martes, 11 de diciembre de 2007

"La Navidad me deprime"

Es una frase que escucho con cierta frecuencia a mis pacientes. Parece que el ambiente festivo que se respira, los buenos deseos, el deber de sentirse feliz estos días, la hipócrita sociedad de consumo que nos desea lo mejor mientras nos lanza el directo mensaje de "compra, gasta", el tener que ser positivo, cantar y bailar, y hacer el bien a mi prójimo aunque el resto del año importe menos... Todo ello genera malestar emocional en determinadas personas.

Otras, por el contrario, han vivido acontecimientos trágicos (muertes, separaciones...) en Navidad y, por asociación, la aparición de estas fechas per se dispara la reacción emocional negativa y el deseo de que pasen cuanto antes para volver a la normalidad. O el hecho de tener que estar en familia con personas que me desagradan o detesto, haciendo una especie de paripé porque toca...

Como observarás, agudo lector, he puesto en cursiva, en las frases, los verbos tener, deber u obligar. Y es que, en mi opinión, ahí radica el quid de la cuestión: No hay porqué obligarse a nada, ni conducirse bajo la dictadura de los debería. Más que la Navidad en sí, lo que llega a perturbarnos son nuestras propias frases interiorizadas. Por ello, si te gusta la Navidad, no hay problema alguno. Disfruta. Si no, la actitud más sana es la de repetirse internamente: "Me gustaría que no fuese Navidad, pero tampoco es ninguna catástrofe, ni terrible, tan sólo es desagradable para mí y no tengo porqué sentirlo de otro modo"

Porque ya lo dijo Epicteto, filósofo, en el siglo V antes de Cristo, y ya ha llovido desde entonces y lo que postuló sigue vigente: No son los sucesos de la vida los que nos perturban, sino nuestra particular forma de interpretarlos.

¿Cuál es tu opinión al respecto?

viernes, 23 de noviembre de 2007

Charla-coloquio con padres y madres del Colegio Marianistas de San Sebastián sobre los miedos y temores infantiles

El jueves 22 de noviembre asistí a la invitación que tan amablemente me cursaron en septiembre de 2007, para impartir una charla y posterior coloquio con los padres y madres de alumnos del Colegio Marianistas.

El tema de la charla se centró en los miedos infantiles y cómo ayudar al niño a enfrentarlos. La primera parte de la comunicación se refirió a hablar del miedo como una emoción normal que ha sido importante para la especie humana por su gran valor para la supervicencia. El miedo se transforma en patológico cuando es desproporcionado, desadaptativo e interfiere negativamente en la vida cotidiana del niño. Entonces, se le denomina fobia.

Se realizó un repaso a los principales temores que experimentan los niños. La mayoría tienen un carácter evolutivo. Cuando el miedo se convierte en "anormal" es cuando surge el trastorno. Los trastornos más comunes en la infancia son el trastorno de ansiedad de separación (un miedo intenso a separarse de las figuras de apego), las fobias específicas, la fobia escolar y las fobias sociales.

La parte final de la charla trató sobre pautas de intervención ante los miedos infantiles, hablando tanto de prevención como de estrategias concretas cuando un trastorno se ha instalado en un niño. Se proporcionaron técnicas y procedimientos para ayudar a los niños a enfrentar sus miedos.

El coloquio se caracaterizó por la alta participación de los asistentes, formulando preguntas sobre casos concretos.

Quiero agradecer a todos los miembros de la comunidad escolar del Colegio de los Marianistas la invitación, así como la sensibilidad e interés demostrados por los temas concernientes a la educación y el desarrollo psicológico de los niños.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Conferencia a los padres y madres de la Asociación en el Instituto Antigua-Luberri de San Sebastián

Ayer estuve en el Instituto Antigua Luberri, en San Sebastián, invitado por la Asociación de Padres y Madres de Familia, con el fin de impartir una charla sobre “Estilos de socialización parental y conductas agresivas en la edad escolar”

