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sábado, 4 de diciembre de 2021

Vídeo gratuito con el taller de la caja de arena y la presentación del libro "Traumaterapeutas en la caja de arena"


Vídeo 

"Taller de la caja de arena 

para el autoconocimiento y la sanación emocional"

Con: Nerea Benito, Tatiana Cáseda, Julia de Castro, José Luis Gonzalo, Josu Goikoetxea y Beatriz San Millán

Coordina: Jeroni Boixareu, CEO de Sentir Editorial


 


Puntos de venta:

El Corte Inglés 

Todos tus libros

Elkar

Sentir Editorial

martes, 7 de junio de 2016

Un cuento para ayudar a los/as niños/as a explicar su adopción de una manera sencilla: "¿De qué color es mi mariposa?", gran obra de María Martín Titos, Mercedes Moya y María José Sánchez.

Recientemente, María Martin Titos y Mercedes Moya, madres adoptivas, las cuales trabajan, actualmente, en diversos proyectos relacionados con la adopción, han publicado un cuento que todas las familias adoptivas (madres, padres…) y profesionales (especialmente maestros) han de darse la buena oportunidad de leerlo. Y leerlo con los niños/as buscando ese momento de complicidad y conexión emocional. Se trata de “¿De qué color es mi mariposa?”, precioso y útil relato infantil que explica la adopción a los niños/as de una manera respetuosa y poniendo en valor sus historias.

Era un 9 de noviembre y todos los niños habían hecho un trabajo en clase sobre la familia. Esa mañana le tocaba hablar a Valentina. Ella estaba un poco preocupada porque el día anterior en el parque, un niño le dijo que sus papás no eran sus papás de verdad. Este es el punto de partida de este cuento, una realidad a la que deben enfrentarse numerosos niños/as y sus familias a diario.

Como afirma Iratxe Serrano, educadora social, pedagoga y adoptada en el prólogo
(a quien he tenido el gusto de conocer), dirigiéndose a los/as niños/as: ¿Cuántas veces nos han dicho que nuestras mamás no son de verdad, que no tenemos sus ojos, y –a veces- ni su mismo color de piel?

Acabo de terminar la lectura del cuento y mi opinión de la obra que han creado no puede ser más satisfactoria. No es nada fácil que los niños adoptados puedan explicar su historia de vida públicamente y que reciban aceptación. A veces hay incredulidad, o la idea de que lo diferente es peor y puede generar rechazo social.  Hay también vergüenza. El niño puede pensar que sólo existen las familias biológicas, las de verdad, y el resto, incluida la adoptiva, como si fueran de segunda. La familia que te “recoge”, como si estuvieran ahí “tirados”, tal y como una niña adoptada con inteligencia y fina ironía me dijo un día.




El cuento es genial porque consigue introducir de manera directa y por el hemisferio derecho del cerebro (para eso se vale de una herramienta que las autoras han logrado introducir con maestría: las metáforas) que la adopción es una manera diferente de llegar a una familia pero con un vínculo afectivo igual de intenso, duradero y fuerte como se puede llegar a crear en cualquier otra. La vinculación (lo verdaderamente importante) está en la fuerza del afecto, la unión, el compromiso y la seguridad del hilo que une inexorablemente (y desde tiempo inmemorial: el arquetipo del hilo rojo) a la madre o familia (y a la inversa) con el niño. ¿Hay una manera mejor de explicar a un menor de edad que la familia se funda sobre el vínculo afectivo y no sobre la biología? Creo que no. Hacer llegar la teoría del apego a los niños de este inteligente modo demuestra el alma sensible, el saber y la creatividad de las autoras, que conocen muy bien a los niños adoptados y su corazón. También hay que destacar la metáfora de la mariposa: ese simpático animal -alegoría de la conexión emocional entre humanos- que se crea desde el momento que el niño y la madre (o familia) se encuentran en el orfanato, que es el mítico primer momento para toda familia adoptiva, y algo a honrar y dotar de magia y alegría por la llegada -y el momento de convertirse en un miembro más- a la familia. 

Finalmente, me gustaría destacar que el relato al niño incluye la inclusión de lo que muchos niños sienten como vergonzoso y humillante: provenir de un centro de acogida o popularmente, orfanato. Boris Cyrulnik afirma que la cultura debe estar preparada para escuchar los relatos de los niños, no debemos decir: “Imagino que para ti...” sino: “Cuenta...” Abrirse para que sientan esa confianza en nosotros y puedan trabajar los relatos que transformen el dolor de la vivencia de abandono en un orfanato en belleza y empoderamiento resiliente. En este sentido, creo que entrega a los maestros un útil medio para que sepan cómo incluir y tratar el tema de la familia adoptiva en la escuela y cómo se pueden sentir los niños y las familias con esto si no se trata con empatía. 

Este cuento pone en las manos de los padres, las familias adoptivas y los profesionales un instrumento valiosísimo para poder hacerlo, con unas preciosas y fantásticamente dibujadas y coloreadas –por María José Sánchez- ilustraciones que -¡gran acierto!- permiten al niño visualizar el hilo y la mariposa durante toda la historia. Auguro muchos éxitos a este cuento porque se lo merece. ¡Enhorabuena a María Martín, Mercedes Moya y María José Sánchez!

Enlaces para comprar el cuento: 

http://www.unoeditorial.com/portfolio/de-que-color-es-mi-mariposa/

http://www.afac.info/tienda/categorias/1306-de-que-color-es-mi-mariposa.html

lunes, 4 de abril de 2016

Niños/as con características de apego desorganizado-controlador.


Existe un subtipo de apego, dentro del apego desorganizado, denominado punitivo-controlador. Como ya sabéis por otros posts, se le denomina apego desorganizado porque los niños no poseen una organización mental coherente. Así mismo lo expresa Siegel (2007): Los niños con apego desorganizado contienen en su manifestación externa elementos de los otros apegos inseguros (ambivalente y evitativo) sólo que no son capaces de organizar sus relaciones en una estrategia coherente y organizada.

Los padres o cuidadores se caracterizan por ser fuente de terror para los niños. Su conducta es amedrentadora o de cambios bruscos en su estado de mente independientes de las señales del niño (atemorizada o desorientada) Conductas temerosas, desorientadas y amenazantes de los progenitores que son inherentemente desorganizadoras del bebé/niño (Siegel, 2007; Barudy y Dantagnan, 2005)

En un patrón relacional así sostenido en el tiempo cuyas figuras de apego muchas veces son fuente de terror para el niño, otras pueden mostrarse sintonizadas y en otras rechazantes, éste desarrolla un patrón relacional paradójico-desorientado. Su dilema es aproximarse/versus alejarse de las figuras de apego de las que tiene una dependencia total.

Main y Solomon (1990) han acuñado la expresión "miedo sin solución" para reflejar lo que experimentan los niños/as con apego desorganizado. El dilema que afronta el niño/a que está aterrorizado del (o por) el cuidador durante el episodio de la reunión en la Situación Extraña: él no quiere permanecer por su cuenta en la habitación pero tampoco quiere acercarse a los padres o cuidadores cuando éstos regresan. El niño está aterrorizado por quienes deberían ser su base segura; su seguridad es simultáneamente, su fuente de terror. En tales circunstancias, el niño se siente al mismo tiempo aterrorizado por una situación que provoca ansiedad y la aparición del cuidador.

