lunes, 26 de diciembre de 2011

Las II Jornadas Europeas de Resiliencia cierran el año de manera brillante (apuntes útiles para familias y educadores que trabajan con niños adoptados o acogidos)

Ya estoy de vuelta en Donostia-San Sebastián y dispuesto a contaros lo que destaco de las pasadas II Jornadas Europeas de Resiliencia celebradas los días 16 y 17 de diciembre de 2011.

Las Jornadas han sido todo un éxito de participación, 300 personas han asistido a las mismas, con lo cual nos da la idea del enorme interés que suscita el tema del Trauma, la Terapia y la Resiliencia. Además, no todos los días tenemos el privilegio de poder escuchar a Boris Cyrulnik, Maryorie Dantagnan, Franz Baro, Ana Forés, Jordi Grané, Jorge Barudy…

El lugar donde se celebraron las Jornadas fue la sede del Instituto Francés, un sitio magníficamente equipado y con todo lo necesario para poder celebrar las ponencias, conversaciones, comunicaciones…

¿Qué destaco de las II Jornadas? La verdad es que todo, pero no puedo contarlo todo porque necesitaría casi otro blog. Así que tengo que elegir. Aunque mencione pero no comente otras cosas (conversaciones, charlas o ponencias) no quiere decir ni mucho menos que no fuesen de interés. Todo fue interesantísimo y emotivo.

Hubo ponencias de Jorge Barudy (“Los buenos tratos: tutorías de desarrollo y de la resiliencia, organización cerebral, memoria y resiliencia primaria”) del profesor Franz Baro (“La teoría del sentido de coherencia de Antonovsky y los modelos de resiliencia: analogías y diferencias”) y de Anna Forés y Jordi Grané (“El desafío de educar promoviendo la capacidad resiliente de todos y todas”) A estos últimos tuve el placer de conocerles después de haber leído su didáctico libro sobre resiliencia titulado: "Resiliencia; crecer desde la adversidad" También hubo dos conferencias de Boris Cyrulnik (“El origen, las características y las competencias de los/as tutores de resiliencia” y “Factores y programas que favorecen o dificultan la resiliencia social”) De todas ellas, voy a exponer las ideas de Boris Cyrulnik, teniendo en cuenta que las aportaciones de Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan las he contado muchas veces aquí -y las seguiré contando- y las conocéis más; y considerando además, que, lamentándolo, no pude quedarme a la conferencia de Anna Forés y Jordi Grané y por lo tanto no puedo hablar de la misma.

Vamos, pues, con la primera conferencia de Boris Cyrulnik. No lo conocía personalmente (aunque sí le escuché en San Sebastián, hace doce años, en un congreso) y pude acercarme a él. Hombre cordial y de trato agradable, su cara, a veces se nos puede antojar seria -su carácter no creo que lo sea porque atesora gran sentido del humor-, pero se ilumina cuando sonríe. Tiene una sonrisa muy cálida.

Es uno de los primeros espadas en el tema de la resiliencia y como sabéis él mismo es una persona que ha conseguido resiliar (de experiencias muy traumáticas) y ser un modelo en este sentido. Tiene numerosas obras y muchas de ellas las hemos referenciado aquí. Para acercarse a su vida se puede leer “Me acuerdo…”, en la editorial Gedisa, la cual publica todos sus libros en castellano. Es un libro precioso.

En la primera de sus participaciones (la que versó sobre el origen y las competencias de los/as tutores de resiliencia) resumo las ideas más importantes que expuso:
- "Los determinantes genéticos existen pero el hombre no está determinado genéticamente"

- "El peor maltrato es la negligencia afectiva. Nuestro cerebro no se organiza y estamos condicionados para aprender" Cyrulnik evaluó a niños provenientes de los orfanatos de Ceaucescu (Rumanía) que parecían autistas pero no lo eran (pseudoautistas) Se balanceaban y tenían movimientos estereotipados y conductas autolesivas, sin apenas lenguaje. La negligencia afectiva que habían sufrido les había provocado este tipo de conductas que se asemejan al autismo pero no lo son. Cyrulnik realizó resonancias magnéticas y comprobó que existía atrofia del sistema límbico y de los lóbulos frontales del cerebro. "Al ser adoptados, la atrofia cerebral iba recuperándose al ser integrados en un entorno rico afectiva y sensorialmente. Pero no es el mismo cerebro como si nada hubiera ocurrido. Pueden retomar con tutores de resiliencia un buen desarrollo pero no olvidan: la memoria implícita (la que contiene los recuerdos de emociones, sensaciones…) queda activada: son sensibles al abandono y se alteran mucho cuando ven a otros sufrir" Boris Cyrulnik nos dice que incluso los niños provenientes de situaciones extremas recuperan si encuentran a las personas adecuadas. Así pues, también pueden recuperarse los niños que padecen negligencias afectivas no tan graves como las de los niños de los orfanatos de Rumania (en nuestro libro “¿Todo niño viene con un pan bajo el brazo? Guía para padres adoptivos con hijos con trastornos del apego” contamos cómo trabajamos con un joven que había sufrido negligencia extrema durante 7 años en un orfanato de Rumania y lo bien que se ha recuperado), pero los padres deben de ser conscientes de que esta negligencia ha sido muy dañina y no negarlo y comenzar a presionar al niño con aprendizajes y desarrollos imposibles.

