viernes, 28 de febrero de 2014

Nuevo cuento de Verónica Pérez Gutiérrez para niños/as acogidos/as titulado: casas+corazones=mucho cariño

Verónica Pérez Gutiérrez, educadora y madre de acogida, tiene publicados (recientemente escribí un post para darlos a conocer) un buen número de cuentos para favorecer la comunicación entre los/as niños/as de acogida y las familias, con el fin de ayudarles a comprender muchas de las realidades que conlleva esta medida de protección. También los profesionales (educadores, psicólogos, médicos, profesores...) pueden encontrar en estos cuentos un excelente material para poder disponer de un medio, usando un tercer elemento, que les permita acercarse a los niños/as acogidos/as y poder trabajar con ellos/as cómo se sienten y piensan.
 
La entrada que escribí fue un éxito y ha tenido numerosas visitas. Eso se debe a que no abunda material de este tipo, tan específico; y sin duda y sobre todo, al buen hacer profesional de Verónica Pérez, quien conoce de primera mano el mundo del acogimiento residencial y familiar.
 
Dado que ha suscitado tanto interés (¡felicidades, Verónica!) tengo el gusto y el placer de anunciaros la reciente publicación de un nuevo cuento. Se titula: "Casas + corazones = mucho cariño" Usando el simbolismo de los conceptos cuantitativos, se le propone al niño/a que muchas casas equivale a tener muchas personas y por ello, mucho cariño. La idea a transmitir es que todo suma y apoya (cuando es positivo y constructivo, claro está); y lo que se suma es más red psicosocial, más apoyo y más cariño. Para niños/as de 3 a 6 años, a los que siempre es más difícil explicarles y poner palabras, por su temprana edad, a lo que viven.
 
 
 
 
Para saber más sobre este cuento, hojear las primeras páginas y adquirirlo, visita la página web de Verónica Pérez Gutiérrez, desde la cual da a conocer y distribuye sus cuentos:

 

martes, 25 de febrero de 2014

Otro seminario para el aprendizaje de la técnica de la caja de arena, el 1 de junio, en Madrid, organizado por UmayQuipa


Seminario para el aprendizaje de la técnica de la caja de arena
 
Imparte: José Luis Gonzalo, psicólogo clínico y psicoterapeuta infantil
 
Organiza: UmayQuipa, centro de psicoterapia
 
 
 
 
 

De nuevo imparto un seminario para aprender a utilizar la técnica de la caja de arena. Tendrá lugar el 1 de junio de 2014, domingo, en el Centro de Psicoterapia UmayQuipa de Madrid, el cual es dirigido por la psicóloga Loretta Cornejo. Vamos ya por la quinta edición de este seminario, que siempre tiene una fenomenal acogida. Las plazas son limitadas pues se necesita un grupo pequeño donde todos los participantes aprendan los conceptos básicos y sobre todo practiquen la técnica. El Seminario es práctico y vivencial. Trataremos de llevar a la práctica los contenidos y metodologías del libro que he publicado el año pasado titulado: "Construyendo puentes. La técnica de la caja de arena (sandtray) Editorial Desclée de Brouwer"

La técnica fue desarrollada por dos autoras: Dora Kalff y Margaret Lowenfeld y hunde sus raíces en la teoría jungiana. No obstante, la técnica también puede concebirse como un método dentro de la terapia de juego. Al primer enfoque se le llama sandplay. Y a este segundo, sandtray. En este Seminario nos centraremos en el sandtray.

La técnica consiste en la elaboración de mundos o escenas utilizando miniaturas diversas (hay que proveer al paciente de una muestra representativa de todos los seres animados e inanimados que existen en el mundo externo así como en su imaginario) que se colocan en la superficie de una bandeja (de unas proporciones determinadas) cubierta de arena hasta aproximadamente la mitad de su cabida.

La técnica me parece la más idónea para trabajar contenidos traumáticos cuando existen bloqueos emocionales que impiden al niño la verbalización. O para niños que no son hábiles o presentan un retraso del lenguaje de etiología diversa. El juego, por lo general, es el lenguaje del niño y aporta una narrativa que le permite liberar, expresar y simbolizar, desarrollando sentimientos de control, lo que le sucede y lo que vive en su interior. El modelo teórico en el que insertamos la aplicación de la técnica se basa en el trauma, el apego y la resiliencia.

Los niños, generalmente, no dominan el lenguaje verbal como lo pueden hacer los adultos. Jugar con ellos, en cambio, es acercarse a la manera que tienen de hablar y contar. La caja de arena podría insertarse dentro de este propósito porque implica un lenguaje no verbal que aporta numerosos símbolos universales, y al niño se le hace fácil y accesible.

Pero la técnica no sólo son los símbolos (muñecos, figuritas, miniaturas y todos aquellos elementos que también se convierten en símbolos como casas, puentes, árboles, vehículos, etc.) que equivaldrían a las palabras del diccionario. Es también una escenificación de todos esos elementos en la bandeja que suponen la gramática de la técnica.

El niño, además, se sitúa en una postura que le convierte en sujeto que crea y construye (visión muy resiliente): un mundo imaginario, una escena, una historia, un cuento, una secuencia… Y la gramática supone narrar. Y ya sabemos la importancia que la narrativa tiene sobre todo para los niños que necesitan reconstruir su historia. Especialmente cuando lo que se narra está cargado de emociones dolorosas que permanecen disociadas, como es el caso de los niños traumatizados por la violencia u otros acontecimientos duros y sobrecargantes para la mente en desarrollo. La técnica ayuda a la integración del trauma.

En este Seminario, eminentemente práctico, pretendemos:
OBJETIVOS

Conocer los orígenes de la técnica, hacer un poco de historia.

Perfilar para quiénes está indicada esta técnica.

Aprender los pasos en la conducción de una sesión con la técnica de la caja de arena.

Explicar cuál debe ser la actitud del terapeuta.

Alcances y límites de la técnica.

