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lunes, 26 de mayo de 2025

"Pido perdón aunque no lo merezca", un relato de Dolores Rodríguez Domínguez, psicóloga.



"Pido por perdón aunque no lo merezca"



Un relato de Dolores Rodríguez Domínguez, psicóloga

Presentación

Podría decir muchas cosas sobre este maravilloso y sentido relato escrito por nuestra colaboradora habitual, Dolores. Ella como psicóloga trabaja con muchas víctimas de violencia, maltrato, negligencia y/o abuso sexual. También con muchos padres y madres en programas de capacitación parental. Podría añadir como presentación unas líneas científicas sobre el reconocimiento del daño causado, el perdón y la reparación de las personas que ejercen prácticas maltratantes. Pero si lo hago, corremos el riesgo de estropear este bello texto. Creo que cada uno de vosotros/as podéis interpretar las metáforas de manera diferente, lo que puede generar diferentes significados y emociones. Esta variabilidad en la interpretación es una de las características que hacen que las metáforas sean tan ricas y expresivas. 

Gracias, Dolores, una vez más, por tu excelente aportación al blog Buenos tratos. 

*************

"Pido perdón aunque no lo merezca"
por Dolores Rodríguez Domínguez

Quisiera pedirte perdón pero no me atrevo porque sé que no merezco pedirlo y mucho menos recibirlo.

Me gustaría poder explicarte por qué no pude permanecer junto a ti, y por qué mientras estuve perdí mi derecho a quedarme.

Nunca debí volcar mis demonios sobre ti, debí saber que eran míos, que pertenecían a mi historia antes de llegar tú a la mía. Debí haberlos reconocido y dominado, a pesar de su poder.

Ahora cuando te miro, siento mucho miedo por si al acercarme te volviera a pisar, pues no quisiera hacerlo y antes preferiría nunca más caminar. Por eso me detengo y te observo desde lejos. Me escondo para que no te percates de mi triste presencia. Me siento indigno. No tengo nada que ofrecerte, nada que pueda borrar nuestro pasado, nada que pueda reescribir nuestro futuro juntos.

Solo dispongo de mis manos. Unas manos llenas de deseos imposibles que jamás podré ya cumplir ni para ti ni para mí. Pero aún así los deseo.

Desearía no haberme sentido abrumado por tu presencia, por tu llanto, por tu sonrisa, por tus abrazos. Desearía no haber impedido que te acercaras en busca de mi amor, ese que yo también sentí un día al ver tu carita pero que mis fantasmas devoraron sin dejar rastro de él. Debí haber peleado para defender y conservar tu amor, pero no lo hice, permitiendo a mis monstruos alimentarse de él. Sé que rompí tu corazón y desconozco cómo puedo pegar sus trocitos. 

Desearía para ti besos sin espinas, palabras sin condenas, silencios sin cuchillas.

Desearía vaciar tus bolsillos, esos que sin saberlo, yo llené de piedras. 

Desearía que mis lágrimas, esas que ya no brotan, hubieran curado tus heridas

Desearía haber visto y sanado las mías para protegerte de mis horrores, pero no lo hice y mis torturas ahora también son las tuyas.



Aunque sé que lo fui...

Desearía no haber sido ese faro que se apaga en medio de la tormenta, dejándote a la deriva, solo y atemorizado por la oscuridad.

Desearía no haber sido ese tornado que en volandas te elevó y absorbió tu paz. Ese torrente de agua brava que sin piedad te arrastró río abajo, alejándote de la seguridad de la orilla. 

Desearía no haber sido ese volcán en erupción que escupía su furia abrasadora convirtiéndolo todo en cenizas.

Desearía no haber sido ese iceberg que era imposible abrazar sin quedar eternamente helado.

Desearía no haber sido esa voz que paralizó tu mente, que sembró en ella desprecio, rechazo, humillación, la culpa. Esa voz que te golpeó y arrebató tu valía, tu confianza en ti mismo.

Quisiera decirle adiós a todo lo que fui, a lo que hice, pero no sé hacerlo. Esto también soy yo y aunque me avergüenzo cuando me miro en el espejo tengo que vivir con ello. Quizás tu también. A pesar de mis deseos.

Desearía no haber sido tú en un pasado que sí lo fui. 

Desearía que también hubieran tenido deseos para mí, que me hubieran encontrado, que mis bolsillos hubieran sido vaciados y que mi corazón nunca hubiera sido desvalijado.

Y a pesar de todo lo deseado seguiría deseando…

Desearía para ti un nuevo corazón, con fuertes raíces que lo alimenten, lleno de vida que te ayude a no revivir lo que yo no debí darte y te di. Un corazón cuyos latidos tengan el poder de encontrar aquello que tanto te mereces y yo te negué.

Desearía para ti unas nuevas huellas que seguir, que guíen tus pisadas para borrar las mías.

Desearía nuevas semillas para ti, que logren florecer y repoblar tu alma, aquella que yo despojé de su luz.

Desearía para ti ese aire fresco tan deseado en los meses de verano, que nos da una tregua y nos permite respirar, aliviando ese calor interminable que parece sofocarnos. 

Desearía para ti un padre que no esté perdido para que no te perdiera, para que pueda encontrarte cada vez que te sientas confundido.



Y aunque sé que no lo fui...

Desearía haber sido el susurro que acunara tus miedos y apoyara tus sueños.

Desearía haber sido la presencia que diera sentido a tu existencia, que te hubiera acompañado cuando te sintieras solo cuando el mundo te pareciera peligroso.

Desearía haber sido la persona que secara tus lágrimas cuando tus ojos las liberaran, la persona que pusiera palabras a lo que internamente te pasaba.

Desearía haber sido la persona que te ofreciera cobijo cuando perdieras la calma, cuando tu corazón galopara queriendo salir de tu pecho. 

Desearía haber sido el agua que calmara tu sed sin ahogarte, la brisa que alentara tu corazón, que acariciara tu piel sin dañarla, las brasas que hubieran calentado nuestros corazones y nuestros abrazos.

Desearía haber sido el padre que tú necesitabas. Siento mucho no haberlo sido. No haber sido esa agua, esa brisa, esas brasas.



Nada podrá justificar el dolor que te provoqué, un terrible dolor del que yo participé y del que soy tan responsable por no haber sabido mirar dentro de mí para haber aprendido a mirarte y cuidar de ti. Me avergüenzo y atormento por no haberte protegido y por todos por mis deseos incumplidos.

Por eso y aunque no lo merezca, te pido perdón…

lunes, 3 de febrero de 2025

Victimización infantil y cognición social. Indicadores de riesgo del desarrollo de conductas antisociales en adolescentes, resumen de la tesis doctoral de Beatriz Ortega

 

Victimización infantil y cognición social. 

Indicadores de riesgo del desarrollo 

de conductas antisociales en adolescentes


Autora: Beatriz Ortega Vidal

Para contactar con el proyecto:



Twitter del proyecto: @LiVUCLM


El correo de Beatriz Ortega: Bea.Ortega@uclm.es


El correo de María Verónica Jimeno: veronica.jimeno@uclm.es




Presentación 

Agradezco a la profesora y Doctora en psicología María Verónica Jimeno que comparta con nosotros/as los principales hallazgos de esta tesis doctoral cuya autora es Beatriz Ortega, y que ha codirigido junto con el catedrático José Miguel Latorre, de la Universidad de Castilla-La Mancha.

Creo que a todos y a todas los que seguimos este blog nos interesa conocer cuáles son los indicadores de riesgo del desarrollo de conductas antisociales en adolescentes. Tanto si somos padres, acogedores, educadores, psicólogos, maestros, trabajadores sociales, abogados, jueces, fiscales, necesitamos saber cuáles son estos indicadores de riesgo, para poder, cada uno desde su ámbito, trabajar para minimizarlos. 


Foto: uik.eus 


En los resultados hay hallazgos sorprendentes y que nos deben hacer pensar acerca del papel tan relevante que la victimización indirecta tiene. Así que no me demoro más y os dejo con el resumen, no antes sin dejar de agradecer a María Verónica Jimeno Jiménez su consideración con nosotros, así como nuestra felicitación a su autora Beatriz Ortega, por su magnífico trabajo, una inestimable contribución social en aras de caminar hacia la protección de los niños y adolescentes.

Resumen de la tesis doctoral de Beatriz Ortega

En esta investigación exploramos los posibles efectos de los procesos tempranos de victimización a nivel cognitivo y conductual en los adolescentes ¿Qué observamos?

De los diferentes tipos de victimización infantil (VI) analizados, solo la VICTIMIZACIÓN INDIRECTA  se asoció con la participación de todas las conductas antisociales (agresión, vandalismo, robo, conductas contra las normas y conductas relacionadas con las drogas).

Las experiencias de VI se asociaron con una mayor presencia de distorsiones cognitivas auto-sirvientes (justificadoras de la conducta antisocial) La VICTIMIZACIÓN INDIRECTA es la única que se asoció con la presencia de todos los tipos de distorsiones.

Las experiencias de Victimización Infantil se asociaron con la existencia de sesgos en el Procesamiento de la Información Social (SIP, cómo percibimos e interpretamos las situaciones sociales) Observamos que un estilo de SIP sesgado, con tendencia agresiva y hostil se asoció con la Conducta antisocial (CA).

 

La Convención de los Derechos de los Niños de 1989 y del Centro Internacional de la Infancia de París, se considera que la victimización o violencia infantil es cualquier acto por acción u omisión  o trato negligente, no accidental, llevados a cabo por individuos, por instituciones o por la sociedad en su conjunto, que prive a los niños y niñas de sus derechos y de su bienestar, así como que amenacen y/o interfieran en su ordenado desarrollo físico, psíquico y social.
Foto: Observatorio de la infancia


Interesante: se observan algunas diferencias en éstas asociaciones de los procesos cognitivos distorsionados según el tipo de conducta antisocial...

Aunque las distorsiones cognitivas y los sesgos en el SIP tienen un poder mediador, éste es pequeño, y el efecto directo de la VI sobre la CA se mantiene... Esto indica que la victimización infantil se mantiene como principal factor de riesgo en la participación de la CA.

