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Hoy presentamos los cortos cinematográficos
que se proyectarán en el congreso
Título de el primer corto: Beldur Malutak (Copos de nieve)
Entrevista en vídeo con Ander Iruretagoyena, director y actor
Ander Iruretagoyena. Con formación en interpretación en el TAE (Taller de Artes Escénicas), ha complementado su educación en áreas de guión, dirección y producción en instituciones como Larrotxene y Campus Training. En el campo de la actuación, ha participado en la serie televisiva "Goenkale" y ha colaborado en producciones teatrales como “Un beso” y “Mi hijo sólo camina un poco más lento", dirigidas por Fernando Bernués, así como en “Último tren a Treblinka”, bajo la dirección de Mireia Gabilondo. En el aspecto de dirección y guion, Ander ha co-dirigido y co-escrito “Beldur Malutak" junto a Telmo Irureta. También ha incursionado en la producción cinematográfica, trabajando en el cortometraje "Red Bay", dirigido por José A. Cortés Amunarriz, donde además desempeñó un papel como actor principal. Recientemente, ha estado involucrado en la producción, escritura y dirección de "Nahiak", colaborando con un equipo diverso. Actualmente, se dedica al proyecto "REFUGIO" en roles de director y guionista.
Es para mí un inmenso honor presentaros el documental Aztarnak - Huellas que clausurará la sección Zinemira (Cine Vasco) en el 69 Festival Internacional de Cine de San Sebastián, a celebrarse del 17 al 25 de septiembre de 2021.
En Huellas emprendemos un viaje a la infancia de la mano de la directora, Maru Solores, quien a lo largo del film nos presenta a diferentes protagonistas que la acompañan en la reflexión sobre cómo las primeras experiencias tempranas influyen en el desarrollo de la personalidad adulta: grupos de padres y madres de bebés, Cristina Aznar (in Memoriam), Ramón Mauduit, Ibone Olza, Laura Gutman, Rafael Benito, José Luis Gonzalo Marrodán y Herminia Clemente.
El documental pretende plantear preguntas para las que no hay una única respuesta e invitarnos a una reflexión sobre nuestra forma de traer hijos al mundo y criar a los adultos del futuro.
Después del Festival se estrenará en salas a partir del 15 de octubre de 2021.
Todas las navidades es costumbre que desde Buenos tratos escriba un post especial que se convierta en una ocasión privilegiada para ahondar en experiencias arraigadas en la psique de las personas. Como dice Robertson (2011): “Si nuestro pasado evolutivo está archivado en nuestro interior (modelo del cerebro triuno) sólo hay dos maneras de que pueda aparecer en nuestras vidas: A través de conductas externas que denominamos instintos. Y a través de imágenes de nuestro mundo interior, que Jung primero llamó imágenes primordiales y más tarde arquetipos (del griego primer grabador)”
Antes de hablar del arquetipo del niño abandonado, pensemos que el concepto de infancia es un logro muy reciente de nuestra sociedad. Siguiendo a la profesora Ileana Enesco, "la idea del niño como ser perverso y corrupto que debe ser socializado, redimido mediante la disciplina y el castigo", está presente desde la Edad Media en la cultura judeocristiana. Todavía persiste esta idea en algunos jerarcas de la Iglesia Católica que lamentablemente, ante los abusos cometidos por curas a niños, dicen que ellos son los perversos y los provocadores. El niño es considerado "un homúnculo (hombre en miniatura). El niño debe ser educado para ser ´reformado´. Educar y criar implican cuidado físico, disciplina, obediencia y amor a Dios, pero no hay referencias a la necesidad de amor para el buen desarrollo infantil". El uso de la disciplina y el castigo físico para educar son moneda corriente en la vida de los niños hasta hace bien poco (aunque no está ni mucho menos erradicado en nuestro país ni en el mundo) y lo que hoy en día (para algunos) es maltrato, entonces se veía como algo positivo y beneficioso.
Exceptuando visiones como la de Rousseau (que ve al niño como un ser al que hay que adaptarse, que es bueno por naturaleza y solo el ambiente puede corromperlo, que no es un ´hombre pequeño´ sino un ser que sigue un desarrollo -incluyendo a la mujer en la educación-) y Locke (empirista que mantiene que la experiencia es determinante en la educación de los niños, abogando por el razonamiento para educar: “Quizá pueda asombrar que recomiende razonar con los niños y, sin embargo, no puedo dejar de pensar que es la verdadera manera en que hay que comportarse con ellos”), lo que se ha transmitido hasta hace bien poco de generación en generación es la mano dura, el castigo y la férrea disciplina como modelos adecuados de crianza. Del mismo modo, el padre debe ser distante y poco afectivo y la madre cariñosa y condescendiente.
Estas ideas y prácticas, habiéndose eliminado algunas de ellas y suavizado otras, aún perviven en nuestra sociedad, y herencia todavía viva del maltrato al cual sometían a los niños -en nombre de la disciplina y la educación “para meterlos en cintura”- es la reclamada bofetada a tiempo, así como que los hombres deben ser duros y no mostrar emociones. Esto aún existe en nuestros días, y se reclama en muchos foros el poder abofetear a un niño. Yo lo he visto en la calle. Y eso que sabemos que pegar a un niño es maltratarlo y puede afectar a su desarrollo cerebral, como bien lo ha expuesto el profesor de la Universidad de Harvard Martin Teicher. Aún hay mucho por hacer.
Hasta cierto punto, la idea de que el niño es un adulto en miniatura también se mantiene, pues se trasladan a la infancia creencias y prácticas (educativas, terapéuticas, administrativas, artísticas, judiciales…) provenientes del mundo adulto sin cuestionarse si responden de verdad a lo que un niño necesita según su edad de desarrollo. Hay otras creencias que se mantienen, incuestionables para muchos: los niños mienten, son perezosos, crueles, manipuladores, caprichosos, tiranos… porque “son así”, sin abrirse a explicaciones en las cuales los adultos han tenido mucho que ver en ese resultado…Porque, desde luego, no nacen así. ¿Quién les ha hecho así? Porque se habla de niños tiranos -por ejemplo en el título de un libro de Javier Urra- no de padres incompetentes. ¿Por qué no se cambia el título si luego en el libro se mantiene la tesis de que los niños dictadores lo son porque los padres les han consentido y no les han puesto normas y límites?
Como dice muy bien Ileana Enesco, "hasta el S. XX la infancia no es plena y explícitamente reconocida como periodo con sus propias características y necesidades, el niño como persona, con derecho a la identidad personal, a la dignidad y la libertad (Declaración de los Derechos del Niño, Proclamada por la Asamblea General en su resolución 1386-XIV, de 20 de noviembre de 1959. Sin embargo, este texto no es de cumplimiento obligatorio para los Estados hasta 1989, cuando La Convención sobre los Derechos del Niño es adoptada por la Asamblea General de la ONU y abierta a la firma y ratificación por parte de los Estados)". ¡1989! Como vemos un logro muy reciente. Se ha avanzado mucho en derechos a la infancia, sin duda; pero aún hoy en día ser un niño es ser alguien que puede fácilmente ser vulnerado (y vulnerable) Teniendo en cuenta que no votan y no pueden decidir sobre sus vidas, se hayan completamente a merced de lo que los adultos decidan para y hagan con ellos.
Charles Dickens (Fuente: Wikipedia)
En mi opinión, hay una persona mundialmente famosa que ha contribuido a la elevación del arquetipo del niño huérfano y abandonado: Charles Dickens.
Cuando un niño que ha vivido abandono en sus primeros años de vida, en un orfanato, por ejemplo -como les ocurre a muchos chicos/as adoptados/as que acuden a mi consulta a terapia-, y elaboran una caja de arena (como técnica para ayudarles a sanar sin re-traumatizarles), suelen crear escenas donde se representa el trauma por el abandono. Algunos ni siquiera han llegado a hablar de esto con nadie, pero lo simbolizan y eligen alguna miniatura (por ejemplo, un niño con harapos) porque conectan con ello. Como dice Robertson (2011) sobre Jung, “a medida que se excava más profundamente en el complejo, las imágenes y comportamientos que se encuentran tienden a ser menos personales y estar más arraigados en la herencia cultural del paciente, tanto si este tiene conocimiento o no personal de la imagen o de la conducta”. Es decir, aunque los niños no tengan conocimiento personal sobre su abandono -o incluso aunque lo tengan- necesitan recurrir a un símbolo que tenga sentido no sólo para ellos a nivel personal sino para toda la humanidad (no importa la cultura de la que se provenga), es algo universal: ese es el arquetipo. Y yo creo que en la contribución del arquetipo del niño traumatizado por el abandono y los malos tratos ha tenido mucho que ver Charles Dickens. Por eso muchos niños y adultos en su proceso de individuación (hacer conscientes las imágenes arquetípicas que les dan sentido) se sentirían atraídos por los personajes de este genial escritor.
Charles Dickens tuvo una infancia traumática. Su padre tuvo que ir a la cárcel y él fue acogido en una casa (Little College Street) teniendo que trabajar diez horas diarias en una fábrica de betunes. Esto marcaría su vida porque dedicó buena parte de su obra a denunciar las condiciones precarias en las que trabajaba la clase proletaria. En su novela David Copperfield, juzgada como la más autobiográfica, escribió: "Yo no recibía ningún consejo, ningún apoyo, ningún estímulo, ningún consuelo, ninguna asistencia de ningún tipo, de nadie que me pudiera recordar. ¡Cuánto deseaba ir al cielo!". Este personaje, sin duda podría hablar por él.
Colección Famosas Novelas editadas por Bruguera en los años 70.
Accedí a las novelas de Dickens, como a otras muchas obras de la literatura universal, gracias a una colección de libros que publicaba la extinta editorial Bruguera llamada Famosas Novelas, contadas en forma de comics. No pudieron tener mejor idea, pues a través de esta iniciativa muchos niños de la época -que no gozábamos de muchos entretenimientos- pudimos conocer a los grandes escritores y desarrollar la afición por la lectura. Semana a semana íbamos comprando los distintos tomos. Yo todavía los conservo, los guardo como oro en paño y aún los leo de vez en cuando. Podéis ver algunas ilustraciones de las novelas de Dickens hechas por los autores de estas “Joyas literarias juveniles” en estas fotos que acompañan a este post.
Después, he leído algunas de las muchas novelas de Dickens, disfrutando muchísimo de este extraordinario narrador que se convirtió con el tiempo en el gran novelista de lo social, publicando sus novelas por entregas y siendo muy popular.
"Fue simpatizante del pobre, del miserable, y del oprimido; y con su muerte, el mundo ha perdido a uno de los más grandes escritores ingleses", reza su epitafio. Les dio un lugar en la historia y contribuyó a dar a conocer el dolor que él había vivido en su infancia elevando el trauma del abandono infantil a la categoría de arquetipo: niño pobre, abandonado, duramente maltratado, solo en una sociedad supervivencial y llevado a trabajar prematuramente y en condiciones inicuas. Cuando no existía el concepto de niño como sujeto con plenos derechos, ni mucho menos la necesidad de proteger a la infancia, Dickens dio a conocer su sufrimiento a través de inolvidables personajes y novelas.
No puedo referirme a todas sus novelas, pero si he destacar cuatro elegiría: Oliver Twist (1838), David Copperfield (1849), Grandes Esperanzas (1860) y, como no, Cuento de Navidad (1843).
Grandes Esperanzas, cómic adaptado de la novela de Charles Dickens por la Editorial Bruguera.
En estas (y otras novelas) hay muchos más arquetipos, pero las he elegido y me fascinan por cómo narra el sufrimiento de los niños y el papel que la infancia tiene en la explicación de la conducta adulta humana (como en Cuento de Navidad) También me atraen porque el trauma (del cual se empieza a hablar a finales del siglo XIX) está presente en estas novelas, en sus personajes y en sus historias, y porque vivir en la Inglaterra del siglo XIX es vivir en una sociedad traumatizada por la pobreza y las desigualdades sociales. No existía el concepto de niño, como hemos visto. Ni mucho menos el concepto de niño abandonado a su suerte y sufriendo por ello. Dickens se encargó de denunciar todo esto en sus novelas.
En Grandes Esperanzas, Miss Havisham queda atrapada en el tiempo, vestida con su traje de novia, desaliñado, en una casa y una sala llenas de polvo y telarañas, con el reloj parado a la hora de… la boda en la que se tuvo que casar, pero el novio la dejó plantada... La narración de Dickens nos entra en lo más profundo de nuestro ser cuando nos relata a esta mujer que se ha quedado anclada en el pasado (como en el trauma) que vive sin integrar el hecho, como si no ocurriera, casi disociada, pero una parte emocional suya sale para odiar a los hombres. Por eso educa a su hija adoptiva, Estela, para que se vengue de los hombres, y en concreto de Pit, personaje solo en el mundo, abandonado y que vive soñando con poder amar a Estela y poder ser algún día de los de su clase. ¿Hay mejor ejemplo de lo que es el impacto traumático que este personaje de Miss Havisham?
Subportada de la novela Grandes Esperanzas diseñada por Bruguera para la Colección Famosas Novelas.
David Copperfield y Oliver Twist, ambos niños desgraciados, solos, abandonados, llevados a trabajar en duras condiciones, son las novelas más autobiográficas de Dickens, donde pueden ir haciendo resiliencia (a veces es una "resistencia potencialmente resiliente", como dice Jorge Barudy) gracias a que surgen protectores que les apoyan. Oliver Twist es huérfano, nace en un orfanato, pobre y solo en el mundo. Al escapar, se ve metido en zonas del hampa de Londres, lleno de personajes arquetípicos como Fagin, donde sobrevivir es lo único que se puede hacer. Oliver Twist en una de las novelas que más se ha llevado al cine.
