y Jose Luis Gonzalo, psicólogo para hablar de neurobiología relacional en la infancia y adolescencia ¡Bienvenidos a la 17ª temporada del blog Buenos tratos!

Neurobiología relacional en la infancia y la adolescencia

Conversación entre Rafael Benito y Jose Luis Gonzalo

Jose Luis Gonzalo, psicólogo y Rafael Benito, psiquiatra


Presentación

Hace unas semanas Rafael Benito y yo nos reunimos para conversar sobre los aspectos más relevantes en relación a los adolescentes, el apego, el neurodesarrollo y los malos tratos tempranos, y cómo aunar visiones desde la neurobiología y la psicoterapia, huyendo de planteamientos cartesianos que dividen cerebro-cuerpo y mente. Desde ambos lados (como la anchura y la largura de una superficie, ambas son necesarias para calcular esta), nos proponemos explicar y desengranar algunos de los elementos más importantes, de acuerdo con la ciencia del cerebro, que conducen a un buen desarrollo infantil. También hablaremos de lo que ocurre en el cerebro cuando una persona sufre malos tratos, qué es lo que favorece su reparación.

Fruto de nuestra conversación, que fue grabada en vídeo (la grabación ofrece más contenidos que el texto y la ofreceremos pronto en este blog), elaboramos este documento-resumen que he ordenado para publicarlo aquí en formato conversación. Me parece que es el mejor modo de comenzar esta 17ª temporada de nuestro querido blog Buenos tratos: proponer una visión de las relaciones interpersonales desde la neurobiología y repasar qué aspectos favorecen el bienestar de nuestros niños y adolescentes, especialmente de los que han sufrido adversidad temprana.

Por utilizar una metáfora que nos ayude a comprender cómo podemos aunar visiones que se complementan, me vino a la mente la labor de dos genios como Eduardo Chillida (escultor) y Cristobal Balenciaga (modisto). Ellos, desde dos ámbitos artísticos diferentes, consiguen interpretarse el uno al otro para llegar a producir lo mismo: belleza y armonía a través materiales y expresiones distintas que dialogan. Psicología y psiquiatría llegan también por dos vías diferentes a dialogar para estudiar y tratar lo mismo: el cerebro/mente. Chillida y Balenciaga, mediante materiales y configuraciones en principio antagónicas (los vestidos y las esculturas) encuentran nexos y confluencias. Sin que tengamos la genialidad de estos grandes, ni mucho menos, intentaremos transmitiros esta idea del diálogo y la complementariedad entre psiquiatría y psicología. 

Espero que os aporte en vuestro caminar personal y profesional.

Balenciaga y Chillida, expresiones artísticas distintas, 
pero llegan a conceptos que confluyen y están unidos.

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Neurobiología relacional en la infancia y la adolescencia
Mano a mano entre Rafael Benito, psiquiatra y 
Jose Luis Gonzalo, psicólogo


Rafael Benito: La cría de la especie humana nace con un sistema nervioso sin hacer, con un desarrollo prolongado que se extiende hasta la treintena.

La naturaleza dispuso que el moldeado de las redes neurales que componen este sistema se produzca a lo largo del neurodesarrollo utilizando la plantilla proporcionada por el cerebro ya hecho de los adultos que interaccionan con el niño y el adolescente a través de una relación interpersonal suficientemente estrecha y duradera denominada relación de apego.

Y para moldear cerebros integrados, las figuras de apego deben proporcionar interacciones sintonizadas con los estados emocionales del niño y el adolescente, capaces de oscilar en función de las variaciones del afecto infantil, y suficientemente coherentes para evitar el caos que supondrían respuestas impredecibles para el niño. 

Jose Luís: En la línea de lo que comentas, Rafa, antes de ayudar a un adulto a sintonizar con un niño o joven, es importante que aprenda primero a sintonizar con sus propios estados emocionales. ¿Puede recordar alguna persona que en su vida validara sus emociones o mundo interno? Alguien que le dijera: "siento lo que te ha ocurrido, comprendo que te sientas así, tiene que ser duro, imagino que te sentirás triste…" "Al recordar esto, ¿qué sientes?" "¿Qué notas en tu cuerpo?" ... "Nótalo, acógelo y valídalo". Está bien lo que sentimos. Ahora quizá, después de sintonizar con nosotros, estamos  más preparados para sintonizar con el niño o joven. "¿Qué sentiste en esa situación?" Si sabe expresarlo, le decimos que entendemos que se sintiera así y validamos esa emoción. Si no lo sabe, podemos tratar de aventurar a modo de hipótesis cómo pudo sentirse. Por ejemplo: "Cuando alguien no te invita a una fiesta, uno se puede sentir rechazado. ¿Puede ser?" Si el chico o joven da muestras de que sí puede ser eso, le decimos que sentimos que se sintiera así pero que es normal que lo sienta y positivo que lo pueda expresar. Nosotros lo comprendemos y estamos a su lado. Hay que tratar de estar presentes corazón con corazón, que el niño sienta que escuchamos su yo autobiográfico. 

