lunes, 22 de mayo de 2023

Tierra Daurora, una historia de disociación relacionada con el trauma y la resiliencia, por Tamara Iglesias Costas, psicóloga y traumaterapeuta sistémica

 


Tamara Iglesias Costas

Psicóloga

Autora de:

Tierra Daurora, una historia de disociación relacionada con el trauma y la resiliencia

Uno de los fantásticos dibujos que ilustran el libro de Tamara Iglesias

Solamente unas breves líneas para introducir a mi colega y compañera de la Red Apega de Profesionales, Tamara Iglesias Costas, quien ha creado este excelente relato para ayudar a los profesionales y a los niños y niñas -usando símbolos y un mundo imaginario, siguiendo la mejor tradición junguiana- en su proceso traumaterapéutico, como herramienta -con el acompañamiento insustituible de un profesional conectivo y seguro- psicoeducativa y terapéutica. 

Es muy complicado encontrar materiales de este tipo en el mercado, y también es complejo crearlos. Plasmar simbólicamente el universo mental de las personas que han sufrido trauma y concebir una alegoría de lo que es la conciencia del self fragmentada como consecuencia de los procesos traumáticos -experiencia temprana que sufren muchos de nuestros niños y niñas-, no es nada fácil y Tamara Iglesias lo ha logrado. He tenido el placer de leerlo y revisarlo y me atrapó desde el principio. Creo que el enfoque que usa, el tratamiento bondadoso del trauma y la visión resiliente se recogen maravillosamente en este sugestivo, imaginativo y bello relato de superación, que pone el acento en la necesidad de ser acompañados en un viaje de transformación, no exento de dolor y retos, como le sucede a la pequeña dragona de la historia. 

Este relato es fruto de un recorrido vital y de aprendizaje a todos los niveles que Tamara Iglesias ha hecho durante estos años en los que, además, hemos tenido el placer de acompañarla en su proceso formativo durante nuestro Postgrado de Traumaterapia de Barudy y Dantagnan. Es una satisfacción ver que profesionales como Tamara Iglesias hacen procesos formativos y vitales capaces de crear imágenes e historias que, una vez que emergen, tienen gran poder sanador, como este precioso relato. Os dejo con ella, que nos presenta su obra a continuación, no sin antes darle nuestra efusiva enhorabuena: ¡muchas felicidades por tu trabajo, Tamara!

Tamara Iglesias Costas. Soy compañera de la promoción Apega 9 Barcelona, del posgrado en Traumaterapia Infanto-Juvenil Sistémica de Barudy y Dantagnan. Soy psicóloga sanitaria por la Universidad de Santiago de Compostela y la Universidad a Distancia de Madrid y a lo largo de mi trayectoria profesional he tenido la experiencia de formarme y trabajar tanto en el ámbito público como privado en diferentes proyectos y con diferentes colectivos que me han aportado gran conocimiento dentro del ámbito de la psicología evolutiva y el trauma interpersonal temprano. Entre ellos, he tenido la oportunidad de trabajar en Vincles (vínculos) , Casal dels Infants Barcelona, para intervenir y acompañar a mamás junto con sus bebés en el desarrollo de un apego seguro y un vínculo sano, muchas de ellas mujeres migradas y víctimas de violencia de género. Además, también he podido trabajar tanto en Pontevedra como en Barcelona en centros de acogida con menores tuteladxs haciendo valoraciones e intervenciones en casos de acogimiento familiar y adopción, siendo Príncipe Felipe, en la Diputación de Pontevedra, el lugar donde me he iniciado a mi mundo laboral y en el cual he tenido el honor de desarrollarme y encaminarme hacia lo que soy y donde estoy ahora mismo. Sígueme en Instagram: @tierra.daurora y @lo.boreal

Presentación de Tierra Daurora
Tamara Iglesias Costas

Vídeo de presentación de Tierra Daurora

A lo largo de los años he estado realmente implicada en la infancia y las familias, por lo que además de mi recorrido profesional he realizado muchos viajes a nivel personal que me han dado la oportunidad de expandir mi mente y mi conciencia abriéndome a diferentes culturas y participando en proyectos internacionales como Thrive Seed en India, a través del acompañamiento a mujeres y niñxs en slums en West New Delhi o la realización de talleres e intervenciones terapéuticas en grupos de familias autogestionadas en Oaxaca y Quintana Roo, México.

Hoy día, tengo el placer de compartir en el blog de Buenos Tratos el cuento que recientemente he escrito e ilustrado fruto de mis últimos viajes por México, Brasil y Canadá, siendo este último país, concretamente British Columbia, el lugar de mayor inspiración para su elaboración y publicación. Se trata de Tierra Daurora, una historia de Trauma y Resiliencia.

Este es un cuento para todas las edades en el que narramos las aventuras de una pequeña Dragona, con alma de guerrera y corazón de fuego, que viaja al interior de su propia conciencia fragmentada como consecuencia del trauma vivido durante su infancia. La conciencia de nuestra protagonista está representada como una selva boreal, mágica y oculta en la que habitan aquellas criaturas que representarán las partes disociadas de su self. A lo largo del relato nuestra protagonista se tropezará con estos seres que representarán el encuentro con ella misma y con las partes dañadas de su propia conciencia, lo cual será fundamental para la integración y sanación de las mimas.