- Con lo anterior enlaza esta otra idea que Boris Cyrulnik lanzó: los niños que son dañados emocionalmente no suelen querer contar lo que han vivido (su maltrato o su negligencia) si no nos mostramos abiertos a creerle siempre, acogerle emocionalmente y apoyarle. Dice Boris que se callan porque la vergüenza les hace callar. "Es muy negativo que el adulto muestre su sorpresa e incredulidad cuando nos cuenta su historia" Esto es muy importante porque pasa con más frecuencia de lo que nos pensamos. Algunos padres y familias adoptivas toman la postura de pensar que se inventa cosas y esto daña a los niños. "Tardamos mucho para encontrar la fuerza para contar nuestro trauma; la sociedad debe de prepararse para escuchar estos relatos" - dice Boris Cyrulnik.

- "Es muy importante ayudar a que el niño encuentre un sentido al trauma que ha sufrido. La narración del niño debe encontrar su lugar en la narración de los otros. Hablando no a los niños sino alrededor de los niños (acariciando, riendo, jugando, meciendo…) estimulamos las zonas del lenguaje"

- "Si no hacemos nada, la resiliencia será difícil. Con un entorno afectivo, verbal y cultural crearemos muchos tutores de resiliencia"

En su segunda conferencia (la que versó sobre factores que promueven o dificultan la resiliencia), dijo que "los niños o personas que han sufrido un trauma pueden retomar un buen desarrollo; no es como si nada hubiera pasado pero es un buen desarrollo. Si no retomamos el desarrollo no se puede hablar de resiliencia. El trauma deja un rastro que a veces puede durar toda la vida pero es posible una recuperación a través de la palabra y de la producción cultural y social. Las obras de arte tienen un papel muy importante en la elaboración de los traumas" De hecho, las técnicas de arteterapia las trabajamos con los niños traumatizados como una parte del tratamiento que seguimos con ellos.

"Hay tres factores a evaluar –dijo Cyrulnik-: antes de sufrir el trauma, durante el trauma y después del mismo"

"Antes del trauma, es muy importante considerar el apego seguro y la mentalización. Si el niño ha conseguido una mínima base segura, logrará, con el nuevo entorno afectivo y sensorial que se le ofrece, abrirse a éste en seguida y confiar en sus nuevas figuras. La mentalización es el mundo interior, representacional, del niño. Si tienen un mundo representado dentro, pueden compartir"

"Durante el trauma, unos niños están más afectados que otros. Por ejemplo, en el caso de agresores sexuales, si existía apego seguro y/o mentalización y el niño recibe ayuda y la agresión viene de un desconocido (no del propio hogar), puede recuperarse"

"Después del trauma: las dos palabras clave que permiten la resiliencia son: el apoyo y el relato. Los relatos le dan sentido al niño, a lo que le ha pasado. Si alrededor del niño hay relatos (de amistades, vecinos, familiares…) podrá recuperarse. La solidaridad afectiva que tengamos con el niño dará sentido a su vida. Dar sentido a lo vivido es muy importante. Nuestro mundo moderno está disminuyendo los factores de resiliencia. Cada vez más niños son educados por una nevera y una televisión con consola de juegos y aprenden a reconcentrarse en sí mismos. La vergüenza del siglo XXI va a ser la pobreza y un mundo sin los demás"

Así pues, sólo quiero añadir -en especial para todos/as los que trabajáis y tenéis hijos/as adoptadas/os o acogidos/as- que dediquéis tiempo al relato, a esa reconstrucción de lo vivido que dará sentido a su vida. En general y exceptuando casos, y hablando sólo a partir de los niños y jóvenes adoptados que acuden a mi consulta, los padres y las familias dedican (en proporción a otras actividades) muy poco tiempo a la construcción de este relato alrededor del niño que sabemos que le ayudará, a la larga, a resiliar.

