lunes, 22 de octubre de 2018

"Qué decir a los padres adoptivos: reflexiones sobre la adopción", por José Ángel Giménez Alvira, psicólogo y padre adoptivo.

Diez meses, diez firmas IV

Profesional invitado en el mes de octubre de 2018: 

José Ángel Giménez Alvira
Psicólogo y padre adoptivo

Título de su artículo: "Qué decir a los padres adoptivos. Reflexiones sobre la adopción"



PRESENTACIÓN
Con un sentimiento de profundo agradecimiento y admiración, os presento hoy al profesional que ha colaborado este mes con Buenos tratos, ofreciéndonos un artículo sobre la parentalidad adoptiva. De todas las voces que se levantan para hablar sobre los múltiples temas que conforman este tema, emerge con valor y autoridad ganada la de José Ángel Giménez Alvira, porque lleva toda su vida dedicada a trabajar en el ámbito de la adopción y porque es padre adoptivo. La experiencia que esta bella persona siempre se brinda a contar en los foros en los que tienen a bien invitarle -a él y a su familia-, es el mejor ejemplo de lo que los teóricos de la resiliencia hablan cuando se refieren al realismo de la esperanza: la adopción puede ser un camino cargado de obstáculos, duro y amargo, para los padres o madres, pero especialmente para los hijos/as que, a veces, por las duras experiencias traumáticas no elaboradas sufridas antes de la adopción, en edades críticas para el funcionamiento y estructuración del cerebro/mente en desarrollo, no logran integrarse ni en la familia ni en el colegio y presentan alteraciones del apego y de conducta. Pero, a la vez, José Ángel Giménez Alvira nos ha enseñado que gracias a la competencia parental, a la formación, al trabajo personal y a la ayuda profesional, tras un proceso largo de acompañamiento, la resiliencia es posible, existe una esperanza no vana sino fundamentada en una labor de parentalidad terapéutica. Entonces, el niño/a convivirá en un entorno familiar capaz de potenciar un proceso de transformación personal en el cual pueda lograr a largo plazo que la herida primaria no le condicione tanto su existencia futura porque lo importante ya no será el golpe sino el significado que se le dé a este.

Me siento enormemente feliz de que José Ángel Giménez Alvira haya aceptado gustosamente escribir este artículo. Le conocí en su querida Zaragoza, hace unos siete años, cuando nos invitó a mi y a mi colega y amigo Óscar Pérez-Muga a compartir una jornada con las familias adoptivas de Aragón, con motivo de la presentación de nuestra guía "¿Todo niño viene con un pan bajo el brazo?. Guía para padres adoptivos con hijos con trastorno del apego". Que José Ángel nos invitara y refrendara nuestra guía como lo hizo, con rigor pero con un entusiasmo como nunca he visto, para mí fue un motivo de satisfacción y orgullo. Nos trató de maravilla y vivimos un fin de semana inolvidable.

José Ángel Giménez Alvira es autor de un libro que es y debe ser el de cabecera de toda familia adoptiva: "Indómito y entrañable. El hijo que vino de fuera" Y de otro -juntamente con su mujer Carmen Julve y su hijo Marcos- que es un recuerdo y un homenaje al décimo aniversario del primero: "Siete vidas tiene un gato" Los recomendamos siempre porque muchas voces hablan de la adopción, pero no con la autoridad, la mesura, la experiencia de la vida y los conocimientos científicos con los que José Ángel habla. "Indómito y entrañable" Recoge la dureza de lo que puede ser una adopción de un niño previamente maltratado, en la infancia media, con muchos problemas para establecer un vínculo de apego seguro y con alteraciones del comportamiento. Haciendo gala de un fino sentido del humor, recurso enormemente resiliente, el autor nos muestra su experiencia de la adopción y, a través de esta, cómo fueron (él y su pareja Carmen Julve) manejando y abordando los obstáculos, las alegrías, las penas, las dudas, las angustias, los desafíos, las necesidades... de este tipo de parentalidad. Es el libro que da una esperanza consistente, no efímera y de cohetería, a toda familia adoptiva con niños afectados por los malos tratos y para mí el gran libro y relato de lo que es la resiliencia en adopción. La herida primaría puede sanar gracias al fenómeno de la resiliencia, que es un proceso que emerge en los niños y niñas siempre que haya en su base y en sus relaciones un entorno afectivo y solidario. De un discurso psicoanalítico un tanto determinista a un discurso resiliente y más acorde con las modernas teorías de la neurociencia, es lo que nos propone José Ángel Giménez Alvira.

Posteriormente, he tenido el placer de participar con José Ángel en otros eventos formativos (ya sabéis que muchos de nosotros le hemos podido oír en muchos foros donde con buen criterio, le han invitado a contar su experiencia) y siempre ha sido un placer. José Ángel pertenece, como dice nuestro amigo común Jorge Barudy, a la manada de hombres y mujeres buenos y buenas, y le profeso un enorme cariño y una gran admiración. Le propuse escribir en el blog porque sabéis que tengo muy presente a las familias adoptivas y él no podía faltar aquí. Cuando se lo propuse, aceptó encantado, de mil amores. Que este post esté hoy aquí tiene mucho mérito, no sólo por lo que cuesta escribir sino porque poner en marcha la maquinaria mental para elaborar un artículo tiene aún más valor cuando estás aquejado de un agudo dolor de espalda que lo tiene postrado en cama y con la mente un tanto ofuscada por las medicinas. Pero él ha elegido (pues, evidentemente, le liberé de toda atadura con respecto a publicar hoy) tener disponible su artículo para todos vosotros y vosotras en el día y hora que se comprometió. Así es José Ángel: tiene un coraje admirable.

No os perdáis este magnífico artículo. Si José Ángel Giménez Alvira es capaz de escribir este rico y útil texto estando presa del dolor (todos sabemos lo mal que estamos cuando sentimos dolor) de espalda, ¡de lo que será capaz de hacer a pleno rendimiento! 

Te agradezco infinito José Ángel Giménez Alvira, en nombre de todos y todas los y las que formamos parte de la familia de Buenos tratos, que hayas escrito en este blog y que lo hayas hecho en unas circunstancias de adversidad. Te deseamos una pronta recuperación y que superes esa patología de espalda lo antes posible. 

El artículo que vais a leer reflexiona sobre la parentalidad y en particular sobre la adoptiva, y desgrana los elementos que tienen que tener los contextos psicosociales en los que los niños/as víctimas de abandono y maltrato deben de tener. Sus 10 principios no tienen desperdicio. En suma, un artículo de auténtico lujo.


