lunes, 14 de enero de 2013

"Es del todo inadecuado acoger a un niño adoptado y amarle" (Winnicott)


Al leer el titular de la entrada de esta semana, a buen seguro que no os habréis quedado indiferentes. A mí me pasó igual cuando lo leí.
He estado revisando al autor Winnicott (médico y psicoanalista inglés, el primer pediatra en formarse como psicoanalista), quien tiene una particular visión –que os voy a transcribir a continuación- sobre la adopción y el acogimiento. La verdad es que en un primer momento impacta: “¿No amarle? ¡Pero cómo no le vamos a amar!”, nos decimos a nosotros mismos entre sorprendidos y  quizá un tanto indignados.
Me gustaría que leyerais su aportación (sobre todo los padres y las madres, y especialmente los adolescentes y adultos adoptados/as) y dejéis vuestro punto de vista en los comentarios. Al principio, mi primera reacción tras la lectura de las palabras de Winnicott ha sido la de sentirme un tanto desconcertado. Pero después, más sosegadamente, haciendo una reflexión, considero que su planteamiento tiene sentido sobre todo para los niños que han sufrido abandono severo, tanto si posteriormente son adoptados o acogidos en familia como en una institución. Además, el autor –como vais a ver- razona y matiza la frase con la que hemos titulado la entrada de esta semana. Se trata de no sólo amar sino también de tolerar el odio. Esto es, de no menoscabar el papel que las emociones negativas cumplen para que podamos crecer como personas. Creo que esto es especialmente importante para familias que no toleran la expresión de las emociones en general y las negativas (rabia, odio, miedo...) en particular. Para un/a adoptado/a creo que es necesario sentir que su familia adoptiva puede escuchar, comprender, contener y hacerse cargo también de las emociones intensas como lo es el odio.
Vamos con ello.
Winnicott inició su carrera trabajando con niños desplazados debido a la Segunda Guerra Mundial, y estudió las dificultades de los niños que tratan de adaptarse a un nuevo hogar.
En un artículo titulado Hate in the Countertransference (El Odio en la Contratransferencia) [1], Winnicott dice lo siguiente:
“Es del todo inadecuado acoger a un niño adoptado y amarle. De hecho, los padres deben ser capaces de acoger al niño adoptado en su casa y tolerar odiarle. El niño solo puede creer que se le quiere después de que se le haya odiado, e insiste en que no se puede subestimar la importancia de la tolerancia del odio en los procesos de curación. Cuando a un niño hasta entonces privado de cuidados parentales apropiados se le ofrece la ocasión de recibirlos en un ambiente familiar sano, como el de una familia adoptiva, el niño comienza a desarrollar una esperanza inconsciente. Pero a dicha esperanza viene asociada el miedo: cuando un niño ha sufrido en el pasado una decepción tan devastadora, con sus necesidades físicas y emocionales más básicas insatisfechas, se erigen unas defensas: unas fuerzas inconscientes que protegen al niño frente a la esperanza que puede quedar frustrada. Esas defensas, según Winnicott, explican la presencia del odio. El niño experimentará un estallido de ira contra la nueva figura parental, mediante el cual expresará su odio y lo suscitará a su vez en quien le cuida.
Para un niño que ha sufrido, la necesidad de odiar y ser odiado es más profunda incluso que la necesidad de rebelarse, y la tolerancia del odio por parte de los nuevos padres es un factor fundamental para la salud mental del niño. Debe permitirse al niño expresar ese odio, y los padres adoptivos deben de ser capaces de tolerar el odio, tanto el del niño como el propio.
Esta idea puede resultar chocante, y asimismo puede resultar difícil aceptar que es odio lo que crece dentro de uno. Los padres pueden sentirse culpables teniendo en cuenta las dificultades por las que el niño ha tenido que pasar antes; pero éste actúa de forma hostil hacia los padres, pues proyecta las antiguas experiencias de rechazo y abandono sobre la realidad actual.
El niño necesita ver lo que ocurre cuando aflora el odio. Lo que pasa, dice el pediatra inglés, es que pasado un tiempo el niño adoptado concibe esperanza, y comienza a poner a prueba el ambiente que ha hallado y la capacidad de su guardián de odiar objetivamente.
Las emociones que el odio del niño suscita en los padres, así como en los profesores y en otras figuras de autoridad, son muy reales. Winnicott considera clave que los adultos reconozcan tales sentimientos y no los nieguen, lo cual podría parecer más fácil. Deben comprender que el odio del niño no es personal: el niño expresa la ansiedad producida por su infeliz situación anterior con las personas que tiene ahora a su alcance.
