lunes, 18 de octubre de 2021

Refugiados en suelo europeo: la pérdida de una identidad, por Iciar García Varona, psicopedagoga y traumaterapeuta


Firma invitada


Iciar García Varona

Psicopedagoga y traumaterapeuta


Presentación

Cuando escribí la presentación del primer post de esta temporada, el mes pasado, os dije que este año tendríamos novedades significativas, dentro siempre de nuestras temáticas. Os comenté que no os despegaríais de la pantalla y que viviríais numerosas emociones, algunas, desgraciadamente, muy intensas y duras (dolorosas) que no nos gustaría sentir... pero que debemos experimentar si queremos movilizarnos a la acción. La empatía funciona así, pudiendo aproximarnos a la comprensión y al dolor del otro. Hoy entenderéis perfectamente estas frases, pues lo que vais a leer es una primicia en forma de experiencia de nuestra compañera y amiga, miembro de la Red Apega, Iciar García Varona, que nos escribe sobre su estancia colaborando con un campo de refugiados en Atenas, Grecia, en el cual estuvo este pasado verano. Ambos teníamos claro que lo que allí ella observara, recogiera y experimentara en su acompañamiento a los refugiados/as, lo compartiríamos en este blog. Porque hay que poner voz a los/as que no tienen voz y no existen a apenas unas horas de distancia en avión de nosotros/as. En un lugar que es la cuna de Europa, han apartado y despojado de todo a seres humanos víctimas de las guerras, la tortura, la persecución... Muchos son niños/as... Iciar García tenía y tiene muy claro que hay que contarlo. Porque tenemos que denunciarlo para darles una voz y un nombre a quienes parecen ser invisibles, como si no fueran seres humanos sujetos de pleno derecho. Nadie nos puede quitar ese derecho a la denuncia. Quizá sacudamos alguna conciencia en quienes toman las decisiones sustantivas. El blog Buenos tratos, sensible a temas como el trauma, no puede permanecer ajeno a este dolor que soportan día a día los olvidados/as en los campos de refugiados.

Serán dos artículos que queremos no dejen a nadie indiferente. El primero trata sobre el proceso migratorio y salud mental y física de los refugiados; y el segundo versa sobre experiencias colaborativas, buen trato y resiliencia (todos enriquecemos en esa mutua colaboración).

Agradezco de todo corazón a Iciar García Varona, que ha destinado su tiempo, su esfuerzo y su energía en una acción solidaria, colaborando con SOS Refugiados y acercándose con empatía y sensibilidad a las trágicas vidas de estas personas, poniéndoles así voz, sentimientos, historia, derechos, existencia, en suma, humanidad a quienes otros seres humanos, en suelo Europeo, olvidamos abandonamos y despreciamos. Ella entra en el elenco de ilustres colaboradores/as del blog Buenos tratos por la puerta grande con un tema que debe de darse a conocer. Expuesto por Iciar, además, con rigor científico, dedicación, entrega, alma y corazón; pues los trabajos académicos pueden y deben llegar a emocionar y a mover al compromiso ético por parte de todos/as.

Iciar García Varona es psicopedagoga, traumaterapeuta sistémica por el IFIV de Barcelona y doctoranda en psicología. Psicomotricista y Master en necesidades, derechos y cooperación al desarrollo en la infancia. Miembro de la Red apega, actualmente lidera el Proyecto Valientes en convenio con la Universidad de Burgos, en la cual es profesora asociada de la Facultad de Educación. Trabaja para los servicios sociales de la Diputación de Burgos.


Refugiados en suelo europeo: la pérdida de una identidad

Por Iciar García Varona


Agradecimientos

Quiero agradecer a las ONGs SOS REFUGIADOS y A.I.R.E la oportunidad de realizar esta labor de cooperación en Grecia, no solo por el trato excepcional que allí he recibido, sino por su labor diaria de entrega desinteresada a los más desfavorecidos. En especial quiero hacer un reconocimiento a Patricia Colón presidenta de SOS REFUGIADOS, por todos los ratos compartidos dentro y fuera del terreno, por cada aprendizaje, que son tantos…a Víctor Godino y a Dimitris Kouiriouklis por vuestra entrega, por vuestro acogimiento, por compartir tanto. También a Javier Bauluz, Premio Pulitzer, por ceder desinteresadamente algunas de las fotografías que acompañan este artículo.

Gracias amigos. Para más información, sobre las ONGs y aunque en la próxima publicación vayan a ser centrales, adjunto enlace de donaciones:

Enlace para donaciones


Para mí es un honor formar parte de este blog, que se me configura como una valiosa fuente de aprendizaje en cada una de sus publicaciones. Este honor se hace extensivo a la procedencia de la invitación, por lo que, cuando mi admirado y querido José Luis Gonzalo me ofreció la posibilidad de escribir en este espacio de encuentro profesional y personal, me consideré enormemente afortunada, aceptando de inmediato la propuesta. 

Por todo ello, no encuentro mejor contexto que este para dar voz a la realidad de las personas desplazadas, tan hostil y dolorosa en muchos lugares del mundo. Siento este escenario, como un “lugar seguro”, donde aquellos que dediquen tiempo a su lectura, se me antojan sensibles al dolor humano y a la defensa de los derechos de las personas, sin consideración o exceptuación alguna. 

Me dispongo a compartir contigo, querido lector, la realidad del suelo europeo en su calidad de refugio, específicamente en territorio griego, dónde a lo largo de veinte días he vivido experiencia relacional con personas desplazadas, en búsqueda del amparo que la condición de refugiado les pudiera aprovisionar. Este largo y azaroso proceso, que puede durar años, a menudo se acompaña de una pérdida identitaria que no siempre les llega a ser devuelta. 

La falta de filiación acerca al individuo a un estado de anomia, que casi provee de una falta de “existencia” y que una Europa altiva, impertinente y ajena se empeña en hacer cada vez más acuciante, tanto en su pésima gestión del refugio, como en la idiosincrasia de sus políticas migratorias. El control de los flujos migratorios se erige como principal y única maniobra para la gestión del desplazamiento humano. A este respecto Bauman (2016) recoge la sugerencia de Michel Agier: “La política migratoria va dirigida a consolidar una división entre dos grandes categorías mundiales cada vez más cosificadas: por un lado, un mundo limpio, sano y visible; por el otro, un mundo de restos residuales, oscuros, enfermos e invisibles”. 

Algunos datos

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), estima que más de un millón de refugiados huyó a Europa durante el año 2015 (ACNUR, 2016).

Pero no todos consiguen llegar. Se calcula que desde el año 2000 más de 20 mil personas han muerto intentando alcanzar el viejo continente y se estima que el 75% de los migrantes muertos en el mundo en 2014 perdieron la vida en la ruta marítima del Mediterráneo (Febbro, 2015). La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) alertó sobre 1.283 migrantes muertos en su intento de cruzar el Mediterráneo a lo largo de 2019 y señala el año 2016 como el más catastrófico, con cerca de 4000 fallecidos (Europa Press, 2020). Estos datos son orientativos; en realidad, se contabilizan estimaciones de salidas en las travesías, los naufragios y los cadáveres hallados, pero dicen los expertos que sólo una pequeña parte de los ahogados son devueltos por la mar. 

En cuanto a los menores no acompañados, existen datos muy preocupantes. En el cénit migratorio de 2015 se registraron 95.205 peticiones de asilo de menores no acompañados en Europa, bien viajando solos o en asentamientos sin acompañamiento ni supervisión adulta (Eurostat, 2020). A este respecto es de especial preocupación el dato de la oficina europea de policía (Europol) que constató la desaparición de 10.000 menores no acompañados en suelo europeo a lo largo de 2016 (BBC, 2016). Esta misma fuente apunta a que cuando un niño proveniente de Siria, Afganistán o Eritrea se pierde en Grecia o Italia, rara vez pasa algo, dado que pocas agencias fronterizas denuncian sus desapariciones, lo que evidencia el riesgo de estos niños a la explotación sexual y al tráfico humano, tal como resalta Save the Children (2016), cuestión que parece estar relacionada con las propias redes contrabandistas con las que cruzan la frontera (BBC, 2016).

