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lunes, 24 de junio de 2013

Buenos tratos se despide hasta el 9 de septiembre con una reflexión de fin de curso ¡Hasta pronto!


Buenos tratos se despide, con esta última entrada, hasta septiembre. El día 9, volveremos a iniciar la temporada. Será la séptima. Parece mentira pero... ¡va pasando el tiempo desde que en el 2007 comenzáramos esta maravillosa andadura que es escribir en un blog y compartirlo con vosotros/as! Buenos tratos ha ido creciendo, y vosotros/as me habéis ido dando la confianza necesaria para continuar, año a año, con los temas que tanto nos apasionan. Os doy las gracias por vuestro apoyo, fidelidad, interés, motivación y entusiasmo. Sin vosotros/as, nada de esto tiene sentido. Me satisface comprobar que mes a mes va aumentando el número de visitas.

Buenos tratos descansa, aunque su autor, servidor, aún continuará su trabajo en la consulta hasta finales de julio. El día 9 de septiembre vuelven las entradas temáticas sobre apego, resiliencia y trauma.

Sabéis que me gusta hacer balance. Este año hemos centrado nuestros esfuerzos en ofreceros a los padres, madres y familias adoptivas y acogedoras una psicoeducación que os ayude a comprender y tener pautas para poder tratar adecuadamente a vuestros niños y niñas. También este año ha sido especial y entrañable para mí porque celebramos las primeras jornadas formativas presenciales, el pasado mes de marzo, en Donostia, tituladas: “I Conversaciones sobre Apego y Resiliencia infantil”. Fueron un éxito de asistencia y participación que no me esperaba y que desbordó el aforo de la sala. Pudimos conocernos en persona muchos y muchas de los que nos citamos aquí, en estas páginas. Si tengo tiempo y fuerzas, contad con que el año próximo se volverán a celebrar. Fue un lujo aprender con todos/as los ponentes, así como ver reunidos/as en una sala a padres, madres, educadores, psicólogos, psiquiatras, trabajadores sociales… Pudimos aprender e intercambiar conocimientos y experiencias. En la segunda edición potenciaré vuestra participación porque no hubo demasiado tiempo para debatir y conversar. Y ello fue debido a que hubo demasiadas comunicaciones y conferencias.

Este curso 2012/13 vio la luz también el libro “Construyendo puentes. La técnica de la caja de arena (sandtray)” Tenía muchas ganas de que este abordaje terapéutico se diera a conocer en lengua castellana porque no hay demasiado publicado. Y teniendo en cuenta la idoneidad de la técnica para trabajar con niños/as y adultos con trastornos del apego y historias de vida traumáticas, ésta no podía quedar sin divulgar. Agradezco a todos/as los/as que me habéis escrito con comentarios y sugerencias en torno al mismo.

Este año hemos ido aprendiendo (y yo de la mano con vosotros/as) más sobre apego, trauma y resiliencia. Ya sabéis que lo que voy leyendo, investigando y experimentando en mi trabajo y con mis colegas, lo voy trayendo aquí para que todos/as nos beneficiemos. La idea es seguir el curso próximo (2013/14) ofreciendo entradas con temas similares a los de este año. La psicoeducación seguirá, por supuesto. Y autores como Louis Cozolino (que este curso no hemos hecho más que empezar a degustar. Este verano voy a continuar leyendo el libro que os anuncié hace unas semanas y, en septiembre, os hablaré de lo que aprenda. La entrada que dediqué a la neurobiología del apego de la cual este autor habla ha gustado mucho) y otros que nos marcan el camino, también. Las estrellas van a seguir siendo el apego, el trauma y la resiliencia.

Además, el curso próximo, como éste, os iré anunciando distintas formaciones que se vayan organizando y las novedades editoriales que vaya descubriendo en relación a nuestros temas favoritos.

Y, finalmente, introduciré como novedad incluir en el blog entradas -que yo denomino más vivenciales- donde os contaré mis experiencias profesionales desde la práctica tratando de engranarlas con la teoría, claro.

Como colofón a este curso, os ofrezco el texto que una joven estudiante de psicología llamada Larraitz Gorrotxategi ha elaborado recogiendo lo que ella ha aprendido de las Conversaciones sobre apego y resiliencia que celebramos el pasado mes de marzo en Donostia. Me parece una excelente aportación y la mejor manera de poner el broche final a este curso. Me satisface comprobar cómo las jóvenes generaciones de profesionales se interesan por estos temas, asistiendo a formaciones y elaborando, como en este caso, una reflexión que a todos/as nos va a parecer muy interesante y necesaria. Me la envió para que la leyera y valorara y como me ha parecido de calidad, la quiero divulgar y compartir con todos/as vosotros/as, a la par que le felicito a Larraitz por haberse sentado a pensar sobre las jornadas. Yo creo que merece la pena que le dejéis vuestros comentarios, se lo merece.

Dice así:

"El niño bien tratado, con un entorno apropiado y sus necesidades cubiertas  a nivel fisiológico, psicológico y emocional se beneficia en su desarrollo durante toda su vida. Aprende a  interactuar con sus semejantes, con sus progenitores, en el dominio escolar, a auto-regular sus emociones, es consciente de su identidad y se impregna ya desde el vientre materno de los estímulos que le ofrece su entorno. Estas necesidades cubiertas le ayudarán a tener un buen desarrollo y a que se pueda enfrentar a las adversidades, logrando un funcionamiento adaptado en la vida. La seguridad, la protección, los buenos tratos, la empatía, los límites con cariño y coherencia, las figuras constantes, una educación… Con todo ello el ser humano logra construir  su personalidad mediante un apego seguro.

Los buenos tratos influyen en el cerebro durante su crecimiento. Desde el vientre hasta los 18 meses son muy importantes las interacciones con el entorno ya que la red neuronal se va desarrollando al mismo tiempo que el bebé, creando el vínculo de apego y contribuyendo así a la conformación de la personalidad. Las neuronas, mediante la sinapsis, se enlazan unas con otras gracias a los estímulos gratificantes que el niño recibe, incrementándose sus  capacidades como, por ejemplo, el lenguaje, la motricidad, las emociones y motivaciones.

Desde que un niño nace depende de las capacidades que tienen sus cuidadores, del trabajo en red de las organizaciones, de los profesionales, del entorno escolar, de la vecindad, del estado… Y todo ello debe estar coordinado en favor de los buenos tratos en una misma dirección y en adecuada sintonía, priorizando el bienestar del niño y del adolescente... En los casos en los que no se ha ejercido un buen trato con los más vulnerables -que son los niños-, su desarrollo -y la visión de sí mismos- son afectados por la falta de cuidados y protección.

