domingo, 5 de enero de 2020

"Cuento de Reyes Magos", por Arturo Ezquerro, psiquiatra.

Firma invitada:
Arturo Ezquerro


Nacido en Logroño, La Rioja (España), lleva 34 años trabajando en Londres como psiquiatra, psicoterapeuta y grupo analista. Es profesor en el Institute of Group Analysis y ha sido jefe de los Servicios Médicos de Psicoterapia en el distrito londinense de Brent. Tuvo como mentor a John Bowlby en la Clínica Tavistock, es autor del libro Encuentros con John Bowlby. Relatos de apego, y reúne más de sesenta publicaciones en cinco idiomas.

PRESENTACIÓN

Hoy contamos en el blog Buenos tratos con el primer invitado del año: el psiquiatra Arturo Ezquerro, a quien le propuse escribir para el mismo y me contestó con entusiasmo que lo haría encantado, valorando el blog de manera positiva. Es un honor y un privilegio contar con su colaboración, que nos haya hecho un hueco para poder atender desinteresadamente nuestra petición me hace sentir un profundo sentimiento de agradecimiento hacia su persona.

Arturo Ezquerro es un reputado y reconocido profesional en el área de la teoría del apego y otros ámbitos de la psiquiatría y la psicoterapia. Posee una brillante trayectoria. Le conocí en A Coruña (Galicia), hace dos años, en el marco de un Congreso organizado por la International Attachment Network Iberoamérica, a donde fui invitado a través de Francisco Javier Alarcón, psicólogo (mi agradecimiento también para él). Había leído su biografía sobre Bowlby -y cómo esta se engrana con la suya- y me había fascinado y atrapado tanto que me sentía deseoso de saludarle y conocerle en persona. Uno se acerca siempre un tanto atemorizado a personas de tanto renombre como Arturo Ezquerro. Sin embargo, me recibió con una simpatía, amabilidad y cercanía que le hacen aún más grande.

Arturo Ezquerro (él mismo se presenta a través de su relación con John Bowly, y ha engarzado esa historia con el tema de los Reyes Magos) fue alumno de John Bowlby y tuvo una relación personal estrecha con él durante los últimos seis años de su vida. Sois muchos los padres y madres adoptivos/as y de acogida a las que os hemos acercado la teoría del apego y la figura de John Bowlby a través de Buenos tratos. La presencia de Arturo en el blog y su cuento vinculado a su relación con aquel nos da a todos un gran sentido. Pues vosotros/as sabeis que la teoría del apego es el marco desde el cual podemos ayudar a sanar a nuestros niños. Millones de gracias por esta contribución, Arturo. Gracias por el regalo de este cuento que nos acerca a tu persona y experiencias y de la mano de ella, a la de John Bowlby.

Cuento de Reyes Magos
Autor: Arturo Ezquerro
Portada del libro 
"Relatos de apego. Encuentros con John Bowlby"

Gracias José Luis por invitarme a contribuir al bello proyecto de ‘Buenos Tratos’. Lo haré con sumo agrado y con el deseo de ir estableciendo una relación de apego intelectual y emocional con todos vosotros, que nos enriquezca mutuamente.  

Tuve la enorme fortuna de conocer a John Bowlby (‘padre’ de la teoría del apego) en 1984, en la Clínica Tavistock de Londres. Éramos un grupo de doce médicos jóvenes en un taller clínico de frecuencia semanal dirigido por Bowlby. Estábamos formándonos en psiquiatría infanto-juvenil, una especialidad por la que sentía curiosidad pero que no existía entonces en España, país donde nací  y crecí con una historia de apego difícil. Al poco de terminar mis estudios de medicina en la Universidad de Navarra, decidí lanzarme a la aventura.

