Videoresumen del artículo de Porges y colegas.
Las palabras pueden transmitir mensajes contundentes sobre intencionalidad, motivación y sanación. Considere la reciente concientización sobre el uso de "víctima" versus "sobreviviente". Algunas personas optan por usar la palabra "víctima" al describir experiencias traumáticas que ponen en peligro la vida, mientras que otras prefieren "sobreviviente", "guerrero" o "victorioso". Lo importante es que quienes han experimentado estos traumas tengan voz y voto al referirse a sí mismos y que las palabras que usemos reflejen fielmente sus experiencias vividas.
Un término particularmente problemático para los sobrevivientes de secuestro, así como de trata, violencia interpersonal y abuso sexual, es el "síndrome de Estocolmo". El síndrome de Estocolmo se propuso originalmente para explicar por qué algunos sobrevivientes de situaciones similares a la toma de rehenes no parecen, desde el punto de vista del observador externo, reaccionar ante su situación con una reacción de lucha o huida, y además parecen simpatizar con su agresor, como supuestamente se evidencia por la falta de cooperación con la policía y la expresión de comprensión o la ausencia de hostilidad hacia él. Desde entonces, el término se ha utilizado en otras situaciones traumáticas en las que existen desequilibrios de poder, como el secuestro y las relaciones abusivas. El término "síndrome de Estocolmo" postula una relación emocional positiva entre víctimas y agresores que se desarrolló debido al trauma (Jülich, Cita 2005 ). Este término persiste a pesar de varias críticas.
Aunque teóricos anteriores han sugerido que el concepto de síndrome de Estocolmo podría ayudar a normalizar el comportamiento de los sobrevivientes (Graham et al., Cita 1988 ), se puede argumentar que el término no refleja la experiencia del sobreviviente, una crítica aún no reportada en la literatura profesional. Un término más preciso sería «apaciguamiento», ya que la palabra y la descripción general de apaciguamiento enfatizan la asimetría en la relación y la estrategia adaptativa para regular y calmar al captor, minimizando así posibles lesiones y abusos a la víctima (Treisman, Cita 2004)."
Basándonos en la afirmación de la Teoría Polivagal (Porges, cita 2011) sobre el impulso fundamental de internalizar una sensación de seguridad a través de la sociabilidad (Porges, cita 2022), proponemos que el término apaciguamiento pueda definirse operativamente para describir con mayor precisión una poderosa estrategia instintiva para sobrevivir y prosperar, independientemente de las circunstancias, que puede separarse del concepto de afecto mutuo y vínculo con el agresor. Esta perspectiva puede aplicarse a diversas poblaciones donde la diferencia de poder y las necesidades básicas de supervivencia perpetúan el abuso y la victimización, independientemente de la relación previa con el agresor.
Una breve historia del apaciguamiento como respuesta a la amenaza
Cantor y Price ( Cita 2007 ) introdujeron el concepto de apaciguamiento, proponiendo que es una respuesta natural de los mamíferos al atrapamiento o confinamiento. Sugirieron que el apaciguamiento podría contribuir a una mejor comprensión del TEPT, el síndrome de Estocolmo y la dinámica de los rehenes. Propusieron un paso en la articulación de la normalización de un proceso de cierre y sugirieron implicaciones para una mayor comprensión de la dinámica de las víctimas. Desde su perspectiva, el apaciguamiento era una respuesta de pacificación y sumisión. Dado que el apaciguamiento puede servir para desescalar una situación, se sugirió que la pacificación resultante podría contribuir a la supervivencia. Aunque rechazamos la definición de síndrome de Estocolmo, el concepto de apaciguamiento de Cantor y Price ayuda a operacionalizar la dinámica presente en circunstancias en las que una víctima percibe y experimenta una amenaza a la supervivencia física y psicológica, especialmente cuando hay aislamiento social.
Sin embargo, la formulación de Cantor y Price sobre el apaciguamiento omite la interacción funcional bidireccional, con el beneficioso impacto neurobiológico de la corregulación, entre el perpetrador y la víctima, que se comprende mejor al definir el apaciguamiento a través de la Teoría Polivagal. La Teoría Polivagal (Porges, Cita 2004 , Cita 2021 , Cita 2022 ) sugiere que, ante una amenaza a la vida, los circuitos fundamentales de supervivencia originados en el tronco encefálico, que regulan los órganos corporales a través del sistema nervioso autónomo, toman el control, llevando al sistema nervioso a un estado defensivo que suplanta el comportamiento intencional y las interacciones sociales.
