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lunes, 27 de enero de 2014

"El niño atento", un práctico y útil libro para trabajar la atención con tu hijo/a y ayudarle a ser más feliz, amable y compasivo, editado por Desclée de Brouwer.

 
Este es el post que debía haber salido hace quince días y que por problemas técnicos en el blog, no pude publicar. Así que os lo brindo hoy.

Permitidme que comience con este juego de palabras: hoy prestamos atención a un libro para ayudar a los niños a trabajar ésta. ¡Atención a la atención!, un problema al parecer, muy común en los niños y adultos de hoy en día. Tanto por razones evolutivas y madurativas como por procesos psicopatológicos diversos en los que están afectadas las habilidades atencionales, la atención es uno de los síntomas (manifestación externa) que nos preocupa a profesionales de la salud mental, la enseñanza, la educación y por supuesto, a padres y familias. Dentro de la población específica a la que nos dirigimos en este blog (los niños y adolescentes con trastornos del apego y trauma), también es un aspecto relevante, cómo no. El niño traumatizado pasa por estados de hiperactivación (el sistema natural de alerta del organismo está alterado como consecuencia de eventos traumáticos que pusieron en riesgo su supervivencia física y/o psicológica. El cerebro queda fijado en posición de supervivencia) que inciden en que la atención esté pendiente del exterior. Los niños desorganizados, de perfil controlador, por ejemplo, están pendientes del exterior, de los adultos referentes. En el pasado, controlar a la figura de apego fue vital para su supervivencia, teniendo en cuenta que aquélla podía ser impredecible (ora ser cariñosa, ora tornarse violenta)

Por todo ello, no es baladí este tema, ni mucho menos. Es uno de los objetivos que trabajamos en psicoterapia con los niños y adolescentes, por supuesto. Y uno de los abordajes psicoterapéuticos más idóneos para mejorar la atención en los menores (y otros aspectos como la regulación emocional y la estabilización conductual) que conozco en la actualidad es el mindfulness o mente plena.


Para los no iniciados, y con ánimo de hacer un resumen no muy exhaustivo (para los que quieran profundizar les recomiendo este libro de Siegel: "Mindsight, la nueva ciencia de la transformación personal"), mindfulness son un conjunto de técnicas -basadas en unos principios terapéuticos concretos, influenciados por la filosofía budista- que favorecen la capacidad de la mente humana para verse a sí misma. Ser plenamente consciente de la propia mente y de las actividades de ésta (pensamientos, sentimientos, sensaciones, recuerdos…) hace que nos conozcamos mejor a nosotros mismos y, además, potencia la regulación de todo el cuerpo/mente mejorando la integración cerebral.

Para Siegel (uno de los pioneros en el estudio del mindfulness), la mente humana es como un río. Os lo conté en esta entrada, pero me parece pertinente volver a recordarlo ahora: en el centro del río, el agua fluye constantemente (al estilo filosófico del axioma de Heráclito: “todo fluye, todo está en permanente movimiento”) Las redes neurales que conforman nuestro cerebro y transportan la información lo hacen de una manera eficiente e integrando los contenidos de ambos hemisferios, así como la información proveniente del cerebro superior e inferior. Pero si el agua queda atascada en la orilla izquierda, ésta ya no fluye. Se aleja del centro del río. Se ha quedado atrapada en el lado (prominencia del hemisferio izquierdo) de la rigidez. Por el contrario, si el agua queda enmarañada en la orilla derecha (prominencia del hemisferio derecho) queda excesivamente agarrada en el lado del caos. Cuando el agua va por el centro, es un estado de mente con respecto al apego de tipo seguro: todo fluye de una manera adecuada. El cerebro es como una orquesta bien dirigida. Cuando el agua está más atascada en la orilla izquierda, es un estado de mente con respecto al apego de tipo evitativo. Y cuando el agua se queda en el lado derecho, es un estado de mente con respecto al apego de tipo ambivalente. Y cuando el agua se atasca por los dos lados, el estado de mente con respecto al apego es de tipo desorganizado.

Por ello son tan útiles y tan interesantes para nosotros las técnicas de mindfulness: porque favorecen estados de mente con respecto al apego similares al tipo seguro. Y cultivar el mindfulness ayuda a las personas de apego inseguro a mejorar su mente y cerebro (entre otras técnicas, claro), sobre todo en lo que a regulación emocional y atención consciente se refiere.

¿Y cómo? El camino para lograr una mente plena (mindfulness) y cultivar la capacidad de que la mente se vea a si misma (mindsight) es la meditación. La cultura oriental lleva cientos de años (por ejemplo, el budismo zen) practicando la meditación. Es quizá por esto por lo que nos superan en muchas cosas. Pero en la cultura occidental ha llegado en los últimos diez años y con más fuerza en los últimos cinco. Estudios con neuroimagen han puesto en evidencia que el cerebro experimenta cambios funcionales cuando se practica meditación. Ahora bien, debe de practicarse como un hábito. La práctica de la meditación como camino hacia la mente plena se está utilizando con éxito en el tratamiento de muchas patologías como la ansiedad, la depresión, el déficit de atención con hiperactividad, adicciones… y por supuesto, el trauma.

He observado en mi práctica clínica (en quienes han practicado la misma con fundamento) mejorías excelentes en personas con obsesiones (es un trastorno en el que aspirar a eliminar o no tener las mismas es casi una quimera. La meditación enseña al paciente a relacionarse con ellas de otra manera; sobre todo a verlas como hechos mentales) y con trauma. En personas traumatizadas, mediante un proceso guidado -para que lo podamos entender-, mientras el paciente tiene un ojo en la respiración, tiene otro en las sensaciones corporales fruto del impacto traumático, del evento. Ese procesamiento dual favorece que el cerebro procese el trauma.

¿Y con los niños y adolescentes que vienen a mi consulta y que presentan distintas patologías (además de estilos o trastornos en la vinculación)? Con ellos también he aplicado con éxito la meditación, pero me encontraba con un escollo: las técnicas adultas les resultan pesadas y aburridas. Permanecer sentados observando les generaba malestar, inquietud y sobre todo lo que he dicho: aburrimiento y tensión por no soportar estar parados. Esto es normal, pues contactar con la corporalidad para alguien traumatizado es muy atemorizante. Mirar al interior les asusta mucho más que a los adultos (que también nos atemoriza) Lo que solía hacer era normalizar esta sensación de aburrimiento y/o malestar y acortar los ejercicios. Los ejercicios de meditación demasiado largos es misión imposible que los pacientes los hagan. No los hacen los adultos así que menos los menores. Para éstos, seguir y trabajar los principios que favorecen la mente plena (mindfull) es harto complicado. Esos principios son los de observar lo que pase por la mente (sin juzgar); ver lo que pase por la mente como actividad en forma de pensamientos, sensaciones o emociones. Aceptar lo que pase, tanto si agrada como si no, dejando que esté en nuestro cuerpo/mente lo que ya está pasando y nos resistimos a aceptar. Y tercer y último principio: tener una actitud de cariño y compasión hacia nosotros.

Pues hete aquí que para mi regocijo (y el de muchos profesionales y padres y madres) la editorial Desclée de Brouwer ha tenido la excelente idea de publicar en el último trimestre de 2013 un interesantísimo y práctico libro titulado: “El niño atento. Mindfulness para ayudar a tu hijo” La autora es Susan Kaiser Greenland.


