lunes, 30 de junio de 2014

Una metáfora budista para el último post de la temporada. Buenos tratos regresa el 8 de septiembre. ¡Felices vacaciones de verano para todos/as!


“Buda sostenía que cada cosa depende de todas las demás. Él dice: el todo contiene a las partes y las partes contienen el todo. Es decir, no puedes comprender nada si lo aíslas de su entorno. La hoja contiene al sol, la tierra y el cielo, obviamente. Esto ha demostrado ser cierto, pero es aún más cierto para el desarrollo humano. El término científico es la naturaleza bio-psico-social del desarrollo humano la cual afirma que la biología de los seres humanos depende en gran medida de la interacción con su entorno social y psicológico”

Esta gran reflexión de Buda contada por un experto en neurobiología interpersonal en el vídeo Zeitgeist moving forward (del cual os hablé hace unos cuantos meses, pero que podéis volver a ver y estudiar) contiene lo que necesitamos ser para el niño y adolescente en general y, en particular y sobre todo, para el niño y adolescente víctima de abandono, negligencia, abuso y maltrato. A algunos nos puede sorprender, pero todavía hay quien opina que los niños se desarrollan por efecto de la biología, de los inscrito en sus genes, y proporcionándoles solamente los cuidados instrumentales. El afecto, la contención, el juego… que son los que al niño le proporcionan los nutrientes psicológicos para que la biología orqueste el desarrollo armónico de la personalidad no son tan contemplados, son puestos en una categoría secundaria.

La misma frase de este experto citando a Buda afirma que no puedes comprender nada si lo aislas de su entorno. No podemos comprender al niño y joven abusado, abandonado y maltratado si prescindimos, obviamos, minimizamos, apartamos o ignoramos que estas duras experiencias afectan a la mente en desarrollo. Y no le podemos comprender si no nos consideramos a nosotros mismos (padres, madres y profesionales) entorno que puede beneficiar o perjudicar ¿Por qué? Porque la mente, como dice Dan Siegel, es una realidad con sustrato corporal (hay un cerebro, está en un cuerpo) Pero, además, es una realidad interpersonal: la mente está también entre las personas. Si se sostiene que la mente está ubicada sólo en el cuerpo o en el individuo, estamos apartando la influencia que lo interpersonal tiene en su creación y constante re-creación (mentes que crean mentes, dice Siegel) Entonces, todo puede ser genético. Pero si la mente es interpersonal, entonces enfatizamos la enorme contribución que las experiencias y las relaciones interpersonales tienen en su gestación y posterior desarrollo. Y las primeras experiencias de todo ser humano aluden a la relación con los primeros cuidadores. Si estos propiciaron unos cuidados sensibles y empáticos, favoreciendo que el niño fuera sentido por otro y visto por otro, se desarrollará con una experiencia de apego seguro que será la base para poder crecer con autonomía, responsabilidad y equilibrio emocional auto-regulatorio. Porque el apego seguro además, fomenta el mindsight (ver la mente): la capacidad de que la mente se vea a sí misma (conocimiento interior de mi mente siendo consciente de sus procesos internos, con capacidad auto-regulatoria) y que vea la de los demás también (con el desarrollo de la empatía, fundamental para poder ser seres humanos solidarios y promotores de dinámicas de buen trato)


La frase del experto, la metáfora budista, tan sugerente y preciosa, nos indica además que el niño, sobre todo el acogido o el adoptado, necesita un sistema de cuidados basado en una crianza terapéutica. Es habitual que los padres y las familias acudan a ayuda profesional cuando observan que la crianza, por efecto del daño emocional sufrido los primeros años de vida, está condicionando el desarrollo madurativo, la capacidad de vincularse sanamente -porque trastornó el apego- y comprometiendo seriamente las posibilidades de ese niño o joven de hacer un proceso resiliente. Es importante y decisiva la ayuda profesional (los distintos psicoterapeutas y los diversos tratamientos que pueden recibir los niños para sanar de sus heridas –trauma proviene del griego y significa precisamente eso: herida) La psicoterapia especializada para el niño y joven víctima de malos tratos (el modelo de la trauma terapia infantil-sistémica de Barudy y Dantagnan se revela como el más adecuado porque se adapta a sus posibilidades y al sufrimiento que acumulan, y porque es respetuoso con el menor de edad) sabemos que repara el apego. Una relación de apego terapéutico es el más poderoso instrumento para poder ayudar a que el niño y el joven generen nuevas redes neurales que contengan información sobre cuidados y buen trato; al tiempo que bajamos su sistema de defensa, tan activado para sobrevivir.

Pero… ¿qué es lo primero que analizamos cuidadosamente los terapeutas que trabajamos desde este enfoque?: que el todo pueda contener a las partes. El todo lo son unos cuidadores competentes. Lo primero que miramos es si esa familia, esos padres, esa madre, ese padre, pueden comprender y empatizar con el niño o joven. Si pueden constituirse en referentes adecuados para ese menor de edad. Si pueden colaborar con nosotros en la psicoterapia. Como dice Maryorie Dantagnan, para poder hacerla, hacen falta tres patas: el niño, el terapeuta y… al menos un referente (padres o educador) que pueda acompañar adecuadamente al niño en su desarrollo favoreciendo una buena crianza (terapéutica) De lo contrario, la mesa… ¡se cae! Así, no podemos hacer una psicoterapia en sí. Podremos hacer acompañamiento pero no psicoterapia. Si fallan las competencias parentales básicas, el niño va a recibir unos inadecuados  cuidados e incluso retraumatizantes: hiperexigencia, visión exclusivamente basada en la disciplina pura y dura, en el logro obsesivo, en condicionar el afecto a portarse bien, al tanto consigues tanto vales, a la ausencia de juego, empatía y conexión emocional y en pedirle un nivel de autonomía lejos de sus posibilidades. Por ello, lo que hacemos es trabajar para la toma de conciencia y necesidad de cambio en los padres o cuidadores y ofrecer (antes de tratar al niño o menor de edad) a los mismos un espacio terapéutico propio de apoyo a la parentalidad. En el caso de que sean padres o madres que pueden hacer esta labor y presentan competencias parentales apropiadas, entonces trabajamos en la psicoterapia codo con codo con ellos para que puedan ser los referentes que el menor de edad necesita para hacer su proceso resiliente.

