Mostrando entradas con la etiqueta emociones. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta emociones. Mostrar todas las entradas

lunes, 4 de septiembre de 2023

El blog Buenos tratos abre su 16ª temporada con una gran noticia: ¡ha sido premiado por la Asociación Española de Educación Emocional!

El blog Buenos tratos premiado por la Asociación Española para la Educación Emocional.


¡GRACIAS! - ESKERRIK ASKO!



 

La Asociación Española de Educación Emocional (ASEDEM) tiene a bien conceder al blog Buenos tratos el premio Educación Emocional. ¡Muchas gracias por elegirnos y reconocernos!

 

La educación emocional es “un nuevo paradigma educativo en el que se abandonan los patrones clásicos relacionados con el modelo patriarcal en el que el miedo y el autoritarismo son la fuente básica del desarrollo emocional. Por uno en el que la cooperación, la interdependencia positiva y las actitudes prosociales se plantean como base vertebral de las relaciones individuales y grupales en los diferentes contextos educativos. Para ello, el nuevo enfoque se establece a través de cinco pilares competenciales: espiritual, corporal, emocional, intelectual y relacional, con el objetivo de generar un óptimo desarrollo cognitivo, un autoconcepto sano, una autorregulación equilibrada y relaciones sociales constructivas” (Alma Serra, presidenta de ASEDEM).

 

Es un reconocimiento para todos y todas los y las que, desde el año 2007, hacéis Buenos tratos: los colaboradores, las familias, los profesionales y quien estas líneas escribe. 

 

También me quiero acordar de Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan, porque ellos son los creadores del paradigma de los Buenos tratos y el blog nace como fruto de mi aprendizaje con ellos. No puedo olvidarme de la Red APEGA, pues es el blog de esta red, que aglutina a más de 600 profesionales egresados de su diplomado. 

 

Por eso, en el nombre de todos y todas, recibiré el galardón (estaré online por motivos de agenda, ¡pena!, pero estaré) el próximo día 30 de septiembre de 2023 en Sevilla en el marco de un congreso donde participan grandes profesionales. Aunque no estaré presente físicamente haremos un acto donde el calor humano se hará patente. ¡Será inolvidable! ¡Habrá sorpresas!


Vuestro es este premio. 

¡Gracias! Eskerrik asko! 

Espero que sirva para seguir visibilizando a la infancia y sus derechos.


I Congreso de Educación Emocional

 

Inscribirse en el congreso: CLICK AQUÍ


Si te dedicas a la educación en cualquiera de sus opciones, el I Congreso de Educación Emocional es una oportunidad única de formar parte de aquellos que quieren construir una educación mejor. El Congreso organizado por ASEDEM te ofrece ponencias nuevas creadas específicas para este evento, centradas en las cuestiones fundamentales que nos ayuden a alcanzar una educación transformadora y actualizada.

 

El Congreso cuenta con magníficos ponentes y tallerista: José Antonio Sánchez Medina, Begoña Ibarrola, Rafael Bisquerra, Anna Forés, Ana Peinado, Antonio Sánchez Román, Alma Serra, Carlos Hue, Leticia Garcés, Andrés París.

 

La entrada te da derecho a asistir a las dos jornadas del Congreso, sábado todo el día y domingo por la mañana; tendrás el desayuno de los dos días y la comida del sábado. Puedes presenciar todas las ponencias, participar en los talleres y disfrutar de la primera edición de los Premios ASEDEM de Educación. Y, además, pondremos a vuestra disposición espacios y momentos para que podamos iniciar relaciones y compartir experiencias.


lunes, 25 de mayo de 2020

Introducción al nuevo libro de Rafael Guerrero, psicólogo, "Educar en el vínculo"



Educar en el vínculo

Rafael Guerrero, psicólogo

Para adquirirlo, haz click AQUI

Recientemente, ha salido a la venta el nuevo libro del psicólogo Rafael Guerrero, psicólogo. Él me invitó a escribir una introducción al mismo y yo accedí encantado y muy agradecido, pues me entusiasmó su propuesta. Me siento además próximo a los postulados psicoeducativos de mi colega Rafa, los cuales comparto. Pienso que emitimos en la misma frecuencia, y que el trabajo divulgativo (que llegue a las familias y a los profesionales que no conozcan la teoría del apego) es muy importante, clave. Rafael sabe, y además lo estructura, ordena y cuenta muy bien. Por todo ello, su invitación a que arropara su obra ha sido como un regalo para mí.

He planteado la introducción del libro tratando de anunciar y resaltar muchos de los contenidos que Rafael Guerrero aborda en él. A modo de aperitivo, mi intención ha sido despertar vuestro apetito por Educar en el vínculo, pues verdaderamente merece la pena aprender de la mano de Rafa cómo vincularnos sanamente con los niños, favoreciendo su autonomía y fomentando su regulación emocional y autoestima. En este libro lo desarrolla de una manera amena, pero sin perder ni un ápice de rigor científico y aportando sus conocimientos y experiencias en el trato con los niños y las familias.

Os copio la introducción que aparece en el libro para que os hagáis una idea de su contenido y os animéis a haceros con un ejemplar.

Introducción

Recibo como un regalo la petición de mi colega Rafael Guerrero de escribir unas líneas introductorias de su nuevo libro Educar en el vínculo. Usando una metáfora musical, Rafael me ha concedido el honor de ser el telonero de esta completa y atractiva obra que ha escrito sobre el apego y su aplicación a distintos ámbitos del desarrollo, la crianza y la educación.