David Copperfield, comic adaptado de la novela de Charles Dickens por Bruguera.
Subportada de la novela Cuento de Navidad, adaptada por la Editorial Bruguera.
Y, cómo no, en estas fechas… Cuento de Navidad. La versión cinematográfica que recientemente llevó a la gran pantalla Robert Zemeckis es espectacular. Durante las primeras secuencias, al comienzo de la película, podemos asistir a la extraordinaria materialización visual de lo que Dickens tan magníficamente describió: ese Londres de fines del XIX, gris, lleno de niebla, con casas negras con humeantes chimeneas, nevado y frío, pleno de contrastes (ricos y pobres) en las calles… No hay nada más dickensiano que este Londres oscuro y abandónico…
En Cuento de Navidad Dickens nos propone que para resolver el trauma debes de volver al pasado (para descubrir que dentro del avaro Scrooge existe un niño abandonado y triste, que no ha sanado, cuya hermana murió al dar a luz). El encuentro con los fantasmas que se le aparecen le toca el corazón y se vuelve más sensible a raíz de visitar su infancia. Puede ver en el presente cómo vive su empleado y que su hijo, enfermo, necesita todo tipo de cuidados… Emerge entonces, la empatía en el viejo y duro prestamista… para sufrir una gran transformación (se convierte en otra persona) tras ver que nadie le recordará tras la muerte, sino que todos lo celebrarán porque no ha dejado huella en nadie, solo dolor… Justo cuando parece que su destino esa noche es morir, de
Cuento de Navidad, adaptado por Editorial Bruguera.
repente se ve en su cuarto y ya es otro, no sabemos si sueño o realidad, pero como una buena terapia de procesamiento, resuelve el trauma y pasa a ser un hombre generoso y solidario y un gran entusiasta de la Navidad.
Como lo soy yo de este gran escritor, a cuyos arquetipos nuestros niños recurren en terapia, tratando de encontrar un sentido a lo que les ha ocurrido y elaborando en sus narrativas en el cajón de arena las duras experiencias de los orfanatos donde, como Oliver Twist, tuvieron que sobrevivir. Dickens les honró hace muchos años y como otros escritores comprometidos, los miserables del mundo, los oprimidos... claman por sus derechos, entre ellos los niños, donde todavía, hoy por hoy, en muchos países, desgraciadamente, su vida no vale nada. Por todos los que se fueron, por los que cada día luchan por sobrevivir y por los que tienen lo que se merecen en derecho -un entorno y hogar de apoyo afectivo y solidario (que les permita hacer un proceso resiliente poco a poco)-, mi homenaje con este post que nos abre las ganas de sentarnos a leer -o ver en vídeo- Cuento de Navidad y viajar, una vez más, a ese Londres dickensiano de neblinosas calles y lleno de torvos personajes...
¡A todos y todas los y las que hacéis Buenos tratos, os deseo una Feliz Navidad!
REFERENCIAS
Locke, J. (1986). Pensamientos sobre la educación. Madrid: Akal Ediciones. Robertson, R. (2011) Introducción a la Psicología Junguiana. Una guía para principiantes. Barcelona: Obelisco.
Los datos sobre la historia de la niñez los he encontrado en este artículo de la Catedrática de la Universidad Complutense de Madrid, profesora Ileana Enesco, del Grupo del desarrollo cognitivo y social en la niñez
Tal y como os prometí, aquí está la segunda parte del post dedicado al concepto de la mentalización aplicado a la parentalidad o marentalidad adoptiva y acogedora.
Un tren no es el lugar más cómodo para escribir, pero cuando no se dispone de más tiempo, me motiva más llegar puntual a mi cita mensual con vosotros/as que lo que me pueda molestar ponerme a redactar en un intercity con el portátil en mis rodillas, la espalda un tanto doblada y notando el tembleque del tren en el cuerpo. Vengo de A Coruña (Galicia), donde he recibido formación por parte de una gran profesional y excelente persona: Anabel González, psiquiatra y psicoterapeuta. Sin duda, es una de los referentes mundiales en el tema de los trastornos disociativos, una autoridad en la materia. He tenido esa suerte, la de tener un hueco en la agenda para acercarme a hacer el segundo módulo sobre este dominio programado por la Asociación EMDR España. Anabel González destaca, además, por la humanidad que desprende por todos los poros de su piel, por su capacidad de acogida y por la generosidad al compartir lo que sabe. Esa sonrisa que está siempre presente en su rostro que favorece la conexión emocional con las personas, anima a estar con y aprender de y con ella.
El curso ha sido magnífico porque Anabel González ha trascendido en disociación más allá del clásico modelo de partes, similar al que proponen Van der Hart y colaboradores (2008), hacia un modelo comprensivo del paciente donde el sistema de partes (la división de la estructura de la personalidad ante la persistencia de un trauma complejo grave) es sólo uno de los puntos de mira para valorar al paciente.
Anabel González propone también el análisis de la capacidad de mentalización, esas capacidades “meta” (metacognitivas, pero también metaemocionales) de verse a uno mismo y ser capaz de ver al otro como una persona diferenciada de mí: me puedo representar al otro y mentalizarlo como un sujeto que tiene pensamientos, emociones, intenciones y deseos propios… Capacidad de verme primero a mí a ese nivel y observarme sin actuar (sin pasar a los sistemas de acción), observar todo ese mundo interno que las personas tenemos. Y, por consiguiente, capacidad de ver al otro y mentalizar sus afectos y devolvérselos como propios, marcándolos.
¿Cuál sería la metáfora de la mentalización? Anabel González nos hizo un regalo durante la formación y ese fue -entre muchos- mencionarnos la película Avatar -que confieso, con rubor, no he visto pero pienso ver en cuanto llegue y tenga oportunidad- y la máxima expresión de afecto que se prodigan entre los miembros de la tribu de los Na´vi, protagonistas de la película:
“I see you!” = “¡Te veo!”
Evidentemente, hace referencia a que te veo no sólo físicamente sino a que te veo espiritualmente (o si queréis, psicológicamente).
Como podéis comprobar en esta imagen que he subido de internet sobre la película está resumida la esencia de lo que tenemos que hacer como padres y madres adoptivos y acogedores que se plantean una parentalidad reparadora, que sane a sus hijos de sus heridas psicológicas infligidas por cuidadores tempranos que no les vieron (les ignoraron o rechazaron) o distorsionaron gravemente el modo de verles porque su historia propia se enredó con la persona del niño que les gatilla a ellos sus memorias traumáticas, y no diferenciaron, cayendo en el maltrato o el abuso, lo cual implica que tampoco son vistos como sujetos con mente propia y merecedora de respeto básico a sus derechos.
Traduciendo el cartel con la imagen de la película Avatar dice:
“Yo veo tu alma.
