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lunes, 7 de abril de 2025

“Para mí lo más importante es saber estar y acompañar en el dolor a la persona”, Fundación Xilema entrevista a José Luis Gonzalo


Entrevista a Jose Luis Gonzalo Marrodán con motivo de 

la celebración de las jornadas "Trauma y reparación"

Fundación Xilema, Iruña, 21 y 22 de febrero de 2025


Resumen del post de hoy


En este especial jornadas” hablamos con uno de los ponentes que pudimos escuchar en esta sexta edición. Se trata de José Luis Gonzalo, psicólogo y psicoterapeuta, que muchas personas de Xilema ya conocían pues ofreció una formación interna para los recursos de menores de nuestra entidad.

José Luis expuso los “Vínculos resilientes en la reparación del trauma” y precisamente sobre vínculos, trauma y reparación charlamos con él.

Hablas de la importancia de los vínculos en el proceso de recuperación de las experiencias traumáticas. Si tuviéramos que dar un consejo a educadores/as, padres y madres de niños y niñas que han pasado por experiencias traumáticas, qué aspectos te parecen esenciales de cara a esa recuperación?

El principal factor de recuperación es la calidad de la relación que establezcamos con el niño o niña. No sólo centrarnos en las normas y en las consecuencias de sus actos, sino ser capaces de mostrar sensibilidad, despertar confianza y seguridad, respetándoles, promover diálogos mentalizadores (activar la capacidad de reflexión), volver a empezar con ellos siempre y no abandonarlos y hacerlos sentir que no los queremos o rechazamos. La aceptación incondicional (independientemente de su raza, sexo, conducta, temperamento, religión...) es el factor que se ha comprobado en las investigaciones que favorece un proceso resiliente a largo plazo. Los adolescentes necesitan sentir que sus esfuerzos son valorados y su persona siempre considerada. La relación de confianza y de seguridad nunca debe de romperse y ha de preservarse siempre. Esto junto con proveer al adolescente de recursos externos e internos. “Dame un punto de apoyo y moveré MI mundo”, dicen Gema Puig y José Luis Rubio, psicólogos.

Los autores, reputados expertos en resiliencia, han reunido en este libro las herramientas que cualquier Tutor de resiliencia necesita para acompañar a sus pacientes en el proceso resiliente. El libro consta de dos partes: En primer lugar, arranca con un relato ameno y en estilo novelado donde se muestran ejemplos, reflexiones y vivencias de los tutores de resiliencia que pueden ayudar a otros tutores a entender a sus pacientes y afrontar mejor las realidades que se encuentran. En la segunda parte del libro los autores exponen los conocimientos teóricos necesarios para desempeñar este oficio

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¿Y a las personas que han padecido estas experiencias traumáticas?

Si tuviera que dar un consejo a personas que han pasado por experiencias traumáticas les diría lo primero que merecen todo nuestro reconocimiento y nuestra empatía por la injusticia sufrida. Me parece que lo más importante es evitar la soledad y el aislamiento, porque las heridas de los traumas difícilmente se sanan en soledad. Que encuentren a una persona en la que puedan confiar y se puedan apoyar. También les aconsejaría que si hacen terapia elijan a psicólogos que estén especializados en este tema y que tengan un formato de terapia donde la relación terapéutica sea lo fundamental. Lo mismo que el trauma se genera en un contexto relacional, se repara también en un contexto de personas buenas y solidarias. También les animaría a cultivar la bondad amorosa hacia ellos mismos: todo lo que ahora manifiestan son recursos que tuvieron que utilizar para resistir y sobrevivir. Un cambio de mirada hacia uno mismo es fundamental.

Foto: Yogi Tea


Como profesionales, ¿cómo nos acercamos a una persona que ha padecido experiencias dolorosas? ¿Qué consejos nos darías?

Para mí lo más importante es saber estar y acompañar en el dolor a la persona. En general nos orientamos mucho hacia la solución de problemas, olvidándonos que la mayoría de las veces las personas no necesitan que les digamos lo que tienen que hacer, sino que las escuchemos con receptividad empática y estemos con ellos a su lado, ayudándoles, estando presentes, a atravesar el dolor emocional y las situaciones adversas de la vida.

¿Qué tal la experiencia en estas VI Jornadas de Protección a la Infancia y Adolescencia? ¿Qué te parecieron las jornadas?

Me han parecido una maravilla, una variedad de temas y un nivel muy alto en los profesionales que han participado. Unas jornadas con rigor científico, pero a la vez experienciales y sentidas. Felicito a todo el fenomenal equipo de Xilema por estas jornadas.


Xilemanario Especial VI Jornadas

https://mailchi.mp/57030686a52d/xilemanariojornadas2025

Enlace a la entrevista

https://www.xilema.org/xilemanario/202503_entrevistajoseluisgonzalo.pdf

 

lunes, 7 de febrero de 2022

"De niña tuve que aprender a quejarme", la historia de una joven llamada Luda sobre la disociación

Marga, madre de una joven adoptada, tras leer el artículo sobre el último libro de Sandra Baita, “Eso no me pasa a mí”, me ha enviado esta entrevista que el portal NIUS le ha hecho a su hija donde este relata su experiencia disociativa, en la que su mente se desconectó de su cuerpo hasta tal punto que no sentía dolor. Ella misma relata que el trauma de abandono en el orfanato de Siberia, iniciado a edad temprana y presente durante varios años, generó esta disociación permanente para sobrevivir. 

Bowlby (2014) el creador de la teoría del apego lo expresó así: «un niño de 1;3 a 2;6 años de edad, con una relación materna razonablemente segura y que no haya sido previamente apartado de ella, mostrará por lo general una secuencia predecible de comportamientos. Tal secuencia se puede dividir en tres fases, de acuerdo con la actitud que predomine con respecto a la madre. Las hemos definido como fases de protesta, desesperación y de apartamiento (desapego). Al principio solicita llorando y furioso, que vuelva su madre y parece esperar que tendrá éxito su petición. Esta es la fase de protesta, que puede persistir durante varios días. Más adelante se tranquiliza, pero para una mirada avezada resulta evidente que se halla tan preocupado como antes por la ausencia materna y que sigue anhelando que vuelva; pero sus esperanzas se han marchitado y se halla en la fase de desesperación. Con frecuencia alternan ambas fases: la esperanza se torna en desesperación, y esta en renovada esperanza. Sin embargo, finalmente tiene lugar un cambio más importante. El niño parece olvidar a su madre, de modo que cuando vuelve a buscarle se muestra curiosamente desinteresado por ella e incluso puede aparentar que no la reconoce. Esta es la tercera fase, la de desapego. En cada una de estas fases, el niño incurre fácilmente en rabietas y episodios de comportamiento destructivo que con frecuencia son de una inquietante violencia».

«Cuando no ha sido visitado —prosigue Bowlby (2014) — durante unas cuantas semanas o meses, habiendo alcanzado de este modo los primeros estadios del desapego, es posible que su ausencia de respuestas persista entre una hora y un día o más. Cuando cede por fin dicho estado, se pone de manifiesto la intensa ambivalencia de sentimientos hacia su madre […]. Sin embargo, si ha permanecido apartada [la madre] de su hijo durante un periodo de más de 6 meses o cuando las separaciones han sido repetidas, de modo que el niño haya llegado a un avanzado estadio de desapego, existe el riesgo de que siga apartado afectivamente de sus padres de un modo continuado y no recupere ya jamás el cariño por ellos».

Foto: eresmama.com


Bowlby describió estas fases en bebés que ya tenían un apego formado con sus madres, pero el caso de la joven que presentamos hoy, Luda Merino, en un orfanato desde que nació, seguramente trataría de apegarse a la figura adulta que allí estuviera, por poco tiempo que le pudiera dedicar entre tanto bebé. Al no acudir, Luda entraría en estas fases para llegar finalmente a desconectarse hasta de su propio cuerpo para no sufrir este abandono en sus carnes, para no sentir el dolor (los niños sienten el dolor emocional en el cuerpo) Afortunadamente, este riesgo del que hablaba Bowlby no ha sido su caso y ha conseguido, con los años y un entorno de apoyo y afectivo, que esta desconexión al dejar de ser útil para la supervivencia, desaparezca. 