Pero el todo contiene más partes, y por eso necesitamos ver y evaluar también el ambiente psicosocial que rodea al niño: su red. ¿Tiene al menos un amigo/a? ¿Sufre o no bullying, teasing u otras formas de maltrato? Cómo consecuencia del daño que el niño padece desde la edad bebé, ¿ha alterado el apego de una manera tan severa que tiene grandes problemas para tener y mantener relaciones sanas y constructivas? También atendemos a si el niño realiza actividades que sean realmente favorecedoras de la resiliencia. El mejor criterio para hacer una actividad es que sea en grupo pequeño y que el niño o joven cuente con un profesional que sea capaz de regular, contener y ser figura de apoyo para el niño. Que sus lóbulos frontales se pongan al servicio de los del niño o joven. La actividad ha de gustar y hacer disfrutar al menor de edad. Si con ella además, conseguimos que transforme el dolor en energía creadora, mejor aún.

Y, finalmente, el psicoterapeuta y otros profesionales que intervengan con el niño o joven (psicopedagogos, profesores, terapeutas…) en algún momento de su vida: también han de ser personas capaces de sintonizar y conectar, de generar procesos de vinculación positivos subsidiarios y reparadores. Deben de tener unas cualidades especiales y cultivarlas para que se conviertan en fermento sanador para los menores de edad. ¡Los profesionales no formados también pueden retraumatizar! Por eso es muy importante formarse para poder ofrecer a los menores de edad las mejores cualidades, métodos y técnicas psicoterapéuticas.

Entonces, sí podemos decir que el todo contiene a las partes. El niño o joven en su entorno, arropado, contenido, sentido... Todos coordinados para ir a una. Entonces la biología del niño –posiblemente dañada funcionalmente por el maltrato- sí comenzará a repararse, y asistiremos al fenómeno de la plasticidad neuronal: crearemos nuevas conexiones que contendrán nuevos flujos de energía e información (como dice Siegel) sobre buen trato. Y esto reparará progresivamente el apego.

Pero aisladamente, sin este todo contenedor, cada uno por su cuenta, no se puede trabajar ni ayudar a que el niño pueda sanar de las heridas.

Bueno, espero haberos ayudado con esta reflexión que nos recuerda que los profesionales podemos hacer mucho pero que no somos magos ni dioses. Que hay figuras que son insustituibles. Que todos somos necesarios y todos jugamos un papel relevante, juntos, pero cada uno en su sitio, remando en una misma dirección que es la de proporcionar una experiencia de apego reparadora al niño -todo el tiempo que la necesite- hasta que esté listo para la meta final: la autonomía y la auto-regulación.


Como siempre, y antes de despedirme hasta septiembre (ya sabéis que Buenos tratos suele descansar los meses de julio y agosto), os presento la picada de esta semana. Es algo ideal para las vacaciones: una novela. Y además, una novela en torno a la temática de la adopción. Escrita por Marga Muñiz, es una nueva (y menos explorada) manera de acercarnos a la reflexión sobre este tema. Por mi parte, voy a leerla este verano. Os dejo con una reseña escrita por la propia autora, que conoce muy bien el mundo de la adopción. ¡No os la perdáis!
 
Ya está disponible en amazon la versión digital de Detrás de tu mirada. Para mí ha sido todo un proceso de crecimiento interior escribirla, así que mi deseo es que también suponga un enriquecimiento personal para vosotros acompañar a los protagonistas de la novela en la búsqueda de soluciones para las situaciones conflictivas que viven. También que podáis disfrutar con ellos de todo lo bueno y  positivo que nos trae la Vida.

Si no tenéis un dispositivo kindle, podéis descargar desde Amazon una aplicación gratuita para leer la novela en vuestro smartphone, tablet u ordenador.

Para los que no sabéis de qué va la novela, aquí tenéis un pequeño resumen del argumento:

Una maternidad frustrada, un divorcio inesperado y la adopción de dos pequeños nacidos en un país lejano de África sirven de escenario a una enigmática terapeuta, para mostrar cómo el origen de la mayoría de los conflictos que vivimos no está en lo aparente, en lo inmediato, en “el otro”, sino que está más adentro, en nosotros mismos y en los misterios de nuestros sistemas familiares.
 
A lo largo de la novela, Pablo y Ana, Clara y Javier,  tienen la oportunidad de decidir si sólo quieren ser parte del problema o si también quieren formar parte de la solución. A través de Constelaciones Familiares, Tapping, Flores de Bach, Ho´Oponopono y otras técnicas de crecimiento interior, Teodora Mun les ayudará a llegar a soluciones, a veces, totalmente inesperadas. 
 
La llegada de Yanira y Yosef, dos pequeños nacidos en un lejano país de África, va a suponer un cambio copernicano en sus vidas, y va a permitir al lector vivir en primera persona las experiencias de una familia adoptiva cuyos hijos son de otra raza. El racismo y la xenofobia latente que viven con mayor crudeza cuando no van de su mano, la diferencia entre cómo se perciben ellos y cómo los perciben los demás… Pero también la fuerza del amor incondicional, la riqueza de la diversidad, el valor de ser quien uno quiere ser más allá de lo que otros quieran ver.
 