La metodología comprende la elaboración de cajas de arena por parte de los alumnos, aprendiendo los pasos en la aplicación y conducción de una sesión junto con breves exposiciones teóricas y el visionado de vídeos con casos prácticos reales.

Dirigido a: Psicólogos, psicopedagogos, psiquiatras, psicoterapeutas, pedagogos y trabajadores sociales.

Información e inscripción en:

Fecha: 1 de junio de 2014
Precio: 160€
Horario: De 10,00h a 14,00h y de 15,30h a 18,30h
Telefax: 91 5493878
Clases en: Juan Álvarez Mendizabal 13 1ºdcha. 28008-Madrid
E mail: umayquipae@gmail.com

lunes, 24 de febrero de 2014

Cómo pueden las familias comprender y ayudar a los niños/as adoptados/as y acogidos/as a la luz de la Teoría Polivagal de Porges


Llevo ya un tiempo pensando en compartir esta teoría con todos/as vosotros/as, padres y madres, y también con los profesionales que seguís este blog y no la conocéis. Nos va a aportar un conocimiento muy preciso de algunas respuestas y conductas de los niños/as que han padecido trauma temprano.


Primero voy a exponer someramente (de la mano de Ana María Gómez, que como ya os dije hace dos semanas, va a ser, con frecuencia, la estrella invitada en Buenos tratos. Su libro: “The EMDR therapy and adjunct approaches with children” es una joyita que estoy leyendo) la teoría polivagal. A continuación, expondré cómo podéis ayudar y reparar las secuelas que las experiencias tempranas adversas en forma de negligencia, abandono y maltrato dejan en la capacidad de los niños para entrar en una relación adecuada y sintonizada con los demás y con el entorno que les rodea.


La teoría polivagal emerge del trabajo de Stephen Porges en la evolución del sistema nervioso autónomo. De acuerdo con Porges, nuestros problemas emocionales y en última instancia, trastornos, llegan a tener su hardware dentro del sistema nervioso. Este sistema está jerarquizado y preparado para responder a los retos del ambiente. Porges describe tres diferentes sistemas que están asociados con conductas específicas y respuestas fisiológicas que permiten al organismo responder adaptativamente al peligro y a circunstancias estresantes:


El sistema parasimpático ventral vagal, llamado el de la actividad e interacción social. Este sistema es estimulado desde el momento que entramos, nada más nacer, en comunicación con la primera figura de apego, usualmente la madre, quien mediante un estado interno sintonizado con el del bebé promueve interacciones que son la primera escuela de socialización. La seguridad que da la madre al niño le permite ir estableciendo un vínculo plácido, pues aquélla se encarga de ser filtro estabilizador del infante, regulándole emocionalmente. Así pues, se estimula este sistema que prepara al futuro niño y adolescente a responder adaptativamente, en la adultez, a situaciones de estrés. Esta experiencia de apego seguro va estimulando este sistema mediante estados fisiológicos óptimos que apoyan la conducta social y la homeostasis (equilibrio visceral)


El sistema simpático, el cual se encarga de las respuestas de movilización de ataque/huida. Sobre este sistema hemos hablado otras veces (podéis leer este post), pero, resumiendo, es el responsable de emitir una reacción rápida ante el peligro o una amenaza, formando parte del sistema de alerta del organismo, de ataque o huida. Si nos asaltan para robarnos, no tenemos tiempo de analizar la situación, precisamos de una reacción rápida porque está en juego la supervivencia. Así les ha pasado a muchos de nuestros niños/as: tienen este sistema simpático alterado porque vivieron un buen número de situaciones en las que estuvo en juego su integridad personal: maltrato, violencia, guerra, asaltos…


El sistema parasimpático dorsal vagal que promueve la respuesta de inmovilización/bloqueo y favorece los estados disociativos. Por ejemplo, recuerdo a niños que tras haber pasado por varios años de orfanato sufriendo abandono y probablemente malos tratos, al llegar a la familia y comenzar el proceso de vinculación y adaptación familiar y social, en los momentos en los que se enfrentaban a situaciones en las que debían gestionar o dar una respuesta adecuada desde el punto de vista de la interacción social, ante un conflicto, se quedaban literalmente bloqueados: no respondían a estímulos, se quedaban en silencio, la mirada fija en el espacio… durante unos minutos, mentalmente se han retirado de sus procesos atencionales y de conexión con el entorno (se disocian) Un profesor preguntó a un alumno de once años porqué había colocado los pivotes de clase de educación física de manera diferente a cómo él se lo había indicado. El niño negó que esto fuera así, pero el resto de la clase apoyó lo que el profesor decía. El niño percibió algo así como “peligro” y entonces entró en una respuesta de bloqueo y rigidez corporal.


Según Porges, a través de la evolución los mamíferos desarrollaron los dos sistemas vagales, los cuales se programaron para responder con diferentes tipos de estrategias. El sistema ventral vagal nos permite además, responder con flexibilidad y adaptativamente a las demandas del ambiente. Ese mismo niño del que hablamos, suele mostrarse rígido mentalmente cuando juega con compañeros, negándose a ver el punto de vista del otro. Además, suele enfadarse y mostrarse agresivo en situaciones en las que no debería, y en cambio, cuando ha de expresarse asertivamente, no lo hace. No existe esa flexibilidad adaptativa a la que alude Porges. El trauma, especialmente el crónico, temprano y complejo, puede inhibir la disponibilidad de este sistema a largo plazo, constriñendo la capacidad de niño para responder adaptativamente al estrés, auto-regularse y formar apego sano y vínculos sociales.