Hablaré sobre la importancia de los buenos tratos a la infancia y presentaré el vínculo de apego seguro como la primera relación de buenos tratos que necesitamos experimentar las personas, tema central de este libro.

Antes de hablar de los buenos tratos a la infancia, ¿tenemos claro que son los malos tratos? Si hiciéramos una encuesta preguntando qué es maltratar, seguramente la mayoría de los participantes responderían que maltratar es toda acción que conlleve un daño físico y/o psíquico. Muchos de nosotros diríamos que maltratar es cualquier conducta que golpee, pegue, corte, produzca hematomas, lesione, queme, etc.  También mencionaríamos el maltrato psicológico: vejar, humillar, insultar, menospreciar, ofender, zaherir…  Lo más seguro es que, en los resultados de la encuesta, existiese un consenso claro sobre qué es maltratar. Sin embargo, es probable que muchas personas no incluyeran en esta definición dos aspectos que todavía, socialmente, no se consideran maltrato: el abandono y la negligencia emocionales, es decir, experiencias que teniendo que ocurrir en la vida del niño y necesarias para su desarrollo, no suceden (Winnicott, 2009). Y esto, aunque de manera pasiva, también daña. En el abandono emocional, el niño no cuenta con una figura adulta que le acompañe y permanezca involucrada mostrando empatía (una capacidad parental fundamental) y dándole la seguridad que necesita, para que pueda evolucionar desde la dependencia a la autonomía progresiva. En la negligencia afectiva, el niño no recibe todas esas vivencias de contacto afectivo y juego temprano, lo que Trevarthen (2016) ha llamado intersubjetividad: ese mundo privado e íntimo de comunicación sintonizada adulto-bebé donde ambos son una unidad, en cuyo contexto relacional el niño aprende a experimentar que es experimentado y darse cuenta de la existencia de la mente humana, desarrollando así la capacidad de reflexionar sobre la misma. Que un niño reciba esto de un adulto emocionalmente presente, empático e involucrado en juegos y estimulación afectiva y lúdica forma parte de las necesidades de aquel. ¡Y esto también son buenos tratos! Y si el niño no lo recibe, ¡esto también son malos tratos!, algo que nuestra sociedad aún no considera que es tan necesario para el desarrollo del niño como lo son la satisfacción de las necesidades fisiológicas. La conciencia de la mente humana, «la capacidad imaginativa para interpretar el sentido de la conducta de otros considerando sus estados mentales y sus intenciones, así como comprender el impacto de nuestros afectos y conductas en los otros», surge en interacciones afectivamente sincronizadas con un cuidador sensible y empático. (Fonagy, P. Gergely., Jurist, E., Target, M., 2002) En este sentido, Rafael Guerrero se extenderá sobre las investigaciones que nos muestran cómo la privación afectiva es tremendamente dañina para el desarrollo integral de los niños.

Existe socialmente un conocimiento y una toma de conciencia de que los malos tratos son perjudiciales para el niño, pero en general se tiene la expectativa de que es una experiencia que se puede superar. Sin embargo, esto no es exactamente así. ¿Por qué? Porque los malos tratos afectan -e incluso dañan- el cerebro en desarrollo de los niños, alterando (a veces de por vida) y desorganizando su funcionamiento. Teicher (2019), un eminente investigador de la Universidad de Harvard, ha demostrado que el cerebro se ve tempranamente afectado por el estrés de los malos tratos y ha recogido numerosas anormalidades en el funcionamiento cerebral. Este psiquiatra refiere que el cerebro puede desarrollar resiliencia de tal modo que las experiencias reparadoras (nuevos vínculos, una terapia, un programa educativo especializado…) pueden compensar las redes neurales afectadas y reducir la probabilidad de padecer un trastorno mental. Una persona, por tanto, puede transformarse y crecer desde la adversidad y el trauma, pero no puede resetearse como un ordenador, como si el maltrato no hubiese ocurrido. El cerebro es el mismo órgano para toda la vida y el estrés de los malos tratos puede resultar tóxico. Precisamente, Rafael Guerrero desarrolla en el libro la perspectiva de cómo las relaciones de buenos tratos tempranos favorecen la integración cerebral. Creo que estas investigaciones deben de concienciarnos aún más sobre la necesidad de que se instauren políticas de buenos tratos en todos los ámbitos y estratos sociales: familia, escuela, administración pública, juzgado, deporte… pues el bienestar y la salud de las generaciones futuras está en juego. 

Ahora que ya sabemos que son los buenos tratos, podemos centrarnos en por qué son tan necesarios para el desarrollo humano. Se ha descubierto en la investigación científica que los buenos tratos activos -todo lo que hacemos positivamente por nuestras crías- favorecen un sano desarrollo infantil. Los pioneros y fundadores del paradigma de los buenos tratos, Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan, desde que escribieron en el año 2005 el libro Los buenos tratos a la infancia. Parentalidad, apego y resiliencia, en el cual expusieron ampliamente todos sus conocimientos sobre la materia (en la actualidad siguen su práctica profesional en IFIV y forman a profesionales desde este paradigma), dejaron claro que «los niños y las niñas necesitan ser educados con amor que no es incompatible con la autoridad, y también necesitan construir una identidad individual y social a partir de relatos coherentes, verídicos y respetuosos de los derechos humanos. Para organizar su cerebro y desarrollarse, los bebés necesitan sentir de sus padres o sus cuidadores: 

El contacto físico, en forma de caricias. 
Palabras que transmitan una melodía amorosa. 
Comportamientos constantes y coherentes que sean capaces de calmar la excitación provocada por sus estados de necesidad.
Una estimulación permanente que tome en cuenta la singularidad de su desarrollo».

