lunes, 6 de octubre de 2014
"Tormenta cerebral", supremo libro de Dan Siegel con una nueva mirada sobre la adolescencia
lunes, 31 de agosto de 2009
Dibujo infantil y depresión
El dibujo espontáneo del niño que puede revelar depresión está basado en las narrativas del propio niño en respuesta a sus imágenes más que en elementos específicos o símbolos de sus expresiones artísticas.
4 temas parecen ser particularmente importantes (tanto para el contenido como para las narrativas del niño): tristeza/pérdida; aislamiento-soledad; desesperanza; temas de destrucción o autodestrucción. Estos 4 aspectos no son fácilmente separables y los niños a menudo expresan uno o más en sus dibujos o narrativas de expresión artística.
Tristeza/pérdida: son generalmente fáciles de reconocer en el trabajo artístico de los niños. El uso del color negro en un dibujo (cuando la mayoría de los niños lo haría mucho más colorista) es algunas veces un indicador directo de la existencia de la depresión. Otros indicadores pueden incluir lágrimas y lluvia, las cuales pueden aparecer en dibujos de casas, naturaleza u otros temas ambientales.
Aislamiento/soledad: puede incluir sentimientos de alienación, abandono y rechazo. A veces estos temas en los dibujos son bastante impactantes y otras veces más sutiles. El maltrato físico, el abuso sexual o el maltrato psicológico pueden ciertamente causar sentimientos de aislamiento y alienación, especialmente si el daño proviene de la propia familia.
Destrucción: Los temas destructivos referidos a depresión incluyen auto-denigración, auto-destrucción, culpa y muy baja autoestima. Los niños pueden adoptar una actitud auto-despreciativa, dibujando auto-imágenes que se ríen de ellos mismos o los representa como feos o carentes de atractivo. No es sorprendente que los niños que han sido víctimas de negligencia o abusados se perciban a sí mismo como dañados o no atractivos en sus dibujos.
Otros dibujos de niños deprimidos pueden reflejar sus propias conductas auto-destructivas y sentimientos de fracaso. Un niño de 8 años actuaba su frustración por la separación de los padres (había sido ingresado en un centro de acogida) mediante encopresis. Este niño dibujó un coche de carreras bien detallado emitiendo una amplia humareda del tubo de escape. Aunque los coches de carreras son un tema típico que aparece en los dibujos de los niños, el humo negro fue notablemente profuso. Este humo sugirió a la psicóloga que podía reflejar la expansión de las heces (el niño extendía sus heces por el centro de acogida) El no sólo se sentía deprimido y frustrado por su situación familiar, sino también por su encopresis, así como avergonzado por lo que había estado haciendo.
El coche de este niño es una metáfora de su problema, pero es una imagen, digamos benigna, comparada con otra violenta imaginería que puede observarse en niños seriamente deprimidos.
jueves, 30 de julio de 2009
"Del suicidio no se habla..."
El profesor Gualberto, dentro de la mesa redonda titulada: La depresión: ¿es el precio que tenemos que pagar por la calidad de vida en el primer mundo o es algo que siempre se ha dado en la humanidad?, lanzó a los presentes los siguientes datos que dan que pensar:
España ocupa, dentro de los países de la Unión Europea, el tercer puesto, por la cola, en víctimas por violencia doméstica. Y tenemos una ley desarrollada para proteger a las personas que la padecen. Con respecto a las víctimas por ataques de perros de los denominados peligrosos, la estadística por muertes es bajísima. Y también existe una ley que regula los requisitos para la tenencia de estos supuestamente animales violentos -o entrenados para serlo-
Y todo eso está muy bien, refirió el profesor Gualberto. Pero, añadió, en España, d

Añadió que, entre los afectados por cánceres terminales, se producen muchas muertes por suicidio. Y, en la única investigación que él conoce, se señalaron las creencias religiosas como el principal freno para no cometer un acto suicida.
¿Qué diríamos si los telediarios abrieran con entradillas dando el número de personas que se han suicidado cada día? Nos llevaríamos las manos a la cabeza ¿Por qué es algo de lo que no se habla?
Es necesario abordar este tema directamente con las personas depresivas porque se sabe que hablar con alguien de su deseo de poner fin no hace que se suicide, sino todo lo contrario: ponerlo en palabras baja el nivel de angustia asociado y se reduce la probabilidad de que se cometa el fatal acto de poner fin a una vida.
lunes, 16 de febrero de 2009
Rachmaninov, la belleza tras la superación

sábado, 22 de noviembre de 2008
Charla-coloquio en el Colegio Marianistas de San Sebastián sobre el duelo en el desarrollo evolutivo de los niños

