viernes, 26 de febrero de 2021

lunes, 22 de febrero de 2021

El abuso sexual infantil: ¿una perversión del apego?, por Arturo Ezquerro, psiquiatra



Firma invitada

Arturo Ezquerro 





Arturo Ezquerro.. Nacido en Logroño, La Rioja, Arturo Ezquerro lleva 38 años ejerciendo como psiquiatra, psicoterapeuta psicoanalítico y grupo analista en Londres. Es profesor en el Institute of Group Analysis, y el primer español en conseguir una Jefatura de Servicios Públicos de Psicoterapia en Reino Unido. Es miembro honorario del International Attachment Network y de la World Assotiation of International Studies. Colabora habitualmente con los medios de comunicación y reúne más de 80 publicaciones en 5 idiomas, incluyendo los libros “Encounters with John Bowlby” (Routledge) y “Relatos de apego” (Psimática).

Portada del libro de Arturo Ezquerro
"Relatos de apego. Encuentros con John Bowlby"


Título del artículo: El abuso sexual infantil: ¿una perversión del apego? 

El lado oculto del origen del psicoanálisis 

En los seis últimos años de su vida, de 1984 a 1990, John Bowlby fue mi supervisor y mi mentor en la Clínica Tavistock de Londres. Durante ese tiempo, sólo lo vi enojado una vez. Eso sucedió cuando le pregunté ingenuamente sobre el abuso sexual infantil. Bowlby frunció el ceño y dijo con un tono apesadumbrado que el cambio de opinión de Sigmund Freud sobre este asunto, en 1897, había sido ¡un desastre! 

En aquella época hacia finales del siglo XIX, el abuso sexual infantil se escondía detrás de un muro de respetabilidad, modestia, silencio encubridor y mentiras; sobre todo en los elementos más conservadores de la sociedad. Con ese telón de fondo, en 1885, un joven Freud de 29 años obtuvo una beca para estudiar con Jean-Martin Charcot, un destacado neurólogo en el Hospital de la Salpêtrière, en París. 

Freud quedó impresionado por las presentaciones clínicas de Charcot sobre pacientes diagnosticados de ‘histeria’; en aquel momento, la condición neurótica por excelencia. Histeria es una palabra griega, que significa útero. En la antigüedad, los médicos creían que la enfermedad era causada por un ‘vagabundeo’ del útero dentro del cuerpo. 

Charcot y Blanche en: A Clinical Lesson at the Salpêtrière por L. Brouillets



Uno de los estrechos colaboradores de Charcot, Pierre Janet, fue quien describió por primera vez el origen traumático de los síntomas histéricos. Janet sentó las bases para un entendimiento más profundo y riguroso del impacto de las experiencias traumáticas, tanto en la mente como en el cuerpo. 

El primer intento de Freud de explicar los síntomas histéricos apareció en el libro "Estudios sobre la histeria", que escribió con su mentor Josef Breuer, en 1895. El libro está basado en sus observaciones clínicas sobre varios pacientes con un diagnóstico de histeria. Breuer vio los síntomas como reacciones a un trauma emocional. Freud fue más allá y consideró que eran los recuerdos reprimidos de un trauma de origen sexual los que jugaban un papel primordial en la formación de los síntomas histéricos. 

El 21 de abril de 1896, Freud presentó su controvertida tesis sobre "La etiología de la histeria", en una reunión científica organizada por la Sociedad de Psiquiatría y Neurología de Viena. En este trabajo detalló las historias de dieciocho pacientes, doce mujeres y seis hombres. 

Aquí Freud (1896) fue más audaz que en el libro publicado con Breuer y planteó la hipótesis de que los síntomas histéricos de sus pacientes eran causados por un específico trauma sexual infantil. Según los relatos de sus pacientes, el abuso sexual había sido perpetrado principalmente por padres o padrastros; pero también por otros parientes cercanos como abuelos, tíos y hermanos mayores, así como cuidadores, maestros e institutrices.

Portada del libro, edición en inglés,
de las cartas de Freud a su amigo Fliess
Foto: www.goodreads.com

De este modo, nació su llamada ‘teoría de la seducción’, la cual tuvo una vida muy corta. Después de la reunión científica, Freud escribió a su fiel amigo Wilhelm Fliess para expresarle su preocupación por el masivo rechazo a su teoría por parte de sus colegas. De hecho, el prestigioso psiquiatra Krafft-Ebing, que presidió la reunión, comentó con sarcasmo que la presentación de Freud sonaba a cuento de hadas científico. Al final de su carta a Fliess, Freud se quejó: 

"¡Y todo esto después de que uno haya demostrado la solución a un problema de más de mil años de antigüedad: el nacimiento del río Nilo!" (Freud, 1896, citado en Zulueta, 1993). 

Lo que Freud postuló fue que la experiencia del abuso sexual había sido reprimida y había permanecido latente durante años, antes de que los síntomas histéricos se manifestaran con la explosión hormonal y el florecimiento de la sexualidad en la adolescencia y en la etapa adulta temprana. La idea de un período refractario o de latencia era consistente con otras patologías médicas como la sífilis. Freud dio la siguiente explicación: 

“Las experiencias sexuales infantiles son la condición previa fundamental para la histeria ... No la causan de inmediato, sino que ejercen una acción patógena más tarde, cuando regresan a la memoria después de la pubertad en forma de recuerdos inconscientes" (Freud, 1896, citado en Ezquerro, 2017b). 

Freud no descubrió el inconsciente. En la Biblia ya se habían descrito algunas manifestaciones del inconsciente a través de las experiencias oníricas, como el sueño de José de las siete vacas gordas y las siete vacas flacas. Pero lo que sí hizo Freud fue formular una teoría e interpretación de los mecanismos inconscientes, que pudiese servir de herramienta para entender y resolver los enigmas que con frecuencia presentaban sus pacientes en la consulta. 

La inmensa mayoría de sus colegas se negaron a creer que el abuso sexual infantil en la familia hubiese podido ocurrir en realidad. Algunos de ellos incluso lo acusaron de poner esas ideas en la mente de sus pacientes. Breuer (su antiguo mentor) lo defendió de dichas acusaciones, pero su apoyo fue tibio y parcial al considerar que los descubrimientos de Freud podrían haber sido exageraciones o distorsiones. 

Breuer sí aceptó que el trauma de carácter sexual era un factor importante en la etiología de la neurosis, pero no estaba de acuerdo con la hipótesis freudiana de que la histeria era siempre una consecuencia diferida de un abuso sexual previo a la pubertad. En mayo de 1896, Freud escribió de nuevo a su fiel amigo Fliess: 

"Me siento muy aislado, como nunca pude imaginar…; la palabra me ha abandonado, un vacío se está formando a mi alrededor" (Freud, 1896, citado en Sinason, 2011). 

Como los síntomas histéricos estaban tan extendidos, que ni siquiera perdonaban a sus hermanos o a él mismo, Freud tuvo que deducir que tal vez su propio padre pudiera ser culpable. Pero enseguida cambió de opinión y excluyó a los padres como principales perpetradores del abuso sexual infantil. Se concentró más en parientes, cuidadores y hermanos mayores, aunque en este último caso Freud insinuó que el hermano mayor había sido seducido previamente por un adulto. 

Podemos decir que Freud se rindió a la presión externa de la sociedad burguesa del Imperio Austro-Húngaro, así como a la presión interna de sus propias dudas. Repudió su creencia inicial y afirmó en cambio que los frecuentes relatos de sus pacientes sobre abusos sexuales en la infancia eran ilusiones o fantasías. 

