lunes, 15 de septiembre de 2025

Cuando el futuro recuerda, por José Luis Gonzalo

Cuando el futuro recuerda

Por José Luis Gonzalo Marrodán
psicólogo clínico y traumaterapeuta sistémico




Estoy terminado la lectura del último libro de Carlos Pitillas, totalmente recomendable. Me refiero a Caminar sobre las huellas. Vínculos, trauma y desarrollo humano. La obra ahonda en las aportaciones que la teoría del apego y el psicoanálisis intersubjetivo nos ofrecen, sin olvidar las tradiciones clásicas, pero con una mirada actual. Un trabajo muy bien trazado, con una lógica expositiva clara y ordenada y con el rigor que al autor le caracteriza, basado en su experiencia clínica y en la investigación. La parte que repasa los mecanismos de defensa es lo mejor que he leído sobre el tema; muy bien explicados y con ejemplos y tablas que ilustran los contenidos y favorecen su comprensión.

Dentro de todo lo que Carlos Pitillas aborda, me ha parecido muy interesante para profesionales y familias la respuesta a la pregunta que el autor se hace. Me estoy refiriendo a ¿por qué repetimos los viejos esquemas mentales? A pesar de que sus resultados y consecuencias sean problemáticas para la persona y los demás, ¿por qué sucede esto? Sobre ello voy a hablar a continuación. Sin embargo, os recomiendo que compréis el libro de Carlos Pitillas y deis buena cuenta de él porque, además de ser el autor, profundiza mucho más de lo que en un artículo de blog yo puedo hacer. 

Las personas desarrollamos tempranamente representaciones mentales como consecuencia de nuestra interacción con el mundo y con las personas que conforman nuestros primeros vínculos. En palabras de Carlos Pitillas, "convertimos las experiencias en representación". Lo que se repite y espera de la experiencia es previo a la aparición del lenguaje. Al principio, durante los primeros años, no son muchas las representaciones, de acuerdo con la oferta relacional que el bebé vaya recibiendo -primero con las figuras adultas que le cuidan, después con otras personas significativas-. Pero en la medida en que crecemos disponemos de una miríada de representaciones y modos de procesar cognitiva, emocional y sensorialmente el mundo que nos rodea y las relaciones. 

Si las experiencias vividas son muy similares y requieren patrones de respuesta parecidos, tienen continuidad y ofrecen resultados, hacen que los modelos representacionales se registren y afiancen mentalmente. Por ejemplo, Sergio nació en un entorno familiar caracterizado por la violencia. A los doce meses, desconectarse mentalmente de los gritos, palizas e insultos que su padre le propinaba a su madre, le ayudaba a no sentir. A los dieciocho meses, fue ingresado en una casa cuna, y los educadores tenían una disciplina muy rígida. Su sistema nervioso reaccionaba con rigidez y la desconexión de las personas y del entorno se afianzó. Más mayor, con cinco años, no hablaba, era muy introvertido, experimentaba mucho miedo en el día a día a causa de la disciplina maltratante de los educadores, pero trataba de no estar presente y seguir disociado de esas vivencias. Más tarde, con diez años, es adoptado y sus padres no se explican por qué es un niño de pocas palabras, solitario, que teme las relaciones sociales -experimenta gran ansiedad- y de rasgos introvertidos. Solo busca los entornos donde pueda estar como mucho con una persona conocida, huye de las relaciones sociales y teme los vínculos íntimos. Es muy resistente al cambio y por mucho que sus padres lo intentan, no consiguen que Sergio se relacione con sus compañeros. 

Portada del libro de Carlos Pitillas
Como dice Carlos Pitillas, “la organización relacional de esta persona mantiene una continuidad en cuanto a la temática”, es decir, desconectarse de las experiencias interpersonales que impliquen relaciones sociales sobre todo grupales. Como dice Pitillas, “…los niños inseguros, por su parte, son más vulnerables a recaer en formas negativas de funcionamiento cuando las circunstancias se vuelven difíciles”.