Campo de refugiados Kurdos de Lavrio (Grecia, agosto 2021)


Por mucho que nos distanciemos de esta realidad (de la que sin embargo nos separan escasamente 15 kilómetros de ruta marítima), y permanezcamos en una especie de estado disociativo, o, en palabras de Bauman (2016), nos “adiaforicemos” (neologismo referido a la conversión del problema en moralmente neutro o irrelevante), los datos exponen una realidad creciente, intemporal y muy próxima que afecta a millones de personas en todo el mundo, gran parte de ellas, niños y niñas. 

El proceso migratorio

Si bien la literatura científica ha ido adoptando diferentes nomenclaturas en torno al fenómeno de la migración, diferenciando entre migraciones “forzosas” y migraciones “libres”, “económicas”, “políticas” o “ecológicas” (Egea y Soledad, 2008), me resulta complicada esta distinción: considero que existen confluencias de múltiples factores que promueven o motivan la salida del lugar de procedencia. No podemos obviar la violencia económica que supone el modelo neoliberal, el desequilibrio acuciante que provoca la mercantilización de los recursos naturales, el boyante negocio que entraña la industria armamentística y por lo tanto las guerras, ni aquellos aspectos concernientes a la devastación del equilibrio ecológico que conlleva el hiperconsumo que sostiene y alimenta dicho modelo. Lo que parece un factor común a todas las formas migratorias, es la “violencia del desequilibrio”, que se enraíza en los cimientos propios del sistema y en el modelo en el que vivimos y nos fagocita. La sostenibilidad del modelo económico neoliberal parece pasar por la represión y usurpación de las necesidades y recursos de los otros, de los más desfavorecidos. Es, por lo tanto, la confluencia de push factors (guerras, terrorismo, catástrofes medioambientales) alimentadas por el funcionamiento de la doctrina neoliberal y de pull factors (supervivencia, deseo de una vida mejor) lo que fuerza la huida de poblaciones en Oriente Medio, África, Latinoamérica y ciertas regiones de Asia (Guarch, 2021).

             Entrada al campo de Skaramagas (Atenas, agosto 2021).


Aun así y con objetivo de obtener un mejor encuadre sobre la naturaleza saliente de la motivación migratoria de los refugiados (colectivo con el que fundamentalmente he tenido el privilegio de trabajar en Grecia), recurro a Turner (2015) que alude al reconocimiento de la naturaleza forzada de las migraciones transnacionales por la guerra y la violencia en los países de origen. En estos procesos migratorios, Zimmerman et al. ( 2011) señalan que las personas obligadas al abandono de su tierra se enfrentan a una sucesión de hechos traumáticos que se agrupan en tres momentos: la pre- migración, el tránsito y post migración. 

Existen factores comunes en todos los relatos de las personas refugiadas con las que conversé acerca de su historia de migración. En los momentos previos a la migración, la represión, violencia y el cautiverio se constituyen como los principales motivadores para la salida de sus lugares de origen, apuntando a los pull factors y push factors que en párrafos anteriores se mencionaban. Además de que, durante la travesía, han sido víctimas de persecución, chantaje, coacción y pérdida, la propia estancia en Grecia no mejora sustancialmente determinadas amenazas, siendo víctimas de encierro, violencia policial, racismo y xenofobia, precariedad y la falta de expectativa vital. Como se puede observar, es un camino tortuoso y eterno el que se asocia a la espera de la ansiada identidad de refugiado, que será la que les permita abandonar el país y continuar el tránsito hacia la anhelada Europa y que, mucho me temo, se tratará de un anhelo que encontrará de nuevo un muro fronterizo: el viejo continente no los acogerá con el suficiente buentrato que, como seres humanos desamparados y expuestos a sucesión de hechos traumáticos, sería de obligado cumplimiento…. Toda esta secuencia, como ya se habrá podido inferir, resuena a amenaza por la supervivencia, resuena a trauma y así lo confirman, entre otros, el estudio de Silove et al. (2107) que sugiere hallazgos de síntomas de Síndrome postraumático simple y complejo (TEPT y TEPT-C), como se definen en la CIE-11 (WHO, 2018), en comunidades de refugiados expuesto a una amplia constelación de estrés traumático general, y en particular como consecuencia de la persecución y el desplazamiento masivo prolongado.

La pre - migración, los motivos de salida: afectación a la salud mental de migrantes y refugiados. 

Durante los veinte días de estancia en Atenas trabajando con la ONG SOS REFUGIADOS y en menor medida con la ONG AIRE (sobre el desarrollo y labor de las ONGs, y aprovechando el motivo del siguiente post, abordaré aspectos concernientes a la cooperación como factor de resiliencia) he tenido el enorme placer de compartir experiencia laboral y relacional con, fundamentalmente, hombres jóvenes de origen afgano, y digo el placer, no por el uso del adorno literario, sino porque no hay como un encuentro cultural con un fin de labor común, para el aprendizaje y el enriquecimiento. La capacidad de trabajo de todos estos hombres, el agradecimiento continuo y la mirada amable, pese a la adversidad a la que llevan enfrentándose cada día de su existencia desde muy tempana edad, para mí ha supuesto una lección cultural, emocional y vincular. Nada más bello, querido lector, que le lazo colaborativo intercultural para la ayuda a los demás… ¡qué oportunidad se pierde esta Europa supremacista que retiene, segrega, aísla y paraliza!

Sabemos por el reciente foco mediático (ya disipado, lo que puede dar la errónea sensación de que es un problema ya solucionado) sobre la violencia que a lo largo de veinte años se ha cobrado miles de vidas en Afganistán (BBC, 2021). La población civil ha estado inmersa en un cruce de fuegos, tanto de bombardeos aéreos por parte de la coalición de la OTAN, liderada por EEUU, como por parte de los ataques Talibanes. Mis interlocutores de nacionalidad afgana en territorio griego han crecido en un entorno inestable, violento y caótico, en el que sus vidas y las de sus familiares han estado en constante peligro, o bien muchos de ellos han sido directamente testigos de pérdidas o ataques violentos a sus seres queridos. El relato de varios de ellos pasa por experiencia de cautiverio, de secuestro, generalmente en periodos de adolescencia, en los que sus vidas fueron moneda de cambio para la extorsión a la que si no accedían quedarían reclutados de forma obligatoria en las filas del ejército Talibán. Difícil elección, si es que la hubo, quizás la única salida, la única alternativa, fuera abandonar su tierra y a los suyos en nombre de la supervivencia. En la literatura científica ha quedado más que evidenciado el devastador efecto sobre la salud mental de la población civil en conflictos bélicos (Ayazi et al., 2014; Gómez-Varas et al., 2016; Marwa, 2016. Vinson y Chang, 2012), observando diferentes trastornos psicológicos y conductuales todos ellos asociados a la experimentación traumática.

Pero esto es sólo el principio, la exposición a eventos traumáticos debería finalizar aquí, sin embargo, es el inicio de la secuencia que les acompañará en los siguientes momentos que ahora describo.

La travesía

El trayecto que inician las personas en búsqueda de refugio puede durar meses o incluso años. La mayor parte de los relatos recogidos sobre el viaje están cargados de temor, peligro y en ocasiones de un contacto directo con la muerte.

Hasta llegar a travesías marítimas han ido sorteando diferentes fronteras a pie, lo que puede conllevar meses; en otras ocasiones, en transportes públicos, pero en todos los cruces de líneas, las personas en desplazamiento son susceptibles de ser víctimas de una nueva extorsión por parte de las mafias que gestionan el paso fronterizo a cambio de ingentes cantidades de dinero. Los cruces de fronteras a pie se repiten a lo largo de los procesos migratorios antes y después de su llegada a suelo europeo, con los riesgos inherentes asociados a estos trayectos.