En septiembre de 1897, Freud escribió a Fliess nuevamente para informarle sobre las dificultades que estaba experimentando en el tratamiento de las víctimas del incesto, y para justificar su retirada de la teoría de la seducción. El texto de su confesión es revelador: 

"En primer lugar, la continua desilusión en mis esfuerzos por llevar el análisis a una conclusión real... 

En segundo lugar, la sorpresa de que en todos los casos el padre, sin excluir el mío, podría ser acusado de perversión... 

En tercer lugar, la percepción cierta de que en el inconsciente no hay indicaciones claras sobre la realidad, por lo que uno no puede distinguir entre la verdad y la ficción... 

En consecuencia, me queda la solución de que es la fantasía sexual la que invariablemente se apodera del tema de los padres… " (Freud, 1897, citado en Ezquerro, 2017b). 

Freud se sintió forzado a postular que los problemas emocionales de sus pacientes eran causados por ‘fantasías’ o delirios de seducción que en realidad no habían ocurrido. Según Bowlby, este giro brusco de Freud retrasó el abordaje del problema unas siete décadas, no sólo en el mundo de la psicoterapia sino también en el inconsciente colectivo de la sociedad y el concomitante sentir de los ciudadanos. Las voces disidentes fueron acalladas, con indiferencia, silencio cómplice e incluso hostilidad. 

Hubo un incidente notorio, que ocurrió 35 años después de la rendición de Freud sobre la realidad del abuso sexual infantil. El psicoanalista húngaro Sandor Ferenczi, convencido de que sus pacientes le decían la verdad, decidió exhumar la teoría de la seducción. En 1932 presentó su re-descubrimiento a una gran audiencia de psiquiatras, psicólogos y psicoanalistas en una reunión científica en Wiesbaden, en Alemania. El trabajo de Ferenczi se tituló: Confusión de lenguas entre el adulto y el niño. 

Esta confusión de lenguas se pone de manifiesto, por ejemplo, cuando una niña anhela una relación de apego afectuoso y cercano con su padre o padrastro que, desde una perspectiva perturbada, malinterpreta la necesidad de su hija en términos de una ‘lengua sexual adulta’ (un idioma que la niña no conoce) y luego la fuerza a ella a ‘hablar’ dicha lengua (Ferenczi, 1949). 

Así, este padre abusivo toca el cuerpo y los genitales de su hija de una manera sexualmente inapropiada, mientras ella habla su inocente 'lengua infantil'. Además, el padre intenta persuadir a la hija de que la lujuria paterna es en realidad el amor que ella anhela. Esto no es ‘sexualidad infantil’ sino abuso sexual y explotación de las necesidades de apego de personas vulnerables e indefensas, algo que he descrito recientemente como una ‘perversión de la relación de apego’ (Ezquerro, 2017b). 

El valiente y honesto trabajo de Ferenczi fue agresivamente rechazado por sus colegas, sobre todo por Freud, quien había sido objeto de un rechazo comparable cuando presentó sus casos de abuso sexual infantil en Viena, en 1896. Muchas preguntas quedaron en el aire: 

¿Por qué desplegó Freud hacia Ferenczi una hostilidad incluso más salvaje que la que él mismo había recibido 36 años antes por parte de Krafft-Ebing? ¿No resulta cruel que el ‘padre’ del psicoanálisis hubiera perdido todo sentido de empatía hacia Ferenczi a pesar de su propia experiencia de rechazo? ¿Fue la conducta hostil de Freud una manera inconsciente de expresar un trauma no resuelto? 

De hecho, Ferenczi fue excomulgado de la comunidad psicoanalítica; lo cual pudo contribuir a su temprana muerte el año siguiente, a la edad de 59 años. Su artículo sobre la Confusión de lenguas entre el adulto y el niño fue censurado y no pudo ser publicado en inglés durante casi dos décadas. En este trabajo, Ferenczi denunció la hipocresía bajo la que se ocultaba el crimen del abuso sexual, que entonces casi nadie se atrevía a revelar. 

En el artículo también hay una crítica honesta a los profesionales (incluido él mismo) por crear situaciones peligrosas y nocivas en las que los terapeutas transfieren sus propios problemas a sus pacientes, lo que a veces conducía a la repetición del trauma sexual infantil (Ferenczi, 1949). 

Sándor Ferenczi
Foto: Wikipedia

Bowlby consideró que el miedo de Freud y de la mayoría de sus discípulos a los hechos reales, y su refugio en el mundo de las fantasías inconscientes, contribuyeron a una práctica clínica tremendamente ignorante e infructuosa con las víctimas. El silencio colusorio de los diversos estratos de sociedad también contribuyó a la persistencia y propagación de este grave problema. En una entrevista realizada por Virginia Hunter en 1990, Bowlby afirmó: 

"Debo decir que como estudiante estaba casi prohibido prestar atención a los acontecimientos de la vida real. Bueno, estoy hablando de la década de 1930 ... y todavía creo que hay un énfasis excesivo en la fantasía" (Bowlby, 1990. citado en Hunter, 2015). 

En dicha entrevista, Bowlby explicó también que, solo cuatro años antes, había asistido a una conferencia en una clínica muy conocida en los Estados Unidos. Un psicoanalista presentó el caso de una mujer que dijo haber sido abusada sexualmente por su hermano mayor. Sin embargo, el analista estaba convencido de que esto era una fantasía. 

Bowlby no tuvo dudas de que la mujer estaba diciendo la verdad, ya que sus problemas eran típicos de lo que podría esperarse como resultado del abuso sexual infantil. Le preguntó al analista si había leído la literatura sobre el abuso sexual en la infancia y sus consecuencias. Y quedó horrorizado de que el analista no estuviese familiarizado con las publicaciones especializadas sobre el tema, a lo que Bowlby añadió: 

"Mencioné esto porque ocurrió, ya ves, hace tan sólo cuatro años. Por lo tanto, esta renuencia a creer que lo que un paciente dice es cierto todavía está presente. Creo que es … antiterapéutico” (Bowlby, 1990, citado en Hunter, 2015). 

Además del psicoanálisis, buena parte de los profesionales de la salud mental y la mayoría de las instituciones en la sociedad mantuvieron un silencio cómplice. La negación es una fuerza poderosa a todos los niveles, como magistralmente expresó el filósofo Friedrich Nietzsche, en un elogiable ejercicio de introspección sobre la conciencia del ser humano: 

"Lo hice", susurra mi memoria. 

"No, no pude hacerlo", dice mi orgullo … y continúa inexorable. 

Finalmente … la memoria cede (Nietzsche, 2000). 

La situación en Reino Unido 

En los años setenta y ochenta, el movimiento feminista contribuyó a sacar a la luz el problema del abuso sexual infantil, junto con otros temas tabú como la violación y la violencia de género. 

En el verano de 1987, el Informe Cleveland tuvo un poderoso efecto de sacudida en todos los estratos sociales de Gran Bretaña. En la primavera de ese año, 121 niños del entonces condado de Cleveland, un área de menos de 600 kilómetros cuadrados, fueron separados de sus familias y llevados a centros protegidos de los servicios sociales, ante la sospecha de haber sufrido abusos sexuales (Ezquerro, 2017a). 

Muchos de estos niños fueron nuevamente abusados por sus cuidadores, dentro de una estructura de servicios sociales que no estaba preparada para la prevención y el tratamiento del abuso sexual infantil. Lamentablemente, el proceso de la justicia penal en sí mismo agregó mucho al trauma de las víctimas, a corto y a largo plazo. Los niños recibieron muy poca información sobre lo que estaba sucediendo. 