Un niño criado en un ambiente violento y/o con abuso sexual (dentro de una relación de apego; esto es, el padre que durante el día es cariñoso con su hijo/a, le acompaña al colegio, le recoge, le ayuda con los deberes pero… a la noche, abruptamente, entra en su habitación y mantiene una relación sexual con él/ella. Todo esto es abrumador porque hacia quien tiendes a apegarte es quien te daña) tiene muchas probabilidades de desarrollar un apego desorganizado. Pero un ser humano no puede vivir desorganizado toda su vida. El cerebro humano descubre una manera de protegerse (el cerebro siempre busca protegernos; lo que clásicamente se han denominado mecanismos de defensa, son formas de autoprotección) y tratar de "recomponer" de algún modo la personalidad para evitar la fragmentación del self (sí mismo) que conllevan las experiencias traumáticas en una relación de apego. Una de estas estrategias es el control. Y concretamente, el control de la relación del otro (figura de apego) que ora daña ora se vincula afectivamente.

Liotti afirma que “la acumulación de traumas es también una causa de la persistente activación del sistema de defensa. Esto es típico del desarrollo del trauma complejo durante la infancia en el que la figura de apego o bien no protege al niño frente a las experiencias traumáticas (negligencia, maltrato…) o, si no, es el victimario de abusos repetidos. El trauma complejo es el cuadro que se produce como consecuencia de la existencia de este contexto extremadamente complicado para el desarrollo de la personalidad.  Al igual que sucede en la génesis del trauma complejo, la contradictoria y persistente activación de los sistemas de apego y de defensa es el signo distintivo de la desorganización de los apegos”

El niño en un futuro, cuando ya está fuera de la relación maltratante, se vería abocado a activar el sistema de defensa cuando perciba que la relación se torna íntima y cercana (se estrecha el vínculo de apego) Por ello, emitiría conductas agresivas, de huida o disociativas (distanciarse de la mente y del cuerpo) El gran problema es que incluso años después de que el menor sufra el maltrato y las consecuencias de la traumatización, como lo es el apego desorganizado, e incluso estando fuera de ese contexto desfavorable y dañino, las secuelas continúan estando presentes. Evidentemente, ello quedó grabado en el cerebro/mente del niño, más en su hemisferio derecho, inconsciente. Es como un chip dañado dispuesto a activarse en cuanto alguien trate de activar el sistema de apego.

Una de las estrategias, como decimos, que el niño tiene para poder defenderse y “cohesionarse” de algún modo –esto no es una enfermedad sino una manera en la que su mente trata de “ordenarse”-  es el control de la relación. No pueden, por un lado, ceder el control al adulto y gobiernan ellos; y por otro, puede haber una maximización en el uso de estrategias agresivas en la relación. Finalmente, hay casos en los que además, pretenden dominar destructivamente al otro (adolescencia), insertándose este patrón en el desarrollo de personalidades antisociales, narcisistas y/o sádicas. Nos centraremos en lo que se ha venido a denominar apego desorganizado subtipo controlador punitivo.

Pondré un ejemplo de este perfil controlador punitivo.

Es el primer día de psicoterapia para Pedro. Tiene nueve años. Cinco de su corta vida los ha pasado conviviendo en una familia donde el padre le maltrataba sádicamente, mantenía relaciones sexuales con él y las condiciones de vida a nivel físico eran deplorables. Su madre, víctima de una enfermedad mental, tenía una desconexión de lo que ocurría y no podía ni protegerse ella ni proteger a su hijo. Fue diagnosticada de esquizofrenia.

Pedro muestra un comportamiento muy inquieto, exhibiendo gran actividad motora. No para yendo de un rincón a otro de la sala de juegos, cambia de un foco a otro. El terapeuta se acerca a él y mientras consigue jugar a la pelota se presenta y le presenta el encuadre de las sesiones. Pedro no suelta la mirada del terapeuta, le sigue con sus ojos allí a donde va. De repente, se acerca a la ventana de la consulta y la quiere abrir. El profesional le explica que no es posible, que es peligroso asomarse. Pero el niño insiste. Al acercarse el terapeuta y decirle "¡espera!" con la voz un poco alta, el menor le grita, le insulta, le amenaza y le empuja. Al terapeuta le cuesta mucho calmarle. Los días posteriores llegan a un acuerdo, de tal modo que la sesión se divide en dos partes: en una podrá dirigir él (dentro de un orden), en otra dirigirá el profesional. El periodo de la sesión que el terapeuta indica qué hacer y trabajar, Pedro se muestra reacio, se niega, se distrae, se frustra… Se mantiene hipervigilante todo el rato, es como si no pudiera fiarse. Sólo se muestra tranquilo y seguro cuando él maneja y domina la relación. Un día el terapeuta hizo explícito esto, y le indicó a Pedro que mirara a su alrededor, que en ese lugar y con él estaba seguro realmente, que nada pasaba que le pudiera dañar. Esto, unido a que la relación terapéutica se fue haciendo segura, contribuyó a que Pedro pudiera ceder el control de la relación con menos ansiedad.

En el centro escolar, Pedro se acerca especialmente donde las niñas y tras jugar unos minutos con ellas y frustrarse por no poder poner las reglas a su antojo, agrede a patadas a una de ellas. Hay otra niña a la que directamente, y sin mediar conflicto alguno, le suele pegar e insultar. En clase, interrumpe constantemente e incluso se levanta de su pupitre y quiere coger las tizas para lanzarlas a los compañeros y jugar. Cuando el profesor le indica que eso no es posible, se frustra, grita, insulta, patalea… Es como si no pudiera aceptar los límites y el control externo adultos. No puede fiarse de que las percepciones de los otros sean seguras. El aprendió que el único modo de sobrevivir en un entorno tan dañino era confiar sólo en él. El único modo de encontrar un mínimo de seguridad en su vida fue controlar él. Todo había sido tan caótico, terrorífico, impredecible y doloroso en su vida que su cerebro continuaba protegiéndole así de lo que él percibe como amenazante.

La mayoría de los niños con este perfil o conductas compatibles con él, suelen recibir el diagnóstico de trastorno de conducta (famosísimo diagnóstico que presentan muchos menores de acogimiento residencial que son derivados a los centros terapéuticos, donde Pedro terminó ingresando) Pero considerar que es sólo un trastorno de conducta y tratarlo como tal desde la modificación de conducta olvidándonos de la alteración vincular, obvia una parte del tratamiento que se revela como fundamental para conseguir la reparación y rehabilitación de estos menores, que son tildados de "complicados", "problemáticos" y suelen ser expulsados de casi todos los ámbitos.