La persecución policial es una constante motivada por las externalizaciones de fronteras en muchas ocasiones, que obligan al retroceso mediante el uso de las formas más violentas posibles, que dejan secuelas físicas en las víctimas y, cómo no, psicológicas. Numerosas organizaciones han denunciado el uso de violencia masivo y desproporcionado por parte de las fuerzas de seguridad nacionales en las zonas fronterizas españolas, húngaras, griegas, croatas y bosnias (Amnistía Internacional, 2021; Barrueco, 2021; Save the Children, 2019). El estudio de Guach (2021) arroja resultados sobre la exposición traumática en diferentes tipos de tortura: una gran cantidad de refugiados (más de la mitad, 55.6%) declararon haber sido golpeados, abofeteados, perforados con objetos o haber recibido patadas en su intento de cruzar la frontera. Durante el tiempo que permanecieron detenidos en la frontera, el 66.7% expresó no haber tenido acceso a comida ni agua por largos periodos de tiempo, así como tampoco asistencia médica (66.7%), incluso cuando fue solicitada. Además, la gran mayoría (64.8%) reconoció haberse visto expuesto a condiciones antihigiénicas que hubieran podido derivar en problemas de salud. Según los testimonios de los entrevistados en este estudio, estos abusos fueron perpetrados por los agentes fronterizos. Reflejan que “fueron electrocutados” y “quemados con cigarrillos, varillas eléctricas calientes, aceite caliente, fuego o ácido corrosivo”. Un 13% describió haber sido herido por armas eléctricas tales como Táser, excepto dos personas que sostuvieron haber sido quemadas con cigarrillos. Asimismo, la práctica de acciones que requirieron órdenes o deprivaciones tales como ser forzado/a a permanecer de pie por largos periodos de tiempo, ser fotografiado/a en posturas humillantes o sexualmente explícitas o experimentar una simulación de ejecución. En este estudio más del 50% de los participantes cumplía criterios para TEPT.

Las travesías que se realizan, tanto por vía marítima, como a través del río Evros para alcanzar suelo griego, constituyen vías cargadas de riesgo. Ninguno de los tripulantes sabe navegar una barca, dirige el que es designado por las redes que trafican con personas, o aquel que se ofrece a hacerlo. La palabra miedo se repetía en todos los relatos de mis interlocutores, “lot of fear, lot of fear” reiteran con la mirada clavada en el suelo. Aluden a la indiferencia percibida ciertas guardias costeras e incluso de ataques recibidos por estos mismos en el momento de máxima vulnerabilidad como es el que se supone de una barca de goma deambulando a la deriva por el mar o por un río. 

Sobre las violaciones de los derechos humanos persistentes en las fronteras terrestres y marítimas, existen numerosos informes tanto de devoluciones en caliente por parte de las fuerzas fronterizas griegas y la guardia costera, como acerca de muertes relacionadas con las condiciones inhumanas en puntos críticos del Egeo oriental. Se han reportado y documentado gráficamente diferentes tácticas agresivas para la disuasión con conductas como: maniobras de embarcaciones de la Guardia Costera griega a alta velocidad cerca de embarcaciones de refugiados; confiscación de combustible y / o destrucción de motores; apuntar con armas de fuego a las personas a bordo de los barcos de refugiados; remolque de los barcos hacia Turquía, dejando a la gente a la deriva en botes a menudo inservibles y superpoblados y poniendo en peligro sus vidas (Refugee Support Aegean, RSA, 2020)

Otro momento crítico, narrado por muchos de mis compañeros de faena en la ONG, tiene que ver con la estancia en la jungla al arribar a la isla, zonas boscosas donde duermen exhaustos del viaje a la intemperie, “entre animales, el frío y el miedo a ser capturados y devueltos a Turquía”.

               Fotografía cedida por Javier Bauluz (1)



El estudio de Rodolico et al. (2019) con una muestra de refugiados en Sicilia indica altos niveles de TEPT en recién llegados a la isla, y señala a más de un 44% de las personas entrevistadas en su recepción.

               Fotografía cedida por Javier Bauluz 


La post- migración: campos de refugiados y la burocracia griega 

Este es quizá el momento más crítico de describir, dado que aquí es donde la experiencia directa con el relato adquiere un realismo que me lleva a pensar que de ninguna de las maneras posibles tengo la capacidad de expresar la gravedad de lo que allí acontece. 

La llegada a suelo europeo es de nuevo un salto de obstáculos donde lejos de contar con un brazo impulsor, lo que las personas que migran encuentran es una elevación de cada uno de los óbices a los que han de hacer frente.

La concesión del asilo suele llegar tras meses incluso años de espera, si llega, pues me he topado con personas a las que se les negó la protección internacional, mientras se les concedía al resto de su propia familia. Las ayudas gubernamentales son escasas o inexistentes y, de cualquier manera, extintas ante la respuesta positiva al asilo, lo que aún no permite salir del país, puesto que, en tanto no llega el pasaporte y la identificación, las personas migrantes no pueden viajar legalmente. ACNUR (2020) estimaba que el 77% de los refugiados se encontraba en una situación de refugio prolongado, esto es, en situación de exilio por periodos que van más allá de 5 años. El 71% de las peticiones de asilo han estado pendiente de la resolución durante más de un año a partir de la fecha de registro completo en 2020 (RSA, 2020). 

Esta permanencia de larga duración desasiste de prácticamente la totalidad de accesos a educación, sanidad y cualquier tipo de asistencia social. De este modo, se hallan en un escenario muy alejado de lo que sería aconsejable para el tratamiento de la salud física y mental, con una experiencia acumulativa de hechos traumáticos en forma de constante vulneración de los derechos humanos, que pasaría por enfoques ecológicos y de ajuste que procuraran apoyos mejorados, contribuyendo a una mejor adaptación en el nuevo país de refugio (Kira et al., 2014). Sin embargo, las personas refugiadas se enfrentan a multitud de cambios durante la larga espera que supone la consecución de la legalidad para el tránsito, lo que conlleva cambios de residencia, alternancias entre los campos de refugiados con condiciones de habitabilidad deplorables, “pisos patera” en donde se hacinan multitud de personas extorsionadas por la dificultad de acceso a una vivienda y, en ocasiones, la calle. La incertidumbre y la inestabilidad con la que se afrontan el futuro incrementa sustancialmente la probabilidad de desarrollar problemas psicológicos (Buckley, 2013), y que a estas alturas del proceso se acumula a las anteriores exposiciones.

      Campo de refugiados de Malakasa, (50 kms de Atenas, Grecia) (agosto-septiembre 2021) 

Quiero dedicar este último párrafo a la descripción y documentación de ciertos sectores de los campos de refugiados (aunque en mi próxima publicación lo haré de forma más exhaustiva). Cientos de personas viven en tiendas de campaña dentro de una nave bajo la mirada impasible y nada compasiva de las instituciones que los gestionan y por los que, recordemos, reciben financiación. La comida se percibe en una gran parte de las ONGs (en este caso de SOS refugiados), la asistencia médica la proporciona Médicos Sin Fronteras un día por semana. Los niños no acceden a la educación. ¿Los derechos de las personas se delimitan con una valla? ¿Los derechos del niño en suelo europeo son diferentes si se encuentran al otro lado de la valla? Juzgad vosotros mismos; añadid a la imagen el calor de 35 a 40 grados de Atenas, las ratas que obligan a cerrar la tienda para dormir, lo que puede suponer aumentar la temperatura dentro de la tienda unos cuantos grados más. Añadid los chinches, la sarna, la falta de expectativa, el no tener que hacer, el no tener acceso a la educación…esta es, querido lector, la otra cara de Europa en el siglo XXI.

               Campo de refugiados de Malakasa, (50 kms de Atenas, Grecia) (agosto-septiembre 2021) 



 Campo de refugiados de Malakasa, (50 kms de Atenas, Grecia) (agosto-septiembre 2021) 


[1] Javier Bauluz es fotógrafo y reportero, el primer español que ha recibido un Premio Pulitzer. Es fundador de Periodismo Humano, dirige documentales y produce exposiciones desde la productora Piraván. Ha recibido multitud de galardones, entre ellos, el premio Periodismo y derechos humanos.

