viernes, 30 de diciembre de 2016

"El perro y el monje", un sentido vídeo metáfora de la trascendencia delos buenos tratos (Y un adelanto de las sorpresas que nos esperan paracelebrar en 2017 el décimo aniversario del blog)

Con este último post del año, quiero en primer lugar agradeceros a todos/as la fidelidad que mostráis al proyecto del blog Buenos tratos. Cada vez son más las visitas que mensualmente alcanza. Las entradas son leídas por muchas personas, tanto por profesionales de diversas disciplinas como por familias  e interesados/as en esta manera profunda de entender las relaciones humanas que es la visión desde la teoría del apego y los aportes de los modelos del trauma y la resiliencia. A cada uno/a de vosotros/as, uno/a a uno/a, en estas últimas horas que quedan para que el año termine, os deseo un feliz año 2017. Espero y deseo de corazón que vuestros propósitos se hagan realidad. Creo que es importante visualizar nuestros proyectos, ilusiones, esperanzas, anhelos… Porque encienden la llama que motiva a lograrlos, aunque es evidente que hemos de trabajar y perseverar para que puedan hacerse realidad. Quiero que tengamos por un momento (quedémonos unos instantes en silencio) en nuestras mentes y en nuestro corazón a todos/as los/as que sufren. Que sigamos contribuyendo desde nuestro ámbito -cada uno/a desde lo que sabe y puede hacer- a aliviar y sanar ese sufrimiento.



Vamos a dar paso en el 2017 a un año muy especial para mí y creo que también para todos/as vosotros/as, para los/as que nos citamos en este blog: ¡el décimo aniversario del mismo!. ¡Buenos tratos cumple diez años de existencia en octubre de 2017! Sí, ya han pasado diez años. ¡Parece increíble, pero sí! Hace diez años, en junio de 2007, en una localidad guipuzcoana llamada Irún, cercana a la frontera con Francia, mi amigo Alberto Barbero me habló de lo que eran (y son) los blogs. Cuando todavía estaban en ciernes y no se habían popularizado. De las posibilidades que ofrecían para llegar a todo el mundo. Me sentí rápidamente cautivado por la idea porque siempre he sentido la necesidad de escribir y compartir lo que aprendo con los demás. Un buen día, al principio, cuando el blog llevaba no más de un año, decidí publicar una entrada relacionada con el tema del apego. ¡Y me llevé la grata sorpresa de que fueron muchas las personas que visitaron la misma! La entrada en cuestión hablaba de un libro que acababa de publicarse: “El niño abandonado”, de Peter Niels Rygaard, un especialista en trastorno del apego que ejerce su labor profesional en Dinamarca y es mundialmente conocido por su proyecto para mejorar los orfanatos de todo el orbe. La fundación que dirige se denomina Fairstart Foundation. Help Children save the world. Dicho post sobre el libro de Niels Rygaard lo publiqué un 3 de marzo de 2008. Os dejo el link haciendo click aquí.

A partir de este post, publiqué otros sobre apego, trauma, resiliencia… y me di cuenta de la cantidad de familias adoptivas y acogedoras que me escribían valorando las aportaciones. Eso me motivó a cambiar el nombre del blog (que comenzó llamándose “Motivos psi”) por el de “Buenos tratos”, en honor a los que son mis amigos y profesores, Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan, con quienes he aprendido a trabajar con menores dañados por los malos tratos y a quienes debo mi formación como profesional y persona. Eso ocurrió en un post que publiqué un viernes 30 de julio de 2010. Os dejo el link haciendo click aquí.

Comprobé que el número de visitas crecía mes a mes, recibía (y recibo actualmente) muchos mails de personas (padres, madres, acogedores, profesionales del mundo de la protección a la infancia y personas interesadas en estos temas tan apasionantes) agradeciendo el espacio de orientación y reflexión, tanto desde la teoría como la práctica. Y en distintas formaciones, congresos, encuentros, foros… muchas personas me revelan y me felicitan por lo mucho que les ayuda. Algo que me ha hecho (y me hace) sentir muy feliz y agradecido a todos/as. Es la gasolina que ha hecho que mi motivación y mi esfuerzo no decaigan y mantenga vivo el blog con nuevas publicaciones. Porque siendo consciente de la labor que cumple, no quiero ni puedo dejarlo. Aunque suponga un trabajo que lleva su tiempo, me siento feliz de compartir y poner un grano de arena que junto con otros, aúne energías para contribuir a la sanación de las personas (y en particular los niños y las niñas) afectadas por el trauma y los problemas o trastorno del apego. Siendo consciente del riesgo de repetirme, y pensando que existen otros/as excelentes profesionales que tienen mucho que aportar, el año pasado abrimos el blog a la colaboración mensual de una firma invitada. Ha sido una decisión acertada porque las entradas que los distintos profesionales han escrito han sido (y son) todo un éxito. Así acercamos el saber de muchos/as a todo el mundo que se cita en Buenos tratos. Por dar sólo un par de cifras, el blog recibe unas 25.000 visitas mensuales y ha sobrepasado el millón de visitantes en estos casi diez años.

¿Y por qué os cuento todo esto? Porque el blog tiene ya una historia y me parece bonito recordarla, cómo se ha ido gestando, fraguando, configurando… Un blog que habla sobre los temas de apego y trauma ha de ser coherente y mostrar los recuerdos que conforman su identidad. Me apetece compartirlo con vosotros/as. 

Y también os cuento todo esto porque el año 2017 vamos a celebrar el décimo aniversario del blog. Y para ello os invito a todos/as a las III Conversaciones sobre apego y resiliencia infantil que tendrán lugar en San Sebastián, Gipuzkoa, el 6 y 7 de octubre de 2017 (justo el mes en el que se cumple el décimo aniversario) Ya celebramos otras dos ediciones (en marzo de 2013 y en noviembre de 2015) de las Conversaciones (pues surgió la necesidad de juntarnos y conocernos en persona todos/as los/as que nos citamos en el blog y sentimos la motivación de compartir unas jornadas de reflexión y conexión emocional), con gran éxito, tal y como se recoge en las encuestas de valoración. La gran mayoría deseabais repetir unas III Conversaciones, con lo cual ¡qué mejor momento que el año de nuestro aniversario! 

