miércoles, 27 de noviembre de 2013

Algo más que la búsqueda de la familia biológica: la búsqueda de la propia identidad, charla-coloquio organizada por el Instituto Familia y Adopción el 30 noviembre

 
El Instituto Familia y Adopción organiza el próximo 30 de noviembre esta actividad formativa a la que os animo que participéis: "Algo más que la búsqueda de la familia biológica: la búsqueda de la propia identidad"
 
La charla y posterior diálogo estará a cargo de Eva Gispert, Xavi García y Alexandra Rozas.
 
Puede seguirse presencialmente desde el propio Instituto  y on line cada uno/a -con un portátil o PC con cámara y audio- desde su propia localidad en cualquier parte del mundo.
 
Para las familias adoptivas se trata de un tema de vital importancia pues, probablemente, tarde o temprano, tendrán que ayudar a sus hijos/as en el camino de buscar sus orígenes y tratar de dar respuesta a las tan necesarias preguntas que les surgen a los adoptados/as. Un camino no exento de dificultades, problemas, dudas, miedos, interrogantes, preguntas con respuesta y sin respuesta, retorno a lugares y encuentros con personas que evocan recuerdos en la memoria...
 
Es necesario prepararse. Es necesario estar acompañado/a y asesorado/a al emprender este viaje físico y mental. 
 
Os dejo el enlace con toda la información de este evento y también cómo inscribios. 
 
 
 

lunes, 25 de noviembre de 2013

Jóvenes adoptados o acogidos que no recuerdan


Como le sucede al protagonista de la mítica película "Recuerda" (Sinopsis: a un psiquiátrico llega un joven y atractivo director -Gregory Peck-, pero con el paso de los días una doctora -Ingrid Bergman- observa en él un extraño comportamiento que está relacionado con un hecho de su pasado que no consigue recordar),  a lo largo de mi carrera profesional son varios los jóvenes a los que he tratado en mi consulta que padecen una amnesia parcial o total de su, en general, dura infancia. Por mucho que quieran no recuerdan nada o a veces periodos concretos. Y les genera confusión y rabia consiguiente, porque hay muchos episodios traumáticos en su vida pasada pero no recordar nada o tener un conocimiento difuso de su biografía es como si su mente fuese un desierto. Además, cuando se sabe que han ocurrido cosas dolorosas pero no las recuerdas, altera mucho porque como dice Cyrulnik: “El horror de lo imaginario es terrible, el horror de lo real tiene un punto de esperanza”

Uno de esos jóvenes manifestó una agresividad inusitada -repentina pero liberadora- cuando, pasado un año de terapia y con una relación terapéutica ya cimentada, expresó que él no había tenido infancia, que había sufrido mucho y que lo había pasado terriblemente mal. Una vez liberada y contenida esa rabia por mi parte, haciendo una función de holding (sostener), pudo empezar a expresar lo que sentía sobre recuerdos implícitos que siempre había tenido pero que no sabía atribuir a qué se debían, sentía sin ser consciente de que eran recuerdos registrados en su cuerpo (rabia, ansiedad que nota en el pecho…) pero no explícitos (no se almacenó ninguna información verbal o episódica) en su memoria, con lo cual no hay nada que recuperar conscientemente (posiblemente, su cerebro hizo una adaptación y el flujo de información que contiene lo traumático quedó disociado) Y no es problema de que su edad fuera demasiado temprana, pues hasta ser adoptado este joven estuvo hasta bien entrada su segunda infancia en su familia biológica (extremadamente maltratadora) Existe una amnesia porque sufrió un trauma relacional grave y es una defensa ante esas amenazas. Este joven sufrió malos tratos de extrema crueldad, maltrato emocional y abuso sexual. Lo sabe porque le dijeron en su familia adoptiva que sufrió maltrato, pero no recuerda nada. Y el sentido del self (sí mismo), como dice Siegel, a lo largo del tiempo no está construido. No hay una conciencia clara de él mismo situándose en el tiempo.

Otros chicos que he tratado en mi consulta, como digo, presentaban esta amnesia. Todos habían sufrido traumas brutales (incluido el abuso sexual por parte de progenitores) Vivencias durísimas e insoportables para la mente en desarrollo. Presentaban síntomas de agresividad, robo, experiencias disociativas, apego desorganizado (desapegado o controlador), suspicacia, desconfianza, síntomas depresivos, de alimentación, ansiedad, flashbacks (los flashbacks son experiencias corporales de sucesos traumáticos los cuales incluyen activación o arousal psicofisiológico, estimulación sensorial y el impacto emocional de la experiencia traumática. De alguna manera, la víctima de un flashback es transportada atrás en el tiempo hacia el suceso y por lo que al cerebro respecta, le parece que está ocurriendo de nuevo)

Hacer un tratamiento de este tipo de pacientes con la palabra puede ser sumamente retraumatizante e imprudente (como ya he explicado en otra ocasión) porque puede situar a la persona fuera de la ventana de tolerancia a las emociones y descompensarle seriamente. No hay más que ver cómo se alteró el joven del que os he hablado cuando él por su propia cuenta comenzó a decirme que no recordaba nada pero le habían dicho que su infancia había sido muy dura. Solamente mediante un abordaje progresivo en un entorno terapéutico seguro y contenedor se puede abordar la integración de contenidos traumáticos tan devastadores como los que vivieron estos jóvenes.

¿Por qué esta ausencia de recuerdo verbal? Además de que el cerebro puede encargarse para sobrevivir de disociar y apartar por así decirlo lo traumático vivido, Cozolino tiene una explicación que nunca había conocido con anterioridad que me ha atraído mucho y me parece muy sugerente. Dice este autor que “en los flashbacks, la amígdala (ese pequeño órgano como una almendrita en el sistema límbico responsable de las reacciones emocionales rápidas y que registra las emociones de miedo, ira… durante un suceso traumático) y las redes neurales que van hacia el hemisferio derecho (predominantemente emocional) y los sistemas subcorticales (responsables de sistemas de acción más inferiores como correr, huir, luchar…) llegan a ser dominantes. Las densas conexiones de la amígdala con los sistemas visuales dan cuenta de la presencia, a veces, de alucinaciones visuales como parte de los flashbacks (la persona ve, por ejemplo, en una alteración de la percepción a la figura de su maltratador) Esto contrasta con la presencia de alucinaciones en la esquizofrenia que implica a los lóbulos temporales del cerebro y son normalmente auditivas. Una hipótesis tentativa para explicar el porqué de esa ausencia de recuerdo verbal es un descubrimiento en pacientes que sufrieron trastorno por estrés postraumático: había un decremento del flujo de sangre alrededor del Área de Broca (un área del córtex frontal inferior que controla el lenguaje) Estos descubrimientos sugieren una inhibición activa de los centros del lenguaje durante el trauma. Basándose en estos descubrimientos, el “terror sin discurso”, a menudo expresado por las víctimas (es habitual que en consulta se sientan activados o experimenten episodios de intenso terror cuando creen estar en peligro de nuevo) de un trauma tiene correlatos neurobiológicos consistentes con lo que sabemos de la arquitectura cerebral y las relaciones cerebro-conducta”

