Entrevista a Carlos Pitillas, Doctor en psicología.
Con motivo de la publicación de su nuevo libro
"Caminar sobre las huellas.
Vínculos, trauma y desarrollo humano"
Vídeo de Carlos Pitillas presentando su libro
en exclusiva para todos/as los y las seguidores/as
de Buenos tratos
Carlos Pitillas Salvá es Doctor en Psicología por la Universidad Pontificia Comillas, donde imparte clases de Psicoanálisis, Clínica Psicodinámica de la Infancia y Adolescencia o Intervención con Familias en Riesgo de Exclusión, entre otras. Coordina el proyecto Primera Alianza: mejorando los vínculos tempranos, a través del cual ha intervenido con familias en ámbitos de exclusión, ha formado y supervisado a profesionales de la protección del menor y ha desarrollado investigación sobre innovación en el trabajo con familias. Se ha especializado en la detección, prevención y tratamiento del trauma interpersonal temprano. Recientemente, ha comenzado a trabajar sobre cuestiones de crianza e intervención centrada en el vínculo en contextos no occidentales. Es co-autor de Primera Alianza: fortalecer y reparar los vínculos tempranos. Contacto: cpitillas@comillas.edu
Presentación
En Buenos tratos sólo nos hacemos eco de los libros de calidad, como este que tengo el honor de presentaros hoy de mi colega y profesor de la Universidad de Comillas, Carlos Pitillas.
Carlos, muchas gracias por atender, una vez más, la llamada de Buenos tratos, es un placer tenerte de nuevo entre nosotros. Me gustaría recordar tu participación en el blog, con un artículo titulado: "Primera alianza: fortalecer y reparar los vínculos tempranos". También fuiste ponente en San Sebastián, en las VI Conversaciones sobre Apego y Resiliencia, en el año 2022, con una conferencia en torno a la transmisión intergeneracional del trauma. Con esto has demostrado tu compromiso con este blog. Ahora amablemente te acercas por aquí porque has publicado un nuevo libro, del cual nos hacemos eco, titulado “Caminar sobre las huellas. Vínculos, trauma y desarrollo humano”. Te ha llevado años de trabajo.
José Luis: ¿Por qué este libro, Carlos? ¿Cuál es la motivación que te ha animado a escribirlo?
Carlos: Gracias por tenerme de nuevo en este espacio que admiro tanto y tanto ayuda. Es un placer y, también, un apoyo que valoro mucho para este libro. Caminar sobre las huellas es un ensayo que viene gestándose desde que me dedico a hablar, en contextos diversos, sobre el efecto de las experiencias vinculares tempranas en el desarrollo social y emocional de las personas y, particularmente, sobre los modos en que el trauma afecta a estas trayectorias. En ese sentido, el libro emerge de todas las ocasiones en que he tenido que estudiar y organizar el conocimiento que existe sobre este tema, y hacerlo accesible para otros. Es, en definitiva, mi “modelo” acerca de cómo se construye la mente socio-afectiva partiendo de los vínculos tempranos. El modelo se ha elaborado a través de los años, en diálogo tanto con la literatura científica y con las personas a las que he tenido la suerte de dar clase, tratar o supervisar, y bebe de la teoría del apego, la teoría del trauma, y la teoría psicoanalítica contemporánea.
La motivación por la que preguntas está muy cerca de lo que acabo de explicar. Se trataba de plasmar y compartir (en la versión más ordenada de la que soy capaz) algo que llevaba leyendo, estudiando y contando a otros durante una parte importante de mi carrera. Esta motivación era casi una necesidad, si se quiere. Y que el libro exista ahora y esté publicado es una alegría y tiene algo de liberación (¡llevaba mucho tiempo dentro de mi cabeza!), aunque esto también se acompaña, claro, de cierto vértigo.
José Luis:¿Puedes contarnos cuál es el plan del libro?
Carlos: "Caminar sobre las huellas" comienza con una introducción donde se establece una de sus premisas básicas (si no la más importante): nuestro funcionamiento actual en las relaciones (nuestra identidad, la forma que tenemos de sentirnos y comportarnos en el seno de los vínculos importantes) es el resultado de nuestras trayectorias de desarrollo, las cuales comienzan con la primera puerta al mundo social que son esos vínculos que establecemos en la de niñez y la adolescencia, en el seno de la familia (aunque no solo). Y esta premisa es la que da sentido al título, que hace referencia al hecho de que nuestros patrones relacionales adultos son, hasta cierto punto, una repetición de aspectos de nuestras relaciones tempranas (interacciones que se hicieron habituales, afectos nucleares, estrategias de “supervivencia” que tuvimos que desarrollar, etc.).
Aunque rara vez nos damos cuenta, caminamos sobre nuestras propias huellas. Repetimos, revivimos y, en los casos más graves (cuando venimos de un mal sitio), podemos llegar a reproducir formas de dolor muy destructivas, en nosotros mismos o en los demás. La persona que repetidamente se expone a situaciones de maltrato; quien cae una y otra vez en experiencias de invisibilidad social o aislamiento; el que con frecuencia gestiona su fragilidad asustando o dañando a otros; quien se aleja de las buenas oportunidades que la vida le pone por delante (una relación amable, la oportunidad de ser visto o cuidado, etc.); entre otros, están, en muchos casos, siendo víctimas de procesos emocionales y cognitivos que se instalaron tempranamente y que sesgan el comportamiento, adulto de formas que son (auto)destructivas y perpetúan el trauma.
El plan del libro comienza, por lo tanto, estableciendo y fundamentando esta premisa, para continuar “desempaquetando” el conjunto de procesos que sostienen esta relación pasado-presente.
Dichos procesos (en orden de aparición), incluyen:
Los esquemas cognitivo-afectivos que adquirimos de pequeños y que nos sirven para poner orden y navegar la experiencia social. Esquemas de seguridad (p.ej., sentirse querido, en contacto con alguien que quiere; sentirse seguro en contacto con un cuidador disponible), esquemas de inseguridad (p.ej., sentirse incapaz de retener a un cuidador esquivo o intermitente), o esquemas traumáticos (p.ej., verse como alguien pequeño en contacto con otros que son destructivos y de los que se depende).
Los antecedentes intergeneracionales de la seguridad y del maltrato, es decir, los mecanismos invisibles que hacen que los padres puedan dar seguridad a sus hijos o, por el contrario, exponerlos a un peligro que –de formas a veces sutiles– reproducen el peligro que ellos mismos vivieron. Los miedos de los padres, sus tendencias defensivas, su capacidad de ajustarse al temperamento del niño, o su capacidad de ver al niño como una persona separada y por derecho propio, son abordados como partes fundamentales del “juego” relacional que marca la diferencia entre vínculos tempranos seguros o inseguros/traumáticos.
Las adaptaciones que hacen algunos niños a las condiciones inseguras en las que crecen. Estas adaptaciones han sido particularmente bien estudiadas a la luz de los estilos de apego, las defensas de apego o las estrategias de reorganización del apego en niños que sufren mucha confusión y miedo (porque tienen padres muy confusos o muy asustados ellos mismos).
El libro se sumerge, entonces, en la “arquitectura” de la mente traumatizada y sus conflictos. Aquí exploramos la fragmentación interna de los niños que han crecido con padres impredecibles o amenazantes, la agresividad –muy difícil de manejar– que acumulan estos individuos, sus fantasías negativas acerca de los demás, o la necesidad de esconder ciertas necesidades o emociones como vía de supervivencia, entre otras. En definitiva: cómo una historia de peligro estimula la tendencia a defenderse.