Rygaard estará con todos/as nosotros en Donosti el 6-7 octubre 2017
en las III Conversaciones apego y resiliencia infantil

Id reservando las fechas porque contaremos con cuatro ponentes de lujo que estarán por méritos propios y porque todos/as tienen un vínculo afectivo conmigo y con este blog -tiene sentido que estén-, y además porque atesoran conocimientos y dilatada experiencia en el ámbito que nos ocupa. Han confirmado su presencia y participación: Peter Niels Rygaard (autor del libro “El niño abandonado”), experto en trastorno reactivo del apego. Un referente para nosotros y como habéis podido leer anteriormente, un histórico de este blog. Dará dos ponencias. Estarán Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan, por su competencia profesional y por ser nuestros amigos, profesores y referentes, así como alma mater de este blog, que tomó como referencia para el título su libro “Los buenos tratos a la infancia”. Los buenos tratos son el denominador común de todos los artículos escritos. Y finalmente, last but not least, mi amigo y colega Rafael Benito, psiquiatra y psicoterapeuta infantil y de familia, experto en neurobiología del apego y del trauma, que me ha inspirado numerosos artículos del blog y con el que he aprendido muchísimo desde que le conozco, de todos los temas que nos apasionan y que aquí tratamos. Su participación es siempre de las más valoradas por todos/as vosotros/as.

Los cuatro ponentes versarán sobre temas actuales y novedosos en torno al apego, el trauma y la resiliencia. De momento no puedo deciros los títulos de sus participaciones, pero os aseguro que no vais a poder resistiros a venir a escucharles y compartir con ellos/as las jornadas. Porque os van a atrapar sus propuestas. Algunas de ellas muy punteras y vanguardistas. 

Además, contaremos con dos mesas redondas de experiencias: una de ellas sobre adopción, con sus protagonistas, y la otra sobre la posibilidad de hacer un proceso resiliente en menores egresados del sistema de protección, al cumplir los 18 años, también con sus protagonistas. Unas jornadas no tienen sentido si no damos participación y voz a las víctimas. 

Aún más: el viernes noche 6 de octubre, queremos celebrar una fiesta a la que podréis apuntaros todos/as los/as que vengáis a las jornadas. Siento la necesidad de ofrecernos un espacio y tiempo lúdicos y de fiesta para reunirnos y pasarlo bien todos/as los/as personas que compartimos el modelo del buen trato. Para desearnos lo mejor, divertirnos y conmemorar el aniversario. El disfrute y el placer son sistemas necesarios para un buen equilibrio emocional, así que los hemos incluido. Una fiesta con buenas viandas (estamos en Donosti, la ciudad de la gastronomía por excelencia, así que no puede faltar buena comida y bebida) y música en directo. La organizará de manera desinteresada y diseñará con mucho cariño para nosotros/as mi amiga y colega Cristina Herce (¡Gracias!)

Habrá dos inscripciones: una para la jornada y otra para la fiesta, diferenciadas. Vamos a ajustar los precios al máximo para que pueda apuntarse todo el que lo desee. Y el local donde celebraremos las jornadas será con cabida suficiente (espero) para que podáis acudir. Otros años nos hemos quedado cortos de espacio ¡y espero y deseo que esta vez no ocurra!. 

Las jornadas –ya lo sabéis los/as que participasteis en las anteriores- serán muy sentidas y habrá sorpresas. Sorpresas coherentes y con sentido, conforme a nuestra forma de entender las relaciones y el modelo del buen trato.

De momento, sólo reservaros la fecha en vuestra agenda. Publicaré con tiempo suficiente (aproximadamente en abril 2017) en el blog la información con el programa, lugar y modo de inscribirse, tanto a la jornada científica como a la fiesta. Estad atentos a www.buenostratos.com y también a mi página web www.joseluisgonzalo.com

Y habrá una sorpresa más para este 2017, pero esta la dejo para un poco más adelante, cuando esté perfilada.

Así que cerramos 2016 y arrancamos 2017 entusiasmados. Quiero despedirme de todos/as vosotros/as regalándoos este vídeo que me conmovió. Se titula "El perro y el monje" Creo que es útil para transmitir muchos conceptos y conocimientos difíciles de comunicar con las palabras. Y pienso que se le pueden dar muchas lecturas. Una de ellas puede ser una metáfora de que el mundo es posible -y seguirá siendo posible: el realismo de la esperanza- si nos dispensamos buenos tratos. Y es doloroso (vaya que sí, porque todos/as somos conscientes del daño que nos hacemos los seres humanos entre sí, con guerras cruentas y calamidades sin fin en muchos lugares del mundo, con los niños y niñas como víctimas más inocentes y vulnerables) y con consecuencias devastadoras, cuando nos dispensamos malos tratos. También me parece útil para ilustrar la rigidez, la intolerancia, el arrepentimiento, la reparación, la dificultad en regular la impulsividad, cómo conciliar intereses, la necesidad de ver al otro para que el mundo viva en armonía... Seguro que le sacáis mil utilidades. Se lo he puesto a niños/as cuando me han invitado a colegios a hablarles de los buenos tratos y ha servido mucho más que cualquier discurso. También me ha recordado la necesidad que tienen los niños/as de conectar con nosotros/as a través del juego (simbolizado en el perrito) y la negativa del adulto (rígido y metido en su mundo y pendiente siempre de “ocupaciones”) a responder a esa conexión emocional. Un buen vídeo, en cualquier caso, para que nos demos unos minutos para pensar.



¡Feliz Año Nuevo a todos/as!

Buenos tratos regresa el 2 de enero de 2017, como siempre, a las 9,30h, hora española.

lunes, 19 de diciembre de 2016

La adolescencia de los/as adoptados/as, un reto a las familias adoptivas, por Montse Lapastora Navarro, psicóloga clínica y psicoterapeuta.

Diez meses, diez firmas II

Invitada del mes de diciembre de 2016:

Montse Lapastora Navarro, psicóloga clínica.