Además, muchos de estos niños fueron aislados y sometidos a duros interrogatorios. En febrero de 2013, los medios de comunicación británicos denunciaron el suicidio de la joven Frances Andrade, después de un controvertido juicio en el que se sintió acorralada, al tener que dar detalles minuciosos sobre el abuso sexual al que había sido sometida de niña. Este trágico suceso puso de relieve la naturaleza re-traumatizante del proceso legal. 

En ese contexto, en julio 2014, la entonces responsable del Ministerio del Interior y futura primera ministra Theresa May mandó iniciar una investigación a nivel nacional sobre el abuso sexual infantil en Reino Unido. Esto ocurrió a consecuencia de la revelación de que 114 archivos del Ministerio del Interior sobre supuestos abusadores, durante el período de 1979 a 1999, habían desaparecido o habían sido destruidos. Esto implicaba que la evidencia tuvo que ser suprimida necesariamente por personas de alto rango de poder. 

La investigación todavía no ha concluido. Los cuatro primeros directores de la misma tuvieron que dimitir, debido a las muchas presiones recibidas que no les dejaban hacer su trabajo. El actual primer ministro Boris Johnson, con su cinismo característico, llegó a decir que esta investigación es una manera inútil de tirar el dinero. Este tipo de escándalos ocurren no sólo en Reino Unido sino en todos los países. 

El número de niños abusados sexualmente en Inglaterra y en Gales se estima en torno a los seiscientos mil. La estimación, que proviene de la Encuesta Nacional a Hogares con Experiencias Infantiles Adversas, seguramente se queda corta. La principal preocupación de la policía se basa en que no son las bandas del crimen organizado las que constituyen el mayor problema, sino el propio hogar: el 90% del abuso sexual es perpetrado por personas que conocen a los niños dentro de la familia. 

"El número de niños abusados sexualmente en Inglaterra
se estima en torno a seiscientos mil" (Ezquerro)
Foto: medscape.com


En Gran Bretaña, el abuso sexual en la niñez es con demasiada frecuencia un crimen oculto, que penetra con alevosía todas las clases sociales e instituciones en la comunidad. Ser un espectador y permanecer en silencio son formas de complicidad con el abuso. Desgraciadamente, las estructuras de poder prevalentes a menudo abruman a los testigos, quienes como consecuencia se sienten paralizados. 

Se necesitan más iniciativas terapéuticas para los supervivientes; por ejemplo, refugios y servicios gratuitos de información, de consejería y de psicoterapia, que operen dentro de una política de inclusividad y de confidencialidad. Al mismo tiempo, es imperiosamente necesario ir más allá del consultorio y abordar el problema de manera efectiva en los ámbitos social, cultural y político. 

En la década de 1970, Bowlby se unió activamente a las voces alarmadas por la alta incidencia del incesto y sus efectos dañinos en el desarrollo a corto, medio y largo plazo. Lo llamó sin tapujos explotación sexual y una forma de violencia intrafamiliar (Bowlby, 1984). 

Bowlby consideró que, en los casos más severos, el abuso sexual puede llevar a la psicosis y a la personalidad múltiple o ‘trastorno de identidad disociativo’. Hay varios signos característicos de este trastorno. Aunque la lista no es exhaustiva, cabe destacar los siguientes (Bowlby, 1988; Ezquerro, 2017a): 

Una constelación de diferentes síntomas que ocurren erráticamente, incluyendo intensos dolores de cabeza y otros síntomas físicos inexplicables. 

Frecuentes crisis de pánico con sudoración profusa. 

Depresión y fluctuaciones extremas del estado de ánimo, que disminuyen la capacidad y la eficacia en el trabajo y en los estudios. 

Amnesia y distorsiones y errores en el tiempo. 

‘Des-personalización’ (sentimiento de estar separado de uno mismo) y ‘des-realización’ (sentimiento de que el entorno es irreal). 

Trastornos alimenticios como la bulimia y la anorexia. 

Autolesiones y, en los casos más graves, suicidio. 

Bowlby señaló que el abuso que da lugar a tales trastornos probablemente se ha repetido durante varios años en la infancia: 

"Quizás comenzando durante los primeros dos o tres, pero generalmente continuando durante el cuarto, quinto, sexto y séptimo años y, sin duda, con frecuencia por más tiempo" (Bowlby, 1988). 

En una de nuestras supervisiones Bowlby me confesó que, durante su largo periodo de formación psicoanalítica, se negaba sistemáticamente la existencia del abuso sexual infantil y que, a lo largo de su carrera, casi nadie hacía referencia a dicho abuso. En esas raras ocasiones en las que alguien lo hacía, el abuso se consideraba producido por fantasías y no como un hecho real. 

Bowlby me recomendó encarecidamente que creyera en mis pacientes cuando me contasen experiencias de abusos sexuales en su infancia y adolescencia. También me aconsejó que fuera impecablemente ético, atento y compasivo con las víctimas para que pudiesen sentir que contaban con una ‘base segura’ que les ayudase a recomponer sus vidas. 

Un mensaje de colaboración y esperanza 

La explotación y la violencia sexual son unas experiencias traumáticas complejas. Con frecuencia incluyen confusión y ruptura de la confianza en la persona que debe proporcionar protección, refugio, y una base segura, que son elementos fundamentales en las relaciones de apego sanas. 

Con demasiada frecuencia, las víctimas no son creídas ni respetadas. Su dolor puede ser trivializado y algunas veces ni siquiera reconocido. No es inusual que el abuso tenga lugar frente a los ojos y los oídos de testigos que no quieren saber nada. 

Hemos de tener en cuenta la influencia perniciosa del inconsciente colectivo. Hasta no hace mucho, la mayor parte de la sociedad ignoraba la existencia del abuso sexual infantil y de sus consecuencias dañinas para el desarrollo personal a corto, medio y largo plazo. 

En 1988, Bowlby denunció que, tanto a nivel individual, como familiar e institucional, se elude conocer aquello que uno no quiere reconocer. Este mecanismo de defensa psicológico y de dinámica grupal perversa ha contribuido a que muchos abusadores utilicen su poder e influencia para explotar sexualmente a personas a su cargo o a su cuidado. 

En el abuso sexual infantil se elude conocer
aquello que uno no quiere reconocer (Bowlby)
Foto: huffingtonpost


Lamentablemente, el abuso sexual infantil es generalizado y se produce en la familia, en el ambiente laboral, en la consulta, en los colegios, en la sacristía, y en otros muchos lugares relacionados con actividades tan diversas como el arte, la política, la religión, el deporte, el trabajo social, la docencia o la salud. 

Muchas víctimas del abuso sexual cometido en etapas posteriores de la vida tienen antecedentes de haber sido abusadas durante la infancia o la adolescencia. 

Algunos psicoterapeutas no pueden o no quieren comprender que la búsqueda de afecto y cercanía por parte del niño o de personas vulnerables puede ser la expresión de un anhelo ansioso por un apego seguro. Esta ignorancia o negligencia profesional puede llevar a la repetición del abuso en otras fases de la vida. 

En el primer volumen de su trilogía sobre ‘El apego y la pérdida’, Bowlby (1969) sugirió que Freud, a pesar de sus ingentes contribuciones al entendimiento de la mente y de los mecanismos inconscientes, pareció haber sido incapaz de comprender la verdadera naturaleza del apego humano, tanto en la niñez y la adolescencia como en la etapa adulta, la madurez y las situaciones terapéuticas. 

Por ello, la teoría del apego es crucial para comprender el sufrimiento de los supervivientes del abuso sexual infantil perpetrados en la familia y fuera de la familia. Este tipo de abuso es siempre un crimen relacional. Debemos reflexionar y aprender de los errores del pasado. Basta ya de secretos, ambigüedades y mentiras sobre las agresiones sexuales. 

