lunes, 6 de febrero de 2012

¿Qué características del tutor de resiliencia (padre, madre... adoptivo) ayudan a un joven adoptado a hacer un proceso resiliente? Habla el propio joven.


Esta semana escribo una entrada muy interesante, pues voy a exponer el punto de vista y los sentimientos de un joven de 22 años que lleva en terapia conmigo desde los 17. Es adoptado, con una historia dura por detrás, pero ha conseguido resiliar: se mantiene con un buen funcionamiento e incluso ha conseguido el fenómeno del crecimiento y la transformación tras el trauma mediante el trabajo en un invernadero, el apoyo incondicional de su padre y el tratamiento psicoterapéutico. Todo su dolor, su desarraigo y su carrera destructiva (cuando llegó a mi consulta, su estado psicológico por el consumo de drogas y la dinámica de robos en la que estaba inmerso, añadido a los años de sufrimiento por el abandono, era muy delicado) se metamorfosearon en atenuación del dolor emocional y disfrute, en arraigo a su mundo de plantas y vegetales que él mima y cuida como nadie y construcción (pues está participando en un proyecto de extensión de plantas, flores y vegetales por su provincia) No diré ni su nombre inventado porque desea el anonimato total. Es un ejemplo de que la resiliencia es “la negación a la fatalidad de la desgracia” (Cyrulnik) Es un ejemplo vivo que, afortunadamente, contradice ese determinismo psicológico equivocado que nos ha empujado a creer muchas veces que con las personas no hay nada que hacer y que su camino es hacia el infierno. Este muchacho, como el Ave Fénix, renació de sus cenizas.

Yo me he preguntado muchas veces: ¿Qué es lo que le ha ayudado a salir adelante? ¿Qué aspectos de mi persona como terapeuta le han favorecido? Su relato podría ayudarme y darme un feedback impagable a mí (para tratar de hacerlo con otros jóvenes) y también a vosotros/as (padres, madres adoptivos, acogedores, familias, educadores, profesores…) Así pues, os transcribo lo que me contó cuando le pregunté qué es lo que de mi persona le había ayudado a recuperar un buen desarrollo, un desarrollo resiliente.

Que conste que sin la presencia, apoyo, aguante, paciencia, resistencia, etc. etc. de su padre adoptivo jamás habría conseguido lo que ha conseguido. Tengo muy claro (os lo he comentado varias veces: sin la insustituible labor del padre, madre o referente que acompañe al niño o al joven y le acepte incondicionalmente, no hay proceso resiliente posible. Para hacer una psicoterapia hacen falta, por lo menos, tres patas: el niño o el joven y su motivación; el psicólogo-psicoterapeuta y el referente. De lo contrario, la mesa se cae) que sin esta persona (que forma parte de la manada de gente buena, como dice Jorge Barudy) no habría logrado resiliar. Le dejo la palabra:

“Cuando vienes a la psicoterapia recibes como un shock (me acordé que los niños acogidos o adoptados, cuando llegan a las familias, también es plausible que puedan sentirse no en shock pero sí un tanto desorientados) Eres muy tuyo y compartir con quien no conoces tu intimidad… Pero es muy importante transmitir confianza y tú lo hiciste poniéndote en mi lugar. Pero no de una manera superficial sino comprometiéndote. Por ejemplo, diciendo: ‘si yo estuviera en tu lugar…’ Entonces te dices que si él, terapeuta, lo haría, entonces es un camino. Y escoges un camino y ya no estás tan desorientado. Yo me he sentido muy ayudado.

También destacaría el escuchar. Esto es importantísimo, la gente no sabe escuchar. Nadie te escucha. Cuando eres joven y has sufrido como yo, la tentación es salir por la noche y evadirte. La droga circula por ahí, es muy accesible, en cualquier parte te la dan. Todo el mundo te pone una pastilla delante pero nadie te pone su escucha. Yo a los más jóvenes que yo que les veo colgados, les digo que vayan al psicólogo porque allí al menos, les escucharán.

Otra cosa que me ha ayudado (qué curioso que la hayamos mencionado en este blog muchas veces, es el tema de las dos “p” de Jorge Barudy: paciencia y perseverancia, este joven coincide con nosotros en que esto es muy bueno para él) es la paciencia. No me dejabas ni me echabas aunque yo no viniera y  me animabas por teléfono a que acudiera. Cuando yo no iba a la terapia, tú te podías bajar tranquilamente a tomar un café o fumarte un cigarrito, pero no lo hacías. No era como un paciente más o un número más. Me llamabas y te preocupabas de qué me había podido pasar para no ir a la sesión.

El dar ánimos es muy necesario. Nadie te anima. Cuando estás mal, no tienes ganas de nada y la gente te toma por vago, indisciplinado, pasota o descarado. Pero es que estás mal, joder, y nadie te pregunta cómo estás ni mucho menos te da ánimos. Los profesores (aquí entiendo que no se puede generalizar, es la experiencia de este muchacho, pero sin duda, real) mismos no te animaban nada. Si no hacías los deberes, te castigaban.

