lunes, 27 de febrero de 2012

Preguntas que sugiero deben hacerse las familias adoptivas y acogedoras para fomentar la resiliencia en sus hijos/as (II y final)


Continuamos esta semana con el modelo mixto de resiliencia de Henderson y Milstein (resiliencia en la escuela) Como ya os dije, este modelo (entre otros) es referenciado y explicado en el libro de José Luis Rubio y Gema Puig titulado: “Manual de resiliencia aplicada”

Aunque el modelo está diseñado para el ámbito escolar, me parece que se puede aplicar al de las relaciones familiares, y a partir del mismo podemos promocionar la resiliencia en seis pasos.

La pasada semana nos dedicamos describir los tres primeros pasos y, desde ellos, desarrollé una serie de preguntas que podemos formularnos para reflexionar y tomar conciencia de si estamos potenciando o no la resiliencia de los niños, en especial de los adoptados y acogidos. Los tres primeros pasos estaban encaminados a dilucidar si potenciamos los factores que pueden mitigar el riesgo.

Hoy nos centramos en los elementos que están presentes en las personas que se sobreponen a la adversidad.  Plantearé unas cuantas preguntas a las  que  podemos autorespondernos y concluir acerca de qué necesitamos cambiar para ayudar, como tutores de resiliencia (personas que acompañan a los niños en su proceso de crecimiento y transformación personal desde la aceptación incondicional, ayudándoles a recuperar un desarrollo resiliente a pesar de haber vivido experiencias de vida duras durante los primeros meses o años de vida) Todo esto requiere trabajo, paciencia, esfuerzo y es, como comentamos, un proceso a potenciar a lo largo de la vida de nuestros niños y niñas.

Elementos que tenemos que tratar de hacer presentes en los niños y que favorecen que éstos se sobrepongan a la adversidad:

Brindar apoyo y afecto: ¿Somos incondicionales hacia nuestros hijos, respetando siempre el valor de la persona y refiriéndonos siempre a las conductas que deben de cambiar y no juzgándoles y condenándoles como personas? ¿Les proporcionamos afecto, a cada cual según lo reciba bien de acuerdo a su perfil de apego? Los niños evitativos con saber que estamos disponibles y darles una palmada en la espalda o un choque de manos servirá para que no se sientan invadidos pero noten nuestra presencia. Los niños ambivalentes necesitan reafirmación de que les queremos, aunque se lo tengamos que decir una y otra vez y darles mil abrazos y besos si los necesitan. Los de apego desorganizado, según el momento por el que atraviesen y según hacia dónde se hayan orientado como tendencia. Necesitarán ambas cosas y a veces querrán acercarse y buscarán nuestro afecto y otras necesitan que nos situemos a distancia.

¿Les felicitamos, animamos, apoyamos emocionalmente usando la empatía y los mensajes que transmitan que sentimos que les sentimos? Por ejemplo, si hubo un suspenso en un examen, antes de pensar en consecuencias, ¿sabemos valorar su esfuerzo y les decimos: "siento que te sientas mal por haber suspendido?" O cuando los niños adoptados nos revelan su rabia por el abandono sufrido y no tenemos muchas veces respuesta sobre qué pudo pasar con exactitud en su vida para que ese abandono se produjera, ¿les devolvemos un “siento que sufras”; “siento no poder tener respuestas; “con nuestro cariño transformarás tu dolor?"

¿Les apoyamos lo suficiente y les ayudamos en sus dificultades o les presionamos porque queremos-que-sean- como- los-demás sin darnos cuenta de que ese niño es ese niño, con un valor único, original e irrepetible y a valorar solo por ser persona? ¿Nos lanzamos en seguida a la aplicación de consecuencias pero obviamos el pensar cómo les podemos ayudar? ¿Nos planteamos hasta qué punto pueden solos y hasta qué punto les exigimos imposibles? ¿Estamos atentos a sus cualidades y las reseñamos y se las hacemos notar diciendo lo orgullosos que nos sentimos por ello?