Dada su magnitud, el abuso sexual infantil es mucho más que un crimen. Desde mi punto de vista, es una ‘enfermedad social’ de proporciones epidémicas y debemos abordarla como tal, con la coordinación entre los diversos profesionales, la ayuda de políticos y de personas en posiciones de autoridad, así como con la colaboración de todos los miembros de la sociedad (Ezquerro, 2017a). 

Cuanto mejor sea la conciencia y la comprensión de una enfermedad, mayor será la posibilidad de mejorar la prevención y el tratamiento de la misma. La respuesta de nuestras sociedades ha sido con frecuencia la de negación, la de trivialización y la de racionalización. Se requieren cambios fundamentales para luchar contra esta enfermedad social, y para ayudar a las víctimas a participar en la sociedad como iguales; sin que se sientan avergonzadas, juzgadas, rechazadas, discriminadas o estigmatizadas. 

Desde la perspectiva del apego, el problema sólo puede abordarse avanzando hacia una sociedad más segura, que proteja a los niños, a las familias y a las personas más vulnerables, para que desarrollen relaciones de apego sano y perciban su comunidad como una ‘base segura’ a la que pueden recurrir a pedir ayuda cuando sea necesario. 

Afortunadamente, la sensibilidad hacia las víctimas ha ido mejorando poco a poco, a medida que ha aumentado la conciencia social del problema. Sin embargo, todavía queda mucho por hacer. Los perpetradores y las instituciones a las que pertenecen deben pedir perdón y ofrecer mayores gestos reparativos a las víctimas, para ayudarlas en su lucha por superar el trauma. 

El apego seguro es el mejor antídoto para superar y prevenir esta lacra. Reconozco que una prevención completa del abuso sexual infantil no es un objetivo alcanzable a corto plazo. Sin embargo, cada uno de nosotros (profesionales, políticos, docentes, el clero y en última instancia todos los ciudadanos) tenemos que aspirar a ello. Ésta es una batalla que deberá ser sostenida generación tras generación. Y quiero infundir esperanza. La unión hace la fuerza. 

Del mismo modo que hemos conseguido superar las enfermedades infecto-contagiosas de la infancia, como la polio, la varicela o la tosferina, gracias a las vacunaciones, también debemos unir nuestras fuerzas para no sólo vencer al coronavirus y sus cepas mutantes, sino también erradicar el virus del abuso sexual infantil. 

Queda un largo camino por andar y no hay que desfallecer. Un grano no hace granero, pero ayuda al compañero … 

Referencias bibliográficas 

Bowlby J (1969) Attachment and Loss: Vol. 1. Attachment (1991 edition). London: Penguin Books.

Bowlby J (1984) Violence in the family as a disorder of the attachment and care-giving systems. The American Journal of Psychoanalysis, 44: 9-27.

Bowlby J (1988) A Secure Base: Clinical Applications of Attachment Theory. London: Routledge.

de Zulueta F (1993) From Pain to Violence: The traumatic roots of destructiveness. London: Whurr Publishers.

Ferenczi S (1949) Confusion of the tongues between the adults and the child: The language of tenderness and passion. International Journal of Psycho-Analysis, 30: 225-230.

Ezquerro A (2017) Attachment as recovery from child sexual abuse. In Encounters with John Bowlby: Tales of Attachment. London and New York: Routledge, pp. 160-171.

Ezquerro A (2017) Professional sexual abuse: A perversion of attachment? In Encounters with John Bowlby: Tales of Attachment. London and New York: Routledge, pp. 172-188.

Freud S (1896) The Aetiology of Hysteria. In Standard Edition: Vol. 3. The Complete Works of Sigmund Freud (1953 edition). London:  Hogarth Press.

Hunter V (2015) John Bowlby: An Interview by Virginia Hunter. Attachment: New Directions in Psychotherapy and Relational Psychoanalysis, 9(2): 138-157.

Nietzsche F (2000) Basic Writings of Nietzsche. New York, USA: Random House Inc.

Sinason V (2011) Introduction. In Sinason V (ed.) Attachment, Trauma and Multiplicity: Working with Dissociative Identity Disorder. London, UK, and New York, USA: Routledge, pp. 3-20.


lunes, 15 de febrero de 2021

¡Aviso!: Los talleres sobre apego y trastornos del apego organizados por UmayQuipa se impartirán on line

Centro de terapia UmayQuipa

Organiza talleres sobre apego en la adolescencia on line

Madrid, 20 y 21 de marzo de 2021

Taller "El apego en la adolescencia"

Taller "Los trastornos del apego en la adolescencia"

Información y reservas: 

Teléfono - 91 549 3878

lunes, 8 de febrero de 2021

"Siguiendo la estela de tu latido", hijo adoptivo imaginario/imaginado - hijo/a real, por Dolores Rodríguez Domínguez, psicóloga.

  

Firma invitada


Dolores Rodríguez Domínguez
Psicóloga y traumaterapeuta
Red Apega de profesionales

Dolores Rodríguez Domínguez nos regala una excelente reflexión sobre el hijo/a adoptivo/a imaginado/imaginario - hijo/a real. Antes de dejaros con ella, agradecerle a Dolores de todo corazón esta nueva colaboración con Buenos tratos. Por entregarnos su tiempo y su saber de manera desinteresada y generosa. Es un lujo contar con ella y que sus trabajos sean habituales en nuestro blog. 


Título del artículo:

Siguiendo la estela de tu latido, hijo/a adoptivo/a imaginario/imaginado - hijo/a real


Presentación

La pretensión de este relato no es generalizar los orígenes, evoluciones y desenlaces de los procesos pre-adoptivos y post-adoptivos que cada madre o padre haya podido experimentar.

 

La intención de este relato es intentar acercarnos a las vivencias que algunos de ellos sí han tenido. Experiencias vividas y sufridas, en muchas ocasiones en secreto, y en las que han estado presentes el dolor, la culpa, e incluso la vergüenza. Vivencias que pueden parecer antiguas y olvidadas, pero que, sin embargo, pueden emerger posteriormente durante los procesos de crianza de los hijos/as adoptivos/as, comprometiendo el desempeño adecuado de dicha labor.

El relato intenta reflejar, parte del difícil recorrido previo realizado por algunos padres adoptivos que desean llevar a cabo el proyecto de la maternidad- paternidad biológica, cuando la naturaleza no parece estar del todo de su parte. Recorrido lleno de acontecimientos intensos a nivel emocional, físico, económico,... Realizarlo sin resultar herido, sin duda, es prácticamente improbable. Es por ello que resulta de gran ayuda ofrecer a estas madres y estos padres un acompañamiento desde el espacio terapéutico. Poder explorar sus historias pasadas en relación al proyecto de la maternidad-paternidad, valorar su impacto y procurar reparar, en la medida de lo posible, las heridas sufridas. 

Llevarlo a cabo puede permitirles, visibilizar y entender el desgaste y el dolor que cargaban sobre sus espaldas antes de que tomaran la decisión de embarcarse en su posterior proceso adoptivo. Visualizar “la casilla de salida” de la que realmente partieron, regresar a ella y volver a transitar por la misma senda, pero, en esta ocasión, disponiendo de un compañero de viaje (el/la terapeuta) que pueda ofrecerles la ayuda necesaria para hacerlo de forma segura.

Deberemos entonces, animar a estos padres a descubrir lo que han sentido durante su proceso anterior a la adopción. 