Su historia nos entrega el realismo de la esperanza, del cual suele hablar Jorge Barudy. Los procesos de resiliencia, de asumir las cicatrices y aprender a vivir con ellas, y de generar nuevos recursos (nuevas redes neurales) son largos en el tiempo, pero puede conseguirse retomar un buen desarrollo. Y esta historia de Luda Merino que transcribo del portal NIUS nos lo demuestra. Para todos y todas los padres, madres y familias que seguís el blog, Luda Merino os insuflará esperanza y convicción de que el trabajo reparador puede dar sus frutos. 

Os dejo con la historia de Luda Merino y agradezco a Marga, su madre, que me la haya hecho llegar.

Luda Merino, la joven que conmueve con su historia sobre la disociación del dolor: “De niña tuve que aprender a quejarme”
Una entrevista de Aldara Martitegui


La historia de Luda Merino es una de esas que tocan el alma. La primera prueba de ello es que el hilo que publicó en Twitter sobre la disociación del dolor que sufrió hasta los 15 años, ha arrasado en esta red social. En pocos días, Luda ha pasado de tener 1.700 seguidores a tener casi 6.700: “Se me ha ido de las manos completamente”, comenta esta joven de 20 años en una entrevista telefónica. “Lo gracioso del hilo ese es que yo empecé a contarlo como una anécdota, no lo conté como si quisiera confesar o reconocer algo que es superpersonal…esto lo conté más como una curiosidad para mis pocos seguidores y se me fue completamente de las manos”.

Lo que cuenta Luda en ese hilo es que una de las consecuencias de haber pasado los primeros tres años de su vida en un orfanato de Siberia, le hizo desarrollar la capacidad de no sentir dolor. No hablamos de una simple inhibición emocional, no, hablamos del bloqueo completo de las sensaciones físicas. Luda no sentía absolutamente nada.

Luda recuerda que ya en Madrid, su madre adoptiva tenía que hacerle todas las noches antes del baño un chequeo completo del cuerpo por si tenía algún golpe serio.

“La disociación del dolor surgió por el orfanato en sí, por la falta de atención y no más, explica Luda, hay muchos niños que sí que sienten, pero no lloran. Digamos que la siguiente fase es ya no sentir, y ocurre cuando eso se prolonga. Primero, dejas de llorar porque ves que no te vale para nada y luego, cuando eso se mantiene mucho tiempo -que en mi caso tiene pinta de que fue así- es cuando dejas de sentir. Y yo dejé de sentir un montón de cosas, no solo el dolor; me acuerdo de que tampoco sentía frío, tampoco sentía fatiga... por ejemplo, estaba corriendo y podía estar corriendo mucho tiempo antes de cansarme”.

En su familia española se llegó a interiorizar el tema sin darle demasiada importancia: “qué fuerte es esta niña” solían decir.

Foto de Luda Merino (Foto: niusdiario.es)


Qué es la disociación del dolor

La disociación en general, explica la psiquiatra Marina Díaz Marsá, Jefa de la Unidad de TCA en el Hospital Clínico San Carlos y presidenta de la Sociedad de Psiquiatría de Madrid, “es un mecanismo que desconecta la mente de la realidad cuando nos encontramos ante situaciones límite o que sobrepasan nuestros recursos psicológicos de afrontamiento. Es como una especie de distancia de seguridad que reduce el impacto emocional, la tensión o el miedo. Este mecanismo se inicia de manera instintiva e inconsciente cuando el individuo entiende que no hay salida o que enfrentarse a eso que le ha causado tanto dolor le es muy difícil”.

La disociación del dolor es algo parecido, puntualiza: “si yo he acostumbrado a mi cerebro a que si tengo una determinada necesidad -tal como el dolor- nadie la va a cubrir, pues yo me disocio también de ese dolor físico para impedir sentir algo que es muy doloroso. Y hago como que no existe”.

Es un mecanismo muy habitual en niños como Luda que pasaron incluso varios años de su infancia en un orfanato, porque, explica Díaz Marsá, “cuando uno tiene dolor, a lo que aspira es a que alguien le palíe ese dolor y le arrope. Si nadie viene a paliar ese dolor, pues entonces, el cerebro desconecta de una situación a la que no puede enfrentarse porque no sirve de nada sentir ese dolor porque nadie va a venir en tu ayuda, con lo cual desconectas. Es verdad que es un dolor físico, pero va muy asociado al dolor emocional porque cuando alguien tiene un dolor físico, no es solo un dolor físico, también tienes una respuesta emocional a ese dolor físico. Lo que esta persona siente es que ante ese dolor físico nadie viene en su ayuda, por lo tanto, es un dolor físico pero que se asocia también a la situación emocional de abandono o de no respuesta del entorno ante esa situación en que el individuo necesita ayuda”.

La disociación nunca es un mecanismo adaptativo, es un mecanismo que el cerebro utiliza, pero es anómalo porque desconecta al individuo de su realidad (Marina Díaz Marsá, psiquiatra)

Lo que se produjo en el caso de Luda, es probablemente “una desconexión o disociación total, no solo de lo físico, sino también de lo emocional: como si no esperara que nadie pudiera ayudarla en esa situación de dolor, estrés o sufrimiento”, recalca la psiquiatra.

Es habitual pensar que esa capacidad de no sentir dolor ni emocional ni físico es un mecanismo que ayuda de alguna manera a la persona a adaptarse mejor a su entorno, en definitiva, que es algo bueno porque hace a la persona más resistente... pero Díaz Marsá insiste en que la disociación nunca es adaptativa: “Es un mecanismo neurológico que se produce de forma reactiva a una situación de no respuesta de la demanda de un individuo que sufre, pero nunca es adaptativo porque siempre va a tener consecuencias negativas (…) La disociación nunca es un mecanismo adaptativo, es un mecanismo que el cerebro utiliza, pero es anómalo porque desconecta al individuo de su realidad. Igual que es anómalo desconectarse de las emociones y transformarlas por ejemplo en alteraciones físicas que luego van a tener repercusiones, también es anómalo no sentir dolor porque uno, por ejemplo, si se cae, tiene que sentir que tiene una herida y por tanto va a mirarse y ver qué necesita”.

Foto: lamenteesmaravillosa.com


¿Cuándo remite la disociación del dolor?

A sus 20 años, Luda ya no tiene esa capacidad de disociación del dolor. Pero ¿cómo desapareció? Ella tiene su propia explicación: “Creo que eso de la disociación del dolor se desarrolló en una época del orfanato y luego, como ya no lo necesitaba, pues desapareció”.

En el caso de Luda la disociación del dolor desapareció muy poco a poco y no completamente: “Aún tengo resquicios de eso, como que aguanto muy bien el dolor o como que lo puedo minimizar un poco, pero el bloqueo como tal, ya desapareció solo. Ni yo ni nadie hizo nada para que desapareciera”.

Recuerda Luda que primero empezó a darse cuenta de que el bloqueo del dolor podía hacerlo a conciencia, de manera intencionada. Tenía 12 años, estaba en el patio del colegio y fue a dar una patada a un balón, pero su tibia se topó con la barra de una canasta: “Esa ya era la época en la que me dolía un poco primero y luego me quedaba así como mirando a la nada y bajaba el dolor. Yo no sé cómo lo hacía, pero sí que lo hacía a conciencia, porque yo quería. Me quedaba así, mirando a la nada y luego ya empezaba a caminar como si nada. Y claro, al día siguiente, tenía un bulto en la espinilla que no era medio normal. Es que tuve varias fases, al principio era que ni lo sentía y luego fue una época en la que al principio me dolía, pero yo era capaz de bloquearlo, es una época en la que lo hacía yo conscientemente, a voluntad, pero honestamente... no sé ni como lo hacía”.

