viernes, 31 de diciembre de 2021

Hicieron buenos tratos en otro año de duelo (Muchas gracias a todos y todas)

Durante el año 2021, Buenos tratos ha seguido su andadura gracias también a la participación de los profesionales, mujeres y hombres, que dijeron desinteresadamente "sí" a escribir un post y contribuir con ello a que sepamos más de trauma, apego y resiliencia.

1/ Todos y todas nos dejaron su saber. 

2/ Todos y todas invirtieron tiempo, esfuerzo y usaron su intelecto y sus emociones para enseñarnos y conectar con nosotros/as.

3/ Todos y todas son expertos en el ámbito del apego, el trauma y la resiliencia.

4/ Todos y todas los/as colegas participaron desinteresadamente, con gran motivación y entusiasmo. 

5/ Todos y todas los/as colegas recibieron como un regalo participar en Buenos tratos.

6/ Todos y todas los/as colegas lo hicieron dejando una parte de sí mismos/as que se plasmó en un post. 

7/ Todos y todas participaron porque les motiva ser profesionales de la ayuda.

8/ Todos y todas escribieron textos de gran calidad y nos los cedieron para Buenos tratos.

9/ Todos y todas se sintieron muy alegres y orgullosos/as el día que su artículo se publicó.

10/ Todos y todas los/as post que escribieron fueron un éxito y alcanzaron una cifra muy alta de visitas.

Este año 2021, que también ha sido verdaderamente difícil y doloroso para la humanidad por el coronavirus, no perdemos la esperanza de que podamos, al fin, en 2022, superar las adversas consecuencias de la pandemia que nos afectan física, psicológica y económicamente.

Si todos los años, como es tradicional, honro y homenajeo a los brillantes profesionales que han colaborado en el blog, este con más razón les doy las gracias de todo corazón a todos y todas  los/las que han escrito generosamente para Buenos tratos.


LISTADO DE ARTÍCULOS PUBLICADOS EN EL BLOG BUENOS TRATOS ESCRITOS POR NUESTROS/AS COLABORADORES/AS DURANTE EL AÑO 2021


ENERO 2021

1. “Gotas de lluvia”
Jorge Leon Gustà 


2. Reflexiones sobre adversidad temprana y adopción 
Lola Pavón 


FEBRERO 2021

3. El abuso sexual infantil, ¿una perversión del apego? 
Arturo Ezquerro


4. Siguiendo la estela de tu latido, hijo/a adoptivo/a imaginario/imaginado - hijo/a real
Dolores Rodríguez Domínguez


MARZO 2021

5. ¿Tenemos que ser súpermamás y superpapás? ¿Ser padre o madre adoptivo, se nace o se hace? 
Mar Alcolea 


ABRIL 2021

6. El derecho a los buenos vínculos y los derechos de los buenos vínculos
Hernan Fernandez Rojas 


MAYO 2021

7. Novedades en la Ley Orgánica de Protección Integral a la Infancia y a la Adolescencia frente a la Violencia 
Cristina Herce Sellán


8. Vamos a ponernos verdes. Una metáfora visual de los estilos de apego
Andrés Climent Jordan 


9. "He logrado aprender a quererme"
Janire Goizalde y Miren


10. Algunas ideas esenciales sobre divorcio de los padres y buenos tratos a la infancia
Erenia Barrero y Jose Luis Gonzalo


JUNIO 2021

11. Separaciones terapéuticas: habitando tu mente, anclado a tu corazón
Dolores Rodriguez Dominguez 


12. Adolescencia, pandemia y adversidad temprana. Claves desde la neurobiología (I)
Rafael Benito 


SEPTIEMBRE 2021

13. Adolescencia, pandemia y adversidad temprana. Claves desde la neurobiología (II)
Rafael Benito 



OCTUBRE 2021

15. Refugiados en suelo Europeo: la pérdida de una identidad
Iciar García Varona


16. “La familia nuclear es un factor que facilita el maltrato” 
Jorge Barudy 


17. El poder y el valor de lo inconfesable
Dolores Rodriguez Dominguez 


NOVIEMBRE 2021

18. Proteger a los niños/as de los abusos sexuales, una labor de todos
Dolores Rodriguez Dominguez y José Luis Gonzalo


DICIEMBRE 2021

19. El ciclo del miedo ante el abuso sexual
Dolores Rodriguez Dominguez 


viernes, 24 de diciembre de 2021

La pandemia, Benjamina de Burgos y Nochebuena ¡Feliz Navidad!

Un año más -ya son catorce- me encuentro delante del ordenador para escribir un artículo especial por Navidad. Desde el primer año de publicación del blog, 2007, he comparecido en este espacio bien para desearos Feliz Navidad, bien para trasladaros alguna reflexión que pudiera seros de utilidad. Este año no va a ser menos, por eso aquí estoy para compartir con vosotros/as mis inquietudes. En los últimos años dicho artículo se ha convertido en algo tradicional por Navidad. Lo publico, como veis, el día de Nochebuena, que para mí tiene entrañables resonancias, contenidos en la memoria implícita que me llenan de nostalgia y buenas sensaciones corporales.

Un año más, como es también costumbre, no me venía ningún tema a la mente sobre el que escribir. Dándole vueltas al asunto, decidí dejar ir mi mente y no pensar más en ello. Cuanto más se piensa sobre algo, es peor. Puedes entrar en uno de los dos lados del río, como dice Dan Siegel (2011) cuando compara la mente con esta corriente de agua, donde el líquido elemento se atasca o arremolina y ya no fluye. Entonces, las ideas ya no transcurren con agilidad por la mente, sino que el pensamiento se vuelve repetitivo, como en bucle.

Y un año más la inspiración me llegó. ¡Menos mal! Como por desgracia bien sabéis, seguimos con la pandemia por COVID 19, con una nueva sexta ola, con el aumento del número diario de personas que se contagian y una presión nuevamente potente sobre las UCIs, con un personal sanitario ejemplar y al borde del agotamiento, si es que ya no lo está. Las consecuencias económicas y sobre la salud mental, especialmente sobre la salud infanto-juvenil, están siendo graves. El pasado 20 de diciembre de este año, Save The Children alertó de que se han triplicado los trastornos mentales y de conducta entre niños y niñas, en un año con una significativa reducción de diagnósticos y con los servicios de salud mental infantiles y juveniles saturados. Los psicólogos y las psicólogas clínicas tampoco damos abasto en nuestras consultas, con un aumento del número de peticiones de terapia, con muchos jóvenes con ataques de ansiedad, cuadros depresivos, ideas de autolisis, trastornos del comportamiento, de alimentación… Esto es un indicador de sufrimiento y de que las condiciones pandémicas están haciendo mella en esta población, vulnerable, y especialmente en los que presentan condiciones sociofamiliares de riesgo. Y hablamos de que existe un grupo social que puede permitirse la ayuda psicológica; porque los estratos sociales más desfavorecidos no tienen esa posibilidad, con lo cual la incidencia de la enfermedad mental y su devastación es aún mayor.

