lunes, 22 de enero de 2018

"Quiero que los de enfrente se den la vuelta y miren..."

Estoy nuevamente sentado delante de mi ordenador, encantado de volver a escribir para vosotros/as, amigos/as, colegas y seguidores/as del blog Buenos tratos. En este momento no hay nada que me satisfaga más que compartir este post con todos/as vosotros/as y ser consciente de que puede seros de utilidad en vuestro crecimiento personal y en la tarea de criar a vuestros/as niños/as, hijos/as, sobre todo a los/as que asumís parentalidades adoptivas y de acogida, y los menores que tenéis a vuestro cargo presentan historias de vida en las que el maltrato ha estado presente. También me gustaría que leyeran este post los maestros/as y profesores, porque creo que les puede ayudar a entender los handicaps que presenta la infancia víctima de malos tratos.

Antes de seguir leyendo, tenéis que ver este breve vídeo y su metáfora.



Si hubiera estado en el lugar y momento en el que se grabó este vídeo, le habría pedido a este hombre que les gritara a los participantes: "Quiero que den dos pasos adelante los que no han sufrido maltrato, abandono o abuso sexual en la infancia” Quizá deberían dar más de dos pasos...

Este vídeo no puede ser más revelador. Realmente, la metáfora se aplica a nuestros niños y niñas, adoptados, acogidos o biológicos, que han sufrido maltrato. Una vez que son protegidos deben de incorporarse a la carrera de la vida en la que -no lo olvidemos- desde la más tierna infancia hay que competir.

¿Por qué el maltrato restaría tantas posiciones en esta metafórica carrera? Cada vez se recogen más evidencias de que el cerebro de las personas víctimas de malos tratos no funciona del mismo modo que el de las que no lo sufren. Un investigador, Martin Teicher, que estuvo en la Conferencia Europea de EMDR en Barcelona, el pasado mes de julio de 2017, en una entrevista realizada por la Asociación EMDR España, afirmaba que “hace muchos años tuve un elevado número de pacientes que mantenían las mismas características clínicas, algún grado de trastorno bipolar, trastorno borderline de la personalidad, síntomas de epilepsia, alteraciones en el hipocampo un órgano situado en el cerebro responsable sobre todo de la memoria] Y reuní aquello que tenían en común y que constituía una historia de maltrato. Fue entonces cuando me di cuenta de que el maltrato en la infancia podría estar afectando al cerebro y ser la causa de complicaciones psiquiátricas. Esto fue en el año 1984”

Sue Gerhardt
Curiosamente, muchísimos años más tarde, cuando comencé a trabajar con los menores tutelados por la administración pública, niños/as y jóvenes en acogimiento residencial y familiar, con el paso de los años, caí en la cuenta de lo mismo que Teicher (pero sin conocerle aún): intuía que las patologías psiquiátricas más frecuentes que presentaban las personas menores de edad, víctimas de la pesada carga del maltrato, eran la hiperactividad, los síntomas bipolares, características borderline, depresión… Y como denominador común un desarrollo cerebral afectado por la estresante experiencia del maltrato (muchos de ellos desde los primeros años de vida) que desregulaba sus emociones y su conducta -en algunos casos de manera severa-, además del sufrimiento que padecían, por supuesto.

Teicher mantenía en dicha entrevista que “la sociedad es lo que siembra en la forma de criar a sus hijos”, una frase que debería de conmovernos profundamente y movilizar a todos los responsables políticos a invertir mucho más tiempo, esfuerzo y economía en mejorar la crianza de los niños y niñas, desde el nacimiento. Otra gran investigadora, Sue Gerhardt, en su extraordinario libro El amor maternal”, el cual os recomiendo que leáis, no deja dudas acerca de la enorme importancia que la edad bebé tiene para un sano desarrollo adulto. Para ello, la autora sostiene que es clave asegurar la continuidad de la figura de apego -una persona competente emocionalmente, claro- que sepa cómo regular al bebé, pues gracias a esa experiencia el infante aprende a regularse a sí mismo en el futuro. Gran parte de las patologías adultas se asocian a un déficit en la capacidad regulatoria que hunde su origen en alteraciones en la vinculación de diferente índole. Esto es lo que también propone en su último libro el psicólogo y psicoterapeuta Manuel Hernández: Apego y psicopatología: La ansiedad y su origen.


Portada del libro "Apego y psicopatología: La ansiedad y su origen"

Una crianza basada en el buen trato contribuye a un desarrollo cerebral organizado, coherente, flexible y con capacidad de modulación. El cuidador tiene la potestad inclusive, si es consciente y competente, de modificar las tendencias tempranas genéticas o temperamentales negativas del bebé. El estado psicológico de la madre (o cuidador principal) durante el primer año es primordial, por lo que atender por sistema tempranamente e intervenir en los casos de riesgo que se detecten es una labor prioritaria. Los bebés no necesitan socializar, ni clases o sesiones de idiomas o música, sino un cuidador capacitado que permanezca a su lado, comprenda sus estados internos y sea capaz de sincronizarse afectivamente con él. Si el bebé tiene que estar tiempo con otras personas que no sean el padre o la madre o cuidador principal, es muy importante cerciorarse sobre la competencia de esta persona sustituta. Sue Gerhardt y Manuel Hernández, en sus respectivos libros, nos abren los ojos y nos hacen conscientes precisamente de la trascendencia que tiene la crianza del bebé. Este es totalmente dependiente de la experiencia de cuidados sensibles y empáticos para poder desarrollar un cerebro y personalidad sanos.