“Este efecto inhibidor del Área de Broca puede perjudicar la codificación de la memoria semántica (consciente) para sucesos traumáticos. Ello luego interferirá con el desarrollo de narrativas que sirvan para procesar la experiencia y conducirla hacia la integración de las redes neurales y la sanación (healing) psicológica”

En consecuencia, es normal que las áreas del lenguaje estén desconectadas durante un trauma, pues si nos paramos un momento a reflexionar sobre el particular, que las áreas del lenguaje queden infraactivadas durante un evento traumático tiene mucho sentido adaptativo: el lenguaje no sirve para la supervivencia, sino más bien lo contrario: las áreas subcorticales toman el mando del cerebro para tratar de huir/luchar.

Por ello, en la psicoterapia para niños y adolescentes adoptados o acogidos con historias donde han vivido maltrato y episodios traumáticos en forma de castigos desproporcionados, sádicos, descalificaciones, miedos y amenazas a su seguridad, violencia… lo prioritario es, en el espacio de la psicoterapia, trabajar el apego terapéutico. La relación sintonizada con el terapeuta, la resonancia emocional, el sentirse sentido. Además, abordar con técnicas específicas que el paciente se presentifique, se estabilice emocional y conductualmente. Hay muchos niños cuyos flashbacks pueden ser más sutiles, pero los tienen. Recuerdo a una niña que se descompensaba agresivamente ante la frustración y reaccionaba de una manera tan violenta que había que practicarle una contención física. Durante esos episodios, hablaba a la persona que tenía delante llamándole con el nombre de uno de sus maltratadores en el pasado.

Para hacerse una idea del terror que se vive durante los flashbacks, hay muchas películas que los reflejan. En la última que se estrenó en septiembre, “The railway man”, el actor Colin Firth trabaja magníficamente y representa un flashback (haciendo al espectador partícipe de las alucinaciones visuales) que tiene el día de su boda cuando, ante un disparador, cree que viene  (para la persona está pasando eso realmente) su antiguo y cruel torturador japonés de la Segunda Guerra Mundial para dañarle de nuevo salvajemente. El actor nos transmite y nos hace sentir (gracias a las neuronas espejo), compartiéndonos, el horror intenso que se siente ante una experiencia de ese tipo.

Una vez que está consolidada la estabilización, el apego con el terapeuta está consolidado (también hemos trabajado el vínculo con los padres adoptivos), el niño con ello está ya bastante integrado a nivel cerebral. A continuación, es cuando acometemos el trabajo de integración resiliente, en el que, fundamentalmente, trabajamos la narrativa. La construcción del relato es muy importante porque favorece la coherencia de la mente. De este modo, es cuando se empieza a activar toda esa área del lenguaje que estuvo desconectada (parcial o totalmente) durante los episodios traumáticos.

Cuando utilizamos la herramienta EMDR (siguiendo con rigor el protocolo de valoración e intervención y el abordaje progresivo con pacientes con trauma complejo) ésta de alguna manera pienso que apela a esa Área de Broca cuando, durante los sets de estimulación bilateral, el terapeuta le indica al paciente que es un recuerdo, es memoria, es pasado, ya terminó; y que está en la consulta, con el profesional, a salvo. Mientras el paciente está procesando un recuerdo del pasado traído al presente -traído al ahora-, la voz del terapeuta también le presentifica (le trae al presente y el cerebro aprende de una manera natural que el evento traumático terminó) a aquél; mientras tiene, para entendernos, un ojo en el pasado otro está en el presente. Y eso favorece mediante la abreacción, la integración del recuerdo traumático que se esté trabajando.

El mismo relato extenso de una historia de vida, una reconstrucción narrativa verbal, también incide en la integración porque estimula el hemisferio izquierdo que da sentido, simboliza y contiene las cataratas emocionales (miedo, angustia…) que inundó el derecho durante los eventos traumáticos. Y además sucede ahora, en la terapia, para que el cerebro procese, de manera natural, que todo ya acabó.

Así va, por ejemplo, progresando la niña que siente ver a su antiguo maltratador en la figura adulta que le cuida o se ocupa de ella. Está consolidando el vínculo con su familia adoptiva, le proporcionan contención cuando la necesita y en la terapia está aprendiendo psicoeducación sobre el trauma. Se va presentificando y su cerebro va dándose cuenta de que aquello ya pasó y que sus padres adoptivos no van a hacer con ella las cosas tan terribles que le hicieron en su país de origen. Cuando ya se encuentre fortalecido el vínculo con el terapeuta, y también con la familia, y consiga una estabilidad que nos sugiere que sus reacciones ya no ponen en marcha el sistema de defensa que tuvo que activar para sobrevivir, será el momento de entrar en la fase de la narración.

Sin embargo, con los pacientes jóvenes que he mencionado al principio, el proceso es mucho más largo. Las fases de estabilización y tratamiento de las patologías conductuales y mentales asociadas al trauma llevan más tiempo e intervención. La psicoeducación supone una parte larga del tratamiento también, y el vínculo con el profesional psicoterapeuta debe ser trabajado sesión a sesión. Una vez estabilizado y empoderado, es entonces cuando recogiendo lo que sabemos de su historia, y con un fuerte apoyo, y muy progresivamente y comprobando cómo lo van procesando, trabajamos el relato junto con otras técnicas que favorezcan la integración resiliente.

Para terminar, lo hago, como viene siendo habitual, ofreciéndoos una excelente picada: me refiero a un libro que salió el pasado verano. Uno de sus ejemplares me lo regaló la directora de la editorial Hilo Rojo, Marga Muñiz, a quien se lo agradezco. Estoy aludiendo a la obra “Entre hipocampos y neurogénesis ¿Por eso le cuesta tanto aprender a mi hijo?”, de la profesora de la Universidad de la Coruña y madre adoptiva, Rosa Fernández. El libro me ha gustado muchísimo y os lo recomiendo desde ya. ¿Por qué? Por lo siguiente: ¿Qué me diríais si os propongo un libro breve, riguroso científicamente pero comprensible y accesible para todos, del cual puede sacar aprendizaje y aprovechamiento el papá y la mamá de un niño o niña adoptivo/a pero también un profesional (está trufado de numerosas referencias bibliográficas para profundizar en los estudios científicos en los que se basa), escrito por una madre adoptiva y a la vez experta en neuropsicología, que explica, con numerosos ejemplos por qué a los menores que han vivido experiencias de maltrato y abandono en los primeros años de vida les cuesta tanto aprender? Estoy seguro que responderíais que sí, que os parece un libro completísimo. Pues eso mismo es lo que ofrece Rosa Fernández desde su libro “Entre hipocampos y neurogénesis”

Cuáles son las estructuras cerebrales clave que maduran con una experiencia de cuidados sensibles y empáticos en el contexto de una relación de apego seguro y cuál es la importancia que tienen, se va explicando entre ejemplos y explicaciones científicas expuestas con rigor pero accesibles para todos (la trascendencia del hipocampo en el aprendizaje y cómo el apoyo maternal durante los primeros años predice un mayor volumen en el hipocampo, las alteraciones en la mielina…) La visión que tiene la autora diría que es de un optimismo realista  (en el hipocampo, órgano cuyo protagonismo es central en el aprendizaje del niño pues está implicado en los procesos de memorización, hay neurogénesis) porque aunque las alteraciones que se producen en el sistema nervioso -por efecto del impacto de estas adversas experiencias en unas edades clave para el neurodesarrollo del menor- dejan una huella profunda, lo que la ciencia nos dice, de la mano de la profesora, es que con trabajo y apoyos, los niños pueden mejorar e incluso recuperarse.

Personalmente, lo que más me ha gustado y atraído del libro es el punto de vista sobre el déficit de atención con hiperactividad que a menudo suelen diagnosticar a los niños y niñas víctimas de las experiencias de abandono y maltrato. Es posible que algunos niños no presenten este trastorno sino una alteración en la vinculación y respuestas mediadas por el trauma que se manifiestan mediante síntomas similares a la hiperactividad sin serla. No os la expongo porque quiero que la leáis en el libro de Rosa. Ella lo explica y expone todo mucho mejor que yo, que para eso es experta en neuropsicología.

Está editado por Hilo Rojo Ediciones, os dejo un enlace para que podías verlo y adquirirlo, lo cual os recomiendo vivamente. Enhorabuena a la autora y a la editorial: http://www.hilorojoediciones.com/

Hasta la semana próxima, cuidaos / zaindu

jueves, 21 de noviembre de 2013

Seminario para el aprendizaje de la técnica de la caja de arena, a celebrarse en UmayQuipa el día 16 de marzo




Seminario sobre la técnica de la caja de arena

Organiza: UmayQuipa (Madrid)

Imparte: José Luis Gonzalo, psicólogo clínico

De nuevo imparto un seminario para aprender a utilizar la técnica de la caja de arena. Tendrá lugar el 16 de marzo de 2014, domingo, en el Centro de Psicoterapia UmayQuipa de Madrid, el cual es dirigido por la psicóloga Loretta Cornejo. Vamos ya por la cuarta edición de este seminario, que siempre tiene una fenomenal acogida. Las plazas son limitadas pues se necesita un grupo pequeño donde todos los participantes aprendan los conceptos básicos y sobre todo practiquen la técnica. El Seminario es práctico y vivencial. Trataremos de llevar a la práctica los contenidos y metodologías del libro que he publicado este año titulado: "Construyendo puentes. La técnica de la caja de arena (sandtray) Editorial Desclée de Brouwer"

La técnica fue desarrollada por dos autoras: Dora Kalff y Margaret Lowenfeld y hunde sus raíces en la teoría jungiana. No obstante, la técnica también puede concebirse como un método dentro de la terapia de juego. Al primer enfoque se le llama sandplay. Y a este segundo, sandtray. En este Seminario nos centraremos en el sandtray.

La técnica consiste en la elaboración de mundos o escenas utilizando miniaturas diversas (hay que proveer al paciente de una muestra representativa de todos los seres animados e inanimados que existen en el mundo externo así como en su imaginario) que se colocan en la superficie de una bandeja (de unas proporciones determinadas) cubierta de arena hasta aproximadamente la mitad de su cabida.

La técnica me parece la más idónea para trabajar contenidos traumáticos cuando existen bloqueos emocionales que impiden al niño la verbalización. O para niños que no son hábiles o presentan un retraso del lenguaje de etiología diversa. El juego, por lo general, es el lenguaje del niño y aporta una narrativa que le permite liberar, expresar y simbolizar, desarrollando sentimientos de control, lo que le sucede y lo que vive en su interior. El modelo teórico en el que insertamos la aplicación de la técnica se basa en el trauma, el apego y la resiliencia.

Los niños, generalmente, no dominan el lenguaje verbal como lo pueden hacer los adultos. Jugar con ellos, en cambio, es acercarse a la manera que tienen de hablar y contar. La caja de arena podría insertarse dentro de este propósito porque implica un lenguaje no verbal que aporta numerosos símbolos universales, y al niño se le hace fácil y accesible.

Pero la técnica no sólo son los símbolos (muñecos, figuritas, miniaturas y todos aquellos elementos que también se convierten en símbolos como casas, puentes, árboles, vehículos, etc.) que equivaldrían a las palabras del diccionario. Es también una escenificación de todos esos elementos en la bandeja que suponen la gramática de la técnica.

El niño, además, se sitúa en una postura que le convierte en sujeto que crea y construye (visión muy resiliente): un mundo imaginario, una escena, una historia, un cuento, una secuencia… Y la gramática supone narrar. Y ya sabemos la importancia que la narrativa tiene sobre todo para los niños que necesitan reconstruir su historia. Especialmente cuando lo que se narra está cargado de emociones dolorosas que permanecen disociadas, como es el caso de los niños traumatizados por la violencia u otros acontecimientos duros y sobrecargantes para la mente en desarrollo. La técnica ayuda a la integración del trauma.

En este Seminario, eminentemente práctico, pretendemos:
OBJETIVOS

Conocer los orígenes de la técnica, hacer un poco de historia.

Perfilar para quiénes está indicada esta técnica.

Aprender los pasos en la conducción de una sesión con la técnica de la caja de arena.

Explicar cuál debe ser la actitud del terapeuta.

Alcances y límites de la técnica.

La metodología comprende la elaboración de cajas de arena por parte de los alumnos, aprendiendo los pasos en la aplicación y conducción de una sesión junto con breves exposiciones teóricas y el visionado de vídeos con casos prácticos reales.

Dirigido a: Psicólogos, psicopedagogos, psiquiatras, psicoterapeutas, pedagogos y trabajadores sociales.