Qué decir a los padres adoptivos. Reflexiones sobre la adopción.
José Ángel Giménez Alvira



José Ángel Giménez Alvira. Cursó los estudios de Psicología en la Universidad de Innsbruck. Profesor de Psicología Social en la Universidad de Zaragoza. Gobierno de Aragón, Técnico de Protección de Menores habiendo trabajado fundamentalmente en Acogimiento Familiar y Adopción. Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI), en la República del Ecuador para formar a los técnicos del programa de  adopción del país. Autor de los libros “Indómito y Entrañable” y “Siete vidas tiene un gato” referidos al mundo de la adopción.



Desde la atalaya de mi tercera edad con el camino ya recorrido en su mayor parte, me resulta cada vez más difícil hablar a los padres adoptivos desde una posición técnica o docente y es que, si algo he aprendido durante todos los años que llevo dentro del mundo de la adopción, en contacto casi diario con familias durante los últimos treinta años y sobre todo, con mi propia experiencia como padre, es que cada familia es un mundo. Cada familia tiene sus motivaciones, sus códigos, su estilo, su forma de vivir la experiencia familiar y de ayudar a sus hijos a salir adelante. No hay más que lanzar una mirada a nuestro propio patio de vecinos para constatar la multiplicidad de estilos de vida y modos de entender y vivir la familia que hoy conocemos. Vivimos en una sociedad plural y tolerante en la que ya hace mucho tiempo que no podemos hablar de un modelo único de familia.
Y todas estas familias, en su diversidad de formas y modos distintos de ver la vida, de organizarse, de relacionarse y de convivir, tienen una cosa en común: siguen cumpliendo con el inevitable rito de procrear y proteger a su prole, algo que compartimos con nuestros compañeros de viaje los animales en una función natural e instintiva que promueve de modo automático la supervivencia de las especies. 
Todas esas formas distintas son perfectamente válidas para que nuestros hijos encuentren el camino que les lleve a la madurez y a la integración desde unos orígenes, la mayoría de las veces, difíciles cuando no caóticos. Muchos, la mayoría, transitan por la adopción sin especiales dificultades, otros han tenido recorridos más complicados. En uno y otro caso hacemos lo que nuestro papel de padres nos pide en cada momento: cuidar y proteger a nuestros hijos atendiendo a sus necesidades. Con mayores o menores dificultades pero siempre a su lado. Por ello, insisto, me resulta muy difícil decir cosas a personas que están en la plena efervescencia de su proceso parental, y por tanto activos, vivos y echando cada día mano a su creatividad. 
Así pues en estas líneas me limitaré a hacerme a mí mismo unas reflexiones basadas en mi experiencia personal como padre adoptivo, con la esperanza de que puedan a llevar a otros a hacer su propia elaboración en el camino nada fácil de atender el día a día de nuestros hijos.
Creo profundamente que la fórmula “intuición + instinto + formación + creatividad + amor + ayuda” es el camino adecuado para que los padres adoptivos saquen a sus hijos adelante sin más complicaciones. También tengo claro que a veces, las cosas se complican y es entonces cuando con toda naturalidad hay que buscar ayuda. La capacidad de hacer eso es un síntoma de madurez y dicen los investigadores, uno de los factores de éxito de la adopción.                  
Si el ser humano debiese nacer en las mismas condiciones de supervivencia e independencia con que nacen la mayoría de los animales, el embarazo debería durar entre 22 y 24 meses. ¿quién podría aguantar semejante cosa? El ser humano cuando llega al mundo es un producto prematuro, no terminado, que necesita un útero social para continuar su desarrollo y que es tan importante como el útero materno. En ese útero social termina su maduración corporal y psíquica.
¿Qué necesidades debe tener cubiertas un niño en ese útero social? Un niño necesita para desarrollarse correctamente atención material a sus necesidades básicas de alimentación, cuidado y sueño, un entorno afectivo, seguro, estable y acogedor que le permita establecer vínculos seguros. Necesita afecto, normas, firmeza y límites y por último necesita tutoría, acompañamiento y comprensión durante todo su recorrido infantil y adolescente… y probablemente durante bastante tiempo más en un niño adoptado.  
Como veréis solamente hablo de aptitudes, actitudes y entornos, porque eso es lo que necesita cualquier ser humano para crecer y desarrollarse con normalidad, independientemente de la construcción social que haya detrás de esto, incluido el tipo o estilo de familia. Lo importante es que esas cualidades que hemos señalado estén presentes, al margen de quién o cómo  las esté dando, de cuántas personas se trate y de la orientación sexual de estas.  Es decir, el tipo de familia es indiferente, lo importante es el entorno que sea capaz de crear esa familia y las posibilidades que ofrezca a los niños de tener un correcto desarrollo, de crecer adecuadamente en ese útero social.
¿Qué condición necesita el ser humano para desarrollarse adecuadamente? Fundamentalmente necesita estabilidad, que no haya rupturas en su desarrollo y en su vida. No hay nada que rompa más el equilibrio de una persona que las rupturas en su proceso de desarrollo. En la época infantil suponen un serio obstáculo para el progreso y crean muchas dificultades para el funcionamiento psíquico del niño