Recuerdo solamente una vez en mi vida profesional que una niña de diez años me pegó un puñetazo. Las características de esta menor eran punitivo-controladoras pero además, habían derivado en componente sádico porque era muy cruel con los animales, con sus educadoras (fracturó la mandíbula a una de ellas) y conmigo (me solía burlar, menospreciar y me miraba con unos ojos negros profundos que revelaban odio) Un comportamiento nada habitual en una menor de su edad en la sala de terapia ante un psicólogo. No parecía haber partes sanas y tiernas en su personalidad, estaban ocultas por unas defensas reptilianas depredadoras. Años después entendí el por qué de toda aquella expresión de conductas dañinas a quienes sólo buscábamos ayudarla. Yo era en aquel entonces, un terapeuta bastante bisoño en el tratamiento de menores traumatizados por la violencia, el abuso y el abandono y mi interpretación era puramente diagnóstica categorial y el tratamiento conductual, lo cual condujo la intervención al fracaso. Aquella niña tenía para su corta edad configurado un conglomerado de rasgos de personalidad propios de un depredador; pero es que su hogar familiar estuvo formado por depredadores: carente de todo tipo de relaciones de ternura, afecto, cohesión, colaboración, seguridad, confianza...

Ciertamente resulta difícil sentir empatía por quien te agrede, roba, insulta y te quiere dominar. Por eso muchos padres y familias se sienten atacados por estos comportamientos de estos menores que logran que saquemos lo peor de nosotros mismos. En consecuencia, hemos de formarnos como padres, acogedores, profesionales… para aprender a establecer una crianza terapéutica y comprender que tras esa fachada de conductas existe un daño, unas defensas que se activan en las relaciones, cuando emergen los contenidos de su modelo operativo interno desorganizado que informa de dolor, terror, desconfianza… Incluso el amor y el afecto les resultan lenguajes amenazantes.

Si vemos esta secuencia de la película Magnolia (una de las mejores interpretaciones de Tom Cruise, memorable. Película donde todos los personajes han sufrido traumas; sus historias de vida se entrecruzarán en este magistral film), su personaje Frank Mackey es un ser repelente que imparte seminarios a hombres con baja autoestima y confianza en sí mismos, pusilánimes y con falta de habilidades sociales, con el fin de enseñarles su método que según él, consigue dominar a las mujeres (bueno, Mackey usa una expresión soez y despreciativa) Con un conjunto de tácticas en las que él les adiestrará, pretende que logren “seducir y destruir” a las mujeres. Mackey hace un despliegue escénico de dominio y control total. Eso es lo que le pone, realmente: la dominación absoluta para luego destruir abandonando o humillando. "Yo soy el que manda" - dice Mackey.

Este es el Frank Mackey narcisista dominador, escenificando su falso self:





Una periodista le solicita una entrevista (se ve parte en esta secuencia, hay que ir más adelante en la película para ver la entrevista entera) El personaje que interpreta Tom Cruise cree que va a ser una entrevista amable y divertida en la que la propia entrevistadora caerá rendida por su irresistible poder seductor y dominador y contará en su artículo que Mackey es un tipo increíble. Pero… la periodista es una gran profesional que se ha documentado y conoce su verdadera historia y sabe que la ha disfrazado. Comienza a confrontarle en este sentido... Es impresionante ver cómo toda la fachada dominadora (defensiva) del personaje se va viniendo abajo como un castillo de naipes hasta que al final, pierde los papeles con ella (y pasa de dominador a dominado): Mackey fue abandonado por su padre y se defendió de ese dolor que consideró humillante y desdeñoso con un falso self narcisista, con gran necesidad de controlar y dominar a las mujeres, identificándose con el padre. Al final, se encontrará con él en el lecho del dolor de éste pues le comunican que está enfermo de cáncer y vive sus últimas horas. Todo el dolor emocional de Mackey saldrá y se exteriorizará y (yo al menos) aún sintiendo repugnancia por su concepción machista de las mujeres -y reprobándola- puedo también empatizar con él y comprender que tras esa parafernalia, tras esa dominación que es puro bluf, hay un niño interior herido y que el daño que causa proviene de ahí.

Este es el niño interior herido de Mackey, al final de la película, confrontando con rabia y culpa al padre. Impresionante, y dura, escena:



Frank Mackey no pudo elaborar el trauma del abandono y maltrato paternos y la culpa por el mismo. Dentro de su personalidad narcisista hay un niño interno herido que no ha sanado.
Tres aspectos me parecen cruciales en el tratamiento de los menores con estos rasgos:

Con este tipo de menores, suelo recomendar comenzar por afianzar más una seguridad y disminución de la neurocepción de peligro. La neurocepción (para entenderlo de una manera sencilla) es un concepto de Porges que consiste en toda la información somática, a nivel de sistema nervioso, que recibimos y que nos hace sentir a nivel corporal si nos sentimos seguros o hemos de estar alerta, para activar la lucha, la huida (o si no son posibles, la disociación) es lo prioritario. Cuanto más agresivos se muestran, probablemente más asustados están muchos de ellos. Ser capaces de calmarles, de apelar a la colaboración, de hacerles sentir que no se les va a hacer ningún daño. Esto sé que en la práctica es complicado. Suele ayudar plantearse qué necesidad quiere expresar el menor tras la petición que nos hace o la norma que no quiere cumplir. Es cierto que este enfoque debe de combinarse con consecuencias que enseñen, respetuosas, proporcionadas al daño causado.

También es importante que las figuras adultas que les rodean sean estables emocionalmente y muestren una autoridad calmada, concepto de Maryorie Dantagnan. La determinación en las pautas, las normas, los hábitos, y la consistencia con los mismos, es muy importante. Estos menores pueden necesitar figuras amables y cordiales, pero con las fortalezas que describimos. En la  medida que puedan confiar podrán aprender a soltar el control y cederlo al adulto que les cuida.

La paciencia y la perseverancia, junto con apoyos profesionales y red social de ayuda. Estos niños/as pueden progresar y avanzar lentamente. Las expectativas que tengamos hacia ellos hay que ajustarlas a la realidad de lo que puedan en cada momento, de sus posibilidades. Ver al niño, reconocerle, como es, hará que dejemos de ver nuestros deseos, necesidades, ansiedades, miedos, decepciones… y empecemos a descubrir las cualidades y capacidades de nuestro niño. La paciencia es fundamental porque sabemos que reconfigurar un cerebro preparado para la supervivencia -y a veces para la depredación- requiere saber que lleva tiempo. Hay que tener calma, verlo como una carrera de fondo. Y que se ha de volver a empezar una y otra vez: perseverar en el aprendizaje de nuevos patrones de relación. Para ello -y teniendo en cuenta que en la práctica es arduo, duro, cansado (muchas veces también gratificante) y lento- hemos de recibir el apoyo y la orientación necesarias y en ocasiones, tratarnos nosotros de los aspectos personales que gatillan (o disparan) a nuestros hijos e impiden que cambien y dejen las estrategias controladoras.