Además, a través de la búsqueda de sus propios orígenes, Ana nos descubrirá una apasionante y casi desconocida página de la historia de España. La de un grupo de mujeres protestantes que pusieron todo su empeño y esfuerzo en acabar con las desigualdades heredadas y, además, lo consiguieron.

La novela, en definitiva, es un canto a la libertad de ser uno mismo, independientemente de la familia, la raza, el género, la religión, o el lugar donde nos haya tocado nacer o crecer.
 
Para adquirir la novela en Amazon, hacer click aquí

Buenos tratos, éste nuestro blog, despide esta temporada 2013-14. Su autor y director necesita descansar y reflexionar también. Poner su mente en conexión consigo mismo y sus seres queridos para poder volver renovado, con capacidad de fluir y así ofreceros, el día 8 de septiembre, una nueva temporada (la octava) con nuevas entradas sobre los temas que tanto nos apasionan (apego, trauma, resiliencia, desarrollo)  


Os doy las gracias a todos/as por seguirme una temporada más. Tras las vacaciones de verano (por esta parte del mundo) estaré con todos/as vosotros/as. He estado y estoy encantado con el blog, sé que estáis ahí, al otro lado de la pantalla, lejos pero os siento cerca. A muchos/as he podido conoceros y los comentarios que en persona me dedicáis me han llenado de alegría. Otros me escribís (contesto todo lo que puedo, pero no llego a todo, lo siento) y me contáis muchas cosas personales y me ofrecéis también palabras de elogio y felicitación por el blog. Todo ello me anima a seguir y es un estímulo para mí. ¡Miles de gracias a todos/as y un fuerte abrazo!

Cuidaos / Zaindu

lunes, 16 de junio de 2014

La disociación en niños y adolescentes traumatizados: esa gran desconocida (II y final)

Continuamos con el apasionante tema de la disociación en niños y adolescentes y vamos a centrarnos hoy en los indicadores nucleares de ésta. Esta es una entrada más pensada para profesionales (psicólogos, psicoterapeutas, pedagogos, psicopedagogos, profesores, orientadores, trabajadores sociales…) Pero ya sabéis que los padres, las madres y las familias también podéis aprender de este tipo de posts.

De todos modos, este post es a título informativo. No se puede ni se debe utilizar con la tentación de hacer un diagnóstico. Esto corresponde a los profesionales cualificados. Para determinar que un menor de edad presenta un trastorno disociativo es necesario que presente un cuadro clínico completo durante un tiempo determinado causando deterioros en el funcionamiento personal, social, académico... de dicho menor.
 
1) AMNESIA

En un momento dado, los niños no recuerdan sucesos determinados y en otro momento, no tienen conocimiento de tales sucesos. O pueden tener una memoria parcial de los mismos.

Pueden evocar partes del trauma acompañado de distorsiones sensoriales como la visión en un túnel o sólo escuchando partes del evento.

La memoria inconsistente para la conducta disruptiva con los niños disociativos puede ser malinterpretada por padres y profesionales de que éstos están mintiendo o manipulando para evitar consecuencias. De ello hablamos la pasada semana.

Mientras que es exasperante para los adultos gestionar estos episodios, es más confuso, frustrante y amenazante para los niños disociados ser acusados de algo que no recuerdan haber hecho. 

Esto les resulta a las familias y a los padres y a las madres, muy difícil de entender. Se conceptualiza al niño como mentiroso, manipulador, oposicionista… Hay muchas veces que los niños no recuerdan por ejemplo, qué les pudo pasar para descontrolarse, ni tampoco lo que pensaron, sintieron y ocurrió antes del episodio agresivo, tal y como le sucedía a Pedro (ejemplo del post de hace quince días, primera parte de esta serie dedicada a la disociación)

Mientras que los niños manipulan para evitar consecuencias, los niños traumatizados a menudo tienen significativos problemas de memoria y la disociación debe ser cuidadosamente evaluada como una posibilidad viable. Puede además, que no recuerden tareas, olviden objetos, cosas, si entregaron o no un trabajo. "No me cree nadie" - suelen decir con resignación. 

Desde aquí animamos a que si el niño o el adolescente han vivido una experiencia prolongada de abandono, se evalúe la posibilidad de que la mentira o la inconsistencia o cambios en su relato, se deban al trauma y no a problemas de conducta.

2) CONDUCTAS DE TRANCE

Con niños crónicamente abusados, las conductas de trance llegan a ser habituales incluso con estresores de intensidad media. 

Durante estos momentos, los niños tienen problemas para informar lo que ocurrió antes de que “se fueran fuera de la mente”

La más severa forma de disociación son los estados del self (sí mismo). Los estados del self son bastante comunes en todas las personas, y conviene normalizarlos. Todos tenemos facetas (nuestro yo guerrero, gracioso, nuestro estado de enfado, introversión…) La diferencia es que los tenemos integrados, somos conscientes de los mismos y adquirimos un sentido coherente de nosotros mismos y dichos estados a lo largo del tiempo.

Un indicador de trance es que los niños pequeños tengan alucinaciones visuales o auditivas de personas que identifican como “amigos imaginarios” Estos “amigos imaginarios” pueden causar un considerable estrés y conflictos con los otros, pues ellos insisten en que son reales y no imaginarios.

Los niños pueden crear estados del self de diferentes edades, roles, afectos y conductas que pueden directamente referirse a sus traumáticas experiencias (el héroe, el perpetrador, la parte loca…) Ellos pueden tener diversos grados de influencia sobre el humor de los niños, sus conductas, sensaciones, pensamientos y relaciones. 

