lunes, 13 de abril de 2015

Factores asociados a las rupturas en adopción y acogimiento familiar. Y una novedad editorial: Desclée de Brouwer acaba de publicar "Educar amando desde el minuto cero", gran libro de la psicóloga Paloma López Cayhuela.

Uno de los asuntos que más me preocupan son los fracasos en la adopción y el acogimiento familiar. Ese niño o adolescente que tras una situación de crisis no resuelta, prolongada y angustiosa para todos, debe de dejar el hogar familiar para ser tutelado por la administración (en el caso de las familias adoptivas) O manteniendo su tutela, el régimen de guarda pasa a ser ejercido por un centro de acogida en vez de la familia. Nuevas rupturas. Un fracaso para todos. Un nuevo abandono, una nueva desprotección. Y muchísimo dolor. Y el niño o adolescente que acumula daño emocional. Lo dijo Bowlby, el padre de la teoría del apego: tan dañina es la ausencia de vínculos afectivos como la ruptura de los mimos (y si ésta es reiterada, más daño) Sé que a algunos les cuesta entender el concepto de daño. Cuando hablamos de daño físico, en el cuerpo, todos entendemos perfectamente de lo que estamos hablando. Y la empatía se nos activa para ponernos en la piel de esa persona y movilizar todo un sistema de cuidados. Cuando el daño es en el vínculo, al ser invisible a los ojos, lo que sólo vemos es lo que se manifiesta: alteraciones de conducta y desregulación emocional. Esto hace que nos sea más difícil comprender a los niños que sufren heridas por rupturas vinculares. El acento se pone más en tratar de modificar sus conductas alteradas que en mostrarles, primero, conexión emocional.

Es muy doloroso para un niño o adolescente dejar a su familia de acogida o adoptiva y volver a escenificar un nuevo abandono. Creo que los esfuerzos de todos los profesionales deben de encaminarse a tratar de evitar por todos los medios que esto suceda. Un día en una entrevista en un periódico, afirmé que un fracaso en la adopción era un fracaso de todos los que habíamos intervenido. Y sigo pensando que es así, que todos tenemos una cuota de responsabilidad.

Creo que los equipos que se dedican a la complicadísima tarea de seleccionar y otorgar los certificados de idoneidad a las familias no lo tienen nada fácil. Quien quiere ser padre o madre vía adopción va a actuar consciente o inconscientemente mediante un constructo llamado deseabilidad social. En otras palabras: va a dar buena imagen de sí mismo, va a negar o minimizar errores. Y esto hace aún más ardua y compleja la tarea de los profesionales. Teniendo esto presente, creo que los protocolos de evaluación de los solicitantes deben de incluir la evaluación de las competencias parentales fundamentales (desconozco si se hace), con el fin de detectar incompetencias severas, no susceptibles de modificación, y no conceder en esos casos los certificados de idoneidad. 

Por mi parte, quiero hacer una modesta contribución sobre el particular y ofreceros desde mis conocimientos y experiencia en estos años de trabajo con las familias adoptivas y de acogida, qué factores he observado están asociados a los fracasos en adopción y acogimiento. Los factores no son mutuamente excluyentes:

Decisión consciente. No se buscan padres o madres ni acogedores o acogedoras perfectos/as. Porque no existen. Se buscan padres o madres con las capacidades parentales básicas (apego seguro y empatía), porque eso les permitirá tener las bases fundamentales para ejercer una parentalidad o marentalidad con aciertos y errores pero pudiendo aprender de ellos. Sobre todo poder sentir al niño/a y empatizar con su dolor por el maltrato que haya podido sufrir. Se buscan padres adoptivos y familias de acogida conscientes de la decisión que van a tomar: "acoger o adoptar a un niño/a es llevarse con él también su pasado", afirmamos en nuestra guía para padres adoptivos “Todo niño viene con un pan bajo el brazo” Y el pasado de muchos niños adoptados o acogidos contiene experiencias tempranas, traumáticas, donde el daño que han padecido es de naturaleza relacional. Por eso la adopción y el acogimiento son medidas de protección porque para llevarlas a cabo se necesitan familias que puedan contribuir a reparar el trauma y el vínculo de apego alterado. Esto debe de decirse con toda claridad y rotundidad en los procesos de selección y formación para que las familias que hayan ido con una idea equivocada, conscientemente, den marcha atrás a tiempo.