Rygaard (2008) ha descubierto que «el tomar en brazos a un bebé, procurarle masajes y mecerle produce una estimulación vestibular que provoca las interconexiones entre neuronas de diferentes áreas, así como la mielinización, creando redes funcionales que garantizan su desarrollo psicomotor, la instauración del pensamiento, su inteligencia emocional, sus modelos relacionales, así como la emergencia del lenguaje, primero comprensivo y luego narrativo».

La afectividad es una necesidad para todo ser humano, y sobre todo para los niños, pues como dicen Siegel y Payne (2012) «si quieres que crezca su cerebro, alimenta su corazón». Son muchas las investigaciones que correlacionan los niveles de afecto materno temprano en la infancia con la capacidad de regulación de la ansiedad en la vida adulta. Así, por mencionar una, Maselko, Kubzansky, Lipsitt y Buka (2011) descubren en una amplia muestra que «niveles normales, e incluso altos, de afecto materno a los 8 meses tienen una relación directa con menores niveles de angustia a los 34 años…» Esto es trascendente por las implicaciones que tiene para una sociedad, por otro lado, cada vez más volcada en hacer a los niños prematuramente autosuficientes e individualistas, soslayando las necesidades afectivas. Socialmente se habla mucho más de que un bebé reciba estimulación cognitiva en los dos primeros años de vida (por ejemplo, estudie chino, aprenda música e idiomas) cuando lo que más va a influir en el pleno desarrollo de su cerebro y su bienestar biopsicosocial es el afecto que reciba de sus padres -o de los cuidadores- y de las personas con las que se relacione.  

Todo esto pone el acento en que el mundo adulto (empezando por los padres y terminando por cada uno y cada una de nosotros y nosotras, desde el rol que nos corresponda en la crianza y desarrollo de los niños) debe de procurar relaciones, actividades y entornos de buenos tratos. No buscamos padres ni adultos cuidadores perfectos (¡esto también sería negativo para el desarrollo del niño!) Necesitamos padres y adultos que -como todos- cometan errores pero que tengan suficiente capacidad de empatía y de reflexión para reparar sus actos, pues cuando fallamos también podemos darle al niño una lección ética y de recuperación de la conexión emocional, demostrando con ello que las discusiones o los desencuentros no lesionan el vínculo afectivo que nos une. (Siegel, 2012). Necesitamos padres y adultos conscientes de su responsabilidad y papel en el desarrollo del niño, pues este, para que pueda darse de manera sana, depende del entorno. Para un niño, su primer y principal entorno son sus padres (o figuras adultas que le cuidan). Y, después, las relaciones posteriores que establezca y que influenciarán su identidad: familiares, profesores, educadores, monitores deportivos, amigos, vecinos, compañeros, pareja… El desarrollo humano no depende solo de los genes sino de las relaciones, y estas han de ser de buenos tratos. La calidad de nuestro sistema nervioso depende de la calidad de nuestras relaciones (Siegel, 2012). De todo esto, y de cómo el primer y más importante lazo afectivo, el vínculo de apego, es clave para obtener el fundamento seguro para ser y estar en el mundo, se ocupa de manera brillante, creativa -estimulando la curiosidad con atractivas metáforas- y rigurosa -pero entretenida a la vez- este libro que tienes en tus manos, lector.


Rafael Guerrero desarrolla en este excelente libro la importancia de esta primera relación de buen trato que todo ser humano debe vivir y que es paradigmática de las relaciones que posteriormente vivirá. Me refiero a lo que acabamos de nombrar: el vínculo de apego. Solamente voy a dedicar unas líneas a enfatizar la enorme trascendencia de este vínculo temprano, pues Rafael Guerrero hace en el libro un cumplido y exhaustivo recorrido del apego y su trascendencia en la crianza y la educación.

Bowlby (1989), cuya infancia nos cuenta Rafael Guerrero, fue uno de los pioneros de la teoría del apego. Sus descubrimientos fueron asombrosamente simples a la vez que trascendentes: los bebés nacen con un equipamiento conductual, programado biológicamente, para vincularse con un adulto, pues ello les garantiza la supervivencia. Si el adulto le proporciona al niño cuidados y es sensible en captar sus necesidades, satisfaciéndolas adecuadamente, el niño crecerá, con alta probabilidad, sanamente. Por el contrario, unos cuidadores insensibles, negligentes, inconstantes o incoherentes, que no satisfacen apropiadamente las necesidades del bebé y no le ofrecen una experiencia de seguridad, traen como consecuencia un niño que no crecerá de manera saludable (Siegel 2007). 

