lunes, 30 de mayo de 2016

La importancia de comprender el comportamiento de los niños con trauma complejo. Orientaciones para familias y profesionales.



Diez meses, diez firmas.


Profesional invitada en el mes de mayo de 2016:





Tatiana Caseda Fernández


Conocí a Tatiana Caseda Fernández hace ya unos cuantos años, a principios de este siglo, allá por el año 2000. Trabajábamos los dos para la misma empresa responsable de implementar los programas de evaluación e intervención de la Diputación Foral de Gipuzkoa con menores en situación de grave desprotección. Ella era trabajadora familiar de unos menores que estaban haciendo psicoterapia conmigo. Me impactó profundamente que los niños la tenían siempre presente como una persona capaz de empatizar y dar seguridad. Tatiana continuó su carrera profesional como psicóloga responsable de la misma tipología de casos, realizando una importantísima labor al trabajar con familias y menores con severas alteraciones psíquicas y comportamentales como consecuencia de los malos tratos. Hemos compartido muchas horas de coordinación y dedicación a estos menores. Posteriormente, se formó como psicoterapeuta y tuve la dicha de acompañarle en su proceso de aprendizaje dentro del Postgrado en traumaterapia sistémica-infantil de Barudy y Dantagnan. Ahora ejerce en su consulta particular como psicoterapeuta infantil y adultos y es docente del mencionado postgrado. Además de su trayectoria contrastada, Tatiana tiene -algo no alcance de todo el mundo- capacidad para conectar emocionalmente con los niños y especialmente con los adolescentes. Me ha parecido que debía compartir todo lo que ella ha aprendido estos años con vosotros/as y gustosamente ha escrito este artículo que nos enseña qué les sucede a los menores con trauma complejo y cómo podemos ayudarles tanto las familias como los profesionales. Muchísimas gracias, Tatiana, por compartir tu tiempo y tus conocimientos y aceptar la invitación a participar en Buenos tratos.



Tatiana Caseda Fernández. Licenciada en Psicología clínica  por la Universidad del País Vasco. Máster en terapia de familia y de pareja por la Universidad del País Vasco con orientación sistémica. Diplomada en  psicoterapia infantil por el IFIV de Barcelona. Formación de psicoterapia en técnicas gestálticas y bioenergéticas. Formación en EMDR adultos (nivel I). Profesional con amplia experiencia valorando e interviniendo en casos de menores y sus familias en situaciones de desprotección grave. Actualmente trabaja en consulta privada como psicóloga y psicoterapeuta infantil y de adultos en Donostia-San Sebastián y es docente en el  Diplomado en Traumaterapia infantil sistémica de Barudy-Dantagnan en el País Vasco.

Cuando mi compañero y amigo José Luis me planteó poder escribir en su blog sentí una gran responsabilidad. Pensé en nuestros niños traumatizados, en todos los retos a los que se someten diariamente y me sentí animada para desde mi experiencia diaria, exponeros (a los padres, las familias y profesionales) lo que considero importante tener en cuenta para poder ayudarles.

Aunque hoy en día se sabe las secuelas que produce el trauma a nivel neurológico, me ha conmovido profundamente escuchar a mi profesor Jorge Barudy en el congreso de Naciones Unidas al que fue invitado, cuando explicó de una manera tan gráfica, arrugando un papel delante de todos los presentes, la manera en que el trauma afecta al cerebro. 

Así que si lo pensamos bien, nuestro cometido, el de las personas que trabajamos con estos niños y el de los padres adoptivos, acogedores y/o tutores, sería intentar alisar esa hoja de papel todo lo que podamos, ya que eso lograría mejoras importantes en las diferentes áreas de su vida, tejiendo para ello una red de personas que les apoye y les ayude a construir lo que no pudieron aprender y construir en sus primeros años de vida.

Por lo tanto deberíamos reflexionar sobre la responsabilidad que tenemos como especie humana para no permitir que se siga traumatizando a los niños, extinguiendo de una vez tópicos tan usuales como: “sus padres sabrán”, o “es mi hijo y hago con él lo que quiero”. Debemos darnos cuenta de cuanto dolor puede haber detrás de eso y no permitir que ocurra, ya que nos podemos convertir en cómplices del sufrimiento que padecen muchos de ellos.

Con todo esto me gustaría poder contribuir a ayudar a la comprensión, que tanto los profesionales que trabajan con estos menores, como los padres adoptivos y o acogedores o tutores deberían hacer, para  poder entender el comportamiento de estos niños, y de esa manera ayudarles; ya que habitualmente no han oído hablar del apego, de la resiliencia y de cómo la crianza en los primeros años de vida es fundamental para que se geste un cerebro sano. Por lo que se encuentran totalmente desbordados y perdidos a la hora de actuar con sus hijos o alumnos.