"El buen trato nutre las neuronas y restablece las conexiones que estaban inactivas"
Pero hoy las neurociencias nos dicen que la plasticidad del cerebro permite la reparación y que el buen trato nutre las neuronas y restablece las conexiones que estaban inactivas como consecuencia de las carencias sufridas en épocas anteriores. La intuición de que esto podía ser así son las que llevaron desde los inicios de la humanidad a promover la adopción como vehículo para favorecer la continuidad, estableciendo puentes que permitan al menor disminuir e incluso anular el efecto de las rupturas.Es decir el útero social que, en un momento, dejo de actuar y puso al niño en situación de abandono, se puede recuperar aunque necesitará actuaciones especiales para que su acción sea efectiva.
¿Qué necesidades ha de tener cubiertas un niño para desarrollarse adecuadamente? Y dando un paso más,  ¿qué compensaciones especiales debe recibir un niño abandonado para superar el profundo daño que le han provocado las dolorosas circunstancias de su vida?
Si somos capaces de dar una respuesta a estas preguntas fundamentales, nos podremos cuestionar qué entornos son los más adecuados para atender esas especiales circunstancias que tiene un niño adoptable. ¿Cómo llega un niño a ser adoptado? ¿De qué estamos hablando cuando nos referimos a un niño adoptable? ¿Qué hay detrás de una situación de abandono tan radical? Indudablemente estamos haciendo referencia a graves situaciones de carencia afectiva, a daños severos producidos por el abandono, a heridas difícilmente recuperables, a vulnerabilidad, a baja autoestima, a desarrollos inestables, a desconfianza, miedo, dolor, a necesidad de ser aceptado y amado, a veces de forma compulsiva, a largos recorridos en la vida con dependencia y necesidad de acompañamiento.
¿De qué hablamos cuando nos referimos a entornos adoptantes? Pues, consecuentemente, estamos pensando en seguridad, afecto, dedicación, acompañamiento, educación, aprendizaje, firmeza, sensibilidad, fortaleza, estabilidad, cariño, atención, disponibilidad, aceptación incondicional, paciencia, tolerancia a la frustración, capacidad de sufrimiento, buenas relaciones, entorno compensatorio que permita reparar daños, respeto por la historia del niño, por sus circunstancias y por sus orígenes, preparación e información.
La capacidad para responder a las necesidades del menor tiene mucho que ver con motivaciones adecuadas, expectativas, tiempo de dedicación, flexibilidad, capacidad educativa, adaptabilidad del entorno a las circunstancias del menor, entender que la paternidad adoptiva añade muchos matices y funciones distintas a la paternidad biológica y sobre todo, el tiempo que ese menor va a necesitar acompañamiento. No es algo que se limite al momento en que se  nos entrega un niño, sino que debe contemplar la perspectiva del futuro como un elemento fundamental.
Cuando hablamos de padres adoptivos estamos hablando de personas maduras y sensibles, con capacidad y deseo de ejercer una paternidad especial, capaces de estructurar entornos afectuosos, duraderos y firmes, de seguir durante años la trayectoria de un hijo, dándole en cada momento el apoyo que necesita. Esto no tiene ni nombre, ni ideología, ni sexo, ni religión. Es una simple cuestión de actitudes y aptitudes personales.
Desde estas reflexiones podemos plantearnos pues la pregunta tan sencilla y complicada a la vez ¿qué es ser padre/madre adoptivos? Habréis observado que cuando hablamos de padres adoptivos y de hijos adoptivos tenemos que empezar por dar demasiadas explicaciones y estas vienen no de la palabra padre, sino del adjetivo adoptivo ¿Hay alguna diferencia? ¿son iguales la paternidad biológica y la adoptiva? He oído muchas veces esa pregunta y existen hasta listas interminables de diferencias entre una y otra. Me atrevería a decir que las diferencias entre las dos paternidades son fundamentalmente teóricas
¿Qué es ser padre? Pues algo tan sencillo como estar al lado de nuestros hijos para atender a todas sus necesidades. Podríamos complicar más esta respuesta, pero vamos a dejarlo así. En definitiva, nos convertimos en el útero social en que nuestros hijos tienen que completar su maduración física y psíquica que, en muchos casos, se interrumpió bruscamente al abandonar el útero materno. Ya tenemos la peculiaridad fundamental de nuestra paternidad: recuperar la función perdida de atención y cuidado y curar la herida de la interrupción de la atención, sea a la edad que sea, sea de la forma que sea.
Y luego vienen los matices. Hay necesidades generales, alimentar, cuidar, proteger pero luego hay otras necesidades específicas de la peculiar manera de ser, de la situación, del temperamento y de las múltiples variables que se pueden dar en la vida, que hacen que ninguna paternidad sea igual. En definitiva, varían las necesidades y los padres hemos de adaptarnos como podamos para atender de modo específico las necesidades de cada uno de nuestros hijos. Complicado y sencillo a la vez.
Los padres que hemos adoptado somos padres que tenemos unos hijos con unas necesidades muy peculiares y además, nosotros mismos tenemos que tener en cuenta también las peculiaridades de nuestra paternidad, sin dejar de pensar que esa es la circunstancia en la que la vida nos ha puesto para ser padres sin adjetivos.
En primer lugar somos padres de unos hijos que no hemos engendrado, ni parido nosotros. Somos, pues, padres de los hijos biológicos de otros. Eso es peculiar. Por usar otro adjetivo diremos que somos padres sociales de nuestros hijos, considerando que la paternidad social es precisamente el constitutivo fundamental de la paternidad sin adjetivos. Esto simplemente nos coloca ya ante un montón de especiales necesidades de nuestros hijos que necesariamente se van a derivar del hecho de tener en vida separadas dos dimensiones de la paternidad: la biológica y la social.
Nuestros hijos, por tanto, vienen con una experiencia previa a su convivencia con nosotros. Tienen una vida anterior que transportan con ellos y que necesariamente, ha de producir consecuencias en su integración en nuestra vida. Traen, como se dice, una mochila que, generalmente desconocemos y que a ellos les condiciona en su pensar, en su sentir y en su comportamiento.
Su experiencia anterior es casi siempre dolorosa. Ellos provienen del abandono, del desamparo, del maltrato y arrastran con ellos el dolor de unas experiencias muchas veces terribles. Provienen de entornos sociales generalmente marginales y de culturas muy distintas a la nuestra.
Y hay otra cosa que me parece importante señalar. Cuando hablamos de paternidad no estamos hablando solo de niños, sino de otras muchas cosas. Yo recuerdo que cuando comencé mi carrera profesional, cuando preguntaba a los aspirantes a la adopción por qué querían adoptar, una respuesta muy habitual era “porque nos gustan mucho los niños” y ya me preocupaba a mí que ese pudiera ser el único motivo que tenían para adoptar, porque estos niños de la adopción, como todos los demás, son niños, como quien dice, los diez primeros minutos de la vida, porque enseguida entran en la pubertad, son adolescentes y se hacen adultos. Nuestra paternidad sigue estando vigente durante todo ese tiempo porque el acompañamiento que los padres que hemos adoptado tenemos que hacer de nuestros hijos es de por vida. No se acaba nunca… Y además tenemos que inventarnos nuestra manera de ser padres porque nadie nos puede enseñar cómo debemos ser padres de unos seres tan especiales.


