lunes, 18 de noviembre de 2013

Las dificultades para las relaciones sociales de los menores acogidos o adoptados víctimas de malos tratos: cómo una experiencia de grupo co-regulado puede contribuir a la sanación (healing) socio-emocional


Esta entrada cierra una trilogía referida a las dificultades para la socialización de los niños y niñas adoptados/as o acogidos/as. En la primera de ellas, ahondamos en los orígenes de estas dificultades, hablando sobre el apego, cómo éste prepara, en las primeras interacciones tempranas con los cuidadores/as, el camino para la posterior socialización porque les permite aprender a conocernos emocionalmente, a co-regular nuestros estados internos con los de un otro hábil, sensible y empático y a interiorizar una base segura. En la segunda entrada nos fijamos en la psicoterapia como un tratamiento que cuando se centra en la persona y tiene como eje el apego terapéutico, resulta una experiencia que incide en las redes neurales y puede modificar los esquemas representacionales interpersonales interiorizados en las primeras interacciones con los cuidadores primarios.

Cerramos, con este tercer capítulo, esta trilogía sobre la asociación entre apego seguro y relaciones sociales futuras competentes y satisfactorias hablando sobre el grupo de iguales como experiencia de reparación ¿Puede una experiencia de grupo constituirse en una herramienta que ayude a que los niños/as aprendan las herramientas interpersonales que se necesitan para una adecuada socialización?

Los niños y niñas que han vivido experiencias prolongadas de abandono y maltrato en instituciones u orfanatos de baja calidad tienen muchas probabilidades de presentar alteraciones en el vínculo de apego (no son los únicos pero sí una de las poblaciones en riesgo) Pueden ser niños/as que tiendan a evitar las relaciones sociales, desconectándose interiormente de lo que sienten en relación a otros y no sintiendo la necesidad de relacionarse; pueden ser niños que, al contrario, se hiperactiven en la relación con los demás, no sean capaces de entrar en interacciones co-reguladas, muestren dudas sobre la disponibilidad de los otros y experimenten emociones muy intensas en las relaciones sociales; y, finalmente, pueden ser menores de edad que presenten una mezcla de ambas tendencias pero sin mostrar una estrategia coherente. En cualquier caso, los tres comparten como características comunes los problemas para relacionarse socialmente, bien porque evitan o niegan necesitar estar con los demás bien porque, por exceso, no sintonizan ni se regulan con los otros en la convivencia, resultando ésta problemática.

Uno de los aspectos que más preocupan a las familias de los niños y las niñas es que sean capaces de poder integrarse en un grupo de iguales sin sufrir la dura vivencia del fracaso, que no terminen siendo rechazados, ignorados o nuevamente maltratados por cómo son y se comportan. O que no se constituyan ellos/as, en algunos casos, en posibles agresores o presenten otros rasgos o conductas que los inhabiliten para la relación (impulsividad, mentiras, robo, brusquedad, intolerancia a la frustración, manipulación, exceso de control del otro, celos excesivos…)

Es muy doloroso para un niño o niña que ha sufrido sentir que no es aceptado/a y que no puede mantener amigos/as. Se pierden así, entre otras muchas cosas, la posibilidad de hacer vínculos prosociales que pueden ser gratificantes, que fomentan la empatía y la autoestima (el sentirse miembro de un grupo en el que ser valorado) Conforme este niño o niña crezca y llegue a la adolescencia irá dándose cuenta de que están solos/as y que, por diversas razones, no están cómodos/as en los grupos. Probablemente elijan relaciones de a dos donde puedan controlar mejor, o se adscriban a grupos o bien de menores de edad más pequeños/as o que compartan aspectos universales con ellos/as (ser adoptados/as, haber sufrido abandono, proceder de un mismo país…)

La psicoterapia puede mejorar el nivel social de los niños y las niñas porque la experiencia de apego terapéutico con un profesional adecuado y competente socialmente les aporta una vivencia reparadora en este sentido. La misma psicoterapia trata, en su fase y en su momento, de que los menores de edad puedan ser conscientes de estas dificultades, conocer su estilo de apego y el modo en el que éste influye para cómo se relacionan, intentado acceder y modificar las creencias que han desarrollado y, a la vez, explorando con ellos maneras y habilidades sociales alternativas a las que vienen usando (que pueden ser evitativas o  disruptivas, ambas siempre en exceso y de maneras inadecuadas y que suponen rupturas en el curso de la relación y la comunicación sintonizada y empática con los otros. Hay en estos niños y niñas un exceso, como digo, bien hacia dentro o bien hacia fuera: o se desconectan y/o distancian o se hiperactivan, rompen, desbordan, desregulan…) Pero, no obstante, en mi experiencia, uno tiene la sensación de que la psicoterapia individual es excelente y les aporta una experiencia de sentirse sentidos, conocimiento y aceptación de sí mismos, estrategias de regulación y elaboración de su historia de vida que favorecen el sentido de uno mismo en el tiempo pero a la que le faltaría el complemento de una terapia directa a una vivencia de socialización de grupo pero más tipo taller.

