miércoles, 30 de diciembre de 2009

Mi agradecimiento al terminar el año

Un año más se nos va. Es el momento de hacer balance. Por mi parte, no lo puedo terminar mejor gracias al premio que ha otorgado a este blog el de Adopta Extremadura “por su blog lleno de inteligencia y saber hacer y sobre todo por su dedicación profesional exclusiva a los niños con problemas de conducta, sobre todo los relacionados con el abandono y los malos tratos” Desde aquí mi agradecimiento por esta distinción. Es un estímulo que nos ayuda a seguir adelante.

Quiero cerrar el año con más agradecimientos. Para mí, el más importante: A vosotros/as. Gracias a todos/as los que habitualmente os pasáis por aquí y hacéis realidad, con vuestra participación, que este blog se mantenga con la misma ilusión con la que empezó. Espero y deseo seguir contando con todos/as vosotros/as y por mi parte, espero seguir perseverando en la tarea de publicar, al menos, un post por semana que sea socialmente útil, con variedad de contenidos pero con predilección por los temas que hacen referencia a los malos tratos, el trauma, el apego y la resiliencia.

Por eso, os transmito mis mejores deseos para el próximo año 2010: ¡Feliz Año Nuevo para todos/as!

Y quiero, además, despedir el año brindándoos esta preciosa pieza musical, interpretada por Plácido Domingo, titulada: “No puede ser”, de la Zarzuela “La Tabernera del Puerto”. Me cuenta un amigo que cuando la cantó en Nueva York, en Central Park, el público no escuchaba ni italiano, ni alemán, las dos principales lenguas de la lírica. Era castellano lo que oía, en una preciosa melodía. Dicen que el público se preguntaba: "¿De quién es esta emotiva pieza?" Pues de Pablo Sorozabal, un hombre sencillo, donostiarra, fue socio de la Sociedad Gastronómica Ollagorra, capaz de concebir esta maravilla... Lo sencillo es lo más sublime cuando es capaz de emocionar. La he elegido porque su autor es donostiarra, como yo, por su emotividad y por seleccionar algo que no fuera un villancico o canción de navidad pero que pudiera sintonizar con estas fechas. Plácido Domingo hizo universal al maestro Sorozabal.

Me ha parecido que destila belleza -y transmitir belleza es una de las mejores formas de decir adiós a este 2009- y, por lo tanto, lo mejor que os puedo regalar.

Disfrutadla, es mi pequeño homenaje a todos/as los/as seguidores/as de este blog.

Va por vosotros/as.

La fotografía está cogida del blog de Mariví Romero

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Saludo navideño

Con la Navidad entramos en la fase final del año. Una época que para algunos es odiosa y, para otros, preciosa. Sobre las dos posturas escribí en entradas anteriores, así que no me repetiré. Respeto ambas. Sólo -cada uno tiene la suya-que yo me alineo con la que disfruta de la Navidad. Eso tiene que ver, seguro, con las experiencias infantiles de cada uno de nosotros, con nuestras historias de vida y con los sucesos con los que nos haya tocado bregar en las navidades pasadas. Soy consciente de que hay muchas personas que guardan un penoso recuerdo de estas fiestas, pero no por ellas en sí sino porque estuvieron asociadas a experiencias dolorosas.

Quiero recordar el famoso Cuento de Navidad de Dickens (un escritor que, por cierto, recogió como nadie el sufrimiento de numerosos héroes anónimos que tienen que pechar con una dolorosa existencia producto de condiciones sociales y económicas adversas e injusticias creadas por el hombre; inolvidables, en esta línea, son: Grandes Esperanzas y David Copperfield) Todo el mundo conoce al ínclito Mr. Scrooge (el tacaño personaje de la novela Cuento de Navidad) y cómo cambia a fuerza de experiencias vitales (muy impactantes y terroríficas) Este personaje es la alegoría de que el cambio es posible por muy rígidas que sean las estructuras mentales que sustentan nuestras creencias. Y una vez más nos demuestra que lo que se vivió de niño influye decisivamente en nuestra vida adulta: Mr. Scrooge tuvo una infancia dura...

Este año podemos ver en las pantallas una nueva versión cinematográfica de Cuento de Navidad. Tecnológicamente perfecta (si está Robert Zemeckis de por medio no puede ser de otra manera), dicen que el acento está muy puesto en los aspectos más terroríficos de la historia.

Esta historia de Mr. Scrooge es un ejemplo que me viene de cine, nunca mejor dicho, para ilustrar una de las frases que más me gustan. Es de Siegel: La memoria prospectiva nos permite recordar el futuro. Por eso, para que Mr. Scrooge cambie, ha de vivir la experiencia vital de viajar al pasado. Porque es con esa memoria con la que está operando en el presente -y con la que seguirá funcionando- para ser tan desdeñoso, misántropo y avaro. Y así se hace consciente de qué le ha ocurrido. Vive una impactante terapia de choque, pero le hace un hombre nuevo. Y cuando se da cuenta de qué le deparará el futuro si su memoria no cambia de registro vital, es cuando se produce en él la transformación. ¿Sueño o realidad lo que le ocurrió a Mr. Scrooge esa noche?