Todas estas demandas que el bebé hace deben de ser atendidas porque son necesidades de apego para encontrar confort y regulación emocional a través del contacto con la madre o figura de apego. Cuando un bebé llora es necesario aliviar lo que internamente puede sentir (miedo, incomodidad, ansiedad, hambre, sueño, necesidad de confort afectivo…), porque no dispone de ninguna herramienta cognitivo-emocional para calmarse ni comprender lo que pasa. No puede decirse «tranquilo, cálmate, que tus padres se van de fiesta, pero luego vienen y están contigo, no llores». Necesita la presencia y el contacto de los padres para lograrlo. Si el bebé entra en un estado prolongado de necesidad y de llanto y está por un largo periodo estresado, segrega la hormona llamada cortisol que se ha demostrado que en grandes cantidades puede inundar el cerebro del niño y resultar tóxica (Gerhardt, 2016)  Por eso, cuando un bebé es tranquilizado mediante el contacto (las palabras suaves, los brazos, el mecimiento…) sus niveles de estrés se reducen y se regulará emocionalmente, entrando en un estado de calma y tranquilidad necesarios como «primera fotografía» que le deja la experiencia y la expectativa de que sus demandas y necesidades serán atendidas, desarrollando así una confianza y seguridad en el mundo humano y en el entorno. Aprenderá de esta manera, con el tiempo y las experiencias de confort y seguridad repetidas a lo largo de muchas interacciones con sus padres, a adquirir herramientas de auto-calma. Irá desde la corregulación con un adulto, a regularse solo. Desde la dependencia a la autonomía progresiva.

Además, es asombroso que el bebé para el primer año de vida y en función de lo que ha interiorizado en las experiencias de relación interpersonal con su cuidador principal, ya tenga una primera representación en su mente acerca de cuánta seguridad le merece este. El objetivo principal del vínculo de apego del bebé al cuidador es otorgarle una experiencia de seguridad.

El niño necesita al cuidador, por lo tanto, como base segura sobre la cual poder cimentar su desarrollo y crecimiento. Bowlby (1989) es el autor de este concepto y tiene un libro, En busca de la base segura, que me parece precioso. Porque todos necesitamos de una base segura a lo largo de la vida en la que apoyarnos en momentos críticos.

Los buenos tratos a la infancia no solo comienzan en la vida intrauterina con una madre que se cuida y recibe las atenciones médicas que necesita, con una pareja involucrada y capaz de compartir y apoyarle durante los nueve meses de desarrollo del feto, para que pueda estar tranquila y sea un embarazo donde ella y su pareja mentalicen y conecten emocionalmente, mediante felices comunicaciones neuroafectivas, con su hijo. Los buenos tratos realmente están inscritos en las historias de vida de los futuros padres, en la medida que han recibido ellos buenos tratos o han sido capaces de reflexionar y modificar la actitud y desarrollar capacidades parentales. Esto es lo que realmente va a propiciar que los padres traten bien a sus hijos desde el mismo momento en que son concebidos. Si, por ejemplo, un padre o madre tiene una historia de maltrato transgeneracional, una primera e importante tarea que tienen que hacer para no repetirlo con las generaciones futuras es reflexionar sobre estas experiencias y elaborarlas, cuestionando todo aquello negativo y dañino que hicieron con ellos -y con las generaciones anteriores- y que es muy probable que actúen con sus propios hijos, si no son conscientes, acrítica y procedimentalmente. Lo importante no es tanto haber sufrido un trauma de apego sino poder reflexionar, resignificarlo y cambiar la propia actitud. Esto es lo que más influye para que los padres tengan capacidad de proveer de buenos tratos a sus crías: sanar la propia infancia. Si los padres son capaces de esto, de reflexionar antes de ser padres sobre sus experiencias con sus propios padres y sobre su historia de vida, con esto ya comienzan a dar un buen trato a sus crías. 

Como corolario final podemos afirmar sin ambages: «No cabe ninguna duda de que el propio desarrollo cerebral depende de los cuidados y de los buenos tratos que cada persona haya recibido en su niñez como en su vida adulta» (Barudy y Dantagnan, 2005):
Hoy en día disponemos de unos conocimientos sobre el desarrollo infantil y la ciencia del cerebro como nunca antes habíamos tenido. Incluso teorías como el apego, muy relegadas durante años, han sido refrendadas por la neurociencia actual como el marco privilegiado desde el cual apoyar la educación infantil. Rafael Guerrero ha creado un completo libro dirigido a padres y profesionales donde desarrolla con detalle y de una manera más extensa, lo que en esta introducción estamos apuntando: que el buen trato y el vínculo de apego seguro son experiencias necesarias que aseguran el bienestar infantil.

La sociedad no nos lo pone nada fácil porque entre las fuentes de la parentalidad bientratante, como dice Jorge Barudy, también está la conciliación de la vida laboral y familiar. Hemos dicho que la afectividad es la necesidad más importante para el desarrollo del cerebro de los niños y, en consecuencia, es la base para que estos crezcan sanos y felices. Pero, paradojas de nuestra sociedad, las familias viven sin tiempo, corriendo y al finalizar la jornada están estresadas y cansadas como para poder escuchar, jugar y tener tiempo para la afectividad y la conexión emocional con sus hijos, que es lo que da calidad al vínculo de apego (experiencias más necesarias que los deberes escolares o estudiar música) Creo que algo no estamos haciendo bien pues sabiendo que el vínculo de apego es clave para el desarrollo del niño, los padres tienen largas jornadas laborales que les agotan y los horarios no se han creado pensando en los niños y en que aquellos puedan estar tiempo con ellos para poder darles lo que como niños necesitan y es su derecho. Por ello, aumentan los casos de negligencia afectiva, familias con «padres físicamente presentes, pero emocionalmente ausentes» (Schore, 2003). Y aumentan, con ello, alarmantemente, los adolescentes que se autolesionan, y el suicidio en esta etapa de la vida es la primera causa de muerte. Todo esto nos interpela seriamente y nos obliga a un cambio social profundo donde hagamos caso a la ciencia e invirtamos la escala de valores neuroprotegiendo a los niños, favoreciendo que los padres tengan una jornada laboral que les permita dedicar tiempo a sus hijos. Pero también psicoeducando a los padres sobre qué son -y la trascendencia que tienen- los buenos tratos y ofreciéndoles, desde la sanidad pública, recursos terapéuticos a todos los padres para que antes de serlo, puedan reflexionar sobre su propia historia de vida y crianza. 

