Mostrando entradas con la etiqueta protección a la infancia. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta protección a la infancia. Mostrar todas las entradas

sábado, 5 de abril de 2025

Podcast Capítulo 1: "Los inicios de la Traumaterapia sistémica", por Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan

 

Podcast Capítulo 1


Damos comienzo a un nuevo proyecto que desde la Traumaterapia Sistémica hemos puesto en marcha. A través de varios capítulos, una serie de podcast, vamos a daros a conocer los fundamentos de este modelo, su metodología, sus modalidades de intervención... Somos más de 800 profesionales repartidos por toda España e Hispanoamérica, que trabajamos aplicándolo después de egresar del Postgrado. 

Participarán los miembros del equipo docente del diplomado, los profesionales que aplican la Traumaterapia en el ámbito de la protección a la infancia (técnicos de infancia, trabajadores sociales, psicólogos, educadores...), la enseñanza (maestros, orientadores...), la psicoterapia (psicólogos que la utilizan en sala de valientes), lo judicial (abogados, educadores, psicólogos...), así como las familias que han trabajado como coterapeutas y han participado llevando adelante una parentalidad terapéutica. 

En este primer capítulo, era necesario presentar los orígenes y el surgimiento de la Traumaterapia Sistémica, por ello entrevistamos a nuestros maestros y profesores, los creadores de este modelo, Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan.

El blog Buenos tratos, el oficial de la Traumaterapia Sistémica, contribuye encantado a la difusión de estos podcast, que serán una entrada más, esta vez hablada, dentro de toda la información que por aquí compartimos desde hace años.

Ya sabéis que podéis escuchar los podcast a ratos y que es muy cómodo oírlos mientras hacemos otras tareas con las que esta escucha es compatible.

Os dejo con el Capítulo 1.



lunes, 6 de marzo de 2023

Leyes trans y protección del menor, por Arturo Ezquerro, psiquiatra

 Leyes trans y protección del menor

Arturo Ezquerro*

Arturo Ezquerro


Resumen

Este artículo es en gran medida una de las respuestas, con ánimo conciliador, de un profesional comprometido con la protección de la salud y el desarrollo sano del menor, a corto, medio y largo plazo; proceso del cual depende, en última instancia, la salud y el futuro bienestar de la sociedad. Asimismo, es una invocación en defensa del derecho inalienable de todas las personas, independientemente de cuál sea su orientación sexual y su identidad sexual o de género, a ser tratadas con respeto e inclusividad y a pertenecer al grupo social en igualdad de condiciones que todos los demás ciudadanos. 

El desarrollo de la identidad personal, incluida la identidad psicosexual, es complejo y multidireccional. Por un lado, es necesario que los políticos trabajen al unísono con los profesionales de la salud (incluida la salud mental) y con los especialistas del desarrollo, a fin de optimizar el bienestar del menor y, por ende, de toda la población. Por otro lado, todos debemos hacer un ejercicio de honestidad para reconocer y desterrar prejuicios que puedan llevar al maltrato, discriminación y exclusión social de otras personas. 

Las relaciones sanas de apego son fundamentales para fomentar el desarrollo equilibrado de la persona. En el caso del menor, un maestro o un profesor puede actuar como figura de apego subsidiario y ayudarlo a resolver, de modo creativo, crisis profundas que afectan el desarrollo de la identidad.

Palabras clave: apego, conciliación, derechos humanos, desarrollo, identidad sexual o de género, inclusividad, leyes trans, protección del menor


Turbulencias sociopolíticas

Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio. Contigo porque me matas, sin ti porque yo me muero.

El drama de esta frase encierra no sólo profundos sentimientos ante un irresoluble dilema entre amor y desamor, sino también alberga una metáfora acerca de situaciones conflictivas que difícilmente parecen tener solución. 

Como médico psiquiatra, psicoterapeuta y miembro de la sociedad británica desde hace 39 años, no puedo inhibirme respecto a la reciente turbulencia política en Reino Unido. Dos hechos recientes han impactado, de modo particular, en mi devenir cotidiano como profesional y como persona.

Nicola Sturgeon, la primera ministra de Escocia y líder del SNP (Partido Nacionalista Escocés) se ha visto obligada a dimitir, de modo súbito, a raíz de un encontronazo que tuvo en una sesión parlamentaria. 

Ella, en su pulso constante con el gobierno central, decidió apoyar fieramente una nueva Ley Trans en Escocia que no cuenta con el apoyo de Londres. El parlamento de Westminster había rechazado una ley similar para Inglaterra y Gales, al considerar que las personas que no han alcanzado la mayoría de edad no han desarrollado todavía la suficiente capacidad mental para tomar la decisión de cambiar su sexo de manera irreversible. 

En dicha sesión parlamentaria, se habló del caso de una persona con características anatómicas, hormonales y sexuales “masculinas” que había decidido cambiar su identidad y pasar a ser un miembro del sexo o género “femenino”. Esta persona violó a dos chicas y, dada su nueva identidad, se dio la paradoja de que le correspondía una cárcel de mujeres.

En este punto, Nicola Sturgeon fue interrogada si dicha persona era hombre o mujer. Ella, una luchadora sin desmayo, y la primera mujer en llegar a presidir el gobierno escocés, no supo qué responder; se rindió.

La presión a la que había sido sometida los días anteriores por miembros de su propio partido, y de feministas que abogan por defender los derechos de las mujeres a ser protegidas de agresiones sexuales, fue tremenda. 

A pesar de ello, ante la pregunta de si iba a dimitir, con una respuesta valiente, incluso desafiante, ella dijo que le quedaba combustible en su depósito para rato y que pensaba seguir dirigiendo los destinos de su país durante muchos años más. No en vano, ella es la persona que más tiempo se ha mantenido en el cargo, para ser más precisos desde 2014. Sin embargo, el combustible apenas le duró unas horas.

Clínica Tavistock con la estatua de
Sigmund Freud en primer plano


¿Un caso de negligencia profesional?

Unos meses antes, las autoridades del Servicio Nacional de Salud Británico (NHS) habían decidido suspender el llamado Servicio para el Desarrollo de la Identidad de Género (GIDS), que estaba adscrito y operaba dentro de la Tavistock Clinic de Londres desde 1996. 

Conozco bien la Tavistock porque en ella me formé en psicoterapia y en psiquiatría infanto-juvenil, con John Bowlby (el padre de la teoría del apego) como mi mentor durante los seis últimos años de su vida, dentro de los diez años en que allí trabajé (1984-1994). 

En 1984, el Dr Domenico Di Ceglie, un psiquiatra y psicoanalista italiano con quien trabajé de 1984 a 1989 en el Departamento de Adolescentes de la Tavistock, comenzó a tratar a una chica de 13 años que había intentado suicidarse en tres ocasiones. Esta adolescente temprana tenía el firme convencimiento de que ella debía ser un chico en lugar de una chica, pero nadie la creía. 

El Dr Di Ceglie, muy preocupado por el riesgo de suicidio, decidió ofrecer psicoterapia semanal durante varios años a la joven. Él me comentó que su objetivo era la salud integral de esta menor, para lo cual era necesario ayudarla a explorar la incertidumbre que sentía sobre su identidad sexual, así como el contexto más amplio de sus relaciones de apego y de otras experiencias personales, familiares y sociales desde su primera infancia.