Tu verdadera esencia.
Yo veo quién eres tú realmente.
Yo te respeto, yo te saludo, yo te amo, yo te honro, yo te reconozco.
Yo te recibo, yo conecto contigo.
Tú no estás solo”
Y si nos paramos a pensar reflexivamente durante unos minutos, caeremos en la cuenta que esa es la verdadera esencia de todo/a niño/a o joven que es nuestro hijo/a o el niño/a acogido o adoptado antes de ser traumatizado: un ser humano que realmente fue un bebé con un equipamiento básico para apegarse al cuidador, lleno de ternura y capacidad para la risa y el juego y para que le calmen el llanto. Una esencia de bebé limpio e inocente a quien un adulto o adultos tempranamente dañaron y entonces capas de defensas para protegerse se instalaron en el niño/a como costras que envuelven esa esencia que está ahí pero que no vemos porque lo que se nos aparece es la conducta observable que muestra esas defensas: evitar, esconderse, no sentir, agredir, huir, dañar…
Por eso, estas frases de la película Avatar nos recuerdan que la esencia de niño está dentro, se conserva, hay que llegar a ella. Es verdad que cuesta mucho tiempo, pero ese es el trabajo. No podemos ver a un “adulto malicioso” como muchos adultos valoran a estos niños/as porque solo tienen capacidad para fijarse en la conducta externa y no se plantean que esta refleja siempre una traumatización compleja. Sé que es muy difícil porque muchas veces los niños/as nos lo ponen muy complicado al ser muy resistentes estas defensas, durar mucho tiempo y generar mucha perturbación y dolor hacia él y hacia quienes le rodean. A veces estas conductas precisamente se mantienen en el tiempo porque es su modo de decirnos: necesito de ti que me digas:
“I see you...”
“Veo quién eres tú realmente” = Te comportas así porque tienes heridas que se expresan acorde a tu nivel madurativo afectado por el daño del abandono y del maltrato. Pero tú eres -realmente- un niño/a. Dañado, eso sí, con intenciones positivas o si no las tienes, no es por ti sino porque un adulto perturbó severamente tu capacidad innata para apegarte sanamente. En una experiencia segura y contenedora conmigo y con otros aprenderás a que tus intenciones hacia los adultos sean buenas y no de recelo o persecutorias. Porque tú realmente, eres un niño/a…
“Yo te respeto, yo te amo, yo te honro, yo te reconozco” = Te respeto porque todo niño/a es una persona, sujeto con derechos, a quien no debo nunca pegar ni insultar ni vejar… Porque eso es, además, lo que le hicieron. Puede empujarme a mi inconscientemente a que caiga en esa espiral de vínculo insano, pero si yo le mentalizo (si veo quien es él realmente) sabré mentalizarme yo (mentalizar mis afectos alterados por su conducta, ser consciente de los botones de mi propia historia no revisada que pulsa…) podré calmarme para con tiempo, paciencia y perseverancia tranquilizarle a él y contenerle del mejor modo posible, pero respetuoso. “Te honro” Profundamente. Porque eres un héroe que tuvo que enfrentarse del mejor modo que pudo a experiencias terribles de vacío interno, rabia, soledad prolongada, hambre, violencia, guerras, muertes, ser violado en su intimidad y sexualidad y sentimientos de niño/a que no puede entender el por qué de esto y vivirlo como una traición a su confianza… “Y te amo y te reconozco” en ese dolor y me pongo manos a la obra para hacer equipo con profesionales que nos apoyen para hacer un camino largo y lento de sanación. Reconocerle a una persona su dolor y validárselo lo hemos aprendido de Jorge Barudy, quien fue de los primeros en saber que el dolor de la infancia maltratada es invisible… Hemos de verlo y reconocerlo.
Y, finalmente, “tú no estás solo”, porque solo te dejaron muchas veces, o fuiste abandonado en instituciones que no pudieron y/o supieron dar respuesta a tus necesidades, porque la experiencia del maltrato y el abandono deja el cerebro del niño/a en unos niveles de desorganización que precisa de alguien a su lado… Dejarte solo abre tus heridas tempranas y es como echar sal en una corte en la piel… El abandono es sumamente doloroso… No podemos ni debemos dejarle solo, lo cual implica que haya presencia física pero también emocional. No podemos permitir que su historia se repita…
Dicho esto, tan importante, que me ha venido inspirado gracias a Anabel González, psiquiatra, psicoterapeuta y experta en trauma complejo y disociación, retomo el post donde lo dejamos el mes pasado para culminar, con estas líneas que siguen, la segunda parte: dificultades en la mentalización infantil y psicopatología e intervenciones para potenciar la capacidad mentalizadora de nuestro niño/a y así contribuir a su mejoría emocional y conductual, en suma, hacia un desarrollo integral de su personalidad.
Ya vimos en el anterior post que la mentalización (aquí, dentro de este constructo de la mentalización, que tiene varios componentes, nos centramos en el que se refiere a la Función reflexiva, esto es, ser capaces de reflexionar sobre la mente infantil) Tiene componentes interpersonales: "¿qué le puede ocurrir por dentro?" Y tiene componentes reflexivos: "Y ahora, ¿cómo lo hago?"
Como padres y madres vamos más allá de lo que la conducta ha mostrado y nos planteamos: "¿qué le puede ocurrir por dentro?" Más que acertar y ser infalibles -que es imposible-, es tratar de acercarnos a esa decodificación y plantearnos hipótesis: se sintió abrumado, no era capaz de tolerar la frustración por sí solo, malinterpretó la conducta de los demás, lo ocurrido le confrontó como una pintura al fresco, con sus propias heridas… [Por ejemplo, un niño/a agrede a sus propios amigos durante la comida, les incordia sin más, sin que medie provocación…Todos los padres le riñen severamente, lo cual intensifica su rabia… Nadie es capaz de ver que, dentro de esa reunión con padres y niños, él es el único que no tiene padre, va sólo con su madre, pues este falleció dolorosamente a causa de un cáncer. Posiblemente, dolido por esto, no puede expresar ese dolor de otro modo… Pero nadie lo ve, nadie le dice: “I see you” Nadie ve que esa conducta expresa una tragedia, la de quedarse sin padre a los 5 años y comprobar, a diario, que todos los que le rodean lo tienen menos él… Nadie le dice: “Siento que sufres por la desgracia que te ha ocurrido, lo siento mucho, debe ser muy duro. Pero sacarlo así, pegando, no te va a ayudar, has de aprender a darte cuenta de qué sientes para expresarlo y controlarlo adecuadamente” El niño es etiquetado como “rebelde”, “negativo”, “incordión”… Y esta etiquetación puede marcar poderosamente su futuro…]
El “cómo lo hago” es muy importante porque quedarse solo con la conducta observable del niño/a o atribuirle etiquetas o intenciones exclusivamente malévolas lleva al adulto a desconectarse de la función reflexiva. Actuamos como un resorte y funcionamos como adultos desde la rabia (poniendo castigos imposibles de cumplir) para frenar “eso que es intolerable” O cuando ya no podamos frenarle desde el castigo, optaremos por la indiferencia absoluta. “Y el peor de los mensajes que podemos lanzar a todo/a niño/a y adolescente es que pasamos de él” (Jorge Barudy) Nos necesita imperiosamente.