En este cuento, he intentado hacer una analogía fantástica del cerebro de un humano que ha sufrido trauma interpersonal temprano y la conciencia disociada de una Dragona llamada Daurora. Mi intención ha sido narrar una historia con el objetivo de que esta pueda ser una herramienta para acompañar los procesos de trauma, disociación y recuperación de la herida emocional de la experiencia traumática.

Esta creación ha sido fruto de muchos meses e incluso me atrevería a decir años de introspección y trabajo personal, que todavía hoy continúa, pues siento que como terapeutas es fundamental sanar nuestras heridas más profundas para poder sostener de una forma genuina y auténtica las heridas ajenas. Por ello, en mi caso, como guinda del pastel, he tenido el honor de contar con el apoyo de José Luis Gonzálo Marrodán, que me ha ayudado a completar y cerrar la historia de Tierra Daurora. Gracias a su visión y su conocimiento del trauma y la disociación, pienso que este cuento ha quedado como una herramienta estupenda para acompañar la sintomatología disociativa en niños y adolescentes, especialmente en estos últimos.

Os invito a que si queréis saber más de Tierra Daurora le echéis un vistazo a mi página web www.loboreal.com. Aquí encontraréis un aparatado donde podéis encontrar más información sobre esta fantástica historia, así como adquirir el libro en el caso de que os interese. Hasta ahora, el libro se encuentra únicamente publicado mediante una autoedición de Amazón pero con expectativas de publicarlo en una editorial reconocida que quiera acoger esta pequeña idea y compartirla con el mundo entero.

Espero de todo corazón que os guste.

¡Muchas gracias!

lunes, 8 de mayo de 2023

Desangelado

Os animo a seguir el perfil de Instagram de Janire Goizalde,

autora del libro: “Una nueva vida florece. Historia resiliente de mi adopción”






Buenos tratos, en su andadura, ha publicado varios relatos que, mediante otro lenguaje, el literario, también nos enseñan sobre los temas que aquí tratamos. Es otra mirada que muchas veces llega al interior de una manera más directa, profunda y clara. Puede llegar a emocionarnos. Si lo consigue, se producirán muchas conexiones en el interior de cada uno, logrando así que reflexionemos sobre nuestra importantísima función en la vida de los niños, niñas, jóvenes y adultos que han sufrido traumas tempranos y cuya existencia es harto complicada porque nuestra sociedad no está concebida para mentalizar al otro. 

El trauma es la epidemia oculta, las personas que caminan por la calle y a las que aparentemente no les ocurre nada, encierran en su interior dolor emocional de proporciones muchas veces indescriptibles. No hay palabras para reflejarlo, quizá las más acertadas han sido las de Bromberg (2012) cuando alude a la sombra de un tsunami, así se siente el recuerdo traumático, que puede ser devastador. 

Por encima de técnicas y tratamientos para las personas que han sufrido traumas tempranos -y que están en riesgo de padecer múltiples trastornos mentales y de personalidad, y pueden ser víctimas de exclusión social- está la relación humana, amorosa y contenedora, comprensiva y segura. Sabia y fuerte en el sentido bowlbyano. "El ser humano debe de convertirse en verdaderamente humano" (Perry & Szalavitz, 2017). Si los traumas los originan las personas, son estas las que pueden repararlo. Las heridas de los traumas difícilmente se pueden curar si no es con el concurso de todos los adultos que conforman la red del niño o niña. Diría aún más: es el contexto tomado en un sentido amplio (el entorno socio-comunitario en el que cada persona convive) quien debería de preguntarse: "¿Qué le ocurrirá por dentro para mostrar ese comportamiento?" "¿Cómo podríamos ayudarle?" Pero la gran mayoría de las veces somos implacables y juzgamos, etiquetamos y queremos segregar socialmente a esas personas. 

El relato que un jueves de este pasado invierno escribí apela precisamente a la responsabilidad que cada uno de nosotros/as tenemos para poner de nuestra parte y saber que, más allá de las acciones de las personas, existen explicaciones y poderosos motivos que las fundan, y que podrían sanar con miradas bondadosas y compasivas, y no con desdén y falta de humanidad.

Espero que os aporte en vuestro caminar acompañando, criando, tratando a personas que sufrieron el infortunio y la injusticia de ser dañados por adultos en su infancia temprana, cuando más vulnerable se es y cuando se están construyendo las relaciones básicas de seguridad y confianza.