A este respecto, Teicher dice: “El maltrato infantil es muy poderoso y es el factor más importante de prevención y riesgo de la enfermedad mental. Si se reduce el maltrato infantil, estaremos ayudando a millones de individuos y estaremos ahorrando mucho dinero. Esta es una idea transformadora porque podemos reducir la enfermedad física y la enfermedad mental y, aunque sería duro porque podríamos tardar 25 ó 30 años en ver los beneficios de reducir el maltrato, habría resultados. Pero en muchas ocasiones, las familias no son conscientes de que su comportamiento con el niño pueda tener tanta influencia”

En efecto. Maltratar, como afirma mi amigo y colega Rafael Benito, no sólo es lo que tiene que ver con "el hacer" (pegar, humillar, vejar, insultar, despreciar…) sino con el "no hacer" (dejar al bebé sólo, no interactuar con él, no responder a sus intentos de comunicación, atender sólo sus necesidades físicas, anteponer las necesidades del adulto a las del bebé; y no digamos ya actuar de modo claramente negligente o, por ejemplo, abandonarlo en la cuna durante horas y horas…) Esto último no está aún socialmente tan claro que constituya un tipo de maltrato. Muchos padres y familias no son conscientes de que esto puede afectar psiconeurológicamente al bebé. 

La moderna ciencia de la epigenética nos entrega, basándose en la investigación reciente, un hecho que resulta asombroso pero que ya se intuía: es posible transmitir a la futura descendencia, por mecanismos epigenéticos, las pautas de crianza. Por consiguiente, el trabajo con las familias para concienciarlas del daño que dichas pautas de crianza pueden ocasionar en los niños/as es una labor de primer orden. Y proporcionar a los menores, lo más tempranamente posible, una familia acogedora competente, si los padres biológicos presentan incapacidad parental severa y crónica, una decisión a tomar con prontitud. Porque como dice mi amigo y colega Rafael Benito, “el neurodesarrollo no espera”

Así pues, retomando la metáfora, no nos debería extrañar que cuando los menores deben de emprender la carrera de la vida (por ejemplo, pasar de residir en un orfanato a una nueva ciudad con nuevas personas, dieta, hábitos e insertados en un colegio donde deben de ponerse en posición de correr, con muchos metros de distancia con respecto a los que no han sufrido traumáticas experiencias de maltrato en su vida) y perciban las enormes dificultades que tienen para alcanzar al resto (en rendimiento académico, en popularidad, en habilidades sociales, en regulación emocional…) decidan abandonar la carrera, agredir al contrario para escalar posiciones o bloquearse en el proceso. Surgen, así, los inadaptados sociales o los que quedan al margen. Cuesta mucho representarse que quien te pone un cuchillo en la garganta para robarte el dinero fue alguien que probablemente sufrió maltrato en su infancia. En ese momento sólo pensamos en la maldad que tiene, pero Baron-Cohen en su libro “Empatía cero” ya nos explicó que el origen de la crueldad está muy posiblemente asociado con la desconexión temporal o definitiva (como ocurre con los psicópatas) de la empatía. 


Portada del libro de Baron-Cohen
"Empatía cero"

También puede, tristemente, ocurrir que los participantes de la carrera decidan quitarse ellos de en medio, esto es, se suiciden. Del suicidio se habla poco. En la población de personas maltratadas ocurre. ¿Y en la población general? En el diario local de mi ciudad apareció poco antes de Navidad una noticia que afirmaba que en Gipuzkoa (el nombre de la provincia) sucede ¡un suicidio cada cinco días! Esto es tremendo y debería poner en jaque a las autoridades del país. Lo que yo animaría a hacer es una investigación que pueda arrojarnos luz sobre la incidencia del maltrato en personas que se suicidan. Porque por aquí, como afirma Teicher, tenemos una vía de prevención primaria cuyos resultados pueden verse a largo plazo.

Es posible también que algunos participantes en la carrera no la puedan terminar no sólo porque enfermen mentalmente, sino porque desarrollan prematuramente una enfermedad física. El maltrato –nos ha enseñado mi amigo y colega Rafael Benito consultando estudios sobre la materia- está asociado a un amplio número de enfermedades físicas. Y esto era algo que también intuíamos. Cuando empecé a tratar a estos niños y niñas, observé que bastantes de ellos tenían o desarrollaban pronto enfermedades. La investigación lo ha corroborado. Por lo tanto, el gasto sanitario podría verse reducido –y lo más importante: la calidad de vida de las personas- si se interviene tempranamente para prevenir el maltrato.

Algo que ayudaría mucho sería la creación de un Ministerio o Departamento que velara por el Bienestar Emocional de las personas desde su nacimiento. Es una idea que propone Sue Gerhardt y que hoy en día nos parece ciencia-ficción pero que sería el único modo de tratar de asegurarnos las mayores cotas de felicidad, desarrollo y calidad de vida humana.