Algunos estados del self que se identifican con el perpetrador suponen conductas agresivas o autolesivas, como auto-cortarse, asaltar a otros. Suelen ser identificadas como trastorno de conducta. Pero pueden ser estados del self. Por ejemplo, Sonia, una adolescente de 15 años, no fue a clase durante varios días, falsificando justificantes. El profesor se dio cuenta y llamó a su madre adoptiva. Ésta, enfadada, esperó la llegada de su hija, le abroncó (sin darle tiempo a que se explicara; en realidad faltaba porque los compañeros se burlaban de ella y no podía aguantarlo ni sabía defenderse) y le castigó quince días sin móvil. Sonia, abrumada, terminó cortándose con un cutter el brazo en un estado del self disociado. El padre biológico de Sonia era un hombre muy violento y cuando esto sucedía, probablemente aquélla se disociaba para defenderse del terror que le producía. 

Otras veces son estados del self que son simplemente “informadores” de memorias traumáticas sin ningún afecto. Esta presentación puede confundir a los profesionales y hacerles dudar de si el trauma se produjo realmente o minimizar el impacto del trauma en el niño. Pero es una característica del trauma que afirmen: “no me pasó a mí” Recuerdo a adolescentes que trabajando con ellos su abuso sexual, afirmaban que aunque les había pasado sentían como si no les hubiera pasado o no fuera con ellos. 

Los niños crónicamente traumatizados con disociación pueden ser sensibles incluso al estímulo menos intenso.

Ellos pueden rápidamente apretar el interruptor del cambio de estado cuando aparece un disparador.

Estos estados de trance pueden aparecer y desaparecer rápido sin aparente provocación y pueden contener sólo específicas memorias referidas a sus experiencias. La conciencia de sus otros estados o del entorno que les rodea puede ser precaria dependiendo de las barreras que les protegen de los demás.

Pueden emerger después de años ocultos tomando el control ejecutivo de todo el ser del niño o acuciar al niño a que haga comentarios negativos, o presionarle a que se meta en actos auto-destructivos o agresivos. Por ejemplo, los adolescentes, cuando sienten que una voz les dice que roben. 

Estos estados pueden aparecer, implicarles en conductas agresivas y después desaparecer, dejando al niño perplejo. ¡Los niños son a menudo acusados de mentir cuando ellos niegan tales conductas!

Cuando el niño tiene extremas y contradictorias presentaciones, particularmente severos retrasos en el desarrollo (conductas regresivas), la existencia de estados del self de diferentes edades debería ser evaluada cuidadosamente. Este es el caso de niños que comienzan a comportarse de manera desorganizada y conforme a conductas que son más propias de estados evolutivos anteriores del desarrollo. Por ejemplo, hacerse el bebé.

3) BRUSCOS CAMBIOS DE HUMOR

Rápidas y extremas fluctuaciones en el humor y en la conducta pueden a menudo ser evaluadas como una forma de trastorno bipolar o trastorno oposicionista desafiante, particularmente si no son valoradas como parte de la disociación.

Estas fluctuaciones son a menudo atribuidas a rápidos cambios de estados del self que tienen afectos divergentes, tales como felicidad, “locura”, tristeza, temor… Ellos pueden mostrar preferencias cambiantes en alimentación, vestido, juegos y actividades y contener contradictorios patrones de pensamiento y repentinas quejas somáticas, tales como dolor de cabeza, estómago... 

4) ALUCINACIONES VISUALES O AUDITIVAS

Pueden resultar confusas para los padres y profesionales. Son resultado de la fragmentación y de la creación de estados del self.

La presencia de voces e imágenes de objetos que flotan, caras, figuras o sombras son frecuentemente característicos de niños con trastorno disociativo.

Sergio es un adolescente que sufre maltrato en el ámbito familiar por parte de su madre. Las palizas son frecuentes cuando desobedece, no hace los deberes o simplemente como tubo de escape para que su madre canalice su cólera ante el abandono del padre y la pobreza en la que se ha visto sumida. La madre presenta una alta inestabilidad emocional, antecedentes de maltrato por parte de sus padres y un apego desorganizado no resuelto. Participan de una intervención familiar y el niño es derivado a tratamiento psicológico para valoración del daño. Sergio siente una gran agitación y angustia que se acentúa por las noches. Al preguntarle por qué, afirma, presa de pánico, que fantasmas aparecen por su ventana con pretensión de llevarle con él. Un diagnóstico psiquiátrico descarta una esquizofrenia y corrobora la hipótesis de que sean experiencias disociativas. 

Estas alucinaciones se originan de las traumáticas experiencias y son indicadores de fragmentación. Las voces pueden ser amistosas, antagonistas, que ayudan o destructivas.

Los adolescentes pueden ser resistentes al informar de voces que asustan o le hacen ver a uno que “está loco” Preguntar a los chicos de una manera empática sobre sus alucinaciones puede ayudarles mucho, a la vez que les comentamos que otros niños han informado de estas experiencias.

Es importante explicarles que las voces son parte de ellos y que de algún modo le han ayudado con “las cosas malas que le han ocurrido", incluso aunque la voz no parezca amistosa o esté enfadada.

Los niños han de comprender que las voces que le aterrorizan o las imágenes fueron creadas para ayudarles a sobrevivir.

Es necesario hacer una psicoeducación sobre esto en distintas fases de la terapia.

5) DESPERSONALIZACIÓN Y DESREALIZACIÓN: QUÉ SON

Despersonalización: 

La existencia de una parte del yo que observa y experimenta

Desapego de la conciencia del self y del cuerpo (sentimientos de extrañeza o no familiaridad con el self o experiencias fuera- del-cuerpo)

Desapego del afecto, como entumecimiento o embotamiento.

Sentido de irrealidad, como de estar en un sueño.

Alteraciones perceptivas o alucinaciones referidas al cuerpo.

Desrealización:

Implica un sentimiento de irrealidad o no familiaridad con el ambiente propio, y distorsiones del espacio/tiempo.

La mayoría de los niños disociativos que describen despersonalización y desrealización (experiencias de este tipo) habían tenido estados del self presentes al mismo tiempo.

DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL

Déficit de atención con hiperactividad-impulsividad (La inatención, estar en una nube y las ensoñaciones= pueden ser síntomas de trauma y disociación) Es necesario, antes de decantarse por un diagnóstico de Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad-Impulsividad (TDAH) evaluar cuidadosamente si en la biografía o contexto del niño o adolescente está presente el trauma, pues puede tratarse de éste en vez de TDAH o presentarse comórbido al mismo. Recientemente psiquiatria.com se ha hecho eco de una noticia que así lo recomienda: Una investigación demuestra que el TDAH infantil y los traumas a menudo van de la mano. 

Trastorno bipolar pediátrico= Los rápidos y extremos cambios de humor son propios del trauma.

Alucinaciones, psicosis o esquizofrenia= En los trastornos disociativos, las alucinaciones visuales o auditivas son atribuidas a estados del self que se formaron como resultado de las experiencias traumáticas. 

Por lo tanto, antes de decantarse por estos diagnósticos, si el niño o el adolescente tiene una historia de vida en la que ha estado presente el abandono, el maltrato o el abuso es necesario contemplar la posibilidad de estar ante un trauma infantil con disociación. 

REFERENCIAS BIBILOGRÁFICAS 

Gómez, A.M. (2013) EMDR Therapy and adjunct approaches with children. Complex trauma, attachment and dissociation. NY: Springer Publishing Company.

Putnam, F.W. (1997) Dissociation in Children and Adolescents: A Developmental perspective. New York, NY: Guildford.

Van der Hart, O., Nijenhuis, E. R. S. and Steel, K. (2006) The haunted self: Structural Dissociation and the Treatment of Cronic Traumatization. New York, NY: W.W. Norton 

Stein, P., and Kendall, J. (2004) Complex PTSD in Children: Brain and Behaviour. Psychological Trauma and The Developing Brain Neurologically Based Interventions for troubled Children. New York, NY: Hawford Press.

Van der Kolk, B., Pynoos, R. S., Cichetti, D., Cloitre, M., D´andrea, W., Ford, J.D., … Teicher, M. (2009, February 2) Proposal to a developmental trauma disorder diagnosis for children and adolescents in DSMV. Retreived from www. traumacenter.org/announcements/DTD_papers_Oct_09.pd

Para terminar el post de hoy, os ofrezco, como siempre, una picada. Ésta además, va que ni pintada con el tema de hoy. Es un gran descubrimiento: Me refiero a la página web de la Sociedad Internacional para el Estudio del Trauma y la Disociación (International Society for the Study of Trauma and Dissociation) Aunque mayoritariamente en lengua inglesa, hay contenidos traducidos al español. Cuenta con un FAQ (Preguntas Frecuentemente Planteadas) sobre la disociación en niños y adultos excelentemente hecha. El propósito de esta magnífica web es poder dar a conocer al público en general (y a profesores, maestros, trabajadores sociales, pedagogos...) qué es el trauma y qué son los trastornos disociativos. Os recomiendo su visita. 

Hasta dentro de 15 días, cuidaos / Zaindu

jueves, 12 de junio de 2014

Postgrado Universitario on line en Promoción de la Resiliencia por la Universidad de Barcelona

Me es grato informaos de la aparición de un postgrado de alta calidad en el que participan como profesores un elenco de los mejores profesionales y académicos del ámbito de la resiliencia.

¿Os imagináis poder formaros de la mano de Barudy, Vanistendael, Kotliarenko, Grané, Forés… y muchos más? Pues esto es posible gracias al Diploma Universitario de Postgrado en Promoción de la Resiliencia.


El postgrado comienza en octubre de 2014 y tiene plazas abiertas para aquellas personas que no poseyendo formación Universitaria, estuvieran interesadas en cursarlo. Hay que cumplir unas condiciones y requisitos de acceso.


UNIVERSIDAD DE BARCELONA 

POSTGRADO UNIVERSITARIO (ON LINE)

 PROMOCIÓN DE LA RESILIENCIA

 2014 - 2015


DESCRIPCIÓN

Curso de Postgrado en Promoción de la Resiliencia reconocido por la Universidad de Barcelona como Título propio.

Número de créditos: 30
Duración en años académicos: 1
Modalidad: A distancia
Dirección: Anna Forés Miravalles y Jordi Grané Ortega
Coordinación: Pilar Surjo de Bunes
Centro impulsor: Facultad de Pedagogía
Convenio: Universidad de Barcelona, Ceanim y Comunidad Latinoamericana en Resilencia

Importe de la matrícula: 2.100,00
A este precio se le podrá aplicar un incremento de como máximo 70 € en concepto de tasa administrativa


Matriculación:
http://www.ub.edu/web/ub/es/estudis/oferta_formativa/masters_propis/fitxa/P/201311528/index.html

Fecha de inicio: 15/10/2014
Fecha de finalización: 15/7/2015


DIRIGIDO A

Cualquier persona interesada en la promoción de la resiliencia, así como maestras/os, educadoras/es sociales, trabajadoras/es sociales, psicólogas/os, pedagogas/os, etc.
 
Acceso para no titulados:

Este curso preveé la posibilidad de admitir alumnado sin titulación universitaria que optará a la obtención de un título de extensión universitaria.

Fecha inicial de preinscripción: 1/5/2014
Fecha final de preinscripción: 3/10/2014

METODOLOGÍA
La metodología propuesta para el postgrado parte de la indagación sobre los conceptos clave de
la resiliencia. El análisis de casos y de buenas prácticas sobre resiliencia. La reflexión y
participación activa en el aula por parte de todas las personas implicadas en el postgrado, a partir de lecturas, o material audiovisual. Y la corresponsabilidad en el aprendizaje y la transferencia a la sociedad.