En este contexto pandémico, que ya se extiende demasiado, largo se nos hace, esta pasada semana, haciendo repaso de lo que había sido el año, conecté con un viaje a Burgos que hice en agosto 2021 invitado por mi querida amiga y colega Iciar García Varona, junto con otros dos queridos amigos: Jorge León y Marina Mas. Lo pasamos en grande en esas tierras, visitando la maravillosa capital que es Burgos y su majestuosa y recién restaurada catedral. Una joya. Pero si algo me dejó huella de esta ciudad fue visitar el Museo de la Evolución Humana, parada obligada para todo el mundo.

La Catedral de Burgos es mágica desde el Mirador de
El Castillo, una noche de agosto de 2021.
¡A 8º de temperatura, pusimos la calefacción en el coche!

La Catedral de Burgos en Navidad 2021


Museo de La Evolución Humana de Burgos


En este Museo, un edificio contemporáneo amplio, luminoso y funcional, ideal para albergar un espacio destinado a esta actividad cultural, han recogido, clasificado y expuesto todos los hallazgos (restos humanos de los primitivos pobladores) encontrados en los yacimientos de la Sierra de Atapuerca. Además, el sitio es una magnífica oportunidad para repasar la historia de la humanidad. Los creadores del museo utilizan para ello un diseño expositivo donde la tecnología se pone al servicio de la didáctica museística, resultando entretenido y atractivo, con paneles, vídeos, recreaciones de escenarios y por supuesto los restos encontrados en la Sierra de Atapuerca. "Esta Sierra es una ventana desde la que contemplar la Prehistoria y la Historia, las Ciencias de la Tierra y de la Vida, donde se encuentran los fascinantes fósiles que han permitido conocer un poco más sobre los primeros pobladores de Europa". (Guía  gráfica de Atapuerca).

¿Por qué relaciono El Museo de la Evolución Humana de Burgos con la Navidad y la Pandemia? Parece un cadáver exquisito, es decir, como algo hecho con trozos que se van agregando de aquí y de allí y que no parecen tener mucho sentido y relación cuando los unes. Sin embargo, le he encontrado un mensaje que quiero compartir con vosotros/as esta Navidad y, por supuesto, todo el año. Creatividad al poder...

Pero para asociar estos elementos, hace falta que os cuente algo más: de todo lo que vi y aprendí en este Museo, lo que más me impactó y me emocionó enormemente fue la historia de Benjamina. ¿Quién era Benjamina? En Atapuerca vivieron varias especies de homínidos, entre ellos el Homo Heildebergensis hace unos 530.000 años aproximadamente. Dice El Diario El País (31/03/2009): «En la llamada Sima de los Huesos de la Sierra, hallaron las piezas sueltas de un cráneo que perteneció a probablemente una niña. Tendría unos 10 años, murió en esta Sierra y era diferente -diversidad funcional-, tanto que su grupo, su familia, le tuvo que haber prestado cuidados especiales. De lo contrario, no habría sobrevivido. Su cráneo asimétrico y, probablemente, su cara irregular no engañó a nadie, porque, además, cabe pensar que tuvo capacidades psicomotoras deficientes. Hoy los científicos saben que esa homínido preadolescente, tenía craneosinostosis, una enfermedad rara que afecta a menos de seis personas por 200.000 habitantes en la población actual.

La cuestión que se plantearon Ana Gracia, Juan Luis Arsuaga y el resto del equipo fue si un individuo así se valdría por sí mismo en un grupo de cazadores recolectores, si habría sobrevivido varios años sin la ayuda de otros individuos de esta familia.

La craneosinostosis es una patología que se caracteriza porque los huesos del cráneo se fusionan prematuramente. "Hoy en día, cuando se presenta en un niño, se le opera normalmente en sus primeros meses de vida para evitar tanto la deformación estética como las posibles alteraciones en el encéfalo", comenta Gracia. "En cuanto a nuestra niña, no sabemos exactamente qué deficiencias psicomotoras tendría, pero hemos descubierto indicios de que podría tener presión intracraneal elevada".

La fusión prematura de los huesos craneales se debe, en algunos casos, a mutaciones cromosómicas. Pero también puede tener un origen traumático o metabólico del feto. En el caso de Benjamina, los científicos se inclinan por el origen traumático. "La madre se dio un golpe, o el feto estaba mal colocado... Descartamos que el problema fuera en el parto", dice Gracia.

Existen en el registro fósil algunos homínidos con alguna carencia que sugiere que serían dependientes de sus congéneres para sobrevivir, pero son indicios controvertidos. Sin embargo, lo de Benjamina parece claro. "El cráneo 14 es el caso documentado más antiguo de craneosinostosis con deformidades neurocraneales, cerebrales y, muy posiblemente, asimetrías en el esqueleto facial", concluyen los científicos de Atapuerca. "A pesar de estas desventajas, el individuo sobrevivió más de cinco años, lo que sugiere que su condición patológica no fue un impedimento para recibir la misma atención que cualquier otro niño del género Homo del Pleistoceno Medio"».

Craneo de Benjamina reconstruido
Foto: Diario El País


¡Qué historia tan entrañable, me inspira un profundo afecto hacia estos nuestros antepasados! Los legos en la materia nos los imaginamos primitivos, rudos, luchando por el territorio y sobreviviendo sólo los mejor dotados porque si no serían un estorbo para el grupo. Y nos encontramos con que estos homínidos habían evolucionado más de lo que nos pensábamos y ya practicaban la ecología social de los buenos tratos preconizaba por Jorge Barudy (2005). Creo que las cuidadoras de Benjamina -a buen seguro serían hembras- son el primer arquetipo conocido (arquetipo: primer grabador) de la cultura de los cuidados y la solidaridad social. Esto me reconcilia con el ser humano porque en el origen de nuestra especie está el prodigarnos buenos tratos y cuidarnos, sin ninguna duda. 