DESANGELADO

Un relato de José Luis Gonzalo Marrodán

Foto audiovisual451.com
Del largometraje "El páramo"


Jueves, 18,30h. Él está en la barra sirviendo cafés, probablemente para llegar a fin de mes y malvivir. Mucha cola, frío en la calle, la gente busca la bebida caliente con la que reconfortar el espíritu. Sin darme cuenta, salgo de mi estado hipnótico y compruebo que ya llega mi turno. Él sigue allí, siempre con cara sonriente. Pero sus ojos profundos y negros son la puerta de entrada a un dolor que solamente las almas sensibles pueden experimentar. Delante de mí hay una señora, pelo castaño corto, gafas oscuras y grandes y rostro duro y rígido. Esa cara la he visto yo antes en aquellas “adorables” monjitas que me enseñaban a leer y me ponían el culo rojo a azotes cuando me meaba en clase, porque no me aguantaba y tampoco me dejaban ir al baño. “Solo a su hora”, decían.

-Dos cafés con leche y dos tostadas con mermelada- dijo la señora sin saludar y con el rostro siempre hierático, como esas esculturas mesopotámicas, creo. No estoy para recordar las clases de arte de COU. Me siento cansado mentalmente tras una dura jornada de psicoterapias, conteniendo el dolor del otro, porque a veces solamente puedo contener, con la que a nivel de salud mental nos está cayendo… El café al final del día siempre me ayuda a reconectarme. 

Él la mira con esa mirada oscura y fulminante, me doy cuenta de que la señora no le ha caído bien, por el modo de pedir, sin saludar, tratándole cual sirviente. Y es que él hoy, además, creo no tiene un buen día. La cara la tiene desencajada, la boca a veces le hace muecas. Conozco bien ese gesto porque lo he tenido delante del mío muchas veces, cuando él más sufría, además. 

Coge dos tazas de café, no parece estar en su ser, como si escapara cuando no hay escape posible. Diría que el desdén que trasmite la cara de la señora le ha tocado algún botón que ha activado uno de sus registros, es uno que yo me conozco bien. Cuando él ya cruza el Mississipi… ¡uf! Sálvese quien pueda. Es mejor no azuzar al lobo para demostrar lo malo que es. 

Y lo que él hace a continuación es poner en los platillos de las tazas de café, junto con las cucharillas, un poco de azúcar en uno y unas gotas de café en el otro. 

-Aquí tiene sus cafés con leche y las dos tostadas -dice mientras hace su mueca característica con la boca, parece despertar del trance hipnótico-. Y se marcha al otro lado de la barra a cobrar a otro cliente. Creo que ya sabe que tiene que explicar lo inexplicable… 

La señora me mira y me dice:

-¡Pero has visto lo que ha puesto aquí! ¡Este chico no está bien! ¡Está drogado!

Yo no sé qué decir, me quedo bloqueado, pero sé que él puede hacer estas cosas y además sé por qué…

Regresa y la señora le dice con la mirada seca y antojándoseme como de desprecio, como si fuera una marquesa dieciochesca que puede humillar a la servidumbre:

-¡Qué has hecho aquí! ¡Tú no estás bien! ¡Tú no estás bien!

Pasa del estupor a la rabia, pero nada dice. Se aparta de la señora y parece que va a replicar cuando de repente se para, coge aire profundamente y lo expulsa. Así tres veces… A todo esto, una compañera suya ha llegado y se encarga de darle mil explicaciones a la señora, mientras él la oye y sin dejar de respirar, me dice:

-¡Ay, José Luis, a ver si la vamos a tener, que ya me conoces, que ya me conoces…!

Todo acaba sin más. Él se centra en atenderme a mí y en servirme el café, y lo hace ya plenamente en su ser, sin ningún fallo. 

Nunca hablábamos mucho en nuestras sesiones, nuestras terapias eran no verbales porque él rehuía hablar, tenía miedo de la palabra. Nos comunicábamos con el lenguaje no-verbal y llegamos tener una comprensión el uno del otro mediante hemisferios cerebrales derechos fuera de lo normal. Quizá mi presencia le pudo contener y hacerle reaccionar con la respiración. No lo sé. No le pregunto nunca porque él odia las preguntas y porque yo le respeto. Desde que sé que trabaja ahí nos hemos encontrado varias veces y siempre nos hablamos con la cara y las acciones. Sólo un día me dijo, hace poco: “mi madre está en la terraza, le gustaría saludarte”, lo cual me alegró muchísimo. Pero cuando llego siempre se desvive por atenderme lo mejor posible. 

Salgo con amargura en mi cuerpo. Desangelado, igual que esas mañanas frías de enero norteño, con viento y lluvia en mi corazón. Me deja helado sentir que no somos capaces de mentalizar y ver al otro en su interior. Ojalá existieran unas gafas que permitieran leer los estados internos de las personas, porque mirándole a él a los ojos, leerían:


Superviviente de violencia machista en su hogar, alma herida. 
Lucha por creer que se puede confiar en el ser humano.

Foto: Save the Children
Artículo: Huérfanos por la violencia de género




REFERENCIAS

Bromberg, P. (2012). The shadow of the tsunami: And the growth of the relational mind. Routledge. 

Perry, B., & Szalavitz, M. (2017). El chico a quien criaron como perro: y otras historias del cuaderno de un psiquiatra infantil. Capitán Swing Libros.