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lunes, 6 de febrero de 2012

¿Qué características del tutor de resiliencia (padre, madre... adoptivo) ayudan a un joven adoptado a hacer un proceso resiliente? Habla el propio joven.


Esta semana escribo una entrada muy interesante, pues voy a exponer el punto de vista y los sentimientos de un joven de 22 años que lleva en terapia conmigo desde los 17. Es adoptado, con una historia dura por detrás, pero ha conseguido resiliar: se mantiene con un buen funcionamiento e incluso ha conseguido el fenómeno del crecimiento y la transformación tras el trauma mediante el trabajo en un invernadero, el apoyo incondicional de su padre y el tratamiento psicoterapéutico. Todo su dolor, su desarraigo y su carrera destructiva (cuando llegó a mi consulta, su estado psicológico por el consumo de drogas y la dinámica de robos en la que estaba inmerso, añadido a los años de sufrimiento por el abandono, era muy delicado) se metamorfosearon en atenuación del dolor emocional y disfrute, en arraigo a su mundo de plantas y vegetales que él mima y cuida como nadie y construcción (pues está participando en un proyecto de extensión de plantas, flores y vegetales por su provincia) No diré ni su nombre inventado porque desea el anonimato total. Es un ejemplo de que la resiliencia es “la negación a la fatalidad de la desgracia” (Cyrulnik) Es un ejemplo vivo que, afortunadamente, contradice ese determinismo psicológico equivocado que nos ha empujado a creer muchas veces que con las personas no hay nada que hacer y que su camino es hacia el infierno. Este muchacho, como el Ave Fénix, renació de sus cenizas.

Yo me he preguntado muchas veces: ¿Qué es lo que le ha ayudado a salir adelante? ¿Qué aspectos de mi persona como terapeuta le han favorecido? Su relato podría ayudarme y darme un feedback impagable a mí (para tratar de hacerlo con otros jóvenes) y también a vosotros/as (padres, madres adoptivos, acogedores, familias, educadores, profesores…) Así pues, os transcribo lo que me contó cuando le pregunté qué es lo que de mi persona le había ayudado a recuperar un buen desarrollo, un desarrollo resiliente.

Que conste que sin la presencia, apoyo, aguante, paciencia, resistencia, etc. etc. de su padre adoptivo jamás habría conseguido lo que ha conseguido. Tengo muy claro (os lo he comentado varias veces: sin la insustituible labor del padre, madre o referente que acompañe al niño o al joven y le acepte incondicionalmente, no hay proceso resiliente posible. Para hacer una psicoterapia hacen falta, por lo menos, tres patas: el niño o el joven y su motivación; el psicólogo-psicoterapeuta y el referente. De lo contrario, la mesa se cae) que sin esta persona (que forma parte de la manada de gente buena, como dice Jorge Barudy) no habría logrado resiliar. Le dejo la palabra:

“Cuando vienes a la psicoterapia recibes como un shock (me acordé que los niños acogidos o adoptados, cuando llegan a las familias, también es plausible que puedan sentirse no en shock pero sí un tanto desorientados) Eres muy tuyo y compartir con quien no conoces tu intimidad… Pero es muy importante transmitir confianza y tú lo hiciste poniéndote en mi lugar. Pero no de una manera superficial sino comprometiéndote. Por ejemplo, diciendo: ‘si yo estuviera en tu lugar…’ Entonces te dices que si él, terapeuta, lo haría, entonces es un camino. Y escoges un camino y ya no estás tan desorientado. Yo me he sentido muy ayudado.

También destacaría el escuchar. Esto es importantísimo, la gente no sabe escuchar. Nadie te escucha. Cuando eres joven y has sufrido como yo, la tentación es salir por la noche y evadirte. La droga circula por ahí, es muy accesible, en cualquier parte te la dan. Todo el mundo te pone una pastilla delante pero nadie te pone su escucha. Yo a los más jóvenes que yo que les veo colgados, les digo que vayan al psicólogo porque allí al menos, les escucharán.

Otra cosa que me ha ayudado (qué curioso que la hayamos mencionado en este blog muchas veces, es el tema de las dos “p” de Jorge Barudy: paciencia y perseverancia, este joven coincide con nosotros en que esto es muy bueno para él) es la paciencia. No me dejabas ni me echabas aunque yo no viniera y  me animabas por teléfono a que acudiera. Cuando yo no iba a la terapia, tú te podías bajar tranquilamente a tomar un café o fumarte un cigarrito, pero no lo hacías. No era como un paciente más o un número más. Me llamabas y te preocupabas de qué me había podido pasar para no ir a la sesión.

El dar ánimos es muy necesario. Nadie te anima. Cuando estás mal, no tienes ganas de nada y la gente te toma por vago, indisciplinado, pasota o descarado. Pero es que estás mal, joder, y nadie te pregunta cómo estás ni mucho menos te da ánimos. Los profesores (aquí entiendo que no se puede generalizar, es la experiencia de este muchacho, pero sin duda, real) mismos no te animaban nada. Si no hacías los deberes, te castigaban.

Las ganas que tenías de verme avanzar (en esto debemos de pensar también y mucho, este chico da en el clavo: ¿transmitimos a los niños y jóvenes que lo que les pasa es que se sienten mal por lo que han vivido y sufrido pero lo superarán con nuestra ayuda o enseguida pasamos al reproche, la entrada en escalada, la discusión, el cumplimiento obsesivo de la norma…?) era para mí, cada día, un motivo para no rendirme y seguir. Y eso que lo mío era muy complicado. Aguantar las ganas de no meterte era muy duro. Hacía gimnasia, hablaba con los amigos, usaba las técnicas que me enseñabas, estaba con la novia… Tienes un impulso, un ansia, no puedes con ello… Robar también era una manera para mí de descargar esa ansia, pero con trabajo y paciencia y dejándome la piel aprendí a canalizarlo.

En la terapia he aprendido a no ser tan egoísta, pensar en mí y reflexionar sobre mi vida y lo que siento y hago me ha enseñado a ser menos egoísta.

En la terapia descubrí, tuve una experiencia que no pensé que tendría (aprovecho para comentar que la resiliencia no es solo una persona que acompaña, puede ser una experiencia, una actividad, un lugar… que produce el comienzo del "viraje de la existencia" -Cyrulnik- de un individuo): las cajas de arena que hicimos me ayudaron a darme cuenta que mi camino de curación estaba en la naturaleza. Ya sabes que hacía cajas de arena con animales, árboles, plantas… Naturaleza en estado puro. Eso es lo que yo quería. "En la naturaleza y su cuidado estaría mi camino", pensé. Me acuerdo que hablamos que podía ser guarda forestal pero no; ya sabes que un invernadero de plantas y flores me atraía más. Tú lo creas, lo mimas lo ves avanzar día a día... Ves nacer el fruto de tu trabajo. Eso me ayudó un montón, y encontrar una oportunidad como la que mi jefe me dio (otra experiencia resiliente) apostando por mí para trabajar en un sitio de estos, fue vital. Tengo un proyecto de vida.

Este chico ha conseguido una transformación en la que debe de seguir trabajando para seguir siendo resiliente. No es un punto final, sino un proceso a seguir y a hacer día a día. La resiliencia es, efectivamente, esto: un proceso continuo de construcción en el que la persona interactúa con el ambiente.

Espero que os haya ayudado. Creo que de aquí podéis extraer muchas pistas y caminos que nos indican y nos guían por dónde va nuestro trabajo, si queremos ser tutores de resiliencia.

La semana que viene -ya lo estoy terminando- os hablaré de un libro extraordinario: "Manual de resiliencia aplicada", de José Luis Rubio y Gema Puig.

lunes, 13 de junio de 2011

Orientaciones en la educación de los niños adoptados/acogidos (Jornadas formativas en Ume-Alaia y Beroa)

Entre tantos temas y cuestiones importantes y apasionantes, no he dedicado ninguna entrada que dé cuenta de los últimos encuentros que a nivel profesional he mantenido con padres. Me parece muy estimulante y de gran utilidad consignar algunas de las reflexiones que surgen en las jornadas formativas que con aquéllos suelo celebrar cuando tienen a bien invitarme. Podemos aprender todos de las mismas. Por ello las traigo aquí.