Todo lo que aquí expongo es una elaboración personal de lo que he aprendido de mis profesores y amigos Jorge Barudy, Maryorie Dantagnan y José Luis Gonzalo Marrodán.

Como todos sabemos un bebe nace totalmente dependiente de su cuidador, y si no dispone del mismo, podría morir, por lo que busca apegarse al cuidador para garantizar su supervivencia. Si el cuidador responde de manera cariñosa, ordenada, predecible y se establece una adecuada comunicación entre ambos, además de empatizar con el mismo y calmarle cuando lo necesita sin invadirle, el bebé y con él su cerebro comenzaran a ordenarse psíquicamente. Es especialmente sensible el periodo de cero a tres años, etapa en la que se está en pleno desarrollo. Cuando esto ha sido posible, tendremos un cerebro organizado y lograremos que el menor adquiera competencias cognitivas para aprender, para expresar sus emociones de manera regulada, para interiorizar normas, para atribuir intenciones positivas hacia los demás, empatizar con los otros. Sabrá relacionarse de manera adecuada con los demás, poder centrar su atención, sentirse seguro con el otro, tolerar la frustración, ser más autónomo, aceptar la ayuda… pero si por el contrario el bebé no recibe estos cuidados, lo que hace es aprender a desconectarse de la mente de los otros, ya que las comunicaciones con sus padres biológicos o cuidadores son vacías o terroríficas;  y si además se mantienen en el tiempo no serán capaces de leer los deseos o las intenciones de los otros, teniendo dificultades en  la función  mentalizadora y o reflexiva. No hay que olvidar que hay un periodo crítico para ello, y que pasado el mismo, será más difícil poderlo lograrlo.

Es muy importante que los padres adoptivos o profesionales que trabajan con menores que han padecido situaciones de negligencia y maltrato grave en sus primeros años de vida, sepan el daño que ha provocado en los niños el no haber tenido estos cuidados, ya que si somos capaces de entenderlo, podremos verles desde otro registro, no poniendo intencionalidad en las acciones o comportamientos que tienen. Entenderemos que debemos convertirnos en tutores de resiliencia secundaria, ya que no tuvieron resiliencia primaria.

Cuando no estamos familiarizados con esta teoría, resulta  difícil entender como muchas de las conductas que muestran, la mentira, la manipulación, la necesidad de control hacia el otro, las dificultades de vincularse, las de aprender, de empatizar, de mentalizar... están directamente relacionadas con las carencias y el maltrato sufrido en los primeros años de vida. Su cerebro les hace comportarse, sentir y pensar de la única manera que han aprendido a hacerlo, para garantizar la supervivencia en aquel entorno, trasladándolo a los entornos y a las relaciones actuales, pese a que en este momento sea desadaptativo para ellos y para los que le rodean. Para ello, debemos trabajar entre todos para poder aportarles la seguridad que no tuvieron, con firmeza, empatía, constancia y paciencia.

En relación a la permanencia

El profesorado se mostrará de acuerdo si afirmo que  los que están más dañados tienen muchas dificultades para realizar cualquier tarea dentro del aula cuando el adulto desaparece de su lado, ya que no han desarrollado una guía interna que organice su comportamiento. Por lo tanto debemos ser conscientes que estos niños tienen necesidades educativas especiales y debemos hacer lo posible para poder aportárselas. No solamente van a necesitar está permanencia del adulto dentro del aula, sino también en otras actividades extraescolares que realicen y en el propio domicilio familiar.  Por ello, los padres y cuidadores deberán hacer un importante acompañamiento a lo largo del tiempo, ya que debemos tener en cuenta su edad emocional y no la cronológica, por lo que no podre exigirle determinados comportamientos o actitudes, ni en casa ni el centro escolar, ya que no serán capaces de llevarlas a cabo. En mi práctica profesional me encuentro con adolescentes de 14 años que se comportan en determinadas situaciones como si tuvieran 4 años.

Es cierto que en ocasiones no es fácil, ya que el menor no desea este acompañamiento, porque quiere ser como sus iguales; pero debemos negociar y hacerle entender la necesidad de ayudarle y protegerle de esta manera, hasta que poco a poco pueda ir estando más preparado para ir realizando determinadas actividades sin tanta supervisión. Si somos empáticos y firmes, serán más capaces de entender que es la manera de protegerles y ayudarles.

También es importante señalar, que pese a que no se puede desaprender lo aprendido, si se puede aprender nuevas formas de funcionar, que es lo que intentaremos conseguir entre todos con estos menores. Aunque el camino sea largo y no sea fácil es importante ser paciente y perseverante, no debemos olvidarlo.