REFERENCIAS

Amnistía Internacional (7 octubre de 2021). UE: Nuevos indicios de violencia y devoluciones sumarias sistemáticas e ilegales en las fronteras.https://www.amnesty.org/es/latest/news/2021/10/eu-new-evidence-of-systematic-unlawful-pushbacks-and-violence-at-borders/

Ayazi, T., Lien, L., Eide, A., Swartz, L. y Hauff, E. (2014). Association between exposure to traumatic events and anxiety disorders in a post-conflict setting: a cross-sectional community study in South Sudan. BMC Psychiatry, 14(1), 6.https://doi.org/ 10.1186/1471-244x-14-6

Bauman, Z. (2016). Extraños llamando a la puerta. Ediciones Paidós. Barcelona.

BBC (23 de octubre de 2016) ¿Por qué hay más de 10.000 niños desaparecidos en Europa?. BBC News..https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-37649395

BBC (20 agosto 2021). Afganistán en cifras: ¿cómo ha cambiado el país en los últimos 20 años?.https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-58255790

Barrueco, E. (8 octubre 2021). Euronews. Violencia policial contra inmigrantes en Croacia

 Buckley, V. (2013). Psychiatric treatment with people displaced in or from fragile states. Forced Migration Review, 43, 60-63.

https://es.euronews.com/2021/10/07/violencia-policial-contra-inmigrantes-en-croacia

Egea Jiménez, C., & Soledad Suescún, J. I. (2008). Migraciones y conflictos: el desplazamiento interno en Colombia. Convergencia15(47), 207-235.

Europa Press (03 de enero de 2020). El año 2019 se salda con más de 1.200 migrantes muertos en el Mediterráneo y 110.000 llegadas a Europa. Europa PressEl año 2019 se salda con más de 1.200 migrantes muertos en el Mediterráneo y 110.000 llegadas a Europa (europapress.es)

Eurostat (2020). Asylum statisticshttps://ec.europa.eu/eurostat/statisticsexplained/

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Febbro, E. (2015). Europa abre los ojos a la crisis migratoria. Recuperado de: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-270975-2015-04-21.html

Guarch Rubio, M. (2021). Memoria, Trauma y Resiliencia en Refugiados y Solicitantes de Asilo (Tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid).https://eprints.ucm.es/id/eprint/65769/1/T42582.pdf

        Kira, I. A., Amer, M. M., & Wrobel, N. H. (2014). Arab refugees: Trauma, resilience, and recovery. In Biopsychosocial perspectives on arab americans (pp. 175-195). Springer, Boston, MA.https://doi.org/10.1007/978-1-4614-8238-3_9

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Varas, A. G. G., Valdés, J., & Puebla, A. L. M. (2016). Evaluación demorada de trauma psicológico en víctimas de tortura durante la dictadura militar en Chile. Revista de Victimología, (4), 105-123.https://doi.org/ 10.12827-RVJV-4-05

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Rodolico, A., Vaccino, N., Riso, M. C., Concerto, C., Aguglia, E., & Signorelli, M. S. (2020). Prevalence of post-traumatic stress disorder among asylum seekers in Italy: a population-based survey in Sicily. Journal of immigrant and minority health22(3), 634-638. https://doi.org/10.1007/s10903-019-00948-9

Save the Children (2016). Infancias invisibles. Menores extranjeros no acompañados, víctimas de trata y refugiados en España.https://www.savethechildren.es/sites/default/files/imce/docs/infancias-invisibles-ninos-migrantes-refugiados-trata-save-the-children.pdf

 

Save the Children (2 enero 2019). Violencia
en la frontera.
https://www.savethechildren.es/actualidad/violencia-en-la-frontera

 

Silove, D., Tay, A. K., Kareth, M., & Rees, S. (2017). The relationship of complex post-traumatic stress disorder and post-traumatic stress disorder in a culturally distinct, conflict-affected population: A study among West Papuan refugees displaced to Papua New Guinea. Frontiers in Psychiatry8, 73. https://doi.org/10.3389/fpsyt.2017.00073

 

Turner, S. (2015). Refugee blues: A UK and European perspective. European Journal of Psychotraumatology, 6, 29328.

doi: http:// dx.doi.org/10.3402/ejpt.v6.29328

Vinson, G. A., & Chang, Z. (2012). PTSD symptom structure among West African War trauma survivors living in African refugee camps: A factor‐analytic investigation. Journal of traumatic stress25(2), 226-231. https://doi.org/10.1002/jts.21681

World Health Organization (2018). International Statistical Classification of Diseases and Related Health Problems 11th Revision (ICD-11). https://www.who.int/classifications/icd/en

Zimmerman, C., Kiss, L., & Hossain, M. (2011). Migration and health: A framework for 21st century policy-making. PLoS Med, 8, e1001034.

UNHCR (2020). Asylum and Migrationhttps://www.unhcr.org/asylum-and-migration.html



domingo, 10 de octubre de 2021

Entrevista a Jorge Barudy en la revista Pikara: "La familia nuclear es un factor que facilita el maltrato".





Con motivo del Día Mundial de la Salud Mental, creo que es importante recordar que el maltrato, el abandono y el abuso sexual son duras experiencias adversas relacionadas con la salud mental. Tal y como refiere Iciar García, psicopedagoga y traumaterapeuta sistémica por el IFIV de Barcelona, profesora en la Universidad de Burgos, "numerosas investigaciones han concluido que el abuso sexual en la niñez reportado por adultos, se asoció con una amplia gama de trastornos y problemas psiquiátricos, que incluyen: depresión, fobias, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno de pánico, trastorno de estrés postraumático, trastornos sexuales e ideación suicida. Lo mismo ocurría con adultos que habían informado de abusos físicos y abusos emocionales o informaban de ACEs (Adverse Child Experiences) y que igualmente reportaban tipos de trastornos psicológicos y psiquiátricos. La negligencia se asociaba además con desórdenes de personalidad". (García, 2019)

Por ello, difundo desde el blog de la Red Apega, Buenos tratos, esta entrevista a Jorge Barudy, co-director de la Red, en la cual nos habla de los malos tratos y de la necesaria visión epigenética a la hora de explicar el origen de los trastornos mentales. Jorge, neuropsiquiatra, especialista en trauma co-director del postgrado de ©traumaterapia sistémica, es un experto en violencia contra la infancia de referencia internacional y superviviente de torturas por parte del régimen de Pinochet en Chile.

La entrevista la ha realizado Julia Velilla Rambla, el día 28 de julio de 2021 y ha sido publicada en Pikara, online magazine.


Jorge Barudy


"La familia nuclear es un factor que facilita el maltrato"

(Jorge Barudy)


Jorge Barudy (Villa Alemana, Chile, 1949) es neuropsiquiatra, psiquiatra infantil, terapeuta familiar y psicoterapeuta. Encarcelado y torturado en 1973 por la dictadura de Pinochet en Chile, es uno de los principales especialistas en maltrato infantil a escala internacional por sus múltiples aportaciones en la psicología del trauma. Entre las más revolucionarias, la relación que estableció en 1998 entre maltrato infantil y tortura en El dolor invisible de la infancia (Editorial Paidós): «A diferencia del niño maltratado o abusado sexualmente, el adulto torturado o violado por su verdugo podrá mantener la identidad mientras pueda reconocerse como víctima». Actualmente, dirige el Centre Exil en Barcelona, una oenegé dirigida a la atención terapéutica para personas traumatizadas por distintos tipos de violaciones de los derechos humanos. Sus últimos trabajos se centran en la noción del paradigma del buen trato, junto a la psicóloga y psicoterapeuta Maryorie Dantagnan (autora del libro Los buenos tratos en la infancia. Parentalidad, apego y resiliencia), y en la investigación sobre resiliencia infantil.