¿Por qué queremos adoptar?
La paternidad adoptiva nos pone frente a un tipo de paternidad para la que no hemos tenido ningún aprendizaje y al carecer de modelo, nos lo tenemos que inventar. Las necesidades y exigencias de nuestros hijos distan mucho de las que puede tener cualquier niño no adoptado y eso les crea muchas dificultades al enfrentarse a las expectativas, generalmente muy estructuradas de los adoptantes. Aprendemos a ser padres siendo hijos y tomando modelo de nuestros propios padres y familiares, pero a los adoptantes ese aprendizaje no nos sirve para entender el comportamiento de nuestros hijos. Por eso la adopción supone un aprendizaje nuevo y continuado. Ellos han tenido un proceso educativo, han interiorizado valores, sistemas éticos y principios que tienen, a veces, muy arraigados y que, en muchos casos, se contraponen a nuestros valores y certezas.
Todo esto me ha llevado a pensar mucho a lo largo de los años sobre cuáles deberían ser los elementos fundamentales y distintos que configuren el entorno familiar adecuado para ser verdaderamente el útero social que necesitan nuestros hijos para crecer y madurar. Todo lo que os digo ahora es fruto de una reflexión personal como padre adoptivo y fruto de nuestro trabajo durante los años que duró el proceso de crecimiento de nuestro hijo.