A pesar de que mi nivel de inglés era básico y mi conocimiento de la teoría incipiente, tomé parte activa en el taller. Hice muchas preguntas cándidas que pusieron en evidencia mi ignorancia. Varias veces vi sonreír a Bowlby espontáneamente después de mis preguntas. Sin embargo, nunca me hizo sentir inadecuado. Yo era el único estudiante extranjero en aquel grupo y expresaba mis ideas con desparpajo, mientras que mis colegas británicos se mostraban más reservados. Daba la impresión de que no podían permitirse el lujo de formular preguntas ingenuas en público. 

Bowlby me impresionó. Se encontraba en la etapa final del camino, pero rezumaba creatividad y unas inmensas ganas de vivir. Sentí que, a pesar de su avanzada edad, estaba atravesando unos años dorados. Se le veía feliz de enseñarnos y de aprender con nosotros. Se sentía orgulloso de vernos crecer. Me cautivaron tanto sus pensamientos precisos y transparentes, como su gentileza y estímulo para que todos en el grupo desarrolláramos nuestras propias ideas. Su formulación del concepto ‘base segura’ y su correlación con la calidad de las exploraciones desde dicha base, me impactaron profundamente. 

Bowlby se convirtió en mi supervisor y mi mentor durante los seis últimos años de su vida. En abril de 1990, me dijo que le habían diagnosticado un cáncer intestinal y que necesitaba operarse. Su tono de voz era relajado. Añadió que confiaba reanudar nuestra supervisión en breve. Durante su permanencia en el hospital, le envié un ramo de flores con un mensaje: “John, deseo de corazón que llegues a los cien”. Ésta fue la primera y única vez que me dirigí a él por su nombre de pila. 

En un acto multitudinario organizado el siguiente mes por la Clínica Tavistock para la presentación de su libro Charles Darwin: una biografía nueva, Bowlby estaba en silla de ruedas recuperándose de su reciente operación. Era un día soleado. Lo busqué con la mirada y me sonrió con calidez, mientras decía: "Gracias, Arturo, por las hermosas flores". Se encontraba físicamente frágil y muy pálido, pero su mirada estaba llena de una vitalidad contagiosa. A pesar de su fragilidad, aún pude percibirlo como más fuerte, más sabio y más capaz de lidiar con el mundo. Seguía siendo una base segura, firme y cuidadosa, que se quedó conmigo después de su partida.  

A través de una de sus niñeras, Bowlby descubrió las novelas de Charles Dickens. Con su denuncia de la miseria y los malos tratos sufridos por los huérfanos en el Londres de comienzos del siglo XIX, Oliver Twist le impresionó de modo especial e influyó en su decisión posterior de luchar por la libertad y el bienestar del niño. 

Bowlby me ayudó a descubrir que, en mi elección de la especialidad de psiquiatría infanto-juvenil, había un deseo (del que yo no era consciente) de entender las dificultades en mis relaciones de apego durante la infancia y adolescencia. Llegué a la conclusión de que algunos aspectos de mi desarrollo emocional habían sido ‘arrestados’ bajo la dictadura de Franco. 

De niño me contaron que el generalísimo había metido a gente en la cárcel por pensar cosas distintas a las que él pensaba. Todo parecía estar vigilado y controlado. A veces se ha querido correr un tupido velo diciendo que era la España en blanco y negro. A mí en realidad todo me parecía gris, incluidas las fuerzas policiales franquistas encargadas de mantener la uniformidad de pensamiento y conducta. Estos cuerpos policiales eran literalmente conocidos como ‘los grises’, por el inmutable color de su uniforme en aquel periodo. 

En medio de aquel mundo lánguido y opresivo, a la tierna edad de cuatro o cinco años, mi imaginación fue capturada por la Cabalgata de Reyes en Logroño, mi ciudad natal…

Imagen de la Cabalgata de Reyes Magos
en Logroño, ciudad natal de Arturo Ezquerro.
Fuente: larioja.com
Aún me gusta conmemorar la fiesta de los Reyes Magos, aunque sólo sea porque llenan de ilusión y de alegría la vida de millones de niñas y de niños (más si cabe que Papá Noel, Santa Claus, Olentzero, y el ‘black friday’), sobre todo en la noche mágica del 5 de Enero. 