La protección de un niño es una prioridad del sistema social, la cual debe de atenderse poniendo todos los recursos humanos y materiales necesarios para minimizar en lo posible las repercusiones que en su desarrollo tienen los malos tratos, el abandono, el abuso y la negligencia. Los  niños y adolescentes reflejan las consecuencias de sus carencias y de sus experiencias traumáticas mediante sus conductas. Asimismo, el estado, para reparar el daño, debería proporcionar y poner al alcance del menor de edad una red de profesionales que ayuden a que éste elabore que es víctima y no culpable. Si la red es negligente, una de las consecuencias que se derivan es no evitar que los niños convivan en un entorno inadecuado. Proteger al niño es lo más importante, su derecho a  tener infancia, el derecho de tener buenos tratos. Estos niños sin infancia, aunque crezcan y cumplan años, su proceso madurativo no es el mismo que un niño que ha tenido su infancia con apego seguro. Pasarán los años y el niño se convertirá en adulto.  Un adulto que debe cumplir las normas como el resto, que tiene que adaptarse a éstas porque si no es así, el propio sistema le castiga. Desde luego que cada acción tiene sus consecuencias, siempre que sean coherentes y enseñen a reparar el daño. Es importante que el sistema coopere con el niño ayudándole a reconstruir su pasado (su identidad), dándole pautas para una buena adaptación, conducirle a una buena meta. Creo que las normas están para cumplirlas, no lo dudo, pero solo centrarse en ellas cuando al niño no se le ha enseñado que además de normas, es sujeto de derechos es una incongruencia. La negligencia de un sistema social que puede caer en contradicción: después de no proteger adecuadamente pide que el sujeto se adapte y asuma las normas sociales.

El adulto que no ha trabajado sus traumas, inconscientemente, vive sus miedos a través de los demás, y es que ya desde el vientre materno se tiene memoria corporal, de tal forma que el cuerpo nunca olvida y las sensaciones vividas desde entonces acribillan desde el lado más inconsciente. Por ello, un trauma bien trabajado ayuda a afrontar y procesar las experiencias adversas, aunque no se recuerden. Desde los 3 años ya hay memoria consciente; por lo tanto, los sucesos se registran y no se olvidan, ya que se guardan en nuestro inconsciente. El cerebro aparta aquellas situaciones traumáticas provocando reacciones conductuales, emocionales y sensoriales para encontrar una manera de adaptarse. El cerebro mantiene en un rincón esos registros y a veces aparecen en forma de pesadillas, de miedos, de rabia… Los traumas no solucionados, en suma, evocan en el cerebro un estado de alerta y conllevan conductas generadas por las emociones que se sintieron en aquel mismo instante del pasado.

El trauma es el resultado de experiencias negativas y terribles que provocan dolor, evocan sensaciones, hacen sentir vulnerabilidad, incapacidad… Es una herida abierta que se puede cerrar gracias a la resiliencia del individuo, a una asistencia psicoterapéutica, a un vínculo de apego seguro, al trabajo del mismo paciente para solucionarlo y su fuerza vital para seguir adelante llevándole a un bienestar y no a desarrollar tendencias destructivas. La felicidad se caracteriza por el poder de superación que uno tiene ante las adversidades, es un triunfo.

EL  BUEN TRATO NO ES UN GASTO SOCIAL ES UNA INVERSION PARA EL FUTURO."


¡Hasta el 9 de septiembre! ¡Gracias, una vez más, a todos/as. Os deseo que paséis unas buenas vacaciones de verano! Cuidaos, cuidad de los vuestros/as y disfrutad de la vida.

martes, 28 de mayo de 2013

"Como pienso soy" y "Educar sin castigar", dos fenomenales novedades bibliográficas

Hay dos novedades editoriales publicadas en Desclée de Brouwer que suscitan nuestro interés. Esta prestigiosa y señera editorial sobre diversos temas tiene una colección, dentro de los libros de psicología, llamada AMAE. En ella se publican libros dirigidos tanto al profesional como al público en general. Los libros de la colección AMAE destacan por su claridad expositiva, por la variedad de sus temáticas psicopegagógicas y por una equilibrada combinación de conceptos con aplicaciones prácticas de los mismos.

Vamos con estas novedades bibliográficas:

“Como pienso soy. Tratamiento para niños con dificultades de atención e impulsividad”, de Verónica Beatriz Boneta. Verónica estudió entre México, Italia y España, psicología y arte dramático, se especializó en psicología de la salud y expresión corporal, entre otros estudios. Después de trabajar muchos años con los peques en Italia decidió escribir todo lo que hasta ahora había aprendido con ellos. La propia Verónica se descubrió a sí misma un tanto impulsiva, con lo cual sabe de lo que habla, puede comprender a los niños y conoce cómo aplicar programas de tratamiento eficaces.

La reseña del libro nos dice: "Este libro es para todas aquellas personas que quieran ayudar a los niños diagnosticados con TDAH o DAH, o dicho de otro modo, con dificultades de atención y/o de impulsividad.

La mayoría de estos pequeños tienen dificultades para aprender a detener su pensamiento y controlar su conducta. De corazón tratan de hacer las cosas bien, pero les es difícil mantener su atención en una sola cosa o actividad.

La capacidad de cambio de cada ser humano es en sí motivo de esperanza y admiración. El amor es el motor que nos inspira a la vida, lo es TODO. Basándonos en esto, y partiendo de un conocimiento integral: mente, cuerpo y emociones, los niños logran entender el vínculo entre ellos y comprenden la manera en que influyen con su comportamiento y convivencia con los demás.

De igual forma, a través del arte y la psicopedagogía podrán tomar conciencia de sí mismos, aplicar y desarrollar las capacidades y habilidades necesarias para aprender a pensar con calma, controlar sus impulsos y expresar sus emociones de manera sana y asertiva. Esto incrementará en ellos el sentido de autosuficiencia, autoconciencia y autoestima, pilares fundamentales para un desarrollo evolutivo armonioso en el individuo."

Verónica nos ofrece un programa de intervención completo para trabajar con los niños los problemas de atención e impulsividad. A mí me ha encantado lo eminentemente práctico que es y la cantidad de técnicas y habilidades que se trabajan con el niño. Hace unas semanas me preguntabais cómo se pueden trabajar las funciones ejecutivas. En este libro vais a encontrar cómo hacerlo.

El entrenamiento en habilidades que Verónica nos presenta (casi todo el libro está dedicado a ello, proponiendo, además, materiales prácticos muy bien elaborados) está dividido en cuatro secciones:

1.- Entrenamiento en impulsividad y autocontrol.

2.- Talleres creativos. A través del teatro, la danza, la música y la pintura se trabajará la autoestima, la autoeficacia y la autoconciencia, tomando como base siempre el cuento y/o la fábula, la cual será analizada desde el enfoque cognitivo-conductual.

3.- Educación a los padres.

4.- Capacitación a los maestros.

Es un material totalmente recomendado y útil para psicólogos, pedagogos, psicopedagogos y maestros de pedagogía terapéutica.



La segunda novedad editorial que considero interesante y que entronca muy bien con lo que desde nuestro blog Buenos tratos propugnamos, es el libro titulado: Educar sin castigar. Qué hacer cuando mi hijo se porta mal”. Sus autores son Pilar Guembe y Carlos Goñi. Llevan 25 años dedicados a la enseñanza, durante los cuales han acumulado mucha experiencia tanto en el trato con padres como con alumnos. Pilar es pedagoga y trabaja como profesora y orientadora. Carlos es doctor en filosofía y escritor. Juntos imparten conferencias y asesoran en temas educativos.


El libro no es ningún alegato contra el castigo, no nos confundamos. Los niños necesitan consecuencias (pero que sean educativas) En la reseña del libro nos lo aclaran y nos exponen cuál es su filosofía educativa, fundamentada en hacer de la autoridad un elemento para ayudar a crecer a nuestros niños: "Educar sin castigar es posible. Pero para ello debemos cambiar nuestro estilo educativo. A golpe de sanción no se consigue nada, porque en educación nada se consigue a golpes. El castigo no ha de ser la norma, sino la excepción; no ha de ser ordinario, sino algo extraordinario.