¿Se le puede dar la vuelta al daño que el maltrato causa en las personas? Teicher dice: ¿Podemos arreglarlo? Esta cuestión todavía no ha sido bien investigada, aunque tenemos datos preliminares diciendo que sí se pueden revertir en el daño en el hipocampo, pero no hemos hecho un análisis sistemático. Creo que en parte lo que podemos hacer es revertir, compensar; lo hemos visto en investigaciones con personas que tienen habilidades con las que compensan las alteraciones en el cerebro. Hay mucha esperanza para las personas que han vivido estas experiencias".

Así es. Hay que afirmar, junto con Teicher, que sí, que hay esperanza. En la carrera puede haber personas que lleguen al mismo nivel que los demás e incluso que sobrepasen al resto y alcancen cotas inimaginables. La esperanza está en la potenciación de la resiliencia secundaria, de la mano de los tutores y tutoras de resiliencia. Tal y como Boris Cyrulnik expresa, los tutores de resiliencia son personas que explícita o implícitamente asumen el significado de la existencia para el menor. Capaces de mirarle con otros ojos -¡hay que ver el poderoso poder que tiene el cambio de mirada sobre el niño/a!- disponen de recursos externos el tiempo suficiente que aquel necesite para remodelar su cerebro y beneficiarse e integrar internamente dichos recursos. 

Lo que ocurre es que los adultos nos desesperamos pronto, nos cansamos, nos agotamos... porque los menores víctimas de malos tratos presentan un tipo de crianza muy exigente y requieren -sostenidas en el tiempo- de muchas dosis de paciencia, energía, perseverancia, autocontrol emocional y sacrificio personal. Trabajarnos mucho nuestra propia persona e historia de vida. Sin embargo, a la larga ofrece frutos y los niños y niñas se transforman a través de un largo proceso de reconstrucción. 

Yo –y muchos de mis colegas u otros profesionales- podemos dar fe de que esto es posible. Hemos acompañado a personas menores de edad que tras un largo proceso de trabajo de toda la red psicosocial que les sostiene, han conseguido sentirse equilibradas, llevar una vida normal y suavizar sus heridas tempranas. Lo cual no quiere decir que internamente no sigan sintiendo dolor emocional o tengan problemas, sino que han sido capaces de elaborarlo y transformarlo en modos constructivos ("revertirlo", como afirma Teicher) Ahora que me voy haciendo mayor y he entrado en la cincuentena y bastantes de los niños y jóvenes que traté se acercan a la veintena o la sobrepasan, me escriben, me llaman, me los encuentro (algunos vienen a visitarme) y me dicen: “De todo aquello (se refieren a sus alteraciones emocionales, o a los síntomas que presentaban) ya nada” “Estoy bien” “Paso por malas rachas, pero sé cómo recuperarme sin caer en…" [Se refieren a la conducta destructiva que presentaran] “Me acuerdo mucho de las sesiones” Y una constante -o denominador común- es que ninguno de ellos o ellas se acuerdan de las técnicas de terapia, de las devoluciones o de las interpretaciones que pudiéramos hacer para ayudarles, sino de la experiencia en sí de la terapia y de la calidad de la relación.


Portada del libro "Siete vidas tiene un gato"

Esto nos regala una interesante clave, a mi juicio, y que ya ha sido contada por otras personas (José Ángel Giménez Alvira e “Indómito y entrañable. El hijo que vino de fuera”, el libro más realistamente esperanzador en adopción. Este pasado año se ha celebrado el décimo aniversario de su publicación y han editado, para conmemorarlo, “Siete vidas tiene un gato. Conversaciones en familia sobre adopción”, en el que -ahora sí, ya mayor de edad- participa el hijo de José Ángel y Carmen, Marcos. Estoy pendiente de leerlo): hemos de preservar la calidad del vínculo por encima de todo durante largo tiempo. A pesar de todo lo que Marcos sufrió e hizo sufrir a sus padres adoptivos, la permanencia de estos, la paciencia y la perseverancia, y el convencimiento de que su hijo no es malo sino un niño con una mente en desarrollo que necesitaba reconstruirse, propició que, finalmente, pudiera resiliar. Es también crucial desde dónde nos explicamos las alteraciones de los menores (no son intrapsíquicas, se aprendieron en la relación “con los otros”, desorganizados y alterados a su vez; luego se pueden aprender nuevas y sanas formas de relación y conducta “con unos nuevos otros”. Demos tiempo al tiempo y tengamos como un mantra la palabra paciencia)

