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martes, 28 de mayo de 2013

"Como pienso soy" y "Educar sin castigar", dos fenomenales novedades bibliográficas

Hay dos novedades editoriales publicadas en Desclée de Brouwer que suscitan nuestro interés. Esta prestigiosa y señera editorial sobre diversos temas tiene una colección, dentro de los libros de psicología, llamada AMAE. En ella se publican libros dirigidos tanto al profesional como al público en general. Los libros de la colección AMAE destacan por su claridad expositiva, por la variedad de sus temáticas psicopegagógicas y por una equilibrada combinación de conceptos con aplicaciones prácticas de los mismos.

Vamos con estas novedades bibliográficas:

“Como pienso soy. Tratamiento para niños con dificultades de atención e impulsividad”, de Verónica Beatriz Boneta. Verónica estudió entre México, Italia y España, psicología y arte dramático, se especializó en psicología de la salud y expresión corporal, entre otros estudios. Después de trabajar muchos años con los peques en Italia decidió escribir todo lo que hasta ahora había aprendido con ellos. La propia Verónica se descubrió a sí misma un tanto impulsiva, con lo cual sabe de lo que habla, puede comprender a los niños y conoce cómo aplicar programas de tratamiento eficaces.

La reseña del libro nos dice: "Este libro es para todas aquellas personas que quieran ayudar a los niños diagnosticados con TDAH o DAH, o dicho de otro modo, con dificultades de atención y/o de impulsividad.

La mayoría de estos pequeños tienen dificultades para aprender a detener su pensamiento y controlar su conducta. De corazón tratan de hacer las cosas bien, pero les es difícil mantener su atención en una sola cosa o actividad.

La capacidad de cambio de cada ser humano es en sí motivo de esperanza y admiración. El amor es el motor que nos inspira a la vida, lo es TODO. Basándonos en esto, y partiendo de un conocimiento integral: mente, cuerpo y emociones, los niños logran entender el vínculo entre ellos y comprenden la manera en que influyen con su comportamiento y convivencia con los demás.

De igual forma, a través del arte y la psicopedagogía podrán tomar conciencia de sí mismos, aplicar y desarrollar las capacidades y habilidades necesarias para aprender a pensar con calma, controlar sus impulsos y expresar sus emociones de manera sana y asertiva. Esto incrementará en ellos el sentido de autosuficiencia, autoconciencia y autoestima, pilares fundamentales para un desarrollo evolutivo armonioso en el individuo."

Verónica nos ofrece un programa de intervención completo para trabajar con los niños los problemas de atención e impulsividad. A mí me ha encantado lo eminentemente práctico que es y la cantidad de técnicas y habilidades que se trabajan con el niño. Hace unas semanas me preguntabais cómo se pueden trabajar las funciones ejecutivas. En este libro vais a encontrar cómo hacerlo.

El entrenamiento en habilidades que Verónica nos presenta (casi todo el libro está dedicado a ello, proponiendo, además, materiales prácticos muy bien elaborados) está dividido en cuatro secciones:

1.- Entrenamiento en impulsividad y autocontrol.

2.- Talleres creativos. A través del teatro, la danza, la música y la pintura se trabajará la autoestima, la autoeficacia y la autoconciencia, tomando como base siempre el cuento y/o la fábula, la cual será analizada desde el enfoque cognitivo-conductual.

3.- Educación a los padres.

4.- Capacitación a los maestros.

Es un material totalmente recomendado y útil para psicólogos, pedagogos, psicopedagogos y maestros de pedagogía terapéutica.



La segunda novedad editorial que considero interesante y que entronca muy bien con lo que desde nuestro blog Buenos tratos propugnamos, es el libro titulado: Educar sin castigar. Qué hacer cuando mi hijo se porta mal”. Sus autores son Pilar Guembe y Carlos Goñi. Llevan 25 años dedicados a la enseñanza, durante los cuales han acumulado mucha experiencia tanto en el trato con padres como con alumnos. Pilar es pedagoga y trabaja como profesora y orientadora. Carlos es doctor en filosofía y escritor. Juntos imparten conferencias y asesoran en temas educativos.


El libro no es ningún alegato contra el castigo, no nos confundamos. Los niños necesitan consecuencias (pero que sean educativas) En la reseña del libro nos lo aclaran y nos exponen cuál es su filosofía educativa, fundamentada en hacer de la autoridad un elemento para ayudar a crecer a nuestros niños: "Educar sin castigar es posible. Pero para ello debemos cambiar nuestro estilo educativo. A golpe de sanción no se consigue nada, porque en educación nada se consigue a golpes. El castigo no ha de ser la norma, sino la excepción; no ha de ser ordinario, sino algo extraordinario.

Una dinámica de premios y castigos nos lleva a un punto muerto, o incluso de retroceso. La única forma de salir adelante pasa por cambiar de metodología. Si algo no funciona, es poco inteligente que continuemos utilizándolo. Probemos otras alternativas, como la motivación positiva, el diálogo, las consecuencias educativas sensatas o las estrategias para ejercer la autoridad; de todas ellas se habla en este libro.

Eso no significa que no hayamos de contar con los premios y los castigos; al contrario, debemos conocer muy bien su funcionamiento para llegar a no tener que utilizarlos, de modo que nuestro estilo educativo tenga como lema: la letra con cariño entra y haga posible educar sin castigar.

La misión que nos corresponde como padres tiene un alcance inconmensurable. Somos, parafraseando a George Steiner, cómplices de una posibilidad trascendente, pues en nuestras manos está lo que serán nuestros hijos, y de cómo los eduquemos dependerá en gran medida qué tipo de personas llegarán a ser."


Este libro es totalmente útil -y por lo tanto recomendable- para los/as padres y madres, y también para los profesores/as.

Hasta el próximo lunes, cuidaos /zaindu

lunes, 17 de diciembre de 2012

"La autoestima como fichas de póquer" Con esta metáfora el blog Buenos tratos despide este año 2012. Feliz navidad - Eguberri on!


Esta es la última entrada del año. Como quien no quiere la cosa, el año 2012 toca a su fin. Un año más Buenos tratos (el blog que con entusiasmo dirijo) ha estado con todos/as nosotros/as. Ya son cinco años naturales. Todavía me acuerdo de mi amigo Alberto Barbero hablándome en unas fiestas de San Marcial, en Irun, de lo que era un blog y las posibilidades que tenía (y sigue teniendo) Para mí está siendo una experiencia muy gratificante, y estoy aprendiendo de todos vosotros/as, a la par que escribir cada semana me motiva para leer, investigar y conocer más sobre este apasionante campo de la psicología (apego y trauma) 
Para celebrar este quinto aniversario de Buenos tratos, preparo un evento del que os hablaré a vuelta de vacaciones de Navidad, en enero de 2013. Todavía estoy diseñándolo, pero pronto podré anunciarlo.

Para despedir el año quiero compartir con vosotros/as esta preciosa metáfora que mi amiga María José Gorrotxategi (pedagoga y directora de la Asociación de Educadores Especializados de Gipuzkoa, una excelente educadora y persona comprometida con la infancia como pocas he conocido. Muchos niños de Gipuzkoa han encontrado en su institución, en su persona y en su equipo los recursos necesarios para crecer y rehacerse desde la adversidad) me envió por mail hace unas semanas. Creo que es un bonito cierre a este año, pues expresa -con una metáfora sencilla y clara, pero contundente y potente- lo que le ocurre a un niño o joven que tiene baja autoestima. Y los niños o jóvenes que tienen a sus espaldas una historia de vida traumática suelen tener afectada su autoestima porque tienen muchas dificultades para lograr una adaptación personal, social, académica, familiar…
No voy a explicarlo porque ya lo hace magistralmente su autor, Rick Lavoie, experto en educación especial. Él lo aplica a los niños con dificultades de aprendizaje. Bastantes de nuestros niños y adolescentes adoptados y acogidos suelen tenerlas. Ahora estamos a final de trimestre y acaba de finalizar la primera evaluación. Es posible que tú, padre, madre o educador, tengas a un hijo/a o niño/a o joven que ha suspendido bastantes asignaturas. Y te puedes preguntar: "¿por qué?" Te recomiendo que escuches a Rick Lavoie porque quizá lo que cuenta este educador te ayude a comprenderle.