Sus hallazgos respecto a la terapia de ella y de otros jóvenes (chicas y chicos) con planteamientos similares están descritos en un libro, que él publicó tras varios lustros de trabajo e investigación (Di Ceglie, 1998): A Stranger in my Own Body (Un extraño en mi propio cuerpo).

En 1989, el Dr Di Ceglie creó GIDS en St George’s Hospital, también en Londres. El servicio se mudó a la Tavistock Clinic en 1996 y continuó con las pautas exploratorias y psicoterapéuticas que él había utilizado en sus primeros años de ejercicio, a fin de ayudar a niños y adolescentes con dudas sobre su género a construir sus identidades del modo más saludable posible y encontrar su camino en la vida. 

Sin embargo, sobre todo en la última década, ya jubilado el Dr Di Ceglie, el enfoque exploratorio fue insidiosamente reemplazado por uno llamado “afirmativo” (que con una frecuencia cada vez mayor llevaba a decisiones de cambio de género en menores de edad). 

Empezaron a aplicarse “tratamientos” o intervenciones hormonales a estos menores, bien para retrasar la pubertad o para adquirir características del otro sexo, sin considerar en su justa medida las consecuencias a corto, medio y largo plazo. Este proceso coincidió en el tiempo con ayudas económicas adicionales que GIDS recibió para expandir dicho servicio. 

He de confesar que no sé de dónde provenían esas ayudas o palancas, ¡Dios me libre de acusar a nadie! Pero me pregunto si las grandes multinacionales productoras de dichas drogas hormonales pudieran haber tenido alguna relación con este asunto. Quizás directamente no. De lo que no hay duda es de que, tales multinacionales, se han beneficiado indirectamente de lo que ha estado ocurriendo. 

No me dedico al periodismo de investigación, aunque como psiquiatra estoy profundamente comprometido con la salud de mis pacientes y, por ende, de la sociedad. En situaciones de este tipo me gusta formular la siguiente pregunta: ¿Qui bono? ¿Quién se está beneficiando o enriqueciendo como consecuencia de esto?

En 2020, el NHS encargó a Hilary Cass (expresidenta del Colegio Oficial de Pediatría y Salud Infantojuvenil) y a su equipo que investigaran la calidad de los servicios de identidad de género para niños y adolescentes. 

Dos años después, el informe llamado “Cass Review” señaló que se había producido un aumento alarmante de pacientes remitidos a GIDS, y que el enfoque clínico utilizado no estaba sujeto a algunas de las medidas de control habituales que deben aplicarse necesariamente con tratamientos novedosos y experimentales, los cuales suelen recibir el nombre de ensayos clínicos. 

En Reino Unido, los coches circulan por la izquierda y el ejercicio fiscal va del 6 de abril al 5 de abril del año siguiente, no de enero a diciembre del año en curso. Por eso, las estadísticas sobre pacientes en el NHS suelen registrarse en función del año fiscal británico. 

Para que el lector se haga una idea, en el ejercicio de abril 2009 a abril 2010 se remitieron a GIDS 77 casos de supuesta “disforia de género”, de abril 2019 a abril 2020 se remitieron 2.728 y en el ejercicio siguiente se superaron los 5.000.

En el informe Cass también se expresó preocupación por la falta de una recopilación adecuada de datos clínicos por parte de GIDS, y por el hecho de que muchos profesionales se sentían bajo presión para adoptar un enfoque afirmativo incondicional para los menores que no estaban seguros de su identidad sexual, en lugar del enfoque exploratorio original (de comprender el proceso de formación de la identidad sexual y tolerar la incertidumbre que pueda llevar consigo). 

El informe mostró evidencias de que la evaluación diagnóstica de estos menores era incompleta, sin los debidos estándares profesionales. No se tenían suficientemente en cuenta factores importantes como la salud mental previa y el desarrollo neurológico. 

Incomprensiblemente, se pasaban por alto la historia de las relaciones de apego (algo fundamental en la construcción de la identidad y la personalidad) y otras circunstancias que puedan tener influencia en el autoconcepto y modelaje de la persona.

Asimismo, el Cass Review expuso que había crecido exponencialmente el diagnóstico rápido de “disforia de género” (que daba derecho a intervenciones hormonales y, con posterioridad, quirúrgicas) y que dicha etiqueta diagnóstica eclipsaba otros posibles diagnósticos coexistentes como el autismo, la depresión o el estrés postraumático causado por el acoso escolar u otros problemas sociales o familiares. 

En pocas palabras, muchos de los procesos de salvaguarda y de protección a menores saltaron por los aires.

Reflexiones personales

Al escribir estas líneas, soy consciente del hecho de que, tanto en España como en Reino Unido, hay en estos momentos una polémica considerable en relación a este tema, especialmente al haber salido a la palestra las llamadas leyes trans. 

Creo que, ahora más que nunca, es esencial actuar como grupo responsable y solidario en el que puedan caber todos. Hay que aunar fuerzas entre políticos, profesionales de la salud (incluida la salud mental) y expertos del desarrollo humano para salvaguardar los derechos de todos y proteger a personas vulnerables a quienes se les puede causar un daño irreparable, como de hecho ha ocurrido en algunos casos.

Siempre hay que asegurar los derechos inalienables de toda persona, sea cual sea su orientación o su identidad sexual, y protegerla para que no sea discriminada o vilipendiada. Es de todo punto necesario aceptar la diversidad y eliminar del subconsciente personal y colectivo términos como “degenerados” o peor, para describir a personas que son distintas a uno mismo por motivos de su identidad sexual o de género

Hay que luchar por ello con honestidad, empezando por reconocer nuestros propios prejuicios y dar sentido a nuestras experiencias, para entendernos mejor a nosotros mismos y a los demás. 

El respeto a otras personas, incluyendo a la comunidad trans, y la protección especial que requieren los menores y las personas más vulnerables jamás debería ser comprometido, y mucho menos violado, por prejuicios o ideologías.

Una reminiscencia que quiere ser terapéutica

Hablando de todo un poco, confío que el lector pueda perdonarme por traer ahora un recuerdo personal. Transcurría el año 1970, yo contaba a la sazón con 13 primaveras (como la chica tratada por el Dr Di Ceglie) e iniciaba una adolescencia turbulenta que conllevaba una crisis de identidad personal…

Mi profesor de literatura algo debió notar porque me llamó a su despacho y me preguntó qué ocurría. 

Le dije que tenía muchas dudas y ninguna respuesta, y que había perdido las ganas de vivir. Me dijo que él no reunía todas las respuestas pero que, al menos, podría ofrecerme una. 

Pensé que iba a decirme que la respuesta estaba en el viento, algo que, gracias a Bob Dylan, se había puesto muy de moda por aquella época. Pero no, me dijo que buscara una respuesta en la poesía. Le pregunté que a quién debía leer y me contestó que era yo quien, en realidad, tenía que escribir mi propia poesía. 

En concreto me encargó que escribiese un cuarteto como paso preliminar, antes de componer un soneto. Sí, claro, hay que ir paso a paso. Me explicó que dicho cuarteto tendría que consistir en cuatro versos. El primero debía rimar con el cuarto y el segundo con el tercero, y cada verso debía contener exactamente el mismo número de sílabas. 