Y las defensas siempre tienen su límite funcional, es decir, tarde o temprano, dejan de servirnos. El libro finaliza dedicando algunas secciones al efecto “irónico” de las defensas postraumáticas más rígidas. Estas, al tratar de salvarnos de un peligro, lo que hacen es exponernos con más fuerza a otros peligros que no somos capaces de predecir.
El libro finaliza con dos casos narrados con relativo detalle y analizados bajo el prisma de todos los contenidos que se estudian en las secciones previas.
José Luis:“Algunos sesgos y patrones en nuestra forma de actuar y sentir parecen acompañarnos desde nuestros primeros años…” afirmas en la presentación. Esto es cierto para todas las personas, pero es especialmente importante para quienes han sufrido traumas tempranos y complejos. Me vienen a la mente los niños acogidos y adoptados, cuyas familias siguen este blog, cuyos patrones -por ejemplo, el temor al abandono- les influyen poderosamente a lo largo de la vida. Poder comprender esto es importante para que la crianza y la terapia sean reparadoras para estos niños, y que las familias reciban el apoyo que necesitan…
Carlos: Absolutamente. Cada vez me convenzo más de que el mejor modo de cuidar a alguien y alcanzar una verdadera reciprocidad en una relación (con los hijos, con las parejas, con los pacientes) es a través de un reconocimiento de la vulnerabilidad propia. Este reconocimiento, si se hace bajo condiciones de seguridad y uno es hasta cierto punto capaz de apropiarse de ello, nos permite establecer relaciones más profundas, y más complejas (en el buen sentido). Si están en contacto con su vulnerabilidad, los padres acogedores y adoptantes, los profesionales de la relación de ayuda, los tutores de resiliencia y educadores, los padres biológicos, etc., son más sensibles, más conscientes de sus límites, más capaces de pedir ayuda a tiempo, más capaces de recuperar su mentalización cuando la pierden, y más justos. Esta vulnerabilidad, con frecuencia, es histórica: la traemos de un tiempo anterior y de una relación pasada. Así que aquí hay un trabajo narrativo (mirar hacia atrás y contarse uno su propia historia) que, por cierto, casi siempre es imposible de hacer fuera de una relación mínimamente segura.
José Luis: ¿Consideras que es un libro para profesionales o también pueden beneficiarse de su lectura las familias y el público en general?
Carlos: Es un libro técnico, pero he hecho un esfuerzo grande por conseguir que la exposición de los principios sea accesible para cualquiera. He intentado que los conceptos complejos tengan relevancia y sentido para personas diversas y no necesariamente formadas. En este caso, además, me he permitido incorporar al texto muchos ejemplos de la cultura: extractos de novelas, referencias a películas, anécdotas de la historia de la cultura (hay una referencia a Elvis Presley a la que tengo especial cariño), incluso cito trozos del monólogo de un cómico estadounidense. No puedo estar seguro de que estas estrategias hayan hecho que el libro sea accesible y claro. Pero, si me he acercado algo a este objetivo, pienso que el libro podría servir a personas ajenas a la profesión. Supongo que el tiempo (y el feedback) dirán.
José Luis: Si pudieras hacer una síntesis de lo fundamental del libro, dirías…
Que es un ensayo escrito con un intento de precisión y, al mismo tiempo, mucha pasión por este problema científico y humano que es la pregunta acerca de cómo nos construimos, y por qué a veces es tan difícil, para las personas que han tenido peor suerte, dejar de sufrir.
José Luis: ¿Quieres decirnos algo más sobre el libro?
Carlos: Que me siento afortunado de haberlo escrito y agradecido de todos los interlocutores (alumnos, pacientes, colegas, etc.) que, a lo largo de los años, han motivado su existencia.
**************
Buenos tratos regresará con un nuevo post
el día 24 de marzo de 2025, como siempre, a las 9:30h de España
El origen de los sentimientos crónicos de vacío y soledad en personas adoptadas y acogidas con historias de negligencia y/o abandono grave
Jose Luis Gonzalo Marrodán
Psicólogo clínico y Traumaterapeuta sistémico
"Me siento súper triste
Tengo una bola en el pecho, me ahogo literalmente, no puedo respirar
Y esa sensación de vacío, de soledad, de tristeza profunda…
Los chicos, las compras, el alcohol... solo logran que se haga más y más grande cada vez
No sé por qué me pasa esto
Me quiero morir"
Este texto podría ser escrito por muchas personas. ¿Cuál es el denominador común de un buen número de pacientes que sienten un profundo abismo interior de vacío y soledad, acompañado de sensaciones corporales que viven como aniquiladoras? Lo que observo, más allá de etiquetas diagnósticas, es que comparten recuerdos implícitos de experiencias prolongadas de negligencia afectiva y física y/o abandono durante los dos primeros años de vida. Fundamentalmente, se puede hipotetizar que no hubo una figura adulta con la permanencia suficiente como para que las funciones del apego pudieran darse: una base segura interiorizada. O si la figura de apego estuvo, no hizo estas funciones de manera suficiente; o lo hizo de manera perturbadora.
Hasta ahora yo no había considerado tanto el papel del amor en el apego (había pensado más en la seguridad), es decir, que el bebé sienta que es amado en exclusiva. Creo que juega un rol importante. Lo intuía, pero nunca había tenido la oportunidad de leer sobre amor y apego.
Leyendo el nuevo libro de Schore (2022) titulado “Psicoterapia del hemisferio derecho” (¡qué joya!) descubro que este autor precisamente se refiere al amor. ¿Cómo entiende Alan Schore el amor? De este modo:
“El amor puede referirse a un sentimiento de ternura, pasión y calidez, pero también a la acción de amar, que implica expresiones de afecto físico, cariño y actos de bondad”. Pienso en ello y me imagino que el cariño y la expresión del amor, y que el niño lo vaya sintiendo y grabando en su cuerpo y después representarlo en su mente, es un ingrediente necesario. Dice Schore: “El amor mutuo entre una madre y un bebé está incrustado en una relación de apego óptima, cocreada, recíproca, sincronizada, basada en el cuerpo y en la transacción emocional. Los bebés responden mucho menos al discurso y más a lo que se llama señales “extraordinarias” en forma de expresiones faciales y tonos de voz exagerados, a los que los bebés reaccionan con sonrisas, arrullos… Los bebés son seres activos en este cometido. Un comienzo afectivo temprano puede moldear epigenéticamente los procesos evolutivos que se expresan en la infancia”.
Al leer estas definiciones de Schore (2022), a uno le viene a la mente las aportaciones del psicoanalista Winnicott. Este autor afirma que una de las funciones de la madre o de la persona que haga esta función es la de Handling. “Son los soportes y cuidados concretos y reales que el niño necesita, al estar sintonizados y atentos a sus necesidades de manipulaciones de alivio sobre su cuerpo real: mirarlo, tocarlo, acariciarlo, limpiarlo es decirle: “te quiero, me importas, tú vales, mereces, eres objeto de mi amor” en el lenguaje del cuerpo; dejar de hacerlo es dar el mensaje contrario. El logro psicológico que permite un buen Handling es la vivencia de personalización, de habitarse a sí mismo…” (Stutman, 2011).