También recuerda muy bien el momento en que empezó a aprender a quejarse: “Hubo una época, cuando ya estaba empezando a dolerme que -cuando no era nada que doliera mucho- no lo bloqueaba porque era absurdo y entonces me acuerdo de esa época que me pegaba el golpe y cinco segundos después me quejaba, porque estaba aprendiendo a quejarme… es algo gracioso…los niños aprenden a no quejarse, pues yo, de niña, tuve que aprender a quejarme…en estos casos no lo bloqueaba, solo lo hacía cuando me pasaba algo muy grave”.

Aun así, con el tiempo, Luda terminó por dejar de bloquear también el dolor intenso. Tendría unos 14 años cuando dejó de hacerlo completamente…y a partir de entonces, parece que todo el proceso empezó a revertir. Algo empezó a desatascarse. Aparte de dolor físico, Luda empezó a sentir cosas que no había sentido jamás.

A los 14 años llegaron sus primeras lágrimas “Recuerdo la primera vez que lloré con una peli. La típica peli de la Uno o de la Dos que iba sobre adopciones además y salió el tema… ¡que además estaba fatal tratado!, me acuerdo perfectamente. Y me acuerdo de que me puse a llorar y me sentí idiota y pensé, pero ¿qué hago yo llorando por esto?”.

Cómo desaparece la disociación del dolor

La disociación del dolor que tenía Luda empezó a revertir de manera espontánea pero lenta, cuando su contexto cambió; cuando pasó de un entorno como el del orfanato en el que nadie atendía sus demandas a un entorno más seguro en el que sí eran atendidas.

Esa es la manera en la que poco a poco suele extinguirse ese mecanismo neurológico, como explica Marina Díaz Marsá: “Cuando poco a poco estás en un medio que te sustenta, que responde a tus necesidades, que te cuida, pues poco a poco vas entendiendo que el entorno va a responder a tus necesidades, por lo tanto este mecanismo que ha utilizado tu cerebro ante la situación en la que nadie va a poder ofrecerte ayuda, pues se va bloqueando porque poco a poco eres cuidado, poco a poco vas estableciendo vínculos con las personas, poco a poco te vas sintiendo seguro. Por lo tanto, eso desparece porque el individuo, el cerebro, entiende que en ese nuevo contexto, si hay una demanda o una necesidad, va a haber unas personas que acudan ante esa situación, por lo tanto se va a ir desbloqueando con el paso del tiempo”.

Por qué es importante contar la historia de Luda

Lo que Luda pensó que iba a ser una simple anécdota contada en Twitter, ha desatado una ola de comentarios en esta red social. Su historia se he hecho viral porque ha resonado en muchas personas: “Con este hilo me están viniendo madres y padres de chavales de 16 y 17 años sobre todo, a los que saco tres años, diciéndome que a sus hijos les pasa lo mismo en el colegio o que eso mismo justo les pasaba mucho cuando eran niños”.

De hecho, esta no es la primera vez que Luda cuenta su historia públicamente. Ha participado en algunos programas de televisión en los que ha hablado sobre adopción y trauma infantil.

“Me acuerdo que una de las cosas que más me impactó, explica Luda, fue la primera vez que fui a la televisión... que luego, me contactó un tío al que no le importó que hablara a la gente sobre él...así que te digo su nombre, se llama Bruno, es muy majo. Me contó muchas cosas, entre ellas que había tenido hasta intentos de suicidio el pobre y me contó que se había puesto a llorar cuando conté el tema del dolor, porque él, literalmente, todavía lo tiene…tiene treinta y pico años y todavía lo tiene, es capaz de no sentir dolor (…) y cuando él me lo comentaba y le preguntaba, ¿a que estabas como perdido? porque te quedabas con la mirada como perdida y me decía ¡ay pues sí! ¡Es que yo también lo tuve! y sé perfectamente la sensación de cuando estás en ese estado…y me dijo que le había salvado la vida, me dijo que iba a intentar quitarse la vida por tercera vez y que no lo hizo por verme en el programa. Y yo me quedé supertocada”.

La necesidad de más referentes para niños adoptados

Luda se quedó supertocada y con el runrún de dedicar más esfuerzo y tiempo a divulgar sobre este tema: el de las dificultades y problemáticas que rodean a los niños adoptados. “Es que cuando yo era pequeña, nunca tuve un referente. Todas las personas que me hablaban eran adultas, de a lo mejor 50 años, con las que no me sentía identificada porque eran experiencias diferentes y nadie realmente me contaba eso de: oye, yo he tenido literalmente las mismas experiencias que tú (…) Pienso que ojalá a mí alguien me hubiera hablado de esto desde mi propia perspectiva. Porque que yo llegaba a casa y le decía a mi madre: mamá tú no lo entiendes. Y ella me decía: sí, sí lo entiendo. Y yo decía: no, tú te podrás compadecer, pero no entiendes lo que estoy sintiendo en este preciso momento…me pasaba mucho eso con mi madre y todo el mundo. Entonces, ahora creo que puedo estar generando la sensación en otros de que por fin a lo mejor encuentro a alguien que tiene literalmente lo mismo que yo y que cuando me dice: lo entiendo, es realmente lo entiendo, sé por lo que estás pasando y yo sentía lo mismo”.

Luda ha conseguido poner en la agenda un tema muy importante al que según ella se le presta poca atención. De hecho, insiste en que hay demasiados libros para padres adoptivos, pero poca información dirigida a esos niños que son adoptados, a que ellos mismos se comprendan y entiendan cómo les puede afectar el hecho de haber sido dados en adopción.

Luda también se queja de la falta de información y de formación de muchos profesores que, en su caso, no supieron gestionar la situación de acoso escolar que sufrió. Los profesores no sabían cómo tratar esa sensación de soledad que Luda sentía de niña en el colegio y el rechazo de sus compañeros cuando ella lo único que quería era ser aceptada: “Los profesores estaban como pedidos”, puntualiza. “De haber habido más información entre los profesores, a lo mejor me podría haber ahorrado un montón de problemas”.


REFERENCIAS


Bowlby, J. (2014). Vínculos afectivos: Formación, desarrollo y pérdida. Madrid: Morata.

domingo, 10 de octubre de 2021

Entrevista a Jorge Barudy en la revista Pikara: "La familia nuclear es un factor que facilita el maltrato".





Con motivo del Día Mundial de la Salud Mental, creo que es importante recordar que el maltrato, el abandono y el abuso sexual son duras experiencias adversas relacionadas con la salud mental. Tal y como refiere Iciar García, psicopedagoga y traumaterapeuta sistémica por el IFIV de Barcelona, profesora en la Universidad de Burgos, "numerosas investigaciones han concluido que el abuso sexual en la niñez reportado por adultos, se asoció con una amplia gama de trastornos y problemas psiquiátricos, que incluyen: depresión, fobias, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno de pánico, trastorno de estrés postraumático, trastornos sexuales e ideación suicida. Lo mismo ocurría con adultos que habían informado de abusos físicos y abusos emocionales o informaban de ACEs (Adverse Child Experiences) y que igualmente reportaban tipos de trastornos psicológicos y psiquiátricos. La negligencia se asociaba además con desórdenes de personalidad". (García, 2019)

Por ello, difundo desde el blog de la Red Apega, Buenos tratos, esta entrevista a Jorge Barudy, co-director de la Red, en la cual nos habla de los malos tratos y de la necesaria visión epigenética a la hora de explicar el origen de los trastornos mentales. Jorge, neuropsiquiatra, especialista en trauma co-director del postgrado de ©traumaterapia sistémica, es un experto en violencia contra la infancia de referencia internacional y superviviente de torturas por parte del régimen de Pinochet en Chile.

La entrevista la ha realizado Julia Velilla Rambla, el día 28 de julio de 2021 y ha sido publicada en Pikara, online magazine.


