lunes, 23 de enero de 2017

Acoger es crecer, por Rocio Fraga Vázquez, educadora social y acogedora.


Diez meses, diez firmas II

Invitada del mes de enero de 2017:

Rocío Fraga Vázquez, educadora social.



Título del artículo: Acoger es crecer


Hace aproximadamente diez años conocí a Rocío Fraga Vázquez, nuestra firma invitada de este mes. Precisamente en el contexto laboral de tratamiento de los menores víctimas de malos tratos y que residen en pisos de acogida. Ella trabajaba entonces para la AEEG (Asociación de Educadores Especializados de Gipuzkoa) y yo me encargaba de la psicoterapia de varios menores que residían en los centros de acogida de esta institución. Rocío Fraga me cautivó por su capacidad para poder sintonizar emocionalmente con los niños/as pero a la par ser consistente en sus respuestas hacia ellos respecto a las normas y a los límites. Niños/as, por desgracia, muy dañados en su desarrollo, vinculación y personalidad. Porque la sintonía emocional y la consistencia de respuesta son dos habilidades que pueden reparar la capacidad de vincular de los menores cuando su apego temprano fue dañado. Y Rocío las tiene. Los niños y adolescentes con los que trabajé en psicoterapia siempre hablaban de Rocío con palabras afectuosas. ¡Buena señal! Los menores sentían que a ella le importaba de verdad sus vidas y su bienestar. Tuve la enorme suerte de trabajar con Rocío Fraga en el acompañamiento de los menores dañados por los malos tratos y aprender de ella cómo consigue ganarse la confianza, el afecto y la seguridad de los niños/as y jóvenes. Desde entonces hemos mantenido el contacto y he estado al tanto de su evolución personal y laboral. Dada su experiencia como acogedora y educadora y su buen hacer, me ha parecido que a todos/as los/as que nos juntamos en este blog nos aportaría conocer muchos aspectos del acogimiento, sobre todo emociones y procesos internos de los que no se habla y que de su resolución puede depender en parte que un acogimiento sea una experiencia de éxito para el niño  o niña. "Porque al acoger un niño/a en casa estamos introduciendo una historia de dolor que va a trastocar todos nuestros cimientos" - dice Rocio sabiamente. Os dejo con ella, nuestra invitada de este primer mes del año. Rocío Fraga ya forma parte del elenco de grandes profesionales que nos visitan mes a mes desde hace dos años. Muchas gracias, Rocío, por tu colaboración.


Rocío Fraga Vázquez. Me llamo Rocío. Soy educadora y pedagoga social. Master en cooperación internacional al desarrollo. Monitora de tiempo libre. Tengo 31 años, y trabajo en la red de protección infantil desde hace casi diez. Los primeros ocho, estuve trabajando en los pisos de acogida de la AEEG, realizando diferentes funciones, y desde que finalizó esa etapa, mi pareja y yo tenemos a una persona en acogimiento profesionalizado. 

El día que José Luis me pidió que relatara mi experiencia como acogedora y/o educadora, me surgieron muchas dudas, pero entre todas ellas, la más obvia fue pensar en que función iba a centrarme. Dándole vueltas al asunto, concluí que aunque son ocupaciones diferentes, tienen en común, a mi parecer, que para que ambas medidas de protección sean constructivas y exitosas, la figura en cuestión (ya sea acogedor/a o educador/a) ha de ser un/a tutor/a de resiliencia; con las diferentes connotaciones e implicaciones de cada contexto, por supuesto.

Por lo tanto, desde ahí es de dónde escribo. Sintiéndome (o al menos esperando poder ser) tutora de resiliencia. En este proceso de convertirme en tutora, me he encontrado con personas que me han apoyado, formado y dado miles de oportunidades, y no puedo hablar de mi camino sin rememorarlas. Entre ellas está María José Gorrotxategi, una persona infinitamente especial, que me enseñó a trabajar con el corazón, me dio grandes oportunidades a nivel laboral, y nos ofreció a todas las personas que trabajamos con ella aprendizajes inestimables para realizar la labor de educadora. También me brindó la posibilidad de conocer a dos grandes profesionales, una de ellas es Itziar Landaburu, y el otro José Luis; gracias a ellos he podido seguir formándome, y entre otras cosas, he podido sentirme apoyada en esta tarea tan difícil que hacemos. 

Aunque me parece que la función de educador/a y acogedor/a tienen en común que ambos son tutores de resiliencia, he pensado que será más interesante el enfoque práctico como acogedora, ya que el trabajo en pisos de acogida ya está más regulado y seguramente los lectores y lectoras de este blog ya conocen la práctica y las implicaciones de este trabajo. Además, creo que lo que voy a relatar es aplicable para educadores/as, pero vicerversa, sería más difícil, puesto que como acogedor abarcas aspectos que como educador es más difícil hacerlo; la intervención no llega a ser tan profunda. 

En estas líneas, voy a dar mi respuesta a dos preguntas que creo que se hacen muchas personas al hablar o plantearse un acogimiento, sin especificar profesionalizado o voluntario; creo que las necesidades y características son las mismas, solo que cambia la intensidad de ellas. La primera de las preguntas es:



¿Qué es un acogimiento?