Al llegar a casa, me sentí desbordado y deprimido; la tarea me parecía imposible de realizar, pero pude escuchar en mis adentros la voz de aliento de mi profesor (una figura de apego en mi vida) y me puse manos a la obra…

Anoche encontré, en el baúl de los recuerdos, el cuarteto que entonces escribí con la candidez de un preadolescente:


El veloz aullar del viento

Llega hasta mi corazón

Mientras cerrado en pasión

Sigo sin entendimiento



Al día siguiente volví al colegio con muchas más ganas de vivir. Sin duda, un maestro o un profesor puede hacer mucho bien y convertirse en una figura de apego subsidiario que ayude a un menor (o incluso mayor) a navegar a través de y superar crisis y transiciones difíciles y, con el tiempo, encontrar su propio camino.

Hoy continúo sin entender muchas cosas, pero mis ansias de aprender me mantienen vivo. 

Portada del nuevo libro de Arturo Ezquerro
titulado "Apego y desarrollo a lo largo de la vida.
El poder del apego grupal"
Editorial Sentir


En los últimos meses, esas ansias me han llevado a escribir un libro sobre apego y desarrollo a lo largo de todo el ciclo vital, que incluye aspectos del desarrollo psicosocial y psicosexual, como parte del desarrollo integral de la persona, que es una labor compleja, multifacética y multidireccional. 

En el texto aporto evidencia de que dicho desarrollo y la construcción de la personalidad se ven facilitados por el apego sano.

De modo especial en las fases de transición, como la que va de la niñez a la adolescencia o de la adolescencia a la etapa adulta, el desarrollo no se debe forzar, apresurar, arrestar o distorsionar. Cada persona debe ir a su ritmo, dentro del contexto familiar, grupal y sociocultural donde le toca vivir y crecer.

El nuevo libro lo publica en España Editorial Sentir y ya se encuentra en prensa (Ezquerro, 2023). Estará disponible en castellano y en catalán a la brevedad.

También me congratulo de que la Sociedad Española para el Desarrollo del Grupo, la Psicoterapia y el Psicoanálisis (SEPGA) esté organizando un Congreso Internacional en la isla de La Palma sobre “identidades sexuales”, el 2 y 3 de noviembre 2023, abierto no sólo a profesionales, sino a toda persona interesada. Ya está disponible el póster anunciador y enseguida se completará el programa.



Este congreso, además de apoyar a los palmeros que sufrieron los estragos de una explosión volcánica, va a ser una oportunidad excelente para trabajar juntos hacia un mejor entendimiento mutuo y para aprender unos de otros. 


Referencias bibliográficas

Di Ceglie D (1998) A Stranger in My Own Body. Atypical Gender Identity Development and Mental Health. London, UK: Routledge.

Ezquerro A (2023) Apego y desarrollo a lo largo de la vida. El poder del apego grupal. Barcelona, España: Editorial Sentir


ORCID iD: Arturo Ezquerro https://orcid.org/0000-0002-9910-4576 



*Nacido en Logroño, La Rioja (España), Arturo Ezquerro (psiquiatra, psicoterapeuta psicoanalítico y grupo-analista) es profesor en el Institute of Group Analysis de Londres y el primer español en conseguir una Jefatura de Servicios Públicos de Psicoterapia en Reino Unido. Arturo es miembro honorario del International Attachment Network y de la World Assotiation of International Studies, colabora habitualmente con los medios de comunicación y reúne más de 100 publicaciones en seis idiomas, incluyendo los libros Encounters with John Bowlby (Routledge), Relatos de apego (Psimática), Group Analysis throughout the Life Cycle (Routledge), The Power of Group Attachment (Routledge, in press) y Apego y desarrollo a lo largo de la vida (Editorial Sentir, en prensa).

lunes, 27 de junio de 2022

La negligencia afectiva

Abierto el plazo de pre-inscripción al
Postgrado de Traumaterapia Sistémica Infanto-juvenil de Barudy y Dantagnan
Modalidad semi-presencial
Información y reservas: AQUÍ

Para asistir a la grabación del congreso
V Conversaciones sobre apego y resiliencia infantil, haz click AQUÍ

Jorge Barudy en las V Conversaciones

Con este artículo despedimos la temporada del blog 2021-22.

El blog Buenos tratos regresará en septiembre de 2022, tras las vacaciones de verano.

¡Felices vacaciones a todos y todas!

 

La negligencia afectiva

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo clínico y traumaterapeuta sistémico. 

Miembro de la Red apega de profesionales y del equipo docente del PTSI

Llevo la mayor parte de mi vida profesional dedicado al tratamiento y acompañamiento psicológico a niños y niñas que han sido víctimas de malos tratos. Una de las tipologías de malos tratos que aprendí -gracias a la formación que hice en el Postgrado de Traumaterapia Sistémica de Barudy y Dantagnan y a la experiencia que fui adquiriendo- a detectar en las familias, y a tratar sus secuelas en el desarrollo infantil, es la denominada negligencia afectiva. También he tenido -y tengo- en psicoterapia a bastantes adultos que la han sufrido y que, con el tiempo, han sido conscientes de ello y del impacto que esta ha tenido en sus vidas.

La negligencia es una forma de malos tratos pasiva, a menudo no considerada y valorada por los servicios de protección de menores como dañina para la mente en desarrollo del niño/a, cuando está bien documentado el impacto negativo que puede tener (Barudy y Dantagnan, 2010; Johnson y otros, 2000; Lyons-Ruth, 2022). Este tipo de maltrato se da en todas las clases sociales, siendo las de clase alta las que menos se benefician de la actuación de los equipos especializados de intervención, porque existe aún un sesgo negativo en torno a las clases más desfavorecidas, mas susceptibles de que sean atendidas por servicios especializados. Cuando "la negligencia viste de Prada" (como dice Dolores Rodríguez, psicóloga) suele en general valorarse de una manera más laxa por parte de los equipos técnicos. 


Qué es la negligencia afectiva

 

Por negligencia entendemos la incapacidad repetida por parte de los padres o cuidadores del niño, de proporcionarle los estándares mínimos de alimentación, vestido, atención médica, educación, seguridad y/o afecto. Es decir, la satisfacción de sus necesidades básicas (López, 2008) tanto físicas como emocionales. La negligencia afectiva, en concreto, resulta difícil de evaluar, si no se ha hecho una formación especializada. En mi opinión, Barudy y Dantagnan (2010) son los autores que mejor han desarrollado todo un modelo de valoración e intervención en competencia parental. Ellos han hecho, además, un análisis y estudio detallado de todas las tipologías de maltrato.


menteasombrosa.com

Lo que ocurre en los casos de negligencia afectiva es que los padres o cuidadores “no hacen nada" al niño/a (Benito, 2020). Y esto es precisamente lo dañino para el desarrollo del cerebro, el cual requiere para su crecimiento de alimento físico, pero también del emocional. Este órgano no recibe los nutrientes físicos, cognitivos y afectivos necesarios para poder interconectar sus neuronas y lograr así una integración cerebral. Las neuronas están listas para conectarse, al nacer tenemos billones de ellas, pero sólo un número de estas se unirán entre sí, porque el desarrollo neuronal sigue el principio de “úsalo o tíralo” (Siegel, 2007) Las neuronas que no se estimulen tenderán a no conectarse, y las que sí se usen tenderán a activarse. Cozolino (2010) ha explicado magistralmente que el desarrollo depende de la genética y del ambiente. Este autor denomina “programación medioambiental” a esa danza entre los genes y los primeros cuidados proporcionados por la figura de apego, justo en un periodo de la vida donde el material genético se expresa en todo su esplendor. Como Rafael Benito (2020) ha dicho, también magistralmente, los tres primeros años es el periodo de la vida en el cual el libro de instrucciones, que es el código genético, es más sensible a la influencia del ambiente y los cuidadores. Todas las páginas de este libro de instrucciones, por así decirlo, están abiertas... Por eso las acogidas familiares de urgencia son medidas para neuroproteger (Benito, 2020) a los niños/as tempranamente, y proporcionarles el derecho al buen vínculo (Hernán Fernández). Estas acogidas en familia han supuesto un gran avance en materia de protección. Así pues, no se debe esperar a que se produzca el daño en el bebé a su neurodesarrollo, cuando más vulnerable es el ser humano, sino que podemos prevenir primariamente. 