Título del artículo: La adolescencia de los/as adoptados/as, un reto a las familias adoptivas


La cuarta firma invitada del curso (y última del año) corresponde a Montse Lapastora Navarro, psicóloga y psicoterapeuta infantil y adultos, consultora EMDR y especialista en trauma temprano y trastornos del apego, lleva más de veinte años dedicada al ámbito de la adopción. Experta en este campo, dirige un centro en Madrid llamado Psicoveritas, formado por varias especialistas, donde atienden integralmente y mediante diversas terapias, a los menores (y sus familias) afectados por el impacto que el trauma temprano tiene en el establecimiento del vínculo de apego y en el desarrollo. Ha publicado diversos artículos sobre el tema, y también es co-autora de un libro titulado “Niños adoptados”. Trabaja además como formadora de familias y profesionales. Pocas personas tienen la pasión y la excelencia profesional como metas en su vida. Montse es una de esas personas, siempre formándose y tratando de ofrecer a sus pacientes las terapias más innovadoras, situándose a la vanguardia. Cuando nos conocimos, me impresionó el amplio bagaje de conocimientos y experiencia que Montse atesora. Por todo ello, me ha parecido que debía de formar parte del elenco de profesionales que han participado como firma invitada en Buenos tratos. Y lo hace escribiendo sobre un tema que no se ha tratado en el blog, no al menos específicamente y dándole un lugar central: me refiero a la adolescencia y la adopción. Montse nos regala un artículo donde demuestra su competencia en el ámbito y además, nos ofrece unas cuantas orientaciones muy útiles para los menores adoptados y, en suma, para todos/as en la delicada etapa de la adolescencia. 


Montse Lapastora Navarro. Licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid. Psicóloga Especialista en Psicología Clínica. Experta en adopción. Clínico en EMDR (Eye Movement Desensitization and Reprocessing): Certificado Europeo de Clínico en EMDR (Practitioner in EMDR). Actualmente trabaja y dirige el centro de psicoterapia Psicoveritas, en Madrid. Forma parte del Servicio de Apoyo Postadoptivo a las Familias de la Comunidad de Madrid y participa en diferentes investigaciones sobre adopción.

Es en esta etapa donde la estructura psíquica se recoloca para dar paso a la identidad adulta. Uno de los retos más importantes a los que van a tener que enfrentarse todas las familias, es a la crisis de identidad por la que pasarán sus hijos, como todos los adolescentes cuando lleguen a esta etapa evolutiva, pero en la adolescencia adoptiva además deberán enfrentarse a algunos añadidos.

Este proceso de formación de la identidad es muy importante, y aunque aquí ya se ha hablado, voy a hacer un rápido repaso, para explicar cómo algunas características de los adolescentes adoptados se ven influenciadas por su historia adoptiva en la reconstrucción de su identidad y cómo sus padres pueden acompañarles en esa reconstrucción.

La identidad es como el muro que nos sostiene, y cada ladrillo representa partes de nuestra vida. En la base del muro está el primer año de vida, el más importante en nuestro desarrollo, y por encima estarían el segundo y tercer año, que si no son tan importantes, son fundamentales en la vida de todo ser humano. Estos tres años estarían constituidos por los ladrillos más sólidos que constituyen la base de la identidad futura de las personas y por encima de ella estarían todos los demás, que representan todas las experiencias, emociones, sensaciones, etc. por las que pasamos en la vida y que van conformando nuestra personalidad. En el muro encontraríamos las respuestas a las preguntas de ¿Quién soy?, ¿De dónde vengo? y ¿A dónde voy?

Imaginémonos por un momento la formación de la identidad de un niño adoptado. En ese muro hay muchas preguntas sin respuesta, ya hay muchos agujeros que van a hacer que su seguridad sea menos consistente. Dependiendo de sus circunstancias los ladrillos que le sustentan estarán dañados en un mayor o menor grado y esto repercutirá en su manera de constituir su personalidad, y como veremos más tarde, las características de la adolescencia se verán influenciadas por ellas. 

El reto de los padres va a consistir en ayudarles a reparar esos ladrillos dañados, es decir, en ayudarles a rellenar los agujeros vacíos que hay en el muro, o dicho de otra manera, en acompañarles en la búsqueda de sus orígenes que es algo que está intrínsecamente relacionado con la construcción y reconstrucción de la identidad y con el proceso de revelación.

A lo largo de su vida, el niño llegará a la adolescencia con un camino recorrido en la búsqueda de sus orígenes que a lo largo de las diferentes edades habrá expresado de diferentes maneras y en la que sus padres le habrán acompañado de distintas formas.

Y en ese camino de acompañamiento, los hijos van a necesitar el apoyo de los padres, tanto para cuando encuentre respuestas como para cuando no las encuentre y para ayudarle a expresar sus sentimientos de rabia, de tristeza o de cualquier otro tipo; porque está claro que no va encontrar respuestas a todas sus preguntas, pero si se siente comprendido por sus padres, siente que ellos aceptan y respetan sus emociones, no podrá rellenar un hueco con un dato determinado, pero parte de su vacío emocional puede verse reparado por ese sostén de sus padres.

Volviendo al muro, en la construcción de ese muro sus padres pueden estar a su lado poniendo cemento, ayudándole a reconstruir las partes dañadas para que ese muro quede reparado de la mejor forma posible. ¿Y cómo se hace esto? ¿Cuál es el cemento más adecuado para rellenar las grietas? 

Pues bien, mi experiencia me dice que el mejor cemento es la empatía que acompaña la transmisión de los orígenes. Doy por sentado que siempre se dice la verdad.

Con esto no me refiero al hecho de transmitir todos los datos que se tengan del pasado del hijo en el momento adecuado, que es muy importante, o a reflejar el sentimiento de tristeza o cualquier otro que el niño pueda manifestar ante algún dato o acontecimiento relacionado con su pasado, que también lo es, me refiero a la comprensión profunda de lo que significa para su hijo el deseo de saber sobre sus orígenes, de entender lo importante que es para él todo lo relacionado con su historia previa.

QUÉ RETOS DEBEN SUPERAR LOS PADRES 

Lo primero sería superar su historia de infertilidad. Si no lo han hecho, ante las dificultades no se sentirán auténticos padres, si han estado pensando, de manera inconsciente, que la auténtica vinculación es la biológica pueden enfrentarse a una situación de desencuentro con sus hijos. Si los padres no han resuelto sus duelos difícilmente podrán ayudar a su hijo a resolver los suyos.