Es muy difícil de explicar exactamente que es un acogimiento, pero se puede empezar por dejar claro que no es una adopción. Parece muy obvio, pero en la práctica te encuentras con dilemas, situaciones, e historias de niños/as que te hacen sentir necesario aclararlo. Técnicamente, acoger a una persona es darle, temporalmente, un hogar que por diversos motivos no puede vivir con su familia. Es tan difícil de definir lo que es un acogimiento de manera más concreta, porque cada persona que participa en el proceso tiene motivos, deseos y expectativas diferentes respecto al proceso. Es decir, los/as acogedores/as lo hacen por unos motivos (cada acogedor los suyos propios) y los/as niños/as que son acogidos lo son también por otros completamente diferentes (cada niño/a también por razones distintas). Esto, convierte el proceso en una coctelera que agita emociones a veces contrapuestas entre los miembros del proceso, y puede resultar doloroso. Pongamos que alguien desea acoger para darle lo mejor de sí a un niño y salvarle de una situación horrible, pero ese niño o esa niña va a su casa porque no le han dado alternativa desde las instituciones, y realmente no desea ser acogido/a. Es un ejemplo drástico, pero no por ello poco habitual…

Lo que acabo de mencionar tiene mucho que ver con el primer punto importante, en mi opinión, al tomar la decisión de acoger, que es pensar muy bien porque uno quiere dar ese paso. Creo, en mi humilde opinión, que las personas que realizamos trabajos asistenciales, buscamos siempre el motivo en las personas atendidas, y no miramos nuestros propios motivos, que siempre existen, por muy ocultos que estén. Es importante marcar cual es nuestro objetivo personal con esta labor. Qué es lo que queremos conseguir. En mi caso, yo lo hice porque trabajar con la infancia desprotegida me aporta muchísima satisfacción, cuando los niños que he atendido han hecho avances, he sentido una sensación incomparable dentro de mi ser, quiero que sea mi aportación al mundo, mi forma de estar viva y poder hacer un efecto positivo en los demás, porque eso es lo que me hace sentirme bien; realizar un trabajo que me de algo más que una remuneración económica, un beneficio al mundo donde vivimos. Siempre he sido una persona muy crítica con la sociedad y el dolor que a veces produce su funcionamiento, y necesito ser consecuente con ello; dando mi pequeño granito de arena para mejorar nuestro mundo. 

¿Qué es necesario para un acogimiento exitoso?

Antes de comenzar a dar mi opinión, me gustaría señalar que no porque se cumplan todos los puntos que voy a exponer, un acogimiento va a ser exitoso, puesto que hay otras cuestiones en juego, como por ejemplo las medidas administrativas, que escapan de nuestro control. Pero sí que me atrevería a afirmar, que si no se dan, al menos en su mayoría, es difícil que haya podido ser un proceso constructivo.

Voy a comenzar expresando cuales son las características esenciales respecto a él/la acogido/a. En primer lugar, la persona tiene que estar preparada para afrontar el proceso; tiene que tener una capacidad emocional estructurada por unos mínimos, para resistir todo lo que se le va a trastocar, que va a ser, esencialmente, todo. Funcionalmente, va a cambiar casi seguro de lugar de vida, amigos, espacios de ocio,…va a cambiar hasta su alimentación. Socialmente, se le van a pedir otro tipo de comportamientos; el nivel de exigencia es infinitamente mayor. 

Además, tiene que tener una familia biológica que aunque no apoye, por lo menos entienda el acogimiento. De no ser así, es probable que el acogido se vea envuelto en una lucha entre acogedores y familia biológica, y/o sufra un gran conflicto de lealtades que le impida aprovechar la oportunidad que se le brinda. A veces se toma la medida de iniciar el acogimiento aunque la familia este totalmente en contra, y esto solo se puede hacer si luego se podrá garantizar que no se permitirá a la familia boicotear el acogimiento, puesto que de otra manera, se condenará al niño o a la niña a otro fracaso cuya responsabilidad no es suya pero que él o ella sentirá así. 

Por último, los/as niños/as, exceptuando los bebés, tienen que tener un mínimo de capacidades para integrarse en una familia. Este mínimo va también en proporción de que puede resistir la familia y que no, pero hay casos tan extremadamente dañados, que proponerles un acogimiento es dañarles más aún porque no van a poder con ello, ya sea la familia, el/la acogido/a o ambos los que no puedan. Esta decisión es muy complicada, porque nunca sabes hasta qué punto es irreparable una situación, pero el daño que se le puede hacer a una persona al condenarle a otro abandono más puede ser muy grave. 

La familia también tiene que tener ciertas características y condiciones. La primera condición es que todos los miembros del núcleo familiar han de estar de acuerdo, y si la familia extensa esta también de acuerdo, mejor aún, pero esto no es esencial. 

Respecto a las características necesarias, enumeraría las humanas en primer lugar: capacidad de escucha activa, empatía, altruismo -de esto una buena dosis-, capacidad para poner límites asertivamente…Pero sobre todo sensibilidad, amor y humor a raudales. Porque un acogimiento, a veces es tal infierno, que o te lo tomas con humor, o no sales bien parada, y el niño o la niña peor aún. 

