lunes, 15 de junio de 2020

Acompañamiento en el duelo infantil. Una reflexión contracultural, por Alma Serra, psicóloga.

Firma invitada:
Alma Serra
Psicóloga


Alma Serra. Psicóloga y antropóloga. Actualmente ejerzo como psicóloga en la cooperativa Rumbos. Recursos Educativos Especializados, centro que fundé hacer casi ocho años para trabajar con niños y adolescentes desde el ámbito terapéutico y psicoeducativo con enfoques humanistas y de tercera generación. Soy psicoterapeuta Gestalt especializada en bioenergética y, en los últimos años, me he centrado en el acompañamiento de duelo a través de mi formación, hace casi diez años, en el Proceso M.A.R. (Movimiento hacia el Agradecido Recuerdo) con su creador, Carlos Odriozola, y Teresa Garcés. Máster en Neurociencias, Mindfulness y enfoques de Tercera Generación, Posgrado en Técnicas Gestálticas y Bioenergéticas, formación en Musicoterapia modelo Benenzon, nivel Proto y I en terapia Transpersonal del Dr. Claudio Naranjo (Programa SAT), formación en Programación Neurolingüística, nivel avanzado el modelo SHEC con Maruxa Hernando. Actualmente me estoy formando en Técnicas Sicodramáticas, modelo Rojas Bermúdez, con Graciela Moyano.También licenciada en Antropóloga Social y Cultural, certificada con el Diploma de Estudios Avanzados (doctorado) en la misma diciplina, habiendo trabajado como investigadora en contextos socioculturales desfavorecidos, menores y población migrante.

Mi formación inicial fue como docente especialista en música, lo que me permitió trabajar con niños y niñas en escuelas y centros de formación como complemento a mis años de formación en el conservatorio.

Dirijo, junto al catedrático de psicología Jose Antonio Sánchez Medina, el Máster de Educación Emocional de la Universidad Pablo de Olvide, en Sevilla. Directora del curso de verano de la Universidad Pablo de Olavide “Neuroeducación, mindfulness y conflicto en el aula. Una aproximación desde el enfoque sistémico’. Fundadora y presidenta de la Asociación Española de Educación Emocional y colaboradora de universidades españolas en diferentes masters de trastorno de conducta, educación y enfoques de tercera generación. Y fundadora del Centro de Psicología Humanista de Sevilla a través del cual imparto, junto con otros compañeros, el título en Terapia Gestalt y Bioenergética. 

Colaboro con los Centros de Formación del Profesorado de la Junta de Andalucía y la Consejería de Educación en la formación y asesoramiento educativo a equipos de trabajo específicos, equipos directivos o claustros en todo el ámbito de la educación emocional, trastorno de conducta, innovación educativa y duelo. 

Autora de diferentes libros sobre el ámbito social, hace unos años me centré en la publicación de materiales psicoeducativos con “Un pellizco en la Barriga” sobre el duelo infantojuvenil, y “Ahora me veo” sobre la transexualidad infantojuvenil”.

Actualmente estoy inmersa en la investigación académica sobre el duelo a través de la realización de la tesis doctoral. En la elaboración de un tercer cuento para el trabajo con los miedos infantiles y terminando el diseño metodológico de material proyectivo a través de juegos para el psicodiagnóstico y elaboración del duelo.  

Me podría definir como una persona buscadora. Desde que inicié mis estudios cómo maestra, he estado buscando explicaciones a una idea que uno de mis profesores nos planteaba en clases de Historia de la Antropología: “por qué la gente es tan rara”. Considero que mis padres han sido los causantes de esta vocación incansable en la búsqueda explicaciones. Mi madre, maestra, siempre ha estado vinculada al ámbito de la exclusión social, trabajando desde hace muchos años en la cárcel de hombres de Sevilla. Y mi padre, profesor de fisiología médica en la facultad de medicina, siempre nos ha presentado la vida desde un enfoque absolutamente diferente a lo que los niños están acostumbrados a entender. Por eso, y porque la música ha sido la raíz de todo el desarrollo de mi creatividad, considero que toda mi formación etnopsicológica y docente, me aporta una mirada amplia que pongo en práctica a la hora de acompañar y formar a otras personas. Madre de tres hijos en las tres etapas educativas obligatorias (secundaria, primaria e infantil), y con unos maestros a los que admiro y que me guían en cada paso profesional y personal que doy, Carlos Odriozola y Teresa y Carolina Garcés, me aporta el contacto con la realidad y el compromiso que tengo con la sociedad para intentar mejorarla un poquito.