Brindar oportunidades de participación significativa: ¿Les damos un lugar en el mundo comunitario donde residen en el que puedan hacer alguna actividad de la que se sientan orgullosos y les proporcione autoestima? ¿Nos preocupamos de que en el colegio sea respetado y aprenda a respetar a los demás mediante la colaboración con los profesores a través de medidas que promuevan la reparación cuando ha hecho algo que ha perjudicado a los demás? ¿Es aceptado por el grupo de clase? ¿Es demasiado inhibido o, al contrario, impulsivo en sus relaciones? ¿En cualquiera de los dos casos, ¿qué se puede hacer para que no repercuta en su participación social? ¿Trabajamos con el niño la empatía y la conciencia moral? Incluso si el niño tiene grandes problemas de integración, ¿hacemos una lectura desde los condicionantes de su historia de vida como causa explicativa más plausible de las dificultades actuales para la socialización? ¿Tendemos a apartar de los grupos a los niños enseguida, cuando su comportamiento social es negativo e irrespetuoso? ¿O lo que quizá necesita es un educador que esté próximo a él y regule sus relaciones interpersonales enseñándole? Esto es tiempo dentro en vez de tiempo fuera del grupo.

Establecer y transmitir expectativas elevadas: Las expectativas han de ser a la vez, realistas, para que cada niño pueda mostrar su potencial y recursos en aquello que su nivel de desarrollo madurativo se lo permita. ¿Cuáles son nuestras expectativas hacia nuestros hijos? ¿Pueden los niños llevar adelante las mismas y con cuánta ayuda? ¿Esperamos solo modificaciones internas en el niño para que cumpla las expectativas o adecuamos las situaciones familiares para que pueda llevarlas a cabo? ¿Aceptamos en verdad las limitaciones y déficits de nuestros hijos? Como padres, ¿qué esperamos de nuestro hijo? ¿Somos capaces de exigirles razonablemente y de acuerdo a sus posibilidades?

Como ya comentamos la semana pasada, podéis vosotros formular más preguntas para cada uno de los pasos y compartirlas con todos.

Espero que estos dos posts os hayan ayudado a pensar y reflexionar acerca de si estamos en un camino de fomento de resilencia hacia nuestros hijos y niños. Nos necesitan a todos pues como ya habréis leído, “se necesita a toda la tribu para educar a un niño”

Estoy convencido de que en muchos aspectos estaréis caminando y educando a vuestros hijos/as en la resiliencia, pero quizá en otros aspectos podáis necesitar fomentar alguno de los pasos que aquí hemos mencionado. Si os ha aportado elementos y respuestas (u otras preguntas) relevantes y nuevas que pueden favorecer la resiliencia, habremos conseguido una autoevaluación de nuestra tarea como educadores y de ahí, los cambios que se puedan necesitar, en un eterno proceso de reflexión-acción.

El libro "Manual de resiliencia aplicada" da mucho de sí, como habéis visto, y a él volveremos en más de una ocasión porque tiene contenidos que podemos usar para, como el título dice, aplicar la resiliencia.

lunes, 20 de febrero de 2012

Preguntas que sugiero deben hacerse las familias adoptivas y acogedoras para fomentar la resiliencia en sus hijos/as (I)


En el libro de José Luis Rubio y Gema Puig titulado: “Manual de resiliencia aplicada” del cual os hablé la semana pasada, hay muchísimos contenidos y propuestas teóricas y prácticas que nos darían para un buen número de entradas en este blog.

De todo lo que nos ofrecen en el Manual –todo es interesante, nada sobra ni está de más-, personalmente me ha parecido muy interesante para las familias adoptivas y de acogida el capítulo de los modelos en resiliencia. Son, como dicen los autores, “modelos para la práctica” Dentro de los distintos modelos que nos exponen en el libro, veo particularmente útil y pragmático el de Henderson y Milstein (Resiliencia en la Escuela) Aunque centrado en el ámbito escolar, pienso que es de utilidad en el familiar también.

Practiquemos, pues, con el modelo, aplicándolo a los niños adoptados/acogidos (donde digo "niños", podemos poner también niñas y jóvenes):

La aplicación de este modelo (nos dicen los autores José Luis Rubio y Gema Puig en su Manual) supone promocionar la resiliencia en seis pasos.

Los tres primeros pasos están encaminados a mitigar el riesgo:

Enriquecer los vínculos prosociales.

Fijar límites claros y firmes.

Enseñar habilidades para la vida.