También me gustan estos Reyes porque vienen de muy lejos. Han sabido superar las inclemencias de un largo viaje; han sobrevivido en la intemperie. Por eso son sabios. Aunque el motivo por el que más me atraen es su procedencia de tres razas distintas. Para una sociedad como la nuestra, para cualquier sociedad, aceptar la diversidad de razas, creencias y culturas es el único camino posible para vivir en paz y para sobrevivir como especie humana en este pequeño planeta. Puede que sea demasiado tarde; ojalá no.

Me estoy haciendo mayor, pero espero tener cuerda para rato: casi 37 años viviendo entre las brumas británicas te curan de espanto. Parece extraño: mi cuerpo ya no es joven pero cada vez tengo más ganas de vivir. Inglaterra es mi país de adopción y Londres mi casa. Aquí he crecido como profesional y como persona, y he formado una familia. Siento agradecimiento por todo lo que he recibido; mi deuda existencial es impagable. 

A España siempre la llevaré en el corazón, a pesar de los pesares. Es un país con un pasado fascinante, quijotesco y, a veces, doloroso y políticamente insufrible; pero es culturalmente diverso, está lleno de creatividad y hace que sientas una pasión contagiosa por la vida. Cuando vuelvo, siempre me siento recibido con los brazos abiertos. Algunos necesitamos sentir que nuestra casa puede estar en más de un lugar.

Yo sería incapaz de vivir a gusto en la nueva Inglaterra xenófoba del Brexit, donde no se celebran los Reyes Magos. Aquí el fervor es por personajes de estirpe regia como Isabel II, Carlos, Camila o Diana, que sigue viva re-encarnada en Catalina. Pero muchos se preguntan por qué el dinero se evapora con frecuencia por arte de magia y no llega a quienes más lo necesitan.

Londres es un capítulo aparte. El universal poeta del siglo XVIII Samuel Johnson nació en Lichfield, una pequeña población de la Inglaterra profunda a la que estuvo hondamente apegado y a la que siempre llevó dentro de sí. En su juventud se mudó a Londres y llegó a decir que cuando uno se cansa de esta ciudad es porque está cansado de la vida. 

Uno de los motivos por los que sigo apegado a Londres es la riqueza de su diversidad. Aquí es posible encontrar razas de cualquier rincón del mundo. Esto no pueden ya cambiarlo ni el Brexit ni nadie porque estas razas se están cruzando y entrecruzando todos los días, en el sentido más literal de la palabra. 

En realidad el cruce no lo aprendí en Londres sino en Santa Lucía, un pequeño pueblo (ahora casi deshabitado) del valle de Ocón, en el corazón de La Rioja; la tierra con nombre de buen vino; donde nacieron las primeras palabras escritas en castellano y en euskera; en el Monasterio de San Millán de la Cogolla.

Mis abuelos maternos me enseñaron el arte del cruzamiento: buscaban caballos de distinta procedencia para que se cruzasen con las yeguas. En poco tiempo vi que la especie equina mejoraba de tal manera que, fruto de ese cruzamiento, algunos potros desfilaban felices y orgullosos en las Cabalgatas de Reyes Magos. Para muchos niños y niñas, el punto álgido de la noche del 5 de Enero no son los juguetes, sino subirse a la grupa del caballo para tener una foto con el Rey Mago; para tener un recuerdo imborrable.  

Tuve suerte de aprender a leer a los cinco años. Los libros fueron mi refugio y dieron color a mi infancia. Vi la televisión por primera vez en 1964. Sólo había un canal en España; el UHF (La 2) no llegó hasta 1966. Había un programa titulado ‘Reina por un día’. Desde entonces dejé de creer en los reyes y las reinas. Ya sólo creo en los Reyes Magos. ¡Felices Reyes! 

© Arturo Ezquerro, Londres 1 enero 2020

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