La ponencia quiso poner el acento en cómo los padres educamos a los hijos para que aprendan a controlar sus impulsos, ejecuten roles sociales y se preparen para ejercer una profesión. Existen cuatro estilos básicos de socialización parental que se desprenden de combinar dos ejes: el grado de implicación/aceptación que los padres dedican a sus hijos, por un lado, y por otro, el grado de supervisión/control que ejercen sobre los mismos. Los cuatro estilos de familia serían: La familia de estilo autorizativo (alta implicación/compromiso con los hijos, alto grado de super
visión); la familia de estilo autoritario (baja implicación/ compromiso, alto grado de supervisión y control); la familia de estilo indulgente (alta implicación/compromiso, bajo grado de supervisión y control; y, finalmente, la familia negligente, que tendría un nivel bajo en ambas variables. Los adolescentes más problemáticos, con más conductas agresivas, con trastornos de ansiedad y depresivos, con problemas de conducta, con más riesgo de consumo de sustancias psicoactivas son los que se socializan en las familias negligentes y autoritarias. Todo ello en términos de alta probabilidad de que así sea.

El debate fue dinámico, con varias intervenciones, y con aportaciones de los padres verdaderamente interesantes. Entre todos construimos el perfil del joven socializado adecuadamente. Este fue el perfil diseñado: (1) Capaz de regular sus impulsos y emociones y expresarlas adecuadamente (2) Muestre habilidad para prever las consecuencias de sus actos y sea, por lo tanto, responsable (3) Posea alta sensibilidad social a las necesidades de los demás, siendo capaz de ponerse en el lugar del otro y captar su perspectiva emocional (4) Ejerza un rol socio-laboral que sea fuente de autoestima personal (5) Sea capaz de resistir la presión de grupo y mostrarse asertivo cuando es necesario (6) Pueda motivarse a sí mismo cuando la situación lo requiera y persistir pese a la dificultad.

¿Qué más definiría a un joven socializado adecuadamente?

Finalmente, todos los padres y madres recalcaron la necesidad de mantener el diálogo con sus hijos como fuente de resolución de los conflictos propios de la adolescencia, así como la necesidad de establecer límites claros.

Quiero agradecer a todos los padres y madres de Antigua Luberri y a su representante, Xabier Mendizabal, la oportunidad que me han dado de compartir con ellos experiencias y conocimientos.

domingo, 18 de noviembre de 2007

Beneficios del uso del arte en la terapia del trauma infantil

Brinda una vía de expresión cuando, a consecuencia del trauma, no están disponibles las palabras.

Brinda un medio de expresión más seguro.

No sólo permite expresar, sino que además contiene las propias vivencias.

Permite externalizar los problemas en forma concreta, facilitando su abordaje.

Permite superar la sensación de importencia, pues transforma al niño en su sujeto activo, en un creador

Genera sentimientos de competencia personal y autoestima.

Un ejemplo de esto es el dibujo que vemos a la derecha. Su autora, Nekane, una joven que recibe psicoterapia en mi consulta, construyó una metáfora de lo que no podía expresar con las palabras: la ambivalencia de sus sentimientos. Alegría porque su hermana iba a acudir a un centro especializado donde se trataría de sus problemas, pero a la par tristeza porque conllevaba que se tenían que separar.


Gracias, Nekane, por regalarme tu magnífico dibujo para hacer este trabajo. También agradezco a la profesora Josefina Martínez, de la Universidad Católica de Chile la información proporcionada así como sus enseñanzas en psicoterapia infantil
.

domingo, 11 de noviembre de 2007

Errores que deben evitar los padres

María Jesús Álava Reyes, quien dirige la enciclopedia La psicología que nos ayuda a vivir, en la que colaboran numerosos y prestigiosos profesionales (libro que recomiendo, editorial La Esfera de los Libros, Madrid 2006) nos advierte de los errores que no deben de cometer los padres en la educación de los hijos:

"Intentar ser colegas en vez de padres. Los niños necesitan situarse y situarnos. Los adultos ocupan un papel fundamental en sus vidas: el de adultos, y pocas cosas los confunde tanto como ver a un adulto actuando como un niño.

Intentar “comprarlos” haciendo de buenos o poniéndonos siempre “de su parte” En un principio, es la postura más cómoda, aunque, tarde o temprano, se vuelve en contra de quien la ejerce.