Este proceso se observa como una variación de la cascada de lucha/huida/parálisis y, potencialmente, colapso y parada. Esta cascada defensiva depende de estados autónomos que desvían funcionalmente la actividad neuronal de la estructura cerebral superior, lo que resulta en la reducción de la capacidad de resolución de problemas, la limitación del procesamiento cognitivo y el desplazamiento de la intencionalidad y las formas auténticas de sociabilidad por estrategias defensivas. Las necesidades básicas de supervivencia pueden determinar e influir en la definición de amenaza a la vida de un individuo. Por ejemplo, un padre que se enfrenta a la inseguridad alimentaria y de vivienda puede percibir la falta de recursos como una amenaza para su vida. La conexión social con el agresor puede ser percibida como una especie de salvavidas.
La disociación es un producto de estos circuitos del tronco encefálico orientados a la supervivencia y puede servir como un amortiguador ante la comprensión de que la propia vida está en riesgo. Desde la perspectiva polivagal, la disociación se considera un proceso inconsciente que sirve como un amortiguador protector cuando una amenaza es inminente. Cuando una persona se disocia, su nivel superior de pensamiento se altera y las funciones autónomas del sistema nervioso toman el control para optimizar la regulación de los sistemas corporales a través del sistema nervioso autónomo, incluso durante situaciones de vida desafiantes. La frecuencia cardíaca se ralentiza, la digestión se ve interferida y la consciencia se ve afectada.
Las personas que han sufrido una experiencia traumática (que amenaza la vida) pueden internalizar un sentimiento de vulnerabilidad extrema y pueden tener dificultades para salir del estado disociativo (Cantor y Price, Cita 2007). Desde una postura puramente de supervivencia, la ralentización de la frecuencia cardíaca, la interferencia en la digestión y la percepción deteriorada de la realidad sirven para ahorrar recursos y proteger contra el pánico. Si bien estas estrategias de conservación son evolutivamente eficaces en reptiles asociales, comprometen las funciones homeostáticas y la sociabilidad de los humanos. Es más tarde, una vez superada la amenaza inminente, que la disociación continua puede volverse problemática, resultando en diversas comorbilidades mentales y físicas. Al aceptar la necesidad primordial de sobrevivir como un imperativo biológico, la disociación podría estudiarse como un amortiguador fisiológico adaptativo de supervivencia en respuesta a circunstancias abrumadoras. En períodos prolongados de cautiverio o bajo amenaza, un individuo puede funcionar en un estado disociado, lo que le permite tolerar lo intolerable.
 |
Bajo amenaza, un individuo puede funcionar en un estado disociado Foto: webconsultas |
Una ciencia de la seguridad conduce a una comprensión de los procesos internos que sustentan la supervivencia.
La motivación para sentirse seguro es un objetivo principal del sistema nervioso (Porges, Cita 2022). La Teoría Polivagal (Porges, Cita 2021) proporciona una perspectiva científica innovadora que incluye la descripción neurofisiológica del circuito neuronal que regula a la baja las reacciones de amenaza. Este ajuste fisiológico ocurrió durante el cambio evolutivo de reptiles asociales a mamíferos sociales (Porges, Cita 2021). Desde la perspectiva de la evolución, el cambio en el sistema nervioso autónomo es el núcleo de nuestra capacidad para conectar socialmente con otros. Cuando aplicamos y refinamos el concepto de apaciguamiento a la afirmación de la Teoría Polivagal del impulso fundamental de internalizar un sentido de seguridad, podemos describir con mayor precisión el poderoso deseo instintivo de sobrevivir y prosperar, independientemente de las circunstancias. En este contexto, el concepto de apaciguamiento elimina la mayoría de las sugerencias de afecto mutuo y vínculo cuando se está en modo de supervivencia. La importancia de sentirse seguro como un sentimiento objetivo ha sido debatida desde los primeros psicólogos, como Wundt (Ogden, cita 1907).