Pero... MUY DESTACABLE es el papel que tiene la VICTIMIZACIÓN INDIRECTA, pues es la única que se asocia a todas las CA los 4 tipos de distorsiones cognitivas auto-sirvientes En general, tiene una mayor influencia a nivel cognitivo y conductual que la victimización directa.

lunes, 23 de septiembre de 2024

Maternidad en contextos de explotación sexual, por Patricia Hermosilla, psicóloga y traumaterapeuta sistémica.



Maternidad en contextos de explotación sexual

Patricia Hermosilla, psicóloga


Cuando conocí a Patricia Hermosilla y supe el ámbito laboral al que se dedica dentro del ámbito de la psicología sanitaria, mi primer pensamiento, después de admirarla por el trabajo que hace, fue proponerme dar a conocer el terrible mundo de las mujeres explotadas sexualmente, que no prostitución, porque no es ningún trabajo. Es un maltrato a la mujer consentido socialmente. El sufrimiento que ellas padecen es inenarrable y profesionales de la talla humana de Patricia se dedican a apoyarlas psicológicamente. También se me pasó por la cabeza como sería la maternidad de estas mujeres, y la vida de estos niños y niñas, truncada por el maltrato que ellos y ellas padecen por parte de los puteros y los proxenetas. Invité a Patricia Hermosilla a las VI Conversaciones sobre apego y resiliencia de San Sebastián para que nos hablara de la maternidad en contextos de explotación sexual. Este fue el primer compromiso. El segundo ha sido poner a disposición de Patricia Hermosilla este blog para contar la dolorosa realidad de estas mujeres y contribuir a la abolición de la prostitución, dando a conocer el impacto traumático que padecen. Llamar a estas mujeres "trabajadoras del sexo" es un insulto. Es como si llamamos trabajo a ser el esclavo de una persona. 

Es un honor para este blog contar con Patricia Hermosilla, psicóloga y traumaterapeuta, perteneciente a nuestra Red apega. Ella es Máster en psicología general sanitaria, diplomada en traumaterapia infanto-juvenil sistémica, postgrado en terapia familiar sistémica, postgrado en intervención con víctimas de violencia sexual y de género en la infancia y la adolescencia, con formación en prostitución y trata con fines de explotación sexual en infancia, adolescencia y edad adulta, IFS y EMDR. Me he especializado en trauma, violencia sexual y violencia de género. Tengo experiencia profesional en protección de menores, donde empecé formarme y a intervenir en explotación sexual en niños y niñas, y también con mujeres en situación de prostitución y víctimas de trata. Actualmente trabajo a nivel privado con mujeres que han sufrido cualquier tipo de violencia machista, habiéndome especializado en violencia sexual. Trabajo desde una perspectiva feminista y abolicionista, entendiendo la prostitución en todas sus formas como una de las más graves formas de violencia contra las mujeres.

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Título del artículo: Maternidad en contextos de explotación sexual
Por Patricia Hermosilla, psicóloga y traumaterapeuta sistémica
(Nota: se hablará en femenino genérico)
 
Advertencia: el siguiente artículo contiene material sensible 
que puede ser un gatillador para supervivientes de violencia sexual.

Para poder trasladar este tema con la seriedad y profundidad que corresponde, necesito que se comprenda de qué hablo cuando hablo de explotación sexual. Las palabras importan, pero es aún más importante entender con claridad qué hay detrás de ellas. Hablo de explotación sexual y no de prostitución porque no quiero distinguir entre prostitución, trata, pornografía, Only fans o el mal llamado Sugar Dating, como si algunas de ellas fueran mejores que otras. Las secuelas que tiene la explotación sexual en las mujeres son las mismas para todas ellas.

No es más fácil a través de una webcam, ni cuando tu explotación sexual está siendo filmada para que otros puedan masturbarse cómodamente desde sus casas con la conciencia tranquila. Suele decirse que “Sin prostitución no habría trata”. Yo prefiero la expresión “Sin hombres no habría explotación sexual”. Los hombres son en un 99,7% los consumidores de cuerpos de mujeres y niñas. 

En España, 4 de cada 10 hombres admiten haber consumido prostitución al menos una vez en su vida. Las cifras son muchísimo más altas cuando hablamos de pornografía. Y la pornografía no es otra cosa que prostitución filmada. Aunque el daño a esa mujer se esté produciendo a miles de kilómetros de la pantalla de tu ordenador.

En la explotación sexual en pisos las mujeres son obligadas a estar disponibles durante 24h al día. No pueden dormir más de 8h seguidas en ningún momento, porque la demanda es constante. En los clubes, ejercen durante la noche y duermen durante el día, hacinadas en literas propias de campos de concentración. En la calle, están expuestas a la violencia más extrema. En internet, las mujeres son vejadas, humilladas y dañadas mientras los hombres eyaculan delante y detrás de la pantalla. La explotación sexual no tiene que ver con el sexo, sino con la violencia. Lo que se le hace a estas mujeres no es tener sexo con ellas, es torturarlas.

Y no, no existe la libertad de elección, sean cuales sean las circunstancias de la mujer. En quienes si existe esa libertad de elección es en los agresores sexuales y proxenetas, que casualmente, nunca suelen formar parte del debate.

En la explotación sexual se entrelazan las tres grandes opresiones: por razón de sexo, de raza y de clase. Además, los estudios hablan de un 90% de mujeres prostituidas siendo víctimas de violencia física y sexual en su infancia. En mi experiencia profesional, todas ellas provienen de infancias traumáticas. Son mujeres y niñas especialmente vulnerables, que muchas veces llegan a la violencia sexual más extrema huyendo de otras violencias machistas.

“Vengo aquí porque si desaparezco, quiero que quede 
constancia de que alguna vez he existido”

Para que podamos acercarnos a comprender como puede ser maternar en el horror que supone la explotación sexual, querría empezar con una frase, una de las que más me impactó cuando comencé a trabajar como psicóloga de mujeres víctimas del sistema prostitucional. “Vengo aquí porque si desaparezco, quiero que quede constancia de que alguna vez he existido”. La soledad tan profunda que escondían esas palabras es una de las peores consecuencias que sufren las mujeres y niñas explotadas sexualmente.

Imaginad como debe ser partir desde ahí en la crianza de una hija.

Es necesario entender que no se puede aislar a las niñas de la explotación sexual de sus madres. En la imagen a continuación se ve a una mujer de 19 años, a la que exhiben (vejándola ya desde el propio anuncio) como embarazada, estudiante, con grandes tetas y “zorra que la chupa”. Todos los hombres que tengan 35 euros van a violarla durante 4 horas seguidas para la grabación de una (mal llamada) película pornográfica. Para que, posteriormente, todos los hombres que puedan pagar acceso a internet se masturben con la violación grupal de una niña embarazada.



¿Cómo imagináis que una mujer puede ser madre en estas condiciones?

Para empezar, muchas no pueden decidir sobre su maternidad. Algunas son obligadas a abortar, otras, al contrario, a ser madres contra su voluntad. Los hombres demandan a mujeres embarazadas, y además, una hija puede ser utilizada para el control sobre la madre en la explotación. Estas menores pueden moverse con sus madres o quedar al cuidado de los proxenetas mientras ellas se mueven. En cualquiera de los casos, su protección se ve muy dificultada debido a la alta movilidad.

"La solución a esta problemática la tengo clara: la abolición. 
No existe el trabajo sexual, no existe la voluntariedad de decidir"

A las mujeres, a pesar de ser sometidas a una constante violación de sus derechos humanos, se les exige socialmente que cumplan a la perfección su papel de madres. Si piden ayuda, en muchas ocasiones corren el riesgo de la retirada de las menores a su cargo. Mientras tanto, en la academia, la mayoría de los artículos que hablan sobre este tema no mencionan la violencia que sufren, únicamente hablan de estigma.

Proponen legalizar la explotación sexual para que no exista el estigma, de forma que mágicamente desaparezca la problemática de estas mujeres y de sus criaturas, añadiendo a todas estas violencias también la violencia social e institucional. A continuación, comparto el fragmento de un testimonio de una mujer que fue madre dentro del sistema prostitucional.

“Cuando ejerces la prostitución y eres madre... El sentimiento de culpa, el sentimiento de fracaso, el sentimiento de asco hacia ti misma, es muy grande. Yo me he llegado a enjuagar la boca con lejía antes de darle un beso a mi hijo porque me sentía sucia. O sea, para mí era impensable darle un beso a mi hijo habiendo tenido que hacerle una felación a un señor. Y que ese señor haya eyaculado en mi boca y yo morirme del asco. Entonces, es una situación muy compleja, donde tienes muchísimos sentimientos encontrados. […] Porque yo no sé cómo enfrentar con mi hijo que algún día se entere de todo esto, porque a mí lo que más culpa me hace sentir es que yo le estuviera defraudando. Cuando vas a prostituirte te das cuenta de que te tratan como si fueras un objeto, y realmente nunca sabes hasta qué punto eso va a ser peligroso. Por las cosas que te piden. O las cosas que tienes que hacer. No es simplemente lo que mucha gente se piensa, que tú vas allí, te abres de piernas y te echan un polvo y te vas a tu casa. A mí me han llegado a pedir, por ejemplo, que me metiera mi propio tanga en la boca. Cosas un poco asquerosas que realmente cuando estás allí lo que estás pensando es en un plan de huida. Cómo salir de ahí si pasa cualquier cosa. Y nadie en su trabajo piensa, mientras lo está haciendo, en un plan de huida. No, no, no. Tú cuando entras a un sitio a trabajar no te fijas en las puertas, en las ventanas, en si la llave está puesta, si hay llaves en la entrada...No te fijas en esas cosas. No entras a tu trabajo... agachando la cabeza para que nadie te reconozca. Entonces por todas estas razones es doloroso que haya gente que considere que esto está bien, ¿no?. […] Una de las consecuencias que ha tenido esto y que más a menudo sufro son los flashbacks, los cuales no puedo evitar y de todas las consecuencias que ha habido es lo que más me gustaría evitar. Porque literalmente odio estar con mis hijos o estar tumbada en la cama con mi hijo para dormir o estar hablando con ellos o jugando con ellos y que me venga a la mente, ni siquiera sé por qué me viene, pero de repente me vienen a la mente muchos episodios de cuando yo me estaba prostituyendo o de cosas que he pasado mientras me prostituía o de cosas que me han pasado en mi vida. Es algo que para mí es lo peor de todo, las consecuencias de ese hecho traumático.”