Procuraremos aproximarnos con sumo respeto, a la manera en que se ha ido construyendo internamente en cada madre/padre la imagen y representación del hijo/a deseado. Les ayudaremos a ser conscientes del gran peso que puede tener dicha representación, a la hora de ponerse al frente de una posterior o ya actual marentalidad-parentalidad. De cómo puede comprometer, si no se tiene en cuenta y se aborda, la aceptación del hijo/a real (adoptivo/a). Aceptación que puede ser bloqueada por el conflicto que se producirá entre la representación del Bebe Imaginado/ Imaginario (Serge Lebovici, 1985) y el/la hijo/a real.

Compartiremos con ellos, lo difícil que puede ser renunciar a la representación interna que cada uno/a va haciendo del bebé que tanto se desea y no llega. De lo crucial que resultará, abordar ese duelo. Duelo al que tendrán que enfrentarse por la renuncia simbólica de ese bebé representado, de ese bebe deseado, imaginado y nunca logrado. Sintonizar con el dolor de estos padres, validándolo y dándole el lugar que se merece. 

Acompañarles en el delicado reto de “la aceptación de la pérdida”. Aceptación necesaria para poder aceptar y ver al hijo/a real que finalmente ha llegado o llegará (tras la adopción) y que seguramente se parecerá poco o nada, al bebé internamente representado e imaginado durante tanto tiempo. 

 



El acompañamiento y trabajo que hagamos durante este proceso puede brindar la oportunidad a los padres de haceruna resignificación de lo vivido durante sus intentos frustrados por lograr conquistar la maternidad-paternidad biológica. Donde la representación de ese bebé que deben dejar ir, podrá ser honrada. Donde podrán considerarle “responsable”, al menos en parte, del descubrimiento en cada madre y padre, de recursos internos que, adecuadamente pulidos, podrán convertirse en recursos de un valioso potencial resiliente. 

Recursos resilientes, que deberán ponerse al servicio del ejercicio de la crianza terapéutica. Crianza terapéutica que ejercerán las madres y los padres para poder cubrir las necesidades que presentarán, en muchos de los casos, sus hijos/as procedentes de procesos de adopción.

Como reflexión final, y con la intención de avivar “la llama” del compromiso colectivo, destacar la necesidad de promover la aceptación en las familias, pero también en los profesionales, de la inmensa ayuda, cuidado y refuerzo que estos padres, como cuidadores principales van a necesitar durante mucho, muchísimo tiempo. Si no vamos a ser capaces de ofrecer y mantener en el tiempo la ayuda necesaria a estas familias, resultará francamente difícil, por no decir imposible, mantener en ellas la esperanza “de lograrlo”, de sentirse realmente capaces, válidos y de sentir que finalmente mereció la pena haberse esforzado y sufrido tanto.

Es por ello, que es imprescindible ser conscientes de la necesidad de aunar el esfuerzo y el trabajo de TODOS (familias y profesionales que intervienen desde distintos ámbitos) para lograr, entre otros muchos objetivos, el de mantener viva en las familias adoptivas “su llama de la esperanza”. Llama que, en ocasiones, deberemos avivar cuando se vea debilitada, como consecuencia de las propias dificultades del proceso de crianza y convivencia terapéutica. Y que en otras ocasiones sin embargo, deberemos proteger de aquellos que desde su falta de compromiso, ética y moral profesional les importe, poco o nada, apagarla definitivamente por completo.

 

 


Siguiendo la estela de tu latido

Hace ya mucho tiempo, que sentimos por primera vez tu presencia invisible en nuestro interior, dentro de nuestras mentes y corazones.

Eran otros tiempos, tiempos pasados, rebosantes de fuerza, esperanza y proyectos. Rebosantes de amor, de un inmenso amor, y de una palpable necesidad de poder compartir ese amor con alguien especial. Alguien tan especial, como teníamos la certeza aun sin conocerte, que llegarías a ser tú. 

¡Qué bonito imaginarte! Imaginarnos contigo, imaginar cómo serías, a quien te parecerías. Qué felices nos hacías sentir y qué fácil resultaba dejarse inundar por esos dulces pensamientos y sentimientos. 

En aquella época, deseábamos con todas nuestras fuerzas “convertirte en realidad”, convertirte en nuestra realidad. Y así, poco a poco, y sin darnos a penas cuenta, fue haciéndose más intensa tu presencia. Desprendías tremenda fuerza, eras para nosotros una fuente aparentemente inagotable de energía. Nos empujabas a seguir avanzando, a no detenernos a pesar del difícil viaje y de los exigentes obstáculos que teníamos que superar. Creíamos “verte” cada vez con mayor claridad, al final de nuestro camino. 

-“¡Qué bonita y maravillosa recompensa!”. Pensábamos.

Pero cuanto más deseábamos tu esperada llegada, y cuanto más esfuerzo hacíamos para por fin lograrlo, más dolorosa e insoportable se iba haciendo tu tardanza.

Así que, sin nosotros querer que así ocurriera, toda esa fuerza que durante un tiempo felizmente nos acariciaba y empujaba, comenzó a transformarse en una hiriente y sangrante frustración, culpa, desesperanza y dolor. 

Frustración porque no lo lográbamos.

Culpa por no sentirnos capaces de hacerte real. 

Desesperanza que nos llevaba a querer olvidarlo, querer olvidarte. Dejar de intentarlo.

Dolor, profundo dolor que nos golpeaba sin descanso ni piedad, y que, aunque quizás no consiguió derrotarnos completamente, si logró arrodillarnos. Arrodillarnos tremendamente heridos y inmensamente agotados. Para entonces, el dolor era tan intenso y la herida tan profunda, que nos impidió seguir sintiendo que tú permanecías en silencio, habitando en nuestro interior. 

Ahora que los años han ido sumando, descubrimos sorprendidos que es posible que sigas presente en nosotros. Debemos entonces, ser conscientes de la presencia de tu recuerdo, porque no hacerlo nos debilitaría enormemente y nos confundiría en nuestra gran labor que ahora tenemos como padres adoptivos. 

También sabemos que, aunque sentimos que “tu existencia” en nuestro mundo interior nos ha podido dejar una huella, será también nuestra responsabilidad poder trabajar-nos. Trabajar-nos profunda e intensamente para sentirnos lo suficientemente preparados para despedirnos de ti, y de lo que has representado para nosotros.

Intuimos que podrá ser una triste despedida y quizás seguramente también dolorosa. Porque al permitir que te vayas, sentiremos que dejamos ir parte de lo que pensábamos que eran nuestros sueños y deseos más íntimos. Sueños y deseos pasados, que de mantenerlos en nuestras mentes y corazones nos alejarían de nuestro presente, poniendo en riesgo nuestra realidad actual como padres, nuestra labor como padres adoptivos.

Pero queremos conservar cierto optimismo, y pensar que, quizás, podremos convertirlo también en un momento muy especial, en un momento de celebración. Celebración en la que nos sentiremos afortunados por las oportunidades de aprendizaje que nos ha brindado, el sentirte en nuestras mentes y corazones.

Necesitamos poder decirte y decirnos a nosotros mismos, que en todos estos años en los que has “latido” dentro de nosotros, ha habido momentos de mucho sufrimiento, pero también ha habido momentos que nos han ayudado a descubrir nuestra capacidad para la lucha, para el esfuerzo y la resistencia. Está fortaleza que ha despertado y emergido en nosotros, sentimos que te la debemos en parte a ti. Gracias.

Creemos que seguimos teniendo por delante un importante, dificultoso e inquietante viaje. Ahora sabemos que debemos prepararnos. Estamos dispuestos a seguir aprendiendo, a seguir afrontando nuevos retos y a caernos y levantarnos tantas veces como sean necesarias.