El “cómo lo hago” implica un trabajo mayor por nuestra parte. Nunca dejamos de reconocer a padres y profesionales lo complejo de nuestra labor educativa y terapéutica, pero, a largo plazo, dará mejor fruto porque ayudaremos a nuestro hijo a hacer reflexiones sobre lo que le pasa, a mentalizar su mundo interno, a modular mejor sus emociones, y por lo tanto disminuirá la probabilidad de una deriva hacia desórdenes de conducta y/o emocionales.
Veamos cómo no desarrollar esta capacidad mentalizadora se asocia a diferentes tipos de psicopatología infantil. Recojo lo que Norka Malberg, psicóloga y psicoterapeuta infantil experta en TBM (Terapia Basada en la Mentalización) expuso en su ponencia de Madrid el pasado mes de junio de 2018:
Dificultades en mentalización infantil y psicopatología
“El funcionamiento reflexivo bajo ya es en sí un factor de riesgo en términos de psicopatología, pero no toda psicopatología es el resultado de un funcionamiento reflexivo bajo”
“El funcionamiento reflexivo es relevante para el funcionamiento adaptativo aún cuando no es la causa de la patología”
Trastorno de conducta
Dice Norka Malberg “que los niños/as con problemas de conducta (y sus padres) tienden a exhibir una capacidad pobre de mentalizar”. Desde luego que cuando uno se sienta a repasar los niños/as más graves que ha tenido en cuanto a presentar alteraciones de conducta recuerda menores rígidos de mente, con el pensamiento polarizado (“bueno” o “malo”) y que distorsionaban la mente del otro de tal manera que proyectaban o negaban cualquier responsabilidad en un conflicto o problema. Conducirles a la reflexión suponía una cerrazón y una negativa, sobre todo cuando se hacía una confrontación con la realidad. Es como si construyeran un mundo representacional simulado que se aleja mucho de un reflejo que se aproxime a los hechos. El camino con ellos era trabajar con otros métodos para tratar de llegar a ellos, dejando las confrontaciones para cuestiones relevantes y/o para cuando se construyera una confianza de base entre psicólogo y paciente niño/a o joven.
También han tenido padres con capacidad pobre de mentalizar… Así pues, si nosotros como padres tenemos un problema en este sentido o caemos por circunstancias u otras causas (estrés, agobio, queme…) en no mentalizarles, imaginaos hacia dónde caminará el menor…
Porque como afirma Norka Malberg “un enfoque exclusivo en conducta contribuye a la desregulación afectiva y conductual del niño” Y ella misma nos recuerda que “hay una tendencia en niños/as con problemas de conducta de atribuir intenciones hostiles a otros/as en situaciones ambiguas” Recordemos que muchos vivieron malos tratos, luego las intenciones serán hostiles… ¿De qué otro modo sería esperable que fueran? Los padres adoptivos y acogedores representan una esperanza, pero a la vez también encarnan simbólicamente el que se pueda volver a repetir su historia de abandono y dolor. Por ello, habrá que mostrar coherencia y firmeza (que no hostilidad) con sus conductas negativas, así como consecuencias, pero… ¡no solo esto! Hay que recoger su mundo interno como un na´vi y que pueda llegar a sentir el
“I see you...”
Finalmente, recogemos las propuestas de Norka Malberg y de mi querida profesora Maryorie Dantagnan para fomentar una parentalidad/marentalidad basada en el fomento de la mentalización.
Bloques necesarios para mentalizar (Norka Malberg)
Hemos de valorar al niño/a o adolescente en estos tres bloques y preguntarnos si es capaz de hacer lo que la autora experta indica.
Regulación de la atención
¿El niño puede notar cambios emocionales?
¿Es capaz de enfocar su atención en sí mismo y en otros?
Para la regular la atención, probablemente tendremos que descender a nivel sensomotor, nivel de desarrollo que no ha sido estimulado lo suficiente para estabilizar estas funciones. Pueden tener dificultades con el sonido (ambientes ruidosos les excitan), con la modulación de la luz, con la percepción de la temperatura (no es raro que no discriminen que ropa es adecuada ponerse) con el movimiento… Norka Malberg nos recuerda que el sentido de nosotros mismos proviene de un “sí mismo encarnado” (la mentalización tiene sus raíces en el cuerpo)
Norka Malberg propone estas intervenciones para regular la atención:
Reflejo, sintonía y validación para estimular patrones de estar juntos.
Encontrar el mismo ritmo.
Crear estructuras predecibles.
Tomar conciencia de las señales corporales.
Detenerse y parar mientras permanece en contacto.
Regular la excitación y la impulsividad prestando atención y enseñando al niño a estar atento.
Bloque de regulación de emociones
Enfoque de lo que le ocurre en el momento.
Curiosidad sobre la percepción y los movimientos.
Estimular la fantasía y el juego (son contenedores)
Ayuda al niño a expresar sus sentimientos
Jugar con límites
Ofrecer seguridad y predectibilidad.
Ayudarle a asumir la responsabilidad en lo que hace.
Bloque de mentalizar
¿Tiene el niño algún sentido, alguna representación de sí mismo o de los demás?
¿Puede el niño dar sentido a las relaciones?
¿Puede el niño explicar su comportamiento en términos de estados internos / mentales?
¿Usa el niño fantasía e imaginación sin perder el sentido de la realidad?
¿Puede el niño jugar, usar símbolos o humor en el juego o en el diálogo interpersonal?
¿Cuándo el niño interrumpe la mentalización?
Técnicas para apoyar y promover la mentalización explícita
Ofrecer apoyo y empatía en el contexto de desregulación y rupturas de mentalización.
Parar y retroceder y explorar.
Buscar oportunidades de validar manifestación de estados mentales tales como pensamientos, sentimientos, deseos e intenciones en historias y juego.
Mejorar toma de perspectiva y diferenciación entre el yo y los otros a través de la mentalización de relaciones, dentro y fuera del contexto terapéutico.
¿Cómo podemos fomentar las capacidades mentalizadoras en la parentalidad/marentalidad terapéutica? (Maryorie Dantagnan)
Trabajando desde una perspectiva mentalizadora, como padres/madres acogedores y/o adoptivos, tenemos que ver cuál es nuestro nivel de intensidad emocional y cuál es nuestro nivel de funcionamiento mentalizador. Si es pobre o bajo, somos candidatos a hacer terapia con un profesional que trabaje desde este enfoque. Si no, seremos con nuestros niños/as o jóvenes como ciegos que conducirán a otros ciegos…
Después, hemos de valorar cuál es el nivel de intensidad emocional del niño/a o joven y cuál es su funcionamiento mentalizador. Para que podamos hacer intervenciones que potencien este nivel, dependiendo de estas variables, necesitará más o menos ayuda de nuestra parte.