[Excursus: Querida amiga Iciar: la primera prueba incontrovertible de que hace miles de años existían los cuidados a los más desfavorecidos se encontró en tu tierra, precisamente. ¡No podía ser de otro modo! Hace 530.000 años... ¿No es prodigioso que sucediera esto? Te estoy agradecido, Iciar, porque si tú no me hubieras cursado tu amable invitación no me habría enterado de esta historia y este post no estaría delante de vuestras pantallas, queridos lectores. Nos cuidaste muy bien en tu ciudad natal, por cierto]. 

Esta foto de familia tomada de la Guía Gráfica de Atapuerca nos dice que "mujeres, hombres y niños/as tenían conciencia de grupo. Se alimentaban de vegetales y de las trampas que ponían a los herbívoros. Es una tribu que cuidaba a los enfermos y que los acumulaba en algún lugar al morir".


Foto de familia, hace 530.000 años
Foto: tomada de la Guía gráfica de Atapuerca


En aquellos tiempos, de hace ¡¡530.000 años!! la vida sería muy dura, la esperanza de vida muy corta y la lucha por la supervivencia ardua. De tal modo que sólo serían capaces de salir adelante si formaban un clan; por eso se cohesionaron y colaboraron entre sí (sistema de colaboración social, descrito por Porges, 2011), porque sólo de esta manera tendrían posibilidades de sobrevivir. El apego al grupo era un imperativo biológico. Esto incluía tener un cerebro diseñado para la empatía, creo yo, capaz de dar una respuesta sensible al débil y vulnerable, como Benjamina, que sin estos cuidados y apoyos específicos jamás hubiese sobrevivido. 

¿Y hoy en día? No estamos como nuestros antepasados de Atapuerca, tenemos mil veces más medios que ellos, pero tanto en aquella época como ahora lo que no cambia es que nos vemos abocados a apoyarnos los unos en los otros, máxime si queremos sobrevivir a esta pandemia. Necesitamos que los más desfavorecidos, los benjamines y benjaminas de hoy en día sean especialmente cuidados por nosotros/as. Yo tengo un recuerdo cariñoso estos días para las mujeres (también hombres) que cuidan a muchos niños y niñas, que como Benjamina de Atapuerca no sobrevivirían si no es por la responsabilidad, entrega, solidaridad y dedicación, como dice mi querido amigo Jorge Barudy, de la "manada de hombres y mujeres buenos y buenas", sobre todo de estas últimas. Como decía mi otro gran amigo Juanito Aranzabal, gracias a la "labor callada de mucha gente buena que sostiene el mundo". 





¿Y cuál es el mensaje de la Navidad? La esperanza de un mundo mejor. La tradición cristiana espera que nazca un Salvador que rescate al pueblo y lo libere, el Mesías. Viene anunciado por una estrella, una Luz. La Luz de la esperanza. Para nosotros y nosotras, creyentes o no creyentes, pero solidarios y comprometidos con el sufrimiento humano, simbolizado/a este en todos y todas las benjaminas del mundo, el mensaje puede ser el de la esperanza (esta ayuda a seguir adelante a pesar de los momentos de incertidumbre) de que seamos capaces de cuidarnos los unos a los otros, con mención especial a los niños/as, de cohesionarnos y darnos puntos de apoyo y solidaridad. Sólo así podremos tener más probabilidades de que todos y todas podamos atravesar resilientemente este periodo tan complicado de la humanidad que vivimos con la pandemia de la COVID 19, que como a los Homo Heilderbergensis de Burgos nos obliga a unirnos y apoyarnos para salvarnos. 

Así pues, Navidad, Pandemia y Museo de la Evolución Humana de Burgos (con la historia de Benjamina, ¡tan bonita!) quedan íntimamente relacionados en este artículo que con todo mi afecto os regalo esta Navidad, con esa esperanza de que todos y todas extendamos los buenos tratos allá con quien estemos y nos relacionemos. 

¡Feliz Navidad, un abrazo muy cariñoso para todos y todas! 

REFERENCIAS

Barudy J., Dantagnan, M. (2005). Los buenos tratos a la infancia. Parentalidad, apego y resiliencia. Barcelona: Gedisa.

Díez Fernández-Lomana, J.C., Navazo Ruiz, M., Alonso Alcaide, R., Pérez-Moral, M.A. (Equipo Investigador de Atapuerca) (2014). Guía gráfica de Atapuerca. Burgos: Editorial Diario de los Yacimientos de la Sierra de Atapuerca.

Porges, S.W. (2011). The polyvagal theory: neurophysiological foundations of emotions, attachment, communication and self-regulation. New York: W.W. Norton & Company.

Siegel, D. (2011). Mindsight: La nueva ciencia de la transformación personal. Barcelona: Paidós Ibérica.

lunes, 20 de diciembre de 2021

El ciclo del miedo ante el abuso sexual, por Dolores Rodríguez Domínguez, psicóloga


Firma invitada

Dolores Rodríguez Domínguez


Nuestra sociedad bajo el pesado yugo del miedo: librarnos es nuestro gran reto pendiente para que las víctimas de abuso sexual en la infancia y adolescencia y sus familias se sientan arropadas por el cálido manto protector que entre todos y todas debemos tejer. 

Las informaciones publicadas en el periódico El Diario Vasco, el 18 de noviembre de 2021 sobre los datos que recoge el último informe realizado por Save the Children en torno a las cifras registradas de denuncias por abuso sexual a menores son abrumadoras y angustiantes. Cito textualmente: [A diario más de 15 niños y adolescentes denuncian haber sido víctima de abuso sexual ante la policía y los jueces. En 2020 fueron 5.865 las denuncias con menores víctimas…”Son cifras para la vergüenza”….., ....“se trata de un problema invisibilizado y desatendido desde el ámbito político y judicial.” Afirma Andrés Conde, director general de esta ONG.]. Y desde luego, razón no le falta. Cada vez son más habituales las publicaciones relacionadas con esta realidad tan dolorosa y sangrante, que nos habla de la crueldad y sufrimiento que nuestros niños, niñas y adolescentes están padeciendo, y cómo los organismos políticos y el sistema judicial actuales siguen sin estar a la altura para poder garantizar la protección y seguridad de los/as menores y sus familias. 

Estos informes estiman que sólo en un 15% de los casos se llega a denunciar, y que las víctimas en España podrían situarse entre 800.000 y el millón. Si la cifra de denuncias realizadas puede hacernos estremecer, éste cálculo estimado de las posibles víctimas puede llevarnos a un estado de temor intenso como sociedad. 

