sábado, 31 de enero de 2009

El trauma de las guerras

“No hay nada más dañino en la vida que la violencia ejercida por el hombre hacia el hombre” Esta frase de Jorge Barudy viene a cuento de la Guerra de Gaza a la cual asistimos impotentes en los últimos meses. También viene en relación a otras muchas guerras que se suceden en el mundo, o a cualquier otra forma de causarse daño unos a otros, de un modo cruel.

La población civil, hombres, mujeres y niños que ni siquiera tienen voz en los conflictos armados, los ciudadanos, alejados de la clase política y de otros poderes fácticos, sufren y padecen las consecuencias de las guerras, de los que toman la decisión de enfrentarse despiadadamente implicando a personas incocentes. Ahora parece que hay decretado un alto el fuego para que se pueda seguir un proceso de paz (que no se respeta, pues hoy leo en los medios de comunicación que se han lanzado cohetes hacia Israel) Este proceso siempre llega cuando ya hay muchas personas muertas o vivas pero destrozadas por el dolor.

El trauma que las guerras, o la violencia, genera en el ser humano puede ser indeleble y de consecuencias devastadoras. Toda ayuda humanitaria será poca, no sólo para cubrir las necesidades físicas sino las psicológicas de unas personas que viven aterrorizadas ante la incertidumbre de ser alcanzados por una bomba.

¿Qué le puede responder un padre o una madre a un niño que pregunta por qué los hombres se hacen tanto daño entre sí y no son capaces de dirimir sus problemas dialogadamente encima de una mesa? ¿Por qué nos llevamos las manos a la cabeza cuando los jóvenes utilizan la violencia para conseguir sus fines? ¿Qué les enseña el mundo adulto?

¿Qué se le puede explicar a un niño que pregunta por qué los adultos se enfrentan a sangre y fuego, por qué no respetan a los niños, mujeres y hombres inocentes? "¿Qué hemos hecho nosotros, mamá?" – dirán muchos niños víctimas de las guerras. Y los niños son clarividentes, mucho más de lo que demuestran ser los adultos que pueden decidir.

La neurosis de guerra fue estudiada en los años cincuenta, comprobándose cómo los supervivientes de la Segunda Guerra Mundial presentaban cuadros de estrés postraumático graves de los cuales no se recuperaban, causando, en muchos casos, daños irreparables en las estructuras cerebrales responsables de codificar las emociones.

Ansiedad crónica, un sistema de alerta hiperactivado, sentimientos depresivos, la sensación de que se están reviviendo (como si volviera a ocurrir realmente) los sucesos que pusieron en riesgo la propia vida o integridad personal (flashback), miedos, fobias, desconfianza, recelo en las personas, síntomas disociativos, agresividad… son manifestaciones de lo que se denomina trastorno por estrés postraumático, el cual arruina la vida de muchas personas inocentes.
Es verdad que las víctimas de las guerras o la violencia nos enseñan mucho acerca de cómo se puede conseguir superar el trauma y mantenerse equilibrado, o incluso aprender de una experiencia tan demoledora (lo que se llaman personas resilientes), pero no es menos cierto que hay seres humanos que no pueden superarlo.

“Puesto que las guerras nacen en las mentes de los hombres, es en éstas donde deben erigirse los baluartes de la paz", reza el preámbulo de constitución de la UNESCO. Trabajemos todos para que esto pueda hacerse realidad, aunque suene a utopía.

viernes, 9 de enero de 2009

Series de TV y niños y jóvenes

El columnista y crítico de televisión José Javier Esparza da cuenta de un estudio llevado a cabo por la periodista y técnica de Igualdad Carmen González Vicente para la Asociación Plaza del Castillo de Usuarios de Medios de Comunicación, en colaboración con el Departamento de Consumo del Gobierno de Navarra.

El estudio versa sobre 50 personajes infantiles y juveniles de las series de televisión, centrándose en las series de producción española emitidas por Antena 3 y Telecinco: “Hospital Central”, “MIR”, “Aída”, "Escenas de Matrimonio”, “Cámera Café”, “Sin tetas no hay paraíso”, “Yo soy Bea”, “Impares”, “Los hombres de Paco”, “Lalola”, “Física o Química” y “El Internado” Como se puede comprobar, las series son de lo más visto en televisión por niños y jóvenes.

Conclusiones del estudio:

1/ En general se trata de personajes que transmiten rasgos de comportamiento demasiado exagerados y estereotipados.

2/ Los personajes actúan como soportes comerciales de una amplia gama de productos que van desde la música hasta las mochilas.

3/ Los jóvenes de televisión carecen de cualquier profundidad; cosas como la cultura, la política, la espiritualidad, por ejemplo, rarísimas veces aparecen en las frases que pronuncian. Lo que más les preocupa son el materialismo y el sexo.

4/ En el caso de los personajes infantiles, éstos aparecen asociados siempre a una gran preferencia por las nuevas tecnologías.

5/ Las series se sitúan en un entorno urbano y “la mejora de la situación individual mediante el esfuerzo, ya sean los estudios o el trabajo, no es considerada como una opción en la vida”

¿Se trataría de prohibir el visionado de estas series o de acompañar a los jóvenes y ayudarles a discernir entre la fantasía y lo real, tratando de que comprendan que el mundo en el que vivimos se rige o se ha de regir por otros valores? ¿Tienen más influencia en los niños y jóvenes estas series o nuestro modelo de actuación como padres que debe encarnar valores, actitudes y normas basadas en lo contrario a la felicidad mediante lo material, el tener y el consumir? Es decir, ¿podemos confiar en que la familia se convierta en el espacio privado que contrarreste estas influencias que deshumanizan a las personas? ¿O hay quien ve con buenos ojos que los jóvenes sean socializados en estos valores porque lo que importa en la vida es el éxito a través de ser atractivo, tener mucho dinero, usar las nuevas tecnologías, dejarte llevar por los impulsos y considerar las relaciones con los otros con un fin funcional?

Que cada uno reflexione y extraiga sus conclusiones.