El pasado 26 de febrero me invitaron a dar unas jornadas en la Asociación Ume-Alaia, Asociación de padres Adoptivos de Gipuzkoa. Esta asociación tiene un programa formativo cada curso escolar, una vez al mes, e invitan a un profesional con conocimientos y experiencia en el ámbito con el fin de formar a futuros padres y contribuir a la formación permanente de los que ya lo son (de los que ya son, se saben y se sienten padres, parafraseando el título del magnífico libro de la psicóloga y madre Pepa Horno -Ser madre, saberse madre, sentirse madre; editorial Desclée de Brouwer-, el cual nos cuenta su periplo como madre adoptiva; os lo recomiendo por su profundidad pero a la vez increíble capacidad para transmitir todos los sentimientos y sutilezas que una madre vive durante su proceso)

En febrero me tocó el turno. Ante una abarrotada sala, la jornada, de dos horas, versó en torno a los padres adoptivos como tutores de resiliencia, esto es, cómo pueden potenciar los recursos internos de los niños para que éstos puedan crecer y rehacerse. En una primera parte, ahondamos en el concepto de resiliencia y ofrecimos una explicación sencilla (utilizando la metáfora de la botella de plástico vista en el blog de Marta Romo) de este concepto. A continuación, se propusieron definiciones de resiliencia planteadas por los expertos en el campo (Barudy, Cyrulnik…) Vimos dos biografías, comparadas: la de Marilyn Monroe (la cual no pudo hallar a nadie que le permitiera resiliar de sus terribles experiencias infantiles) truncada prematuramente, y la de Andersen (con una durísima infancia también pero con la diferencia de que su abuela fue su tutora de resiliencia, la que le acompañó y le proporcionó los recursos internos para sanar de las heridas del abandono y de las dolorosas vivencias; de tal modo que se convirtió en uno de los más famosos escritores de cuentos infantiles; triunfó y su vida no se derrumbó prematuramente) Finalmente, nos centramos en proponer a los padres unas orientaciones (que discutimos entre todos) para que puedan ser tutores de resiliencia de sus hijos.

Entre medias de la exposición oral, hicimos una técnica emocional, dirigida a lo que sentimos, aplicando el dibujo sensitivo, el que surge desde el hemisferio derecho del cerebro, como diría Siegel. Los padres dibujaron cómo sentían ellos que podían ser tutores de resiliencia para sus hijos. Salieron propuestas excelentes.

Este sábado pasado (4 de junio) fui invitado por la Asociación de Familias Acogedoras de Gipuzkoa (Beroa), quienes acogen niños y niñas tutelados por la Diputación Foral de Gipuzkoa y cuyos padres biológicos presentan incompetencias parentales. Por ello han de vivir temporal o permanentemente con una familia (extensa o ajena) que pueda proporcionarles los cuidados que necesitan. El Programa de Acogimiento Familiar en Gipuzkoa es pionero en el Estado y funciona excelentemente gestionado por los profesionales del Centro Lauka y gracias a la solidaridad de cientos de familias guipuzcoanas agrupadas en torno a Beroa.

La Asociación Beroa celebraba su VI Encuentro y a través de su presidenta, Izaskun Ugarte, me cursaron invitación para, previa a la comida que celebraron en un restaurante de Hernani, mantuviera con ellos un encuentro formativo.

El tema sobre el que versó la comunicación oral y posterior charla y diálogo con los participantes fue también en torno a la resiliencia y cómo constituirse en unos acogedores tutores de resiliencia. Pero, esta vez, los contenidos se adaptaron a la realidad y las particularidades del acogimiento familiar, que son propias y diferentes de la adopción.

En ambos foros me pareció importante versar sobre el mismo tema. Y de ambos lugares salí con una sensación de que el objetivo estaba cumplido. Y éste no era otro que el concienciar a los padres y madres adoptivos y acogedores de que la labor y el trabajo fundamentales están en su papel de tutores de resiliencia: ser conscientes del daño emocional que el niño puede acarrear y a la vez, mentalizarse en trabajar con él y la red social para proporcionarle las experiencias que necesite para sanar psicológicamente y lograr una adaptación lo más positiva posible.

De las dos jornadas, destaco estos aspectos que me parece que a los padres y madres adoptivos o acogedores os pueden ayudar en vuestra labor educativa y de crianza y que salieron en los debates con los participantes. Las aportaciones de éstos rayaron a gran altura:

Los padres o acogedores han de hacer un esfuerzo por adaptarse al niño, sus características, y no al revés. Muchas veces son los padres los que han de cambiar y no pedir imposibles a los niños.

Los padres tienen unas representaciones mentales sobre cómo educar que chocan con las representaciones de los niños. Hay referencias educativas clásicas que no sirven cuando nos referimos a menores que han carecido de una experiencia de apego seguro.

La paciencia y la perseverancia son claves, la madurez la alcanzan más tardíamente y hay que acompañarles educativamente durante más tiempo.

Podemos ser demasiado exigentes y no ver los avances, es bueno de vez en cuando, acordarse de cómo están ahora y cómo estaban a su llegada a la familia. Sí que avanzan y no damos suficiente mérito a estos progresos, que para ellos son mucho más difíciles de lograr de lo que nos pensamos. Lo que para nosotros puede ser fácil, para ellos es muy difícil.

Es normal y esperable que sean mucho más vulnerables al estrés que otros niños. Por ello, en esos momentos, algunos logros conseguidos parece que se pierden. Hay que volver a empezar y trabajar de nuevo, creyendo en el niño y confiando en que lo volverá a conseguir. Los retrocesos nunca son hasta el principio de la escalera que había empezado a subir.

La empatía es fundamental, ponerse en la piel, en los zapatos de estos niños y ayudarles a desarrollar una función que reflexione sobre sus sentimientos y los de los demás. Estamos más ocupados en el día a día y en el funcionar que en el propiciar contextos en los que podamos ayudarles a poner palabras a su mundo interior y las cosas que les pasan.

Los niños, sobre todo los que han vivido malos tratos, se configuraron para sobrevivir. Por ello, les importa el momento presente, es lo que perciben, y cómo resolver el problema del momento. Y para ello pueden huir o evitar las responsabilidades. Hay que ir trabajando para ayudarles a desarrollar soluciones a sus problemas, ensayándolas primero con ellos y acompañándoles, si es preciso, para ir cambiando esta tendencia. Y es necesario comprenderla: no es una actitud indolente sino una estrategia aprendida.

Es fundamental desarrollar una narrativa, una explicación coherente de sus problemas (no tuvieron una base segura y les faltó en demasía figuras adultas que les ayudaran a desarrollar la confianza en sí mismos) como causa de sus problemas y evitar explicaciones que generen un autoconcepto de niño malo o incapaz.

Los estilos o trastornos de apego que puedan presentar son tendencias y no reacciones matemáticas que siempre van a tener. Pueden, además, con el paso del tiempo, ir modificándose gracias al efecto beneficioso de otras experiencias con adultos, otros niños, etcétera.

Ser padre o madre no es aplicar unas teorías psicopedagógicas: es mucho más. Es una implicación personal en un proyecto de vida de un hijo o hija diferenciado de mí. No existen remedios mágicos ni profesionales que con un tratamiento o medicación nos solucionarán las dificultades que el niño pueda tener. Existe el trabajo diario a través de una relación con los cuidadores que sea de aceptación plena del niño y de acompañamiento incondicional; aunque las conductas negativas y la falta de respeto no se toleran y haya que trabajar con el niño para ayudarle a ir cambiándolas. No son niños malos, lo que sucede es que la experiencia del maltrato les hace creer que lo son y, en las relaciones, buscan inconscientemente confirmar esa expectativa. Por ello, hay que desmontársela y enseñarles otra manera de relacionarse en la que ellos comprueben que no van a ser ni dañados ni abandonados.

En los momentos de tensión, de crisis, de conductas difíciles de manejar y tolerar, es crucial la calma del adulto. Tranquilizar al niño y tranquilizarse el adulto. Es necesario conocerse cada uno para aprender a controlarse, sobre todo si somos de los que “nos calentamos” fácil.

lunes, 7 de febrero de 2011

Cómo potenciar el apego seguro en los niños (I)

Daniel Siegel, en “La mente en desarrollo”, nos explica magistralmente cuáles son los cuatro elementos que componen un apego seguro en el niño: la sintonización emocional; el diálogo reflexivo; la co-construcción de la narración y la reparación de las disrupciones en la conexión. Hoy me dedicaré a las dos primeras y la semana próxima al resto. Y procuraré exponerlas de una manera sencilla para luego comentaros cómo se puede aplicar en el día a día con los niños.

La sintonización emocional. Consiste en la comunicación de un niño con un adulto que sea capaz de alinearse contingentemente con los estados mentales del primero (principalmente sus emociones…) y hacerle sentir que los siente. Estas comunicaciones son conexiones hemisferio derecho del cerebro del adulto con hemisferio derecho del cerebro en desarrollo del niño. Esta comunicación sintonizada emocional actúa como un potente regulador del niño y como un filtro estabilizador.