Las dos conferencias de Boris Cyrulnik fueron impresionantemente buenas, y aquí os he dejado lo principal que dijo (dijo mucho más en sus conferencias y en otras intervenciones, pero es lo que os destaco que me pareció más interesante)

Además de las conferencias, hubo conversaciones en torno al tema de cómo he ayudado y me han ayudado a sobreponerme de las adversidades y las atrocidades que he vivido. En una primera conversación participaron Emilia Comas, Olga Guerra, Juan Manuel Bendala y José Luis Gonzalo (servidor) Animó la conversación Jorge Barudy. En la misma, expusimos -cada uno desde nuestros contextos y nuestro saber y características personales- cómo ayudamos a ser resilientes a los niños/as en psicoterapia. En una segunda conversación, se habló de la adopción como una oportunidad de desarrollo y de resiliencia primaria y secundaria, participando Maryorie Dantagnan y José Ángel Giménez Alvira, madre y padre adoptivo, respectivamente. Animó la conversación Patricia Jirón. Ambos nos expusieron sus sentimientos y pensamientos como madre y padre adoptivos. José Ángel Giménez Alvira, a quien muchos ya conocéis por su magnífico libro “Indómito y entrañable. El hijo que vino de fuera”, Editorial Gedisa, nos habló de una dificilísima adopción con su hijo Toni, pues éste tenía antecedentes de maltrato y abandono y presentaba un comportamiento habitualmente violento y una carencia de hábitos y pautas normativas, a la vez que un tipo de vinculación muy punitiva. Pero con trabajo, paciencia, perseverancia y aguante el mensaje que José Ángel transmite es que estos chicos terminan por madurar sólo que el recorrido que necesitan y el acompañamiento son más largos. Toni, su hijo, está muy bien en la actualidad, llevando una vida normalizada. Nos lo presentó en un emotivo vídeo que el mismo Toni ha creado para que la gente le conozca, y es realmente enriquecedor escucharle y comprobar cómo habla de su experiencia.

También hubo un diálogo intimista entre Jorge Barudy y Diana Garrigosa. Dialogaron sobre cómo ha cambiado su vida y qué ha podido aprender de la experiencia adversa de la enfermedad de Alzheimer que padece su marido y político Pascual Maragall. Una mujer que no se rinde, con una actitud encomiable ante la vida y que, además, defiende y aboga por su independencia y no renunciar a su propia vida. Para cuidar bien de los demás, hay que autocuidarse.

Y, finalmente, participaron los responsables de proyectos que promueven y apoyan la resiliencia humana. De aquí destaco la participación de José Luis Rubio, miembro de Addima, Asociación para el Desarrollo y la Promoción de la Resiliencia, de la cual ya he hablado otras veces. A José Luis, tocayo zaragozano, no lo conocía personalmente y tuve el gusto de hacerlo una semana antes, en su Zaragoza natal, pues la AFADA (Asociación de Familias Adoptivas de Aragón) nos invitó a impartir un taller para familias adoptivas y a presentar nuestra guía para padres adoptivos y él asistió. Me encantó la ilusión y la pasión que transmite, que es con la que Addima hace las cosas; y me gustaron mucho sus actividades, sobre todo los cursos de formación en resiliencia. Os los recomiendo. Además, José Luis Rubio -junto con Gema Puig- acaba de publicar un libro titulado: “Manual de resiliencia aplicada” del que pronto os hablaré, magnífico manual y diferente a todo lo visto hasta ahora en resiliencia. En Addima también participa Pilar Surjo –a quien todavía no conozco personalmente pero ya llegará, ya- una excelente persona con la que mantengo contacto por mail y compartimos experiencias, materiales…

Al final de las Jornadas, hubo una mesa en la que expusieron sus testimonios las personas beneficiarias de los diferentes programas. Un acto muy emotivo al cual no pude asistir. Mi amiga y colega Olga Guerra me contó que fue realmente un testimonio de que la resiliencia, ese proceso y esa construcción, se pueden conseguir, son posibles. Las víctimas nos lo dicen. Pero hacen falta tutores de resiliencia, y en eso tenemos que seguir formándonos todos (profesionales, familias, profesores…)

Pude hablar, conocer, saludar, compartir, charlar… con innumerables personas que participaron. Muchas de ellas me testimoniaron en privado lo mucho que les gusta este blog. Gracias a todos/as. Para mí es una satisfacción y un estímulo para seguir adelante. Con otras personas, compartimos inquietudes, vivencias, recuerdos, experiencias de manera formal y también informal (con mesa y mantel) en la bella ciudad de Barcelona. He venido muy lleno y pleno de esta maravillosa experiencia. Podría contar muchas anécdotas pero me quedo, de todas, con esta: Un joven se me acercó en privado. Era una de las personas que después intervendría en la conversación final con otros beneficiarios de los programas. Me felicitó por mi intervención en las conversaciones y me dijo que lo que había dicho sobre cómo ayudar a los niños a hacerse resilientes desde la psicoterapia, le había ayudado mucho y se había sentido identificado. Me marché feliz de allí rumbo a Fuerteventura, donde me esperaban los ciclistas de Caja Rural Navarra para trabajar con ellos en su concentración de pretemporada. Me dijo unas cosas tan bonitas que creo no las podré olvidar nunca.