¿Qué elementos deben configurar los entornos que atiendan a estos muchachos?
Primero y ante todo situarnos ante una filosofía positiva que reconozca y admita la capacidad innata que tiene el ser humano para hacer frente a la adversidad y recuperarse de la misma, la capacidad de reparar los daños por sí mismo y seguir adelante,  la capacidad para superar sus problemas más profundos y para luchar con éxito por sí mismo, por su salud mental y física y por su integración social. Solamente desde esta manera de pensar podemos establecer acciones que nos ofrezcan posibilidades. Nos convertimos así en los tutores de resiliencia de nuestros hijos y por tanto en protagonistas activos de su cambio y recuperación. Estamos hablando de algo que hoy ya tiene vías formales tanto teóricas y actitudinales como terapéuticas, que van desde la Logoterapia de Viktor Frankl, psiquiatra austríaco, hasta las más modernas teorías de la resiliencia representadas por Boris Ciryulnik y Jorge Barudy. 
Deben ser entornos que ayuden a establecer vinculaciones. El vínculo personal es el elemento que configura la madurez y una de las carencias más importantes que suelen presentar nuestros hijos por sus historias personales. Las relaciones de apego de los primeros años tienen una crucial importancia tanto por sí mismas por constituir la base y el modelo para relaciones emocionales posteriores. El establecimiento de apegos seguros es la base de un correcto desarrollo y hay que trabajar en su construcción o su recuperación. 
Un elemento fundamental para la madurez personal y afectiva es la autoestima. Baste con señalar que la autoestima es uno de los más potentes predictores de la salud mental de una persona, de modo que una autoestima positiva se relaciona con buena estabilidad emocional, estado de ánimo positivo, sentimientos de competencia personal ante los retos y exigencias que la vida plantea, etc. mientras que, la autoestima negativa predispone a la depresión, a los sentimientos personales negativos, a una menor motivación ante situaciones que exigen esfuerzo, etc.  La autoestima es susceptible de aprendizaje y mejora cuando se reciben refuerzos positivos en los primeros años, por lo que es necesario establecer programas de promoción de la misma, que ayuden a conocerse, a valorarse y a elaborar una visión de sí mismo realista y positiva. Se trata de conseguir que cada persona sea consciente de su dignidad, su valor y capacidad, se sienta digna de amar y ser amada y se involucre confiadamente en las relaciones sociales para conseguirlo. 
Consecuencia de la autoestima y una correcta elaboración de vínculo es la empatía, fundamental para el desarrollo de relaciones correctas interpersonales, que convierte a las personas en receptores privilegiados de los sentimientos y estados de los demás. Constituye la base de la confianza, de la solidaridad, la ayuda y el intercambio personal. Es susceptible de aprendizaje y debe constar como elemento fundamental en la formación afectiva y emocional de nuestros hijos. Proporciona alegría de vivir, serenidad y permite establecer redes sociales seguras y relaciones gratificantes.
Para ello es necesario asimismo fomentar la expresión y aceptación de emociones y sentimientos propios. La libre expresión de sentimientos es un elemento de satisfacción que proporciona libertad, sinceridad y basa las relaciones interpersonales en decisiones propias y auténticas lo que proporciona al individuo una agradable sensación de iniciativa y creatividad. Este elemento es también susceptible de aprendizaje y por tanto elemento indispensable en las relaciones familiares como base de la educación afectiva de los hijos.
Deben ser entornos reparadores de los graves daños causados por el abandono y la deprivación afectiva. Estamos, en muchos casos ante menores muy dañados a los que nadie ha ayudado a confrontar su dolor y su miedo. El daño interno que llevan consigo se traduce en características y comportamientos que muchas veces son abordados desde perspectivas exclusivamente educativas sin acabar de comprender su carácter de síntoma de problemas emocionales profundos y arraigados y por tanto susceptibles de intervenciones terapéuticas especializadas.
Otra tarea importante de estos entornos ha de ser acompañar en la elaboración de los necesarios duelos que, en muchos casos, tienen pendientes estos niños y que han de superar para poder seguir adelante. Me refiero a los duelos de separación de su familia, que con frecuencia están presentes de forma inconsciente y no les permite avanzar en otras tareas, los duelos de la separación de su vida infantil y el miedo que les provoca tener que enfrentarse a una nueva realidad, desconocida y por tanto amenazante, por las cuentas pendientes y sin resolver que tienen en sus vidas.
Hay que crear entornos que ayuden a elaborar y completar la propia historia. Los niños vienen a nuestras casas con su pasado, su historia y su “mochila” Cerrar los relatos de vida de estos hijos que tienen serias carencias/faltas a la hora de comprender su propia trayectoria vital y grandes vacíos para la comprensión de sus propios comportamientos, reacciones, miedos y actitudes. Muchos de ellos no son capaces de hacer un relato mínimamente coherente de sus vidas, tienen lagunas enormes y necesitan imperiosamente informaciones que les permitan cerrar el círculo. Ello no es fácil porque en la mayoría de los casos, esas lagunas y vacíos están unidas a situaciones emocionales muy negativas que van a exigir un esfuerzo especial por parte de los padres que hemos de ayudarles en sus búsquedas, temores y silencios. 
Aquí radica fundamentalmente la tarea educativa añadida que tenemos los padres que hemos adoptado. Somos padres como todos los demás a los que las necesidades de nuestros hijos obligan a conformar el entorno familiar de una manera inclusiva, con unos matices especiales que favorecerán  su correcto desarrollo. 
Es fundamental que seamos muy conscientes de cuáles son las necesidades que tienen nuestros hijos y ellos nos las van a comunicar todos los días si sabemos escucharles. Está claro que su lenguaje comunicativo no es el habitual. Ellos no saben expresarse como hacemos nosotros habitualmente a través de la palabra y por tanto lo harán por medio de su conducta. Sus comportamientos especiales, a veces extemporáneos e incluso agresivos, son el método por el que nos están expresando lo que sienten, lo que desean y lo que esperan de nosotros y lejos de irritarnos cuando se producen, hemos de considerarlos una oportunidad para entenderlos mejor.
Pero de la misma manera que ellos nos manifiestan sus sentimientos y deseos a través de la conducta, también están atentos a lo que nosotros les decimos no con las palabras, sino con nuestras acciones. En este sentido nuestras actitudes de cada día en la relación con ellos son las que les están haciendo entender nuestra comprensión, nuestros sentimientos y nuestra aceptación.
A modo de ayuda práctica y sin ánimo de exhaustividad, voy a señalar un listado de 10 principios que me parecen básicos para transmitir a nuestros hijos con nuestra actitud cotidiana, creando con ellos el entorno que les ayude a desarrollarse individual, familiar y socialmente.
En primer lugar la incondicionalidad de nuestra paternidad. La paternidad es un hecho irreversible     que nunca tiene marcha atrás. El mensaje que deben recibir, claro y nítido un hijo adoptivo  desde el primer día es este: Estaremos contigo  y te querremos pase lo que pase, hagas lo que hagas y seas como seas. No te vamos a abandonar nunca.  Estaremos a tu lado aunque no nos guste lo que haces, aunque no entendamos nada de lo que pasa y aunque no respondas a las expectativas que tenemos sobre ti. Este mensaje hay que grabarlo a fuego desde la actitud y desde la palabra.
A veces la paternidad adoptiva flaquea cuando los hijos no responden a nuestras expectativas y nos invade el pánico y la duda. Ellos necesitan constatar que los queremos y aceptamos tal y como son y no que solo los querremos cuando sean como nosotros. Esto me parece de suma importancia.
En segundo lugar encauzar su vida con los límites necesarios. Nuestros hijos son a veces como un torrente desbordado que arrasan todo lo que se les pone por delante. Necesitan unos límites claros y firmes pero asequibles y asumibles por ellos, que irán siendo más y más fuertes en la medida en que vayan desarrollando su capacidad de asumir normas, algo que, al principio de la convivencia,  puede costarles mucho aceptar. 
Procuraremos siempre dar ejemplo de coherencia con nuestras vidas y nuestras acciones. No entrar en contradicciones graves es fundamental y eso es un ejemplo para ellos. No olvidemos que nos observan permanentemente y están muy pendientes de nosotros. Mientras exploran otras posibilidades de vida, seguimos siendo su modelo.
No perder nunca el respeto a nuestros hijos, a pesar de todos los pesares. Nuestros hijos son seres humanos con su dignidad y sus derechos. Sus incoherencias son fruto de su vida anterior de la que ellos nunca han sido responsables.
No nos vamos a dejar llevar por la compasión ni vamos a admitir que nadie los compadezca. Aquello de “pobrecito, con lo que ha sufrido en su vida…”  “déjalo pasar porque…..ahora que tiene unos padres…” etc. etc. No. Vamos a ser muy firmes y vamos a hacer aquello que nosotros creemos es lo que ellos necesitan para progresar
No te vamos a engañar nunca. En nosotros siempre encontraran respuestas verdaderas y cuando no tengamos respuesta les diremos sencillamente “eso no lo sabemos”.
Y cuando no se nos ocurra nada, no haremos nada. Adoptaremos siempre la misma respuesta: Estar allí presentes, sin más.  Ya se nos ocurrirá algo... pero si esto no sucede, no pasa nada. La presencia permanente es también muy importante porque nuestros hijos necesitan tener referencias cercanas al alcance de su vista. Hemos de creer que el simple estar allí  en sus vidas es un elemento terapéutico de primera magnitud, por eso no es necesario estar maquinando siempre actividades, estrategias, acciones y movimientos. Esta hiperactividad educativa los desconcierta a ellos y a nosotros y muchas veces lo que todos necesitamos es silencio, proximidad, presencia, complicidad…
Nos acomodaremos todo lo que sea posible a su ritmoporque hemos descubierto que es una barbaridad pedirles que sean ellos los que se acomoden al nuestro desde el principio.Esto, aunque parezca mentira, es lo más difícil por las implicaciones de toda índole que tiene. Ya no hace relación solamente a lo que sucede dentro de casa, sino que tiene repercusiones sociales importantes que pueden complicar mucho la situación. Pensemos, por ejemplo, en el modo de aplicar este principio a las relaciones con el ámbito escolar.
No dar ultimatumsEso es un gravísimo error. El ultimátum cierra puertas y nos pone en una difícil situación si no se cumpla la alternativa. Nuestros hijos tienen a veces comportamientos erráticos e incoherentes que no caben en una alternativa “o haces esto, o pasará esto otro”. Hay que dejar siempre puertas abiertas con flexibilidad, para que puedan reflexionar y tomar decisiones acertadas.
Confianza y persistencia. Lo que viven junto a nosotros no pasa en balde. Deja unos posos, tenemos que esperar que aflore, que siempre lo hace. Cuando comienzan a construir sus vidas independientes, el modelo que tienen es el que han vivido junto a nosotros y entonces ellos mismos se sorprenden al constatar que edifican sobre los valores y principios que adquirieron en la convivencia con sus padres. Hay esperanza y no debemos perderla nunca.
La pregunta que debemos hacernos cada día es ¿cuál es el objetivo? ¿que se porten bien con nosotros para que estemos tranquilos? ¿que nos dejen vivir en paz? ¿que se acomoden cuanto antes a nuestras expectativas?  O más bien que aprendan a vivir, que construyan bien su vínculo afectivo, que adquieran hábitos que luego les sirvan para recomponer sus actitudes personales y sociales y construir adecuadamente sus vidas.
No os quepa la menor duda que el esfuerzo que hacen nuestros hijos por salir adelante es ingente y que solo con nuestro apoyo y ayuda lo van a conseguir.

lunes, 8 de octubre de 2018

"I see you" Importancia de la mentalización en la parentalidad adoptiva y acogedora (II y final)

Tal y como os prometí, aquí está la segunda parte del post dedicado al concepto de la mentalización aplicado a la parentalidad o marentalidad adoptiva y acogedora.