Este vídeo nos ilustra, explica y enseña de manera sencilla muchas cosas en relación a los niños y jóvenes que tienen baja autoestima, el por qué de sus reacciones. Y encima estos menores han de competir con otros con alta autoestima; y, como Lavoie dice: “eso no es justo” También nos hace tomar conciencia de que nosotros podemos quitar muchas fichas, pero también podemos darlas. Es necesario que no olvidemos la frase final: “Todo chico que se cruce en nuestro camino, que tenga más fichas de póquer cuando se acueste que las que tenía cuando se levantó” A sabiendas de que muchas vivencias del pasado (y circunstancias y personas del presente también) pueden hacer que el niño o el joven pierda muchas fichas. Centrémonos en lo que saben hacer, en sus fortalezas, en sus habilidades y démosles muchas fichas. Las necesitan. Emotivo e impactante este vídeo. Pero en mi humilde opinión, es un fiel reflejo de lo que estos chicos/as sienten.
Os pongo el vídeo aquí. Está en Youtube (tecleando estas palabras: "autoestima fichas póquer"):

 
El blog Buenos tratos y su autor (quien escribe estas líneas) se van de vacaciones de Navidad. Quiero aprovechar este espacio y este momento en el que escribo para daros las gracias a todos/as y para desearos una Feliz Navidad y lo mejor para el año 2013. Buenos tratos regresa el 7 de enero de 2013. Los temas en los que nos vamos a centrar al iniciar el año van a ser: (1) el evento del que os he hablado y que estoy diseñando; (2) el libro de Ana Francia Iturregi, magnífico, titulado: "El niño y la niña adoptados en el aula" (3) el libro que publicaré en febrero de 2013 sobre la técnica de la caja de arena (4) Y proseguir con la psicoeducación para familias adoptivas y acogedoras.
Espero tener salud para poder seguir con este blog durante el año próximo, al tiempo que también os deseo salud para todos/as vosotros/as.

¡Un abrazo para todos/as y hasta el 7 de enero!
Gabonak ondo pasa eta urte berri on! Urrengo urtean, guztietarako osasuna opa dizuet. Eskerrik asko zuen arretagatik eta Tratu onak blog-a jarraitzeagatik. Elkar ikusiko dugu urtarrilan 7an. Besarkada bat!

lunes, 4 de junio de 2012

Entrevista en "El Diario Vasco" con motivo de la celebración de una jornada formativa con las familias adoptivas de Gipuzkoa de la Asociación Ume Alaia. Hablando sobre apego, resiliencia y adopción.

El pasado lunes la periodista Ane Urdangarin de “El Diario Vasco” (periódico que se lee mayoritariamente en Gipuzkoa) publicó una entrevista que tuvo a bien hacerme con motivo de mi participación en una jornada formativa, el pasado 18 de mayo, con las familias de la Asociación de Familias Adoptivas de Gipuzkoa Ume Alaia. La aparición de la entrevista se demoró unos días pero, al final, se publicó.

He quedado muy satisfecho con Ane Urdangarin por su excelente trabajo periodístico. Ha recogido muy bien lo que he pretendido transmitir. Os confieso que raras veces quedo contento con este tipo de entrevistas, pues al final dependes del trabajo de elaboración que el profesional haga. A veces no me gusta nada el titular o el subtitular que destacan. Otras veces descontextualizan la información que expones. Pero en, esta ocasión, sólo tengo palabras de agradecimiento y felicitación. Y son para Ane Urdangarin.

Como la entrevista no se publicó en edición electrónica y sólo se podía leer comprando el periódico (muchos vivís fuera de Gipuzkoa y Euskadi), esta semana me ha parecido interesante dedicar el post a que podáis leer lo que expongo en la misma porque creo que os puede resultar orientativo y práctico. Para todos/as los padres y las madres, y también para los profesionales, he transcrito la entrevista que dice, literalmente, así:

Titular: “No poner límites a los niños es tan negativo como no darles afecto”

Subtítulo: “El apoyo de los padres y del entorno social ayuda a los niños a  rehacerse ante la adversidad”

ANE URDANGARIN. SAN SEBASTIÁN. Los niños cuentan con recursos para hacer frente a las adversidades, pero para desarrollarlos necesitan del acompañamiento de adultos que les brinden apoyo y afecto. El psicólogo donostiarra José Luis Gonzalo Marrodán ha dedicado buena parte de su vida profesional al tratamiento de niños víctimas de malos tratos para la Diputación y también atiende a familias con niños adoptados. De cómo ayudar a los chavales para que sepan rehacerse ante la adversidad habló recientemente en una jornada organizada por Ume Alaia, la Asociación de Familias Adoptivas de Gipuzkoa.

¿Cómo le enseñamos a un niño a enfrentarse a la adversidad?

Los niños lo que necesitan fundamentalmente es un adulto que les acompañe y acepte de manera incondicional. Creo que es algo que nos cuesta muchísimo a todos los adultos, porque tendemos a confundir la persona con la conducta. Podemos estar en desacuerdo con muchas cosas que los niños hagan, pero hay que darles ese mensaje de aceptación incondicional, decir: “yo te reconozco en tu valía, preservo tu autoestima, pero al mismo tiempo soy capaz de decirte que las conductas que haces no me gustan, no son positivas y te voy a ayudar a cambiarlas” El hecho de que eduquemos a los niños quiere decir que les vamos a ayudar a superar las dificultades y las conductas problemáticas, pero tenemos que preservar la aceptación incondicional de la persona, porque los niños que resultan más resilientes, aquellos que son capaces de funcionar bien en contextos de adversidad, son los que han tenido una persona en su vida, o dos, si los padres son pareja, que les han acompañado y les han aceptado de modo incondicional.

¿Cuándo decimos adversidad, de qué estamos hablando?

Tenemos que incorporar la visión de la adversidad a la vida, porque quizá podemos pensar que hablamos solo de cosas puntuales muy impactantes, pero también hay pequeñas adversidades, incluso eventos que corresponden al hecho de vivir y existir, como afrontar la muerte de seres queridos, una repetición de curso… Cualquier acontecimiento vital que forma parte de la existencia. En principio se pensaba que afrontar la adversidad era una cualidad de personas con características un tanto especiales, y ahora lo que se está viendo es que tanto los niños como los adultos pueden enfrentar esas adversidades de la vida cotidiana siempre y cuando cuenten con contextos de apoyo. Con los niños es fundamental proveerles de una red de apoyo: profesores, padres, terapeutas… De hecho, la mayoría de la gente que se recupera bien cuenta con una red social que le ayuda.

¿Cómo se puede disminuir el riesgo y potenciar la capacidad de afrontar las dificultades?

Para mitigar los riesgos tenemos que intentar que los niños tengan vínculos ricos, apego con los padres, una relación segura, confiable y de empatía. Eso hace que desplieguen más sus capacidades. Es muy importante también que cuando llegue a la edad de la socialización consigan integrarse en grupos de amigos, logren disfrutar de las relaciones sociales, de las redes de amigos… Las personas que mantienen vínculos sociales son más resilientes.

¿Más recomendaciones?

Es importante fijar los límites, que sean claros y firmes. Muchas veces los padres tienen problemas para fijarlos, y eso es tan negativo como no ofrecerles afectividad. Hay que equilibrar tanto el control y los límites normativos como el afecto que damos a los niños. No hay afecto sin límite ni límite sin afecto. Y cuando ponemos un límite se lo tenemos que decir de una forma clara, sin perder el control. Muchas veces pensamos que con un castigo o un grito vamos a conseguir un efecto mayor y quizás lo que conseguimos es agravar el problema, porque los niños nos ven como personas que nos descontrolamos, no ofrecemos un buen modelo. Además, no solo hay que tirar del castigo, sino que muchas veces calmándonos nosotros y calmando al niño, hablando y ayudándoles a reflexionar, se consigue también que vayan interiorizando límites. Se trata de explicarle lo que puede y no puede hacer, y si ve que al mismo tiempo se le acepta incondicionalmente, a pesar de sus comportamientos negativos, hace que vaya interiorizando las cosas de forma más natural.

Parece de sentido común…

Creo que tenemos que tratar de dedicarles tiempo para enseñarles a funcionar en la vida. Quizás estamos demasiado preocupados en que se hagan muy competentes, tengan muchas actividades extraescolares, y no fomentamos la autonomía y que aprendan habilidades más cotidianas, de la vida diaria, que sean chavales que sepan solucionar problemas, que sepan gestionar el dinero, hacer encargos, que aprendan a responder ante una dificultad con un niño ante un conflicto… También destacaría la importancia de que los niños encuentren su lugar, que se les pueda dar un contexto de participación significativa en el que desplieguen su talento y se sientan a gusto, como puede ser el deporte, la música…

¿Los niños adoptados necesitan un apoyo extra?