Presentación

Solamente unas palabras para agradecer profundamente la participación de Alma Serra en el blog Buenos tratos. A su brillante carrera profesional y completa formación, se le une una especial sensibilidad hacia las personas. Una gran profesional con un corazón grande y tierno. Le conocí hace unos años, cuando me envió un ejemplar del cuento titulado "Un pellizco en la barriga" y me encantó su trabajo para acompañar a los niños durante el proceso de duelo. Hace tiempo que leo sus aportaciones sobre este tema y sobre el modelo explicativo y de trabajo del duelo MAR© (Movimiento hacia el Agradecido Recuerdo), en el que Alma se ha formado, el cual aporta un marco comprensivo diferente en el que se tiene en cuenta, entre otros aspectos importantes, el contexto cultural y de creencias de las personas. Alabo los modelos terapéuticos innovadores, con miradas amplias y que incorporan la valoración del contexto que rodea a las personas, teniéndolo en cuenta antes de entrar con ninguna intervención. Creo que el modelo con el que trabaja Alma Serra sintoniza muy bien con el paradigma de los buenos tratos. 

Estando en época de duelo por la situación que atravesamos con la emergencia mundial por la pandemia del COVID-19 y la cantidad de seres humanos que han fallecido y fallecen a diario, me pareció que había que escribir sobre este tema para ayudar a las familias y a los profesionales menos familiarizados con el tratamiento del duelo. Por ello, pensé en Alma Serra, por su experiencia y formación especializada y también por cómo es ella. Se lo propuse y aceptó entusiasmada y emocionada. Muchísimas gracias, Alma Serra, por regalarnos tus expertos conocimientos y tu tiempo generosamente. Os dejo con su artículo.


Portada del cuento "Un pellizco en la barriga"


Acompañamiento en el duelo infantil. Una reflexión contracultural
Por Alma Serra

Hablar del duelo, duele. Duele porque supone un encuentro, cara a cara, con una de las paradojas, “hecho aparentemente contrario a la lógica” (RAE, 2019), más profundas de la vida. ¿Cuál es esa lógica? Que todos debemos morir cuando nos hacemos mayores, que la muerte forma parte de la vida, que la vida son dos días, que todo tiene un fin… Sí, pero el contrasentido surge cuando la despedida llama antes de tiempo, a veces sin avisar, y rompe todo el ciclo que la vida entiende por “natural”.

Si, además, hablamos de duelo infantil, el encontronazo es mayor. Ya que no sólo asumimos la variable “antinatural” como uno de los elementos básicos en la necesidad de elaborar el duelo, sino que surge otra consustancial: un cerebro con dificultad para entender un hecho tan abstracto como es el de la irreversibilidad.



Caracuel (1983) argumentaba que, hasta mediados del siglo XX, la muerte solía afrontarse en el domicilio familiar y esto hacía que, hasta los niños, la vivieran como algo normal o natural dentro del proceso vital. En los últimos cincuenta o sesenta años, a nivel social, se ha relegado todo el complejo emocional de la despedida a espacios hospitalarios y tanatoriales (para adultos). Esto ha hecho que, sobre todo en zonas urbanitas, los tiempos y espacios en los que antes participaban los niños, y que suponían rituales muy necesarios para procesar e integrar el proceso de duelo, han ido desapareciendo. Además, con la desnaturalización de la sociedad y la enseñanza, cada vez se habla menos de la muerte, se ven menos animales morir… convirtiéndose en un tabú pedagógico, con la asombrosa contradicción de entender que estamos en un momento de la historia con la mayor exposición mediática y diaria a muertes accidentales, asesinatos (sólo hay que pensar en cuántas veces han puesto -en horario infantil- la escena del policía asfixiando a George Floyd en EEUU). Todas, generalmente, muy traumáticas. Y esto agrava la situación: “si no me acompañan a entender o integrar este concepto tan difícil y me exponen a mucha información de ese tipo, tenderé a insensibilizarme o a crear fantasías que me generen mucho miedo”. “Si me hablasen del tema, omitieran escenas tan horrorosas, se pudiera conversar en las aulas y en mi familia, donde le dieran un sentido a lo que siento y me pudiera expresar, quizás me facilitaría elaborar una despedida cuando me encuentre con ella”. 