Los tres pasos siguientes se describen como elementos claves presentes en los sujetos que se sobreponen a la adversidad:

Brindar apoyo y afecto.

Establecer y transmitir expectativas elevadas.

Brindar oportunidades de participación significativa.

Tomando estos elementos para construir resiliencia (ya sabéis que la resiliencia se entiende no como un rasgo que el niño posee, sino como un PROCESO que tiene lugar a través de la interacción constante entre las características del niño y las variables del ambiente), podemos los padres, las madres y las familias acogedoras o adoptivas hacernos unas cuantas preguntas que nos ayuden a reflexionar si estamos verdaderamente trabajando para ayudar al niño en ese proceso de hacerse resiliente.

Nosotros hemos de constituirnos en los tutores de resiliencia, en los acompañantes incondicionales de los niños ayudándoles a tener un buen desarrollo pese a las circunstancias adversas que hayan vivido. Pero para eso nos necesitan. Los niños tienen mucho más complicado crecer y rehacerse desde la adversidad si no encuentran a esa persona que sea capaz, como hemos dicho otras veces, de apoyarles para hacer el cambio, "el viraje de su existencia", "a no resignarse a la fatalidad de la desgracia" (Cyrulnik)

Os lanzo algunas preguntas que me han surgido leyendo los factores que mitigan el riesgo:

Enriquecer los vínculos prosociales: ¿Tiene el niño red de amigos o compañeros? ¿Tiene, al menos, un compañero o compañera de juego? ¿Me he preocupado de buscarle algún entorno favorecedor del desarrollo de una experiencia social-vincular positiva como un club de tiempo libre, centro, asociación (deportiva, cultural…)? Es difícil encontrar entornos favorecedores de los vínculos prosociales cuando los niños tienen dificultad precisamente en esto pero sí existen alternativas, si buscamos. Sabemos lo difícil que es para los niños más disruptivos que muchas veces rompen las reglas y faltan al respeto, pero existen personas y lugares maravillosos y favorecedores.

Fijar límites claros y firmes: ¿Somos claros con los límites? ¿Qué normas hay en casa y cómo las hacemos cumplir? ¿Son las normas adecuadas al nivel de desarrollo del niño? ¿Puede el niño por si sólo cumplir esas normas, cuánta ayuda necesita? ¿Soy congruente en la aplicación de las normas? ¿He explicado al niño que las normas nos ayudan a entendernos y nos dan seguridad? ¿Están los dos progenitores de acuerdo con las normas o se contradicen? ¿Felicito al niño cuando las cumple? ¿Es bueno castigar a los niños víctimas de malos tratos si no las cumplen? ¿Tensionamos a los niños con un ritmo frenético de hacer cosas, trabajar, deberes… no dejándoles tiempo para jugar entre ellos y con nosotros? ¿Somos unos obsesivos con las normas? ¿Queremos adultos en miniatura? ¿Dejamos a los niños ser niños? ¿Somos conscientes de que los niños víctimas de abandono y malos tratos tienen una inseguridad de base y se aferran más a no enfrentarse a las dificultades porque no han vivido el bienestar de estar a gusto con unos cuidadores durante las etapas clave en la formación de los vínculos?

Enseñar habilidades para la vida: ¿Les enseñamos las cosas o partimos de que ya saben hacerlas porque ya tiene tal o cual edad? ¿Nos preocupamos de enseñarles las habilidades básicas para desenvolverse? ¿En qué situaciones sabe mi hijo desenvolverse solo y en cuáles necesita ayuda? ¿Si no sabe desenvolverse, es por dificultades para permanecer y regularse o es porque no ha aprendido la habilidad en cuestión? ¿Qué habilidades de supervivencia tiene aprendidas? ¿Transmitimos a los niños que esas habilidades tuvieron sentido en el contexto de vida que les tocó vivir -aunque ahora no sean útiles- y les decimos que conseguirán aprender otras válidas para el contexto actual con nuestra ayuda y la de los demás, o les comunicamos expectativas de fracaso y negatividad?

