lunes, 31 de agosto de 2009

Dibujo infantil y depresión

Cathy Malchiodi, en su libro Understanding Children´s Drawings, explica qué elemenos y aspectos pueden sugerir depresión en el dibujo de los niños:

El dibujo espontáneo del niño que puede revelar depresión está basado en las narrativas del propio niño en respuesta a sus imágenes más que en elementos específicos o símbolos de sus expresiones artísticas.

4 temas parecen ser particularmente importantes (tanto para el contenido como para las narrativas del niño): tristeza/pérdida; aislamiento-soledad; desesperanza; temas de destrucción o autodestrucción. Estos 4 aspectos no son fácilmente separables y los niños a menudo expresan uno o más en sus dibujos o narrativas de expresión artística.

Tristeza/pérdida: son generalmente fáciles de reconocer en el trabajo artístico de los niños. El uso del color negro en un dibujo (cuando la mayoría de los niños lo haría mucho más colorista) es algunas veces un indicador directo de la existencia de la depresión. Otros indicadores pueden incluir lágrimas y lluvia, las cuales pueden aparecer en dibujos de casas, naturaleza u otros temas ambientales.

Aislamiento/soledad: puede incluir sentimientos de alienación, abandono y rechazo. A veces estos temas en los dibujos son bastante impactantes y otras veces más sutiles. El maltrato físico, el abuso sexual o el maltrato psicológico pueden ciertamente causar sentimientos de aislamiento y alienación, especialmente si el daño proviene de la propia familia.

Destrucción: Los temas destructivos referidos a depresión incluyen auto-denigración, auto-destrucción, culpa y muy baja autoestima. Los niños pueden adoptar una actitud auto-despreciativa, dibujando auto-imágenes que se ríen de ellos mismos o los representa como feos o carentes de atractivo. No es sorprendente que los niños que han sido víctimas de negligencia o abusados se perciban a sí mismo como dañados o no atractivos en sus dibujos.

Otros dibujos de niños deprimidos pueden reflejar sus propias conductas auto-destructivas y sentimientos de fracaso. Un niño de 8 años actuaba su frustración por la separación de los padres (había sido ingresado en un centro de acogida) mediante encopresis. Este niño dibujó un coche de carreras bien detallado emitiendo una amplia humareda del tubo de escape. Aunque los coches de carreras son un tema típico que aparece en los dibujos de los niños, el humo negro fue notablemente profuso. Este humo sugirió a la psicóloga que podía reflejar la expansión de las heces (el niño extendía sus heces por el centro de acogida) El no sólo se sentía deprimido y frustrado por su situación familiar, sino también por su encopresis, así como avergonzado por lo que había estado haciendo.

El coche de este niño es una metáfora de su problema, pero es una imagen, digamos benigna, comparada con otra violenta imaginería que puede observarse en niños seriamente deprimidos.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Regeneración moral

Seguimos con este tema de la influencia de las variables sociales y de cómo afectan a los niños y jóvenes, sobre todo transmitidas a través de los medios de comunicación vía programas, series, anuncios… En el último post hemos aludido a la familia como institución y entorno que actúa como cordón sanitario para mitigar el impacto de los modelos adultos que la televisión ofrece en sus espacios veraniegos de tarde, los cuales enseñan a difamar, calumniar y sembrar la sospecha en torno a las vidas de personajes que tampoco son un dechado de virtudes al mostrar que con la intimidad se puede comerciar. Pues bien, como decimos, proseguimos dándole a la ética el valor que se merece como base para una sólida educación de los niños. Ahora veremos cómo hay profesionales que apuntan a la necesidad de una regeneración en este sentido, como punto de partida básico incluso para ayudar a curarse a personas con trastornos.

Ha sido difícil que la medicina –y todavía algunos sectores lo niegan- acepte los aspectos psicosociales como factores que intervienen en los procesos de cualquier enfermedad. Hasta hace poco la psiquiatría ha sido demasiado biológica –todavía hay grupos de profesionales radicalmente posicionados en la postura biologicista- y escasamente social. Pero, afortunadamente, se va produciendo el cambio, el cual vence poco a poco las resistencias. Y últimamente se observa que profesionales incluyen no sólo los aspectos sociales, sino la ética –al final la ética comporta también lo social, así que hablaríamos de una ética social- como participante en la generación de los trastornos.