Un tren no es el lugar más cómodo para escribir, pero cuando no se dispone de más tiempo, me motiva más llegar puntual a mi cita mensual con vosotros/as que lo que me pueda molestar ponerme a redactar en un intercity con el portátil en mis rodillas, la espalda un tanto doblada y notando el tembleque del tren en el cuerpo. Vengo de A Coruña (Galicia), donde he recibido formación por parte de una gran profesional y excelente persona: Anabel González, psiquiatra y psicoterapeuta. Sin duda, es una de los referentes mundiales en el tema de los trastornos disociativos, una autoridad en la materia. He tenido esa suerte, la de tener un hueco en la agenda para acercarme a hacer el segundo módulo sobre este dominio programado por la Asociación EMDR España. Anabel González destaca, además, por la humanidad que desprende por todos los poros de su piel, por su capacidad de acogida y por la generosidad al compartir lo que sabe. Esa sonrisa que está siempre presente en su rostro que favorece la conexión emocional con las personas, anima a estar con y aprender de y con ella.

El curso ha sido magnífico porque Anabel González ha trascendido en disociación más allá del clásico modelo de partes, similar al que proponen Van der Hart y colaboradores (2008), hacia un modelo comprensivo del paciente donde el sistema de partes (la división de la estructura de la personalidad ante la persistencia de un trauma complejo grave) es sólo uno de los puntos de mira para valorar al paciente. 

Anabel González propone también el análisis de la capacidad de mentalización, esas capacidades “meta” (metacognitivas, pero también metaemocionales) de verse a uno mismo y ser capaz de ver al otro como una persona diferenciada de mí: me puedo representar al otro y mentalizarlo como un sujeto que tiene pensamientos, emociones, intenciones y deseos propios… Capacidad de verme primero a mí a ese nivel y observarme sin actuar (sin pasar a los sistemas de acción), observar todo ese mundo interno que las personas tenemos. Y, por consiguiente, capacidad de ver al otro y mentalizar sus afectos y devolvérselos como propios, marcándolos.

¿Cuál sería la metáfora de la mentalización? Anabel González nos hizo un regalo durante la formación y ese fue -entre muchos- mencionarnos la película Avatar -que confieso, con rubor, no he visto pero pienso ver en cuanto llegue y tenga oportunidad- y la máxima expresión de afecto que se prodigan entre los miembros de la tribu de los Na´vi, protagonistas de la película: 

“I see you!” = “¡Te veo!”

Evidentemente, hace referencia a que te veo no sólo físicamente sino a que te veo espiritualmente (o si queréis, psicológicamente).

Como podéis comprobar en esta imagen que he subido de internet sobre la película está resumida la esencia de lo que tenemos que hacer como padres y madres adoptivos y acogedores que se plantean una parentalidad reparadora, que sane a sus hijos de sus heridas psicológicas infligidas por cuidadores tempranos que no les vieron (les ignoraron o rechazaron) o distorsionaron gravemente el modo de verles porque su historia propia se enredó con la persona del niño que les gatilla a ellos sus memorias traumáticas, y no diferenciaron, cayendo en el maltrato o el abuso, lo cual implica que tampoco son vistos como sujetos con mente propia y merecedora de respeto básico a sus derechos.



Traduciendo el cartel con la imagen de la película Avatar dice:

“Yo veo tu alma.
Tu verdadera esencia.
Yo veo quién eres tú realmente.
Yo te respeto, yo te saludo, yo te amo, yo te honro, yo te reconozco.
Yo te recibo, yo conecto contigo.
Tú no estás solo”

Y si nos paramos a pensar reflexivamente durante unos minutos, caeremos en la cuenta que esa es la verdadera esencia de todo/a niño/a o joven que es nuestro hijo/a o el niño/a acogido o adoptado antes de ser traumatizado: un ser humano que realmente fue un bebé con un equipamiento básico para apegarse al cuidador, lleno de ternura y capacidad para la risa y el juego y para que le calmen el llanto. Una esencia de bebé limpio e inocente a quien un adulto o adultos tempranamente dañaron y entonces capas de defensas para protegerse se instalaron en el niño/a como costras que envuelven esa esencia que está ahí pero que no vemos porque lo que se nos aparece es la conducta observable que muestra esas defensas: evitar, esconderse, no sentir, agredir, huir, dañar… 

Por eso, estas frases de la película Avatar nos recuerdan que la esencia de niño está dentro, se conserva, hay que llegar a ella. Es verdad que cuesta mucho tiempo, pero ese es el trabajo. No podemos ver a un “adulto malicioso” como muchos adultos valoran a estos niños/as porque solo tienen capacidad para fijarse en la conducta externa y no se plantean que esta refleja siempre una traumatización compleja. Sé que es muy difícil porque muchas veces los niños/as nos lo ponen muy complicado al ser muy resistentes estas defensas, durar mucho tiempo y generar mucha perturbación y dolor hacia él y hacia quienes le rodean. A veces estas conductas precisamente se mantienen en el tiempo porque es su modo de decirnos: necesito de ti que me digas:

“I see you...”

“Veo quién eres tú realmente” = Te comportas así porque tienes heridas que se expresan acorde a tu nivel madurativo afectado por el daño del abandono y del maltrato. Pero tú eres -realmente- un niño/a. Dañado, eso sí, con intenciones positivas o si no las tienes, no es por ti sino porque un adulto perturbó severamente tu capacidad innata para apegarte sanamente. En una experiencia segura y contenedora conmigo y con otros aprenderás a que tus intenciones hacia los adultos sean buenas y no de recelo o persecutorias. Porque tú realmente, eres un niño/a…

“Yo te respeto, yo te amo, yo te honro, yo te reconozco” = Te respeto porque todo niño/a es una persona, sujeto con derechos, a quien no debo nunca pegar ni insultar ni vejar… Porque eso es, además, lo que le hicieron. Puede empujarme a mi inconscientemente a que caiga en esa espiral de vínculo insano, pero si yo le mentalizo (si veo quien es él realmente) sabré mentalizarme yo (mentalizar mis afectos alterados por su conducta, ser consciente de los botones de mi propia historia no revisada que pulsa…) podré calmarme para con tiempo, paciencia y perseverancia tranquilizarle a él y contenerle del mejor modo posible, pero respetuoso. “Te honro” Profundamente. Porque eres un héroe que tuvo que enfrentarse del mejor modo que pudo a experiencias terribles de vacío interno, rabia, soledad prolongada, hambre, violencia, guerras, muertes, ser violado en su intimidad y sexualidad y sentimientos de niño/a que no puede entender el por qué de esto y vivirlo como una traición a su confianza… “Y te amo y te reconozco” en ese dolor y me pongo manos a la obra para hacer equipo con profesionales que nos apoyen para hacer un camino largo y lento de sanación. Reconocerle a una persona su dolor y validárselo lo hemos aprendido de Jorge Barudy, quien fue de los primeros en saber que el dolor de la infancia maltratada es invisible… Hemos de verlo y reconocerlo.