OBJETIVOS
Conocer el concepto de resiliencia y profundizar en él.
Analizar los factores para promover la resiliencia.
Reflexionar sobre las buenas prácticas de resiliencia.
Intercambiar propuestas de promoción de la resiliencia.
Conocer el estado del arte de la resiliencia, y las últimas investigaciones y tendencias.

TRABAJO FIN DE POSTGRADO

El Trabajo Fin de Postgrado consistirá en la realización por parte del alumnado de un proyecto,
memoria o estudio en el que se aplique y desarrolle los conocimientos y competencias adquiridas.


Será supervisado por un/a tutor/a según la temática elegida.

DOCENTES

Sandra Alvarán López.
Jorge Barudy
Marta Burguet Arfelis
Irma Cáceres Orellana
Pablo Cortés González
Jesús Damián Fernández Solís
Raquel Flores Buils
Anna Forés Miravalles
Nuria Fuentes Peláez
Mónica García Renedo
José Manuel Gil Beltrán.
Gloria Elena Gil Hernández
Jose Luis Gonzalo Marrodán
Jordi Grané Ortega
María Angélica Kotliarenco A. Ph.D.
José María Madariaga Orbea.
Concepción Martinez Vázquez
Rosa Mateu Pérez.
María Cruz Molina Garuz
Jorge Montoya Avecías
Francisco Javier Morales Lapuerta
Maura Morales
Anna Mundet Bolós
Rosa María Ollé
María de las Olas Palma García
Crescencia Pastor Vicente
Óscar Pérez-Muga
Gema Puig Esteve
F. Javier Romeu Soriano
Jose Luis Rubio
Eugenio Saavedra Guajardo
María Gabriela Simpson
Pilar Surjo de Bunes
Stefan Vanistendael
Cristina Villalba Quesada

MÁS INFORMACIÓN

Institución o contacto: Anna Forés Miravalles
Dirección: P. Vall d'Hebron, 171 - 08035 Barcelona España


Dirección electrónica: annafores@ub.edu

Dirección electrónica:
pilarsurjo@gmail.com

lunes, 2 de junio de 2014

La disociación en niños y adolescentes traumatizados: esa gran desconocida (I)

Entonces, llegó un estruendo. Un ruido sordo y continuo. El suelo comenzó a temblar y en unos segundos, todas las casas y edificios se tambaleaban. Al ir cayendo éstos, una nube de polvo marrón fue instalándose sobre la ciudad. Los edificios caían uno a uno como castillos de naipes y la gente perecía bajo los mismos, presa de terror. Como era el día de Todos los Santos, muchos fieles se habían concitado en las Iglesias para honrar a sus familiares difuntos. Desconcertados, y pensando que de un castigo divino se trataba, un gran número de personas murió bajo las enormes piedras que sostenían los templos. Los pocos que vivieron salían al exterior y sin poder ver nada porque todo estaba invadido por una nube de polvo marrón consecuencia de la rotura y el desmoronamiento de cientos de casas y edificios, suplicaban a Dios pues creían ser víctimas, por sus pecados, de la cólera de Éste. ¡Pero eran ajenos! Eran ajenos a un nuevo peligro que se les cernía: el tsunami. Ignorantes a lo que se avecinaba, se arracimaban en las calles víctimas de la confusión. Al poco, una ola gigante arrasaba la ciudad y acababa con cientos y cientos de supervivientes al terremoto. Por si no fuera poco, un incendio de proporciones devastadoras comenzaba a extenderse por la ciudad. Los habitantes habían encendido miles de velas para celebrar Todos los Santos. El viento favoreció la propagación de las llamas por todo Lisboa. Reinaba la más absoluta destrucción, el caos y la desolación. Los escasos supervivientes eran, ahora, atacados por bandas de asaltantes formadas por delincuentes escapados de las cárceles destruidas por el terremoto. Para ese momento, las víctimas ya sufrían un fenómeno natural psicológico llamado disociación: ante la imposibilidad de escapar o de huir, a la persona no le queda otra solución que distanciarse de lo que está ocurriendo, alejarse de sus procesos conscientes de atención y memoria e, incluso, sentir que lo que se está viviendo no está ocurriendo, es irreal (se le denomina el fenómeno de la desrealización) o sentir que uno está fuera de su cuerpo y de su mente (despersonalización) Aquel funesto día, murieron entre 60.000 y 100.000 personas, y en Europa el aciago suceso trajo una oleada de repercusiones geográficas, culturales, sociales y psicológicas (trauma)

Este relato literario (que no literal) lo escuché en un documental que emitió televisión sobre el terremoto que asoló Lisboa en el siglo XVIII. Lo he transcrito tal y como recuerdo escucharlo. Me impactó este relato audiovisual. Fue un suceso terrible, horroroso, apocalíptico. Sí, apocalíptico para una población y una época en la que -creo, si no, corregidme- no se conocían las causas de los terremotos y todo se atribuía a la cólera de Dios (explicaciones míticas o sobrenaturales) Cuando fui por primera vez a Lisboa, la ciudad me cautivó por completo. Una urbe (no sé si ahora impresiona al visitante de la misma manera porque hablo de hace muchos años, aún no se había incendiado el Chiado) con un aire triste y decadente, con unas gentes amables y complacientes con el turista. Uno de los taxistas nos habló del terremoto. Aún se recordaba. Un trauma de semejante magnitud no se olvida, y su memoria se transmite de generación en generación. Quedan edificios en ruina que son vestigios silentes de la tragedia. Estos edificios hablan por sí solos y nos recuerdan a todos lo que la naturaleza viva y desatada es capaz de hacer. Lisboa supo reconstruirse y resiliar porque el portugués es un pueblo inteligente y trabajador. 