Su temor a que les dejen si conocen a la familia biológica. Si este temor está subyacente no harán una transmisión ni comprensión empática de los orígenes.

Por otro lado si ante la separación normal y de reafirmación del adolescente los padres temen que les abandone, reaccionarán con distancia emocional y de esta manera confirmarán el temor al rechazo del hijo, este lo interpretará pensando “es verdad que mis padres no me quieren” y esto lo único que favorece es el desencuentro.

Los padres tienen que entender que el “saber” no significa sustituir, los únicos padres son ellos. Buscar los orígenes significa encontrar dentro, no salir fuera.

No todo depende de los padres. Cada persona es el resultado de lo bio + psico + social y en el caso de los niños adoptados podríamos especificar un poco más:


Carga genética + vida pre adoptiva + vida postadoptiva

Si hay desencuentro, hay alternativas. A veces es necesaria la separación, cuando la convivencia es imposible, para adquirir la distancia emocional suficiente que pueda permitir establecer los vínculos de una forma diferente.

Pero además de la búsqueda de orígenes, hay otras características adolescentes que también estarán determinadas por esos primeros meses o años preadoptivos y que si se enfrentan con una actitud empática se afrontarán y se resolverán mejor.

Voy a intentar hablar de los ladrillos dañados en la construcción de la identidad y las consecuencias en la adolescencia:

La genética 

Los cambios corporales, el adolescente no tiene referentes con los que compararse, no dispone de un espejo en el que pueda mirarse y esto le genera inseguridad y puede generarle dudas sobre la pertenencia familiar, sobre todo si es de otra etnia, ya que en esta etapa se acentúan los rasgos específicos de la raza. Esto puede hacer que el chaval se rechace, no olvidemos la importancia actual del culto al cuerpo y la necesidad del adolescente de ser igual al grupo de pertenencia de sus iguales. (Ejemplo, la estatura en latinoamericanos)

Los padres: Reforzar las características psicológicas e intereses parecidos entre padres e hijos y otros miembros familiares (sonríes como tu madre, eres tan alegre como tu abuelo)

Vuelve a pensar en su familia biológica, ¿cómo será?, ¿Cómo hubiera sido su vida con ellos? Le surgen temores de parecerse a ellos (drogas, prostitución). En esta etapa se preguntará con más fuerza por qué le abandonaron, se planteará qué había de malo en él para que sus padres le abandonaran y surgirán sentimientos de rabia y de tristeza y esto hará que en muchas ocasiones su comportamiento sea agresivo y alterado y su autoestima sufra un nuevo envite. 

En este momento buscará sus orígenes con más o menos intensidad. Es importante que los padres diferencien lo que es una búsqueda activa de la búsqueda psicológica, el adolescente no está buscando otros padres, ya tiene unos, lo que busca es integrar en él esas dos partes de sí mismo separadas, construir una identidad única. 

Aquí el adolescente tiene que elaborar un duelo añadido, el duelo por los padres biológicos.

Duelo por los padres biológicos

El adolescente adoptado tendrá que renunciar a esos padres biológicos que no ha conocido o que lo ha hecho parcialmente, y de los que guarda recuerdos incompletos o imágenes difusas y con los que ha fantaseado a lo largo de su vida. Freud habla de que todos, en un momento determinado de nuestra vida hemos fantaseado con esa otra familia imaginaria, con la familia ideal que nos hubiera gustado tener, pero en el adolescente adoptado esa “otra familia” existe en la realidad, es su familia biológica. 

Respecto a ella habrá generado fantasías positivas o negativas con las que habrá tratado de cubrir los huecos vacíos sobre sus orígenes y también habrá pretendido amortiguar el dolor de su abandono idealizando o descalificando a sus progenitores. 

Por eso es importante que a lo largo de toda la infancia, los padres respondan con la verdad a todas sus preguntas, para que la fantasía ocupe el menor espacio posible. Si se hace de esta forma, no sólo se facilita la elaboración y asimilación del abandono sino que los vínculos con los padres adoptivos se refuerzan y se propicia un reencuentro del adolescente con su familia una vez pasada la crisis. 

Si la revelación se ha teñido de silencios, mentiras o de medias verdades, las fantasías del adolescente sobre sus padres biológicos pueden tomar fuerza y al sentirse engañados por sus padres adoptivos pueden ir en busca de los biológicos, pero no como la fase final de una búsqueda de sí mismo sino como el desencuentro provocado por la pérdida de confianza en ellos. En algunas ocasiones es la falsa esperanza o la fantasía actuada de encontrar en “los otros” lo que no ha encontrado en los suyos.

Silencio adolescente

Es importante que los padres respeten sus sentimientos, que estén ahí para apoyarles, pero que si el adolescente desea mantenerse al margen es mejor dejarle. En este sentido habría que diferenciar varias actitudes, por un lado estaría el silencio del adolescente marcado por su deseo de intimidad, por otro está la falta de respuestas que encuentra ante sus dudas; en muchas los padres interpretan que, como el tema de la adopción es algo que ya han hablado muchas veces, su hijo ya lo tiene todo claro, piensan que sus dudas están resueltas, y no es así. Como hemos visto antes sus preguntas son mucho más profundas y su manera de preguntar es otra. El silencio también determinado por el temor a hacer daño a los padres manifestando interés por su familia biológica.

Céline Giraud, una mujer joven adoptada en Francia y nacida en Perú cuenta en su historia que ella tenía todo el apoyo de sus padres, pero que prefirió estar sola a la hora de buscar los interrogantes de su familia biológica, sentía que sus padres podían sentirse heridos y desplazados por su preocupación a pesar de su ofrecimiento de ayuda.

Cècile Fevrier, también cuenta que su madre la ofreció a los 12 años leer juntas los papeles de su adopción y que ella dijo que no, pero que cuando su madre salía por la puerta, esquilmaba con vehemencia todos los documentos relativos a su historia. Cècile refiere que lo hacía así para evitar dañarla.

Ambas mujeres se sintieron muy aliviadas cuando al final decidieron compartir con sus padres sus inquietudes respecto de sus familias biológicas.