Una dinámica de premios y castigos nos lleva a un punto muerto, o incluso de retroceso. La única forma de salir adelante pasa por cambiar de metodología. Si algo no funciona, es poco inteligente que continuemos utilizándolo. Probemos otras alternativas, como la motivación positiva, el diálogo, las consecuencias educativas sensatas o las estrategias para ejercer la autoridad; de todas ellas se habla en este libro.

Eso no significa que no hayamos de contar con los premios y los castigos; al contrario, debemos conocer muy bien su funcionamiento para llegar a no tener que utilizarlos, de modo que nuestro estilo educativo tenga como lema: la letra con cariño entra y haga posible educar sin castigar.

La misión que nos corresponde como padres tiene un alcance inconmensurable. Somos, parafraseando a George Steiner, cómplices de una posibilidad trascendente, pues en nuestras manos está lo que serán nuestros hijos, y de cómo los eduquemos dependerá en gran medida qué tipo de personas llegarán a ser."


Este libro es totalmente útil -y por lo tanto recomendable- para los/as padres y madres, y también para los profesores/as.

Hasta el próximo lunes, cuidaos /zaindu

miércoles, 12 de diciembre de 2012

"Derecho a ser concebido simbólicamente", una nueva reflexión para un nuevo derecho propuesto por Óscar Pérez-Muga, psicólogo

Mi amigo y colega Óscar Pérez-Muga me ha enviado esta magnífica reflexión con motivo del -celebrado recientemente- Día Internacional de los Derechos del Niño. Me ha gustado mucho el derecho que reivindica pues creo que es universal a todo ser humano (así son los derechos: universales; por eso se propone como tal, por su universalidad) Todos hemos sido concebidos porque todos hemos sido representados y creados mentalmente (en el sentido cognitivo y emocional), con independencia de que la vía a través de la cual lleguemos y formemos parte de la familia sea biológica o social. La concepción sobre todo debe ser una realidad psicológica que anide en la mente de los padres y las madres.
 
Por ello, quiero compartirla con todos vosotros/as porque me parece que puede aportar a todas las familias y niños un sentido de identidad y pertenencia sólidos. Es en los símbolos donde radica buena parte de la conciencia del ser a lo largo del tiempo, de sentirse perteneciente a y parte de. En suma: el arraigo, el vínculo.
 
Esta reflexión la ha enviado Óscar Pérez-Muga a la revista Niños de Hoy con ocasión del Día Internacional de los Derechos del Niño y con motivo de la reciente aparición de la 2ª Edición de nuestro libro titulado, como ya sabéis: "¿Todo niño viene con un pan bajo el brazo? Guía para padres adoptivos con trastornos del apego"
 
Dice literalmente así:
 
 
Derecho a ser concebido simbólicamente
 
La cercanía del Día Internacional de los Derechos del Niño es siempre un buen momento para reflexionar sobre la infancia. En esta ocasión una oportunidad para reivindicar el derecho de todas las personas a ser concebidas simbólicamente.
 
Sabemos qué es la concepción física del ser humano, como ocurre en un instante y cómo se gesta posteriormente hasta el nacimiento. La concepción simbólica, por su parte, es un proceso por el que padres y madres integran en su imaginario la gran responsabilidad que supone una hija o un hijo, culminando por sentirse padre y madre de por vida. Podríamos decir que la concepción física posibilita la vida y la concepción simbólica permite su buen desarrollo.
 
Los derechos de la infancia implican garantizar múltiples necesidades durante las distintas fases madurativas. Sin embargo, los niños y niñas no concebidos simbólicamente carecen de algo fundamental e insustituible para garantizar estos derechos, el compromiso incondicional y definitivo de un adulto con ellos.
 
La sola concepción biológica supone en ocasiones el comienzo de una infancia de derechos insatisfechos, de sufrimiento y desprotección. Cuando hablamos de derechos de la infancia hablamos entre otros de los cerca de 40.000 menores atendidos en instituciones en España (según la Sociedad Española de Pediatría Social) con los que podríamos sustituir toda la población de capitales de provincia como Soria o de Teruel. Además hay que añadir que, como en todos los ámbitos de la sociedad, la crisis también afecta gravemente a la calidad en la atención a los menores.
 
Para evitar estas situaciones queda casi todo por hacer, en muchos casos la adopción permite la unión de historias paralelas de necesidades y deseos en una familia. Los acogimientos familiares, por su parte, permiten el compromiso temporal de unos adultos con menores cuidándolos como a uno más de la familia.
 
Sin embargo es necesario seguir avanzando y, si la protección que no llega a tiempo no es protección, el proyecto de reforma de la ley de protección a la infancia es una gran oportunidad todavía por concretar. No sólo para facilitar el encuentro de hijos e hijas que necesitan padres y madres que quieran serlo, o adultos que les cuiden, sino para hacerlo lo antes posible y evitar el daño y el sufrimiento de esos niños y niñas desde sus primeros meses de vida.
 
Finalmente, el hecho de concebir simbólicamente no sólo modifica la forma de entender el mundo, las referencias vitales y las prioridades personales de padres y madres. También modifica el imaginario de los hijos e hijas ya que les permite vivirse como personas queridas, sentir que son importantes para otros y dar un sentido positivo a sus existencias.
 
Hasta el lunes que viene, en el que vuelvo con un nueva entrada: una metáfora sobre el porqué de la baja autoestima que tienen los niños con dificultades de aprendizaje.

lunes, 20 de febrero de 2012

Preguntas que sugiero deben hacerse las familias adoptivas y acogedoras para fomentar la resiliencia en sus hijos/as (I)


En el libro de José Luis Rubio y Gema Puig titulado: “Manual de resiliencia aplicada” del cual os hablé la semana pasada, hay muchísimos contenidos y propuestas teóricas y prácticas que nos darían para un buen número de entradas en este blog.

De todo lo que nos ofrecen en el Manual –todo es interesante, nada sobra ni está de más-, personalmente me ha parecido muy interesante para las familias adoptivas y de acogida el capítulo de los modelos en resiliencia. Son, como dicen los autores, “modelos para la práctica” Dentro de los distintos modelos que nos exponen en el libro, veo particularmente útil y pragmático el de Henderson y Milstein (Resiliencia en la Escuela) Aunque centrado en el ámbito escolar, pienso que es de utilidad en el familiar también.

Practiquemos, pues, con el modelo, aplicándolo a los niños adoptados/acogidos (donde digo "niños", podemos poner también niñas y jóvenes):

La aplicación de este modelo (nos dicen los autores José Luis Rubio y Gema Puig en su Manual) supone promocionar la resiliencia en seis pasos.

Los tres primeros pasos están encaminados a mitigar el riesgo:

Enriquecer los vínculos prosociales.

Fijar límites claros y firmes.

Enseñar habilidades para la vida.

Los tres pasos siguientes se describen como elementos claves presentes en los sujetos que se sobreponen a la adversidad:

Brindar apoyo y afecto.

Establecer y transmitir expectativas elevadas.

Brindar oportunidades de participación significativa.

Tomando estos elementos para construir resiliencia (ya sabéis que la resiliencia se entiende no como un rasgo que el niño posee, sino como un PROCESO que tiene lugar a través de la interacción constante entre las características del niño y las variables del ambiente), podemos los padres, las madres y las familias acogedoras o adoptivas hacernos unas cuantas preguntas que nos ayuden a reflexionar si estamos verdaderamente trabajando para ayudar al niño en ese proceso de hacerse resiliente.