Los niños con apegos inseguros no han tenido suficientes experiencias óptimas de sintonización emocional: estas han sido intermitentes y/o no contingentes con el estado interno del niño (su primer cuidador se comunicó de manera salteada y/o lo hizo cuando el niño necesitaba recogimiento interior y no se le respetaba) También pudieron ser comunicaciones de naturaleza invasiva, contradictoria y hostil. En este caso, el niño pudo desarrollar y mantener cambios abruptos en su estado de mente (de repente, de estar tranquilo, puede pasar a enfurecerse terriblemente sin motivo aparente o por un motivo nimio)

Es muy importante para fomentar un apego seguro con los niños que no lo han desarrollado utilizar la sintonización emocional. Yo lo hago a diario en la terapia con todos y de, por ejemplo, esta manera: (1) En el juego, reflejando su felicidad con palabras: “Siento que estás feliz con eso”, acompañándolo con una sonrisa (2) Si han tenido un mal día y se han peleado con alguien o han tenido problemas de comportamiento, trato de reflejar su sentir a modo de hipótesis: "Siento que algo te tiene que pasar para comportarte hoy así” (3) Si me hacen una revelación importante, les devuelvo feedback: “Has sido un valiente, siento que ha sido difícil para ti pero has podido hacerlo” ; “me imagino que habrá sido duro para ti vivir todo eso, siento que has tenido que sufrir mucho solo” (4) Ante cualquier comportamiento, reflejándolo y devolviendo cómo se puede sentir y hacerle notar que uno lo siente también: “Has cogido el cuento de las caras, siento que es algo que te gusta mucho, yo también me siento así” "Quieres que deje entrar a tu amiga a la terapia (una adolescente) y siento que te enfadas pero no puede ser porque este sitio es sólo privado para ti"

El niño tiene que notar que nos conectamos con su sentir y su mundo interior. En el caso de las conductas negativas, es importante esta devolución junto con la calma y la firmeza: “No me ha gustado que hagas eso de tirar las cosas al suelo, siento que estabas enfadado pero no debes sacar tu enfado así"

Hacer esta sintonización es algo intuitivo y hay que elegir bien el momento en el que se hace, que intuyamos que el niño se puede mostrar receptivo al mensaje de conexión. Si el niño está muy alterado y fuera de sí de manera agresiva, será necesario primero que le hagamos una contención física (sin dañar) y luego devolver a modo de hipótesis lo que creemos que sentía y le pasaba, de manera indirecta, diciéndole si a él le podría o no pasar eso. Pero sobre todo que sientan que sentimos que se sientan así (No olvidemos que los niños con apego inseguro cuanto más agresivos se muestran en realidad más vulnerables y más miedo tienen interiormente; por ello, es clave que como adultos nos tranquilicemos y no entremos en el castigo rápido o en la "escalada de poder" ni en la discusión sino en calmar o contener físicamente y después, cuando sea el momento, reflejar, sintonizar con qué pudo ocurrirle. Sintonizar también es saber elegir el momento y lo que se dice y saber si la persona, el niño en este caso, está dispuesto y preparado)

Lo que transmitimos fundamentalmente es un mensaje de empatía, de que nos ponemos en sus zapatos.

Diálogo reflexivo. Las mismas palabras lo dicen: hablar con otra persona pensando detenidamente, indagando en los estados internos del sujeto. En otra ocasión he explicado este concepto desarrollado por Peter Fonagy en su libro “Teoría del apego y psicoanálisis”

Es un concepto muy relacionado con el elemento anterior, pues cuando se dialoga también se entra en sintonización emocional.

La función de la madre o del cuidador es la de reflejar el estado interior del niño sin invadirlo y a la par, poner palabras reflexivas a lo que el niño siente, piensa, hace. La madre se lo comunica contingentemente a lo que siente que el niño puede sentir o pensar, pero sin invadir, sin imponer, respetando al niño porque le reconoce como una mente independiente, que tiene deseos, emociones, intenciones… Ella o él (si el hombre es el cuidador) le ayuda a desarrollar esa mente y a comprender y comprenderse. Aquí están, pues, los fundamentos de la persona y de las primeras herramientas que son la base para de adultos, entender los fundamentos de la cognición social, del relacionarnos y entender y regularnos interpersonalmente con los demás. Y he aquí una de las principales causas por las que los niños con problemas de apego tienen tantas dificultades en las relaciones sociales posteriores.

“¿Sientes frío mi niño?” “Te has asustado con el ruido, verdad. Mamá cierra la ventana” “Estás contento porque ha venido tu tío, estabas pensando que ya era hora de que viniera, ¿eh?” “Te tiene que doler la tripa porque has echado la comida fuera, tranquilo que mamá te lleva al médico y te cura” etcétera.

Estas frases que la madre transmite al niño fomentan la función reflexiva y le ayudan a conocer sus estados internos y, por ende, los de los demás. Se dirige al niño como una mente independiente y explica sus estados. No hace una proyección de ella misma (inadecuada, invasiva) en el niño. El niño le responde con balbuceos, sonrisas, llanto… Después con palabras, cuando crece. Y cuando ya es más mayor la función reflexiva se amplía y se hace más compleja.

Los niños víctimas de malos tratos y de abandono han carecido de función reflexiva. O no la ha habido suficientemente o se han tenido que desconectar de ella para protegerse porque el adulto no la ejercía sino que invadía. Es por ello por lo que algunos de estos niños dan la impresión de no ponerse en el lugar del otro. Esto debe de comprenderse así.

Con paciencia, para hacer el apego más seguro, hay que fomentar esta función. La vida cotidiana nos da mil oportunidades: Si tiran un jarrón porque querían coger algo que les gustaba mucho, hay que decirles que no se debe de hacer eso, pero hay que ir más allá: “Lo más seguro pensabas 'quiero ese juguete', pero no miraste que podías tirar el jarrón que es una cosa que nos gusta mucho y nos da pena que se rompa” Aquí el niño empieza por el largo camino de darse cuenta de que los demás tienen un mundo interno y que no sólo existe el suyo, mundo propio que por otro lado, no siempre conoce. La función reflexiva ayuda a conocer el propio y el de los demás porque sucede en una relación: la de apego.

Os dejo con esta reflexión de Siegel: "La comunicación con un progenitor, en otras palabras, capacita al niño para alcanzar una sensación de coherencia ante los confusos cambios que se producen en los mundos internos y externos ¿Es posible que las experiencias relacionales tempranas de un niño con comunicación contingente y diálogo reflexivo faciliten el desarrollo de una "voz interna" que se dirija al self (sí mismo) desde la perspectiva de una tercera persona y le ayude a integrar un sentido de coherencia?"

Espero y deseo que os haya sido interesante y útil.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Aspectos importantes en la educación de los niños/as vistos desde una hija adoptada

Este blog no suele prodigarse demasiado en presentar experiencias o vivencias de personas. Está plagado de recomendaciones de libros, técnicas, conceptos, pautas, desarrollos teóricos… Sin embargo, esta semana pude trabajar con una joven (fue adoptada cuando era pequeña, ahora mayor de edad y madre ella de una preciosa niña), qué aspectos consideraba que los padres adoptivos deberían de tener en cuenta a la hora de educar a sus hijos/as, los que ella creía, desde su experiencia, importantes. Sus propuestas me parecieron de tanta calidad que le planteé que lo escribiésemos y lo publicáramos en el blog. Accedió gustosamente y he aquí el resultado. Se intuye que la experiencia de apego sano y reparador con su madre adoptiva ha sido fundamental.

Sólo puedo deciros, padres y madres, que lo tengáis muy presente y toméis buena nota. Y, por supuesto, felicitarle a esta joven por su fenomenal proceso y agradecerle su clarividencia, su saber decir las cosas de una manera sencilla, clara y concisa.

ASPECTOS IMPORTANTES EN LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS Y DE LAS HIJAS


EL CARIÑO

Lo primordial es el cariño. Mi madre jamás me ha dicho o me ha hecho sentir que no me ha querido (ni me ha hecho el vacío, ni me ha ignorado ni me ha desvalorizado…), incluso cuando nos enfadábamos o teníamos conflictos. Siento que ella me ha cuidado y me ha dado lo que necesito.

Como padres, creo que es fundamental que tengáis en cuenta que el cariño se demuestra todos los días en todo momento: no agrediendo, aunque el chico o la chica hayan hecho algo fatal. Me refiero a la agresión verbal también. En un momento de tensión se os va una palabra mala y se puede hacer mucho daño. Mi madre, como ya os he dicho antes, jamás lo hizo, aunque a veces no le pusiera las cosas fáciles. Os pongo un ejemplo: si en un momento dado un hijo os dice: “tú no eres mi madre/padre”, tratad de controlar el enfado, no le respondáis: “pues tú no eres mi hijo” Demostrad que sois adultos con inteligencia y respondedle: “no me digas esto, que me duele” “Yo sí te quiero”.

SABER DECIR NO

El cariño se demuestra también sabiendo negar peticiones inadecuadas. El hecho de que tus padres te digan que “no” a algo te ayuda después a comprenderlo. Esto es una forma de protección. Hay que proteger. Cuando digáis “no”, eso no es malo. Pero hacedlo con cariño aunque con firmeza.

A veces necesitamos esa firmeza. Firmeza cálida. Y una consistencia. Por ejemplo, no podéis dejarle comer txutxes antes de la comida un día y otro día no permitírselo. Hay que ser coherentes y consistentes, si no, creo nos desorientamos.