Es el libro que estaba esperando y que da solución al problema que os he expuesto en el párrafo anterior: hacer atractivas las técnicas de meditación a los niños y adolescentes. ¿Cómo lo consigue? Mediante juegos y canciones adaptados a su edad podemos entrenar en mindfulness a los niños, incluso a los pequeñitos. Y los beneficios que pueden obtenerse son los mismos que cuando se aplican las técnicas clásicas y más adultas.

En la reseña del libro nos cuentan que “…la atención consciente te ayuda prestar una mayor atención a lo que ocurre en tu interior –tus pensamientos, sentimientos y emociones- para poder entender mejor lo que te sucede. El niño atento amplia los grandes beneficios del entrenamiento en mindfulness a niños partir de cuatro años, con ejercicios, canciones y juegos adaptados a su edad. Estas técnicas, amables y divertidas alientan la conciencia y la atención e influyen muy positivamente en el rendimiento académico y en las habilidades sociales y emocionales, al tiempo que proporcionan herramientas para gestionar adecuadamente el estrés y superar problemas como el insomnio, la sobrealimentación, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad, la ansiedad…”

Los primeros capítulos del libro nos introducen en la ciencia de la atención consciente y nos transmiten los principios fundamentales del mindfulness. Continúa la autora entrando ya en los ejercicios y técnicas (los cuales pueden aplicar no sólo los profesionales de la salud mental sino trabajadores sociales, profesores y vosotros/as mismos/as padres y madres; no en vano el libro se subtitula “mindfulness para ayudar a tu hijo”. Mientras juegas con él/ella, estás trabajando la conciencia plena): los primeros, basados en algo tan simple como respirar. Pero la respiración es presentada de una manera divertida, con juegos, para poder enganchar a los niños/as. Prosigue entrando en técnicas que perfeccionan la conciencia y se dirigen a aprender a prestar atención. El libro se completa con una serie de capítulos que abarcan (aplicados a los menores) los tópicos principales que la meditación abarca: la conciencia amable (relacionarse de una manera atenta y compasiva), la conciencia sensorial, la sintonización con los demás (aquí es donde meditación y apego se dan la mano y coinciden) y la vida como parte de una comunidad.
 

Los ejercicios están muy bien diseñados, son creativos y originales y se basan en la experiencia de la autora con niños, no sólo a nivel individual sino también en grupo (pues ella enseña mindfulness en los centros escolares entrando en clase, desde la etapa de infantil) Ha llevado adelante un estudio (el cual lo da a conocer en el libro) que recoge los beneficios observados en los grupos de clases que practicaron estas técnicas. Así pues, sería desde todo punto de vista necesario que este entrenamiento se incluyera en los centros escolares, dentro de la psicomotricidad, por ejemplo.

Para los niños y niñas con trastornos del apego o trauma estimo que son unas técnicas beneficiosas porque ayudan al niño a regular las emociones y la conducta. Los padres y madres o familias (adoptivos, acogida…) podéis dedicar un tiempo a desarrollar estos ejercicios como si fueran juegos. Jugar es vital para el niño, y es un aprendizaje que fomenta su desarrollo y vínculo con los adultos e iguales. Pero… ¿cuánto tiempo dedican los niños a jugar con otros niños o con adultos como sus padres? Creo que muy poco. Y estamos dejando de lado algo fundamental. ¿Cuántos profesores dicen a sus padres que jueguen con sus niños, que los "deberes" de ese día serán jugar con su hijo, por ejemplo, con los ejercicios de mindfulness? Ojalá fueran muchos. En este libro tenemos los principios y las herramientas para ello. Ahora necesitamos plantearnos buscar (ya que estamos a principios de año, época de los grandes propósitos) ese tiempo.

Para finalizar, termino con estas dos interesantísimas picadas:

Acaban de publicar, en Hilo Rojo Ediciones, el libro de Ana Francia Iturregi, del que ya os hablé en su momento en este nuestro blog: "El niño/a adoptado/a en el aula" He tenido el honor de ser invitado a prologar esta nueva edición. Para más información, haz clic aquí.

Aún quedan plazas para el grupo de profesores que organizamos en Donostia-San Sebastián, de formación y reflexión sobre los alumnos/as con problemas emocionales y de conducta, desde la óptica de la teoría del apego, orientado también a proporcionar recursos a los profesionales de la enseñanza. Para más información e inscripciones, haz clic aquí.


Hasta dentro de 15 días, que estaré, con otra entrada, con todos/as vosotros/as.

 
Cuidaos / Zaindu 

lunes, 13 de enero de 2014

Niños adoptados y/o acogidos con elevados niveles de activación (arousal) y aprendizaje









Lo primero de todo, os envío a todos/as mis mejores deseos para este 2014. Que nos acompañe la salud, la paz y que tengamos vínculos sanos y constructivos. Comed, vivid y amad.

Lo segundo, os pido disculpas porque ha salido durante unos breves minutos en pantalla otro post distinto a éste. Nos correspondía hablar de las dificultades de atención en el niño/a y del abordaje terapéutico mindfulness como tratamiento; pero ha sucedido un problema técnico ajeno a mi voluntad que me ha obligado a cambiar el tema que estaba previsto por este otro. Dentro de 15 días tendremos la entrada que correspondía para hoy.

Empiezo el post con este vídeo que ejemplifica -de una manera gráfica y excelentemente reconstruida- qué es la respuesta de lucha o huida. Una respuesta natural de nuestro cerebro para hacer frente a las amenazas. La amígdala, esa estructura que está en el núcleo mismo del sistema límbico (“como si estuviera dentro del hueso del melocotón”, les suelo explicar a los niños que vienen a mi consulta. Por cierto, no sabéis lo que les atrae y les interesa la neurociencia expuesta de una manera atractiva, claro. Les da sentido a muchos sucesos que han padecido), es la responsable de activar esa repuesta. La amígdala no se puede entretener. Está en juego la vida. Por ello, tras una valoración rápida y automática de la situación, se encarga de dar la voz de alarma para que, como podéis observar en el vídeo, nuestro organismo reaccione. Cuando entra en juego la parte del cortex frontal, es cuando podemos inhibir y entender lo que ocurre. “No hay motivo para correr o pelear, eres tú” – dice la chica al final del vídeo.

 Cuando lo descubrí en youtube (suelo andar buceando por ese inmenso almacén en busca de vídeos psicoeducativos interesantes. Aprovecho la ocasión para comentaos que, si descubrís alguno, me lo enviéis. A veces, son amigos o colegas los que me tienen al tanto de lo que allí se va publicando. Otras veces, como en ésta, soy yo mismo el descubridor) en seguida me vino a la mente cómo se tiene que sentir un niño o niña que convive durante años en un contexto de estrés permanente (siempre tóxico, pero para la mente en desarrollo, extremadamente sensible y por lo tanto altamente vulnerable) como lo es un ambiente familiar caracterizado por la violencia intrafamiliar (víctima de malos tratos directos o indirectos) Un clima de tensión crónica donde la base familiar de seguridad está ausente. Peleas horribles, gritos, descalificaciones, ataques a la autoestima, amenazas…