Si a todo esto le añadimos, los datos también publicados sobre el porcentaje de casos denunciados que se desestiman, que no llegan a cruzar ni siquiera las puertas de las salas de los juzgados, entonces puede llevarnos a la pérdida de la seguridad y confianza en la justicia. Dejándonos en la más profunda desesperación y desesperanza. 

 

Justicia
Foto: desdelaplaza.com

 

Dar a conocer todos estos datos supone una denuncia pública de las deficiencias del propio sistema judicial. Una reclamación más que justificada para exigir una mejora en los recursos ya existentes. Recursos que deberían garantizar la cobertura y protección a menores víctimas de violencia o abuso sexual, cualquiera que fuera su tipología, y que a día de hoy no logran hacer.

Pero si permanecemos atentos y observamos el sentir y el actuar de la población, podremos descubrir que también infunde, sin que esa sea su intención, una tremenda alarma y miedo en la sociedad. Inseguridad en las familias, en las/os menores de edad, y en los/as profesionales que debemos velar por garantizar la seguridad y la protección de las víctimas y sus familias. 

Alarma, inseguridad, temor, desesperación, desesperanza, todas estas emociones y sensaciones de peligro, que van filtrándose lentamente en los cuerpos y mentes de todos y todas, y que como consecuencia de ello, activarán nuestro sistema nervioso autónomo. Según la Teoría Polivagal (Stephen W. Porges), éste será el sistema encargado de poner en marcha los mecanismos de defensa, de lucha, huída o bloqueo, para hacer frente a cualquier situación percibida como amenazante o peligrosa.

¿Es éste nuestro problema?, ¿que se activen nuestros sistemas de defensa? Muy probablemente no, pues estos vienen programados de forma biológica y son necesarios para la supervivencia de la especie. Sin embargo, no darnos cuenta de que a través de ellos no logramos regular ni reducir nuestro miedo, quizás si pudiera serlo. 

Y es que, bajo el pesado yugo del miedo, lograr que la sociedad pueda hacer frente a una situación de abuso sexual sufrida por un/a menor, se puede convertir en un “sálvese quien pueda”. Y así, unos y otros, nos dejaremos llevar por las señales de peligro que nuestro cuerpo capta sin intentar entender por qué nos estamos sintiendo de ese modo y por qué actuamos del modo en que lo hacemos [negando/minimizando el impacto que ha podido tener la experiencia de abuso en el/la menor, apostando por las capacidades innatas de los/as niños/as por llegar a una auto-sanación, confiando en que la memoria de los/as más pequeños/as no recordarán lo ocurrido, confiando que sea el otro quien intervenga o tome parte, justificando nuestra no actuación por la ineficacia de la justicia…].

Sin darnos cuenta y muy a nuestro pesar, nos convertiremos en mensajeros de más desesperanza, inseguridad, y miedo que impactarán de lleno en las víctimas y sus familias.

 

El código del miedo
Imagen: blog.cristianismeijusticia.net


Ayudar a las familias en su propio miedo y desborde, cuando nos encontramos igualmente asustados y desbordados, se convertirá en un imposible. Dando origen a un imparable “Ciclo disregulador” (Porges, 2020).

Atrapados en este ciclo, fracasaremos en el desempeño de la función co-reguladora que tanto necesitan estas familias para lograr regular su estado de profunda inseguridad y desprotección. Nuestro miedo y el de las familias crearán una alianza sólida, logrando que permanezcamos conjuntamente “In-Movilizados” por él.

Y como consecuencia, tampoco lograremos construir un entorno seguro y protector para las víctimas, pues ellas se verán expuestas a la propia desregulación y miedo de sus familias, de la sociedad.

Ante esta situación, familias y víctimas quedarán, solas, abandonadas por todos y todas y acompañadas por el miedo. A la deriva y a merced de sus propios sistemas de defensa permanentemente activados para hacer frente a la gran amenaza y sufrimiento que supone la situación de abuso, así como un posible proceso judicial. Los mecanismos de afrontamiento como la huída, el bloqueo, y la lucha (Stephen W. Porges) serán sus únicas armas para defenderse, y en la gran mayoría de las ocasiones se mantendrán activadas por la soledad, el secretismo, la vergüenza y el silencio. 

Pero, ¿sería este escenario el idóneo para fomentar los procesos resilientes (Jorge Barudy) en las/os menores víctimas de abuso sexual? Me temo que no. No debemos olvidar, que son los contextos (interpersonales) protectores y seguros los que favorecen los procesos resilientes en las personas que han sufrido situaciones traumáticas. Pero, ¿estaríamos siendo conscientes de la gran importancia de los mismos? Me temo que no siempre.

Ante todo lo expuesto, tendría sentido pensar que sería nuestro deber y responsabilidad, conocer este proceso de activación de nuestras estrategias defensivas movilizadas por el miedo. De cómo nos puede condicionar a la hora de actuar y de qué podemos hacer para liberarnos y liberar a las víctimas y sus familias de su efecto. 

Pero ¿Cómo lograrlo?

Las luchas en solitario desprotege al guerrero, pues aunque albergue enorme energía que le moviliza para la pelea, no sentir el arrope de su batallón puede llevarle al peor de los finales: al abandono o al agotamiento total. 

Frente a una lucha de esta envergadura, como es el abuso sexual en la infancia y en la adolescencia, no podemos emprender una batalla en solitario. Debemos lograr inocular en la sociedad una cultura basada en el cuidado mutuo, donde la preocupación de todos y todas sea garantizar el bienestar colectivo. Generar un sentido de responsabilidad frente a los colectivos más débiles y desprotegidos.

 

Dibujo de una niña

 
Como sociedad, debemos lograr sensibilizarnos frente al abuso sexual y la violencia contra cualquier colectivo, sin distinción alguna, para lograr una movilización colectiva protectora. No debemos permitir quedarnos amparados por el impacto del miedo, pues debilita nuestros recursos como sociedad, y nos lleva a la inmovilización, y por extensión a la desprotección de todos y todas.

“Nada en la vida debe ser temido, solamente comprendido. Ahora es el momento de comprender más para temer menos” Marie Curie.

Es momento de comprender nuestro miedo y el de la sociedad, de comprender cómo condiciona nuestro funcionamiento y de cómo nos hace sentir y cómo podemos hacerles sentir a los demás. De comprender que permaneciendo en los estados de miedo nuestra capacidad de co-regulación se repliega, emergiendo comportamientos centrados en la supervivencia y protección individual y no la colectiva.