Por lo tanto, qué importante es que el bebé experimente que los ojos de la madre lo aman profundamente y que alguien está ahí viendo su mente y sintiendo que le sienten. Winnicott no podía aventurar la trascendencia de sus observaciones y sus implicaciones para el desarrollo neurobiológico. Esto nos lo ha aportado Schore (2011) tiempo después, pues es en el cerebro derecho donde quedan disociados los terribles y aniquiladores afectos desreguladores que el bebé debe de experimentar cuando llora y nadie acude; cuando busca conexión y contacto a través del cuerpo y no hay nadie allí; cuando sólo ve durante horas y horas el techo de un orfanato; cuando tiene hambre y un gran dolor interno se le forma en todo su cuerpecito…
Foto: Pinterest
Si entendemos todo esto, podremos entender también que nuestros niños y niñas, para poder sanar de todas estas heridas traumáticas, necesitarán sentir que estamos a su lado, acompañándolos, empáticamente. El afecto del profesional será fundamental en esta labor. Se re-experimentarán estos agujeros emocionales de vacío y soledad, pero esta vez debe ser diferente: el profesional está ahí y con su conexión y empatía le ayudará a sentirse presente y sostenido. Que "la sombra del tsunami" del trauma no le devore (Bromberg, 2011). Las técnicas y las interpretaciones quedarán en un segundo plano. Se le da demasiada primacía a lo técnico y poco a lo relacional en la formación de los profesionales. Schore (2022) habla en su libro del papel del afecto en psicoterapia como un ingrediente fundamental.
Hay otra función importante en la madre que Wnnicott investigó: el Holding, que sería algo así como el andamiaje. "Es la capacidad de sostener emocionalmente al niño, en todo momento y en todos los estados por los que pueda atravesar su afectividad y su impulsividad. Naturalmente habrá emociones placidas y otras altamente displacenteras y ahí requerirá que la madre le preste su capacidad de contención y sostén para que él logre sobrevivir a la intensidad de lo vivenciado". (Stutman, 2011)
"Si bien Bion y Winnicott, no se influyeron, ni siquiera contactaron mientras desarrollaban sus teorías, tienen mucho en común en este punto, ya que Bion propone el concepto de Reverie de la madre, como la capacidad de contención emocional. El diría que se espera que la madre en primera instancia y también el padre sean capaces de recibir las angustias, molestias y llantos del niño y transformarlos, devolviéndolos descargados de angustia, de una forma más apropiada en que sí puedan ser toleradas y recibidas por el niño". (Stutman, 2011)
Muchas personas tampoco pudieron vivir esta función de Reverie. Por ejemplo, algunos pacientes adoptados que trato fueron trasladados a un orfanato nada más nacer. No tuvieron figura de apego, los padres adoptivos recuerdan que se agarraban a un biberón y no lo soltaban durante horas. Sufrieron abandono emocional grave y desnutrición. Tras un periodo de complacencia, en la adolescencia, la desregulación emocional y los sentimientos de vacío y soledad son insoportables. La ira les produce un secuestro destructor y la angustia vital es para ellos una experiencia devastadora. No tuvieron la función de Holding, sostén, andamio, contención... Tan importante para la regulación y el desarrollo de un modelo interno de trabajo seguro.
“Cuando la madre no cumple su función de sostén del yo, lo que surge es esta angustia impensable, portadora entonces de una amenaza de anonadamiento cuyas principales variantes se exponen a continuación: 1) Fragmentarse 2) Vivir una impresión de caída sin fin 3) Sentirse elevado a cumbres infinitas 4) Carecer de relación con el propio cuerpo y, por último, de orientación espacio temporal” (Nasio, 1996).
¿No podemos reconocer aquí a muchas personas que han sufrido abandono temprano?
"No tengo ganas de nada
Llevo horas paralizado
Nada me motiva, ni el deporte, ni el colegio, ni los amigos, ni la comida…
No disfruto con nada ni con nadie
Sólo puedo estar en la cama y que pase el día".
Esta expresiones tan tristes y duras de un adolescente que vive en un centro de acogida, que tiene doce años y sabe que (sin tener ninguna noticia de sus padres biológicos, con los que no se relaciona desde hace dos años), sin la perspectiva de ninguna familia acogedora (sabe que las familias no quieren niños mayores) su vida y necesidades dependen de los educadores del centro de acogida, que se vuelcan con él. Este niño sabe que a los dieciocho años le espera… la incertidumbre. ¿Con quién vivirá? ¿Qué será de él? Todo esto influye mucho, pero es que, además, este chico, durante los tres primeros años de vida, convivió con una madre que, por sus propios traumas y depresiones, consumía sustancias de manera muy frecuente. Eso generaba que este bebé fuera funcionalmente cuidado, pero la parte del "amor tranquilo" en el sentido de Schore (2022), no la vivió suficientemente. Y tampoco vivió lo que este autor denomina "el amor excitado", todo lo que es juego, risas, conexión… Por eso, este chico muestra esa falta de creatividad y deseo, porque no lo ha tenido, careció de ello en una etapa sensible para su neurodesarrollo; y ahora se observa en su no tener ganas de nada… Cualquiera le tomaría por un indolente, ¡qué injusto para él!.
Así pues, Schore (2022) refiere que el amor tiene tres etapas:
1ª etapa: Primeros meses después del nacimiento.
Domina el amor tranquilo de una madre
Madre y bebé se conectan a nivel subcortical de la amígdala: se corresponde con el inconsciente profundo de Freud y el nivel más básico de seguridad y confianza.
2ª etapa: El amor mutuo materno-infantil.
Dos o tres meses. Entra en funcionamiento el sistema de apego de todos los mamíferos. Madre e hijo conectados a nivel de la corteza cingulada anterior (media en el apego y en la ansiedad de separación) Stern le llamó el SELF CENTRAL.
Se da también un amor más excitado y comienza el juego (del que hablaremos luego) Grandes habilidades en el bebé para coreografiar juegos e interacciones espontáneas.
Participan en interacciones por turnos (8 semanas)
Son importantes los movimientos del cuerpo y cabeza como las vocalizaciones, en la interacción con la madre.
3ª etapa: Protagonismo de la corteza orbitofrontal
Desde los 10-12 hasta los 18 meses
Las conductas y emociones afiliativas amorosas dejan huellas duraderas en la corteza orbitofrontal y en sus conexiones de dopamina tegmental ventral y en los centros de recompensa del cerebro, así como en la sustancia gris periacueductal implicada en el dolor emocional de la separación.
“Esto dividirá el mundo de los bebés en dos categorías: 1.- Los bebés que no han sido significativamente dejados caer en la infancia y cuya creencia en la confiabilidad los lleva hacia la adquisición de una confiabilidad personal… Estos bebés tienen continuidad existencial, conservan la capacidad para avanzar y retroceder y llegan a ser capaces de afrontar todos los riesgos porque están bien asegurados. 2.- Los bebés que han sido significativamente dejados caen dentro de una pauta de fallas ambientales; llevan consigo la experiencia de una angustia impensable o arcaica. Saben lo que es estar en un estado de confusión aguda o conocen la agonía de la desintegración. Saben qué significa que se los deje caer, qué significa la caída perpetua o escindirse en la desunión psicosomática". (Winnicott, 1991).
Perderse todo esto tiene consecuencias graves en el desarrollo que van más allá de las lecturas que habitualmente se hacen de las conductas que estos chicos y chicas nos muestran, que en realidad son la expresión de que algo grave ocurrió en sus vidas. Seamos justos con ellos y ellas. El profesional es convocado por el niño para que este sea claramente testigo de la injusticia sufrida, y aquel debe de validarla.
El cambio de mirada, la evaluación comprensiva y el papel reparador de todos los que estamos trabajando con ellos y ellas, el valor de las relaciones amorosas y seguras, fuente de sanación, no puede ser sustituido por nada. Esto lleva mucho tiempo y se requiere que las experiencias reparadoras sean repetitivas. Así lo creemos, y para ello trabajamos día a día, los profesionales formados en el modelo de la traumaterapia infanto-juvenil sistémica. Y muchos otros y otras, "manada de mujeres y hombres buenas y buenos", como dice el gran (y maestro) Jorge Barudy.