En una entrevista a la psiquiatra Rosa Calvo Sagardoy, le preguntan cómo podemos ayudar a las personas que sufren anorexia y bulimia (más de la mitad de los casos aparecen entre los 11 y los 15 años, según un estudio de la universidad Miguel Hernández de Alicante) Y la doctora no se anda por las ramas y no habla inicialmente (seguro que lo prescribe en sus consultas) del apoyo psicosocial, etc., esto es, de pautas micrososiales sino que va directa a lo macrosocial, cuando afirma con gran criterio lo siguiente: “La sociedad debería de replantearse la pérdida total de valores humanos que existe y que hace que el otro sea solamente un trozo de carne al que miras, con el que te comparas y sobre el que te sientes triunfante si está peor que tú. Una regeneración moral de la sociedad ayudaría a mucha gente a no estar tan pendiente de sus kilos y estar satisfecha con quién es”
En efecto, lo macrosocial, la sociedad, somos todos. Ese ente abstracto se concreta en las instituciones públicas y privadas (políticas, culturales, educativas…) los ciudadanos, las empresas y los medios de comunicación. Estos últimos estimo tienen una gran responsabilidad porque aunque puede decirse que, suponemos, hacen de correa de transmisión de unos valores sociales preexistentes, tienen una poderosa influencia en los jóvenes y niños, de tal suerte que si se plantearan la comunicación de otros valores notaríamos que los menores se identificarían con los mismos.

¿Es para tanto esto? Hombre, sólo quiero poner un ejemplo que da que pensar, creo. Este verano, época vacacional en la que se tiene más tiempo y uno se acerca a la televisión para ver qué dan porque el resto del año la ve poco, he observado un anuncio de televisión en el que promocionan un refresco cuyo nombre no diré, dirigido a los jóvenes, en el cual los valores que se asocian con la bebida son la belleza para las chicas (en competición, la joven del anuncio se siente feliz al comprobar que ella está bella y su amiga no) y el poderío sexual para los chicos (también en competición, el chico del spot se siente feliz al comprobar que su pene es más grande que el de sus amigos)

La felicidad viene tras competir y ganar. Primer mensaje: La vida es competición. Segundo mensaje: El alcance de la felicidad no viene compitiendo por los motivos más edificantes, sino por los más primarios. Tercer mensaje: Y, además, el que gane a sus amigos o colegas aparte de sentirse feliz comprobará que sale triunfante frente al otro. Cuarto mensaje y no por ello menos importante pues impregna todo el anuncio: Todo asociado a la marca de la bebida.

¿No es esto una muestra significativa, un ejemplo claro de lo que la doctora Calvo explicaba a propósito de regenerar moralmente la sociedad? Pienso que la crisis económica no sólo va a ser una cuestión de recuperar el dinero que ahora escasea, sino que alude a que el modelo social chirria. Se requiere un cambio de valores sustentado en una ética renovada. Todos tenemos que participar en este proceso que ha de suponer un nuevo escenario donde el orden de prioridades sea otro.

Pasadas las vacaciones, dejamos los post de opinión para volver, en septiembre, con temas que tocamos hace tiempo como el dibujo en los niños y las pautas para el apoyo de los menores con trastornos de la vinculación, con el fin de ofrecer recursos a todos los que siguen este blog. Sabéis, no me canso de decirlo, que espero con interés y gusto vuestros comentarios.

domingo, 23 de agosto de 2009

"¿Estamos locos?"

Esta semana hemos asistido a la alegre noticia de que se ha conseguido realizar, por primera vez, un trasplante de lengua, boca y parte inferior de la mandíbula. La persona beneficiada padece un cáncer de boca y las sesiones de radioterapia le habían deformado el rostro en esa zona. Es un hito en la historia de la medicina porque va a poder recuperar la sensibilidad, el sentido del gusto y, por supuesto, su estética. Algo hasta ahora imposible.

Pero la polémica –y lo lamentable- ha surgido a raíz de que alguien –no se sabe quién debe ser una entelequia, por lo visto- ha filtrado el nombre, edad, lugar de residencia, profesión y causas de la muerte del donante. Y es aquí donde quiero llegar. ¿Tan morbosos somos que deseamos conocer lo más íntimo de las personas? ¿Somos conscientes de lo invasores que podemos ser de la intimidad de los demás? ¿Por qué filtran noticias que violan lo más sagrado de las personas, esto es, su privacidad? ¿Sólo porque se escudan en que, supuestamente, el público lo demanda? ¿Es esta una razón suficientemente filosófica para tomar tamaña decisión? Sea como fuere, los medios de comunicación –que es a la postre donde van a parar todas estas filtraciones- en mi opinión, tienen que respetar unos códigos éticos, de deontología profesional, no deben dirigirse por el todo vale porque el público lo pide.
El Doctor Cavadas, el médico que ha realizado este prodigio de operación, ha sido quien no ha tenido más remedio que salir a la palestra denunciando públicamente que se hayan filtrado los datos privados del donante alegando que es un atentado contra la intimidad. Y tiene toda la razón. La familia, lógicamente, está muy afectada por lo ocurrido, y es posible que futuros donantes se lo piensen ante la posibilidad de que se desvele su intimidad. Ha sido penoso ver al Doctor Cavadas aseverar en rueda de prensa “si es que estamos locos”, pues “tengo en la puerta de la habitación de mi paciente, custodiándolo, a dos guardas de seguridad” Hasta ese límite ha tenido que llegar el facultativo para proteger a su paciente. Increíble.