Magnífica picada la de hoy para despedirnos: Sara Pascual, profesional que acaba de terminar el postgrado en traumaterapia infantil-sistémica de Barudy y Dantagnan, en Barcelona (promoción apega 7), a principios de marzo, cuando fui invitado a impartir un seminario de disociación, nos informó de la publicación de un libro titulado “Instrumental”, de James Rhodes. Pepa Horno Goikoetxea ya se nos ha adelantado y en su blog habla en una magnífica entrada, de este libro que he comenzado a devorar. Dice Pepa: “James Rhodes es un concertista de piano de gran prestigio que narra en este libro, con una intensidad que raya lo insoportable en algunos momentos, auténticas brutalidades que ha vivido. La primera de ellas y origen de todas las demás: ser violado desde los cinco a los diez años casi a diario por un profesor de su colegio. Luego llegan la droga, el alcohol, el prostituirse, los ingresos en centros psiquiátricos, los intentos de suicidio, las alucinaciones… En el libro no hay detalles escabrosos, hay datos desgarradores, radicales. Daré sólo uno: las cinco operaciones de espalda a las que se tuvo que someter por las malformaciones que las penetraciones anales a esa edad dejaron en su cadera y su rabadilla. Cinco, mencionadas como hechos, sin más. Sin un ápice de exceso. No describe el proceso, ni la rehabilitación, ni el tiempo hospitalizado. Tampoco da detalles sobre los abusos, porque no hace falta hacerlo. Sólo da los datos, como desgarros en la piel”

El libro nos ofrece otro inmenso regalo: James afirma que la música lo es todo. Para él, sin duda, lo fue. Lo comparto plenamente. Que ayuda, cura y sana por sí sola. Escucharla y sentirla sin más te lleva a un lugar de confort y retiro plácido. A través de la música pudo ir haciendo un proceso resiliente resistente. Durante la lectura del libro es una gozada ver cómo va engranando en su relato autores y compositores que a él le ayudaron a sobrevivir. Cada capítulo está dedicado a una composición musical y a un compositor. Estoy aprendiendo a descubrir obras musicales que no sospechaba eran tan bellas. Obras que ayudan a sanar el interior.

No os lo perdáis. Es un tesoro.

Cuidaos / Zaindu

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REFERENCIAS

SIEGEL, D. (2007) La mente en desarrollo. Bilbao: Desclée de Brouwer.

BARUDY, J. y DANTAGNAN, M. (2005) Los buenos tratos a la infancia. Parentalidad, apego y resiliencia. Barcelona: Gedisa.

MAIN,  M.;  SOLOMON,  J.  (1990) In Greenberg,  M.T.;  Cicchetti,  D.  y Cummings, M.  (Eds.)  Attachment  in the preschool years:  Theory,  research and intervention. Chicago: The University of Chicago Press.

martes, 9 de febrero de 2016

Taller aprendizaje de la técnica de la caja de arena en Sevilla. 19 de marzo, organiza Centro Reddes de Intervención.

Taller para el aprendizaje de la Técnica de la caja de arena

En el Centro Reddes de Intervención

Sevilla

19 de marzo, Sábado

¡Últimas plazas!



Caja arena: 
Expresar emociones, empoderar, reconstruir historias de vida.



Esta técnica permite trabajar cuando resulta difícil la verbalización de los contenidos psíquicos; y esto es especialmente importante cuando el paciente tiene dificultades en ponerlos en palabras, como ocurre habitualmente en los niños. Cuando el origen del problema es un trauma infantil, recordar y explicar es una fuente adicional de sufrimiento. Utilizar la caja de arena permite la distancia emocional necesaria para ir elaborando la experiencia traumática sin tanto dolor. Además, el juego es el lenguaje natural del niño y le aporta una narrativa que le permite liberar, expresar y simbolizar, desarrollando sentimientos de control, lo que sucede y lo que vive en su interior. El modelo teórico en el que insertamos la aplicación de la técnica se basa, pues, en las aplicaciones del trauma, el apego y la resiliencia.


En este taller, eminentemente práctico, pretendemos:


OBJETIVOS

Conocer los orígenes de la técnica, hacer un poco de historia.


Perfilar para quiénes está indicada esta técnica.


Aprender los pasos en la conducción de una sesión con la técnica de la caja de arena.


Explicar cuál debe ser la actitud del terapeuta.


Alcances y límites de la técnica.


La metodología comprende la elaboración de cajas de arena por parte de los alumnos, aprendiendo los pasos en la aplicación y conducción de una sesión junto con breves exposiciones teóricas y el visionado de vídeos con casos prácticos reales.

Dirigido a: Psicólogos, psicopedagogos, psiquiatras, psicoterapeutas.


Información e inscripciones


Centro Reddes de Intervención

Avenida Emilio Lemos, 2

41020 - Sevilla


Persona de contacto: Zulaima Higazi Rodríguez

Teléfono: 676 50 85 76

Mail: centroreddes@gmail.com

jueves, 4 de febrero de 2016

Boris Cyrulnik, Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan en San Sebastián, Palacio de Congresos Kursaal, 27-28 mayo 2016. Auspiciado por la Fundación Izan-Programa Norbera, organizan el congreso titulado: "La adolescencia, una estación para la oportunidad. Parentalidad y buen trato. Construyendo resiliencias"

Congreso:

"La adolescencia: una estación para la oportunidad. Parentalidad y buen trato. Construyendo resiliencias"

San Sebastián, 27-28 mayo 2016

Con Cyrulnik, Barudy y Dantagnan

Organizado por la Fundación IZAN-Programa Norbera



La Fundación Izan y en concreto el Programa Norbera, organizan un congreso para el 27 y 28 de mayo de 2016 en San Sebastián en el que participarán -además de los magníficos profesionales de esta institución- Boris Cyrulnik, Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan, nuestros queridos y admirados profesores. Es una ocasión única contar con la oportunidad de poder aprender con profesionales de primer nivel.




Desde la página web del Programa Norbera nos dicen que “bajo el título ´La Adolescencia, una estación para la oportunidad. Parentalidad y buen trato´. Construyendo resiliencias”, estamos organizando en Donostia – San Sebastián un congreso dirigido principalmente a profesionales (Psicólogos, Pedagogos, Terapeutas Familiares, Profesores, Orientadores…), que interactúan con adolescentes así como con sus familias bien sea desde una óptica educativa, o bien sea desde una óptica terapéutica.

Con este congreso pretendemos seguir extendiendo en nuestro entorno educativo, familiar y social, la cultura de los buenos tratos, base fundamental para el desarrollo de una sociedad saludable.


A lo largo del congreso se abordarán temas relacionados con la parentalidad bien tratante, se revisarán los diferentes estilos de apego así como las características personales que se derivan de cada uno de los mismos. También se abordarán temas relacionados con la manera adecuada de afrontar y superar los traumas vividos durante la infancia, y sobre cómo promover la capacidad de resiliencia, entendida como la capacidad de superar las situaciones adversas.”

El evento tendrá lugar en el Palacio de Congresos y Auditorio Kursaal. La organización tiene ya cerrado el programa. El plazo de inscripción ya está abierto. Tanto para ver el programa como para inscribirse (daos prisa, porque las plazas se agotan enseguida, dado el prestigio de los ponentes), hacedlo desde esta página de Norbera:


Os dejo con este vídeo de una intervención de Jorge Barudy y Boris Cyrulnik en Caixaforum Madrid sobre resiliencia, buenos tratos y apoyo social, para ir calentado los motores (la pega para algunos/as es que hay que saber francés para seguirlo):




martes, 2 de febrero de 2016

Nuevo taller para el aprendizaje de la "Técnica de la caja de arena", en Madrid, 24 abril, organizado por UmayQuipa.

