lunes, 5 de junio de 2017

La red psicosocial, clave para que los menores adoptados y acogidos desarrollen la resiliencia.

Todo bebé precisa de un ser humano adulto a quien apegarse. John Bowlby -uno de los autores pioneros de la teoría del apego-, lo expresó cuando afirmaba que vincularse es una necesidad psicobiológica de primer orden a lo largo de toda la vida. Un bebé no busca el contacto con la madre porque su motivación principal sea la alimentación proveniente del pecho o del biberón; ni siquiera primariamente por satisfacer la zona erógena de la boca, el placer oral, como sostiene el psicoanálisis freudiano. John Bowlby, médico inglés, consiguió la reinvención de la rueda como dice la profesora Inés Di Bártolo (2016), y demostró apoyándose en la investigación empírica, que la búsqueda de seguridad, la calma y el afecto que proporciona un cuidador conectado y sintonizado emocionalmente con el bebé es una motivación primordial. 

Como explica Mario Marrone (2009) en su magnífica obra "El apego, un enfoque actual" quien conoció personalmente a Bowlby [Excursus: he tenido la oportunidad de conocer en persona a Mario en Londres con ocasión del Congreso de Apego y Trauma celebrado los pasados 12, 13 y 14 de mayo de 2017; para mí y mis compañeros y amigos Rafael Benito y Cristina Herce, ha sido emocionante y entrañable. Mario nos acogió maravillosamente y pudimos compartir con él y unos colegas de habla hispana mesa y mantel. Nos contó aspectos de su relación personal con John Bowlby y nos narró cómo era el creador de la teoría del apego: alguien sencillo que compartía sus conocimientos con todas las personas interesadas, abierto y cercano. En palabras del propio Mario, "una persona excepcional" Nos hacía enorme ilusión poder acudir a la casa donde vivió con su familia y probablemente gestó muchas de sus ideas. Mario Marrone nos facilitó la dirección, pues no se puede visitar, es una propiedad privada y ya no pertenece a la familia. Nos emocionó descubrir en una placa este lema que veis en la fotografía: Boundary house, algo así como casa de los amarres, esto es, de los vínculos. ¡No podría tener mejor nombre!. Por cierto que para los que queráis saber lo más relevante expuesto por los ponentes del congreso de Londres, lo he contado en mi perfil de Facebook: https://www.facebook.com/joseluis.gonzalomarrodan] el objetivo de este al crear la teoría del apego no era atacar al psicoanálisis sino mejorarlo. Desde que realizó sus investigaciones en la década de los 50 del siglo pasado (nutriéndose de los descubrimientos de otros autores como Harlow, Lorenz, Piaget…) y en el contexto histórico de la II Guerra Mundial (con sus devastadoras consecuencias, entre otras, la contienda dejó huérfanos a miles y miles de niños y niñas. El genial médico inglés fue sensible a todo ese dolor), Bowlby también investigó las terribles secuelas que la institucionalización temprana en orfanatos de baja calidad y casi nulo contacto humano causaba a los menores. También alertó del daño que generaba la hospitalización de los niños/as privándoles del contacto y la relación con sus padres. Desde entonces, han sido y son cientos de investigaciones experimentales las que han demostrado la enorme importancia que tiene la creación de un apego seguro durante los tres primeros años de vida. Precisamente, Editorial Psimática ha publicado una biografía sobre John Bowlby titulada: Relatos de apego. Encuentros con John Bowlby, escrita por Arturo Ezquerro.



Casa de los vínculos, donde vivió John Bowlby, en Londres.

Vista general de la casa en la que vivió John Bowlby con su familia.

Biografía de John Bowlby publicada por Editorial Psimática.

Actualmente, la investigación en neurobiología da más que nunca la razón a Bowlby y a otros autores relevantes en la teoría del apego, como Mary Ainsworth, y los entroniza –en mi opinión- como los investigadores con más relevancia de todos los tiempos en psicología del desarrollo. En efecto, el apego seguro garantiza la supervivencia biológica y psicológica de las personas; al apegarnos y encontrar la seguridad, la herencia filogenética se encargó de seleccionar que los humanos naciéramos con un equipamiento básico presto para apegarnos al cuidador que tengamos delante. Además, la neurociencia demuestra que a través de este vínculo de apego se orquesta el neurodesarrollo. Las bases de la futura competencia social y emocional se aprenden en el contexto de una relación de apego seguro, y ésta da forma y moldea al mismísimo cerebro. Sin embargo, hemos de tener presente que la investigación científica en neurociencia también aporta cada vez más evidencia de que los malos tratos dañan el cerebro (Benito, 2015).

