lunes, 20 de febrero de 2017

Efectos en personas adultas de los malos tratos en la infancia. La necesidad de la detección y atención temprana y la intervención sistémica, por Yolanda Martín Higarza.


Diez meses, diez firmas II

Invitada del mes de febrero de 2017:

Yolanda Martín Higarza, psicóloga.


Título del artículo: 

Efectos en personas adultas de los malos tratos en la infancia. La necesidad de la detección y atención temprana y la intervención sistémica.


Este mes nos regala su saber y experiencia Yolanda Martín Higarza, perteneciente a la tercera promoción de psicoterapeutas de la Red Apega, egresados del programa formativo diseñado y dirigido por Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan. Conocí a Yolanda en dicha formación, hace ya unos cuantos años, creo que el 2010. Además del extenso curriculum que atesora como psicóloga y terapeuta familiar (y formadora acreditada por la Federación Española de Asociaciones de Terapia Familiar, los alumnos y alumnas a quienes imparte docencia tienen la maravillosa oportunidad de aprender con ella) me impresionó su tranquilidad. Pensé que los niños/as y adolescentes, así como sus familias, no se sentirían amenazados. Al contrario: reducirían sus defensas ante alguien que te inspira confianza y serenidad de inmediato. Ejerce su labor como psicóloga y terapeuta familiar en el Centro Genos, una referencia en Oviedo en esta especialidad, sobre todo en la detección e intervención sistémica en el maltrato infantil, enriqueciendo esta visión desde el modelo de la traumaterapia sistémica-infantil, el abordaje EMDR y la resiliencia. También trabaja para el sistema de protección a la infancia. Posteriormente, hemos coincidido varias veces, cuando ella se ha acercado a Donosti para participar en las Conversaciones sobre apego y resiliencia, y a la inversa, cuando servidor ha sido invitado a su ciudad a tomar parte en un evento de la misma temática. Precisamente hoy nos va a hablar sobre el maltrato infantil y cómo detectarlo e intervenir tempranamente desde el modelo sistémico, un tema que no hemos abordado en el blog. Gracias Yolanda Martín Higarza por formar parte de la manada de hombre y mujeres buenos, como dice Jorge Barudy, siendo miembro ya del ilustre elenco de colaboradores del blog Buenos tratos.


Yolanda Martín Higarza. Licenciada en Psicología. Terapeuta Familiar y Docente acreditada por la Federación Española de Asociaciones de Terapia Familiar (FEATF) y miembro de la Junta Directiva de la Asociación de Terapia Familiar de Asturias (ATFA). Mediadora Familiar por el Forum Europeo de Mediación. Formación Especializada para Psicoterapeutas Infantilles en el Instituto de Formación e Investigación-Acción sobre las Consecuencias de la Violencia y la Promoción de la Resiliencia (IFIV) y Formación en Terapia EMDR. 

Trabaja como psicóloga y terapeuta familiar en el centro Genos de Oviedo y como psicóloga en la atención a familias en el sistema público de protección de menores. Colaboradora en diversas asociaciones como psicóloga, terapeuta o coordinadora de programas dirigidos a menores y familias.

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Efectos en personas adultas de los malos tratos en la infancia. La necesidad de la detección y atención temprana y la intervención sistémica.

Quiero comenzar agradeciendo a José Luis su amable invitación para participar en este blog. La recibo con ilusión y con el entusiasmo de compartir mi experiencia con todas las personas que forman parte de esta gran red de promoción de los buenos tratos.

Semana tras semana, este espacio proporciona a familias y profesionales múltiples puntos de vista, referencias y valiosos aportes que nos generan una mayor conciencia sobre la vivencia de los malos tratos y su impacto en los menores. Todas las personas que estamos cercanas a estas experiencias conocemos los daños que producen y el efecto devastador que pueden tener en todos los ámbitos de su vida.

Ser conscientes de los efectos traumáticos nos refuerza en la importancia del trabajo que se realiza con niños/as y jóvenes, desde el trabajo preventivo al más centrado en la reparación de los daños y construcción de resiliencia.

Este esfuerzo supone, además, un valor añadido cuando pensamos en las secuelas que el sufrimiento no atendido puede producir en las personas a lo largo de su vida, con el efecto multiplicador que conlleva para la transmisión intergeneracional de los malos tratos. 

Es acerca de este impacto, así como de las posibilidades terapéuticas en estos casos, sobre lo que me gustaría reflexionar y aportar algunos datos. 

Existen importantes investigaciones epidemiológicas que sustentan la idea de una relación positiva entre las experiencias adversas en la infancia y los problemas de salud física y psicológica que afectan a las personas a lo largo del desarrollo de su ciclo vital. Incluso cuando sólo se refiere haber sufrido una de estas experiencias (por ejemplo, haber crecido en una familia donde uno de los progenitores o cuidadores consumía alcohol o drogas o haber sido testigo de violencia de género), las consecuencias en la salud física y psicológica en la edad adulta son significativas. A medida que estas experiencias aumentan los efectos negativos se multilplican. 