Los niños que no han sido adoptados también pueden llegar a necesitar un apoyo extra, pero digamos que los adoptados tienen especificidades propias. Algunos, no todos, pueden provenir de situaciones de abandono con carencias prolongadas, malos tratos… Tenemos que ser conscientes de que normalmente esos niños necesitan un recorrido más largo que los niños sin esas vivencias, porque pueden tener incluso problemas traumáticos, más dificultades para regular sus emociones, de comportamiento, son más inseguros. Todo esto está muy relacionado con los primeros años de vida, un periodo muy importante en la configuración del desarrollo neuronal, y si ahí no se vive una experiencia de apego seguro, ese lazo que nos une a un cuidador que nos cubre nuestras necesidades, que empatice y nos dé seguridad, ese niño puede crecer con mayores dificultades. De ahí la importancia de que los padres adoptivos se formen y se preparen para saber actuar adecuadamente.

Junto a Óscar Pérez-Muga ha escrito “¿Todo niño viene con un pan bajo el brazo?”, una guía didáctica para padres adoptivos con hijos con trastornos de apego.

Explicamos que el niño se adapta a lo que el cuidador le ha ofrecido. El niño tiene varias opciones, como trajecitos que se pone: si ha tenido un cuidador rechazante, la estrategia del niño será ser evitativo; si el cuidador es más absorbente, el niño se vuelve más ambivalente; y los que han vivido situaciones de mucho terror, son de apegos desorganizados, que a veces se aproximan y a veces se alejan, y pueden ser controladores o excesivamente complacientes. Por eso sus padres adoptivos tienen que aprender a identificar el perfil de apego, que les dará pistas para saber cómo trabajar.


En los casos de infancias muy duras, ¿se consigue revertir la situación?

A esos padres el mensaje que les transmitiría es que si son capaces de hacer el trabajo de acompañamiento y de contención, de aceptación incondicional de ese niño, según la experiencia que tenemos en terapia con menores muy traumatizados y con muchos problemas de vinculación, a la larga esos niños van a salir adelante. Pero para eso es fundamental que los padres se conviertan en tutores de resiliencia, que valoren que el niño es un héroe, que ha sido capaz de afrontar situaciones de vida muy duras que los adultos no sabemos si seríamos capaces de sobrevivir, y trabajar con ellos día a día. El tutor debe ser capaz de permanecer, de seguir y de no rendirse.

No parece un trabajo sencillo…

Por eso hay que tener las mejores evaluaciones de la capacitación parental para hacerse cargo de los niños desprotegidos, porque los padres han de ser conscientes de que la adopción es una medida para toda la vida, que no vale la marcha atrás. Es tu hijo para siempre y hay que concienciar a los padres de los daños que pueden traer esos niños. Y ofrecerles un apoyo postadoptivo más intenso. Es cierto que hay adolescentes difíciles de manejar, pero puede ser muy gratificante, porque además estos niños tienen unas cualidades humanas que muchas veces te dejan sorprendido: lo mucho que agradecen cualquier gesto, lo incondicionales que pueden ser, lo dispuestos que están a colaborar…

El Diario Vasco, lunes 28 de mayo de 2012. Sección Al Día – Educación. Página 4


La semana que viene regreso con una entrada dedicada a los profesores, pues he descubierto un material muy útil y práctico.

lunes, 27 de febrero de 2012

Preguntas que sugiero deben hacerse las familias adoptivas y acogedoras para fomentar la resiliencia en sus hijos/as (II y final)


Continuamos esta semana con el modelo mixto de resiliencia de Henderson y Milstein (resiliencia en la escuela) Como ya os dije, este modelo (entre otros) es referenciado y explicado en el libro de José Luis Rubio y Gema Puig titulado: “Manual de resiliencia aplicada”

Aunque el modelo está diseñado para el ámbito escolar, me parece que se puede aplicar al de las relaciones familiares, y a partir del mismo podemos promocionar la resiliencia en seis pasos.

La pasada semana nos dedicamos describir los tres primeros pasos y, desde ellos, desarrollé una serie de preguntas que podemos formularnos para reflexionar y tomar conciencia de si estamos potenciando o no la resiliencia de los niños, en especial de los adoptados y acogidos. Los tres primeros pasos estaban encaminados a dilucidar si potenciamos los factores que pueden mitigar el riesgo.

Hoy nos centramos en los elementos que están presentes en las personas que se sobreponen a la adversidad.  Plantearé unas cuantas preguntas a las  que  podemos autorespondernos y concluir acerca de qué necesitamos cambiar para ayudar, como tutores de resiliencia (personas que acompañan a los niños en su proceso de crecimiento y transformación personal desde la aceptación incondicional, ayudándoles a recuperar un desarrollo resiliente a pesar de haber vivido experiencias de vida duras durante los primeros meses o años de vida) Todo esto requiere trabajo, paciencia, esfuerzo y es, como comentamos, un proceso a potenciar a lo largo de la vida de nuestros niños y niñas.

Elementos que tenemos que tratar de hacer presentes en los niños y que favorecen que éstos se sobrepongan a la adversidad:

Brindar apoyo y afecto: ¿Somos incondicionales hacia nuestros hijos, respetando siempre el valor de la persona y refiriéndonos siempre a las conductas que deben de cambiar y no juzgándoles y condenándoles como personas? ¿Les proporcionamos afecto, a cada cual según lo reciba bien de acuerdo a su perfil de apego? Los niños evitativos con saber que estamos disponibles y darles una palmada en la espalda o un choque de manos servirá para que no se sientan invadidos pero noten nuestra presencia. Los niños ambivalentes necesitan reafirmación de que les queremos, aunque se lo tengamos que decir una y otra vez y darles mil abrazos y besos si los necesitan. Los de apego desorganizado, según el momento por el que atraviesen y según hacia dónde se hayan orientado como tendencia. Necesitarán ambas cosas y a veces querrán acercarse y buscarán nuestro afecto y otras necesitan que nos situemos a distancia.

¿Les felicitamos, animamos, apoyamos emocionalmente usando la empatía y los mensajes que transmitan que sentimos que les sentimos? Por ejemplo, si hubo un suspenso en un examen, antes de pensar en consecuencias, ¿sabemos valorar su esfuerzo y les decimos: "siento que te sientas mal por haber suspendido?" O cuando los niños adoptados nos revelan su rabia por el abandono sufrido y no tenemos muchas veces respuesta sobre qué pudo pasar con exactitud en su vida para que ese abandono se produjera, ¿les devolvemos un “siento que sufras”; “siento no poder tener respuestas; “con nuestro cariño transformarás tu dolor?"

¿Les apoyamos lo suficiente y les ayudamos en sus dificultades o les presionamos porque queremos-que-sean- como- los-demás sin darnos cuenta de que ese niño es ese niño, con un valor único, original e irrepetible y a valorar solo por ser persona? ¿Nos lanzamos en seguida a la aplicación de consecuencias pero obviamos el pensar cómo les podemos ayudar? ¿Nos planteamos hasta qué punto pueden solos y hasta qué punto les exigimos imposibles? ¿Estamos atentos a sus cualidades y las reseñamos y se las hacemos notar diciendo lo orgullosos que nos sentimos por ello?

Brindar oportunidades de participación significativa: ¿Les damos un lugar en el mundo comunitario donde residen en el que puedan hacer alguna actividad de la que se sientan orgullosos y les proporcione autoestima? ¿Nos preocupamos de que en el colegio sea respetado y aprenda a respetar a los demás mediante la colaboración con los profesores a través de medidas que promuevan la reparación cuando ha hecho algo que ha perjudicado a los demás? ¿Es aceptado por el grupo de clase? ¿Es demasiado inhibido o, al contrario, impulsivo en sus relaciones? ¿En cualquiera de los dos casos, ¿qué se puede hacer para que no repercuta en su participación social? ¿Trabajamos con el niño la empatía y la conciencia moral? Incluso si el niño tiene grandes problemas de integración, ¿hacemos una lectura desde los condicionantes de su historia de vida como causa explicativa más plausible de las dificultades actuales para la socialización? ¿Tendemos a apartar de los grupos a los niños enseguida, cuando su comportamiento social es negativo e irrespetuoso? ¿O lo que quizá necesita es un educador que esté próximo a él y regule sus relaciones interpersonales enseñándole? Esto es tiempo dentro en vez de tiempo fuera del grupo.

Establecer y transmitir expectativas elevadas: Las expectativas han de ser a la vez, realistas, para que cada niño pueda mostrar su potencial y recursos en aquello que su nivel de desarrollo madurativo se lo permita. ¿Cuáles son nuestras expectativas hacia nuestros hijos? ¿Pueden los niños llevar adelante las mismas y con cuánta ayuda? ¿Esperamos solo modificaciones internas en el niño para que cumpla las expectativas o adecuamos las situaciones familiares para que pueda llevarlas a cabo? ¿Aceptamos en verdad las limitaciones y déficits de nuestros hijos? Como padres, ¿qué esperamos de nuestro hijo? ¿Somos capaces de exigirles razonablemente y de acuerdo a sus posibilidades?

Como ya comentamos la semana pasada, podéis vosotros formular más preguntas para cada uno de los pasos y compartirlas con todos.

Espero que estos dos posts os hayan ayudado a pensar y reflexionar acerca de si estamos en un camino de fomento de resilencia hacia nuestros hijos y niños. Nos necesitan a todos pues como ya habréis leído, “se necesita a toda la tribu para educar a un niño”

Estoy convencido de que en muchos aspectos estaréis caminando y educando a vuestros hijos/as en la resiliencia, pero quizá en otros aspectos podáis necesitar fomentar alguno de los pasos que aquí hemos mencionado. Si os ha aportado elementos y respuestas (u otras preguntas) relevantes y nuevas que pueden favorecer la resiliencia, habremos conseguido una autoevaluación de nuestra tarea como educadores y de ahí, los cambios que se puedan necesitar, en un eterno proceso de reflexión-acción.

El libro "Manual de resiliencia aplicada" da mucho de sí, como habéis visto, y a él volveremos en más de una ocasión porque tiene contenidos que podemos usar para, como el título dice, aplicar la resiliencia.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Tics, onicofagia y malos tratos en la infancia

Escribo esta entrada para hablar de un tema que me ha propuesto una madre adoptiva que observa que su hijo presenta distintos tics nerviosos y, además, se muerde las uñas y se arranca los padrastros o pellejitos de las uñas hasta hacerse heridas. Me preguntaba si existe una relación entre experiencias de malos tratos y abandono en la infancia y estas conductas.

Vaya por delante que padecer trastorno de tics, o morderse las uñas o arrancarse los pellejos son unas conductas que se pueden dar sin presentar antecedentes de malos tratos en la infancia.


Reflexionando sobre la propuesta de esta madre, empecé a recordar a los pacientes (niños y adolescentes) que han pasado a lo largo de los años por mi consulta y reparé en que, en efecto, muchos se mordían habitualmente las uñas y se arrancaban los pellejitos (se hacían heridas verdaderamente importantes, este dato merce ser destacado porque, como veremos más adelante, sugiere tensión psíquica interna) Sobre los tics, no lo he observado tanto, recuerdo menos casos (por ejemplo, traté hace unos años a un adolescente con Trastorno de Gilles de la Tourette, un trastorno de tics grave que implica múltiples tics motores y verbales; está asociado a otras patologías como el Trastorno obsesivo-compulsivo, Hiperactividad… Curiosamente, este joven tenía antecedentes de violencia doméstica)

He encontrado en esta página de internet una definición que me ha gustado sobre tics: Un tic es un movimiento o gesto súbito, de corta duración y repetitivo que típicamente mimetiza algún aspecto de la conducta normal. Los niños suelen atribuirles un carácter involuntario, mientras que los mayores y los adultos, a menudo los describen como asociados a un impulso somatosensorial no deseado que se ve momentáneamente aliviado mediante la realización del mismo.
Los tics pueden ser motores o verbales (movimientos de la cabeza, cuello, hombro…) o verbales (vocalizaciones de sonidos, palabras…) También pueden ser transitorios o crónicos.

Como podéis leer, respecto a las causas, aparte de los factores genéticos, que juegan un papel, también citan -entre los ambientales- al estrés. De todos modos, sobre este tema de la genética/ambiente, hace un tiempo hablamos en unas cuantas entradas sobre unos artículos interesantísimos que se habían publicado en la revista Mente y cerebro. En ellos, se hablaba de la epigenética, una nueva ciencia, que explica cómo los genes pueden modular su manifestación y expresión de acuerdo a las influencias ambientales. Lo importante es la resultante de esta interacción. El artículo en Mente y cerebro explica con mucho detalle la complejidad que supone la interacción genes/ambiente. Esta ciencia es apasionante y a lo largo de los años se irán conociendo cuáles son los mecanismos epigenéticos, aún desconocidos en muchas enfermedades y trastornos.

Los niños víctimas de malos tratos (físicos y emocionales) y abandono (físico y emocional también) están en riesgo de padecer cualquier tipo de patología. La literatura científica agrupa las patologías o trastornos clínicos -en el caso de los niños-,  en si éstos son más internalizados (ansiedad, depresión…) o más extrernalizados (trastorno de conducta, hiperactividad, agresividad…) Los tics y el morderse las uñas (onicofagia) o arrancarse los pellejos entrarían en la esfera de los externalizados. Y, probablemente, no será la única alteración o trastorno que el niño o el joven presentará. Lo más seguro se manifestarán dentro de trastornos de ansiedad, hiperactividad, trastornos del desarrollo, del estado de ánimo… Es lo que se denomina comorbilidad: la co-ocurrencia de dos o más trastornos en una persona.
Los niños y adolescentes que han sufrido malos tratos o abandono son más vulnerables a presentar casi todos los trastornos. Cada persona es un mundo, con su herencia genética, su temperamento y su historia de vida (en todos los casos antecedentes de maltrato y abandono en distintos grados: leve, moderado, severo; unos de una manera más puntual, otros como una durísima experiencia a lo largo del tiempo) He podido comprobar, como digo, que con antecedentes de malos tratos y abandono pueden surgir todo tipo de patologías (aunque conviene dejar claro que la experiencia del maltrato no es el único factor, existen otros, específicos para cada patología, que también inciden en la aparición de la misma), no sólo las más graves sino también las consideradas menos graves: ansiedad generalizada, trastorno depresivo mayor, trastorno bipolar, hiperactividad, trastorno de conducta (éstos entre los más frecuentes), trastorno obsesivo-compulsivo, trastornos de la eliminación (enuresis, encopresis), trastornos de la conducta alimentaria (bulimia, atracones…), trastornos psicóticos (esquizofrenias precoces, trastorno delirante), trastornos disociativos, trastorno de tics, trastornos del desarrollo, consumo de sustancias, trastorno del control de los impulsos, trastornos psicosomáticos… Y, como denominador común a todos ellos, el que Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan denominan el trastorno de los trastornos: el trastorno del apego reactivo severo o alteraciones en la vinculación (evitativa; ansioso-ambivalente; desorganizada) Es todo el ser del niño, su manera de sentir, relacionarse y pensar el mundo y a los demás el que queda afectado por el impacto de los malos tratos. El comportamiento violento y la posibilidad de entrar en el ciclo de la violencia en el futuro (el maltrato se asocia con la posibilidad de poder manifestar conductas violentas en la vida adulta) es otra de las consecuencias nefastas. Lo cual sugiere que la capacidad empática puede quedar afectada.

En el caso de los tics, sabemos que el estrés es un factor importante en el desencadenamiento y en el mantenimiento de los mismos. ¿Existe mayor estrés que el de ser abandonado o maltratado? Evidentemente, los tics pueden asociarse a estas duras experiencias infantiles y las mismas constituirse en factores de vulnerabilidad que, en interacción con otros factores internos y externos al sujeto, causen la aparición del trastorno por tics. Y si, además, para que los tics desaparezcan -o mejoren con el tratamiento- es importante la gestión del estrés cotidiano, nuestros niños adoptados o acogidos (que suelen provenir de otro país; han de aprender otro idioma; adaptarse al colegio; estudiar y rendir; hacer amigos y conseguir ser aceptado por ellos; concentrarse; agradar a la familia; controlar su comportamiento y sus impulsos; elaborar su historia de vida; enfrentar sus orígenes…), ¿van a estar sin factores estresantes? Vamos, que tienen un gran desafío y pasan por muchas situaciones y eventos de vida que les estresan. Teniendo unos cimientos debilitados, es más complicado saber manejar el estrés; es por ello que los tics se convierten en una forma de poder canalizar la ansiedad que viven ante ese estrés. Por ello, en las etapas en que éste es menor o aprenden a manejarlo, los tics disminuyen. Pero aprender a regularse emocional y conductualmente es su gran desafío, les lleva tiempo. 