Informarse y formarse en parentalidad terapéutica. A pesar de la decisión consciente, el acompañamiento educativo no es tarea nada fácil para ningún padre, madre adoptivo/a o acogedor/a. Ni siquiera ser acogedor/a profesionalizado garantiza el éxito. Como Giménez Alvira escribió con ciertas dosis de fino humor en su libro titulado: “Indómito y entrañable. El hijo que vino de fuera”, que es ya un referente: “padre psicólogo y madre pedagoga, la pareja ideal para adoptar” Pues no. Lo verdaderamente crucial es primero, informarse (psicoeducarse en las consecuencias del abandono y el maltrato y cómo afectan al cerebro/mente en desarrollo) pero sobre todo y ante todo, formarse. Formarse como padres o acogedores que necesitan ser “terapéuticos” para sus niños/as. Ello requiere por un lado, aprender todos los contenidos referidos al apego, el trauma y la resiliencia, aplicados al ejercicio de la parentalidad y cómo convertir ésta en una experiencia y vivencia terapéutica para los menores de edad (sanadora y reparadora a nivel emocional y de apego); y, por otra, la revisión de nuestra propia historia de vida, de nuestro propio modelo de apego y de nuestros referenciales como cuidadores a la hora de educar. Hay que mirar a uno mismo, conocerse y conocer nuestro interior. Aprender a ver nuestra propia mente para poder ver la del niño y sus necesidades y no quedar entrampados por aspectos de nuestro pasado no resueltos que se actúan en la relación con los niños/as. Y finalmente, acompañamiento: nutrirse de una red de apoyo donde pueda encontrar el sostén emocional y la energía para seguir con una forma de parentalidad y marentalidad exigente pero muy gratificante.

Exigir al niño más allá de sus posibilidades. Expectativas poco realistas. Cuando no se ha hecho un trabajo personal, o cuando se normaliza en exceso por desconocer los efectos del abandono y el maltrato en el cerebro/mente en desarrollo, nos encontramos con padres y madres que empiezan a exigir a los niños más allá de sus posibilidades de desarrollo. Y hay que tener mucha cautela porque los niños y adolescentes pueden “engañar” mucho: parecen muy resueltos en algunas cosas pero en otras son sumamente inseguros. Esto pasa mucho con la presión escolar, que se retroalimenta entre los profesores y los padres para  terminar descargándose en el chico/a. Los niños o jóvenes pueden tener una inteligencia normal, y los padres, madres o acogedores reciben de sus tutores el “puede hacer más”, “es vago, si se esforzara...”, “es inteligente”, “entiendo que ha sufrido de niño pero hay que aprobar, es lo que hay” etc. Sin darse cuenta que aprender es un acto emocional que supone poder manejar y regular el estrés ¡Primera gran dificultad para muchos adoptados y menores en acogida! Y segundo, ir al colegio implica también relacionarse con otros niños y niñas, con quienes a veces por las dificultades que tienen, no logran integrarse. Son así, rechazados/as muchas veces y esto les hace entrar en desregulación emocional intensa y respuestas desadaptadas que van desde deprimirse o disociarse hasta hiperactivarse. En el ámbito familiar, por su parte, se les supone que “por la edad” deben de tener muchos hábitos y conductas adquiridas. Pero muchos tienen niveles de auto-organización muy bajos y no pueden dar respuestas planificadas, ordenadas y previendo las consecuencias de sus actos. Falla el capitán del barco, las denominadas funciones ejecutivas. Y se les pone una exigencia que no alcanzan. Necesitan el acompañamiento y la regulación externa de los padres, las familias, profesores y otros profesionales para conducirse.