Vamos a otro escenario, ya en nuestros días:

Estela, una niña, ha vivido en un orfanato los primeros años de su vida. Nada más nacer, sus padres tuvieron que darla en adopción porque no podían cuidar de ella. Estuvo hasta los cuatro años en un centro de estas características y, de los cuatro a los seis, fue trasladada a otra institución. En ésta, por lo que su madre adoptiva conoce, los cuidados eran de baja calidad y le constan situaciones de malos tratos a los niños. Si al bebé, necesitado de atención rápida y sensible a sus necesidades físicas y emocionales, se le separa de su madre y se le deja horas y horas en una cuna con la única visión de un techo blanco y llorando y llorando sin que nadie acuda… ¿Qué puede ocurrir?

Bowlby clasificó la respuesta de separación de un niño de su cuidador principal en tres fases: Inicial: El niño protesta, sufre estrés, llora y hace todo lo posible por emitir conductas de apego para atraer al cuidador y satisfacer sus necesidades. En una segunda fase, surge la angustia: El niño siente una gran indefensión, depresión y no implicación. Finalmente, ante la imposibilidad de hacer nada, con el fin de no “partirse” viene la fase del desapego: hay una ausencia de conductas de apego y expresiones faciales sin emoción y rostro como en blanco, desconectado. Este bebé tiene muchas probabilidades de desarrollar un apego desorganizado de tipo desapegado (un evitativo extremo) Es propio de contextos donde el abandono e incluso el maltrato activo han estado presentes. La disociación no es ya un mecanismo normal o habitual sino que se constituye en un estado del yo que puede tomar el control del sujeto. 

La probabilidad -si las experiencias posteriores refuerzan este estilo desapegado y se convierte en un trastorno- en la vida adulta de llegar a ser alguien insensible, frío, desconectado de las emociones, incluso un tanto interesado, son altas. Volvemos al personaje de "El Rubio" o el "Hombre sin nombre" (encarnado por el actor Clint Eastwood, esta vez en otra grandiosa secuencia, en la película "La muerte tenía un precio": el tiroteo final. La música del maestro Ennio Morricone y la coreografía puesta en escena -las miradas entre ellos son impresionantes- la convierten en una obra de arte) Fijaos cuando dice: "bravo" (tan lacónico y seco) después de que El Coronel mate a su oponente para vengar la muerte de su hija. Este personaje de "El Rubio" le ayuda al Coronel pero para hacer una buena caja de dólares. No es un psicópata sino alguien sin historia emocional, desapegado y que ha aprendido a vivir en un entorno hostil buscando sacar el máximo provecho de todo. Si de paso El Coronel se venga de su hija pues muy bien; pero lo suyo es sobrevivir y ganar el máximo dinero posible. El contexto le ha forjado, desde niño, a ser así. Vedlo y retomamos el discurso:


Por cierto, que no sabéis cuánto les atrae a los niños traumatizados jugar a temáticas de este tipo donde un personaje ajusta las cuentas con otro que, en el pasado, les hizo daño (robó, mató o secuestró a su familia...) Simbólicamente les permite elaborar así contenidos traumáticos a través del juego, el cual provee de sentimientos de control.

Cambiamos de tercio. Vamos ahora con un tercer escenario, también en nuestros días, en otro lugar del mundo:

Pedro, otro niño, estuvo en un orfanato en el que (tras estar varios años viviendo en las calles de una gran urbe de Latinoamerica mendigando para poder llevar algo de dinero a su padre para que éste pudiese gastarlo en bebida, arriesgando su vida para obtener un mendrugo de pan para poder aplacar un hambre que producía dolor físico y emocional, sometido a palizas por parte del progenitor) los educadores le castigaban físicamente con zapatillazos y humillaciones públicas ante sus compañeros cuando no obedecía. Una gran rabia y agresividad quedó apartada (disociada como un estado del yo) en su mente como un modelo operativo interno que se manifiesta en el presente cuando hay un conflicto o alguien le confronta: una violencia inusitada contra todo y contra todos que requiere de contención. Cuando se le pregunta qué le pasa, Pedro no recuerda nada. Es típico que en la disociación exista amnesia total o parcial. Los niños disociados pasan por mentirosos pero es que en realidad no recuerdan. Esto es importante tenerlo en cuenta.

¿A dónde quiero ir a parar con todo esto? A presentaros tres tipos de manifestaciones disociativas: 

La primera, la resultante de un devastador acontecimiento que pone en riesgo la vida de las personas como lo es un terremoto y un tsunami. Y el posterior trauma de ser asaltado y probablemente en aquella época, malamente atendido debido a la ausencia de una red social y sanitaria desarrolladas como en nuestros días. La experiencia de la disociación es el distanciamiento de lo que está pasando y la sensación de que lo que se vive no es real. 


La segunda manifestación disociativa es el desapego, quedarse en blanco y desconectado de toda emociónEs lo que vivió Estela. Cuando sea mayor, esta disociación formará parte de su persona y tendrá lugar cuando haya un suceso que sea percibido amenazadoramente por su vinculación con esa experiencia tan devastadora como lo es no tener, durante días y días, y a una edad temprana y clave para el neurodesarrollo, la atención sensible y empática a las propias necesidades afectivas mediante una experiencia de apego seguro con un cuidador competente. 

Para Pedro, por su parte, la experiencia de la disociación no está en la esfera de la hipoactivación (como Estela) sino en la de la hiperactivación. Ante un conflicto, la parte agresiva (que contiene el dolor y la humillación por el maltrato en el orfanato) se desata violentamente contra compañeros e, incluso, profesores. A ambos, Estela y Pedro, les lleva un buen rato volver a entrar en la ventana de tolerancia a las emociones, volver a tener su mente en el presente. Es entonces, cuando podrán procesar información nuevamente. 

