lunes, 23 de marzo de 2015

Receptividad, empatía y estrategias para preparar a un niño adoptado/acogido traumatizado antes de verbalizar sus vivencias del pasado (II y final)

Proseguimos con la segunda parte de este tema referido a cómo preparar a los niños adoptados/acogidos antes de verbalizar sus vivencias del pasado.

Antes de continuar, creo que es necesario hacer una puntualización muy importante, la cual ha venido motivada a partir de un comentario que un persona dejó en el post anterior. Dicho comentario lo firma Itsaso y dice, entre otras cosas, literalmente así: "En ocasiones mi hija ha percibido ese agujero negro y doloroso, pero hablar de esas emociones tan agrias, tan oscuras y dolorosas sin recuerdo es... imposible y no sé qué palabra usar pero creo que traumatiza más" No puedo estar más de acuerdo con Itsaso. En el post que escribí no lo dije pero Itsaso ya se encargó, con buen criterio, de afirmarlo. Eso es lo bueno que tienen los comentarios, que enriquecen los posts. Efectivamente, así es: hay niños cuyos recuerdos son anteriores a la formación del lenguaje, son preverbales. Son recuerdos (de naturaleza traumática) que permanecen en forma de sensaciones y emociones almacenadas en la memoria sensorial y emocional, en la memoria implícita. Hablar de esas emociones es imposible porque no hay nada que se pueda recordar conscientemente. No es una memoria que se active mediante una acción consciente. Pero incluso cuando el niño tiene recuerdos dolorosos conscientes (referidos al estrés del abandono u otras vivencias potencialmente traumáticas) porque las experiencias sucedieron en un periodo de la vida en el cual aquél puede recordar porque la memoria explícita (la que contiene hechos, circunstancias, episodios...) estaba desarrollada (a partir de los dos años y medio el órgano cerebral responsable de almacenar los recuerdos explícitos, el hipocampo, ya está maduro) acceder en el presente, preguntando al niño, es muy doloroso, puede desregularle emocionalmente, con potencial para retraumatizarle. Es por eso por lo que con algunos niños no debemos nunca forzar la verbalizacion, sino que debemos ofrecerles alternativas adaptadas a sus posibilidades y respetuosas con su sufrimiento. Con estos niños, cuando el recordar mediante la palabra es doloroso y difícil, podemos utilizar otras técnicas o procedimientos como el dibujo, la caja de arena, el juego, las metáforas... No hay que presionar a la palabra cuando el niño no puede. 

Sin embargo, hay otros niños o adolescentes que pueden o tienen más capacidad (incluso dicen que les alivia y les sana) para poder usar el lenguaje verbal para expresar su mundo interno, estructurarlo y ordenar sus duras vivencias. Pero incluso con éstos, que se lanzan y animan pronto a expresar muchos sucesos adversos potencialmente traumáticos (como el maltrato físico y el psicológico), hemos de tener mucha prudencia. Porque es verdad que son momentos en los que los padres y las familias adoptivas y de acogida pueden conectar emocionalmente, mostrarse receptivos y empaticos y fortalecer el vínculo, haciéndoles sentir sentidos; momentos en los que los adultos podemos darles un sentido a las duras vivencias que han padecido, desculpabilizándoles por lo vivido y favoreciendo la reconstrucción psicológica. Sin duda. Y no es menos cierto que un nivel moderadamente alto de activación puede propiciar que el niño o joven procesen e integren lo vivido, los contenidos de la memoria traumática (sobre todo y ante todo, si el vínculo con el adulto es seguro). Favorece la liberación de las emociones. Sí. Pero en los casos de niños o jóvenes traumatizados (con trauma complejo: múltiples eventos traumáticos almacenados y no integrados en el cerebro-mente, de naturaleza relacional) es difícil y complicado calibrar un nivel moderado alto de activación y ansiedad. Muchas veces (y nos pasa a los profesionales también) y debido a que son niños muy desregulados, éstos se descompensan y se hiperactivan (o hipoactivan: se quedan entumecidos, desconectados) Hay una invasión de la memoria traumática que inunda al niño o joven.

Por ello, es siempre mucho mejor empezar (con todos los niños y jóvenes) por darles oportunidades de expresión seguras donde mediante el lenguaje del dibujo, la gramática en la caja de arena u otras metáforas como los cuentos, las historias o películas, puedan expresarse con total control y libertad. Este tipo de lenguaje (el juego, la caja de arena...) le da al niño la oportunidad de simbolizar y transformar lo vivido tal y como a él le habría gustado que pasara (le empodera: recupera el poder perdido) Los mismos padres y familias podéis jugar con los niños y mediante este lenguaje accederéis a muchas de sus vivencias que de alguna manera se traslucirán ahí.