REFERENCIAS
Bromberg, P. (2011). La sombra del tsunami y el desarrollo de la mente relacional. Madrid: Ágora relacional.
Nasio, J. D. (1996). Grandes psicoanalistas. Gedisa.
Schore, A. (2011). Prólogo. En La sombra del tsunami y el desarrollo de la mente relacional. (pp 18-55). Madrid: Ágora relacional.
Schore, A. (2022). Psicoterapia con el hemisferio derecho. Barcelona: Eleftheria.
Llevo una temporada descubriendo en profundidad a Philip Bromberg, un psicoanalista relacional entroncado dentro de lo que llamaríamos la corriente intersubjetiva, basada también en los postulados del neuropsicoanálisis, cuyo principal representante es Alan Schore. Bromberg y Schore colaboraron y desarrollaron una gran amistad; y puede decirse que el primero llevó a la práctica clínica muchos de los aspectos neurobiológicos del segundo.
Portada de uno de los libros de Bromberg
El tema es complejo y no quiero abrumar al lector de tal manera que abandone el artículo en el tercer párrafo. Porque este blog, aunque lo siguen profesionales, tiene como prioridad divulgar el conocimiento científico relacionado con el apego, el trauma y la resiliencia y hacerlo digerible a los padres, madres y personas que no sean especialistas en psicología clínica y psicoterapia especializada. Por eso, voy a coger algunas ideas de Bromberg que me han parecido interesantes y útiles para ejercer la parentalidad terapéutica, las contaré de una manera sencilla -espero superar el reto porque Bromberg no es un autor fácil de entender y de aplicar- y comentaré su utilidad en nuestro trabajo diario con los niños y niñas.
Un proceso de regulación interactiva
La diada madre (cuidador) niño o niña es fundamental, y la "sincronía afectiva" (Schore, 2011) que se establece entre ambos durante los dos primeros años de vida es muy importante porque conduce al bebé a aprender a regular los estados internos altamente desregulados. Para que esta regulación interactiva sea eficaz, “la madre debe de modular los grados de estimulación excesivamente altos o bajos que inducirían en el niño niveles de activación sobre elevados o excesivamente reducidos. Funciona como una matriz interactiva en la que ambos interlocutores equiparan sus estados y de forma simultánea ajustan su atención social, la aceleración y la estimulación de la activación en respuesta a las señales del interlocutor”. (Schore, 2011)
Parece ser que el sentido de un self (sentido de quién soy yo, de mí mismo) "fluido y firme al mismo tiempo, depende de hasta donde se haya logrado la capacidad para la regulación y la competencia afectiva" (Schore, 2011). Esto proporciona unos fundamentos estables para la regulación emocional.
Cuando un bebé es maltratado física o emocionalmente, esta regulación interactiva ya no ayuda al bebé a manejar la activación interna, sino que se produce una inundación (un tsunami, en palabras de Bromberg) que afecta a todo el hemisferio derecho (predominante durante los tres primeros años de vida y sede de ese protoself fluido y a la vez estable) y que genera una ruptura en la continuidad de dicho self. Esto se experimenta como estados "no-yo" (en palabras de Bromberg, 2011) y el bebé lo vive como rupturas en la conexión con la figura de apego que hacen que entre en disociación. Para Schore (2011), la disociación “más que una alteración de procesos mentales, implica una desconexión mente-cuerpo” "La defensa disociativa, esa desconexión, supone el último intento del niño/a para bloquear el dolor emocional".
Para entender estas rupturas en el sentido fluido y firme de uno mismo (el self) yo me imagino una orquesta bien sincronizada y armonizada que, de repente, entra en emitir, durante un tiempo, sonidos estridentes, duros (como el recuerdo del trauma) o a destiempo. No parece la orquesta de siempre. Eso es el sentido del "no-yo". No te reconoces. O como una película antigua de celuloide que avanza de manera continua a 24 fotogramas por segundo para, de repente, empezar a verse entrecortadamente; o verse en blanco, o a trozos sueltos y delavazados, para luego recuperar la continuidad y volver a visionarse a 24 fotogramas por segundo.
Fijaos en la "mala entrada" de esta orquesta, como ese estado "no-yo" inicial es "recuperado" por la reparación del director:
Una orquesta entra mal
Si volvéis a ver el vídeo del experimento Still face, creo que entenderéis mejor este concepto. Cuando la mamá del vídeo ayuda al bebé a manejar los estados internos (a través del lenguaje no verbal, hemos de resaltar que esto sucede en una etapa en la que el niño o niña no puede simbolizar estas experiencias a través del lenguaje, quedan grabadas en el hemisferio derecho, son subsimbólicas) ambos son un sistema de regulación mutuo, interactivo, y pleno de disfrute. Cuando la mamá congela la cara y desaparece de la diada, el niño se queda sin la figura “sabia y fuerte” que decía Bowlby, para comunicar y sostener las emociones. Queda en el vacío, y esto produce dolor y ruptura en esa continuidad estable que proporciona el cuidador al infante, fundamental a esa edad. Con lo cual el bebé sufre una inundación de afecto altamente desrregulado que le conduce, tras la protesta, a la disociación como defensa de algo abrumador. Si se repite de manera continuada en el tiempo y no hay reparación, la sombra de ese tsunami le perseguirá siempre, y la posibilidad de caer en estados disociativos es alta.
Experimento del "Still face"
Consecuencias de la disociación
Como dice Schore (2011), si bien es una defensa eficaz (por eso la disociación nunca se elimina en ambientes desprotectores, porque el niño/a la necesita para sobrevivir), a largo plazo “impide la exposición a experiencias potenciales de aprendizaje relacional, implícitos en los contextos intersubjetivos íntimos que son necesarios para el crecimiento personal”. Aquí tenéis, padres y madres adoptivos y acogedores, una de las causas por las cuales es tan complicada la crianza de nuestros niños y niñas: el "bloqueo de los cuidados" (del que habla Hughes, 2019) y que no es otra cosa que la entrada del niño o niña en disociación, cuando empieza a comportarse de maneras en las que rechaza o incluso ataca a las personas que ahora le quieren ayudar con afecto y límites. Mientras no se trabaje la disociación, todos y todas a una, será complicado que el niño o niña salga de ahí. El o ella se defenderá así cuando perciba en su interior que se acerca la sombra de la devastadora ola que sufrió en su interior cuando nada podía entender ni manejar. Esto es importante como padres y madres. Hay que tenerlo presente porque ayuda mucho a no tomarlo como algo personal. La ruptura en el sentido de uno mismo es una experiencia terrible.