Como resume mi amigo y colega Rafael Benito (2015) magistralmente, "la relación de APEGO no es la mera satisfacción de unas necesidades biológicas del niño sino un proceso de MOLDEADO del FUNCIONAMIENTO NEUROBIOLÓGICO Y FISIOLÓGICO del infante a través de la relación con la FIGURA SIGNIFICATIVA". Esta fotografía de Alex Grey que me descubrió Rafael Benito –y que podéis ver bajo estas líneas- ilustra a la perfección que madre-hijo/a al principio son uno/a, no hay diferenciación. Son dos sistemas nerviosos interconectados como si de una red wifi se tratara formando una unidad. Por lo tanto, la capacidad de regulación psicofisiológica y emocional de la madre (o cuidador principal) será clave para que se produzca la del niño/a.


"La figura de apego moldea el funcionamiento
neurobiológico y fisiológico del bebé".
(Rafael Benito, 2015)
Esta experiencia de apego seguro es afortunadamente la realidad de la mayoría de los niños y niñas en el mundo, hasta el 70% (Shemings y Shemings, 2011) consiguen desarrollarlo gracias a la entrega de sus padres, madres o cuidadores. Pero existe ese 30% de menores que desarrollan apegos inseguros, y entre ellos hemos de mencionar a los adoptados/acogidos que han padecido maltrato, abandono o negligencia en sus lugares de origen y que han alterado este proceso de vinculación.

Cuando esto sucede, los menores se desarrollan desde una base de inseguridad personal que puede hacer que no exploren su entorno (o al contrario, sean prematuramente atrevidos e impulsivos), o que se queden aferrados ansiosamente a las figuras de apego y no puedan ser autónomos, o que desarrollen un patrón paradójico de acercamiento-alejamiento hacia los adultos, tratando ellos de tener el control de las relaciones porque temen ser dañados.

Toda esta energía se pone al servicio de esta supervivencia y tiene repercusiones porque puede afectar al desarrollo de capacidades esenciales para el aprendizaje (lenguaje, motricidad, atención, memoria, inteligencia verbal y no verbal…) El despliegue de dichas capacidades queda como "detenido" (toda la energía se destina a sobrevivir), por ello bastantes de estos niños y niñas presentan retrasos en el desarrollo. Además, en contextos de ausencia o pobreza de contacto y relación humanas donde el niño no ha podido vincularse suficientemente al menos a un adulto, no se reciben nutrientes afectivos y lúdicos, mediante el lenguaje, que estimulan las capacidades humanas. La consecuencia puede ser un cerebro infraestimulado y con escasas conexiones entre neuronas.

Además, la experiencia de inseguridad ha venido acompañada de estados prolongados de hiperexcitación del menor para escapar o huir de los malos tratos; o al contrario, de estados de hipoexcitación (para desconectarse, evadirse, imaginar desbordadamente e incluso disociarse…) si con ello consigue protegerse (Ogden, 2016) O una alternancia de ambos estados, porque el menor pudo sufrir maltrato por parte de una figura parental y abandono por parte de otra. Esto conlleva secuelas: la capacidad de regular los estados de activación internos es muy deficitaria en algunos de estos menores. El sistema nervioso del niño ha sido alterado severamente por los estados intensos y cambiantes de estrés que el abandono (hipoactivación) y el maltrato (hiperactivación) inducen. El niño no ha podido alcanzar con la ayuda de los progenitores estados suficientemente prolongados de quietud y calma, de seguridad. La alerta del niño siempre está encendida como consecuencia de lo impredecibles que pueden llegar a ser los malos tratos. El sistema nervioso de un menor que crece en un contexto prolongado de maltrato y abandono puede quedar dañado como el motor de un coche al que se le pisa a la vez -y a tope- el freno (hipoactivación) y el acelerador (hiperactivación). Moverse, inquietarse, alterarse, evadirse, imaginar desmedidamente, enfadarse, mostrarse ansioso… son reflejos de estas secuelas, modos que el niño tiene de indicarnos cómo se manifiestan sus daños psicofisiológicos. No son problemas que dependan de la voluntad del niño o niña ni buscados por él o ella. Deben de conceptualizarse como el reflejo de un daño sufrido y como recursos de supervivencia que le sirvieron al menor para bregar con dicho daño y mitigarlo en lo posible.

Los niños y las niñas que se han desarrollado con la base de un apego seguro no implica que no presenten problemas psicológicos y psiquiátricos en la vida futura, sino que tienen una menor vulnerabilidad a los mismos e incluso, una respuesta más positiva porque buscarán ayuda, consuelo y apoyo constructivo y sano en los demás para poder reestablecerse. Porque tienen los cimientos de la casa bien sólidos, por poner una metáfora comprensible. El edificio aguantará mejor cualquier contingencia en forma de terremoto o bombardeo externos. Es lo que mi maestro y profesor el Dr. Jorge Barudy ha llamado la resiliencia primaria: el apego seguro.