LA PROTECCIÓN

Cuando uno se ha sentido abandonado, solo en el mundo… no ha tenido a nadie que le pueda calmar la angustia y la desesperación, que le tranquilice. Es porque no ha tenido suficiente protección. Por eso le tenéis que aportar seguridad a vuestro hijo. La seguridad se demuestra haciéndola sentir y estando presentes, acompañando. Lo necesitamos mucho. Estando ahí, como suele decirse. Llevando al niño o a la niña a los sitios, hablando con los profesores, resaltándole las cosas que sabe hacer bien, remarcándole sus cualidades, no permitiéndole que vaya a sitios inseguros, preguntándole por sus sentimientos y no teniendo sólo obsesión por el estudio o por cumplir las normas…

LOS ESTUDIOS

Otro tema que pienso que es trascendente son los estudios. En la “edad del pavo”, como se le suele llamar, creo que todavía nosotros, los adoptados, somos muy niños. Como de 5 ó 6 años. Pienso que todavía estamos aprendiendo a leer y las cosas básicas. Considero que a esta edad es muy importante que estéis a nuestro lado para que estudiemos. Creo que casi hasta la universidad, si es que llegamos. Solos, a esta edad, no vamos a poder estudiar, nos vamos a poner a ver la tele, ir a la consola…

LA FLEXIBILIDAD

Ser flexible quiere decir que hay momentos para todo. Saber negociar, no empecinarse en una cosa. Si ponemos mucha oposición a algo no es sólo porque seamos rebeldes o desobedientes (que puede que sí) sino que, debéis preguntaros, puede que no estemos preparados para lo que nos exigís. Preguntadnos por nuestros miedos, inseguridades, bloqueos…

Unos padres han de saber tener ese digamos, “juego de caderas” para saber leer a su hijo en lo emocional, en lo que hay detrás de una oposición y saber ser flexible por empatía y necesidad del niño, sus posibilidades reales de hacer lo que se le pide… no por un juego de poder.

LA PSICOTERAPIA

Para poder afrontar mi vida, lo que me ha dado una seguridad, lo que me ha permitido conocer mi vida, valorarme y entender mi historia, es la terapia. Quitarme los nudos que no me permitían seguir adelante, pero con un buen psicólogo/a.

Con el trabajo en la terapia yo he podido entender cada paso, no castigarme a mí misma. El psicólogo me ha dado orden, estructura, seguridad, conocer mis sentimientos, ayudarme a elaborar mis duras experiencias de vida y me ha proporcionado herramientas.

Anteriormente, también estuve con otro profesional (entre los 15 y los 17 años) que me ayudó en el tema de mis problemas con la alimentación y pude expresar cómo me sentía. Me ayudó mucho, pero mi trabajo interior lo he hecho ahora, entre los 19 y los 22 años. ¡Voy a empezar mi cuarto año de terapia!

Es muy importante que haya conexión con el psicólogo. El proceso es largo, lleva tiempo conseguir resultados. Y es que no olvidéis que las cosas, las vivencias que hemos vivido en el pasado no se borran ni se olvidan. Son vivencias en algunos casos, muy pero que muy duras. Y tened en cuenta que nos influyen en el presente. Todo esto es necesario poderlo trabajar para liberarlo.

EL HORARIO

Es una cuestión como muy práctica, sí, pero que me parece importante también.

De pequeños, mi madre supo que debía de tener un horario: de comida, de cena… significaba que iba a comer todos los días Eso nos daba estabilidad. ¿Por qué es importante la estabilidad? Porque hemos carecido mucho de ella. Hemos vivido siempre como en un barco al pairo en medio de una terrible tormenta que no ha cesado en años…Te da una seguridad, dará una seguridad a vuestros hijos. La seguridad es, junto con el cariño, las dos cosas más básicas de las que hemos carecido muchos de nosotros.

Es bueno no hacer muchos cambios en los horarios. Cuando eres adolescente, por ejemplo, hay que poner horarios de llegada y salida porque necesitamos especial protección. Pero a la vez hay que hablar con el hijo o la hija para enseñarles a ser responsables (mi madre hablaba conmigo de todo). Si se hace así, si te han educado bien, tú aprendes por ti mismo y tú te pones los horarios con responsabilidad. Pero primero te los han tenido que poner, con una estabilidad, sin marear…

jueves, 21 de octubre de 2010

"Cartas a Pedro. Guía para un psicoterapeuta que empieza", un excelente libro de la psicóloga Loretta Cornejo

Os he comentado muchas veces, seguidores/as y aficionados/as a Buenos tratos, que lo mejor de Internet es la posibilidad de ponerse en contacto con personas que, más allá de tu círculo inmediato, existen en otras ciudades y pueblos. A veces, lejísimos. Gracias a esta red de redes, el contacto, la relación, el intercambio de ideas y de información, el apoyo… en suma el enriquecimiento personal es una realidad. Virtual, sí, pero de otro modo no sería viable y nos estaríamos perdiendo la posibilidad de conocer a gente interesantísima que tiene ideas y proyectos geniales y que los comparte. Este salir de tu círculo es vital y necesario para no terminar creyéndote que el mundo empieza y termina en la cocina de tu casa.

Aunque no podemos vernos, con algunas personas se siente una relación y un feeling especial. Porque a veces los sentimientos, el agradecimiento, la solidaridad… viajan inmaterialmente por esos caminos electrónicos de la informática, por esas autopistas, y uno los siente. No es la magia del contacto real, del estar físicamente, claro. Por ello, me falta culminar el proceso y conocer algún día a todas las personas con las que me relaciono a través del blog y de su expansión por facebook. Vernos corporalmente y que la magia del contacto real culmine el proceso del que hablo, hacernos presentes. Todo llegará.

Una de las muchas personas -ejemplo de lo anterior- que se ha puesto en contacto conmigo es la psicóloga y psicoterapeuta Loretta Cornejo, quien no creo necesita presentación, pues es una prestigiosa profesional, de origen peruano, que lleva muchos años trabajando, autora de numerosos libros (alguno de los cuales lleva varias ediciones vendidas) sobre psicoterapia, fundamentalmente de orientación gestáltica. Impulsora, y una de las principales referencias, de esta corriente psicoterapéutica en su aplicación para los niños/as y adultos. Cofundó junto con unas compañeras, el centro de psicoterapia Umayquipa (palabra que en la lengua quechua significa soplando el amor) en su Lima natal hace 25 años. Un día, hace ya 14 años, decidió expandir sus conocimientos y humanidad a Europa y se vino a Madrid donde abrió -también junto con sus compañeras de singladura-otro centro de psicoterapia con el mismo nombre. Realiza una importantísima labor de tratamiento psicológico a niños y adultos, individual y de grupo, así como de formación para profesionales.

Para mí ha sido un honor que Loretta Cornejo se haya fijado en el blog y le haya resultado interesante el mismo, alabando su contenido y expresión. Es como si un cocinero tres estrellas Michelín se fija en otro que despunta pero que aún le falta trayectoria para considerarse senior en la materia, y alaba su trabajo.

Pero lo que más me ha cautivado de Loretta Cornejo es su humanidad y su generosidad. He recibido gustoso un regalo que, emocionado, me ha hecho: dos de sus libros dedicados. Lo mejor de Loretta Cornejo es que no hay diferencia entre el profesional y la persona: Cualificada pero con cualidades humanas elevadas. Sin estas cualidades humanas, no puedes ser psicoterapeuta. Y Loretta las tiene porque sopla el amor allí donde va.

Voy a hablaros del primer libro que me ha regalado: Cartas a Pedro. Guía para un psicoterapeuta que empieza. Casualmente lo he terminado de leer hoy, día 14 de octubre, que es cuando escribo esta entrada. Hace 16 años que comencé como psicoterapeuta, por lo que he podido conectar con lo que sentía entonces. ¡Cómo me hubiera gustado tener este libro! Cuando lees Cartas a Pedro (Pedro existe, es sobrino de Loretta, y ésta le escribe pues va a empezar su formación, y cada capítulo está dedicado a una cuestión trascendente en la difícil tarea de convertirse en psicoterapeuta. Pedro actualmente ya es profesional en ejercicio) Loretta consigue la complicidad contigo: Sientes que Pedro eres tú, con tu inexperiencia, dudas, miedos, inseguridades pero a la par alegría por empezar tu carrera y sentir que puedes ser útil y ayudar a las personas que sufren por problemas psicológicos y de la vida de toda índole.

Sientes que Loretta te habla a ti, con ese estilo capaz de llegar al corazón de las personas pero enriquecido de sabiduría psicológica científica y profesional a la par. Y te va entregando ese saber capítulo a capítulo, para que tú puedas beneficiarte del mismo y comenzar tu carrera profesional –o revisar la que ya tienes empezada, sin duda- sintiéndote arropado y comprobando que a otros/as les ha pasado lo mismo que te pasa a ti.

Otro aspecto que yo destacaría de este libro es que aborda todas esas preguntas y dudas que un psicoterapeuta ha tenido y puede seguir teniendo sobre su desempeño profesional y que no se suelen abordar ni en la Universidad ni en los postgrados, y que, cuando vas a iniciarte, no sabes a quién preguntar o nadie te las quiere contestar porque las considera suyas o te hace pagar un fortunón por transmitírtelas: ¿De qué color pinto las paredes de la consulta? ¿Qué enfoque psicoterapéutico utilizo o es más conveniente? ¿Cómo manejo las resistencias del paciente? ¿Cuánto deben durar las sesiones? ¿Qué hago si el paciente no acude? ¿Cómo creo el clima emocional? ¿Puedo tocar al paciente? ¿Qué hago cuando el paciente no habla o no puede hablar? Sin olvidarnos del emotivo capítulo dedicado a cuando no desee ser psicoterapeuta y a las técnicas que la autora nos ofrece para explorar ciertos temas.