Ya veis que esta semana formulo preguntas (incluso cabría formularse más, si se os ocurren, bienvenidas sean, en la sección de comentarios) para que las contestéis pensando en vuestro hijo o hija o en el niño/niña o joven con el que trabajáis. Y para que hagáis cambios, si lo necesitáis. Para cada niño/a o joven habrá una respuesta o un camino o una posibilidad a explorar e implementar. Nuestra tarea -como educadores que somos- también consiste en saber si estamos trabajando para mitigar los riesgos. La semana que viene formularé preguntas para ver si estamos estimulando para que los niños/as o jovenes aprendan a sobreponerse a la adversidad. La auto-reflexión es clave en educación y en la vida.

lunes, 13 de febrero de 2012

"Manual de Resiliencia Aplicada", un excelente y didáctico libro para aprender y enseñar la resiliencia


Esta semana, como ya os anuncié, voy a hablar de un libro que terminé justo ayer. Me refiero al "Manual de resiliencia aplicada", escrito por José Luis Rubio y Gema Puig, ambos docentes y cofundadores de ADDIMA Asociación para la Promoción y Desarrollo de la Resiliencia, de la cual os he hablado muchas veces (en la que trabaja también mi amiga Pilar Surjo) ADDIMA es una Asociación que está realizando una inestimable labor no sólo para dar a conocer qué es la resiliencia y cómo puede implementarse en los distintos ámbitos de la vida de las personas, sino también de formación. Formarse en este fenómeno que nos ha cambiado la  vida y la manera de trabajar con las personas (a mí, en concreto, me ha aportado otra visión de los pacientes más constructiva y positiva), es necesario. Además, hacerlo del modo en que proponen en ADDIMA es participar en una formación en la que vamos a poder comprender y además aprender a aplicar la resiliencia. Por ello, organizan un Curso de Resiliencia Aplicada (edición on line, del 23 de febrero al 16 de mayo de 2012, podéis informaros haciendo clic aquí, la página de Addima) desde hace ya cuatro ediciones, siendo pioneros e innovadores en este tipo de formaciones. Muchos me preguntáis en los correos personales dónde uno puede formarse profesionalmente; y siempre os ofrezco la referencia (a los psicólogos) del IFIV de Barcelona. Pues también os recomiendo (no sólo a los psicólogos sino a todos los profesionales) vivamente formaros en resiliencia con Addima.

Si leéis el libro, entenderéis aún mejor porqué la formación que ofrecen es de calidad. “Manual de resiliencia aplicada” es un libro extraordinario. Puede parecer que exagero pero no es así. “Extraordinario” significa “fuera de lo común” Y esta obra se sale fuera de lo ordinario ¿Por qué? Porque si de suyo ya es difícil escribir un libro sobre resiliencia, imaginaos lo complicado que tiene que ser rizar el rizo y conseguir realizar un libro que presente los contenidos de manera didáctica. Exponen los conceptos y contenidos mediante un método práctico de enseñanza que facilita la comprensión haciéndola amena e interesante. Esto realmente es muy difícil de conseguir y lo han logrado. Por eso es diferente y se sale fuera de lo común. 

El libro, a lo largo de sus capítulos, presenta la información con abundantes gráficos, cuadros, esquemas, llamadas y dibujos que complementan lo expuesto, lo clarifican y, además, suscitan el interés por saber más proponiéndote enlaces a internet, citas y referencias bibliográficas. La lectura se va haciendo fácil y entretenida y se puede ir consolidando lo que se aprende porque los autores recapitulan sobre los contenidos varias veces.

El estilo, personalmente, me ha encantado. No se trata sólo de teorizar, sino de hacer un manual práctico. Un manual práctico (muchos libros prometen ser manuales pero luego los lees y no lo son. Éste sí) que enseña a través de suscitar la reflexión, hacerte preguntas e implicándote en las mismas. Sientes que los autores están contigo pues te interpelan y enseñan al estilo socrático: acompañándote.

Además, el libro es un compendio sobre resiliencia que abarca este fenómeno prácticamente desde todas las perspectivas. Quien no sepa nada y todavía tenga problemas en pronunciar la palabra resiliencia y se pregunte: “¿qué es eso?”, leyendo este libro se quedará con una idea clara y completa tanto en la vertiente teórica como en la aplicada.