Aunque dé vértigo reconocerlo, sabemos que muchas veces sentiremos el peso del miedo, de la tristeza, del enfado, de la desesperanza, como tiempo atrás sentimos. Que muchas de nuestras heridas es posible que vuelvan a abrirse y a sangrar, y que requerirán de mimo y cuidado, de unos y de otros, para que puedan volver a cicatrizar. Deberemos estar atentos, y rodearnos de personas, lugares, recursos…que puedan acompañarnos, apoyarnos, arroparnos, para no sentirnos solos. Para no dejarnos llevar por “el deseo” de abandonar, porque nuestro viaje, largo viaje, no ha hecho aún más que empezar.

-“¿Qué o quién puede estar esperándonos al final de este nuevo camino?. Descubrirlo, puede y debe estar en nuestras manos, y quizás también en las de TODOS”.



domingo, 31 de enero de 2021

Talleres sobre apego y trastornos del apego en la adolescencia, organizados por UmayQuipa, 20 y 21 de marzo de 2021



Centro de terapia UmayQuipa

Madrid, 20 y 21 de marzo de 2021

Taller "El apego en la adolescencia"

Taller "Los trastornos del apego en la adolescencia"

Información y reservas: 

Teléfono - 91 549 3878

Aviso: Los talleres se impartirán on line



lunes, 25 de enero de 2021

"Apego y psicoterapia. Un paradigma revolucionario", un excelente libro compilado por Mauricio Cortina y Mario Marrone, psiquiatras (1ª parte)

Inauguramos el año 2021 en el blog con la participación de la psicóloga Lola Pavón, quien generosamente nos entregó su saber redactando un excelente artículo (lo publicamos el pasado 13 de enero, puedes acceder al mismo haciendo clic AQUÍ) sobre un tema que hasta el momento no habíamos abordado en profundidad en el blog: reflexiones sobre la adopción desde la mirada de la psicología perinatal. Ha sido todo un éxito y ha tenido numerosas visitas. Gracias por apoyar las propuestas que os ofrecemos en este espacio, es lo que me motiva a seguir manteniéndolo activo.

Este es el primer artículo que, por mi parte, escribo este año. Y como suele ser habitual en mí por estas fechas, arranco hablándoos de un libro. Se trata de uno que me ha cautivado y que lo he finalizado esta pasada Navidad 2020 en la que, al tener unos días libres, y con las restricciones por la pandemia, he dispuesto de más tiempo para la lectura. Pandemia, frío y vacaciones es una combinación perfecta para dedicarse a la lectura. Me estoy refiriendo al libro titulado: “Apego y psicoterapia. Un paradigma revolucionario”, del que Mauricio Cortina y Mario Marrone, ambos psiquiatras, son compiladores, es decir, se trata de una obra coral, escrita por una pléyade de autores que destacan en el ámbito de la aplicación de la teoría del apego a diferentes ámbitos profesionales. 

La teoría del apego como todos sabemos es un paradigma que está muy de moda en la actualidad, pero su aparición tuvo lugar en los años cincuenta y posteriores, siendo John Bowlby, psiquiatra inglés y Mary Ainsworth, psicóloga americana dos de los principales impulsores de la teoría. A decir verdad, el modelo del apego ha estado eclipsado por otras corrientes más dominantes en psicoterapia (psicoanálisis clásico y modelo cognitivo-conductual, principalmente) sobre todo en lo que se refiere a su aplicación en el ámbito clínico. Me acuerdo de que en el año 1989 (aún vivía John Bowlby) nos hablaron en la licenciatura de psicología de la teoría del apego. Lo hizo el profesor Enrique Arranz Freijo dentro de la asignatura que entonces se llamaba psicología evolutiva (hoy denominada psicología del desarrollo). En las asignaturas de psicoterapia, personalidad y psicología dinámica ni se le mencionaba. Cuando terminé la carrera (año 1992), las opciones más relevantes para formarse en el ámbito clínico eran, en aquel entonces, el psicoanálisis y la psicoterapia cognitivo-conductual. El psicoanálisis lo asociaban a una formación ortodoxa (Freud, Klein, Lacan…) donde las aportaciones de la teoría del apego estaban excluidas porque Bowlby no era considerado psicoanalista (aunque lo era). Para los psicoterapeutas de orientación lacaniana que yo he conocido, Bowlby es un atentado al corazón mismo de la teoría sexual, a la esencia pura del psicoanálisis (Lacan aboga por un retorno a Freud). No en vano cuando Bowlby pronunció su discurso de entrada en la Sociedad Psicoanalítica Británica donde presentaba la importancia de un nuevo sistema motivacional en el ser humano (el apego), con tanta fuerza como el sexual, para la creación de la mente humana, sus argumentos fueron totalmente rechazados y el propio Bolwby injustamente relegado al ostracismo; cuando él en realidad, no quería atacar al psicoanálisis sino mejorarlo (Marrone, 2009).




Una curiosidad: fotografía de un fragmento de mis apuntes de psicología evolutiva
(pasados a limpio con una máquina de escribir)
Recojo las aportaciones de Bowlby mencionadas por el profesor Enrique Arranz.
Año 1989. Facultad de Psicología de San Sebastián.


Sin embargo, en los últimos veinte años, se ha recuperado a Bowlby, Ainsworth y a toda una serie de autores posteriores, académicos y clínicos, que llevan muchos años trabajando, publicando y dando a conocer una psicoterapia motivada por la teoría del apego. Creo que las causas de este re-descubrimiento de la teoría del apego por parte de muchos profesionales de la salud mental son diversas. En mi opinión, el desencanto de un buen número de psicoterapeutas (psicólogos, psiquiatras…), entre los que me incluyo, que trabajábamos desde modelos psicoanalíticos clásicos o terapia cognitivo-conductual, los cuales veíamos que no terminábamos de ayudar a nuestros pacientes más allá de la teoría sexual o de reducir al ser humano a un modelo mecanicista (acontecimiento-pensamiento-emociones-consecuencias). Eso motivó que muchos nos pusiéramos a buscar alternativas comprensivas diferentes. En mi caso, tras un largo peregrinaje, encontré a Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan -y me formé con ellos-. Ambos llevaban muchos años trabajando con víctimas de malos tratos en psicoterapia desde un modelo biopsicosocial, incorporando en el mismo las aportaciones de la teoría del apego.

También pienso que la ciencia del cerebro y sus descubrimientos le han dado la razón a Bowlby y a otros autores relevantes dentro de esta teoría: la relación de apego temprana modela el desarrollo del cerebro y del sistema nervioso del bebé en un periodo clave de la vida en el cual el libro de instrucciones (ADN) permanece abierto de una manera sensible y crítica para el desarrollo del potencial humano, y en el que las influencias epigenéticas (interacción genes-ambiente) son mucho más importantes (Benito, 2020) Muchos profesionales han redescubierto a Bowlby y han encontrado a un psicoanalista que utiliza modelos empíricos y que otorga a las relaciones un papel central como principal influencia para la creación de la psique. Y es que su teoría del apego nace en un contexto natural y no de laboratorio, es un modelo biopsicosocial, pues Bowlby observó el daño que producía a largo plazo en la salud mental las atrocidades que la II Guerra Mundial causó en numerosas personas, especialmente en la población infantil, ya que cientos de miles de niños quedaron huérfanos. Su propia experiencia infantil cuando fue separado de la nany que le cuidó -con quien tenía un vínculo afectivo- y el dolor que esta pérdida le produjo, influyó en su motivación a estudiar sobre el apego (Ezquerro, 2017). Además, para desarrollar la teoría, se abrió a las aportaciones de otros colegas relevantes que le inspiraron (Piaget, Harlow, Spitz…