Jorge Barudy


"La familia nuclear es un factor que facilita el maltrato"

(Jorge Barudy)


Jorge Barudy (Villa Alemana, Chile, 1949) es neuropsiquiatra, psiquiatra infantil, terapeuta familiar y psicoterapeuta. Encarcelado y torturado en 1973 por la dictadura de Pinochet en Chile, es uno de los principales especialistas en maltrato infantil a escala internacional por sus múltiples aportaciones en la psicología del trauma. Entre las más revolucionarias, la relación que estableció en 1998 entre maltrato infantil y tortura en El dolor invisible de la infancia (Editorial Paidós): «A diferencia del niño maltratado o abusado sexualmente, el adulto torturado o violado por su verdugo podrá mantener la identidad mientras pueda reconocerse como víctima». Actualmente, dirige el Centre Exil en Barcelona, una oenegé dirigida a la atención terapéutica para personas traumatizadas por distintos tipos de violaciones de los derechos humanos. Sus últimos trabajos se centran en la noción del paradigma del buen trato, junto a la psicóloga y psicoterapeuta Maryorie Dantagnan (autora del libro Los buenos tratos en la infancia. Parentalidad, apego y resiliencia), y en la investigación sobre resiliencia infantil.


¿Qué diferencia el maltrato infantil de otros tipos de malos tratos?

El maltrato infantil es el peor de todos los maltratos porque pone de manifiesto una diferencia importantísima de poder entre el adulto maltratador y el niño maltratado. Para desarrollarse de una manera sana, la infancia necesita cuidados, estimulación, educación y protección por parte de los adultos; la gran paradoja es que precisamente el adulto que debería proporcionarle al niño o a la niña toda esta lista de recursos es justamente quien le hace daño. Las situaciones más dramáticas se dan cuando es el padre o la madre quien inflige el maltrato: esto produce un daño que hoy en día, de acuerdo con todas las investigaciones que existen, es considerado la base de la mayor parte de las enfermedades mentales y los trastornos psicopatológicos. Es por este motivo que afirmo que un hombre o una mujer que maltrata a sus hijos, produciéndole secuelas casi irreversibles, pierde el derecho a ejercer de padre o de madre, a pertenecer al grupo. Pasan a ser solo progenitores o progenitoras.

¿Estos progenitores y progenitoras son los únicos responsables del maltrato infantil intrafamiliar?

No, hay que dejarlo muy claro. La mayoría de estas personas han concebido a sus hijos e hijas sin ostentar las competencias necesarias para acompañarlos de forma sana en su desarrollo. Y lo han hecho porque, directamente, ellas mismas no tuvieron la oportunidad de asimilar dichas competencias necesarias para la crianza, habilidades que son adquiridas. Es decir, que si no has tenido una crianza suficientemente bien tratante de niño o niña, el riesgo más grande es que tú puedas hacer daño a tus propias crías. A ser padre y madre se aprende; no solo en el entorno familiar, sino también en el entorno sociocultural. Así que, cada vez que un padre o una madre maltrata a su hijo, está denunciando a su vez la incompetencia de la sociedad en el desarrollo político de la protección adecuada, que debería permitir una detección precoz de estas tragedias e una intervención coherente.

¿Poniendo de manifiesto como de adultocentrista es el sistema? El adulto al centro, el niño y la niña, quién sabe dónde.

Exacto. Los niños y las niñas no tienen poder en nuestro sistema social, sino que son dependientes del mundo adulto. Quien rige los sistemas de gobierno son los adultos y, en consecuencia, las políticas públicas siguen enfocadas a satisfacer las necesidades y los deseos de los adultos. Un niño o una niña no tiene derecho a decidir quién será senador, diputado o alcalde, y esta dependencia en términos de poder explica parte de su vulnerabilidad. La otra parte es la dependencia biológica para no morirse: nacemos siendo totalmente dependientes de los cuidados de los adultos. Lo que es maravilloso, y la comparación me parece interesante, es que, gracias a la lucha de las mujeres, las condiciones de la infancia van mejorando. Aunque, desgraciadamente, no creo que vayamos a tener un 8 de marzo en el que los niños y las niñas salgan a la calle a manifestar su derecho a tener derechos.

«Si la vergüenza del siglo XX fue el genocidio, la vergüenza del actual sistema neoliberal es el infanticidio estructural» 

El maltrato infantil es una violencia estructural. ¿Cuáles diría usted que son sus causas?

La que más me tormenta a mí, que tengo mi pasado, es el fascismo financiero: el dominio de la avaricia por encima de la solidaridad, del mercado por encima de las necesidades humanas reales. Creo que, si hay que buscar un culpable último del maltrato contra la infancia, no solo en nuestro país, sino en todo el mundo, es este. Los niños sufren, y no precisamente a distancia, sino aquí mismo. No hay ningún político en España, como sí pasa en algunos países nórdicos, que ponga la infancia como prioridad. Los políticos españoles han decidido avalar este modelo de violencia subliminal. Volviendo a la pregunta de la responsabilidad, los padres y las madres tienen al menos una atenuante, y es el de no haber sido protegidos de niños, cuando fueron maltratados. En cambio, los responsables del contexto, es decir, la clase política, que permite que este infanticidio siga pasando, no tienen ningún atenuante. Si la vergüenza del siglo XX fue el genocidio, el Holocausto, el genocidio armenio, etc., la vergüenza del actual sistema neoliberal es el infanticidio estructural.

¿Se maltrata más con el modelo de familia nuclear que con el modelo de familia extensa?

Es una pregunta para reflexionarla. Evidentemente, la nuclearización de la familia es un factor que facilita el maltrato. La urbanización centrada en los intereses privados y el aislamiento social, construido desde la perspectiva financiera, hace que los niños y las niñas vivan encarcelados en familias mononucleares y no puedan gozar de otras formas de apoyo social. Cuando el barrio existía, los niños estaban en la calle y se ayudaban y socializaban entre ellos. Hasta las familias podían compensarse la incompetencia y los déficits las unas a las otras. Al barrio lo ha hecho desaparecer el modelo organizado del mercado, y lo mismo ha pasado con la familia extensa. Por suerte, aún existe en algunos países del sur de Europa; en España, por ejemplo.

¿Cuáles son los pros y los contras de la nueva ley de protección a la infancia?

Es importante que se haya promulgado, pues el mero hecho de que los diputados y diputadas la hayan aprobado en su amplia mayoría demuestra que hay una sensibilidad. Una de las reflexiones de quienes trabajamos en la práctica es que existe el riesgo que sea papel mojado. Porque una cosa es aprobar la ley y otra es la aplicación de esta ley. Si se aplicara, sería una oportunidad para mejorar la condición humana del pueblo español, que depende de lo que hagamos con la infancia. Pero para ello se necesita un cambio cultural, sobre todo en lo que refiere a los operadores del sistema judicial: los magistrados y los servicios de protección. El gran desafío es justamente este: la poca formación de los profesionales en relación con el trauma provocado por los diferentes malos tratos. Se han hecho esfuerzos, pero falta políticas de protección que integren los nuevos conocimientos de las investigaciones científicas. Por otro lado, es una ley que acorta por relativista: siempre está el concepto «salvo excepciones». Estas excepciones favorecen a los adultos, no a los niños. La ley no es clara, deja espacios: está escrita en función de los adultos. Como clínico, trabajando la cotidianidad con niños y niñas afectados por malos tratos, uno espera más. Espera que el mundo adulto se posicione de una forma más clara, porque nuestra infancia es el mayor bien comunitario de nuestra especie. Se trata de una ley muy abstracta y, en algunos casos, incluso obsoleta. Por ejemplo: la ley hace hincapié en la parentalidad positiva. Este es un concepto típico de la posmodernidad, que no tiene nada que ver: la parentalidad no es positiva ni negativa, la parentalidad es bientratante o maltratante. Hay que decir las cosas como son.

«La cultura sigue dominada por el principio de la patria potestad, de la consanguinidad» 

¿Es posible erradicar el maltrato infantil? ¿Qué hace falta cambiar para ello?

Claro que es posible. El antídoto contra el maltrato es el buen trato. Y el buen trato implica un cambio de base de los modelos culturales, sobre todo en la representación de los niños y las niñas como sujetos de derecho y en la mejora de las condiciones de las madres y las familias. Si las políticas públicas se dedicaran a sostener a las madres, juntamente con sus crías, se convertiría en un factor protector muy significativo. Y, cuando esto no pasase, es la comunidad quien debería tener el deber de ofrecer recursos alternativos a los niños; por desgracia, la cultura sigue dominada por el principio de la patria potestad, de la consanguinidad. Hay un retroceso negativo: el neomachismo es una realidad.

¿Qué es un buen trato?

Maryorie Dantagnan y yo mismo somos los autores del paradigma del buen trato. Trabajamos muchos años para poder explicarlo. El buen trato es una estructura de relaciones interpersonales y es también una producción social. Tiene que haber un buen trato en la familia nuclear y en la extensa, así como tienen que ser bientratanes las políticas públicas. Definimos el buen trato como la capacidad que tenemos los adultos de proporcionar lo que un niño o una niña necesita, es decir, nutrición, pero no solo en el sentido de una alimentación saludable, sino también una nutrición afectiva. Conectarse mediante la mirada, la sonrisa, el contacto físico, coger al bebé en brazos, cantarle una nana, dedicarle tiempo, no dejarle llorar. Hay un señor que se llama doctor Eduard Estivill,que, afortunadamente, no tengo el gusto de conocer, que pregona que hay que dejar llorar a los niños para que aprendan a dormir solos. ¿Qué historia tendrá en su biografía para tener un trastorno tan grande con la felicidad de la infancia?

¿Y qué tenemos que plantearnos para bien tratar a los niños y a las niñas?

Las criaturas necesitan la estimulación amorosa del adulto para desarrollarse, porque su cerebro se desarrolla gracias a la estimulación y la calidad de las relaciones interpersonales. Cuando esto no pasa, los niños no se desarrollan. Lo vemos en los huérfanos de Ceausescu, esos niños abandonados en una especia de orfanato en Rumanía que no recibían ningún tipo de estimulación ni contacto físico. La educación también es muy importante. Cuidado, porque educar no es enseñarlos a «portarse bien»: cuando se le dice a un niño eso, significa que queremos que se comporte para satisfacer las necesidades de los adultos. Los niños tienen que recibir una educación valórica, aprender a respectarse a sí mismos y a los demás, y a estimar al resto de habitantes del planeta, al medio ambiente, al diferente. La base de la educación es afectiva, porque, si yo no me siento querido, no podré integrar todos estos valores. También la capacidad de protección es una habilidad importantísima dentro del paradigma de los buenos tratos: tiene que estar centrada en los pequeños, permitirles explorar el mundo. No puede ser una sobreprotección, sino una protección acompañada. Y la promoción de la resiliencia, claro, para afrontar las adversidades y aprender de ellas. Adquirir nuevas formas de afrontar el mundo equivale a adquirir nuevas formas de desarrollo.

Están saliendo a la luz varios colectivos que hacen activismo antipsiquiátrico en el Estado. ¿Usted, como psiquiatra titulado, diría que la psiquiatría es una institución violenta?

Claro que la psiquiatría es violenta. Yo mismo me considero un psiquiatra antipsiquiatra. De hecho, como refugiado político, me incorporé a la lucha antipsiquiátrica en Trieste, junto a Franco Basaglia. Es terrible el hecho de caer en manos de un psiquiatra o una psiquiatra que no trabaje desde una perspectiva sistémica, es decir, desde la capacidad de entender que el sufrimiento mental tiene que ver con el daño que se le ha hecho a una persona, incluso desde el momento en el que fue concebida. La psiquiatría no es comprensiva, es descriptiva, clasifica a la gente. Claro que hay un cambio, pero los psiquiatras son los más lentos y reaccionarios a aceptar que las enfermedades mentales tienen que ver con las historias de vida. Por ejemplo, es mucho más fácil en el caso de la infancia hacer un diagnóstico de TDAH y colarle a un niño una enorme cantidad de medicación, aunque muchos de estos fármacos sean tóxicos a medio o largo plazo. Solo un siete por ciento de los diagnósticos de TDAH pueden tener un origen epigenético.

¿Epigenético?

Actualmente existen dos revoluciones que fomentan lo que voy a decir: son la revolución epigenética y la revolución neurocientífica. Desde los años 60 se sabe que el entorno tiene capacidad de modificar los genes. No el ADN, pero sí la capacidad de los genes de transmitir información a las células. Eso es lo que llamamos epigenética. Lo que quería decir con esto es que la psiquiatría encasilla a la gente, la condena. Le dice: usted tiene un trastorno bipolar. Pero no le pregunta: ¿cuál es su historia? ¿Cómo ha llegado hasta aquí? La esquizofrenia, que sigue siendo un trastorno muy misterioso, el autismo y algunos trastornos de base neurológica podrían ser epigenéticos. Muchos de ellos pueden tener que ver con la atención perinatal: niños y niñas que fueron mal atendidos durante el trabajo de antes y después del parto. En lo que refiere a la revolución neurocientífica, demuestra que el desarrollo sano de los niños y niñas no depende tanto del material genético, que juega un rol bastante secundario, sino del entorno y de la calidad de las relaciones interpersonales que los adultos sean capaces de ofrecer a la infancia ya desde su vida intrauterina.

Familias migrantes y pobres, especialmente las monomarentales, se están organizando para denunciar la sobreintervención que padecen por parte del sistema de protección de la infancia aquí, en el Estado español. ¿Están bien enfocada estas intervenciones por el interés superior del niño y la niña?

Claramente, no. El sistema de protección maltrata tanto por sobreintervención como por infraintervención y por una falta negligente de recursos. La sobreintervención en ciertas esferas sociales perjudica tanto a los hijos de familias pobres como a los hijos de familias favorecidas, donde la violencia está mucho más invisibilizada. Si eres hijo de migrantes y tienes la piel más oscura al menos tienes más posibilidades de que tus trastornos llamen la atención de la escuela y de los servicios sociales, eso beneficiaria estos niños si la intervención fuese adecuada. Por desgracia, muy a menudo se dan exageraciones e incomprensión de lo que significa ser madre de una familia monomarental y en situación migrante. Estas mujeres deberían ser un ejemplo: han huido de sus países para ofrecer una vida mejor a sus hijos y a sus hijas. En este sentido, quiero decir algo, aunque pueda enfadar a los sectores feministas: el feminismo tiene que apoyar a las mujeres migrantes. Veo la solidaridad feminista en el barrio, en mujeres que se ayudan entre ellas, creando redes maravillosas.

¿Qué es la resiliencia?

Lo que busca la resiliencia es conceptualizar una capacidad existente de los seres vivos para afrontar la adversidad, incluso en situaciones traumáticas, y mediante esta experiencia, desarrollar un aprendizaje. Esta es la definición de resiliencia según Boris Cyrulnik. Creo que lo más revolucionario es el hecho de saber que la resiliencia es una producción social. Se adquiere gracias al amor: la habilidad de enfrentar la adversidad es el resultado del apego seguro, de sentirse querido. Cyrulnik lo llama resiliencia neuronal y nosotros, Maryorie Dantagnan y yo, lo llamamos resiliencia primaria. La vemos en aquellos niños que han sido bien queridos, concebidos desde el amor, que han gozado de una ecología uterina saludable y un buen trato en sus primeros años de vida, que son los más importantes. Ahora bien: que tú no hayas disfrutado de una resiliencia primaria no significa que esto condene tu vida, esto depende de la resiliencia secundaria. La resiliencia secundaria hace referencia a las experiencias interpersonales y los vínculos afectivos alternativos a la familia: la escuela, los vecinos, los movimientos sociales… El hecho de sentirte querible, reconocido como afectado, como víctima de una injusticia, crea la resiliencia secundaria. Es el valor terapéutico de la solidaridad. De forma espontánea, gracias a la resiliencia, tu cerebro evita que, cuando seas padre o madre, repites el horror. También el humor es una fuente de resiliencia, así como la espiritualidad, no en el sentido alienante, sino la espiritualidad liberadora, trascendente, cósmica.

Desde los feminismos, por hacer un paralelismo, se dice que no hay que enseñar a las niñas a defenderse, sino educar a los niños para que no maltraten. Esta misma crítica se le podría hacer al concepto de resiliencia infantil: ¿las criaturas tienen que ser resilientes o somos las personas adultas quienes debemos cambiar?

Esta crítica se le podría hacer, pero es fruto de la mala utilización política del concepto. Por un lado, hay quien asegura que la resiliencia es genética y eso es mentira. Se trata de una producción social, como ya he explicado. La resiliencia no borra el sufrimiento. Tú eres resiliente y yo también lo soy, pero yo no borro, ¿cómo podría borrar? Quedan las cicatrices, que, de cuando en cuando, duelen, pero no determinan mi vida. Mis torturadores querían que fuera así: querían que me saliese de la lucha política, hacerme desaparecer. Pero no lo consiguieron, y no porque yo sea más fuerte que otras personas, sino porque gocé de unas condiciones sociales que me permitieron desarrollar la resiliencia. La otra mala utilización política que se puede hacer del concepto es ¿para qué invertir en el bienestar de la gente, si la gente puede ser resiliente? Eso es manipulación y violencia institucional. La resiliencia no es eso. La resiliencia pasa por el hecho de que los niños y niñas que fueron maltratados se comprometan con la lucha política para eliminar las causas estructurales del maltrato infantil. Los hombres y las mujeres sudamericanos tienen muy claro que la lucha es un factor social para probar la resiliencia, y que no debe ser una lucha individual, sino una lucha social, colectiva. Cuando hablo de nuevas formas de desarrollo, me refiero justamente a esto: la persona resiliente es una activista. Contribuye a la causa para que nadie más tenga que pasar por lo que te paso a ti o lo que me pasó a mí.

REFERENCIAS

García Varona, I. (2019). Proyecto Valientes. Facultad de Educación. Universidad de Burgos. Documento no publicado.

martes, 3 de noviembre de 2020

sábado, 5 de septiembre de 2020

Curso Especialista en "Técnicas Gestálticas Aplicadas a la Infancia 2020-21": siguen las entrevistas. Organizado por UmayQuipa.


Os recomiendo esta formación en la cual 

tengo el honor de participar como profesor.

Siguen las entrevistas para el 
Curso Especialista en Técnicas Gestálticas  
Aplicadas a la Infancia 2020-21 

Formación intensiva teórico-práctica 

Organizado por el 
Centro de psicoterapia UmayQuipa, en Madrid

Foto: UmayQuipa


Formación intensiva teórica práctica

La Terapia Gestalt está incluida dentro de las terapias humanistas, aquellas que se acercan al paciente de un modo activo, y con una relación más cercana.

Pero ¿es posible que un terapeuta entrenado para hacer psicoterapia con adultos pueda ejercer en la ayuda a los niños?

No creemos que sea lo mismo y es por esto que después de muchos años de investigación y práctica, venimos desarrollando este seminario de especialización.

Está dirigido a toda persona y profesional que trabaje con niños y necesite de un amplio abanico de técnicas para su mejor desempeño : psicólogos, médicos, mediadores, educadores,  profesores, pedagogos, enfermeras pediátricas , facilitadores emocionales .

Este Seminario es impartido por diversos profesionales del sector bajo la supervisión de Loretta Cornejo Parolini.  Consta de catorce módulos, que se dan a razón de  un sábado al mes. Para mayor información llamar al 91.5493878 o mandar  un correo a umayquipae@gmail.com

PROGRAMA

1.  Diagnóstico gestáltico en niños (Loretta Cornejo).

2. Concepto de figura y fondo. Primeras entrevistas con los padres y el niño. (Loretta Cornejo).

3. Hora de juego (Diana C. de Baumann).

4. El Dibujo del problema, trabajo de la Contratrasferencia desde la Gestalt. (Loretta Cornejo).

5. Del Yo Piel al Yo Ideal. De Winnicott a la Gestalt (Diana Baumann).

6. Taller filosófico para niños (Ani Isabel Bustamante).

7. Técnicas en sesiones de padres. Ejercicio de las normas y rituales en el niño. (Marga de La Torre).

8. Técnicas gestálticas aplicadas a los niños. Segismundo o el uso de la silla vacía. El uso del cuaderno de terapia, el uso del animal doméstico dentro de la sesión (Loretta Cornejo).

9. Grupo de crecimiento personal para niños (Martín Padilla).

10. Casos clínicos, incidentes críticos en terapia. Resistencias a la terapia (Marga de La Torre).

11. Resiliencia y Apego. Contratransferencia y transferencia en la terapia gestalt. (José Luis Gonzalo Marrodán).

12.  Introducción al Focusing aplicado a los niños (Lucía Ema).

13. Cómo cerrar sesiones. La despedida. Los cuidados del terapeuta (Loretta Cornejo).

Programa revisado y aprobado por la Asociación Española de Terapia Gestalt, ya que se ha considerado que las técnicas o herramientas terapéuticas que deben ser utilizadas en el tratamiento de niños deben ser diferentes y otras adaptadas al desarrollo evolutivo del niño.

Información en UmayQuipa

C/ Juan Álvarez Mendizabal, 13, 1º dcha.

Tel.: 91 5493 878

lunes, 27 de abril de 2020

Webinar por el día del Psicólogo en Perú: Ingrid Alejo del Centro Psicoterapéutico Runakay (Perú) y José Luis Gonzalo (País Vasco, España).


Webinar por el día del Psicólogo Peruano
Presenta: Psicóloga Ingrid Alejos
Interviene: Psicólogo José Luis Gonzalo

Hablaremos del rol del psicólogo infantil y del libro
¿Todo niño viene con un pan bajo el brazo? Guía para padres adoptivos con hijos con trastornos del apego.



En directo desde la página de Facebook del Centro Psicoterapeutico Runakay


sábado, 25 de abril de 2020

Video-entrevista sobre la técnica de la caja de arena (nivel 1).

Este vídeo es una entrevista realizada en directo en Facebook (24-4-2020) a cargo de Yolanda Pastor, del Centro Grafo´s Gestalt Vitoria a José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo, con motivo de la celebración en su centro de un taller sobre la caja de arena (nivel 1) los próximos 4 y 5 de octubre de 2020. Para contactar: contacta@grafosgestaltvitoria.com 

Gracias  a Yolanda Pastor por haberme entrevistado.

Es un bonito resumen sobre la técnica, sus orígenes, los objetivos del nivel 1, su adecuación para niños y personas que por cualquier causa no tienen disponibles las palabras, cómo conducir una sesión, la relación terapeuta paciente y la importancia de los procesos no verbales en terapia.

Si quieres saber qué tratamos y abordamos en el nivel 1, puedes ver este vídeo.


lunes, 15 de abril de 2019

Entrevista a Gema Puig Esteve, de Addima (Asociación para el Desarrollo y Promoción de la Resiliencia), ponente en las IV Conversaciones sobre apego y resiliencia infantil, San Sebastián, 4 y 5 de octubre de 2019.

IV CONVERSACIONES SOBRE 

APEGO Y RESILIENCIA 

INFANTIL

SAN SEBASTIÁN, 4 y 5 DE OCTUBRE 2019


Damos a conocer a la quinta ponente que participará en las Conversaciones impartiendo una conferencia plenaria.

Mes a mes, iremos conociendo a todos/as los/as ponentes, mediante una entrevista.

El día 6 de mayo de 2019 se abrirá el plazo de inscripción.

Gema Puig Esteve


Es un honor presentaros a la quinta ponente que participará en las IV Conversaciones sobre apego y resiliencia infantil. Ya vamos desvelando a casi todos/as los profesionales que nos deleitarán en una edición más con los temas que tanto nos apasionan y nos ayudan en nuestro trabajo diario como marcos explicativos del comportamiento y desarrollo humano. En unas jornadas sobre apego y resiliencia, echaba a faltar desde hace tiempo (obviamente, no se puede invitar a todos/as los/as que uno desearía en una sola edición, así que vamos poco a poco) a una de las voces más autorizadas de nuestro país sobre resiliencia: Addima, la Asociación para el Desarrollo y Promoción de la Resiliencia, capitaneada por dos colegas y amigos: Gema Puig Esteve y José Luis Rubio Rabal. Les conoceréis por sus cursos sobre resiliencia y por sus excelentes publicaciones. En esta ocasión, ha sido posible que sus repletas agendas hagan un hueco y podamos disfrutar de la presencia entre nosotros de una de las dos voces representativas de Addima: Gema Puig Esteve. En las jornadas de Donostia nos hablará de la resiliencia aplicada a los equipos que trabajan con menores de edad, y en concreto de un tema fundamental: el autosaneado.

Aprovechando la visita que Gema Puig Esteve girará a Donostia, le he pedido una entrevista con el fin de que conozcamos mejor la labor de Addima y sepamos también sobre qué ejes versará la ponencia que ella impartirá en las IV Conversaciones. Elaboran las respuestas los dos como miembros de Addima y hace de portavoz Gemma Puig Esteve, quien estará en Donostia representando a la Asociación.

Les agradezco tanto a Gema como a José Luis que compartan generosamente su saber con todos/as nosotros/as sobre uno de los fenómenos más bellos que existen: la semilla resiliente que en todos/as puede brotar. Con muchas ganas de verle y escuchar a Gema en Donostia. 

El 6 de mayo se abrirán las inscripciones. ¡Ya falta cada vez menos!


1. Para las personas que no os conocen, presentaos en unas breves líneas. ¿Quiénes son Gemma Puig y José Luis Rubio?


Somos la cara visible de ADDIMA, sobre todo estos últimos años. Pero la esencia de ADDIMA se ha construido gracias a las aportaciones, reflexiones e ilusión de mucha gente que, sobre todo en los inicios, compartió una parte del trayecto con nosotras. Siempre nos ha movido el interés por dar a conocer lo que implica intervenir desde el paradigma de la resiliencia, y conectar entre sí a profesionales y proyectos que pueden aportarse mutuamente. 

Pareja artística que nos hemos nutrido el uno al otro hasta crear un estilo propio, una metodología particular. La magia surge cuando estamos los dos, porque nuestras formas de hacer y pensar son complementarias. En algunos momentos del trayecto hemos podido compartir con otras personas ilusión, cuestionamientos y propuestas. Y eso posibilita que ADDIMA sea un proyecto vivo. 

En lo personal, somos muy inquietos, en formación permanente, apasionados con las oportunidades de acompañar profesionales y equipos en ese redescubrimiento del potencial humano en aquellas personas con las que trabajan, incluso frente a situaciones tan dolorosas que nos resulta humanamente complicado no salir huyendo.

Cartel de una jornada sobre resiliencia organizada por Addima en Zaragoza.
Con una de las metáforas que mejor la definen creada por ellos, parafraseando a Arquímedes.

2. ¿Por qué decidisteis haceros psicólogos? 

Cada uno de nosotros hemos llegado de distinta manera y a distintos ritmos a la Psicología, pero a ambos nos ha ayudado a ordenar y estructurar nuestro conocimiento y nuestra experiencia. De hecho, seguimos estudiando mientras el cuerpo, la mente y el tiempo nos lo permiten. Lo que nos une es la búsqueda de explicaciones, el interés por conocer mejor lo que opera detrás de aquello que observamos en la práctica, y la inquietud por mejorar nuestras intervenciones. Algo que nos encanta es relacionar conocimientos dispares que acaban cobrando sentido al interpretarlos desde otro prisma. Cada uno aportamos un punto de vista y una experiencia distinta. Uno de nuestros lemas es “donde no llega tu neuronilla, llega la de tu amiguilla”. 

3. ¿Desde cuando os interesáis y dedicáis vuestra vida profesional al estudio y promoción de la resiliencia? 

En realidad al principio, hace uno quince años, era más una necesidad que un objetivo profesional. Descubrir que lo que intuíamos tenía nombre fue una revolución personal que tuvimos la suerte de poder compartir. El efecto contagio fue tan rápido, y lo que aportaba a los equipos era tan esperanzador, que nos fuimos autoformando para poder contar a otros profesionales nuestros hallazgos. Y así, poco a poco, nos descubrimos como “contagiadores de resiliencia”, casi sin planificarlo. Pero disfrutábamos tanto acompañando a quienes se acercaban en esa revisión y búsqueda de otra mirada que no podíamos dejar de hacerlo. Siempre como una parte extra, como un añadido a nuestros otros trabajos. Incluso después de constituirnos en cooperativa, hace tres años, el estudio y divulgación de la resiliencia sigue complementando el resto de nuestras ocupaciones profesionales.

4. Estarás, Gema, en San Sebastián en las IV Conversaciones... Estamos encantados y felices de tenerte con nosotros y de que Addima haya aceptado la invitación. El título de tu ponencia será: "Dame un punto de apoyo y moveré mi mundo. Autosaneado de los equipos que trabajan con menores". ¿Podéis hacer un resumen de lo que Gema vas a abordar? Tratad de que quien os lea se motive a ir a escucharte...

Llevamos ya unos años trabajando con equipos de profesionales que intervienen con menores, muchos de ellos en programas residenciales. Algo que comenzó siendo una demanda puntual frente a situaciones de desánimo, de pérdida de expectativas sobre las posibilidades de trabajar con diversos colectivos, ha ido conformándose paulatinamente como una oportunidad para acompañar a los equipos en la toma de conciencia de dos cuestiones que hemos visto fundamentales tanto en nuestra práctica profesional como en la suya:

La necesidad de implementar plantas de “reciclaje emocional” en los equipos, porque la tendencia es dejar que los residuos radiactivos que surgen en los contextos de alta emocionalidad en los que nos movemos se acumulen, sin recibir ningún tratamiento para su reciclaje, reutilización o eliminación. Hemos visto en equipos muy dispares que la gestión emocional no forma parte de sus recursos laborales, desaprovechando una de las herramientas más potentes y necesarias (al menos así lo hemos visto y sentido) en la intervención con personas que hacen tambalearse a nuestra lógica y a nuestras expectativas vinculares.

Por otra parte, hemos ido comprobando durante estos acompañamientos que en los equipos hay un desconocimiento e infrautilización de los recursos personales y del efecto multiplicador de ponerlo a disposición del equipo. Por eso acompañamos los procesos individuales y los grupales, partiendo de la toma de conciencia de sus potencialidades y de sus modelos de relación.

"Manual de resiliencia aplicada"
Todo lo que necesitamos aprender sobre resiliencia
en un didáctico libro de Gema y José Luis.

5. Tempus fugit es el lema del congreso. Con ello queremos aludir a que el neurodesarrollo no espera y que un niño necesita los nutrientes físicos y afectivos necesarios para un pleno desarrollo físico y psicológico. ¿Creéis que existe una verdadera concienciación social sobre estos periodos sensibles del desarrollo o por el contrario aún estamos muy lejos de darnos cuenta de ello y actuar en consecuencia y protegiendo al niño? 