Posteriormente, y sólo con los niños que puedan (con algunos he trabajado sólo con técnicas no verbales porque lo que había que trabajar -horribles maltratos y vejaciones- era imposible ponerlo en palabras. Y con buenos resultados. Y es una manera adecuada y segura de hacerlo) se puede pasar a la palabra. Personalmente (y aunque los niños o jóvenes se atrevan a verbalizar) suelo pararles si comienzan a contarme. Les felicito, valoro su valentía, les honro... pero les digo que es necesario prepararse antes de hablar. Que puede parecer que no sucede nada pero que pueden quedar más alterados de lo que ellos piensan y que es necesario que ellos puedan regular las emociones que surgen. La gran mayoría lo comprenden y agradecen. Incluso en los niños o jóvenes que cuentan hechos muy duros y parecen, al contarlos, imperturbables, conviene no confundir esto con valentía y coraje.Puede serlo, pero también es un indicio de un distanciamiento disociativo, como si no me ocurriera a mí, una suerte de despersonalización.

Es importante no confundir el preparar al niño para hablar con el miedo del adulto a que aquél hable. Si el adulto trasmite al niño o joven implícita o explícitamente que no se puede hablar porque verbalizar le atemoriza, entonces se impondrá la ley del silencio. Cyrulnik ha referido en más de una ocasión que el niño (o la persona traumatizada) necesita de un ambiente que acepte los relatos por muy duros que sean. Y ser acogido con empatía, claro.

Por ello, el post de hoy es una continuación del anterior que pretende seguir ofreciéndoos herramientas en este sentido: estrategias para preparar al niño o joven antes de verbalizar cualquier suceso traumático, narrar sus vivencias o contarle nosotros lo que sabemos de su historia de vida, cuando los menores nos reclaman saber de dónde vienen y qué pasó para que les adoptáramos o acogiéramos. Pero, por supuesto, nunca forzando nada ("a ti ya te han forzado bastante en tu vida como para que te forcemos nosotros") y sólo usando la palabra con los niños o menores que sean capaces de aceptarla. Y siempre que el adulto (o adultos) que rodeen al niño o joven sean capaces de ser fuente de seguridad y refugio para ayudarles a recuperar la calma. Los padres adoptivos o acogedores que puedan tranquilizar mediante el contacto y la palabra a sus hijos ya han recuperado una de las funciones del apego: regular emocionalmente al niño después de un acontecimiento estresante (como lo puede ser hablar de su vida y de su historia) 

Además de las estrategias que expusimos en la primera parte de este post, suelo preparar a los niños o jóvenes utilizando estas otras que dan buen resultado: 

La estrategia on-off: Entramos un poco en las vivencias, recogemos las emociones y el niño sabe que puede dejarlo (off) cuando quiera. Son exposiciones a intervalos cortos donde después, si es necesario (normalmente sí) permitimos al menor jugar (para liberar la emociones: después de hablar sobre algo sobrecargante, jugar es muy terapéutico) o regularse de otro modo (respirando jugando a apagar una vela, oyendo música o de otro modo) Podemos volver (on) a retomar el tema en otro momento. Él decide en qué momentos, nosotros sólo podemos invitarle en este sentido. Le empoderamos porque él tiene el control: si siente malestar sabe que tiene la posibilidad de usar todos los breaks (paradas) que desee.

La metáfora del Polo Norte: Es una metáfora de gran ayuda y que los niños captan enseguida. Si tuvieras que viajar al Polo Norte, ¿lo harías sin nada, así, con la ropa de aquí, con una mano por delante y otra por detrás? Noooo, dicen rápidamente los niños. Nos equiparíamos. Vamos a dibujar en un papel todas las cosas que nos llevaríamos en nuestro viaje de exploración al Polo Norte. Resulta divertido. Vamos dibujando o nombrando todo lo que necesitaríamos para ir bien equipados. Al terminar, concluimos diciendo que con todo lo que llevamos podríamos ir sin problema y afrontar seguros el viaje. Después, se le dice: "para ese viaje a la memoria de tu vida que es hablar de las cosas desgraciadas que te han ocurrido, ¿qué necesitarías?" Se le ayuda al niño activamente: fuerza, apoyo, seguridad, coraje, que me contengan, cariño, valentía... Todas se dibujan. Y después se ponen encima de la mesa en todas las sesiones o momentos que trabajemos con el niño, junto con la hoja en la que aparece la técnica de "El equipo de ayudantes" que vimos en la primera parte de este post.

El mando a distancia: Esta técnica de Dan Siegel me encanta porque le da un control sobre los eventos traumáticos y empodera al niño como ninguna otra. Además de que gradúa la exposición con la que el niño puede ir narrando. Ya sabemos que cuando la palabra es bien tolerada por el niño favorece la integración interhemisférica (comprometida en los niños que han sufrido trauma complejo) Siegel propone que el niño imagine que ve la película de su vida en una pantalla. El tiene el mando a distancia. Y puede ir contando la película desde el principio, pero como él tiene el mando, los episodios o trozos que le resulten más duros o dolorosos los puede dejar para el final o para un momento en el que él se sienta capaz de poder contarlo. Sólo tiene que pulsar figuradamente el mando para dar a entender que se salta un trozo.