Este año la charla se centro en el tema del duelo en los niños. Se abordaron los siguientes puntos: qué es el duelo, cómo se manifiesta en los niños, cuándo podemos hablar de duelo complicado y qué ocurre cuándo hay ausencia de manifestaciones. Al mismo tiempo, se dieron pautas sobre cómo acompañar a los niños en distintas situaciones de duelo a lo largo del ciclo vital a las cuales pueden estar expuestos: la muerte de seres queridos, la separación de los padres y los niños que experimentan múltiples pérdidas.
Se inicio la charla subrayando que el duelo es una experiencia normal ante una pérdida, que precisamos expresar el dolor y elaborar la pérdida. Aunque hay personas que no precisan esa liberación y por ello no son raras ni nada parecido. Hay tantas reacciones al duelo como personas.
Se expuso cómo los niños responden ante una pérdida: con ira, con culpa, con alteraciones del comportamiento y manifestando regresiones (conductas de etapas anteriores a las cuales regresan, transitoriamente, como chuparse el dedo u orinarse en la cama) Hay niños que van a exteriorizar las reacciones y otros que van a dar una respuesta interiorizada.
El debate fue animado, con numerosas intervenciones, de altura, donde los presentes pudieron exponer sus dudas, inquietudes, experiencias… y compartirlas. Un tema difícil de verbalizar al que hay que perderle el miedo y enfrentarlo, pues tarde o temprano todos viviremos experiencias de duelo. Y hay que preparar a los niños para ello.
Agradezco a toda la comunidad escolar de los Marianistas la invitación, la excelente acogida dispensada y el alto grado de participación.
lunes, 15 de septiembre de 2008
"Lo comprendo, pero no lo acepto"

En una situación así, se resiente la autoestima. Todos somos capaces de comprender que hay que dejar paso a los más jóvenes, pero nos cuesta aceptar que tenemos que terminar nuestra vida laboral, sobre todo cuando nos percibimos en plenas facultades y pensamos que nuestras cualidades podrían canalizarse a través de otros puestos. Pero parece que los empresarios optan por animar a los trabajadores a acogerse a una indemnización más o menos sustanciosa para que dejemos paso. Y es ese dejar paso el que nos cuesta aceptar. La aceptación conlleva un nivel emocional, es más profundo que la comprensión racional. Porque supone conectar con el fin de una etapa de la vida y puede situarnos en crisis, al tener que acomodarnos otra nueva etapa que desemboca en la jubilación y, con ella, la vejez. Si nos preparamos para ese cambio y encontramos espacios en los cuales desplegar nuestras cualidades, nos seguiremos sintiendo útiles y productivos, necesidad que acompaña a muchas personas durante su vida. Y de ese modo, esa crisis de adaptación será afrontada y resuelta de un modo más saludable.
¿Interesan las personas mayores? Parece que la vejez no vende y no interesa porque se asocia a decrepitud, enfermedad... y muerte. Son conceptos tabú hoy en día. Interesa la juventud y comprar la inmortalidad. Vende más, y tanto vendes tanto vales, como critica Aute en una de sus magistrales canciones, La belleza
Creo que tenemos que recuperar a estas personas y ofrecerles espacios en los que puedan enriquecer a los demás con su sabiduría. Uno conoce gran cantidad de personas de edad, auténticas eminencias en muchos temas, que serían socialmente útiles, y que están marginadas.
Una lástima.
martes, 15 de julio de 2008
En verano, mejor ánimo
El verano es una buen época para el ánimo, cierto. Pero en psicología de la conducta se sabe que -a pesar de todas las trabas que se le quieran poner a este planteamiento, tildándolo de artificial- si una persona se activa conductualmente, se produce una mejoría de su estado afectivo-emocional. De hecho, está surgiendo toda una línea de terapia basada exclusivamente en activar conductualmente a un sujeto deprimido.
“Es que no tengo fuerzas” “Nada me apetece” “Sólo quiero estar en la cama” Son frases que a menudo se escuchan de las personas deprimidas. Yo les suelo animar a que hagan una programación de actividades. En realidad se sienten tan mal como dicen, sí. Pero, a la par, trato de hacerles ver que haciendo actividades, aunque al principio parezca que están levantando una piedra del esfuerzo extra que les supone, al rato se van a sentir muchísimo mejor de sus síntomas, especialmente de ánimo y de los síntomas psicosomáticos.
Antes hay que hacerle consciente al paciente de que esas verbalizaciones pueden estar distorsionadas, pues cuando padecemos una depresión presenta