Tengamos presente que no es voluntad de estos chicos y chicas obrar y comportarse de manera negativa, sino que son procesos inconscientes sin posibilidad de libre albedrío. A ningún chico o chica le satisface perder o abandonar la carrera. De hecho, David Eagleman, en un fascinante libro llamado “Incógnito. Las vidas secretas del cerebro”, dado a conocer por Rafael Benito -que está a la última de todo lo que sobre este tema se publica-, refiere que científicamente no se ha demostrado que exista el libre albedrío en el cerebro. Existe la posibilidad de hacer balances, como si en nuestro cerebro estuviera un parlamento que discute y se imponen unas voces frente a otras. Ayudarles a darse cuenta de los mecanismos inconscientes y a hacer opciones positivas (en los que se imponga el grupo parlamentario más sensato) es nuestro trabajo, para fortalecer su corteza prefrontal que es ese gran nudo ferroviario por donde pasa toda la información que llega al cerebro. Que nadie piense que castigando o con tácticas coercitivas o apelando al “has de hacer más, esforzarte más”  (¡como si no lo hicieran!) conseguirán cambiar o modificar las decisiones y conductas de estos chicos y chicas. Aprender a hacer opciones, beneficiarse de lo que la consecuencia enseñe, apoyar su regulación emocional, poner límites y normas claras, predecibles, flexibles y coherentes, dispensarles afecto incondicional (se acepta siempre a la persona del niño aunque no su conducta si es dañina) y mostrar empatía, son los ingredientes necesarios en un proceso y un camino donde el acompañamiento y la presencia de adultos significativos es insustituible y vital.

Por todo ello, y como corolario, al igual que afirman en el vídeo, “acerquémonos a quien tenemos al lado y aprendamos de su historia”, ¡hagámoslo! Apoyémosle y veamos como acompañarle y guiarle en esta carrera de la vida.

Cuidaos / Zaindu.

jueves, 11 de enero de 2018

Taller para el aprendizaje de la técnica de la caja de arena en Madrid, organizado por Psicoveritas, 3 de febrero 2018

Organizado por el Centro Psicoveritas de Madrid


Impartido por: 

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo clínico 
y psicoterapeuta infantil

 3 de febrero de 2018





CURSO BÁSICO DE LA TÉCNICA DE LA CAJA DE ARENA
CÓMO CONDUCIR UNA SESIÓN


PRESENTACIÓN

Esta técnica permite trabajar cuando resulta difícil la verbalización de los contenidos psíquicos; y esto es especialmente importante cuando el paciente tiene dificultades en ponerlos en palabras, como ocurre habitualmente en los niños. Cuando el origen del problema es un trauma infantil, recordar y explicar es una fuente adicional de sufrimiento. Utilizar la caja de arena permite la distancia emocional necesaria para ir elaborando la experiencia traumática sin tanto dolor. Además, el juego es el lenguaje natural del niño y le aporta una narrativa que le permite liberar, expresar y simbolizar, desarrollando sentimientos de control, lo que sucede y lo que vive en su interior. El modelo teórico en el que insertamos la aplicación de la técnica se basa, pues, en las aplicaciones del trauma, el apego y la resiliencia.

En este curso básico pretendemos que los alumnos/as puedan sentir la experiencia de hacer una caja de arena aplicando correctamente los pasos que se deben de seguir para llevar adelante una sesión con la caja de arena en sus tres fases: preparación, creación y postcreación, tanto desde el rol del paciente como del psicoterapeuta. 

Aprenderemos los orígenes de la técnica, los materiales que necesitamos y dónde adquirirlos, las consignas que deben de darse al paciente, los aspectos que deben de respetarse, alcances y limitaciones de la técnica, la actitud del terapeuta y las precauciones con determinados pacientes.

Lo más importante de todo es la vivencia de realizar la caja de arena con un terapeuta conectado emocionalmente y receptivo empáticamente. Por ello, la mayor parte del tiempo del taller la dedicaremos a la práctica, a que todos/as los/as alumnos/as hagan su caja de arena y puedan ensayar el rol de psicoterapeuta.

CONTENIDOS

Los orígenes de la técnica, hacer un poco de historia.

Para quiénes está indicada esta técnica.

Los pasos en la conducción de una sesión con la técnica de la caja de arena.

La actitud del terapeuta: qué observar y a qué prestar atención.

Alcances y límites de la técnica.


METODOLOGÍA 

Comprende la elaboración de cajas de arena por parte de los alumnos, aprendiendo los pasos en la aplicación y conducción de una sesión junto con breves exposiciones teóricas y el visionado de vídeos con casos prácticos reales.

Duración: 8 horas


DOCENTE

José Luis Gonzalo Marrodán. San Sebastián-Donostia, 1967. Psicólogo Especialista en Psicología Clínica. Psicoterapeuta por la EFPA. Postgrado en traumaterapia sistémica-infantil por el IFIV de Barcelona. Clínico EMDR adultos y EMDR en niños y adolescentes (nivel II) Trabaja en su consulta privada realizando tratamiento psicoterapéutico a niños, adolescentes y adultos. Desde 1999 su campo de interés profesional se centra en la psicoterapia basada en el apego y en la traumaterapia con niños y jóvenes adoptados y acogidos. Combina su actividad como psicoterapeuta con la de formador de profesionales y familias. Dirige el blog: www.buenostratos.com.

