Escribo esta entrada para hablar
de un tema que me ha propuesto una madre adoptiva que observa que su hijo
presenta distintos tics nerviosos y,
además, se muerde las uñas y se arranca los padrastros o pellejitos de las uñas
hasta hacerse heridas. Me preguntaba si existe una relación entre experiencias
de malos tratos y abandono en la infancia y estas conductas.

Reflexionando sobre la propuesta de esta madre, empecé a recordar a los pacientes (niños y adolescentes) que han pasado a lo largo de los años por mi consulta y reparé en que, en efecto, muchos se mordían habitualmente las uñas y se arrancaban los pellejitos (se hacían heridas verdaderamente importantes, este dato merce ser destacado porque, como veremos más adelante, sugiere tensión psíquica interna) Sobre los tics, no lo he observado tanto, recuerdo menos casos (por ejemplo, traté hace unos años a un adolescente con Trastorno de Gilles de la Tourette, un trastorno de tics grave que implica múltiples tics motores y verbales; está asociado a otras patologías como el Trastorno obsesivo-compulsivo, Hiperactividad… Curiosamente, este joven tenía antecedentes de violencia doméstica)
He encontrado en esta página de internet una definición que me ha gustado sobre tics: Un tic es un movimiento o gesto súbito, de corta duración y repetitivo que típicamente mimetiza algún aspecto de la conducta normal. Los niños suelen atribuirles un carácter involuntario, mientras que los mayores y los adultos, a menudo los describen como asociados a un impulso somatosensorial no deseado que se ve momentáneamente aliviado mediante la realización del mismo.
Los tics pueden ser motores o verbales
(movimientos de la cabeza, cuello, hombro…) o verbales (vocalizaciones de
sonidos, palabras…) También pueden ser transitorios o crónicos.
Como podéis leer, respecto a las
causas, aparte de los factores genéticos, que juegan un papel, también citan
-entre los ambientales- al estrés. De todos modos, sobre este tema de la
genética/ambiente, hace un tiempo hablamos en unas cuantas entradas sobre unos
artículos interesantísimos que se habían publicado en la revista Mente y cerebro. En ellos, se hablaba de la epigenética, una nueva ciencia, que explica
cómo los genes pueden modular su manifestación y expresión de acuerdo a las
influencias ambientales. Lo importante es la resultante de esta interacción. El
artículo en Mente y cerebro explica con mucho detalle la complejidad que supone
la interacción genes/ambiente. Esta ciencia es apasionante y a lo largo de los
años se irán conociendo cuáles son los mecanismos epigenéticos, aún
desconocidos en muchas enfermedades y trastornos.
Los niños víctimas de malos
tratos (físicos y emocionales) y abandono (físico y emocional también) están en
riesgo de padecer cualquier tipo de patología. La literatura científica agrupa
las patologías o trastornos clínicos -en el caso de los niños-, en si éstos son más
internalizados (ansiedad, depresión…) o más extrernalizados (trastorno de
conducta, hiperactividad, agresividad…) Los tics y el morderse las uñas
(onicofagia) o arrancarse los pellejos entrarían en la esfera de
los externalizados. Y, probablemente, no será la única alteración o trastorno
que el niño o el joven presentará. Lo más seguro se manifestarán dentro de
trastornos de ansiedad, hiperactividad, trastornos del desarrollo, del estado
de ánimo… Es lo que se denomina comorbilidad: la co-ocurrencia de dos o más
trastornos en una persona.