Las ganas que tenías de verme avanzar (en esto debemos de pensar también y mucho, este chico da en el clavo: ¿transmitimos a los niños y jóvenes que lo que les pasa es que se sienten mal por lo que han vivido y sufrido pero lo superarán con nuestra ayuda o enseguida pasamos al reproche, la entrada en escalada, la discusión, el cumplimiento obsesivo de la norma…?) era para mí, cada día, un motivo para no rendirme y seguir. Y eso que lo mío era muy complicado. Aguantar las ganas de no meterte era muy duro. Hacía gimnasia, hablaba con los amigos, usaba las técnicas que me enseñabas, estaba con la novia… Tienes un impulso, un ansia, no puedes con ello… Robar también era una manera para mí de descargar esa ansia, pero con trabajo y paciencia y dejándome la piel aprendí a canalizarlo.

En la terapia he aprendido a no ser tan egoísta, pensar en mí y reflexionar sobre mi vida y lo que siento y hago me ha enseñado a ser menos egoísta.

En la terapia descubrí, tuve una experiencia que no pensé que tendría (aprovecho para comentar que la resiliencia no es solo una persona que acompaña, puede ser una experiencia, una actividad, un lugar… que produce el comienzo del "viraje de la existencia" -Cyrulnik- de un individuo): las cajas de arena que hicimos me ayudaron a darme cuenta que mi camino de curación estaba en la naturaleza. Ya sabes que hacía cajas de arena con animales, árboles, plantas… Naturaleza en estado puro. Eso es lo que yo quería. "En la naturaleza y su cuidado estaría mi camino", pensé. Me acuerdo que hablamos que podía ser guarda forestal pero no; ya sabes que un invernadero de plantas y flores me atraía más. Tú lo creas, lo mimas lo ves avanzar día a día... Ves nacer el fruto de tu trabajo. Eso me ayudó un montón, y encontrar una oportunidad como la que mi jefe me dio (otra experiencia resiliente) apostando por mí para trabajar en un sitio de estos, fue vital. Tengo un proyecto de vida.

Este chico ha conseguido una transformación en la que debe de seguir trabajando para seguir siendo resiliente. No es un punto final, sino un proceso a seguir y a hacer día a día. La resiliencia es, efectivamente, esto: un proceso continuo de construcción en el que la persona interactúa con el ambiente.

Espero que os haya ayudado. Creo que de aquí podéis extraer muchas pistas y caminos que nos indican y nos guían por dónde va nuestro trabajo, si queremos ser tutores de resiliencia.

La semana que viene -ya lo estoy terminando- os hablaré de un libro extraordinario: "Manual de resiliencia aplicada", de José Luis Rubio y Gema Puig.

13 comentarios:

Anónimo dijo...

Sin duda.
Gracias (otra vez)
http://madredemarte.wordpress.com/

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Gracias a ti, saludos cordiales

Beatriz G. Luna dijo...

Me ha emocionado, José Luis, ver cómo él es capaz de hablar de su propia transformación. Felicidades al chico y un enorme gracias por compartir un pedacito de su vida.

F Javier Romeu dijo...

Gracias también desde Valencia a ti y a tu "paciente y perseverante" amigo. También hay que tener paciencia con los terapeutas... je, je.... Enhorabuena (Pongo un post en disparefuturo con el enlace de tu entrada)

Pedro Javier Gonzalo Marrodán. dijo...

Gracias por vuestros comentarios, Beatriz y Javier y... sí, hay que tener paciencia con los terapeutas también, ya lo creo. Un abrazo y encantado de que pongas el post. José Luis

Mei dijo...

Casos como éste, sólo nos demuestra que el cambio en nuestros hijos es posible y que el esfuerzo y el trabajo no cae en saco roto...Gracias JL
Mei

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Hola, Mei, estoy de acuerdo contigo, el cambio y la resiliencia son posibles y hay que trabajar para ello. Gracias por tu aportación, saludos, José Luis

Anónimo dijo...

Estoy emocionada.
Gracias a los dos

cuadsernoderetazos

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Emociona, sin duda, son tan sentidas sus palabras, todavía recuerdo cómo sonaban, la fuerza interior que ha recuperado este chico. Gracias a ti, Cuadernos, un abrazo

Anónimo dijo...

Hola José Luis,
Ojalá escucharamos más a los chicos/as. Muchas veces ellos/as nos marcan el camino, sólo hay que escucharles. Como en este caso. Agradécele haber compartido esto con nosotros y permitirnos aprender de sus experiencias.
Y como siempre gracias a tí por tu siempre buen trabajo, por tu generosidad, por todo lo que nos enseñas y todo lo que yo personalmente he aprendido de ti y contigo. Seguro que nos volvemos a encontrar en el camino.
Cuidate mucho. Y a ver si te veo cuando vengas a mi pueblo a visitar a tu ahijada!!!
Un fuerte abrazo,
Nagore

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

¡Qué alegría verte por aquí, Nagore! Aspaldiko! Yo también he aprendido mucho contigo y estoy seguro que volveremos a coincidir. Cuando vaya a tu pueblo a ver a mi querida Janire, cuenta con que os haga una visita y así me contáis cosas. Espero que te vaya bien en tu nueva andadura laboral y seguro que allí donde estás das lo mejor como gran persona y profesional que eres. Un abrazo,

José Luis

laura dijo...

Interesante y emocionante el relato. Es un subidon leer estoa mensajes de supervivencia y resilencia. gracias a los dos y si me permites en especial al protagonista por su valentía.
laura

José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo dijo...

Gracias, Laura, me alegra que te llegue. Y desde luego que el protagonista merece las gracias y las felicitaciones especiales.

Un abrazo,

José Luis