¿Por qué puede beneficiarles? Cozolino –a quien últimamente sigo mucho la pista, aunque tengo otros libros en cartera muy buenos que pronto daré a conocer; y también en breve tiempo volveré sobre “Vinculaciones afectivas”, de María José Lafuente y María José Cantero porque estoy terminando de leer lo que me queda, y es un manual excelente- dice lo siguiente sobre este tema hablándonos de una clásica investigación que puso de relieve la enorme trascendencia que tienen las relaciones sociales de calidad posteriores en la vida de quienes han pasado por abandono en sus primeros años de vida. Es una investigación con monos, pero la verdad no estamos tan lejos de ellos, y además, en nosotros las cosas son bastante similares aunque más complejas, eso sí:

“Para evaluar el impacto de la deprivación maternal, Harry Harlow aisló monos recién nacidos no sólo de sus madres (en una investigación que se conoce más y que demostró que el apego de las crías mamíferos hacía la madre no estaba motivada porque ésta les provee de alimento) sino de todo cuidado y satisfacción de necesidades. Con un mínimo contacto social, los monos fueron dejados solos en una jaula con unos pocos juguetes y poco más. Las imágenes de estos monos son sobrecogedoras: agachados en esquinas, mordiéndose a sí mismos y mostrándose en posturas fetales. Como si ellos estuvieran atrapados en un mundo autístico esperando a ser introducidos en el mundo social.

Cuando estos monos criados en aislamiento eran insertados en una colonia tipo de monos con seis meses de edad, ellos se mostraban incomprensiblemente aterrorizados. Ellos no parecían comprender qué es lo que estaba pasando, retirados de las interacciones y haciendo todo lo posible por evitarlas. Al principio, la tentación era pensar en este periodo de seis meses como un punto de corte para la plasticidad del apego. Quizá el circuito del apego había logrado un período crítico ancestral y, para los seis meses, era demasiado tarde para aprender cómo ser social. Pero como cualquier otra conclusión en neurociencia, era necesario ser cautos.

Harlow y su colaborador Suomi se preguntaron en los años 70 si la terapia podía ayudar a estos monos aislados a superar sus miedos y permitirles unirse al mundo social de la colonia. ¿Pero cómo hacer terapia con un mono? ¿Qué escogeríais, Gestalt, Psicoanálisis, Cognitivo-conductual? Básicamente, lo que estos investigadores eligieron fue una combinación de juego y terapia basada en el apego. Los “terapeutas” elegidos para el trabajo fueron monos normales de tres meses de edad que fueron seleccionados porque eran pequeños, tenían un contacto juguetón, eran poco agresivos y probablemente menos amenazadores que otros de la misma edad.

La terapia consistió en dos sesiones de dos horas por semana durante cuatro semanas –en total 24 horas de tratamiento- Cuando los “terapeutas” llegaron a la sesión, los monos aislados estaban aterrorizados y retraídos. Los monos aislados trataron de evitar ansiosamente el contacto mientras las conductas autoestimulatorias aumentaron. De nuevo los “terapeutas” se implicaron, tocaron, se subieron encima… Mientras las sesiones continuaron, se informó que los monos aislados gradualmente se habituaron y aceptaron a los “terapeutas” y sus intervenciones. Estas intervenciones interrumpieron las conductas autísticas y autoestimulatorias, y los clientes empezaron a iniciar contactos físicos y a interactuar con sus terapeutas más jóvenes. La terapia fue tan exitosa que los autores dijeron que para la edad de un año, los aislados eran a duras penas distinguibles de los terapeutas normales en términos de frecuencia de exploración, locomoción y juego y conducta” Prosigue Cozolino: “Después de un curso de tratamiento, cuando estos monos que fueron aislados ya estaban preparados y fueron introducidos en la colonia, ellos lo hicieron mucho mejor y fueron capaces de encontrar un rol dentro del grupo y la jerarquía social. ¿Fueron ellos dañados? Muy probablemente, la deprivación temprana tiene un impacto muy duradero, pero los investigadores observaron que era posible una recuperación funcional. Estos resultados sorprendieron a Harlow y Suomi a causa de sus asunciones respecto al concepto de periodo crítico. Ellos me ayudan a tener una mente abierta y recordar que rendirse ante un niño o cliente es algo para lo que yo nunca estaré dispuesto ni preparado”

Ni él ni nosotros. Porque aunque los humanos tenemos sensibles diferencias con los monos de Harry y colaboradores porque nuestra mente es muchísimo más compleja, en mi experiencia con los niños más dañados que he visto (los que provienen de orfanatos de bajísima calidad) la conclusión es la misma: la deprivación tiene un efecto muy duradero y cuesta un triunfo por parte de todos los agentes sociales implicados conseguir una rehabilitación (que en algunos casos será funcional); pero ésta es posible.

Por ello, y basándonos también en las aportaciones de un centro especializado en Munich para el tratamiento de los trastornos graves del apego (del cual os hablé hace unos meses, podéis leer haciendo clic aquí) y en lo que hemos aprendido en nuestra formación con Barudy y Dantagnan y durante estos años de trabajo, ideamos (basado en un guión de Barudy y Dantagnan con variaciones y aportaciones nuestras) un taller para el fomento de la resiliencia de los niños y las niñas adoptados/as que han sufrido experiencias de abandono y malos tratos. Siendo conscientes de que el propio grupo y los propios niños se pueden convertir en una experiencia de intercambio y sanación social, Naiara Zamora (psicóloga) y servidor ofrecimos un proyecto a la Asociación de Familias Adoptivas de Gipuzkoa Ume-Alaia para poder poner en marcha un grupo-taller de este tipo. El año pasado tuvimos nuestra primera experiencia (con pre-adolescentes entre 10 y 12 años) y este años vamos a comenzar (dado el éxito) la segunda con niños y niñas entre 8 y 10 años. El grupo es muy reducido (no más de 8 niños y niñas) y llevado adelante por dos psicoterapeutas. Los menores de edad no tienen todos déficits sociales, sino que algunos de ellos son competentes en este aspecto o no presentan tanta dificultad. Además de trabajar y favorecer la socialización, pretendemos que los niños vivan una experiencia vincular y trabajen una serie de habilidades que fomenten su resiliencia. El número máximo de sesiones prevista es una semanal de hora y media durante 12 semanas (3 meses) Se hace un descanso a la mitad y se les sirve una merienda.

El grupo está ideado para que desde la palabra y las interacciones sociales los/as niños/as, primero, vivan un aprendizaje co-regulatorio (es el otro quien me va indicando, pautando, marcando… la proximidad emocional…) Esta co-regulación la pueden hacer los/as niños/as monitorizados por los terapeutas y los propios terapeutas hacia los menores. La palabra está presente para que los/as niños/as puedan aprender a pasar de una co-regulación a la auto-regulación. Sólo se puede alcanzar ésta si antes se ha vivido la primera. Además, los/as niños/as no son castigados, ni apartados, ni llevados a ningún tiempo fuera… La aceptación es incondicional. Se les ayuda a darse cuenta de qué motiva su cólera, por ejemplo, y qué se puede hacer para manejarla. Se les proporciona adecuada contención, si es preciso. El clima de buen trato preside todas las sesiones y nunca nadie se hace daño.

Los/as niños/as, mediante la actividad, los juegos y técnicas propuestas, van aprendiendo a socializarse, especialmente los que más dificultad tienen. Se trabajan módulos específicos como son las emociones, la comunicación, la autoestima, la identidad y el trabajo en equipo.

Este taller –donde el niño y la niña se relacionan bajo la presencia y la actuación co-regulada de unos terapeutas y de los propios iguales- es también para construir, hacer, crear, idear, investigar, sentir y vivir límites creados por ellos mismos y los terapeutas. Fomenta la resiliencia porque fomenta vínculo (sentirte sentido), aceptación incondicional y desarrolla recursos en los niños/as obtenidos a través de relaciones interpersonales sanas y constructivas.

La experiencia del primer año nos ha animado a continuar éste con otro grupo. Los/as niños/as mejoran en muchos aspectos (incluso los más dañados adquieren por lo menos una vivencia de aceptación y unas habilidades funcionales) Aunque no es la panacea, se observan cambios en la capacidad emocional, regulación y habilidades de relación que antes no estaban presentes.

Así pues, aquí tenemos un ingrediente más que se puede sumar y que animo a los profesionales a que lo pongan en marcha: las experiencias de grupo terapéutico co-reguladas que se pueden combinar con la experiencia de psicoterapia individual co-regulada por un psicoterapeuta. Ambas inciden en las redes neurales y tienen capacidad para sanar el cerebro social (healing) Ahora bien, eso sí, como siempre os digo, con paciencia, perseverancia, tiempo y aceptación del niño/a. Esto es muy importante, sobre todo lo que no se puede cambiar.

No quiero despedirme sin antes compartir con todos/as vosotros/as que este es ¡EL POST NÚMERO 300! Estoy muy contento de haber alcanzado esta cifra. ¡Larga vida a Buenos tratos!

La semana que viene regresamos, cuidaos / zaindu

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Felicidades para el autor y los lectores (entre los que me incluyo) por estos 300 posts.

Voy a hacer una consulta comentario que se aleja un poco del centro de atención del blog: los adultos (no necesariamente adoptados) con problemas de apego. Conozco un caso para mi tristísimo de un adulto a quien parece imposible ayudar. Supongo que podría acercarse (salvando todas las distancias) al Peter que describes en los post anteriores. ¿Es posible iniciar un camino de ayuda para un adulto que cierra todas las puertas? Yo he llegado a la conclusión que no, pero... pregunto por si hay alguna luz.

Gracias por tus posts.
Maria

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Aunque cada persona es un mundo propio con su especificidad, personas tipo Peter son evitativas y tienden a desconectarse de las emociones internamente. Suelen ser bastante autosuficientes, por lo que para que puedan acudir a una ayuda profesional se tienen que ver en una situación que de alguna manera les ponga en jaque y siempre que haya un motivo más bien funcional para ellos. Tienen tendencia a minimizar y/o negar los problemas, a normalizarlo todo. No están cómodos en la intimidad, por lo que una terapia es un terreno amenazador para ellos. Todas las puertas no están cerradas, nunca se puede decir nunca, pero para que se dejara ayudar tendría que existir algo importante que le empujara a ello. Muchas veces es mejor aliarse con sus dificultades que tratar de luchar contra ellas pues tenemos la batalla perdida.

Anónimo dijo...

Gracias. Pensaré en ello
Maria

olgavc dijo...

Hola Jose Luis, como siempre darte las gracias por tu blog y leyendo el último artículo sobre los talleres que tienes pensado hacer me preguntaba cuándo serían y si me pudieras dar mas información de días y etc... Lo digo porque una amiga mia que tiene un niño ( no adoptado pero con problemas de vínculo también) y el mío, que sí lo es ( ahora tiene 9 años y vino con 7)estamos planteándonos viajar a Donosti para realizar ese taller que nos parece tan necesario para nuestros hijos. Nosotros vivimos en Madrid y tendríamos que hacer un gran esfuerzo para encajar esas salidas de la ciudad. Bueno..., o si de alguién que haga esos talleres en Madrid sería estupendo.
No sé si me salgo del propósito del blog haciendote esta pregunta pero no tengo otra forma de acceder a ti.
Llevaba un año leyendo tu blog cuando viniste a Madrid a unas charlas y allí te conocí en persona. No soy dada a las albanzas de ningún tipo..., y menos gratuitas, pero te puedo decir que te has convertido en mi gurú sobre la adopción.
Gracias por tu entrega e implicación.
Un Saludo,

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Hola Olga, gracias por tus palabras, intento transmitir lo que sé y compartirlo, y aprender de todos, en especial de los niños y jóvenes. Ese taller que vamos a hacer es sólo para socios de la Asociación de Familias Adoptivas Ume Alaia de Gipuzkoa, así que sintiéndolo, no puede ser. En Madrid en el Centro Umayquipa, dirigido por Loretta Cornejo. www.umayquipae.com tienen grupos terapéuticos para niños en los que inciden en los aspectos relacionados con la socialización de los niños. Puedes dirigirte a ellos y preguntar. Un saludo.

Isabel dijo...

¡Que proyecto tan bueno¡ Gracias José Luis por esta entrada y por las otras 299. He aprendido con ellas mucho y sobre todo me han ayudado a entender mejor a mi hija.
un saludo
Itsaso

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Gracias, Itsaso, para mi es un motivo de satisfacción enorme saber que has aprendido. Cordialmente, José Luis

olgavc dijo...

Estupendo!!!, ya estaba en la pista de Loretta por algún artículo tuyo, pero si me lo confirmas ahora mismo me pongo en contacto con ellos.
Muchas gracias

Unknown dijo...

Gracias por compartir tu experiencia .También estoy de acuerdo que el trabajo terapéutico grupal es muy interesante y enriquecedor. Yo ahora he propuesto formar un grupo similar al que tu has puesto en marcha, con menores entre 9 y 11 años con problemas de relación con iguales,detectable sobre todo en el colegio. También la idea es que seamos dos terapeutas. Los contenidos y el formato lo tenemos que definir y concretar así como
las actividades que realizaremos: había pensado en un grupo con contenidos y temas concretos y otro de arteterapia no directivo. Igual organice los dos... Tienes algo más publicado sobre las sesiones que realizaste y los cotenidos? gracias. besos.MªAngeles

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Hola Maria Ángeles, es una buena idea en mi opinión organizar los dos formatos, el directivo y el no directivo. Sobre los contenidos de nuestro y taller no lo tenemos publicado pero es posible que lo hagamos. Gracias por tu comentario, saludos cordiales.

Edorta dijo...

Felicidades por esos 300 posts
He aprendido mucho gracias a ti y a tus consejos y bibliografía. Gracias y aurrera!!

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Muchas gracias, Edorta, es un placer compartirlo contigo, hasta pronto!