Que las madres sean explotadas sexualmente expone a las menores a múltiples violencias, sufridas además en los primeros años de vida, dónde son más vulnerables. Daños por omisión, como la negligencia afectiva, los malos tratos y el abandono. También, malos tratos por parte de la madre, del padre, de los proxenetas o de los hombres que pagan por acceder al cuerpo de su madre. Están más expuestas a situaciones de violencia sexual y sufren además, agresiones socioeconómicas y culturales.

Portada del libro de Amelia Tiganus


Son tantas las consecuencias que esto puede tener para la salud de las menores, que me cuesta muchísimo resumirlas en este espacio. Daño neonatal, sobretodo si la madre se ve obligada a ejercer estando embarazada. Daños físicos, ya sea por violencia directa o por negligencias en el cuidado. Trastornos del apego, alteraciones del desarrollo, trastorno de estrés postraumático complejo, sexualización traumática y trastornos conductuales y psicosomáticos son algunas de las muchas secuelas con las que nos encontramos en el espacio terapéutico. Para mi, la peor de ellas, la misma que sufren sus madres, la de la soledad. No olvidemos que “Hija de puta”, es uno de los peores insultos que existen a día de hoy en nuestro idioma.

Para terminar, me gustaría compartir parte del testimonio de una hija cuya madre fue víctima del sistema prostitucional:

“Cuando se iba a ''trabajar en limpieza'', y desaparecía durante dos días enteros; hasta que luego la devolvía a casa algún viejo explotador, destrozada, y con excusas intentando ocultar la realidad, de la cual era perfectamente consciente desde los 5 años. Y eso no hubiese sido un problema con cualquier otro trabajo, saber de lo que trabaja tu madre es de lo más normal, pero la prostitución no es un trabajo, son hombres que se aprovechan de las mujeres más vulnerables y rotas para explotarlas sexualmente; y no digo lo de rota como un caso perdido, porque de haberse llevado todo socialmente de otra forma, a lo mejor sería ella la que estaría escribiendo esto y no yo, su hija. Obviamente mi madre no tardó en ser adicta a todo, y si, seguramente sufría bipolaridad y de todo, porque con todo lo que era su vida, lo lógico es no poder mantenerse cuerda. Y menos sola, porque el único apoyo que tenía era yo; una niña, una menor con la que no paraban de amenazarle con quitársela. Porque si, hubieron palizas, la dejaban sangrando en el suelo, y cuando yo llamaba a la policía para que nos ayudaran, la amenazaban a ella con quitarle a la hija; en vez de ayudarnos a las dos a tener una vida, y cargar contra los que deberían haber ido, que es a por esos hombres. Acabé viviendo con muchos de ellos con solo 6 años, acabé siendo abusada por varios, y jamás se emprendieron acciones legales ni por mi ni por mi madre; la única acción que se llevo a cabo como digo fue separarnos. Yo estaba sola, y enfadada; primero caí en casa de mis abuelos. Pero claro, ellos estaban traumados con la experiencia de su hija, y siempre me decían que me parecía a ella como algo negativo, por el miedo de que ''acabase igual’’. Un día, mi abuelo estaba enfadado con mi madre, así que me cogió a mi por banda cuando era aun bastante pequeña, y me dijo que mi madre era ''un puton berbenero'' y que cualquier día aparecería muerta. Aquello me enfado mucho, y me enfadó mucho más el día que recibimos la llamada; como si el tuviese alguna culpa de predecir lo que le ocurrió, y también por la forma en la que lo dijo. Mi madre había sido asesinada justo a la vuelta de ''el club'' donde estaba trabajando hacía la okupa donde vivía con el que era su actual pareja, el cual la prostituía para drogarse el también. Apareció en su cama, con posición defensiva, y el estaba en el salón, drogándose con un amigo.. En el juicio quedo libre. A la que pude me metí en contextos de drogas, desarrollé TCA, me sexualicé muy pronto, tuve muchas relaciones de abuso desde el mito de la ''libre elección'', con hombres que podrían haber sido mis padres. Y no tardé en acabar en esas mismas dinámicas de explotación sexual, hasta que llegue a ella directamente, e incluso romantice dinámicas de violencia sexual, donde yo perdía el conocimiento y ''permitía'' que hiciesen conmigo lo que quisieran. Ya que al no haber sido tratado ese trauma, ni en mi madre ni en mi, esa fue la forma que encontró de salir. Haciéndome sentir más cerca de ella, de hecho recuerdo mirarme al espejo cuando estaba más destruida, encontrándola en mi mirada. Gracias al feminismo, a leer sobre mujeres que han sobrevivido analizando la situación con las gafas violetas, ha sido como he logrado sentir acercarme más a ella, y abrazarla, entendiendo todo lo que nos había pasado y lo que sigue pasando a tantísimas mujeres. Así que la legalización de la prostitución como un trabajo, solo es una forma más de abandono social hacia todas nosotras”.

Como dijo Andrea Dworkin, “ser mujer en este país significa que, desde el día en que naces, estás siendo preparada para ser víctima de la violencia sexual”. Esta frase puede ser aplicable a cualquier país del mundo. Las mujeres no seremos libres de decidir hasta que no vivamos una vida libre de violencia. Mientras tanto, lo mejor que podemos hacer es reconocer a las mujeres explotadas sexualmente como víctimas de violencia de género. Ofrecerles recursos habitacionales a ellas y a sus hijas. 

Recursos económicos, formativos y terapéuticos. Y reconocer la explotación sexual como una forma de violencia extrema contra las mujeres, y a los hombres que la hacen posible, como agresores sexuales.

Referencias bibliográficas

Artículos de Melissa Farley, Ingeborg Kraus.
La revuelta de las putas, Amelia Tiganus.
Política sexual de la pornografía, Mónica Alario.


lunes, 4 de marzo de 2024

Crecer en un entono libre de violencia, derecho superior de la infancia. Jorge Barudy, Rafael Benito, Maryorie Dantagnan, Iciar García, José Luis Gonzalo, Cristina Herce


VI Conversaciones sobre apego y resiliencia

San Sebastián, 16 y 17 de mayo de 2024

Inscripciones:

https://joseluisgonzalo.com/conversaciones-2024/

Inscríbete antes del 8 de abril para aprovechar la tarifa reducida

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Crecer en un entono libre de violencia, 

derecho superior de la infancia

 Autores:

Jorge Barudy, psiquiatra
Rafael Benito, psiquiatra
Maryorie Dantagnan, psicóloga
Iciar García, doctora en psicología
José Luis Gonzalo, psicólogo clínico
Cristina Herce, psicóloga

Miembros del Equipo docente del 


No es la primera vez, ni será la última que encontramos titulares como el de una reciente publicación editada por la Universidad de Burgos y cuya autoría procede de un profesor asociado de esta misma entidad. En dicho titular, se da a conocer un ensayo sobre el estudio de 40 casos de desprotección infantil en el que el docente y psicólogo, autor de la obra, plantea y titula: “¿El robo de niños en democracia?”. 

Este autor alude a criterios de arbitrariedad de los servicios sociales en la elaboración de los informes de declaración de desamparo que las entidades informan y que pueden concluir en la separación del niño o la niña del núcleo familiar en el que se está produciendo maltrato, desatención o ambas situaciones. Alude también el autor, sobre el estudio de 40 casos (podríamos, según los criterios científicos, a los que el propio autor hace referencia, cuestionar la validez de un estudio/ensayo con un tan reducido número de casos estudiados) a “situaciones de injusticia”, “criterios blandos” a un “Estado intervencionista” y al “individualismo, la atomización de las personas, la ruptura del lazo social y el apoyo familiar”.

Como profesionales con larga trayectoria en la materia de protección a la infancia, no queremos dejar pasar, una vez más, esta oportunidad para debatir este mensaje sobre la base de criterios científicos y legislativos acerca de la necesaria intervención para la preservación de los derechos de los niños y las niñas ante situaciones de experiencia temprana de adversidad por malos tratos infantiles. Afirmaciones como las que acabamos de citar pueden llevar a la población general a sacar conclusiones erróneas con resultados nefastos para la infancia que requiere la protección del Estado. 

Emblema de la ONU


En lo referente a los aspectos legales y organizativos del sistema de protección la infancia, debemos encuadrar la acción de protección dentro del deber de atender a los requerimientos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) de 20 de noviembre de 1989, en la Convención de Derechos del Niño. En el citado documento, se referencia la necesidad de intervención ante cualquier situación que pueda perjudicar el desarrollo integral del niño o de la niña. Esto que puede ser interpretado como intervencionista, a nuestro juicio tiene una óptica protectora, esto es, una pretendida defensa de derechos humanos, aspecto que se torna clave en nuestra actitud profesional. Por lo tanto, crecer en entornos libres de violencia se configura como un derecho fundamental para todos los seres humanos. Son requerimientos de la CDN (1989) a los estados miembros: 

El adoptar “todas las medidas legislativas, administrativas, sociales y educativas apropiadas para proteger al niño contra toda forma de perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, incluido el abuso sexual, mientras el niño se encuentre bajo la custodia de los padres, de un representante legal o de cualquier otra persona que lo tenga a su cargo.”

Añade este mismo documento que: 

“Esas medidas de protección deberán comprender, según corresponda, procedimientos eficaces para el establecimiento de programas sociales con objeto de proporcionar la asistencia necesaria al niño y a quienes cuidan de él, así como para otras formas de prevención y para la identificación, notificación, remisión a una institución, investigación, tratamiento y observación ulterior de los casos antes descritos de malos tratos al niño y, según corresponda, la intervención judicial.”