Cómo sabemos que un niño/a entra en estados no-yo
A partir de los cinco o seis años, muchos padres y madres adoptivos y acogedores que criais a niños o niñas de esta edad, sabéis de qué estoy hablando. Lo vivís -y a veces sufrís- en vuestras carnes, incluso los y las que -la gran mayoría- ejercéis una parentalidad suficientemente buena y competente. Los niños y niñas realmente no quieren comportarse así, pero la fuerza de lo que internamente vivieron (tsunami) es tan fuerte y desrreguló tanto su hemisferio derecho que no pueden evitar pasarlo al acto. Es lo que técnicamente Bromberg y Schore (2011) llaman en inglés los enactment (enactuaciones o pasos al acto) Fijémonos bien que antes de la palabra “actuaciones” está el prefijo “en”, para enfatizar que el adulto contribuye también sin quererlo o queriendo, a que estas enactuaciones empeoren, aumenten o disminuyan. Estamos en una matriz relacional donde el papel del adulto como figura reguladora y reparadora es fundamental. “La disociación patológica, una defensa primitiva contra los afectos abrumadores, es una característica clave del trastorno del apego reactivo en la infancia, trastorno por trastorno maltrato infantil, trastorno por estrés postraumático…” (Schore, 2011) Con estos enactment los niños y niñas y los adultos nos comunican esos estados subsimbólicos “no-yo”. Los síntomas del trastorno sugieren esa comunicación; por ejemplo, algunos de los síntomas: frialdad y distanciamiento afectivo; conducta violenta; no sentirse íntimamente ligado a nadie; inestabilidad emocional alta; hacer daño al otro, incluso intencionadamente; quedarse como congelado durante tiempo; combinar épocas de alta intensidad en la actividad diaria con épocas de apagamiento y falta de energía; indiscriminadamente afectuoso con las personas o, por el contrario, inhibición y aislamiento; conducta antisocial (robos, mentiras, engaños, inventarse historias que son reales en su imaginación, pues esta se confunde con la realidad); déficit en la capacidad de permanecer de manera autónoma y adecuada a la edad; no recordar aspectos de lo ocurrido y fácilmente tener olvidos y amnesia; frecuentes e intensas quejas somáticas; hablar de uno mismo en tercera persona.
La violencia de un niño/a, sobre todo la súbita o desproporcionada,
sin motivo aparente puede ser la expresión de un estado "no-yo"
Algunos apuntes sobre cómo contribuir a la reparación y favorecer un proceso de recuperación positivo
No podemos decir que no existe remedio ni sanación para estos niños y niñas. Podemos aspirar a la adaptación (a que esquiven "el destino fatal", como diría Cyrulnik, 2020) y en algunos casos a la sanación (superan lo traumático y se abren al amor, al vínculo y la integración de los estados disociativos, Hughes, 2019) Muchas veces, las etiquetas diagnósticas, mal usadas, perjudican mucho porque no nos ayudan a que veamos posible una mejora. He visto, en casi mis treinta años de carrera profesional, evoluciones hacia la fatalidad, pero también recuperaciones increíbles en niños y niñas a los que se les había sentenciado. “Es un psicópata” “No hay nada que hacer” “Ingrésalo en un centro”- se dice de ellos y ellas. Un día dedicaremos una entrada a explicar cómo contribuimos a conseguir evoluciones adaptativas, a largo plazo, en chicos y chicas muy dañados y sentenciados desde niños/as al estigma de la no recuperación, tomados por unos indeseables. No quiero engañar a nadie: han sido evoluciones que han evitado lo peor, las peores consecuencias en estos chicos y chicas: que terminen autodestruyéndose. Y han requerido mucho trabajo de manera continuada, pero ha sido posible. La clave: no tirar la toalla.
Lo primero, hay que detectar el problema cuanto antes. Si se detecta la disociación patológica cuando se es muy pequeño/a, lo primero y más urgente es proporcionar a ese bebé o niño/a pequeñito/a un entorno de cuidados y reparación interactiva adecuado, con unos padres adoptivos o acogedores bien apoyados, formados y con sus propias infancias sanadas. Personas maduras y estables emocionalmente, fuertes y seguras. Y hasta que no haya un cambio real en las personas que favorecen y causan los estados disociativos, no tener contacto con esos adultos es clave; porque su presencia y modo de interactuar consolida neurobiológicamente el trauma en el cerebro. Recordar, como dice Rafael Benito, es reconsolidar. Lástima que no prime el derecho de los niños/as a ser neuroprotegido, por muy padres que sean.
Si se detecta más tardíamente (suelen ser niños y niñas con muchas historias de rupturas de contextos de cuidado, con antecedentes tempranos de figuras de apego que les han dañado en forma de maltrato y abandono extremo, y que después han sufrido el síndrome del peloteo, tan perjudicial, del que habla Jorge Barudy, 2005), lo prioritario es que se les proporcione un contexto de cuidados lo más estable posible, con las figuras parentales o educadores conscientes del origen y naturaleza del problema. La reformulación de los síntomas (Barudy y Dantagnan, 2005) es imprescindible, porque las lecturas comportamentales llevan a ciclos de conducta negativa+consecuencias que sabemos que no reparan porque el niño o niña no aprende de la experiencia, la disociación crónica lo impide.
Juntos seremos más fuertes que la sombra del tsunami
En la traumaterapia llamamos bloque I al primer bloque de trabajo que busca, sobre una buena base de cuidados, que podamos ayudar al niño/a a "recuperar un estado de bioregulación basal" (Barudy y Dantagnan, 2005); estimular la capacidad de autobservación, para de ahí progresar a la autoconciencia; trabajar la sintonización con sus estados internos y finalmente potenciar desde la corregulación, la autorregulación. Es un trabajo que puede llevar unos cuantos meses, quizá años, y en el que la farmacología juega también un papel coadyuvante.
Para ayudar al niño/a a abordar estos estados "no-yo", disociativos, nos iremos moviendo entre la seguridad y la confrontación (autoridad calmada pero firme), que dice Bromberg (2011). En el marco de la traumaterapia, en la sala de valientes, la psicoterapia especializada supone un cambio de paradigma de lo que como profesionales estamos acostumbrados a hacer. Como dice Schore (2011), de poner énfasis en los contenidos y en las interpretaciones, hemos de subrayar los procesos y ayudar a que las experiencias terapéuticas susciten la emoción en el niño/a y podamos desde ahí -y desde un inconsciente relacional (Schore, 2011) presente en las sesiones-, ayudar al niño/a a que la sombra del tsunami (lo traumático: el terror, la vergüenza, la humillación… sufridas, tan terribles) pierda fuerza, porque hay un tercer elemento (la relación) que es más fuerte que esa sombra. Ponemos más énfasis en el afecto que en las cogniciones, y las técnicas pierden fuerza o quedan supeditadas a las experiencias y lo relacional. Al final la psicoterapia debe ofrecer al niño/a experiencias que pueden modificar el cerebro afectado por el trauma y favorecer su integración desde abajo hacia arriba (Benito, 2020)
Dice Bromberg (2011): "El enactment es un evento disociativo compartido. Se trata de un proceso de comunicación inconsciente que se dirige a aquellas áreas de la experiencia del self del paciente donde el trauma, (ya sea del desarrollo o de inicio en la edad adulta) ha afectado, en un grado u otro, la capacidad de regulación del afecto en un contexto relacional, y por tanto, al desarrollo del self al nivel del procesamiento simbólico de pensamiento y lenguaje. Por lo tanto, una dimensión central de la utilización terapéutica del enactment es aumentar la competencia en la regulación de estados afectivos, lo cual requiere que la relación analítica se convierta en un lugar que permite el riesgo y la seguridad al mismo tiempo – una relación que permite la dolorosa reexperimentación del trauma temprano, sin que el revivir sea solo una ciega repetición del pasado. Es, en el mejor de los casos, una relación que he descrito como “segura pero no demasiado segura” (Bromberg, 2011), con lo cual me refiero a que el analista está comunicando tanto su constante preocupación por la seguridad afectiva del paciente, como su compromiso con el valor del inevitablemente doloroso proceso de reexperimentar". Así conseguiremos reducir el tsunami.