Los niños y adolescentes que han sufrido malos tratos o abandono son más vulnerables a presentar casi todos los trastornos. Cada persona es un mundo, con su herencia genética, su
temperamento y su historia de vida (en todos los casos antecedentes de maltrato
y abandono en distintos grados: leve, moderado, severo; unos de una manera más
puntual, otros como una durísima experiencia a lo largo del tiempo) He podido
comprobar, como digo, que con antecedentes de malos tratos y abandono pueden surgir todo
tipo de patologías (aunque conviene dejar claro que la experiencia del maltrato no es el único factor, existen otros, específicos para cada patología, que también inciden en la aparición de la misma), no sólo las más graves sino también las consideradas menos
graves: ansiedad generalizada, trastorno depresivo mayor, trastorno bipolar,
hiperactividad, trastorno de conducta (éstos entre los más frecuentes),
trastorno obsesivo-compulsivo, trastornos de la eliminación (enuresis,
encopresis), trastornos de la conducta alimentaria (bulimia, atracones…),
trastornos psicóticos (esquizofrenias precoces, trastorno delirante),
trastornos disociativos, trastorno de tics, trastornos del desarrollo, consumo
de sustancias, trastorno del control de los impulsos, trastornos
psicosomáticos… Y, como denominador común a todos ellos, el que Jorge Barudy y
Maryorie Dantagnan denominan el trastorno de los trastornos: el trastorno del
apego reactivo severo o alteraciones en la vinculación (evitativa;
ansioso-ambivalente; desorganizada) Es todo el ser del niño, su
manera de sentir, relacionarse y pensar el mundo y a los demás el que queda
afectado por el impacto de los malos tratos. El comportamiento violento y la
posibilidad de entrar en el ciclo de la violencia en el futuro (el maltrato se
asocia con la posibilidad de poder manifestar conductas violentas en la vida
adulta) es otra de las consecuencias nefastas. Lo cual sugiere que la capacidad
empática puede quedar afectada.
En el caso de los tics, sabemos
que el estrés es un factor importante en el desencadenamiento y en el
mantenimiento de los mismos. ¿Existe mayor estrés que el de ser abandonado o
maltratado? Evidentemente, los tics pueden asociarse a estas duras experiencias
infantiles y las mismas constituirse en factores de vulnerabilidad que, en
interacción con otros factores internos y externos al sujeto, causen la aparición del
trastorno por tics. Y si, además, para que los tics desaparezcan -o mejoren con
el tratamiento- es importante la gestión del estrés cotidiano, nuestros niños adoptados o acogidos (que suelen provenir de otro país; han de aprender otro idioma; adaptarse al
colegio; estudiar y rendir; hacer amigos y conseguir ser aceptado por ellos;
concentrarse; agradar a la familia; controlar su comportamiento y sus impulsos; elaborar su historia de vida; enfrentar sus orígenes…), ¿van a estar sin factores estresantes?
Vamos, que tienen un gran desafío y pasan por muchas situaciones y eventos de
vida que les estresan. Teniendo unos cimientos debilitados, es más complicado
saber manejar el estrés; es por ello que los tics se convierten en una forma de poder canalizar la ansiedad que viven ante ese estrés. Por ello, en las etapas en que éste es menor o aprenden a manejarlo, los tics disminuyen. Pero aprender a regularse emocional y conductualmente es su gran desafío, les lleva tiempo.
La onicofagia o arrancarse los pellejos son actos que creo les permite canalizar la agresividad y/o la culpa interna y/o las tendencias autopunitivas. Mucha de esta tensión acumulada se desplaza hacia esa zona en el acto de “morder” o “arrancar”. Esto está sujeto a muchas interpretaciones. No soy demasiado amigo de las interpretaciones. Pero algo que me han ratificado muchos niños y jóvenes (por eso lo pongo, porque ellos lo han reflexionado así con mi ayuda) en su trabajo terapéutico es que la dura experiencia de ser maltratado (vejado, insultado, despreciado, ignorado…) durante mucho tiempo por seres que son tus padres o familiares (esto es aún más grave que si el maltratador es ajeno a la familia) y de los cuales esperas que te quieran y te cuiden, les hace sentirse alienados. “Yo me sentía como un trapo”, me dijo una vez una joven. “Eso no se le hace ni a un animal”, me dijo otro joven. La peor herencia del maltrato es la afectación al apego y a la manera que tienes de verte. Daña severamente tu autoconcepto y al final terminas definiéndote tal y como los demás te han definido y considerado. Por ello, muchos piensan y sienten que se merecían el maltrato, se sienten culpables. Y la culpa es lo peor, es un cuchillo interior. De ahí que la agresividad sea una de sus respuestas típicas. En el caso de morderse las uñas es un síntoma que indica un modo de canalizar esa autopunición interior que se traduce en una tensión que se descarga en el morder, arrancar… hasta hacerse daño. Morderse y hacerse daño guarda relación con el autocuidado. Si crees merecer ser maltratado, te autocastigarás y no te autocuidarás. Y una forma de hacerlo es mordiéndose los pellejos o arrancándoselos hasta sangrar.