Por su parte, el Estado pone a disposición de las familias una serie de recursos para tratar de configurar nuevos contextos de protección y procurar espacios de apoyo y génesis de nuevas formas de vinculación que procuren seguridad y oportunidad a las familias, tratando de promover las competencias parentales necesarias para prevenir, o en su caso, reparar el daño en los niños y niñas víctimas de adversidad temprana por malos tratos infantiles. No siempre es posible y la severidad del daño psiconeurobiológico de las personas afectadas por trauma temprano impide el saludable ejercicio de esta labor. Es aquí donde el estado ha de actuar tratando de reparar el daño ya ocasionado en los niños y las niñas y sus familias, tratando de dotar precisamente de contextos seguros de cuidados, protección y vínculos de apego sano, que pasa por la preservación de la integridad física, psicológica y social de la infancia.

Sin embargo, teniendo en cuenta los términos citados en el párrafo anterior, son extensos caminos en los que se trata de revertir este tipo de situaciones. En ocasiones y según expertos, demasiado dilatados en el tiempo, priorizando la preservación familiar y las nuevas oportunidades de posible reparación frente al momento de desarrollo del niño, que en circunstancias de malos tratos se puede ver detenido y seriamente obstaculizado.

La reciente legislación estatal en materia de protección infantil indica que:

“Las administraciones públicas competentes dotarán a los servicios sociales de atención primaria y especializada de profesionales y equipos de intervención familiar y con la infancia y la adolescencia, especialmente entrenados en la detección precoz, valoración e intervención frente a la violencia ejercida sobre las personas menores de edad…… Los equipos de intervención de los servicios sociales que trabajen en el ámbito de la violencia sobre las personas menores de edad deberán estar constituidos, preferentemente, por profesionales de la educación social, de la psicología y del trabajo social, y cuando sea necesario de la abogacía, especializados en casos de violencia sobre la infancia y la adolescencia”. (Ley Orgánica 8/21, 4 de junio de 2021). 

Ya desde el año 1/1996, en la legislación nacional sobre protección del menor, la preservación familiar viene siendo uno de los criterios principales y, por tanto, un criterio objetivable de cualquier actuación en la materia que nos ocupa. Hace alusión esta ley a que:

“Serán principios rectores de la actuación de los poderes públicos en relación con los menores: a) La supremacía de su interés superior. b) El mantenimiento en su familia de origen, salvo que no sea conveniente para su interés, en cuyo caso se garantizará la adopción de medidas de protección familiar y estable priorizando, en estos supuestos, el acogimiento familiar frente al institucional. c) Su integración familiar y social. d) La prevención y la detección precoz de todas aquellas situaciones que puedan perjudicar su desarrollo persona”.

Los programas de apoyo a familias se rigen por una “finalidad general de garantizar la integración del menor en sus grupos naturales de convivencia, en condiciones básicas suficientes que posibiliten su participación en la vida familiar, económica, social y cultural, y su desarrollo como persona”. (Programa de Intervención Familiar, Consejería de Familia e Igualdad de Oportunidades Junta de Castilla y León, 2000).

Reiteramos que, en muchas ocasiones, este criterio rige intervenciones demasiado prolongadas dentro del entorno familiar, tratando de evitar la separación del niño de su familia. Las sucesivas tentativas de la administración por mantener a los niños y niñas en sus hogares, en ocasiones repercute negativamente en el óptimo desarrollo de los niños y niñas, cuyo derecho fundamental pasa por crecer y desarrollarse en entornos libres de violencia y que procuren entornos que admitan el desarrollo de sus potencialidades a nivel, físico, psicológico y social. 

Sin embargo, queremos reseñar aspectos estructurales y/o culturales que en nuestra legislación, si analizamos el concepto de “riesgo”, podemos observar como aparecen fórmulas que se muestran contradictorias. A saber, se asume como tolerable que la persona menor de edad viva en un contexto que perjudique su desarrollo personal, familiar, social o educativo, en definitiva, su bienestar y sus derechos, siempre que no exceda de un determinado grado no concretado legalmente: 

“Se considerará situación de riesgo aquella en la que, a causa de circunstancias, carencias o conflictos familiares, sociales o educativos, la persona menor de edad se vea perjudicada en su desarrollo personal, familiar, social o educativo, en su bienestar o en sus derechos de forma que, sin alcanzar la entidad, intensidad o persistencia que fundamentarían su declaración de situación de desamparo y la asunción de la tutela por ministerio de la ley, sea precisa la intervención de la administración pública competente, para eliminar, reducir o compensar las dificultades o inadaptación que le afectan y evitar su desamparo y exclusión social, sin tener que ser separado de su entorno familiar” (Artículo 17. Actuaciones en situaciones de riesgo. Ley Orgánica 1/1996, de 15 de enero, de Protección Jurídica del Menor, de modificación parcial del Código Civil y de la Ley de Enjuiciamiento Civil. Jefatura del Estado).



Hoy en día, mantener este concepto distorsiona o se aleja del aporte científico que a lo largo de los últimos años ha ido informando de aspectos tan sustanciales como aquellos referidos a la neurociencia. Así, esta disciplina demuestra y alerta de la importancia de que los niños y niñas dispongan de un ambiente familiar protector, especialmente en sus primeros años de vida, cuando se producen infinidad de cambios en el neurodesarrollo, cuyos efectos pueden mantenerse a lo largo de toda la vida de la persona.

La ciencia reseña aportes tan sustanciales a este respecto como los que hacen hincapié en señalar que el bebé nace con un sistema nervioso por hacer; pero con un dispositivo básico cuya finalidad es vincularse al adulto encargado de cuidarlo, y aprovechar la interacción con él para ir integrando su funcionamiento, de modo que todos sus componentes participen cuando conviene, según las demandas del entorno, regulando el ánimo, la conducta y la actividad de los sistemas corporales de un modo que garantice una buena adaptación y un estado saludable (Siegel, 2007). El desarrollo de las redes neurales que constituirán un sistema nervioso sano depende mucho más de las relaciones interpersonales (Sanes & Jessel, 2013; Opendak et al., 2017) que de cualquier otra influencia ambiental. Cuando las interacciones con los demás proporcionan experiencias de seguridad y unos estados emocionales regulados, las redes neurales van adquiriendo un funcionamiento integrado, en el que cada área y núcleo cerebral contribuye al mantenimiento de un estado físico y psíquico saludable. Por el contrario, cuando los niños y niñas viven experiencias de abandono o negligencia, o bien sufren interacciones marcadas por el abuso emocional, físico o sexual, se producen alteraciones del neurodesarrollo (Teicher et al., 2016) que reducirán las posibilidades de que el sistema nervioso logre un funcionamiento integrado; y esta falta de integración acabará perjudicando de por vida la salud mental y física de quien los ha sufrido. Numerosas investigaciones indican claramente que las experiencias de maltrato en la infancia perjudican gravemente la salud, incluso durante la vida adulta (Lanius, et al., 2010), aumentando la probabilidad de sufrir problemas tan graves como obesidad, diabetes, enfermedades autoinmunes o incluso demencia temprana (Walsh et al., 2019). El maltrato en la infancia es también un factor patógeno de primer orden en el origen de trastornos mentales (Kisely, et al., 2018), entre los que destacan por su prevalencia y gravedad la depresión (Lippard, et al., 2020) o la esquizofrenia (Cutajar, et al 2010).

El último libro de Rafael Benito explica cómo
el cerebro infantil para moldearse sanamente necesita del cerebro 
de adultos competentes en los cuidados.


Las consecuencias del maltrato son mayores cuanto más temprano es este. Pasar el primer año de vida en un lugar en el que se sufre maltrato o negligencia puede empeorar la salud de los niños a lo largo de toda su vida (Rutter, et al., 2010). Protegerlos del maltrato y hacerlo lo antes posible es tan importante que su esperanza de vida puede depender de ello. Una investigación reciente (Segal, et al., 2021) indica que la mortalidad entre los 16 y los 33 años aumenta mucho cuando se ha sufrido maltrato; sobre todo si las medidas de protección, como puede ser la retirada de la custodia, se demoran más allá de los 3 años de edad. El efecto de la protección precoz era tan notable que, para quienes eran protegidos antes de cumplir 3 años, la mortalidad era cuatro veces menor. (Maselko et al., 2011)

La neurociencia actual ha descubierto y demostrado que un nivel de afecto temprano es clave para un desarrollo futuro sano, reduciendo el riesgo de desarrollar patologías mentales (Maselko y otros, 2011; Gerhardt, 2016) Con lo cual, tenemos que cambiar la mentalidad y considerar a la afectividad y a la seguridad como una necesidad imprescindible que estimula el crecimiento del cerebro y la conectividad de las neuronas. Del mismo modo que todos entendemos que una buena alimentación es clave para que los niños crezcan y se desarrollen físicamente de una manera adecuada, la afectividad y la seguridad es el alimento que el cerebro también precisa para una óptima configuración, además de ser necesario desde el punto de vista psicológico y de la salud, entendida esta desde una concepción basada en el bienestar integral del ser humano.

Volviendo de nuevo a los aspectos legales, consideramos que el concepto de riesgo es contradictorio con el principio del interés superior del menor que tanto la normativa estatal como internacional afirman que debe regir en todo momento la intervención de las administraciones y de los estados y advierten de los efectos perniciosos del uso inadecuado de este concepto. 

“34. La flexibilidad del concepto de interés superior del niño permite su adaptación a la situación de cada niño y la evolución de los conocimientos en materia de desarrollo infantil. Sin embargo, también puede dejar margen para la manipulación: el concepto de interés superior del niño ha sido utilizado abusivamente por gobiernos y otras autoridades estatales para justificar políticas racistas, por ejemplo; por los padres para defender sus propios intereses en las disputas por la custodia; y por profesionales a los que no se podía pedir que se tomaran la molestia y desdeñaban la evaluación del interés superior del niño por irrelevante o carente de importancia.”. Observación general nº 14 (2013) sobre el derecho del niño a que su interés superior sea una consideración primordial (artículo 3, párrafo 1, pág. 1º)*(convención sobre los derechos del niño).