¿Qué diferencia el maltrato infantil de otros tipos de malos tratos?

El maltrato infantil es el peor de todos los maltratos porque pone de manifiesto una diferencia importantísima de poder entre el adulto maltratador y el niño maltratado. Para desarrollarse de una manera sana, la infancia necesita cuidados, estimulación, educación y protección por parte de los adultos; la gran paradoja es que precisamente el adulto que debería proporcionarle al niño o a la niña toda esta lista de recursos es justamente quien le hace daño. Las situaciones más dramáticas se dan cuando es el padre o la madre quien inflige el maltrato: esto produce un daño que hoy en día, de acuerdo con todas las investigaciones que existen, es considerado la base de la mayor parte de las enfermedades mentales y los trastornos psicopatológicos. Es por este motivo que afirmo que un hombre o una mujer que maltrata a sus hijos, produciéndole secuelas casi irreversibles, pierde el derecho a ejercer de padre o de madre, a pertenecer al grupo. Pasan a ser solo progenitores o progenitoras.

¿Estos progenitores y progenitoras son los únicos responsables del maltrato infantil intrafamiliar?

No, hay que dejarlo muy claro. La mayoría de estas personas han concebido a sus hijos e hijas sin ostentar las competencias necesarias para acompañarlos de forma sana en su desarrollo. Y lo han hecho porque, directamente, ellas mismas no tuvieron la oportunidad de asimilar dichas competencias necesarias para la crianza, habilidades que son adquiridas. Es decir, que si no has tenido una crianza suficientemente bien tratante de niño o niña, el riesgo más grande es que tú puedas hacer daño a tus propias crías. A ser padre y madre se aprende; no solo en el entorno familiar, sino también en el entorno sociocultural. Así que, cada vez que un padre o una madre maltrata a su hijo, está denunciando a su vez la incompetencia de la sociedad en el desarrollo político de la protección adecuada, que debería permitir una detección precoz de estas tragedias e una intervención coherente.

¿Poniendo de manifiesto como de adultocentrista es el sistema? El adulto al centro, el niño y la niña, quién sabe dónde.

Exacto. Los niños y las niñas no tienen poder en nuestro sistema social, sino que son dependientes del mundo adulto. Quien rige los sistemas de gobierno son los adultos y, en consecuencia, las políticas públicas siguen enfocadas a satisfacer las necesidades y los deseos de los adultos. Un niño o una niña no tiene derecho a decidir quién será senador, diputado o alcalde, y esta dependencia en términos de poder explica parte de su vulnerabilidad. La otra parte es la dependencia biológica para no morirse: nacemos siendo totalmente dependientes de los cuidados de los adultos. Lo que es maravilloso, y la comparación me parece interesante, es que, gracias a la lucha de las mujeres, las condiciones de la infancia van mejorando. Aunque, desgraciadamente, no creo que vayamos a tener un 8 de marzo en el que los niños y las niñas salgan a la calle a manifestar su derecho a tener derechos.

«Si la vergüenza del siglo XX fue el genocidio, la vergüenza del actual sistema neoliberal es el infanticidio estructural» 

El maltrato infantil es una violencia estructural. ¿Cuáles diría usted que son sus causas?

La que más me tormenta a mí, que tengo mi pasado, es el fascismo financiero: el dominio de la avaricia por encima de la solidaridad, del mercado por encima de las necesidades humanas reales. Creo que, si hay que buscar un culpable último del maltrato contra la infancia, no solo en nuestro país, sino en todo el mundo, es este. Los niños sufren, y no precisamente a distancia, sino aquí mismo. No hay ningún político en España, como sí pasa en algunos países nórdicos, que ponga la infancia como prioridad. Los políticos españoles han decidido avalar este modelo de violencia subliminal. Volviendo a la pregunta de la responsabilidad, los padres y las madres tienen al menos una atenuante, y es el de no haber sido protegidos de niños, cuando fueron maltratados. En cambio, los responsables del contexto, es decir, la clase política, que permite que este infanticidio siga pasando, no tienen ningún atenuante. Si la vergüenza del siglo XX fue el genocidio, el Holocausto, el genocidio armenio, etc., la vergüenza del actual sistema neoliberal es el infanticidio estructural.

¿Se maltrata más con el modelo de familia nuclear que con el modelo de familia extensa?

Es una pregunta para reflexionarla. Evidentemente, la nuclearización de la familia es un factor que facilita el maltrato. La urbanización centrada en los intereses privados y el aislamiento social, construido desde la perspectiva financiera, hace que los niños y las niñas vivan encarcelados en familias mononucleares y no puedan gozar de otras formas de apoyo social. Cuando el barrio existía, los niños estaban en la calle y se ayudaban y socializaban entre ellos. Hasta las familias podían compensarse la incompetencia y los déficits las unas a las otras. Al barrio lo ha hecho desaparecer el modelo organizado del mercado, y lo mismo ha pasado con la familia extensa. Por suerte, aún existe en algunos países del sur de Europa; en España, por ejemplo.

¿Cuáles son los pros y los contras de la nueva ley de protección a la infancia?

Es importante que se haya promulgado, pues el mero hecho de que los diputados y diputadas la hayan aprobado en su amplia mayoría demuestra que hay una sensibilidad. Una de las reflexiones de quienes trabajamos en la práctica es que existe el riesgo que sea papel mojado. Porque una cosa es aprobar la ley y otra es la aplicación de esta ley. Si se aplicara, sería una oportunidad para mejorar la condición humana del pueblo español, que depende de lo que hagamos con la infancia. Pero para ello se necesita un cambio cultural, sobre todo en lo que refiere a los operadores del sistema judicial: los magistrados y los servicios de protección. El gran desafío es justamente este: la poca formación de los profesionales en relación con el trauma provocado por los diferentes malos tratos. Se han hecho esfuerzos, pero falta políticas de protección que integren los nuevos conocimientos de las investigaciones científicas. Por otro lado, es una ley que acorta por relativista: siempre está el concepto «salvo excepciones». Estas excepciones favorecen a los adultos, no a los niños. La ley no es clara, deja espacios: está escrita en función de los adultos. Como clínico, trabajando la cotidianidad con niños y niñas afectados por malos tratos, uno espera más. Espera que el mundo adulto se posicione de una forma más clara, porque nuestra infancia es el mayor bien comunitario de nuestra especie. Se trata de una ley muy abstracta y, en algunos casos, incluso obsoleta. Por ejemplo: la ley hace hincapié en la parentalidad positiva. Este es un concepto típico de la posmodernidad, que no tiene nada que ver: la parentalidad no es positiva ni negativa, la parentalidad es bientratante o maltratante. Hay que decir las cosas como son.

«La cultura sigue dominada por el principio de la patria potestad, de la consanguinidad» 

¿Es posible erradicar el maltrato infantil? ¿Qué hace falta cambiar para ello?

Claro que es posible. El antídoto contra el maltrato es el buen trato. Y el buen trato implica un cambio de base de los modelos culturales, sobre todo en la representación de los niños y las niñas como sujetos de derecho y en la mejora de las condiciones de las madres y las familias. Si las políticas públicas se dedicaran a sostener a las madres, juntamente con sus crías, se convertiría en un factor protector muy significativo. Y, cuando esto no pasase, es la comunidad quien debería tener el deber de ofrecer recursos alternativos a los niños; por desgracia, la cultura sigue dominada por el principio de la patria potestad, de la consanguinidad. Hay un retroceso negativo: el neomachismo es una realidad.

¿Qué es un buen trato?