La verdad es que este episodio es la punta del iceberg de una realidad televisiva en la que, diariamente, y durante horas, en horario infantil además, se emiten programas en los que se hace pública la vida más privada de personas del llamado mundo del corazón. Pero se hace espectáculo público de lo más íntimo, personal, emocional… Y resulta nauseabundo comprobar hasta qué punto son capaces de traspasar los límites de la ética más elemental. Basta un solo día de visionado de esos programas –una vez vistos, me he propuesto dedicar mi tiempo a otros menesteres- para sentirte como si hubieses sido partícipe del trabajo de unos individuos consistente en violar la intimidad de los demás. Además, toda su praxis profesional la basan en el me han dicho, se cree, se piensa, se rumorea… Calumniar es fácil y gratis. Esta nube tóxica invade a los niños y jóvenes diariamente –pues en estos programas tampoco dudan en insultarse y discutir a gritos- y su influencia es nefasta. Porque a los modelos adultos a los que los menores se exponen no les tiembla la mano para desprestigiar y dilapidar la fama de las personas basándose en suposiciones que no tienen fundamento. Y para colmo, algunos de los personajes que aparecen en la televisión desean formar parte de ese mundo y vender su vida más íntima. Así pues, los niños aprenden las tácticas más torticeras y dañinas de manipulación de los adultos. Luego nos sorprende la crueldad de algunos niños ¿De dónde aprenden? De los mayores.

¿Qué podemos hacer? En mi opinión, los padres y los adultos tenemos realmente el poder de impedir -y la responsabilidad- el acceso a estos programas y de servir de filtro educativo. Si a un niño le expones a contenidos informativos, formativos, divertidos… éste pedirá este tipo de programas y actividades. Si al niño se le educa o se le deja sólo ante esa exposición de basura televisiva, la reclamará porque tienen el peligro, además, de ser contenidos adictivos. Así que no echemos balones fuera –no sirve de nada culpar a la televisión y sus programadores porque no podemos controlarlos- y centremos nuestras energías en el objetivo de que los niños y adolescentes tengan un ocio con dignidad, como era el de los antiguos griegos.

sábado, 8 de agosto de 2009

Niños que violan a otros niños

Así de duro y triste. Me refiero a los casos de Huelva y Córdoba que han conmocionado a la opinión pública y han abierto un debate acerca de qué está fallando en nuestra sociedad para que unos niños cometan la bajeza de violar, en grupo, a una niña. Porque de niños se trata: son menores de 18 años, adolescentes. Niño es todo menor de 18 años. Si ya es algo catalogable como terrible cuando un adulto lo comete, no digamos cuando es un niño.

Antes de ofrecer mi punto de vista, es necesario, en mi opinión, tomar conciencia de que son muy pocos casos. El peligro es que cometamos distorsiones del pensamiento y caigamos, por ejemplo, en el error de sobregeneralizar. La noticia es que, al menos en España, miles de niños no cometen estos actos ni se les pasa por la cabeza.

Aunque pocos casos, cualitativamente hablando y desde una óptica moral, sin embargo, sacuden la conciencia de cualquier bien nacido. Repugna leer que unos menores violan, uno tras otro, a una niña deficiente, como ha pasado recientemente en Huelva. La dimensión ética de estos lamentables sucesos tiene un hondo calado y nos lleva a preguntarnos lo que nos hemos cuestionado en párrafos precedentes: ¿Qué está pasando en la educación de los menores?

Creo que se dan una serie de factores que, en interacción, están influyendo para la gestación de una tipología de menor hecha a imagen y semejanza de la sociedad. Porque los menores que cometen estos viles actos no tienen patología alguna en la mayoría de los casos.