Por otro lado, queremos reflejar que el paradigma de los buenos tratos (que debiera estar en la base de todas las acciones humanas, pero que cobra especial relevancia en lo relativo la protección infantil), avalado por la investigación científica en neurociencia, postula que estos «aseguran el buen desarrollo y el bienestar infantil y son la base del equilibrio mental de los futuros adultos y, por tanto, de toda la sociedad» (Barudy y Dantagnan, 2005). Esto debe de presidir toda actuación que se haga con los niños y las niñas. Persigue el bien superior del menor, que es el derecho a tener un vínculo sano y seguro (Hernán, 2021). Usualmente, esto lo proporcionan los padres biológicos, pero, en ocasiones, debido a múltiples causas, estos no pueden proporcionar a sus crías la satisfacción de sus necesidades ni garantizar los cuidados y el mantenimiento de un vínculo de apego de calidad, que les otorgue una experiencia prolongada de seguridad, fundamental para el adecuado desarrollo futuro de la personalidad. En otras palabras, la consanguinidad no otorga la competencia de cuidar.

Portada del libro de Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan
donde se desarrolla el paradigma de los buenos tratos


Cuando los padres son competentes y en consecuencia mantienen unas relaciones positivas con sus hijos, logrando una dinámica familiar afectiva y cohesiva entre todos los miembros de la familia, con capacidad para la empatía, para expresar las emociones, resolver los problemas y participando de los recursos y redes comunitarias, es posible un desarrollo psicomotor, cognitivo, afectivo y relacional saludable de los niños y niñas y una personalidad capaz de responder con empatía, mentalización (Fonagy et al., 2002) solidaridad y altruismo a los desafíos de la existencia infantil y más tarde de la adulta. (Barudy y Dantagnan, 2005) 

A su vez, cabe señalar que se hacen necesarios cambios en los modelos de evaluación del daño en los niños y las niñas víctimas de adversidad temprana. De hecho, la evaluación a la que alude el autor basándose en criterios de tipos de maltrato es obsoleta. La ciencia psicológica y médica han ido señalando que, la mayoría de los niños que han estado expuestos a un tipo de adversidad también han experimentado muchas otras (Green et al., 2010 ; McLaughlin et al., 2012). Por lo tanto, es importante profundizar en el enfoque de riesgo acumulativo, que se centra en la cantidad de experiencias adversas distintas (incluyendo la diversidad de experiencias maltratatantes), pero también que se acumulan en el tiempo en lugar de la gravedad o el tipo de adversidad (Evans et al., 2013). Es necesario recapacitar acerca de los modos de evaluación de la adversidad temprana confiriendo un mayor peso al enfoque de Riesgo Acumulativo en detrimento de la intensidad de un daño causado (o al menos contemplar ambas perspectivas). 

Un último aspecto para reflexionar de corte cultural y estructural pone en auge la visión adultista que prima en las sociedades actuales. Esta corriente antepone los derechos de los adultos sobre los de la infancia. El autor del libro señala que las intervenciones protectoras del Estado vulneran los derechos de los padres y las madres, obviando el derecho de los niños y de las niñas a un desarrollo saludable y pleno. Nuestra sociedad sigue siendo garantista con los adultos y las administraciones competentes en protección a la infancia son supervisadas por el poder judicial a través de diferentes medios. Todavía estamos muy lejos de poder decir que en nuestras intervenciones prima el interés superior del menor; se requieren cambios importantes en la comprensión y sensibilización sobre la gravedad de los perniciosos efectos del maltrato a los niños y niñas en su desarrollo a lo largo de toda la vida. Lamentablemente el sistema de protección aún está muy alejado de disciplinas como la psicología especializada en los efectos del maltrato en la infancia  y la neurobiología interpersonal, entre otros. Como sociedad debemos tomar conciencia de que la mejor política de promoción de la salud física y mental que puede hacer cualquier Estado es invertir en el bienestar de sus miembros más vulnerables, entre los que, sin duda, se encuentran los niños, niñas y adolescentes. Se hace necesaria la consideración del maltrato infantil como un problema de salud pública, que responsabilice a los poderes públicos sobre la salud mental y física de los niños y de las niñas y procure contextos de comunidades saludables, dinámicas y con oportunidades.

Los avances sociales, culturales, legislativos y políticos han de ahondar en la protección infantil. Siguiendo la estela de importantes avances que ya han ido tomando auge en la igualdad de derechos de las personas, por ejemplo, resuena a tiempos pasados y privativos de libertad el considerar que las intervenciones dirigidas a proteger a mujeres violentadas por parejas supondrían una vulneración de los derechos de sus agresores al “quitarles a sus mujeres”. Sin embargo, todavía hoy, no son pocos quienes afirman que “un bofetón a tiempo a un niño o niña es lo mejor”, y quienes consideran, entre los que parece encontrarse el autor del citado libro, que las intervenciones protectoras de las administraciones públicas y el juzgado vulneran los derechos de los progenitores, ya que “se les quitan a sus hijos e hijas” como si de objetos o posesiones de los adultos se tratasen.

Niños y Niñas libres


Las madres y los padres no son propietarios de sus hijos, más bien adquieren con ellos la responsabilidad de cuidarlos y protegerlos durante largos periodos de tiempo: ser padre o madre no es un derecho; crecer en un entorno familiar protector y libre de violencia, sí lo es. Pero ¿por qué se mantienen y refuerzan estos mitos? Se nos ocurren algunas explicaciones, como la idea a resaltar es que en nuestra sociedad perdura una banalización de la importancia de la violencia hacia la infancia. Estas conductas son reconocidamente intolerables cuando se trata de adultos, y especialmente de adultos más vulnerables; sin embargo, parecen ser toleradas y justificadas cuando se trata de niños y niñas. 

También cabe reseñar el hecho de que, en nuestra experiencia de más de un cuarto de siglo de trabajo con personas menores de edad que han sufrido maltrato y desprotección muy severa, son muy escasos los progenitores que han ingresado en prisión como consecuencia del maltrato ejercido sobres sus hijas e hijos y, en la gran mayoría de los casos, han mantenido un derecho de visitas a sus hijos a los que violentaron profunda e intensamente, en ocasiones en contra de la visión profesional que ha aconsejado preservar a los niños y a las niñas de la exposición a padres con prácticas maltratantes. 

Persistir la idea de que el efecto de la violencia en los niños y las niñas es pasajero y de que cuanto más pequeños sean los niños, antes olvidarán lo ocurrido en sus experiencias tempranas, contradice a la ciencia, como se ha comentado anteriormente, que no solo desmiente estas afirmaciones, sino que nos muestra que cuanto más pequeños son mayor es la gravedad de los efectos de la violencia y su necesidad de protección. 

La experiencia temprana de adversidad está en la base de muchos problemas sociales y de salud, esto requiere de una especial y proyectiva atención con el fin de mejorar la calidad de vida de las personas, no banalicemos, profundicemos con el rigor que requiere el deber protector de toda la sociedad con su infancia.

Referencias bibliográficas 

Barudy, J. y Dantagnan, M. (2005). Los buenos tratos a la infancia. Parentalidad, apego y resiliencia. Barcelona: Gedisa.

Cutajar, M. C., Mullen, P. E., Ogloff, J. R., Thomas, S. D., Wells, D. L., & Spataro, J. (2010). Schizophrenia and other psychotic disorders in a cohort of sexually abused children. Archives of general psychiatry, 67(11), 1114-1119.

Evans, G. W., Li, D., y Whipple, S. S. (2013). Cumulative risk and child development. Psychological Bulletin, 139(6), 1342. https://doi.org/10.1037/a0031808 

Fernández, H. (19 de abril de 2021). El derecho a los buenos vínculos y los derechos de los buenos vínculos. Blog Buenos tratos. http://www.buenostratos.com/2021/04/el-derecho-los-buenos-vinculos-y-los.html  

Fonagy, P. Gergely., Jurist, E., Target, M. (2002). Affect regulation, mentalization, and the development of the self. NY: Other Press.

Gerhardt, S. (2016). El amor maternal. La influencia del afecto en el cerebro y emociones del bebé. Barcelona: Editorial Eleftheria.

Green, J. G., McLaughlin, K. A., Berglund, P. A., Gruber, M. J., Sampson, N. A., Zaslavsky, A. M., y Kessler, R. C. (2010). Childhood adversities and adult psychiatric disorders in the national comorbidity survey replication I: associations with first onset of DSM-IV disorders. Archives of General Psychiatry, 67(2), 113- 123. https://doi.org/10.1001/archgenpsychiatry.2009.186

Kisely, S., Abajobir, A. A., Mills, R., Strathearn, L., Clavarino, A., & Najman, J. M. (2018). Child maltreatment and mental health problems in adulthood: birth cohort study. The British Journal of Psychiatry, 213(6), 698-703.

Lanius, R. A., Vermetten, E., & Pain, C. (2010). The impact of early life trauma on health and disease: The hidden epidemic. Cambridge University Press.

Lippard, E. T., & Nemeroff, C. B. (2020). The devastating clinical consequences of child abuse and neglect: increased disease vulnerability and poor treatment response in mood disorders. American journal of psychiatry, 177(1), 20-36.

Maselko, J., Kubzansky, L., Lipsitt, L., & Buka, S. L. (2010). Mother's affection at 8 months predicts emotional distress in adulthood. Journal of Epidemiology & Community Health.

McLaughlin, K. A., Green, J. G., Gruber, M. J., Sampson, N. A., Zaslavsky, A. M., y Kessler, R. C. (2012). Childhood adversities and first onset of psychiatric disorders in a national sample of US adolescents. Archives of General Psychiatry, 69(11), 1151-1160. https://doi.org/10.1001/archgenpsychiatry.2011.2277

Opendak, M., Gould, E., & Sullivan, R. (2017). Early life adversity during the infant sensitive period for attachment: Programming of behavioral neurobiology of threat processing and social behavior. Developmental cognitive neuroscience, 25, 145-159.

Rutter, M., Sonuga-Barke, E., & Castle, J. (2010). I. Investigating the impact of early institutional deprivation on development: Background and research strategy of the English and Romanian Adoptees (ERA) study. Monographs of the Society for Research in Child Development, 75(1), 1.

Sanes, J. R. (2013). Experience and the refinement of Synaptic Connections. En: E. Kandel, JH Schwartz, TM Jessell, SA Siegelbaum, AJ Hudspeth. Principles of Neural Science.

Segal, L., Armfield, J. M., Gnanamanickam, E. S., Preen, D. B., Brown, D. S., Doidge, J., & Nguyen, H. (2021). Child maltreatment and mortality in young adults. Pediatrics, 147(1).

Siegel, D. J. (2007). La mente en desarrollo. Bilbao: Desclée de Brouwer.

Teicher, M. H., Samson, J. A., Anderson, C. M., & Ohashi, K. (2016). The effects of childhood maltreatment on brain structure, function and connectivity. Nature reviews neuroscience, 17(10), 652-666.

Van den Dries, L., Juffer, F., Van IJzendoorn, M. H., & Bakermans-Kranenburg, M. J. (2009). Fostering security? A meta-analysis of attachment in adopted children. Children and youth services review, 31(3), 410-421.

Walsh, E., Blake, Y., Donati, A., Stoop, R., & Von Gunten, A. (2019). Early secure attachment as a protective factor against later cognitive decline and dementia. Frontiers in Aging Neuroscience, 11, 161.

lunes, 7 de diciembre de 2020

Una nueva vida florece: historia resiliente de mi adopción

Una nueva vida florece

Historia resiliente de mi adopción





PRESENTACIÓN

Este original libro es el relato descarnado de una joven que sufrió un trauma temprano antes de ser adoptada. Ella narra el florecer de una nueva vida: del sufrimiento a la belleza del crecimiento postraumático. 

Lo hace gracias a los puntos de apoyo que le ofrecen su madre y tres profesionales que han acompañado a madre e hija en su camino de transformación. El trabajo con el grupo de familias adoptivas al que pertenece la madre, la traumaterapia que ambas reciben y el tratamiento psiquiátrico desde un enfoque relacional, contado por los profesionales, arropan la narrativa de Janire, la protagonista. 


Los adolescentes encontrarán un bello relato de superación, las familias el realismo de la esperanza y los profesionales un trabajo clínico sobre trauma, narrativa y traumaterapia. Las cicatrices del alma siguen ahí, pero ella ha logrado la alegría de vivir.

Existen muchos libros profesionales y académicos que explican científicamente el trauma. Pero, a menudo, no se da voz a las víctimas de experiencias tan duras como los malos tratos en la infancia, una etapa de la vida crucial porque se asientan las bases de un cerebro sano y una personalidad adulta equilibrada. Este libro da voz a una joven, Janire, que cuenta el florecer de una nueva vida, a pesar de provenir de una situación donde estaba muerta psíquicamente, como bien expresa Boris Cyrulnik, psiquiatra y padre de la resiliencia. Un relato con toda su crudeza, pero a la vez con todo el poder resiliente. Transmite, llegando a la piel, que es posible reconstruirse de los traumas tempranos gracias a puntos de apoyo y un trabajo profesional mantenido en el tiempo, con paciencia y perseverancia. 

A la vez, el libro contiene cómo ha sido el trabajo de los profesionales que han acompañado a la madre y a la joven. Desde el modelo de la traumaterapia sistémica de los autores Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan, dos psicólogos cuentan cómo la han aplicado desde el grupo de familias adoptivas del que Miren, la madre, forma parte; y desde la consulta privada o sala de psicoterapia (sala de valientes) Finalmente, una psiquiatra desarrolla, a su vez, cómo debe ser el acompañamiento médico de jóvenes como Janire y las claves principales de la adherencia al tratamiento, desmontando falsos mitos sobre la medicación psiquiátrica. 

Hemos pensado publicar este libro para:

- Dar voz a los supervivientes del trauma complejo y demostrar que la resiliencia es posible, si se ofrece un entorno afectivo y solidario.

- Ofrecer un trabajo original combinando el relato de reconstrucción resiliente de una joven con la mirada de tres profesionales de la psicología y la psiquiatría.

- Visibilizar el sufrimiento, cuyas heridas muchas veces son invisibles, de las personas que han sido víctimas de malos tratos en su infancia y la afectación que estos pueden causar en la persona, desde cuatro miradas: la propia protagonista y tres profesionales (dos psicólogas y una psiquiatra), subrayando la necesidad de un trabajo multidisciplinar y largo en el tiempo (8 años), donde no existen las soluciones mágicas.

- Concienciar de la necesidad de prevenir los malos tratos en la infancia y promover, implicando a todo el tejido social, políticas de buenos tratos, pues estos son una cuestión de salud pública.

El hecho de que la propia joven conectase con la necesidad de escribir su historia (lo hizo durante el confinamiento, en marzo, por la emergencia mundial causada ante la pandemia por el virus COVID-19) y entregara a su psicólogo el relato, fue el detonante del proyecto. Al leerlo, este quedó fascinado y sintió que aquello era la narrativa no sólo de los esfuerzos -no exentos de gran sufrimiento- de su paciente por adaptarse a su nueva vida cuando fue adoptada, y las dificultades por las que ha tenido que atravesar (emocionales, académicas, sociales y de salud mental), sino una historia de resiliencia; pues en ella se ha producido una transformación que le ha permitido sentir la alegría de vivir, a pesar de lo ocurrido (Janire expresa este sentimiento de transformación vivido por ella al elegir en el título la palabra florecer) Por eso, el psicólogo pensó que el relato merecía ser honrado y dado a conocer para que pudiese beneficiar a muchas personas. La psicóloga del grupo de familias adoptivas y otros profesionales consultados opinaron del mismo modo: que la narrativa de su historia es el vivo retrato del trauma complejo y que merecía un libro. Y a partir de aquí los profesionales que acompañamos a ambas, madre e hija, en su trabajo personal, pensamos que debíamos de arropar su relato y contar también nuestra experiencia de trabajo multidisciplinar con ellas, tanto grupal como individual.

Este libro no solo interesará y gustará a jóvenes, familias y profesionales de la adopción y el acogimiento familiar, sino a toda persona que haya sufrido malos tratos en su infancia, y a todos los profesionales que trabajen con niños y adolescentes víctimas de malos tratos (profesores, tutores escolares, orientadores, pedagogos, psicólogos, educadores sociales, trabajadores sociales, psicopedagogos, pediatras, médicos de familia, integradores sociales, psiquiatras, neurólogos, abogados, jueces…) Y a todos los interesados por las historias de vida y superación.

Portada del libro

El equipo que impulsa el proyecto está formado por:

El equipo de escritores cuenta con una dilatada experiencia en el ámbito de la protección a la infancia (adopción, acogimiento, familiar, acogimiento residencial e infancia maltratada en general) Son profesionales con más de 25 años de experiencia en el ámbito, tanto en empresas del ámbito de la integración psicosocial como en el ámbito de la salud mental trabajando en consulta privada. 

Carmen Ortiz de Zárate Aguirresarobe, psiquiatra infantil con 25 años de experiencia en el tratamiento de niños con diferentes patologías y participando en numerosas ocasiones en la terapia  multidisciplinar de menores adoptados.

Cristina Herce Sellán, psicóloga, traumaterapeuta sistémica, ha desarrollado su carrera profesional durante 25 años en el ámbito profesional del acogimiento familiar a través de la empresa Lauka (que gestiona desde hace 25 años para la Diputación Foral de Gipuzkoa, el programa técnico de acompañamiento a las familias acogedoras). También ha trabajado en la selección y formación de familias adoptivas y conduce un grupo de familias adoptivas desde el año 2004 para la Asociación de Familias Adoptivas de Gipuzkoa – Ume Alaia.

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo especialista en psicología clínica, traumaterapeuta sistémico, ha desarrollado su carrera profesional durante 25 años dedicado al tratamiento psicológico de personas menores de edad. Desde 1999, su ámbito de interés profesional lo han constituido los niños y adolescentes víctimas de malos tratos, trabajando hasta el año 2018, para la Diputación Foral de Gipuzkoa. Ha trabajado desde el año 2006 aplicando la traumaterapia sistémica a niños y adolescentes adoptados desde su consulta privada. Ha publicado varios libros sobre la adopción y el acogimiento familiar. Y en el año 2019 promovió un libro solidario a través de la plataforma Goteo titulado “AcogiéndoTE – Diario de un comienzo”, en el que se da la palabra para que jóvenes de los centros de medidas judiciales y acogimiento residencial puedan contar sus experiencias en los centros. 

lunes, 22 de junio de 2020

Maltrato infantil: periodos de exposición sensible e importancia del tipo y duración del abuso, por Martin Teicher.



Diploma de postgrado en 

Traumaterapia Sistémica Infanto-juvenil

 

13ª Promoción Apega 13 Barcelona 2020-2022

7ª Promoción Apega 7 Donostia 2020-2022

2ª Promoción Apega 2 Madrid 2020-2022

7ª Promoción Apega 7 Chile 2020-2022

 

Abierto el plazo de pre-inscripción:

http://www.traumaterapiayresiliencia.com


 


Texto elaborado por Rafael Benito a partir de la conferencia impartida por el profesor Martin Teicher el 5 de Octubre del 2019 en las IV Conversaciones sobre apego y resiliencia celebradas en San Sebastián.

Martin Teicher, psiquiatra, profesor de 
la Universidad de Harvard.

Fiel a su palabra, Rafael Benito ha dedicado su tiempo libre a traducir y elaborar la conferencia que el profesor Martin Teicher pronunció en San Sebastián el día 5 de octubre de 2019. Le agradezco de corazón en nombre de todos y todas el gran trabajo que ha realizado para que nos podamos beneficiar de este conocimiento especializado en neurobiología. 

En la segunda conferencia de las IV Conversaciones sobre apego y resiliencia, celebradas en San Sebastián en Octubre del 2020, el profesor Teicher expuso la gran importancia que tiene la edad en la que se produce el abuso y el tipo de maltrato (negligencia, abuso emocional, abuso físico, abuso sexual), cuando valoramos las consecuencias que la adversidad temprana tiene para el neurodesarrollo. Al incidir en un sistema nervioso en evolución, el impacto del maltrato es más grave, extenso y duradero que el de los acontecimientos vitales que afectan al cerebro del adulto, ya desarrollado. Además, como el cerebro se desarrolla por fases, el daño traumático afectará de manera diferente a las distintas capacidades mentales según el momento en que se produzca; porque dañará más a las áreas del cerebro que estén creciendo de un modo más activo en esa época. 

Ilustración 1. La proliferación neuronal durante los primeros años
de vida se extiende hasta los dos años. Posteriormente se irá produciendo
una poda que reduce el número de conexiones
aumentando notablemente su eficiencia.
El desarrollo de los núcleos y áreas cerebrales y los circuitos que los conectan se efectúa a través de procesos de proliferación y poda (ilustración 1). Durante los primeros, las neuronas desarrollan numerosas prolongaciones que buscan contactar, lo que vuelve las redes cerebrales enormemente frondosas; en los períodos de poda, estas ramificaciones y conexiones reducen su número, pero aumentan su calidad y eficiencia. Las experiencias moldean el desarrollo cerebral promoviendo neurogénesis y proliferación; pero sobre todo, seleccionando las conexiones que van a preservarse y las que van a desaparecer. Teniendo en cuenta que los diversos núcleos y áreas del cerebro se van desarrollando de modo fásico, en distintas etapas, su sensibilidad a las influencias del ambiente va a ser máxima en los períodos de proliferación y poda más activos. Esto hace que podamos distinguir periodos sensibles, en los que esas áreas y núcleos están desarrollándose, por lo que se van a ver muy influidos por las circunstancias; y periodos críticos, en los que la influencia del ambiente no solo es importante, sino crucial para el desarrollo de esas zonas; hasta el punto de que, si no reciben la estimulación adecuada, puede haber capacidades que no lleguen a desarrollarse

Como ya vimos en la primera conferencia, el estudio ACE (Dube, Felitti, Dong, Giles, & Anda, 2003) nos ha mostrado que la cantidad de acontecimientos adversos en la infancia correlaciona con las probabilidades de padecer depresión, de hacer intentos de suicidio y de caer en la dependencia de drogas por vía intravenosa. Otros estudios demuestran asimismo que la adversidad temprana aumenta el riesgo de padecer trastornos de ansiedad, trastornos psiquiátricos infantiles (Green et al., 2010); también se sabe que aumenta las probabilidades de caer en el abuso de drogas, de tener una dependencia del alcohol y de consumir drogas por vía intravenosa. (Dube, Felitti, Dong, Chapman, et al., 2003)

El uso de psicofármacos también es mayor en quienes han vivido experiencias de maltrato en la infancia. Cuando la puntuación ACE es mayor o igual a 5, la probabilidad de consumir ansiolíticos se multiplica por 2; de antidepresivos por 3, antipsicóticos por 10 y estabilizadores del humor por 17.

La adversidad temprana va a perjudicar la salud física y psíquica desde la concepción hasta el fin de la vida, por la alteración que produce en el neurodesarrollo (Ilustración 2). El daño que esto va a producir en el sistema nervioso desencadenará alteraciones conductuales, afectivas y cognitivas que predisponen a la adopción de comportamientos de riesgo para la salud (consumo de drogas, promiscuidad sexual) que aumentarán la morbilidad y mortalidad de las personas, acortando su vida. Además, va a perjudicar al sistema inmunitario haciéndolo más propenso a respuestas inflamatorias. Esta facilidad para la inflamación se ha relacionado con enfermedades autoinmunes y con otros problemas de salud como la obesidad y la depresión. 

Ilustración 2. El maltrato produce una serie de reacciones en 
cadena que acaban afectando a la salud física y 
psicológica de la persona a lo largo de la vida.


El profesor Teicher abordó las siguientes cuestiones en su segunda conferencia:

1. ¿Qué estructuras cerebrales se ven afectadas por el maltrato?
2. ¿Importa el tipo de maltrato, o actúan todos como estresores inespecíficos?
3. ¿Importa también el momento en el que se produce el abuso?

Importancia del momento en el que se produce el maltrato

El profesor Teicher nos muestra que las consecuencias del maltrato infantil para la salud psíquica de los adultos que lo han sufrido varían en función del sexo y la edad en la que se produjo.

Para investigar estos problemas, el profesor Teicher y su equipo han desarrollado la escala MACE  (Maltreatment and Abuse Chronology of Exposure Scale) (Teicher & Parigger, 2015). Es una escala válida y fiable para estudiar las diferencias en la afectación producida por distintas formas de maltrato en diversos momentos del neurodesarrollo; con una puntuación que indica el número de adversidades sufridas (MACE multi); y otra que indica la severidad global de la exposición (MACE sum).

En su estudio de una población de jóvenes de entre 18 y 25 años descubren que entre chicos y chicas no hay grandes diferencias en el tipo de maltrato sufrido y su cronología, salvo:

Las chicas sufren más frecuentemente abuso verbal parental entre los 10 y los 15 años.
Los chicos sufren con más frecuencia acoso escolar entre los 6 y los 18 años, con una frecuencia máxima entre los 9 y los 16.
El abuso sexual es mucho más frecuente en las chicas desde los 11 años en adelante.
Los varones han visto más violencia entre los padres de los 7 a los 12 años.
Las chicas ven más violencia hacia sus hermanos de los 9 a los 16 años.

Hay determinados problemas en los que parece más importante la severidad global del maltrato, y la cantidad de formas en las que el niño/a es maltratado/a; como es el caso de los síntomas disociativos y de la irritabilidad del sistema límbico; sin embargo, en otros trastornos, el estudio realizado con este instrumento nos muestra que la predisposición a ciertos problemas psiquiátricos varía en función del tipo de maltrato y el patrón cronológico en el que se produce. En chicas, por ejemplo, la depresión mayor se asocia sobre todo a abuso emocional por los iguales y a negligencia emocional parental, máxime cuando se produce tras la pubertad y a lo largo de toda la adolescencia. En chicos, la depresión mayor se asocia a abuso y negligencia emocionales, siendo especialmente sensible el periodo que va de los 11 a los 16 años. Parece que los síntomas actuales de depresión o ansiedad se asocian a exposición a maltrato en la pubertad y los primeros años de la adolescencia. 

La ideación suicida se asocia a abuso emocional por los iguales entre los 10 y los 15 años, el abuso sexual en torno a los 15 años, el abuso verbal entre iguales alrededor de los 5 años, y el abuso emocional no verbal entre los 13 y los 15 años.

También parece que diferentes tipos de abuso en distintas edades predisponen de manera preferente a la adicción a ciertos tipos de droga.

Estructuras cerebrales afectadas por el maltrato

Las investigaciones indican que el maltrato en la infancia perjudica el neurodesarrollo, alterando el volumen y la actividad de distintas áreas y núcleos cerebrales. Como cada estructura tiene su propia fase de desarrollo, hay un periodo de la vida en el que va a ser máximamente sensible a la influencia de las circunstancias ambientales y, sobre todo, de las relaciones interpersonales.  

En su conferencia, el profesor Teicher hizo una revisión del modo como se ven afectadas alguna de estas estructuras, en función del tipo de maltrato y la edad a la que se produce.

Amígdala

Entre los núcleos más afectados por los malos tratos está la amígdala, situada en el interior del cerebro, con un tamaño y forma parecidos a los de una almendra (de ahí su nombre) (ilustración 3) 

Ilustración 3. La amígdala y el hipocampo, dos 
áreas fundamentales en el funcionamiento
del sistema límbico.

La amígdala se activa cuando experimentamos sensaciones de miedo, de terror o de pánico; aunque no sólo, ya que se ocupa del aprendizaje condicionado en general. A través de esta forma de aprendizaje, nuestra mente va asociando situaciones de importancia emocional con datos del entorno no directamente relacionados con la emoción que provocan. Por ejemplo, si asociamos el sonido de una campana al dolor producido por una descarga eléctrica y repetimos suficientes veces la asociación, la amígdala va a acoplar el sonido de la campana a la sensación dolorosa; de modo que el mero sonido generará un estado fisiológico que anticipará esa experiencia y desencadenará un comportamiento destinado a evitarla. De ahí que la actividad de la amígdala tenga tanta importancia en la respuesta a las amenazas y en la reacción de miedo porque, si la amígdala se activa lo suficiente por estímulos que indican amenaza o peligro, puede tomar el control de todo el cerebro desencadenando una respuesta inmediata de lucha o huida.

Los estudios sobre la influencia del maltrato en el volumen de la amígdala llegan a conclusiones diversas; y parece que el tipo de maltrato sufrido contribuye a esta disparidad en los datos. El profesor Teicher expuso en su conferencia un estudio que demuestra que adultos con trastorno límite de personalidad o trastorno disociativo de la identidad (también conocido como trastorno de personalidad múltiple) que han sufrido ABUSO sexual o maltrato físico tienen una amígdala de menor volumen; mientras que es más frecuente encontrar un aumento del volumen cuando los antecedentes no son de abuso, sino de negligencia o ABANDONO, como ocurre por ejemplo en niños/as con madres crónicamente deprimidas y en niños negligidos procedentes de instituciones.

Esto ha hecho pensar que quizá las diferencias en la evolución de este núcleo cerebral tienen que ver con el tipo de maltrato y con la edad; lo que parece confirmarse a través de los estudios de Karlen Lyons-Ruth. Esta investigadora halla diferencias en el desarrollo de ambas amígdalas en función del tipo de maltrato (abuso o abandono) y la edad a la que se produce (Pechtel, Lyons-Ruth, Anderson, & Teicher, 2014).  La amígdala derecha se vería afectada sobre todo por el abuso en los años previos a la pubertad (10-12 años), como ocurre en muchos casos de acoso escolar; mientras que la amígdala izquierda parece especialmente sensible a la calidad del cuidado en la infancia, particularmente hasta los 18 meses.

Las investigaciones de Jianjun Zhu encuentran también diferencias en el volumen amigdalar en función de la edad en la que se produce el maltrato y las características de este (Zhu et al., 2019). El maltrato físico prepuberal parece asociarse a una disminución bilateral de la actividad amigdalar; mientras que el abuso emocional pospuberal por bullying se asocia a un aumento bilateral de dicha actividad.