A pesar de todo, creo que hay motivos para el optimismo. Pienso que los grandes cambios sociales empiezan por un número creciente de pequeños-grandes cambios que, como un reguero de pólvora, se van extendiendo y calando en muchas personas e instituciones. Incluso en pueblos enteros como Burlada (estructurado en torno a los buenos tratos) Un libro como Educar en el vínculo es una contribución inestimable para promover este cambio que se va gestando. Los profesionales del buen trato, como Rafael Guerrero, aportan una nueva mirada a la infancia que apuesta por relaciones sanas y de buenos tratos. Y esta pequeña-gran revolución esperamos que avance hacia quienes toman las decisiones sustantivas a nivel de política social y educativa (ya asistimos a experiencias de este tipo). Es el «realismo de la esperanza» (Cyrulnik y otros, 2004). Rafael Guerrero, con su gran labor, es uno de los protagonistas y promotores de este realismo esperanzador. 

Espero haber cumplido la misión de ser un telonero que haya despertado vuestro interés porque empiece el gran concierto que son las próximas páginas de este precioso libro, cuyas notas musicales traen la sinfonía del apego, la cual orquesta la partitura del desarrollo del niño de una manera armónica y bella.

REFERENCIAS

Barudy J., Dantagnan, M. (2005). Los buenos tratos a la infancia. Parentalidad, apego y resiliencia. Barcelona: Gedisa.

Bowlby, J. (1989). Una base segura: aplicaciones clínicas de la teoría del apego. Barcelona: Paidos Ibérica.

Cyrulnik, B., Vanistendael, S., Guénard, T. y otros (2004). El realismo de la esperanza.  Testimonios de experiencias profesionales en torno a la resiliencia. Barcelona: Gedisa Editorial.

Gerhardt, S. (2016). El amor maternal. La influencia del afecto en el cerebro y emociones del bebé. Barcelona: Editorial Eleftheria.

M. Teicher (comunicación personal, 4 de octubre de 2019).

Maselko J., Kubzansky L, Lipsitt L, Buka S.L. (2011).  Mother's affection at 8 months predicts emotional distress in adulthood. Journal of Epidemiology and Community Health, 65, (7) 621-625

R. Benito (comunicación personal, 30 de noviembre de 2019).

Rygaard, N. (2008). El niño abandonadoBarcelona: Gedisa. 

Schore, A. (2003). Affect Dysregulation and disorders of the self. WW. Norton: London.

Siegel, D. (2007). La mente en desarrollo. Cómo interactúan las relaciones y el cerebro para modelar nuestro ser. Bilbao: Desclée de Brouwer.

Siegel, D., Payne, T. (2012). El cerebro del niño. 12 estrategias revolucionarias para cultivar la mente en desarrollo de tu hijo. Barcelona: Alba.

Fonagy, P. Gergely., Jurist, E., Target, M. (2002). Affect regulation, mentalization, and the development of the self.NY: Other Press.

Trevarthen, C. (2016). Funciones de la emoción en la infancia: regulación y comunicación del ritmo, la afinidad y el significado en el desarrollo humano. En El poder curativo de las emociones. Neurociencia afectiva, desarrollo y práctica clínica (pp.67-102). Barcelona: Eleftheria.

Winnicott, D.W. (2009). Realidad y juego. Barcelona: Gedisa.

lunes, 23 de marzo de 2020

"Cuéntame cuando sí anidé en una tripa y sí nací", nuevo y precioso cuento de la psicóloga Cristina Cortés, para hacer explícitas sensaciones de abandono o carencia emocional que son implícitas.

Recibo de Cristina Cortés -muchas gracias- su nuevo cuento “Cuéntame cuando sí anidé en una tripa y sí nací”, un cuento-libro a todo color -editado por Desclée de Brouwer- que usando un lenguaje metafórico y con ilustraciones de fondo marino (algunas tan fascinantes que son dignas del mejor pintor surrealista), nos traslada sobre todo a ese “paraje emocional donde se esconden necesidades afectivas que no fueron cubiertas, ese alimento afectivo que como bebes todos necesitamos y que muchos niños (biológicos, adoptados, acogidos...) no recibieron ni sintieron”

Lo más útil, a mi juicio, del cuento es que entrega a los padres y cuidadores actuales de los niños (acogedores, adoptivos...) que sufrieron estas carencias y fallas básicas afectivas desde el comienzo de la vida, la gran tarea que está en sus manos (cuando son bien asesorados por los profesionales): ayudarlos a descubrir esos estados carentes y acompañarlos adecuadamente para propiciar la conexión que los lleve a una reparación basada en el “te veo, te siento, te reconozco” (Gómez, 2013)