Vemos que a pesar del ofrecimiento de sus padres, ambas mujeres tenían miedo de dañarles, a pesar de que ellos se habían ofrecido a estar a su lado. Quizá hasta que no se sintieron preparadas para compartir sus sentimientos, prefirieron estar solas y sus padres supieron comprenderlo y respetarlo, pero siempre les dejaron claro que estaban a su lado para cuando los necesitaran. Sus actitudes empáticas hicieron que sus hijas se apoyaran en ellos cuando estuvieron preparadas para enfrentarse a sus historias.

Otro duelo diferente al que se tienen que enfrentar los adolescentes de otra raza es al de renunciar a la intimidad de su condición de adoptados. También Cèline cuenta que cuando veían que sus padres eran blancos y ella morena, las preguntas no paraban, ya no era aclarar que era adoptada sino todo lo que venía después, ¿y tu verdadera madre?, ¿y tienes hermanos? Y eso era algo que ella no podía evitar y con lo que tenía que enfrentarse muy a menudo.

Abandono

El adolescente cuyo punto de partida son las carencias afectivas, no tiene los mismos recursos psicológicos de base para aguantar situaciones que para otros niños pueden ser menos complicadas.

Por muy pequeño que haya sido abandonado un bebé, la experiencia de abandono queda registrada en su psiquismo, esa sensación de vacío será evocada por múltiples situaciones sin que él mismo sepa qué le está pasando, y lo único que sienta es malestar, y eso le genera una inseguridad que muchas veces le hace conectar con ese vacío y lo que vemos es su forma de responder con agresividad y rabia. 

Pensemos en su poca resistencia a la frustración:

Por un lado cuando un bebé tiene hambre, llora, su madre le da el biberón y se calma. En la siguiente situación que tenga hambre ocurre lo mismo, y poco a poco, el bebé va incorporando a esa mamá dentro de sí y aprende a confiar en que su mamá (o figura referencial) le dará la comida, aprende a confiar en el otro y en sí mismo, aprende que esa sensación de incomodidad se convierte en bienestar y aunque se demore, aprende a esperar porque sabe que su mamá aparecerá y le calmará. Ese bebé adquirirá seguridad en sí mismo y en los demás, y así mismo aprenderá a postergar su deseo, a esperar la satisfacción de su necesidad. Pero a un niño al que no han calmado sus necesidades de forma adecuada, al que no han respondido a su llanto, no aprende a confiar, simplemente deja de llorar porque el llanto no es operativo, pero crecerá con una sensación continua de incertidumbre e inseguridad hacía sí mismo y hacía los demás. No tendrá la confianza de que su malestar se convierta en bienestar y ante la mínima dificultad sentirá ese vacío primario.

Todos nosotros disponemos de un almacén psicológico de recuerdos agradables que se activa ante múltiples circunstancias. Por ejemplo, cuando vamos andando y nos cruzamos con alguien cuyo olor nos recuerda a nuestra infancia o vemos una imagen que nos sugiere a alguien querido, ese almacén de recuerdos agradables se activa haciendo que asociemos el olor a la infancia y la imagen al ser querido. 

Pero en el psiquismo del bebé que ha sufrido carencias quedan grabadas muchas situaciones asociadas al vacío del abandono, al malestar, es como si el almacén del bebé estuviera ocupado principalmente por sensaciones desagradables que también se activan con facilidad y que el adolescente actúa en conductas externalizadas. Por ejemplo ante una mirada o un empujón sin intención puede reaccionar con violencia porque se activa la sensación de malestar, el temor al rechazo, al vacío, en definitiva se evocaría esa sensación primaria de abandono y la soledad.

Por otro lado, en la adolescencia se adoptan actitudes muy regresivas, muy infantiles.

Esta actitud infantil unida a ese vacío y déficit en el aprendizaje de postergar el deseo hacen que tengan muchas dificultades en manejar la resistencia a la frustración.

Muy relacionado con esta falta de cubrir sus necesidades básicas estarían las consecuencias derivadas de los problemas de un apego mal establecido que aparecen en los adolescentes como dificultad en manejar conceptos de espacio y tiempo, falta de autocontrol e impulsividad y dificultad en manejar y expresar sentimientos.

En esa falta de satisfacción de necesidades que veíamos antes, cuando la figura referencial no calma al bebé, éste genera un patrón de relación con su madre basado en sentimientos de angustia, odio, apego paradójico, abandono, etc que quedan instaurados en su psiquismo.

En el establecimiento del apego se asientan las bases de las futuras relaciones emocionales y al llegar a la adolescencia se da una regresión a estados emocionales tempranos de relación que es inevitable y necesaria, para poder transformar toda experiencia pasada en un nuevo concepto de sí.

Pero en el adolescente que tiene problemas de apego esta regresión se produce con mucha más intensidad y aquellos modelos de relación tempranos basados en la angustia, el odio y el temor se ponen de manifiesto repitiéndose con mucha más fuerza y se proyectan sobre los padres adoptivos, las emociones pasadas se superponen a las actuales y pueden provocar las características mencionadas más arriba. 

La agresividad

Es otra de las características de los adolescentes y debajo de ella puede haber varias explicaciones (con el abandono siempre de fondo)

Por un lado estaría el trastorno del apego como acabamos de ver, por otro lado puede haber una necesidad de reafirmar del vínculo parental. Además de la necesaria oposición parental para separarse de una forma sana, algunos adolescentes adoptados necesitan enfrentarse a sus padres para comprobar que les siguen queriendo, ahora que desde su plena comprensión cognitiva saben lo que significa el abandono, necesitan verificar que sus padres quieren seguir siéndolo, es como si pidieran que le adoptaran de nuevo.

En este punto si los padres han entendido los actos de autonomía del hijo como una forma de alejarse de ellos, y en su fuero interno han seguido considerando que la vinculación más fuerte y auténtica es la biológica, es probable que este sea un momento de desencuentro.

Si por el contrario, aguantan la embestida, reafirman el vínculo, están convencidos de que su vínculo es auténtico y no tienen miedo a que su hijo les abandone, este será un momento de crisis, duro pero pasajero con un reencuentro definitivo.

A veces cuando los niños que han sufrido maltrato, al llegar a la adolescencia, en este estado emocional en el que se les moviliza todo su mundo interno, se reactiva el dolor y las heridas abiertas, y puede darse una identificación con el agresor en la que sienten una atracción por todo lo que implique violencia (Juegos, videojuegos, películas). Y pueden unirse a otros adolescentes violentos (pandillas o bandas)

En estos casos son muy difíciles de controlar, casi todo falla. Hay riesgo de desencuentro.