Nosotros hemos de constituirnos en los tutores de resiliencia, en los acompañantes incondicionales de los niños ayudándoles a tener un buen desarrollo pese a las circunstancias adversas que hayan vivido. Pero para eso nos necesitan. Los niños tienen mucho más complicado crecer y rehacerse desde la adversidad si no encuentran a esa persona que sea capaz, como hemos dicho otras veces, de apoyarles para hacer el cambio, "el viraje de su existencia", "a no resignarse a la fatalidad de la desgracia" (Cyrulnik)

Os lanzo algunas preguntas que me han surgido leyendo los factores que mitigan el riesgo:

Enriquecer los vínculos prosociales: ¿Tiene el niño red de amigos o compañeros? ¿Tiene, al menos, un compañero o compañera de juego? ¿Me he preocupado de buscarle algún entorno favorecedor del desarrollo de una experiencia social-vincular positiva como un club de tiempo libre, centro, asociación (deportiva, cultural…)? Es difícil encontrar entornos favorecedores de los vínculos prosociales cuando los niños tienen dificultad precisamente en esto pero sí existen alternativas, si buscamos. Sabemos lo difícil que es para los niños más disruptivos que muchas veces rompen las reglas y faltan al respeto, pero existen personas y lugares maravillosos y favorecedores.

Fijar límites claros y firmes: ¿Somos claros con los límites? ¿Qué normas hay en casa y cómo las hacemos cumplir? ¿Son las normas adecuadas al nivel de desarrollo del niño? ¿Puede el niño por si sólo cumplir esas normas, cuánta ayuda necesita? ¿Soy congruente en la aplicación de las normas? ¿He explicado al niño que las normas nos ayudan a entendernos y nos dan seguridad? ¿Están los dos progenitores de acuerdo con las normas o se contradicen? ¿Felicito al niño cuando las cumple? ¿Es bueno castigar a los niños víctimas de malos tratos si no las cumplen? ¿Tensionamos a los niños con un ritmo frenético de hacer cosas, trabajar, deberes… no dejándoles tiempo para jugar entre ellos y con nosotros? ¿Somos unos obsesivos con las normas? ¿Queremos adultos en miniatura? ¿Dejamos a los niños ser niños? ¿Somos conscientes de que los niños víctimas de abandono y malos tratos tienen una inseguridad de base y se aferran más a no enfrentarse a las dificultades porque no han vivido el bienestar de estar a gusto con unos cuidadores durante las etapas clave en la formación de los vínculos?

Enseñar habilidades para la vida: ¿Les enseñamos las cosas o partimos de que ya saben hacerlas porque ya tiene tal o cual edad? ¿Nos preocupamos de enseñarles las habilidades básicas para desenvolverse? ¿En qué situaciones sabe mi hijo desenvolverse solo y en cuáles necesita ayuda? ¿Si no sabe desenvolverse, es por dificultades para permanecer y regularse o es porque no ha aprendido la habilidad en cuestión? ¿Qué habilidades de supervivencia tiene aprendidas? ¿Transmitimos a los niños que esas habilidades tuvieron sentido en el contexto de vida que les tocó vivir -aunque ahora no sean útiles- y les decimos que conseguirán aprender otras válidas para el contexto actual con nuestra ayuda y la de los demás, o les comunicamos expectativas de fracaso y negatividad?

Ya veis que esta semana formulo preguntas (incluso cabría formularse más, si se os ocurren, bienvenidas sean, en la sección de comentarios) para que las contestéis pensando en vuestro hijo o hija o en el niño/niña o joven con el que trabajáis. Y para que hagáis cambios, si lo necesitáis. Para cada niño/a o joven habrá una respuesta o un camino o una posibilidad a explorar e implementar. Nuestra tarea -como educadores que somos- también consiste en saber si estamos trabajando para mitigar los riesgos. La semana que viene formularé preguntas para ver si estamos estimulando para que los niños/as o jovenes aprendan a sobreponerse a la adversidad. La auto-reflexión es clave en educación y en la vida.

lunes, 19 de diciembre de 2011

La metáfora del bambú japonés, excelente forma de contar cómo es nuestro trabajo con los niños

Esta semana escribo esta entrada fuera de mi ciudad y de mi consulta. He estado en las II Jornadas Europeas de Resiliencia, celebradas en Barcelona los pasados días 16 y 17 de diciembre, con la presencia de Boris Cyrulnik, Jorge Barudy, Maryorie Dantagnan, Ana Forés, Jordi Grané… y muchísimos más profesionales. Ha sido un éxito de participación, con 300 personas que han llenado la sala del Instituto Francés de Barcelona. He tenido el honor de que me inviten a participar en una mesa redonda junto con otros invitados, en la que estuvimos conversando sobre qué aspectos de nosotros mismos como personas y psicoterapeutas han contribuido a hacer resilientes a los niños.

De Barcelona no he regresado a Donostia-San Sebastián, sino que estoy trabajando con el Equipo Ciclista Caja Rural de Navarra. Un grupo de profesionales jóvenes (con algunos veteranos) con los que, junto con mi amiga y colega psicóloga Naiara Zamora, estamos trabajando en sesiones grupales e individuales desde el modelo de la resiliencia. Me ofrecieron participar en este novedoso proyecto de aplicación de la resiliencia al deporte y me pareció un apasionante y bonito reto. Estamos concentrados durante varios días para trabajar -en base a dinámicas grupales y entrevistas individuales- los procesos resilientes. Por supuesto, estamos otorgando a la relación terapéutica con los ciclistas, desde la teoría del apego, una importancia central. Vamos a tratar de crear procesos auto-regulatorios internos para que cada corredor sea capaz de manejarse y afrontar situaciones adversas. Esperamos aportar este año nuestro granito de arena para que Caja Rural de Navarra obtenga éxitos en el ciclismo. Un deporte para resilientes, sin duda. Así que, este año...¡animad a Caja Rural de Navarra! ;)

Pese a estar aquí muy atareado pero disfrutando de este apasionante y novedoso trabajo y relación con los ciclistas, no he querido faltar a mi cita de los lunes con todos vosotros y vosotras. Esta semana interrumpimos los comentarios sobre el fascinante libro sobre apego (nuevo) titulado: “Understanding disorganized attachment” No os preocupéis que lo volveremos a retomar en breve. La semana que viene daré cuenta de lo que más me ha llamado la atención o destaco de las II Jornadas Europeas de Resiliencia en las que acabo de estar (sobre todo recogeré las ideas y experiencias que expuso el experto en resiliencia Boris Cyrulnik) Ha sido una gozada estar en estas jornadas.

¿Y de que hablamos esta semana? No soy ajeno a que estamos ya en Navidad y por ello he querido hacer algo especial. La Navidad supone que ya se acerca el final de este mes y, con el mismo, el año. Si me dijerais que me gustaría destacar de todo lo que aquí vengo exponiendo, contando y comentando con todos vosotros y vosotras, diría que no os olvidéis de las dos “p” de Jorge Barudy (paciencia y perseverancia en nuestro trabajo con los niños y adolescentes), y también creer que lo que hacemos, aunque ahora parece que no da su fruto, es muy importante (vital) para el niño o joven que está con nosotros (bien sea acogido, adoptado o biológico) Y que más adelante, es muy posible que se manifiesten externamente los resultados que ahora se están gestando interiormente pero que no se ven. Pero no sabemos esperar ni entender los ciclos de crecimiento de los niños en general y de los más fragilizados (acogidos, adoptados...) en particular.