Taller para el aprendizaje de la Técnica de la caja de arena

En el Centro UmayQuipa, Madrid

24 de abril, Domingo

Abierto el plazo de inscripción




Esta técnica permite trabajar cuando resulta difícil la verbalización de los contenidos psíquicos; y esto es especialmente importante cuando el paciente tiene dificultades en ponerlos en palabras, como ocurre habitualmente en los niños. Cuando el origen del problema es un trauma infantil, recordar y explicar es una fuente adicional de sufrimiento. Utilizar la caja de arena permite la distancia emocional necesaria para ir elaborando la experiencia traumática sin tanto dolor. Además, el juego es el lenguaje natural del niño y le aporta una narrativa que le permite liberar, expresar y simbolizar, desarrollando sentimientos de control, lo que sucede y lo que vive en su interior. El modelo teórico en el que insertamos la aplicación de la técnica se basa, pues, en las aplicaciones del trauma, el apego y la resiliencia.

En este taller, eminentemente práctico, pretendemos:

OBJETIVOS

Conocer los orígenes de la técnica, hacer un poco de historia.

Perfilar para quiénes está indicada esta técnica.

Aprender los pasos en la conducción de una sesión con la técnica de la caja de arena.

Explicar cuál debe ser la actitud del terapeuta.

Alcances y límites de la técnica.

La metodología comprende la elaboración de cajas de arena por parte de los alumnos, aprendiendo los pasos en la aplicación y conducción de una sesión junto con breves exposiciones teóricas y el visionado de vídeos con casos prácticos reales.

Dirigido a: Psicólogos, psicopedagogos, psiquiatras, psicoterapeutas.

Información e inscripción en:

UmayQuipa
umayquipae@gmail.com
Tel.: 91 549 3878
www.umayquipae.com

lunes, 7 de diciembre de 2015

La empatía: una capacidad parental fundamental.

¿Por qué un terrorista puede entrar en una discoteca parisina –como recientemente y por desgracia, ha ocurrido- y cometer una masacre? ¿Por qué un hombre asesina a su mujer delante de su hijo/a? (Vamos ¡44 mujeres fallecidas en lo que va de 2015!; una estadística terrible y dolorosa que ha dejado sumidos en el trauma a los hijos/as y familiares de estas mujeres) ¿Por qué los nazis eran capaces de aplicar la solución final y luego ir a sus casas y ser aparentemente hombres afables con sus mujeres y sus hijos/as? ¿Por qué los padres o cuidadores son maltratadores, negligentes, abusadores o abandonan a sus hijos/as?

Hay muchas explicaciones para todos estos dolorosos hechos (que nos recuerdan que vivimos “entre tanto horror”, como dice Aute) pero una podría ser el denominador común a todos: los perpetradores bien de forma transitoria o de manera permanente, tienen los circuitos cerebrales de la empatía desconectados.

Hemos hablado en este blog mucho del apego. Pero menos de la empatía, la otra capacidad parental fundamental. Hoy vamos a dedicar un post a la misma, a raíz de que he devorado, desde que llegó a mis manos, un libro de Simon Baron-Cohen (experto en el tema) titulado: “Empatía cero. Nueva teoría de la crueldad” Publicado por la Editorial Alianza. Me ha sorprendido porque me ha aportado una visión hasta ahora desconocida para mí: no siempre tener cero grados de empatía (usando la expresión de Baron-Cohen) puede ser negativo.

El autor comienza exponiendo su definición de empatía. El núcleo fundamental de dicha definición es que para mostrar empatía o para ser empáticos debemos identificar lo que la otra persona siente o piensa y responder ante sus pensamientos y sentimientos con una emoción adecuada. Ambos componentes son necesarios para que se dé empatía: reconocimiento y respuesta. Porque si se tiene la primera sin la última, no se empatizará en absoluto. Si un psicópata sintiera una punzada de lástima al violar a una mujer no lo haría en absoluto. Probablemente, pueda identificar los pensamientos de la víctima pero no puede responder con una emoción adecuada ante los mismos. Porque para el psicópata el otro es un ello (objeto) y no un tú (sujeto)

El libro de Baron-Cohen es excelente porque además de definir la empatía, nos entrega un instrumento para medirla y establece, a partir del mismo, niveles de empatía.

Niveles de empatía

Nivel 0

Una persona que se encuentra en este nivel no tiene empatía en absoluto. En este nivel las personas son capaces de cometer delitos, entre los que se incluyen asaltos, asesinatos, torturas y violaciones. Cuando se les indica que han hecho daño a otros, esto no significa nada para ellos. No pueden experimentar remordimiento o culpa, porque simplemente no entienden qué siente la otra persona. Para Baron-Cohen es el extremo máximo: lo que él denomina “cero grados de empatía”

Nivel 1

En este nivel una persona puede hacer daño a los demás, pero puede reflexionar hasta cierto punto sobre lo que ha hecho y mostrar su arrepentimiento. Lo que ocurre es que llegado el momento no pueden detenerse. No hay respuesta emocional adecuada y por tanto, carecen de autocontrol. Aquí se pueden incluir muchas personas que maltratan a los demás: pueden reconocer que está mal pero no pueden integrarlo en su mente para no pasar al acto. En determinadas circunstancias pueden activar la empatía pero les puede su temperamento violento. Aquí podríamos incluir a los padres o cuidadores que en entrevista te dicen que sí, que no deben maltratar a su hijo pero ante una conducta de éste que valoran como intolerable, le pegan una paliza.

Nivel 2

Aquí se dispone de suficiente empatía para vislumbrar cómo se siente la otra persona, lo cual hará que evite cualquier tipo de agresión física. Sin embargo puede gritar y decir cosas dañinas a los demás. Necesita de otro que se lo haga notar y le diga que se ha excedido y ha dicho cosas que han podido herir. Son personas que se meten constantemente en problemas debido a su salida de tono, ya sea en el trabajo o en casa. A todos nos vienen a la mente nombres de personas que conocemos. Les cuesta, a pesar de los problemas que surgen, comprender qué es lo que han hecho mal.

Nivel 3

Estas personas, en este nivel, son conscientes de que tienen problemas de empatía y es posible que lo intente ocultar. Es un esfuerzo por fingir ser normal que puede ser agotador y estresante. Las interacciones sociales les resultan complicadas porque no entienden las bromas de los demás, las expresiones faciales de los otros tampoco las comprenden bien y no están seguras sobre lo que se espera de ellas. Lo único que desean es estar solos y ser ellos mismos.

Nivel 4

Son personas cuya empatía se haya un tanto embotada. Tienen un promedio bajo de empatía. Prefieren conversaciones que se ciñen a tópicos que no incluyan emociones. Se sitúan más hombres que mujeres a este nivel; son aquéllos que prefieren arreglar un coche que sostener conversaciones sobre sentimientos. Las amistades se basan más en actividades e intereses compartidos que en una intimidad emocional. Las personas con disposición al apego evitativo podrían situarse aquí.

Nivel 5

Las personas a este nivel poseen un nivel de empatía ligeramente superior. En este nivel se incluyen más mujeres que hombres. Aquí las amistades se basan en la intimidad emocional, en compartir confidencias, brindarse apoyo mutuo, palabras de comprensión… Hay sintonía y conexión emocional, propias del apego seguro. Son personas cuidadosas en la forma de interactuar con los demás y se tienen en cuenta los sentimientos de los otros. Se dejan asesorar por los otros y sus puntos de vista en la toma de decisiones.