Sé que no hay formaciones en parentalidad terapéutica en muchas comunidades autónomas. Ni siquiera hay en algunas de ellas -por lo que me contáis muchas familias adoptivas- un programa en postadopción. Os dejan solos y solas en este aspecto y eso es un grave error e indefensión para vosotros/as. Algunos padres y madres, en algunas comunidades, estáis luchando por tener al menos, un seguimiento postadoptivo desde la administración. Pero lo que realmente se necesita, si queremos invertir en recuperar y sanar a estos niños y niñas, es una formación en parentalidad terapéutica. Debemos dirigir nuestros esfuerzos con las administraciones públicas en lograr un programa formativo de esa naturaleza. En el centro Alen, en A Coruña, hay un programa en crianza terapéutica -concepto diferente del de parentalidad terapéutica- dirigido a los profesionales (médicos, maestros, profesores, pedagogos, educadores, acogedores profesionales...) que acompañan a niños con trauma complejo y trastorno del apego. Os lo recomiendo a todos/as. Para más información, haced click aquí.

Valorar su persona sólo si hay logro. Hay padres adoptivos y familias acogedoras que, por cómo fueron ellos educados, valoran a los demás sólo si consiguen cosas, logros, tienen méritos, aprueban… Si no, no hay valoración o el mensaje es negativo e implícitamente se transmite (incluso con gestos) un “no pongo a tu persona y su valor por encima de lo que consigas". Esto los niños con trauma temprano pueden interpretarlo como que deben de conseguir cosas para ser aceptados y queridos. Es un grave error. El niño o niña crecerá y llegará a la adolescencia no comprendido o herido y estallará y romperá contra los padres (o contra lo que represente a la sociedad, en una estrategia proyectiva) al no sentirse jamás valorado y reconocido en nada.

Ausencia de receptividad empática. Hay padres y madres (o acogedores/as) prácticos, funcionales, normativos, que dan límites y además sancionan o castigan si se transgreden los mismos. El mensaje que se comunica es que no estamos al lado del niño cuando nos necesita. Esto por si sólo es un exceso (a veces también exceso de coerción) que conduce a adolescencias en las que los hijos pueden romper las estructuras familiares porque no se han sentido sentidos. Provoca rebeldía. La receptividad empática supone hacerle sentir al niño que estoy con él siempre, se porte bien o mal. Como dice Siegel, si sólo transmitimos a los niños/as que estamos con ellos cuando se portan bien, están regulados, contentos, aceptan las normas, no perturban a los adultos… pues no ejercemos una parentalidad competente y reparadora. Los niños y niñas necesitan saber que estamos con ellos cuando sufren, no pueden regular una emoción, se frustran, siente rabia y odio… Lo cual no equivale a dejarles hacer lo que quieran. Supone identificar y reconocer las emociones, y validarlas. Dice Siegel que cuando nos mostramos receptivos y devolvemos al niño que sentimos su mundo emocional, conectamos con él. La conexión puede costar un tiempo, pero lleva al niño, cuando se encuentra alterado, a cambiar de estado (a uno más calmado) y a volverse poco a poco, más abierto a la disciplina. El sistema límbico, responsable de la activación emocional, se va desactivando. La conexión emocional fortalece la entrada en acción (y por lo tanto el ejercicio) de los lóbulos frontales, los cuales se empiezan a activar y el niño puede reflexionar, pensar, ver alternativas, aceptar su papel en el problema, negociar con el adulto, prever para la próxima vez… La receptividad empática construye el cerebro. Y no olvidemos que en el caso de muchos niños adoptados y acogidos, su cerebro límbico está hiperexcitado por todas las experiencias de maltrato vividas. Por lo tanto si queremos reparar tenemos que darle al niño estas experiencias de conexión sana y sentida con un adulto tranquilo, el cual no ha tenido en su vida. Lo mismo que le damos de comer, le tenemos que dar el alimento de la empatía. Las familias con dificultades en esta área deben de trabajar en psicoterapia para poder aprender a ser empáticos. En el caso concreto del acogimiento familiar los niños necesitan empatía cuando se desregulan emocionalmente antes o después de las visitas, algo que sucede con bastante frecuencia.