Comprender el poder del comportamiento social, comportamiento que nos lleva a mantener la cercanía y proximidad con los demás. Comprender los beneficios de la conectividad social como sistema de regulación fisiológico y emocional (Dr. Stephen W. Porges, 2020). De cómo sentirnos conectados reduce y regula de forma recíproca nuestra sensación de miedo y el impacto desorganizador o paralizante del mismo. 

Comprender que permanecer conectados nos protege, nos hace sentir seguros para “poder desafiar al mundo y que el mundo nos desafíe” (Dra. Sue Carter, 2020). Sólo así podremos superar los difíciles obstáculos que nos impongan en nuestro camino, y podremos tener la posibilidad de reparar el daño sufrido. 

 



Disponer de un sistema judicial versado en leyes defensoras del bienestar del menor y donde se preserve en la práctica el interés superior del menor, es un pilar fundamental del que no podemos prescindir. Y desde luego nos queda un largo y agotador camino que recorrer. Pero si lo que pretendemos es llegar a recorrerlo hasta el final, debemos cargar nuestras mochilas de viaje de abundante antídoto contra el miedo. Elaborado con los valiosos ingredientes como son la movilización, compasión, comprensión y la protección del grupo. Parece claro que el sistema judicial no está a la altura pero, ¿y la sociedad?, ¿logra estarlo? Me temo que todavía no.

Si queremos promover el proceso a través del cual las familias puedan sentirse seguras para poder hacer el acompañamiento de sus hijas/os que desgraciadamente han sufrido situaciones de abuso sexual, y puedan actuar desde el empoderamiento, debemos lograr que se sientan arropados y aupados por nosotros/as, por todas las personas, por la sociedad.

Como expresa el siguiente relato, “prestar nuestras alas” a quien ha podido perder las suyas, hasta que se sientan seguros para sustituir las alas robadas, y recuperar la seguridad para volver a volar con ellas. Informar e informarnos como ciudadanos y formarnos concienzudamente como profesionales para poder ser igual de sabios que “el viento”, capaz de impulsar a quien lo necesita para no decaer y mantener el vuelo con seguridad hasta llegar al destino final: “volver a sentirse libres surcando el cielo”.

Te presto mis alas
Un relato de Dolores Rodríguez Domínguez

Personajes alados de Yoi
Imagen: aminoapps.com



Si cierro mis ojos, soy capaz de volver a sentir el modo en que llegaste a este mundo. No sabría explicar con palabras ese momento. Miedo, dolor, incertidumbre, deseo, alegría. Como un huracán, así fue tu llegada, logrando poner toda nuestra vida del revés. Eso fue lo que pensamos entonces. Ahora quizás después de todo lo ocurrido, quizás ahora siento que tu llegada supuso mucho más que eso. 

Juntos fuimos construyendo tu pequeño mundo, desde lo que creíamos que era lo mejor para ti. De la forma más segura que podíamos. Es posible que también cometiéramos errores, pero siempre creímos que con nuestro esfuerzo, apoyo y amor lograrías volar por ti misma. Y así fue durante unos años. Tus pequeñas alas iban desplegándose, llevándote a cada rinconcito de tu pequeño mundo. Explorando cada flor, cada piedra, cada lugar a donde tus pequeñas y curiosas alas te invitaban a visitar. Cada día que pasaba ibas ganando confianza, en ti, en tus alas, en el mundo. 

Creímos que estabas segura, y que nosotros también lo estábamos. Hasta que sin previo aviso, todo se vino abajo. Y es que ese día, mirando a través de la ventana, nos dijiste que preferías caminar en vez de volar. Que ya no confiabas en tus alas. 

No nos lo podíamos creer ¿Qué había podido pasar? ¿Por qué ibas a querer renunciar a la libertad que te daban tus alitas? Aquellas que te daban la oportunidad de perseguir tus sueños, cualquiera que estos fueran. 

En nuestra mente no entraba semejante renuncia. Me entristece recordar, que en un principio pudimos ser poco comprensivos con aquella extraña elección que habías hecho. Renunciar a volar. 

Nuestra hija, aquella pequeña que tanto había disfrutado de cada vuelo que habíamos hecho con ella, y de los que había empezado a hacer ella por sí misma.

Nos sentíamos confusos, sin saber muy bien cómo ayudarte, ayudarte a recuperar tu ilusión por volar, por ser libre nuevamente. A veces, intentábamos provocar tu interés, sin lograrlo. Y logrando sin quererlo, que entre nosotros se creara esa distancia. 

Nunca nos habíamos sentido tan lejos de nuestra pequeña, ni incluso cuando acostumbraba a surcar el cielo, lejos de nosotros. Puesto que en esas ocasiones sentíamos el calor de nuestros corazones, físicamente lejanos pero amorosamente conectados, y muy pero que muy cercanos.

Cada mañana amanecíamos juntos y separados a la vez. 

Nosotros queriendo creer que quizá no era tan malo dejar de volar, que podrías caminar igualmente. Que tus pequeñas piernas cumplirían sin apenas darte cuenta la función de tus alas. Y que también te guiarían para alcanzar tus sueños. 

Tú con tus ojitos brillantes pero a la vez tan distintos, distintos a los que creíamos conocer, recordar, cuando surcabas el infinito cielo.

Y así pasaron los días, quizás más de los que debieron pasar. Y poco a poco, dejaste de hablar del cielo, de lo bonito que era volar. De lo libre que te sentías desplegando tus ligeras alitas. Y tus ojitos dejaron de brillar, y ya no se veían distintos. Se veían tristes, sin luz. Y nosotros nos fuimos contagiando de tu tristeza, o quizás tu tristeza era la que nuestros ojos reflejaban desde hacía tiempo. 

Todos parecíamos haber cambiado tanto. Y no sabíamos bien el por qué. El por qué de tu mirada triste, ni el por qué de la tristeza de la nuestra. Intentamos con todas nuestras fuerzas convencernos de que realmente no querías volar, intentamos olvidar que un día lo podíamos hacer juntos. Hasta que finalmente todos dejamos de hacerlo, todos dejamos de volar. 

Sin embargo, cuando pensábamos que todo estaba perdido, que te habíamos perdido, que nos habíamos perdido, un golpe de viento inesperado abrió las ventanas de tu habitación, dejando caer tus alas al suelo. Estaban escondidas, tras las tupidas cortinas, bien ocultas para que nadie pudiera encontrarlas. Nos miramos en silencio antes de que sintiésemos cómo despertaba en cada uno de nosotros un profundo dolor que comenzó a recorrer nuestro interior sin control.