Nivel 6

Aquí se sitúan personas con una empatía extraordinaria. Se centran continuamente en los sentimientos de la otra persona. No escatiman esfuerzos para captar cómo se sienten y ofrecerles ayuda. Se dispone de un talento natural y extraordinario para sintonizar, conectar y resonar emocionalmente con las personas. Quien está con este tipo de personas superdotadas para la empatía, sienten rápido que son capaces de captar su mundo interior y generar confianza y seguridad para poder abrirse.

En el ámbito de la protección del menor, los adultos que maltratan a los niños (les pegan, lesionan, a veces con mucha crueldad; o les insultan y vejan psicológicamente, machacando su autoestima), se muestran negligentes (por ejemplo, salen de juerga y al día siguiente no se levantan hasta las cinco de la tarde, dejando a su hijo sin la atención y debida satisfacción de sus necesidades físicas y psicológicas durante horas) o abandonan (un padre que abandona el hogar familiar sin darle ninguna explicación coherente al niño/a, dejándole sumido en el dolor y en la desorientación) son personas que se sitúan como mucho entre el nivel 0 y 2. Lo más probable que entre el 0 y el 1. Creo que es necesario determinar si el déficit de empatía causante de la incapacidad parental es permanente o transitorio (quizá determinadas condiciones de vida han desconectado temporalmente los circuitos de la empatía, pero cuando estas condiciones adversas se restauran, ese padre o madre pueden funcionar con niveles de empatía más altos)

En este sentido, creo que la clasificación que nos ofrecen los profesores Barudy y Dantagnan es muy clarificadora, y compatibiliza bien con los niveles que define Baron-Cohen. Creo que es más apropiada para el ámbito de la protección del menor:

Para Barudy y Dantagnan, “la empatía es un conjunto de constructos cuya finalidad es comprender la emoción del otro, comprender la respuesta emocional en uno mismo y tener en  cuenta las  características  de la situación  para  finalmente tomar  decisiones para una acción adecuada. Barudy y Dantagnan contemplan los siguientes niveles de empatía en los padres y madres –o cuidadores– que capacitan en mayor o menor medida a los mismos en sus funciones parentales/marentales:

Ausencia  de  empatía: Son padres y madres que no pueden acceder al mundo emocional y a las  necesidades de sus  hijos.  En este sentido,  no hay  capacidad  reflexiva.  Los  padres  no pueden ver  a sus  hijos  como sujetos con ideas, intenciones o deseos propios.

Trastorno  de la empatía:  Los padres y las madres malinterpretan las señales  con  las  que  sus  hijos  manifiestan  sus  necesidades.  Los  padres y las madres tienden a proyectar sus propias vivencias o sentimientos en los niños.

Habilidad  empática  deficiente:  Los  padres  y las  madres  tienen pocas habilidades  sociales  y  comunicativas  para expresar  o transmitir  lo que sienten a sus hijos. Pueden ponerse en su lugar y llegar a sentir como ellos pero no saben cómo transmitir esas vivencias.

Dificultad  para  la  expresión  de  la  empatía: Los padres  y las madres no pueden expresar lo que sienten a sus hijos debido a contextos sociales estresantes. Por ejemplo: víctimas de pobreza, exclusión social, enfermedad,  crisis  económica,  problemas  de  pareja,  duelos  no  elaborados…”

Ausencia y trastorno de empatía son niveles entre 0 y 2 en la escala de Baron-Cohen. La habilidad y la dificultad para la empatía son niveles 3 y 4, de manera transitoria o permanente en la persona.

El libro “Los desafíos invisibles de ser madre o padre. Manual de Evaluación de las competencias y la resiliencia parental”, de Barudy y Dantagnan, es un completo y magnífico libro de obligada lectura, estudio y aplicación si se quiere tener una actuación responsable en los servicios de protección a la infancia o en cualquier ámbito en el que se trabaje con menores. En el mismo, incluyendo las fichas, se describe y detalla cuáles son las competencias parentales fundamentales y cómo evaluarlas.

Cuando los niveles de empatía son muy bajos, casi ya en el cero, y de manera permanente, Baron-Cohen establece qué psicopatologías o desórdenes encajan adecuadamente en esos inquietantes cero grados: la psicopatía, el narcisismo y la personalidad límite. Para este autor debería de incluirse una categoría diagnóstica que se denominara trastorno de la empatía. En estos casos, en estos perfiles, tener cero grados de empatía es devastador para la sociedad.

Los padres o cuidadores en la zona más baja de la empatía son probablemente irrecuperables y la actuación de los sistemas de protección debe de velar siempre por el interés superior del menor. Además de cero grados de empatía es muy posible que encontremos en esos adultos perfiles de personalidad como los descritos, traumas no resueltos, trastornos disociativos…

Baron-Cohen describe y detalla muy bien cuáles son los circuitos cerebrales de la empatía y las áreas implicadas en el mismo y por lo tanto, afectadas cuando se padece cero grados.

Finalmente, el autor plantea que tener cero grados de empatía no siempre es negativo. Hay una faceta positiva. Se refiere a las personas afectadas de Autismo o Síndrome de Asperger. Estas personas son extraordinariamente hábiles en sistematizar el mundo en base a reglas. “Muestran problemas de empatía en su comportamiento porque no entienden las reglas y el mundo social y emocional de las personas. Pero no actúan, en su mayoría, de forma cruel con los demás. No son como los cero negativo psicopáticos. La mayoría de las personas desarrollan sus códigos morales a través de la empatía, pero estas personas lo han hecho a través de la sistematización. Tienen un fuerte deseo de vivir con reglas, y esperan que los demás hagan lo mismo por una cuestión de justicia. Teorías recientes han revelado la existencia de códigos morales súper desarrollados en personas con autismo que se muestran intolerantes hacia aquellos que infringen las reglas, dice Baron-Cohen. A menudo son las personas con síndrome de Asperger las que saltan a defender a una persona que se le está tratando de forma injusta, ya que esto viola el sistema moral que han construido sólidamente a través de la cruda lógica”.

Sin embargo, en mi opinión, como cuidadores puede que no sean competentes porque es necesario mentalizar al niño y comprender su mundo emocional, ya que un menor, y menos un bebé, no pueden ser sistematizados en torno a reglas.

Cristina Herce, amiga y colega que trabaja co-dirigiendo la empresa responsable del acogimiento familiar en Gipuzkoa (Centro Lauka) para la Diputación Foral, me envía este vídeo del programa de Eduardo Punset, Redes, acerca de para qué sirven las emociones. Ella nos proporciona, pues, la picada con la que habitualmente suelo cerrar todos los post de Buenos tratos. Gracias Cristina, por enviarnos este vídeo.

“Había que prohibirlas, no se podía ni hablar. Las emociones había que desterrarlas. Pero la ciencia nos dice que no podemos vivir sin ellas, que no podemos decidir sin tenerlas en cuenta. No es positivo dejarse guiar sólo por las emociones sin regularlas, pero peor es vivir sin emociones” Así presenta Punset este documento gráfico que os recomiendo no os perdáis pues os ayudará a ser mejores personas con vosotros mismos, los demás y con vuestros hijos/as y niños/as.




