Neurobiología relacional en la infancia y la adolescencia
Conversación entre Rafael Benito y Jose Luis Gonzalo
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Jose Luis Gonzalo, psicólogo y Rafael Benito, psiquiatra |
Presentación
Hace unas semanas Rafael Benito y yo nos reunimos para conversar sobre los aspectos más relevantes en relación a los adolescentes, el apego, el neurodesarrollo y los malos tratos tempranos, y cómo aunar visiones desde la neurobiología y la psicoterapia, huyendo de planteamientos cartesianos que dividen cerebro-cuerpo y mente. Desde ambos lados (como la anchura y la largura de una superficie, ambas son necesarias para calcular esta), nos proponemos explicar y desengranar algunos de los elementos más importantes, de acuerdo con la ciencia del cerebro, que conducen a un buen desarrollo infantil. También hablaremos de lo que ocurre en el cerebro cuando una persona sufre malos tratos, qué es lo que favorece su reparación.
Fruto de nuestra conversación, que fue grabada en vídeo (la grabación ofrece más contenidos que el texto y la ofreceremos pronto en este blog), elaboramos este documento-resumen que he ordenado para publicarlo aquí en formato conversación. Me parece que es el mejor modo de comenzar esta 17ª temporada de nuestro querido blog Buenos tratos: proponer una visión de las relaciones interpersonales desde la neurobiología y repasar qué aspectos favorecen el bienestar de nuestros niños y adolescentes, especialmente de los que han sufrido adversidad temprana.
Por utilizar una metáfora que nos ayude a comprender cómo podemos aunar visiones que se complementan, me vino a la mente la labor de dos genios como Eduardo Chillida (escultor) y Cristobal Balenciaga (modisto). Ellos, desde dos ámbitos artísticos diferentes, consiguen interpretarse el uno al otro para llegar a producir lo mismo: belleza y armonía a través materiales y expresiones distintas que dialogan. Psicología y psiquiatría llegan también por dos vías diferentes a dialogar para estudiar y tratar lo mismo: el cerebro/mente. Chillida y Balenciaga, mediante materiales y configuraciones en principio antagónicas (los vestidos y las esculturas) encuentran nexos y confluencias. Sin que tengamos la genialidad de estos grandes, ni mucho menos, intentaremos transmitiros esta idea del diálogo y la complementariedad entre psiquiatría y psicología.
Espero que os aporte en vuestro caminar personal y profesional.
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Balenciaga y Chillida, expresiones artísticas distintas, pero llegan a conceptos que confluyen y están unidos. |
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Neurobiología relacional en la infancia y la adolescencia
Mano a mano entre Rafael Benito, psiquiatra y
Jose Luis Gonzalo, psicólogo
Rafael Benito: La cría de la especie humana nace con un sistema nervioso sin hacer, con un desarrollo prolongado que se extiende hasta la treintena.
La naturaleza dispuso que el moldeado de las redes neurales que componen este sistema se produzca a lo largo del neurodesarrollo utilizando la plantilla proporcionada por el cerebro ya hecho de los adultos que interaccionan con el niño y el adolescente a través de una relación interpersonal suficientemente estrecha y duradera denominada relación de apego.
Y para moldear cerebros integrados, las figuras de apego deben proporcionar interacciones sintonizadas con los estados emocionales del niño y el adolescente, capaces de oscilar en función de las variaciones del afecto infantil, y suficientemente coherentes para evitar el caos que supondrían respuestas impredecibles para el niño.