Cuando las memorias del trauma y la adversidad son activadas por los estímulos ambientales (que es cuando los niños pueden responder o reaccionar atípicamente y para las personas que no conocen la naturaleza, traumática, de dichas reacciones, pueden a su vez, responder inadecuadamente con regañinas, broncas, castigos o medidas de tiempo fuera que lo único que están haciendo es incidir en la herida y, por lo tanto, retraumatizar), los menores de edad percibirán su entorno mediante las lentes de estas redes de memoria (no olvidemos que las respuestas que se aprenden con valor de supervivencia quedan engranadas en redes neurales que se pueden activar en un futuro ante determinados estímulos que las elicitan de nuevo) y como resultado harán una valoración inadecuada de la situación en términos de peligro y seguridad. Esta neurocepción defectuosa, en términos de Porges, puede activar el sistema de defensa en situaciones en las que de hecho están seguros o, por el contrario, inhibir respuestas defensivas en contextos en los que realmente están en riesgo.

Esto lo conocéis, vivís y sufrís muchos padres y madres que atónitos y asustados asistís a un ataque de ira con fuerte componente agresivo del niño ante un estímulo que no justifica tal reacción. Una corrección en los deberes, en un clima de cansancio por ser el final del día, y no tolerando la frustración, puede conllevar este tipo de conductas que reflejan la valoración inadecuada que el niño ha hecho de la situación desde su memoria traumática (“estoy en peligro”, pensó automáticamente este niño, y también de manera instantánea, su cerebro puso en marcha la respuesta de ataque) U otro ejemplo sangrante: la mujer con una historia traumática compleja y temprana que ante una violación responde bloqueándose y disociándose ante la agresión del violador. En vez de interpretar esto como un indicador traumático, puede verse como consentimiento, con graves consecuencias psicológicas y legales para la víctima, a la cual se le indicará que no se defendió. Si no se conoce el lenguaje traumático, pueden confundirse y malinterpretarse muchas manifestaciones de los niños y los adultos.

La neurocepción puede ser activada externamente mediante estímulos, o internamente como cuando experimentan dolor físico. Es de crucial importancia para poder ir reconduciendo estas respuestas cómo el niño percibe el sistema de interacción social del cuidador, pues incidirá en cómo se formarán a largo plazo las representaciones de sí mismo, de los demás y del mundo que le rodea. Además, la expresión facial del cuidador, la voz, la mirada tienen el potencial de activar la neurocepción de seguridad o peligro. Por eso, cómo nosotros respondamos ante las conductas que son reflejo de un trauma pasado, es fundamental. No me cansaré de decirlo. Interpretarlas a la luz de la indisciplina, la mala voluntad o la desobediencia y aplicar consecuencias a dichas conductas, sin preguntarnos nada más, sin analizar por qué ocurre y de dónde pueden venir estos comportamientos, puede retraumatizar al niño. Además, no le ofrecemos la oportunidad, con nuestra actuación y pautas psicoeducativas, de estimular y hacer funcionar adecuadamente el sistema de conexión social.


¿Qué podemos hacer como padres, madres, profesionales para reparar el trauma que el niño acarrea y estimular su sistema de activación e interacción social, para que vaya inhibiendo las reacciones de ataque/huida o de bloqueo? Soy consciente que es un trabajo largo y arduo, pero merece la pena. En este mismo momento estoy asistiendo en terapia a la recuperación del sistema de activación social (ventral vagal) de un niño que lleva conmigo dos años en terapia, tras trabajar con su madre y aquél. Verle reir, conectar, jugar, regular el enfado y dar respuestas menos depredadoras ante la frustración, es de una gran satisfacción.


Os propongo estas orientaciones (tenéis muchas más en los post de apego y trauma que he escrito estos años. Solamente con hacer click en las etiquetas que están a la derecha de la pantalla se puede acceder a los mismos. Hablaré a continuación de algunos aspectos que no he mencionado con anterioridad)


El juego: Los niños víctimas de abandono y maltrato perdieron (porque el estrés del maltrato lo inhibió) en su momento el interés por el juego. El juego no es simplemente que el niño se divierta, no moleste o pase un rato entretenido. Es un sistema que organiza el cerebro del niño y es necesario que el menor pueda tener las condiciones necesarias para poder jugar; de este modo su desarrollo se verá potenciado y sus capacidades se desplegarán porque son estimuladas. Por investigaciones, se sabe que a las ratas a las que se les da a oler cualquier objeto que ha estado próximo a un gato y contiene su esencia, automáticamente les estresa, activa el sistema de alerta de la rata y dejan, entre otras cosas, de jugar. En la vida adulta, estas ratas son menos resilientes y sus habilidades se ven claramente afectadas por esta experiencia. Del mismo modo, los niños víctimas de malos tratos han inhibido el sistema de juego y han perdido oportunidades de desarrollo que son claves para la maduración cognitiva y emocional. Al principio, cuando empecé a trabajar con niños del sistema de protección, asistía asombrado a la negativa o desinterés por jugar que mostraban algunos de ellos. Con el tiempo, fui comprendiendo que estaba asociado a las experiencias adversas tempranas que vivieron.


Jugar de nuevo con los niños es posible, estimular este sistema está a nuestro alcance. Favorece la emergencia progresiva de muchos de los elementos del apego que se han desactivado como consecuencia de los traumas vividos: el contacto ojo a ojo, la cercanía física, la tolerancia a las emociones positivas y negativas, la espontaneidad, la sintonía con el otro, el aprender a co-regularse... A veces hay que seguir el juego del niño. Nunca tomárselo como una broma (jugar es un asunto serio) y no juzgar lo que ocurre. Reflejar lo que el niño hace y amplificar las emociones que vive. Ofrece un marco seguro para que el niño se relacione con nosotros.  Una parte del tratamiento que suelo utilizar consiste en que los padres jueguen con los niños en la consulta, pudiendo proporcionarles después feedback sobre su actuación y cómo la han sentido.