Y para que esto os llegue emocionalmente y no desesperéis -ni perdáis la calma ni la constancia ni mucho menos la pasión por el trabajo con los niños que nos pertenecen a todos y no son patrimonio de nadie-, os felicito la Navidad con mucho cariño y os dejo con esta metáfora preciosa que me ha pasado mi amigo Alberto Barbero que tiene un excelente blog titulado: El blog de Alberto Barbero… Os dará mucho que pensar, entenderéis de un modo fácil lo que es dificil de explicar y os inyectará lo que la Navidad siempre ha sido (aunque nuestros tiempos se hayan encargado de desvirtuarla): esperanza.

No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego constante. También es obvio que quien cultiva la tierra no se impacienta frente a la semilla sembrada, halándola con el riesgo de echarla a perder, gritándole con todas sus fuerzas: ¡Crece, por favor!

Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo transforma en no apto para impacientes: siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente.

Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad,

no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto que, un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles.

Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas la planta de bambú crece ¡mas de 30 metros! ¿Tardó sólo seis semanas crecer? No, la verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse.

Durante los primeros siete años de aparente inactividad,

este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces

que le permitirían sostener el crecimiento, que iba a tener después de siete años.

Sin embargo, en la vida cotidiana,

muchas veces queremos encontrar soluciones rápidas y triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que éste requiere tiempo.

De igual manera, es necesario entender que en muchas ocasiones

estaremos frente a situaciones en las que creemos que nada está sucediendo.

Y esto puede ser extremadamente frustrante.

En esos momentos (que todos tenemos), recordar el ciclo de maduración del bambú japonés y aceptar que “en tanto no bajemos los brazos” ni abandonemos por no “ver” el resultado que esperamos, sí está sucediendo algo, dentro nuestro…

Estamos creciendo, madurando.

Quienes no se dan por vencidos, van gradual e imperceptiblemente

creando los hábitos y el temple que les permitirá sostener el éxito

cuando éste al fin se materialice.

Si no consigues lo que anhelas, no desesperes…

quizá sólo estés echando raíces…


No olvidemos esta maravillosa metáfora. Para Navidad y para todo el año, sintámosla presente en nosotros.
 
¡Feliz Navidad a todos/as y hasta la semana que viene! Gabonak ondo pasa!!

viernes, 31 de diciembre de 2010

Urte Berri On - Feliz Año Nuevo

Parece mentira pero el año toca a su fin. La verdad es que tengo la sensación de que los días pasan despacio, pero las semanas y los meses… ¡me parece que vuelan! Tanto es así que ya estamos a 31 de diciembre de 2010, Nochevieja, día adecuado para echar la vista atrás y hacer balance.

Este año ha sido profesionalmente muy rico para mí: he participado en numerosas formaciones (en Donostia y Gipuzkoa, para el profesorado de distintos colegios e ikastolas; en Mallorca, en el Postgrado de Intervención en Maltrato y Abusos a Menores organizado por la Universidad de las Islas Baleares; en Granada, a profesionales de la Sanidad Pública de la Escuela Andaluza; en Barcelona, en mi ya clásica presencia como profesor habitual del Diploma de Formación Especializada para Psicoterapeutas Infantiles que dirigen Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan), he continuado mi trabajo diario con los/as niños/as y adultos que acuden a mi consulta realizando tratamiento psicológico, experimentando un aumento considerable de casos de niños adoptados con antecedentes de abandono y malos tratos y, finalmente, estoy inmerso, como ya os he dicho, actualmente, en la finalización de un libro/guía para padres adoptivos que verá la luz el próximo año. Y sin olvidarme, por supuesto, de este blog, al cual le he dedicado todas las semanas una entrada. Observo con ilusión que crece día a día, que aumenta el número de seguidores (sobre todo de padres y madres adoptivos/as) y que las personas que entran y dejan huella en forma de comentarios me hacen el inmenso regalo de decirme que les resulta útil y de ayuda en su labor y quehacer diario.

En un día como hoy quiero dar las gracias a todos/as los/as que seguís y participáis en este blog y a todas las personas con las que he coincidido este año en congresos, formaciones, charlas, conferencias, encuentros formales e informales… por todo lo que he podido aprender, disfrutar, compartir, reflexionar…

Tampoco me quiero olvidar de los que nos encontramos a diario en la red social de Facebook. Compartimos todo tipo de informaciones, vivencias, ratos de humor, de ocio, de complicidad, de apoyo, de mutua consideración… Somos casi una familia ya.

Y finalmente, quiero hacer una mención especial para todos/as los/as niños, niñas y adolescentes en general, pero en particular para los que sufren malos tratos. El peor daño que se le puede hacer a un ser humano es que otro ser humano le dañe física y/o emocionalmente. Y más si es niño/a, con su mente todavía en desarrollo. Esto desgraciadamente, pasa a diario en todo el mundo y sólo podemos poner nuestro grano de arena para que la utopía pueda ser realidad algún día. Poner cada uno su granito de arena es muy importante, es sembrar el modelo del buen trato allá donde lleguemos.


Especialmente me acuerdo de los niños, niñas y adolescentes con los que hacemos psicoterapia en la consulta, un año más que han trabajado magníficamente en terapia para poder crecer y rehacerse, desde la adversidad, demostrando que es posible lo imposible. Con algunos llevo ya unos cuantos años y les estoy viendo salir adelante y eso es muy gratificante. Porque las alegrías son muy necesarias en nuestro trabajo, sobre todo porque de sufrimiento y penas ya andamos sobrados, la verdad. Cualquier pequeño avance debe ser celebrado con júbilo.

Para todos/as, agradecido, esperando el próximo año seguir al menos como éste y continuar con una entrada en el blog semanal y lo que es más importante y bonito, esperando compartir con todos/as vosotros/as nuestros conocimientos y experiencias: ZORIONAK ETA URTE BERRI ON!! ¡¡FELIZ AÑO NUEVO!!

viernes, 24 de diciembre de 2010

Esperanza, y ¡¡Feliz Navidad a todos/as!!


La desesperanza está fundada en lo que sabemos, que es nada, y la esperanza sobre lo que ignoramos, que es todo

Maurice Maeterlinck


La Navidad, ya lo dijimos, es amada u odiada, cada uno se posiciona de acuerdo a lo que ha sido su memoria emocional. Comprendo perfectamente tanto a quienes la odian (tienen sus buenas razones: esta etapa sólo les trae recuerdos negativos y sufrientes y les ratifico en su derecho) como a quienes gustan de ella. Hay otros que repudian la Navidad porque les parece el colmo de la hipocresía: ¿Cómo la Iglesia puede celebrar el nacimiento de Jesús de Nazaret, pobre y humilde, la antítesis del boato eclesiástico? Por no nombrar otras políticas vaticanas llevadas a cabo ante algo tan grave como los repugnantes abusos sexuales cometidos por curas a numerosos menores, causándoles un daño irreparable. En fin, no me quiero olvidar de quienes trabajan en la Iglesia a favor de todos los que sufren. Pero no es lo mismo ser cura en el Vaticano que serlo en un barrio pobre, en una zona marginada, en una misión… Uno tiende a pensar, quizá atrevidamente, pero es lo que piensa, que los segundos están más en sintonía con la filosofía de Jesús de Nazaret.