Para despedir el año, dentro de la iniciativa “Diez meses, diez firmas” el próximo post estará a cargo de María Vergara, una de las impulsoras del concepto de Crianza terapéutica. María es psicóloga y psicoterapeuta infantil. Trabaja en el Centro Exil de Barcelona, dirigido por Barudy y Dantagnan, formando parte activamente de su equipo de trabajo en el desarrollo del modelo de psicoterapia para niños y adolescentes víctimas de malos tratos.

La última entrada del año correrá de mi cuenta, con el fin de felicitaros las fiestas y el Año Nuevo. Trataré de preparar un post sorpresa, diferente, que sea un regalo para todos/as vosotros y vosotras. A ver si lo consigo. En el mismo también hablaré del entrañable encuentro que con las familias acogedoras de Gipuzkoa he sido recientemente invitado a coordinar por parte de la Diputación Foral de Gipuzkoa. En dicho encuentro disfrutamos y aprendimos mucho todos juntos.


Cuidaos / Zaindu

lunes, 5 de octubre de 2015

La historia del camello que llora

El pasado fin de semana estuve en Madrid, recibiendo un curso sobre cómo influir sobre el vínculo de apego entre madres (cuidador/a) y bebés de hasta un año de edad en grupo. Lo impartieron dos especialistas del Anna Freud Center (Jessica James y Sheila Ritchie) un prestigioso centro de psicoterapia y formación, y como comprenderéis no me pude resistir. No todos los días se tiene la oportunidad de poder formarse con especialistas de primer nivel.

El curso fue en grupo pequeño, y pude saludar y compartirlo (también mesa y mantel) con varios/as amigos/as y colegas que vivimos con pasión la teoría del apego.

El curso me ha parecido de alta calidad. Creo que una de las claves -en la que no se trabaja demasiado- es la prevención. Sobre este importante nivel realizan su trabajo, dentro del marco del apego, las profesoras Jessica James y Sheila Ritchie. Porque intervienen y fortalecen las relaciones de apego tempranas en grupo, con diadas madre (o cuidador/cuidadora) bebé. El grupo está constituido por 4 diadas, con un formato abierto (pueden incorporarse cuando lo deseen y también dejar el grupo cuando estimen conveniente) y una metodología no directiva basada en la conexión emocional, la resonancia afectiva, los diálogos mentalizadores (la teoría de la mentalización de Peter Fonagy es uno de los sustentos teóricos de los grupos madres/bebés: se trata de que las madres puedan reconocer y ver la mente del niño como propia, con sus estados internos y marcarlos como propios, reflexionando sobre los mismos) y la reflexión sobre uno mismo y su historia. Las interacciones entre las distintas madres, entre éstas y los demás bebés, entre los propios bebés entre sí, y también con los profesionales, son igualmente trascendentes para el propósito de intervenir sobre las relaciones de apego. Porque el grupo se va a constituir en un ente con vida propia, esto es, va a ser figura de apego también. El psicoterapeuta de grupo no resuelve, es un facilitador que va a favorecer que el propio grupo pueda ir solucionando y manejando las situaciones y relaciones que se vayan dando. Aunque, evidentemente, interviene si se precisa contención, y para reflejar lo que puede ocurrir. También puede realizar interpretaciones válidas para los miembros del grupo.

Salí del curso, como la gran mayoría, fascinado por la propuesta y con ganas de llevarla a la práctica. Porque lo que hagamos en el primer año de vida por influir -e incluso reparar- el vínculo de apego lo haremos en un periodo clave y sensible en la vida del ser humano, donde justo se está construyendo y cimentando el fundamento para estar y ser en el mundo.

En el marco de este curso, las profesoras nos pusieron un vídeo que me maravilló por lo emocionante que es, y por la metáfora que transmite. Ya sabéis: poder expresar o describir algo mediante una semejanza por analogía.


El vídeo es un fragmento de una película titulada “La historia del camello que llora”: cuenta la leyenda de Mongolia que los mongoles cuando un camello da a luz y la cría es albina o hubo complicaciones al nacer, la madre camello rechaza a la cría y no la deja amamantar. Los mongoles tocan esta canción que hace llorar a la madre, la sensibiliza, estimula su sistema de cuidados y acepta a su hijo.

Ved el vídeo, es muy emotivo:




Puede servirnos para comprender y ver muchos de los sentimientos que tienen tanto la madre (o un cuidador/a, uso el término madre de manera universal), que rechaza al hijo; la cría de camello y la comunidad (simbolizada en la mujer y en los músicos)

En todo proceso de revinculación, la comunidad adopta un papel fundamental: me ha recordado al concepto de holding del psiquiatra Winnicott. La madre, durante los primeros años de vida, hace una función de andamiaje conteniendo las emociones y los impulsos del bebé y dándoles forma mediante la palabra y el cuerpo piel-con piel que da sujeción cálida. En este vídeo, el holding lo hace la muchacha que con su voz y su mano da esa sensación de contención a la mamá camello. Los músicos se me antojan la alegoría de la regulación emocional propia del hemisferio derecho del cerebro: éste para su correcta maduración, es dependiente de la experiencia externa, de los cuidados con sintonía y resonancia emocional, de las transiciones y cambios armónicos, de los susurros y las voces calmantes, de la capacidad de llevar al bebé hacia estados de sosiego cuando los precisa… Cuando el hemisferio derecho está pleno de miedo y de ansiedad, de terror, de oleadas de angustia, de ira, esa música hace que la mamá camello pueda tranquilizarse y confiar. Porque la madre necesita esa seguridad que le dan los miembros de la comunidad. Necesita esa nueva visión sobre su hijo, mentalizarle de otro modo... Comunidad de la que formamos parte los educadores, psicólogos, psicoterapeutas, maestros, técnicos de infancia, trabajadores sociales, médicos, psiquiatras... cuando diseñamos intervenciones para que los padres se capaciten como tales y puedan poner en marcha un sistema de cuidados empático, sensible y con límites hacia sus hijos/as.

Pero no nos olvidemos del camellito, de la cría, que no entiende nada, que sólo siente una mezcla de deseos de aproximarse (y de activar su sistema de apego, necesario para su supervivencia) pero a la vez de alejarse porque intuye el rechazo y tiene miedo (activando a la vez el sistema de defensa) Está en ese miedo sin solución, me ha recordado al apego desorganizado del que hemos hablado en este blog innumerables veces. El camellito (o camellita) si pudiera hablar diría algo así como: “tengo miedo”, “no me fío”, “me duele que me rechace” La comunidad a la vez, también le transmite la confianza y seguridad para que avance poco a poco y se acerque a su madre (o padres), haciéndole sentir que está preparada y que además, ellos están ahí.

Puede aplicarse al acogimiento familiar, a la adopción (en este caso la madre o cuidador/es no rechaza pero también tienen dudas, miedos y vacilaciones en este proceso de vincularse al niño, y éste a su vez, puede estar aterrorizado, paralizado, angustiado por sus experiencias anteriores con otros cuidadores que se están activando en el proceso de apegarse a los nuevos padres o familia), a la re-vinculación niños/as padres por emigración... y a otras experiencias relacionales que a buen seguro ya se os están pasando por la cabeza.