Me tomo un descanso hasta después de Reyes. Buenos tratos vuelve con todos vosotros y vosotras el 9 de enero (ya sabéis que siempre publico los lunes)

¡¡Quiero desearos a todos/as un Feliz Año Nuevo y mis mejores deseos para el 2012!! Urte berri on guztientzat!!

lunes, 19 de diciembre de 2011

La metáfora del bambú japonés, excelente forma de contar cómo es nuestro trabajo con los niños

Esta semana escribo esta entrada fuera de mi ciudad y de mi consulta. He estado en las II Jornadas Europeas de Resiliencia, celebradas en Barcelona los pasados días 16 y 17 de diciembre, con la presencia de Boris Cyrulnik, Jorge Barudy, Maryorie Dantagnan, Ana Forés, Jordi Grané… y muchísimos más profesionales. Ha sido un éxito de participación, con 300 personas que han llenado la sala del Instituto Francés de Barcelona. He tenido el honor de que me inviten a participar en una mesa redonda junto con otros invitados, en la que estuvimos conversando sobre qué aspectos de nosotros mismos como personas y psicoterapeutas han contribuido a hacer resilientes a los niños.

De Barcelona no he regresado a Donostia-San Sebastián, sino que estoy trabajando con el Equipo Ciclista Caja Rural de Navarra. Un grupo de profesionales jóvenes (con algunos veteranos) con los que, junto con mi amiga y colega psicóloga Naiara Zamora, estamos trabajando en sesiones grupales e individuales desde el modelo de la resiliencia. Me ofrecieron participar en este novedoso proyecto de aplicación de la resiliencia al deporte y me pareció un apasionante y bonito reto. Estamos concentrados durante varios días para trabajar -en base a dinámicas grupales y entrevistas individuales- los procesos resilientes. Por supuesto, estamos otorgando a la relación terapéutica con los ciclistas, desde la teoría del apego, una importancia central. Vamos a tratar de crear procesos auto-regulatorios internos para que cada corredor sea capaz de manejarse y afrontar situaciones adversas. Esperamos aportar este año nuestro granito de arena para que Caja Rural de Navarra obtenga éxitos en el ciclismo. Un deporte para resilientes, sin duda. Así que, este año...¡animad a Caja Rural de Navarra! ;)

Pese a estar aquí muy atareado pero disfrutando de este apasionante y novedoso trabajo y relación con los ciclistas, no he querido faltar a mi cita de los lunes con todos vosotros y vosotras. Esta semana interrumpimos los comentarios sobre el fascinante libro sobre apego (nuevo) titulado: “Understanding disorganized attachment” No os preocupéis que lo volveremos a retomar en breve. La semana que viene daré cuenta de lo que más me ha llamado la atención o destaco de las II Jornadas Europeas de Resiliencia en las que acabo de estar (sobre todo recogeré las ideas y experiencias que expuso el experto en resiliencia Boris Cyrulnik) Ha sido una gozada estar en estas jornadas.

¿Y de que hablamos esta semana? No soy ajeno a que estamos ya en Navidad y por ello he querido hacer algo especial. La Navidad supone que ya se acerca el final de este mes y, con el mismo, el año. Si me dijerais que me gustaría destacar de todo lo que aquí vengo exponiendo, contando y comentando con todos vosotros y vosotras, diría que no os olvidéis de las dos “p” de Jorge Barudy (paciencia y perseverancia en nuestro trabajo con los niños y adolescentes), y también creer que lo que hacemos, aunque ahora parece que no da su fruto, es muy importante (vital) para el niño o joven que está con nosotros (bien sea acogido, adoptado o biológico) Y que más adelante, es muy posible que se manifiesten externamente los resultados que ahora se están gestando interiormente pero que no se ven. Pero no sabemos esperar ni entender los ciclos de crecimiento de los niños en general y de los más fragilizados (acogidos, adoptados...) en particular.

Y para que esto os llegue emocionalmente y no desesperéis -ni perdáis la calma ni la constancia ni mucho menos la pasión por el trabajo con los niños que nos pertenecen a todos y no son patrimonio de nadie-, os felicito la Navidad con mucho cariño y os dejo con esta metáfora preciosa que me ha pasado mi amigo Alberto Barbero que tiene un excelente blog titulado: El blog de Alberto Barbero… Os dará mucho que pensar, entenderéis de un modo fácil lo que es dificil de explicar y os inyectará lo que la Navidad siempre ha sido (aunque nuestros tiempos se hayan encargado de desvirtuarla): esperanza.

No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego constante. También es obvio que quien cultiva la tierra no se impacienta frente a la semilla sembrada, halándola con el riesgo de echarla a perder, gritándole con todas sus fuerzas: ¡Crece, por favor!

Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo transforma en no apto para impacientes: siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente.

Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad,

no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto que, un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles.

Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas la planta de bambú crece ¡mas de 30 metros! ¿Tardó sólo seis semanas crecer? No, la verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse.