Lo que haga la figura de autoridad con su propio odio tiene evidentemente, una importancia fundamental. La creencia del niño de que es malo e indigno de ser amado debe verse reforzada por la respuesta del adulto, que ha de tolerar los sentimientos de odio y entenderlos como parte de la relación. Esta es la única manera de que el niño se sienta seguro y capaz de establecer un vínculo.
Por abundante que sea el cariño que se encuentre en el nuevo ambiente, para el niño eso no borra el pasado, del cual el niño conserva sentimientos residuales. El niño espera que el odio que siente el adulto le lleve a rechazarlo porque eso fue lo que ocurrió antes; cuando esto no ocurre y en lugar de ello los sentimientos de odio son tolerados, entonces estos pueden empezar a disiparse”
Os doy mi opinión.
Los niños y niñas abandonados y maltratados (sobre todo los que han vivido estas adversas experiencias no sólo una vez sino de manera continuada (desgraciadamente, pues deja un profundo sufrimiento y un sentimiento interno de devaluación y desvalorización del sí mismo), son los que efectivamente odian no solo a quienes les adoptan o acogen sino también -me atrevería a decir- que a todo el género humano. Los adultos les han fallado gravemente. En la psicoterapia yo mismo he vivido la expresión de ese odio, y cuando he dejado que el mismo aflore, lo he validado como emoción que puede y es normal que sienta y he sabido contenerlo, el niño ha terminado por vincularse al terapeuta y ha llegado a sentir afecto positivo y abrirse para trabajar sus emociones dolorosas y sus problemas. Pero no he actuado mi rabia o mi odio al niño echándole de la terapia o adoptando cualquier otra consecuencia aversiva.
La cuestión –muy dura para todos, pero en especial para los padres y familias adoptivas y acogedoras pues de un hijo no se espera odio; una madre me dijo hace unos días, desesperada: “es que yo no estaba preparada para que mi hija me rechazara de ese modo”- es que seamos capaces, que podamos –buscando los apoyos que necesitemos- comprender y aceptar que el odio no es hacia nuestra persona sino que es, como apunta Winnicott, una proyección de fuerzas inconscientes que le protegen de la posibilidad de ser abandonado de nuevo.
La expresión del odio puede aceptarse como emoción, pues sólo es una emoción, si lo pensamos bien. Aceptamos sus emociones pero no las conductas que puedan dañar. Pero… “¿tolerar que mi hijo exprese odio hacia mí, yo que sólo le deseo lo mejor?”, podéis contestar. No es eso. Es tolerar que el hijo o el niño exprese su dolor y su odio por el abandono y que seamos capaces de aceptar que no va contra nosotros sino que es una proyección. Decirle que él puede sentirlo, que es normal que lo sienta, ratificarle en que su dolor tiene su buena razón, que quienes le tenían que cuidar le decepcionaron profundamente y que ahora cree que eso puede volver a ocurrir y es esperable por ello que se proteja del riesgo que supone amarnos; porque si nos ama, para él en su mente traumática existe el fantasma de que me pueden volver a dejar, con la profunda y dura decepción que ello conlleva. Pero es un camino que conduce a la creación del vínculo, pues en la mente del niño opera: “Le he odiado, pero no me ha abandonado, ni pegado, ni vejado…” Mentalizarnos que en determinados niños (sobre todo en los de apego desorganizado) forma parte de su proceso de sanación emocional, puede ayudarnos. Entender por qué ocurre evita que nos culpemos y le culpemos al niño. Y podamos ser, así, capaces también de tolerar ese odio que el niño puede suscitar en nosotros expresando nuestras emociones sanamente cuando el niño nos pone fuera de nuestras casillas pero sin caer en la trampa de actuar el odio haciéndole daño con una verbalización dura o con castigos físicos.
Termino con estas palabras de Rygaard (“El niño abandonado”) que son un mensaje que muy bien podríamos decir a los niños adoptados o acogidos en relación a esto que hemos tratado hoy:
“Tú no me quieres y me dices con frecuencia que te quieres marchar. Te fallan las personas de las que provienes y también los amigos que tenías. Tú piensas que amarme sería traicionarles. Bueno, ¿sabes una cosa?, todo esto a mí me parece muy bien. Mira, yo sé que cuando un niño es adoptado [acogido] se siente abandonado y tiene la impresión de que no vale nada. Todos los niños se sienten así cuando alguien se marcha. Eso lo entiendo. […] Te quiero tanto que tú no tienes que amarme. Espero que un día me digas qué es lo que te hace sentir triste”
La semana que viene comienzo a hablaros del libro sobre la técnica de la caja de arena que publico el próximo mes.
Cuidaos / Zaindu