En relación a la estructura

En la mayoría de los centros escolares y domicilios familiares se nota una mejoría cuando tenemos en cuenta lo siguiente: se debe crear un ambiente estructurado, donde las normas y los límites sean claros y predecibles. Donde el menor es aceptado, no así determinadas conductas que pueden dañar a otros o a él mismo. Reconocemos su dolor y su sufrimiento y le ayudamos a entender que sus conductas tienen que ver con las situaciones vividas en sus primeros años de vida y se le anima a dejarse ayudar para poder cambiarlo, ya que dichos comportamientos (pese a que en su momento fueron adaptativos), no le ayudan en la actualidad y le hacen sufrir. Le explicamos que los problemas que padece son fruto de su sufrimiento, no hay nada malo dentro de él para comportarse así. Los padres, los cuidadores y los profesionales que trabajamos con estos menores debemos tenerlo siempre presente.

En relación a los castigos

Más que utilizar el castigo debemos ayudarles a que puedan darse cuenta de cómo se sienten las otras personas cuando ellos realizan determinadas conductas, y valorar las consecuencias que trae, tanto en lo emocional como en lo estructural para ambas partes.  Para ello, debemos trabajar la empatía y ayudarles a reparar el daño causado al otro, apoyándoles emocionalmente para que puedan llevarlo a cabo.

En este sentido, nunca es adecuado retirar el afecto, aunque el comportamiento del otro si debe denotar que lo ocurrido ha sido grave.  Es importante que los niños aprendan desde las consecuencias y no tanto desde los castigos, y mucho menos cuando son excesivos y se mantienen exageradamente en el tiempo. Los castigos y el tiempo fuera no les suelen ayudar, ya que pueden conectar con situaciones del pasado donde el abandono y la violencia estuvieron presentes, y lejos de ayudarles y tranquilizarles, pueden provocar el efecto contrario. Activando las partes más primarias del cerebro, el reptiliano, que les hacen conectar con fantasmas pasados.

Son muchos los padres adoptivos y también profesionales, a los que les resulta difícil llevar esto a la práctica y no utilizar el castigo, ya que piensan que al no hacerlo, los menores les están “ganando” y haciendo lo que les da la gana con total impunidad. En esos momentos no debemos olvidar todo lo que hemos abordado y pensar que ellos están asustados y que tienen miedo a que les dañemos, porque es lo que hicieron con ellos. Debemos trabajar nuestras propias dificultades para que por nuestra parte no mostremos una respuesta desadaptativa, y así no confirmar el miedo a que se les haga daño, ya que ellos intentaran verificar esta hipótesis.

No hay que minimizar lo complejo que resulta para los padres adoptantes y acogedores, con menores muy dañados, el estar sometidos a prueba constantemente. Hay que ser consciente del desgaste y del cansancio diario que supone, ya que en algunos casos la presencia debe ser continua durante mucho tiempo, siendo difícil en algunos casos que dicha presencia pueda desaparecer del todo. El estrés y la ansiedad que genera determinadas situaciones, puede hacer que a los padres les cueste ser capaces de regularse y ayudar a sus hijos a no descontrolarse más. Porque hay que ser conscientes que el reto es grande y que uno se puede  equivocar, pero también que se debe reflexionar sobre lo que no se debería hacer e intentar repararlo en la medida de lo posible. Además de darse cuenta que hay respuestas que tienen que ver con las propias dificultades y no poner toda la responsabilidad en los hijos. Por todo ello, es imprescindible que hagan equipo con los profesionales y proporcionarles espacios que ayuden al autocuidado, a la reflexión y que sirvan de contención emocional. Estos profesionales deberían estar especializados en apego y trauma para poder entre todos ser tutores de resiliencia.

En relación al control

Otro aspecto a señalar es que muchos de estos niños tienen dificultad para ceder el control,  no es fácil que  lo hagan, ya que el hacerlo supone conectar con sus miedos (abandono, vacío, incertidumbre, incluso la muerte) Lo primero que se debe valorar es si se le está pidiendo demasiado. En tal caso se le deberá decir que se le está exigiendo demasiado y se le pedirá disculpas, se le dirá que igual ahora no está preparado para poder hacer lo que se le pide, y que se va a trabajar entre todos para ayudarle a poderlo realizar. Además de empatizar con él, recuperamos el control, ya que no es que él quien decide no hacerlo, sino que lo decido yo. Si por el contrario es capaz de hacerlo, ya que en otras ocasiones lo ha llevado a cabo de manera adecuada, se le debe intentar ayudar a darse cuenta que es capaz de hacerlo, ya que en otras situaciones lo realizó de manera adecuada.  Aun así, puede ocurrir que ese día no se vea capaz, por lo que volveré a recuperar el control diciéndole, que hoy voy a ceder porque veo que está muy nervioso o no se encuentra bien (empatizo)… pero que mañana debemos intentarlo porque es bueno para él. Debo intentar que se comprometa, pero nunca entrar en una escalada de poder, ya que se puede tirar por tierra todo el trabajo logrado.  Si se entra en una lucha de poder hay que estar muy seguros de que se va a ganar. Si no, no entrar.