Me gusta el enfoque de Loretta Cornejo y lo comparto porque entra dentro del modelo del buen trato al que yo me adscribo y porque ante todo y sobre todo el psicoterapeuta que sólo es un técnico y se olvida de la persona que viene a su consulta a ser comprendida, escuchada, alentada, a sentirse sentida, a ser ratificada en sus puntos fuertes, a trabajar los débiles y las dificultades, dentro de un clima de confianza, aceptación y afecto, deshumaniza lo más humano y complejo que existe: la psicoterapia. Y sin humanidad no puede existir la psicoterapia. Si no soplamos el amor, la psicoterapia no es posible.

No os perdáis este libro, se lee muy a gusto, con placer: Aquí tenéis un enlace para poder adquirirlo. Está en la editorial Desclee de Brower.

viernes, 18 de junio de 2010

La receptividad empática

Los niños/as y jóvenes, en suma todas las personas, traumatizados como consecuencia de los malos tratos, desarrollan, sobre todo si los acontecimientos han sido duraderos e intensos, impactantes y sobrecargantes para la mente, como una barrera entre una parte de ellos mismos que sigue adelante, que intenta ser y llevar una vida aparentemente normal, y otras partes emocionales que están dañadas y que contienen sentimientos, pensamientos, creencias… respecto a los acontecimientos vividos. Las personas tratan de mantener apartadas, evitadas, de defenderse, de los contenidos de esas partes y desarrollan una auténtica fobia a las mismas. Tratan de no contactar con el miedo, la vergüenza, el pánico o la cólera que sintieron en el momento que el trauma impactó en su mente. El autor Van der Hart denomina "fobia a las acciones mentales derivadas del trauma” a las conductas o mecanismos que utilizan para evitar entrar en su mundo interior y contactar con esas emociones que les devastaron.

Una de las habilidades que el autor recomienda en la psicoterapia con niños/as, adolescentes y adultos traumatizados es la receptividad empática. Recoger el sentimiento por parte del terapeuta y sentirlo sin actuarlo. Esto de por sí ayuda sobremanera no sólo a fortalecer el vínculo terapéutico sino a regular al paciente emocionalmente (la desregulación emocional que padecen como consecuencia del trauma favorece la aparición de contenidos traumáticos dolorosos) y a que se sienta sentido, resonando su experiencia pero desde la presentificación, desde el aquí y el ahora, desde lo que siente en ese preciso momento. Importante para separar la vivencia del pasado de cómo la evoca o le asalta en el presente.

Leyendo el concepto me preguntaba si esa misma habilidad podría ser utilizada por otros profesionales que trabajan con niños y adolescentes víctimas de los traumas como consecuencia de los malos tratos. Y en verdad, me parece necesario e imprescindible que se use porque se tiende mucho a normativizar a los niños, a censurar sus conductas cuando son negativas, a ponerles actividades, a que se relacionen con los iguales, a remarcarles la importancia de estudiar, de comer con modales en la mesa... Pero, en mi opinión, escasamente nos mostramos abiertos a que puedan comunicar lo que sienten, o lo que sintieron cuando sufrieron tanto por causa de múltiples calamidades y vivencias duras. Nos asusta, creemos que con ello van a tratar de justificar sus conductas negativas, que les vamos a hacer daño si conectan con ello, que se trata de hacer borrón y cuenta nueva o que, en el caso de los padres adoptivos, quizá les perjudique en su relación con ellos… Cuando realmente, y como ya hemos dicho en otras ocasiones, adoptar la actitud de la receptividad empática permite ser para el niño o niña un contenedor que siente, poniéndose en su piel, lo que han sufrido, contribuyendo poderosamente a que sane de su dolor y además a que funcione mejor en otras áreas de su vida.
¿Cuándo funcionamos mejor los adultos en nuestra pareja, trabajo o relaciones de amistad? Cuando nos encontramos con personas así, receptivas. A los niños y niñas les sucede igual, sólo que ellos lo necesitan más porque han vivido injusticias que ellos no eligieron.

Por todo eso, elogiamos aquí, y proponemos que seamos conscientes como padres, educadores, etc. de la necesidad, de lo imprescindible que es la receptividad empática para los menores y para nosotros mismos en nuestras vidas.

jueves, 4 de marzo de 2010

Niños con problemas de conducta como consecuencia de un trastorno del apego: qué se puede hacer desde el colegio (III y final)

Las técnicas educativas con los niños con problemas conductuales severos como consecuencia de un trastorno del apego que funcionan mejor, y que además son técnicas focalizadas en el apego, propuestas por Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan, son las siguientes:
El educador tiene dos tareas imprescindibles: Satisfacer las necesidades reales y modular los deseos del niño.
Una relación educador–niño rica en afecto y estructura. Si no hay afecto, no hay posibilidad de que el niño interiorice la norma. Control y afecto van unidos.
Ser consistentes, predecibles y repetitivos.
Educar en función de la edad emocional y no de la edad cronológica. Enseñar a través de vuestra propia conducta… y ¡¡en voz alta!!
Escuchar, mirarse y conversar cuanto se pueda en un tiempo sólo dedicado al niño.
¡Tener paciencia, mucha paciencia!
Cuidarse: tiempos de descanso y de apoyo entre profesionales
No todas las técnicas son útiles para todos los niños
Mantener las que funcionan y descartar las otras en función del niño.
La seguridad es prioritaria: no hacer nada que dañe o ponga peligro al niño.
No olvidar que la edad cronológica no va siempre acorde a la edad emocional del niño.

Agradecer al niño por su cooperación por adelantado.
Apreciar más que premiar.
Proveer apoyo emocional cuando se impone una consecuencia: hacerle saber que le acompañamos.
Las intervenciones conductuales son mejor llevadas como: “no es nada personal, es sólo mi trabajo”. Las intervenciones conductuales emocionalmente cargadas son más reactivas que estratégicas, por tanto, menos eficaces.
No negociar o hacer tratos si el niño continúa evitando su responsabilidad, mintiendo o siendo superficial.
Ofrecer empatía más que simpatía.
El contacto físico hacerlo en períodos de calma. Las expresiones de afecto sólo si el niño está abierto a recibirlos.
Ayudar al niño con “la palabra” a relacionar lo que gatilla sus sentimientos, sus ideas del incidente y lo que hace.
Si el niño no sabe o no puede expresarse con “la palabra”, habla por él y pregúntale si es eso lo que le pasa (Siempre como hipótesis)
Las conversaciones en las cuales el niño se protege a sí mismo, se defiende y se contradice, argumenta y argumenta es mejor evitarlas.
Evitar “persuadir” al niño para que cambie de idea, porque los resultados son inútiles.
Los por qué son casi siempre maneras de los niños de sacar información para discutir más con el adulto.
Muchas veces la mejor respuesta a los por qué es:

Decirle que ya sabe la respuesta.
Devolverle la pregunta.
Responder con humor.

Los factores asociados que dificultan el avance:

Condiciones médicas/psiquiátricas/neurológicas en el niño que exacerban los efectos de los maltratos pasados. Psicopatología excesiva en el niño relacionado directamente a su historia de abusos crónicos (“fobia del afecto”).
Problemas en el ambiente laboral (entre educadores o entre educadores y dirección; incoherencias o falta de coordinación y consenso)
Eventos externos los cuales impactan negativamente al niño y no pueden ser cambiados (medida de visitas, permisos, decisiones judiciales, etc.)
Falta de habilidad del educador para no entrar en la escalada que el niño provoca.
Rotación de profesionales o síndrome del peloteo por parte del niño.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Niños con problemas de conducta como consecuencia de un trastorno del apego: qué se puede hacer desde el colegio (II)

Técnicas poco eficaces con niños con trastornos de conducta derivados de un trastorno del apego.

Estas técnicas no son recomendadas por Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan (en mi práctica yo mismo he podido comprobar su escasa eficacia y contraindicación) del Instituto de Formación e Investigación-Acción sobre la Violencia y sus Consecuencias, de Barcelona, desde el cual desarrollan cursos para profesionales con el fin formarse y trabajar adecuadamente con los niños y adultos víctimas de malos tratos.

PREMIAR

Incentivos a su comportamiento no siempre es efectivo, porque:
Lleva al niño a chantajear.
Cada vez, el niño pone la vara más alta.
El niño controla cuando sí y cuando no tiene premio.
Lo que estimula es controlar a los adultos más que el premio en sí.
Es mejor apreciar que premiar: por ejemplo: "¡buen trabajo!", una caricia, una sonrisa.
No se premia por algo que se espera que el niño haga (nadie recibe premio por no robar).

RETIRAR AFECTO

Es lo que el niño ha sufrido, por tanto esta experiencia gatilla el abandono.
Provoca más separación entre el adulto y el niño/a.
Provoca daño y dolor intenso.
Para un niño desapegado, esta técnica acentúa su atrofia relacional.