Información e inscripción en:

Fecha: 16 de marzo de 2014
Precio: 160€
Horario: De 10,00h a 14,00h y de 15,30h a 18,30h
Telefax: 91 5493878
Clases en: Donoso Cortes, 88 1º Dcha. 28015-Madrid
E mail: umayquipae@gmail.com

lunes, 18 de noviembre de 2013

Las dificultades para las relaciones sociales de los menores acogidos o adoptados víctimas de malos tratos: cómo una experiencia de grupo co-regulado puede contribuir a la sanación (healing) socio-emocional


Esta entrada cierra una trilogía referida a las dificultades para la socialización de los niños y niñas adoptados/as o acogidos/as. En la primera de ellas, ahondamos en los orígenes de estas dificultades, hablando sobre el apego, cómo éste prepara, en las primeras interacciones tempranas con los cuidadores/as, el camino para la posterior socialización porque les permite aprender a conocernos emocionalmente, a co-regular nuestros estados internos con los de un otro hábil, sensible y empático y a interiorizar una base segura. En la segunda entrada nos fijamos en la psicoterapia como un tratamiento que cuando se centra en la persona y tiene como eje el apego terapéutico, resulta una experiencia que incide en las redes neurales y puede modificar los esquemas representacionales interpersonales interiorizados en las primeras interacciones con los cuidadores primarios.

Cerramos, con este tercer capítulo, esta trilogía sobre la asociación entre apego seguro y relaciones sociales futuras competentes y satisfactorias hablando sobre el grupo de iguales como experiencia de reparación ¿Puede una experiencia de grupo constituirse en una herramienta que ayude a que los niños/as aprendan las herramientas interpersonales que se necesitan para una adecuada socialización?

Los niños y niñas que han vivido experiencias prolongadas de abandono y maltrato en instituciones u orfanatos de baja calidad tienen muchas probabilidades de presentar alteraciones en el vínculo de apego (no son los únicos pero sí una de las poblaciones en riesgo) Pueden ser niños/as que tiendan a evitar las relaciones sociales, desconectándose interiormente de lo que sienten en relación a otros y no sintiendo la necesidad de relacionarse; pueden ser niños que, al contrario, se hiperactiven en la relación con los demás, no sean capaces de entrar en interacciones co-reguladas, muestren dudas sobre la disponibilidad de los otros y experimenten emociones muy intensas en las relaciones sociales; y, finalmente, pueden ser menores de edad que presenten una mezcla de ambas tendencias pero sin mostrar una estrategia coherente. En cualquier caso, los tres comparten como características comunes los problemas para relacionarse socialmente, bien porque evitan o niegan necesitar estar con los demás bien porque, por exceso, no sintonizan ni se regulan con los otros en la convivencia, resultando ésta problemática.

Uno de los aspectos que más preocupan a las familias de los niños y las niñas es que sean capaces de poder integrarse en un grupo de iguales sin sufrir la dura vivencia del fracaso, que no terminen siendo rechazados, ignorados o nuevamente maltratados por cómo son y se comportan. O que no se constituyan ellos/as, en algunos casos, en posibles agresores o presenten otros rasgos o conductas que los inhabiliten para la relación (impulsividad, mentiras, robo, brusquedad, intolerancia a la frustración, manipulación, exceso de control del otro, celos excesivos…)

Es muy doloroso para un niño o niña que ha sufrido sentir que no es aceptado/a y que no puede mantener amigos/as. Se pierden así, entre otras muchas cosas, la posibilidad de hacer vínculos prosociales que pueden ser gratificantes, que fomentan la empatía y la autoestima (el sentirse miembro de un grupo en el que ser valorado) Conforme este niño o niña crezca y llegue a la adolescencia irá dándose cuenta de que están solos/as y que, por diversas razones, no están cómodos/as en los grupos. Probablemente elijan relaciones de a dos donde puedan controlar mejor, o se adscriban a grupos o bien de menores de edad más pequeños/as o que compartan aspectos universales con ellos/as (ser adoptados/as, haber sufrido abandono, proceder de un mismo país…)

La psicoterapia puede mejorar el nivel social de los niños y las niñas porque la experiencia de apego terapéutico con un profesional adecuado y competente socialmente les aporta una vivencia reparadora en este sentido. La misma psicoterapia trata, en su fase y en su momento, de que los menores de edad puedan ser conscientes de estas dificultades, conocer su estilo de apego y el modo en el que éste influye para cómo se relacionan, intentado acceder y modificar las creencias que han desarrollado y, a la vez, explorando con ellos maneras y habilidades sociales alternativas a las que vienen usando (que pueden ser evitativas o  disruptivas, ambas siempre en exceso y de maneras inadecuadas y que suponen rupturas en el curso de la relación y la comunicación sintonizada y empática con los otros. Hay en estos niños y niñas un exceso, como digo, bien hacia dentro o bien hacia fuera: o se desconectan y/o distancian o se hiperactivan, rompen, desbordan, desregulan…) Pero, no obstante, en mi experiencia, uno tiene la sensación de que la psicoterapia individual es excelente y les aporta una experiencia de sentirse sentidos, conocimiento y aceptación de sí mismos, estrategias de regulación y elaboración de su historia de vida que favorecen el sentido de uno mismo en el tiempo pero a la que le faltaría el complemento de una terapia directa a una vivencia de socialización de grupo pero más tipo taller.

¿Por qué puede beneficiarles? Cozolino –a quien últimamente sigo mucho la pista, aunque tengo otros libros en cartera muy buenos que pronto daré a conocer; y también en breve tiempo volveré sobre “Vinculaciones afectivas”, de María José Lafuente y María José Cantero porque estoy terminando de leer lo que me queda, y es un manual excelente- dice lo siguiente sobre este tema hablándonos de una clásica investigación que puso de relieve la enorme trascendencia que tienen las relaciones sociales de calidad posteriores en la vida de quienes han pasado por abandono en sus primeros años de vida. Es una investigación con monos, pero la verdad no estamos tan lejos de ellos, y además, en nosotros las cosas son bastante similares aunque más complejas, eso sí:

“Para evaluar el impacto de la deprivación maternal, Harry Harlow aisló monos recién nacidos no sólo de sus madres (en una investigación que se conoce más y que demostró que el apego de las crías mamíferos hacía la madre no estaba motivada porque ésta les provee de alimento) sino de todo cuidado y satisfacción de necesidades. Con un mínimo contacto social, los monos fueron dejados solos en una jaula con unos pocos juguetes y poco más. Las imágenes de estos monos son sobrecogedoras: agachados en esquinas, mordiéndose a sí mismos y mostrándose en posturas fetales. Como si ellos estuvieran atrapados en un mundo autístico esperando a ser introducidos en el mundo social.