Os dejo con el trailer de la película.

Con mis mejores deseos para estas fiestas de Navidad, un afectuoso saludo a todos/as.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Reconocer el dolor y el sufrimiento de la persona maltratada

Esta semana, conversando con un colega psiquiatra, hablábamos de que (al menos en nuestro ámbito) es relativamente reciente el hecho de reconocerle a una persona adulta maltratada en la infancia el derecho a su dolor y sufrimiento, así como la trascendencia que ello ha tenido y tiene en el posible padecimiento de trastornos mentales y/o de la personalidad.

En una reciente revisión de estudios, encontré que haber padecido maltrato en la infancia se asociaba en la vida adulta con depresión, trastornos de la conducta alimentaria, dolores de cabeza, trastornos de personalidad, ansiedad, trastornos del control de los impulsos, trastornos disociativos, trastornos psicosomáticos, peor salud en general y menor calidad de vida.

Cada vez con más certeza se avanza hacia una neuro-psico-fisio-terapia. Ello supone la certeza de que las experiencias tempranas infantiles positivas influyen directamente en el cerebro/mente, estructurándolo, organizándolo y haciéndolo funcionar, usando la metáfora, como una orquesta bien dirigida. Es muy importante caminar hacia la superación de postulados decimonónicos que resultan insuficientes para explicar determinadas patologías y que además resultan equivocados y, por lo tanto, no benefician a la persona. Y también es necesario adoptar una visión ecosistémica: la historia de vida y los contextos tienen una importancia capital.

Todo esto va entrando en la cultura educativa, médica y psicológica (en algunos ámbitos todavía sigue sin calar, aunque a alguien le parezca mentira) No hace mucho era algo que se consideraba colateral o marginal. Me relataba mi colega psiquiatra que cuando él hizo la residencia a finales de los años ochenta, cuando al paciente se le entrevistaba y se hacía su historia clínica y refería que había padecido malos tratos de niño, se anotaba como algo a lo cual no se le concedía la suficiente trascendencia. Se pensaba que era algo que el adulto habría resuelto porque ya era mayor. O que ya no le afectaba. Cuando ahora se sabe que no es así en muchos casos.

Toda persona víctima de malos tratos, niño o adulto, necesita en la psicoterapia que el profesional le reconozca de manera abierta, respetuosa y empática su dolor y sufrimiento. Desde esta condición de víctima le ayudaremos a dar el paso para que pueda avanzar a verse como superviviente y de ahí a viviente. Este reconocimiento tiene efectos curativos per se en muchos casos.

Y no sólo los profesionales. También los padres adoptivos, los padres de acogida, los educadores de los centros de menores, los profesores de los colegios e institutos… en suma todo aquel que se encuentre con una persona (niño o adulto que haya sido maltratado) generará un gran beneficio y alivio si reconoce a la víctima su legítimo derecho a sentirse como se siente, que es comprensible y que es muy duro por lo que ha pasado. A veces se tiende a minimizar el maltrato y hacerlo es perjudicial y contraproducente. Algunos padres adoptivos suelen creer que eso se pasa, se olvida con la edad y que no tiene por qué influir tanto y no es así. No reconocer el dolor a las víctimas les daña. Muchas convivencias problemáticas de padres adoptivos con hijos que presentan reacciones agresivas producto de ese sufrimiento que provocan los malos tratos se suavizarían más si aquéllos actuarán limitando la conducta negativa, claro que sí, pero a la par transmitieran comprensión empática.

Personalmente, es lo que hago en mi consulta con toda víctima: empatizar con su dolor. Muchos me dicen (aunque parezca increíble) que nunca nadie lo había hecho de ese modo tan claro. La víctima ha pasado normalmente por durísimas experiencias y a pesar de las secuelas, conserva áreas sanas y fuertes (como suele ocurrir afortunadamente) Por ello, además, hay que hacerle el honor de expresarle directamente que para nosotros ha sido un valiente y un héroe anónimo. Para todos (pero especialmente para los adolescentes y los niños maltratados) eso es como agua bendita.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Niños peluche

Hace una semana charlaba con una compañera de profesión y comentábamos sobre distintos perfiles de casos que acuden a nuestras respectivas consultas.

Reparamos en un tipo de perfil -cada vez más frecuente- que mi compañera ha bautizado con un nombre acertado y significativo: niños peluche.

Los niños peluche son aquellos que desde que nacen son educados en una dependencia afectiva extrema hacia los padres. Especialmente se da entre hijos varones y madres.