Hay una repetición de patrones interpersonales, que en otros órdenes de la vida podemos ver en múltiples casos: tender al conflicto, complacer a todo el mundo, idealizar parejas para luego devaluarlas y romper agresivamente con ellas, tener el control de las situaciones, huir de las relaciones de pareja cuando se hacen íntimas, ser el salvador de todo el mundo, atacar a quienes te quieren ayudar, acomodarse a los castigos, ser el protagonista y el centro de atención en los grupos,… 

Carlos Pitillas en su libro “Caminar sobre las huellas. Vínculos trauma y desarrollo humano” nos habla de por qué estos modelos representacionales, algunos más rígidos que otros, hacen que repitamos una y otra vez aquello que nos perjudica claramente. ¿Por qué nos empeñamos en un resultado fatal? Esto lo ven también y lo sufren muchos niños y adolescentes con historia de trauma que vienen a consulta. Sus padres no se lo explican y claro, en ausencia de argumentos científicos las ideas populares y relacionadas con la voluntad o el carácter son las que se imponen: “lo hace porque quiere”; “lo hace para fastidiarnos”; “es un fatalista”; “tiene un carácter difícil”; “es egoísta”, etc.

Sin embargo, Carlos nos ofrece una visión que da mucho sentido al acto de repetir. Así nos dice que:


- Los modelos representacionales se conservan porque, muchas veces, siguen funcionando.


Como dice Pitillas, “conservar esquemas interpersonales inseguros, defensivos, basados en el aprovechamiento rápido (a veces, impulsivo) de los recursos disponibles, en la sumisión a un poder mayor o en la agresividad proactiva, es la mejor política cuando las condiciones de un entorno temprano adverso no cambian”.

Me parece fundamental, porque nos abre el marco de posibilidades comprensivas acerca de por qué los chicos y las chicas con trauma temprano de apego se comportan del modo en el que lo hacen. Nos ayuda a luchar contra las “certezas mentalizadoras” (Malberg, 2019) que sentencian y ven la realidad de manera polarizada. Porque si nuestros niños funcionan así es porque muchas veces viven las emociones en bruto y no han adquirido representaciones mentales que les permitan reflexionar sobre los impulsos y por lo tanto, modularlos. Son los padres o cuidadores tempranos los que devuelven al niño en espejo de una manera regulada y sintonizada, en congruencia, el estado emocional que están sintiendo y se lo traducen en palabras. 

Así, muchos de nuestros niños y adolescentes funcionan con sus viejos esquemas e incurren una y otra vez en su repetición porque les ofrecen resultados. Ellos están centrados en la inmediatez y proyectarse al futuro es algo que no contemplan. 

Pongamos algunos ejemplos: 

“¿Por qué mientes? No lo sé. Me sale automático. Es como una fuerza que me empuja a hacerlo. De ese modo me garantizo que obtendré lo que quiero" [Cuando en un orfanato se ha carecido de todo, esto tiene sentido]

“Yo soy muy tranquilo y respetuoso, pero si alguien me hace daño, ya no me importa nada. Puedo ser muy cruel y hacerle daño. Hay que protegerse” [Me dice un chico que creció en las calles de una ciudad de Honduras donde había pandillas violentas]

"No puedo consentir que ningún hombre me ningunee, que me haga sentir inferior y que yo se lo consienta. Agredirle verbalmente y humillarle me devuelve el poder y el control" [Me dice una víctima de malos tratos en la infancia y varias veces víctima de violencia de género, cuando percibe cualquier señal que en la actualidad puede interpretar como desprecio por parte de un hombre]

"Robo porque sí. No sé por qué… Necesito tener, no me puede faltar… Por eso tengo comida en los armarios, eso hace que me quede tranquilo". [Un joven que roba dinero en clase y que acumula comida en cantidades desproporcionadas en los armarios de su cuarto]


- Los modelos se mantienen porque aportan familiaridad y congruencia


“Más vale malo conocido que bueno por conocer”. Como explica Carlos Pitillas, “repetir esquemas relacionales contribuye a un sentimiento básico de familiaridad, la impresión de pisar terreno conocido” […] “El conjunto de esquemas que nos ayudan a navegar el mundo de las relaciones nos aporta también un sentido de continuidad personal, nos ayuda a sentirnos alguien; es una fuente de identidad a la que cuesta renunciar” […] “La capacidad de algunos individuos para encontrar enemigos donde no los hay, o para sentirse rechazados en entornos suficientemente amables, o para iniciar conflictos de poder allí donde el poder no es relevante, atestigua esa imperiosa necesidad que los humanos tenemos por sentir que la realidad es congruente con lo que esperamos de ella”.