Importancia de los buenos tratos durante los tres primeros años de vida. 

Entrevista de Leticia Garcés a Rafael Benito

 

La negligencia más común en nuestros días es la afectiva, pues es menos probable encontrarse con situaciones de carencias físicas (alimentación, higiene…) Aún así, las sostenidas crisis económicas que hemos vivido en la década anterior han favorecido que se produzca un incremento de niños y niñas que pasan privaciones en este sentido. Recientemente (marzo de 2022) El diario El País sitúa a unos 700.000 niños/as en situación de riesgo de exclusión: "España destaca por sus altos niveles de pobreza infantil. Solo Rumania y Bulgaria presentan peores datos que España en la Unión Europea. La situación se agravó con la crisis de 2008 y los recortes, y las familias más vulnerables han vuelto a llevarse la peor parte del mazazo económico causado por la covid. Para combatir estas cifras, el Gobierno presentará a la Comisión Europea el 15 de marzo su hoja de ruta. Se trata del plan para aplicar la garantía infantil, un programa europeo para luchar contra la exclusión social de los menores. El Ministerio de Derechos Sociales está ultimando ese documento. Según el texto, al que ha tenido acceso EL PAÍS, se fija como objetivo bajar en 8,6 puntos porcentuales la tasa de riesgo de pobreza o exclusión social de los niños y adolescentes en 2030 respecto a 2019, cuando se situó en 30,3%. Esto equivaldría a recuperar a 713.000 niños de los 2,6 millones que están en esta situación..." [...]


Aunque hay una tendencia a separar la negligencia física de la afectiva/cognitiva, podemos pensar con razón, por ejemplo, que pasar hambre también tenga connotaciones y repercusiones en el área afectiva y cognitiva, pues el impacto traumático que conlleva afecta al área emocional  (aparte de que la carencia de determinados nutrientes físicos perjudica al desarrollo del cerebro) Un niño me dijo una vez en la consulta que pasar hambre era una experiencia horrible, el estómago se te retorcía y te producía un dolor insoportable. Esta experiencia es, desde luego, traumática y los recuerdos que produce son abrumadores para la persona, afectando al cerebro/mente en desarrollo, en suma, a todo el ser.


Consecuencias de la negligencia afectiva en el desarrollo del niño/a


La negligencia afectiva puede tener consecuencias para el desarrollo y el cerebro del niño/a mucho más graves que el maltrato físico y psicológico. Desgraciadamente, no suele movilizar a los equipos de protección infantil (Hughes, 2019) tanto como lo hace el maltrato físico o psicológico. Quizá porque lo que va mal es “lo que no ocurre” y esto no siempre se detecta o se atribuye a la negligencia, y/o no se tiene formación especializada, ni a veces, hay que decirlo, sensibilidad. 


menteasombrosa.com

La negligencia afectiva presenta niveles y puede darse en combinación con otras tipologías de maltrato. Los que llevamos años trabajando en este ámbito sabemos que un abuso sexual intrafamiliar puede -y de hecho se suele dar- ocurrir en un contexto familiar de negligencia afectiva por parte de uno o de los dos cuidadores o progenitores. En ocasiones, estos presentan otros problemas asociados como consumo de sustancias, vida errática, trastornos de personalidad, trastornos mentales... que agravan la situación de las personas menores de edad.


La negligencia afectiva puede ser crónica o temporal, así como severa o leve. Puede ocurrir como consecuencia, por ejemplo, de un maltrato físico o psicológico de uno de los dos cuidadores y el otro, debido al impacto traumático de la situación, que merma temporalmente sus habilidades de cuidado, mostrarse negligente. Pero una vez que este está recuperado de dicha situación, si presenta capacidad, puede activarse, con ayuda psicoeducativa, para el cuidado afectivo de sus niños/as. La negligencia también puede ser crónica en el sentido de que no se explica por una situación estresante ocurrida en un periodo de tiempo, sino que forma parte de la persona y de sus déficits, como consecuencia de que son cuidadores que fueron ellos, a su vez, víctimas de negligencia en su propia infancia. 


La negligencia afectiva puede pasar inadvertida. A veces el niño/a lo exterioriza mediante problemas o síntomas (los denominados de conducta) Sin embargo, puede estar presente en algunos niños/as que aparentemente no muestran problemas de ajuste psicológico, incluso pueden obtenerse perfiles planos en las escalas que habitualmente utilizan los profesionales para evaluar las conductas y los síntomas clínicos. Los niños/as pueden manifestar una maximización de rasgos y comportamientos que son sobrevalorados por el mundo adulto, como la complacencia (cuando es compulsiva), el alto rendimiento escolar, la búsqueda de la aprobación social, la intelectualización excesiva y ser muy colaboradores, perfeccionistas y normativamente dóciles. Si no muestran síntomas de los denominados externalizantes, que son sobre todo molestos para los adultos, es posible que pasen desapercibidos. Detrás de estos comportamientos puede existir una situación familiar de negligencia afectiva de la que el niño/a -e incluso la propia familia- no sean conscientes. Detectarla para poder intervenir tempranamente con los niños/as y sus padres o cuidadores es muy importante, porque si no, pasará desapercibida, probablemente hasta la adolescencia, donde la manifestación sintomática puede cambiar y comenzar con síntomas externalizantes. Muchos de los problemas que sufren los adolescentes como autolesiones, ideas de suicidio, inestabilidad emocional, agresividad, sentimientos crónicos de vacío, angustia, impulsividad… se gestaron en la primera infancia, a veces de manera muy temprana y no siempre evidente (edad bebé) Perry y Szalavitz (2017) nos cuentan en su libro “El chico al que criaron como perro” un caso de este tipo. 