[1] Artículo y texto citado de “El libro de la Psicología”. Editorial Akal. Madrid, 2012


29 comentarios:

Anónimo dijo...

Interesantísimo. Soy una futura madre por adopción y me inquieta la dureza de lidiar con ese odio. Gracias por esta entrada, me ayuda a prepararme.
Un saludo, María.

Cuaderno de Retazos dijo...

Tu entrada me parece muy inquietante, José Luis. La misma palabra odio, me resulta perturbadora. Y no estoy pensando en el niño (es una fase, que va perdiendo fuerza... y se deja atrás y aprendes a aceptarla) me refiero a nuestro odio, quizás sería mejor decir rabia. Una rabia hacia mi hijo que a veces se me despierta y me doy buenos sustos. Rechazo las emociones negativas en mi.
Itsaso

Anónimo dijo...

Desde luego Jose Luis, que tus conocimientos nos ayudan a entender esas conductas tan difíciles que vivimos dia a dia, nadie que no tenga ese tipo de problemas puede entenderlas, es muy complicado controlar nuestras emociones cuando pasan ese tipo de conductas en nuestros hijos, de rechazo, de comportamiento, etc. Gracias por lo menos por señalar un camino a seguir que en su día empezé cuando conoci tu blog "los buenos tratos". Pilar A.

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Es complicado, si. Pero creo que es una tarea que debemos mentalizarnos que como padres de este tipo de menores, nos corresponde. De unos hijos nos cuesta mucho mucho aceptar que expresen odio o rabia. Pero sabemos de donde proviene, es reflejo de fuerzas inconscientes que tienen que ver con el temor a ser abandonados, algo que les acompaña a lo largo de su vida. Si lo entendemos así, podremos contenerlo y ayudar a nuestros hijos a expresarlo sanamente. Y también a entender que las emociones negativas muy intensas y fuertes no permanecen siempre

Carmen dijo...

Me parece tremendamente interesante la reflexión que planteas, José Luis. Precisamente mañana intervengo con una familia acogedora que se ha visto superada por el odio que la menor acogida ha llegado a manifestar hacia ellos. Han creído, falsamente, que ese odio eliminaba cualquier posibilidad de que la menor les quisiera, y eso provocaba un mayor odio por su parte hacia ella. Poco a poco, y tras 6 meses de trabajo conjunto, les estamos haciendo ver que tienen que aceptar esas emociones y que, sin duda, y aunque no lo parezca, la niña los quiere con locura, aunque su historia de abandono le haga quererles de esta manera.
Muchas gracias por la aportación!!

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Hola, Carmen: gracias a ti porque el ejemplo que nos pones de esa niña es tremendamente revelador. Ilustra a las claras el planteamiento de Winnicott. Y el camino es ese: que los padres comprendan de donde proviene ese odio (de su abandono) y sean capaces de tolerarlo y manejarlo. Ese es también nuestro desafío como profesionales, poder ayudar a las familias en este camino. Un cordial saludo.

Anónimo dijo...

No se que decir, he vivido tantas veces estas situaciones. Hoy le he dicho a mi hijo que le voy a leer una cosa que he encontrado en internet para que pueda entender lo que le pasa.
Gracias por el aliento, que a veces hace mucha falta.

Anónimo dijo...