Cuando estos monos criados en aislamiento eran insertados en una colonia tipo de monos con seis meses de edad, ellos se mostraban incomprensiblemente aterrorizados. Ellos no parecían comprender qué es lo que estaba pasando, retirados de las interacciones y haciendo todo lo posible por evitarlas. Al principio, la tentación era pensar en este periodo de seis meses como un punto de corte para la plasticidad del apego. Quizá el circuito del apego había logrado un período crítico ancestral y, para los seis meses, era demasiado tarde para aprender cómo ser social. Pero como cualquier otra conclusión en neurociencia, era necesario ser cautos.

Harlow y su colaborador Suomi se preguntaron en los años 70 si la terapia podía ayudar a estos monos aislados a superar sus miedos y permitirles unirse al mundo social de la colonia. ¿Pero cómo hacer terapia con un mono? ¿Qué escogeríais, Gestalt, Psicoanálisis, Cognitivo-conductual? Básicamente, lo que estos investigadores eligieron fue una combinación de juego y terapia basada en el apego. Los “terapeutas” elegidos para el trabajo fueron monos normales de tres meses de edad que fueron seleccionados porque eran pequeños, tenían un contacto juguetón, eran poco agresivos y probablemente menos amenazadores que otros de la misma edad.

La terapia consistió en dos sesiones de dos horas por semana durante cuatro semanas –en total 24 horas de tratamiento- Cuando los “terapeutas” llegaron a la sesión, los monos aislados estaban aterrorizados y retraídos. Los monos aislados trataron de evitar ansiosamente el contacto mientras las conductas autoestimulatorias aumentaron. De nuevo los “terapeutas” se implicaron, tocaron, se subieron encima… Mientras las sesiones continuaron, se informó que los monos aislados gradualmente se habituaron y aceptaron a los “terapeutas” y sus intervenciones. Estas intervenciones interrumpieron las conductas autísticas y autoestimulatorias, y los clientes empezaron a iniciar contactos físicos y a interactuar con sus terapeutas más jóvenes. La terapia fue tan exitosa que los autores dijeron que para la edad de un año, los aislados eran a duras penas distinguibles de los terapeutas normales en términos de frecuencia de exploración, locomoción y juego y conducta” Prosigue Cozolino: “Después de un curso de tratamiento, cuando estos monos que fueron aislados ya estaban preparados y fueron introducidos en la colonia, ellos lo hicieron mucho mejor y fueron capaces de encontrar un rol dentro del grupo y la jerarquía social. ¿Fueron ellos dañados? Muy probablemente, la deprivación temprana tiene un impacto muy duradero, pero los investigadores observaron que era posible una recuperación funcional. Estos resultados sorprendieron a Harlow y Suomi a causa de sus asunciones respecto al concepto de periodo crítico. Ellos me ayudan a tener una mente abierta y recordar que rendirse ante un niño o cliente es algo para lo que yo nunca estaré dispuesto ni preparado”

Ni él ni nosotros. Porque aunque los humanos tenemos sensibles diferencias con los monos de Harry y colaboradores porque nuestra mente es muchísimo más compleja, en mi experiencia con los niños más dañados que he visto (los que provienen de orfanatos de bajísima calidad) la conclusión es la misma: la deprivación tiene un efecto muy duradero y cuesta un triunfo por parte de todos los agentes sociales implicados conseguir una rehabilitación (que en algunos casos será funcional); pero ésta es posible.

Por ello, y basándonos también en las aportaciones de un centro especializado en Munich para el tratamiento de los trastornos graves del apego (del cual os hablé hace unos meses, podéis leer haciendo clic aquí) y en lo que hemos aprendido en nuestra formación con Barudy y Dantagnan y durante estos años de trabajo, ideamos (basado en un guión de Barudy y Dantagnan con variaciones y aportaciones nuestras) un taller para el fomento de la resiliencia de los niños y las niñas adoptados/as que han sufrido experiencias de abandono y malos tratos. Siendo conscientes de que el propio grupo y los propios niños se pueden convertir en una experiencia de intercambio y sanación social, Naiara Zamora (psicóloga) y servidor ofrecimos un proyecto a la Asociación de Familias Adoptivas de Gipuzkoa Ume-Alaia para poder poner en marcha un grupo-taller de este tipo. El año pasado tuvimos nuestra primera experiencia (con pre-adolescentes entre 10 y 12 años) y este años vamos a comenzar (dado el éxito) la segunda con niños y niñas entre 8 y 10 años. El grupo es muy reducido (no más de 8 niños y niñas) y llevado adelante por dos psicoterapeutas. Los menores de edad no tienen todos déficits sociales, sino que algunos de ellos son competentes en este aspecto o no presentan tanta dificultad. Además de trabajar y favorecer la socialización, pretendemos que los niños vivan una experiencia vincular y trabajen una serie de habilidades que fomenten su resiliencia. El número máximo de sesiones prevista es una semanal de hora y media durante 12 semanas (3 meses) Se hace un descanso a la mitad y se les sirve una merienda.

El grupo está ideado para que desde la palabra y las interacciones sociales los/as niños/as, primero, vivan un aprendizaje co-regulatorio (es el otro quien me va indicando, pautando, marcando… la proximidad emocional…) Esta co-regulación la pueden hacer los/as niños/as monitorizados por los terapeutas y los propios terapeutas hacia los menores. La palabra está presente para que los/as niños/as puedan aprender a pasar de una co-regulación a la auto-regulación. Sólo se puede alcanzar ésta si antes se ha vivido la primera. Además, los/as niños/as no son castigados, ni apartados, ni llevados a ningún tiempo fuera… La aceptación es incondicional. Se les ayuda a darse cuenta de qué motiva su cólera, por ejemplo, y qué se puede hacer para manejarla. Se les proporciona adecuada contención, si es preciso. El clima de buen trato preside todas las sesiones y nunca nadie se hace daño.

Los/as niños/as, mediante la actividad, los juegos y técnicas propuestas, van aprendiendo a socializarse, especialmente los que más dificultad tienen. Se trabajan módulos específicos como son las emociones, la comunicación, la autoestima, la identidad y el trabajo en equipo.

Este taller –donde el niño y la niña se relacionan bajo la presencia y la actuación co-regulada de unos terapeutas y de los propios iguales- es también para construir, hacer, crear, idear, investigar, sentir y vivir límites creados por ellos mismos y los terapeutas. Fomenta la resiliencia porque fomenta vínculo (sentirte sentido), aceptación incondicional y desarrolla recursos en los niños/as obtenidos a través de relaciones interpersonales sanas y constructivas.