Bowlby no habla de teorías especulativas sino de ciencia y de la calidad de las relaciones como influyentes de manera muy importante en el desarrollo equilibrado de la personalidad, sobre todo la primera y más relevante relación: el vínculo de apego con la madre o un cuidador principal. Actualmente, autores tan reputados como Porges, Fonagy, Siegel, Ogden… y muchos más han retomado este postulado y lo han desarrollado. Pero a mi modo de ver encontramos poco reconocimiento a John Bowlby y sus colaboradores por el inmenso descubrimiento que hicieron, decisivo para comprender al ser humano y su desarrollo. Baste decir que en el Congreso sobre Apego y Trauma celebrado en Londres (2017) en el que participaron los autores que he citado, no se mencionó ni se honró a Bowlby; precisamente en su ciudad natal donde creó la teoría del apego y desarrolló su carrera profesional. Gracias a él, de alguna manera, estábamos reunidos en Londres en un congreso más de mil personas…

Y, finalmente, creo que la labor silenciosa, pero ardua, perseverante y rigurosa de muchos profesionales que llevan trabajando en el ámbito desde la cuna de la teoría del apego, como Mario Marrone y Mauricio Cortina, y todos/as los que se citan y participan en el libro "Apego y psicoterapia. Un paradigma revolucionario" (así como otros muchos más que expanden la teoría del apego por todo el mundo), del que voy a hablar a continuación, ha dado su fruto y ha ido enganchando progresivamente a un buen número de profesionales que quieren trabajar motivados por la teoría del apego. Hoy en día su expansión y reconocimiento trasciende todas las fronteras del mundo. Es un paradigma imparable y todavía prometedor, pues aún nos puede aportar muchos más conocimientos sobre el desarrollo humano en la medida que su estudio e investigación vaya de la mano de la neurociencia. Pero, además, sin rupturismos, pues los modelos clásicos siguen siendo aprovechables, sobre todo cuando se revisan desde la óptica del apego.


Portada del libro "Apego y psicoterapia. Un paradigma revolucionario"


Como se dice en la reseña del libro, "la teoría de apego ha revolucionado el campo de la salud mental y la práctica de la psicoterapia. Su tema central es cómo las personas creamos expectativas inconscientes, positivas y negativas, sobre la capacidad de nuestras figuras de apego de responder en forma sensible a nuestros estados de alarma y aflicción, y cómo recurrimos a esas figuras de apego como un refugio emocional y base segura para navegar en el entorno social. Como dijo Bowlby, los vínculos de apego son cruciales para la salud mental desde la cuna hasta la tumba.

La fuerza de la teoría está basada en observaciones minuciosas que han confirmado sus premisas básicas y han agregado conocimientos nuevos de gran utilidad para la psicoterapia y la asistencia en salud mental. Cada uno de los contribuyentes a este libro muestra su manera particular de utilizar estos conocimientos en el trabajo clínico con individuos, parejas y grupos.

Esta obra reúne contribuciones de expertos de varios países (Argentina, España, Estados Unidos, México y Reino Unido) que describen cómo la teoría del apego informa la práctica psicoanalítica, las terapias de pareja, grupales, de familia y multifamiliares, la terapia padres-hijos, las intervenciones en proceso de duelo y la rehabilitación psiquiátrica psicosocial. No es un popurrí de capítulos sueltos: la coherencia de la obra es el resultado de una colaboración entre colegas que han compartido actividades docentes a nivel internacional".

Los capítulos no son excesivamente largos y se pueden consultar por separado, según lo que más interese a cada profesional. Todas son muy buenas contribuciones en su ámbito de aplicación.

¿Qué resalto del libro?

Creo que la teoría del apego al extenderse tan prodigiosamente -y sin ninguna duda esto es muy positivo-, corre el riesgo de que se desvirtúe y sus conceptos puedan degradarse y utilizarse de una manera simplista o reduccionista. O que se emplee en nombre de propuestas o modelos que mal usan o pervierten el término y no le dan el sentido complejo y profundo que tiene. Más allá de descriptores de comportamiento, hablamos de una teoría que postula cómo se produce el desarrollo y creación de la psique; y esta emerge porque hay una mente adulta (figura de apego, es decir, un otro) que mediante un lazo afectivo de calidad nos ayuda a construir los modelos operativos mentales que van a conformar la conciencia de nuestro sí mismo. Sin ese otro que nos permita experimentar que hemos sido experimentados, no podemos construir nuestra mente ni desarrollarnos integralmente como personas. 

Pienso que hacía falta un libro que, escrito por expertos en el ámbito, de los más relevantes, aclare y ofrezca un material de estudio y aprendizaje riguroso para conocer el apego y para aclarar muchos aspectos de la teoría que producen confusión. Por eso, el libro arranca con un excelente diálogo entre Mauricio Cortina y Mario Marrone que debaten sobre algunas controversias en las teorizaciones sobre el apego. Aconsejo leer entero el capítulo y debate, muy enriquecedor y aclaratorio de muchas cuestiones. Podría señalar muchos aspectos de este primer capítulo, pero me quedo con estas consideraciones que deben hacernos pensar y reflexionar sobre nuestra práctica en el campo de la psicoterapia infantil y la psicoeducación: “La popularidad creciente de la teoría del apego inevitablemente ha creado sus propios problemas. Un problema es la relación entre los clínicos y los investigadores. Bowlby proponía el intercambio entre unos y otros, pero esta fertilización cruzada no siempre se ha realizado de manera mutuamente cooperativa. Otro problema tiene que ver con la utilización de la terminología. La teoría del apego es una teoría muy específica sobre la naturaleza de estos vínculos afectivos. No es una teoría general sobre las relaciones interpersonales y los vínculos afectivos” (Mario Marrone, p. 106) “Otros malentendidos que están circulando en nombre de la teoría del apego son los libros o la literatura enfocados a aconsejar a los padres de familia sobre cómo criar a sus bebés” (…) (Mauricio Cortina (p. 106) (…) “…no debemos tratar de reducir la teoría del apego a fórmulas simplistas sobre la parentalidad” (Mario Marrone, p. 107) 

Dr. Mario Marrone

Dr. Mauricio Cortina


Esto me preocupa especialmente en el campo de la intervención psicosocial, en el ámbito concreto de la evaluación de las competencias parentales. Como bien ha postulado Jorge Barudy, una de las competencias parentales es la propia historia de apego del padre y de la madre (o cuidadores). Hoy en día en muchos programas de intervención familiar se trabajan solamente las habilidades y pautas para entrenar la parentalidad (programas conductuales para aprender a expresar emociones, aplicar disciplina positiva, sintonizar con el niño…) sin profundizar sobre el conocimiento de ese padre y madre en cuestión y sus representaciones mentales con respecto al apego, en qué medida estos pueden reflexionar coherentemente sobre dichas representaciones. Y, aún más equivocadamente, hay instituciones públicas que aplican programas conductuales grupales para aprender habilidades dirigidos a todo tipo de padres (sin evaluarles ni a ellos ni a la dinámica familiar) Son paquetes de tratamiento (eso sí, basados en la evidencia) que no tienen en cuenta la especificidad, contexto, necesidades y realidad en cuanto a la competencia parental (un constructo más profundo) de esos padres poseedores de una historia específica como realidad única. 