Reconocer y aceptar las emociones positivas es fácil, placentero; pero reconocer y aceptar en nosotros mismos emociones fuertes, tan fuerte e intensa como puede ser el odio es difícil, angustioso.
Yo he sentido (y aún siento en muchos momentos) eso odio hacia mi madre. Y sólo cuando lo he reconocido y aceptado como parte de nuestra relación he sido capaz de enfrentarme a mi y a ella, a vivir mi vida sin sentir "miedo". Y es una emoción que no me impide quererla, quererla muchísimo. De hecho reconocer en mi ese odio me ha permitido quererla con más libertad, con más verdad. Soy hija biológica y nunca he sufrido abandono ni malos tratos por su parte. Aún no sé de donde sale ese odio, pero es real y necesito reconocerlo y aceptarlo para sentirme en paz; quizá algún día llegue a saber el porqué de esta emoción tan fuerte. Sinceramente, me gustaría.
Y también soy madre adoptiva y también he sentido ráfagas de esa intensa emoción que es el odio, una rabia intensa y hasta dolorosa. Lo mismo que sé cuando lo siente ella. Después de leer tu entrada lo hemos hablado las dos y ambas reconocimos nuestros momentos de odio, a veces mutuo, a veces unilateral. Las dos sabemos que está ahí y ahora sabemos que no nos hace daño, que nos hace estar más cerca la una de la otra.
Gracias José Luís. Como siempre tu entrada es una gran ayuda.

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Me ha gustado mucho tu comentario. Por cierto, que Winnicott también decía que ese odio estaba presente en niños y padres biológicos. Saludos cordiales.

laura dijo...

Bueno a mi personalmente me parece muy centrado y acertado winnicott, me encanta este autor (tb Doltó) y a mi no me extrañó el titulo de la entrada ni me chocó.... porque he sentido ese odio y me he permitido vivirlo plenamente, asumirlo e integrarlo como mio en mi proceso de hija biológica hacia mi padre y lo he podido transformar en perdón y comprensión de su herencia (la de mi padre) no resuelta que recayó sobre mi. Después surgio el AMOR, solo despues de permitirme el odio y el perdón, tambien lo hice en psicoterapia.
Como terapeuta me toca vivir y aprender de ese odio de mis niños e intentar transformarlos en resilencia y amor. Su rechazo, su sentimiento de abandono es proyectado continuamente sobre los demás para desargar ese rencor que no se les deja sentir y con ello vivir y canalizar para que fluya... y me cuesta que los papas entiendan que no es suyo ese odio que descargan en ellos , pero que "abracen ese odio2 se permitan sentirlo unidireccional y bidireccionalmente y que solo asi se podran aceptar y adoptar mutuamente. me cuesta hacer entender a los demás esto y cada vez más , creo que es un proceso de crecimento interior que deben librar los padres y se trata de elaborar pérdidas y traumas de los padres que simplemente se reactivan con los hijos, si no no dolerían tanto.... Soy madre adoptiva,mi hija aun no dice la palabra odio (tiene 3 años) pero si usa el"eres tonta" y actualmente solo pienso en "no ser tonta2 y abrazar este sentimiento tan legitimo como cuando dice "te quiero porque eres una mami especial". A pesar de todo "todos y yo encabezando la fila" debemos estar al dia,no olvidar lo que aprendemos y seguir aprendiendo y creciendo por nosotros mismos y obvio por ellos, tu blog ayudamucho. gracias

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Excelente comentario. Gracias por afirmar que mi blog
ayuda mucho. Con comentarios tan reveladores como el tuyo, y tan inteligentes, seguro que mi blog ayuda aún más. Me sobrecoge tu valentía y sinceridad y el testimonio tan válido para muchos padres y madres que a buen seguro se asustan o angustian con emociones tan intensas y duras pero que en tu caso testimonias como clave en tu proceso personal; pero también teniéndolas en cuenta en tu trabajo como terapeuta. Me ha encantado. Gracias.

Chedi dijo...