El deporte y el movimiento: Los expertos en trauma recomiendan cada vez con mayor convencimiento la práctica de deportes o actividad física que mueve el cerebro. “Muévelo o piérdelo”, afirma Siegel en relación a que el cerebro de los niños (sobre todo de los más pequeños) necesita movimiento físico para estructurarse adecuadamente. También sabemos -por los expertos en trauma- que éste sobre todo, se fija en el cuerpo inicialmente. “El cuerpo lo registra todo”, dice Van der Kolk. La psicomotricidad para los más pequeños es un tratamiento idóneo para entrar en contacto con lo corporal y lo emocional, una psicomotricidad de corte relacional. Los deportes como las artes marciales ayudan al cerebro traumatizado porque empoderan y promueven el trabajo con las sensaciones corporales asociadas al trauma, aprendiendo a canalizarlas. El fútbol, el baloncesto… son también deportes de equipo adecuados para favorecer la regulación emocional y corporal. Uno de los vídeos que pudimos ver en una conferencia a cargo de Van der Kolk mostraba cómo trabajaba con los niños en base al movimiento y ejercicios sensorio-motrices. Hay que valorar qué tipo de deporte o movimiento es adecuado para cada niño.


Favorecer la desactivación del sistema de defensa: Cuando el niño o el adolescente entra en reacción de lucha/huida porque hay estímulos del presente que activan la memoria emocional y la reacción de alerta, siempre aconsejo a los padres que no entren a castigar, ni mucho menos pelear. Hay una tendencia en algunos varones padres a la rigidez, e incluso a agredir al niño o al joven, que es muy peligrosa e inadecuada y que se centra en el “se porta mal” o “no hace bien las cosas” y "voy a ponerle límite físicamente". No. Esto es confundir las cosas, pues el niño no se comporta así por un tema de disciplina sino porque emite una respuesta propia del sistema nervioso simpático. Hay que tratar de contener con la palabra llevándole al niño o al joven hacia la estimulación del sistema de conexión (ventral vagal) social. Eso es lo que tenemos que hacer desde el punto de vista neuro-psico-biológico. Es muy útil decirle frases como: “mira a tu alrededor, ¿hay algún peligro o amenaza, alguien te va a hacer daño?" O: “¿dónde estás?”; “estás con nosotros, aquí, en nuestra casa, nadie te va a hacer ningún daño” Se le llama presentificar. Hacerle notar al menor que está en el presente con nosotros, y seguro. Por eso entrar a pelear o a poner disciplina es totalmente inadecuado. Más tarde habrá tiempo para poder hablar de los límites y las normas. Esta tarea lleva tiempo pero no instala ni fortalece en los niños la neurocepción de que con sus cuidadores actuales el peligro sigue presente. Los padres o madres que entren en disputas y peleas agresivas con sus hijos/as deben de reflexionar y pedir ayuda profesional. Pues, como explica Ana Gómez, la interactuación del trauma del niño con las características de apego de los cuidadores (probablemente actuarán de este modo agresivo porque ellos han tenido también una historia de vida que deben de revisar) agravará la desorganización que estos menores suelen traer.



Termino la entrada de hoy con una interesantísima "picada": Ya sabéis que desde hace un tiempo me despido siempre recomendándoos algo de calidad. En este caso se trata de un libro de la reconocida y experta autora Montse Lapastora, quien lleva 25 años en la profesión de psicóloga clínica, muchos de ellos consagrada al trabajo y el tratamiento con menores y familias que tienen hijos/as adoptivos/as. Tuve el gusto de conocerla recientemente -para mí ha sido un honor- y compartir experiencias y conocimientos aprendiendo a su lado. Para las personas que residís en Madrid es una profesional altamente cualificada para trabajar con menores adoptados que presentan trastornos del apego y trauma. El libro al que me refiero os va ayudar en vuestra tarea educativa con los niños/as, y está escrito conjuntamente con Fátima Vázquez de Castro. Es del año 2007, editorial Síntesis y se titula: "Niños adoptados. Estrategias para afrontar conductas".
 
Espero que la entrada de hoy os haya gustado y aportado en vuestro caminar con los niños/as y jóvenes. Volveré con vosotros/as dentro de quince días.


Cuidaos / Zaindu

 

domingo, 23 de febrero de 2014

Charla-coloquio a cargo de Vinyet Mirabent sobre la sexualidad en el adolescente adoptado, el sábado 1 de marzo, desde el ordenador de tu casa, organizada por el Instituto Familia y Adopción

 
El próximo sábado, 1 de marzo, de 10,00h a 13,00h
 
Charla coloquio:
 
La Sexualidad en el adolescente adoptado: El camino de integración de los vínculos con los padres adoptivos/biológicos
 
 
 
 
 
Organiza: Instituto Familia y Adopción
 
Imparte: Vinyet Mirabent
 


La sexualidad es un aspecto intrínseco a la identidad de toda persona y las vicisitudes de su desarrollo en la adolescencia van a incidir en el adulto que va a ser.

Todos recordamos nuestra adolescencia y nuestra sexualidad incipiente y, si la hemos podido integrar bien, puede ser un gran recurso para entender a nuestros hijos en esta etapa. Pero en la adopción esto no es suficiente ya que las vivencias de los adolescentes adoptados son mucho más complejas, fácilmente sus conflictos más intensos y profundos y se ven invadidos de mayores incertidumbres y temores.

 
Vinyet Mirabent
 
Psicóloga clínica y psicoterapeuta. Coordinadora de la Unidad de Psicología y Psiquiatría del Niño y del Adolescente y Coordinadora del Equipo de Adopciones de la Fundación Vidal i Barraquer de Barcelona.
 
Información e inscripciones: Instituto Familia y Adopción

lunes, 10 de febrero de 2014

¿Qué podemos aprender de Dexter, una impresionante serie de ficción que nos muestra un personaje, hijo adoptivo, con una psicopatía de origen traumático?

 
He estado dudando sobre si dedicar o no una entrada a esta serie de TV -aclamada por público y crítica- pues normalmente suelo ceñirme a la realidad -que dicen supera a la ficción- y no a las fantasías. Pero del mismo modo que alguna vez hemos recurrido a la novela (por ejemplo, en este post sobre Zola y la transmisión intergeneracional del maltrato, el cual escribí hace ya un tiempo), el arte, la ciencia o el cine para analizar obras que guarden relación con las temáticas que abordamos en Buenos tratos, ¡por qué no acudir a la TV! Sobre todo si es un producto tan sublimemente trabajado como el nombre que da título al post de hoy y también a la serie de la cadena Showtime: Dexter. Pues por qué no. Y aquí la tenéis.