Ausencia de base segura para los niños. Más que cariño y afecto (que también) muchos niños y niñas (no digo todos/as, pero sí en especial los de apego desorganizado, cuyo porcentaje en las poblaciones de niños maltratados o abandonados es alto. En el ámbito de la adopción internacional es frecuente que los niños/as tengan antecedentes de este tipo en sus vidas y en edades tempranas claves para el neurodesarrollo y para la adquisición de un apego seguro) los menores de edad necesitan un entorno seguro. “Jamás te haremos daño” “Aquí estás seguro, mira a tu alrededor, no hay peligro” Las maneras al hablar, transmitir las normas, los consejos, los aspectos que el niño debe mejorar, al estudiar, al aprender algo nuevo, etc. Todo lo que es autonomía, en suma, deben hacerlo con un adulto que es su base segura. No hay que hacerle las cosas ni hacerle dependiente de los padres. Eso no es fomentar el apego seguro sino insegurizar al niño/a. ¿Por qué necesitan seguridad?Levantad la mano cuántos de los padres y madres que estáis aquí en esta sala, consideráis que vuestro hijo/a tiene un problema de inseguridad” – Les pregunté a unos padres y madres en una formación que recientemente tuve con ellos/as. Levantaron la mano casi todos/as. ¿Por qué esto es así? Porque la gran mayoría no han podido tener, en las fases clave para la creación del vínculo de apego seguro (6 y los 18 meses), una base segura. El bebé recurre al adulto -hacia quien tiene creado el vínculo de apego seguro- cuando quiere explorar el mundo y se encuentra con una amenaza o un peligro. Este adulto calmará, tranquilizará y hará retornar al bebé a un estado de sosiego mediante el contacto. Con la esperanza y la SEGURIDAD de que podrá retornar de nuevo donde él si lo necesita, el niño vuelve a atreverse a explorar el mundo que le rodea. Los bebés con apegos inseguros exploran menos el mundo que les rodea o lo hacen de una manera hiperatrevida. Por eso ahora necesitan de ese adulto que les acompañe. Es como cuando el niño monta en bici: el adulto va ayudando y, al final, termina desapareciendo y desvaneciendo su ayuda y apoyo cuando el niño ya anda solo en la bicicleta. De este modo debemos de proceder en los aspectos de la vida que el menor de edad muestre inseguridad.

Ausencia de autoridad calmada. Para transmitir y hacer cumplir las normas no hace falta montar en cólera ni ponerse los bigotes o poner la cara de un ogro. El afecto o la amabilidad y hacer cumplir las normas no son incompatibles. Por otro lado, existe un tipo de padres y madres (o acogedores) que cuando el niño se comporta negativamente, está alterado o no logra las metas propuestas (va en asociación con bastantes de los aspectos anteriores) pierden el control emocional y llegan a cargar su cólera contra aquél: castigos desproporcionados, gritos, enviarle al cuarto… Y en los casos más extremos, insultar, desvalorizar y hasta repudiar al niño o adolescente. Éste puede a su vez, responder en la misma línea (activando el sistema de lucha/huida) y con ello, se puede instalar una dinámica maltratante peligrosa en la familia. Suelen ser padres que no pueden ver sus errores y proyectan en los niños o jóvenes pautas interiorizadas (o heridas sufridas) con sus propios progenitores. En estos últimos supuestos se puede llegar ya al maltrato y a la retraumatización del niño/a o joven. Pueden ser padres y madres que por circunstancias transitorias y vitales (estrés) pierden el control pero pueden darse cuenta y están abiertos a reparar y hacer un trabajo personal en terapia para que no vuelva a suceder. Pero también pueden ser padres y madres con incompetencias parentales no detectadas (trastornos del apego, de personalidad y traumas no resueltos en su historia de vida) De ahí la necesidad de evaluar las competencias parentales. El material de Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan en su magnífico libro está ahí dispuesto a ser estudiado y aplicado por todos los profesionales de la protección a la infancia: Los desafíos invisibles de ser padre o madre. Manual de evaluación de competencias y resiliencia parental. 