Feliz año José Luis,
Esta entrada me ha parecido excelente, pero no me he sentido capaz de hacer un comentario hasta ahora.
Estas vacaciones de Navidad han sido muy duras y tengo la sensación de que he perdido los papeles en varias ocasiones.El nivel de respuesta de mi hija (11 años)frente a cualquier situación que la pueda contrariar, ha sido muy exagerado, y sigue igual.Por ello, el tema del sentimiento de odio,etc...me incomoda pero me resulta próximo.
Lo malo es no poder hablar de ello porque el grado de impulsividad impide cualquier reflexión y yo no soy una profesional de la psicología sino la madre de mi hija...Me resulta tan difícil reponerme y recuperar un clima de ternura,alegría, humor...
Grácias, como siempre.

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Espero que puedas recuperar de nuevo la calma para poder acercarte a tu hija. Si ella es impulsiva te necesita a ti tranquila para que vayas conteniendo y canalizando sus impulsos. Con estos niños es muy difícil no entrar al choque. Pero si puedes después retomar y poder hablar.Si vuestra relación es complicada, en un espacio terapéutico podrías comunicar con ella con la ayuda profesional. Ánimo y saludos.

Chedi dijo...

Muchas grácias José Luis,
Creo que sería una buena propuesta para nosotras. Por el momento trabaja individualmente con su psicóloga y, de vez en cuando nos encontramos su padre y yo con ella pero sin mi hija.
Me parece que sería bueno que se pudiera ir gestionando la relación en presencia de un profesional.
Grácias de nuevo y felicidades por la próxima publicación de tu libro. Parece un planteamiento interesantísimo, creativo y prometedor...

Anónimo dijo...

Sinceramente, creo que este señor está haciendo una generalización a partir de casos extremos y por tanto, excepcionales. Soy madre adoptiva y en ningún momento he experimentado esos sentimientos de odio por parte de mi hijo, ni en ninguno de los casos que conozco, y son muchos. A veces una frase atrevida puede cautivar la atención y generar cierta fascinación, pero la realidad, por suerte, suele ser más normal y asumible.

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Bienvenida sea tu experiencia, gracias por compartirla. Saludos cordiales!

Anónimo dijo...

Hay veces que hay q pasarlo para entenderlo. Enhorabuena. Has tenido suerte y tu hijo también.

Anónimo dijo...

soy una madre adoptante y tengo que decir que yo prefiero mil veces cuando mi hija expresa odio hacia alguien (ya no soy yo, pero lo he sido en otras épocas)que cuando se pone la máscara para disimular. Sé que despues de esa calma aparente viene la tormenta, y mucho peor que el aguacero puntual. Ella necesita esa válvula de escape para sus emociones.
Pero es algo que no me había atrevido a decir en público hasta que he leido este blog.
Gracias por hacerme comprender el por qué.

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Yo también tardé en enterarme de ello, aunque Winnicott lo escribió hace muchos años. Me alegra que le haya ayudado a comprender. Gracias por compartir su experiencia. Un saludo cordial

Anónimo dijo...

Es extraordinario que alguien hable con claridad de los sentimientos y frustraciones que estos menores y sus padres de acogida sean quienes sean , deben lidiar. Es muy duro , muy muy duro pero siempre merece la pena , ellos la merecen y nosotros también.

MADRE DE 2 dijo...

Creo que en general a los seres humanos nos cuesta lidiar con las emociones negativas, por lo mismo siento que estamos en una era donde estamos aprendiendo a amoldarlas, a ocuparlas y a comprenderlas. Son parte de existir... no solo de "estos" niños.
Por otro lado, creo que claro es doloroso ver a nuestros hijos con tanto sufrimiento a su corta edad, ojala todos tuviéramos una guía pero no es así, hay que bancarselas y siento que eso afianza el vinculo, en cada desborde de emociones de nuestros hijos, con una abrazo fraterno, materno y comprensivo, cuando sienten nuestro corazón palpitando igual de rápido que el de ellos, con la misma sensación de miedo, nos hace ser por unos momentos iguales... simples seres humanos enfrentando lo desconocido, lo inmanejable... momentos atesorables...
claro esto lo digo ahora desde la calma... porque de a poco a llegado la calma a nuestras vidas y es maravilloso mirar para atrás y saber que eso que vivimos juntos ha provocado una unión única entre nosotros, sin esos momentos hoy no seriamos los mismos...
en este caso y solo en este caso me atrevería a decir responsablemente que el odio es el camino del amor..
hay mucho que decir...