El lenguaje ambiguo utilizado para describir emociones y sentimientos se suma al desafío de operacionalizar una "sensación de seguridad sentida" (Porges, Cita 2022). La Teoría Polivagal sugiere una definición de resiliencia en víctimas/sobrevivientes que conceptualiza una explicación jerárquica de los sentimientos como interpretaciones cerebrales superiores de las señales neuronales que transmiten información sobre los órganos viscerales (por ejemplo, corazón, intestino, etc.) al tronco encefálico (Geisler et al., Cita 2013). Esta perspectiva biopsicoevolutiva enfatiza la función fundacional del estado autónomo en las experiencias subjetivas de sentimientos globales y emociones específicas. Dentro de esta conceptualización jerárquica, los sentimientos de seguridad son preeminentes y forman el núcleo de un sistema motivacional duradero que cambia el estado autónomo, que a su vez impulsa comportamientos, emociones y pensamientos.
Cuando se enfrenta a una amenaza física, la respuesta natural es volver a una postura defensiva, incluyendo lucha/huida o un bloqueo total de las respuestas emocionales (Porges, Cita 2022). Enfrentados a una situación en la que no es posible escapar de inmediato, algunos sobrevivientes pueden tener el recurso de expresar un tipo de "compromiso súper social" que puede permitirles involucrarse y corregular y calmar eficazmente a su perpetrador. Operativamente definimos esta capacidad de corregular y calmar al perpetrador como apaciguamiento. La capacidad de acceder al proceso de apaciguamiento se conceptualiza como un tipo de "compromiso súper social" que requiere la capacidad neuronal para gestionar un estado híbrido que permite el acceso a la calma y las señales sociales del sistema de compromiso social (Porges, Cita 2011, Cita 2021, Cita 2022), mientras que simultáneamente se mantiene el acceso al sistema simpático de movilización energética para involucrar comportamientos de lucha/huida si es necesario (Porges, Cita 2011). Los testimonios directos de sobrevivientes de secuestros subrayan su conciencia de la importancia de establecer algún tipo de conexión social con el agresor. La necesidad de establecer dicha conexión se reitera en entornos terapéuticos y es descrita por estos sobrevivientes. En términos de la Teoría Polivagal, este proceso de conexión entre el sobreviviente y el agresor se considera «corregulación», un proceso mediante el cual se produce una expresión bidireccional mutuamente beneficiosa de señales de seguridad que calman funcionalmente el sistema nervioso autónomo y la conducta observable (Mohandie, Cita 2002).
La interacción social no solo ayuda a calmar el sistema nervioso autónomo, sino que su retirada puede desregular el sistema. Esto puede requerir una necesidad continua de interacción social para que el superviviente se mantenga a salvo. En un estudio sobre la corregulación entre madres e hijos, el cuidador de niños pequeños proporciona señales para calmar a los bebés. Específicamente, se demostró que el tono prosódico ayuda a regular a un bebé con problemas de conducta. Además, los bebés parecían angustiados después de que se les retirara la interacción social a su cuidador. Este estudio en particular no solo se centró en el impacto del tono prosódico en el estrés interno de los bebés, sino que también presenta el impacto de la disregularidad de la retirada social, lo que sugiere el impacto biodireccional entre dos sistemas nerviosos autónomos (Sarrate-Costa et al., Cita 2022 ).
La capacidad de apaciguar cuando se está en un estado activado requiere suficiente regulación para que el perpetrador parezca estar tranquilo. Esta forma de regulación no es de fácil acceso ni está disponible universalmente, pero requiere habilidades innatas para inhibir la excitación simpática que desencadenaría la defensa del perpetrador. Parecer tranquilo y enviar señales de interacción cuando se enfrenta a un depredador brinda una oportunidad para que se produzca la corregulación. La respuesta visceral a la amenaza es un circuito de supervivencia fundamental ubicado en el tronco encefálico y compartido por varias especies de vertebrados que precedieron a la evolución de los mamíferos sociales. Estos circuitos coordinan la excitación simpática o el cierre vagal dorsal para apoyar la supervivencia mediante comportamientos defensivos. La capacidad de estar cerca de un individuo o evento potencialmente mortal, sin cerrarse, huir o luchar, requiere la capacidad de acceder al sistema de interacción social con su dependencia neurofisiológica del complejo vagal ventral que regula las estructuras primarias (p. ej., la expresión facial, la entonación de la voz) de las que dependen la conexión social y la corregulación (Porges, Cita 2022). Activar el sustrato neuronal para apaciguar supone un desafío para el sistema nervioso y no es una conducta intencional fácilmente accesible. Más bien, requiere reajustar el estado autónomo que, de forma oportunista, mantiene suficiente inhibición sobre las reacciones adaptativas de amenaza del sistema nervioso simpático (es decir, lucha/huida) o del sistema vagal dorsal (es decir, bloqueo, colapso, desmayo, defecación). Al situar un estado autónomo en el centro de los sentimientos de seguridad o amenaza, las conductas pragmáticas de supervivencia de lucha/huida y las estrategias complejas de resolución de problemas que conducirían al escape son consecuentes y dependen de la función facilitadora del sistema nervioso autónomo para optimizar estas estrategias. De igual forma, desactivar las reacciones de amenaza y calmar el estado autónomo a través de la vía vagal ventral promoverá la accesibilidad interpersonal, a la vez que favorecerá la corregulación de los estados autónomos tanto del superviviente como del agresor. Este modelo sitúa el estado autónomo como una variable interviniente, que media en la interpretación de las señales contextuales y configura las reacciones tanto del depredador como del cautivo. Según esta conceptualización, dependiendo del estado autónomo del individuo, las mismas señales y desafíos contextuales pueden generar diferentes reacciones conductuales, cognitivas y fisiológicas. Esto sería cierto tanto dentro de cada individuo como entre ellos.