Todavía, socialmente, y en muchos círculos, es más probable que las personas entiendan que el terremoto de Lisboa traumatice a una persona, pero no tanto que un abandono o un maltrato pueda hacerlo con un poder igual e incluso mayor que una catástrofe natural. Por cierto, que hay algunos niños/as adoptados/as que he conocido que además de las experiencias de desprotección por parte de los adultos, han vivido guerras, huracanes, matanzas, hambrunas… Son dignos de que les honremos. Nosotros, en el Taller de Resiliencia Infantil que llevamos adelante para la Asociación de Familias Adoptivas de Gipuzkoa, Ume-Alaia, una de las actividades que llevamos a cabo es hacerles un homenaje a estos niños que nos recuerdan día a día que son unos héroes anónimos. 

A estas alturas de post seguro que ya habéis captado qué es la disociación: es un mecanismo de defensa natural que utilizamos cuando una situación es sobrecargante para la mente humana. Es transitorio. Otras formas de disociación normales son evadirse, ensoñarse, conducir y no darnos cuenta de cuántos kilómetros hemos recorrido, buscar las gafas cuando las tenemos puestas… Pero cuando se vive un trauma temprano o continuado en el tiempo, de naturaleza interpersonal, con grave riesgo para la seguridad personal, la disociación no es ya un mecanismo normal sino que se constituye en un estado del yo que puede tomar el control del sujeto y hacerle actuar de maneras en las que, para entendernos, “no parece el Pedro o la Estela de siempre” Esto es de naturaleza más patológica.

La disociación infantil es pasada por alto, incomprendida o no creíble aún hoy en día. Muchos profesionales están haciendo un esfuerzo para que la disociación infantil sea conocida (por ejemplo, Montse Lapastora, en Madrid, trabaja en su consulta particular haciendo psicoterapia con niños traumatizados; además, desde su centro Psicoveritas, imparte formación para profesionales y para familias adoptivas y acogedoras con menores que han podido sufrir trauma crónico y presentar indicadores de disociación; también publicó un artículo en la revista Niños de Hoy donde la da a conocer, de una manera clara y concisa) 

Una de las causas de que la disociación infantil se pase por alto se atribuye a la ausencia de reconocimiento de las conductas disociativas en niños que son expresadas de manera diferente que en los adultos, los cuales tienen expresiones más discretas.

Además, existe un escepticismo por parte de los adultos, en los niños que informan de voces que les hablan para explicar su conducta negativa, o cuando niegan la conducta testificada. “Cosas de los niños o de su imaginación, ya sabes” – dicen los adultos. Y como veremos, es bastante común en los niños y adolescentes disociados, el síntoma de escuchar voces. Por ejemplo, cuando roban. 

Los cuidadores les castigan por “mentirosos”; por ello, los niños disociados se inhiben a comunicar estas experiencias.

A veces la disociación no es un rasgo central del trauma sino periférico.

Diagnósticos más reconocidos y populares como TDAH (Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad-Impulsividad), trastornos de adaptación, somatizaciones, trastornos del desarrollo y trastorno bipolar pediátrico son asignados a los niños traumatizados. Con ello, la disociación no es reconocida. Lo cual resulta en años de dolor emocional, confusión de identidad, problemas de memoria, trauma no resuelto y tratamientos inefectivos. 

Dentro de quince días continuamos con la segunda parte de este post.

Terminamos, como siempre, con nuestra picada, que es un clásico en este blog. Hoy, además, tenemos ración doble:

1) Saludamos la aparición de un nuevo libro que, además, es específico del tema que nos ocupa y nos concita aquí, en nuestro blog Buenos tratos: Una obra que acabo de adquirir y que he empezado a leer poco a poco (me pasa como a muchos/as de vosotros/as, no damos abasto con los libros, todos tan apasionantes, que nos esperan) Es de reciente publicación. Se titula: Neuropsicología del abandono y el maltrato. Rosa María Fernández García (profesora de la Universidad de la Coruña y madre adoptiva, a quien tuve el gusto de conocer personalmente hace dos meses)  es la compiladora, y en el mismo ha conseguido juntar a un buen número de excelentes (como ella) profesionales concienciados y formados en este ámbito para crear una obra completa que se convierta en un marco comprensivo, explicativo y, por qué no, interventivo con los menores que han sufrido estas duras experiencias en los primeros años de vida. Os lo recomiendo porque no es frecuente encontrar un libro tan específico y en el que participen multidisciplinarmente profesionales que están en la práctica diaria con el niño y adolescente y sean expertos en el tema.

2) Edorta es un padre adoptivo, biólogo y profesor residente en Bilbao (a quien tuve el gusto, finalmente, de conocer en persona y compartir una jornada formativa el pasado mes de noviembre) entusiasmado por la neurociencia y volcado en dar a conocer los nuevos descubrimientos para poder concienciar a familias y colegas de profesión de las necesidades de los menores adoptivos. Habitualmente tiene el detalle de enviarme picadas interesantísimas. No hace mucho, recibí un estudio que vincula los ácidos grasos esenciales de cadena larga con el TDAH (Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad-Impulsividad) Una alternativa al tratamiento de los menores que sufren de este trastorno puede estar en éstos ácidos presentes en los alimentos como el pescado azul. Una carencia de estos ácidos grasos podría asociarse al TDAH, como una de las hipótesis explicativa, al menos en parte. Hay evidencia científica que recoge su efectividad, como este estudio de Sandra Jarrin que Edorta tuvo a bien enviarme y que os recomiendo leais. Los ácidos grasos de cadena larga se encuentran en las cápsulas de aceite de pescado que venden en herboristerias o parafarmacia. Además, podéis aumentar la dieta de pescado de los niños y jóvenes, esto es, unas buenas sardinas asadas como las que se pueden comer en el Norte (Euskadi, Cantabria y Asturias. ¡En Llanes recuerdo haberlas comido enormes y deliciosas!)

Cuidaos / Zaindu, y hasta dentro de quince días.