Y, finalmente, “tú no estás solo”, porque solo te dejaron muchas veces, o fuiste abandonado en instituciones que no pudieron y/o supieron dar respuesta a tus necesidades, porque la experiencia del maltrato y el abandono deja el cerebro del niño/a en unos niveles de desorganización que precisa de alguien a su lado… Dejarte solo abre tus heridas tempranas y es como echar sal en una corte en la piel… El abandono es sumamente doloroso… No podemos ni debemos dejarle solo, lo cual implica que haya presencia física pero también emocional. No podemos permitir que su historia se repita… 



Dicho esto, tan importante, que me ha venido inspirado gracias a Anabel González, psiquiatra, psicoterapeuta y experta en trauma complejo y disociación, retomo el post donde lo dejamos el mes pasado para culminar, con estas líneas que siguen, la segunda parte: dificultades en la mentalización infantil y psicopatología e intervenciones para potenciar la capacidad mentalizadora de nuestro niño/a y así contribuir a su mejoría emocional y conductual, en suma, hacia un desarrollo integral de su personalidad.

Ya vimos en el anterior post que la mentalización (aquí, dentro de este constructo de la mentalización, que tiene varios componentes, nos centramos en el que se refiere a la Función reflexiva, esto es, ser capaces de reflexionar sobre la mente infantil) Tiene componentes interpersonales: "¿qué le puede ocurrir por dentro?" Y tiene componentes reflexivos: "Y ahora, ¿cómo lo hago?"

Como padres y madres vamos más allá de lo que la conducta ha mostrado y nos planteamos: "¿qué le puede ocurrir por dentro?" Más que acertar y ser infalibles -que es imposible-, es tratar de acercarnos a esa decodificación y plantearnos hipótesis: se sintió abrumado, no era capaz de tolerar la frustración por sí solo, malinterpretó la conducta de los demás, lo ocurrido le confrontó como una pintura al fresco, con sus propias heridas… [Por ejemplo, un niño/a agrede a sus propios amigos durante la comida, les incordia sin más, sin que medie provocación…Todos los padres le riñen severamente, lo cual intensifica su rabia… Nadie es capaz de ver que, dentro de esa reunión con padres y niños, él es el único que no tiene padre, va sólo con su madre, pues este falleció dolorosamente a causa de un cáncer. Posiblemente, dolido por esto, no puede expresar ese dolor de otro modo… Pero nadie lo ve, nadie le dice: “I see you” Nadie ve que esa conducta expresa una tragedia, la de quedarse sin padre a los 5 años y comprobar, a diario, que todos los que le rodean lo tienen menos él… Nadie le dice: “Siento que sufres por la desgracia que te ha ocurrido, lo siento mucho, debe ser muy duro. Pero sacarlo así, pegando, no te va a ayudar, has de aprender a darte cuenta de qué sientes para expresarlo y controlarlo adecuadamente” El niño es etiquetado como “rebelde”, “negativo”, “incordión”… Y esta etiquetación puede marcar poderosamente su futuro…]

El “cómo lo hago” es muy importante porque quedarse solo con la conducta observable del niño/a o atribuirle etiquetas o intenciones exclusivamente malévolas lleva al adulto a desconectarse de la función reflexiva. Actuamos como un resorte y funcionamos como adultos desde la rabia (poniendo castigos imposibles de cumplir) para frenar “eso que es intolerable” O cuando ya no podamos frenarle desde el castigo, optaremos por la indiferencia absoluta. “Y el peor de los mensajes que podemos lanzar a todo/a niño/a y adolescente es que pasamos de él” (Jorge Barudy) Nos necesita imperiosamente.

El “cómo lo hago” implica un trabajo mayor por nuestra parte. Nunca dejamos de reconocer a padres y profesionales lo complejo de nuestra labor educativa y terapéutica, pero, a largo plazo, dará mejor fruto porque ayudaremos a nuestro hijo a hacer reflexiones sobre lo que le pasa, a mentalizar su mundo interno, a modular mejor sus emociones, y por lo tanto disminuirá la probabilidad de una deriva hacia desórdenes de conducta y/o emocionales.

Veamos cómo no desarrollar esta capacidad mentalizadora se asocia a diferentes tipos de psicopatología infantil. Recojo lo que Norka Malberg, psicóloga y psicoterapeuta infantil experta en TBM (Terapia Basada en la Mentalización) expuso en su ponencia de Madrid el pasado mes de junio de 2018:

Dificultades en mentalización infantil y psicopatología

“El funcionamiento reflexivo bajo ya es en sí un factor de riesgo en términos de psicopatología, pero no toda psicopatología es el resultado de un funcionamiento reflexivo bajo” 

“El funcionamiento reflexivo es relevante para el funcionamiento adaptativo aún cuando no es la causa de la patología”

Trastorno de conducta

Dice Norka Malberg “que los niños/as con problemas de conducta (y sus padres) tienden a exhibir una capacidad pobre de mentalizar”. Desde luego que cuando uno se sienta a repasar los niños/as más graves que ha tenido en cuanto a presentar alteraciones de conducta recuerda menores rígidos de mente, con el pensamiento polarizado (“bueno” o “malo”) y que distorsionaban la mente del otro de tal manera que proyectaban o negaban cualquier responsabilidad en un conflicto o problema. Conducirles a la reflexión suponía una cerrazón y una negativa, sobre todo cuando se hacía una confrontación con la realidad. Es como si construyeran un mundo representacional simulado que se aleja mucho de un reflejo que se aproxime a los hechos. El camino con ellos era trabajar con otros métodos para tratar de llegar a ellos, dejando las confrontaciones para cuestiones relevantes y/o para cuando se construyera una confianza de base entre psicólogo y paciente niño/a o joven.