Por otro lado, para atender adecuadamente a los/as niños/as que han sufrido historias de abandono o malos tratos, es imprescindible una adecuada formación. Leer sobre el tema es muy beneficioso, ya que aunque tengas la formación, retomar aspectos teóricos a menudo siempre es interesante, puesto que todo se olvida en el día a día, y nos sale lo más primario; actuar desde las emociones y los instintos. Supone un esfuerzo y tiempo del que a veces no disponemos. Pero siempre merece la pena, en mi caso, me ayudaron a enfocar mi labor los libros “El niño abandonado” de Rygaard y “La Inteligencia Maternal” de Barudy, Dantagnan, Comas y Vergara [Aprovechamos la ocasión para informaros que Rygaard estará con todos/as nosotros/as en San Sebastián los días 6 y 7 de octubre]

Y por último, lo más difícil. Saber pedir ayuda. Pero de verdad. Cuando te encuentras desesperado/a -que si acoges, lo estarás-, es increíblemente difícil reconocer que estas fatal en esos momentos. O que no sabes cómo intervenir en alguna situación. Esto ocurre, desde mi punto de vista, por dos factores: el primero es porque en general, los/as acogedores/as nos creemos superhéroes; y por otro lado, por miedo a que la administración nos juzgue y tome medidas al respecto. Pero sobre todo por lo primero, es por ello que realizar un trabajo personal es imprescindible, o al menos estar dispuesto/a a hacerlo cuando sea necesario. 

Un desafío interesante en el proceso del acogimiento, es saber aceptar que no somos los salvadores de las/os niñas/os, que va muy unido a ese complejo de superhéroe que tenemos. Aprender a aceptar a las/os niñas/os y a su situación es muy difícil.

En mi caso, aparentemente, ya sabía que no iba a salvar a este niño de nada...Pero una vocecita, muy pequeña, me decía que sí, que yo conocía de cerca estas situaciones, y que estaba preparada para abordarlas, que sabía dónde me estaba metiendo, y que le iba a poder cambiar la vida al niño o a la niña que me asignaran ¡Ja!

Actualmente, después de mucho trabajo, he podido modificar mi objetivo: No le voy a salvar, pero sí que puedo ayudarle a ser su mejor versión. Para ello hay que aceptarle a él y a toda su mochila. 

Y aquí viene lo rematadamente difícil. Su mochila tiene diferentes compartimentos; primero están los dos más grandes, que son su historia y su comportamiento (posiblemente disruptivo) y emociones. Después está un segundo bolsillo lateral, su familia, o familias de acogida anteriores, pisos de acogida, familia extensa…En el otro bolsillo están las dificultades añadidas que él o ella pudiera tener: una discapacidad, enfermedad…Y todo eso, lo tienes que aceptar. Pero no para llevarlo tú, si no para enseñarle a ella, o a él, después de hacer el largo proceso de aceptación, a llevarla dignamente. Esto supone que le puedes ayudar a ordenar la mochila, o a saber cómo quitarse un peso que le impide caminar, pero lo tiene que hacer él o ella y cuando esté preparado/a. Y a veces queremos ayudarle demasiado, y lo queremos hacer con prisa por la urgencia de “curarle”, y no nos damos cuenta de que en ese momento no puede. 


Por último, diré que un acogimiento es un desafío, y es un proceso muy complicado, en el que influyen innumerables factores. Hay que ser consciente de que estas metiendo una historia de dolor en tu casa. Cuando llegas a entender que no le vas a salvar, que ya es muy difícil de asumir, y has llegado a poder reflexionar sobre esto, te das cuenta de que de alguna manera, el sufrimiento que trae el niño te ha comido terreno en tu vida. Se te mueven todos tus cimientos emocionales, y te contagias, de alguna manera, de su dolor. Ellos devuelven al mundo lo que este les ha dado, y en ese momento, por simplificar, nosotras/os somos los que recibimos ese daño. Hay veces que una no se reconoce en sus respuestas o emociones ante algunos actos del niño o niña. Y eso asusta. Ojalá tuviéramos libertad de hablar de esas emociones oscuras que sentimos las acogedoras o acogedores; del gran apoyo que necesitamos para poder llevar a cabo nuestra labor. 



Desde esas emociones que he sentido en el duro proceso de adaptación, puedo decir que me ha llevado a conectar y entender porque la persona que yo atiendo no puede (aún) modificar -o al menos pensar- sobre algunas reacciones disruptivas que presenta. Si yo tengo estas emociones, ¡¡qué no tendrá este niño!! Hay algo que a veces hacemos las personas que nos dedicamos al trabajo asistencial, y es pedir cambios comportamentales más rápidos, reflexiones más profundas o respuestas más maduras a las personas que atendemos que a nosotras mismas, o incluso a nuestros/as familiares o amigos/as adultos/as. Además de pedirles que nos cuenten todo lo que les pasa, sabiendo que gran parte de lo que nos cuenten lo vamos a tener que contar a toda la red que le atiende. 



Me gustaría finalizar esta aportación enfatizando lo importante que es que las acogedoras y acogedores tengamos un apoyo antes, durante y después del acogimiento. Entiéndase por apoyo: formación permanente de calidad, supervisión cercana y constante del caso y de ayuda para el acogedor y la acogedora; a todos los niveles que pueda necesitar cada persona, ya sea en recursos materiales, como en colaboración interprofesional. 