Haciendo un breve esbozo (no os pongo todos los contenidos del índice, hay más de lo que expongo aquí), el libro comienza explicando los antecedentes de la resiliencia para adentrarse después en las definiciones y evolución de los conceptos. Continúa con los hitos y los autores (los nombres propios) que han ido perfilando y llenando de contenido este fenómeno. La obra prosigue hablando de los valores fundamentales en resiliencia. A continuación, se detiene en analizar la personalidad resiliente y en cómo se construye la resiliencia. Después, dedica espacio a hablar sobre la adversidad, las respuestas que los seres humanos damos ante la misma. Se avanza, en la obra, hablando de los paradigmas y el cambio que supone en este sentido la resiliencia para enfilar el final del libro ofreciéndonos las experiencias prácticas en resiliencia (incluida la de Addima), los modelos teóricos existentes en la actualidad y la cuestión de la medición de la resiliencia.

Una obra excelente, desde aquí felicito a los autores (a José Luis Rubio tuve el placer de conocerle en su Zaragoza natal, en unas jornadas en las que la AFADA –Asociación de Familias Adoptivas de Aragón- nos invitó a Óscar Pérez-Muga y a mí el pasado mes de diciembre en las que presentamos nuestro libro: “¿Todo niño viene con un pan bajo el brazo?”, y también coincidimos en las II jornadas Europeas de Resiliencia, en Barcelona. A Gema Puig no la conozco personalmente pero espero que podamos coincidir algún día) Sé que este libro les ha costado mucho esfuerzo, sacrificio y horas de su tiempo personal y familiar. Soy consciente de ello, pues conozco la experiencia de escribir. Si a nosotros nos llevó lo suyo (que es más sencillo), imagino lo que les habrá costado a Gema y a José Luis. Pero desde luego que pueden quedarse satisfechos porque el resultado merece la pena. Personalmente he aprendido mucho sobre resiliencia. Me ha aportado cosas que desconocía, me ha aclarado otras, me ha abierto a autores y propuestas nuevas y me ha hecho pensar. 

viernes, 10 de febrero de 2012

Proyecto APRENDIENDO A AMAR, curso para personas que están esperando un/a hijo/a, organizado por la Consultoría Espirales.


Pepa Horno, psicóloga, experta en infancia, adopción y acogimiento familiar, con amplia formación y experiencia en el ámbito del apego y las relaciones familiares, me envía esta información de interés para todos pero en especial para quienes van a ser padres o madres biológicos, adoptivos, acogedores. Se trata del proyecto APRENDIENDO A AMAR. Con este título tan sugestivo y emocional, Pepa Horno y un equipo de profesionales de la comunicación y la educación, nos ofrecen un espacio de reflexión y aprendizaje a quienes van a ser padres o madres para que puedan crear un hogar emocional positivo para ellos y para sus hijos e hijas.

El proyecto es un curso de crecimiento personal diseñado para personas que están esperando un hijo, o que están en proceso de acogimiento o adopción. Su objetivo es crear un espacio de crecimiento personal, que vaya más allá de los contenidos que normalmente se imparten en los cursos de preparación al parto centrado en el desarrollo emocional del niño. El curso tiene un formato de cinco días presenciales (en principio,  uno al mes pero se pueden contemplar otros formatos  -existe la posibilidad de un intensivo de verano, por ejemplo, de una semana-) y un foro para que los participantes puedan participar y aclarar las dudas que les puedan surgir.

Es una actividad pensada para grupos. La idea es hacerlo llegar a los grupos de preparación al parto que ya están funcionando desde distintos lugares, o a asociaciones y grupos que trabajan en temas de acogimiento y adopción. Espirales no forma los grupos, sino que acuden donde haya un grupo interesado en esta formación. Organizan la logística y se desplazan a cualquier parte de España sin problema, pero necesitan que haya un grupo de gente interesada de partida antes de gestionar los locales y diseñar la organización.

Existen muchas preparaciones de cara al parto, pero espacios de reflexión y trabajo de crecimiento personal para prepararse para la paternidad o la maternidad yo no conozco ninguno. Esta es una iniciativa innovadora y necesaria porque la mayoría de las personas se lanzan a la paternidad o maternidad actuando, sin parar y pensar y compartir con otros la experiencia, lo que supone, lo que se siente, con lo que nos conecta, nuestros modelos educativos, la manera en la que nos han educado... Nos formamos para casi todo en lo profesional pero... ¿en lo personal? Ser padre o madre es lo más bonito pero lo más difícil.