No fue fácil. Nos enfadamos con nosotros mismos, con el viento, porque con su descaro descubrió tus alas. Y aunque nos duela en lo más profundo de nuestra alma, también nos enfadamos contigo. Pues pensamos que era una manera de mostrar tu rebeldía contra nosotros, dejar tus alas para ponerte a caminar.

Y entonces apareciste tú ante nosotros. Y al alzar tus pequeñas alas hacia ti, tus ojos volvieron a brillar y como si de un manantial se tratase, comenzaron a brotar de ellos, infinitas lágrimas. Y con ellas, se iban desvelando todos tus secretos hasta ahora ocultos, ocultos junto a tus alas. Tu vergüenza, tu culpa, tu dolor, tu incomprensión, tu miedo, tu soledad. En silencio, sin apenas quejarte, llorabas. Y nosotros contigo. 

Nuestras lágrimas seguían a las tuyas, queriendo alcanzarlas, queriendo abrazarlas. Al acercarnos a ti, bajaste tu mirada, mientras tu cuerpo temblaba. Desplegamos nuestras alas, y te envolvimos suavemente con ellas. Permanecimos en silencio, meciéndote al compás del batir de nuestras alas. Levantaste la mirada, esta vez posaste tus ojos en los nuestros, y con los nuestros te invitamos a mirar el cielo. Tus ojos volvieron a brillar, pero esta vez reflejaban una profunda calma y cierta esperanza.

Y entonces volvió a ocurrir, el viento volvió a soplar, esta vez de forma más suave, logrando que nuestros corazones de nuevo sintieran esa conexión, ese calor que habíamos dejado de compartir, y que tanto necesitábamos volver a sentir.

Y dejándonos llevar por el viento y el lenguaje de nuestros latidos, abrimos nuestras alas, y manteniendo tu mirada con la nuestra, alzamos el vuelo, contigo sobre nosotros. Recibiendo nuestra protección, nuestro soporte para volver a volar, para volver a recuperar tu libertad, surcando nuevamente el cielo. 

Pero nuestro entusiasmo no nos permitió ver que quizás fue demasiado pronto para ti, pues en pleno vuelo, atemorizada cerraste fuertemente tus ojos. Tu cabello suelto comenzó a enredarse con el nuestro y sintiendo que podíamos perder el control, el temor se apoderó de los tres. 

Y entonces volvió a ocurrir. Sin saber muy bien cómo, el viento nos susurró al oído, sosegándonos, y logrando que el calor de nuestro corazón brotara más fuerte. Y de forma mágica, como si de un bálsamo milagroso se tratara, la calidez de nuestros corazones acarició tu temor, acunándolo. Y de nuevo tus ojos volvieron a brillar, reflejándose el cielo en ellos. 

En pleno vuelo, y al volver a mirarte, quisimos gritar que nadie debió arrebatarte tus pequeñas alas, y con ellas tus sueños, tus deseos. Pero nuestras voces apenas podían escucharse. Es por eso, que sentimos que debíamos compartirlo con el viento. Nuestro gran aliado en el vuelo, cuando con su destreza nos ayuda a mantener nuestro rumbo. Quien nos empuja con su fuerza cuando nuestras alas pierden la suya. Ese gran sabio del arte de volar, que planea sobre el aire, la tierra y el mar. Que puede llegar a cualquier rincón, rompiendo el silencio del lugar para desvelar aquellos secretos que nunca debieron serlo. Y que si la ocasión lo requiere, puede tornarse con fuerza y convertirse en un poderoso huracán, para proteger otras alas, otros sueños, otras almas.

De regreso, todo parecía tan distinto, el cielo, nosotros, tú. No podemos decir si era mejor o peor que tiempo atrás, cuanto tú tenías tus alitas. Sólo que era distinto.

Reconozco que tardamos tiempo en poder entender y aceptar lo que te había ocurrido, lo que te habían hecho a ti y a tus pequeñas alas. Ahora sabemos y sentimos que fue profundamente doloroso e injusto para ti, que sin piedad se atrevieran a dañar tus alas. Nunca debió pasar. Y aunque lo hemos deseado y reclamado con todas nuestras fuerzas, no hemos encontrado la manera de que pudieras recuperar tus antiguas y queridas alas. Pero a pesar de todo, creemos que no debes renunciar a tus sueños, renunciar a la libertad que te ha dado volar, y si de momento quizás no puedes tener tus alas, nosotros podemos prestarte las nuestras para seguir volando, para seguir soñando. 

Y así nuestra valiosa niña, cuando tus nuevas alas estén acabadas y tú estés preparada para poder volver a vestirlas, volverás a volar por ti misma y nosotros volveremos a volar contigo. Nuevamente libres, nuevamente surcando el cielo.

No tengas prisa pequeña, esperemos al viento. Él guiará nuestras alas, para nosotros guiar las tuyas.


REFERENCIAS

“La neurobiología del amor y las relaciones humanas” (2020) Dr. Stephen W. Porges y  Dra. Sue Carter Porges . Formación Instituto Cuatro Ciclos.

domingo, 19 de diciembre de 2021

Curso online de sensibilización a la Traumaterapia de Barudy y Dantagnan abierto a toda la comunidad hispanohablante

 

La Traumaterapia de Barudy y Dantagnan© 

en Hispanoamérica

Abierto a toda la comunidad mundial hispanohablante

Nace IFIV HISPANOAMERICA

Y lo celebramos con un curso:

Curso online de sensibilización a la traumaterapia

Sábados 15 y 22 de enero

¡Les esperamos!