Así que, ánimo para todos y a hacer actividades placenteras, especialmente los que padecen trastornos del estado de ánimo. Y en buena compañía, mejor. Un paciente que acude a mi consulta, cuyo nombre obviaré por mantener el secreto profesional, no creía en esta terapia. Hoy es el día que agradece haberse puesto en marcha, pues ha conseguido mejorar notablemente de sus síntomas y recuperar el ánimo. Para él, levantarse y pasear por Donostia se ha convertido en una parte imprescindible de su vida para lograr bienestar.
lunes, 14 de julio de 2008
Verdi, una historia de resiliencia

jueves, 19 de junio de 2008
"Estoy asediado"
Las personas que padecen obsesiones, o lo que las clasificaciones diagnósticas llaman Trastorno Obsesivo-Compulsivo, padecen un cuadro que genera en ellas alta ansiedad y un grado de deterioro de su actividad considerable, pues sus contenidos interfieren notablemente en su vida cotidiana.
Esta semana un paciente me hablaba de la incomprensión que recibe incluso por parte de los más allegados, que piensan que es una cuestión de voluntad. Todo esto aumenta más su culpabilidad y su desánimo. Es un trastorno, y como tal requiere tratamiento. Nadie culpa a un paciente por tener dolor de estómago; pues tampoco se debe culpar a una persona por padecer obsesiones.
Vivir con obsesiones es una tortura que solo lo saben quienes lo pad

El pensamiento (o la imagen, el impulso o el deseo) asedia la cabeza de la persona, como dice el paciente de mi consulta. Las obsesiones peores son las de contenido autolítico, como por ejemplo, pensar repetidamente en que uno va a suicidarse o hacerse daño. O hacer daño a sus seres queridos.
Normalmente, la persona hace esfuerzos por quitarse estas imágenes de la cabeza, por poner fuera de ella los deseos y/o el impulso de hacer/decir algo que se teme mucho y genera alta angustia. Y para ello, la mente crea pensamientos o imágenes cuyo fin es neutralizar ese pensamiento o impulso. Por ejemplo, si pienso en que me tiraré por la ventana, repetirme constantemente lo contrario. Cuanto más esfuerzos se hacen para neutralizar el pensamiento obsesivo, con más fuerza se instala el mism


martes, 6 de mayo de 2008
La muerte de un ser querido
No hay ningún ser humano que pueda escapar del manejo, tarde o temprano, de la experiencia de la muerte de alguien afectivamente cercano. La muerte no es algo sobre lo que podamos reflexionar con libertad; es un tema tabú, tanto como lo fue el sexo en su tiempo. Cualquiera que hable del tema en una reunión, será tachado de transmitir “mal rollo”. Incluso se ha apartado a los niños de la experiencia de la muerte de las personas. Los tanatorios son los lugares destinados a este fin, confinados en las afueras de las ciudades, lejos, para no contactar con lo que simbolizan. Por eso está aflorando un tipo particular de trastorno en nuestros días: El de Evitación Experiencial, que surge como consecuencia de la labor educativa de privar a las personas de experiencias que necesitan para su desarrollo psicológico: vivir la frustración, experimentar el duelo, tener un fracaso…
Con la palabra duelo nos referimos en psicología al proceso de elaboración mental de la persona perdida o de una pérdida en general. Tradicionalmente se consideraba que este proceso tenía unas fases delimitadas: un primer momento de shock; un segundo momento de toma de conciencia y rebeldía, de negación y rabia; para, finalmente, pasar a la etapa de la resolución: la aceptación de la muerte y de la pérdida de la persona. Todo más o menos en un periodo de tiempo equivalente a dos/tres meses, como mucho.
Sin embargo, constatamos en la práctica que no hay un guión definido para nadie. Hay gente que no pasa por esas etapas. O se alargan más unas que otras. Lo que sí está claro es que la muerte debe ser elaborada, cada individuo cuenta con una manera de hacerlo, con sus conductas; el dolor se hace más tenue con el tiempo, más soportable, te dicen algunas personas. Pero nada es como antes, aunque lleguemos a conseguir adaptarnos.
Otro de los mitos es que, quien no exteriorice el dolor, no está llevando un proceso psicológicamente sano. Tampoco es cierto. Hay personas cuyo mecanismo para enfrentar un suceso de tal magnitud es la soledad, o pasear…
En cualquier caso, contar con apoyo emocional y familiar, hablar cuando se pueda y se quiera hablar, esforzarse por llevar un estilo de vida lo más normalizado posible (hay que luchar contra la culpa de que quien reanude su vida se olvida del fallecido), manejar el dolor y estar atento a posibles complicaciones (no se entra en depresión sí o sí cuando alguien muere; el duelo es una vivencia por la que hay que pasar y tiene un carácter normal)
Luego, se analiza cada caso en particular porque cada mente y cada cerebro son únicos y procesan las experiencias de una manera propia, idiosincrásica. Y distintas las circunstancias de cada pérdida. El tratamiento psicológico está para quien no puede sobrellevar una experiencia de este tipo, se siente desbordado. Pero hay que vivirla con la convicción de que el ser humano tiene más resistencia al trauma de lo que pensamos.
Para profundizar en este tema, recomiendo este libro: Optimismo inteligente, de María Dolores Avia y Carmelo Vázquez.