El cerebro de estos niños y por consiguiente, su cuerpo, están como los de esta chica del vídeo. Así día sí y día también. Eso además, proviene de las personas que les deben de cuidar y ofrecer seguridad, amor y tranquilidad. Cuando pueden escapar o luchar por lo menos tienen una alternativa. Aún recuerdo cómo me impactó el relato de un niño adoptado cuando me contó cómo se enfrentó a su padre, empujándole súbitamente contra la ventana, cuando intentaba agredir a su madre. También me acuerdo de la sensación de terror permanente que una adolescente me transmitía cuando me contaba que su padre, con una orden de alejamiento por extrema violencia hacia su madre, podía aparecer en su hogar en cualquier momento. Y esto cuando los menores pueden recurrir a la lucha o la huida. Otras veces no pueden ni luchar ni huir y no les queda más remedio que recurrir a la disociación como defensa. Cuando el perpetrador es además, una figura adulta con la que te vinculas y su estilo, algunas veces, es amable y tranquilo pero súbitamente se puede tornar en abusivo o violento, el tipo de vínculo que se desarrolla es de tipo desorganizado. No nos olvidemos que los niños obtienen de la relación de sus padres los elementos y las claves que les den seguridad. El cerebro de los niños, con el tiempo, se parece al de los padres (Siegel) En el caso de progenitores que tienen traumas no resueltos, los niños desarrollan una mente tan incoherente como la de aquéllos. Realmente el cerebro del niño es moldeado por la calidad de las relaciones a las que éste es expuesto. Y el desarrollo pleno del cerebro del niño no sólo depende de los genes sino de las relaciones de parentalidad bientratante. Los padres orquestan (sobre todo en los primeros años de vida) una auténtica programación ambiental de las predisposiciones genéticas (unos genes pueden activarse, otros silenciarse…)

Una de las herencias nefastas de ese vínculo de tipo desorganizado es que, fuera del contexto en el que se generó, la respuesta de lucha o huida es claramente desadaptativa. Deja –entre otros muchos problemas- lo que en psicología se denomina un nivel alto de arousal (el arousal es el grado de activación generalizada del organismo)

 Cozolino nos dice en su libro “Neuroscience of psychotherapy” que el asunto expuesto de una manera no técnica, es el que sigue: cuando todo va bien y nosotros estamos en un estado de calma (se entiende muy baja activación), no hay razón para aprender nada nuevo. En el otro extremo (que es lo que les ocurre a los niños hiperarousados por el trauma de la violencia y los malos tratos), estados de elevado arousal y peligro no dan lugar a un aprendizaje cortical sino que llaman directamente a una acción del sistema límbico del cerebro (dentro del cual está la amígdala) Un estado de mente a mitad de camino entre los dos aparece como el óptimo para nuevos aprendizajes y solución de problemas.

Yerkes y Dodson expusieron que la relación entre rendimiento o ejecución y arousal es la de una U invertida: A mayor cantidad de arousal, el rendimiento se ve mermado e incluso es nulo. Tal y como podemos ver en la gráfica:




Las neuronas del hipocampo –nos dice Cozolino- requieren bajos niveles de cortisol para su mantenimiento estructural (gracias a la neurociencia sabemos que el estrés crónico del maltrato puede producir una inundación de cortisol en el hipocampo que puede afectar a las neuronas de este órgano vital para el aprendizaje por su participación en la memoria), mientras que altos niveles de cortisol inhiben sus propiedades neuroplásticas. El cortisol impacta el aprendizaje y la plasticidad mediante la regulación de la síntesis de proteínas requeridas para el crecimiento dendrítico (las dendritas son una parte de la neurona) y los patrones de conectividad neuronal. Altos niveles de estrés también disparan la liberación de endorfinas, la cual impide tanto la síntesis de proteínas como la consolidación de la memoria explícita (la memoria verbal y episódica)

Por ello, un menor que no esté protegido de la violencia o de cualquier otra forma de maltrato tiene comprometido su cerebro y por ende, su salud, desarrollo y bienestar. Incluso tiempo después de haber padecido el maltrato, las consecuencias de la traumatización persisten. Un ejemplo claro de estos niveles de arousal (o de falta de regulación) los vemos en los menores adoptados en la segunda infancia (con seis, siete u ocho años) y que provienen de hogares donde han sido víctimas de maltrato y/o abandono. Se encuentran en permanente estado de alerta. Tanto que al percibir peligro (porque su cerebro es como si se encontrara aún en el lugar donde se padecieron los traumas), actúan, muchas veces, escapándose ante situaciones estresantes o recurriendo a la agresividad. En clase, por ejemplo, les cuesta muchísimo centrarse y suelen entrar en oposición con el maestro o en conflicto con los compañeros. Los niños de acogida que han de tener visitas con los progenitores que son inadecuadas desde todos los puntos de vista, son un sufriente y palpable ejemplo también de exposición dañina al estrés. Si hay motivos suficientes para argumentar que las visitas se espacien e incluso se suspendan, hay que tener la valentía de exponerlo. Argumentos neurocientíficos y psicológicos, como hemos visto, apoyan tales medidas.

 Lo prioritario es, primero, crear un espacio y lugar de seguridad para estos niños. La norma básica es no enfurecer más entrando al choque (que es hacia donde el niño nos quiere llevar y lo que aprendió, no lo olvidemos) sino hablando al niño sin gritar pero con determinación, empatizando con él y ayudándole a que se dé cuenta de que no hay motivo para el peligro ("mira a tu alrededor: ¿dónde estás?; ¿con quién?; ¿alguien te va a hacer daño?"- le podemos decir) A veces, pueden requerir de una intervención contenedora, pero ésta sólo de justifica como medida para evitar que se dañen o dañen a otros. Hay que tratar de calmar. El adulto que está tranquilo, sereno y firme, tiene mucho camino ganado. Hay que evitar etiquetaciones, prejuicios o verbalizaciones inadecuadas al niño ("eres un desastre", "me tienes harto"; "te voy a dar un cachete" etcétera) que sólo agravarán más el problema. Cuando el niño esté más tranquilo podremos hablar (en otro momento) sobre qué o qué pasa para que se dispare y podremos negociar las cosas y transmitir las normas y la disciplina. Pero con una amígdala en pleno estallido nadie está para entender nada...

Técnicas como el mindfulness (del cual hablamos el último post) favorecen que el niño vaya aprendiendo a regular los estados de arousal y los conduzca a niveles moderados.

Las pautas que vimos en los post de psicoeducación vienen muy bien para ayudar al niño a conocer sus emociones y expresarlas, aprender a tomar conciencia de que su sistema de alerta está desregulado, aprender qué situaciones y estímulos disparan respuestas y reacciones de ataque, desarrollar soluciones u opciones ante los problemas más reflexivas…

Lo que observo en mi práctica clínica es que los adultos (padres, madres u otros) que son más tranquilos; que saben gestionar sus propias emociones; que mantienen y preservan la relación ante todo (respetan a la persona del niño y si alguna vez -porque somos humanos- se propasan, son capaces de pedir perdón al menor); que son modelo de modulación emocional y solución de problemas ellos mismos; que mantienen expectativas realistas (acorde a las posibilidades del niño, adecuándose a su nivel madurativo); que saben usar el sentido del humor; que tienen habilidades para sacar al niño de un estado de mente de obstinación u hostilidad (mediante el juego, por ejemplo); que se preguntan qué ocurre hoy para que el niño se comporte así; que son capaces de retomar la relación y volver a empezar (superan el orgullo propio) y que se prodigan espacios de apoyo social y de autocuidado, son los que, a la larga, van fomentando un proceso resiliente secundario en el menor. Lo que al principio parecía increíble de lograr, se va tornando en estados de calma en el niño, de regulación de ese arousal, de expresiones como “me fío de ti”, “te quiero”, “estoy feliz en esta familia”, etcétera. Es poco a poco, pero cuando suceden, la satisfacción del terapeuta es grande pero la vuestra, familias, padres y madres… ¡es inmensa! Todo llega con paciencia y perseverancia. Hay que pasar por fases en las que toleremos el odio, pues por un lado viven la esperanza de que es una oportunidad de tener lo que en derecho les corresponde (una familia) y quieren hacerlo bien pero inconscientemente, el trauma se actúa. Una vez que esto se supera, todo transcurre por cauces más tranquilos.