Este proyecto, APRENDIENDO A AMAR, organizado por la Consultoría de Infancia Espirales, donde trabajan Pepa Horno (merece mucho la pena leer su libro "Ser madre, saberse madre, sentirse madre") y otros profesionales, nos ofrece esta posibilidad. Creo que la iniciativa y el proyecto son de calidad y en sintonía con los objetivos y valores que promueve el blog de Buenos tratos. Por ello, merece difusión. Además, estoy convencido que a muchos de vosotros y vosotras que estáis esperando un hijo/a os resultará muy útil saber que este curso formativo existe.

Os dejo un enlace a la web de la Consultoría Espirales en la cual tenéis información sobre el proyecto: www.espiralesci.es/aprendiendo-a-amar

El lunes 13 de febrero publico una nueva entrada. 

lunes, 6 de febrero de 2012

¿Qué características del tutor de resiliencia (padre, madre... adoptivo) ayudan a un joven adoptado a hacer un proceso resiliente? Habla el propio joven.


Esta semana escribo una entrada muy interesante, pues voy a exponer el punto de vista y los sentimientos de un joven de 22 años que lleva en terapia conmigo desde los 17. Es adoptado, con una historia dura por detrás, pero ha conseguido resiliar: se mantiene con un buen funcionamiento e incluso ha conseguido el fenómeno del crecimiento y la transformación tras el trauma mediante el trabajo en un invernadero, el apoyo incondicional de su padre y el tratamiento psicoterapéutico. Todo su dolor, su desarraigo y su carrera destructiva (cuando llegó a mi consulta, su estado psicológico por el consumo de drogas y la dinámica de robos en la que estaba inmerso, añadido a los años de sufrimiento por el abandono, era muy delicado) se metamorfosearon en atenuación del dolor emocional y disfrute, en arraigo a su mundo de plantas y vegetales que él mima y cuida como nadie y construcción (pues está participando en un proyecto de extensión de plantas, flores y vegetales por su provincia) No diré ni su nombre inventado porque desea el anonimato total. Es un ejemplo de que la resiliencia es “la negación a la fatalidad de la desgracia” (Cyrulnik) Es un ejemplo vivo que, afortunadamente, contradice ese determinismo psicológico equivocado que nos ha empujado a creer muchas veces que con las personas no hay nada que hacer y que su camino es hacia el infierno. Este muchacho, como el Ave Fénix, renació de sus cenizas.

Yo me he preguntado muchas veces: ¿Qué es lo que le ha ayudado a salir adelante? ¿Qué aspectos de mi persona como terapeuta le han favorecido? Su relato podría ayudarme y darme un feedback impagable a mí (para tratar de hacerlo con otros jóvenes) y también a vosotros/as (padres, madres adoptivos, acogedores, familias, educadores, profesores…) Así pues, os transcribo lo que me contó cuando le pregunté qué es lo que de mi persona le había ayudado a recuperar un buen desarrollo, un desarrollo resiliente.

Que conste que sin la presencia, apoyo, aguante, paciencia, resistencia, etc. etc. de su padre adoptivo jamás habría conseguido lo que ha conseguido. Tengo muy claro (os lo he comentado varias veces: sin la insustituible labor del padre, madre o referente que acompañe al niño o al joven y le acepte incondicionalmente, no hay proceso resiliente posible. Para hacer una psicoterapia hacen falta, por lo menos, tres patas: el niño o el joven y su motivación; el psicólogo-psicoterapeuta y el referente. De lo contrario, la mesa se cae) que sin esta persona (que forma parte de la manada de gente buena, como dice Jorge Barudy) no habría logrado resiliar. Le dejo la palabra:

“Cuando vienes a la psicoterapia recibes como un shock (me acordé que los niños acogidos o adoptados, cuando llegan a las familias, también es plausible que puedan sentirse no en shock pero sí un tanto desorientados) Eres muy tuyo y compartir con quien no conoces tu intimidad… Pero es muy importante transmitir confianza y tú lo hiciste poniéndote en mi lugar. Pero no de una manera superficial sino comprometiéndote. Por ejemplo, diciendo: ‘si yo estuviera en tu lugar…’ Entonces te dices que si él, terapeuta, lo haría, entonces es un camino. Y escoges un camino y ya no estás tan desorientado. Yo me he sentido muy ayudado.