La onicofagia o arrancarse los pellejos son actos que creo les permite canalizar la agresividad y/o la culpa interna y/o las tendencias autopunitivas. Mucha de esta tensión acumulada se desplaza hacia esa zona en el acto de “morder” o “arrancar”. Esto está sujeto a muchas interpretaciones. No soy demasiado amigo de las interpretaciones. Pero algo que me han ratificado muchos niños y jóvenes (por eso lo pongo, porque ellos lo han reflexionado así con mi ayuda) en su trabajo terapéutico es que la dura experiencia de ser maltratado (vejado, insultado, despreciado, ignorado…) durante mucho tiempo por seres que son tus padres o familiares (esto es aún más grave que si el maltratador es ajeno a la familia) y de los cuales esperas que te quieran y te cuiden, les hace sentirse alienados. “Yo me sentía como un trapo”, me dijo una vez una joven. “Eso no se le hace ni a un animal”, me dijo otro joven. La peor herencia del maltrato es la afectación al apego y a la manera que tienes de verte. Daña severamente tu autoconcepto y al final terminas definiéndote tal y como los demás te han definido y considerado. Por ello, muchos piensan y sienten que se merecían el maltrato, se sienten culpables. Y la culpa es lo peor, es un cuchillo interior. De ahí que la agresividad sea una de sus respuestas típicas. En el caso de morderse las uñas es un síntoma que indica un modo de canalizar esa autopunición interior que se traduce en una tensión que se descarga en el morder, arrancar… hasta hacerse daño. Morderse y hacerse daño guarda relación con el autocuidado. Si crees merecer ser maltratado, te autocastigarás y no te autocuidarás. Y una forma de hacerlo es mordiéndose los pellejos o arrancándoselos hasta sangrar.

Es también cierto que la moderna neurociencia ha descubierto que hay personas que la única manera que han aprendido a liberar emociones y vivencias no integradas en el cerebro/mente es mediante las autolesiones. Morderse y arrancarse los pellejos es un modo de autolesionarse. La autolesión produce la liberación de unas sustancias, opioides internos, que a pesar del daño actuarían después como autocalmantes y pueden producir que la persona no pueda evitar engancharse a estas conductas. 

El tratamiento psicoterapéutico centrado en el apego va consiguiendo, entre otras muchas cosas, que el niño modifique (lentamente) su autoconcepto y el síntoma (tics, morderse uñas...) irá mejorando. Una forma de trabajar este problema es de un modo indirecto: mediante el tratamiento de su autoconcepto, tratando la ansiedad y la culpa de base, a través de una relación terapéutica que le permita experimentar otro tipo de adultos que le miran y consideran de otra manera… O, a veces, los tics, según su gravedad, pueden requerir un abordaje directo mediante técnicas conductuales. En el caso del Trastorno de Gilles de la Tourette se puede necesitar  de un abordaje multidisciplinar (psiquiatra) en base a farmacología porque el cerebro puede estar afectado funcionalmente.

Ocurre que los niños con antecedentes de malos tratos no suelen presentar los tics o la onicofagia como problemas únicos. Suelen manifestar, desgraciadamente, muchos otros problemas (emocionales, conductuales, relacionales, de desarrollo, sociales...) por lo que -ya lo sabemos- el tratamiento ha de ser integral y establecer prioridades.

Siempre insisto en lo mismo: con paciencia y ayudas familiares, médicas y psicoterapéuticas, así como con la maduración cerebral, los niños van evolucionando positivamente de este problema y de otros.

Imagen cogida de www.buenasalud.net

jueves, 25 de noviembre de 2010

Programa "Por los buenos tratos", del Gobierno de la Rioja, excelente material para trabajar con los/as niños/as

Yolanda Avila, colega bloguera, me ha enviado una buena picada en forma de materiales para trabajar con los niños/as. Ella es educadora, tiene un interesante, útil y atractivo blog titulado: Hablemos de la infancia, y me impresiona como una persona reflexiva, atraída por el tema de la infancia en general y de la protección a los niños en particular, inquieta y siempre motivada por encontrar y buscar nuevas propuestas (libros, materiales, películas, artículos, documentos…) que nos enriquezcan y nos mejoren como personas y profesionales que trabajan con los niños/as, nuestra razón de ser. Os recomiendo que visitéis su blog.

Me envía las direcciones en la web de unos materiales editados por el Gobierno de la Rioja, en base a un programa titulado: "Por los buenos tratos". Si este blog se titula Buenos tratos, ¡cómo no nos va a interesar todo lo que tenga que ver con este tema! Si además viene de La Rioja, aún más (tengo raíces en esta tierra) Bueno, esto ya a nivel de anécdota. :)

Los he revisado y se me antojan materiales muy bien diseñados y elaborados para trabajar con los niños y niñas desde el ámbito escolar. Bien construidos desde el punto de vista didáctico, el profesor/educador puede encontrar en ellos, en torno a cada temática, una presentación de la misma, objetivos a desarrollar y actividades (cómo trabajarlo con los niños/as) y técnicas que son idóneas para la consecución de los objetivos. No soy pedagogo, ni mucho menos especialista en didáctica, pero mi valoración desde mi saber, es positiva. Todos andamos necesitados de materiales, y en particular los profesores es algo que demandan mucho, sobre todo con diseños de calidad, y éstos lo tienen. Además, pienso que la promoción de los buenos tratos encuentra en la escuela el encuadre y ámbito de convivencia más apropiado para hacerlo. Es en estas edades donde se cuece todo, la etapa de la vida en la que hay que trabajar para que los niños y niñas, hombres y mujeres del mañana, interioricen el modelo del buen trato.

Son varias áreas de trabajo, como decimos, que forman parte de un programa titulado "Por los buenos tratos". Están diseñadas para que toda la Comunidad de la Rioja se implique y en particular los profesores y padres, pues está concebido, como hemos referido más arriba, para aplicar y trabajar con los menores en la escuela. Forma parte de una temática o área llamada transversales, esto es, no son asignaturas sino temáticas y aspectos fundamentales para la vida que atraviesan todo el currículo escolar del niño desde la Educación Infantil hasta la Secundaria.

En la presentación de los materiales, nos lo explica Sagrario Loza, Consejera de Juventud, Familia y Servicios Sociales, literalmente así:

El “Programa de Buenos Tratos” está financiado por el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, a través del Instituto de la Mujer y por el Gobierno de La Rioja, a través de la Consejería de Juventud, Familia y Servicios Sociales, con la colaboración de la Subdirección General de Ordenación e Innovación Educativa, al estar enmarcado dentro de la línea de la transversalidad.

Es un programa de coeducación dirigido a los niños y las niñas de nuestra región, en el que se trabajarán aspectos tan importantes para el crecimiento personal como son la potenciación de la autoestima, la adquisición de estrategias de resolución de conflictos de forma no violenta y la de destrezas de comunicación interpersonal.

Educar en igualdad, respeto, tolerancia, solidaridad, aceptación y dignidad, son valores que debemos reforzar para conseguir una sociedad más justa. Prevenir, además, conductas con signos de violencia, permite alcanzar unas mayores cotas de bienestar en nuestra comunidad.

Nos encontramos ante un proyecto ambicioso, un reto que el Instituto de la Mujer pone en nuestras manos y cuyo éxito va a depender de todas las Instituciones que participamos en el mismo y, fundamentalmente, de los profesores y las profesoras de La Rioja, y las familias de los niños y las niñas, que con su labor diaria van a contribuir no sólo a la consecución del objetivo final sino también a que el proyecto sirva como punto de referencia para su implantación en otras Comunidades Autónomas.

En este proyecto todos y todas somos necesarios/as. Por ello, agradezco vuestro interés y participación.

Os dejo los enlaces donde podéis acceder a algunos de los materiales:









Agradecer a Yolanda Avila esta aportación, esta picada de calidad.



jueves, 4 de noviembre de 2010

Autoconcepto y problemas de conducta en los hijos/as adoptados/as

Uno de los problemas que suelen presentar los niños y niñas adoptados, sobre todo los que lo han sido en la segunda infancia soportando en su mochila, durante años, la dura carga del maltrato y/o el abandono, son las alteraciones del comportamiento, que desde nuestra óptica son siempre consecuencia de trastornos del apego.

Quiero ofreceros una reflexión creativa de mi amigo y colega Óscar Pérez-Muga: Los padres adoptivos, desde su referencial, tratan de aplicar las pautas educativas que ellos consideran adecuadas: si el hijo/a se comporta mal: le reprenden, le castigan (por ejemplo, sin la videoconsola) le explican, dialogan con ellos/as...