Termino el post de hoy con una picada: la semana pasada el diario El País publicó un reportaje en torno a una realidad doliente y que conviene hablar de ella para entre todos los agentes sociales, poder erradicarla: el racismo en general y el que sufren los niños adoptados internacionalmente en particular. El reportaje es también una oportunidad para poder versar sobre temas que preocupan a los adoptados y sus familias: los orígenes y la búsqueda de los mismos. Son entrevistados excelentes profesionales, y entre ellos, mi amigo y colega el psicólogo Óscar Pérez-Muga, quien co-escribió la guía para familias adoptivas que ya conocéis: "¿Todo niño viene con un pan bajo el brazo?" El reportaje -titulado: ¿Cómo vas a ser del Atleti si eres negro?- hace mención a la guía. Para leerlo, haced click aquí.


Hasta dentro de quince días (el lunes 27 de enero, a las 9,30h hora española)

Cuidaos / Zaindu.

martes, 28 de mayo de 2013

"Como pienso soy" y "Educar sin castigar", dos fenomenales novedades bibliográficas

Hay dos novedades editoriales publicadas en Desclée de Brouwer que suscitan nuestro interés. Esta prestigiosa y señera editorial sobre diversos temas tiene una colección, dentro de los libros de psicología, llamada AMAE. En ella se publican libros dirigidos tanto al profesional como al público en general. Los libros de la colección AMAE destacan por su claridad expositiva, por la variedad de sus temáticas psicopegagógicas y por una equilibrada combinación de conceptos con aplicaciones prácticas de los mismos.

Vamos con estas novedades bibliográficas:

“Como pienso soy. Tratamiento para niños con dificultades de atención e impulsividad”, de Verónica Beatriz Boneta. Verónica estudió entre México, Italia y España, psicología y arte dramático, se especializó en psicología de la salud y expresión corporal, entre otros estudios. Después de trabajar muchos años con los peques en Italia decidió escribir todo lo que hasta ahora había aprendido con ellos. La propia Verónica se descubrió a sí misma un tanto impulsiva, con lo cual sabe de lo que habla, puede comprender a los niños y conoce cómo aplicar programas de tratamiento eficaces.

La reseña del libro nos dice: "Este libro es para todas aquellas personas que quieran ayudar a los niños diagnosticados con TDAH o DAH, o dicho de otro modo, con dificultades de atención y/o de impulsividad.

La mayoría de estos pequeños tienen dificultades para aprender a detener su pensamiento y controlar su conducta. De corazón tratan de hacer las cosas bien, pero les es difícil mantener su atención en una sola cosa o actividad.

La capacidad de cambio de cada ser humano es en sí motivo de esperanza y admiración. El amor es el motor que nos inspira a la vida, lo es TODO. Basándonos en esto, y partiendo de un conocimiento integral: mente, cuerpo y emociones, los niños logran entender el vínculo entre ellos y comprenden la manera en que influyen con su comportamiento y convivencia con los demás.

De igual forma, a través del arte y la psicopedagogía podrán tomar conciencia de sí mismos, aplicar y desarrollar las capacidades y habilidades necesarias para aprender a pensar con calma, controlar sus impulsos y expresar sus emociones de manera sana y asertiva. Esto incrementará en ellos el sentido de autosuficiencia, autoconciencia y autoestima, pilares fundamentales para un desarrollo evolutivo armonioso en el individuo."

Verónica nos ofrece un programa de intervención completo para trabajar con los niños los problemas de atención e impulsividad. A mí me ha encantado lo eminentemente práctico que es y la cantidad de técnicas y habilidades que se trabajan con el niño. Hace unas semanas me preguntabais cómo se pueden trabajar las funciones ejecutivas. En este libro vais a encontrar cómo hacerlo.

El entrenamiento en habilidades que Verónica nos presenta (casi todo el libro está dedicado a ello, proponiendo, además, materiales prácticos muy bien elaborados) está dividido en cuatro secciones:

1.- Entrenamiento en impulsividad y autocontrol.

2.- Talleres creativos. A través del teatro, la danza, la música y la pintura se trabajará la autoestima, la autoeficacia y la autoconciencia, tomando como base siempre el cuento y/o la fábula, la cual será analizada desde el enfoque cognitivo-conductual.

3.- Educación a los padres.

4.- Capacitación a los maestros.

Es un material totalmente recomendado y útil para psicólogos, pedagogos, psicopedagogos y maestros de pedagogía terapéutica.



La segunda novedad editorial que considero interesante y que entronca muy bien con lo que desde nuestro blog Buenos tratos propugnamos, es el libro titulado: Educar sin castigar. Qué hacer cuando mi hijo se porta mal”. Sus autores son Pilar Guembe y Carlos Goñi. Llevan 25 años dedicados a la enseñanza, durante los cuales han acumulado mucha experiencia tanto en el trato con padres como con alumnos. Pilar es pedagoga y trabaja como profesora y orientadora. Carlos es doctor en filosofía y escritor. Juntos imparten conferencias y asesoran en temas educativos.


El libro no es ningún alegato contra el castigo, no nos confundamos. Los niños necesitan consecuencias (pero que sean educativas) En la reseña del libro nos lo aclaran y nos exponen cuál es su filosofía educativa, fundamentada en hacer de la autoridad un elemento para ayudar a crecer a nuestros niños: "Educar sin castigar es posible. Pero para ello debemos cambiar nuestro estilo educativo. A golpe de sanción no se consigue nada, porque en educación nada se consigue a golpes. El castigo no ha de ser la norma, sino la excepción; no ha de ser ordinario, sino algo extraordinario.

Una dinámica de premios y castigos nos lleva a un punto muerto, o incluso de retroceso. La única forma de salir adelante pasa por cambiar de metodología. Si algo no funciona, es poco inteligente que continuemos utilizándolo. Probemos otras alternativas, como la motivación positiva, el diálogo, las consecuencias educativas sensatas o las estrategias para ejercer la autoridad; de todas ellas se habla en este libro.

Eso no significa que no hayamos de contar con los premios y los castigos; al contrario, debemos conocer muy bien su funcionamiento para llegar a no tener que utilizarlos, de modo que nuestro estilo educativo tenga como lema: la letra con cariño entra y haga posible educar sin castigar.

La misión que nos corresponde como padres tiene un alcance inconmensurable. Somos, parafraseando a George Steiner, cómplices de una posibilidad trascendente, pues en nuestras manos está lo que serán nuestros hijos, y de cómo los eduquemos dependerá en gran medida qué tipo de personas llegarán a ser."


Este libro es totalmente útil -y por lo tanto recomendable- para los/as padres y madres, y también para los profesores/as.

Hasta el próximo lunes, cuidaos /zaindu

martes, 29 de enero de 2013

Curso "El desorden de Déficit de atención e hiperactividad", organizado por Umayquipa en Madrid



Curso organizado por UMAYQUIPA a.e.
El desorden de Déficit de atención e    Hiperactividad       


Nuevos aportes y estrategias

Dirigido a psicólogos, terapeutas, médicos, educadores, padres.

Impartido por Diana Cornejo de Baumann

Un gran número de los fracasos escolares en la infancia y adolescencia es diagnosticado como integrante de este síndrome llamado como Déficit de atención e hiperactividad.

Se puede decir que es una de las patologías más comunes que el niño nos trae en esta época. Esto alude a la responsabilidad del especialista que trabaja con niños; para conocer en profundidad sobre qué es lo que se está hablando cuando nos referimos a este síndrome.