Jose Luís: En la línea de lo que comentas, Rafa, antes de ayudar a un adulto a sintonizar con un niño o joven, es importante que aprenda primero a sintonizar con sus propios estados emocionales. ¿Puede recordar alguna persona que en su vida validara sus emociones o mundo interno? Alguien que le dijera: "siento lo que te ha ocurrido, comprendo que te sientas así, tiene que ser duro, imagino que te sentirás triste…" "Al recordar esto, ¿qué sientes?" "¿Qué notas en tu cuerpo?" ... "Nótalo, acógelo y valídalo". Está bien lo que sentimos. Ahora quizá, después de sintonizar con nosotros, estamos más preparados para sintonizar con el niño o joven. "¿Qué sentiste en esa situación?" Si sabe expresarlo, le decimos que entendemos que se sintiera así y validamos esa emoción. Si no lo sabe, podemos tratar de aventurar a modo de hipótesis cómo pudo sentirse. Por ejemplo: "Cuando alguien no te invita a una fiesta, uno se puede sentir rechazado. ¿Puede ser?" Si el chico o joven da muestras de que sí puede ser eso, le decimos que sentimos que se sintiera así pero que es normal que lo sienta y positivo que lo pueda expresar. Nosotros lo comprendemos y estamos a su lado. Hay que tratar de estar presentes corazón con corazón, que el niño sienta que escuchamos su yo autobiográfico.
Rafael: ¡Muy bueno, Jose Luís!. Seguimos aportando conceptos científicamente importantes. Sabemos desde la neurobiología que la evolución de las redes neurales desde la máxima flexibilidad a la máxima eficiencia, a través de procesos de proliferación y poda, hace que las relaciones interpersonales que tienen lugar durante el desarrollo sean decisivas en la conformación del sistema nervioso, y determinen en gran medida como será su funcionalidad en el adulto. El cerebro no va a perder nunca la capacidad para moldearse con arreglo a nuevas experiencias; pero esta facultad nunca va a estar tan desarrollada como en las fases de proliferación y poda.
El desarrollo cerebral en el ser humano es prolongado y se extiende desde la sexta semana tras la concepción hasta los 25 o 30 años. A lo largo de esas tres décadas hay dos fases fundamentales de proliferación y poda: la primera se produce durante la infancia y la segunda durante la adolescencia.
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Durante los primeros tres años el sistema nervioso es especialmente sensible a interacciones presididas por el maltrato o el abandono. Desgraciadamente, también es el periodo de tiempo en el que resulta más difícil detectar ese daño y acabar con él.
Jose Luís: Es impresionante lo que cuentas, Rafa. Pienso en un ejercicio que puede ayudar a tomar conciencia de la importancia de las relaciones interpersonales de las que hablas en la formación del sistema nervioso. A ver qué te parece.
Le podemos pedir a un adulto que, tras un rato respirando, entre en un estado de calma atenta. La confianza que ese adulto tiene en la persona que le acompaña en el ejercicio es importante. Sería bueno hacerlo con un psicoterapeuta (u adulto) en el que se confía. Le indicamos que acceda a un recuerdo de la adolescencia asociado a una emoción difícil de regular, como el rechazo, la rabia o la vergüenza. Tratamos de que no sea un recuerdo de una intensidad emocional muy alta (No más de 3 ó 4 sobre 10) Le pedimos que nos diga qué imagen le viene a la mente, qué sensación corporal y qué pensamientos. Que sea capaz de traer al presente todos los componentes de la experiencia, que conecte sentidamente con el recuerdo (...) Le decimos que piense en lo que hubiera necesitado en ese momento por parte de un adulto. Le pedimos que, si es demasiado intenso, pare cuando quiera y se dé cuenta de que está en el presente con nosotros. Fundamental que sienta que no pierde la conexión emocional con nosotros en ningún momento. Le decimos si nota nuestra presencia reguladora. Y le pedimos que vaya expresando lo que le venga a la mente. Después, le ayudamos a comprender desde el yo adulto lo que se quedó sin poder elaborar. Este ejercicio suele servir para que los adultos se den cuenta de lo duro que es experimentar experiencias de este tipo a esta edad, y eso que no elegimos recuerdos de intensidad muy elevada. Permite tener más empatía, paciencia y comprensión hacia los chicos que han sufrido maltrato.
Rafael: ¡Me ha encantado este moldeamiento neuronal a través de este ejercicio, Jose Luís! Seguimos. Consideramos la adolescencia como un regalo de la naturaleza; una época en la que se renueva el bosque neuronal y podemos reparar de un modo profundo y eficaz las heridas del maltrato durante la primera infancia.
Durante la pubertad se produce una nueva fase de proliferación a la que seguirá, a lo largo de toda la adolescencia, una fase de poda que finalizará hacia los 25 años con la culminación del desarrollo del córtex prefrontal. Todavía quedará, a lo largo de la treintena, completar el desarrollo de las conexiones interhemisféricas que perfeccionarán la capacidad cerebral para convertir en narrativa las vivencias corporales.