Por eso, la sintonización con los estados internos y ayudar al niño/a a reconocer e identificar esos momentos "no-yo" y ofrecerle reparación interactiva, se convierten en elementos clave a menudo no considerados en la psicoterapia. Del mismo modo, los padres o cuidadores, de la mano del profesional, bien guiados, aprenderán a reconocer las disociaciones, para en el conflicto que surja, mantenerse con consistencia, pero a la vez no abandonando y estando presentes para que el niño o niña no sea devorado o arrastrado de nuevo por la sombra del tsunami. Juntos, niño y niña y figuras de apego, podremos con ello.
Esta es la esperanza, que puede ser real.
Para concluir con algo bello, os ofrezco un bello escrito realizado por la psicóloga y traumaterapeuta sistémica Dolores Rodríguez, que refleja bellamente cómo es este proceso de estar presente para contribuir a la sanación de estos estados disociativos que son reflejo de la discontinuidad del self. No puede estar mejor expresado, tan bella y hondamente, como acostumbra a hacerlo Dolores, colaboradora habitual del blog. Creo que este poema refleja muy bien lo que Bromberg denomina salud mental: que el paciente pueda llegar a sentirse yo entre los yoes.
"Sin prisa, con pausas"
Dolores Rodríguez, psicóloga
-Sin prisa, con pausas-
Si pretendo mirar con mis ojos acostumbrados a la luz,
no alcanzaré a ver lo que aguarda a ser visto en la espesa oscuridad.
Si aspiro a oír con mis oídos acostumbrados al ruido y a las voces,
no lograré escuchar a quien susurra en el silencio.
Junto a ti permaneceré en calma
mientras mis pupilas se adaptan a la ausencia de claridad,
mientras mis oídos sucumben a la búsqueda de alguna voz en el silencio.
Sin prisa, con pausas.
Y entonces,
lograré sentir tu miedo por abandonar la oscuridad,
pues en ella encuentras cobijo.
Se me rebelará tu resistencia a iluminar la habitación,
pues en su penumbra te sientes acogido.
Comprenderé que no debo arrancarte de tu dolor,
pues de él obtienes abrigo.
Sin prisa, con pausas.
Invítame a transitar por tu laberinto interno,
por tenebroso que pueda parecer.
Permíteme acompañarte por cada sendero,
por temeroso que pueda parecer sentir mi compañía.
Sin prisa, con pausas.
Nos detendremos en cada rincón agrietado por el dolor,
un dolor vivido en soledad,
protegido por la oscuridad.
Sentados a su vera,
nuestra respetuosa presencia dará voz a ese dolor, a tu dolor,
liberándolo de la soledad,
sintiéndose acompañado en la oscuridad.
Y entonces,
tu ira, tu tristeza, tu llanto aflorarán con fuerza desde lo más profundo de tu ser,
abriéndose camino desde una solitaria penumbra,
logrando alcanzar la claridad que aporta la presencia del otro frente a nosotros,
frente a nuestro dolor,
velando por él,
quebrando la eterna soledad que te mantenía en esa inmensa oscuridad.
Sin prisa, con pausas
REFERENCIAS
Barudy y Dantagnan (2005). Los buenos tratos a la infancia. Parentalidad, apego y resiliencia. Barcelona: Gedisa.
Benito, R. (2020). Bases neurobiológicas y desarrollo en la infancia y la adolescencia. Madrid: El Hilo Ediciones.
Bromberg, P. (2011). La sombra del tsunami y el desarrollo de la mente relacional. Madrid: Ágora relacional.
Cyrulnik, B. (2020). Escribí soles de noche. Literatura y resiliencia. Barcelona: Gedisa.
Hughes, D. (2019). Construir los vínculos de apego. Cómo despertar al amor en niños profundamente traumatizados. Barcelona: Eleftheria.
Schore, A. (2011). Prólogo. En La sombra del tsunami y el desarrollo de la mente relacional. (pp 18-55). Madrid: Ágora relacional.
Lo primero, espero que los que vivís en las latitudes donde hemos celebrado el verano hayáis pasado unas buenas vacaciones y/o temporada estival. Un curso más, inauguramos una nueva temporada -y van quince- del blog Buenos tratos. Con mucha ilusión, aquí estoy con todos y todas vosotros y vosotras para compartiros conocimientos, libros, experiencias, reflexiones, opiniones, cursos… Bueno, después de tanto tiempo, ya sabéis lo que podéis encontrar en el blog y cuál es su línea editorial.
Este curso seguiré publicando artículos míos, y de compañeros y compañeras que generosamente quieran transmitirnos sus saberes. Lo haré de una manera más aleatoria, sin seguir una frecuencia determinada de publicación. Cuando considere que tengo cosas interesantes mías -o de otros- para publicar, lo haré. Casi siempre será los lunes a las 9,30 hora española, eso no variará.
Este verano Maryorie Dantagnan -amiga, colega y mentora- me envió un mensaje y me dijo: “¡mira lo que estoy leyendo!” A la frase le acompañaba una imagen de la portada del libro de John Bowlby titulado: “Cuidado maternal y amor”, del año ¡1953! Maryorie me dijo lo imprescindible que es Bowlby y lo actuales que son sus postulados, que había disfrutado y aprendido mucho con su lectura, y que se había ratificado en muchos temas de vital trascendencia para el cuidado, tratamiento y protección de los niños y niñas. Su picada, como otras veces, hizo que aumentaran hasta deseos irrefrenables mis afanes de tener el libro en mis manos. Me costó dar con él, porque está descatalogado -a ver si alguna editorial se anima a reeditarlo-. Gracias a un portal de coleccionismo de libros antiguos, me llegó a casa en dos días; y así he podido leerlo este verano.
Portada del libro de John Bowlby de 1953
“Cuidado maternal y amor” es un libro del año 1953 y es un encargo de la Organización Mundial de la Salud a John Bowlby, como sabemos organismo especializado de la ONU. Como dice en la contraportada, el libro es un resumen de un extenso informe que John Bowlby redactó dirigido a los expertos en salud mental -y a la población en general, porque está escrito sin barroquismos y sin términos especializados, como gustaba al creador de la teoría del apego-, donde trata sobre la prevención de la delincuencia en los jóvenes y en los adultos, sobre los “hijos no deseados”, la preparación a la maternidad y las pautas recomendables para satisfacer las necesidades de los niños que no cuentan con el cuidado de sus propias madres.
Lo que más me ha llamado la atención es que se trata de un libro que tiene ¡69 años!, y a pesar de ello, exceptuando algunas matizaciones que la investigación en apego actual ha hecho, todo lo que John Bowlby expone sigue siendo válido y de vital importancia, si queremos cuidar de los niños y niñas y sus madres con buenos tratos y garantizando su bienestar y salud mental futuras. Además, sorprende -y hasta enfada- que un libro así no haya sido de obligada lectura y aplicación para todos y todas las personas que tienen como tarea cuidar de los niños y las niñas, especialmente los y las que tienen la delicada responsabilidad de protegerles y toman las decisiones sustantivas.
En la actualidad, el libro más reciente que tenemos y que sigue una línea similar es el escrito por Sue Gerhardt,“el amor maternal”, que sigue los pasos de su predecesor y actualiza los conocimientos a la luz de la neurociencia y las nuevas aportaciones de la psicología del desarrollo y la psicopatología; pero los aspectos fundamentales continúan siendo los descubrimientos de John Bowlby.
Sorprende -y enfada- que el conocimiento científico acuñado por John Bowlby no haya sido tenido en cuenta hasta prácticamente hace nada... Cuando es de una sabiduría y una ciencia bien argumentada, y tiene tanta trascendencia para la sociedad y su bienestar. Incluso hace poco, en un congreso en Londres sobre apego (año 2017), ninguno de los ponentes, eminentes especialistas en trauma y apego, nombró u homenajeó a John Bowlby, con quien empezó todo y, encima, en su ciudad natal... En fin, vamos a centrarnos en el contenido, pero quede aquí plasmada nuestra admiración por John Bowlby y también por Mary Ainsworth (padre y madre de la teoría del apego, respectivamente).
Para redactar este libro, Bowlby realizó -y recogió de otros- numerosos estudios y recopiló una importante cantidad de datos basados en observaciones sobre las consecuencias del daño que los malos tratos (separación, interrupción o alteración de los procesos de apego bebé/madre) producen entre los seis meses y los tres años (y más). Rigurosamente trabajado, como acostumbraba el científico londinense, pero sencillamente presentado, con claridad y rotundidad.
Mary Ainsworth y John Bowlby, fotografía disponible en IAN México
Creo que merece la pena darlo a conocer, por eso voy a compartiros los aspectos clave del capítulo más importante del libro: el dedicado al daño. Lo haré, usando un símil, como los menús degustación de los grandes restaurantes: en pasos. Serán 27 pasos para que podamos digerir bien lo leído. Porque lo importante no es leer -como decía el profesor Gustavo Bueno- sino digerir bien lo leído. Y en verdad es muy duro leer sobre las consecuencias del daño que las alteraciones en el vínculo de apego generan en los niños y niñas. Difícil de digerir, sí, pero hay que hacerlo para tomar conciencia y actuar. Porque podemos hacer mucho. Esto quiere decir que todos y todas estamos llamados a la acción, esto es, a llevar a la vida real los postulados preconizados por Bowlby hace 69 años y avalados por la neurociencia actual, si es que queremos, de una vez, enterarnos de que debemos cuidar bien a los bebés y a los niños y las niñas, salvaguardando y protegiendo su cerebro y cuerpecito, sobre todo, en las edades clave. Esto es la garantía para que estos se conviertan en adultos estables, responsables, empáticos y con conciencia ética.
Los y las que tenéis conocimientos y prácticas avanzadas, os resultará increíble comprobar cómo es posible que lo que este hombre escribió el siglo pasado, tan relevante, haya llegado tan tarde a nuestros días (por ejemplo, traducido en la Convención de los Derechos del Niño, las leyes de protección de los menores…) y que todavía haya muchas decisiones arbitrarias que se toman ignorando la gravedad de sus consecuencias; y, a veces, saltándose a la torera lo que la teoría del apego sostiene, en favor de decisiones o medidas administrativas o judiciales que nada tienen que ver con la ciencia. Los y las que no sabéis demasiado aún sobre estos temas, este libro os sorprenderá por la calidad de su trabajo y porque las conclusiones que se desprenden de este redundan, sin duda, en una mejor calidad de vida de los niños y niñas. Es muy práctico y aplicable.
Tanto John Bowlby como en la actualidad Sue Gerhardt, autora del libro antes mencionado "El amor maternal", ponen en el título de sus obras la palabra maternal. No es casualidad. Esto es una cualidad intrínseca que poseen más las mujeres que los hombres. Estos puden y deben aprender. Bien es verdad que esta capacidad maternal de dar cuidados y amor no debe nunca instrumentalizarse para someter a las mujeres y sojuzgarlas al hombre y al hogar, impidiendo su autonomía y derechos como mujeres. Los hombres pueden y deben aprender de estos cuidados y reproducirlos por el bien de los niños y niñas. Es una labor conjunta y compartida por familia y la comunidad. Y también los profesionales de la ayuda deben aprender a ser sensibles y empáticos con los bebés y los chicos y chicas. A mí la palabra maternal me encanta, ahora que mi madre ha fallecido, aún más. Porque una madre estructura profundamente a los hijos e hijas, cuando es suficientemente buena (Winnicott, 1993); y me he dado cuenta de que te prepara hasta para la separación definitiva, que es la muerte, si esta separación se ha hecho adecuadamente.
En el capítulo del libro “Cuidado maternal y amor” titulado: “El estudio del daño provocado” se abordan los siguientes y fundamentales temas (Nótese cómo Bowlby usa la palabra daño, porque los niños y niñas sufren un daño psíquico, a veces invisible, y que en la infancia tardía y en la adolescencia se va a manifestar mediante diferentes trastornos emocionales y sobre todo, de conducta, que van, a la larga, a etiquetar al niño niña y a hacerle “culpable” del daño que otros le hicieron, tanto sus padres o madres como, después, los adultos que no lo supieron ver ni tomar la decisión adecuada ante ese daño causado).
Foto: pngwing.com
John Bowlby en 27 pasos [Comentaré algunos de ellos, y los comentarios irán entre corchetes; lo que está fuera de estos y en letra cursiva es original de John Bowlby]
Como los 27 pasos en un solo artículo resultan demasiado largo, en este primer post publico los 14 primeros y, en un segundo, los 14 restantes.
1) El término “privación materna” es un término general que abarca un buen número de diversas situaciones. Así un niño puede hallarse privado, aunque viva en el seno de su hogar, si su madre (o substituto materno permanente) es incapaz de darle el cariño y cuidado que necesitan los niños pequeños. [Vemos que lo importante no es el vínculo de sangre o familiar como muchos profesionales mantienen, sino la calidad de este. Y que la persona sea capaz (en Bowlby ya está el concepto de competencia parental, Barudy y Dantagnan, 2010) de hacer esta función maternante. La madre es la figura idónea para hacerlo, pero para ello tiene que ser capaz. Si esta con ayuda no puede, deben ser otros, a nivel social y dentro de un concepto de tribu, quienes lo hagan. Por eso, aquí está implícita la idea del acogimiento familiar y la adopción competente, eso sí. Para que puedan dar, lo antes posible, cariño y cuidados maternales, que es lo que todos los bebés necesitan]
2) Esta privación será más o menos leve si después este bebé pasa a manos de alguien que ya haya aprendido a conocer y en quien confíe, pero será grave si la madre sustituta, aunque sea amorosa, le resulta totalmente extraña. No obstante, todos estos arreglos le dan a un niño cierta satisfacción y, por lo tanto, son ejemplos de privación parcial. [Por eso hay que evitar que, ante los desamparos, los bebés estén en familias de urgencia demasiado tiempo y se debería proporcionar hogares estables desde el principio, sin cambios ni interrupciones en los cuidados de las figuras de apego. Muchas familias acogedoras me han escrito angustiadas -y con razón- porque su hijo o hija de acogida llevaba con ellos tres años -vino para unos meses- y, súbitamente, la administración les propone una adopción para el niño o niña con una familia, siendo una separación, a todas luces, negativa. Hemos de procurar que el niño o niña tenga derecho a los buenos vínculos, como dice Hernán Fernández (2021), abogado chileno experto en leyes y teoría del apego]
3) La privación parcial produce ansiedad, una excesiva urgencia de cariño, poderosos sentimientos de venganza y, como resultado de estos últimos, sentimientos de culpa y depresión. La privación completa tiene efectos de mayor alcance sobre el desarrollo del carácter y puede invalidar completamente la capacidad de relacionarse de otras personas. Muchos investigadores han investigado la relación entre los hogares destruidos y la incapacidad de los niños para adaptarse a la vida con otras personas. [Creo que sobre esto saben mucho, y lo sufren, las familias acogedoras y adoptivas que tienen hijos e hijas que han convivido en esos hogares. Nos queda el "realismo de la esperanza" (Cyrulnik y otros, 2004) que es la resiliencia, si somos incondicionales y buscamos puntos de apoyo para los chicos, chicas, y para nosotros]
4) Existen otras maneras que no sea la privación, ya sea por separación o por franco rechazo, en que las relaciones padre y madre-hijo pueden verse afectadas. Las más comunes son a) una actitud de rechazo inconsciente oculta tras otra de amor; b) una excesiva demanda de amor y seguridad por parte de una madre y c) la obtención inconsciente de satisfacción por parte de una madre con respecto a comportamiento de su hijo, aunque crea que lo está culpando. [Este tipo de incompetencias se dan, también en las familias adoptivas y acogedoras, por eso deben de valorarse las competencias parentales usando la Guía de Barudy y Dantagnan, 2010. Las consecuencias en los niños y niñas adoptados y acogidos son severas, produce retraumatización]
5) La relación del niño o niña con su madre, que, sin duda alguna, y en circunstancias normales, es el vínculo más importante del primero durante estos años. Es ella quien lo alimenta y lo baña, quien lo mantiene tibio y lo conforta. Es a su madre a quien se dirige cuando algo lo aqueja. Para el niño pequeño el padre es una figura secundaria, y su valor aumenta solo cuando el niño empieza a valerse por sí mismo. [Aunque los hombres se están abriendo a la ternura y al afecto, y a los cuidados, y en muchas parejas hacen estas funciones maternales, todavía en nuestra sociedad es la mujer en quien recae esta labor. También tenemos las parejas homosexuales, dentro de estas, los dos miembros pueden hacer estas funciones, aunque es probable que una de ellas, en cuanto a la función del apego, sea la figura maternal, por ser tener más capacidad para este tipo de cuidados, que deben hacerse -recordemos- con sensibilidad y empatía. Por eso cuidar es una capacidad.