Rafael: ¡Muy bueno, Jose Luís!. Seguimos aportando conceptos científicamente importantes. Sabemos desde la neurobiología que la evolución de las redes neurales desde la máxima flexibilidad a la máxima eficiencia, a través de procesos de proliferación y poda, hace que las relaciones interpersonales que tienen lugar durante el desarrollo sean decisivas en la conformación del sistema nervioso, y determinen en gran medida como será su funcionalidad en el adulto. El cerebro no va a perder nunca la capacidad para moldearse con arreglo a nuevas experiencias; pero esta facultad nunca va a estar tan desarrollada como en las fases de proliferación y poda. 

El desarrollo cerebral en el ser humano es prolongado y se extiende desde la sexta semana tras la concepción hasta los 25 o 30 años. A lo largo de esas tres décadas hay dos fases fundamentales de proliferación y poda: la primera se produce durante la infancia y la segunda durante la adolescencia.

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Durante los primeros tres años el sistema nervioso es especialmente sensible a interacciones presididas por el maltrato o el abandono. Desgraciadamente, también es el periodo de tiempo en el que resulta más difícil detectar ese daño y acabar con él.

Jose Luís: Es impresionante lo que cuentas, Rafa. Pienso en un ejercicio que puede ayudar a tomar conciencia de la importancia de las relaciones interpersonales de las que hablas en la formación del sistema nervioso. A ver qué te parece. 

Le podemos pedir a un adulto que, tras un rato respirando, entre en un estado de calma atenta. La confianza que ese adulto tiene en la persona que le acompaña en el ejercicio es importante. Sería bueno hacerlo con un psicoterapeuta (u adulto) en el que se confía. Le indicamos que acceda a un recuerdo de la adolescencia asociado a una emoción difícil de regular, como el rechazo, la rabia o la vergüenza. Tratamos de que no sea un recuerdo de una intensidad emocional muy alta (No más de 3 ó 4 sobre 10) Le pedimos que nos diga qué imagen le viene a la mente, qué sensación corporal y qué pensamientos. Que sea capaz de traer al presente todos los componentes de la experiencia, que conecte sentidamente con el recuerdo (...) Le decimos que piense en lo que hubiera necesitado en ese momento por parte de un adulto. Le pedimos que, si es demasiado intenso, pare cuando quiera y se dé cuenta de que está en el presente con nosotros. Fundamental que sienta que no pierde la conexión emocional con nosotros en ningún momento. Le decimos si nota nuestra presencia reguladora. Y le pedimos que vaya expresando lo que le venga a la mente. Después, le ayudamos a comprender desde el yo adulto lo que se quedó sin poder elaborar. Este ejercicio suele servir para que los adultos se den cuenta de lo duro que es experimentar experiencias de este tipo a esta edad, y eso que no elegimos recuerdos de intensidad muy elevada. Permite tener más empatía, paciencia y comprensión hacia los chicos que han sufrido maltrato. 

Rafael: ¡Me ha encantado este moldeamiento neuronal a través de este ejercicio, Jose Luís! Seguimos. Consideramos la adolescencia como un regalo de la naturaleza; una época en la que se renueva el bosque neuronal y podemos reparar de un modo profundo y eficaz las heridas del maltrato durante la primera infancia.

Durante la pubertad se produce una nueva fase de proliferación a la que seguirá, a lo largo de toda la adolescencia, una fase de poda que finalizará hacia los 25 años con la culminación del desarrollo del córtex prefrontal. Todavía quedará, a lo largo de la treintena, completar el desarrollo de las conexiones interhemisféricas que perfeccionarán la capacidad cerebral para convertir en narrativa las vivencias corporales.

Jose Luís: ¡Excelente exposición! Ahora que mencionas las narrativas, me viene a la mente la técnica de la caja de arena (tú y yo colaboramos en la escritura de un libro titulado: "La armonía relacional. Aplicaciones de la caja de arena a la traumaterapia"). La creación de una escena usando miniaturas en una caja de arena, símbolos visuales, permite en un primer momento conectar con las vivencias corporales. Habrá símbolos que produzcan sensaciones placenteras y otros que generen sensaciones más intensas, como miedo, rabia, asco… Todavía la persona no sabe por qué. En ese momento, aún no accedemos a la narrativa. Le pedimos a la persona que observe lo que note en su cuerpo como sensación física mientras respira suavemente, tratando de observarlo. Poco a poco, notará que las sensaciones corporales se hacen más reguladas, o se transforman y varían. Ahora es cuando le podemos pedir al constructor de la caja que narre, o mediante preguntas le pedimos que vaya contando lo que cree que representan o significan, y podrá ligar una narrativa más coherente, consiguiendo convertir las sensaciones en narración. 