Sería interesante que se garantice que todos los/as acogedores/as puedan sentirse aceptados/as y reconocidos/as, que se le facilite identificar, admitir y trabajar esas emociones que sentimos todos/as cuando acogemos, sin miedo, puesto que trabajarlas es lo que hará que el acogimiento pueda ser exitoso, sentir que el hogar que ofreces es algo más que un lugar donde la institución pone a un número de expediente, poder hablar con confianza y ser tratado de la misma manera, para que la acogedora o el acogedor pueda ofrecer, a su vez, un espacio reparador y resiliente a la persona o personas que atiende. Estas emociones, son comparables a las crisis, cuándo se elaboran, pueden ser enriquecedoras. 

Me gusta pensar que los tutores de resiliencia somos jardineros de las flores que son nuestros niños, que pese a la dura tierra donde les ha tocado crecer, florecen, con un buen cuidado. Pero no se nos puede olvidar que el jardinero también descansa y se cuida. Y crece.

miércoles, 18 de enero de 2017

"Padres, madres. Hijos, hijas. Un buen vínculo para crecer", conferencia a cargo de José Luis Gonzalo en Logroño, invitado por APIR y el Gobierno de La Rioja.

El próximo jueves, 26 de enero de 2017 es un placer para mí impartir -invitado por El Gobierno de La Rioja y APIR (Asociación Pro Infancia Riojana)- una comunicación en el Salón de actos de la Biblioteca de La Rioja, a las 19,00h, titulada: "Padres, madres. Hijos, hijas. Un buen vínculo para crecer"

La Rioja es una tierra con la que me unen vínculos de origen y afectivos, por lo que me siento particularmente emocionado de compartir esta comunicación con todos/as los/as que os acerquéis.


Entrada libre


En esta comunicación pretendemos exponer qué es el apego y la trascendencia que tiene como garante de un óptimo desarrollo integral. Las personas que logran un vínculo de apego seguro sientan las bases de la futura competencia social y emocional. No es que no vayan a tener problemas o riesgos para la salud mental pero sí podrán saber beneficiarse de relaciones de apoyo sanas y de la búsqueda de ayuda para resolverlos. Por el contrario, el desarrollo de un vínculo de apego inseguro es una forma de especial vulnerabilidad con repercusiones en el desarrollo posterior tanto en la regulación de las emociones y los impulsos, el neurodesarrollo así como de la valoración que hacemos acerca de nosotros mismos y de la expectativa en cuanto a la disponibilidad de los otros para brindarnos consuelo, apoyo y seguridad cuando la necesitamos en momentos de estrés o crisis personal. “Para criar a un niño se necesita toda una tribu”, es una expresión cierta que refleja que todos nos hacemos bajo la influencia de otros. Primero, gracias a las personas que nos cuidan. Y después, con el resto de figuras que conforman el universo del niño como sus familiares, profesores, amigos…esto es, nuestra red de apego subsidiaria.

José Luis Gonzalo Marrodán. San Sebastián-Donostia, 1967. Psicólogo Especialista en Psicología Clínica. Psicoterapeuta por la EFPA. Master en terapia de conducta por la UNED. Diplomado en psicoterapia infantil por el IFIV de Barcelona dirigido por Barudy y Dantagnan. Formación en EMDR adultos (nivel II) y EMDR niños y adolescentes (nivel I) Trabaja en su consulta privada realizando tratamiento psicoterapéutico a niños, adolescentes y adultos. Desde 1999 su campo de interés profesional se centra en la psicoterapia basada en el apego y en la traumaterapia con niños y jóvenes adoptados y acogidos. Combina su actividad como psicoterapeuta con la de formador de profesionales y familias. Es autor del blog: www.buenostratos.com

martes, 17 de enero de 2017

Formación en psicología evolutiva aplicada a la Gestalt, organizado por UmayQuipa, en Madrid. Comienzo: último fin de semana de enero. ¡Quedan 2 plazas!

LO ESPERADO Y LO INESPERADO: 

Formación en psicología evolutiva  infantil aplicada a la Gestalt.



PRESENTACIÓN. Por Loretta Cornejo

Seguimos con las entrevistas para el curso de formación: DE LO ESPERADO A LO INESPERADO. La psicología evolutiva bajo una mirada gestáltica.

Seguimos considerando que todo profesional que se encargue de estar al lado de las familias y los niños y jóvenes debe actualizar los conceptos de evolutiva. Y por qué no, los que trabajan con personas adultas para entender desde un punto de vista diferente qué pasó, de qué se vio rodeado en su infancia, que cosas hicieron que la energía familiar derivara en conflictos irresolubles o en chispazos que llevaron a encuentros diferentes y sanadores.

Todo manual nos dice cuando un niño debe comer, cuándo caminar, cuándo sentarse, cuándo tener amigos... pero ninguno o casi ninguno nos habla de los ritmos, de las propia música que trae cada niño y cómo se engarza con la melodía de cada uno de los padres y que pieza instrumentará en el mundo.

Pocos manuales hablan de la angustia de los padres prematuros y cómo acompañarlos, de qué cosas que se hacen o se dejan de hacer en la niñez repercuten en la adolescencia y tampoco de la evolutiva de los niños en acogida o adoptados, que llegan con toda una historia y sus propios recursos a una nueva familia que ellos no saben aún si adoptarán o no y en cuánto tiempo. 