Jose Luís: ¡Excelente exposición! Ahora que mencionas las narrativas, me viene a la mente la técnica de la caja de arena (tú y yo colaboramos en la escritura de un libro titulado: "La armonía relacional. Aplicaciones de la caja de arena a la traumaterapia"). La creación de una escena usando miniaturas en una caja de arena, símbolos visuales, permite en un primer momento conectar con las vivencias corporales. Habrá símbolos que produzcan sensaciones placenteras y otros que generen sensaciones más intensas, como miedo, rabia, asco… Todavía la persona no sabe por qué. En ese momento, aún no accedemos a la narrativa. Le pedimos a la persona que observe lo que note en su cuerpo como sensación física mientras respira suavemente, tratando de observarlo. Poco a poco, notará que las sensaciones corporales se hacen más reguladas, o se transforman y varían. Ahora es cuando le podemos pedir al constructor de la caja que narre, o mediante preguntas le pedimos que vaya contando lo que cree que representan o significan, y podrá ligar una narrativa más coherente, consiguiendo convertir las sensaciones en narración.
Rafael: Preciosa manera de llevar la neurobiología de las narrativas a una técnica que lo representa muy bien. Realmente, el neurodesarrollo durante la adolescencia es una especie de reinicio. Las áreas del sistema límbico proliferan en un crecimiento acelerado que rompe provisionalmente la integración, haciendo que predominen y abran al adolescente a nuevas experiencias en una búsqueda constante de nuevas respuestas. Por el contrario, la corteza prefrontal enlentece su desarrollo dificultando la regulación emocional y el control de los impulsos.
Como se puede ver, es un periodo lleno de oportunidades, pero también de riesgos; un periodo en el que vuelve a resultar necesario contar con el cerebro ya maduro de las figuras de apego para proporcionar recursos de que les ayuden a conectar adecuadamente las áreas límbicas con las zonas frontales que deben regularlas. Al mismo tiempo, las conexiones interhemisféricas del adolescente organizarán narrativas congruentes con las experiencias vividas.
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"En la adolescencia hay que contar con el cerebro maduro de las figuras de apego" (Rafael Benito) |
Jose Luís: Por eso, Rafael, de acuerdo con lo que dices, pienso que para que los niños y los jóvenes puedan contar con el cerebro maduro de las figuras de apego es importante que estas hayan desarrollado la capacidad de mentalizar. Para poder mentalizar hay que reconocer el mundo interno de los chicos. Partir de la idea de que debo darle herramientas que le permitan usar mis competencias como figura de apego para guiar sus actuaciones. Lo primero, escuchar sin juzgar. Por supuesto, validar y tratar de no criticar, los adultos en seguida moralizamos. Lo segundo, conversar y mediante preguntas (sabias por nuestra parte), ayudarles a comprender lo que les pasa a ellos y a los demás por dentro. Las preguntas no deben ser algo policial sino formuladas en términos de apertura, curiosidad y saber más. Preguntas que ayudan a los chicos a conversar y a aprender. En un momento dado, podemos orientar y mediante nuevas preguntas animarles a que vean más puntos de vista. Algunas preguntas útiles pueden ser (ya las ofrecimos en otro post):
¿Qué ocurrió?
¿Qué te lleva a afirmar eso?
¿Qué efecto tuvo en ti?
Hablando de uno mismo:
Cuál era tu estado emocional antes
En qué estado emocional te encontrabas…
¿Qué piensas de lo ocurrido?
Tal vez sientas…
Me pregunto si…
Pareces pensar que te voy a abandonar, no estoy seguro de que te lleva a pensar tal cosa...
Ayúdame a verlo de ese modo
Hablando de los otros:
¿Qué le llevó a actuar así?
¿Qué ocurría con la sensación de que él o ella…?
Creo que me he equivocado. Lo que no puedo entender es como he podido llegar a decir eso. ¿Puedes ayudarme a volver a lo que sucedió antes de equivocarme?
¿He pasado por alto algo obvio?