Rafael: Preciosa manera de llevar la neurobiología de las narrativas a una técnica que lo representa muy bien. Realmente, el neurodesarrollo durante la adolescencia es una especie de reinicio. Las áreas del sistema límbico proliferan en un crecimiento acelerado que rompe provisionalmente la integración, haciendo que predominen y abran al adolescente a nuevas experiencias en una búsqueda constante de nuevas respuestas. Por el contrario, la corteza prefrontal enlentece su desarrollo dificultando la regulación emocional y el control de los impulsos.

Como se puede ver, es un periodo lleno de oportunidades, pero también de riesgos; un periodo en el que vuelve a resultar necesario contar con el cerebro ya maduro de las figuras de apego para proporcionar recursos de que les ayuden a conectar adecuadamente las áreas límbicas con las zonas frontales que deben regularlas. Al mismo tiempo, las conexiones interhemisféricas del adolescente organizarán narrativas congruentes con las experiencias vividas.

"En la adolescencia hay que contar con el cerebro maduro
de las figuras de apego"
(Rafael Benito)


Jose Luís: Por eso, Rafael, de acuerdo con lo que dices, pienso que para que los niños y los jóvenes puedan contar con el cerebro maduro de las figuras de apego es importante que estas hayan desarrollado la capacidad de mentalizar. Para poder mentalizar hay que reconocer el mundo interno de los chicos. Partir de la idea de que debo darle herramientas que le permitan usar mis competencias como figura de apego para guiar sus actuaciones. Lo primero, escuchar sin juzgar. Por supuesto, validar y tratar de no criticar, los adultos en seguida moralizamos. Lo segundo, conversar y mediante preguntas (sabias por nuestra parte), ayudarles a comprender lo que les pasa a ellos y a los demás por dentro. Las preguntas no deben ser algo policial sino formuladas en términos de apertura, curiosidad y saber más. Preguntas que ayudan a los chicos a conversar y a aprender. En un momento dado, podemos orientar y mediante nuevas preguntas animarles a que vean más puntos de vista. Algunas preguntas útiles pueden ser (ya las ofrecimos en otro post):

¿Qué ocurrió?

¿Qué te lleva a afirmar eso?

¿Qué efecto tuvo en ti?

Hablando de uno mismo:

Cuál era tu estado emocional antes

En qué estado emocional te encontrabas…

¿Qué piensas de lo ocurrido?

Tal vez sientas…

Me pregunto si…

Pareces pensar que te voy a abandonar, no estoy seguro de que te lleva a pensar tal cosa...

Ayúdame a verlo de ese modo

Hablando de los otros:

¿Qué le llevó a actuar así?

¿Qué ocurría con la sensación de que él o ella…?

Creo que me he equivocado. Lo que no puedo entender es como he podido llegar a decir eso. ¿Puedes ayudarme a volver a lo que sucedió antes de equivocarme?

¿He pasado por alto algo obvio?

Ahora lo que me intriga es que tú y yo estamos teniendo una perspectiva diferente (marcar una perspectiva alternativa)...

Quiero sacar un tema que no quiero que tomes como que te juzgo, pero me parece importante porque me preocupa y tenemos que hablarlo…

Aprecio lo que dices, pero ese es el efecto que me produce lo que haces o dices… O lo que hace o dice otro.

¿Qué te parece, Rafa?

Rafael: ¡Muy bien! Seguimos con más cuestiones importantes. Vamos a hablar ahora de un tema muy sensible para nuestras familias, pero necesario para poder comprender y ayudar eficazmente: los malos tratos.

Cuando un niño ha sufrido maltrato o abandono en la infancia, llega a la adolescencia en las peores condiciones para afrontar los cambios del neurodesarrollo propios de esta etapa. Los problemas de integración vertical originados por el maltrato hacen que se acuse más la inestabilidad generada por el crecimiento acelerado de las áreas límbicas y la incompetencia transitoria del córtex prefrontal.

La necesidad de figuras de apego con sistemas nerviosos bien integrados es máxima en esta situación. Presencia e influencia serían las palabras clave en las necesidades de apego adolescente. Como dice Daniel Siegel en su libro "La mente en desarrollo", los adultos deben convertirse para los adolescentes en la “pista de despegue” que les ayude a volar, y en el “puerto seguro” al que siempre pueden regresar para encontrar apoyo y contención.

Jose Luís: ¡Aquí neurociencia y apego se dan la mano de una manera fascinante, Rafa!. Es muy importante -según lo que acabas de contarnos- decirles (ponerlo en palabras) a los niños que se les ama siempre y, sobre todo, que se les valora, que los comentarios, críticas o valoraciones cotidianas es sobre lo que hacen o dicen, no sobre lo que son (aceptación fundamental), que en ningún momento sientan que nos avergonzamos de ellos o que les devaluamos. ¡La persona y la relación por encima de todo! No necesitan ser competentes en todo lo que hagan para ser amados y considerados por nosotros. 