Pero en ocasiones, las conductas que los niños/as pueden presentar son altamente perturbadoras para el adulto. Pueden ser comportamientos oposicionistas (discutir, negarse, resistirse a cumplir una orden, faltar al respeto al adulto, mentir, hacer lo contrario…) que mantenidos en el tiempo, minan la paciencia de los padres y madres adoptivos/as. Otras veces, no saben qué hacer ante esas conductas, les desbordan y pierden la calma. “Nada parece funcionar “No sé qué hacer” “Reconozco que me altero, pero es que me saca de quicio” Existen muchos tipos de adultos: los hay más calmados, tranquilos y los hay que se crispan más fácilmente. La autotranquilización es un aspecto que debemos trabajarnos todos y todas los que convivimos con estos/as niños/as: padres, madres, maestros/as, educadores/as, psicólogos/as... Es un requisito indispensable.

De cualquier manera, con perfiles de niños/as con severos problemas de conducta, no es extraño que el padre o madre desbordados, respondan con frases como: “eres un desastre” “así no vas a ninguna parte” “eres malo” “eres un loco peligroso” e incluso peores. Muchas veces el castigo agrava las cosas porque gatilla la rabia del dolor asociado al maltrato. Además, no se benefician del mismo porque muchos niños/as no hilan causa-efecto. Otros/as no aprenden de las pautas tradicionales de modificación de conducta porque tienen una limitada capacidad de mentalización, para comprender que el otro tiene una mente diferente con pensamientos, ideas, sentimientos... De ahí las dificultades con la empatía y de ahí que se sientan más atacados y maximicen las estrategias negativas aprendidas para hacer frente a las amenazas reales o percibidas, pues en un entorno amenazador vivieron y trataron de sobrevivir
Se suele empezar a tratar de cambiar las conductas con los procedimientos o disciplina que cada uno utiliza según su referencial y su saber. Y, además, como comento, se tiende a descalificar al niño o niña con mensajes negativos (en la creencia de que estos mensajes, junto con la disciplina, harán que cambie) que van generando un autoconcepto de niño o niña malo o mala que se va gestando a lo largo del tiempo. Ese autoconcepto será fruto del espejo que el adulto le ha ido devolviendo a su hijo/a a lo largo del tiempo. Y progresivamente, gran parte de la identidad, de quién soy yo, se construirá desde la convicción de creerse esas etiquetas que ha ido interiorizando en la relación con los padres y madres. Y al llegar a la adolescencia, con la crisis y los cambios que esta etapa supone, estallará una auténtica bomba de rebeldía, enfrentamientos, desencuentros y en el peor de los casos, la persistencia en comportamientos destructivos o autodestructivos.

Al etiquetar a alguien, lo que hacemos es que se comporte de acuerdo con esas etiquetas. En un reciente post titulado Cómo podemos influir más positivamente en el desarrollo, mi amigo y blogero Alberto Barbero, que habita en Caminos de "formAcción" nos contaba que en una técnica que él suele utilizar en sus sesiones formativas en equipos de empresas, al colocar a una persona un casco con una etiqueta negativa (“vago”, “tonto”, “apagafuegos”, “mentiroso”, etc) la persona, en la dinámica grupal, tendía a comportarse de acuerdo con esa etiqueta. Algo así le ocurre al niño/a si nuestros mensajes hacia él cuando se comporte inadecuadamente, son etiquetadores y demoledores.

Pero si nuestra narrativa (desde el principio, esto es importante) hacia el niño/a es la de ser firmes con las conductas negativas (claro que sí, no vamos a consentir que nos dañe o se dañe) pero a la vez mantenemos unos mensajes que aporten una explicación de por qué le ocurre, por qué se comporta así, desculpabilizadora y poniendo en acento en que él es una víctima de una situación que él no eligió, que está luchando contra esas conductas producto de un sufrimiento y que puede cambiar y debe cambiar y nosotros le vamos a ayudar, le vamos a apoyar en ese cambio, entonces su autoconcepto se irá construyendo desde la resiliencia (brindarle apoyo y afecto y ponerle límites, los dos ingredientes necesarios) El niño o niña debe recibir esta narrativa que ponga de relieve que él como víctima primero y después como héroe luchador, va a poder afrontar esa tendencia a perder el control emocional, a sobrepasarse, a superar una racha depresiva, a poder regresar a clase, a controlar su agresividad…

Por lo tanto, debemos empezar por el autoconcepto, fortalecerlo, poner el énfasis en ello pues así estaremos contribuyendo a generar una identidad positiva llegada la adolescencia y sus conductas negativas irán desapareciendo o disminuyendo, al menos. Pero no hay que empezar por obsesionarse tanto con las normas y la disciplina. Estas deben existir adecuadas a la edad madurativa del niño, con firmeza y límites estructurantes, pero subrayando la necesidad imperiosa de transmitir narrativas que le permitan al niño/a explicarse que lo que le pasa, sus alteraciones, son producto de un sufrimiento. Explicar no es justificar, es proporcionar elementos de resiliencia. La aceptación, como dice Maryorie Dantagnan, debe ser fundamental: aceptar siempre a la persona, pero no tolerar las conductas que dañen.

lunes, 6 de septiembre de 2010

"Bullying como desencadenante de trastornos de la conducta alimentaria", comunicación presentada por Rafael Benito, psiquiatra.

El Congreso de Oviedo ha sido un foro excelente en el que hemos podido asistir a multitud de aportaciones de expertos en psicología en todas las áreas en las que ésta se aplica.

Mi amigo y colega Rafael Benito Moraga, psiquiatra de la Clínica Quirón de San Sebastián, presentó una comunicación oral titulada: “Bullying como desencadenante de trastornos de la conducta alimentaria”.


No puedo exponer todo el contenido de la comunicación debido a su extensión, pero sí los datos y conclusiones más importantes, sobre todo lo que hace referencia al estudio de investigación que él ha llevado a cabo recientemente. Rafael Benito ha observado cómo bastantes personas con trastorno de la conducta alimentaria (TCA) presentaban asociado al mismo una experiencia de bullying.

Primeramente, disertó sobre el bullying, la definición de este concepto (“una forma de maltrato intencionado de un estudiante -o grupo de estudiantes- hacia otro compañero, generalmente más débil, al que convierte en su víctima habitual”) diferenciándolo del teasing (“interacción social que comprende una serie de conductas verbales y no verbales entre pares que puede ser graciosa o lúdica, pero también dañina”) Seguidamente ofreció datos sobre la frecuencia del bullying en nuestro país basándose en los recogidos por el defensor del pueblo. A continuación, presentó datos de la frecuencia del bullying por comunidades autónomas.

A esto le siguió una caracterización del perfil psicológico que define tanto al perpetrador como a la víctima y las consecuencias que tiene el bullying para ésta, aportando datos de estudios que ponen de relieve que las consecuencias de esta forma de maltrato entre iguales duran toda la vida. Así, expresó que:

Estudio de seguimiento de 15 años de una cohorte de niños de 8 años. Se los controló a los 18 y a los 25 años.

Prevalencia de trastorno mental:

De los que eran al mismo tiempo víctimas y acosadores un 30% tuvieron trastorno psiquiátrico:

De los que eran sólo víctimas tuvo un 17%

De los que eran sólo acosadores un 18%

En los controles sólo un 9% sufrió trastorno mental en el seguimiento.

Tipos de trastornos:

Los que eran acosadores y víctimas tenían 5 veces más probabilidades de tener trastorno antisocial de personalidad y trastorno por ansiedad.

Los que eran sólo acosadores tenían casi 3 veces más probabilidad de recibir un diagnóstico de personalidad antisocial.

Las víctimas tenían 2,6 veces más probabilidades de tener trastornos por ansiedad.

Finalmente nos expuso que existe una relación directa e indirecta entre bullying y trastorno de la conducta alimentaria, para terminar con la revisión de los casos clínicos de su investigación, en la cual observó:

74 pacientes admitidas sucesivamente en tratamiento en consulta privada.

Objetivos de la revisión:

Valorar la prevalencia de bullying o teasing como desencadenantes de un trastorno de la conducta alimentaria.

Presencia de vómitos u otras conductas de purga.

Presencia de maltrato infantil y/o presión familiar para adelgazar asociada al TCA desencadenado por bullying:

19 con historia de acoso escolar y 2 con historia de teasing (36%)

En todos los casos el acoso se lleva a cabo en el colegio y en la mayor parte se relaciona con la figura o el peso:

En 15 de los casos las chicas protagonizan el acoso o secundan a los chicos.