La negligencia afectiva está asociada claramente con el trastorno límite de la personalidad, el trauma complejo y la disociación (Lyons-Ruth, 2022) También se asocia con el trastorno antisocial de la personalidad (Bowlby lo dejó bien claro desde hace muchos años, en 1944, pero no hemos aprendido la lección, quizá porque sus postulados eran muy exigentes con el mundo adulto para con la infancia, pero desde luego que son científica y éticamente acertados) Recientemente, Markowitsch (2014) refiere que incluso en los adolescentes que presentan rasgos o conductas antisociales, se postula que éstos podrían no haberse manifestado si no se hubiesen dado los antecedentes de maltrato en la infancia: “Un entorno adverso puede ser responsable del desarrollo cerebral anormal en las personas con tendencia al trastorno antisocial de la personalidad y a la psicopatía” 


Vídeo que muestra los efectos de la deprivación y la negligencia en los bebés

 


En una reciente revisión de la literatura realizada por Iciar García Varona, refiere que "numerosas investigaciones han concluido que el abuso sexual en la niñez reportado por adultos, se asoció con una amplia gama de trastornos y problemas psiquiátricos, que incluyen: Depresión, fobias, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno de pánico, trastorno de estrés postraumático, trastornos sexuales e ideación suicida. Lo mismo ocurría con adultos que habían informado de abusos físicos y abusos emocionales o informaban de ACEs y que igualmente reportaban tipos de trastornos psicológicos y psiquiátricos. La negligencia se asociaba además con desórdenes de personalidad (Briere & Elliott, 2003; Dube, Anda, Felitti, Chapman, Williamson & Giles, 2001; Johnson, Smailes, Cohen, Brown & Bernstein, 2000; Lindert, von Ehrenstein, Grashow, Gal, Braehler &Weisskopf, 2014)".


La competencia m/parental suele estar afectada severamente en los casos de negligencia


Creo que debemos ser respetuosos con estos padres o cuidadores y referirnos a ellos como personas que, por su traumática historia, tienen prácticas negligentes. Como bien suele decir Jorge Barudy, "no recibieron la protección a la que tenían derecho de niños/as". Las secuelas de la desprotección que sufrieron en su infancia por parte del mundo adulto (técnicos, educadores, maestros, trabajadores sociales, psicólogos, psiquiatras, vecinos, familiares, amigos… que no supieron verlo) ha generado en ellos lo que Barudy y Dantagnan definen como “incompetencia parental severa y crónica”. Conclusión a la que se llega después de utilizar cuidadosa y exhaustivamente su programa de valoración de competencias parentales (Barudy y Dantagnan, 2010), y tras trabajar (psicoterapia, programas psicoeducativos de capacitación parental, atención en salud mental...) con las familias durante un periodo de tiempo suficientemente largo (no más de dos años) como para concluir que los cuidadores o padres no pueden responder positivamente al programa de rehabilitación de competencias. Si la incompetencia parental es severa y los niños/as están en riesgo, hay veces que esta valoración de las competencias parentales se hace protegiendo a los niños/as en un centro o familia acogedora. Dependerá de la valoración de cada técnico, pero no es extraño encontrarse con situaciones graves en las que los niños/as han permanecido -y permanecen- en sus hogares, padeciendo estos la negligencia afectiva sin que se adopte ninguna medida de protección.  

 

Si los padres o cuidadores de los niños/as presentan "ausencia de empatía" (Barudy y Dantagnan, 2010) o "empatía cero" (Baron-Cohen, 2012) -lo cual conlleva una imposibilidad de ver al niño/a como un ser con necesidades propias que han de ser satisfechas-, una incapacidad para reflexionar y una ausencia de conciencia de problema y del impacto que sus actuaciones negligentes tienen en los niños/as, probablemente estemos ante una incapacidad parental severa. 


areahumana.es

Proteger a los niños/as: una prioridad


En estos casos de incompetencia parental severa, y aunque es muy duro psicológicamente para los niños/as y sus padres o cuidadores, se debe de activar una medida de protección permanente de las personas menores de edad -o mantener la preexistente-, tratando de que aquellos sean recogidos en su dolor e implicándoles, con acompañamiento educativo, en la vida de sus hijos/as hasta donde ellos puedan o sean capaces de responder satisfactoriamente a las necesidades de sus hijos/as. Trabajar con los padres la narrativa del por qué de la medida, con empatía pero a la vez con firmeza, es necesario, aunque sea una tarea complicada por las defensas psicológicas que usan para protegerse de una medida que algunas familias niegan que sus hijos necesiten y la viven, además, de manera hostil. 

 

Cuando los niños/as tienen la fortuna de haber sido protegidos en una familia o centro de acogida, dado que la medida no suele ser aceptada por los padres o cuidadores, aquellos suelen ser -aunque no haya cambiado en nada la situación familiar grave- a la larga los candidatos a las medidas de revinculación familiar o -en el caso de los niños/as que residen en centros- a tiempos de convivencia compartida entre los educadores de estos y las familias. Normalmente, los niños/as que sufren malos tratos activos no pueden regresar a su casa o convivir con sus padres (golpes, palizas, tocamientos, insultos...); pero los que sufren malos tratos pasivos es más fácil que se planteen con ellos posibilidades de convivencia con aquellos. Aunque, insistimos, la negligencia se suele dar en combinación con otras tipologías de maltrato que pueden estar ocultas (como el abuso sexual)...

Entiendo que las decisiones son muy complejas y no dudo de la intencionalidad positiva de los profesionales de los equipos técnicos de valoración, ni pretendo juzgar a nadie. Dicho esto, solo quiero aportar mi experiencia y saber en este terreno -y dar mi opinión basada en la ciencia y en la práctica profesional con estos niños/as y sus familias-, por si puede aportar y contribuir a la mejora de la salud mental y la calidad de vida de los niños/as, futuros adultos.

 

Si la negligencia afectiva que los padres presentan, si esta práctica es severa y crónica y si estos han demostrado no ser capaces de hacer cambios sustantivos y duraderos en el nutrimiento afectivo y de seguridad hacia sus hijos/as o niños/as, proponer estas medidas de reintegración familiar, total o parcial, es una decisión perjudicial para los niños/as y con consecuencias a veces graves para el desarrollo sano de su cuerpo, cerebro y mente. Sin embargo, es una decisión que a menudo se suele tomar en los equipos y servicios de protección de menores, pensando en que será buena para la convivencia y el vínculo padres/hijos, bien favoreciendo convivencias vacacionales, bien con programas que tienen medios humanos y técnicos insuficientes en los que se comparte la crianza (cuando los cuidadores no son capaces, lo que pasa en estos casos es que se generan situaciones de alto riesgo para los niños y niñas), e incluso, a veces, se llega a decisiones que terminan desembocando con los niños/as reintegrados definitivamente en el hogar familiar con un seguimiento telefónico… a todas luces insuficiente. Esto, a mi juicio, no es protección...

 

Los casos que yo he visto, graves, desgraciadamente, no fueron a buen término y concluyeron con el regreso de los niños/as al centro de acogida. En mi experiencia, retornar a casa no fue la solución al dolor que estos niños/as sentían. O si son adolescentes cercanos a la mayoría de edad, vuelven de nuevo a estar en el hogar negligente sin engancharse al centro de acogida, estando en riesgo para la inadaptación social, con un sufrimiento añadido que, además, retraumatiza… Estos chicos/as suelen terminar en tierra de nadie, probablemente pasando largas horas en la calle, sin afecto, estructura, límites y seguridad. 