Os confieso que desde que mi amigo y colega Rafael Benito, psiquiatra, me recomendó la serie de Dexter, ésta me ha atrapado por completo -y no soy el único que pertenece al mundo psi que le ha fascinado- Me ha gustado y obnubilado tanto este personaje, su caracterización psicológica y la originalidad del planteamiento que no me he podido resistir a hablar de ello aunque me salte el guión habitual de este blog. Por un día, me concederéis ese permiso, estoy seguro. Además, creo de verdad que vamos a extraer interesantes aprendizajes para nuestra tarea con los niños y adolescentes traumatizados por la violencia, el abuso o el maltrato. De eso me encargo yo, de lo contrario no hablaría aquí de este personaje de la factoría Showtime.

¿Por qué me/nos interesa tanto esta serie? Porque Dexter -forense de la policía de Miami especializado en analizar las manchas de sangre en la escena de un crimen con particular maestría- presenta una biografía traumática: es adoptado por un comisario de policía que le encuentra, siendo aún un bebé, en medio de un charco de sangre, junto con su hermano, con su madre yaciente muerta porque fue asesinada por una banda de criminales. Dexter tiene vagos recuerdos sobre esto pues, como digo, era un bebe y aún no tenía desarrollada la memoria explícita. Pero la memoria implícita contiene emociones y sensaciones de ira, terror, pánico, odio, dolor... El actual forense de la policía de Miami no sabe, al principio de la serie, que sufrió este trauma, ni mucho menos porqué asesinaron a su madre de esa manera tan cruel e impactante para un bebé. Irá descubriendo su dura historia a lo largo de los diferentes capítulos. Tampoco sabe qué fue de su hermano. Terminaremos conociendo también cuál es su vida y que pasó con él. Nos sorprenderá. No quiero abundar más en detalles porque si doy demasiadas pistas, os desvelaré la trama principal, la cual te mantiene en vilo, deseoso de ver el siguiente capítulo. Así pues, me ciño escuetamente a la información más básica para no dar demasiados datos a quienes no habéis visto esta sorprendente obra.


Dexter es adoptado por el comisario de policía Harry (investigaba el caso de la banda que mató a su madre) quien viendo la crudeza y el terror vividos por aquél, y sabiendo que queda huérfano, decide darle un hogar y una familia. Tiene como hermana adoptiva a Debra -en la actualidad también policía-, quien trabaja en la misma comisaría. Mantiene con ella una relación de complicidad y una fuerte unión, aunque discutan y pasen por momentos de tensión y crisis en la relación; asistiremos, a lo largo de los episodios, a cómo se va desarrollando y qué va ocurriendo con esta relación fraternal porque el devenir de la misma es también digno de análisis, y también nos dejará boquiabiertos el final de la misma.


¿Y qué más tiene este personaje para atraer nuestra atención? Agarraos a la silla: Dexter es un psicópata asesino en serie. Sí. Como lo oís. Pero ha conseguido controlar (canalizándola) su tendencia a la depredación y pulsión de matar gracias a su padre adoptivo. Harry descubrió tempranamente las tendencias de su hijo, y en vez de repudiarle, decidió convertirse en su tutor. Le enseñó a canalizar su depredación dándole un código (el código de Harry, así se refiere el personaje al mismo) Además, le enseñó a aparentar normalidad, a desarrollar un estado del yo externo que le permita parecer adaptado y simular ser un individuo integrado en sociedad. Dexter tiene muchas dificultades para sentir, no tiene necesidad de estar en la intimidad, ni de tener amigos, ni arraigo... Su padre le enseñó a mostrar esa fachada aparentemente sintonizada hacía al exterior. Gracias a ello ha llegado a ser un eficiente forense, simpático y algo tímido, que regala donuts a sus compañeros al llegar a la comisaría, que sale con una chica (Rita) que tiene dos niños de una relación anterior (en la que fue víctima de malos tratos, por eso está también traumatizada y no puede entrar en intimidad sexual; esto no molesta demasiado a Dexter porque sí le gusta el sexo pero no la intimidad. Como dice el propio personaje: “me gusta Rita porque está tan perjudicada como yo”)


Dexter tiene una incapacidad para sentir y empatizar emocionalmente con los demás (aunque sí tiene el código de su padre para funcionar y regular su depredación), y de ahí su estilo vincular desapegado (aunque aparente lo contrario) El forense, además, participa en la vida laboral y de ocio que comparte el equipo de policías (con cierto retraimiento y timidez pero dando el pego de ser un compañero agradable) Vamos, el yerno ideal si no fuera porque el exterior de Dexter nada tiene que ver con su interior: un mundo oscuro e ignoto para él que le lleva a no entender la "música", ni la sintonía emocional y de conexión entre humanos. Un interior que alberga (como él lo denomina) un oscuro pasajero que necesita asesinar en serie siguiendo su propio ritual, dando rienda suelta a sus impulsos violentos más primarios. Dada su profesión, tiene acceso a información privilegiada sobre perfiles de delincuentes sospechosos que se investigan en el departamento de policía de Miami (donde se sitúa la serie) o que fueron absueltos por falta de pruebas. Dexter les hace un seguimiento implacable tal y como lo haría un león con su presa y cuando está completamente seguro de que el sujeto en cuestión es culpable (tiene evidencias irrefutables, tal y como su padre le enseño en su código; código por cierto que abandonará durante un periodo corto de tiempo en algunos puntos pues el forense hace su propio camino y -ya veréis porqué- se distanciará de su padre), se toma la justicia por su mano -cual ángel de la muerte- capturándole sibilinamente y asesinándole en una mesa y una cámara de ejecución especiales que él prepara para cada ocasión: rodeado de las fotografías de sus víctimas (arrancándole confesión de sus crímenes) y atenazado por plásticos que le impiden cualquier movimiento, le hace un corte en la cara para obtener una muestra de sangre que, posteriormente, guardará en una cajita (como buen asesino en serie conserva sus trofeos) para descuartizarle con el fin de terminar echando los trozos al fondo de la Bahía de Miami en la que reposarán los restos -por los siglos de los siglos, sin que nadie lo advierta (¿o sí?)- de pederastas, estafadores, traficantes, maltratadores... en fin, toda la caterva de Miami. 