Cuando se visitan colegios y se habla con profesores, muchas veces de un modo facilista nos imponen este diagnóstico buscando que al niño se lo medique para solucionar los problemas que ellos tienen dentro del aula. Tenemos así el sobre-diagnóstico donde pareciera que toda dificultad en el aula ha sido causada por este déficit.

Esto nos obliga especialmente a los especialistas encargados de mirar por el bienestar del niño, que tengamos que conocer bien que nos dice el DSM al respecto, y qué niños entran en esta categoría y cuáles no, teniendo en cuenta que un diagnóstico errado significa no afrontar la dificultad real que el niño nos trae.

No afrontar la dificultad real que trae el niño significa no aportar las herramientas necesarias para una solución que realmente beneficie al niño. Y con los niños TDAH también es necesario entrar en aquellas causas emocionales que disparan su problemática y son causantes de sus dificultades.

En el presente curso vamos a recorrer este cuadro diagnostico afinando la mirada al niño particular intentando encontrar los puntos de urgencia que nos permitan afrontar las dificultades del niño con su aprendizaje, el colegio y la dinámica familiar.

También nos lleva a tener que conocer los argumentos a favor y en contra de la medicación que se propone, según la edad del niño y el peso que tiene esta dificultad de atención dentro de su problemática general.

Lo imparte Diana Cornejo de Baumann. Es psicóloga y psicoterapeuta. Pertenece a la Sociedad de Psicoterapia de Niños y Adolescentes de Perú, colabora en Centros de Salud con mujeres parteras y trabaja con madres e hijos en pueblos jóvenes de Lima. Co-fundadora y directora del grupo de Psicología y Psicoterapia UmayQuipa Lima.



Fecha del curso: 17 de febrero de 2013

Horario: 10:00h - 15:00h

Precio: 90€

Se entregará certificado de asistencia.

Lugar del  curso:

C/ Donoso Cortes, 88 - 1º Dcha.
    28015 Madrid

Tlf. y Fax 91.549.38.78
                 
Mail: umayquipae@gmail.com

www.umayquipae.com 

 

lunes, 28 de enero de 2013

Psicoeducación para familias adoptivas o acogedoras: La auto-regulación emocional del niño (I)



Vuelve el tema de la psicoeducación para familias adoptivas o acogedoras, tema que teníamos temporalmente aparcado porque nos hemos dedicado a otros asuntos. Iniciamos el segundo bloque. Está dedicado a LA AUTO-REGULACION. Dentro de éste, trataremos tres aspectos importantes: Identificación de emociones; modulación emocional y expresión emocional.

Se trata de una función clave en la vida del niño. Los niños que han vivido experiencias de apego subóptimas no han tenido la oportunidad -durante tiempo suficiente- de vivir una relación con las figuras primarias que se constituya en contenedora y reflexiva de sus estados internos. El apego va más allá de garantizar la supervivencia biológica de los individuos; el apego tiene un aspecto emocional fundamental para el ser humano: favorece la auto-regulación de todo el sistema bio-conductual.

El déficit en la auto-regulación no sólo es característico de los niños que han vivido trauma de apego sino también es común en algunas patologías como los trastornos de la personalidad (por ejemplo el trastorno límite) y en los déficit de atención con hiperactividad. Este último diagnóstico es muy frecuente en niños traumatizados por la violencia y los malos tratos, o en los que han sufrido abandono. Los niños víctimas de malos tratos o de abandono sufren un estrés crónico y permanente que afecta a un cerebro en desarrollo altamente vulnerable a los estímulos ambientales negativos. El niño es completamente dependiente de la experiencia. Necesita de un adulto capaz de hacer de “abrigo emocional estabilizador” (expresión que hemos usado aquí muchas veces) Su cerebro entonces se estructurará morfológica y funcionalmente de tal manera que maduren las áreas del mismo implicadas en la inhibición o control de los impulsos y emociones, en la planificación de los actos y en la capacidad de seleccionar y mantener la atención en los estímulos relevantes. Mucho se ha hablado de la hipótesis genética en los problemas de hiperactividad y de conducta que los niños presentan, papel que no negaremos. Pero no se pueden soslayar los factores ambientales, y entre éstos, el trauma que el abandono y el maltrato pueden generar. Muchos niños (adoptados o acogidos) que son diagnosticados de déficit de atención y/o hiperactividad presentan historias duras de abandono y malos tratos. Y el abandono es traumático. Y los niños traumatizados tienen dificultades en la regulación emocional. Cualquier visión de la hiperactividad en este tipo de niños (desde el diagnóstico hasta el tratamiento) no puede obviar la contribución que el trauma tiene en la aparición de síntomas de hiperactividad, problemas de atención, control de impulsos… No es negar un diagnóstico sino subrayar la importancia de las experiencias de vida traumáticas (como abandono y malos tratos) en la aparición del mismo. En investigaciones con ratas, las crías que eran prematuramente separadas de sus madres registraban a posteriori un mayor número de comportamientos hiperactivos que las que permanecieron más tiempo. Del mismo modo, para los seres humanos el abandono es altamente desestructurante, pues el niño carece de las figuras adultas que necesita para un adecuado desarrollo global. El niño abandonado queda en el vacío, sin la experiencia de un otro significativo que te refleja y contiene. Los niños abandonados crecen con un cerebro que no olvida esto. Tengámoslo en cuenta. El cerebro es el mismo órgano toda la vida. Y necesita de un adulto para madurar, sobre todo las áreas frontales que son básicas para desarrollar la autoregulación. El adulto nos presta sus lóbulos frontales y favorece que los nuestros se desarrollen para que podamos emplearlos por nosotros mismos en el futuro (auto-regulación) Por eso los niños abandonados parecen conducirse como una orquesta (que puede tener unos componentes excelentes pero sin coordinación) sin director, cayendo en el caos o en la rigidez. Y por eso necesitan, entonces, durante mucho más tiempo, de adultos significativos que trabajen en red para ayudarles en su caminar y poder construir esa autoregulacion.

La regulación es un desafío para terapeutas, padres, familias, profesores… Cuesta mucho tiempo, trabajo y esfuerzo lograr que un niño se estabilice a nivel cognitivo, emocional y conductual. A veces incluso en estados hipoactivos, no necesariamente hiperactivos. No es una cuestión de que el niño se mueva mucho. A veces podría hiperconcentrarse en determinadas tareas (de manera inadecuada también) Es una cuestión de que el organismo responda amoldándose y sintonizándose con el ambiente, adaptándose a los requerimientos que las distintas situaciones demandan. De hecho la semana que viene, cuando veamos tres ejemplos distintos de tipos de niños, veremos que existe, dentro de los desregulados, un niño que no es excesivamente movido.

En cualquier caso, como adultos responsables de niños adoptados y acogidos con problemas regulatorios, hemos de trabajar con constancia y paciencia para poder ir haciendo esta función moduladora que los primeros cuidadores no hicieron con los infantes. Los terapeutas del apego y de la trauma terapia incluimos entre nuestros objetivos terapéuticos -desde el principio y a lo largo de todo el tratamiento- el aprendizaje de recursos de estabilización: la relajación, la meditación, la música, la instalación de recursos positivos en EMDR y la propia relación terapéutica. Y mentalizamos a las familias para que comprendan (y aprendan) a regular a sus hijos como prioridad absoluta.

¿Qué quiere decir “regular”?

La auto-regulación implica la capacidad para gestionar la experiencia en diferentes niveles: cognitivo, emocional, fisiológico y conductual.