La rigidez. “O lo haces de este modo y a mi manera y como te digo, o nada” “O lo tomas o lo dejas” “Es así porque lo digo yo” Los niños y niñas con padres rígidos y con trauma en su desarrollo probablemente activarán toda sus defensas para protegerse del miedo y de la inseguridad que les produce un marco normativo férreo y una relación de apego que no contempla nunca el punto de vista del niño, su mente (sus necesidades, emociones, formas de pensar…) ¡Y los niños traumatizados suelen necesitar como el comer padres o acogedores que fomenten la función reflexiva! Los menores de edad se acercarán a la adolescencia con alteraciones de conducta que tratarán de romper esa pétrea rigidez. De niños pueden ser sumamente complacientes o conformistas para llegar a la adolescencia rompiendo de algún modo. La rigidez consiste en no ser adaptable a las circunstancias, necesidades, ni emociones del niño. Se puede ser coherente pero flexible. Por ejemplo, vienen los primos a ver al niño y éste se encuentra haciendo los deberes. Rígido: “Sólo cuando acabes tus deberes saldrás a verles” (sí y sólo sí) Coherente pero flexible: “Tiene que ser difícil hacer los deberes y concentrarse sabiendo que han venido los primos. Los deberes son importantes pero los hacemos todos los días a la hora (coherente); por eso hoy, por un día, los podemos dejar para dentro de una hora, cuando se hayan ido” (flexible)

No respetar sus orígenes y no abordar su historia de vida. Los orígenes son lo más sagrado que existe para todo el mundo. De dónde venimos, que también tiene que ver con el quién somos. Esto es crucial para la construcción de la identidad y la pertenencia, especialmente en la adolescencia. Los padres adoptivos que pretenden hacer tabula rasa del pasado del niño, que tratan de que su identidad exista sólo a partir de la fecha en la que llega a la familia adoptiva (algo imposible), que no honran a la familia biológica por haberle dado la vida a ese niño o niña, que no homenajean a su país de origen y su cultura, que no quieren escuchar ningún relato del niño o niña porque lo que van a oír no les gusta o entran en rivalidad con los padres biológicos. Padres, madres o acogedores/as que niegan, minimizan o dicen que son imaginaciones del niño o niña cuando éste/a cuenta o narra algo traumático del pasado, no reconociendo su dolor, e impidiendo con ello que el niño/a pueda beneficiarse de un relato que dé sentido a la adopción, están causando un grave perjuicio al menor de edad con repercusiones psicológicas a largo plazo de todo tipo.

“Yo no tengo nada que ver en cómo se comporta este/a niño/a, las causas están en él/ella o fuera de mí” Cuando el niño o niña entra (muchas veces porque ha habido rigidez, ausencia de receptividad empática, sólo te acepto si consigues logros…) en una espiral de conductas desadaptadas de diversa índole y perturba el ambiente social y/o familiar, existe un paso más que es negar cualquier influencia mía como padre o madre en los problemas o dificultades del niño o niña. Se empiezan a buscar otras causas: genéticas, biológicas, psiquiátricas, escolares… con el fin de evitar la parte de responsabilidad que nos corresponda como adultos que se relacionan con e influyen en el niño/a y por ende, en sus respuestas, reacciones, emociones y forma de pensar.

Es posible que vosotros/as contempléis más factores de riesgo. Podéis dejar vuestros comentarios o puntos de vista sobre el particular.

No quiero terminar el post de hoy sin afirmar que conozco y trato con muchos padres y madres, acogedores y acogedoras excelentes: solidarios, comprometidos, conscientes, dispuestos y abiertos a colaborar en todo para ayudar a sanar y reparar el daño vincular que el niño o niña tiene. Personas que conforman, como dice Barudy, la manada de gente buena, de hombres y mujeres buenos/as cuya labor educativa y de crianza con los niños y niñas es encomiable. Mis felicitaciones y reconocimiento desde estas líneas. Por el camino de los buenos tratos, a la larga, modificarán muchas de las defensas que los menores de edad traen consigo y que necesitaron para sobrevivir. Parece que el post que he escrito hoy se olvida de estos padres y madres (y acogedores) Pero no es así. He querido subrayar aspectos importantes que creo que debemos tener todos presentes. En especial los padres y madres que presentan más dificultades y cuyas conciencias quiero despertar para ayudarles a activarse y a hacer cambios. Porque sus hijos/as lo merecen y necesitan.