Reconocer qué implica una parentalidad o marentalidad mentalizadora
Lo más difícil en la parentalidad o marentalidad terapéutica es contener los afectos inquietantes del niño/a, por tanto, ayudaremos a los padres para que… (Los padres necesitan de todo nuestro apoyo y experticia profesional)
Puedan comprender la causa de la angustia de su hijo, y la de ellos, así como el impacto emocional en cada uno.
Puedan afrontar mejor la angustia y aliviarla.
Puedan reconocer lo que hay detrás del comportamiento de su hijo/a, mejorando su capacidad de inferir las intenciones, deseos, necesidades, motivaciones que subyacen a la conducta.
Ofrecer recursos psicoeducativos que promuevan la mentalización parental/marental
Espero que os haya resultado interesante y útil.
Este mes, la firma invitada que colabora escribiendo un post es José Ángel Giménez Alvira, psicólogo y responsable del servicio de adopción en Aragón durante muchos años, padre adoptivo de un hijo cuya historia familiar la narra (es un relato de resiliencia pura en adopción) en el genial y famosísimo libro “Indómito y entrañable. El hijo que vino de fuera” Es un honor contar con José Ángel Giménez Alvira entre el elenco de ilustres colaboradores del blog porque tiene mucho y muy bueno que enseñarnos en este ámbito, además de encarnar la esperanza realista de que es posible que los menores hagan procesos resilientes si nos damos el tiempo, el trabajo, la paciencia y la perseverancia que él y su pareja, Carmen Julve, se dieron. A pesar de las enormes dificultades por las que pasaron, nunca tiraron la toalla y son la prueba más visible y clara de lo que es y significa la aceptación incondicional, clave en resiliencia con menores. Estará disponible el 22 de octubre de 2018.
Existe un subtipo de apego,
dentro del apego desorganizado, denominado punitivo-controlador. Como ya sabéis
por otros posts, se le denomina apego desorganizado porque los niños no poseen
una organización mental coherente. Así mismo lo expresa Siegel (2007): Los
niños con apego desorganizado contienen en su manifestación externa elementos
de los otros apegos inseguros (ambivalente y evitativo) sólo que no son capaces
de organizar sus relaciones en una estrategia coherente y organizada.
Los padres o cuidadores se caracterizan por ser fuente de terror para los niños. Su conducta es
amedrentadora o de cambios bruscos en su estado de mente independientes de las
señales del niño (atemorizada o desorientada) Conductas temerosas, desorientadas
y amenazantes de los progenitores que son inherentemente desorganizadoras del
bebé/niño (Siegel, 2007; Barudy y Dantagnan, 2005)
En un patrón relacional así sostenido
en el tiempo cuyas figuras de apego muchas veces son fuente de terror para el
niño, otras pueden mostrarse sintonizadas y en otras rechazantes, éste desarrolla un patrón relacional paradójico-desorientado. Su
dilema es aproximarse/versus alejarse de las figuras de apego de las que tiene
una dependencia total.
Main y Solomon (1990) han acuñado la
expresión "miedo sin solución" para reflejar lo que experimentan los niños/as con
apego desorganizado. El dilema que afronta el niño/a que está aterrorizado del (o
por) el cuidador durante el episodio de la reunión en la Situación Extraña: él
no quiere permanecer por su cuenta en la habitación pero tampoco quiere
acercarse a los padres o cuidadores cuando éstos regresan. El niño está
aterrorizado por quienes deberían ser su base segura; su seguridad es
simultáneamente, su fuente de terror. En tales circunstancias, el niño se
siente al mismo tiempo aterrorizado por una situación que provoca ansiedad y la
aparición del cuidador.
Un niño criado en un ambiente
violento y/o con abuso sexual (dentro de una relación de apego; esto es, el
padre que durante el día es cariñoso con su hijo/a, le acompaña al colegio, le
recoge, le ayuda con los deberes pero… a la noche, abruptamente, entra en su
habitación y mantiene una relación sexual con él/ella. Todo esto es abrumador porque
hacia quien tiendes a apegarte es quien te daña) tiene muchas probabilidades de
desarrollar un apego desorganizado. Pero un ser humano no puede vivir
desorganizado toda su vida. El cerebro humano descubre una manera de protegerse
(el cerebro siempre busca protegernos; lo que clásicamente se han denominado
mecanismos de defensa, son formas de autoprotección) y tratar de "recomponer" de
algún modo la personalidad para evitar la fragmentación del self (sí mismo) que
conllevan las experiencias traumáticas en una relación de apego. Una de estas estrategias es el control.
Y concretamente, el control de la relación del otro (figura de apego) que ora
daña ora se vincula afectivamente.
Liotti afirma que “la acumulación
de traumas es también una causa de la persistente activación del sistema de
defensa. Esto es típico del desarrollo del trauma complejo durante la infancia
en el que la figura de apego o bien no protege al niño frente a las
experiencias traumáticas (negligencia, maltrato…) o, si no, es el victimario de
abusos repetidos. El trauma complejo es el cuadro que se produce como
consecuencia de la existencia de este contexto extremadamente complicado para
el desarrollo de la personalidad. Al
igual que sucede en la génesis del trauma complejo, la contradictoria y
persistente activación de los sistemas de apego y de defensa es el signo
distintivo de la desorganización de los apegos”
El niño en un futuro, cuando ya
está fuera de la relación maltratante, se vería abocado a activar el sistema de
defensa cuando perciba que la relación se torna íntima y cercana (se estrecha
el vínculo de apego) Por ello, emitiría conductas agresivas, de huida o
disociativas (distanciarse de la mente y del cuerpo) El gran problema es que
incluso años después de que el menor sufra el maltrato y las consecuencias de
la traumatización, como lo es el apego desorganizado, e incluso estando fuera
de ese contexto desfavorable y dañino, las secuelas continúan estando
presentes. Evidentemente, ello quedó grabado en el cerebro/mente del niño, más
en su hemisferio derecho, inconsciente. Es como un chip dañado dispuesto a activarse en cuanto alguien trate de
activar el sistema de apego.
Una de las estrategias, como
decimos, que el niño tiene para poder defenderse y “cohesionarse” de algún
modo –esto no es una enfermedad sino una manera
en la que su mente trata de “ordenarse”- es el control de la
relación. No pueden, por un lado, ceder el control al adulto y gobiernan ellos;
y por otro, puede haber una maximización en el uso de estrategias agresivas en la
relación. Finalmente, hay casos en los que además, pretenden dominar
destructivamente al otro (adolescencia), insertándose este patrón en el desarrollo de personalidades antisociales,
narcisistas y/o sádicas. Nos centraremos en lo que se ha venido a denominar
apego desorganizado subtipo controlador punitivo.