Maryorie Dantagnan y yo mismo somos los autores del paradigma del buen trato. Trabajamos muchos años para poder explicarlo. El buen trato es una estructura de relaciones interpersonales y es también una producción social. Tiene que haber un buen trato en la familia nuclear y en la extensa, así como tienen que ser bientratanes las políticas públicas. Definimos el buen trato como la capacidad que tenemos los adultos de proporcionar lo que un niño o una niña necesita, es decir, nutrición, pero no solo en el sentido de una alimentación saludable, sino también una nutrición afectiva. Conectarse mediante la mirada, la sonrisa, el contacto físico, coger al bebé en brazos, cantarle una nana, dedicarle tiempo, no dejarle llorar. Hay un señor que se llama doctor Eduard Estivill,que, afortunadamente, no tengo el gusto de conocer, que pregona que hay que dejar llorar a los niños para que aprendan a dormir solos. ¿Qué historia tendrá en su biografía para tener un trastorno tan grande con la felicidad de la infancia?

¿Y qué tenemos que plantearnos para bien tratar a los niños y a las niñas?

Las criaturas necesitan la estimulación amorosa del adulto para desarrollarse, porque su cerebro se desarrolla gracias a la estimulación y la calidad de las relaciones interpersonales. Cuando esto no pasa, los niños no se desarrollan. Lo vemos en los huérfanos de Ceausescu, esos niños abandonados en una especia de orfanato en Rumanía que no recibían ningún tipo de estimulación ni contacto físico. La educación también es muy importante. Cuidado, porque educar no es enseñarlos a «portarse bien»: cuando se le dice a un niño eso, significa que queremos que se comporte para satisfacer las necesidades de los adultos. Los niños tienen que recibir una educación valórica, aprender a respectarse a sí mismos y a los demás, y a estimar al resto de habitantes del planeta, al medio ambiente, al diferente. La base de la educación es afectiva, porque, si yo no me siento querido, no podré integrar todos estos valores. También la capacidad de protección es una habilidad importantísima dentro del paradigma de los buenos tratos: tiene que estar centrada en los pequeños, permitirles explorar el mundo. No puede ser una sobreprotección, sino una protección acompañada. Y la promoción de la resiliencia, claro, para afrontar las adversidades y aprender de ellas. Adquirir nuevas formas de afrontar el mundo equivale a adquirir nuevas formas de desarrollo.

Están saliendo a la luz varios colectivos que hacen activismo antipsiquiátrico en el Estado. ¿Usted, como psiquiatra titulado, diría que la psiquiatría es una institución violenta?

Claro que la psiquiatría es violenta. Yo mismo me considero un psiquiatra antipsiquiatra. De hecho, como refugiado político, me incorporé a la lucha antipsiquiátrica en Trieste, junto a Franco Basaglia. Es terrible el hecho de caer en manos de un psiquiatra o una psiquiatra que no trabaje desde una perspectiva sistémica, es decir, desde la capacidad de entender que el sufrimiento mental tiene que ver con el daño que se le ha hecho a una persona, incluso desde el momento en el que fue concebida. La psiquiatría no es comprensiva, es descriptiva, clasifica a la gente. Claro que hay un cambio, pero los psiquiatras son los más lentos y reaccionarios a aceptar que las enfermedades mentales tienen que ver con las historias de vida. Por ejemplo, es mucho más fácil en el caso de la infancia hacer un diagnóstico de TDAH y colarle a un niño una enorme cantidad de medicación, aunque muchos de estos fármacos sean tóxicos a medio o largo plazo. Solo un siete por ciento de los diagnósticos de TDAH pueden tener un origen epigenético.

¿Epigenético?

Actualmente existen dos revoluciones que fomentan lo que voy a decir: son la revolución epigenética y la revolución neurocientífica. Desde los años 60 se sabe que el entorno tiene capacidad de modificar los genes. No el ADN, pero sí la capacidad de los genes de transmitir información a las células. Eso es lo que llamamos epigenética. Lo que quería decir con esto es que la psiquiatría encasilla a la gente, la condena. Le dice: usted tiene un trastorno bipolar. Pero no le pregunta: ¿cuál es su historia? ¿Cómo ha llegado hasta aquí? La esquizofrenia, que sigue siendo un trastorno muy misterioso, el autismo y algunos trastornos de base neurológica podrían ser epigenéticos. Muchos de ellos pueden tener que ver con la atención perinatal: niños y niñas que fueron mal atendidos durante el trabajo de antes y después del parto. En lo que refiere a la revolución neurocientífica, demuestra que el desarrollo sano de los niños y niñas no depende tanto del material genético, que juega un rol bastante secundario, sino del entorno y de la calidad de las relaciones interpersonales que los adultos sean capaces de ofrecer a la infancia ya desde su vida intrauterina.

Familias migrantes y pobres, especialmente las monomarentales, se están organizando para denunciar la sobreintervención que padecen por parte del sistema de protección de la infancia aquí, en el Estado español. ¿Están bien enfocada estas intervenciones por el interés superior del niño y la niña?

Claramente, no. El sistema de protección maltrata tanto por sobreintervención como por infraintervención y por una falta negligente de recursos. La sobreintervención en ciertas esferas sociales perjudica tanto a los hijos de familias pobres como a los hijos de familias favorecidas, donde la violencia está mucho más invisibilizada. Si eres hijo de migrantes y tienes la piel más oscura al menos tienes más posibilidades de que tus trastornos llamen la atención de la escuela y de los servicios sociales, eso beneficiaria estos niños si la intervención fuese adecuada. Por desgracia, muy a menudo se dan exageraciones e incomprensión de lo que significa ser madre de una familia monomarental y en situación migrante. Estas mujeres deberían ser un ejemplo: han huido de sus países para ofrecer una vida mejor a sus hijos y a sus hijas. En este sentido, quiero decir algo, aunque pueda enfadar a los sectores feministas: el feminismo tiene que apoyar a las mujeres migrantes. Veo la solidaridad feminista en el barrio, en mujeres que se ayudan entre ellas, creando redes maravillosas.

¿Qué es la resiliencia?

Lo que busca la resiliencia es conceptualizar una capacidad existente de los seres vivos para afrontar la adversidad, incluso en situaciones traumáticas, y mediante esta experiencia, desarrollar un aprendizaje. Esta es la definición de resiliencia según Boris Cyrulnik. Creo que lo más revolucionario es el hecho de saber que la resiliencia es una producción social. Se adquiere gracias al amor: la habilidad de enfrentar la adversidad es el resultado del apego seguro, de sentirse querido. Cyrulnik lo llama resiliencia neuronal y nosotros, Maryorie Dantagnan y yo, lo llamamos resiliencia primaria. La vemos en aquellos niños que han sido bien queridos, concebidos desde el amor, que han gozado de una ecología uterina saludable y un buen trato en sus primeros años de vida, que son los más importantes. Ahora bien: que tú no hayas disfrutado de una resiliencia primaria no significa que esto condene tu vida, esto depende de la resiliencia secundaria. La resiliencia secundaria hace referencia a las experiencias interpersonales y los vínculos afectivos alternativos a la familia: la escuela, los vecinos, los movimientos sociales… El hecho de sentirte querible, reconocido como afectado, como víctima de una injusticia, crea la resiliencia secundaria. Es el valor terapéutico de la solidaridad. De forma espontánea, gracias a la resiliencia, tu cerebro evita que, cuando seas padre o madre, repites el horror. También el humor es una fuente de resiliencia, así como la espiritualidad, no en el sentido alienante, sino la espiritualidad liberadora, trascendente, cósmica.

Desde los feminismos, por hacer un paralelismo, se dice que no hay que enseñar a las niñas a defenderse, sino educar a los niños para que no maltraten. Esta misma crítica se le podría hacer al concepto de resiliencia infantil: ¿las criaturas tienen que ser resilientes o somos las personas adultas quienes debemos cambiar?