Estas madres frenan la maduración y el desarrollo de sus hijos, de tal manera que no estimulan la necesaria autonomía acorde a la etapa evolutiva por la que el niño atraviesa. Emocionalmente, estos hijos compensarían las carencias afectivas de las madres por lo que la separación, que necesariamente ha de ir produciéndose para que el niño enfrente la vida interiorizando seguridad en sí mismo, la viven con angustia. Siempre hay una excusa para tener al hijo cerca, basándose en un discurso centrado en "el niño no puede, es débil, aún es pequeño…" Se genera un vínculo extremo muy fusional en el cual además de la dependencia afectiva, los límites de la relación no están definidos (por ejemplo, es muy habitual que los hijos duerman con la madre hasta muy entrada la niñez; lleven pañales hasta los 7 años; anden en silla más allá de lo recomendado; alarguen el uso del chupete; se les evite cualquier tipo de dificultad en la que haya que luchar...) Es bastante típico que el padre sea una figura periférica: muchas horas ausente por el trabajo, o hay problemas de pareja, o el padre se siente o es desplazado de esa relación.
Un niño educado de este modo por su madre no es percibido como un ser independiente sino casi como un apéndice de la propia madre. En realidad esta educación negligente es un tipo de maltrato al niño.

Los niños suelen ser poco energéticos, lentos, parece que todo les cuesta un esfuerzo extra, la frustración no la toleran, inseguros, con baja atención, parecen no tener un sentido del sí mismo desarrollado (las madres hablan por ellos y cuando ellos hablan dicen lo que aquéllas expresan), manifiestan rabietas y en algunos casos problemas de conducta e impulsividad.

Al final, una relación de este tipo, donde el niño no puede desarrollarse con autonomía, suele terminar de manera negativa porque la única vía que el hijo encuentra para librarse de una relación que ya vive como sobrecargante es la agresión. Desgraciadamente, para separarse y afianzar su individualidad el único recurso que encuentran es el de recurrir a la rebeldía manifestada mediante episodios agresivos. No han vivido una función reflexiva, es decir, madres que reflejen las emociones sin invadir al hijo con sus propios miedos, inseguridades, angustias, dudas...

jueves, 3 de diciembre de 2009

Estar plenamente presentes

Este concepto vivencial lo aprendo de Violet Oaklander, cuyo último libro me está atrapando por las inmensas posibilidades terapéuticas que abre para el tratamiento de niños que han padecido trauma, alteración en el vínculo de apego, experiencias sobrecargantes para la mente… Pero sobre todo por cómo concibe las relaciones humanas.

Lo que más me gusta –y que creo que proviene de la escuela de psicoterapia guestalt- es el requisito que ella establece para hacer una buena psicoterapia con cualquier niño o adolescente: estar plenamente presentes en la sesión. Poner todos los sentidos, sentimientos, atención, cuerpo, mente… centrados en el niño. Esto, que a mí me parece similar al concepto de presentificación de Van der Hart, es clave cuando tratamos niños traumatizados. Va a permitir que puedan desarrollar un sentido pleno de sí mismos y la noción de permanencia. No olvidemos que muchos de ellos tienen un problema enorme con ser capaces de estabilizar sus deseos, intenciones o conductas; si el adulto desaparece, el sentido de uno mismo se desvanece y sobreviene la desregulación. El niño depende de la referencia externa del adulto.

Creo que ese estar plenamente presentes en las sesiones de terapia y que el niño lo perciba y sienta así, junto con otras técnicas, favorece, a largo plazo, el desarrollo de la permanencia a la que me acabo de referir.

Del mismo modo, estar plenamente presentes, nos permitirá establecer un buen contacto con el niño y mantenerlo; este es otro concepto de Oaklander que me parece excepcional: ayudar a los niños, durante el proceso terapéutico, a través de la relación con el terapeuta, a establecer un buen contacto. El contacto implica todos los sentidos, sentimientos, conductas… del niño y del terapeuta en su interacción. El terapeuta es el que "enseña" a contactar al niño durante las sesiones. Lo entrecomillo porque no es una enseñanza al uso, es una vivencia terapéutica.

Pienso finalmente, que estos conceptos nacidos en el contexto psicoterapéutico pueden y deben extrapolarse al ámbito cotidiano: ¿Cómo contactamos con los demás? ¿Estamos plenamente presentes cuando alguien nos habla, nos llama, cuando nuestros hijos nos piden jugar...? Muchos problemas de los niños traumatizados, emocionalmente perturbados, de los etiquetados como hiperactivos... radican en este problema con el contacto.

Hagamos un sencillo ejercicio: imaginad (con todos vuestros sentidos implicados) por un momento lo bien que os sentistéis cuando sentistéis (valga la redundancia) que una persona que queréis estaba plenamente presente y conectada con vosotros (PAUSA) Ahora, ser conscientes de la emoción que se ha generado en vuestro cuerpo al recordarlo ¿A que es gratificante? Eso es lo que el niño siente de su terapeuta y es lo que le ayuda a sanar de sus dolorosas heridas traumáticas.