Una regulación exitosa de la experiencia puede implicar diferentes tipos de cosas como:

- Tener un grado mínimo de conciencia de los estados internos.

- La habilidad para tolerar un rango de activación y emoción.

- La habilidad para implicarse en una acción o cognición que module la activación o los estados internos.

- Una comprensión de las interconexiones entre los distintos aspectos de las experiencias internas (por ejemplo, sensación, sentimiento, pensamiento, conducta)

- Una comprensión de los factores que influencian la experiencia interna.

- La capacidad para comunicar las experiencias eficazmente con los demás.

Cambios en el desarrollo en regulación

La primera auto-regulación implica la organización fisiológica básica: patrones de sueño, comida…

Primero somos estructurados externamente gracias a la labor del cuidador o cuidadores para posteriormente ser capaces de regularnos internamente. Aunque continuamos recurriendo a nuestros semejantes significativos (padres, amigos, pareja…) como recursos de modulación a lo largo de nuestras vidas.

Todas las habilidades implicadas en la regulación se desarrollan desde un nivel muy básico para llegar a otro más sofisticado. Por ejemplo, la conciencia de un estado interno para un niño pequeño puede ser tan simple como “me siento mal”, mientras que un adolescente puede ser capaz de captar estados tan complejos como “me siento decepcionado y preocupado”

La semana próxima seguimos con este apasionante tema.

Cuidaos / Zaindu.

lunes, 27 de junio de 2011

La terapia de integración de reflejos primitivos

Recibo numerosos correos de padres y madres que me informan de distintas experiencias con sus hijos. Hace unos días recibí uno de Beatriz, una madre que me informó sobre la terapia basada en la integración de reflejos primitivos. Nunca había oído hablar de ello y, en cuanto me la mencionó, le pedí que me proporcionara más información. Amablemente, me la suministró y, después de pedirle permiso, la reproduzco a continuación. En uno de los links podéis leer muchos testimonios de padres que hablan muy bien de esta terapia. Esa es la mejor tarjeta de presentación. También me ha gustado mucho una cosa: intuyo que a Beatriz le apasiona el tema y eso es muy importante. Creo que, además de esta terapia, esa pasión, paciencia, cariño y tesón que transmite han ayudado mucho a su hija.

Lo mejor que tiene el blog es el contactar con personas como Beatriz y aprender de las mismas. Me está resultando muy enriquecedor. El blog es una ventana abierta al mundo para dar y recibir. Compartir y no encerrarnos en nosotros mismos. Sobre todo si nos esforzamos en tener una mentalidad abierta para escuchar al otro y aprender de él. Y es el mejor antídoto contra una “enfermedad” llamada egocentrismo en la cual todos podemos caer.

Beatriz nos dice lo siguiente:

"Se trata de una terapia basada en la integración de reflejos primitivos aberrantes; esto es: todos nacemos con ciertos reflejos primarios que nos ayudan a sobrevivir y que, a medida que nuestro cerebro madura, van desapareciendo. La mayoría lo hacen a lo largo del primer año de vida; otros, que dan lugar a reflejos posturales, llegan hasta los tres años. Si más allá de esta edad está presente alguno de estos reflejos, evidencia que hay inmadurez en determinadas regiones cerebrales. La terapia consiste en reproducir los estímulos psicomotores que tienen lugar durante los primeros años del desarrollo y que posibilitan la integración de estos reflejos para "rellenar" las lagunas y ayudar a la maduración cerebral.

Esto se traduce, en la práctica, en unos 15 ó 20 minutos diarios de ejercicios físicos sencillos con el niño y revisiones cada dos meses a lo largo de, en mi caso, año y medio. Un poco duro en el día a día, pero los padres que tenemos un hijo con dificultades vamos al fin del mundo andando si es preciso.

En nuestro caso lo que más notamos, aparte de que consiguió botar la pelota, saltar a la comba y otras muchas cosas que se le resistían "inexplicablemente", fue la consolidación de los aprendizajes. Antes ella podía hacer la tarea fenomenal un día y al día siguiente no reconocer ni los números y así con las mates y con todo lo demás, el 50% de los días... como si se le hubiera colgado el ordenador... era desconcertante.

Ahora ya no sucede eso: por ejemplo, ha aprendido las tablas con facilidad (antes era totalmente impensable) y aunque su aprendizaje no es muy rápido ¡no se le olvida lo que aprende! Para nosotros ha sido casi milagroso y un gran descanso.

El tema me apasiona y estoy tan agradecida a la gente que ha hecho posible que llegara a conocer estas terapias para ayudar a mi hija, no puedo dejar de compartirlo para que otros niños también se puedan beneficiar"

Nos ofrece estos links (para saber más):

La página donde se explica la terapia de integración de reflejos primitivos a través del movimiento:

http://www.reflejosprimitivos.es/15.html

Una página sobre "desarrollo y terapias alternativas", de donde ha sacado información valiosísima:

http://estimulacionydesarrollo.blogspot.com/

Otra página con testimonios de padres que aplican estas terapias (algunos, padres adoptivos):

http://padresconalternativas.blogspot.com/

Y, finalmente, nos recomienda un libro:

Goddard, Sally. Reflejos, aprendizaje y comportamiento. Editorial Vida Kinesiología. Añade Beatriz: “Es el pilar fundamental en esto de la reorganización neurológica a través de la integración de reflejos”

Por mi cuenta, he encontrado esta información en internet sobre el libro:

Este libro es una oportunidad fascinante para entender algunas de las razones por las cuales niños, adolescentes y adultos pueden experimentar problemas en sus relaciones, ser emocionalmente inestables, tener dificultades físicas y en el aprendizaje y, además, poseer un comportamiento social difícil.

Uno de los motivos más comunes son los “reflejos primarios” que permanecen activos. Estos reflejos debieran haberse integrado a la edad de 3 años. Seguir manteniendo activos los reflejos primarios puede ser una causa subyacente de diversos problemas de aprendizaje y comportamiento, incluso en la edad adulta. Pueden ser la causa de falta de memoria y de concentración, de comportamiento difícil o inconsciente y tendencias agresivas, dislexia, hiperactividad y dispraxias.

De especial interés para todos los implicados en la educación de los niños: padres, educadores y cuidadores.

Ya tenemos lectura para este verano. Éste, y otro libro que ha salido recientemente al mercado y del que también hablaremos: Mindsight. La nueva ciencia de la transformación personal, de nuestro admirado Daniel Siegel. Editorial Paidós. Trataremos, como siempre, de buscar aplicaciones en el trabajo diario con los niños y adolescentes.

Hasta la semana que viene.

lunes, 4 de abril de 2011

Retraso en el desarrollo como consecuencia del abandono físico y emocional

Una de las nefastas consecuencias del abandono físico y emocional que han padecido algunos niños en sus primeros años de vida es el retraso o inmadurez en el desarrollo. Aunque el abandono y sus consecuencias juegan un papel determinante, también actúan mecanismos epigenéticos; es decir, que herencia-ambiente colaboran estrechamente en la aparición del retraso, alterando funcionalmente el sistema nervioso del niño en desarrollo.



Pero, efectivamente, en el caso de los niños víctimas de abandono, es muy frecuente observar retraso en el desarrollo. He conocido, en mi trabajo como psicólogo, muchos casos y todos tenían como denominador común la dura experiencia del abandono físico y emocional. Cuando existe un retraso, el nivel de desarrollo en una, varias o todas las áreas presenta un nivel inferior al que debería mostrar a su edad. Normalmente, los instrumentos que pueden medir este retraso son las baterías de desarrollo. Dependiendo de las desviaciones de la media que el niño obtenga en las puntuaciones de los ítems correspondientes a cada área, el nivel de desarrollo será menor o mayor.


