lunes, 28 de enero de 2019

"Florecer tras la adversidad: resiliencia en adopción", por Verónica Reyes Casas, psicóloga y traumaterapeuta.


Diez meses, diez firmas IV

Profesional invitada en el mes de enero de 2019: 

Verónica Reyes Casas
Psicóloga y Traumaterapeuta de IFIV

Título de su artículo: 
"Florecer tras la adversidad. Resiliencia en adopción"


Presentación

Verónica Reyes Casas es todo corazón. Tiene el don de despertar en una persona la neurocepción de seguridad, esas sensaciones corporales que te acompañan en una valoración inconsciente e inmediata de cuán fiable y segura es una persona y/o situación, desactivando así la alerta y la necesidad de usar defensas psicológicas. No nos hemos visto muchas veces, pero en las que hemos coincidido, su sonrisa, su cercanía y su capacidad para hacerte sentir que el estar con ella es confortable y seguro las he sentido yo como la sentirán los niños y adolescentes que tienen la suerte de encontrarse semanalmente con ella en su sala de terapia (sala de los valientes, como la llamamos los traumaterapeutas de la red apega) Compartimos juntos la pertenencia a la red apega de profesionales y ambos somos miembros del equipo docente del Postgrado de Traumaterapia de Barudy y Dantagnan. También compartimos la tarea de hacer psicoterapia, entre otros, con niños y jóvenes adoptados que tienen antecedentes de maltrato y abandono en sus lugares de origen y acompañamos a las familias en su crianza terapéutica. Recientemente, nos vimos en el II Encuentro de Traumaterapeutas de la Red Apega. Ella Participó en una mesa de experiencias y presentó una bella metáfora sobre cómo entender la adopción que vale más que mil discursos. Me pareció que debía ser compartida y dada a conocer a las familias y profesionales que os acercáis a estas páginas porque lo merece. Le pedí a Verónica si querría escribir para el blog lo que había contado en su exposición, y su respuesta, generosamente, fue afirmativa. 

Así pues, Verónica, dejo a los lectores con tu magnífico post. Darte las gracias una y mil veces por dedicarnos tu tiempo y trabajo desinteresadamente para que las familias y los profesionales que se citan en Buenos tratos puedan aprender de tu saber en el ámbito de la traumaterapia aplicada en este caso a los menores adoptados y sus familias. Ya formas parte del ilustre elenco de profesionales colaboradores del blog. 

Verónica Reyes Casas. Nací en Cádiz y me crié en Medina Sidonia, un pueblo blanco del interior de la provincia. Estudié en Sevilla, allí me “hice mayor” y allí empecé a construir la que sería mi familia elegida, “mi red”, la que todavía hoy, por suerte, sigue creciendo. 

Llegué a Barcelona en 2005 y resido aquí desde entonces. 

La adopción siempre fue un fenómeno de interés para mí y “por causalidades” encaminé mi formación en su dirección. Desde 2006 trabajo en Créixer Junts, entidad Colaboradora de Adopción Internacional de larga trayectoria, en la que acompaño, junto a otras profesionales, a familias adoptantes, tanto en la preparación pre-adoptiva, como posteriormente, en la post-adopción. 

El contacto con las historias de adopción me llevó al trauma temprano y éste a Jorge Barudy. La formación en trauma-terapia me ayudado a comprender el efecto del daño en las personas y la complejidad del devenir humano. Desde 2014 formo parte del equipo de Exil, donde se desarrollan diferentes programas dirigidos a atender menores y familias víctimas de violencia, y de IFIV, en el programa para familias adoptivas.


"Florecer tras la adversidad. Resiliencia en adopción"


La adopción es un fenómeno tan interesante como arcaico. En la antigua Mesopotamia ya existían leyes para regularla. La practicaron los hebreos y los egipcios y, de éstos últimos, la heredaron los griegos y los romanos, quienes poseían protocolos y códigos que la ritualizaban y legitimaban.

Desde entonces, la mitología, la historia y los relatos populares recogen multitud de historias que aluden a hijos que no crecen con los padres que le dieron la vida y/o a padres que crían a hijos que no han sido engendrados por ellos. 

Un aspecto que resulta curioso, es que esta práctica no solo acontece en la especie humana. Se conocen numerosas experiencias de animales que se hacen cargo de las crías de otros adultos iguales, e incluso, excepcionalmente, se han observado casos de adopción en individuos de distintas especie. Los canguros, las ardillas y los chimpancés, por ejemplo, tienden, de forma natural, a ocuparse de las crías que, por algún u otro motivo, han quedado desprotegidas.

Si hacemos uso de la imaginación, podríamos decir que incluso en el reino vegetal se registran casos de adopción, pues se sabe que hay plantas capaces de crecer y desarrollarse en otras especies. Es de esta idea de la que surge la metáfora que da origen a este post, la del injerto. Para exponerla, he de recurrir precisamente a mi origen. Por mi padre conozco la técnica del injerto; él, sabio en el conocimiento de las “cosas de campo”, aprendió, sin saber muy bien cómo, a hacer eso que para mí es una muestra clara de adopción en la Naturaleza. Injertar es una acción en la que se unen dos plantas diferentes para formar una nueva que tenga características de ambas.



En mi experiencia la adopción es, sin duda, la medida de protección más apropiada para la recuperación de la infancia en situación de desamparo. En la mayoría de casos, los niños y niñas encuentran contextos reparadores permanentes, en los que crecen y se recuperan de las secuelas de los daños previos sufridos. Trasladándolo al escenario de la metáfora, cuando el fenómeno se desarrolla favorablemente, ocurren cosas tan bellas como que un peral pueda crecer sobre un membrillo o un melocotonero en un ciruelo. 