CASTIGOS

Poner una consecuencia aversiva a una conducta inadecuada del niño está contraindicado porque el malestar asociado al castigo gatilla o dispara la rabia vivida en las situaciones en las que fue maltratado en el pasado. El niño pone el foco de atención en esa rabia o cólera que experimenta pensando y sintiendo que se le castiga para hacerle daño. Además, tiene dificultades para asociar causa-efecto, por lo que no aprenderá del castigo.

Es mejor aplicar con ellos una función reflexiva, de la cual han carecido, para que aprendan a asociar su conducta con el efecto que produce en el otro, permitiendo que la consecuencia les enseñe lo que antes no han podido aprender coherentemente.

TIEMPO-FUERA
Muchas veces contraindicado
Sentimientos de soledad y aislamiento se intensifican.
Aleja al niño del adulto.
El niño no tiene recursos para calmarse a través de la auto-gratificación. No utilizará el espacio para reflexionar (Aumenta la angustia y malos deseos) Recordemos que son niños que no han podido desarrollar voces internas auto-calmantes porque carecieron de adultos seguros que enseñaran a hacerlo. Luego el tiempo fuera no servirá y ahondará en sentirse abandonado.
El niño necesita time - in, no lo contrario.

RETIRARLO DE LAS ACTIVIDADES

Si el niño participa de las actividades extra-escolares es positivo si lo hace bien, esto desarrolla su capacidad de socialización.
Es más provechoso que participe de una actividad organizada aunque su rendimiento académico no sea de lo mejor.
Valorar bien si hay otras técnicas efectivas antes de utilizar ésta.
Retirarlo de las actividades se justificaría si el niño no respeta el encuadre o si alguien resulta dañado por su participación.

DEPRIVACIÓN O CASTIGO NEGATIVO

Tomar “cosas” de los niños que ya han perdido casi todo es inútil.
Después de que se les quite algo, irán por otra cosa.
Tomar y devolverles algo se refuerza la idea de que antes de que se devuelva, ya lo tiene, por tanto, no será efectivo para disciplinarlo.
Pensar bien antes de actuar: si se confisca algo es para siempre. (Ej.: Si da mal uso de ese algo)

EQUIDAD

“Todos somos diferentes y el mundo no siempre nos trata por igual, es mejor aprenderlo desde pequeño que en nuestro primer trabajo”
El niño víctima de malos tratos tiene necesidades especiales, por ello necesita un trato también especial.
La ausencia de equidad en este contexto conduce más bien a un trato de justicia.

jueves, 21 de enero de 2010

Tácticas para el profesorado para contribuir a la reparación del daño relacional de los niños/as con trastornos del apego

De la Guía para el apoyo educativo de niños con trastorno de apego, transcribo estas orientaciones para el profesorado de los colegios con el fin de ayudar a los niños/as con tácticas adecuadas para favorecer la relación y para contribuir a la reparación del daño relacional de los niños/as con trastornos del apego.

"El profesional (se entiende por “profesional” al profesor, tutor, profesor de pedagogía terapéutica…) acepta en lo fundamental al niño: la persona es siempre querida y aceptada –aunque no hay que forzar al niño a que muestre cariño hacia nosotros si no lo desea o no es capaz–, la conducta no es tolerada si le daña a él o a los demás. Hay que explicar al niño la diferencia entre ser y comportarse. Se acepta siempre al ser, no se pueden aceptar determinadas conductas. Por ejemplo, se acepta la emoción de la ira, pero no el comportamiento de pegar.

El profesional reconoce al niño su dolor emocional. Los niños víctimas de malos tratos y con trastorno del apego sufren. Sus conductas anómalas son fruto de un entorno temprano anormal. Siempre esto en nuestras mentes. Nada tiene contra nosotros. Cualquier conducta o emoción inapropiada es conceptuada como producto del malestar y del sufrimiento que ha padecido o padece. Se comprende esto, pero se le indica que aunque su intención no es dañar a otros, o perjudicarlos, sus conductas sí lo hacen. Por eso, siempre se le anima a aprender conductas nuevas, pues las otras conductas, las desadaptadas, son o han sido adaptativas para el contexto que le tocó vivir, y debemos tenerlo presente. Por ejemplo, si se enfadó porque no quería hacer los deberes y tiró todos los libros ante nuestra insistencia, hay que reflejar cómo se siente y proponerle una alternativa: “Creo que no tienes ganas hoy de deberes; puedes decírmelo: ‘No tengo ganas de deberes’; pero no tires los libros. Si yo lo sé, podemos hacer un trato”.
El profesional se muestra firme, exige razonablemente al niño lo que puede hacer, es seguro en sus afirmaciones. El niño tiene que notar que le tenemos estima y aprecio personales. Nunca se usará la relación como táctica para promover cambios. Es inadecuado decirle al niño que, como no ha hecho la tarea, no acuda al aula de apoyo hasta que la haga. Debemos usar una semidirección con grandes dosis de firmeza y amabilidad.
El profesional nunca amenaza al niño con castigos, sanciones… Son niños que pueden buscar el castigo (verbal, físico), pues a través de este fue como aprendieron a obtener atención. Se les dice que no se los va a dañar, aunque lo busquen. Debemos partir, inicialmente, de que si el niño se niega a hacer algo, es porque tiene sus buenas razones, y se lo hacemos saber. El profesional propone, plantea, negocia, aunque siempre decide y toma la responsabilidad. El niño opina, no puede decidir. El adulto no debe llegar a la discusión banal ni caer en las estrategias de alienación del niño. El mensaje es el mismo: “Te acepto, pero es necesario que hagas este trabajo, aunque no te guste. Así aprenderás, y mi labor es que lo hagas”. Si hay una oposición frontal a la tarea y se va a desencadenar una reacción de agresividad, inestabilidad emocional…, es posible que el niño atraviese un mal momento. Lo importante aquí es la táctica de la metacomunicación: “Me parece que no pasas por un buen momento, creo que igual no estás preparado ahora para hacer esta tarea”. Cedemos por esa razón (por empatía), no porque él tenga el poder de hacer lo que quiera. Otro día en el que esté más preparado psicológicamente se retoma esa tarea. Y no suele haber problema para que la haga en otro momento.
El profesional crea un clima apropiado para que el niño no se sienta juzgado y pueda comunicar verbal o no verbalmente sus preocupaciones, problemas, intereses… Si hacen falta métodos no verbales, hay que trabajar con él por medio del dibujo o el juego.
El profesional, para el abordaje de problemas sociales (por ejemplo, de relación: peleas, agresiones, discusiones… en las que el niño se muestra negador), usa métodos indirectos, a sabiendas de que los niños víctimas de malos tratos no pueden siempre tolerar las emociones que se generan y buscan la evitación o el escape como estrategia. El profesional hace saber al niño que es normal que le cueste aceptar sus dificultades, que le pasa a mucha gente. Para que el niño vaya aceptando su papel en los conflictos sociales, puede valerse del uso de metáforas o cuentos donde al niño le pasa lo mismo que al personaje de la historia.
Todos los profesionales escolares trabajan en coordinación y multidisciplinarmente con el resto de profesionales que atienden al niño: padres o educadores, psicólogos, psiquiatras… El niño lo debe saber para que perciba en torno suyo una estructura que le contiene.
El profesional debe mostrar entusiasmo e interés auténtico en su labor. El niño debe contagiarse de ese entusiasmo, ya que de las investigaciones se sabe que las emociones que los demás nos transmiten se sienten en las mismas áreas cerebrales que las propias.
El profesional conoce sus límites, se preocupa de prodigarse autocuidados y es consciente de que la labor educativa con niños con trastornos del apego es lenta. Se acuerda siempre de la metáfora de la gota de agua que horada la piedra. Así es su trabajo: a largo plazo. Tiene presente que, con los niños con problemas de apego, siempre hay que volver a empezar e intentarlo. Nosotros debemos volver a retomar la relación dándole oportunidades, nuevamente, de reparar sus acciones negativas"

Más orientaciones y pautas podéis encontrarlas en la Guía.



jueves, 14 de enero de 2010

Pautas generales para el tratamiento educativo de los niños con alteraciones en el vínculo de apego (II y final)

Ofrezco la segunda parte de las pautas de Bruce de Perry de la Child Trauma Academy:

Ten expectativas realistas de estos niños: Los niños que han sufrido abuso y negligencia... ¡tienen tanto que superar! Debemos ser conscientes de que muchas veces tratamos de reparar lo que han sido experiencias de carencias respecto a NECESIDADES BÁSICAS PARA LA VIDA (afecto, alimentación, seguridad...) Por ello, algunos niños podrán superar los problemas asociados a dichas experiencias, pero con algunos otros deberemos de plantearnos el mayor grado de recuperabilidad posible sin que éste pueda ser, probablemente, completo.
Por ejemplo, las expectativas que tengamos de una niñita rumana, huérfana, adoptada a la edad de siete años, luego de haber vivido sus primeros años sin ningún nutrimento emocional, deberán ser limitadas. A ella se le robó algo, aunque no todo, de su potencial. Nosotros no sabemos cómo predecir el potencial en el vacío, pero sí podemos medir las fortalezas y debilidades emocionales, conductuales, sociales y físicas de un niño.