FECHAS y HORARIO


3 de febrero de 2018

Horario: 9,00h a 13,30h y de 14,30 a 18,00h

INSCRIPCIÓN y TARIFAS

Enviar nombre y apellidos con el resguardo de la transferencia al correo:

mlapastora@gmail.com

Datos bancarios. Psicoveritas:

ES56 2095 0573 1091 14960247

Precio: 185 € si se realiza el pago antes del 25 de diciembre de 2017


200€ entre el 26 de diciembre y el 2 de enero de 2018

LUGAR DEL CURSO

C/ San Bernardo, 97, bajo, MADRID

Tel.: 91 594 36 72 / 656 913 859


www.psicoveritas.es

Presentación del libro "Apego y psicopatología. La ansiedad y su origen", de Manuel Hernández, en Bilbao, 25 enero 2018



El miércoles 25 de enero, a las 19,30h
Librería Casa del Libro
Alameda de Urquijo, 9
Bilbao

Manuel Hernández presentará su libro

"Apego y psicopatología: La ansiedad y su origen"



Tendré el placer de acompañarle en el acto de presentación, y gustosamente os invitamos a que lo compartáis con nosotros, aprovecharemos la ocasión para hablar de los temas que tanto nos apasionan y para felicitar y honrar a Manuel Hernández.


martes, 9 de enero de 2018

Comienza en enero 2018 el curso "Lo esperado y lo inesperado. Formación en psicología evolutiva infantil aplicada a la Gestalt", organizado por UmayQuipa en Madrid. ¡Últimas plazas!

Últimas plazas para este curso impartido por grandes profesionales, en el cual colaboro impartiendo un módulo.

Curso abierto a las familias, para que podáis formaros.


LO ESPERADO Y LO INESPERADO: 

Formación en psicología evolutiva  infantil aplicada a la Gestalt.




"DE LO ESPERADO A LO INESPERADO. 
La psicología evolutiva bajo una mirada gestáltica"








PRESENTACIÓN. Por Loretta Cornejo

Seguimos considerando que todo profesional que se encargue de estar al lado de las familias y los niños y jóvenes debe actualizar los conceptos de evolutiva. Y por qué no, los que trabajan con personas adultas para entender desde un punto de vista diferente qué pasó, de qué se vio rodeado en su infancia, que cosas hicieron que la energía familiar derivara en conflictos irresolubles o en chispazos que llevaron a encuentros diferentes y sanadores.

Todo manual nos dice cuando un niño debe comer, cuándo caminar, cuándo sentarse, cuándo tener amigos... pero ninguno o casi ninguno nos habla de los ritmos, de las propia música que trae cada niño y cómo se engarza con la melodía de cada uno de los padres y que pieza instrumentará en el mundo.

Pocos manuales hablan de la angustia de los padres prematuros y cómo acompañarlos, de qué cosas que se hacen o se dejan de hacer en la niñez repercuten en la adolescencia y tampoco de la evolutiva de los niños en acogida o adoptados, que llegan con toda una historia y sus propios recursos a una nueva familia que ellos no saben aún si adoptarán o no y en cuánto tiempo. 

Hablaremos de los niños de alta sensibilidad que muchas veces son diagnósticados como déficit de atención, hiperactividad, trastornos del desarrollo y tantas cosas más. Son niños que vienen con otras tareas que cumplir en esta vida y no los estamos entendiendo. 

En esta formación son bienvenidos los padres que quieren entender y acompañar a sus hijos con estas características y saber más, un viaje que empezarán desde los 0 meses a los 12 años, pasando por conceptos introductorios de neurología afectiva, procesos de resiliencia, figuras de apego y daños que se pueden heredar junto a conceptos de psicoeducación. 

Si están interesados/as: 

Llamar al 91 5493878  o escribir a: umayquipae@gmail.com


 La teoría infantil desde la psicología del desarrollo por edades




TEMARIO Y PROFESORADO

1-Crianza positivaapego y desarrollo en las distintas etapas evolutivasJOSE LUIS Gonzalo Marrodán.

2-La construcción del mundo emocional durante los primeros años de vida (o a 3 años): Los procesos emocionales necesarios a lograr durante el primer año de vida, y la prevención de posibles patologías. DIANA C. de Baumann.

3-Introducción a la neurología afectiva. LUCIA Ema.

4-La personalidad emocional de 3-6 años: Los seis años se termina la esencia de la personalidad adulta. Procesos evolutivos emocionales y formas de intervención. Trabajo con los padres o figuras parentales. Iniciación y desarrollo del  proceso de socialización.

5-La edad de la incertidumbre y la edad dorada De 7 a los doce años LORETTA Cornejo.

6-La primera infancia y sus diferentes etapas en correlación con las etapas de la adolescencia. MARGA de la Torre.

7- El no tirar la toalla: entre la fuerza y lo vulnerable: Acompañando a los hijos prematuros. PEDRO Valentín-Gamazo.

8-Cómo ayudar a sostener las relaciones afectivas desde el principio de la vida. Claves desde la psicoeducación e intervención comunitaria.

9- Distintos niveles de intervenciónDr. CARLOS Pitillas (Universidad de Comillas y Primera Alianza)

10.-Algunos temas especiales: Niños con alta sensibilidad. Evolutiva de los niños adoptados. LORETTA Cornejo Parolini

lunes, 8 de enero de 2018

"He conocido el pánico, [...] mi cerebro se desorganizó [...] como el de los niños que sufren malos tratos", por Pilar García Cortázar, psiquiatra y traumaterapeuta.