Anónimo dijo...

mi hija adoptiva me , pega, me odia, que se hace asi cuando el niño te pega, es doloroso

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Lo siento, es muy duro que tu propia hija te pegue. Una cosa es tolerar la emoción del odio y contenerla con palabras y otra es tolerar las agresiones. Con esto debemos ser firmes con los niños. Nuestro mensaje debe ser algo así como "te acepto como persona pero no puedo tolerar conductas que te hagan o me hagan daño"

Su hija tiene que recibir ayuda psicoterapéutica con un especialista en menores adoptados con historias de vida traumáticas, porque lo que aún no puede poner en palabras ni ser consciente de cómo le hace sentir, lo actúa en forma de agresiones.

Busque algún profesional en su ciudad o localidad y acuda donde el mismo. No lo deje pasar.

Un saludo cordial

José Luis

Anónimo dijo...

Yo estoy metida en ese odio y hostilidad y me siento morir por dentro.
No me hubiera metido en ello si hubiera sabido...
Sí no tienes una situación socioeconómica muy muy desahogada y no cuentas con muy muchos recursos emocionales no te metas....
Yo estoy muy mal...
Estoy luchando por mi salud mental e intento no dañarlo...
Cuánto mejor le trato peor me trata el,
Cuando. me ve mal disfruta...
Porqué no me lo dijeron cuando adoptaba?
No es justo cargar a los padres co ese peso;
Nm o hay derecho a que los sicólogos, asistentes sociales y sistemas educativos y judiciales nos destrocen emocional y económicamente con su prepotencia, arrogancia e ineptitud superlativa mientras nos vamos suicidando y ellos quién sabe qué será de ellos��������

Unknown dijo...

Te entiendo profundamente, nadie prepara a los padres adoptivos , y lidiamos con cosas terribles dónde el hogar se transforma en el mismo infierno.

Unknown dijo...

Te entiendo profundamente, nos dejan solos a los padres adoptivos ,y nuestro hogar se transforma en un infierno

Anónimo dijo...

Tengo este post en favoritos y lo consulto a menudo para verme reflejada en este espejo.

Sin embargo, como madre de acogida temporal desde hace un año, me niego a aceptar los "perdones" al estilo católico. Esos "perdones" no reparan el daño, sólo buscan el beneficio instantáneo y no conllevan ningún tipo de asunción de responsabilidad.

Está bien aceptar el odio, reconocerlo, tolerarlo, pero yo me pregunto...¿hasta cuándo? ¿cuándo podemos empezar a usar el concepto de "voluntariedad" en las acciones de los niños?

Muchas veces pienso que hemos retirado a los niños su condición humana y les perdonamos todo como si fueran animalillos sin cerebro. En todo el entorno asistencial veo eso, paternalismo y falta de autonomía en los chavales que muchos aprovechan.

El mío incluso ha aprendido a dibujar "El país de los lloros", un buen caramelito para entretener a los psicólogos y que se pase la hora rápido.

Anónimo dijo...

Entiendo que tiene que haber un límite, no esperar una década para el manejo de las emociones; los niños tienen que ser concientes de que sus conductas lastiman; que lo que pasó no se va a repetir; que soy otra persona, otro vínculo y no tengo que tolerar lo intolerable; sino es aceptar que el se convirtió en lo mismo que los personajes de su pasado, sin arreglo... y la vida es una sola para arruinarla

Anónimo dijo...

Me parece muy interesante, no se ahora, pero hace unos años a los padres adoptivos, los servicios sociales no les decían ni mu. Calladitos, todo en genérico,, dan trabajo, traen una maleta etc.....a mi en aquel momento no me pareció tan grave, hasta que lo sufrí, si tener ningún conocimiento en psicologia, ni haber visto nunca ese tipo de comportamiento, ni saber que podia existir, ni internet para consultar. Fue una película de terror, me quería morir, ahora aún estoy con los coletazos de la adolescencia del pequeño, no le recomiendo a nadie la adopción de niños mayores por lo menos no esta sociedad. A los psicólogos, que he ido a muchos con los niños, les recomiendo que adopten ellos, que tanto saben