Hablaremos de los niños de alta sensibilidad que muchas veces son diagnósticados como déficit de atención, hiperactividad, trastornos del desarrollo y tantas cosas más. Son niños que vienen con otras tareas que cumplir en esta vida y no los estamos entendiendo. 

En esta formación son bienvenidos los padres que quieren entender y acompañar a sus hijos con estas características y saber más, un viaje que empezarán desde los 0 meses a los 12 años, pasando por conceptos introductorios de neurología afectiva, procesos de resiliencia, figuras de apego y daños que se pueden heredar junto a conceptos de psicoeducación. 

Ya no quedan muchas plazas, si están interesados: 

Llamar al 91 5493878  o escribir a: umayquipae@gmail.com


 La teoría infantil desde la psicología del desarrollo por edades




TEMARIO Y PROFESORADO

1-Crianza positivaapego y desarrollo en las distintas etapas evolutivasJOSE LUIS Gonzalo Marrodán.

2-La construcción del mundo emocional durante los primeros años de vida (o a 3 años): Los procesos emocionales necesarios a lograr durante el primer año de vida, y la prevención de posibles patologías. DIANA C. de Baumann.

3-Introducción a la neurología afectiva. LUCIA Ema.

4-La personalidad emocional de 3-6 años: Los seis años se termina la esencia de la personalidad adulta. Procesos evolutivos emocionales y formas de intervención. Trabajo con los padres o figuras parentales. Iniciación y desarrollo del  proceso de socialización.

5-La edad de la incertidumbre y la edad dorada De 7 a los doce años LORETTA Cornejo.

6-La primera infancia y sus diferentes etapas en correlación con las etapas de la adolescencia. MARGA de la Torre.

7- El no tirar la toalla: entre la fuerza y lo vulnerable: Acompañando a los hijos prematuros. PEDRO Valentín-Gamazo.

8-Cómo ayudar a sostener las relaciones afectivas desde el principio de la vida. Claves desde la psicoeducación e intervención comunitaria.

9- Distintos niveles de intervenciónDr. CARLOS Pitillas (Universidad de Comillas y Primera Alianza)

10.-Algunos temas especiales: Niños con alta sensibilidad. Evolutiva de los niños adoptados. LORETTA Cornejo Parolini.

lunes, 9 de enero de 2017

Un excelente libro para empezar el año: "El apego. Cómo nuestros vínculos nos hacen quienes somos", de la Doctora en psicología Inés Di Bártolo.

Recientemente he terminado el libro de Inés Di Bártolo (especialista en la teoría del apego, profesora titular de la Universidad Católica Argentina, Doctora en Psicología, docente en cursos de postgrado y doctorado, conduce investigación y ejerce la práctica clínica con niños y adolescentes) titulado “El apego. Cómo nuestros vínculos nos hacen quienes somos. Clínica, investigación y teoría” Editorial Lugar, Buenos Aires, 2016. 

Me ha atrapado y aportado enormemente este libro por varias razones. Desde aquí felicito a la autora por su excelente trabajo, el cual recomiendo a todos/as los/as lectores de Buenos tratos, tanto si son profesionales (de orientaciones diversas) como a familias y personas en general interesadas por la teoría del apego y sus aportes. Aunar rigor científico con un texto comprensible y accesible al público es –como he dicho en otras ocasiones- una cualidad al alcance de pocos. La Doctora Di Bártolo es una de las personas que lo ha conseguido. El texto no resultará complejo al lector no familiarizado con la psicología.


La primera virtud que le veo es que para ser un libro no demasiado extenso (237 páginas no es un tamaño excesivo para lo prolija que es la teoría del apego y lo mucho que hay que contar) es una visión completa del dominio del apego. Quien lea el libro se ha hecho con un conocimiento de todos los aspectos importantes a nivel clínico y de investigación que conforman el apego, tanto de teoría como de intervención. Y ofrece, además, múltiples referencias bibliográficas para profundizar en el tema. 


El segundo aspecto que considero un acierto es que reúne en una lograda combinación expositiva lo que la investigación empírica en teoría del apego aporta (ella lo llama la reinvención de la rueda: “el psicoanálisis tiene una tradición rica en la conceptualización de las estructuras mentales, con muchos puntos en común con la teoría del apego. Pero la revolución de la teoría del apego es contar con los instrumentos para investigar estas estructuras empíricamente. En muchos aspectos, los teóricos del apego parecen estar reinventando la rueda que ya inventaron los psicoanalistas. Pero es una rueda con una diferencia básica: una cosa es hablar de las estructuras internas de la mente y otra investigarlas empíricamente”) con su experiencia como clínica (donde podemos aprender de viñetas clínicas que utiliza para ilustrar con casos reales los temas que ella va exponiendo) A ello le añadimos, además, el compromiso ético de la autora con la infancia desde lo que este gran descubrimiento que es el apego puede aportar a la infancia vulnerable y vulnerada: las implicaciones que para las políticas públicas tiene la comprensión de los trastornos del apego. Aquí la Doctora Di Bártolo desarrolla un epígrafe de obligada lectura para todos/as los/as técnicos de protección a la infancia que toman las decisiones sobre el marco convivencial y de figuras adultas a ofrecer a los menores maltratados y que pueden marcar (¡y de que manera!) su futuro. Tengo permiso de Inés Di Bártolo para transcribir ese epígrafe, y lo haré en un próximo post porque pienso que puede ser de gran utilidad darlo a conocer. Son muy sensibles las decisiones que se pueden tomar y hacerlas desde un modelo científico como lo es el apego, ofrece una base sólida.