En 12 casos el acoso se inicia al comenzar la educación secundaria.

En los casos de teasing, éste actúa como acontecimiento “gatillo”.

El bullying parece un desencadenante frecuente de los TCA.

Por la importancia que la valoración de los iguales tiene en la forja del autoconcepto:
Se está comenzando a demostrar la relación entre ambos fenómenos.

En las chicas con TCA podría ser un fenómeno oculto.

Dada la alta prevalencia del acoso escolar, su prevención podría incidir en la aparición de los TCA.

Excelente comunicación de Rafael Benito, creo que no puedo añadir mucho más. Subrayar la importancia de la prevención y de la educación socio-emocional en los centros escolares (el establecimiento de los límites respetuosos entre las personas, de los límites sociales, comienza por el buen trato entre las mismas) porque esta forma de maltrato tiene repercusiones en las víctimas que les acompañan a lo largo de toda la vida. Es por lo tanto, grave, y no "un asunto de chiquillos a resolver entre ellos", como todavía hay quien desacertadamente, opina.

viernes, 18 de junio de 2010

La receptividad empática

Los niños/as y jóvenes, en suma todas las personas, traumatizados como consecuencia de los malos tratos, desarrollan, sobre todo si los acontecimientos han sido duraderos e intensos, impactantes y sobrecargantes para la mente, como una barrera entre una parte de ellos mismos que sigue adelante, que intenta ser y llevar una vida aparentemente normal, y otras partes emocionales que están dañadas y que contienen sentimientos, pensamientos, creencias… respecto a los acontecimientos vividos. Las personas tratan de mantener apartadas, evitadas, de defenderse, de los contenidos de esas partes y desarrollan una auténtica fobia a las mismas. Tratan de no contactar con el miedo, la vergüenza, el pánico o la cólera que sintieron en el momento que el trauma impactó en su mente. El autor Van der Hart denomina "fobia a las acciones mentales derivadas del trauma” a las conductas o mecanismos que utilizan para evitar entrar en su mundo interior y contactar con esas emociones que les devastaron.

Una de las habilidades que el autor recomienda en la psicoterapia con niños/as, adolescentes y adultos traumatizados es la receptividad empática. Recoger el sentimiento por parte del terapeuta y sentirlo sin actuarlo. Esto de por sí ayuda sobremanera no sólo a fortalecer el vínculo terapéutico sino a regular al paciente emocionalmente (la desregulación emocional que padecen como consecuencia del trauma favorece la aparición de contenidos traumáticos dolorosos) y a que se sienta sentido, resonando su experiencia pero desde la presentificación, desde el aquí y el ahora, desde lo que siente en ese preciso momento. Importante para separar la vivencia del pasado de cómo la evoca o le asalta en el presente.

Leyendo el concepto me preguntaba si esa misma habilidad podría ser utilizada por otros profesionales que trabajan con niños y adolescentes víctimas de los traumas como consecuencia de los malos tratos. Y en verdad, me parece necesario e imprescindible que se use porque se tiende mucho a normativizar a los niños, a censurar sus conductas cuando son negativas, a ponerles actividades, a que se relacionen con los iguales, a remarcarles la importancia de estudiar, de comer con modales en la mesa... Pero, en mi opinión, escasamente nos mostramos abiertos a que puedan comunicar lo que sienten, o lo que sintieron cuando sufrieron tanto por causa de múltiples calamidades y vivencias duras. Nos asusta, creemos que con ello van a tratar de justificar sus conductas negativas, que les vamos a hacer daño si conectan con ello, que se trata de hacer borrón y cuenta nueva o que, en el caso de los padres adoptivos, quizá les perjudique en su relación con ellos… Cuando realmente, y como ya hemos dicho en otras ocasiones, adoptar la actitud de la receptividad empática permite ser para el niño o niña un contenedor que siente, poniéndose en su piel, lo que han sufrido, contribuyendo poderosamente a que sane de su dolor y además a que funcione mejor en otras áreas de su vida.
¿Cuándo funcionamos mejor los adultos en nuestra pareja, trabajo o relaciones de amistad? Cuando nos encontramos con personas así, receptivas. A los niños y niñas les sucede igual, sólo que ellos lo necesitan más porque han vivido injusticias que ellos no eligieron.

Por todo eso, elogiamos aquí, y proponemos que seamos conscientes como padres, educadores, etc. de la necesidad, de lo imprescindible que es la receptividad empática para los menores y para nosotros mismos en nuestras vidas.

jueves, 15 de abril de 2010

"La muerte del caballo alado", un magnífico libro terapéutico de la psicóloga Jennifer Delgado

Existe un Rincón en internet donde leer sobre los más variados temas de psicología se convierte en un placer. Me refiero a Rincón de la Psicología, donde habita Jennifer Delgado, una psicóloga que hace posible lo más difícil: hacer llegar al público la pasión por conocer y saber sobre la ciencia de la conducta y la mente humana de una manera atractiva sin perder un ápice de rigor científico. Porque se adivina que para la autora la psicología es una pasión: sabe mucho de ella, pero además sabe transmitir, gran virtud.

Jennifer es, además, autora de varios libros y recientemente, ha publicado su último trabajo titulado: “La muerte del caballo alado. Un viaje al encuentro de tus barreras internas” Acabo de terminar su lectura y ha sido, realmente, sensacional. Todo un descubrimiento, una obra que sorprende frase a frase, párrafo a párrafo, capítulo a capítulo.

Esta obra de Jennifer Delgado se aleja de la concepción clásica del manido libro de autoayuda. Este libro no es de autoayuda; es mucho más: es un libro terapéutico en el cual, una psicóloga, con magistral pluma, nos acompaña en el apasionante camino de entrar en nuestro interior y descubrir las barreras que nos creamos (condicionados por los aspectos sociales, culturales, educacionales…) que se constituyen en el principal obstáculo de nosotros mismos. Ser consciente de ellas, conocerlas, asumirlas y tratar de modificarlas es el camino para reducir o eliminar la baja autoestima y las perturbaciones emocionales.

Cada capítulo está dedicado a los problemas que más nos aquejan en la sociedad actual: los esteretipos (magistral reflexión que nos invita a no dejarnos arrastrar por las etiquetas que nos ponen o nos autoimponemos); la rigidez frente al seguimiento de las reglas sociales; la personalidad y las experiencias anteriores como factores explicadores de cómo somos y reaccionamos ante diversas situaciones; Los estilos de afrontamiento; una reflexión sobre el éxito y el fracaso novedosa y conciliadora; la resiliencia; la incertidumbre; la culpa y la preocupación; y el pensamiento rumiativo. Entre otros temas. Y finalmente, propone cómo implementar los aprendizajes que se ofrecen en el libro, cómo cambiar, qué método se puede llevar a cabo.

Si bien el contenido es excelente, el modo de presentarlo, el cómo Jennifer nos acompaña a lo largo del libro, resulta de lo más sugestivo y atractivo: suscita la reflexión y promueve la toma de conciencia a través del uso del método socrático: plantea preguntas para que cada uno pueda descubrir su respuesta y encontrar un camino. Y, además de actuar como alguien que te guía, el estilo atesora tres virtudes más, a mi juicio: la primera, se siente a la autora, logra la complicidad con el lector y se nota su presencia en magníficas autorrevelaciones útiles que regala a través de los distintos capítulos. La segunda, el uso de una metáfora (una historia) que te recibe al principio de cada capítulo y que ayuda a comprender las reflexiones posteriores. Historias seleccionadas con mimo por Jennifer, impactantes, que suscitan emociones y reflexiones por sí mismas. Y, finalmente, el libro ofrece herramientas, pautas, flexibles, a modo de cuaderno de bitácora, sin caer en frases grandilocuentes típicas de los libros de autoayuda. Al contrario, son pautas abiertas donde la participación del lector es pieza clave. Por todo ello creo que es un excelente libro terapéutico.

Sólo me queda recomendároslo vivamente porque se puede convertir en una singular experiencia de aprendizaje. En los tiempos que corren, se hace más necesario que nunca viajar al interior de uno mismo. “La muerte del caballo alado” es el mejor compañero que se puede uno llevar para tan apasionante singladura.

No desvelaré el por qué del título… Descubridlo vosotros/as leyendo el libro.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

"El tesoro escondido"

Violet Oaklander es una veterana psicóloga doctorada, un pozo inmenso de sabiduría, conocimiento y experiencia clínicas. Ni más ni menos que 30 años trabajando en psicoterapia con niños y adolescentes... Se dice rápido.