 

Se argumentará que es muy duro psicológicamente para estos niños/as convivir en un centro de menores durante tantos años, si no se ha dado -o se ha pasado la oportunidad- de ofrecerles una familia de acogida. Soy consciente de ello, de que el dolor es grande, sobre todo porque la mente infantil no está preparada para integrar que quien te quiere te descuida de un modo afectivo grave. A menudo los niños/as presentan procesos de negación, proyección y racionalización que reflejan su sufrimiento y el de los padres y sus defensas para protegerse de actuaciones que viven de un modo persecutorio y hostil. De ahí que la empatía y la co-construcción de un relato sean una labor terapéutica fundamental a hacer durante muchos años (durante todo su desarrollo) con los niños/as y las familias. Estas suelen quedar muy abandonadas y sin ayuda profesional, y necesitan ser acompañadas. Los educadores de los centros suelen asumir la tarea de contener emocionalmente a los padres, empatizar con ellos, aportarles explicaciones y tratar de colaborar con ellos en lo que estén capacitados. Suelen hacerlo por teléfono y en las visitas o periodos de convivencia con sus hijos, que suelen ser -o deberían serlo- supervisados por los profesionales. 


Por muy negativo que pueda ser crecer en un centro de menores, creo que lo es aún más hacerlo en un contexto de negligencia afectiva familiar. Pienso que con un entorno de apoyo (educadores, psicoterapeuta, profesores y otros adultos significativos, adultos sanos de la familia...) puede darse la “resiliencia secundaria” (Barudy y Dantagnan, 2010)

 

Creo que las familias deben ser más acompañadas y contenidas en su dolor en este proceso, para que puedan implicarse en la vida de los niños/as, pero siempre con estos en lugar seguro, bien atendidos en sus necesidades y con vínculos resilientes con los educadores de los centros. Estos centros deberían ser organizados y estructurados para ser terapéuticos, ofreciendo una experiencia en la que los niños/as puedan crear vínculos afectivos de calidad con los educadores, manteniendo la relación con sus padres y familia de origen (siempre y cuando no sea tóxica para los niños/as). Para ello es imprescindible que los educadores -o una buena parte de ellos- permanezcan en los centros por periodos largos y que no haya tanta movilidad laboral. En los hogares que actualmente superviso, se ha cumplido esta permanencia de los profesionales y estos, capaces y trabajados para crear vínculos afectivos con los niños/as, han logrado resultados muy satisfactorios con ellos/as y sus familias. Es un acogimiento residencial que Jorge Barudy ha llamado "familiarizante".


diario16.com

Sin embargo, en la práctica, este acogimiento residencial familiarizante no suele ser todavía, en muchos casos, así. Porque a las administraciones les cuesta asumir, quizá porque no es popular, la calificación de “incapacidad parental severa y crónica”, y observan que el vínculo que les une a padres o cuidadores y niños/as o hijos/as es muy fuerte. Creo que esto es una interpretación equivocada de la teoría del apego, pues lo que los niños/as necesitan son vínculos seguros y de calidad afectiva, no vínculos intensos. Lyons-Ruth (2022) ha investigado que los niños/as abandonados emocionalmente son niños/as que tienen altas conductas de aproximación a sus padres, pero no son de apego seguro, lo aparentan pero no lo son. Los denomina "D-acercamiento" y es típico de contextos familiares negligentes emocionalmente. Conviene tenerlo muy en cuenta.


Ofrecer alternativas de cuidado a los niños/as de calidad


Cuando ya no es posible un acogimiento familiar o este no es ya posible por diversas causas, creo que es negligencia de la administración no estructurar los centros de acogida para responder a estas necesidades afectivas de los niños/as. Es una pena escuchar a los niños/s decir que no quieren estar en los centros porque los educadores no les pueden atender en sus necesidades emocionales debido a que tienen poco tiempo. Por las noches, hay centros en los que sólo hay un educador... Si la medida no satisface las necesidades y ya no es terapéutica, estaremos cerca de que desde la administración se cometa otra negligencia por no dotar a los centros de acogida de los medios humanos y materiales que los niños/as necesitan para su reparación vincular. Las familias verán que no les aporta y, con toda la razón, dirán que para eso están mejor con ellas...

 

Otras veces los equipos técnicos aluden a que la realidad familiar del niño/a es esa, y mejor que se acostumbre a ella, que vea lo que hay, pues forma parte de su vida… Me parece una frase durísima. ¡Son niños/as! Hay que pensar y meditar muy bien cada decisión que se toma sobre los niños/as, está en riesgo su salud mental futura y su bienestar biopsicosocial... La negligencia afectiva daña, y, como decimos ¡no suele darse sola sino en combinación con abuso sexual y malos tratos...! "El neurodesarrollo no espera", como bien dice Rafael Benito. Hay decisiones que pueden retraumatizar a un niño/a, por muy bien intencionadas que sean. 


No olvidemos que los niños/as necesitan figuras de apego de calidad y estables en sus vidas (derecho al buen vínculo, propuesta del abogado Hernán Fernández) que satisfagan sus necesidades. Cómo dar respuesta a esto es el gran desafío de un sistema de protección, en mi opinión. Jorge Barudy revolucionó el sistema de protección porque sus planteamientos basados en la ciencia y en una metodología, la traumaterapia, que conlleva años de conocimientos y experiencia, son muy exigentes en la protección de las personas menores de edad y en poner a estos y su interés, como lo que es: superior a todo. Uno a veces asiste atónito a decisiones que buscan más contentar a las familias y que se olvidan del daño que pueden causar en las personas menores de edad. Y el daño al cerebro no es una especulación ni una intuición, la ciencia nos lo ha demostrado.


Es frecuente que estos chicos y chicas tarde o temprano acudan a buscar a sus familias para comprobar si la historia que les contaron -o descubrieron- acerca de su incapacidad es cierta. Pero si esto es así, sin ninguna duda es mejor que este descubrimiento lo hagan más cerca de los 18 años que en la infancia y la primera adolescencia, porque cuando se es niño/a se carece de recursos psicológicos para integrar el trauma complejo que esto suele conllevar y la dependencia de padres/cuidadores seguros es mayor (sentirse sólo y desprotegido es muy dañino emocionalmente, por eso se suele negar, "eso no ha pasado") Varios de los chicos/as que yo conocí de niños/as y que ahora son adultos, fueron a casa a los dieciocho años, a pesar de tener alternativas de vida preparadas por los equipos educativos. Algunos fueron de nuevo víctimas de negligencia, maltrato… duramente. E, incluso, algunos fueron echados de casa por sus propios padres... Porque aunque al principio todo era luna de miel, los problemas de negligencia y de otro tipo volvieron a surgir. Pudieron, entonces, asimilar mejor el golpe, pues con ellos se había trabajado el por qué de la medida del acogimiento; y pudieron admitir de buen grado los recursos de vida que se les habían ofrecido. Esto causa un impacto traumático, pero estimo que se está más preparado a los dieciocho -si se cuenta con recursos propios y con personas que te acompañen- que a los seis o siete años para asimilar la dureza de experimentar y tomar conciencia de la incapacidad de los padres. 


Esto nos lleva también a señalar que los chicos/as que salen del sistema de protección a los 18 años no disponen de recursos adaptados a ellos/as, es una asignatura pendiente: ofrecerles alternativas de vida estables hasta una edad en la que alcancen una mayor madurez, en torno a los 25 años. Muchos/as se ven abocados a la mayoría de edad a estar en la calle, o con su familia (con la dureza que supone, si les admiten), o en pisos que tienen un nivel de exigencia y estructuración que no todos/as pueden alcanzar. 