El tercer aspecto que me ha capturado desde nada más ojear el libro, es la estructura del guión y los temas a tratar. Es un gran acierto empezar el libro por las bases de la teoría del apego. Los conceptos fundamentales, para que el libro sea accesible a las personas no conocedoras de esta propuesta científica y nadie sea descartado. Se explica con claridad -con una lectura fácil y amena pero impecablemente académica y clínica- cómo el apego se construye desde las experiencias interpersonales al mundo representacional interno. 

Inés Di Bártolo explica qué es el procedimiento de la Situación extraña (ideado por Mary Ainsworth): el paso científico para demostrar cómo el niño desde muy temprana edad  genera en su mente modelos internos en los que se representa la relación de apego, y que éstos difieren unos de otros en función de la calidad de los cuidados recibidos. La Situación extraña -la doctora usa esta expresión- equivaldría a que un científico analizara los restos arqueológicos de una determinada civilización. A partir de los mismos, podría averiguar muchas cosas sobre su cultura, religión, costumbres… Del mismo modo, cuando analizamos la Situación extraña, podemos inferir mucho de lo que ha sido la relación del bebé con su figura de apego y la huella que internamente ha dejado en la psique del menor. 

El libro avanza y desarrolla un capítulo donde nos propone cómo evaluar el apego en los niños más mayores (desde los 3 años a la segunda infancia): los guiones lúdicos de apego. Nos describe distintos instrumentos para acceder a las representaciones de apego de los niños como lo es el clásico Tareas Incompletas de Apego (de Bretherton, Ridgeway y Cassidy); pero también más recientes y modernos como las Tareas de Historias de Apego para Niños de Manchester. 

El cuarto aspecto que me ha encantado está en el capítulo 3 de la obra que nos habla de apego, riesgo y psicopatología. Incluye una conceptualización de los trastornos del apego que me ha resultado muy clarificadora. Los trastornos del apego ya constituyen cuadros psicopatológicos, nos recuerda la autora. Así pues, ella contempla tres categorías donde inserta las clasificaciones:

1. El apego no llega a formarse porque un niño no puede organizar un apego a ninguna figura en especial. Los contextos suelen ser muy específicos: institucionalización, cambios frecuentes de hogares y abandono o maltrato extremo. Aquí incluye los trastornos reactivos del apego.

2. El niño ha logrado establecer la relación de apego con una figura preferida y discriminada. Pero en la relación hay una perturbación severa. El funcionamiento de la figura de apego como una base segura está distorsionado.

3. El niño pierde abruptamente a una figura de apego. El niño tiene una reacción de duelo y dolor similar a la adultez.

Finalmente, tras pasar detallada revista al apego en la adultez y a los recientes aportes de la teoría de Peter Fonagy sobre la mentalización, dedica el resto de capítulos a la intervención desde la perspectiva vincular tanto con adultos como con niños.

La autora nos llama la atención -y subraya- un aspecto relevante que no se nos debe de olvidar: trabajar el apego con los pacientes es trabajar la relación. La relación, como afirma Di Bártolo, es el tercer paciente. Si hacemos psicoterapia con el menor, hemos de trabajar con el referente adulto del niño, sí. Pero además, hemos de constituir como objetivo de tratamiento el tercer paciente: la relación. Hay que tratar la relación referente/niño. Esto entronca y casa perfectamente con la propuesta de traumaterapia de Maryorie Dantagnan en la que la relación niño/referente es uno de los ejes centrales. 

Y me recuerda otro tema crucial: al afirmar que un niño presenta un trastorno del apego, hemos de ser cautelosos y cuidadosos con considerar esto sólo como rasgo interno del menor. Es cierto que presenta unas características y unos síntomas pero nunca hemos de soslayar que son síntomas que emergen en la vinculación con el otro. Con lo cual, lo que ese otro haga (adulto responsable del cuidado del niño) también tiene influencia. Todo sucede en una relación, no somos entes aislados. El problema no sólo es del menor. 

Un libro, en resumen, que debe formar parte de nuestra biblioteca: clarificador, completo, riguroso y ameno. Personalmente, descubrir en otros profesionales como Inés Di Bártolo (y en este caso, además, académica) de prestigio refuerzos de este tipo, que casan muy bien con el tipo de psicoterapia que uno practica, que le abren nuevos conocimientos, son un estimulo y motivación enormes para proseguir en nuestra labor.

En el próximo post transcribiré cuáles son para Inés Di Bártolo, desde su experiencia como clínica e investigadora, las implicaciones para las políticas públicas de la comprensión que actualmente tenemos sobre los trastornos del apego. Y en este tema la doctora coincide plenamente con el punto de vista que nosotros sostenemos en este blog, y con el de otros muchos profesionales como, por ejemplo, Barudy y Dantagnan. Remar en una misma dirección reconforta y refuerza en el camino a seguir, sobre todo cuando encontramos refrendo en la investigación y práctica de profesionales y académicos tan eminentes como Inés Di Bártolo. 