Nos despedimos con la consuetudinaria picada, que está en total sintonía con el post de hoy: mi colega Paloma López Cayhuela (a quien no tengo el gusto de conocer en persona) acaba de publicar, en la editorial Desclée de Brouwer, dentro de la colección AMAE (que sabéis que se caracteriza por presentar temas y contenidos útiles, para el gran público, con ejercicios prácticos y sencillos, que sin dejar a un lado la reflexión, se puedan aplicar en nuestro entorno de modo eficaz y con sabiduría), un gran libro titulado: “Educar amando desde el minuto cero” Nada más tener noticia de su aparición, me he acercado al mismo y lo he devorado con fruición y gran gusto. Esta obra cuadra perfectamente con los contenidos de este blog y con los temas que tratamos aquí: el respeto total por el niño. Pero es que además, el libro se lee con ganas, con entretenimiento, deseando pasar de página y continuar avanzando en sus capítulos. Combina acertadamente (como debe ser en la colección AMAE) la reflexión con ejercicios prácticos aplicables que nos invitan a pensar con cuidado sobre cómo ejercemos nuestra parentalidad. Interesando tanto a familias biológicas como adoptivas porque sus presupuestos son aplicables a toda forma de parentalidad, Paloma, en complicidad con nosotros, nos dice que para educar niños sanos tenemos primero que “sanar nuestro niño” Ella ante todo, hace que nos demos cuenta de que necesitamos un trabajo de preparación personal a la parentalidad y marentalidad; para después, invitarnos a que revisemos las herramientas que tenemos para ejercer el papel de padre o madre competente. Ya sabéis que esa es la palabra clave: competencia. Pasado el prólogo, nos adentra en un capítulo donde nos propone que mientras esperamos al niño, hagamos de ésta una espera reflexiva: cómo nos fue cuando éramos niños y pensar sobre las prácticas educativas que sirven y las que no sirven. Termina este primer capítulo animándonos a que revisemos nuestra inteligencia emocional aplicada a la tarea de ser padre o madre y propone el concepto de padres realistas.

En el segundo capítulo nos lleva de la mano tratando de sacudir nuestras conciencias para que “no pidamos peras al olmo”, esto es, para que eduquemos al niño real y no a aquél que nuestra mente desea porque idealizó a la criatura. Entonces se puede empezar a no ver al niño, ni sus pensamientos, ni sus emociones, ni sus intenciones… con los consiguientes perjuicios a su desarrollo. Esta es la gran pregunta a responder: ¿qué esperamos del hijo? En el tercer capítulo, nos habla Paloma de la pareja: el antes y el después de ser padres: las cosas van a cambiar, y mucho, con la paternidad o la maternidad. En el capítulo cuarto, perfila lo que es una relación que educa desde el minuto cero: la que fomenta el apego seguro, por eso dedica gran parte de este capítulo a hablarnos del apego.

En el quinto capítulo revisa algunas de las claves que permitirán a los padres desempeñar su papel ajustándose al perfil de lo que ella llama los padres realistas, los que no se crean falsas expectativas, proponiéndonos unos puntos que son fundamentales tener en cuenta a la hora de educar.

En el sexto y último apartado, Paloma versa sobre la formación para padres y madres: lo que no debe ser y lo que debe ser. Todo ello como digo, explicado de manera comprensible, entretenida y sentida, informando y formando, tanto en lo teórico como en la reflexión práctica: sus hojas al final de cada capítulo, tituladas recuerda (resume lo principal de cada capítulo) y reflexiona (plantea unas preguntas que nos invitan a acercar y pensar detenidamente el contenido de cada capítulo aplicándolo a nuestra vida particular) son metodológicamente un acierto porque ayudan a aprender y a trabajarse personalmente.