Esta crítica se le podría hacer, pero es fruto de la mala utilización política del concepto. Por un lado, hay quien asegura que la resiliencia es genética y eso es mentira. Se trata de una producción social, como ya he explicado. La resiliencia no borra el sufrimiento. Tú eres resiliente y yo también lo soy, pero yo no borro, ¿cómo podría borrar? Quedan las cicatrices, que, de cuando en cuando, duelen, pero no determinan mi vida. Mis torturadores querían que fuera así: querían que me saliese de la lucha política, hacerme desaparecer. Pero no lo consiguieron, y no porque yo sea más fuerte que otras personas, sino porque gocé de unas condiciones sociales que me permitieron desarrollar la resiliencia. La otra mala utilización política que se puede hacer del concepto es ¿para qué invertir en el bienestar de la gente, si la gente puede ser resiliente? Eso es manipulación y violencia institucional. La resiliencia no es eso. La resiliencia pasa por el hecho de que los niños y niñas que fueron maltratados se comprometan con la lucha política para eliminar las causas estructurales del maltrato infantil. Los hombres y las mujeres sudamericanos tienen muy claro que la lucha es un factor social para probar la resiliencia, y que no debe ser una lucha individual, sino una lucha social, colectiva. Cuando hablo de nuevas formas de desarrollo, me refiero justamente a esto: la persona resiliente es una activista. Contribuye a la causa para que nadie más tenga que pasar por lo que te paso a ti o lo que me pasó a mí.

REFERENCIAS

García Varona, I. (2019). Proyecto Valientes. Facultad de Educación. Universidad de Burgos. Documento no publicado.

lunes, 4 de octubre de 2021

"El poder y el valor de lo inconfesable", por Dolores Rodríguez Domínguez

 

Firma invitada


Dolores Rodríguez Domínguez, psicóloga y traumaterapeuta sistémica


Unas breves líneas para agradecer a Dolores Rodríguez Dominguez de corazón su participación en el blog con esta profunda reflexión sobre la necesidad de que los padres, madres y referentes que educan a los niños/as revisen su propia historia personal, pues esta, como ella bien dice, es un "baúl de los recuerdos" que se abrirá y se manifestará en la crianza de los niños/as, se colará en el lenguaje de lo implícito, especialmente a través de lo procedimental, es decir, de todos aquellos actos provenientes de nuestro pasado, que nos repetimos una y mil veces que nunca haríamos, pero que nos sorprendemos a nosotros mismos (o nos los hacen notar terceras personas, con incredulidad por nuestra parte) haciéndolos, sintiendo impotencia y, a la vez, miedo. Por eso este artículo de Dolores atesora un gran valor, porque pone de relieve la importancia de este trabajo, siempre que se haga acompañado de un profesional empático y sensible que no nos juzgue, sino que nos ayude a crear una narración honesta y emocionalmente equilibrada de nuestra historia con nuestros propios padres o cuidadores.  El artículo de Dolores culmina con uno de los preciosos microrelatos que ella acostumbra a regalarnos, donde de una manera poética nos invita a descubrir nuestro fiel reflejo

Muchas gracias a Dolores Rodríguez, colaboradora habitual del blog de la Red Apega, cuyas palabras escritas con maestría y sensibilidad nos harán reflexionar y nos llegarán internamente, pues ella tiene la capacidad de entrar delicadamente no solo en las mentes sino en los corazones. 

Esperamos verte de nuevo por aquí, Dolores, pues ya formas parte del ilustre elenco de profesionales colaboradores de Buenos tratos. Gracias por hacer Buenos tratos.


Título del artículo: 
"El poder y el valor de lo inconfesable"


El abordaje terapéutico de la historia personal de la/os referentes (padres, madres, acogedores, educadores...) como un requisito indispensable del que no se puede ni se debe prescindir para intentar ofrecer una Marentalidad-Parentalidad de calidad a nuestras/os niñas/os.

En el trabajo con las familias con menores a cargo, que se encuentran inmersas en procesos de crianza (terapéutica o no), se plantea en muchas de las ocasiones una necesidad vital de difícil aceptación por parte de las figuras que son o serán los referentes principales. El trabajo de la historia personal de cada uno/a de ellos y ellas. Historias de vida que les remontan a su más temprana infancia, y en las que desde el espacio terapéutico, se les anima a abrir ese Baúl de los Recuerdos, que no en pocos casos dan por olvidados, zanjados y superados. 

Recuerdos y experiencias sobre el modo en que fueron cuidados, queridos, respetados, escuchados, comprendidos, validados, y un largo etc. Todo aquello que deberíamos haber recibido y sentido como hijas/hijos, cuando éramos niñas/os en la relación con nuestras figuras principales y personas cercanas que nos cuidaron. Todos esos indispensables y valiosísimos “ingredientes” que aparecen a largo de las innumerables publicaciones de este nutriente blog. 

Si en nuestro caso fuimos alimentados con gran parte de ellos, esto nos proporcionará la oportunidad de desarrollar las herramientas para hacer frente a los futuros obstáculos de nuestra vida, de una manera suficientemente satisfactoria.

Sin embargo, cuando en nuestra infancia han estado presentes otro tipo de “ingredientes”, aquellos que interfieren y dificultan el poder disfrutar de una crianza basada en el paradigma de los buenos tratos (Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan, 2005), entonces nuestro desarrollo y bienestar podría verse gravemente comprometido. Me refiero a infancias en las que nos hemos podido sentir ignoradas/os, invalidadas/os en lo que éramos y en lo que sentíamos. Infancias donde hemos podido sufrir la ausencia de un/una referente sintonizado/a con nuestras necesidades por falta de disponibilidad física o emocional. Infancias donde han estado presentes el abandono, negligencia y maltrato físico, emocional, y así un nuevo largo etc, sobre el que también se ha hablado en este blog en muchísimas ocasiones.

Si pudiéramos elegir y decantarnos por ser alimentados con unos u otros “ingredientes”, sería muy fácil la decisión a tomar. Pero esa elección, desgraciadamente no está a nuestra disposición. 

De hecho, nadie puede evitar tener una infancia, evitar ser o haber sido hija o hijo, ni evitar por sí misma/o los sufrimientos que cada una/o haya padecido ni las secuelas de los mismos. Esto parece ser, un hecho incuestionable. Del mismo modo que, cada vez son más las/os profesionales que afirman con la misma contundencia, que las coordenadas que nos guiarán en el ejercicio de la marentalidad- parentalidad tienen mucho que ver con el tipo de cuidado que recibimos siendo niñas/os. El impacto de las carencias, sufrimientos y heridas infantiles sufridas y no resueltas, quedarán grabadas y guardadas en el interior de la persona. 




En ocasiones, permanecerán tan profundamente custodiadas bajo llave, que apenas podremos distinguir de forma consciente su presencia. Esperando sigilosamente el momento para reaparecer nuevamente. Y convirtiéndose de este modo, en nuestro particular y pesado Baúl de los Recuerdos.

Recuerdos dolorosos y no siempre accesibles para nosotras/os, que durante el ejercicio de nuestra marentalidad-parentalidad podrán hacer acto de presencia, golpeándonos duramente con toda su crudeza. Como consecuencia, será muy probable que nuestras competencias y habilidades en el desempeño de nuestras funciones como referentes principales “suficientemente buenos” (“madre suficientemente buena” Donald Winnicott, 2009) puedan verse condicionados, al igual que el desarrollo sano de nuestras/os hijas/os.

El ejercicio de la marentalidad-parentalidad, abrirá de par en par nuestro baúl. Y cual caja de Pandora, de él emergerá nuevamente el devastador impacto que tuvieron las heridas sufridas en el pasado cuando éramos niñas/os. El dolor y sufrimiento que desde entonces albergábamos dentro de nosotras/os quedará liberado, haciéndose muy presente en nuestro presente. Desde este escenario, poder disponer de “los ingredientes” necesarios para garantizar una crianza basada en los buenos tratos, se convertirá en una tarea muy pero que muy complicada.



Cuando fuimos hijas/os no tuvimos la posibilidad de elegir el modo en que nos quisieron y cuidaron. Pero ahora que vamos a ser o ya somos padres, madres, tutores, tutoras, acogedores y acogedoras, sí podemos aprovechar la oportunidad de replantearnos cómo llevar a cabo el cuidado y la crianza de nuestras/os hijas/os. O al menos hacer el intento de no llevarlo a cabo desde nuestras heridas y sufrimientos del pasado.

¿Vamos a dejar pasar esta oportunidad? Creo firmemente que no deberíamos.