Podéis escuchar una entrevista radiofónica a la Dra. Di Bártolo haciendo click aquí.

La picada de primeros de año. Es una tradición terminar los posts ofreciéndoos algo interesante para compartir. Hoy la picada es una entrevista que me hicieron en el blog Educación Emocional. Lo dirige la psicopedagoga Izaskun Valencia, donostiarra como yo. El mes de octubre pasado me entrevistó para su blog, haciéndome un gran honor. Me preguntó sobre distintas cuestiones como la importancia del apego, cómo es trabajar con menores con daño emocional, que son los buenos tratos, cómo debe ser una relación para que sea reparadora, sobre la caja de arena… Hasta ahora no la había mencionado en mi blog pero compañeros/as me han animado a que la consigne y difunda. Así que, si es interesante y puede seros útil, la comparto con todos/as vosotros/as gustosamente. Podéis encontrarla haciendo click en la palabra Educación Emocional

Buenos tratos regresa el día 23 de enero con la firma invitada del mes dentro de la sección "Diez meses, diez firmas II" Colabora con Buenos tratos la educadora social Rocio Fraga.

lunes, 2 de enero de 2017

"No entendía que esa familia era la mía"

El pasado 11 de diciembre el periódico euskaldun (vasco) Berria, con edición en todo el País Vasco, publicó un reportaje extenso sobre la protección a la infancia. Una investigación rigurosa por parte de la periodista Arantza Iraola, quien ha sido capaz de encontrar el punto de equilibro exacto entre la veracidad y la emotividad, la implicación. Los reportajes excesivamente científicos sin implicación emocional, desde la distancia, no llegan al lector. No es el caso del elaborado por Arantza Iraola, quien tuvo la feliz idea, además, de incluir en su trabajo periodístico el testimonio de una joven de 26 años que desde los 5 entró en el sistema de protección a la infancia. Nos recuerda el proceso de reconstrucción de las víctimas de abandono y malos tratos que postula Jorge Barudy: culpable – víctima – superviviente – viviente. Una víctima que ha podido hacer un proceso resiliente admirable, llegando a convertirse en una viviente (alegría de vivir a pesar de lo sucedido) Un camino que lleva toda una vida recorrer, en el cual en muchos periodos, se retrocede pero es posible -con trabajo personal, vínculos afectivos sanos, paciencia y perseverancia- nuevamente, avanzar hacia sentirse una viviente más. 

La entrevista que Arantza Iraola realizó está publicada en euskera (lengua vasca) Como muchos de vosotros/as que seguís el blog no sabéis este idioma, contacté con Arantza en el diario Berria y le comenté que sería muy interesante para mis lectores (vosotros/as) contar con la traducción al castellano de la entrevista. Ella misma, desinteresadamente, se ofreció a traducirla y en breves días la tenía en mi buzón de correo electrónico. 

Agradezco al diario Berria y a Arantza Iraola por la sensibilidad social mostrada al publicar un extenso reportaje sobre protección a la infancia y por la deferencia al brindarse a traducir la entrevista. Y en especial le doy las gracias a la entrevistada, Shandra. Creo que la entrevista merece difusión. Nos otorga el realismo de la esperanza (del que hablan autores de resiliencia como Barudy, Vanistendael, Cyrulnik…): el camino que una persona afectada por el abandono temprano debe de recorrer es muy duro y áspero, pero existe la esperanza de que con un entorno afectivo y solidario, a largo plazo, puedan recuperarse y vivir una vida que merezca la pena vivirse. Shandra es un ejemplo de esta esperanza. Ella dice: “Ahora estoy bien” Podemos imaginarnos lo que eso le habrá costado. Nuestro agradecimiento, reconocimiento y admiración hacia Shandra desde estas líneas por compartirnos su experiencia, que nos servirá a todos/as los/as que nos citamos en este blog.

"No entendía que esa familia era la mía"

La vida de Sanhdra, con apenas 26 años, ha pasado por muchas vicisitudes; separada de su familia de origen siendo muy niña, ha tenido que crecer en centros para menores y familias de acogida. El dolor perdura, pero mitigado: "Ahora, estoy bien"

Es Shandra (Donostia, 1989.) No quiere dar su apellido. Cuenta que sus buenos recuerdos de la infancia son escasos. Aquellos primeros años de su vida transcurrieron en Trintxerpe (Pasaia, Gipuzkoa), con sus padres, y recuerda bien a quién tuvo de aliento: "La madre de mi padre, mi abuela; tengo buenos recuerdos de ella". Contados. Pronto aparecieron sospechas de desprotección, y ella y un hermano menor -fruto de la relación de su madre con otro hombre- quedaron bajo la tutela de la diputación. Los llevaron a un hogar para menores. "Yo tenía 5-6 años, mi hermano, un año". No fue vivencia fácil de comprender: "Al principio, no te das cuenta de mucho, eres pequeña". Tampoco de integrarla: "Siempre estas con amigos, pero tú quieres estar con tu madre; no es lo mismo. No eres consciente de la imposibilidad de estar con tus padres". Cada quince días, tenía visitas con su madre. Aquellos primeros años, también con su padre. "Después, ya no". Desapareció: para siempre.