Una evaluación detallada realizada por un profesional clínico diestro, podría ser de gran ayuda para comenzar a definir las áreas de destrezas del niño y aquellas áreas donde el progreso podría ser más lento.

Sé paciente con el progreso del niño y contigo mismo: El progreso será lento. Este lento progreso podría ser frustrante y los profesionales nos sentimos a veces como que el niño no avanza. La presión y el estrés porque sea como los demás aparte de injusto no ayuda a que el niño o niña avance y progrese en su proceso de crecimiento y enfrentamiento del trauma.

Pero sí avanza, aunque despacio. Y siempre merece la pena, sea cual sea el nivel de gravedad de daño psicológico que presente el niño, poner en marcha tratamientos psicológicos y educativos porque se obtienen beneficios.

jueves, 7 de enero de 2010

Pautas generales para el tratamiento educativo de los/as niños/as con alteraciones en el vínculo de apego (I)

Recojo estas pautas de tratamiento educativo para niños/as con alteraciones en el vínculo de apego, o lo que lo mismo, con severas dificultades para establecer relaciones sanas y contructivas y regular sus emociones y conductas.

Las propone, y me han encantado por su sencillez y concreción, el autor Bruce D. Perry de la Child Trauma Academy.

Están pensadas para profesores, pero pienso que son también muy útiles para cualquiera que trabaje o se relacione con menores que presentan este tipo de problemas: psicólogos, pedagogos, padres adoptivos, acogedores...

Os las ofrezco en dos partes. Aquí va la primera:
Sé consistente, predecible y repetitivo: Los/as niños/as maltratados/as, con problemas de apego, son muy sensibles a los cambios en el programa, las transiciones, sorpresas, situaciones sociales caóticas y, en general, a cualquier nueva situación. Se sentirán abrumados por situaciones complicadas y especiales, aunque sean agradables.

Por ejemplo, las fiestas de cumpleaños, el quedarse a dormir fuera de la casa, las festividades, los viajes familiares, el comienzo o terminación del año escolar; todos pueden resultarle desorganizadores. Debido a esto, cualquier esfuerzo que pueda hacerse para ser consistente, predecible y repetitivo, será sumamente importante para que estos niños se sientan a salvo y seguros.

Enséñales y modélales conductas sociales apropiadas: Muchos niños/as que han sufrido abuso y negligencia, simplemente no saben cómo interactuar con otras personas.

Una de las mejores formas de enseñarles es modelarles con tu propia conducta y luego relátales lo que estás haciendo y por qué. Conviértete en un narrador de jugada a jugada: “Voy a coger el libro para que hagamos dos sumas” “Ahora vamos a pintar lo que tú quieras; me acerco aquí a coger las pinturas”.

Además de modelarles, también puedes enseñarles a jugar con otros/as niños/as. Sigue un enfoque semejante al de narrar las jugadas: “Bueno, cuando le quitas eso a otra persona, lo más probable es que se sienta muy molesto, así que si tú quieres que se diviertan cuando juegues a este juego …”

Al poder jugar mejor con otros/as niños/as, desarrollarán una mejor autoestima y confianza. Con el tiempo, el tener éxito con otros niños les permitirá ser menos torpes y agresivos socialmente. A menudo los niños maltratados son caóticos debido a su retraso.

Una de las áreas en que estos niños/as tienen problemas, es en moderar su contacto físico. No saben cuando abrazar, cuán cerca pararse, cuándo mantener o romper el contacto visual, cuándo es apropiado buscarse la nariz o llevar a cabo otras actividades de aseo

Escúchalos y habla con ellos: Una de las cosas más agradables que podemos hacer es simplemente detenernos, sentarnos, escuchar y jugar con estos/as niños/as.
Cuando te mantienes callado e interactúas con ellos, te darás cuenta que comienzan a mostrarte y a contarte lo que realmente tienen por dentro.
Sin embargo, aunque suene tan sencillo, ésta es una de las cosas más difíciles de hacer para un adulto: detenerse. Dejar de preocuparse del tiempo o la próxima tarea, y realmente relajarse en ese momento con el/la niño/a.

Practícalo. Te sorprenderán los resultados. Estos/as niños/as percibirán que estás ahí sólo para ellos/as. Sentirán cuán importante son para ti.

Es una gran ocasión para comenzar a enseñar a los niños/as sobre sus “distintos” sentimientos. No importa la actividad, es importante incluir los siguientes principios:

(1) Está bien sentir todos los sentimientos (tristeza, alegría o rabia… -más emociones para niños mayores-)

(2) Enseñar a los niños/as formas saludables de actuar cuando estén tristes, alegres o con rabia.

(3) Comenzar a explorar cómo otras personas puedan sentirse y la forma en que expresan sus sentimientos – “¿Cómo tú crees que Ander se siente cuando lo empujas?”

(4) Cuando percibas que el/la niño/a está claramente alegre, triste, o que siente rabia, pregúntale qué está sintiendo. Ayúdales a ponerle palabras y a etiquetar estos sentimientos.

jueves, 12 de noviembre de 2009

"Coherencia y sentido común"


Mi amiga y colega Zuriñe me envía por correo electrónico unos vídeos en los que aparece el juez de menores Emilio Calatayud impartiendo una charla.

Este juez es conocido por sus sentencias rehabilitadoras de jóvenes que han delinquido. Medidas que aplaudimos porque lo reparador-rehabilitador siempre educa, al contrario que lo sancionador, que pena o castiga pero no da oportunidades a los jóvenes, en edades cruciales, de poder enderezar el rumbo y rehacer su vida. Condenar a un joven que ha delinquido a sacarse el graduado escolar es una gran idea, y es un ejemplo de tipo de sentencia que este prohombre ha dictado.


Confieso que he escuchado con delectación los dos vídeos en los que este juez da una lección y un repaso respecto a cuál es el origen de los problemas de límites y normas por los que atravesamos actualmente en relación a algunos tipos de adolescentes, y cómo los padres no ejercen la autoridad.


No se puede decir las cosas de una manera tan clara y tan sencilla, y pienso que su diagnóstico y soluciones son de lo más sensatas y necesarias.


Os doy mi opinión, y espero la vuestra con ganas en los comentarios: acierta plenamente. Hemos pasado de padres preconstitucionales a padres postconstitucionales, como él sintetiza genialmente. Los primeros: represivos, intransigentes, autoritarios, duros y escasamente afectivos. Los segundos: indulgentes (cuando no negligentes), de dejar hacer, blandos y afectivamente peterpanescos (si me permitís la expresión) De progenitor distante a colega igualitario.


Y muchas de las noticias que nos invaden respecto a los incidentes en los botellones, la falta de respeto a los profesores, los padres que son agredidos por los hijos, etc. (que no son tan generalizados como los medios de comunicación nos dan a entender pero sí son un fenómeno de nuestro tiempo) son consecuencia de que falta equilibrio, de que hemos perdido el norte, la coherencia y el sentido común, como dice el juez. Necesitamos el punto medio, en él está la virtud, como decían los griegos. Debemos asumir que una sociedad democrática (¡sólo llevamos 25 años de democracia, como dice Emilio Calatayud!, es muy poco) supone que eduquemos en derechos y deberes. Rescatemos la sofrosine, virtud también de los griegos.
Emilio Calatayud. Primera parte:




Emilio Calatayud. Segunda parte:

martes, 9 de junio de 2009

Verguenza vs. humillación

En el estadio evolutivo del niño en el que los padres van ayudándole con el establecimiento de los límites (los dos años de vida), es fundamental, para que adquiera una capacidad sana de autorregulación, equilibrar el que el menor perciba que conectamos con su estado mental (su necesidad) a la par que interioriza la prohibición.
Un ejemplo adecuado de esto lo vemos en esta interacción padre/hijo: un niño de 14 meses quiere subirse a una mesa en cuya parte superior hay una lámpara. El padre le dice: “¡No!” (la prohibición, que se sabe activa la rama parasimpática del sistema nervioso, la responsable de frenar las conductas) y después saca al niño al jardín donde su impulso a encaramarse es sintonizado (conectamos con su necesidad) El impulso a subir y trepar del niño viene motivado por la otra rama de su sistema nervioso: la denominada simpática, que es como un “¡venga!” interno. Los padres ayudan a que se desarrollen los límites si actúan de este modo, potenciando el freno cuando existe un impulso interno, pero canalizándolo.

El “¡no!” parental puede conducir a que el niño sienta una emoción de vergüenza ante lo que ha hecho, ante la prohibición de los padres. Un autor llamado Schore nos dice que este tipo de transacciones son necesarias para que un niño aprenda a autocontrolarse y después a modular tanto la conducta como los estados emocionales internos de formas prosociales. La vergüenza, en su sentido más específico, no es perjudicial.