El apaciguamiento es una poderosa herramienta para la supervivencia, la adaptabilidad y la resiliencia
Existe una gama de respuestas entre individuos que comparten el mismo contexto ambiental traumático. Estudios sobre rehenes indican que un estado tranquilo y regulado puede aumentar las tasas de supervivencia (Jaeger et al., Cita 2014). Además, la utilidad adaptativa del apaciguamiento en las experiencias de sobrevivientes de abuso puede neutralizar funcionalmente las estrategias defensivas en la víctima, así como en el perpetrador a través de circuitos neuronales que comunican señales de seguridad. Por lo tanto, si el perpetrador comienza a sentirse seguro con la víctima, entonces existe la posibilidad de que el sistema nervioso del perpetrador se calme y reciba señales de seguridad emitidas por la víctima, lo que resulta en menos violencia, ira y lesiones. Esto no debe confundirse con la noción de adulación. La adulación es el uso de complacer a las personas para disipar el conflicto y ganarse la aprobación de los demás (La asociación entre la orientación teórica de un psicoterapeuta y la percepción del trauma complejo y la ira reprimida en la respuesta de adulación - ProQuest , Cita nd). Es una forma desadaptativa de crear seguridad en nuestras conexiones con los demás al reflejar esencialmente las expectativas y deseos imaginados de otras personas.
Proponemos que la víctima no está utilizando técnicas de adulación, sino que de hecho está influyendo en el perpetrador mediante un proceso interno de corregulación (Porges, Cita 2004 ). La corregulación fomenta la regulación tanto del captor como del secuestrado. Es una característica que permite a todos los mamíferos regular a la baja las estrategias defensivas como gritar y chillar, y en cambio promueve la sociabilidad al permitir la proximidad psicológica y física sin las consecuencias de las lesiones, incluso en situaciones de supervivencia. Es este mecanismo de calma que se ajusta adaptativamente para protegernos cuando estamos en modo de lucha o huida (Geisler et al., Cita 2013 ). Este mensaje ha sido confundido por algunos como el síndrome de Estocolmo o como un tipo de afecto en lugar de una poderosa reacción adaptativa de supervivencia. De hecho, la adulación no utiliza las poderosas fuerzas biológicas de la corregulación. La adulación implica menos sintonía y es más unilateral. Además, desde una perspectiva polivagal, la adulación puede tener el efecto opuesto al apaciguamiento porque podría ser percibida por el agresor como un estado altamente vulnerable, incitando a más agresión (Reid et al., Cita 2013 ).
La investigación de Bonanno y colegas (Bonanno y Burton, Cita 2013) se basa en el creciente cuerpo de literatura que subraya la aceptación de que el proceso fluido del sistema nervioso y la autorregulación se ha convertido en una variable importante para comprender la resiliencia (Bonanno, Cita 2021 ; Chen y Bonanno, Cita 2020 ; Jiang et al., Cita 2021). En resumen, el primer paso de la autorregulación es una evaluación de lo que se requiere en el escenario específico. El segundo paso, según la teoría de Bonanno, es la elección de lo que describen como una respuesta reguladora. La pregunta es, ¿qué puedo hacer? Por último, la pregunta es, ¿está funcionando? La última pregunta requiere una evaluación consciente de la estrategia. Se puede asumir que en una situación de vida o muerte, la pregunta es, ¿qué probabilidades tengo de mantenerme vivo? Esta investigación respalda la noción de que el sistema nervioso, especialmente las estructuras cerebrales involucradas en la regulación del comportamiento intencional, juega un papel importante en la supervivencia. Sin embargo, desde una perspectiva biológica, lo que falta es comprender el papel que desempeñan los mecanismos fundamentales de supervivencia del tronco encefálico en respuesta a un peligro inminente. Tampoco está claro cómo se desarrolla un estado autónomo lo suficientemente resiliente como para poder tener una respuesta de apaciguamiento ante dicha amenaza.