Protegerlos en exceso, hacer que el mundo gire en torno suyo. Debemos estar a su lado, pero para ayudarles, no para asfixiarlos. Los niños tienen que vivir sus propias crisis, y serán éstas las que les permitan generar sus propios recursos, sus propias habilidades, sus propias salidas.

Pretender razonar en medio de una discusión, o tratar de imponer en lugar de sugerir.

Mostrar impaciencia, meter prisa, transmitir tensión.

Sacrificar constantemente a los otros hermanos o miembros de la familia.

Cerrar los ojos: negar lo evidente y pensar que los otros exageran.

Favorecer el consumismo. Darles de pequeños todo lo que piden. De esa forma empiezan por no darle valor a las cosas y terminan por no dárselo a las personas.

Educar en el resentimiento, en la intolerancia, en la falta de generosidad y en la ausencia de valores".

sábado, 10 de noviembre de 2007

Programa de Estimulación de las habilidades de la inteligencia emocional en el Colegio Beraun Berri de Rentería y en Colegio Juana de Arco de Donostia

He trabajado en Beraun-Berri Ikastetxea y en el Colegio Juana de Arco dirigiendo y coordinando un programa para la estimulación de las habilidades de la inteligencia emocional. Estos centros escolares se han tomado muy en serio educar las emociones, no sólo los conocimientos, siendo conscientes que los hombres y mujeres del mañana necesitan también serlo desarrollando su inteligencia intrapersonal e interpersonal.

Hemos programado unos objetivos, por etapas educativas, y he planteado unas actividades y técnicas para implementar en el aula con los niños.

Me he acercado hasta ambos centros, en días diferentes, y he presentado al profesorado el programa, explicándoles cada una de las técnicas con las pautas

concretas a seguir. El programa es muy variado: desde ejercicios para conocer las emociones, pasando por técnicas que enseñan cómo regularlas y terminando con juegos para desarrollar la autoestima y mejorar las relaciones interpersonales. Son sólo algunos ejemplos.

Me ha impresionado, en los dos colegios, el grado de implicación del profesorado, su interés y motivación para trabajar con los niños los aspectos de la inteligencia emocional.

En ambos centros tendré más reuniones, a lo largo del curso, para supervisar la aplicación del programa y valorar su eficacia.

viernes, 9 de noviembre de 2007

Del exceso de empatía a la sobreprotección, ¿un pequeño paso?

Hoy he tenido una reunión con colegas de profesión que trabajan también de psicólogos infantiles. Durante la misma, aparte de intercambiarnos las preguntas habituales sobre cómo nos va a cada uno, ha surgido un debate sobre algunos aspectos relevantes de la educación que los padres de hoy en día proporcionan a los niños. Una colega planteaba que existe un exceso de empatía en muchos padres. Y de la empatía invasiva (ya no sería empatía auténtica, sino de la “mala”) se puede llegar a la sobreprotección. Los padres tienden a sobreproteger a los hijos en demasía, sufren porque ven sufrir a sus hijos y quieren evitarles cualquier tipo de frustración, tensión emocional, sentimiento negativo… Y el riesgo que se corre (y la factura que se puede llegar a pagar) es que el niño no se desarrolla aprendiendo a afrontar las dificultades (con el consiguiente sentimiento de refuerzo para la autoestima personal) y, por lo tanto, no quiere crecer. Se gestarían así futuras personalidades inmaduras, dependientes, que se hunden a la mínima frustración, ante el más nimio problema… Como Boris Cyrulnik ha apuntado, un exceso de sucesos adversos negativos y traumáticos afecta a la salud psicológica de las personas, indudablemente. Pero un ser humano que sólo ha conocido y experimentado la felicidad, una existencia cómoda, tampoco llegaría ser alguien psicológicamente ajustado.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Mis cuentos favoritos