El libro "Apego y psicoterapia. Un paradigma revolucionario" continúa con un capítulo escrito por Alan Soufre donde se centra en el tema de la resiliencia, el apego, el desarrollo y la psicopatología. Una interesantísima aportación que nos entrega la esperanza a padres y madres (también a los profesionales que trabajamos con niños) de ser conscientes que “…las experiencias de apego no son deterministas ni tienen la causalidad lineal de la manera como se solía creer. Los patrones de apego ansioso, incluso las formas desorganizadas perniciosas, no se entienden como psicopatologías en sí mismas, ni como formas que aseguran el surgimiento de la psicopatología (…) De la misma manera, el apego seguro en la infancia no garantiza la seguridad posterior de la resiliencia” Aunque no garantice (porque no hay ninguna garantía de nada en esta vida, ya que somos vulnerables y dependientes), el autor revela que en su investigación “nada fue más prominente en el desarrollo del trastorno o de la resiliencia que las experiencias de apego” (p. 119)

El capítulo 4 nos ofrece, gracias a sus autores, Leticia Linares e Iñaki Bilbao, una reflexión sobre el vínculo afectivo en la situación terapéutica. De este capítulo, me quedo con esta necesaria contribución referida a las clasificaciones de apego, pues corremos el riesgo de reducir la teoría del apego a los tipos de apego, craso error. Leticia e Iñaki refieren que “si bien estas clasificaciones resultan estimulantes y útiles en investigación, cabe destacar que la realidad asistencial nos devuelve una mayor complejidad en lo que al funcionamiento del apego se refiere, de manera que una persona no demuestra, por ejemplo, de manera continua conductas propias de un apego seguro, o inseguro ansioso/evitativo. Los autores estamos interesados en destacar esta realidad, pues tal y como los doctores Mario Marrone y Mauricio Cortina apuntan, existe una extendida idea equivocada acerca que de la aplicación clínica de las clasificaciones de apego es lo que caracteriza a dicho paradigma. Bowlby prefería hablar de disposición antes que, de patrón, ya que una disposición puede tomar una forma u otra según la respuesta del otro en un marco interaccional” (p. 136)

Esto me parece tremendamente relevante en el campo de intervención infantil. La popularización de la teoría, a la que hemos contribuido, no nos debe llevar a error. En mi experiencia muchos padres (adoptivos y biológicos) me piden tratamiento para un niño porque “tiene apego evitativo”. El riesgo de estas manifestaciones categóricas es fruto de la popularidad de la teoría y su utilidad, y de alguna manera es esperable que ocurra. Sin embargo, los profesionales tenemos la obligación de psicoeducar a los padres y legos en la materia para ayudarles a entender estas disposiciones y situarlas en su justa dimensión. Y, sobre todo, que no las entiendan como manifestaciones inamovibles y etiquetadoras (perjudicarían tanto como colocar cualquier otra etiqueta diagnóstica a un chico o chica sin hacer una evaluación comprensiva, sistémica y contextual, incluyendo a los padres y otros adultos en la matriz relacional) No nos debemos de olvidar de los modelos operativos internos, (las representaciones mentales del niño) en cuanto al vínculo de apego, que son inconscientes. Confundir descripciones conductuales de tipos de apego con lo representacional puede inducir a equivocaciones en la toma de decisiones de gran trascendencia, como la de etiquetar a un niño como de un tipo de apego u otro solo en función de conductas de apego (con sus cuidadores), que pueden variar situacionalmente. Dentro del modelo de traumaterapia de Barudy y Dantagnan desde el que trabajamos, la Red Apega advierte también del peligro de este tipo de aplicaciones simplistas y reduccionistas, sin dejar de reconocer su contribución, por supuesto. Finalmente, el capítulo de Leticia e Iñaki contiene una frase que para mí es clave en el trabajo de psicoterapia, por encima de técnicas: hemos de favorecer una experiencia emocional en nuestros pacientes correctiva de sus experiencias tempranas para la cual el terapeuta sirve al paciente como objeto de seguridad. 

El capítulo 5 está escrito por Elsa Wolfberg, María Teresa Ronconi y María Paz Allona y versa sobre “Los modelos operativos internos y las constelaciones representacionales: aplicación de estos conceptos a la técnica en psicoterapia” Precisamente este capítulo nos habla de la necesidad de profundizar en el estudio de este concepto que es la piedra angular sobre la que gira la teoría del apego. Estos modelos deben ser explorados en la terapia, con la ayuda del psicoterapeuta, como base de seguridad. A los niños debe de proporcionárseles técnicas adaptadas a ellos y su lenguaje (juego, cajón de arena…) que les permitan, cuando la relación terapéutica es segura y el niño se siente así capaz de explorar su interior, acceder a la comprensión de sus modelos; teniendo en cuenta que se puede influir en ellos si nos preocupamos en paralelo de proporcionarles contextos de vida donde puedan relacionarse con adultos (buenos tratos) que se constituyan en base segura para ellos e influir así en las primeras representaciones de apego y contribuir a su recalificación, ya que estas son dinámicas (disposiciones) y sujetas a modificaciones a lo largo de toda la vida. Así, las autoras nos dicen que “los modelos operativos internos comprenden los aspectos que los definen: 1. La representación de la figura de apego como alguien que responderá (o no) a las solicitudes de apoyo y protección, y 2. La representación de uno mismo como alguien merecedor (o no) de recibir ese apoyo o calidad de cuidado”. (p. 158) Para nuestra práctica profesional como traumaterapeutas es fundamental saber que de esto se desprende, como corolario, que para que el niño construya a lo largo de su infancia una representación mental estable de sí mismo como alguien merecedor de apoyo y protección, debe de tener Derecho al Buen Vínculo, un concepto propuesto por el abogado chileno Hernán Fernández y viable jurídicamente, porque solo así garantizaremos que un niño viva experiencias continuadas en la vida de seguridad y protección con al menos UN adulto que permanezca a su lado y con el que establezca un lazo afectivo duradero pero DE CALIDAD. Por eso estamos luchando cada día en nuestro trabajo.

Las autoras incluyen en su interesantísimo capítulo un epígrafe que ahonda en un tema clave en nuestro trabajo como profesionales de la protección a la infancia: La transmisión transgeneracional de los modelos operativos de apego, los modelos representaciones sobre las relaciones de apego. Las autoras nos dicen: “…la calidad del cuidado recibido es un aspecto altamente influyente en la conformación de los MOI (Modelos Operativos Internos) relativos al apego. En condiciones normales, el cuidador tiende a suministrar cuidados al niño, como sus cuidadores lo hicieran con él. Según Bowlby, dichos modelos representacionales tienden a permanecer a través de las generaciones. El fenómeno de transmisión intergeneracional del apego es un fenómeno complejo, cuyos mecanismos de transmisión serán más eficaces con la figura principal de apego, aquella que se ocupa más asiduamente de los cuidados del niño…" (…) 

Por ello, creo que hay que centrar los esfuerzos en la rehabilitación de las competencias parentales, cuando sea posible, pero si estas competencias no son modificables y está en riesgo la seguridad y la protección del niño (y la posible transmisión transgeneracional de los modelos representacionales disfuncionales), el derecho no es de la familia biológica sino el del niño al Buen vínculo (vínculo estable, de calidad, proporcionado por, al menos, un adulto competente y sanado de su infancia, al niño) Sobre este concepto del DERECHO AL BUEN VÍNCULO (concepto jurídico propuesto por el abogado chileno Hernán Fernández) trataremos en un futuro en este blog. 

En un segundo post, hablaremos del resto de capítulos de este libro y su utilidad y aportaciones que a, título personal, hago de él para el ámbito de trabajo que nos ocupa en este blog. El libro es demasiado extenso y rico como para un solo artículo.


REFERENCIAS

Marrone, M. (2009). La teoría del apego. Un enfoque actual. Madrid: Psimática.

Ezquerro, A. (2017). Relatos de apego. Encuentros con John Bowlby. Madrid: Psimática