Pero desafortunadamente, en ocasiones, la adaptación y la convivencia transcurren con más dificultades y el proceso de crecimiento familiar se ve entorpecido. A veces el injerto no ha podido soldar de forma firme y desarrollarse según lo esperado. 

“No todos los troncos pueden ser injertados”, dice convencido mi padre. Yo añadiría que la clave está, además de en “las cualidades el tronco” (que serían las competencias parentales), en “el estado de partida del esqueje que se insertará” (que vendría a referirse al nivel de daño del niño-a). Por otra parte, hay que considerar el “contexto de ese tronco”, que en la metáfora podrían ser las condiciones del suelo, el clima… y en el tema que nos ocupa, la red familiar y social, los profesionales que los acompañan, las políticas sociales…

La casuística nos muestra que “hay ramitas más o menos dañadas”. Algunos niños y niñas sufren daños más severos, porque han vivido experiencias traumáticas tempranas, intensas y/o múltiples. Son los que presentan más indicadores de sufrimiento, mayor afectación en el desarrollo y más desorganización a nivel vincular. Por el contrario, en otras historias, en las que ha habido menos experiencias de victimización y han existido factores de protección previos, el impacto observado es menor. 

Por otra parte, “la calidad de la rama principal puede ser también variable”. Es decir, hay personas que cuentan con más recursos emocionales y más posibilidades reparadoras que otras, porque sus experiencias infantiles fueron lo suficientemente buenas y/o bien porque, aunque pudieron tener situaciones de sufrimiento, existieron personas que acompañaron y pudieron superar la adversidad. Son adultos que tienen consciencia del daño sufrido y que han podido realizar un proceso de comprensión y elaboración de su propia historia. 

En la labor de acompañamiento a familias, he tenido la oportunidad de seguir en el tiempo a muchos chicos y a sus madres y padres y de ser parte, de alguna manera, de sus procesos de resiliencia. Ellos son muestras de “injertos que han arraigado y madurado y que dan sus propios frutos”. He visto auténticos milagros, donde “ramitas muy dañadas, crecían, no sin dificultad, y, gracias a la savia del tronco de su nueva genealogía, lograban reponerse”. También he conocido “casos de excelente troncos, pero ramitas tan severamente afectadas, que el injerto no pudo lograrse… Otras ocasiones, he observado que “hay troncos que están tan dañados como la propia ramita que los habita…”. Lo que he percibido con claridad es que, cual obra de arte, cada injerto es único.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

por experiencia propia, puedo agregar que la falla tambien puede originarse a travez del ente que tramita el ingerto, sacando una ramita de un tronco dañado, y colocandola en cualquier otro sin saber si es el adecuado, y se engaña y se maltrata al nuevo tronco, perjudicando tanto a la ramita como al tronco que la recibe, ... y se fracasa... y duele.
Beatriz

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Gracias por tu comentario, estoy completamente de acuerdo contigo. Cuando Verónica habla de la competencia parental creo que da por sobreentendido que el ente que tramita el injerto debe de garantizar esto. Pero, desgraciadamente, convengo contigo en que no siempre es así con el consiguiente dolor, en efecto.

Un saludo cordial,

José Luis

Ana Barbero Sans dijo...

Maravillosa aproximación al proceso de adopción. Doy fe, como madre y como profesional, de la solidez, capacidad y ternura de Verónica. Agradecida de tenerla en mi vivir actualmente.

Unknown dijo...

Hace mucho que trabajamos juntas. Verónica auna una muy buena formación profesional, sensibilidad, cariño y un buen hacer. Por ello todos le reconocemos sus méritos y el cariño que le profesan las familias y nuestros equipos
Beatriz Salzberg

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho tu relato Veronica!. Estuviste a nuestro lado durante la adopción de nuestra hija.
La adopción requiere mucho teson, fuerza interna, jamas pensar que no se puede, mucho cariño y gran flexibilidad para aceptar las cosas como son, en definitiva una gran entrega para lograr transmitir esa savia a nuestros pequeños injertos.
Soy feliz de poderlo hacer! Los resultados de este esfuerzo, al final llegan....os lo aseguro!

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Gracias por vuestros comentarios! Es muy necesario que las familias escuchen de otras que los resultados de un esfuerzo que hay que hacer llegan! Me alegra mucho que lo hayas escrito y quedé aquí para que todo el mundo sepa que ese es el camino: tesón, aceptación y flexibilidad. Toda una sabiduría como padres recogida en tres palabras que lo dicen todo. Un abrazo, JL

Unknown dijo...

La adopcion es un acto de amor y al mismo tiempo el proyecto de mayor envergadura para la familia, por ello es necesario un trabajo previo, una autoevaluación que les permita a los pretensos padres adoptantes revisar cuáles son sus propios recursos, sus competencias y habilidades para asumir y ayudar a tramitar las dificultades propias de la vulneración de los derechos y las necesidades del niño o la niña que pretende adoptar, si después de hacerlo desean enfrentarse al reto, se requiere de una preparacion adecuada para poner por encima de sus deseos, sus imaginarios y pretensiones, "El interés superior del niñ@".

Unknown dijo...

Buenas Tardes, Verónica muy clara tu comparación de la adopción con un injerto, ya que hay muchas combinaciones, que no solo dependen de lo interno, sino de la externo también. Saludos!! Desde Bs. As. Argentina