Resolución presente: Esta técnica es de Ana María Gómez y es muy útil para situar al niño en el presente y que sea consciente de cómo se ha desarrollado, evolucionado y empoderado todos estos años desde que sucedió lo traumático. Es para profesionales. Se le dice al niño que "comenzamos haciendo un dibujo o si lo prefieres una caja de arena. El título del primer dibujo es “Éste soy yo antes” Piensa en todas las cosas desgraciadas o malas que te ocurrieron y dibuja lo que sucede a tu alrededor, quién estaba allí, cómo te estabas sintiendo, qué estabas haciendo o cómo eras de mayor. Si mientras estás haciendo este dibujo los sentimientos se hacen demasiado fuertes, tú puedes usar la señal de parar diciendo: “Necesito un break” Puedes parar todas las veces que quieras. Y entonces piensas en tus ayudantes o figuras de apoyo. 

Una vez que el dibujo está terminado, se le dice al niño: “Bien. Ahora quiero que hagas un segundo dibujo (o bandeja de arena) titulado: “Este soy yo ahora” Una vez que el niño ha completado el dibujo o la caja de arena, ayudar al niño a concretarlo lo más posible, a hacerlo específico. Hacer preguntas que puedan ayudar al niño a reconocer qué es diferente ahora. Preguntas como: ¿Cómo eres de grande (en el sentido de mayor, de haber crecido) ahora?” “¿Cómo de fuerte?” “¿Qué es lo que sabes ahora que antes no sabías?”Además, hacerle al niño consciente de las habilidades que ha desarrollado, los ayudantes que están presentes en la vida del niño, las fortalezas y recursos que antes no estaban presentes y ahora sí. En general, preguntar o inquirir acerca de las habilidades que el niño ha desarrollado y que muestren una resolución a cualquier nivel del trauma o la adversidad pasada. 

Una vez que este segundo dibujo (o cajón de arena) se ha terminado, empezar a pendular de un dibujo a otro: Pedirle al niño que mire al dibujo o a la caja de arena de “ahora” dándose cuenta de los sentimientos que siente y dónde los siente en su cuerpo. Pedirle al niño después que mire al dibujo o a la caja de arena de “antes” y que note cualquier cosa que venga a su mente, corazón o cuerpo. Empezar por unos pocos segundos, cinco o diez, dependiendo de cuánto pueda tolerar el niño pensando en el evento perturbador que refleja el dibujo o bandeja de arena. Después, invitamos al niño a que regrese al dibujo o bandeja de “ahora” y que lo mire de nuevo. De nuevo, se le pueden preguntar cosas al niño sobre el dibujo de “ahora”: “¿Estás seguro ahora?” “¿Este suceso desgraciado te está pasando ahora?” “¿Tienes figuras de apoyo ahora?” Si el niño informa de emociones positivas, permitidle que tome conciencia de las mismas y las sienta. Permitirle todo el tiempo que necesite para pasar de un estado negativo a uno positivo. 

A partir de aquí, se va pendulando entre el dibujo o la caja de “antes” y la de “ahora”, aumentando el intervalo de tiempo que permanece mirando y sintiendo la de “antes” Se está todo el tiempo que el niño pueda tolerar (mirando la de “antes”)"

Cuando acompañamos al niño o joven en los relatos, en sus vivencias, pasadas o presentes, tened en cuenta que lo más importante, por muy duro que sea lo que haya padecido, es el vínculo (esa unión segura con vosotros/as), el alimento emocional de la empatía ("es muy doloroso, lo siento mucho") y la presentificación ("estoy contigo aquí, ahora, eso ya pasó")

Me despido, como es cortesía de esta casa, con la picada de la semana. Hace un par de meses, fui invitado por la Asociación Ume Alaia Gipuzkoa para dar una jornada en torno al tema de cómo las familias adoptivas pueden fomentar un apego ganado a la seguridad. Allí se encontraban muchas madres y padres, y una de ellas me ofreció la picada de hoy, que desde aquí os ofrezco a todos y todas vosotros/as: se trata de la publicación, en el número de enero de 2015 de la revista National Geographic titulado en portada "Los primeros artistas", de un reportaje amplio sobre el primer año del cerebro. El artículo desarrolla ampliamente (con estudios referidos a la adopción) todo lo relativo a la extrema importancia que tiene la infancia temprana: el cerebro comienza a desarrollarse en el vientre materno y alcanza unos niveles de crecimiento asombroso durante los primeros años de vida. Las experiencias positivas vividas en esos años contribuyen a construir una arquitectura cerebral sólida. Os dejo el enlace a la página web de la revista haciendo clic aquí.

Post que elijo hoy y rescato del recuerdo: ya que hemos vuelto a hablar del trauma, es una gran ocasión para repasar las contribuciones de los distintos autores a la teoría del trauma. 

Que paséis unas felices vacaciones de Semana Santa, nos volvemos a encontrar aquí el día 13 de abril. Cuidaos / Zaindu

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