Aquí también es importante la actitud empática de los padres, yo sé que es mucho más difícil ser empático con la agresividad que con la tristeza, pero debajo de tanta rabia muchas veces hay verdadero sufrimiento. Si se puede habría que intentar ayuda profesional.

Otra característica, consecuencia de las carencias físicas y afectivas es la inmadurez emocional. Al no haber pasado por todas las etapas evolutivas con normalidad, su desarrollo puede tener déficit en algunos niveles, en el madurativo, en el cognitivo y en consecuencia en el aprendizaje. No se le puede exigir a un adolescente que ha podido sufrir elementos teratótegos en el embarazo de la madre, que no ha sido bien alimentado, que no le han enseñado a querer y que no ha tenido una estimulación adecuada, que tenga el mismo desarrollo cognitivo que otro adolescente de su edad sin ningún tipo de carencia.

Probablemente el primero puede tener dificultades de concentración, atención y de rendimiento de lenguaje, etc.

Dificultades de relación

Problemas de autoestima.

CÓMO AYUDAR AL ADOLESCENTE

Desde el primer día decirle toda la verdad sobre su historia con empatía.

En esta etapa animarle a que exprese todas sus fantasías e intentar desmontarlas.

Validar y empatizar con sus sentimientos ambivalentes.

Adoptar una actitud de respeto y disponibilidad. 
Apoyar sin agobiar. Que su hijo sepa que usted está ahí para cuando le necesite.

Decirle abiertamente que le quiere, sin pudor, aunque le responda que es una cursi o un pesado siempre le gustará (y necesitará) oírlo.

Escucharle sin juzgar ni hacer suposiciones.

No diga nada que no pueda cumplir.
Intente compaginar afecto incondicional con firmeza.

Transmítale que por el amor que le tiene no le va a permitir conductas peligrosas.

A pesar de sus errores, trasmítale que confía en él y que confíe en usted. No es el momento de pedir agradecimiento ni del “te lo dije, te lo dije”

Refuerce cualquier logro por pequeño que sea.

No le recrimine continuamente por sus errores.

Enséñele a ver sus aspectos positivos y a aceptar los negativos.

Todo ello siempre aderezado con una buena dosis de empatía.

BIBLIOGRAFIA

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lunes, 5 de diciembre de 2016

El apego cuidador. Y una gran noticia: El libro "El amor maternal" de Sue Gerhardt, es reeditado por Editorial Elefthería.

Cuando hemos hablado de las alteraciones en el vínculo de apego de los menores, nos hemos referido con más frecuencia a los apegos desorganizados que van evolucionando ya a edades más tardías (desde los cuatro años), en torno a la defensa del control punitivo. Son niños/as que para defenderse de la vivencia aterradora del maltrato (o dentro de un patrón relacional donde el cuidador se siete atemorizado por el menor), desarrollan estrategias de control de la relación de naturaleza agresiva o coercitiva; el diagnóstico temprano en los menores de preescolar en adelante suele ser problemas de conducta. Pero esto es solo la superficie. 

Peter Fonagy postula en su libro “Teoría del apego y psicoanálisis” que para esta edad los menores con antecedentes de apego desorganizado suelen ser más agresivos con sus iguales y adultos, presentan dificultades de regulación de la emoción, el proceso de socialización está más afectado y existe una mentalización alterada –distorsionan la mente de los adultos, atribuyéndoles intenciones negativas-. Sí son capaces de ver la mente del otro, pero a diferencia de los niños con autismo –cuya visión de la mente del otro está profundamente alterada y tienen una ceguera con respecto a la misma- los menores víctimas de malos tratos leen la mente del otro, normalmente distorsionando las intenciones, deseos o motivaciones del adulto, pero no han desarrollado, al nivel evolutivo esperado, la capacidad de reflexionar sobre la misma. Mi amiga, profesora y colega Maryorie Dantagnan dice que son hackers de las mentes de los demás, pero no hay una auténtica reflexión porque esa función tuvo que anularse como consecuencia de los malos tratos sufridos en el contexto de una relación de apego temprana con el cuidador o cuidadores principales.

Decimos que en este blog nos hemos dedicado más a tratar el apego desorganizado en su vertiente punitiva que en otras vertientes que también son formas de protegerse frente a la desestructurante vivencia del maltrato, o ante la ausencia emocional de las figuras de apego (que no están, y cuando lo hacen no conectan emocionalmente con el menor, mostrándose poco disponibles e incluso con nula sensibilidad ante las necesidades emocionales): me estoy refiriendo al subtipo de apego cuidador.

Un libro clave de Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan
Socialmente, el niño que toma el control de las relaciones proveyendo de cuidados a los propios padres o a los hermanos puede ser bien visto. “¡Qué bien, qué bonito que cuide de su mamá y de su hermanito, así ayuda en casa!” Sin embargo, se trata de un/a niño/a pseudoadaptado/a, con apariencia de ajuste psicológico pero que en su interior -detrás de la defensa de dar cuidados a otros- anidan profundos sentimientos de abandono, rabia, dolor y vacío. No nos estamos refiriendo a menores que ante motivos justificados pueden tener una preocupación genuina y empática por el bienestar de sus padres o cuidadores. Hablamos de una estructura y dinámica familiar donde se da una inversión de roles: los/as niños/as pasan de ser cuidados a cuidar ellos/as. Y además, en algunos casos que he conocido, lo pueden hacer de un modo ritualizado, un tanto compulsivo, que denota que sufren ansiedad interna. Jorge Barudy, neuropsiquiatra y experto en terapia de familia y Maryorie Dantagnan, psicoterapeuta infantil, afirman en su ya clásico y magnífico libro  “Los buenos tratos a la infancia” que “…estos niños o niñas no solo desempeñan tareas y responsabilidades hogareñas, sino que se hacen cargo del cuidado de sus padres. Seguramente, la única manera de sentirse competentes y con algo de control y de estar en cercanía con sus padres es tratando de satisfacerlos. En vez de solicitar cuidado de los padres, lo ofrecen evitando sentirse indefensos. Se muestran extremadamente solícitos hacia sus padres o cuidadores. Esto vale también para el caso de niños o niñas complacientes compulsivos. Muestran una mezcla de conductas de evitación, inhibición de sus afectos negativos y conductas exageradamente afectuosas hacia sus cuidadores. Este estilo de apego se desarrolla como una respuesta a la insuficiencia de cuidados parentales, por ejemplo, en el caso de las madres víctimas de violencia conyugal, con muchas carencias, depresivas o pasivas-dependientes”