Esta argumentación es una de las razones por la que el duelo es, para mí, uno de los nexos más férreos que entre la psicología y antropología. Superando el debate biologicista o culturalista, la antropología y la psicología hacen un tándem indisoluble. La forma en la que culturalmente abordamos la muerte actualmente va en contra, radicalmente, de una pedagogía que ayude a entender a los más pequeños, un tema tan complejo. Si desde que comenzamos a socializarnos, nos enseñasen que la muerte forma parte de la vida, los niños tuvieran espacios y tiempos para elaborarla, acompañados por adultos sostenedores capaces de dar explicaciones comprensibles y sanadoras… no tendríamos las consultas llenas de padres y madres (y otros profesionales) desconcertados porque no saben qué explicaciones dar o cómo acompañar a los niños. Además, el hecho de haberlos erradicado de los rituales de despedida dificulta el proceso psicológico de elaboración, aunque la tuviéramos más integrada. La pedagogía de la pérdida es una forma de prevenir mucho sufrimiento, pero se le ha olvidado a nuestra sociedad occidental.

En otras culturas, la forma en la que se integra la muerte en la vida es muy diferente. La participación de toda la sociedad (niños y niñas incluidas), los ritmos de las despedidas, la música, las oraciones, los silencios… hacen que las consecuencias psicológicas sean muy diferentes a la de una población que evita hablar del tema, pese a estar expuesto continuamente. Siempre pongo el ejemplo de la película “Coco” (2017), como ilustración de una cultura en la que la muerte está integrada con la vida. 



Esta es una de las primeras ideas que trabajo con mis alumnos y alumnas de las formaciones sobre acompañamiento en el duelo infantojuvenil. Es fundamental conocer la cultura, religión, ideario o filosofía de vida de la familia del niño o niña al que vamos a acompañar. Como profesionales, tenemos que hacer un ejercicio de descentración cultural si la familia que tenemos delante no comulga con nuestra forma de entender la muerte. Y es que el abordaje desde el que yo hago el acompañamiento tiene cinco componentes básicos: emocional, intelectual, corporal, sistémico y espiritual. Considero que, si me falta alguna de estas “patas”, el acompañamiento no está completo. 

El proceso M.A.R.® (Movimiento hacia el Agradecido Recuerdo), creado por el psicólogo vasco Carlos Odriozola, es, de todo en lo que me he formado e investigado, el modelo que más respuestas da a mis inquietudes como profesional y la forma en la que entiendo los procesos psicológicos de despedida (y la vida en general). Fusiona la antropología y la psicología de una forma difícilmente distinguible y centraliza, como elemento esencial que dificulta la despedida sana, el trabajo con las culpas. En el trabajo con el duelo, hay tres indicadores que aportan una información básica a la hora de realizar el acompañamiento: los sentimientos de culpa, si hubo despedida o no, y el tipo de relación que se tuviera con la persona fallecida.

Desde este enfoque, no se le da tanta importancia a identificar las fases del duelo que tantos autores y autoras han clasificado (precisamente por las razones antropológicas que antes he argumentado: cada persona es un mundo y no tiene porqué pasar por las mismas fases, ni de la misma forma), sino que se centra en la elaboración, el proceso, los pasos que hay que ir dando para resolver esas tres variables, y terminar con el objetivo final del trabajo: la capacidad de recordar a la persona perdida sin ningún tipo de culpa y bajo un profundo agradecimiento.

¿Cuáles son las etapas desde las que se orienta el acompañamiento? La aceptación de la irreversibilidad a través de la conexión con el dolor; la identificación de los motivos de culpa y su elaboración/saneamiento; la elaboración del legado psicológico con las cosas que la persona fallecida considero que desearía para mí; el agradecimiento; y la devolución de lo aprendido y vivido a la sociedad. Cada una de ellas implica una serie de ejercicios que van a ayudar a conseguir los objetivos que he planteado a modo de etapa. 

En niños, esta propuesta es como el timón del barco que guía mi trabajo. Si son duelos simples (no traumáticos), la aceptación de la irreversibilidad la trabajo realizando un álbum de recuerdos de la historia de la relación con la persona; los motivos de culpa (si hay), los trabajo como “secretos” que el niño alberga y que le hubiera gustado decirle mientras vivía; creamos un legado psicológico con aquellas cosas que el niño desearía que la persona fallecida desee o hubiera deseado; hacemos un manifiesto del agradecimiento con cosas o situaciones muy concretas que queremos expresar y, finalmente, vemos de qué forma podemos ayudar a las personas que tenemos cerca, si se encuentran en una situación parecida. Todo ello con juegos, cartas proyectivas, collage, murales, caja de arena, vídeos, muñecos, telas, canciones, cuentos… Me he encontrado con situaciones absolutamente mágicas que me han embargado, hasta el punto de dedicarme, prácticamente en exclusiva, a la psicoterapia del duelo. Cada experiencia en la consulta o en centros educativos, ha sido un halo de esperanza para entender que, elaborar algo tan difícil como la muerte es posible, si se tiene claro cómo hacerlo. Y digo “claro” porque considero que el acompañamiento en el duelo requiere una formación muy específica para el que no todo el mundo está preparado profesional y emocionalmente. Dedicarme a esto ha supuesto elaborar mis propios duelos, formarme de forma incansable y, sobre todo, ir adquiriendo mucha experiencia y dedicar tiempo a supervisarme. Sin formación ni experiencia, se puede -como todo en la vida- hacer mucho daño a las personas que acompañamos. Sobre todo, en lo que concierne a los motivos de culpa. Una praxis inadecuada puede dar lugar a situaciones en la que, lejos de elaborar, generemos más sentimientos de culpa, a través de juicios o instauración de “mandatos” o “responsabilidades”, que generen más angustia que paz. Normalmente suele ocurrir cuando hay un desconocimiento del proceso o cuando el terapeuta no ha elaborado previamente sus duelos y surgen transferencias psicológicas que se instauran y dificultan el proceso. 