Pero si el padre del ejemplo anterior dice al niño “¡no!” se enfurece y arroja la lámpara al suelo y le insulta, entonces pasamos de la vergüenza a la humillación, que sí es altamente tóxica para el cerebro del niño. Las interacciones que inducen a la vergüenza emparejadas con la ira parental sostenida y/o falta de reparación (llevarle a donde su impulso pueda ser canalizado) conducen a la humillación.

Todavía está extendida la idea "educativa" de que para que un niño se motive y cambie hay que gritarle y minusvalorizarle, que así “espabilará” Todo lo contrario: le haremos daño. Lo digo porque, aunque pueda sorprender, sigue habiendo padres y educadores que creen que encolerizarse y/o humillar es una buena "táctica educativa"

jueves, 21 de mayo de 2009

Charla-coloquio con los padres y madres de la Ikastola Ekintza, de Donostia, sobre educar en las nuevas tecnologías

Ayer estuve en la Ikastola Ekintza, invitado por el Departamento de Psicología y la Asociación de Padres y Madres de Familia, para impartir una charla, junto con mi colega Isabel González Acha, psicóloga clínica, sobre el tema: Educar a nuestros hijos en el manejo de las nuevas tecnologías.

Este tema es el que más interés había suscitado entre los padres y madres de la Ikastola, por encima de otros, y es por ello por lo que nos decantamos a la hora de elegirlo. Había que dar respuesta a la demanda.

La charla comenzó a las 19,00h y asistieron muchos padres y madres. El guión de la conferencia versó sobre estos puntos: qué nos preocupa; oportunidades y riesgos de las nuevas tecnologías; diferenciando el uso y el abuso; qué motivaciones tienen los jóvenes ante las nuevas tecnologías; factores que influyen en un adecuado manejo de las nuevas tecnologías: la comunicación familiar, los hábitos, la supervisión y el acompañamiento a los menores; pautas para un manejo responsable de las nuevas tecnologías.

El debate fue muy participativo, una de las veces que más recuerdo que los padres hayan opinado, comentado sus vivencias y planteado sus dudas e inquietudes. Se alargó mucho más de lo previsto (hasta las 21,00h), lo cual nos da una idea del alto compromiso de estos padres por aprender de este tema. Las intervenciones fueron excelentes y enriquecieron la conferencia en muchos puntos.

Resumo parte de lo que comentamos en el turno de debate, por si os resulta de interés para vuestros propios hijos:

- Los padres sentimos miedo ante lo desconocido y no nos abrimos a conocer las nuevas tecnologías. Mantenemos un sesgo negativo de las mismas y eso nos impide comunicar y compartir con los hijos lo que ellos viven.


- Dramatizamos en exceso los riesgos y minimizamos las oportunidades. Nos preocupa mucho lo que puedan estar haciendo, por ejemplo, en Internet, pero igual nos olvidamos de los riesgos de la calle, por ejemplo.

- Es una cuestión de enseñar y acompañar a los niños y adolescentes, de educarles en un uso responsable de las nuevas tecnologías. Si se hace este trabajo educativo, no tienen por qué surgir mayores problemas.

- Desde que son niños, es conveniente comunicar con ellos de todos los temas, darles espacio para escucharles y no invadirles en exceso con nuestro intervencionismo. Creando silencios educativos es como podemos propiciar que ellos se abran.

- El afecto y el control, una vez más, son claves: si existe afecto, cariño, hacia los hijos es mucho más fácil poder ponerles control, esto es, límites. Sin éstos, los niños y los adolescentes no pueden crecer con seguridad. Se trata de querer siempre a nuestros hijos, explicarles las razones de por qué les ponemos los límites, pero no argumentar en exceso ya que llega un momento en el que hay que decir “hasta aquí” Tolerar el enfado y la rabia del menor ante el límite que no le gusta (no permitiendo conductas agresivas hacia los demás), aceptar sus emociones, como parte del proceso normal de crecimiento y maduración cuando nos ponen una norma que no queremos, es necesario.

- No es posible controlar todas las conductas de nuestros hijos. Si hemos sentado unas bases de cariño y respeto, hábito y acompañamiento, el menor habrá desarrollado la capacidad de autorregularse y tendrá recursos para resolver determinados problemas. Hay que confiar en los menores, aunque sin perder de vista que no todos son iguales ni presentan la misma edad madurativa, por lo que conviene hacer excepciones a esta regla.
- En línea con lo anterior, se desaconseja vigilar o revisar las conversaciones que el menor mantiene a través de internet. Es un atentado a su confianza y la relación queda resentida para el futuro. Es necesario enseñar a los niños que las mismas normas de educación que rigen en sus relaciones físicas también lo hacen en las relaciones a través de la red. Y educarles en los mismos consejos que les damos cuando salen a la calle: ni hablan con desconocidos, ni se van con éstos, ni proporcionan datos privados... Y lo que se considere ética y legalmente inaceptable en la vida real también lo será en la virtual.

- Hay que enseñar y educar en las nuevas tecnologías desde pequeños. La edad en la cual ya pueden tener un ordenador para ellos y sus estudios es aproximadamente los nueve/diez años, aunque hemos de mirar siempre el grado de madurez global más que la edad cronológica.

- Algunos padres se interesaron por saber con exactitud cuántas horas se les puede permitir de videojuego, de Internet… Cada padre debe de elegir un criterio y ponerlo en práctica, pues cada niño o adolescente es diferente y tiene características propias que requieren de medidas individualizadas. Sabiendo, eso sí, que el exceso de horas es negativo por el riesgo de abuso y porque pierden horas que podrían dedicar a otras actividades educativas.

- Finalmente, se ensalzó Internet como uno de los mejores descubrimientos de la humanidad, si les enseñamos los riesgos. Aun siendo esto así, Internet, en realidad, es un instrumento más que no podrá sustituir la magia y la calidez de las relaciones humanas en un contexto físico, en el cual podamos sentirnos sentidos.

Gracias a toda la comunidad escolar de Ekintza Ikastola por la sensibilidad mostrada y el interés en reflexionar para ser mejores padres cada día. Esperamos vernos el año próximo.

viernes, 3 de abril de 2009

Ya lo dijo Locke en el siglo XVII, y... ¿lo tenemos en cuenta al educar?

Esta semana ha llegado a mí un libro del filósofo empirista Locke (Pensamientos sobre la educación) que me ha hecho pensar si, al educar a nuestros hijos, incluimos razones de por qué actuamos con ellos como lo hacemos. Lo dijo hace muchísimos años y, en mi opinión, preconizó bastante de lo que actualmente se denomina el estilo autorizativo de socialización parental. Os transcribo aquí un significativo fragmento del libro:

"Quizá pueda asombrar que recomiende razonar con los niños y, sin embargo, no puedo dejar de pensar que es la verdadera manera en que hay que comportarse con ellos. Entienden las razones desde que saben hablar y, si no me equivoco, gustan de ser tratados como criaturas razonables desde mucho antes de lo que suele imaginarse. Se trata de una especie de orgullo que hay que desarrollar en ellos y del que hay que servirse tanto como sea posible, a modo de poderoso instrumento para conducirles.

Cuando hablo de razonamientos entiendo solamente los que se refieren a la inteligencia y están al alcance del espíritu del niño. Nadie supone que un niño de tres o de siete años puede argumentar como un hombre maduro. Los largos discursos y los razonamientos filosóficos asombran todo lo más y confunden el espíritu del niño, pero no lo instruyen. Cuando digo que hay que tratarlos como a criaturas razonables, entiendo, pues que debéis hacerles comprender, por la suavidad de vuestros modales y por el aire tranquilo que conservaréis hasta en vuestras reprimendas, que lo que hacéis es razonable en sí mismo, al mismo tiempo que útil y necesario para ellos; que no es por capricho, por pasión o por fantasía por lo que les ordenáis o les prohibís esto o aquello. Eso están perfectamente capacitados para comprenderlo y no hay virtud ni vicio de los que no puedan entender por qué la una se les recomienda y el otro se les prohíbe: lo único que les hace falta es elegir las razones apropiadas para su edad y para su inteligencia, y exponérselas siempre claramente y con pocas palabras. Los principios sobre los que reposan la mayoría de los deberes y las fuentes del bien y del mal del que brotan tales principios no siempre es fácil de explicarlos ni siquiera a hombres hechos y derechos, cuando no están acostumbrados a abstraer sus pensamientos de las opiniones comúnmente recibidas. Con mayor razón todavía, los niños son incapaces de razonar sobre principios un poco elevados. No sienten la fuerza de una larga deducción. Las razones que les convencen son razones familiares, al nivel de sus pensamientos, razones sensibles y palpables, si puedo expresarme así. Pero si se tiene en consideración su edad, su temperamento y sus gustos, nunca se dejará de encontrar motivos de ese tipo que puedan persuadirles. Y si no se encontrase otra razón más pertinente, lo que siempre comprenderían y bastará para apartarles de una falta de las que pueden cometer es que esa falta les desacredita y les deshonra, que os disgusta”

¿No podría estar esto en boca de un psicólogo o pedagogo de hoy? ¿Es importante razonar con los niños todos los límites que ponemos?

Recibo como siempre, con gusto, vuestras opiniones.