Por lo tanto, hemos de cambiar la mirada sobre el niño/a cuidador: de la estampa que enternece al adulto que valora el caso y dice que es precioso que el menor cuide de sus papás, qué buen niño, cómo se preocupa… a evaluarlo como algo grave sobre todo si se da en ese contexto familiar de inversión de roles donde cuidas para evitar la desestructurante angustia de no ser cuidado, esto es, es una defensa contra el abandono emocional. Esto es importante porque así como el menor con rasgos desorganizados punitivos inmediatamente se valora como una alteración severa porque agrede, se muestra hostil, marcadamente resistente a aceptar la autoridad del adulto y sufre cambios bruscos de humor y su conducta es perturbadora y visiblemente desadaptada, en el caso de los menores cuidadores su comportamiento no resulta molesto para los adultos que le rodean, sino que éstos hacen lecturas bucólicas (idílicas o hermosas) de sus actitudes y conductas. Sin embargo, las consecuencias a futuro, si no se interviene y se le provee de cuidados al menor, pueden ser fatales para su salud psicológica.

Es posible que los aspectos culturales pesen e influyan en el rol de cuidadora que sobre las mujeres todavía recae y pesa. En cambio, en el caso de los hombres, cuando he tratado niños o jóvenes, la inversión de roles que tenía lugar en éstos no era tanto en la esfera de proveer cuidados a los padres (en algunos sí, claro) sino en aspectos relacionados con tomar el control dominando: ellos toman las decisiones en el hogar, ponen las normas, se organizan y organizan la casa...

Cuando se interviene con estas familias y menores en situación de desprotección, si las capacidades parentales no son recuperables y se evalúan como severas y crónicas (Barudy y Dantagnan, 2010, "Los desafíos invisibles de ser padre o madre. Manual de evaluación de las competencias y la resiliencia parental") un asunto muy delicado es qué contexto de cuidados ofrecer a estos menores. No nos olvidemos que el hecho de que un niño/a cuide a sus padres es muy grave y que se invierten los roles: los padres son los que se apegan a los hijos, cuando se sabe que el vínculo de apego es de los niños/as a los padres. ¡Si los padres se apegan a los niños pretenden inconscientemente que éstos sanen sus heridas emocionales! Para lo que estamos preparados como seres humanos por la neuropsicobiología (mente y cerebro) es para emitir conductas de apego con el fin de que los adultos satisfagan nuestras necesidades emocionales (de confort y calma ante el estrés) y de seguridad (protección frente a peligros externos o estados internos de incomodidad, angustia…) Por ello, en las relaciones tempranas de apego aprendemos a regularnos emocionalmente, a sentirnos seguros (interiorizamos esa seguridad y nos abrimos al mundo y lo exploramos sabiendo que el adulto que nos cuida está ahí, disponible) a experimentar el afecto de quien nos cuida y a sentir que alguien nos siente (Siegel 2007, "La mente en desarrollo")

Cuando los roles se invierten y es el niño/a la figura de apego de los padres o cuidadores… ¡todo esto es al revés! Se puede afirmar que todo sucede contra natura, pues las leyes del apego se trastocan. El control también lo ha tomado el niño/a, porque no olvidemos que probablemente esta defensa le protege de la desorganización grave del apego a la que nos estamos refiriendo. Internamente bulle en ellos sentimientos de rabia, agresividad y vacío que se corresponden con la dolorosa experiencia de sentirse no cuidados. Por ello, nos interrogamos acerca de cuál es el contexto de cuidados (familiar o residencial) más adecuado (que mejor les repare) para estos niños/as porque (al menos en mi experiencia) cuando los menores son los que pasan a recibir cuidados (como debe ser) y han de ceder el control a unos adultos que se van a hacer cargo y a responsabilizarse, entonces emerge en ellos el dolor, se produce la desregulación emocional y se resisten a ceder y a confiar en el adulto, no le otorgan el rol de cuidador ni de autoridad fácilmente. Se resisten porque conectan inconscientemente con una angustia que había estado excluida hasta ese momento. Como afirma Maryorie Dantagnan, cuando tienen que quitarse el traje (mecanismo de adaptación que les había permitido sobrevivir) porque en el actual contexto protector de vida ya no lo necesitan, entonces es cuando los infantes se desorganizan. A nivel sintomatológico, además de la desregulación emocional, pueden aparecer problemas de conducta. El niño/a siente que ser cuidado es una amenaza, activa su chip (modelo operativo interno) que contiene las dolorosas experiencias registradas en su memoria emocional relativas al abandono y si la defensa ya no le sirve, se desorganizará.

Por ello la psicoeducación, la formación y el acompañamiento a los adultos que van a cuidar y educar a estos menores es fundamental. Si no se hacen lecturas mentalizadoras (comprender adecuadamente las emociones que subyacen a estas conductas y empatizar con ellas) sobre estos niños/as no se puede tener una respuesta emocional hacia su sufrimiento interno, enorme, y solamente se planteará la intervención desde lo que se aparece (los problemas de comportamiento, los cambios de humor, la resistencia a la autoridad…) en el exterior, poniendo el acento en los límites y no en la receptividad empática. Estoy de acuerdo en que estos menores precisarán de un contexto familiar (normalmente familias de acogida) estructurado, predecible, con límites y normas claras, pero a la vez cuidadores que sean capaces de comprender las causas de los episodios de desorganización que manifiesten cuando se sientan vulnerables (al no poder controlar ellos la relación, es cuando su traje ya no es eficaz y se tornarán probablemente punitivos, desafiantes y desregulados emocionalmente) Hemos de ser conscientes que nuestra tarea es reparar a los menores dañados por esta particular forma de maltrato que es la inversión de roles en forma de apego cuidador, por lo que un planteamiento educativo basado solo en tratar de modificar las conductas y no promover relaciones que fomenten la resiliencia secundaria (familias o adultos tutores de resiliencia que se pongan en su piel y conecten emocionalmente con lo que ellos/as sufrieron al tener que echarse a sus espaldas la precoz tarea de ser adultos antes de tiempo), esto es, poder permitir progresivamente que su traje respire y vayan aprendiendo a confiar en que ellos/as pueden ser cuidados pero no serán dañados por los adultos con los que conviven. El mensaje que deben de ir interiorizando progresivamente (conteniendo el dolor que emergerá) es algo así como: “si aceptas mi autoridad y mi cariño y me cedes el control no me aprovecharé de ello para hacerte daño” Esto lleva su tiempo y su trabajo, no es una tarea fácil pero es el camino, en mi opinión, a seguir con estos menores.