Muchas veces se pueden explicar teorías complejas como la regulación emocional de este modo, poniendo un vídeo a los padres y familias, pues necesitáis comprender muchos conceptos para poder así entender a vuestros hijos/as.

Esta intervención que hace toda la comunidad mongola sobre el camellito y la mamá es tratar de fomentar un apego seguro, ganarlo a la seguridad. Cuando intervengo en la consulta con mamás y/o papás y niños/as adoptados/as mayores con los que tenemos que trabajar el apego, realmente hacemos algo parecido a lo que simboliza este video. Es clave la intervención sobre el apego en la niñez temprana y en la segunda niñez -en el caso de menores adoptados y acogidos, sobre todo-, para ganarlos a la seguridad. En la adolescencia también se puede, pero siempre creo es más complicado, los nudos están más atados.

¿Por qué intervenir sobre el apego para hacerlo seguro? Porque las bases de la futura regulación propia, de la relacional y del control de impulsos hunden sus raíces en una experiencia de apego seguro. Dice Pat Ogden “…en el caso de una relación de apego seguro, la relación con el cuidador facilita el desarrollo del hemisferio cerebral derecho, favorece la regulación afectiva eficaz y fomenta la salud mental infantil adaptativa. El cerebro inmaduro del niño se ve continuamente estimulado de forma que preparan las neuronas del córtex orbitoprefrontal, estructura que es especialmente importante debido a su profundo efecto sobre la regulación fisiológica emocional. Dependemos del córtex orbitoprefrontal derecho en razón de su capacidad de regular la activación emocional y autónoma, y esta área del cerebro depende recíprocamente para su desarrollo de la regulación relacional durante la primera niñez” (“El trauma y el cuerpo”, editorial Desclée de Brouwer)

Efectivamente, cuando trabajamos la relación entre una familia y su hijo/a que necesitan una intervención en el área del apego, estamos haciendo una regulación relacional que tiene importantísimos efectos en las áreas del cerebro responsables de la regulación interna (fisiológica y emocional) Cuando la comunidad interviene con el bebé camello y la mamá, está haciendo a nivel psico-fisio-lógico, todo eso que tan maravillosamente explica la autora y especialista, Pat Ogden. Así pues, creamos en nuestro trabajo firmemente porque tiene respaldo científico. Y esta tarea nuestra (también de la comunidad que rodea al niño) regulatoria nos ocupa todo el desarrollo del niño para que pueda proyectarse como un adulto adaptado.

Nos despedimos como es ya un clásico en este blog, comentándoos la  picada de hoy. Es una picada importantísima. Quiero apoyar desde estas líneas la figura de las familias colaboradoras para esos menores que llegados a una edad no tienen más alternativa que el centro de acogida, el cual aún proporcionándole muchos recursos y aspectos positivos, a veces carece de la posibilidad de ofrecer figuras vinculares estables. Las familias de apoyo (como lo es el Programa IZEBA en Gipuzkoa, promovido por la Diputación Foral) pueden constituirse en tutores de resiliencia. La resiliencia es la capacidad que tienen los seres humanos para crecer y rehacerse desde la adversidad o el trauma. Es un proceso que se construye en la relación con los otros. Las personas desarrollamos recursos resilientes primarios durante los primeros años de vida gracias a la creación de un vínculo de apego seguro con un cuidador empatico, permanente, sensible y disponible emocionalmente que nos transmite una experiencia de seguridad. Desgraciadamente, hay niños que no han podido desarrollar suficientemente la resiliencia primaria. Su experiencia vincular ha sido tan insegura -y en algunos casos, dañina- para su bienestar y salud que ha debido adoptarse una medida de protección, siempre dolorosa. Algunos de estos menores, especialmente los mayores de cinco años, desgraciadamente, no tienen fácil acceder a figuras adultas que ofrezcan una permanencia y que contribuyan a reparar el apego (por ejemplo, en un acogimiento familiar) Con lo cual quedan en una situación de mayor vulnerabilidad porque las posibilidades de desarrollar la resiliencia secundaria son más escasas. Este tipo de resiliencia emerge en los niños y adolescentes gracias a adultos que acompañan y aceptan incondicionalmente a éstos. Los llamados tutores de resiliencia son personas capaces de fomentarla, de favorecer que crezcan y se rehagan desde el trauma. Es un adulto, como dice Boris Cyrulnik, que encuentra al niño y supone un renacer y una transformación para él, el viraje de su existencia.

Creo que es en este marco donde entran las familias de apoyo o las colaboradoras. Pueden ser esas figuras adultas, a veces las únicas, que den permanencia (con todo lo que esta palabra implica) al niño o adolescente. Pueden ser esos tutores de resiliencia que acompañen al menor en ese proceso de rehacerse y crecer desde la adversidad. Se sabe por la investigación científica que las relaciones estables, sanas, constructivas, positivas... con adultos facilitadores reparan las redes neurales asociadas al apego y la empatía. En una investigación de referencia ya en resiliencia, la de Werner, se observó en un estudio longitudinal que los menores que habían conseguido desarrollarse como adultos suficientemente adaptados (a pesar de haber soportado traumas severos en su infancia) son los que habían contado con al menos un adulto que cambiara la mirada sobre ellos y los aceptara de manera incondicional. Creo que las familias colaboradoras, bien seleccionadas y formadas, pueden hacer esta tarea de construir la resiliencia secundaria en unos menores que de otro modo, tienen escasas posibilidades en este sentido. Pienso que potenciando este recurso estamos llevando a la práctica lo que la investigación científica avala como válido para reparar y hacer una tarea de reconstrucción de unos menores que no pueden ser dejados a su suerte, sin referentes estables. Todo niño tiene derecho y necesita al menos, un adulto que le acompañe en su vida.

Me despido dándoos las gracias de corazón por apoyar el evento de las II Conversaciones sobre apego y resiliencia infantil que se celebrarán en Donostia los días 27 y 28 de noviembre. ¡Hemos completado el aforo (130 plazas) en dos semanas…! Lo siento una vez más, por todos/as los/as que os queréis apuntar y ya no podéis. Para la próxima edición ya consolidado el evento y teniendo en cuenta la gran acogida que le dispensáis, os prometo que buscaré un local más grande aún y espero nadie que quiera asistir se quede sin poder hacerlo. Esto habla muy bien de todos/as vosotros/as: queréis formaros y crear redes de comunicación, intercambio y apoyo. Os prometo que los que estaremos en las jornadas de Donostia lo vamos a dar todo, y que las mismas serán atractivas desde el punto de vista de los contenidos pero también habrá resonancia emocional; si no, el aprendizaje no es tan completo. Se olvida pronto.

Dentro de 15 días (el 19 octubre) tenemos otra firma invitada: Olga Guerra Arabolaza, psicóloga y experta en abuso sexual. Os gustará su aportación. Porque además, sobre este tema hemos hablado poco. Nadie mejor que Olga para hacerlo.

Cuidaos / Zaindu