Ayer estuve comiendo con unos entrañables amigos y me preguntaron por cuentos interesantes por su valor educativo. Aparte de los clásicos, que siempre atraen y encantan a los niños, mis amigas y colegas Josefina Martínez, profesora de psicología clínica de la Universidad Católica de Chile y Maryorie Dantagnan, psicoterapeuta del Instituto de Formación e Investigación-Acción sobre la Violencia y sus Consecuencias, en Barcelona, me han informado de la existencia de unos cuentos para niños realmente excepcionales. Los he utilizado con los niños que asisten a mi consulta, severamente traumatizados y con problemas para conocer y expresar lo que sienten como consecuencia de un desarrollo dañado por el abandono, el maltrato y/o el abuso, con resultados altamente positivos. También ha dado buena prueba de la bondad del producto mi ahijada, quien se ha hecho fan número uno de estos cuentos y pide que se los lean una y otra vez.

Aquí va una relación de los mencionados cuentos que se caracterizan por su valor educativo:

Vegetal como sientes. Alimentos con sentimientos. Si deseas que tu hijo aprenda a identificar los sentimientos propios y los de los demás discriminándolos en expresivísimas frutas decoradas al efecto de una manera colorista y atractiva,
este es tu cuento. Los tomates están contentos, los limones enfadados y los puerros, ¿se sienten iguales o un poco diferentes? La fuerza visual de las imágenes atrae sobremanera al niño que aprende cómo se siente él y los demás, enriqueciendo su vocabulario emocional y aprendiendo a etiquetar sus estados internos. Desde los dos años y medio.

Adivina cuánto te quiero. ¡Qué mensaje más hermoso transmite este cuento!: queremos al niño tanto que no existe expresión que termine de contener todo lo que le amamos. “¡Te quiero hasta las estrellas!” Y el niño o niña goza alborozado, lleno de fundamento seguro, cuando siente cuánto se le ama. En este cuentito, se dice: “A
veces, cuando quieres a alguien mucho, mucho, mucho, intentas encontrar el modo de describir el tamaño de sus sentimientos. Pero, tal como la liebre pequeña color de avellana y la liebre grande color de avellana descubren, ¡el amor no es algo fácil de medir!” Desde los dos años y medio.

El punto: ¿Piensas que tu hijo se valora y se quiere poco? ¿Que tiene poca autoestima? En el cuento El punto se anima a que los niños hagan algo y comprueben hasta dónde les puede llevar eso que han hecho, incluso lo que parece poca
cosa y es insignificante puede terminar en algo grande. Eso sí, siempre debe existir un adulto a su lado que sepa transmitirles el valor intrínseco de cualquier producción propia, que sepa valorar al niño en lo fundamental. Desde los seis años.

El pez arcoiris: “Arcoiris es el pez más hermoso del océano, con sus preciosas escamas de mil colores. Pero a pesar de su belleza se siente muy solo. ¿Por qué los demás peces no quieren jugar con él?” Si todo lo tienes para ti, serás
envidiado, pero… ¿serás feliz? Si lo que tienes eres capaz de compartirlo, entonces te sentirás gratificado por los demás. Hermosa metáfora en un cuento de bella factura visual. Desde los seis años.

Ya no tengo miedo: ¿Tiene miedo tu hijo? En este cuento, con preciosos relieves, un libro para levantar y mirar, el niño aprenderá que “todo el mundo tiene miedo alguna vez. Este fantástico libro con ventanas habla de todo tipo de miedos:
el miedo a las arañas, los bichos, la oscuridad; el miedo a hacer cosas nuevas, de ir a sitios nuevos, de dormir fuera de casa, de ser reñido; el miedo de parecer diferente, de ser maltratado… y muchos otros miedos. Gracias a este libro entenderás que es importante hablar de tus miedos e intentar comprenderlos. Además, las tarjetas recortables que hay al final del libro te ayudarán a combatirlos”

Esta sección se irá enriqueciendo con nuevos cuentos; si conoces alguno por su especial valor, escríbelo en la sección comentarios que gustosamente consignaré aquí el título y el nombre de la persona que lo ha descubierto.
Gracias, Josefina y Maryorie, por descubrirme estas picadas (en español de Chile es una expresión que quiere significar que ofreces algo bueno al otro) y por todo lo que he aprendido con vosotras, que me ha enriquecido como terapeuta.

viernes, 28 de septiembre de 2007

Empecemos por tranquilizarnos los adultos

Recientemente, en un encuentro con profesionales de la enseñanza, abordando el tema de la potenciación de la inteligencia emocional en los niños, surgió un aspecto realmente interesante y que da cuenta de la necesidad de la autorreflexión permanente que todos debemos hacer.