Combinando los descubrimientos de estos investigadores se ha propuesto la hipótesis de que las modificaciones de la estructura cerebral como consecuencia del maltrato son adaptaciones destinadas a conseguir el funcionamiento cerebral óptimo en determinadas circunstancias. Las distintas trayectorias de la evolución de la amígdala estarían destinadas a conseguir la mejor respuesta posible ante la situación que se nos plantea. Por ejemplo, en la primera infancia, el abuso o el abandono producen cambios en la amígdala destinados a minimizar las respuestas de lucha o huida, ya que en esa época de la vida es vital mantener el vínculo. Los estudios de la Dra. Lyons-Ruth sugieren que, ante una amenaza de abandono, se activa de manera predominante la amígdala izquierda porque desencadena respuestas de aproximación y búsqueda; mientras que la amígdala derecha se activaría más ante el abuso, especialmente en la preadolescencia, desencadenando respuestas de lucha-huida. Los descubrimientos del Dr. Zhu refrendan las mismas conclusiones al hallar que durante la infancia, ante unos padres abusivos, la amígdala infantil reduce su tamaño y su actividad con el fin de no luchar ni huir de ellos, y así mantener el vínculo; por el contrario, cuando el maltrato se produce durante la adolescencia, es más adaptativo que la amígdala crezca y esté más activa para pelear o escapar.

Cuerpo calloso

Ilustración 4. El cuerpo calloso está constituido
por un haz de fibras que comunica
ambos hemisferios.
Varios órganos de nuestro cuerpo están duplicados: tenemos dos pulmones, dos riñones, dos ojos, dos oídos…y también tenemos en nuestro cerebro dos amígdalas, dos hipocampos y dos hemisferios cerebrales. Esas dos mitades de nuestra corteza cerebral son aparentemente iguales, pero en realidad tienen una visión completamente diferente de nosotros mismos y del mundo. El hemisferio derecho tiene un desarrollo más temprano, se ocupa habitualmente de lo novedoso y está más en contacto con nuestras sensaciones corporales y por ende, con nuestras vivencias emocionales. Su hermano, el hemisferio izquierdo, se ocupa de las situaciones conocidas, familiares; es el responsable de las emociones más formales y estereotipadas, y también se ocupa de catalogarlas y nombrarlas; algo que el hemisferio derecho no puede hacer porque no domina el lenguaje como su hermano izquierdo. Podríamos decir que el hemisferio derecho vive las emociones y el izquierdo elabora cuentos que las explican.

Como vemos, no podemos prescindir de ninguno de ellos; y necesitamos que se coordinen de un modo armónico e integrado para aprehender la realidad de un modo completo. Para servir a esa colaboración imprescindible, la naturaleza ha dispuesto un ancho puente de interconexión entre ambos: el cuerpo calloso (ilustración 4).

El cuerpo calloso está constituido por prolongaciones neuronales (axones) que conectan la cortezadeambos hemisferios cerebrales; se divide en varias áreas, cada una de las cuales comunica zonas concretas de ambos hemisferios y se desarrollan en momentos diferentes. Para mejorar la eficiencia y la velocidad en la conducción del impulso nervioso, las prolongaciones que constituyen el cuerpo calloso están recubiertas por una vaina grasa construida por las células gliales, denominada mielina (ilustración 5).  En las fases iniciales del neurodesarrollo, los axones están en su mayoría desprovistos de esta cobertura; y uno de los logros más importantes que debe conseguir el cerebro infantil para convertirse en adulto es precisamente mielinizar sus vías de conexión.

Ilustración 5. Las células de la glía envuelven los axones en una
vaina de mielina para facilitar la conducción del impulso nervioso.

Esta mielinización puede complicarse cuando hay circunstancias adversas como el maltrato, porque el estrés produce cambios hormonales que perjudican la división de células de la glía, esenciales para la mielinización. Y una de las zonas que puede acusar más estos problemas es precisamente el cuerpo calloso; no es extraño que, tal y como expuso el profesor Teicher, la reducción en el desarrollo del cuerpo calloso sea el hallazgo neurobiológico más constantemente replicado en los diversos estudios sobre las consecuencias del maltrato (ilustración 6).

Ilustración 6. El cuerpo calloso es una de las 
estructuras que más sufre como consecuencia del maltrato.

En crías de primate de 2 meses cuidadas en una enfermería hasta cumplir el año, se observa una reducción en el desarrollo del cuerpo calloso cuando se las compara con crías que vivieron en un ambiente social casi normal (Sánchez, Hearn, Do, Rilling, & Herndon, 1998). También en seres humanos, se ha comprobado que la negligencia precoz, el abuso físico y el abuso sexual producen atrofia del cuerpo calloso (Teicher et al., 2004).

Si se compara el desarrollo del cuerpo calloso en niños/as que han sufrido abuso y negligencia, con niños/as que sufren trastornos psiquiátricos y con un grupo de niños/as sanos/as, se observa en los primeros un menor volumen de las zonas centrales de esta área del cerebro  (Teicher et al., 1997)

El tipo de maltrato y la edad a la que ocurre influyen de un modo muy específico en las áreas del cuerpo calloso afectadas. El abuso verbal parental después de la pubertad (entre los 13-16 años) afecta sobre todo a las porciones anteriores y centrales del cuerpo calloso; mientras que si se produce antes de la pubertad (7-10 años), afecta a las regiones posteriores. El abuso físico en torno a los 5-6 años, daña el desarrollo de las zonas anterior y central; y el que se produce en torno a la pubertad y después, afecta sobre todo a las zonas posteriores. El abuso emocional no verbal y el abuso emocional entre iguales es especialmente dañino para todas las áreas del cuerpo calloso cuando se produce entre los 7 y los 10 años.

Hipocampo

Ilustración 7. El hipocampo del cerebro humano
se asemeja mucho a la forma del caballito de mar.
El hipocampo es una estructura cerebral que debe su nombre a su parecido con un caballito de mar, cuyo nombre científico es Hippocampus hippocampus (ilustración 3 y 7). Inicia su desarrollo durante el segundo año tras el nacimiento; y una de sus tareas fundamentales, aunque no la única, es contribuir a la consolidación y recuperación de los recuerdos de datos y hechos. El hipocampo no es la sede de los datos que constituyen nuestra memoria; pero sí es el responsable de evocarlos, solicitando la activación de las áreas cerebrales en las que residen.  Con el tiempo, el hipocampo se va convirtiendo en nuestro Google, el buscador que tiene codificados los recuerdos, y localizará los lugares del cerebro que, al activarse, nos devolverán determinados hechos, imágenes o conceptos.

La enorme sensibilidad de sus neuronas a las concentraciones de cortisol (la hormona del estrés), hace que las circunstancias adversas en la infancia lo dañen de una manera muy especial. Se ha comprobado que el estrés suprime la formación de neuronas en algunas áreas del hipocampo (el giro dentado), y produce remodelación de las prolongaciones neuronales en otra zona de esta región, denominada el cuerno de Ammon. 

Aunque cualquier forma de maltrato perjudica el neurodesarrollo del hipocampo, el trabajo de Carl M. Anderson encuentra diferencias en la magnitud del daño en función del sexo y de la edad en la que se produce el daño (Teicher, Anderson, & Polcari, 2012). El hipocampo de los varones es más sensible a la negligencia sufrida en la época que va desde el nacimiento hasta los 8 años; mientras que el hipocampo de las niñas es más sensible al abuso en el periodo que va de los 9 a los 17 años.

Córtex sensorial

Ilustración 8. El tipo de maltrato
afecta de manera selectiva a distintas zonas
de la corteza cerebral.

Las investigaciones realizadas por el equipo del profesor Teicher indican que el tipo de maltrato va aafectar a áreas del córtex relacionadas con el canal sensorial a través del cual se produce el  abuso (Teicher, Samson, Anderson, & Ohashi, 2016) . Por ejemplo, el maltrato verbal afecta a zonas relacionadas con la percepción del lenguaje; el abuso sexual con las áreas somatosensoriales que se ocupan de las sensaciones genitales, etc. (Ilustración 8). 

Conclusiones

Parece claro que las situaciones de maltrato en la infancia provocan un daño en el neurodesarrollo que afectará a la salud mental y física de los niños y niñas a lo largo de su vida.

Como ocurre con todos los órganos, el daño producido durante el crecimiento tiene unas repercusiones más graves que el ocasionado cuando las estructuras han completado su desarrollo. 

El desarrollo del sistema nervioso se diferencia del de otros órganos y sistemas corporales en dos aspectos. En primer lugar, se produce por fases; lo que implica que las diferentes áreas y circuitos cerebrales (y por tanto las capacidades mentales asociadas a ellos) se desarrollan en periodos distintos. Por ejemplo, las zonas corticales encargadas de la producción del lenguaje no inician su desarrollo hasta dos años después del nacimiento; cuando ya llevan un tiempo creciendo núcleos como la amígdala y otras zonas encargadas del procesamiento perceptivo y el control motor.

En segundo lugar, el crecimiento por fases de estas estructuras se realiza a través de periodos de proliferación, en la que aumenta mucho la cantidad de conexiones; y periodos de poda, en la que estas conexiones se refinan a través del efecto que tienen las experiencias sobre la actividad cerebral.

Esto hace que hablemos de periodos sensibles y críticos; momentos en los que ciertas áreas del cerebro están atravesando por periodos de proliferación y poda que incrementan enormemente la influencia de las circunstancias ambientales. Es en esos periodos cuando el maltrato y otras circunstancias adversas pueden hacer el máximo daño; en consecuencia, el maltrato infantil va a tener diferentes repercusiones según la edad en la que se sufra.

En su conferencia, el profesor Teicher expuso el resultado de investigaciones que lo demuestran. Tanto la amígdala como el cuerpo calloso tienen periodos en los que son máximamente sensibles a los malos tratos; además, las consecuencias no son las mismas para los niños y las niñas.

En particular, las diferentes evoluciones de la amígdala según la edad y el tipo de maltrato nos hacen pensar que las desviaciones del neurodesarrollo podrían tener un valor adaptativo: en los primeros años de vida, el maltrato daría lugar a unas amígdalas hipoactivas porque conviene evitar la lucha o la huida para preservar el vínculo; mientras que en la pubertad y la adolescencia se produciría más bien un aumento de su volumen para favorecer reacciones de defensa más activas.

El progreso de estas líneas de investigación nos ayudará a entender mejor las trayectorias de desarrollo neuropsicológico de los niños y niñas que han sufrido malos tratos; y contribuirán a la creación de programas de prevención y tratamiento más específicos.

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