Los niños con retraso o con inmadurez en el desarrollo suelen presentar un nivel inferior en todas o algunas de las siguientes áreas de desarrollo: motor, lenguaje, cognitiva, social y adaptativa. Es posible que también puedan presentar problemas de comportamiento asociados con esta inmadurez o debido a otros factores.


Los efectos de la sinergia entre la maduración del sistema nervioso del niño y la estimulación consiguen avances, pudiendo llegar a una recuperabilidad total o parcial. En los casos de trastorno, el niño presenta las limitaciones propias del mismo, pero no por ello debe resultar un impedimento para no conseguir los niveles más altos posibles de competencia social, emocional y cognitiva, así como de autonomía.


En los casos de retraso en el desarrollo asociados a abandono físico y emocional, desde que hemos conocido a Rygaard (su libro “El niño abandonado”) y otros autores, sabemos que los cuidados sensibles y empáticos fortalecen las conexiones entre las neuronas. En el momento del nacimiento, el bebé presenta miles y miles de redes neuronales dispuestas a fortalecer sus conexiones. La repetición de un patrón conductual por parte del cuidador (como nos explica Siegel en su libro “La mente en desarrollo”) trae consigo que se excite un grupo de neuronas y se interconecten entre sí generando patrones de activación que transportan información. Si ese patrón conductual se repite y se repite, las conexiones tienden a afianzarse y se incorporan como rasgos o características en el individuo. Las conexiones que no se utilizan, se descartan (el cerebro sigue un principio explicado por el autor Linden: “Úsalo o tíralo”) Así, como el trabajo de un buen jardinero con sus setos, se produce lo que se llama poda cerebral. Esto significa, siguiendo con la metáfora, que las ramas de los setos que no sirven se cortan y se tiran. Y las que sí sirven -porque se usan- quedan bien fortalecidas y bien interconectadas mediante mecanismos bioquímicos. Como un seto bien cortadito y arregladito por el jardinero.


Esta estimulación sucede y actúa sobre todas las áreas del cerebro: la motriz (existen unas etapas para el desarrollo de la motricidad); la del lenguaje (existe un periodo para la adquisición del lenguaje donde el niño es como una esponja y su cerebro está plástico para poder comprender y expresar. Sobre todo repetir, mediante el juego, las canciones, los balbuceos, las caricias, las risas…; la emocional (existe un periodo, coincidiendo con el apego centrado, en el que el niño aprende la función reflexiva, esto es a conocer su mundo interior y desarrollar las herramientas cognitivo-emocionales que le permitirán etiquetar lo que siente y lo que sienten los demás; los padres favorecen esto mediante la experiencia del apego seguro); la social (cuando el niño desarrolla un apego seguro, se activa su sistema de exploración, se abre al mundo y a los otros, empieza a relacionarse con los demás porque están sus cuidadores, su base segura, para poder retornar en caso de peligro. Cuando se va relacionando con los otros, va produciéndose el fenómeno de aprender la regulación emocional relacional) Y la dificultad regulatoria está en la base de los déficits de atención que presentan estos niños, pues la presencia continuada del cuidador es la primera experiencia de atención que no han tenido pues éste no ha dispuesto un buen sistema de cuidados para el bebé.


Bueno, ya vemos como este ambiente protector y estimulante es vital para el adecuado desarrollo del sistema nervioso (y colabora estrechamente con los genes mediante los mecanismos epigenéticos, como vimos la pasada semana)


Si el niño sufre escasa estimulación o lo único que ve todo el día que permanece tumbado en una cuna del orfanato es el techo blanco, o ha vivido largos periodos de angustia o depresión por la ausencia prolongada de contacto y afecto maternos, las redes neuronales que se interconectan son menores y de menor fijación (las redes neuronales que transportan la información pueden compararse a un camino en la nieve: si los caminantes pasan muchas veces, se abrirá un sendero bien definido y marcado; si los caminantes pasan pocas veces, el camino será más débil) Si el estrés que han vivido es prolongado e intenso -por la angustia de separación o abandono del cuidador o por los malos tratos-, se genera un exceso de cortisol, hormona del estrés que, -como nos ha explicado Rafael Benito psiquiatra de la Clínica Quirón de San Sebastián-, puede dañar las neuronas. Es por ello por lo que, al llegar a los hogares donde les espera el contexto protector, nutritivo y de buen trato, empieza un largo camino: el lenguaje puede ser escaso y desorganizado, el habla mal pronunciada, el nivel motriz por debajo de la media, etc. Como vimos en el estudio de los orfanatos de Rumanía, del psiquiatra Zeanah, los niños van recuperando, poco o mucho, este retraso. Lo que no se recupera de igual modo son los mecanismos autorregulatorios emocionales y comportamentales que están en la base de los apegos desorganizados y de los problemas de hiperactividad: la ausencia del cuidador les deja mucho más vulnerables a la descompensación y el estrés.


¿Cómo se puede ayudar a los niños que presentan un retraso en el desarrollo y que recuperan lenta y tardíamente o presentan un trastorno? Hay que disponer y proporcionarles todos los recursos posibles en forma de estimulación temprana, apoyo psicopedagógico y psicoterapia. Ocurre que la presión social porque lleguen a equiparase a los demás, por la “normalidad” es enorme. La mayoría de los padres refieren que a ellos lo único que les importa es que su hijo sea feliz; pero no nos engañemos: todo padre y madre se preocupa (a mí me preocuparía, desde luego) cuando ve que su hijo no alcanza el nivel escolar, no rinde al nivel esperado, se distrae, se bloquea ante los deberes, no comprende, sufre comparaciones entre los propios niños, se siente con baja autoestima, no sabe o no tiene recursos para relacionarse con los compañeros adecuadamente…

Los niños, desde luego, sufren por impotencia y terminan siendo las víctimas. Algunos, ni siquiera entienden por qué deben estudiar, qué sentido tiene en sus vidas. ¿Qué van a hacer ellos si nadie les dio los nutrientes físicos y afectivos que necesitaban para un adecuado desarrollo? Recuerdo el caso de un joven adoptado a la edad de nueve años, cuya vida se había caracterizado por recorrer diariamente muchos kilómetros para poder encontrar comida en un pueblo cercano, con su hermano a hombros. Además, a las noches, debía de estar vigilante para tratar de proteger a su madre y hermano de las palizas que el padre les daba cuando llegaba bebido. Al llegar a la familia e incorporarse al colegio -nunca había asistido a clase-, no entendía el sentido del estudio. Él quería trabajar y esto propiciaba muchos choques con los padres y profesores. No olvidemos que muchos chicos y chicas puede que carezcan de los cimientos emocionales y cognitivos que están en la base del aprendizaje escolar, pero pueden ser muy buenos profesionales.


¿Cómo convertir la experiencia escolar en una vivencia que no ahonde en el sufrimiento de estos niños y sí en una vivencia resiliente?