En suma, un libro recomendable cien por cien al cual le vais a sacar un gran aprovechamiento. Felicito a Paloma por esta gran aportación. Como siempre digo, libros sesudos sobre psicología hay muchos; libros que sepan llevar al gran público la psicología, sin perder rigor y verdaderamente terapéuticos y educativos, no tantos. El de Paloma López Cayhuela es uno de ellos.



El post que rescato hoy de Buenos tratos (ya sabéis que recupero entradas escritas hace un tiempo, para volver a leerlas y tenerlas en cuenta) es sobre la plasticidad del apego, si pueden cambiar las primeras tendencias infantiles que las personas (y los niños adoptados y acogidos) traen a la familia. 


Cuidaos / Zaindu

10 comentarios:

asia dijo...

Gracias Jose Luis por tu entrada!!
Muy interesante sobretodo para los padres adoptivos que nos vemos a veces tan perdidos sobre nuestr@s hij@s,intentamos hacerlo lo mejor posible,informarnos, empatizar con ell@s y creemos que todo va bien,que son felices,que empatizas con ell@s y de repente ves cosas que sabes que no estan bien..que hay dolor que araña por dentro,que hay miedos,inseguridades y dudas donde esta el fallo..
En apariencia todo esta bien pero tu como madre sabes que hay una herida que se abre y cierra por temporadas..No sabes en que momento te equivocastes,quizas 1 mirada,1 gesto,1 contestación o una acumulación de momentos..No se que tipo de apego tiene mi hija pero creo que no es seguro y me asusta mucho..Y las ayudas suelen ser inesistentes porque mientras un niñ@ sea "normal",saque buenas notas,sea responsable,educad@ y aparentemente feliz pues no existe problema y si no hay problema no se puede reclamar ayuda alguna..
Gracias por la recomendación de los libros,los tendre en cuenta..Gracias por tus estupendas entradas,mucha gente las seguimos con interes!

Alejandra dijo...

Como siempre, maravillosa y extremadamente útil y aplicable entrada. Gracias!

Cada vez estoy más convencida de la importancia de prepararse debidamente antes de adoptar. Como dices, que una vez sabiendo las situaciones se siga adelante totalmente convencidos y comprometidos o mejor darse la vuelta. El apoyo profesional y terapéutico postadopción tendría que ser indispensable para todos los padres adoptivos. Tal vez algunas veces no sea tan necesario, pero mejor saber que vas por buen camino, que darse de frentazos más adelante por no haber sabido reconocer comportamientos o síntomas de alarma.

Hace unos días en mi grupo de adopción de FB intercambiabamos puntos de vista sobre un artículo de un diario que hablaba del terrible "rehoming" en Estados Unidos. El artículo insistía en la necesidad de hacer obligatorios los cursos preadoptivos, con información totalmente clara y abierta sobre las posibles consecuencias de un pasado difícil, del estrés postraumático, con dificultades para apegarse y de comportamiento. Aquí en México los cursos preadopción son obligatorios en la mayor parte de los estados. Pero son bastante superficiales, no sé si debido a las limitaciones de tiempo o simplemente por desconocimiento.

O también conozco asociaciones que trabajan con futuros padres adoptivos que no ahondan demasiado en estos temas para no "asustarlos", o que insisten en que lo único que se requiere para adoptar es el deseo de ser padres. Obviamente el deseo de ser padres es el punto de partida, pero sí se requiere ese plus, ese estar concientes de que la integración de nuestros hijos a la familia puede representar un desafío mucho mayor del que hubiéramos podido imaginar, y estar preparados para ejercer una parentalidas terapeútica.

Justo esta semana estoy releyendo tu guía de la que hablas al inicio de la entrada, estoy preparando una reseña para Adopción punto de encuentro.

Respecto al libro de Paloma López, suena de lo más interesante. Por desgracia muchos de estos libros no llegan a México. En unas semanas viajo a Madrid, tendré que hacer una lista de los que son más prioritarios para mí, pues de lo contrario como dice mi marido, el avión no podrá despegar debido al peso, tengo una lista con más de veinte libros que quiero leer y reseñar!

Un abrazo bien grande, espero con muchas ganas el libro que nos has prometido para este otoño!