6) Lo que ocurre en los primeros meses y años de vida puede tener efectos profundos y duraderos, y para demostrar que las teorías expuestas en este libro, lejos de ser improbables en sí, están en estricto acuerdo con lo que la ciencia biológica ha confirmado tanto del crecimiento corporal como del mental. [Hemos de añadir, en la actualidad, del cerebral, pues la neurobiología le ha dado la razón a John Bowlby, pues es un hecho contrastado que el maltrato afecta al desarrollo del cerebro y lo puede alterar de manera grave y permanente. Solamente hay que echar mano de la reciente investigación científica y de las observaciones clínicas de profesionales dedicados al tratamiento de personas víctimas de malos tratos por acción u omisión]
7) El tipo de cuidados que da una madre sin pensar, ese es el cuidado del que han carecido los niños y niñas. Todos los mimos y el jugueteo, las intimidades de la lactancia por la que un niño se da cuenta de la comodidad del cuerpo de su madre. Los rituales de bañarlo y vestirlo por los que, gracias al orgullo y ternura maternos hacia su cuerpecito, aprende a valorar su ser, todo esto ha faltado. [Bowlby en esta frase ya nos adelanta el concepto de "función reflexiva" de Bateman y Fonagy (2004) y la enorme importancia de incorporar el trabajo corporal en las intervenciones terapéuticas. Porque fuimos al principio sólo cuerpo, y si no tuvimos comodidad porque las interacciones con la figura de apego fueron desagradables o maltratantes, el componente somático se revelará como fundamental en el tratamiento de los posibles trastornos]
8) El dejar a cualquier niño de menos de tres años es algo muy delicado que sólo deberá hacerse por motivos válidos y suficientes, y que, cuando se haga, deberá plantearse con sumo cuidado. En ningún caso deberá dejarse al niño con personas que no conozca, y por esa razón los parientes o los vecinos son las personas más adecuadas. La madre sustituta debe estar consciente de que el niño echará de menos a su madre, especialmente a la hora de acostarse, y exigirá su atención con mayor insistencia que un niño corriente de la misma edad. [Aquí Bowlby ya nos advierte que las separaciones de la figura materna deben hacerse cuando sean estrictamente necesarias y justificar muy bien las razones. Esto es importante para que el niño no sea movido de un hogar a otro por reclamaciones judiciales y se respete su derecho al buen vínculo (Hernán Fernández). Por otro lado, nos sensibiliza sobre el cómo hacer las separaciones, con sumo cuidado, algo que todavía se hace de una manera brusca y rupturista. Estas actuaciones, si no se miman, pueden dejar secuelas en la vida adulta]
9) Los tiempos que una madre [o figura de apego] deja a su hijo, los tiempos de separación, han de ser lo más cortos posible, aunque en algunos casos esto no depende enteramente de ella. [Se refiere a separaciones con retorno, como posibles vacaciones, ingreso en guarderías, hospitalizaciones de la madre…En las guarderías es estrictamente necesario que las organicen y fundamenten en torno a la teoría del apego, con figuras de apego subsidiarias, no más de dos cuidadoras por niño y con el personal formado. Todavía en algunos hospitales prohíben las visitas del niño a su madre, cuando sólo por razones médicas muy fundadas deberían no permitirse] El niño no debe estar sin relacionarse con su madre o figura de apego más de diez días, dice Bowlby.
10) Cuando el niño llega a los tres años el tiempo de separación puede ser más prolongado, siempre que el pequeño quede al cuidado de alguien a quien aprecie y en quien confíe, y que las ansiedades que inevitablemente se producirán en él se reconozcan y respeten.
11) Los estudios directos son los más numerosos. Dejan bien sentado que, al faltar el cuidado materno, el desarrollo de un niño casi siempre se retrasa -física, intelectual y socialmente- y que pueden aparecer síntomas de padecimientos físicos y mentales. [Nada que añadir, solo que la ciencia de hoy en día ha ratificado esto sobradamente, baste hacer una búsqueda en las bases de datos de los artículos de investigación o trabajar en terapia o educación con niños y niñas que han sufrido privación materna. Los casos más graves son los de los niños y niñas provenientes de los orfanatos donde fueron criados en aislamiento]
Foto: etapainfantil.com
12) El niño privado difícilmente sonríe a un rostro humano o responde a un mimo, puede tener mal apetito o, a pesar de estar bien alimentado, no aumentar de peso, puede dormir mal o no mostrar iniciativa alguna. En general, desde el nacimiento hasta los seis meses los niños de orfanato siempre son menos expresivos que los que viven en familia. El retraso en el habla es característico del niño de institución de todas las edades.
13) Los niños que reciben toda la atención de una madre substituta [entendemos acogimiento familiar, adopción…] tenían en promedio mayor desarrollo, mientras que los que tenían que compartirla con otros niños estaban retrasados.
14) En un estudio completo de treinta niños entre los treinta y cuatro y treinta y cinco meses de edad, la mitad de los cuales había vivido en una institución y la otra mitad en hogares sustitutos, desde los cuatro meses, se encontró que el desarrollo del grupo de hogares sustitutos era normal mientras que el de los niños de institución rayaba en la deficiencia mental.
En el próximo post, los 14 pasos siguientes.
Feliz comienzo del curso escolar 2022/23.
REFERENCIAS
Barudy, J., & Dantagnan, M. (2010). Los desafíos invisibles de ser padre o madre: Manual de evaluación de las competencias y la resiliencia parental. Editorial Gedisa.
Bateman, A. W., & Fonagy, P. (2004). Mentalization-based treatment of BPD. Journal of personality disorders, 18(1), 36.
Cyrulnik, B. Tomkiewicz, S., Guenard, T. (2004). El realismo de la esperanza. Testimonios de experiencias profesionales en torno a la resiliencia. Barcelona: Gedisa.
Winnicott, D. W. (1993). Los procesos de maduración y el ambiente facilitador. Estudios para una teoría del desarrollo emocional. Buenos aires: Paidós.