También destacaría el escuchar. Esto es importantísimo, la gente no sabe escuchar. Nadie te escucha. Cuando eres joven y has sufrido como yo, la tentación es salir por la noche y evadirte. La droga circula por ahí, es muy accesible, en cualquier parte te la dan. Todo el mundo te pone una pastilla delante pero nadie te pone su escucha. Yo a los más jóvenes que yo que les veo colgados, les digo que vayan al psicólogo porque allí al menos, les escucharán.

Otra cosa que me ha ayudado (qué curioso que la hayamos mencionado en este blog muchas veces, es el tema de las dos “p” de Jorge Barudy: paciencia y perseverancia, este joven coincide con nosotros en que esto es muy bueno para él) es la paciencia. No me dejabas ni me echabas aunque yo no viniera y  me animabas por teléfono a que acudiera. Cuando yo no iba a la terapia, tú te podías bajar tranquilamente a tomar un café o fumarte un cigarrito, pero no lo hacías. No era como un paciente más o un número más. Me llamabas y te preocupabas de qué me había podido pasar para no ir a la sesión.

El dar ánimos es muy necesario. Nadie te anima. Cuando estás mal, no tienes ganas de nada y la gente te toma por vago, indisciplinado, pasota o descarado. Pero es que estás mal, joder, y nadie te pregunta cómo estás ni mucho menos te da ánimos. Los profesores (aquí entiendo que no se puede generalizar, es la experiencia de este muchacho, pero sin duda, real) mismos no te animaban nada. Si no hacías los deberes, te castigaban.

Las ganas que tenías de verme avanzar (en esto debemos de pensar también y mucho, este chico da en el clavo: ¿transmitimos a los niños y jóvenes que lo que les pasa es que se sienten mal por lo que han vivido y sufrido pero lo superarán con nuestra ayuda o enseguida pasamos al reproche, la entrada en escalada, la discusión, el cumplimiento obsesivo de la norma…?) era para mí, cada día, un motivo para no rendirme y seguir. Y eso que lo mío era muy complicado. Aguantar las ganas de no meterte era muy duro. Hacía gimnasia, hablaba con los amigos, usaba las técnicas que me enseñabas, estaba con la novia… Tienes un impulso, un ansia, no puedes con ello… Robar también era una manera para mí de descargar esa ansia, pero con trabajo y paciencia y dejándome la piel aprendí a canalizarlo.

En la terapia he aprendido a no ser tan egoísta, pensar en mí y reflexionar sobre mi vida y lo que siento y hago me ha enseñado a ser menos egoísta.

En la terapia descubrí, tuve una experiencia que no pensé que tendría (aprovecho para comentar que la resiliencia no es solo una persona que acompaña, puede ser una experiencia, una actividad, un lugar… que produce el comienzo del "viraje de la existencia" -Cyrulnik- de un individuo): las cajas de arena que hicimos me ayudaron a darme cuenta que mi camino de curación estaba en la naturaleza. Ya sabes que hacía cajas de arena con animales, árboles, plantas… Naturaleza en estado puro. Eso es lo que yo quería. "En la naturaleza y su cuidado estaría mi camino", pensé. Me acuerdo que hablamos que podía ser guarda forestal pero no; ya sabes que un invernadero de plantas y flores me atraía más. Tú lo creas, lo mimas lo ves avanzar día a día... Ves nacer el fruto de tu trabajo. Eso me ayudó un montón, y encontrar una oportunidad como la que mi jefe me dio (otra experiencia resiliente) apostando por mí para trabajar en un sitio de estos, fue vital. Tengo un proyecto de vida.

Este chico ha conseguido una transformación en la que debe de seguir trabajando para seguir siendo resiliente. No es un punto final, sino un proceso a seguir y a hacer día a día. La resiliencia es, efectivamente, esto: un proceso continuo de construcción en el que la persona interactúa con el ambiente.

Espero que os haya ayudado. Creo que de aquí podéis extraer muchas pistas y caminos que nos indican y nos guían por dónde va nuestro trabajo, si queremos ser tutores de resiliencia.

La semana que viene -ya lo estoy terminando- os hablaré de un libro extraordinario: "Manual de resiliencia aplicada", de José Luis Rubio y Gema Puig.