Alejandra

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Hola Asia, gracias a ti. Solamente decirte que por el camino de la empatía vas bien, una empatía que sienta ese dolor que el niño sufrió y dé un respuesta emocional en sintonía y reconocimiento. Eso con limites claros, consistentes y razonados es la tarea, entre otras, fundamental que tenemos con nuestros niños. Un saludo cordial

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Hola Alejandra: Muchas gracias a ti. Me parece tremendo eso de "no asustar" a los padres. Corren el riesgo de dejar a los niños en manos de padres incompetentes para una labor que requiere de no de una parentalidad cualquiera sino de una terapéutica que repare daños en el vínculo! Para mi es un honor que uses nuestra guía para hacer una reseña en Adopción punto de encuentro. Qué disfrutéis del viaje a España. Hay muchos libros que se pueden comprar en formato ebook. Has explorado esta posibilidad? Un saludo cordial

teresa dijo...

Muchas gracias José Luis por esta nueva entrada. Desde que descubrí tu blog espero cada nuevo artículo con mucho interés. Es un lujo poder leerte y aprender mes a mes de una forma tan fácil toda esta información que nos proporcionas de manera tan accesible y amena.

Soy madre adoptiva de una hija que vino con 10 años y ahora tiene 17. Pienso que mi caso no era demasiado complejo porque la niña venía de un entorno más o menos seguro. Pero aún así suceden todos esos episodios que narras y nadie te prepara para ello. En mi caso creo que me ayudó mucho poseer la actitud necesaria de abrirme a la experiencia e ir aprendiendo sobre la marcha, porque es verdad que tu propio pasado y tus propias experiencias te marcan y mucho. Yo he sido consciente de ello a partir de este proceso, sumamente enriquecedor por otra parte, pues me está permitiendo a mi también crecer como persona.

un saludo muy cordial
Teresa

Anónimo dijo...

Muchas gracias por tu entrada, soy de aquellas madres solteras de acogida que pierde los nervios con facilidad. Rígida y por consiguiente, con miedo a todo. Hoy mismo he tenido un momento muy duro con el niño que tengo acogido y leer esta entrada, justo en este momento, me reconforta y me da la calma que tan fácilmente parece que se va. Por él, por mi, gracias.

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Hola, me alegra que hagas esta reflexión. ¿Por qué no recibir tú ayuda profesional en la que cual abordes el por qué pierdes los nervios, la rigidez y los miedos? Es la mejor inversión que puedes hacer en ti y para tu hijo. Te lo recomiendo cien por cien. Un saludo cordial y gracias por valorar la entrada.

Anónimo dijo...

Hola, en ello estoy José Luis, hay mucho que trabajar, pero no me faltan las ganas porque mi motivación es muy grande. Muchas gracias. Saludos.

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Esto que me dices me alegra más todavía! Animo! Un saludo cordial!

Anónimo dijo...

Soy madre acogedora de dos hermanos que viene con a nuestra familia con 9 y 12 años. Hemos pasado por muchas fases y muchas de las situaciones que comentas y hemos recibido apoyo de técnicos, psicólogos, etc. Este seguimiento nos fue ayudando durante todo el proceso.
Cuándo los niños cumplieron los 18 años se acabó el apoyo. Un niño acogido tiene muchísimos problemas, una mochila emocional que es muy difícil de gestionar sin apoyo externo. En nuestro caso los problemas con uno de los chicos eran de gran agresividad verbal, falta de respeto por normas elementales, pequeños robos.. con conflictos a diario y finalmente, después de 5 años dificilísimos, hemos llegado a una ruptura de relación con uno de los chicos al cumplir los 23 años.
Considero que un padre normal, con habilidades normales, tiene muy complicada o casi imposible la gestión de todos los conflictos que surgen sin apoyo de especialistas y mediadores.
Los medios y recursos destinados a lograr el éxito del acogimiento a largo plazo deberían ser mucho mayores y prolongarse más allá de la mayoría de edad porque el éxito está en que estos niños tengan una familia para toda su vida, si su familia biológica no puede.