Finalmente, comentar que en estos casos de familias con incompetencia parental severa y con prácticas negligentes hacia sus hijos/as, es muy importante la formación del técnico y su trabajo personal. El técnico que tiene clara la medida y se muestra empático pero firme, transmite esa seguridad a las familias en sus comunicaciones y devoluciones. Una técnico de protección de menores, psicóloga -con la que estuve tomando un café recientemente- y amiga me dijo que hay que hablarles a las familias cuidando muy bien los mensajes pero con claridad y firmeza. Me comentó que ella había tenido muchas experiencias de familias que no habían aceptado la medida de protección en su momento. Ella recordaba que un día, años después -se le quedó grabado-, un padre le paró en la calle y le dio las gracias por la decisión que tomó porque fue acertada, aunque en su momento no lo entendiera ni aceptara. Porque en verdad las medidas de protección hacia sus hijos/as son para ayudarles a ellos/as también, no echándoles responsabilidades de crianza y competencia parental que por diversas causas no pueden asumir.


La necesidad de mantener una mirada sistémica

 

Creo que también los profesionales de la psicología y psicoterapia infantil debemos de tener, ante una petición de tratamiento para un niño/a, esta mirada que valore la base de cuidados, porque corremos el riesgo de focalizar el problema en el niño/a, de buscar un diagnóstico y de hacer una terapia individual. Por eso creo que hemos de no utilizar nunca los abordajes EMDR, caja de arena, neurofeedback… exclusivamente sin la visión sistémica, que requiere un abordaje terapéutico integral del niño/a en su sistema (familiar, escolar…); y, en su caso, la derivación a los equipos especializados de protección con los que trabajar en colaboración. 


"El trauma causa daño cerebral, no de la otra manera" (Teicher, 2000)

 

Terminamos este artículo con estas palabras de Martin Teicher (2000) Tuvimos el placer de conocerle en Donostia en octubre de 2019, en las IV Conversaciones. Él y su equipo en la Universidad de Harvard ha investigado sobre el trauma de abuso en todas sus formas. Creo que no deja lugar a dudas de que es dañino para el desarrollo del cuerpo, mente y cerebro de los niños/as. Podéis leer los artículos que Rafael Benito tradujo al español que resumen las dos conferencias que pronunció en Donostia hace tres años:


http://www.buenostratos.com/2020/06/maltrato-infantil-periodos-de.html


http://www.buenostratos.com/2019/12/impacto-del-maltrato-infantil-en-la.html

 

"Mi hipótesis es que el trauma de el abuso induce una cascada de efectos, incluyendo cambios en las hormonas y los neurotransmisores que median el desarrollo de las personas en regiones del cerebro que son más vulnerables. Probar esta hipótesis en humanos es difícil, porque el abuso no es siempre un acto aleatorio. Si observamos una asociación entre una historia de abuso y la presencia de una anomalía física, el abuso puede haber causado esa anormalidad. Pero también es posible que la anormalidad ocurriese primero y ello elevara la probabilidad del abuso, o que la anormalidad ocurriera en la familia y esto condujera a abusos más frecuentes, o que fuera debido al comportamiento de los miembros de la familia u otros parientes. 

 

Para tratar de resolver estas comprometidas hipótesis, llevamos a cabo estudios de estrés temprano en animales, donde elementos potencialmente confusos pueden ser cuidadosamente revisados. La observación de resultados paralelos en animales y en personas, ha reforzado nuestra hipótesis de que el trauma causa daño cerebral, no de la otra manera". (Martin Teicher, 2000)



REFERENCIAS

Baron-Cohen, S. (2012) Empatía cero: una nueva teoría de la crueldad. Madrid: Alianza.

Barudy, J. y Dantagnan, M. (2010). Los desafíos invisibles de ser madre o padre. Manual de evaluación de las competencias y la resiliencia parental. Barcelona: Gedisa.

Benito, R. (2020). La regulación emocional. Bases neurobiológicas y desarrollo en la infancia y adolescencia. Madrid: El Hilo Ediciones.

Bowlby, J. (1985) El apego. El apego y la pérdida 1. Barcelona: Paidós Ibérica.

Bowlby, J. (1993) La separación. El apego y la pérdida 2. Barcelona: Paidós Ibérica.

Bowlby, J. (1983) La pérdida. El apego y la pérdida 3. Barcelona: Paidós Ibérica.

Bowlby, J. (1944). Forty-four juvenile thieves: Their characters and home life. International Journal of Psychoanalysis, 25 (19-52), 107-127.

Briere, J., & Elliott, D. M. (2003). Prevalence and psychological sequelae of self-reported childhood physical and sexual abuse in a general population sample of men and women. Child abuse & neglect, 27 (10), 1205-1222.

Cozolino, L. (2010). Neuroscience of psychotherapy. Healing the social brain. WW. Norton: New York.

Cyrulnik, B. (2003). El murmullo de los fantasmas. Barcelona: Gedisa.

Dube, S. R., Anda, R. F., Felitti, V. J., Chapman, D. P., Williamson, D. F., & Giles, W. H. (2001). Childhood abuse, household dysfunction, and the risk of attempted suicide throughout the life span: findings from the Adverse Childhood Experiences Study. Jama, 286 (24), 3089-3096.

Hughes, D. (2019). Construir los vínculos del apego. Cómo despertar el amor en niños profundamente traumatizados. Barcelona: Eleftheria.

Johnson, J. G., Smailes, E. M., Cohen, P., Brown, J., & Bernstein, D. P. (2000). Associations between four types of childhood neglect and personality disorder symptoms during adolescence and early adulthood: Findings of a community-based longitudinal study. Journal of personality disorders, 14(2), 171-187.

López, F. (2008). Necesidades en la infancia y en la adolescencia: respuesta familiar, escolar y social. Madrid: Pirámide.

Lindert, J., von Ehrenstein, O. S., Grashow, R., Gal, G., Braehler, E., & Weisskopf, M. G. (2014). Sexual and physical abuse in childhood is associated with depression and anxiety over the life course: systematic review and meta-analysis. International journal of public health, 59(2), 359-372.

Lyons-Ruth, K. (2022). Análisis del constructo de insensibilidad materna: distintas vías longitudinales asociadas a retraimiento materno temprano. En Marrone, M y Wolfberg, E. (2022) Parentalidad y teoría del apego Volumen II. Madrid: Psimática. 

Markowitsch, H.J.; Staniloiu, A. (2014). Neurofisiología de la conducta (anti)social. Mente y Cerebro, 69, 60-65.

Perry, B., Szalavitz, M. (2017). El chico al que criaron como perro y otras historias del cuaderno de un psiquiatra infantil. Madrid: Capitán Swing Libros.

Siegel, D. (2007). La mente en desarrollo. Cómo interactúan las relaciones y el cerebro para modelar nuestro ser. Bilbao: Desclée de Brouwer. 

Teicher, M. (2000). Wounds That Time Won’t Heal: The Neurobiology of Child Abuse. Cerebrum. The Dana Forum on Brain Science. Volumen II, 4

lunes, 16 de mayo de 2022

Declaración por el derecho de vivir en paz

Durante las pasadas V Conversaciones, que han sido todo un éxito, según recojo de todas las personas que se han puesto en contacto conmigo y con los miembros del comité organizador, los miembros de la red apega de profesionales creamos un documento con aportaciones de varios de sus integrantes, redactado por Cristina Herce e Iciar García Varona, y leído por esta y Jorge Barudy durante las V Conversaciones, justo antes de la entrega del II Premio Jorge Barudy a los Buenos Tratos. 