Está bien documentado que el pensamiento consciente se ve afectado por la respuesta biológica al terror (Pyszczynski et al., Cita 1999 ). En tiempos de amenaza a la vida, los circuitos de supervivencia fundamentales en nuestro sistema nervioso toman el control e interfieren con el funcionamiento ejecutivo, lo que sugiere que el pensamiento lógico y el desarrollo de estrategias son procesos completamente inconscientes. Todos los mamíferos operan desde la perspectiva de seguridad versus vulnerabilidad. Un sistema nervioso flexible proporciona opciones para la supervivencia y la resiliencia, aunque estas acciones pueden ser el resultado de procesos inconscientes. Los modelos animales también han presentado datos para apoyar que todos los mamíferos alcanzan un nivel de saturación en el que el umbral es demasiado alto para que un sistema nervioso influya en el otro sin descanso y desactivación (Chemtob et al., Cita 1992 ). Esto es importante para comprender la resiliencia porque, en muchas situaciones, el destino de la víctima está, por supuesto, determinado por la patología o motivación del perpetrador.
Implicaciones clínicas
El tratamiento de las víctimas/sobrevivientes de traumas no es un proceso único para todos. Existen numerosos enfoques de tratamiento, muchos de ellos respaldados por una sólida investigación basada en la evidencia (Han et al., Cita 2021 ; MacFarlane y Kaplan, Cita 2012; Review of Narrative Therapy: Research and Utility – Mary Etchison, David M. Kleist, 2000, Cita nd ; Warshaw et al., Cita 2013 ; Williamson et al., Cita 2010). La variable común en todas las modalidades es el sistema nervioso adaptativo del individuo que intenta dar sentido al horrible pasado. La pregunta inicial es "¿por qué no te fuiste?", pero una pregunta más importante es "¿cómo sobreviviste?". El enfoque clínico debe apoyar el proceso instintivo natural que mantuvo vivo al individuo. Después de la recuperación, el desafío es cómo ayudar a apoyar la internalización y la comprensión de que ya no hay peligro ni amenaza para la vida. Ahí radica el dilema: a las víctimas/sobrevivientes del abuso prolongado y aislado que se observa en secuestros y violencia interpersonal, a menudo se les hace creer que siempre habrá peligro y amenaza de muerte, incluso cuando el agresor no esté presente. El miedo inmoviliza y compromete el procesamiento superior, reforzando la dependencia.
La creencia de que uno se enamoró del perpetrador puede ser confusa y aterradora para una persona que ha experimentado cautiverio. La preocupación puede llevar a temores de mayor vulnerabilidad y puede connotar el mensaje de que la persona es capaz de ser engañada fácilmente. Otro factor es el mensaje dado a los miembros de la familia de que la persona no escapó intencionalmente por una lealtad retorcida al perpetrador. Este mensaje también es confuso y desregulador para los miembros de la familia y los partidarios, lo que puede evitar que los miembros de la familia apoyen activamente al sobreviviente. La percepción de apoyo es importante para la curación y el bienestar de todo el sistema familiar (Bailey et al., Cita 2020 ). Para comenzar a recibir y brindar este apoyo, es importante que los sobrevivientes y sus familias comprendan que el secuestro, la trata y la violencia de pareja, por definición, ocurren en contextos de diferencias. El cautiverio en estas circunstancias puede confundirse fácilmente con el amor, ya que las necesidades de supervivencia moldean la dependencia de la misma manera que un niño pequeño se ve obligado a depender del cuidador.
 |
"La creencia de que uno se enamoró del perpetrador puede ser confusa y aterradora para una persona que ha experimentado cautiverio" Foto: El Correo |
Finalmente, la vergüenza se ha identificado como uno de los factores clave subyacentes a muchos síntomas traumáticos (López-Castro et al., Cita 2019 ; Saraiya y Lopez-Castro, Cita 2016). Ideas como el síndrome de Estocolmo pueden aumentar la vergüenza. Proporcionar a los sobrevivientes el marco de apaciguamiento normaliza y elogia el mecanismo de supervivencia, dada la inusual capacidad de interactuar con la red social cuando se ven amenazados. El apaciguamiento puede y debe enmarcarse como una explicación alternativa para lo que podría ser una sólida táctica de supervivencia, una táctica no solo intencional, sino que depende de las capacidades de un estado autónomo resiliente como recurso.