Durante los primeros siete años de aparente inactividad,

este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces

que le permitirían sostener el crecimiento, que iba a tener después de siete años.

Sin embargo, en la vida cotidiana,

muchas veces queremos encontrar soluciones rápidas y triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que éste requiere tiempo.

De igual manera, es necesario entender que en muchas ocasiones

estaremos frente a situaciones en las que creemos que nada está sucediendo.

Y esto puede ser extremadamente frustrante.

En esos momentos (que todos tenemos), recordar el ciclo de maduración del bambú japonés y aceptar que “en tanto no bajemos los brazos” ni abandonemos por no “ver” el resultado que esperamos, sí está sucediendo algo, dentro nuestro…

Estamos creciendo, madurando.

Quienes no se dan por vencidos, van gradual e imperceptiblemente

creando los hábitos y el temple que les permitirá sostener el éxito

cuando éste al fin se materialice.

Si no consigues lo que anhelas, no desesperes…

quizá sólo estés echando raíces…


No olvidemos esta maravillosa metáfora. Para Navidad y para todo el año, sintámosla presente en nosotros.
 
¡Feliz Navidad a todos/as y hasta la semana que viene! Gabonak ondo pasa!!

lunes, 12 de diciembre de 2011

¿Trastorno de conducta o apego desorganizado? (II y final)


Elena es una niña habitualmente risueña y alegre. Es movida e inquieta y le encanta jugar. Normalmente, no permanece mucho tiempo jugando a una misma cosa, pasa de una actividad a otra rápidamente, pues se aburre pronto y en seguida se entusiasma con algo nuevo. Si algo no le sale como ella quiere, se frustra y deja lo que estaba haciendo de inmediato. Con 9 años recién cumplidos, estudia 4º de Primaria y tiene en general buenas relaciones con los compañeros y sus profesoras, aunque en ocasiones se “inventa” historias que no tienen mucho que ver con su realidad. Eso llama la atención de los compañeros de clase, que alucinan un poco. Pero en general, es una niña popular y buscada por los chicos y chicas de su clase porque siempre está ideando juegos nuevos.

En casa, Elena vive con su madre adoptiva. Hace dos años que la adoptó. Procede de un país de Sudamérica. No presenta problemas de desarrollo y su madurez cognitiva, motriz y lingüística están al nivel esperado a su edad. Ha aprendido euskera muy rápido y las profesoras dicen que pronto se pondrá al nivel de los compañeros en las asignaturas, pues se centra bien y no tiene problemas de aprendizaje escolar.

Elena y su madre están en pleno proceso de conocimiento la una de la otra y tratando de construir un vínculo. Pero, aunque la madre de Elena es una mujer con capacidad parental y habilidades para la crianza, le está costando mucho comprender y manejar algunas reacciones de Elena. No sabe explicárselas. Elena no se lo está poniendo fácil en la construcción del vínculo afectivo entre ambas. La madre de la niña no sabe qué hacer.

Elena funciona de manera aparentemente normal pero, de vez en cuando, de repente, sin causa que lo motive, muestra problemas en el área del comportamiento. Por ejemplo, es domingo a la mañana y han quedado para ir a la playa. La madre le despierta y Elena se hace la remolona. “¡Vamos, venga, a la playa, arriba, cariño, hace un día magnífico!” Elena le responde: “No, no me levanto” La madre se arma de paciencia y trata de hablar con ella, de razonar. Pero Elena se enroca en su postura. La madre se pone cada vez más nerviosa, se hace tarde y tiene a la familia esperando. Además, piensa que no debe de ceder, que si le echa un pulso y se lo gana, se lo hará más veces. Le insiste y le insiste pero nada. Al final, la madre opta por sacarle a la fuerza, resistiéndose Elena, forcejeando ambas y llorando y gritando Elena. La madre no se explica esto. Es una situación muy desagradable para ella y para Elena.

Elena presenta cambios en su estado mental. Puede estar tranquila pero, en un momento dado, comienza a meterse con la madre, a burlarle, a criticarle, a resaltar sus defectos, a tratar de machacarla… Y no hay razón para ello. Es como un cambio en su estado de mente. Tanto es así que, al final, la madre se tiene que poner dura con ella para que se pare. A partir de ese momento, Elena vuelve a cambiar su estado mental y empieza a comportarse de otro modo: de repente, se muestra extremadamente complaciente.  Pide perdón a la madre, le da besos, recoge la mesa, los platos, hace los deberes sin rechistar… Es como si temiera perder a la madre.