Antes de tratar de enseñar técnicas, mediante juegos, cuentos, actividades… que desarrollen la inteligencia intrapersonal e interpersonal en los niños, áreas clásicas que comprenden la denominada inteligencia emocional, hagamos introspección personal.

Seamos plenamente conscientes de que el primer modelo de inteligencia emocional que el niño observa es el adulto, sobre todo adultos significativos (padres, profesores...) Los niños aprenden visualmente. Las actuaciones de las personas, sus conductas, quedan grabadas en su mente, especialmente si tienen potencia emocional, por encima de las palabras. El procesamiento icónico es superior al icoico en la infancia.

Por eso, difícilmente podemos exigir autocontrol si antes un adulto no es modelo de ello. “Un profesor que grita, que chilla, que pierde los nervios fácilmente y no es capaz de mostrar que puede gestionar sus emociones, no puede pretender enseñar inteligencia emocional a los niños” Y esta afirmación la hizo un profesional de la enseñanza (por eso va entrecomillada), la cual tiene mucho más valor porque es un meritorio ejercicio de autocrítica constructiva y da, además, en la diana de cómo debemos educar.

Y, a mí, me vino a la mente, y lo conté, la anécdota de uno de mis profesores de la infancia, el cual siempre nos decía “los libros hay que mimarlos” Pero cuando se enfadaba porque un alumno mostraba una conducta negativa en el aula, la ira le desbordaba de tal manera que agarraba los libros del pupitre y los lanzaba por el aire, tirándolos con mucha violencia. Y nosotros nos dábamos perfecta cuenta de qué nos metacomunicaba.

martes, 11 de septiembre de 2007

Emociones, y la "niña gorrión"