Como muchas personas con las que hablo, me desmarco de la Institución Vaticana y de su manera de hacer política y concebir la Iglesia que dicen es de Jesús. Pero no me desmarco de este Hombre con mayúsculas –no entro en si existió o no, no es mi terreno y no quiero hablar de lo que no sé-, de lo que se lee en los escritos que cuentan su vida, el Evangelio. Me gusta la Navidad porque me gusta su figura: humildad, vida sencilla pero disfrutando a tope de la misma –era comedor y bebedor, nos dicen-, capaz de poner a las instituciones de su época en contradicción consigo mismas, cercano a los que sufren, la máxima expresión de la empatía con ellos, sanando y curando a la gente de sus males, sobre todo a las gentes marginadas que nadie quería, buen amigo de sus amigos… Y sobre todo, portador de lo que el pueblo, los necesitados, reclamaban: esperanza.

Creo por ello, que la Navidad merece la pena celebrarla por eso: porque es un mensaje de esperanza para todos. En estas fechas me acuerdo precisamente de los que están necesitados de ella porque su existencia es sufriente. No debemos de decir que mientras hay vida hay esperanza, sino a la inversa. Celebramos, como dice Marguerite Yourcenar, el nacimiento de un Niño, que siempre es un motivo de alegría, en una familia pobre, que fue portador de un mensaje de esperanza en un mundo mejor, más justo y humano. ¿Por qué no celebrarlo, entonces?

Por lo tanto, en el día de Nochebuena, a todas las personas que seguís este blog, a todos mis pacientes (en especial a los niños/as); a todos los educadores, padres, madres, profesores, colegas, amigos… ESPERANZA para todos/as y mis mejores deseos para esta Navidad.

En este enlace de youtube o
s regalo esta canción de Navidad del grupo musical Queen, mi preferido, que me parece muy bello y además, diferente a las típicas canciones o villancicos. Se titula: Thank God it´s Christmas! ¡Gracias Señor es Navidad!

viernes, 25 de junio de 2010

¿Qué fue lo que te sostuvo?

Frecuentemente hablamos en este blog sobre el trauma que los malos tratos continuados pueden generar en las personas y en particular en la mente en desarrollo del niño, que es cuando se es más vulnerable y se fijan determinadas acciones mentales defensivas, como decíamos la pasada semana.

También me suelo referir, aunque mucho menos, en verdad, a la resiliencia, ese concepto que tanto nos atrae porque pone de relieve la capacidad de muchas personas, incluidos los niños y las niñas, de mantenerse suficientemente equilibrados pese a los impactos de los traumas.

Me gustaría hoy centrarme en este punto porque es necesario investigar y conocer qué es lo que a las personas, ante el trauma, les sostuvo, les dio fortaleza, recursos, energía, ilusión o coraje para ser resilientes o para al menos, desarrollarla en parte. Afortunadamente, muchas víctimas nos enseñan que existen partes emocionales dañadas cuando se vive el infierno del abandono o los malos tratos psicológicos y físicos, pero también nos ofrecen el testimonio de que otras partes de su personalidad conservan áreas fuertes que deben ser detectadas y potenciadas para que ayuden a sanar al resto.

Cuando pregunto a los adultos que acuden a consulta, víctimas de malos tratos durante mucho tiempo, o de los abusos, o del abandono, si hubo alguna persona de su entorno que acompañó y actuó para ayudar a hacer frente a tanto dolor y resistir, me encuentro con respuestas que dan cuenta de que el entorno social puede jugar un importantísimo papel amortiguador y resiliente.

Una abuela especialmente sensible y empática, un profesor que primó los aspectos afectivos en vez de los escolares, un terapeuta que acompañó a una persona en su infancia, un club deportivo con un entrenador que creyó en alguien y le dio confianza, un educador de calle que potenció la autoestima, un vecino que acogía a un niño o niña en los momentos más difíciles, un novio o una novia, una determinada conversación con alguien, una situación determinada, una experiencia concreta…

Muchas personas afirman que, efectivamente, el contacto y la relación con esas personas les ayudó a desarrollar recursos internos para resistir el dolor y poder incluso encauzar sus vidas por caminos que no supusieran la autodestrucción, una de las nefastas tendencias en personas severamente traumatizadas.

Quienes rodean a los niños y niñas que han padecido malos tratos siguen jugando un determinante papel para poder ayudarles en la recuperación y desarrollo de la resiliencia, sobre todo para mostrarse empáticos y firmes ante sus trastornos de conducta y de aprendizaje derivados de los trastornos del apego que pueden presentar, problemas que se mantienen tiempo después de que los sucesos traumáticos pasen. Para desarrollar con ellos un modelo de buen trato que pueda ser interiorizado y que favorezca la resiliencia.

Nunca sabemos exactamente qué puede hacer resiliente a una persona, como podemos comprobar en esta frase de Boris Cyrulnik que me ha impactado y que guarda relación con el tema que estamos tratando, y con la cual me despido: "Un tutor de resiliencia es alguien, una persona, un lugar, un acontecimiento, una obra de arte que provoca un renacer del desarrollo psicológico tras el trauma. Casi siempre se trata de un adulto que encuentra al niño y que asume para él el significado de un modelo de identidad, el viraje de su existencia. No se trata necesariamente de un profesional. Un encuentro significativo puede ser suficiente. Conozco a un joven maltratado, a quien echaron a la calle, delincuente, prostituido, jefe de una pandilla que un día se puso a conversar en la terraza de un café con un editor. El joven salió transformado, diciendo: "Es la primera vez que me hablaron como a un hombre". El editor jamás se dio cuenta hasta qué punto había logrado encantar al joven violento y desesperado"

jueves, 15 de abril de 2010

"La muerte del caballo alado", un magnífico libro terapéutico de la psicóloga Jennifer Delgado

Existe un Rincón en internet donde leer sobre los más variados temas de psicología se convierte en un placer. Me refiero a Rincón de la Psicología, donde habita Jennifer Delgado, una psicóloga que hace posible lo más difícil: hacer llegar al público la pasión por conocer y saber sobre la ciencia de la conducta y la mente humana de una manera atractiva sin perder un ápice de rigor científico. Porque se adivina que para la autora la psicología es una pasión: sabe mucho de ella, pero además sabe transmitir, gran virtud.

Jennifer es, además, autora de varios libros y recientemente, ha publicado su último trabajo titulado: “La muerte del caballo alado. Un viaje al encuentro de tus barreras internas” Acabo de terminar su lectura y ha sido, realmente, sensacional. Todo un descubrimiento, una obra que sorprende frase a frase, párrafo a párrafo, capítulo a capítulo.

Esta obra de Jennifer Delgado se aleja de la concepción clásica del manido libro de autoayuda. Este libro no es de autoayuda; es mucho más: es un libro terapéutico en el cual, una psicóloga, con magistral pluma, nos acompaña en el apasionante camino de entrar en nuestro interior y descubrir las barreras que nos creamos (condicionados por los aspectos sociales, culturales, educacionales…) que se constituyen en el principal obstáculo de nosotros mismos. Ser consciente de ellas, conocerlas, asumirlas y tratar de modificarlas es el camino para reducir o eliminar la baja autoestima y las perturbaciones emocionales.