Pondré un ejemplo de este perfil
controlador punitivo.
Es el primer día de psicoterapia
para Pedro. Tiene nueve años. Cinco de su corta vida los ha pasado conviviendo
en una familia donde el padre le maltrataba sádicamente, mantenía relaciones
sexuales con él y las condiciones de vida a nivel físico eran deplorables. Su madre,
víctima de una enfermedad mental, tenía una desconexión de lo que ocurría y no
podía ni protegerse ella ni proteger a su hijo. Fue diagnosticada de
esquizofrenia.
Pedro muestra un comportamiento
muy inquieto, exhibiendo gran actividad motora. No para yendo de un rincón a
otro de la sala de juegos, cambia de un foco a otro. El terapeuta se acerca a
él y mientras consigue jugar a la pelota se presenta y le presenta el encuadre
de las sesiones. Pedro no suelta la mirada del terapeuta, le sigue con sus ojos
allí a donde va. De repente, se acerca a la ventana de la consulta y la quiere
abrir. El profesional le explica que no es posible, que es peligroso asomarse.
Pero el niño insiste. Al acercarse el terapeuta y decirle "¡espera!" con la voz un
poco alta, el menor le grita, le insulta, le amenaza y le empuja. Al terapeuta
le cuesta mucho calmarle. Los días posteriores llegan a un acuerdo, de tal
modo que la sesión se divide en dos partes: en una podrá dirigir él (dentro de
un orden), en otra dirigirá el profesional. El periodo de la sesión que el terapeuta indica qué hacer y trabajar,
Pedro se muestra reacio, se niega, se distrae, se frustra… Se mantiene
hipervigilante todo el rato, es como si no pudiera fiarse. Sólo se muestra
tranquilo y seguro cuando él maneja y domina la relación. Un día el terapeuta
hizo explícito esto, y le indicó a Pedro que mirara a su alrededor, que en ese
lugar y con él estaba seguro realmente, que nada pasaba que le pudiera dañar.
Esto, unido a que la relación terapéutica se fue haciendo segura, contribuyó a
que Pedro pudiera ceder el control de la relación con menos ansiedad.
En el centro escolar, Pedro se acerca
especialmente donde las niñas y tras jugar unos minutos con ellas y frustrarse por no poder poner las reglas a su antojo, agrede a patadas a una de
ellas. Hay otra niña a la que directamente, y sin mediar conflicto alguno, le
suele pegar e insultar. En clase, interrumpe constantemente e incluso se
levanta de su pupitre y quiere coger las tizas para lanzarlas a los compañeros
y jugar. Cuando el profesor le indica que eso no es posible, se frustra, grita,
insulta, patalea… Es como si no pudiera aceptar los límites y el control
externo adultos. No puede fiarse de que las percepciones de los otros sean
seguras. El aprendió que el único modo de sobrevivir en un entorno tan dañino
era confiar sólo en él. El único modo de encontrar un mínimo de seguridad en su
vida fue controlar él. Todo había sido tan caótico, terrorífico, impredecible y
doloroso en su vida que su cerebro continuaba protegiéndole así de lo que él
percibe como amenazante. La mayoría de los niños con este perfil o conductas
compatibles con él, suelen recibir el diagnóstico de trastorno de conducta
(famosísimo diagnóstico que presentan muchos menores de acogimiento residencial
que son derivados a los centros terapéuticos, donde Pedro terminó ingresando)
Pero considerar que es sólo un trastorno de conducta y tratarlo como tal desde
la modificación de conducta olvidándonos de la alteración vincular, obvia una
parte del tratamiento que se revela como fundamental para conseguir la
reparación y rehabilitación de estos menores, que son tildados de "complicados",
"problemáticos" y suelen ser expulsados de casi todos los ámbitos.
Recuerdo solamente una vez en mi
vida profesional que una niña de diez años me pegó un puñetazo. Las características de
esta menor eran punitivo-controladoras pero además, habían derivado en
componente sádico porque era muy cruel con los animales, con sus educadoras
(fracturó la mandíbula a una de ellas) y conmigo (me solía burlar, menospreciar
y me miraba con unos ojos negros profundos que revelaban odio) Un comportamiento nada habitual en una menor de su edad en la sala de terapia ante un psicólogo. No parecía haber
partes sanas y tiernas en su personalidad, estaban ocultas por unas defensas
reptilianas depredadoras. Años después entendí el por qué de toda aquella expresión de
conductas dañinas a quienes sólo buscábamos ayudarla. Yo era en aquel entonces,
un terapeuta bastante bisoño en el tratamiento de menores traumatizados por la
violencia, el abuso y el abandono y mi interpretación era puramente diagnóstica
categorial y el tratamiento conductual, lo cual condujo la intervención al
fracaso. Aquella niña tenía para su corta edad configurado un conglomerado de
rasgos de personalidad propios de un depredador; pero es que su hogar familiar estuvo formado por depredadores: carente de todo tipo de relaciones de ternura, afecto, cohesión,
colaboración, seguridad, confianza...
Ciertamente resulta difícil sentir
empatía por quien te agrede, roba, insulta y te quiere dominar. Por eso muchos
padres y familias se sienten atacados por estos comportamientos de estos
menores que logran que saquemos lo peor de nosotros mismos. En consecuencia, hemos de
formarnos como padres, acogedores, profesionales… para aprender a establecer
una crianza terapéutica ycomprender que tras esa fachada de conductas existe
un daño, unas defensas que se activan en las relaciones, cuando emergen los contenidos de su modelo operativo interno desorganizado que informa
de dolor, terror, desconfianza… Incluso el amor y el afecto les resultan
lenguajes amenazantes.
Si vemos esta secuencia de la
película Magnolia (una de las mejores interpretaciones de Tom Cruise,
memorable. Película donde todos los personajes han sufrido traumas; sus historias de vida se entrecruzarán en este magistral film), su personaje Frank Mackey es un ser repelente que imparte seminarios
a hombres con baja autoestima y confianza en sí mismos, pusilánimes y con falta
de habilidades sociales, con el fin de enseñarles su método que según él, consigue dominar a las mujeres (bueno, Mackey usa
una expresión soez y despreciativa) Con un conjunto de tácticas en las que él
les adiestrará, pretende que logren “seducir y destruir” a las mujeres. Mackey
hace un despliegue escénico de dominio y control total. Eso es lo que le pone,
realmente: la dominación absoluta para luego destruir abandonando o humillando.
"Yo soy el que manda" - dice Mackey.