Aludir a la institución escolar es hacerlo a un ente abstracto. Hablar de qué debe hacer la escuela es hablar de ¿quién? En mi opinión, al final, sea el sistema que sea, debemos de aludir a la buena disposición, profesionalidad y dedicación de los maestros y maestras que quieran formarse en este campo, y que quieran tener (lo más importante) un compromiso personal con estos niños porque piensan que sacarlos adelante es tarea de todos. Por ello, en suma, todo depende del tutor o tutora que le toque al niño: que sepa ganárselo, sea firme y cariñoso, interprete adecuadamente por qué no puede aprender como los demás y le transmita un mensaje desculpabilizador , baje la exigencia (exigencia no es esfuerzo), le refuerce positivamente, colabore con los padres (no que les presione), le dedique todo el tiempo que pueda… En fin, se constituya en un tutor de resiliencia que acompaña al niño sabiendo que lo más importante que puede hacer por él es tener otra mirada en la que aquél sienta que su profesor/a quiere que aprenda y se eduque para la vida. Yo he trabajado en coordinación con muchos de estos profesionales y probablemente no saben en verdad, cuán de importantes fueron en sus vidas.

jueves, 28 de octubre de 2010

Hiperactividad y trastorno del apego

Uno de los temas que salieron en las jornadas de Asturadop y sobre el que debatimos fue el diagnóstico de Trastorno por déficit de atención con hiperactividad-impulsividad (TDAH) que a menudo reciben muchos de los niños y niñas adoptados/as que acuden a los servicios, privados o públicos, de salud mental (consultas de psicología clínica y psiquiatría) Tanto si presenta déficit de atención con hiperactividad o sin hiperactividad como el subtipo combinado, la realidad es que, en efecto, en la práctica clínica se observa que un alto porcentaje de estos niños/as presentan este cuadro clínico o bastantes de los síntomas que lo definen.

Recientemente, hemos asistido a la noticia de la aparición de un estudio, riguroso, que afirma que el origen de este trastorno es genético. Tal y como puedo leer en un periódico se dice literalmente, así: El TDAH no tiene cura, pero los síntomas pueden ser tratados con fármacos y terapias para mejorar la conducta de los pequeños. Los científicos de la Universidad galesa efectuaron un análisis genético de 366 niños con el trastorno y 1.047 sin este trastorno. Y hallaron que los menores hiperactivos tenían duplicados segmentos de ADN frente a los que no tenían hiperactividad, subraya el estudio. «Esperamos que estas conclusiones ayuden a superar el estigma asociado al TDAH», afirmó Anita Thapar, principal investigadora de este estudio, quien agregó que «ahora podemos decir que el TDAH es una enfermedad genética y que el cerebro de los niños con este trastorno se desarrolla de manera distinta del de los otros pequeños». Otra investigadora, Kate Langley, señaló que el mencionado trastorno «no es provocado por un único cambio genético, sino por una serie de cambios genéticos, que interactúan con factores medioambientales no identificados».
Efectivamente, genes que interactúan con factores medioambientales no identificados. Uno de los factores ambientales que debería tenerse en cuenta e identificarse en las investigaciones es el apego.
Si, como ya hemos explicado muchas veces, el cuidador/a primario/a actúa de una manera negligente, abandónica o maltratante física y/o emocionalmente hacia el bebé en los primeros años de vida en los que la mente en desarrollo es vulnerable y el cerebro depende para desarrollarse sanamente, de un adulto sensible, empático y disponible coherentemente, el niño/a puede desarrollar un trastorno del apego. Uno de los síntomas que caracterizan al apego desorganizado es precisamente la hiperactividad y la impulsividad. Y uno de los cuadros clínicos más asociados con el apego desorganizado es el TDAH.

El origen genético es del 80% en el TDAH, nos dice el estudio. ¿Y en el caso de los niños y niñas con trastorno de apego? ¿Todos tendrían ese riesgo genético? ¿O pesarían más los factores ambientales? ¿O son ambos factores los necesarios para que el cuadro se dé? ¿Qué sería antes, la hiperactividad o el trastorno del apego? ¿Qué es causa y qué es consecuencia? ¿Coexisten ambos? Son preguntas que por ahora, no tienen respuesta. Lo que sí se observa si se revisa la literatura científica, es que ambas alteraciones comparten dificultades con la regulación y la inhibición de respuestas, pues el TDAH no se considera actualmente sólo como un trastorno en el que el niño/a es muy movido y no atiende, así, sin más, sino como un déficit en la autorregulación. Y es también llamativo que en ambos trastornos puedan existir, en algunos casos, alteraciones funcionales en los lóbulos frontales. Estos curiosamente, se programan adecuadamente en una relación de apego.

De todos modos, desde mi experiencia clínica -y esto es ya una opinión personal- observo que la hiperactividad en niños/as que han sufrido malos tratos y/o abandono, como pueden ser los niños/as adoptados/as, no es igual que la de los niños/as que han vivido una relación de apego segura con un cuidador temprano adecuado. Es una hiperactividad más asociada a los problemas de relación interpersonal, a no saber cómo, cuánto y de qué modo relacionarse. Y es una hiperactividad a la que le acompaña un sentimiento de dolor profundo cuando se entra en contacto con las personas o con situaciones en las que el niño/a no sabe manejarse, pues si éste/a ha sido dañado por malos tratos no se fiará de los demás, lógicamente, y uno de los modos de defenderse y demostrarlo es hiperactivándose. El trastorno del apego se definiría más por rasgos o formas de ser alteradas -que no son patología- sino que constituyen factores de vulnerabilidad. Por otro lado, la hiperactividad y los problemas de atención no son las únicas características que definen a un trastorno del apego. Este presenta otras manifestaciones diferenciales con respecto al TDAH -que podéis consultar en los post que he escrito sobre el apego-.


Quiero terminar presentándoos este estudio que he leído en psiquiatria.com en el que identifican, en ratones, una relación entre la ausencia materna y los síntomas de hiperactividad. Esta ausencia es tremendamente angustiante, y en este estudio se descubre que este factor es crucial. Es muy bueno que las investigaciones lo avalen porque -sin negar en ningún momento la importancia de los mecanismos genéticos, eso sería de necios- no todo tiene por qué ser siempre genético. En algunos casos tendrá más peso lo genético, en otros lo ambiental y en la mayoría, ambos en interacción. Os dejo con el estudio, tremendamente revelador y a tener muy en cuenta para comprender las hiperactividades de nuestros niños y niñas, como yo les llamo cariñosamente, y para actuar calmándoles y conteniéndoles adecuadamente.


Un estudio prueba que la ausencia de madres puede causar ansiedad e hiperactividad en los hijos.


La ausencia de las madres puede causar en los hijos hiperactividad y ansiedad, según un estudio realizado en ratones por investigadores de la Escuela de Medicina de Yale que se publica en la revista 'BioMed Central Neuroscience'. En ratones, el destete y la separación precoz de sus madres promueven la hiperactividad y la ansiedad a largo plazo. Los investigadores describen el desarrollo de este modelo de conducta, que esperan utilizar para investigar los efectos a largo plazo de la negligencia en la infancia de las personas.


Los científicos, dirigidos por Arthur Simen, evaluaron su modelo de 'separación materna con destete precoz' (MSEW, según sus siglas en inglés) en un grupo de 80 ratones macho. "La adversidad en la infancia, en la forma de abuso y negligencia, es prevalente en todo el mundo y supone un significativo problema de salud pública. Por desgracia, los mecanismos moleculares que subyacen a las consecuencias de la negligencia en los inicios de la vida siguen sin conocerse", explica Simen.


Los ratones sometidos a este modelo de experimentación pasaron por una separación materna de cuatro horas al día en los días 2 a 5 tras su nacimiento y ocho horas diarias en los días 6 a 16. Las crías fueron destetadas pronto, en el día 17. Así, se comprobó que los ratones expuestos a este tratamiento eran hiperactivos y ansiosos en comparación con los animales control en las pruebas de campo abierto, natación forzada y laberintos. Sin embargo, su peso corporal y los niveles de metabolitos no cambiaron, lo que revela que la deficiencia nutricional no era la causa de la conducta observada.