Cuando los niños y las niñas no desarrollan un apego suficientemente seguro (como les ocurre a un buen número de menores adoptados cuyas experiencias tempranas estuvieron caracterizadas, desgraciadamente, por el maltrato, el abandono y/o el abuso), entonces la tarea de los padres y las madres adoptivos/as es trabajar y esforzarse día a día en vincularse con sus hijos e hijas, lograr ser para ellos/as base segura. No lo tienen nada fácil. A ello se le unen muchos otros escollos contra los que han de luchar y salvar: los estereotipos sobre la adopción, el racismo existente en nuestra sociedad, la sacralización del origen biológico… y muchos más que los padres y madres deben de soportar.

Por eso no podemos ni debemos dejarles solos en esta tarea. Jorge Barudy (1998) y Boris Cyrulnik (2003), dos grandes hombres y expertos en resiliencia, nos dicen que si queremos que un menor dañado inicialmente por los malos tratos haga un proceso de reconstrucción y de sanación, debemos de proporcionarle una red de apoyo psicosocial lo suficientemente extensa en el tiempo para que pueda desarrollar lo que ellos denominan resiliencia secundaria. Dicha red psicosocial le permitirá al menor desarrollar recursos internos a partir de que se le han dispuesto recursos externos de los cuales pueda nutrirse y aprender. Tal y como cuentan mis amigos y colegas José Luis Rubio y Gemma Puig (2011), “Dame un punto de apoyo y moveré el mundo”, (Arquímedes) Y cuando aparecían sus soldados moviendo inmensos bloques de piedra con la palanca (él fue el inventor) los enemigos huían aterrorizados pensando que era un fenómeno sobrenatural. Del mismo modo, si les damos a los menores puntos de apoyo, moverán su mundo, se transformarán y conocerán la resiliencia.

La resiliencia es una construcción social donde la participación de los otros significativos es imprescindible e insustituible. Dentro de esos otros, hoy destaco a los profesores/as (que convivís muchísimas horas con los menores y sois muy significativos en sus vidas) Podéis ser esas figuras capaces de cambiar la mirada sobre los niños y niñas (cambiar la mirada es modificar el marco desde el cual nos explicamos por qué el niño/a se comporta del modo en el que lo hace. Su conducta negativa y sus dificultades para aprender están asociadas a un trauma temprano. No para justificarle sino para comprenderle y ayudarle a ir reeducándose) Los maestros y maestras, a través de una sólida relación con los chicos y chicas, una autoridad calmada y una aceptación fundamental de su persona, una exigencia acorde a sus posibilidades y muchas dosis de paciencia, perseverancia, permanencia, cariño y seguridad, podréis ayudarles a que den su mejor versión. Los profesores/as, junto con otros profesionales (médicos, educadores, psicoterapeutas, psiquiatras…) y de la mano de las familias, cada uno/a desde su rol, en colaboración estrecha, podemos y debemos ser los puntos de apoyo que los menores necesitan para transformarse y hacer un proceso de resiliencia secundaria.

Hoy tengo picada de despedida para todos/as vosotros/as: Beatriz Atenciano es psicóloga y psicoterapeuta infantil (formada en el Postgrado de traumaterapia sistémica infantil de Barudy y Dantagnan, promoción Apega 2 Barcelona), con amplios conocimientos y trayectoria profesional (y de compromiso ético con los menores y sus familias) en el ámbito de las víctimas de violencia de género. Ha participado como autora en un documento (en el que también participan otros/as profesionales), amparado por el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, titulado: “Intervención psicológica en menores expuestos/as a la violencia de género. Aportes teóricos y clínicos” Os dejo el enlace al pdf que han creado para que os bajéis esta inestimable contribución y apliquéis en vuestro trabajo lo que los/as expertos/as en la materia desarrollan en este documento. Haced click aquí.


REFERENCIAS



Benito, R. (2015) Neurobiología del trauma. Powerpoint preentado en el Postgrado en traumaterapia infantil sistémica de Barudy y Dantagnan. San Sebastián: Documento no publicado.

Cyrulnik, B. (2003) El murmullo de los fantasmas. Barcelona: Gedisa.


Marrone, M.; Diamond, N. (2001) La teoría del apego. Un enfoque actual. Barcelona: Psimática.

Ogden, P.; Fisher, J. (2016) Psicoterapia sensoriomotriz. Intervenciones para el trauma y el apego. Bilbao: Desclée de Brouwer.

Puig, G. y Rubio, J.L. (2011) Manual de resiliencia aplicada. Barcelona: Gedisa.

Shemings, D. & Shemings, Y. (2011) Understanding Disorganized Attachment: Theory and Practice for Working with Children and Adults. London: Jessica Kingsley Publishers.

2 comentarios:

Ester Torrent dijo...

Muchas gracias Jose Luis. Me ha resultado muy enriquecedora tu síntesis sobre el apego y la resiliencia. Gracias también por compartir el trabajo de Beatriz Atenciano con niños víctimas de violencia de género.

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Gracias a ti, Ester. Me alegro de que te haya resultado muy enriquecedora. Me agrada mucho que me lo hagas saber, para mí vuestro feedback es lo más importante. Saludos afectuosos.