La experiencia del primer año nos ha animado a continuar éste con otro grupo. Los/as niños/as mejoran en muchos aspectos (incluso los más dañados adquieren por lo menos una vivencia de aceptación y unas habilidades funcionales) Aunque no es la panacea, se observan cambios en la capacidad emocional, regulación y habilidades de relación que antes no estaban presentes.

Así pues, aquí tenemos un ingrediente más que se puede sumar y que animo a los profesionales a que lo pongan en marcha: las experiencias de grupo terapéutico co-reguladas que se pueden combinar con la experiencia de psicoterapia individual co-regulada por un psicoterapeuta. Ambas inciden en las redes neurales y tienen capacidad para sanar el cerebro social (healing) Ahora bien, eso sí, como siempre os digo, con paciencia, perseverancia, tiempo y aceptación del niño/a. Esto es muy importante, sobre todo lo que no se puede cambiar.

No quiero despedirme sin antes compartir con todos/as vosotros/as que este es ¡EL POST NÚMERO 300! Estoy muy contento de haber alcanzado esta cifra. ¡Larga vida a Buenos tratos!

La semana que viene regresamos, cuidaos / zaindu

domingo, 10 de noviembre de 2013

"Cuentos para familias de corazón", la maravillosa aventura de ayudar a comprender a los niños su adopción, de Alicia Barbero

Como ya os anuncié, volvemos a hablar de cuentos que nos puedan ser útiles en nuestro trabajo. Hoy hablamos de una autora, Alicia Barbero, madre adoptiva, que se ha animado, como ella misma dice, a escribir un libro de cuentos que trata de explicar el porqué de la adopción, es decir, intentan ser un recurso didáctico para que los padres y las familias puedan dialogar con su hijo o hija de forma espontánea sobre su historia antes y después de la adopción.
 

La autora no encontraba ningún libro parecido a éste y veía que era importante hablar de este tema a sus hijas pero usando metáforas. Entonces, empezó a idear cuentos de este estilo que, de tanto en tanto, les contaba. Así pues, ante la escasez de este material, eligió los cuentos que más le pedía, sobre todo, su hija mayor y los escribió. Teresa Blasco los ilustró. Y, finalmente, Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan se animaron a escribir un prólogo.
 

No se trata de unos cuentos de laboratorio sino nacidos y surgidos de la motivación, creatividad y sintonización emocional de una madre con las necesidades de sus hijas en cuanto a comprender y elaborar su historia adoptiva.
 

Estos magníficos cuentos, en palabras de Alicia Barbero, pueden servir para los siguientes objetivos:
 

Formación de las familias que quieren adoptar o buscan asesoría (los cuentos facilitan que el adulto sintonice emocionalmente con el protagonista.
 

Acompañamiento de nuestros hijos/as en comprender los motivos de la adopción y en la aceptación e integración de su historia antes y después de forma coherente y aceptable.
 

En el espacio terapéutico, para hacer posibles devoluciones a los niños/as que han vivido la adopción.
 

Aquí tenéis una breve reseña que explica el propósito de estos cuentos:
 

“Los Cuentos para familias de corazón” tienen el objetivo de ayudar a nuestros hijos y nuestras hijas a comprender mejor su pasado y poder darle un sentido, lo que les ayudará a tomar distancia de su dolor sufrido, a aprender de la experiencia pasada y, así, poder integrar su historia en su vida presente.
 

Estos cuentos son una herramienta para que profesionales del ámbito de la adopción, padres y madres, maestros y educadores trabajen con los niños y niñas. Por ello se publican acompañados de textos introductorios y de una fundamentación teórica y práctica que ayudará a que el adulto-lector pueda aprovechar todo su potencial narrativo y encaminar, mediante su lectura con el niño o niña, los objetivos que desee trabajar, reforzar o conseguir.
 

 “Los Cuentos para familias de corazón” han sido ya puestos a prueba y utilizados por profesionales en su trabajo diario con niños y niñas, y su utilidad y eficacia está avalada por la experiencia del IFIV (Instituto de Formación e Investigación Acción sobre las Consecuencias de la Violencia y la Promoción de la Resiliencia) dirigido por el reconocido neuropsiquiatra Jorge Barudy.
 

La presentación por Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan dice lo siguiente sobre los mismos, ensalzando su valor:
 

Ser padre o madre adoptivos es una aventura maravillosa, pero como tal hay que prepararse y dejarse guiar. Los cuentos contenidos en este libro se refieren a esta aventura señalando la posibilidad de un buen final, pero no el de los cuentos de hadas, sino el de los procesos sociales inspirados por el amor, el compromiso y la solidaridad con la infancia desamparada.
 

Por esta razón, los cuentos insisten en que la adopción es una aventura que puede permitir la felicidad de todos los implicados como una “utopía realizable”.
 

Pero, al mismo tiempo, los contenidos de estos cuentos no hacen economía de las dificultades de esta aventura, si no que las plantean utilizando un lenguaje metafórico, poético. La metáfora es un recurso enormemente valioso, y nada o muy poco amenazante para utilizar con los niños, cuyo mensaje organiza y comprende la complejidad de las experiencias de la vida, como es la experiencia de ser adoptado.

 

Cuando un niño adoptado escucha un cuento de su propia historia va construyendo una biografía coherente y aceptable de sí mismo. Sin duda alguna, estos cuentos serán fuente de inspiración para que padres y madres, maestros y educadores elaboren, adapten y lean a sus hijos sus propios cuentos basados en su historia única y singular.
 

Desde este enlace que os copio a continuación podéis adquirir estos cuentos para familias con corazón. Un recurso que sin duda nos ayudará en nuestro trabajo con los niños y las niñas.
 
Desde estas líneas felicito a Alicia Barbero por su excelente trabajo. Resulta gratificante comprobar cómo la inquietud de una madre por ayudar a sus hijas se plasma en un material (cuentos) con valor terapéutico que pueden contribuir a fomentar la felicidad de todos los implicados, como dicen Jorge y Maryorie en la presentación.

 
http://www.ifis-editorialgrupo5.com/publicaciones/cuentos-para-familias-de-corazon.html

Tambiénpodéis conocer la actividad profesional de Alicia Barbero en su nueva página web: http://www.integraiapren.com
 
Hasta la semana que viene, cuidaos /zaindu

lunes, 4 de noviembre de 2013

Las dificultades para las relaciones sociales de los menores adoptados o acogidos víctimas de malos tratos: cómo la psicoterapia puede influir positivamente en el cerebro para contribuir a la curación (healing) socio-emocional


La entrada de hoy es continuación de la pasada semana. Nos vamos a centrar en cómo ayudar a sanar (healing, como se dice en inglés) esos primeros esquemas tempranos de apego cuando se han convertido en disfuncionales. Quiero insistir en la frase de María Josefa Lafuente, experta en apego, quien en su libro “Vinculaciones afectivas” nos dice que “el apego temprano influye pero no determina, al menos como único factor” Es decir, existen factores psicosociales posteriores que pueden intervenir en esos tempranos esquemas y modificarlos. No quiero resultar determinista en cuanto al apego. Creo que ya lo he comentado otras veces, pero incidir en esto otra vez me parece importante. Todos sabéis que el ser humano se forja de acuerdo al cerebro, a la mente y a las relaciones sociales (tempranas y posteriores) Y de este triángulo y sus complejas interacciones el resultado es la persona (con sus características, sus hábitos, sus conductas) Y cada uno de nosotros de acuerdo a nuestra propia especificidad. Somos seres únicos, originales e irrepetibles.