También es fundamental que sientan que estamos siempre disponibles para ayudarlos, que desarrollen esa expectativa. Primero, estamos presentes (presencia segura) cuando se sientan agobiados, frustrados, tristes, enfadados..., ante cualquier vivencia… Y, después, tratamos de ayudarlos con sus problemas: "¿Qué puedes hacer?" "¿Cómo puedes manejarlo?" "¿Qué opciones tienes?" "¿Cómo te puedo ayudar yo? Cuando son más pequeñitos, los tenemos que acompañar, cuando van creciendo, les guiamos, pero ellos mismos van afrontando las situaciones y les enseñamos a afrontar los problemas. "¿Cuál es el problema?" "¿Posibles soluciones?" "¿Consecuencias al ponerlas en práctica?" "¿Para mí?" "¿Para los otros?" Todo lo que sea potenciar su capacidad reflexiva es muy importante. Hay veces que las cosas no saldrán bien y los reconfortamos. El dolor forma parte de la vida, pero estamos ahí para escuchar, calmar, abrazar, ayudar a narrar… El asunto no es tanto que nos pasen cosas difíciles, adversas… sino no contar con nadie. Que sepan claramente: "Si me necesitas, estoy". Eso da muchísima seguridad. 

Rafael: En conclusión, la adolescencia de los chicos y chicas víctimas de maltrato en la infancia exige todavía más de sus figuras de apego; por lo que es vital que éstas sean suficientemente capaces de regular sus emociones, conozcan bien las fortalezas y debilidades de sus propios sistemas nerviosos y cuenten, si es necesario, con presencias auxiliares (educadores, terapeutas, médicos) que generen una red de cerebros moldeadores. ¿Qué te parece?

Jose Luis: Cien por cien de acuerdo. Llegamos al fin de nuestra conversación. Ha sido un placer, como siempre, departir y encontrar lugares comunes contigo, amigo y colega.

Rafael: Lo mismo digo, amigo y colega Jose Luís, un auténtico gusto poder encontrarnos y buscar nexos y confluencias que logren aportar luz a las familias en el acompañamiento de sus hijos durante la crianza. 

lunes, 2 de septiembre de 2024

Congreso Internacional de Psicoterapia Sistémica, presencial en Pozuelo de Alarcón (Madrid) y online, del 15 al 17 de noviembre de 2024

Congreso Internacional de Psicoterapia sistémica

On line y presencial en Pozuelo de Alarcón (Madrid)

15 al 17 de noviembre de 2024




Madrid, imagen de la Gran Vía


Participan un elenco de profesionales especialistas en psicoterapia sistémica con dilatada trayectoria profesional y prestigio -todo un logro reunirlos a todos-, en un congreso que abordará diferentes y actuales temáticas de gran relevancia para la práctica de la psicoterapia y el desarrollo humano:

José Antonio Luengo, Alfredo Cannevaro, Guillermo Mattioli, Rafa Guerrero, Loretta Cornejo, Begoña Ibarrola, Mercedes Bermejo, Milena González, Esteban Laso, José Luis Marín, Juan Luis Linares, Luis Fernando López, Begoña Aznárez, Luis Ángel Saúl, Annette Kreutz, Marcelo Cebeiro, Maryorie Dantagnan, Timanfaya Hernandez, Carmen Bermúdez, José Luis Gonzalo, Íñigo Ochoa y Manuel Paz.

El lema de este año es «Perspectivas emocionales: una mirada sistémica hacia el futuro», y nuestro objetivo es abordar los retos y avances en la profesión, brindando a los asistentes una perspectiva única sobre las tendencias emergentes.

Temáticas como Avances en la psicoterapia actual, Retos de la psicoterapia con las familias actuales, Avances en la regulación de la psicoterapia, Familia de origen del psicoterapeuta, cuando nuestras heridas no han sanado, Relevancia del vínculo en psicoterapia, Tomarse el amor en serio:la terapia de pareja en clave emocional, Traumaterapeutas en la caja de arena... y muchas más. 

En esta página web tienes toda la información que necesitas sobre el congreso: conocer a los ponentes, las temáticas, pósters, talleres y comunicaciones que pueden proponerse -para participar en el congreso activamente-, formulario de inscripción, lugar del evento, información sobre Madrid y alrededores...


Es un honor participar, junto con Maryorie Dantagnan, en este congreso como miembros de la red apega para dar a conocer en una ponencia cómo trabajamos con la caja de arena dentro del modelo de traumaterapia sistémica.

¡OS ESPERAMOS!