También han tenido padres con capacidad pobre de mentalizar… Así pues, si nosotros como padres tenemos un problema en este sentido o caemos por circunstancias u otras causas (estrés, agobio, queme…) en no mentalizarles, imaginaos hacia dónde caminará el menor…

Porque como afirma Norka Malberg “un enfoque exclusivo en conducta contribuye a la desregulación afectiva y conductual del niño” Y ella misma nos recuerda que “hay una tendencia en niños/as con problemas de conducta de atribuir intenciones hostiles a otros/as en situaciones ambiguas” Recordemos que muchos vivieron malos tratos, luego las intenciones serán hostiles… ¿De qué otro modo sería esperable que fueran? Los padres adoptivos y acogedores representan una esperanza, pero a la vez también encarnan simbólicamente el que se pueda volver a repetir su historia de abandono y dolor. Por ello, habrá que mostrar coherencia y firmeza (que no hostilidad) con sus conductas negativas, así como consecuencias, pero… ¡no solo esto! Hay que recoger su mundo interno como un na´vi y que pueda llegar a sentir el

“I see you...”




Finalmente, recogemos las propuestas de Norka Malberg y de mi querida profesora Maryorie Dantagnan para fomentar una parentalidad/marentalidad basada en el fomento de la mentalización.

Bloques necesarios para mentalizar (Norka Malberg)

Hemos de valorar al niño/a o adolescente en estos tres bloques y preguntarnos si es capaz de hacer lo que la autora experta indica.

Regulación de la atención

¿El niño puede notar cambios emocionales?

¿Es capaz de enfocar su atención en sí mismo y en otros? 

Para la regular la atención, probablemente tendremos que descender a nivel sensomotor, nivel de desarrollo que no ha sido estimulado lo suficiente para estabilizar estas funciones. Pueden tener dificultades con el sonido (ambientes ruidosos les excitan), con la modulación de la luz, con la percepción de la temperatura (no es raro que no discriminen que ropa es adecuada ponerse) con el movimiento… Norka Malberg nos recuerda que el sentido de nosotros mismos proviene de un “sí mismo encarnado” (la mentalización tiene sus raíces en el cuerpo)

Norka Malberg propone estas intervenciones para regular la atención:

Reflejo, sintonía y validación para estimular patrones de estar juntos.

Encontrar el mismo ritmo.

Crear estructuras predecibles.

Tomar conciencia de las señales corporales.

Detenerse y parar mientras permanece en contacto.

Regular la excitación y la impulsividad prestando atención y enseñando al niño a estar atento.

Bloque de regulación de emociones

Enfoque de lo que le ocurre en el momento.

Curiosidad sobre la percepción y los movimientos.

Estimular la fantasía y el juego (son contenedores)

Ayuda al niño a expresar sus sentimientos

Jugar con límites

Ofrecer seguridad y predectibilidad.

Ayudarle a asumir la responsabilidad en lo que hace.

Bloque de mentalizar

¿Tiene el niño algún sentido, alguna representación de sí mismo o de los demás?

¿Puede el niño dar sentido a las relaciones?

¿Puede el niño explicar su comportamiento en términos de estados internos / mentales?

¿Usa el niño fantasía e imaginación sin perder el sentido de la realidad?

¿Puede el niño jugar, usar símbolos o humor en el juego o en el diálogo interpersonal?

¿Cuándo el niño interrumpe la mentalización?

Técnicas para apoyar y promover la mentalización explícita

Ofrecer apoyo y empatía en el contexto de desregulación y rupturas de mentalización.

Parar y retroceder y explorar.

Buscar oportunidades de validar manifestación de estados mentales tales como pensamientos, sentimientos, deseos e intenciones en historias y juego.

Mejorar toma de perspectiva y diferenciación entre el yo y los otros a través de la mentalización de relaciones, dentro y fuera del contexto terapéutico.




¿Cómo podemos fomentar las capacidades mentalizadoras en la parentalidad/marentalidad terapéutica? (Maryorie Dantagnan)

Trabajando desde una perspectiva mentalizadora, como padres/madres acogedores y/o adoptivos, tenemos que ver cuál es nuestro nivel de intensidad emocional y cuál es nuestro nivel de funcionamiento mentalizador. Si es pobre o bajo, somos candidatos a hacer terapia con un profesional que trabaje desde este enfoque. Si no, seremos con nuestros niños/as o jóvenes como ciegos que conducirán a otros ciegos…

Después, hemos de valorar cuál es el nivel de intensidad emocional del niño/a o joven y cuál es su funcionamiento mentalizador. Para que podamos hacer intervenciones que potencien este nivel, dependiendo de estas variables, necesitará más o menos ayuda de nuestra parte.

Reconocer qué implica una parentalidad o marentalidad mentalizadora

Lo más difícil en la parentalidad o marentalidad terapéutica es contener los afectos inquietantes del niño/a, por tanto, ayudaremos a los padres para que… (Los padres necesitan de todo nuestro apoyo y experticia profesional)

Puedan comprender la causa de la angustia de su hijo, y la de ellos, así como el impacto emocional en cada uno.

Puedan afrontar mejor la angustia y aliviarla.

Puedan reconocer lo que hay detrás del comportamiento de su hijo/a, mejorando su capacidad de inferir las intenciones, deseos, necesidades, motivaciones que subyacen a la conducta.

Ofrecer recursos psicoeducativos que promuevan la mentalización parental/marental

Espero que os haya resultado interesante y útil.

Este mes, la firma invitada que colabora escribiendo un post es José Ángel Giménez Alvira, psicólogo y responsable del servicio de adopción en Aragón durante muchos años, padre adoptivo de un hijo cuya historia familiar la narra (es un relato de resiliencia pura en adopción) en el genial y famosísimo libro “Indómito y entrañable. El hijo que vino de fuera” Es un honor contar con José Ángel Giménez Alvira entre el elenco de ilustres colaboradores del blog porque tiene mucho y muy bueno que enseñarnos en este ámbito, además de encarnar la esperanza realista de que es posible que los menores hagan procesos resilientes si nos damos el tiempo, el trabajo, la paciencia y la perseverancia que él y su pareja, Carmen Julve, se dieron. A pesar de las enormes dificultades por las que pasaron, nunca tiraron la toalla y son la prueba más visible y clara de lo que es y significa la aceptación incondicional, clave en resiliencia con menores. Estará disponible el 22 de octubre de 2018.

Gracias por construir y difundir Buenos tratos.

Cuidaos / Zaindu