A los 9 años, el sistema de protección de menores llevó a Shandra a una difícil encrucijada. La desazón que le causó aquello se puede percibir aún en sus palabras. Argumentaron que ella era "demasiado mayor" para seguir en el centro en el que vivían, y que había que analizar otras alternativas. "La diputación me ofreció dos opciones: o ir a otro centro sin mi hermano, o que los dos fuésemos acogidos por una familia de acogida. Lo pasé realmente mal". Le parece injusto poner a un menor en una tesitura de ese tipo: "Es difícil decidir qué quieres con 9 años: o ir sola, o con tu hermano. Eres muy pequeña". Al final, decidió ir con una familia de acogida. Fue tiempo de mudanzas: otro nido, otras dos personas que llamar 'aita' y 'ama', otra escuela, otra localidad. "Al principio, todo fue bien".

La situación se tornó sombría cuando tenía cerca de 11 años. En el colegio: "Sufrí bullying". En casa: "Al principio bien, después mal. Yo tenía 11 años, había sufrido mucho, pero los de la familia no entendían eso. Culpaban, además, a la diputación; aducían que no les habían explicado qué me pasaba". La herida que empezó a infectarse en aquella infancia rota de Trintxerpe, explotó. "A pesar de mis 11 años yo tenía muchas rabietas; no estaba bien, estaba siempre llorando". Con el tiempo la convivencia se fue complicando, y pronto Shandra y su hermano tuvieron que aprender una nueva dirección: los llevaron a un centro de Tolosa. "Yo tenía 12 años, mi hermano 7". Era un centro para adolescentes de entre 12 y 18 años, pero les dejaron estar juntos. Actualmente tiene un recuerdo muy grato del trato que recibió por parte de los educadores de ese centro. Pero el trayecto para llegar a ese punto ha sido largo. "En los primeros 3-4 años no estaba bien; necesité años para entender que querían que estuviéramos bien". Pero actualmente prevalecen los buenos recuerdos de aquella época.

Visita al 'orfanato'

En uno de esos recuerdos tiene 14 años. Llevó a cenar al hogar a sus nuevos amigos del colegio. "Pensaban que sería una especie de orfanato. Pero cuando vinieron a cenar, vieron algo diferente”. Una amiga me dijo: "Sois como una familia, aunque no tengáis a vuestros padres y madres, todos sois como hermanos". Cumplió los 18 años en ese hogar, y, gracias a una prorroga, consiguió estar ahí hasta los 19 y medio. No sin zozobra. "Yo estaba estudiando. Decía: '¿Pero cómo empezaré ahora a trabajar?'. '¿Cómo mantendré una casa yo sola?'. Tras la prorroga los jóvenes muchas veces no tienen otra opción que ponerse a vivir por su cuenta, y su caso era complicado: su madre seguía sin capacidad de darles cobijo, y tenía un hermano menor.

"Siempre he estado trabajando y estudiando". A pesar de ello, no era fácil alzar el vuelo en soledad. Y la opción de una nueva familia, un nuevo hogar, le vino de la mano de una educadora del centro. Tenían una relación muy estrecha con ella, y, con el paso del tiempo, también conocían a su familia. Y ellos les dieron una nueva casa, una nueva familia. "Ella acogió a mi hermano, y sus padres me acogieron a mí. Yo explico que, de alguna manera, esa educadora es mi madre, y sus padres, mis abuelos". 

Actualmente vive en casa de esos abuelos, en Irún. "Bien". Pero también ha sido un proceso que ha requerido mucha paciencia. "Hasta que pasaron dos años no entendía que esa familia era la mía, estaba como alejada de ellos. Se pasaron dos años diciéndome, que aunque no nos uniera la sangre, éramos una familia y que debía confiar; pero yo necesité mucho tiempo para llegar a ese punto". Nunca ha llamado 'ama' a esa educadora. "Le llamo por su nombre. A mis amigos/as igual les digo 'mi madre', pero directamente a ella no. En la familia de acogida fui obligada a llamar 'ama' la madre de acogida, y no. Madre, aunque no te guste, sólo hay una en el mundo. Por eso, le llamo por su nombre, aunque siento que ha sido mi madre".

Reflexiones desde la madurez

Actualmente es capaz de valorar lo que pasó desde la atalaya de la madurez. "Ahora opino que la diputación actuó bien; gracias a ello, estamos bien, tengo una familia, estoy estudiando". De vez en cuando habla por teléfono con su madre. Ha entendido que no podía haber estado con ella. "Si hubiéramos estado con ella, ahora igual estaríamos en la calle. Mi madre es como una niña: no entiende lo que ha hecho la diputación, cómo estamos. Quiere estar con nosotros, pero no es consciente de lo que ha pasado". Ahora tiene sus amistades y su trabajo en Donostia: estudió para ello, y trabaja en una farmacia. Su familia en Irún. Sus aspiraciones en Gasteiz: "Quiero iniciar el curso que viene los estudios universitarios de Farmacia".

Buenos tratos regresa la semana próxima, lunes, 9 de enero, a las 9,30h hora española, como siempre.