Pongamos algunos ejemplos:

“Mi amigo no me quiso coger el teléfono, le insistí un montón de veces… yo creo que no me quiere ver y que pasa de mí, me desprecia y rechaza… me produce mucha rabia, estoy a punto de estallar” [Su amigo estaba sencillamente ocupado]

“Me encargo de hablar con todos los jefes de servicio de la empresa para asegurarme que el nuevo compañero no coge posiciones de privilegio. Aprovecho mi buena relación con ellos para controlar que yo sigo siendo el encargado principal, porque seguro que este viene con la idea de hacerse con el puesto y quitármelo a mí” [Cuando el nuevo compañero no ha dado ninguna muestra de querer optar a ninguna posición de privilegio]

“Siempre comienzo idealizando a las parejas, las seduzco muy bien, me siento cómoda en el sexo, pero cuando ya pasa la primera noche y empezamos a quedar para conocernos, no lo puedo aguantar, me siento como incómoda, alterada, agobiada y… les echo de mi casa. Así ni me acuerdo del número de relaciones que he tenido”. [Una joven con un miedo intenso a intimar y vincular con sus posibles parejas]

- Los modelos se conservan porque aportan un sentido de conexión interna. 

Pitillas nos dice que “la repetición contribuye a un sentido interno de conexión con las figuras del pasado” […] “Reproducir el modo en que se dieron las relaciones con nuestros padres, hermanos u otras personas importantes nos permite sentir en un nivel interno, que estamos cerca de ellas, que conservamos ese vínculo que es tan necesario” […] “…garantizamos, también, una impresión de lealtad a nuestros objetos primarios”

Esto explica por qué repetimos los patrones relacionales aprendidos con nuestros padres. Muchas personas dicen que utilizan la misma disciplina que sus progenitores porque eso les ayuda a sentir que están en sintonía con lo que hicieron con ellos, porque es lo que han conocido y lo reproducen acríticamente. 

A veces en los acogimientos familiares, la conducta negativa del niño se produce por esa necesidad de sentirse en conexión y leales a los progenitores.

Más ejemplos: el joven que se descuida porque reproduce el modo en el que le descuidaron de niño. El hombre que no se fía absolutamente de nadie porque todo el mundo le quiere engañar, su padre era así, dice. La chica que a su pareja le prepara la merienda le lava la ropa, le lía los pitillos y se muestra sumisa ante todo lo que aquella le dice por temor a perderle y porque es un viejo modelo de relación que sufrió en su familia de origen…

- Los modelos se conservan porque aportan control y contrarrestan la pasividad del trauma.

“Repetir los esquemas relacionales ligados al trauma puede ofrecer sienta sensación de dominio o de control sobre acontecimientos que, originalmente, se experimentaron con pasividad e indefensión”, dice Pitillas.

Y esto puede suceder representando el rol de víctima que genera en las otras personas actitudes de dominación. O invertir el rol y ponerse en la posición de agresora, cuando en el pasado se fue víctima.

Pongamos dos ejemplos: 

Laura creció con un padre autoritario y violento, que alternaba explosiones de ira con períodos de silencio castigador. Desde pequeña aprendió a estar hipervigilante y a evitar conflictos, complaciendo siempre para evitar el castigo.

En sus relaciones de pareja, Laura es excesivamente complaciente, se disculpa constantemente incluso cuando no ha hecho nada malo, y rara vez expresa sus propias necesidades. Esta actitud pasiva refuerza en su pareja una postura dominante: él toma todas las decisiones, invalida sus opiniones, y a menudo se enfada si ella no está disponible emocionalmente.

Laura, sin querer, provoca en su pareja una actitud de control porque su estilo relacional se sostiene en la sumisión como forma de supervivencia aprendida.

Charly es un niño de once años que sufrió malos tratos físicos y emocionales, y una negligencia en los cuidados muy grave. Uno de los problemas que tiene es que no sabe respetar los límites de su propio cuerpo y el de los demás. Actualmente, para salir de los sentimientos de indefensión sufridos, pega y toca las partes íntimas de sus compañeros, riéndose de ellos y burlándose del profesor cuando le confronta con este comportamiento inaceptable. Sentirse él el agresor le ayuda como defensa contra la propia vulnerabilidad sufrida. 

REFERENCIAS

Malberg, N., Muller, N. Lindqvist, K., Ensik, K y Midgley, N. (2019). Tratamiento basado en la mentalización para niños. Un abordaje de tiempo limitado. Desclée de Brouwer.

Pitillas, C. (2025). Caminar sobre las huellas. Vínculo, trauma y desarrollo humano. Desclée de Brouwer. 

 

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