Ahora lo que me intriga es que tú y yo estamos teniendo una perspectiva diferente (marcar una perspectiva alternativa)...
Quiero sacar un tema que no quiero que tomes como que te juzgo, pero me parece importante porque me preocupa y tenemos que hablarlo…
Aprecio lo que dices, pero ese es el efecto que me produce lo que haces o dices… O lo que hace o dice otro.
¿Qué te parece, Rafa?
Rafael: ¡Muy bien! Seguimos con más cuestiones importantes. Vamos a hablar ahora de un tema muy sensible para nuestras familias, pero necesario para poder comprender y ayudar eficazmente: los malos tratos.
Cuando un niño ha sufrido maltrato o abandono en la infancia, llega a la adolescencia en las peores condiciones para afrontar los cambios del neurodesarrollo propios de esta etapa. Los problemas de integración vertical originados por el maltrato hacen que se acuse más la inestabilidad generada por el crecimiento acelerado de las áreas límbicas y la incompetencia transitoria del córtex prefrontal.
La necesidad de figuras de apego con sistemas nerviosos bien integrados es máxima en esta situación. Presencia e influencia serían las palabras clave en las necesidades de apego adolescente. Como dice Daniel Siegel en su libro "La mente en desarrollo", los adultos deben convertirse para los adolescentes en la “pista de despegue” que les ayude a volar, y en el “puerto seguro” al que siempre pueden regresar para encontrar apoyo y contención.
Jose Luís: ¡Aquí neurociencia y apego se dan la mano de una manera fascinante, Rafa!. Es muy importante -según lo que acabas de contarnos- decirles (ponerlo en palabras) a los niños que se les ama siempre y, sobre todo, que se les valora, que los comentarios, críticas o valoraciones cotidianas es sobre lo que hacen o dicen, no sobre lo que son (aceptación fundamental), que en ningún momento sientan que nos avergonzamos de ellos o que les devaluamos. ¡La persona y la relación por encima de todo! No necesitan ser competentes en todo lo que hagan para ser amados y considerados por nosotros.
También es fundamental que sientan que estamos siempre disponibles para ayudarlos, que desarrollen esa expectativa. Primero, estamos presentes (presencia segura) cuando se sientan agobiados, frustrados, tristes, enfadados..., ante cualquier vivencia… Y, después, tratamos de ayudarlos con sus problemas: "¿Qué puedes hacer?" "¿Cómo puedes manejarlo?" "¿Qué opciones tienes?" "¿Cómo te puedo ayudar yo? Cuando son más pequeñitos, los tenemos que acompañar, cuando van creciendo, les guiamos, pero ellos mismos van afrontando las situaciones y les enseñamos a afrontar los problemas. "¿Cuál es el problema?" "¿Posibles soluciones?" "¿Consecuencias al ponerlas en práctica?" "¿Para mí?" "¿Para los otros?" Todo lo que sea potenciar su capacidad reflexiva es muy importante. Hay veces que las cosas no saldrán bien y los reconfortamos. El dolor forma parte de la vida, pero estamos ahí para escuchar, calmar, abrazar, ayudar a narrar… El asunto no es tanto que nos pasen cosas difíciles, adversas… sino no contar con nadie. Que sepan claramente: "Si me necesitas, estoy". Eso da muchísima seguridad.
Rafael: En conclusión, la adolescencia de los chicos y chicas víctimas de maltrato en la infancia exige todavía más de sus figuras de apego; por lo que es vital que éstas sean suficientemente capaces de regular sus emociones, conozcan bien las fortalezas y debilidades de sus propios sistemas nerviosos y cuenten, si es necesario, con presencias auxiliares (educadores, terapeutas, médicos) que generen una red de cerebros moldeadores. ¿Qué te parece?
Jose Luis: Cien por cien de acuerdo. Llegamos al fin de nuestra conversación. Ha sido un placer, como siempre, departir y encontrar lugares comunes contigo, amigo y colega.
Rafael: Lo mismo digo, amigo y colega Jose Luís, un auténtico gusto poder encontrarnos y buscar nexos y confluencias que logren aportar luz a las familias en el acompañamiento de sus hijos durante la crianza.