Es también cierto que la moderna neurociencia ha descubierto que hay personas que la única manera que han aprendido a liberar emociones y vivencias no integradas en el cerebro/mente es mediante las autolesiones. Morderse y arrancarse los pellejos es un modo de autolesionarse. La autolesión produce la liberación de unas sustancias, opioides internos, que a pesar del daño actuarían después como autocalmantes y pueden producir que la persona no pueda evitar engancharse a estas conductas.
La onicofagia o arrancarse los pellejos son actos que creo les permite canalizar la agresividad y/o la culpa interna y/o las tendencias autopunitivas. Mucha de esta tensión acumulada se desplaza hacia esa zona en el acto de “morder” o “arrancar”. Esto está sujeto a muchas interpretaciones. No soy demasiado amigo de las interpretaciones. Pero algo que me han ratificado muchos niños y jóvenes (por eso lo pongo, porque ellos lo han reflexionado así con mi ayuda) en su trabajo terapéutico es que la dura experiencia de ser maltratado (vejado, insultado, despreciado, ignorado…) durante mucho tiempo por seres que son tus padres o familiares (esto es aún más grave que si el maltratador es ajeno a la familia) y de los cuales esperas que te quieran y te cuiden, les hace sentirse alienados. “Yo me sentía como un trapo”, me dijo una vez una joven. “Eso no se le hace ni a un animal”, me dijo otro joven. La peor herencia del maltrato es la afectación al apego y a la manera que tienes de verte. Daña severamente tu autoconcepto y al final terminas definiéndote tal y como los demás te han definido y considerado. Por ello, muchos piensan y sienten que se merecían el maltrato, se sienten culpables. Y la culpa es lo peor, es un cuchillo interior. De ahí que la agresividad sea una de sus respuestas típicas. En el caso de morderse las uñas es un síntoma que indica un modo de canalizar esa autopunición interior que se traduce en una tensión que se descarga en el morder, arrancar… hasta hacerse daño. Morderse y hacerse daño guarda relación con el autocuidado. Si crees merecer ser maltratado, te autocastigarás y no te autocuidarás. Y una forma de hacerlo es mordiéndose los pellejos o arrancándoselos hasta sangrar.
Es también cierto que la moderna neurociencia ha descubierto que hay personas que la única manera que han aprendido a liberar emociones y vivencias no integradas en el cerebro/mente es mediante las autolesiones. Morderse y arrancarse los pellejos es un modo de autolesionarse. La autolesión produce la liberación de unas sustancias, opioides internos, que a pesar del daño actuarían después como autocalmantes y pueden producir que la persona no pueda evitar engancharse a estas conductas.
El tratamiento psicoterapéutico
centrado en el apego va consiguiendo, entre otras muchas cosas, que el niño
modifique (lentamente) su autoconcepto y el síntoma (tics, morderse uñas...) irá mejorando. Una forma de trabajar este problema es de un modo indirecto: mediante el tratamiento de su
autoconcepto, tratando la ansiedad y la culpa de base, a través de una relación
terapéutica que le permita experimentar otro tipo de adultos que le miran y
consideran de otra manera… O, a veces, los tics, según su gravedad, pueden
requerir un abordaje directo mediante técnicas conductuales. En el caso del Trastorno de Gilles de la Tourette se puede necesitar de un abordaje multidisciplinar
(psiquiatra) en base a farmacología porque el cerebro puede estar afectado
funcionalmente.
Ocurre que los niños con antecedentes de malos tratos no suelen presentar los tics o la onicofagia como problemas únicos. Suelen manifestar, desgraciadamente, muchos otros problemas (emocionales, conductuales, relacionales, de desarrollo, sociales...) por lo que -ya lo sabemos- el tratamiento ha de ser integral y establecer prioridades.
Siempre insisto en lo mismo: con paciencia y ayudas familiares, médicas y psicoterapéuticas, así como con la maduración cerebral, los niños van evolucionando positivamente de este problema y de otros.
Imagen cogida de www.buenasalud.net