La emoción es la reacción que sentimos ante estímulos internos o externos. Es una experiencia subjetiva intensa y de corta duración, la cual viene acompañada de correlatos fisiológicos, es decir, la notamos en el cuerpo (cosquilleo en el estómago, rubor facial, aceleración del corazón...) El sentimiento quizá es menos intenso y de mayor duración. Un niño me explicó un día, con un ejemplo, que la emoción es cuando tu equipo marca el gol en el último suspiro de un partido de fútbol, y el sentimiento sería lo que experimentamos tiempo después de haber logrado la victoria, como una alegría menos fuerte. Me pareció un modo muy gráfico de entenderlo. El ser humano es el único ser de la naturaleza capaz, de una manera compleja, de presentar pensamientos sobre los sentimientos, esto es, objetivarlos como un producto intelectual. Los expertos en psicología de la emoción lo denominan metacognición. La letra sin la música Dicen que los psicópatas presentan una alteración constitucional que les impide experimentar sentimientos y, por lo tanto, ponerse en el lugar del otro y conectar con su punto de vista emocional. Se dice, metafóricamente hablando, que conocen la letra, pero les falta la música, es decir, lo que colorea y da sabor y gusto a la vida. Por ello, aunque de apariencia educada, amables y con encanto, estos rasgos y conductas son superficiales. Los exhiben como quien aprende algo sin interiorizarlo de verdad. Todos recordamos la película "El estrangulador de Boston" en la que un agradable operario del gas (el actor Tony Curtis), educadamente, pedía entrar en las casas de las ancianas para... ¡terminar matándolas! ¿Quién podía sospechar de un hombre tan educado y socialmente encatador? Las emociones nos inyectan, por un lado, entusiasmo ante un proyecto de trabajo, felicidad cuando nos enamoramos, rabia cuando nos timan, tristeza ante la muerte del amigo o del ser querido... Si no las tuviéramos y sintiéramos, la vida carecería de colorido. Pero, por otro, en el extremo, hay cabida también para la depresión o la euforia desmedida. Las emociones, entonces, pueden enfermar. Se necesita, en esos casos, tratamiento médico y apoyo terapéutico y de la red social. Si nuestra especie ha conservado las emociones, incluidas las negativas (la ira, la tristeza…), es porque poseen un valor para el ser humano. Por ejemplo, si no pudiésemos sentir la rabia, estaríamos incapacitados para responder con un ataque, o con la huida, ante una amenaza. Nuestra sociedad, sobre todo a través de los medios de comunicación, o bien evita que las personas contacten con contenidos que pueden evocar emociones negativas, o bien las ofrece, permítaseme la expresión, a corazón abierto, sin ofrecer la oportunidad de que el espectador reflexione sobre sus emociones, usando sus procesos psicológicos superiores, o sea, pensar sobre lo que siente. Saber qué es una emoción, conocerla, descubrirla, vivirla en plenitud... es una experiencia individual, única e intransferible. Cada persona puede tener una vivencia particular de cuándo siente, cómo, con quién… Qué piensa antes y después, qué hace, cómo se comporta... Las emociones son ricas, pero lo son aún más cuando pensamos sobre ellas. Pondré un ejemplo que quizá emocione… Edith Piaf, la genial cantante, apodada "la niña gorrión", tuvo una infancia muy dura. Sufrió abandono por parte de sus padres. Entregada a la abuela paterna que regentaba un prostíbulo, según se cuenta, es cuidada por las prostitutas. Arrancada dolorosamente de éstas cuando su padre vuelve para buscarle, canta en las calles con él. Un gerente de cabaret descubre el inmenso talento de Edith Piaf, siendo el punto de partida de una carrera profesional exitosa. La vida no le sonrió precisamente: su hija murió prematuramente de meningitis y su auténtico amor, un boxeador, falleció en un accidente de avión. En efecto, la carrera triunfal profesional y el privilegio que la naturaleza le concedió con su voz prodigiosa no se correspondieron con su vida personal, marcada por la desgracia. El mito de la música francesa, que cantaba los desengaños amorosos de la clase trabajadora, fue duramente golpeado con la muerte de su pareja. El estrés que desencadenó esta ruptura agravó la enfermedad a los huesos que padecía y le sumió en una profunda depresión. Posiblemente fue de la música y su público, al cual tanto amaba, de donde sacó la resiliencia, esto es, capacidad para soportar los traumas y seguir adelante incluso en las condiciones de vida más adversas como las que ella vivió. “No, no me arrepiento de nada” Cuentan que su reaparición artística se produjo con una canción que inmortalizó: “Non, jene regrette rien” ("No, no me arrepiento de nada") Edith Piaf elegía ella misma las canciones que le presentaban y lo hacía según lo que sus emociones le dictaban. Sus canciones eran como un espejo de lo que sentía sobre sí misma y su vida, constituyen un auténtico ejercicio terapéutico con valor catártico y que le ayudaría, a buen seguro, a elaborar tanto sufrimiento y dar un sentido a sus traumáticas vivencias. Leer la letra de la canción "No, no me arrepiento de nada" emociona. Escuchar la canción, con la música y la esplendorosa voz de Edith Piaf, es una emoción completa. Surgida de las entrañas de su ser, transmitida para cautivar y conmover, brota de lo más profundo del dolor, y del afrontamiento, de su desgarradora vida. La película "Edith Piaf. La vida en rosa" es, también, extraordinaria y emocionante. La letra de la canción dice así: No, no me arrepiento de nada Ni el bien que me han hecho, ni el mal Todo eso me da lo mismo No, nada de nada No, no me arrepiento de nada Está pagado, barrido, olvidado Me da lo mismo el pasado Con mis recuerdos Yo prendí el fuego Mis tristezas, mis placeres Ya no tengo necesidad de ellos Barridos mis amores con sus trémolos barridos para siempre Vuevo a partir de cero No, nada de nada No, no me arrepiento de nada Ni el bien que me han hecho, ni el mal Todo eso me da lo mismo No, nada de nada No, no me arrepiento de nada Pues mi vida mis alegrías hoy comienzan contigo…