Los menores que llegan a la edad adulta con estos rasgos de vinculación tipo cuidador, no es extraño que elijan profesiones relacionadas con el cuidado a los otros (psicología, enfermería, medicina…) E incluso, la pareja que eligen, motivados por ese modelo operativo interno inconsciente (que no ha sido aún revisado en psicoterapia), es alguien con problemas emocionales, trastorno de la personalidad o psicopatología. En un momento determinado el traje de cuidador, por diversos factores, no resulta adaptativo y pueden debutar con trastornos de ansiedad y depresión u otros. Si la sintomatología es lo suficientemente intensa y afecta severamente a la persona, pueden acudir a tratamiento psicológico.

Creo que necesitan un psicoterapeuta sumamente receptivo a nivel empático porque el trabajo será muy duro. Habrá momentos (cuando conecten con el dolor del abandono infantil por parte de los progenitores) en los que el derrumbamiento emocional sucederá y habrán de ser sostenidos por el terapeuta y a ser posible, por personas de su contexto de vida que puedan acompañarles sentidamente. Pero a la par, es una gran oportunidad porque, desde el mismo núcleo del dolor, con el procesamiento y la elaboración (narrativa que aporte otra mirada, pues es especialmente importante que no se descarte todo del traje, pues muchos de ellos/as gracias al mismo han procurado muchísimo bienestar a innumerables personas. Es vital para ellos validarles la parte sana del traje que se pusieron para sobrevivir de niños/as. Porque se sienten muchas veces, estafados: “siempre cuidando y nunca nadie me agradeció ni valoró nada”, sólo sufrimiento y vacío interior. Pues tras el traje suelen subyacer intensos sentimientos de vacío, muy duros) experimentan un renacimiento y comienzan a contemplar algo que nunca habían hecho: practicar el autocuidado y el dejarse cuidar por otros/as. Si los padres de estos adultos pueden reparar y reconocer a la persona el dolor, y empiezan a dispensarle cuidados, puede ser muy beneficioso para ellos/as y contribuir a su sanación. Pero si hay una negación, proyección o minimización por parte de estos progenitores, puede ser retraumatizante y por lo tanto, no debe promoverse.

Vamos poniendo punto final por hoy y lo hacemos, como es costumbre, con la picada. Os anuncio la aparición de la segunda edición ampliada del libro de Sue Gerhardt “El amor maternal” (se nos acumula el trabajo, ¡pero bendito trabajo leer libros!) Esta psicoanalista explica de una manera rigurosa a nivel científico pero con un lenguaje accesible a todas las personas, la extrema importancia que el amor maternal (el afecto materno temprano) tiene para el futuro desarrollo y equilibrio psicológico de cualquier persona. Los cuidados maternos orquestan el desarrollo y producen modificaciones en la expresión de los genes, de tal modo que se colocan marcadores en éstos favoreciendo que unos se expresen y otros se silencien. El afecto materno temprano pone marcadores y favorece que se lean los genes que tienen que ver con la regulación emocional, la empatía, la autoestima y el sentimiento interno de seguridad. Si queremos una sociedad más justa y más humana, hemos de ocuparnos de los bebés, pues podemos prevenir, si fomentamos el apego seguro, dice Gerhardt, la delincuencia en nuestra sociedad. Todos/as los/as que trabajan o se relacionan con bebés y niños/as han de leer este libro. Celebramos su reaparición, esta segunda edición, porque la primera estaba agotada y era una lástima que un libro así no se reeditara. Era solo cuestión de tiempo porque la editorial Elefthería me ha anunciado en un mail su reaparición y me solicitan difusión a través del blog. Por supuesto, accedo gustoso y encantado porque merece la pena darlo a conocer, leerlo y sobre todo aplicar los conocimientos en nuestro trabajo diario con nuestros/as niños/as.

Os transcribo parte de la información que me han facilitado desde la editorial a modo de reseña, pues esta reedición viene con novedades: "La decisión de coger en brazos y consolar a un bebé que llora o ignorarlo puede parecer una elección personal de los progenitores, sin embargo, las consecuencias de una u otra acción influirán en el cerebro del bebé de una u otra manera. Una crianza amorosa no es solamente una decisión educativa sino que moldea las conexiones cerebrales del bebé predisponiéndole a un futuro desarrollo con empatía, autocontrol y conexión con los demás. El amor maternal explica por qué el amor es esencial para el desarrollo del cerebro en los primeros años, y cómo las interacciones tempranas pueden tener consecuencias duraderas para el futuro de la salud emocional y física. Esta segunda edición es consecuencia del éxito de la primera, respecto de la que se ha actualizado la investigación científica abarcando los recientes descubrimientos en genética y conexión mente y cuerpo. En esta segunda edición, revisada y ampliada, se incluye además un nuevo capítulo destacando la creciente comprensión de la influencia del embarazo en la formación del futuro bienestar emocional y físico del bebé".

Sue Gerhardt fue entrevistada por Punset en el programa Redes y en la misma expuso algunos de los descubrimientos de la neurociencia en cuanto al cerebro del bebé y la extrema importancia de este amor maternal.




Antes de fin de año nos espera el profesional invitado del mes, correspondiente a "Diez meses, diez firmas": Cierra brillantemente el año -el 19 de diciembre- la psicóloga y psicoterapeuta experta en apego y trauma, y especializada en adopción, Montse Lapastora, que ha preparado un artículo para todos/as nosotros/as. 


Cuidaos / Zaindu