Información e inscripciones:

información.ifivhispanoamerica@gmail.com 

Folleto con el programa


Folleto con el programa


sábado, 11 de diciembre de 2021

AVISO sobre las V Conversaciones sobre apego y resiliencia infantil, a celebrarse en San Sebastián-Donostia los días 6-7 mayo 2022

V Conversaciones sobre apego y resiliencia infantil

San Sebastián-Donostia, 6-7 de mayo de 2022


San Sebastián-Donostia, País Vasco (Spain)



En este vídeo os cuento que seguimos 
adelante con las V Conversaciones

lunes, 6 de diciembre de 2021

El cuento "Estoy contigo", una metáfora perfecta para comprender la esencia de la psicoterapia y la parentalidad terapéutica

La época del confinamiento en pandemia por COVID 19 no fue totalmente negativa para algunos de nosotros/as. En concreto, a Maryorie Dantagnan y a mí se nos reveló como una etapa muy creativa, pues disponíamos de mucho tiempo para pensar en cómo mejorar nuestro trabajo terapéutico con los niños/as, los jóvenes y las familias que acuden a nuestras consultas de traumaterapia, a nuestras salas de valientes. Sentíamos que teníamos que crear y aportar material para apoyar a todos y todas los que son afectados por traumas (el COVID 19 y sus consecuencias son factores potencialmente traumáticos). En especial a los niños/as, cuya vulnerabilidad y dependencia para sobrevivir son mayores que las de los adultos.

Maryorie Dantagnan me pasó -en la etapa en la que estuvimos confinados en casa- una de sus habituales grandes picadas: el cuento "Estoy contigo". A ambos nos atrapó de inmediato y, curiosamente, nos sugirió lo mismo: una preciosa y entrañable metáfora del apego terapéutico (Siegel, 2007), de las que entra directamente al hemisferio derecho del cerebro, con más fuerza que todas las palabras del mundo juntas. Leyendo este cuento tan sensible y cálido, uno comprende de inmediato lo fundamental de toda psicoterapia. “Lo esencial es invisible a los ojos” – se dice en otro cuento ("El Principito"). Sin embargo, "Estoy contigo" creo que ha conseguido romper esta máxima y ha logrado -al menos en el ámbito del trabajo con pacientes en psicoterapia-, hacer que lo esencial (el apego terapéutico) se haga visible y palpable. 

Maryorie y yo pensamos en esta idea: adaptar este cuento, sin desvirtuarlo, para ilustrar la trascendencia que tiene el logro de un apego terapéutico con los pacientes (Siegel, 2007), ya que es una de las BASES sobre la que debe de descansar toda intervención psicoterapéutica. Sin el sustento de este apego cualquier intento de aplicación de técnicas psicoterapéuticas conducentes a la sanación emocional del niño/a no funcionará. Con el subsiguiente riesgo de que el profesional ante el fracaso haga sus elaboraciones y composiciones mentales para racionalizar y responsabilizar al niño o niña de que la terapia no es viable porque él o ella no pone de su parte… Cuando en realidad la escasa capacidad relacional de aquel está impidiendo que el chico o chica puedan acceder a las técnicas terapéuticas. No hay confianza y seguridad en la relación terapéutica por parte del niño/a, tan cruciales en una psicoterapia; y no digamos para personas víctimas de malos tratos que han perdido la confianza en el ser humano y lo viven como alguien peligroso o del cual guardarse… Si el trauma sucede en una relación interpersonal porque la misma persona con la que tienes un vínculo te ama/agrede, es precisamente dentro de una relación interpersonal de buenos tratos donde se puede reparar y volver a restaurar esa confianza.


Portada del cuento "Estoy contigo"

Para adquirir el cuento "Estoy contigo"haz click AQUÍ


Cori Doerrfeld
“Estoy contigo” es un cuento escrito por Cori Doerrfeld. Cuando todo se vuelve patas arriba, Taylor no sabe a quién recurrir. Los animales creen tener la solución perfecta. La gallina quiere hablar sobre el tema, pero a Taylor no le apetece charlar; el oso opina que Taylor debería enfadarse, pero esta tampoco parece la mejor opción... Uno tras otro, todos los animales intentan decirle a Taylor cómo actuar, y uno detrás de otro, todos fallan. Entonces llega el conejo y se sienta a escuchar en silencio. ¡Justo lo que Taylor necesitaba!

Hace poco leí que en muchas ocasiones la literatura explica las cuestiones psicológicas mejor que los libros profesionales. Estoy de acuerdo, sin ninguna duda, de que esto es así. “Estoy contigo” es una prueba de ello. Creo que no se puede concebir mejor manera de explicar conceptos tales como la sintonía emocional, la empatía y la contención, sin los cuales una psicoterapia no puede funcionar ni avanzar. El sistema de apego de un paciente no puede estar permanentemente activado, sino que debe de desconectarse para que pueda activarse el de la exploración. Explorar en psicoterapia no es otra cosa que mirar en el interior y reflexionar sobre los rasgos y características de mi personalidad, acerca de mi yo y mis circunstancias, pasadas y presentes. Es, entre otras cosas, acercarse a vulnerabilidades y recursos, es conectar con el dolor emocional y poder procesarlo para desarrollar nuevos insights. Por ello, el paciente conseguirá esta exploración sólo si su seguridad y fiabilidad en el terapeuta son sólidas, una vez que la confianza epistémica (Fonagy, 2016) proveniente del terapeuta se valora como fuente honesta, genuina, empática, contenedora y cordial. 

El cuento "Estoy contigo"

Cuando estudié psicología no se valoraba la relación terapéutica como se valoraban otros aspectos. Cuando me formé en postgrados en los cuales aprendíamos técnicas para tratar a los pacientes, el acento se ponía excesivamente en el conocimiento de las herramientas dirigidas a tratar las patologías y trastornos. Incluso en recientes formaciones como EMDR y IFS-Sistemas Internos de Familia (estoy estudiándola actualmente) la relación terapéutica se menciona y se habla de su importancia, pero en mi opinión no ocupa el lugar que merece. En EMDR porque la técnica y la aplicación de protocolos pueden dar lugar a un error: creer que acortar los tiempos es siempre deseable. Por su parte IFS considera que el self del sujeto es lo primordial, cuando algunos pacientes con trauma crónico necesitan primero el apoyo del self del terapeuta, pues las partes de su personalidad están tan fragmentadas que carecen de esta integración (conciencia del self). Igual podemos decir de la técnica de la caja de arena: lo fundamental es la armonía relacional, que las miniaturas y la caja con arena no nos fascinen tanto que nos olvidemos del marco fundamental: un proceso psicoterapéutico es siempre relacional. 