Propósito y resultado esperado de este artículo
En el campo de la investigación del trauma, reconocer la resiliencia como la norma ha pasado de ser considerado raro a ser visto como un resultado mayoritario (Bonanno, Cita 2021). Lo que no está tan claro es qué variables constituyen la resiliencia. Un gran cuerpo de investigación ha analizado las variables de personalidad, los recursos de apoyo, los activos financieros y educativos, la búsqueda mínima de significado y experiencia, y la expresión de emociones positivas (Bonanno, Cita 2004 ; Bonanno et al., Cita 2015). Otra variable importante citada son las estrategias de regulación emocional. Planteando la pregunta de ¿cómo o qué hace que un individuo sea más capaz de manejar eventos adversos de manera más positiva que otros? La investigación no ha podido evaluar con precisión la futura capacidad de afrontamiento de los individuos percibidos como resilientes en el momento del estrés traumático.
Dado que la investigación de Bonnano presenta un panorama de resultados modestos al aislar y categorizar variables individuales presentes en la literatura sobre resiliencia (Bonanno, Cita 2021), postulamos que la operacionalización de una explicación singular para la supervivencia y el logro de la resiliencia no puede resumirse en una fórmula única o multivariable. Lógicamente, un estado que preserve los recursos y altere la realidad de las circunstancias sería óptimo para prevenir la ansiedad abrumadora y, en algunos casos, lo que denomino muerte vudú (Cannon, Cita 1942 ; Lex, Cita 1974).
El objetivo de nuestro modelo propuesto de apaciguamiento es proporcionar una alternativa al síndrome de Estocolmo para comprender cómo un sobreviviente puede haber navegado y negociado de manera funcional y adaptativa con el sistema nervioso del perpetrador. Además, proponemos la introducción de una poderosa respuesta de supervivencia inconsciente. El apaciguamiento no garantiza la supervivencia, pero proponemos que el apaciguamiento sea un posible proceso inconsciente cuando se enfrenta a una amenaza de vida en el contexto de la violencia interpersonal. Esta amenaza de vida es el factor clave para que se produzca el apaciguamiento.
La comprensión de que el sistema nervioso de una persona puede afectar inconscientemente el sistema nervioso de otra ha sido identificada en la investigación que analiza la presencia terapéutica y las variables que contribuyen a intervenciones terapéuticas efectivas (Geller y Porges, Cita 2014 ; Porges y Dana, Cita 2018). Cuando esta teoría se aplica a circunstancias que involucran cautiverio y amenaza de vida, proporciona una explicación plausible de cómo podemos comprender y honrar a los sobrevivientes que han tenido un sistema nervioso regulado que, cuando se enfrentan a amenazas de vida, les permite expresar características de calma, interés y compromiso social. Por lo tanto, es posible atenuar o alterar el estado de agitación del perpetrador.
Cabe destacar que el modelo es puramente explicativo para reconocer la capacidad de los sobrevivientes que han tenido la oportunidad de acceder al apaciguamiento durante situaciones que amenazan su vida. El modelo no implica que esta capacidad pueda aprenderse o entrenarse. Se recomienda investigar más a fondo el impacto de la operacionalización de este concepto para apoyar la sanación y el bienestar de los sobrevivientes de diversos delitos. Una pregunta importante de investigación es: «Si el comportamiento de los sobrevivientes se apoya como un factor de resiliencia y se etiqueta en términos que resaltan procesos inconscientes, ¿impactará positivamente en el proceso de recuperación si su experiencia se conceptualiza desde su perspectiva y no desde la de quien preparó el proceso?».
Declaración de divulgación
El/los autor(es) no informaron de ningún posible conflicto de intereses.
Referencias
Por optimizar esfuerzos, las referencias están consignadas en el original en inglés que puedes descargarte haciendo clic
AQUÍ.
No hay comentarios:
Publicar un comentario