El macroestudio denominado The Adverse Childhood Experiences Study llevado a cabo por Felitti y colaboradores (1998) es un buen ejemplo de ello. En él ya se indica cómo a mayor número de experiencias adversas se incrementan las alteraciones del neurodesarrollo, se deteriora el funcionamiento social, emocional y cognitivo, se adoptan más conductas de riesgo para la salud, aparecen enfermedades, discapacidades y problemas sociales además de producirse muerte prematura. 

Es interesante resaltar que en este estudio se observó que los efectos de los malos tratos eran sorprendentemente comunes en la población general, afectaban a más del 60% de los sujetos evaluados. Se concluyó, por tanto, que eran indicadores muy potentes de un funcionamiento social, salud física y psicológica comprometidos en la edad adulta. 

En relación a la salud mental, se recoge una alta prevalencia del maltrato en casi todas las categorías diagnósticas y no sólo en aquellas más relacionadas con las secuelas traumáticas, como las incluidas bajo la denominación de trastorno de estrés postraumático (TEPT). 

Si bien no se desestima la importancia de otros factores de riesgo que afectan a la vida de las personas (p.ej., violencia estructural o situaciones de exclusión), la importancia del estudio radica en señalar los efectos de vivencias relacionadas con el maltrato, negligencia y disfunciones familiares producidas durante etapas sensibles del desarrollo y en el contexto de relaciones significativas con funciones protectoras. 

Otros estudios recientes han arrojado datos en la misma dirección, como el realizado en Reino Unido por Barboza y colaboradores (2015) donde se señala que el ambiente psicosocial estresante en la infancia y juventud guarda relación con peores datos de salud en las décadas siguientes.

Sin embargo, y a pesar de estas evidencias, la tendencia observada en la práctica clínica actual es a obviar o minimizar la importancia de la violencia interpersonal en la evaluación de las personas que reciben atención en salud mental y también en la formulación de las causas de sus dificultades (Read, 2015).

Otra de las conclusiones obtenidas es que, de no abordarlas, las consecuencias de estas experiencias son acumulativas, por lo que la prevención y detección e intervención temprana con los menores afectados por procesos traumáticos surgen como una necesidad a todos los niveles.

Esta realidad pone también de manifiesto las necesidades de apoyo en el caso de los adultos dañados por las secuelas de las experiencias adversas, especialmente cuando se trata de personas de referencia para niños y niñas y sus capacidades de cuidado pueden verse comprometidas.

Para este fin, la Terapia Familiar Sistémica nos provee de un marco de intervención privilegiado, aportando una perspectiva relacional, la comprensión contextual de las dificultades y promoviendo el trabajo con los recursos de las personas y las capacidades resilientes.

Brevemente, quiero apuntar algunas de las líneas de actuación de las intervenciones terapéuticas desde este enfoque. Si bien son procedimientos comunes al abordaje de todos los problemas desde la terapia familiar, se han mostrado eficaces para responder a las necesidades específicas de adultos afectados por el maltrato y la violencia interpersonal.

En este trabajo terapéutico, generar seguridad y reparar la capacidad de una vinculación sana son tareas que ocupan un espacio central. Crear una base segura es un elemento esencial ante cualquier tipo de demanda y más aún cuando se trabaja con “sistemas organizados por traumas”, según la denominación de Bentovim (2000). Como señalamos anteriormente, las vivencias de malos tratos dan lugar a estrategias relacionales disfuncionales, dificultades que a su vez están intrincadas en experiencias transgeneracionales de maltrato y vinculaciones inseguras. 

En consecuencia, una parte importante de la labor terapéutica estará relacionada con la reparación de los vínculos, a menudo terriblemente dañados por personas significativas en contextos de cuidado y en las primeras etapas de la vida. Citando al terapeuta familiar John Byng-Hall, el objetivo general de la terapia es establecer una seguridad desde la que explorar nuevas soluciones y es papel del/a terapeuta proveer temporalmente de una base segura para lograrlo. 

Por tanto, la alianza terapéutica será la base de cualquier cambio. Establecer una relación de colaboración y confianza requiere también de elementos como la disponibilidad, la validación de experiencias, generar un contexto de protección y el apoyo para la exploración y la puesta en práctica de nuevos recursos.

Desde la consideración de la presencia de disfunciones como el resultado del uso de procedimientos para afrontar tareas vitales y problemas y en relación a otras personas de los sistemas en los que estamos involucrados (Alonso, Ezama y Fontanil, 2014), la construcción de nuevas estrategias es otra tarea fundamental del trabajo terapéutico. Mediante las herramientas que nos proporcionan los diversos enfoques sistémicos y otros modelos tratamos de construir nuevos procedimientos y fomentar los propios recursos de las personas para alcanzar sus objetivos y afrontar problemas (p. ej, transiciones en las etapas del ciclo vital, regulación de afectos, fracasos en las metas relacionales, etc.). 

Se trata de construir alternativas de respuesta que no den lugar a disfunciones, que sean diferentes de aquellas que hayan demostrado su ineficacia, basadas en soluciones ya presentes en el repertorio de la propia persona, generar nuevas narrativas no saturadas del problema y que construyan nuevos significados, proyectar soluciones en el futuro y todos aquellos medios que contribuyan a generar cambios respecto a las metas establecidas por el propio interesado/a. 

Todas estas tareas se llevan a cabo bajo diversos formatos, no necesariamente mediante un trabajo conjunto con los/as implicados/as. En muchas ocasiones, las metas se establecen respecto a personas que no están ni estarán presentes en las sesiones y aun así el efecto de los cambios tendrá influencia en ellas. Este enfoque contextual y relacional de la terapia familiar implica que los cambios que se propician a nivel individual tendrán un reflejo en las interacciones.

En definitiva, pensamos que el tratamiento del trauma en cualquier etapa de la vida ha de ser un abordaje sistémico, comprometido con todas las personas afectadas y centrado en sus recursos y objetivos. 

También quiero reiterar la importancia de considerar la infancia como un periodo crítico para el desarrollo integral de las personas y, por tanto, una oportunidad para promover el bienestar general de la población. 

Para finalizar, recojo las palabras de Margaret Mead que sintetizan espléndidamente las ideas que he querido compartir: “La solución a los problemas de los adultos de mañana depende en gran medida de cómo nuestros niños crecen hoy”. 

Muchas gracias a todos/as.

Referencias 

Alonso, Y. Ezama, E. y Fontanil. Y (2014). Pasos hacia una psicopatología de las estrategias.

Barboza, C. et al. (2015). Adverse childhood experiences and physiological wear-and-tear in midlife: Findings from the 1958 British birth cohort.

Bentovim, A. (2000). Sistemas organizados por traumas, el abuso físico y sexual en las familias. Piados. Buenos Aires

Byng-Hall, J. (1995). Creating a Secure Family Base: Some Implications of Attachment Theory for Family Therapy.

Felitti, V. et al. (1998). Relationship of childhood abuse and household dysfunction to many of the leading causes of death in adults. The Adverse Childhood Experiences (ACE) Study. 

Read, J., Hammersley, P. y Rudegeair, T. (2015). Por qué, cuándo y cómo preguntar sobre el abuso infantil.

lunes, 13 de febrero de 2017

Reproducir un ambiente protector

El pasado mes de enero de 2017 publicamos una entrevista (dentro de un reportaje monográfico, excelentemente enfocado, sobre los menores que están bajo el amparo de la administración pública) que la periodista Arantxa Iraola le hizo a una joven que había sido protegida por la Diputación Foral de Gipuzkoa. Dicha entrevista se publicó en el diario Berria el 11 de diciembre 2016 (íntegramente en euskera) y dado el interés que tenía, le pedí permiso a la periodista para poder publicarla en castellano en mi blog Buenos tratos. Arantxa Iraola no solo me concedió amablemente el permiso sino que ella la tradujo al castellano para todos/as los/as lectores/as de Buenos tratos.

Ahora, nuevamente, una persona se ha ofrecido a traducir al castellano un reportaje que estaba incluido dentro del monográfico que Arantxa Iraola preparó. Se trata de Diego Andrés Sánchez, responsable de un centro de acogida para menores sito en Lezo (Gipuzkoa), justamente el educador con el que Arantxa se entrevistó para darnos a conocer qué es y cómo viven los menores en un hogar. Conozco a Diego Andrés desde hace muchos años y hemos compartido el trabajo (él como referente educador responsable de menores y yo como psicoterapeuta) de ayudar a sanar a menores dañados emocionalmente. Diego es un educador con una gran trayectoria profesional, pero además comprometido e implicado en su labor, creyendo firmemente en estos recursos residenciales como algo más que un lugar donde guardar a los menores: como recursos educativos y terapéuticos para los/as niños/as y jóvenes que están en situación de desprotección y que necesitan de dichos recursos.

Diego Andrés ha aprovechado la traducción para realizar unas apostillas al magnífico reportaje, cuya autoría es de Arantxa Iraola. La propia Arantxa ha autorizado a que se publique este reportaje traducido al castellano con las aportaciones de Diego Andrés.

Las aportaciones de Diego Andrés figurarán entre corchetes [ ]

Muchas gracias a los dos.

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Reproducir un ambiente protector


En los hogares de acogida, el objetivo en la medida de lo posible es reproducir un ambiente familiar: al fin y al cabo, estos hogares donde viven los niños y los adolescentes son su casa.




“Es muy importante trabajar las rutinas. Muchos de los que están aquí no han conocido nada así antes”. Son las explicaciones de Diego Andrés Sánchez, profesional de Fundación Eudes y el responsable del recurso residencial que hay en Lezo (Gipuzkoa) para niños en situación de desprotección – de entre 3 y 12 años, aproximadamente-. [Uno de los 34 recursos residenciales que tiene la Diputación Foral de Gipuzkoa]. Cuenta con nueve plazas. “Una familia muy diversa” e intenta enfatizar Diego la palabra familia; de hecho, así es el trabajo que intentan hacer los educadores dando a esos menores lo mejor de una familia. [Este es uno de los pilares básicos del trabajo del equipo educativo: proteger, acompañar y cuidar a los chicos y chicas en su proceso.]

Son catorce para nueve niños. En todo caso, es necesario: siempre tiene que haber alguien en casa, noche y día, lectivo o festivo. “Los niños están como en cualquier familia." “La estabilidad es muy importante puesto que da seguridad al niño”. Tampoco quiere olvidar otro ingrediente: “el amor: por las carencias que tienen en ese aspecto” y su complemento: “los niños también necesitan límites; las carencias vienen muchas veces también por este aspecto”.

El hogar tiene un largo pasillo: a un lado las habitaciones de los niños, niñas y adolescentes, acondicionadas según las necesidades de cada uno. Al otro lado, la sala de estar, los baños, la cocina y el comedor. No es muy diferente de cualquier otra casa. Está pensada para niños hasta los 12 años, pero a menudo “hay excepciones”. Así, “actualmente por ejemplo viven dos hermanos: de ellos, uno es un chico de 15 años”. La última en llegar al recurso, una chica de 13 años. “En este, como en todos los casos, se analiza su situación personal, sus necesidades y se decide lo mejor para ella; en su caso ingresar en nuestro recurso, antes que en un centro de adolescentes”. La más pequeña de la casa tiene 4 años.

Se intuye que todos son una gran familia numerosa: los educadores organizados van y vienen por el largo pasillo; es la hora en la que los niños salen del colegio. “Los mayores vienen solos desde el instituto, pero a los pequeños hay que ir a buscarles”. Todos tienen planes concretos para la tarde: actividades extraescolares, tiempos de estudio, ocio, parque, psicólogos... “Dos niños, por ejemplo, tienen que ir a la piscina hoy”. Asimismo, han de gestionar las visitas que los niños tienen con sus familias de origen. En cada caso está regulado [por Orden Foral o Resolución Administrativa], qué tipo de visitas tienen, con quién, así como su frecuencia y en qué condiciones (acompañada o no por ejemplo).

Algunos niños pueden estar con sus padres sin acompañamiento, otro tipo de visitas se realizan bajo la supervisión de los educadores. “Para que ambas partes –padres y niños- estén a gusto, tenemos que ayudarles”. [Se ha de garantizar su protección y que las visitas sean un espacio seguro, en el que los niños, niñas y sus familias puedan disfrutar juntos. En el acompañamiento de las visitas, la labor del supervisor es fundamental.] Del mismo modo, hay que prestar mucha atención a todo lo que sucede después de las visitas. Muy frecuentemente las emociones de los niños y niñas se desbordan, [descompensándose tras los encuentros], necesitando del educador, que acompaña y recoge su malestar emocional. “Tenemos que escucharles y explicar a los niños muy bien todo y decirles que estamos aquí para lo que necesiten”, [siempre disponibles.]

De la mano de un tutor

Se supone que alguno de los menores que están en el centro tendrán modo de volver a sus casas: en concreto, la entidad foral está trabajando con las familias de los menores. En otros casos no se ve esta opción y tal vez, se optará por el cuidado de una familia de acogida: la decisión se toma caso a caso. Todos llegan de situaciones delicadas y complejas y en general, la mayoría tienen un futuro lleno de dudas e incógnitas por delante. Por eso es importante responder a las preocupaciones e inquietudes de cada uno de los niños. En el recurso residencial todos los profesionales del equipo educativo se preocupan de ello, pero existe la figura del educador tutor, que es su “referente” principal, “el encargado de gestionar y coordinar todos los aspectos relacionados con el niño”: todo ello enmarcado por un protocolo de actuación.

Por ejemplo, las visitas al pediatra, al psicólogo –muchos de los menores de edad están en terapia-, las comunicaciones con los maestros de la escuela, todo lo relacionado con su familia… Del mismo modo, [“son quienes normalmente más cerca están de ellos, las personas en las que pueden empezar a confiar sus preocupaciones, miedos, sus deseos…”] Acompañan a los niños y adolescentes de un lado a otro, y aprovechan muchos de estos momentos para hablar con ellos –para saber qué llevan dentro- “Las paradas son oportunidades muy buenas para hablar con ellos” añade el responsable. [“La importancia de aprovechar todos los espacios cotidianos, valorar los pequeños momentos y todas las oportunidades que se presentan en la interacción con cada uno de ellos. Las experiencias que compartimos son el mayor aprendizaje”.]

Entre semana y festivos

También los fines de semana. De hecho, la mayoría se quedan en el recurso. El objetivo es, sin embargo y en la medida de lo posible, orientar a los niños a disfrutar de un hogar externo, [donde poder beneficiarse de una atención individualizada, y llevar a la práctica todo lo que han ido aprendiendo] Para ello hay diversos recursos: [“De los nueve niños, en este momento seis cuentan con una familia Izeba*, esto les da la gran oportunidad de hacer planes diferentes con esas familias, les permite también conocer otra realidad”. Cuando se puede, en el día a día, se intenta, sin embargo, vivir como una familia: “la hora de la cena, por ejemplo, es un buen momento. Es importante estar, crear un ambiente adecuado. Eso también lo hace el educador”. La expresión “etxekoak” (los de casa) está muy presente y en el hogar se respira un ambiente de tranquilidad y cuidado.] El objetivo es, dentro de lo posible, reproducir un ambiente familiar adecuado, con una gran profesionalidad. Varios protocolos establecen cómo trabajar –todo está escrito con exactitud: la ropa de los niños, los regalos, las pagas…- y a eso se le intenta añadir unos cuantos abrazos. [Aspectos tan básicos y necesarios en nuestra vida como el afecto, los besos, la aceptación, el respeto, la confianza…]

* El Programa Izeba de la Diputación Foral de Gipuzkoa tiene como finalidad contribuir a la mejor integración de los niños, niñas y adolescentes que se encuentran en desprotección, mediante la creación de una red de familias (tíos y tías acogedores) que actúan como referentes en el entorno, complementando el trabajo desarrollado por los centros de acogimiento residencial. Es gestionado por Baketik Fundazioa. 

martes, 7 de febrero de 2017

Taller para el aprendizaje de la técnica de la caja de arena, organizado por el Centro Reddes, en Sevilla, 3 de marzo de 2017.

Organizado por el Centro Reddes de Intervención de Sevilla


Impartido por: José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo clínico y psicoterapeuta infantil


 3 de marzo 2017



PRESENTACIÓN

Esta técnica permite trabajar cuando resulta difícil la verbalización de los contenidos psíquicos; y esto es especialmente importante cuando el paciente tiene dificultades en ponerlos en palabras, como ocurre habitualmente en los niños. Cuando el origen del problema es un trauma infantil, recordar y explicar es una fuente adicional de sufrimiento. Utilizar la caja de arena permite la distancia emocional necesaria para ir elaborando la experiencia traumática sin tanto dolor. Además, el juego es el lenguaje natural del niño y le aporta una narrativa que le permite liberar, expresar y simbolizar, desarrollando sentimientos de control, lo que sucede y lo que vive en su interior. El modelo teórico en el que insertamos la aplicación de la técnica se basa, pues, en las aplicaciones del trauma, el apego y la resiliencia.

OBJETIVOS DEL TALLER

Conocer los orígenes de la técnica, hacer un poco de historia.

Perfilar para quienes está indicada la técnica

Aprender los pasos en la conducción de una sesión con la técnica de la caja de arena

Explicar cuál debe ser la actitud del terapeuta

Alcances y límites de la técnica

FECHAS

3 de marzo de 2017


METODOLOGÍA

La metodología del taller es vivencial y comprende la elaboración de cajas de arena por parte de los alumnos, aprendiendo los pasos en la aplicación  y conducción de una sesión junto con breves exposiciones teóricas y el visionado de vídeos con casos prácticos reales.


INFORMACIÓN Y PRECIO

160 Euros

Se abonarán 80 Euros en concepto de inscripción. El importe restante se abonará el día del seminario. El número de cuenta ING Direct: ES 13 1465 0100 98 1800626652

Para ampliar información ponerse en contacto con la organización en centroreddes@gmail.com o en el teléfono 676 50 85 76

LAS PERSONAS QUE UNA VEZ INSCRITAS ANULEN SU PLAZA, NO TENDRÁN DERECHO A LA DEVOLUCIÓN DE LA MATRÍCULA.

Nuevo taller de la caja de arena en Sevilla: Metodologías de trabajo con la caja de arena para la integración de los problemas emocionales y/o contenidos traumáticos. Organiza Centro Reddes de Intervención.

Metodologías de trabajo con la caja de arena para la integración de los problemas emocionales y/o contenidos traumáticos.

En  Sevilla, Centro Reddes, 4 de marzo de 2017






Cuando se padecen trastornos emocionales o traumas, hablar resulta potencialmente peligroso porque sitúa a los pacientes fuera de la ventana de tolerancia a las emociones y éstos se des-regulan (se hiperactivan o se hipoactivan) Transformar los contenidos psíquicos internos traumáticos en formas físicas concretas que representan símbolos (que se pueden tocar y manipular) y hablar desde lo que se ha representado con ellos en el mundo en la arena, favorece la expresión y elaboración psicológica sin tanto dolor y de una manera segura. En este taller aprenderemos qué particularidades tienen los pacientes víctimas de traumas y qué precauciones debemos de tener. Además, veremos las diferentes metodologías de trabajo con la técnica de la caja de arena: desde la libre o no directiva (que tiene poder para capturar los traumas del paciente) como la directiva, en la cual el paciente representa contenidos traumáticos genéricos o con miniaturas que le representan. El acercamiento al contenido traumático se hace desde la distancia máxima (no directiva) hasta la menor distancia (directiva) La caja de arena potencia el pensamiento en imágenes propio del hemisferio derecho del cerebro; posteriormente, en la co-exploración, participa el izquierdo dando sentido a lo representado. Conoceremos qué preguntas concretas se pueden hacer para reflejar y ayudar al paciente a regularse emocionalmente, a empoderarse y a elaborar lo traumático. Desde el respeto absoluto al ritmo y posibilidades (recursos) del paciente.



ASPECTOS A TRATAR

Concepto de trauma: ampliación de la visión clásica.

Cómo la caja de arena ayuda a la integración de contenidos traumáticos.

Metodologías de aproximación a la técnica de la caja de arena, según distancia del contenido traumático o problema emocional. 

  Caja arena libre 
  Caja arena enfocada: intermedia 
                                     directa

Limitaciones y precauciones en el uso de las metodologías.

METODOLOGÍA DEL TALLER

La metodología del curso es vivencial y el/la alumno/a trabaja los contenidos temáticos elaborando cajas de arena.

No es necesario haber asistido a los anteriores talleres de la caja de arena.

Se darán certificados de asistencia.

FECHA

4 de marzo de 2017

PRECIO

160 Euros

Se abonarán 80 Euros en concepto de inscripción. El importe restante se abonará el día del seminario. El número de cuenta ING Direct: ES 13 1465 0100 98 1800626652

Para ampliar información ponerse en contacto con la organización en centroreddes@gmail.com o en el teléfono 676 50 85 76

LAS PERSONAS QUE UNA VEZ INSCRITAS ANULEN SU PLAZA, NO TENDRÁN DERECHO A LA DEVOLUCIÓN DE LA MATRÍCULA.

lunes, 6 de febrero de 2017

Implicancias de la teoría del apego para las políticas públicas, por Inés Di Bártolo, doctora en psicología.

El pasado post ya anuncié que el de hoy se centraría nuevamente, en el magnífico libro de la Doctora en psicología Inés di Bártolo “El apego. Cómo nuestros vínculos nos hacen quienes somos” En concreto, voy a transcribir el epígrafe 6 del capítulo tercero donde la autora se refiere al tema de las implicancias de la teoría del apego para las políticas públicas. La intención de este post es hacer llegar a todos/as los/as profesionales que trabajamos en el ámbito de la protección a la infancia las directrices de la Dra. Inés Di Bártolo, las cuales deben de regir las intervenciones con los menores cara a garantizar su desarrollo y bienestar y que se derivan de las aportaciones científicas de la teoría del apego. Me ha encantado que la autora incluya un epígrafe con este tema en su libro porque puede beneficiar y pautar las prácticas de los profesionales (en especial, los técnicos de protección a la infancia que toman las decisiones sustantivas) para concienciarles de la trascendencia que tiene para todo menor contar con una figura de apego durante su desarrollo. El compromiso ético de la autora con la infancia vulnerable se trasluce en este epígrafe. Además, es un estímulo, un refuerzo y una motivación enormes descubrir que académicas y profesionales tan prestigiosas como Inés Di Bártolo refrendan desde la investigación científica nuestra labor y el modelo de intervención en el que –en nuestras manos está- puede contribuir a sanar a los menores que presentan trastorno del apego. Es cierto que nuestra sociedad está muy lejos aún de llevar a la práctica, hasta el final, las implicaciones que la académica nos propone. Pero también es cierto que en los últimos años se han ido consiguiendo logros en pro de la infancia vulnerada y se van integrando conocimientos científicos en las políticas públicas que ponen por encima de todo el interés superior del menor. Pero queda aún mucho por hacer en el ámbito judicial y de protección. Especialmente eliminar el mito de que el bienestar del menor reside en el vínculo con la familia biológica, con sus padres, tomando así decisiones y prolongando innecesariamente intervenciones familiaristas con familias irrecuperables, privando al menor de lo que realmente necesita: un cuidador, al menos uno, estable y competente, con el que pueda desarrollarse. Porque el establecimiento del vínculo de apego no se basa en lazos de sangre sino que se hace con cuidadores competentes y se fundamenta en lazos afectivos y de seguridad que pueden descansar en los padres biológicos o, cuando estos no pueden por incompetencia, en otros adultos.


Dra. Inés Di Bártolo

En cursiva, el texto del libro de Inés Di Bártolo. En letra normal y dentro de corchetes, los comentarios que he hecho en base al texto de la profesora.

La comprensión de los trastornos del apego, en especial de los trastornos por falta y disrupción del apego, plantea una serie de cuestiones éticas. La intervención básica de estos trastornos implica dar al niño la posibilidad de establecer una relación primaria, continua, estable y positiva con un cuidador de tal manera que el apego pueda desarrollarse. Es crucial evitar la institucionalización. [En este sentido, hemos avanzado con la Ley de Protección la cual dicta que los menores de seis años no deben ser institucionalizados. Pero en la práctica no siempre es así] La urgencia de los periodos sensibles involucrados en el proceso de formación del apego tiene como correlato evidente la necesidad de acelerar los tiempos de espera y modificar los criterios de adopción a nivel de las políticas públicas. El margen para que se establezca el trastorno reactivo de apego es relativamente breve y una vez establecido es de difícil recuperación [Los dos primeros años en la vida de todo ser humano son claves para el futuro joven y adulto que ese bebé será. El neurodesarrollo, para completarse bien, no espera ni entiende de tiempos. Precisa de cuidadores competentes que orquesten el desarrollo. Las decisiones deben ser rápidas y satisfacer cuanto antes las necesidades de apego del bebé y el niño]

En esta misma línea, en cuanto a los hogares sustitutos, la investigación respalda la enorme importancia de que el niño permanezca el mayor tiempo posible con las mismas figuras de apego, favoreciendo la permanencia del niño en el mismo hogar sustituto hasta su adopción. Los cambios deben evitarse o minimizarse [Las administraciones públicas que subcontratan empresas para que gestionen el acogimiento residencial y guarden y cuiden a los menores deben de ofrecer medios económicos y de otro tipo para que las condiciones laborales de los educadores sean dignas y acordes a la enorme trascendencia que su trabajo tiene, con el fin de que el grado de satisfacción sea alto y reducir la movilidad laboral. Los cambios continuos de profesionales en estos centros suponen la pérdida de la figura de referencia del menor de edad y con ello la posibilidad de establecer una relación vincular reparadora. Como profesional he podido asistir y compartir con menores de edad el sufrimiento por la pérdida de su educador de referencia y la aparición de una ‘fobia al apego’, como la denomina el experto Van der Hart, como consecuencia del daño que se hace en este dominio. Los cambios de referentes educativos no favorecen la sanación de los/as niños y niñas porque no puede crearse un vínculo. Los niños en este tipo de centros con múltiples cambios de educadores estarán bien cuidados pero no pueden reparar el apego porque esto se consigue con la palabra PERMANENCIA. La permanencia de una figura adulta con quien poder vincular y sanar de las heridas del maltrato y el abandono. Así pues, los cambios deben ser los menos posibles y los responsables de las políticas públicas velar por ello]

En función de la evidencia sobre la importancia en el desarrollo de las relaciones de apego, y de las consecuencias negativas de su disrupción, distorsión o ausencia, es preciso desplazar la importancia del vínculo sanguíneo al vínculo de apego. Las decisiones con respecto a la guarda de menores se toman en gran medida atendiendo al vínculo biológico, mientras que al vínculo de apego se le da menor importancia. Hay un respeto reverencial por el lazo biológico, que les otorga un derecho automático sobre los hijos. El derecho de guarda del padre o madre biológico es reconocido inmediatamente, mientras que el derecho de un niño de conservar el lazo afectivo que forma con alguien con quien no tiene la misma sangre es ignorado. Es como si no se diera crédito a la capacidad de un niño pequeño de formar relaciones importantes, o se pensara que fácilmente pueden reemplazarse por otras. Así se cambia al niño de hogar sustituto sin tener en cuenta la importancia de los lazos construidos con esas figuras de apego [Todos pensamos en el reciente caso de una familia de Valencia en el que no se hicieron bien las cosas porque no prevalece el interés superior del menor y hay una sentencia que ordena el cese del acogimiento preadoptivo y se obliga al menor a retornar con la familia biológica. ¿Dónde queda aquí el derecho del niño a conservar el vínculo afectivo que había creado con la familia? No se conoce el daño que esto puede causar en la mente en desarrollo]




Se cree que al niño siempre o casi siempre le conviene vivir con sus padres biológicos, y por eso se les concede a los padres biológicos un tiempo extenso y una exigencia mínima para la recuperación de la guarda, así como nuevas oportunidades cuando demuestran ser inadecuados. En otros casos se eligen para la guarda figuras vinculadas biológicamente con el niño, como abuelos o tíos, aún cuando no puedan ofrecerle al niño las condiciones que una familia adoptiva sí puede. Es necesario evaluar en detalle si valen la pena los esfuerzos y el tiempo que se invierten en establecer una vinculación de un niño con sus padres biológicos cuando esta está muy perturbada. Los cambios profundos que, en los casos graves, verdaderamente habilitan a los padres a funcionar de forma suficientemente buena llevan tiempo y son de alcance muchas veces limitado. Mientras tanto, el tiempo pasa y el desarrollo avanza, a veces de manera irreparable. Existe la evidencia de que en los casos en los que fue necesaria la intervención de los servicios sociales y los niños debieron ser separados de su familia, estos últimos presentaron una mejor evolución a largo plazo en familias adoptivas que devueltos a sus familias biológicas, aun luego de que esta recibiera apoyo y entrenamiento 