Por recomendación de mi amiga y colega Maryorie Dantagnan, he empezado a leer su último libro, publicado el pasado año, titulado: “El tesoro escondido. La vida interior de niños y adolescentes”

En la contraportada del mismo, aparecen algunas de las ideas de esta eminente psicóloga, a quien descubrí hace unos años cuando adquirí un manual de terapia de juego.

Estas ideas me han encantado y creo los profesionales de la psicología y de la educación podemos reflexionar en torno al niño y su mundo (hoy en día existe una tendencia hacia una visión patográfica; por ejemplo, hablamos de "niños hiperactivos" y nos olvidamos del niño-persona –sus sentimientos y las relaciones que establece en los distintos contextos en los que interactúa-) interior. También los padres pueden enriquecerse de las aportaciones de Oaklander. Todos tenemos mucho que aprender de ella.

Transcribo esas ideas y las comentamos, si os parece:

Los niños jamás aprenden a realizar tareas a través de la frustración.

Los niños de todas las edades se culpan por toda suerte de cosas terribles.

Los niños con familias disfuncionales o algún tipo de trauma, tienden a crecer demasiado rápido. Se saltan muchos pasos importantes en el desarrollo.

La resistencia es la aliada del niño; es su manera de protegerse. Yo espero y respeto la resistencia. Me sorprende más cuando no existe que cuando aparece.

¿Qué trae a los niños a terapia? Dos problemas básicos: les cuesta hacer un buen contacto con profesores, padres, pares y libros, y generalmente tienen un pobre sentido de sí mismos.

Cuando un niño llega a terapia, sé que ha perdido lo que alguna vez tuvo, y tenía derecho a tener, cuando era bebé: el uso pleno y gozoso de sus sentidos, cuerpo e intelecto y la expresión de sus emociones. Mi trabajo es ayudarle a encontrar y recuperar esas partes faltantes de sí mismo.

Los adolescentes no son una misteriosa raza humana. Están atravesando por un proceso de desarrollo normal y necesario. Son sabios, perspicaces, divertidos y ansiosos por conocerse, individuos con necesidades especiales.

La ira tiene mala fama: nos enseñaron que es malo estar enojados y a menudo intentamos evitar ese sentimiento, generalmente con un alto costo para nosotros mismos.

La experiencia musical es nutritiva. Cada vez que participo con un niño, siento alegría y felicidad. Incluso cuando golpeamos con tambores para expresar rabia, lo hacemos con placer.

martes, 3 de marzo de 2009

Los problemas de atención en el niño (II y final)

Una vez caracterizados los problemas de atención en los niños, nos dedicamos en esta entrada a hablar sobre las posibilidades de tratamiento.

En primer lugar, cuando los problemas son marcados para sostener la atención y regular la conducta, y éstos causan un deterioro significativo en el funcionamiento, interfiriendo en la vida cotidiana del niño, presentando además problemas hiperactivos y de alteración del comportamiento (niños que desobedecen, no toleran fácil la frustración, con reacciones agresivas, impulsividad, impopulares en el colegio por los problemas que generan…) y con baja autoestima asociada, el tratamiento farmacológico puede ser necesario. Bajo control y supervisión de un médico psiquiatra, la medicación ha demostrado su eficacia en el control de los síntomas atencionales, hiperactivos e impulsivos. El diagnóstico debe ser hecho por un profesional cualificado. Esto es importante porque no es fácil diferenciar la hiperactividad (ya comentamos que el Trastorno por déficit de atención es con o sin hiperactividad) de otros problemas como la ansiedad, la depresión, el estrés infantil… pues en todos ellos puede estar presente el síntoma de un exceso de actividad motora y dificultades para atender eficazmente. Un clínico experto (psiquiatra, psicólogo clínico) podrá hacer el diagnóstico adecuadamente.

Muchos padres consideran la medicación como algo peligroso, o lo asocian con la enfermedad mental, o consideran que es “drogar” a su hijo. Existen muchos mitos y temores que pueden desecharse hablando sinceramente con el profesional. Si el problema de déficit atención con hiperactividad (o sin ella) es leve o moderado, o no causa interferencia en la vida cotidiana del niño, la vía de tratamiento puede ser la psicoterapia y las pautas educativas. Pero si hay gravedad sintomática e interferencia considerable, el fármaco, controlado por un médico, no crea más molestias que las derivadas de los efectos secundarios (normalmente leves y que desaparecen cuando el organismo se habitúa al fármaco) y hay mucho que ganar. La vida del niño puede dar un giro importante. De hecho, muchos padres que al final han dado el paso, y los niños, refieren que “es otro” desde que toma la medicación.

La psicoterapia es la otra vía de tratamiento. No es incompatible con la medicación, al contrario, se recomienda en muchos casos que ambas se combinen. La psicoterapia le ofrece al niño un espacio para poder vincularse con una figura adulta que le ayude a tomar conciencia de su problema y tratar de manejarlo. Mediante técnicas conductuales y de trabajo con los pensamientos y las emociones del niño, se le ayuda a adquirir una mayor auto-regulación de su actividad y a dirigirla con éxito y de una manera más ordenada. También se trabaja con el niño en el aprendizaje de habilidades sociales que le permitan relacionarse adecuadamente con los demás y se abordan los problemas de autoestima. No hay que olvidar que el niño puede sentirse triste o bajo anímicamente como consecuencia de los problemas que presenta, por lo que una intervención para ayudarle a recuperarse anímicamente puede ser necesaria.

Con los padres se interviene y se les enseña técnicas de manejo del comportamiento que no estén reñidas con una aceptación de la persona del menor. Si existe problemática familiar asociada (problemas de pareja y otros problemas familiares) hay que tratarlos porque influyen en que el trastorno del niño se agrave y en su pronóstico. También se analiza y estudia la relación padres-hijo para que mejore y no desemboque en problemas de vínculo.
A nivel educativo, hay que colaborar con los profesionales escolares. En clase hay que permitirles tiempos de descanso entre actividades. El esfuerzo mental sostenido que hagan los niños debe ser a tiempos cortos. Es mejor que realicen menos tiempo de trabajo pero más eficaz. El tutor deberá regular y ser referencia para que el niño se acuerde de llevar y traer sus deberes, y también para avisarle cuando desatiende, para enseñarle a conocerse y manejar su atención. Deberá tener paciencia y recordar que tiene un problema y no atribuirlo a mala voluntad. En los conflictos con los compañeros que puedan surgir (por el exceso de actividad, o por la impulsividad) deberá adoptar una actitud de enseñar al niño a relacionarse y seguir las normas de grupo. El tutor ha de ser amable y firme ante las dificultades, evitando en la medida de lo posible la dinámica del castigo. Estos niños necesitan grandes dosis de comprensión, apoyo y refuerzo positivo por parte de todos porque a menudo, por los problemas de conducta, reciben mucho feedback negativo.

En casa, con los deberes escolares, éstos han de plantearse a diario, a ser posible en el mismo sitio y sin grandes distractores alrededor. Se pone un reloj que marque el tiempo que el niño va a trabajar. Se le supervisa el rendimiento y se le ayuda en lo que necesite. Con paciencia, porque a menudo interrumpirán, se distraerán, hablarán, se moverán… Hay que decirles que durante el tiempo previsto (10 minutos y luego descanso; otros 10 minutos y luego descanso; otros 10 minutos y final del estudio; esto para niños de Primaria) de trabajo hay que centrarse en las tareas. Sin perder los nervios y la paciencia, indicándoles siempre dónde debe poner el foco de la atención. Así, poco a poco, enseñándoles a educar la atención. Hay que mentalizarse que con ellos es como subir una montaña por el camino más largo. No se agobie, el niño es así y hay que ayudarle. Si ve que el trabajo escolar, los deberes, es una pelea constante, delegue este trabajo a un profesor o profesora particular que tenga experiencia en este tipo de niños.
La experiencia nos dice que si nos concienciamos todos en pautar y apoyar a los niños con estos problemas, su nivel de funcionamiento y ajuste global puede ser muy positivo.
Por último, no hay que olvidar que por encima de cualquier diagnóstico, está la persona. Hay que observar, analizar y comprender el ser del niño en su contexto. Eso es lo importante. Las clasificaciones diagnósticas no dejan de ser aproximaciones. Un diagnóstico no es colgar un "cartelito" al niño sino un conocimiento global del mismo.