Diez meses, diez firmas III

Profesional invitada en el mes de enero de 2018: 

Pilar García Cortázar

Título de su artículo: 

"He conocido el pánico, [...] mi cerebro se desorganizó [...] como el de los niños que sufren malos tratos"

He querido que el 2018 (¡Feliz Año Nuevo a todos/as, mis queridos/as seguidores de Buenos tratos!) lo empecemos al revés de como solemos hacerlo: este mes tenemos, primero, la firma invitada y después, otro día, mi post. Creo que comenzar con un testimonio, con una experiencia real, vivida por una profesional de la salud mental (psiquiatra y compañera de la Red Apega), nos va ayudar a entrar en un mensaje importante en el que quiero volver a incidir: la empatía. Solamente podemos realmente ayudar al otro si tratamos de ponernos en su piel, en cómo siente en su mente/cuerpo los sucesos que le acontecen en su vida. Sobre todo cuando este otro sufre injusticias.

Este relato que tenéis a continuación, hecho a corazón abierto, consigue que nos situemos en cómo es bregar con un cerebro desorganizado, como muchos/as de nuestros/as niños/as adoptados/as y acogidos/as, víctimas de malos tratos, están abocados a vivir (sufrir) Quizá de este modo podamos llegar a comprenderles, y cuando se muestren agresivos, hostiles, resistentes, despreciativos, distantes, aprovechados, etc. seamos capaces, en ese momento, de darnos cuenta que dichas características son rasgos interpersonales interiorizados en la relación con cuidadores sumamente incompetentes, con cerebros desorganizados que precisamente desorganizaron su propio cerebro. 

El pasado mes de octubre de 2017, se celebraron en San Sebastián, Gipuzkoa, la ciudad donde vivo, las III Conversaciones sobre apego y resiliencia infantil. Pilar García Cortázar fue la invitada de honor de dicho acontecimiento. Le hicimos un homenaje por mostrar su capacidad para hacer un proceso resiliente en la enfermedad. No sólo por hablar de resiliencia, sino por hacerla posible. Por su coherencia. Ella se comprometió a hacer una comunicación sobre este tema. Tenía carta blanca para expresar lo que ella quisiera, por supuesto. Y eligió contarnos en primera persona el pánico que se siente cuando el cerebro se desorganiza como consecuencia de un trauma -en este caso, un tumor cerebral- Además de conmovernos emocionalmente con su experiencia, Pilar García Cortázar quiso aprovechar para hacer una similitud con lo que los niños/as pueden sentir cuando su cerebro se desorganiza por la neurotoxicidad de los malos tratos. "Estudiarlo es una cosa, pero vivirlo es diferente". Ahora sí que Pilar sabe de lo que habla...

Pilar García Cortázar recibió una atronadora salva de aplausos, nuestro reconocimiento y cariño por su valentía al mostrarnos la vulnerabilidad del ser humano y acercarnos, además, a sentir empatía por los menores maltratados. Ella, en este doloroso proceso, ha estado acompañada por una red psicoafectiva de personas significativas en las que se ha apoyado para poder afrontar toda la intervención. Los niños/as maltratados -afirma Pilar-, en cambio, muchas veces se quedan en el pozo porque nadie les ayuda ante el pánico, un miedo muy intenso, de la experiencia de los malos tratos, tan desorganizadora del cerebro como lo puede ser la aparición de un tumor. 

Le dije a Pilar García que un testimonio tan edificante, valiente, conmovedor, coherente y empático merecía que llegara a más personas, y le invité a ser una de las colaboradoras del blog. Aceptó de mil amores, y aquí la tenéis. Espero que sirva para que seamos empáticos con lo niños/as, pues tener un cerebro desorganizado es algo que complica enormemente la vida. Ellos/as, además, tienen que funcionar en un mundo que les plantea unas exigencias muy altas y arrostrar la incomprensión de los adultos que hacen lecturas actitudinales de sus problemas. Este es el mensaje para el 2018: empatía hacia nuestros niños/as, un año más, desde aquí, hacemos votos para que esto sea una realidad.

Muchas gracias de todo corazón Pilar García Cortázar, por formar parte del ilustre elenco de colaboradores del blog Buenos tratos y por ofrecernos este enriquecedor relato. 

¡Termino diciéndoos con gran alegría que el proceso de recuperación de Pilar García está siendo positivo!. 

Pilar García Cortázar. Pontevedra, 1967. Psiquiatra. Diplomado en traumaterapia Infantil Sistémica en IFIV Barcelona. Desde 1997 trabajo en servicio público del Salud Mental Infanto-Juvenil en Galicia. En este trabajo comparto testimonio de una experiencia traumática orgánica cerebral sufrida hace 7 meses.

He conocido el pánico, el miedo más intenso y desorganizador, he convivido con él, aún sigue conmigo por momentos. Como psiquiatra, llevo años trabajando con gente que sufre trastorno mental grave con adultos, y sobre todo con niños. Entre ellos muchos son niños cuyos padres tienen su cerebro desorganizado por traumas, niños con enfermedad mental, padres con enfermedad mental. Pero experimentarlo es diferente.