La motivación que nos movió a crear esta declaración es nuestra preocupación por la sistemática violación de los derechos de la infancia en el mundo. Un congreso organizado por un blog que se titula Buenos tratos no puede celebrarse y permanecer ajeno a la terrible realidad que sufren muchos niños y niñas en el mundo.

Por eso, os hago llegar este documento para que lo tengáis los que estuvisteis físicamente en las V Conversaciones, y para que los que no pudisteis participar, lo conozcáis y si tenéis a bien, lo deis a conocer.

Os pido la máxima difusión, para que podamos concienciar a la sociedad de esta situación. Y para que los que toman las decisiones sustantivas pongan los medios necesarios para proteger a la infancia y erradicar las situaciones que conducen a que se vulneren los derechos de los niños y de las niñas. Queremos que los niños/as sean protegidos y que se ponga fin al adultismo (Jorge Barudy) imperante en el mundo. 


SI TE SIENTES IDENTIFICADO/A, PROMUEVE SU DIFUSIÓN


DECLARACIÓN POR "EL DERECHO DE VIVIR EN PAZ"


Grabación y subtítulos por Lorenzo Pérez

 


DECLARACIÓN POR "EL DERECHO DE VIVIR EN PAZ"

Quienes asistimos a estas “V Conversaciones de Apego y Resiliencia Infantil” compartimos nuestra preocupación por el sufrimiento infantil, así como por el impacto de las graves consecuencias de la violencia, especialmente si esta se produce en los primeros años de vida. 

Sabemos que los efectos de los traumas son acumulativos, que afectan a la salud física y mental de quien los padece, que en muchos casos persisten durante toda la vida, e incluso que se transmiten a futuras generaciones. Como conocedores de ello, bien por nuestra faceta de profesionales, bien por haber integrado en nuestras familias a niños y niñas que han experimentado adversidad temprana, no podemos quedarnos impasibles ante el horror que se está viviendo en estos momentos en Ucrania, y de manera muy especial ante la violencia extrema a la que están siendo sometidos muchos de sus niños y niñas. 

Tampoco podemos ni queremos olvidarnos de todos las niñas y niños que llevan mucho tiempo padeciendo una situación similar como consecuencia de diferentes conflictos bélicos en distintas partes del mundo: Siria, Sáhara Occidental, Etiopía, Yemen, Myanmar, Malí, Níger, Burkina Faso, Somalia, Sudán, Uganda, Congo y Mozambique, Afganistán, Palestina, … Por desgracia, la lista es muy larga y variada, pero en todos esos lugares hay un denominador común: la violación grave y sistemática de los derechos de la infancia, a lo que con frecuencia se añade el agravante de la falta de apoyo y ayuda internacional. 

En situaciones de conflicto armado y entre los refugiados, las niñas son especialmente vulnerables a la violencia, explotación y abusos sexuales por parte de los combatientes, fuerzas de seguridad, miembros de su comunidad, trabajadores de la asistencia humanitaria y otros (OMS, 2021).

Muchos niños y niñas se ven forzadas a abandonar sus hogares dada la situación de inestabilidad y/o violencia que envuelve el ambiente que los rodea y que intoxica el entorno donde crecen y se desarrollan, entorpeciendo e impactando sobre este de forma negativa.

En el cénit migratorio de 2015 se registraron 95.205 peticiones de asilo de niños que viajaban solos en Europa, o que permanecían en asentamientos sin acompañamiento ni supervisión adulta (Eurostat, 2020). A este respecto es de especial preocupación el dato de la oficina europea de policía (Europol) que constató la desaparición de 10.000 menores no acompañados en suelo europeo a lo largo de 2016 (BBC, 2016). Esta misma fuente apunta a que cuando un niño proveniente de Siria, Afganistán o Eritrea se pierde en Grecia o Italia, rara vez pasa algo, dado que pocas agencias fronterizas denuncian sus desapariciones, lo que evidencia el riesgo de estos niños a la explotación sexual y al tráfico humano, tal como resalta Save the Children (2016), cuestión que parece estar relacionada con las propias redes contrabandistas con las que cruzan la frontera (BBC, 2016).


Una niña se muestra asustada dentro de un bote atestado de 
refugiados mientras cruza el mar Egeo desde Turquía a Lesbos. 
Uso exclusivo para NdP sobre “100 asociaciones denuncian…”
©️Javier Bauluz 2015. 

Pero el sufrimiento de la infancia mundial no termina aquí, según datos de UNICEF y Save The Children: 

Una quinta parte de las víctimas de homicidio en todo el mundo son niños, niñas y adolescentes menores de 20 años; cada 7 minutos, en algún lugar del mundo, un adolescente es asesinado en un acto violento.

La población infantil supone la mitad de la población en situación de pobreza extrema en el mundo.

La COVID-19 es la peor crisis para la infancia en los 75 años de historia de UNICEF. 

Se estima que 160 millones de niñas y niños están atrapados en el trabajo infantil. 

En la actualidad, más de 200 millones de niñas y mujeres han sufrido la mutilación genital femenina.

Cada año mueren más de 22.000 niñas a causa de los embarazos y los partos derivados del matrimonio infantil. 

El número de casos de desnutrición a nivel global podría llevar a 9,3 millones de niños y niñas más a sufrir emaciación como resultado de una desnutrición aguda que puede conducir a la muerte.

Estudios internacionales revelan que, una cuarta parte de todos los adultos del mundo manifiestan haber sufrido maltratos físicos de niños.

1 de cada 5 mujeres y 1 de cada 13 hombres declaran haber sufrido abusos sexuales en la infancia. 

Estas son solo algunas de las formas que adquiere la violencia hacia la infancia en todo el mundo. Por ello, y desde aquí, queremos reivindicar el derecho de los niños y de las niñas a crecer en entornos libres de violencia, así como, el derecho de ser partícipes de sociedades más justas y colaborativas. Es labor de los adultos generar sinergias que favorezcan el desarrollo saludable para todos los niños y las niñas en el mundo.

Reivindicamos el derecho de asistencia física y psicológica a toda infancia y adultos en tránsito, así como para aquellos y aquellas comunidades más desfavorecidas y desasistidas de protección. Es deber de los estados ejercer la labor de protección para todas las personas, sin condición ni discriminación alguna. 

No podemos permanecer impasibles ante la muerte y persecución de personas (adultos y niñas) desplazadas buscando lugares seguros. No podemos cegar la mirada a la desigualdad y la injusticia. No debemos tapar los oídos y la voz ante el creciente discurso del odio que nos aleja de la compasión y la humanidad.

“QUE SU VOZ SEA NUESTRO GRITO”. RECLAMEMOS, EL DERECHO DE LOS NIÑOS Y NIÑAS, DE LAS MUJERES…DE LAS PERSONAS, EXIJAMOS, COMO DICE EL CANTAUTOR VICTOR JARA “EL DERECHO DE VIVIR EN PAZ”.


El derecho de vivir en paz, de Víctor Jara