El niño/a ha podido vivir estas dolorosas carencias afectivas con las cuales él/ella no quiere conectar y se disocia de las mismas o las saca al exterior en forma de conductas alteradas como la agresión, el control, la adicción u otras... Pero si los cuidadores están desde el principio sensibilizados y atentos a descubrirlas, entonces como Cristina Cortés bien dice: “conectará con esos estados bebés, infantiles y/o juveniles que han quedado encapsulados, aislados, sin poder calmar su necesidad de afecto, sin poder disfrutar del placer del contacto. Será necesario conectar con esos estados que evitan confiar, que sueñan y evitan soñar con alguien inmenso, proyector, acogedor, que esté ahí para él, con alguien real, que nos asegure que el cielo y la tierra son bellos, inmutables y cálidos” (...) “Y permitirle poner palabras, conectar con su dolor, tolerarlo y modularlo” Esto último es fundamental: ser capaces de regular estos estados de una manera reflexiva.

Los dibujos del cuento a cargo de June García y Loreta Larraya son fascinantes,
propios del mundo en el que habitan los contenidos de la memoria implícita.

Este cuento-libro es una gran oportunidad para tomar conciencia de que como padres y cuidadores la encomienda de la adopción o el acogimiento va más allá -especialmente para quienes tienen la tarea de llevar adelante una parentalidad terapéutica y reparadora- de dar cuidados funcionales a los niños/as. Una de las reparaciones a llevar a cabo es ser capaces de llegar a estos estados internos de los niños (cuando no fueron mecidos, abrazados, besados, sentidos, sosegados) y desde el presente reconocerlos, ponerles palabras y sentirlos y contenerlos adecuadamente, si se desbordan. Cristina Cortés con este precioso cuento, nos regala una  herramienta de un valor inestimable para, primero, ser conscientes de ello y, después, tratar de hacerlo con nuestros niños. Si no sabemos cómo, siempre se puede pedir ayuda profesional para que os guíen y os acompañen.

"Unas pinceladas sobre el abandono, la orfandad, la adopción o el acogimiento"

Para ello, Cristina estructura el cuento-libro en tres partes: la primera, es un relato que acerca a los niños mediante el lenguaje metafórico y usando un fondo marino, cuáles son las sensaciones que se experimentan al comienzo de la vida. Esto permitirá -junto con un adulto facilitador- que el niño evoque, posiblemente, sus propias emociones-sensaciones y se pueda llegar a esta parte de su vida desde el presente y nutrirla. En la segunda parte,  la autora nos ofrece una pincelada emocional sobre el abandono, la orfandad, la adopción o el acogimiento, contándonos qué ocurre cuando un bebé vive la pérdida o la inseguridad en el apego. Y en la tercera parte, participan cinco niños/as que han cedido sus producciones terapéuticas, que como siempre nos conmueven porque nos abren la puerta a lo que existe en lo más profundo de su interior cuando lo implícito se simboliza y se hace explícito y que muchas veces no es visto por el mundo adulto porque solo se fijan en lo externo.

Los niños regalan sus dibujos e historias de vida para el cuento.

En suma, un gran instrumento, sensible, genuino, como ella, su autora, alma que sabe tocar delicadamente otras almas. Las ilustraciones, extraordinarias, imaginativas, sugestivas... a cargo de June García y Loreta Larraya. Y no me puedo olvidar de una maravillosa presentación elaborada por la escritora -y entrañable- Yolanda Guerrero, autora de la novela "El huracán y la mariposa", a quienes desde estas páginas ya conocemos. Cristina no podía haber elegido mejor anfitriona. 

El cuento-libro podrá ayudaros, familias, a acercaros a vuestros/as hijos/as, y con mucho tacto y sensibilidad (hay que tener cultivada la capacidad empática), encontrar un tiempo para corazón con corazón, como bien expresa Maryorie Dantagnan, abrir la puerta a la memoria implícita de vuestro/a niño/a (que se manifestará en las sensaciones de su cuerpo y en las reacciones que escenifica) y acogerlas desde el presente para darle -y envolverle en- esa atmósfera de cuidados y algodón afectivo que supone ser sentido, para que así vuestros/as hijos/as puedan integrar que sí sienten que están siendo anidados en vuestra "tripa" emocional y envoltura afectiva. A veces, hay que saber tolerar y hacerse cargo también del dolor que puede emerger, para verlo y acogerlo, y que así quede espacio en el niño/a para surja lo que una niña narra en el cuento de Cristina: “algo cambia, me mecen, me cuidan, me ven...comienzo a existir. Me quieren...Pertenezco, soy, me toco, tengo volumen, existo..."

lunes, 10 de febrero de 2020

"Las emociones a través de los Plantánimals: La emocipedia infantil", por Mercedes Bermejo Boixareu.

Firma invitada
Mercedes Bermejo Boixareu

Mercedes Bermejo Boixareu con los muñecos que representan a los
Plantánimals

PRESENTACIÓN


Portada del libro de Mercedes Bermejo
Con mucho gusto tengo el placer de presentaros a Mercedes Bermejo Boixareu. Mercedes es psicóloga, psicoterapeuta familiar infantojuvenil.  Fundadora y Directora de Psicólogos Pozuelo. Directora de la colección Senticuentos y Crecicuentos, de la editorial Sentir.  Autora de diferentes publicaciones relacionadas con la Infancia y la Terapia Familiar Sistémica, La danza de la emociones familiares (editorial Desclée), coordinadora del Manual de Psicoterapia Emocional Sistémica (editorial Sentir). La conocí hace unos años cuando tuve el privilegio de que me invitara como docente en unos de los postgrados que organizan desde Psicólogos Pozuelo. Me admira su vocación y compromiso con los niños y las familias (ella es niñóloga) y su capacidad de trabajo y organización, pero también su sencillez y su trato siempre cálido y amable. Me encanta porque da y promueve los buenos tratos. Creo que su preocupación por ofrecer cuentos y materiales psicoeducativos, de calidad, hechos por destacados profesionales del ámbito, está cubriendo un área que estaba bastante desprovista hasta la fecha en  la que llegan los Senticuentos y los Crecicuentos, sobre todo para los más pequeños. Precisamente hoy Mercedes en Buenos tratos, nos habla de un nuevo material para trabajar las emociones con los niños más pequeños: los Plantánimals. Un original nombre que tiene mucho sentido. ¿Quieres saber quiénes son? Entonces, te dejo con Mercedes Bermejo Boixareu, una nueva firma invitada entre nosotros, de lujo, que forma ya parte del ilustre elenco de colaboradores de nuestro blog. Mercedes Bermejo, muchísimas gracias por tu participación y por dedicarnos un rato largo de tu tiempo para presentarnos este material y a la vez, aprovechar para hablarnos y enseñarnos sobre las emociones.

LAS EMOCIONES A TRAVÉS DE LOS PLANTÁNIMALS: LA EMOCIPEDIA INFANTIL
Por Mercedes Bermejo Boixareu

Para conocer los Senticuentos y los Crecimientos, haz click AQUI

Es un honor para mí poder escribir en este blog, ya que hace muchos años que lo conocí, y me llevó a conocer a José Luis Gonzalo, persona a la que admiro y aprecio enormemente. Además, he tenido el privilegio de compartir con él algunos proyectos, lo que me ha permitido seguir aprendiendo de él, pero sobretodo de su especial sensibilidad, dedicación y profesionalidad con y para los niños y niñas de este planeta.

Como niñóloga, y gran defensora del aprendizaje en la infancia a través del respeto, cariño y emoción, llevamos ya varios años desde la editorial Sentir [1] publicando cuentos que sirvan como recurso para entender diferentes situaciones de la actualidad. Hace un año el gerente de la editorial me animó a escribir uno de estos cuentos, y enseguida pensé en el “analfabetismo emocional” que seguimos viviendo, quizás más adultos que niños, y que además los ritmos de vida, la tecnología, las dificultades de la conciliación en nuestro país, el estrés… no ayudan a que mejore. Además, a los adultos cada vez nos cuesta más permitir a los niños gritar, saltar, cantar y bailar, quizás por­que puede romperse algo, quizás porque molesten, o porque probablemente deberían estar haciendo otras cosas, como los deberes, comer rápido, ir al colegio, lavarse los dientes o meterse en la cama. El niño obediente es elogiado por los padres, profesores, y familiares, en cambio el niño jugue­tón es etiquetado como “revoltoso”, “malo”, o incluso en los últimos tiem­pos como “hiperactivo”. Con frecuencia escucho en consulta el deseo de los padres de que su hijo sea “feliz”, evitando al mismo tiempo que se caigan, sufran, se equivoquen, se enfaden, se hagan daño… Y en ocasiones, es fácil caer en la “sobreprotección” evitando situaciones vitales necesarias para estar preparados para afrontar el día a día, y por ende la vida. La felicidad debe ser una bús­queda, no un estado. Por todo ello, pensé en crear un cuento mágico, junto a Andrés Pabón, el ilustrador de esta bonita historia: “Los Plantánimals: La emocipedia infantil”.

Los Plantánimals son unos seres muy entrañables, mitad planta mitad animal, que representan las emociones más importantes. Y a través de Martina y Marcos, irán presentando diferentes situaciones en las que podemos sentir estas emociones, y que nos ayudarán a conocerlas, entenderlas, y saber cómo gestionarlas. Antes de seguir hablando de este bonito cuento, quiero presentaros las principales emociones [2]:

Portada del cuento Plantánimals
Alegría. Es la emoción socialmente más agradable, que invita a compar­tir con el otro. Socialmente es la más aceptada, incluso la más respetada, y en algunas ocasiones impuesta. Tenemos que mostrarnos contentos, si no podemos exponernos al rechazo del otro. Al mismo tiempo, el niño o niña, con el paso del tiempo, va perdiendo libertad cada vez antes, su vida deja de ser creatividad, tan necesario para su desarrollo emocional.

Enfado. Como decía Aristóteles, cualquiera puede enfadarse, eso es muy sencillo, pero enfadarse con la persona adecuada, en el momento oportuno, en el grado exacto, con el propósito justo, y del modo correcto, eso, cierta­mente, no resulta tan sencillo. El enfado es una respuesta a la frustración o a un sentimiento de invasión del self. Puede combinarse para producir sen­timientos de odio, amargura, resentimiento o irritación… Es probablemen­te la emoción más asociada al género masculino y, en ocasiones, menos aceptada en el femenino.