Tras la intervención de un tumor cerebral hace unos meses, mi cerebro se desorganizó, perdió su conexión vertical. Recordando simplificadamente lo que nos enseñó Jorge Barudy, interpreto que mi cerebro reptiliano, aquél que te mantiene con vida, regula las funciones vitales, se mantuvo; el cerebro límbico emocional se hiperactivó por el estrés, el pánico, los fármacos y, la corteza cerebral, el cerebro racional, el que piensa, se desconectó temporalmente, por la hiperactivación del sistema límbico.

Experimenté la falta de control del pensamiento, el dominio del pánico. Se me representaba, sentado a mi lado, una especie de perro fiero lleno de pinchos que se clavaban en mi garganta y yo pequeñita como una niña asustada sin atreverme a mirarlo. Mis defensas alternaban entre la proyección-referencialidad, la negación maníaca... en un estado de desaferentización donde no recibía nada del exterior, era imposible desconectarme de mis pensamientos destructivos, atrapada en la errónea y destructiva interpretación hipervigilante de mis sensaciones corporales.

Tras la intervención de una lesión cerebral importante permanecí 15 horas en Reanimación. Es una estancia hospitalaria, sala única grande donde se ubican varios enfermos que han salido de quirófano y precisan una vigilancia intensiva, permanentemente atendidos por personal sanitario. Mi mente permanecía pegada al monitor por donde desfilaban mis constantes: tensión arterial, frecuencia cardíaca, frecuencia respiratoria... en números y gráficas que yo interpretaba funestamente desde el pánico atroz a la muerte. Avisaba cuando veía 25, “soy médico pone 25" o "140 u 89", sin pensar qué significaba, sólo guiada por el presentimiento de la muerte inminente, no pensamiento sino certeza incuestionable. Los sanitarios me prestaban su corteza cerebral: “no pasa nada, todo está bien, te vigilamos todo el tiempo y todo funciona bien, eso es la frecuencia respiratoria y está bien”, lo cual me tranquilizaba 2-3 minutos, pero al rato volvía a avisar sobre otra cifra alarmante en mi caos mental. 




Durante ese tiempo pudo pasar mi marido a verme, de lo que hablamos mi mente quedó atrapada por la información de que mi hijo pequeño tenía una tortícolis, él estaba en Pontevedra con la abuela; mi mente tradujo: “mi hijo tiene meningitis y se murió”. En REA me conectaron con una tele con subtítulos en un intento de sacarme de mi autoobservación catastrófica, pero mi cabeza sólo estaba esperando el corte de la serie para conectarse con mi ciudad e informar del brote de meningitis.... Posteriormente escuché, o surgió en mi cabeza, porque es evidente que perdí el juicio de realidad, la posibilidad de desarrollar un síndrome de secreción inadecuada de ADH (hormona antidiurética, una hormona secretada por el cerebro)... El centro de mi tortura era la bolsa de orina conectada a mi sonda urinaria imbuida en el pánico de que aquella orina no era mía, no salía sino que subía hasta mi cerebro encharcándolo y sólo yo me daba cuenta, porque yo era médico y tenía la certeza de mi muerte. Esa certeza es terrible, a pesar de los razonamientos prestados por el personal sanitario, razonamientos que no conseguían combatirlo, o de conseguirlo asomaba otro más o igual de terrible (congelamiento del cerebro si se me enfriaba un pie, aura epiléptica ante episodios de sudoración intensa por efecto secundario de los medicamentos…) Terrible ver desfilar cigüeñas (ahora me alegro de no haber visto buitres carroñeros sino aves asociadas a elementos de vida) con la cabeza cortada o bebés sin cabeza, observar cómo se derriten las paredes de la habitación que se volvían entre rosa y verde, aterrador, me quedaba mirando fijamente aterrada, pensaba que avisaba al personal de lo que me sucedía, pero no fue así... Yo creía, le decía a la enfermera que tenía alucinaciones, y ella me contestaba: "Qué alta eres, te voy a peinar". Yo replicaba: "Habré crecido aquí", mientras me colocaba la venda de la cabeza. Otra noche me visitaron dos hadas, fue muy confortante, dos amigas que me han estado ayudando, aparecieron y en silencio una me pasaba sábanas suaves y blancas por encima, la otra movía placas de TAC, en silencio y sin parar. Sentía calma, “están haciendo su trabajo”

Después, el terror mucho tiempo, meses, miedo a comer y vomitar (con lo que me estallaría la cabeza), a caminar... Me parecía que nunca más me iba a levantar, ¡a bajar escaleras! Miedo a escuchar a la gente, a sus miradas, interpretaciones referenciales, todo el mundo habla de mí y sabe que no hay solución, espiar conversaciones, mi hermana ingeniero habla con mi madre por teléfono y le cuenta lo que me va a suceder, ella “lógicamente” me lo oculta, la mirada del vecino que me mira, "¡estás viva!”, me aterra, no me atrevo a llevar mis informes a mi médico, todos saben... En otros momentos, mi convicción de que ya no me sucede nada me lleva a la necesidad de comprobar mi fortaleza, visitas, paseos y ¡hasta una consulta médica en la calle!, por supuesto, bien atenta a no parar porque sería mostrar cansancio, síntoma de enfermedad y seguir, seguir, la negación maníaca. 