La serie no es truculenta ni tiene escenas con contenido gore; se ve lo justo. El acento, afortunadamente, no está puesto ahí sino en el personaje y cómo percibe éste los seres que le rodean y su mundo, en mostrarnos la profunda brecha que hay entre el Dexter de dentro y el que se muestra por fuera, y como lo mentaliza éste. El gran logro de esta ficción está también en la voz en off que nos permite acceder al mundo interior de Dexter, que va comentando y reflexionando acerca de él mismo y de todo lo que le acontece, creando una asombrosa complicidad con el espectador.


Antes de comentaros qué podemos aprender de este insólito planteamiento para nuestro trabajo y tarea educativa, comento qué es lo que resalto de esta serie.

Para ser una serie tan larga (8 temporadas), no acusa demasiado el lógico desgaste. Todos los capítulos son buenos, no hay ninguno que no concite interés. Hay temporadas mejores que otras pero todas son notables y algunas excelentes. A lo largo de las mismas, iremos conociendo a Dexter, las personas que forman su vida y su mundo y nos adentraremos en su traumática biografía. Asistiremos a lo complicado que le resulta llevar esa doble vida. Los expertos en analizar series de TV dicen que decae en la sexta temporada, pero al final de ésta, con una escena de gran impacto y que marcará el devenir de los personajes, resurge el interés para afrontar ya la recta final de la trama con un impresionante desenlace. Las mejores temporadas -afirman los entendidos- son la primera, segunda (donde descubriremos el pasado de Dexter y cómo un asesino que tiene en vilo a la ciudad de Miami le conoce, le va dejando mensajes y le irá conduciendo a descubrir dolorosas verdades biográficas), cuarta, séptima y octava. Tercera y sexta temporada son más flojas. Y la quinta tiene un buen nivel. Aunque todo esto, ya sabéis, depende del gusto de cada uno.


Además de la trama, las subtramas son interesantes. La intriga del tipo de delincuente a quien se tienen que enfrentar y lo atractivo de la investigación criminal y de la caracterización del perfil psicológico de los asesinos. A todo el que le atraiga este mundo, le gustará mucho la serie. Toda temporada tiene un asesino en serie, criminales o bandas a quienes tienen que investigar, descubrir y detener. Dexter le hará la competencia a la policía porque quiere cogerles antes y arreglarlo todo para que, sin despertar sospechas, pueda llevarles a su cámara de ejecución y satisfacer su necesidad. Esto le acarreará muchos problemas y cantidad de veces te terminas preguntando cómo se librará de ser descubierto. El aire de externa imperturbabilidad del personaje (el falso self, como decía Winnicott) hace que se maneje con inaudita inteligencia y autocontrol. Tanto Michael Hall (actor que encarna a Dexter Morgan) como el resto de actores hacen soberbias interpretaciones; pero Hall borda el papel de asesino en serie pseudoadaptado. La caracterización de los compañeros de trabajo de Dexter -o de otros personajes con los que se relaciona- está igualmente muy bien hecha, y las tramas y lo que acontece en sus vidas son tambien interesantes.


Asistimos en voz en off a lo que piensa Dexter, a su autodiálogo. Como os he dicho, éste es sin duda, un gran atractivo. Podemos compartir cómo piensa, reflexiona, actúa… el forense de la policía. Se crea una gran complicidad y sintonía entre él y el espectador. Podemos conocer cómo está fracturada su personalidad y la gran mentira que es su vida. Poder entrar en la mente de un asesino en serie -que se aparece como encantador  a los ojos de todos- y compartir su filosofía de la vida, y las investigaciones que va haciendo para descubrir delincuentes que se han ido de rositas y llevarles a su mesa, es alucinante. Además, Dexter se relacionará con personas que tendrán la capacidad de adivinarle, de leerle por dentro, de saber que su exterior no es auténtico… Éstas -aparte de ponerle en tremendas situaciones y aprietos- le ayudarán a conocerse. 



La particular Ley Dexter: en esto recuerda a otros personajes de la ficción (novela, comic…) que también aplicando su particular justicia, libran a la sociedad de seres abominables. Dexter sigue el código de su padre, eso sí. Si no tiene pruebas irrefutables, no ejecuta a nadie (durante un periodo se salta el código en algunos aspectos. Pero se sabrá por qué hace esto, pues no es un asesino sin código. Ha aprendido a no ejecutar gratuitamente) Pero hemos de subrayar que el objetivo del forense de la policía de Miami en realidad no es hacer justicia (de paso sí) sino liberar (con un código y un protocolo) sus pulsiones violentas: si no asesina en serie de ese modo entonces ya no sería un "psicópata bueno", por así decirlo. Necesita asesinar.