Es necesario estar atentos a nuestra contratransferencia (las emociones y creencias internas no conscientes que el menor nos mueve y que reflejan aspectos de nuestra propia biografía) para no vivirlo como un ataque, sino como una incapacidad temporal de esa persona, y trabajar para poder modificar dicho comportamiento, debiendo regular el mío y no caer en su provocación, intentando recuperar un control parcial del mismo, desde una semidirección.

Por todo ello, es importante que las personas que estamos con estos menores en el día a día sepamos que la manera de poder ayudar a estos niños no puede ser la misma que utilizamos con otros niños que no han tenido estas vivencias, porque estos últimos son más capaces de regularse, de reflexionar, de vincularse, de ponerse en el lugar del otro, y además no conectan con “gatilladores”, situaciones  e incluso olores que tienen  a nivel inconsciente  y que generan  un comportamiento  desregulado, sin llegar a entender nosotros , y muchas veces, ni ellos, que es lo que  ha podido provocarlo y con qué ha conectado. Debo intentar darle la calma y la seguridad que necesitan.

Parte del trabajo de la terapia se basa en lo anterior esto es, desculpabilizar al menor por el daño sufrido y ayudar a los padres y los profesionales a entenderlo. Es importante que todos trabajemos en red para lograr la mejora de estos menores, y que ellos puedan percibir que nos preocupan, que les queremos ayudar y que son importantes para nosotros. Por todo ello, lo más importante antes que nada es trabajar la relación, la vinculación, ya que si no logramos esto, conseguir avances resultará tarea difícil. Después, cuando esté preparado, abordaremos cuáles son sus orígenes y su historia de vida. Se debe reconstruir una narrativa de su historia de vida, ya que le ayudamos a desarrollar una visión coherente de los distintos sucesos traumáticos por los que ha pasado. Le ayudaremos a juntar fragmentos que él ya tiene y le aportaremos una narrativa que termine de dar un sentido a lo vivido, favoreciendo una mente y un cerebro más integrado y organizado, ya que en ocasiones ha rellenado “huecos” para buscar la comprensión de lo sucedido.  Se debe buscar el momento adecuado para no retraumatizar. 

Dedicado a todos los valientes y a las personas que les acompañan.

A continuación me gustaría mostrar un video que refleja de manera muy gráfica parte de lo aquí explicado. 




El blog Buenos tratos regresa el 13 de junio.

7 comentarios:

María Jesús MArín dijo...

Gracias por la aportacion, realmente fantástica

Nagore dijo...

Un artículo estupendo. En pocas palabras, nos da mucha informacion y nos ayuda a entender al niño y a cómo relacionarnos con él. Muchas gracias.Me va a resultar muy útil.
Nagore

Eider dijo...

Gracias por escribir un artículo tan útil y preciso. Por explicar de manera sencilla lo que es tan complejo. Todo un acierto acabar con este vídeo que te pone en la piel de la niña y te hace vivenciar y sentir desde las tripas lo explicado en el texto. Empezando por lo teórico-práctico y acabando por lo vivencial, integrando y apelando a la función mentalizadora y empática. Zorionak!!

María Serrano dijo...

El articulo además de aportar conocimientos muy útiles para hacer prevención, y trabajar con niños traumatizados, me ha gustado el contenido afectivo de la narración, que hace que se sienta a lo largo del artículo empatía, comprensión y esperanza, hacia los niños/as que han vivido experiencias traumáticas, y también el apoyo que se ofrece a los padres. ZORIONAK Tatiana por ofrecernos conocimientos teóricos con contenido afectivo, pues en mi opinión tiene la virtualidad de que penetran en la memoria dejando huella. María Serrano

Macarena dijo...

Muchas gracias por vuestra tarea divulgativa. Enhorabuena.

Anónimo dijo...

Muchas gracias por esa dedicación tan tierna y competente a esa infancia tan necesitada y por hacernos ver lo que no se ve pero está.

Unknown dijo...

Gracias por la nota y el blog en general. Saludos desde Arica, Chile. Promoviendo el buen trato y la crianza respetuosa.