Afortunadamente está habiendo una producción muy interesante y un gran empeño por trasladar los avances de la neurociencia a la tarea de quienes trabajamos con personas desde el plano educativo y terapéutico. Esto está revolucionando la manera de afrontar esta etapa tan plástica. Centrándonos en los profesionales con los que trabajamos, en nuestros contextos vemos que está cada vez más clara esa necesidad de protección que tú planteas. Pero también que resulta costoso traducir ese conocimiento en prácticas que garanticen un vínculo segurizante. Y muchas veces, como contaremos en las jornadas, el motivo es que no se explicita nuestra vinculación como herramienta de trabajo. Nosotros hablamos de conexión reparadora, en el sentido de que nuestra cognición social es una de las funciones cognitivas más desconocidas pero a la vez más útiles cuando acompañamos a personas que están siendo desafiadas, más aún cuando hablamos de niños y niñas.

6. ¿Cómo definiríais la resiliencia? Compartirnos una metáfora que en una imagen exprese lo que es. 

Pues hay muchas metáforas muy visuales que hemos ido escuchando en distintos escenarios desde que descubrimos por primera en Argentina de la mano de Néstor Suárez Ojeda, hace veinte años: la perla de la ostra, el ave fénix que resurge de las cenizas, el muñeco tentetieso... Todas ellas facilitan enormemente la comprensión del fenómeno.

A nosotros, quizá porque es algo que vemos todos los años, nos sirve mucho lo que observamos tras pasar el duro invierno en nuestros balcones. Pasamos meses viendo macetas aparentemente vacías, con la tierra reseca, que, aun siendo personas optimistas, apartamos a un lado pensando que en ellas ya no hay vida… hasta que una mañana, si no la has dado del todo por perdida y sigues confiando en que es posible, descubres que hay un brotecito, minúsculo, pero vivo. Y a partir de ahí surge una nueva planta, que aún pareciéndose a la del año anterior en esencia, no podemos decir que sea exactamente la misma planta… ha resurgido y se ha transformado. 

7. ¿Es posible que un niño traumatizado se proyecte hacia el futuro de una manera sana y constructiva y haga un proceso resiliente?

8. Un tutor de resiliencia puede marcar un antes y un después en la vida de un niño o un joven traumatizado. Si es así, ¿cómo podemos potenciarlo? ¿Qué podemos hacer?

Vamos a contestar estas dos preguntas en una, porque nos ayudará a clarificar alguno de nuestros planteamientos. En cuanto a la posibilidad de que un niño o niña que sienta esa agonía psíquica que nos hace “sentirlo” traumatizado haga un proceso resiliente, la experiencia, y las investigaciones avalan que es posible. Además, desde nuestro punto de vista, es precisamente esa proyección constructiva hacia el futuro la que nos da la pista de que ya está trascendiendo el dolor, y está comenzando a transformarlo. Entendemos que la posibilidad existe de manera connatural a nuestra esencia, pero ni los tiempos ni las manifestaciones son la mayor parte de las veces similares a las que esperaríamos quienes les acompañamos. Y el hecho de que no suceda lo que consideramos que tiene que suceder y además no sea en el breve instante de tiempo en el que nuestros caminos confluyen, nos lleva a pensar que no es algo posible. Como una autocrítica a nosotros mismos, solemos recordarnos que, aunque nos cueste reconocerlo, “hay vida más allá de nuestro recurso”. 

Y aquí es donde vemos fundamental rescatar la figura del tutor o tutora implícita de resiliencia, que posiblemente al tratarse de un encuentro casual, por no conocer esa condición de persona traumatizada, la ve como alguien con posibilidad de crear futuros que, a priori, son tan posibles como las de cualquier otra persona. Y es que el tutor o tutora implícita ve el futuro donde otras personas ven la agonía, porque no ve la barrera, porque le trata con dignidad, de igual a igual, de ser humano capaz a ser humano capaz.

Esto posibilita otra lectura sin un final conocido o predeterminado. Ni sabe de que va la película, ni tiene claro el final. Porque a veces, cuando conocemos los detalles, el daño, el dolor se inscriben en el imaginario, y si es compartido se colectiviza la identidad de esa persona como traumatizada.

Por otra parte, podemos hablar de personas que de manera explícita están disponibles y son capaces de generar un campo de seguridad, un vínculo, donde la otra persona comienza a volver a creer en ella misma, lo que le permite volver a la vida a partir de sus cenizas. Estos serían los tutores y tutoras explícitos de resiliencia. Y aquí encontramos a muchas personas que por su rol profesional están en primera línea y de manera consciente ejercen esa disponibilidad.

Bello libro de Gema y José Luis en el que
aprendes, emocionándote, sobre la tutorización de resiliencia.

9. ¿Qué no es la resiliencia para vosotros? ¿Corremos el riesgo de utilizar mal el concepto?

En las formaciones que impartimos comprobamos que existen distintas maneras de concebir la resiliencia (como rasgo, estrategia, proceso, paradigma). También que hay un conocimiento previo sobre la experiencia del ser humano de trascender la adversidad, aunque en muchas ocasiones no se le ha puesto nombre. Y encontramos lo que nosotros llamamos “superhéroes de barrio”, personas anónimas que constatan ese proceso de resiliencia.

Pero lo que más encontramos son planteamientos que toman una parte como el todo, y ahí es donde, a nuestro entender, se corre el riesgo de vanalizarlo. Por ejemplo, se asemejar la resiliencia al pensamiento positivo, defender que uno será resiliente si cumple unas indicaciones dadas, o plantear que “ser resiliente” es sinónimo de ser sano. Si algo hemos aprendido es que no se trata de defender posturas como verdades absolutas. Todas estas posturas son rescatables, pero insistimos, como parte de un todo. Por eso invitamos a quienes ponen el foco al hablar de resiliencia en un aspecto concreto, a dar un paso atrás para poder ver la escena completa, (hay un antes, un durante y un después de esa situación (adversidad) que ha generado la agonía psíquica en esa persona) y contemplar cual es el desafío, cuáles son los recursos de la persona y del entorno, cuál es el proceso y cuál es la transformación para poder contemplar la resiliencia en todo su explendor. 

10. ¿Qué habéis aprendido en todos estos años en los que venís trabajando y formando a equipos profesionales desde el modelo de la resiliencia?

Uno de nuestros principales aprendizajes es que hay aspectos esencialmente humanos, como la resiliencia, que están por encima de las disciplinas. De hecho, cuando conformamos ADDIMA no nos unía una formación académica, sino un interés por el ser humano y su posibilidad de trascender el sufrimiento, transformarse y transformar. También que nuestras experiencias y conocimientos, aparentemente poco relacionados con la resiliencia, eran un potencial que facilita nuestra autenticidad y coherencia entre lo que contamos y lo que hacemos. Somos especialmente insistentes (incluso pesadas) en este punto, pero sabemos por experiencia propia que la mirada de la resiliencia te implica y te cuestiona, y fieles a este planteamiento hacemos que nuestras formaciones contribuyan a generar esas pequeñas crisis que tanto enriquecen la práctica profesional , al ampliar el prisma para buscar posibles respuestas a los “casos contra pronóstico”.

11. ¿Vuestra cita favorita? 

“Mamá ¿quién conduce el tren de Hogwarts?” (el expreso que llevaba a Harry Potter a su escuela de magia). En realidad no es una cita, es una pregunta de hace unas semanas de uno de nuestros hijos. Pero resume lo que queremos que siga siendo ADDIMA: una oportunidad para cuestionarnos, para buscar otros caminos, para intercambiar esperanza realista, para promover buenas prácticas 

12. ¿Queréis compartirnos un momento clave de vuestra vida en términos resilientes?

La verdad es que, frente a toda la gente a la que hemos acompañado tanto profesional como personalmente, nuestras vidas no son nada extraordinarias. Claro que ambos hemos tenido experiencias dolorosas y momentos en los que, como decimos nosotros, el suelo tiembla bajo tus pies. Pero son parte de nuestra condición humana, y nos han hecho ser quienes somos. Eso si, ambos constatamos que en esos momentos hubo “un otro”, una persona que creyó en nosotros y nos ayudó a volver a la vida.