Cada capítulo está dedicado a los problemas que más nos aquejan en la sociedad actual: los esteretipos (magistral reflexión que nos invita a no dejarnos arrastrar por las etiquetas que nos ponen o nos autoimponemos); la rigidez frente al seguimiento de las reglas sociales; la personalidad y las experiencias anteriores como factores explicadores de cómo somos y reaccionamos ante diversas situaciones; Los estilos de afrontamiento; una reflexión sobre el éxito y el fracaso novedosa y conciliadora; la resiliencia; la incertidumbre; la culpa y la preocupación; y el pensamiento rumiativo. Entre otros temas. Y finalmente, propone cómo implementar los aprendizajes que se ofrecen en el libro, cómo cambiar, qué método se puede llevar a cabo.

Si bien el contenido es excelente, el modo de presentarlo, el cómo Jennifer nos acompaña a lo largo del libro, resulta de lo más sugestivo y atractivo: suscita la reflexión y promueve la toma de conciencia a través del uso del método socrático: plantea preguntas para que cada uno pueda descubrir su respuesta y encontrar un camino. Y, además de actuar como alguien que te guía, el estilo atesora tres virtudes más, a mi juicio: la primera, se siente a la autora, logra la complicidad con el lector y se nota su presencia en magníficas autorrevelaciones útiles que regala a través de los distintos capítulos. La segunda, el uso de una metáfora (una historia) que te recibe al principio de cada capítulo y que ayuda a comprender las reflexiones posteriores. Historias seleccionadas con mimo por Jennifer, impactantes, que suscitan emociones y reflexiones por sí mismas. Y, finalmente, el libro ofrece herramientas, pautas, flexibles, a modo de cuaderno de bitácora, sin caer en frases grandilocuentes típicas de los libros de autoayuda. Al contrario, son pautas abiertas donde la participación del lector es pieza clave. Por todo ello creo que es un excelente libro terapéutico.

Sólo me queda recomendároslo vivamente porque se puede convertir en una singular experiencia de aprendizaje. En los tiempos que corren, se hace más necesario que nunca viajar al interior de uno mismo. “La muerte del caballo alado” es el mejor compañero que se puede uno llevar para tan apasionante singladura.

No desvelaré el por qué del título… Descubridlo vosotros/as leyendo el libro.

martes, 30 de marzo de 2010

Vida y tecnología en el siglo XXI

Mi amigo Alberto Barbero (que habita en Conversaciones sobre Desarrollo y Equipos, un blog a seguir de cerca por sus interesantísimos aportes y reflexiones) me envía esta picada que me ha dejado boquiabierto. Todavía estoy procesando su contenido. Mi abuela solía decir que hemos venido demasiado pronto al mundo (en alusión a alucinantes avances que nos perderíamos) y creo que tenía razón. Ahora bien esto parece alucinante pero tiene visos de realidad. No sé si en todo pero seguro que sí en parte.

Me estoy refiriendo a un vídeo del programa de televisión Redes que lidera Eduardo Punset. Es una entrevista a
Raymond Kurzweil (experto en inteligencia artificial) Este nos explica cuáles serán los grandes hitos en esa mezcla que se va a producir –que ya se está produciendo- entre biología y tecnología.

Después de verlo, a mi me surgen infinidad de preguntas y también se me queda una cierta sensación de desazón, quizá por el miedo a lo desconocido: ¿Qué somos? ¿Quiénes somos? ¿Sólo somos un cuerpo biológico que representa la realidad y da igual que esa representación la haga un cerebro encarnado que un ordenador súper avanzado? En esta propuesta, ¿existe el ser? Todas las disquisiciones filosóficas que han llevado siglos acerca de la sustancia y en qué consiste ésta, ¿sólo son elucubraciones? ¿Puede un ordenador, una copia de mi mismo, reproducir mis pensamientos y experiencias o realmente soy yo mismo? ¿Somos reductibles a un paradigma científico o el ser trasciende más allá de cualquier modelo?
Al margen de que todo lo que se dice sea factible, yo creo que la cuestión de fondo, a parte de reflexionar sobre quiénes somos, es también la previsión de una sociedad tecnocratizada. ¿Quiénes la dominarán? ¿Con qué fines? ¿Los seres humanos? ¿Los propios ordenadores, como en Matrix? Kurzweil dice al final del vídeo (y lo termina apostillando Punset) que la propuesta es humanista (belleza, conocimiento, espiritualidad, simetría…) y que aunque cambiemos nuestro sustrato biológico y lo mejoremos seguiremos siendo humanos. Que así sea. Las dudas son, como decimos, una vez más en la historia, en manos de quiénes caerá el control de esta tecnocracia que conlleva un inmenso poder. Y hay muchas manos cuyos fines no son precisamente filantrópicos. Hemos de aprender a extender el buen trato entre todos los seres humanos si queremos que la tecnología sea para bien.

Espero vuestras opiniones. Felices vacaciones de Semana Santa a todos/as.

Para ver la entrevista a Kurzweil, haz click aquí.

jueves, 11 de marzo de 2010

Lo peor y lo mejor del ser humano

Cambio de tercio respecto a lo que veníamos escribiendo: Quiero aprovechar la oportunidad que me brindan estas líneas para hablaros del terremoto de Chile y de una reflexión surgida en el marco de unas conversaciones con personas afectadas por este hecho luctuoso.

Me toca de cerca porque tengo amigos/as en Chile. Afortunadamente, están bien físicamente (aunque sobrecogidos por la magnitud de la catástrofe natural) Ellos y sus familias. Les he escrito y me han contado sus vivencias respecto a lo que allí pasa en su entorno. Son profesionales de la psicología con una entereza que sobrecoge. Me decían, entre otras muchas cosas, que este tipo de tragedias “sacan lo peor y lo mejor del ser humano” Así como hemos asistido en los medios de comunicación al pillaje y saqueo de tiendas y locales comerciales por parte de algunos desesperados (lo peor del ser humano), las gentes más solidarias (como mis amigos/as) van a ayudar todo lo que puedan para sacar adelante a las personas y las zonas afectadas (lo mejor del ser humano)


Son conscientes de que si cuidan la salud mental de la buena gente chilena, se conseguirá la reconstrucción de todo lo demás. Y las psicólogas con las que he contactado por mail y por facebook son expertas, además, en trauma y resiliencia. Saben que, a pesar de todo, mucha gente se mantiene bastante equilibrada mentalmente e, incluso, desarrollan habilidades y recursos hasta entonces inusitados. Y eso es lo que van a potenciar y rescatar, a buen seguro.
Estas expertas conocen que las experiencias traumáticas ejercen un impacto enorme sobre todos los aspectos de la vida de la gente y que por ello se hace necesario atender a las mismas y sus consecuencias. Para ello, necesitan unirse, apoyarse y organizarse, y en ello están. La resiliencia brota y emerge cuando existen recursos externos que la propician y la potencian. La pena es que todo esto no sale en los medios de comunicación. Se prefieren las imágenes más sensacionalistas en detrimento de las menos llamativas pero mucho más trascendentes. Del impulso de gentes como estas amigas depende que una comunidad pueda encontrar la manera de sanar de las heridas psíquicas y reconstituirse para volver a empezar. Aunque es realmente duro, del sufrimiento pueden brotar también energías y fuerzas insospechadas que le llevan al ser humano a no derrotarse y a emerger para rehacerse. Los testimonios de personas que han podido enfrentar tremendas experiencias e incluso aprender de ellas, nos dan la esperanza de que los chilenos puedan reconstruirse en lo personal. Porque desde aquí podrán levantar todo lo que ha caído. El apoyo y ayuda a los más frágiles y a los que han quedado solos y/o sin nada es lo que más hay que cuidar.
Desde estas líneas, quiero lanzar un mensaje de solidaridad a todas las víctimas del terremoto así como todo el ánimo del mundo. Y, por supuesto, cada uno desde sus posibilidades, el apoyo económico que humildemente podamos recabar desde aquí. Hay una cosa que realmente me ha emocionado y es cómo agradecen, con qué hondura, cualquier gesto de empatía.

jueves, 12 de noviembre de 2009

"Coherencia y sentido común"


Mi amiga y colega Zuriñe me envía por correo electrónico unos vídeos en los que aparece el juez de menores Emilio Calatayud impartiendo una charla.