Voy a referirme a esos niños y niñas con historias duras de vida donde el maltrato, el abandono y/o los abusos han sido de larga duración, graves, y no han contado con figuras adultas estables. Han sido peloteados, como dice Barudy, de un sitio a otro (por ejemplo, de orfanatos a sus "hogares" para volver a vivir situaciones traumáticas crónicas, en decisiones inexplicables) Estos menores son posteriormente adoptados y/o acogidos por familias. Niños y niñas con los que trabajamos a diario. Cuando miramos sus biografías, comprobamos con dolor que han sido tres, cuatro o hasta siete y nueve años de duras carencias y/o maltratos que ponen a prueba la capacidad de resistencia de cualquiera. Es, en estos casos, donde los esquemas tempranos de apego no han sido nunca expuestos (hasta que llegan a las familias) a la influencia reparadora (al menos de manera suficiente) de adultos que hayan podido actuar como tutores de resiliencia.

No quiero dar la impresión de déjà vu. Cómo reparar los apegos tempranos -y qué y cómo hacer una labor en este sentido desde las familias y el colegio- ya ha sido comentado aquí en varios post. No tenéis más que leer estas entradas y encontraréis que ya he escrito sobre ello. Releedlas (o leedlas los que entréis nuevos al blog) Viene bien para tener presente lo que nos recomiendan hacer los expertos como Siegel, Perry, Van der Hart, Schore...

De lo que pienso que he hablado menos es de la capacidad de la psicoterapia como experiencia reparadora y de la influencia de los propios iguales (de los niños entre ellos mismos) en un formato de interacción grupal con adultos facilitadores.

La psicoterapia
 
Cozolino, a este respecto, nos dice lo siguiente: “Mientras las ratas poseen los mecanismos básicos de cuidados y conducta maternales, nuestro cerebro  tiene mecanismos más elaborados y sofisticados para el apego. De hecho, el cerebro humano está compuesto de redes neuronales dedicadas a recibir, procesar y comunicar mensajes en las sinapsis sociales. La diferencia en los humanos es que la programación ambiental de estas experiencias depende de circuitos más complejos. Las redes de nuestro complejo cerebro social incluyen regiones cerebrales, sistemas neurales y redes de trabajo regulatorias. Estos son los mismos circuitos que los psicoterapeutas tratan de influenciar para remodelar el cerebro de manera que conduzcan a adaptaciones positivas. La idea de que la psicoterapia es un tipo de reparentalización puede ser más que una metáfora; puede ser precisamente lo que tratamos de conseguir a un nivel epigenético. Este tipo de investigación funda o se basa en la atención, los cuidados y el nutrimiento afectivo como una manera de influenciar la estructura de nuestro cerebro y sitúa a la psicoterapia en el centro, en el corazón de las intervenciones biológicas. No es descabellado pensar que Carl Rogers (uno de los psicólogos pioneros de la llamada psicoterapia humanista que pone en el centro del tratamiento a la persona y a la relación terapéutica) puede algún día tener un lugar cercano a Crick y Watson (los descubridores de la estructura molecular del ADN) en el panteón de los biólogos”

Por lo tanto, este autor nos habla de la capacidad de la psicoterapia como tratamiento para influir sobre las estructuras del cerebro funcionalmente alteradas y poder actuar como fuente de reparación. Estamos ante un tipo de neuro-fisio-psico-terapia, entonces. Esto es apasionante y fascinante.

Conviene tener en cuenta que aunque la psicoterapia tiene un poder para sanar (healing) el cerebro social, no es lo único ni muchísimo menos. Los psicoterapeutas no somos magos. Toda la red psicosocial coordinada debe de ayudar con sus influencias psicosociales positivas -basadas en el buen trato- a hacer esta tarea de curación. Y, por supuesto, la familia, puntal insustituible y que, bajo coordinación del profesional, puede favorecer mucho la resiliencia de los menores. Una persona comentó en un foro de facebook que los padres y las familias adoptivas también pueden posteriormente influir en negativo en los niños y niñas y cambiar el rumbo de sus vidas hacia la retraumatización y no hacia la resiliencia. Estoy totalmente de acuerdo y alabo la toma de conciencia de esta persona.

¿Qué debe hacer y cómo actúa un psicoterapeuta? Tendría que detenerme mucho tiempo en ello, es imposible que pueda tocar todos los puntos, excede los propósitos de este blog, pero daré al menos unas pinceladas. Cogeré cada uno de los tres casos de la pasada semana y os diré cómo procedí con cada uno de ellos.
 
Iker necesitaba ante todo y sobre todo sentir una sensación de seguridad ante la persona del terapeuta, pero a la vez la firmeza del mismo, la capacidad de que puede contener y hacerse cargo de lo que surja. Dado que su apego temprano (como hipótesis antes de recibirle en la consulta) es desorganizado (traumatizado por la violencia, presenta una tendencia a tener estados disociativos cuando percibe una amenaza: estalla violentamente), lo primero es mantener una prudente distancia preguntando dónde se quiere sentar en la sala. No tener contacto físico inicial con él ni ser excesivamente amable ni tampoco distante. Preguntarle siempre y pedirle permiso para todo (cualquier actuación bienintencionada por nuestra parte pero sin previo aviso puede desatar su cólera porque se sienta amenazado o presionado) Como primera tentativa, la semi-directividad con estos niños suele funcionar. Las horas, los lugares, dónde se puede y no se puede estar en la consulta, en suma, las normas básicas, explicitadas (sobre todo el “aquí nunca nos haremos daño”) Para conectar con el niño, ser prudentes y adelantarle todo lo que vamos a hacer (incluidos nuestros movimientos) Decirle si sabe por qué está en consulta. Explicarle brevemente -y dibujando mientras hablamos- lo que vamos a hacer, cómo funciona una terapia, qué hace un psicoterapeuta, la confidencialidad, en qué nos centraremos al principio. Y dejar caer, de una manera metacomunicada sutilmente, que este es un espacio -y que somos una persona- con la que puede atreverse a hablar de todo lo que quiera, le vamos a apoyar, validar y contener en lo que surja. Apelaremos inicialmente más a la colaboración y la ayuda que al apego. Con menores como Iker trabajo, al principio, para la estabilización emocional y uso técnicas no verbales, principalmente. Después de la estabilización -que ya repara e integra el cerebro-, empezamos un trabajo consistente en darse cuenta de cómo el trauma y lo que vivió le afecta en la actualidad, validando su dolor y trabajando para que comience a verse como víctima. En esta fase la meta es empoderarle y darle muchas estrategias para que sea capaz de darse cuenta de cómo el pasado le influye en el presente. En un último estadio (sólo en un último estadio, cuando ya se ha cimentado lo anterior), es cuando tratamos la integración de las vivencias traumáticas mediante el trabajo de la narrativa de su historia de vida y otras técnicas. En todas las fases participan los cuidadores o referentes del menor. En función de cómo evolucione, hay que incidir de nuevo en una fase u otra. También nos ponemos en contacto con otros profesionales significativos en la vida del niño (profesores, psiquiatría…)