He aquí un caso real, con el debido anonimato, de una niña con una combinación de apego controlador punitivo y complaciente. El control y aferrarse a sus percepciones y forma de ver el mundo que le rodea,  es lo que a Elena le ha permitido encontrar algo de seguridad y orden ante una estructura familiar impredecible y que le inundaba de terror. Además, el daño emocional sufrido le lleva inconscientemente a provocar al adulto, a alienarle, con el fin de que sus esquemas mentales de apego confirmen que será rechazada y abandonada de nuevo (en este caso por su madre adoptiva) Y hace todo lo que puede para probarle. La madre mantiene mensajes de aceptación y cariño incondicionales. Y esto ha ayudado muchísimo, esa paciencia y perseverancia. Sobre todo cuando compendió porqué Elena se comportaba de la manera en que lo hacía y ya no le atribuía una intención negativa. Todo era producto de un sufrimiento generado por causas exógenas y ninguna maldad existe dentro de la niña. Pero, paradójicamente, lo que le ayudó a sobrevivir (controlar) ahora se convierte en desadaptativo a todas luces.

Si un profesional hiciera una valoración psiquiátrica y no concediera peso a las experiencias tempranas y cómo éstas modelan el ser (como nos dice Siegel), diagnosticaría un trastorno de conducta. Del mismo modo, otros profesionales psicólogos de orientación conductual se decantarían por el mismo diagnóstico y propondrían técnicas de modificación de conducta en base a premios y castigos. Yo mismo he cometido estos errores y me he dado cuenta de la inadecuación de estas técnicas (e incluso lo retraumatizantes que pueden llegar a ser) Es por ello que cambié mi formación y óptica para trabajar con estos niños. Me forme en el Diplomado de formación especializada para psicoterapeutas infantiles organizado por el IFIV de Barcelona, dirigido por Maryorie Dantagnan y Jorge Barudy. Por cierto, la cuarta promoción ya está en marcha. A todos los psicólogos/psiquiatras/psicoterapeutas interesados en trabajar con estos niños y encontrar el marco comprensivo adecuado para tratarles así como las herramientas diagnósticas e interventivas necesarias, os recomiendo cursar este diplomado.

Pero si vamos hacia atrás en la historia de Elena, nos encontramos con un pasado realmente duro. Además, no disponemos de todos los datos e información sobre la historia de Elena, como suele pasar en muchas de las adopciones internacionales. Lo que se sabe con más o menos certeza es que la madre abandonó al padre y que éste se daba a la bebida. La niña parece quedó al cargo de su abuela paterna que le maltrataba (dura y castigadora con la niña) Sus necesidades afectivas no fueron cubiertas, ni tampoco pudo confiar en los adultos. El ambiente que se percibe es de caos y desorganización, con muchas secuencias en las que la niña ha vivido terror por los duros castigos que ha padecido. Todo esto durante… ¡siete años! El último de ellos en un orfanato, pues fue ingresada en el mismo detectando las autoridades tarde su desprotección. Si nosotros no conocemos con exactitud todo el devenir de su historia y estamos desorientados, pongámonos por un momento en la piel de Elena y en la sensación que tendrá de confusión, de no haber desarrollado una conciencia de sí misma a lo largo del tiempo. Siegel habla de la conciencia autonoética que es la que se desarrolla gracias al acompañamiento de los padres o de las figuras adultas que te proporcionan un sentido de ti mismo a lo largo del tiempo. Es por ello por lo que Elena, posiblemente, necesita no tanto inventarse cosas, sino que su hemisferio izquierdo construya historias para dar un orden a todo lo que vive y para evitar contactar con ese caos que le desorganiza.

La relación con su madre adoptiva está resultando difícil. Primero, porque sólo llevan dos años juntas (hace falta confianza); y, segundo, porque el apego controlador es un tipo de apego  disfuncional que perturba el proceso de construcción de un apego seguro (o de seguridad ganada) con la madre. Hay dos choques de representaciones de apego: el de la niña, (creado para sobrevivir); y el de la madre, que no pensaba (cuando se formó como adoptante) que el pasado de la niña iba a condicionar con tanta magnitud la relación con su hija. Así lo dice Siegel: “La memoria prospectiva nos permite recordar el futuro” Una frase genial y que encaja muy bien al hilo de esta historia.

En estos casos la psicoterapia es necesaria. Una psicoterapia centrada en el apego que permita al niño vivir una relación terapéutica en la que su representación de apego controladora pueda ir modificándose en la transferencia con el terapeuta, pues el niño puede ir comprobando que el adulto no le va a hacer ningún daño sino al contrario: le acepta incondicionalmente. Esto le permite ir abriéndose poco a poco.

Además, los padres necesitan trabajar con el psicoterapeuta cómo gestionar estos conflictos en los que el niño no cede el control. Una de las tentaciones en las que los padres pueden caer es la de entrar al choque que nos plantean. Pero en cuanto comprendemos que no debemos entrar en esa punición que nos provoca, rompemos los esquemas de apego disfuncionales del niño. Por mucho que quiera chocar, no le dañaremos, es el mensaje que el niño debe sentir. Escucharemos sus emociones y las contendremos con cariño, si el niño llega hasta el punto de agredir. Una buena táctica también es la metacomunicación (“algo debe ocurrirte para no querer levantarte hoy”) y la espera paciente y tratar de estar emocionalmente tranquilos. Esto último es un aspecto clave: si el niño nos detecta nerviosos, hostiles o ansiosos, se enrocará más. Cuando nos perciba firmes pero tranquilos (“Yo pienso que tienes que levantarte porque nos vamos a perder un estupendo día de playa, pero algo te pasará; en fin, vamos a esperar tranquilamente hasta que te encuentres mejor; tú me dirás”) esta metacomunicación (cuesta lo suyo, eso sí) suele hacer su efecto. Sé que me diréis que el día a día no te permite esa calma, que hay que ir al colegio, a trabajar… Sí, lo sé, pero también os digo que hay cosas que están por encima de esto. Solucionarlo a la brava agravará el problema y en la adolescencia llevaremos las de perder seguro.

Desde luego que hace falta paciencia y también trabajar lo que está detrás de la necesidad de control que es todo el dolor por el terror vivido. Cuando avanzan en terapia y con pautas adecuadas, estas reacciones de control punitivo van desapareciendo. Así ha sido en el caso de Elena y su madre. Cuando la madre entendió que no había maldad, ni querer mandar en ella sino dolor, se empezó a tranquilizar y hoy es el día que (aunque todavía tiene necesidad de dirigir ella) no presenta esas alteraciones de conducta tan difíciles en las que no cede en su postura.

En nuestro libro titulado: "¿Todo niño viene con un pan bajo el brazo? Guía para padres adoptivos con hijos con trastornos del apego", aparece (entre otros muchos) este tipo de apego y pautas para su manejo. Usando la metáfora (genial idea de Óscar Pérez-Muga) del coche, se comprende y se aprende cómo gestionar estos conflictos.

lunes, 5 de diciembre de 2011

¿Trastorno de conducta o apego desorganizado?



Dentro de las novedades en literatura científica inglesa (que es a la que debemos estar atentos porque es en la que más se publica) sobre apego, estoy leyendo Understanding disorganized attachment (Comprender el apego desorganizado) de David Shemmings e Yvonne Shemmings. Ambos son profesionales del trabajo social, lo cual nos sugiere que los trabajadores sociales tienen un nivel de especialización muy alto en Estados Unidos. También los médicos (pediatras) ingleses y americanos tienen una mayor formación en apego que los de aquí. Existen hasta publicaciones sobre apego dentro de las revistas de pediatría. Es indudable que están más adelantados que nosotros, aunque por estos lares se va avanzando también. Por ejemplo, mi amiga María Serrano es una profesional del trabajo social que conoce ampliamente y aplica en su profesión las aportaciones de la teoría del apego. Además, es profesora en la Universidad de Deusto y en la asignatura que imparte, el apego tiene una importancia central

Este libro nos aporta una visión clásica de la teoría del apego pero concede amplio espacio a un subtipo de apego, el más grave, que un niño que ha sufrido malos tratos puede padecer con alta probabilidad: el apego desorganizado. Y, además, añade los últimos datos y teorías obtenidas en las investigaciones. Por el libro desfilan los más punteros y prestigiosos investigadores en apego: Van Ijzendoorn, Lyons-Ruth, Feeney, Fonagy, Crittenden… y muchos más.

Hoy quiero compartir con vosotros una aportación del libro que me parece muy interesante y que puede tener implicaciones en el trabajo diario con nuestros niños y niñas. Los/as que padecen un apego desorganizado, presentan una especial vulnerabilidad. Es el patrón de apego que más se ha relacionado con los trastornos mentales (en especial los trastornos disociativos)

No quiero repetir lo que ya sabemos sobre el apego desorganizado. Quien entre a este post y es el primero que lee de este blog, le recomiendo que vaya a las etiquetas y cliquee en la palabra apego y allí encontrará un buen número de posts. Entre ellos encontrará bastantes que explican las características del apego desorganizado. Quiero escribir sobre lo que no hemos escrito y lo que aporta como novedoso este libro (que es mucho) Es un libro sensacional y apasionante para todos los que gozamos de la teoría del apego, que es la que mejor nos permite comprender y ayudar a los niños y niñas en general pero a los que han sufrido experiencias de abandono y malos tratos en particular.

El niño que presenta apego desorganizado ha presentado interacciones con los padres en las que se ha encontrado en una paradoja irresoluble: las figuras que deben de proveerle de cuidados le atemorizan, agreden o violentan. Pero se encuentra en una paradoja porque así como el niño evitativo puede desarrollar una estrategia para protegerse de los malos tratos (por ejemplo, desconectarse) o el ansioso-ambivalente (hiperactivarse), el desorganizado no puede (precisamente por el temor e impredectibilidad que suscitan los padres) organizar coherentemente ninguna pauta mostrando características evitativas, ansioso-ambivalentes e incluso de apego seguro. Pero, como decimos, sin una estrategia coherente. Ello es porque el adulto cuidador le ha sometido a un miedo (terror incluso) sin solución: no puede evitar ni escapar de las situaciones maltratantes y la única salida que le queda es disociarse (quedarse como congelado)

Ya sabéis que la Situación del extraño (los que no conocéis este procedimiento, cliquear aquí) es uno de los procedimientos que se utilizan para evaluar el apego en los niños entre dos y tres años. En esta situación, la conducta que el bebé desorganizado muestra se describe así por Lyons-Ruth:

Un tipo inclasificable de niños lloraban mientras intentaban ganar el regazo de la madre, luego repentinamente se caían silenciosamente y dejaban de moverse durante bastantes segundos. Otros se observó que se alejaban de la madre hacia la pared donde aparentemente se aterrorizaban ante el extraño; chillando tras la puerta al separarse de la madre y luego moviéndose silenciosamente tras la reunión; llevando la mano a la boca en un gesto de inquietud tras ver a la madre; y al tiempo, con aparente buen humor, golpeando la cara de la madre con una expresión de estar en trance (madre es un término universal para reflejar el cuidador principal)

Estas conductas contradictorias y cambiantes, extrañas, son reflejo de una desorganización del bebé ante unos cuidadores maltratantes que han atemorizado y desorientado al niño, y este lo muestra mediante estos comportamientos.

Ahora bien, ¿es siempre desorganizada su conducta? ¿Es su desorganización un rasgo estable a lo largo del tiempo? ¿Puede un bebe crecer desorganizadamente?

Los autores del libro nos dicen que la mayoría de los estudios realizados convienen en que la conducta de apego desorganizado se observa solo en los bebés y en los niños durante un periodo corto de tiempo. Por lo tanto, pienso que la desorganización es más un funcionamiento que un rasgo del niño.

¿Qué hace el niño para poder defenderse y no desestructurarse? Porque vivir con cuidadores que atemorizan y nos sitúan en un miedo sin solución es altamente desestructurante y llevaría a un desbordamiento de la psique del niño, casi a las fronteras de la psicosis.

Nos cuentan estos autores que los niños “resuelven” esto derivando hacia patrones de apego más organizados incluyendo ocasionalmente incluso el apego seguro. Y conforme caminan hacia la segunda infancia la conducta de apego desorganizado tiende a ser más controladora en una de estas dos maneras: (1) Se vuelven controladores y/o punitivos hacia los padres mostrando hostilidad o conducta directiva usando órdenes tajantes, amenazas verbales e incluso agresiones físicas (2) Muestran un acercamiento a los padres desde una aproximación aparentemente como “cuidadores” Estos niños aparecen excesivamente risueños, educados y colaboradores hacia el cuidador pero la conducta es realmente dirigida para controlar a los padres, como resultado de su impredectibilidad crónica o malevolencia (a menudo ambas)

Personalmente, en el ámbito de la terapia he observado que un menor puede mostrar las dos tendencias: punitiva y cuidadora.

Creo que esto tiene implicaciones para los profesionales que trabajan con niños que han podido sufrir malos tratos y también para las familias acogedoras o adoptivas cuyos niños o hijos han llegado a la familia en la segunda infancia. Este tipo de niños puede ser diagnosticado en la superficie como niños con trastornos de conducta e hiperactividad. Pero (si han vivido experiencias atemorizantes con cuidadores maltratantes, especialmente si estas experiencias adversas se han prolongado durante mucho tiempo y en edades importantes para la vinculación) aquí el diagnóstico estaría equivocado o al menos incompleto: aunque no lo parezca porque su conducta se ha organizado en torno al control, el diagnóstico sería de apego desorganizado. Son niños que no pueden ceder el control al adulto. Normal, ¡cualquiera lo cede!, teniendo en cuenta lo que su memoria emocional les recuerda: la posibilidad de ser dañados y la impotencia y terror que sintieron y les inundó. Por eso, creo que hay que evitar etiquetar a estos niños y comprender que su funcionamiento y patrón relacional está asociado a experiencias con los cuidadores que desorganizaron su apego.

La semana que viene os contaré mis experiencias de tratamiento con estos niños y cómo se puede uno relacionar con ellos. Desde luego que una psicoterapia con el niño basada en una experiencia de apego terapéutico, y también sesiones terapeuta/niño/padres, es una medida que necesitan para poder flexibilizar este patrón relacional e ir aprendiendo a ceder poco a poco parte de este control. La semana que viene os contaré también algunas secuencias de conducta vividas por los padres que son indicios de que puede existir un apego controlador que sugiere un apego en la primera infancia desorganizado.

Interesantísima la aportación de estos autores. Os iré contando más cosas del libro.