Es entonces, cuando se convierte en una prioridad para nosotras/os, tener la oportunidad de resolver y reparar las heridas que continúan abiertas, y de intentar mitigar su impacto. Poder beneficiarnos del acompañamiento de un/a profesional capaz de ofrecernos la seguridad, respeto y empatía que necesitamos para poder sentirnos preparadas/os para iniciar así ese largo y difícil viaje a nuestro pasado. Pasado que en ocasiones puede llegar a ser muy doloroso y cruel. Hacer el intento por afrontarlo en solitario, sería un fracaso muy doloroso y casi asegurado.

Y es que podemos afirmar con toda seguridad, que los retos a los que nos tendremos que enfrentar para lograrlo, elevan el trabajo terapéutico a la categoría casi de “hazaña”, pues lograr la conquista de nuestra historia, reconciliarnos con nuestro pasado y con nosotras/os mismas/os, nos llevarán a cada una/o a tener que afrontar titánicos obstáculos. 

Entre ellos, el miedo a sentirse cuestionada/o, juzgada/o como madres, padres, como personas. El dolor y la vergüenza que nos produce desvelar nuestra historia, nuestros secretos, nuestro sufrimiento, nuestras heridas, todo bien oculto y no compartido con nadie como muestra de respeto a nuestra familia, cual juramento de lealtad y defensa del honor de quienes nos debieron cuidar. Dejar de minimizar las situaciones vividas en el pasado, restándole toda la importancia e impacto que sí tuvieron en nosotras/os. Dejar de sentirnos débiles por mostrar nuestra vulnerabilidad, nuestro dolor, nuestra necesidad de recibir ayuda, calma y consuelo. Poder “abrazar la verdad de nuestro pasado” (Robert. T Muller, “El trauma y la lucha por abrirse”), en definitiva lograr abrazarnos a nosotras/os mismas/os.




Por la valentía de aquellas madres y aquellos padres que se lanzaron a embarcarse en un viaje hacia su historia pasada.

Por aquellas y aquellos que todavía están en la duda, atrapados por el miedo, la vergüenza y el dolor, pero a punto de dar el salto.

Y por aquellos y aquellas que se encuentran aún lejos de poder darlo. Que necesitan mantenerse alejadas/os de sus historias, de sus heridas, llegando incluso a negar la existencia de las mismas.

Para todas/os ellas/os va dedicado este micro-relato. Desde todo mi respeto y admiración hacia sus historias “inconfesables” y hacia todo el esfuerzo que han realizado, realizan y realizarán por convertirlas en sus grandes verdades confesables. 

MI FIEL REFLEJO


Esta soy yo. Me miro al espejo. Ahí me reflejo, se refleja mi imagen, lo que proyecto actualmente, lo que los demás ven de mi, cada mañana, día tras día. Me siento segura, sí, lo estoy, mis ojos lo dicen. De eso se trata. De avanzar, de no mirar atrás, de no dudar, de no sentir miedo. No lo tengo.

Nada importa todo lo vivido, todo lo ocurrido en mi pasado. Es pasado. El presente que dibujo es otro, quiero que lo sea. Me esfuerzo para que así sea. 

"Estoy segura", me lo digo. Y se lo digo a cualquiera que pose su mirada en mí. Su mirada de duda, de cuestionamiento. Parecen culparme. 

"¡Cómo se atreven!" "¡No me conocen, no nos conocen!"

Tengo muy claro lo que quiero hacer, o más bien, lo que no quiero hacer, lo que no quiero repetir. Lo he pensado infinitas veces. 

"Sé que puedo hacerlo sola". Me lo digo, me lo quiero creer, lo defenderé hasta el final. Recuerda, el objetivo es avanzar, mirar hacia delante.

Todo parece fluir, respiro, creo avanzar. 

Sin embargo, en ocasiones y a pesar de mi esfuerzo, voces ajenas logran alcanzarme, logran atravesar el cristal en el que me reflejo. No sé muy bien cómo ocurre, ni cuando, ni por qué, pero me aturden, me amenazan, me hieren. Necesito no escucharlas. Defenderme consume mi energía, pero tengo que mantenerme firme, infranqueable. Sin dudar.

Siento que estoy en una lucha constante. Y en plena batalla, resulta difícil poder escuchar ese hilo de voz que a veces parece tan lejano. Inmersa en este caos no logro distinguir claramente de donde procede. Pero parece un lamento, un suspiro, un quejido de afilados dientes. 

Contengo la respiración.

No podría decir muy bien cómo, pero siento que es parte de mí, que está ahí, que es esa parte que no se refleja en el espejo al que me asomo cada mañana. ¿Es posible que esa voz represente mi pasado, mi historia cuando sólo era una niña?

¿Cómo es posible?

Estaba segura de que había logrado tomar el control de mi vida como adulta, como mujer, como madre. 

Comienzo a dudar- "¿Qué debo hacer?"- me digo. 

Apenas respiro. Cierro mis ojos.

Si me dejo llevar por ella, por su dolor, su fuerza, creo sentir miedo, dudas, inseguridades. No puedo distinguir a quien pertenecen. Me siento confusa.

¿De qué me serviría volver la vista atrás, hacia mi pasado, de cómo fui cuidada, atendida, querida?, ¿volver la vista hacia mi interior? 

¿Puedes decírmelo?

¿Qué me ocurrirá si dejo de defenderme? ¿Si permito que salga, si empiezo a escucharla, a distinguirla, a diferenciarla?

Siento que me ahogo.

Quizás lleve tiempo evitando este momento, sentarme frente a ella, contemplarla, escuchar su voz, su historia, su dolor, sus miedos, su vergüenza, su soledad. Soledad que en ocasiones, me parece muy familiar. Quizás sea la mía también.

Y sí, no lo niego. Si presto atención, siento su tristeza, su ira, su necesidad de huir, de gritar, de defenderse. Reconozco su miedo, y siento miedo de él. El silencio no ayuda, la soledad tampoco.

¿Cómo lo logra? Es posible que ese sea su gran poder. Ser capaz de comunicarse conmigo, de llamar mi atención. Debo estar atenta.

Vuelvo a respirar.

Quizás llegó el momento de hacerlo, de ofrecerle mi atención, mi cuidado. De emprender este viaje a mi pasado, a esa historia que compartimos. Y es que ahora empiezo a verlo. Veo que ese pasado se refleja en mi presente. Cuando menos me lo espero quedo presa de él. Sin defensa posible. 

No quiero seguir defendiéndome, quiero reconocerme, poder reconciliarme con mi pasado, con su reflejo. Poder entenderlo, dolerme de él, sin esconderme, sin sentirme avergonzada, sin tener que disculparme.

Quiero intentarlo, lo necesito. Dicen que no hay historias de vidas perfectas, ni familias perfectas. La mía, es muy probable que no lo fuera. Ahora no necesito ocultármelo. 

Abro mis ojos y compruebo que sigo respirando.

Presiento que mi presente y futuro está por escribir, por descubrir. No necesito historias perfectas, ni tampoco maquillar mi pasado. Necesito poder sentirme protagonista de mi historia, conocer sus luces y alumbrar sus sombras. Dejar de parecer “perfecta”, porque no lo soy, ni debo, ni quiero serlo. Dejar de buscar ese reflejo en el espejo. 

Deseo tener la oportunidad de reparar mi presente, mi futuro. Esa seré yo, y ese será el reflejo que me devolverá mi querido espejo cada mañana, y que cada noche abrazaré triunfante al acostarme.


Comienza mi viaje.











REFERENCIAS

Barudy, J. y Dantagnan, M. (2005). Los buenos tratos a la infancia. Parentalidad, apego y resiliencia. Barcelona: Gedisa.

Muller, R. (2020). El trauma y la lucha por abrirse. De la evitación a la recuperación y el crecimientoBilbao: Desclée de Brouwer.

Winnicott, D.W. (2009) Realidad y juego. Barcelona: Gedisa.