En este sentido, Kuchuck (2020) afirma: «el paciente y el terapeuta crean una tercera entidad con sus propias dinámicas, ritmos y características. Cada miembro de la diada clínica participa en las interacciones de tal modo que cada uno las siente como si se dieran fuera de uno mismo y teniendo vida propia. […] «En otras palabras, ambos, analista y paciente, participan en un ámbito comunicacional en el cual el significado está siendo continuamente co-elaborado». […] «El analista está emocional y corporalmente inmerso en un terreno compartido con el paciente». […] «La intersubjetividad incluye la toma de conciencia de un concepto central para el pensamiento relacional: la co-creación, la suposición de que las interpretaciones, la percepción y la comprensión dependen del ajuste intersubjetivo particular de cada díada única. Incluso si lo objetivo existe, solo el paciente y el terapeuta pueden conocerlos de manera subjetiva». […] «Los modelos más antiguos del psicoanálisis no consideran las implicaciones de la subjetividad del clínico y que el observador-terapeuta es parte de la terapia. La experiencia del analista se mide por el grado en que puede facilitar la exploración de la dinámica intersubjetiva de un tratamiento para ayudar al paciente a obtener una mejor comprensión de las relaciones, internalizaciones, repeticiones y barreras para el cambio deseado». Es estimulante y reconfortante saber que el modelo de Barudy y Dantagnan -desde el cual trabajo- incorpora desde sus orígenes este reconocimiento -y respeto- al otro como un sujeto. Personalmente, me encanta cuando Kuchuck (2021) piensa que el profesional es un «relacionalista» y no un «analista». 

Del mismo modo, Muller (2020) refiere: «recuperarse de un trauma es algo difícil de hacer solo. La psicoterapia es un relato, pero también es un intercambio personal. El componente interpersonal de la psicoterapia es fundamental para la sanación del trauma. En un metaanálisis se encuentra que la alianza entre clínico y paciente es mucho más decisivo en un tratamiento exitoso que cualquier otro factor controlado por el terapeuta. Y estos hallazgos han sido corroborados repetidamente. Una buena relación terapéutica –empatía, calidez, aceptación y aliento- es mucho más útil que la escuela de pensamiento específica seguida por el clínico».

Por eso, Muller concluye: «Antes de lanzarse a la terapia del trauma, antes de enfocarse en experiencias abrumadoras o en pérdidas dolorosas, antes de reflexionar sobre miedos, heridas y vulnerabilidades profundas, en resumen, antes de abrirse, los supervivientes del trauma deben experimentar una sensación de contención» (Muller, 2020).

Creo que las personas que más me han enseñado sobre la importancia de la relación y el apego terapéutico (Siegel, 2007) han sido y son los niños y las niñas que llevo tratando en psicoterapia desde el año 1999 que comencé como psicólogo-psicoterapeuta en los programas de acogimiento residencial y familiar para la Diputación Foral de Gipuzkoa. Aquí es donde puedo constatar que cualquier tipo de prisa porque estos chicos y chicas se abran perjudica más que sana, por muy bien intencionado que el profesional sea y sea cual sea la técnica que use. Descubrí el postgrado de traumarterapia de Barudy y Dantagnan en el año 2004 y esta formación cambio mi manera de entender la vida y la psicoterapia con los niños y las niñas que sufren la pesada carga del maltrato. Porque aquí fue donde se le dio a esta relación su valor central, empezando por incluir en su programa formativo el trabajo con la persona del terapeuta. Este es el principal instrumento de cambio terapéutico.

Tanto Maryorie Dantagnan como yo, estando ambos en la misma sintonía, entendimos y sentimos, al leer este cuento y quedarnos maravillados, lo que es verdaderamente la psicoterapia. Y por eso decidimos crear -durante el confinamiento, en pandemia- una adaptación de este cuento para ofrecerlo como material psicoeducativo a los profesionales en formación de nuestro postgrado de traumaterapia, de tal modo que desde el principio de sus carreras se lleven lo que consideramos la esencia de todo el trabajo psicoterapéutico y además, lo más difícil de conseguir. No todo psicoterapeuta está capacitado para esto, en ello no forman la mayoría de los postgrados. Creo que la terapia personal, el autoconocimiento y el vivir una experiencia de mentalización y empatía con un profesional cálido y sensible son claves para poder interiorizarlo y por tanto poder dárselo a los niños y niñas. Uno ya puede tener como profesional cursados y estudiados todos los postgrados del mundo que si carece de las cualidades personales que se adquieren en las experiencias de apego seguro que experimentamos a lo largo de la vida, no podrá ser un terapeuta conejo, como el del cuento, fundamental para poder ser todos los demás terapeutas anteriores para el niño protagonista del cuento.

Hemos pedido permiso a Cori Doerrfeld para compartir un pdf que Maryorie Dantagnan y yo hemos creado en base al cuento y nos hemos encontrado con una excelente respuesta por su parte, generosa y alabando nuestra propuesta. Ella celebra que hayamos podido encontrar en su cuento una aplicación tan positiva y útil para nuestro trabajo. ¡Muchas gracias! 

Además, hemos desarrollado una adaptación del cuento para cuidadores de niños y niñas, pues creemos que también ellos y ellas deben de primar las cualidades personales como base y sustento para que el niño/a pueda abrirse, comunicar, elaborar y hacer un proceso resiliente.

Os compartimos el archivo pdf tomando como referencia el cuento para crear ambas versiones: profesionales y cuidadores. No sólo lo acercamos a los alumnos/as de nuestro postgrado de traumaterapia, sino que también lo ponemos a disposición de todos/as los/as profesionales cercanos a la Red Apega que seguís este blog y que compartís nuestra filosofía. También, por supuesto, con los padres, las madres, los acogedores/as, los cuidadores/as y todo aquel/aquella que esté involucrado en la labor de cuidar y criar a un niño o niña, tarea de toda la tribu. Somos conscientes de que puede ser muy beneficioso para la infancia. Creo que este cuento nos ayuda a reflexionar y nos da una edificante experiencia de qué es lo verdaderamente humano. Y la psicoterapia no deja de ser un encuentro y comunicación entre dos humanos, uno "más fuerte y sabio", el adulto, como decía John Bowlby. El niño/a necesita sin duda de nuestra competencia relacional. Es lo más importante.

Si deseas recibir el pdf en base al cuento que contiene el texto original junto con las explicaciones psicoeducativas hechas por Maryorie Dantagnan y por José Luis Gonzalo (servidor), escríbeme a este correo electrónico especificando si eres profesional o cuidador (padre, madre, acogedor, acogedora…) Dime en unas breves líneas tu motivación para tener este material.

jgonzalomarrodan@yahoo.es 

Con paciencia os lo iré enviando a todos y todas. Tenemos el permiso de la autora para compartir el pdf. No obstante, os recomiendo vivamente que compréis esta joya y la guardéis como oro en paño en vuestra biblioteca. Para mí, el mejor cuento que he leído.