[Inés Di Bártolo comparte con Jorge Barudy el concepto de incompetencia parental. Cuando ésta es severa y crónica, los cambios que se requieren en las familias deben ser profundos y de gran calado como para decidir el retorno de los menores a la familia biológica. Las intervenciones de los equipos de valoración con las familias que presentan incompetencia parental grave no deberían extenderse en el tiempo, pues los cambios sustantivos en sus capacidades como cuidadores no se restauran, y además la afectación suele ser crónica. Sobre todo cuando tras un período de tiempo de trabajo, no hay modificaciones en las capacidades de los padres y por lo tanto condiciones que garanticen el bienestar y el óptimo desarrollo del menor. Por ello, en estos casos, ofrecer a los menores víctimas una alternativa vincular (centro de acogida, familia acogedora, adoptiva… competentes) donde sus necesidades se satisfagan debe ser la intervención prioritaria. A veces, se evalúa demasiado superficialmente a las familias: a nivel de habilidades (nivel de la conducta) y no de competencias (nivel intrapsíquico) A veces, en el caso de los retornos que se proponen -tras un periodo de separación del menor en centro o familia acogedora-, se valoran como adecuadas familias no competentes para que los menores regresen a su hogar. Sin embargo, en mi opinión, en primer lugar, muchas veces estas familias no han recuperado las capacidades parentales básicas como lo son el apego adulto y la empatía -que son fundamentales, tanto como alimentar o llevar al niño al colegio, o más- aunque sí hayan recuperado otras habilidades. Recuperar habilidades no es lo mismo que recuperar capacidades, cuyo sustrato es intrapsíquico. En segundo lugar, a veces no se da el tiempo suficiente a los menores para tratar con ellos el trauma intrafamiliar y el trauma de apego y se les dicta el regreso con los padres biológicos aduciendo que estos han hecho un buen proceso. En cambio, el menor de edad aún no ha hecho ese proceso de sanación del trauma (los/as niños y niñas tienen otro ritmo y además deben de poder estar en condiciones de beneficiarse de una psicoterapia que incluya a padres que tengan conciencia de problema y deseen colaborar e implicarse en las distintas medidas psicoterapéuticas y educativas que sanen a sus hijos/as dañados) El menor aún no ha reparado las secuelas ni a nivel individual ni mucho menos familiar. Por ello, retornar en condiciones como estas es psicológicamente perjudicial para los niños/as y adolescentes, amén del riesgo de fracaso en el proyecto de regreso al hogar, la nueva ruptura y la consiguiente retraumatización]

Las decisiones que se toman en relación con la minoridad y la familia, desde la legislación hasta los casos concretos, tienen que dar prioridad al establecimiento de vínculos positivos de apego sobre la preservación del vínculo biológico, atendiendo a los posibles trastornos a largo plazo. El derecho del niño a crecer contando con figuras de apego suficientemente positivas debe estar por encima del derecho de los padres biológicos a conservar a sus hijos. Es el niño quien es más vulnerable y quien precisa la máxima protección. El desarrollo infantil se produce íntegramente en el marco de la vincularidad. Las investigaciones respaldan que las consecuencias de la relación de apego con las figuras primarias se extienden a lo largo del ciclo vital e impactan en muy diversos aspectos del desarrollo y la salud mental [Las investigaciones, y la práctica clínica nos confirma desgraciadamente, que las relaciones de apego muy perturbadas -o inexistentes- a lo largo de la infancia, periodo vulnerable, se asocian -no como único factor pero sí como uno muy relevante- con trastornos emocionales y de la personalidad de muy difícil recuperación. Contar con tutores de resiliencia y un entorno afectivo y solidario favorece que los menores cuenten con puntos de apoyo y transformen su mundo, parafraseando a Arquímedes y tomando prestado el subtítulo de un precioso libro de José Luis Rubio Rabal y Gema Puig: Tutores de resiliencia]





Es básico que los jueces, legisladores, asistentes sociales, profesionales de la salud mental y demás personas que toman decisiones que involucran a menores conozcan y actualicen sus conocimientos con al desarrollo e incorporen lo que las investigaciones con respecto al apego han demostrado. La política respecto a las decisiones para las guardas de los bebés y los niños tienen que estar centradas en las necesidades de apego de los niños y no en las necesidades o los derechos biológicos de sus padres. Los niños tienen el derecho de establecer y de conservar una relación con una figura de apego que les permita organizar su vincularidad y regular sus emociones, y es la obligación de la sociedad proteger este derecho básico para la construcción del psiquismo y para la salud mental.


Muchísimas gracias a Inés Di Bártolo por esta inestimable contribución.