Dexter es adicto a asesinar en serie (hay hipótesis en psicología criminal que plantean que los asesinos en serie tienen adicción a matar. Esto es, asesinar sería como una adicción) pero ha conseguido encauzarlo y reconvertirlo para librar a la sociedad de tipos detestables, es como un remedo de un justiciero.  Os confieso algo: me he sorprendido identificándome con Dexter y deseando que pusiera a algún delincuente en su mesa (traficantes de personas, pederastas…) Y ese es otro logro de la serie: que te caiga bien este particular individuo. Pues descubres que su patología tiene, en su origen, componentes traumáticos (su vida ha sido muy dura, no es un asesino en serie perverso sino disociado estructuralmente de niño por el impacto de un terrible psicotrauma) y que ha hecho un camino de resiliencia resistente para que no le destruya a él ni destruya a ningún inocente. Y, claro, cuando analizas cómo son algunos de los otros personajes que pueblan la ficción, adviertes que aunque no lleven una doble vida, también son psicópatas a su modo. ¿O no es quizá más deplorable que el personaje de Laguerta se acueste con el marido de una compañera a quien le han nombrado teniente -en vez de a ella- sólo con el fin de desestabilizarle emocionalmente y poder recuperar así su puesto? El psicópata no es alguien asociado a la delincuencia y la cárcel, sino que, como dice Vicente Garrido, es un camaleón en la sociedad actual que puede ocupar puestos de relevancia precisamente por esa capacidad y por su inteligencia y dotes seductoras.


A lo largo de los episodios, viviremos la evolución del personaje: Dexter irá cambiando y empezará a estructurarse psicológicamente -y a humanizarse- cuando empiece a comprender su historia (descubrirá que el trauma vivido guarda una estrecha relación con su anomalía caracterial; la pena es que no puede seguir la terapia que inicia porque…¡debe de llevar a la mesa a su terapeuta porque es un estafador!) y también en la medida en que se beneficie de la conexión con su pareja y con otras personas, irá conociéndose mejor a sí mismo. Humanizarse, por así decirlo, tiene ventajas para Dexter pero conlleva graves riesgos de los cuales su padre (otro elemento atractivo de la serie es ver cómo el forense puede, aunque ya fallecido, dialogar con su progenitor y permitir al espectador ver a éste que se le aparece en innumerables momentos –en realidad, está en su mente pero lo podemos ver físicamente a su lado- a través de las distintas temporadas) le advertirá. Dexter descubrirá cosas de su biografía que perjudicarán la relación con Harry, necesitando aquél también hacer su proceso de individuación. Padre e hijo tienen un vínculo que no sabría muy bien cómo definir. Dexter crece disociado entre el niño interno aparentemente normal y la parte emocional dañada por el impacto de presenciar el asesinato de su madre. Harry se constituye en una figura firme y segura para un niño que necesita de estas cualidades hasta que sea capaz de regular y canalizar su psicopatía de una "mala" a otra "buena" (una canalización, digamos, muy particular y se puede discutir si es éticamente plausible o no; pero es la manera de canalizar la psicopatía que elige el padre para su hijo ante -suponemos- la imposibilidad de curarla o rehabilitarla)  El padre le "prestó" los lóbulos frontales a su hijo (y creo que Dexter los "tiene" todavía de adulto, porque si se los "devuelve", no hay permanencia ni capacidad en él para dominar al monstruo que lleva dentro, ese cerebro reptiliano indomable que el forense de la policía ha desarrollado) Es una figura paterna idealizada pero que bajará del pedestal para ser reinventada (porque Dexter necesita a su padre, lo quiera o no) El forense no sabe por qué tiene esa fractura en su personalidad (ese otro yo que necesita asesinar); lo va descubriendo, y nosotros con él, a lo largo de las temporadas. El trauma tiene un peso específico en su grave problema (y es una hipótesis plausible; juraría que los guionistas han sido asesorados por expertos psicólogos y psiquiatras) y el personaje lo irá sabiendo.


¿Qué podemos aprender de Dexter? Me encantaría, los que habéis visto la serie, que participarais diciendo cuál es vuestro punto de vista en este sentido.


El papel del padre como tutor de resiliencia resistente. Éste no se abruma, no se desespera ni rechaza a su hijo cuando descubre, horrorizado, su tendencia a disfrutar matando. “No estás sólo, hijo, y te voy a ayudar” – le dice. Esto impresiona. Me ha gustado cómo comprende a su vástago y le enseña recursos para lograr esa aparente adaptación social. Le acepta en su ser desviado y le pone límites: no de sanación -porque no parece posible- pero sí para mantener a raya su mecanismo voraz asesino y no usarlo con un fin abyecto. Le moldea y le proporciona un código de actuación que le sirve de contención y guía de vida para lograr el autocontrol. Le ofrece el camino de que al menos, no dañe a inocentes. Me ha resultado impresionante cómo este padre se echa a la espalda al hijo y le ayuda a salir adelante. Eso nos sugiere que en nuestro trabajo debemos asumir esa tutorización incondicional de los niños y adolescentes para ayudarles a que superen o canalicen sus déficits, pues a la larga da sus frutos.


La presentación –como ya he apuntado- de un tipo de psicópata (asesino serial) que viene explicado por el papel del trauma temprano. En el excelente libro de Anabel González y Dolores Mosquera titulado: “EMDR y disociación. El abordaje progresivo”, nos hablan -refiriéndose al trauma- de los estados del ego, y creo que se le puede aplicar a este personaje: “Son aquellas partes de la personalidad que conforman el self (sentido del sí mismo) completo. El concepto de estados del ego tal y como fue definido por John y Helen Watkins hace referencia no sólo a las partes disociativas de la patología postraumática (rasgos o modos de ser apartados de la conciencia y que toman el control temporalmente, de la personalidad), sino también a aquellas que componen el self saludable de cada individuo. Estos estados del ego nos dan capacidad para adaptarnos, pensar y actuar de un modo diferente en distintas situaciones. Watkins y Watkins proponen un abordaje terapéutico que procede del psicoanálisis y la hipnosis, y desde esta perspectiva, el objetivo de la terapia no es la plena integración de la personalidad (cosa que según los autores nunca existiría) sino la superación del conflicto interno entre estados del ego” En este sentido, todos tenemos estados del yo diferentes pero los hemos podido armonizar. Dexter no. No vive en equilibrio y armonía con su ser, él está en conflicto con esa parte que desea dañar y disfrutar asesinando (el oscuro pasajero, así le llama) y le atormenta. Se conoce bien a sí mismo y gracias a ello puede -por ponerle un nombre- "gestionar" el conflicto; pero éste es un conflicto permanente que le resta autenticidad a  su vida y le traerá graves consecuencias para él y quienes le rodean.