En primer lugar, desde un punto de vista sociológico, los medios de comunicación -especialmente la televisión- ofrecen un modelo de vida que transmite unos valores, a través de sus series estrella, basados en el éxito fácil, la banalización de la sexualidad (desproveyéndola de todo compromiso e implicación afectiva) y el materialismo. En un post escrito hace tiempo -Series de TV y niños y jóvenes- exponíamos los resultados de un estudio, en cuanto a transmisión de valores, hecho a partir de las series de televisión que más ven los niños y jóvenes. Los resultados son que el modelo de joven que la TV expone en esas series es carente de profundidad. Lo que más le interesa al joven de dichas series es el sexo y las cosas materiales. El esfuerzo para conseguir metas en la vida no es contemplado como una opción. Todo esto es como una nube que rodea a nuestros niños y jóvenes muchas horas al día.

Pero aunque ejercen una poderosa influencia en modelar conductas, estimo que los medios de comunicación no son la causa de la desnormativización de algunos niños. El factor que más está influyendo es un modelo de familia en el cual los padres o cuidadores tienen grandes problemas para ejercer la autoridad. No me refiero a ser autoritario. Aludo a un modelo de socialización parental en el cual los padres, desde una actitud democrática, escuchan y dan razones acerca de por qué se pueden hacer o no hacer determinadas cosas pero, a la vez, limitan: esto es, han establecido unas normas claras y las hacen cumplir, marcando consecuencias para el incumplimiento de las mismas. Existe un control racional de la conducta. Los niños que crecen sin límites normativos pueden desarrollar un estilo egocéntrico y narcisista que les lleva a pensar que pueden coger y tener todo lo que desean porque se lo merecen. Y si, además, no han estado presentes valores humanos en su educación basados en el respeto a los derechos de los otros y la empatía, de ahí no es difícil considerar al semejante como un instrumento a mi servicio. El otro no existe, se le ignora o se le usa.
En íntima relación con lo anterior está el tiempo que los padres dedican a los hijos y lo que hacen con ellos durante ese tiempo (¿acompañan a los hijos en su educación como hacían los griegos, hablando y reflexionando?) Para educar en la transmisión de valores y normas y hacer cumplir éstas, los niños necesitan la presencia física de los adultos, sobre todo al principio, pues esa voz normativa interiorizada que llega a ser la moral autónoma no se desarrolla si no ha habido presencia educativa. Está claro que dar a los menores todo lo que necesiten a nivel material (un cuarto de juegos perfecto, videoconsolas, un prestigioso colegio, regalos, buena alimentación…) no es suficiente. Necesitan establecer vínculos con personas que se apeguen a ellos desde una relación coherente en afectos y normas. El tiempo de calidad vale como el de cantidad. Los niños, en verdad, lo que necesitan es afecto y normas claras. Y ser consistentes y coherentes con las mismas. El afecto se demuestra de mil maneras: jugando, hablando, abrazando, pintando, conversando, haciéndoles reflexionar sobre sus actos y la vida en general... La normas se establecen desde un criterio racional y acorde con su nivel evolutivo. Sí se les deja opinar y negociar con las mismas, pero no tienen la última palabra. Afecto y control van muy unidos, y normalmente cuando hay fallos en uno de los dos ejes, se resiente el otro.

En mi trabajo observo que muchos niños crecen, literalmente, solos. Sin guía externa ante un mundo complejo y con valores fundamentalmente hedónicos. Sin este filtro afectivo y estructurante que es la familia, un niño puede crecer volcándose en su yo en busca de la propia autosatisfacción. Creo que la imagen que pongo junto a estas líneas resume mejor que mil palabras lo que pienso que necesitan los niños.

¿Es necesario cambiar las leyes o hay que cambiar el modelo educativo? Pienso que las dos cosas. Existe un vacío legal entre los 12 y 14 años que la ley debe de cubrir sobre todo pensando en las víctimas, para que perciban que no existe impunidad. Pero, como muy bien dice Javier Urra en una reciente entrevista que podéis leer, los problemas van a seguir estando ahí. ¿Qué hacemos, bajar la edad penal a los 5 años de edad? Está claro que la educación tiene la palabra. Y educamos todos, no hay que echar balones fuera.

Por ello, hay que trabajar con las familias y los menores que presentan un déficit en este sentido, las que se constituyen en base a estilos de socialización parental centrados en la indulgencia y/o la negligencia. Y también los colegios tienen su parte de responsabilidad, pues creo que no se educa sino que se siguen transmitiendo conocimientos. Esto ha de cambiar y aquí hay una revolución por hacer.

¿Cuál es vuestra opinión?