martes, 11 de diciembre de 2007

"La Navidad me deprime"

Es una frase que escucho con cierta frecuencia a mis pacientes. Parece que el ambiente festivo que se respira, los buenos deseos, el deber de sentirse feliz estos días, la hipócrita sociedad de consumo que nos desea lo mejor mientras nos lanza el directo mensaje de "compra, gasta", el tener que ser positivo, cantar y bailar, y hacer el bien a mi prójimo aunque el resto del año importe menos... Todo ello genera malestar emocional en determinadas personas.

Otras, por el contrario, han vivido acontecimientos trágicos (muertes, separaciones...) en Navidad y, por asociación, la aparición de estas fechas per se dispara la reacción emocional negativa y el deseo de que pasen cuanto antes para volver a la normalidad. O el hecho de tener que estar en familia con personas que me desagradan o detesto, haciendo una especie de paripé porque toca...

Como observarás, agudo lector, he puesto en cursiva, en las frases, los verbos tener, deber u obligar. Y es que, en mi opinión, ahí radica el quid de la cuestión: No hay porqué obligarse a nada, ni conducirse bajo la dictadura de los debería. Más que la Navidad en sí, lo que llega a perturbarnos son nuestras propias frases interiorizadas. Por ello, si te gusta la Navidad, no hay problema alguno. Disfruta. Si no, la actitud más sana es la de repetirse internamente: "Me gustaría que no fuese Navidad, pero tampoco es ninguna catástrofe, ni terrible, tan sólo es desagradable para mí y no tengo porqué sentirlo de otro modo"

Porque ya lo dijo Epicteto, filósofo, en el siglo V antes de Cristo, y ya ha llovido desde entonces y lo que postuló sigue vigente: No son los sucesos de la vida los que nos perturban, sino nuestra particular forma de interpretarlos.

¿Cuál es tu opinión al respecto?