Me he encontrado en mi práctica clínica a jóvenes que cuando ya han desarrollado una base segura conmigo, se atreven a verbalizar aspectos de sí mismos que por miedo o vergüenza no comparten con nadie. Es miedo a lo que descubren dentro de sí mismos, a que se les vaya de las manos... ¿Qué es lo que descubren?: una parte de sí mismos que contiene odio y deseos de venganza. Incluso muchos tienen fantasías omnipotentes en las que se ven a sí mismos fuertes, como justicieros, vengando a la humanidad de gente perversa. Cuando vamos trabajando, relacionan esta parte de sí mismos o estado del yo (a veces más o menos disociado) con el maltrato (lo he observado, sobre todo, en jóvenes con antecedentes de duro maltrato y violencia) sufrido y el dolor que les causa, como una parte emocional; y cuando con la terapia van superando el conflicto, empiezan a mejorar. Evidentemente -y afortunadamente- no son ni hacen lo de Dexter, ni mucho menos, hay grandes diferencias; pero internamente estos jóvenes tienen también dentro sus pasajeros oscuros.


No he tratado a psicópatas adultos, pero sí a jóvenes con rasgos que se consideran la antesala futura de la misma. Aunque hay líneas de investigación que parecen poner el acento en la genética o en aspectos constitucionales para explicar las causas de esta anomalía, nunca se deben descartar los factores ambientales (familiares, sociales…) como contribuyentes en su gestación. En particular, el trauma por maltrato y abandono, especialmente para aquellos jóvenes que desde muy temprana edad no han vivido la ternura sino la crueldad e incluso el sadismo. Desean desquitarse de lo que consideran humillaciones y afrentas. Para ellos, la sociedad les ha fallado y vuelcan su rencor en las figuras con las que conviven. Van desarrollando rasgos de ausencia de empatía, disfrute con el dolor ajeno, egocentrismo, egoísmo, frialdad, estilo de vida parasitario (aprovechándose de otros), manipulación, aunque superficialmente encantadores o de fachada sintonizada... La detección temprana y la asignación a estos menores de tutores de resiliencia que les acompañen desde la permanencia, la aceptación incondicional y los límites, junto con los tratamientos que sean necesarios, es lo que puede marcar la diferencia entre el que tiene opciones de rehabilitarse o no. Aunque hay bastantes casos de psicópatas adultos que, según nos dicen expertos, no llegan a conseguirlo. ¿Es una psicopatía donde tienen un peso específico los factores genéticos, temperamentales, psicofisiológicos… ¿O los biográficos y sociales? ¿O todos estos factores en interacción? Sin embargo, en la infancia, podemos influir sobre este tipo de perfiles probablemente a tiempo. Por ello, un vínculo y un sentido a lo vivido son fundamentales.


Antes he llamado resiliente resistente a este insigne forense ¿Se puede resiliar incluso con una anormalidad tan grave como la de este personaje? Yo creo que no sería resiliencia en el sentido francés del término porque el forense no sufre un renacimiento postraumático aunque sí un proceso de autoconocimiento que le aporta sentido a lo vivido (sabe que su oscuro pasajero se genera por un trauma, pero no puede dejar de ejecutar a delincuentes y satisfacer, con su particular código, su pulsión y llevar esa doble vida) Tampoco en el sentido americano de adaptación positiva porque la manera de canalizar su anomalía no le hace vivir adaptado (es una pseudoadaptación) Diríamos que sobrevive y, a veces, malvive. En este sentido, ¿podría ser un tipo de resiliencia resistente porque ha desarrollado los mecanismos que necesita para que la patología no sea tan devastadora?

 
En definitiva, aprendemos de esta serie la gran necesidad de que el entorno incluya y no excluya. Que las infancias no determinan pero sí marcan: podemos ver el devenir de un hermano que tuvo permanencia, regulación y límites (Dexter) frente a otro que no, y cómo uno es un psicópata bueno y otro malo.


Quiero incidir en la necesidad de que la red social que rodea al niño sea acogedora. Es la red la que va a fomentar la resiliencia (tiene que haber por fuerza alguien que permanezca en la vida, que sea un tutor que acompañe, guíe, oriente, apoye, escuche, limite, dé afecto…), así como el trabajo y elaboración de la historia de vida.


Al final creo que dedicar un post a Dexter ha merecido la pena porque hemos terminado hablando de nuestros temas favoritos: trauma y resiliencia.


Cuando la veáis, dejadme vuestros comentarios, que leeré como siempre, gustosamente.

Os dejo, para quienes no la habéis visto, con el trailer de la primera temporada:

 


Después del excursus de hoy sobre Dexter, regresaremos con nuestros temas habituales  de apego, trauma y resiliencia. En concreto, acabo de descubrir un libro (cómo no, de la mano de mi maestra en psicoterapia Maryorie Dantagnan) que ¡me ha cautivado por completo! Me refiero a "EMDR therapy and adjunct approaches with children. Complex trauma, attachment and dissociation" ("Terapia EMDR y abordajes complementarios con niños. Trauma complejo, apego y disociación"), escrito por Ana M. Gómez, una autoridad en la materia. La autora me ha atrapado y estoy literalmente enganchado a su lectura. Además del abordaje EMDR, Ana propone otros complementarios basados en el apego, y también un conjunto de técnicas y estrategias fundamentadas en las teorías de los más prestigiosos investigadores y profesionales del trauma complejo, que es el que suelen presentar con bastante frecuencia niños/as adoptados y acogidos con historias severas de abandono, maltrato y abuso. Voy a ir ofreciéndoos una selección de lo mejor del libro, sabiendo, además, que muchas cosas vais a poder aplicarlas los padres y las familias con vuestros/as niños/as. Esta es la gran noticia. Así pues, permaneced pegaditos a Buenos tratos, que nos esperan grandes aportaciones.

Cuidaos / Zaindu