Este es el Frank Mackey narcisista dominador, escenificando su falso self:
Una periodista le solicita una entrevista (se ve parte en esta secuencia,
hay que ir más adelante en la película para ver la entrevista entera) El personaje que interpreta Tom Cruise
cree que va a ser una entrevista amable y divertida en la que la propia entrevistadora
caerá rendida por su irresistible poder seductor y dominador y contará en su
artículo que Mackey es un tipo increíble. Pero… la periodista es una gran
profesional que se ha documentado y conoce su verdadera historia y sabe que la
ha disfrazado. Comienza a confrontarle en este sentido... Es impresionante ver
cómo toda la fachada dominadora (defensiva) del personaje se va viniendo abajo como un castillo de naipes
hasta que al final, pierde los papeles con ella (y pasa de dominador a
dominado): Mackey fue abandonado por su padre y se defendió de ese dolor que consideró humillante y desdeñoso con un
falso self narcisista, con gran necesidad de controlar y dominar a las mujeres,
identificándose con el padre. Al final, se encontrará con él en el lecho
del dolor de éste pues le comunican que está enfermo de cáncer y vive sus
últimas horas. Todo el dolor emocional de Mackey saldrá y se exteriorizará y (yo
al menos) aún sintiendo repugnancia por su concepción machista de las mujeres -y reprobándola- puedo
también empatizar con él y comprender que tras esa parafernalia, tras esa dominación que es puro bluf, hay un niño interior herido y que el daño que causa proviene de ahí.
Este es el niño interior herido de Mackey, al final de la película, confrontando con rabia y culpa al padre. Impresionante, y dura, escena:
Frank Mackey no pudo elaborar el trauma del abandono y maltrato paternos y la culpa por el mismo. Dentro de su personalidad narcisista hay un niño interno herido que no ha sanado.
Tres aspectos me parecen
cruciales en el tratamiento de los menores con estos rasgos:
Con este tipo de menores, suelo
recomendar comenzar por afianzar más una seguridad y disminución de la
neurocepción de peligro. La neurocepción (para entenderlo de una manera
sencilla) es un concepto de Porges que consiste en toda la información somática,
a nivel de sistema nervioso, que recibimos y que nos hace sentir a nivel
corporal si nos sentimos seguros o hemos de estar alerta, para activar la
lucha, la huida (o si no son posibles, la disociación) es lo prioritario.
Cuanto más agresivos se muestran, probablemente más asustados están muchos de
ellos. Ser capaces de calmarles, de apelar a la colaboración, de hacerles
sentir que no se les va a hacer ningún daño. Esto sé que en la práctica es
complicado. Suele ayudar plantearse qué necesidad quiere expresar el menor tras
la petición que nos hace o la norma que no quiere cumplir. Es cierto que este
enfoque debe de combinarse con consecuencias que enseñen, respetuosas,
proporcionadas al daño causado.
También es importante que las
figuras adultas que les rodean sean estables emocionalmente y muestren una
autoridad calmada, concepto de Maryorie Dantagnan. La determinación en las
pautas, las normas, los hábitos, y la consistencia con los mismos, es muy
importante. Estos menores pueden necesitar figuras amables y cordiales, pero
con las fortalezas que describimos. En la
medida que puedan confiar podrán aprender a soltar el control y cederlo
al adulto que les cuida.
La paciencia y la perseverancia,
junto con apoyos profesionales y red social de ayuda. Estos niños/as pueden
progresar y avanzar lentamente. Las expectativas que tengamos hacia ellos hay
que ajustarlas a la realidad de lo que puedan en cada momento, de sus posibilidades.
Ver al niño, reconocerle, como es, hará que dejemos de ver nuestros deseos,
necesidades, ansiedades, miedos, decepciones… y empecemos a descubrir las cualidades
y capacidades de nuestro niño. La paciencia es fundamental porque sabemos que
reconfigurar un cerebro preparado para la supervivencia -y a veces para la
depredación- requiere saber que lleva tiempo. Hay que tener calma, verlo como
una carrera de fondo. Y que se ha de volver a empezar una y otra vez: perseverar
en el aprendizaje de nuevos patrones de relación. Para ello -y teniendo en
cuenta que en la práctica es arduo, duro, cansado (muchas veces también
gratificante) y lento- hemos de recibir el apoyo y la orientación necesarias y en ocasiones,
tratarnos nosotros de los aspectos personales que gatillan (o disparan) a
nuestros hijos e impiden que cambien y dejen las estrategias controladoras.
Magnífica picada la de hoy para
despedirnos: Sara Pascual, profesional que acaba de terminar el postgrado en
traumaterapia infantil-sistémica de Barudy y Dantagnan, en Barcelona (promoción
apega 7), a principios de marzo, cuando fui invitado a impartir un seminario de disociación, nos
informó de la publicación de un libro titulado “Instrumental”, de James Rhodes. Pepa Horno
Goikoetxea ya se nos ha adelantado y en su blog habla en una magnífica entrada, de este libro que he comenzado
a devorar. Dice Pepa: “James Rhodes es un concertista de piano de gran
prestigio que narra en este libro, con una intensidad que raya lo insoportable
en algunos momentos, auténticas brutalidades que ha vivido. La primera de ellas
y origen de todas las demás: ser violado desde los cinco a los diez años casi a
diario por un profesor de su colegio. Luego llegan la droga, el alcohol, el
prostituirse, los ingresos en centros psiquiátricos, los intentos de suicidio,
las alucinaciones… En el libro no hay detalles escabrosos, hay datos
desgarradores, radicales. Daré sólo uno: las cinco operaciones de espalda a las
que se tuvo que someter por las malformaciones que las penetraciones anales a
esa edad dejaron en su cadera y su rabadilla. Cinco, mencionadas como hechos,
sin más. Sin un ápice de exceso. No describe el proceso, ni la rehabilitación,
ni el tiempo hospitalizado. Tampoco da detalles sobre los abusos, porque no
hace falta hacerlo. Sólo da los datos, como desgarros en la piel”
El libro nos ofrece otro inmenso
regalo: James afirma que la música lo es todo. Para él, sin duda, lo fue. Lo comparto plenamente. Que
ayuda, cura y sana por sí sola. Escucharla y sentirla sin más te lleva a un
lugar de confort y retiro plácido. A través de la música pudo ir haciendo un
proceso resiliente resistente. Durante la lectura del libro es una gozada ver cómo
va engranando en su relato autores y compositores que a él le ayudaron a sobrevivir. Cada
capítulo está dedicado a una composición musical y a un compositor. Estoy aprendiendo a
descubrir obras musicales que no sospechaba eran tan bellas. Obras que ayudan a sanar el interior.
SIEGEL, D. (2007)La mente en desarrollo. Bilbao: Desclée de Brouwer.
BARUDY, J. y DANTAGNAN, M. (2005) Los buenos tratos a la infancia. Parentalidad, apego y resiliencia. Barcelona: Gedisa.
MAIN, M.;
SOLOMON, J. (1990) In Greenberg, M.T.;
Cicchetti, D. y Cummings, M. (Eds.)
Attachment in the preschool
years: Theory, research and intervention. Chicago:
The University of Chicago Press.