Ha habido una pérdida de juicio de realidad. Ni lo que decía ni lo que yo escuchaba se correspondía a la realidad. He asistido a consultas médicas de las que salía con información errónea. Ha habido una legión de cerebros alrededor prestándome su corteza cerebral diciéndome con firmeza qué tenía que pensar y qué tenía que hacer. Sola es el pozo que me traga.

Ha habido también cabezas a mi alrededor que mostraban sus emociones, de forma sutil y lícita, hacían crecer mi pánico de forma insoportable, gatillaban mis miedos de nuevo. Me llevó al aislamiento, pude permitírmelo. Me recuerda al descontrol que sufren los niños víctimas de malos tratos, experiencias escolares de acusación-huida que se nominan como agitación y acaban en la urgencia hospitalaria.

Mi cerebro está tomando el control, retorna a su estado de organización, la organización de un cerebro sano. Soy capaz de analizar retrospectivamente, de empezar a juzgar con cierto realismo, lo prospectivo aún me cuesta. Sigo desregulada, aunque no continuamente. Sigue habiendo gatilladores de mi pánico, pero me he vuelto una artista en su detección. 

He reconocido en mi recuperación los tres bloques de intervención explicitados en el cuidado de los menores objeto de la traumaterapia, de una forma más rápida y autónoma, porque es evidente que el daño que yo he sufrido ha sido importante, pero agudo y transitorio, sobre un cerebro sano y con un entorno sano. Mi recuperación ha comenzado en la regulación de mis hábitos, necesitando ayuda para hacerme yo cargo de ellos. He tenido cuidadores disponibles y accesibles en todo momento, bien personal sanitario bien mi familia. Ha habido una sintonía emocional de todos aquellos que han sido capaces, no todo el mundo ha sido capaz de contener sus propias emociones, lo cual gatillaba las mías, lo mismo me ha pasado inicialmente a mí con mis hijos. He ido recuperando mi capacidad de autoobservación y autoconciencia, legitimando y comprendiendo mis emociones….Con el avance del tiempo también las de los demás a mi alrededor.

Y he utilizado la palabra para calmarme, el hare krishna, como dice mi marido. E identifico las situaciones que gatillan mis miedos, mis proyecciones o las palabras que me los gatillan, y recupero mis estrategias autónomas para calmarlas casi todo el tiempo. Entiendo que puedo dedicar un rato a lamentarme, no todo. He modificado mis creencias respecto de lo que me ha ocurrido, ha tardado. Empiezo a poder proyectarme en el futuro.

Puedo empezar a evaluar aspectos fortalecedores de mi persona en este destructivo acontecimiento. Soy capaz de reirme de mí misma. Proyecto hacerme voluntaria de la AECC (Asociación Española Contra el Cáncer) para acompañar a gente sola. Y he aprendido a comprender mejor a mis pacientes. Me he dado cuenta del magnífico entorno que tengo.




Y me acuerdo de quien sufre lo primero y no tiene lo segundo, la ayuda de la palabra prestada por la cabeza del otro. Y de los niños que han organizado su desarrollo cerebral en el trauma múltiple complejo, el efecto neurotóxico de los malos tratos. Yo tengo un retorno a mi cerebro organizado, ellos no. Sólos no pueden salir del pozo, ni siquiera pedir ayuda, hay que asomarse a ayudarles, tiene que ser algo proactivo por nuestra parte.

Estos niños afectos de la neurotoxicidad de los malos tratos no cuentan con los efectos protectores de cuidadores con cerebros organizados y a su disposición. Estos niños tienen un muy difícil acceso a los servicios de atención sanitaria-social, tanto ellos como sus familias suelen generar un rechazo generalizado de los profesionales sanitarios, escolares... No hay en estas familias ni en estos niños una clara conciencia de sus dificultades, son los demás no ellos, con lo cual no hay un motor para el cambio. Esta desorganización cerebral transitoria de causa orgánica como la que yo he sufrido, tanto en el contexto de atención sanitaria como social y familiar, se entiende y se atiende. Esta afectación, bueno, mucho más grave en un niño abandonado o víctima de cuidados negligentes y/o abusos en contexto escolar, y me atrevo a decir sanitario, ni se entiende ni se atiende. Y qué decir de los padres de estos niños a quienes en todo caso culpamos, pero se nos escapa el mecanismo autoperpetuador que subyace en estas familias.

Esta experiencia ha completado mi formación, si alguien duda de las enseñanzas recibidas yo doy testimonio. Después de esta experiencia, creo haber aumentado mi capacidad para sentir a mis pacientes, espero que no sea excesiva o sólo sufriré por ellos y no los podré ayudar. He aumentado mi capacidad para reconocer el valor en la recuperación de los cuidados del otro, la necesidad de prolongarlos en el tiempo. Y seré una voz más alta y más clara en reclamar la necesidad de proporcionar voz y un lugar digno a los niños víctimas de trauma múltiple complejo. Si los dejamos sólos se los traga el pozo.