Este juez es conocido por sus sentencias rehabilitadoras de jóvenes que han delinquido. Medidas que aplaudimos porque lo reparador-rehabilitador siempre educa, al contrario que lo sancionador, que pena o castiga pero no da oportunidades a los jóvenes, en edades cruciales, de poder enderezar el rumbo y rehacer su vida. Condenar a un joven que ha delinquido a sacarse el graduado escolar es una gran idea, y es un ejemplo de tipo de sentencia que este prohombre ha dictado.


Confieso que he escuchado con delectación los dos vídeos en los que este juez da una lección y un repaso respecto a cuál es el origen de los problemas de límites y normas por los que atravesamos actualmente en relación a algunos tipos de adolescentes, y cómo los padres no ejercen la autoridad.


No se puede decir las cosas de una manera tan clara y tan sencilla, y pienso que su diagnóstico y soluciones son de lo más sensatas y necesarias.


Os doy mi opinión, y espero la vuestra con ganas en los comentarios: acierta plenamente. Hemos pasado de padres preconstitucionales a padres postconstitucionales, como él sintetiza genialmente. Los primeros: represivos, intransigentes, autoritarios, duros y escasamente afectivos. Los segundos: indulgentes (cuando no negligentes), de dejar hacer, blandos y afectivamente peterpanescos (si me permitís la expresión) De progenitor distante a colega igualitario.


Y muchas de las noticias que nos invaden respecto a los incidentes en los botellones, la falta de respeto a los profesores, los padres que son agredidos por los hijos, etc. (que no son tan generalizados como los medios de comunicación nos dan a entender pero sí son un fenómeno de nuestro tiempo) son consecuencia de que falta equilibrio, de que hemos perdido el norte, la coherencia y el sentido común, como dice el juez. Necesitamos el punto medio, en él está la virtud, como decían los griegos. Debemos asumir que una sociedad democrática (¡sólo llevamos 25 años de democracia, como dice Emilio Calatayud!, es muy poco) supone que eduquemos en derechos y deberes. Rescatemos la sofrosine, virtud también de los griegos.
Emilio Calatayud. Primera parte:




Emilio Calatayud. Segunda parte:

jueves, 15 de octubre de 2009

El autorreferencial


Esta semana he mantenido una conversación con un amigo y colega (cuya página web stopadultismo os recomiendo) en la cual, hablando de las resistencias de las personas al cambio, a hacer algo diferente si los planteamientos que sostienen no funcionan, me habló de una palabra que no sé si es exclusiva suya pero que yo no había oído hasta ahora: el autorreferencial.

Me atrevo a explicar el concepto al que alude esta palabra: con ella se designan (y aquí hecho mano del autor Van der Hart para desarrollarlo) las acciones que configuran nuestras vidas para bien o para mal (en el caso de guiarnos por el autorreferencial habitualmente el resultado es equivocado o para mal) Toda conducta, salvo la más refleja, está guiada por una multitud de acciones mentales tales como planificar, predecir, pensar, sentir, fantasías o deseos. En el caso del concepto autorreferencial diríamos que son acciones mentales basadas en criterios, vivencias y experiencias propias que se mantienen en el tiempo pese a que su resultado es negativo para uno mismo o para los demás y que sostenemos a pesar de que no existen evidencias ni base teórica que las fundamente e, incluso, en ocasiones, en contra del más elemental sentido común. Aunque hayamos oído, leído y nos hayan explicado que no se debe proceder de ese modo, seguimos adelante con las acciones porque evaluamos la situación o la realidad desde nuestra referencia, pensando que el mundo funciona de acuerdo con ella.

Bueno, este es el intento, afortunado o desafortunado, de definición que he intentado. Ahora, para clarificarlo más, pondremos ejemplos. Tuve un profesor de filosofía que con los ejemplos era capaz de hacer sencillo lo que parecía más complicado.

El autorreferencial se puede observar en múltiples facetas de la vida: en el ámbito médico, cuando nos saltamos un tratamiento o lo modificamos a nuestro antojo porque “los médicos son unos bestias medicando” Lo vemos en el trabajo con los padres en las consultas de psicoterapia infantil o familiar, empeñándose en no seguir las orientaciones del profesional, por ejemplo, cuando éste indica que el castigo físico a los niños está contraindicado como método de modificación de la conducta y éstos a pesar de todo retornan a su autorreferencial y siguen con su idea de “a mí que nadie me diga que una bofetada a tiempo no es lo mejor para educar”

Más ejemplos los vemos cuando salimos a la calle y hay pronóstico de mal tiempo y no llevamos el paraguas, o vemos conduciendo el cartel de “carretera cortada” y seguimos por él “porque me conozco esto como nadie…”

También lo vemos en planteamientos que sugieren mentalidad dura, no abierta al cambio y obstinada en lo tradicional a la hora de gestionar, pensar, concebir la cultura, la política… desoyendo o pasando por alto evidencias claras que indican que lo más adecuado y adaptativo es probar nuevas fórmulas porque con las antiguas el resultado es siempre desfavorable.

Y así podríamos seguir.

El autorreferencial, en suma, supone mantener una ideología que cree que el mundo y el resto de las personas funcionan según mi referencia.

¿Qué hay detrás del esquema distorsionado autorreferencial? Miedo al cambio; temor a que descubran que no sé de un tema; un sistema cognitivo basado en el egocentrismo; ideas sobrevaloradas del pasado, equivocadas, basadas en el saber popular (que, por cierto, no siempre es el acertado); mentes obstinadas o duras (en el sentido del factor de personalidad que Cattell definió para su test 16PF: personas de mentalidad cerrada no abiertas al cambio y sujetas a lo tradicional); una incapacidad de ponerse en el lugar del otro; una ausencia de reconocimiento a los demás (los demás también piensan, investigan, leen, aprenden, tienen ideas… que hay que escuchar); una defensa para evitar desencantos y desilusiones... La mayoría de las veces emociones no elaboradas, creo yo.

Podemos tener información sobre prácticamente cualquier tema a nuestra disposición con sólo entrar en un PC con conexión a Internet. Y, si esa información es fiable, podemos saber qué hacer y cuáles son las mejores guías a seguir en pocos minutos sobre un montón de asuntos (educación, ciencia, tecnología, medicina…)

Pero el autorreferencial no se cambia con sólo información. Supone entrar dentro de uno mismo y observar nuestros patrones de tendencias de acción para evaluar si son adecuados o no. Y si lo hacemos con la guía de otra persona que nos ayude en ese proceso, mejor. Pero eso quizá da miedo. Y, como me dijo una amiga, preferimos seguir empecinados en lo nuestro y seguir con acciones que nos dan el resultado equivocado. Sin aprender de los errores. Sin cambiar. Y en la valoración de ese resultado equivocado la culpa la tendrá casi siempre el otro…