También es importante el efecto del enfado, como lo percibe el otro. Ante el enfado nos sentimos atacados y la reacción adaptativa es contraatacar, pero de este modo corremos el riesgo de entrar en una escalada sin fin. Cuando esto ocurre en terapia familiar, en el marco terapéutico, tiendo a recordar a los adultos que les corresponde a ellos frenar dicha escalada.

Tristeza. Se trata de una respuesta universal a la pérdida. Como emoción básica se puede combinar con otros aspectos de la experiencia para produ­cir sentimientos de angustia, pena, falta de esperanza o soledad. Sirve para reestablecerse de los motivos que generan tristeza, por lo que tiene una fun­ción adaptativa. En procesos de duelo, la tristeza es una fase “sine qua non” para poder elaborar una pérdida o trauma. A su vez, suele ser una emoción más “aceptada” en el género femenino, por ello, en algunos casos, conviene subir un escalón hacia arriba para darle palabras, y permiso, a ese enfado que quizás no está pudiendo exteriorizar.

Miedo. Consiste en una reacción adaptativa para escapar del peligro, o protegernos de él. De manera sencilla, podría catalogarse como la emoción más profunda, siendo el miedo más subyacente el miedo al abandono, o a la invasión. Por ello, debajo de muchas de nuestras conductas, hay pensamientos, res­paldados en emociones que, a un nivel más profundo, tienen su origen en el miedo al abandono. En definitiva, miedo al rechazo, a no ser validado.

Amor. La emoción más importante, ya que es una necesidad vital, tan necesaria como el alimento. El amor es una expresión de afecto hacia una persona, animal o cosa. La relación amorosa entre el niño y su cuidador(es) primario(s) durante los primeros años de vida se consolidará en un vínculo afectivo necesario para lograr un apego seguro.

Como terapeutas reguladores de las emociones es fundamental que conoz­camos y detectemos estas emociones básicas (alegría, tristeza, miedo, enfa­do, amor) de la familia, con una actitud acompañante en sintonía con dichos estados emocionales.

A través de los Plantánimals, de una manera muy sencilla, y adaptada a niños y niñas de 4 a 8 años, hago una revisión de las principales competencias emocionales que debemos conocer para estimular la inteligencia emocional en menores, así como algunos ejemplos de cómo fomentarlos a través de juegos lúdicos y divertidos, incluyendo al final del cuento un juego de origamis de los Plantanimals para poder entrenar y simbolizar a través del juego estas competencias emocionales, que a continuación menciono brevemente:

Autoconciencia. Cada vez estamos más desconectados de nuestro estado emocional, de nuestro cuerpo, de nuestras necesidades reales, y esto afecta en nuestra manera de pensar, y, por ende, en nuestra conducta. La autoconciencia es la capacidad de tomar consciencia de nuestro estado de ánimo. No es malo estar enfadado, lo que es preocupante es estar enfadado o triste, y no ser consciente de ello, o querer ocultarlo o negarlo.

Expresión emocional. Consiste en expresar con palabras aquello que hemos detectado en la competencia anterior. Es importante que haya una congruencia entre lo que sentimos y lo que expresamos, así como acompañar emocionalmente al menor cuando está compartiendo sus experiencias emocionales. Es fundamental que se sienta contenido, validado y acompañado. No hacerlo puede hacer que en otras ocasiones no cuente otras cosas más importantes que le puedan pasar.

Empatía. En esta etapa de la infancia, donde hay una tendencia evolutiva al egocentrismo, no podemos exigirlos el mismo nivel de empatía que nosotros podemos llegar a alcanzar. No obstante, la mejor forma de desarrollar la empatía es siendo empáticos con ellos. Siempre nos miran, y aprenden.

Habilidades sociales. Es la capacidad de interactuar con los otros de una manera asertiva. Estas competencias también las aprenden mirándonos a los adultos, y a través del entrenamiento y la experiencia, pero debemos guiarles en este aprendizaje, no saben jugar, comunicarse o decir las cosas adecuadamente de manera innata.

Autorregulación. Consiste en la capacidad de autocontrolar nuestros impulsos. Esta competencia está muy vinculada a la corteza prefrontal, cuyo desarrollo se extiende has­ta la tercera década de la vida. Es por ello que en niños y adolescentes los mecanismos de procesamiento de las emociones son distintos a los de los adultos. Por ello debemos acompañarles en momentos de excitación.

Ilusión. Esto consiste en tener la motivación, el impulso, por lo que hacemos, lo que somos, lo que decimos. Aquí el amor incondicional y sentirse validado juega un papel clave en estas etapas tempranas de la vida.

No olvidemos, como ya indica José Luis Gonzalo al final de su cuento [3], los niños y niñas no son adultos en miniatura, tienen sus propias características evolutivas. Necesitan de nuestra paciencia, mirada incondicional y afecto para ir avanzando en sus diferentes etapas de crecimiento.

Con cariño,

Mercedes Bermejo Boixareu

REFERENCIAS


[2] Bermejo Boixareu, M. (2018). La danza de las emociones familiares. Psicoterapia Emocional Sistémica aplicada con niños, niñas y adolescentes. Editorial Desclée De Brouwer.

[3] Gonzalo, JL. (2018). Cuando mi corazón tiembla. Barcelona: Editorial Sentir.