Con Adela, la actuación es bastante similar. En este caso se trata de una joven ambivalente con mucha capacidad de reflexión pero con estados de activación interna cuando entraba en relaciones sociales, sobre todo. La principal tarea, tras la fase de estabilización, era que se hiciera consciente de su modelo interno de trabajo muy marcado por la creencia “no soy querible” y que pudiera asociarlo con  su biografía y con cómo ésta, al no estar elaborada, le influía en el presente. Con jóvenes como Adela muy dados a la inestabilidad, los arrebatos, el dramatismo en cuanto a la disponibilidad de la figura del terapeuta, las posibles transferencias que se den con éste son objeto de atención y de trabajo porque le ayudan a darse cuenta de que se pone en juego del pasado en esa figura. Dotarle de estrategias para manejar la activación (como el mindfulness) y de habilidades sociales y de técnicas para autocontrolar la impulsividad, es también objeto de tratamiento, con el fin de mejorar sus funciones ejecutivas. La disponibilidad del terapeuta se mantiene siempre, no la exageramos en los momentos de más emocionalidad por parte del paciente.

Con Peter es complicado entrar en conexión porque a diferencia de Adela, él cierra todas las puertas y además (también a diferencia de Adela que le encanta estar con el terapeuta  -cuenta los días que faltan para la sesión-, y hablar con él, y que le preste atención, y que le ayude a aprender a calmarse, aunque a veces dude de él) no quiere venir a la psicoterapia. A él no le pasa nada ni tiene ningún problema. Los culpables de todo son los de la administración que le han ingresado en un centro sin motivo alguno. Peter tiene cerrado y bloqueado la conexión entre hemisferio derecho e izquierdo. Sus primeras experiencias en las que sus padres debían de haberle prestado su hemisferio derecho para gozar de la conexión emocional, no se produjeron suficientemente. Peter es un desierto emocional. Uno de los jóvenes más puramente evitativos que he visto en mi carrera profesional. Y despreciativos. Con él lo prioritario era comprenderle, entender que no quisiera venir pues es normal que nos asuste la soledad e intimidad con un psicoterapeuta. En vez de ir contra sus defensas, aliarnos con ellas. Y metacomunicarle que él tendrá sus buenas razones, como dice Maryorie Dantagnan. Con estos chicos y chicas, lo prioritario es que vengan y que no nos echen de sus mundos cerrados y privados donde no necesitan de intimidad vincular con nadie. Coger cualquier centro de interés o preocupación funcional que tengan y trabajar desde ahí (les puede preocupar robar, suspender o cualquier otra cuestión práctica) Ir entrando muy poco a poco, yo me imagino el proceso como una ostra: si tocamos, se cierra. El trabajo de conexión emocional ha de ser muy lento y usando terceros elementos como el juego, las películas, los juegos de tablero (les encantan, normalmente; les permiten expresar mucho hacia el terapeuta desde ese tablero o tercer elemento, lo cual es bueno porque alude a la relación de alguna manera) Utilizar la música es también una buena idea. No aludir inicialmente a los sentimientos sino empezar por lo que los personajes, el juego, la música… nos dice o nos hace pensar. Estos chicos y chicas sí nos necesitan pero en la distancia. Empezarán a poder unirse a nosotros con una cuerda simbólica de lo que es el vínculo que nos mantenga a distancia. En su inconsciente, en su memoria implícita vivieron que la cercanía emocional es peligrosa. Puede dañar. Lo peor que podemos hacer con estos menores de edad es forzarles en lo que tienen carencia y no pueden hacer. Hay que estar muy de lejos para que algún día llegue el momento de que su cerebro/mente pueda ir conectando con el otro sin sentir amenaza y acercarse emocionalmente más.

Otro elemento que considero es el uso de un animal (un perro) como Loretta Cornejo -y su equipo- utiliza en su centro de psicoterapia Umayquipa de Madrid. Todavía no lo hago porque no estoy formado. Quiero poder aprenderlo para comprobar el potencial que un perro facilitador -con unas características y una historia especiales- tiene para contribuir a sanar el apego. Un perro como lo es Horatio, otro co-terapeuta más y miembro del equipo de Umayquipa.

Este enlace a un vídeo es un reportaje que Telecinco hizo a Umayquipa para difundir la labor curativa (healing) que un perro como Horatio puede favorecer en los niños en el ámbito de la psicoterapia como co-terapeuta:
 
 
De los tres casos que he expuesto, los dos primeros han estado (Iker y Adela) cinco años en psicoterapia y su evolución actual (siempre con idas y venidas, por supuesto) es bastante satisfactoria con un ajuste suficiente a nivel emocional y social. Con el tercero, Peter, en cambio, no pude dar con la tecla adecuada y abandonó la terapia tras tres meses de asistencia regular. Le llamé varias veces por teléfono. Pero no se quería poner. Comunicó a sus educadores que no iba a acudir más. Los fracasos terapéuticos duelen por no poder ayudar al paciente, pero aprendemos, quizá, más de ellos para poder mejorar nuestra tarea terapéutica, tan apasionante, tan gratificante a veces, tan dura otras…
Bueno, esto es lo que he escrito hoy, un tanto a vuela pluma y de acuerdo a mi experiencia.
Otro día os contaré el beneficio que una psicoterapia grupal puede tener en los menores que presentan dificultades en las relaciones interpersonales.
Pero, antes, la semana próxima, vuelvo con unos cuentos sobre adopción interesantísimos y muy útiles.
Cuidaos / Zaindu