Aunque todas las pérdidas no naturales (todas las que no son por muerte natural) tienen un componente traumático, es importante diferenciar el duelo “simple” del duelo “complejo.” Nos encontramos con un duelo complejo cuando una o todas las variables anteriores están muy activas: hay negación de la irreversibilidad o disociación, no ha habido despedida y la relación era muy compleja o abandónica. En estos casos, el trabajo con el duelo se convierte en una etapa dentro del proceso terapéutico bajo protocolos de trauma. De esta forma, he acompañado el duelo tras mucho trabajo de desensibilización, integración y estabilización; pero lo he trabajado como parte del proceso. 

También puede ocurrir que, siendo un duelo en el que ha habido aceptación de la irreversibilidad, la relación que se tenía era sana y ha habido despedida; la persona fallecida era una figura de apego primario o secundario esencial. Si ha habido despedida y ha sido amorosa (se ha acompañado con madurez), podemos sentir el alivio de un gran parte del trabajo psicológico realizado. Pero, pese a que todas estas variables fueran favorables, el hecho de haber perdido a una figura de sostén principal es profundamente desorganizante. En palabras de Bowlby, la pérdida produce un desequilibrio en la homeostasis del sistema comportamental de apego y desestabiliza los mecanismos y cimientos psicológicos que regulan la relación entre el individuo y el mundo. Todo ello puede llegar a condenar la vida de un niño o niña, si no se hace un acompañamiento adecuado y sistémico en el que se ayude en el proceso de reelaboración de la identidad individual y relacional. 

Pero no me gustaría reducir la psicología del duelo exclusivamente a la muerte. El Proceso M.A.R., como enfoque psicológico, aborda otras situaciones que consideramos también duelos porque implican procesos de despedida-elaboración-integración. Duelo evolutivo, afectivo, laboral, material, social, espiritual, corporal, mediático, de género (identidad de género o sexual), anticipado, migratorio y por suicidio. Las variables desde las que se establece esta clasificación son diferentes, pero me sirve a modo de resumen para transmitíroslo. Es el amplio abanico en el que se ha demostrado que este enfoque tiene un efecto absolutamente transformador, llegando incluso a aplicarlo como proceso psicoeducativo en situaciones de acoso escolar, cambios de etapa educativa, cierres de actividades… en centros en los que he intervenido.



Como decía S. Rimponché (1992) en su “Libro tibetano sobre la vida y la muerte”, aprender a vivir es aprender a desprenderse. Pero, para aprender a desprenderse de una forma sana y agradecida, hace falta que nuestra cultura recupere esa mirada, cargada de rituales, en la que la muerte se integraba con la vida. Desarrollar una pedagogía del duelo es algo imperante para prevenir muchas dificultades con las que nos encontramos día a día a nivel psicológico. Supone comenzar por aceptar que cuanto más negamos la muerte, menos disfrutamos de la vida. Es un cuestionamiento óntico sobre cómo queremos vivir y, cuando comenzamos a entenderlo, la fluidez en el acompañamiento psicoterapéutico y educativo es mágica, los recursos afloran y las personas con las que trabajamos, se sienten seguras. Esa es la clave.

Referencias

Real Academia Española: Diccionario de la lengua española, 23.ª ed., [versión 23.3 en línea]. https://dle.rae.es 

Caracuel, M. (1983). Actitudes ante la muerte y los enfermos terminales en los estudiantes de 
Enfermería de la Escuela Universitaria de Córdoba. Tesis de licenciatura. Univ. de Córdoba.

S. Rimponché (1992). Libro tibetano sobre la vida y la muerte. Urano.


No hay comentarios: